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Las calles numeradas de tu ciudad

tienen un recorrido en apariencia comprensible;


en el plano todo sucede con demasiada quietud
pero en la práctica, y si me distraigo,
puedo llegar a Montevideo sin advertirlo
porque hasta la esquina de Durazno y Jackson
se parece a 5 y 54
en la luz amarilla, las sombras,
las carameleras de vidrio
de una antigua panadería.

Así me pierdo en las diagonales de tus manos,


tu sonrisa, el ansia que muerde nuestros labios.
Tan cruz invertida sus bulevares,
tan pasajes sus símbolos rotos,
como si los números ofrecidos al azar de las calles
hubieran salido sorteados en la tómbola del diablo.

Vamos despacio,
tan de veredas nuestros pasos en círculo;
tu perfume es leve y la noche ruge su color de lluvia,
ya será tu humedad y yo de regreso
mordiendo el asfalto enamorado
derechito a Once
en el 129
X Centenario.

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