grandes de la Iglesia. Clausuramos la cincuentena pascual.
Este día los judíos conmemoraban el día en que
Dios entregó a Moisés las tablas de la ley en el Sinaí.
Todos los israelitas iban a Jerusalén para dar
gracias a Dios y celebrar, después de la recolección de sus cosechas. La Palabra de Dios por eso nos dice que había judíos de todo el mundo.
2. Jesús les había dicho a sus discípulos que le
quedaban muchas cosas por decirles, pero que no las podían entender: “Yo pediré al Padre, y los dos les enviaremos el Paráclito, para que 2
venga, les recuerde y aclare lo que Yo les he ido
diciendo (Jn 14, 26. 16, 13).
3. Nos dice, además, que estaban todos
reunidos, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. “Si a mí me han perseguido, a vosotros os perseguirán”, no lo podían olvidar.
Con la venida del Espíritu se sienten
transformados, pierden los miedos, dan testimonio de Jesús con valentía y se hacen entender por todos.
4. Aquí la pregunta que nos hacemos: ¿cómo es
posible que cada uno, viniendo de diferentes lugares, hablando diferentes lenguas nos entendamos unos con otros? Es el Espíritu de Jesús que, como a los Apóstoles, en el primer Pentecostés, nos llena de su amor y nos envía a nuestro mundo, que en palabras de Pablo VI se ha desarrollado mucho, pero necesita un 3
suplemento de alma. Necesita que irradiemos
los dones recibidos.
5. Es fiesta de plenitud: del amor del Padre y del
Hijo que nos regalan el fruto de su amor: el Espíritu.
El Padre y el Hijo no nos pueden dar cosa mejor
que su amor derramado para empaparnos con los frutos del Espíritu: amor, alegría, paz, paciencia, bondad, amabilidad, fidelidad.
Nos podemos preguntar: ¿para qué viene?,
¿para qué ha sido enviado?
- Para recordar las enseñanzas de Jesús.
Recordar, aclarar, fortalecer: “Seréis mis testigos”.
6. Nos ha dicho la Palabra que Jesús les hace un
gran regalo a sus discípulos. Jesús entra y les regala su paz. La paz es el regalo de Pascua, 4
Jesús es nuestra Paz. La lleva consigo: “Mi paz
os dejo, mi paz os doy”.
Le damos gracias que Él no sea para nosotros el
Dios desconocido. Lo hemos “visto y oído”. No nos contentemos con hablar de él, sin antes escucharlo y acogerlo. Caminar por el mundo estando pacificados, para que Él hable a través de nosotros.
7. Ven Espíritu Santo. Abre nuestros oídos para
escuchar tus llamadas. Que, en tu Iglesia, vivamos más atentos a lo que nace que a lo que muere, con el corazón sostenido por la esperanza y no minado por la nostalgia.
Ven Espíritu Santo. Enséñanos a mirar de
manera nueva la vida, el mundo y, sobre todo, a las personas. Que aprendamos a mirar como Jesús miraba para irradiar mejor su cercanía. 5
Ven Espíritu Santo. Haz de nosotros una Iglesia,
una comunidad, de puertas abiertas, corazón compasivo y esperanza contagiosa.