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Pioneros de la coca y la cocaína

Historia de la coca y la cocaína


Coca (Erythroxylon coca)
Las drogas que consumimos. La coca
El efecto isiológico y la importancia del cloruro de cocaína
Sobre la coca
La cocaína y sus sales
Sobre el uso de la cocaína para anestesiar el ojo
La coca erythroxylon y sus derivados
La coca y sus aplicaciones terapéuticas
Cocaína
La coca: Una tradición andina
Observaciones sobre la neurobiología de la cocaína y la adicción a esta
sustancia
Efectos y riesgos de la cocaína

EL PEoN ESPiA
Pioneros de la coca y la cocaína
Historia de la coca y la cocaína. J. C. Ruiz Franco
Coca (Erythroxylon coca). Barón Ernst von Bibra
Nuestra Señora de Yungas. Mordecai Cooke
Las drogas que consumimos. La coca. Samuel Johnston
El efecto isiológico y la importancia del cloruro de cocaína. heodor Aschenbrandt
Sobre la coca. Sigmund Freud
La cocaína y sus sales. E. Merck
Sobre el uso de la cocaína para anestesiar el ojo. Karl Koller
La coca erythroxylon y sus derivados. Compañía Parke, Davis & Company
La coca y sus aplicaciones terapéuticas. Ángelo Mariani
Cocaína. Aleister Crowley
La coca: Una tradición andina. Movimiento Tupay Katari
Observaciones sobre la neurobiología de la cocaína y la adicción a esta sustancia. José Carlos
Bouso y Jordi Riba
Efectos y riesgos de la cocaína. Fernando Caudevilla Gálligo

Traducción
Juan Carlos Ruiz Franco
Director de la Biblioteca Letras Psicoactivas
Juan Carlos Ruiz Franco
Diseño
Yago Gallach Pérez
Ilustración de portada
Zoraida Zaro

© De los textos: J. C. Ruiz Franco, José Carlos Bouso y Jordi Riba, Fernando
Caudevilla
© De las traducciones de las obras originales: J. C. Ruiz Franco
© 2011, El peón espía SL, Paiporta, Valencia

Depósito legal:
ISBN: 978-84-938716-3-5
Impreso por Publiberia

El peón espía
Apartado de Correos, 64
46200 - Paiporta, Valencia, España
961210548

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información ni transmitir ninguna parte de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado —
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propiedad intelectual.
Índice de contenidos

Presentación 9
Introducción. Historia de la coca y la cocaína. J. C. Ruiz Franco 11
Coca (Erythroxylon coca). Barón Ernst von Bibra 21
Nuestra Señora de Yungas . Mordecai Cooke 39
Las drogas que consumimos. La coca. Samuel Johnston 53
El efecto isiológico y la importancia del cloruro de cocaína. heodor
Aschenbrandt 57
Sobre la coca. Sigmund Freud 61
La cocaína y sus sales. E. Merck 69
Sobre el uso de la cocaína para anestesiar el ojo. Karl Koller 75
La coca erythroxylon y sus derivados. Compañía Parke, Davis & Company
79
La coca y sus aplicaciones terapéuticas. Ángelo Mariani 85
Cocaína. Aleister Crowley 125
La coca: Una tradición andina. Movimiento Tupay Katari 137
Observaciones sobre la neurobiología de la cocaína y la adicción a esta
sustancia. José Carlos Bouso y Jordi Riba 145
Efectos y riesgos de la cocaína. Fernando Caudevilla Gálligo 153
Presentación

Este libro presenta textos clásicos sobre la coca y la cocaína, una planta con
múltiples aplicaciones y su alcaloide. Sus autores son personajes tan célebres
y respetables como el neurólogo, psiquiatra y escritor Sigmund Freud (fun-
dador del psicoanálisis), el cientíico Ernst von Bibra, el doctor Karl Koller
(descubridor de la anestesia) y el escritor Aleister Crowley, que, junto a Mor-
decai Cooke, Samuel Johnston, heodor Aschenbrandt y Ángelo Mariani,
forman el grupo de pioneros al que se reiere el título de esta obra. Incluye
asimismo una introducción histórica de J. C. Ruiz Franco y una explicación
neurobiológica escrita por el psicólogo José Carlos Bouso y el farmacólogo
Jordi Riba, dos investigadores que nos ofrecen una excelente descripción de
los mecanismos neuronales de la cocaína y una visión reveladora del fenó-
meno de la adicción. El punto y inal lo pone el doctor Fernando Caudevilla,
médico de familia y máster en drogodependencias, con un artículo sobre
los efectos y riesgos de esta droga. Estamos seguros de que la obra será muy
del agrado del lector no sólo por su contenido, sino también por el interés
histórico de los escritos publicados por primera vez en español. Algunos
incluyen pasajes de carácter técnico que harán las delicias de los especialis-
tas en historia de las drogas, si bien en su mayor parte están destinados al
público general.
Los fármacos, en sentido amplio, forman parte de la historia de la huma-
nidad, aunque desde comienzos del siglo xx se los haya dividido en ‘buenos’
(rebautizados como ‘medicamentos’) y ‘malos’ (caliicados como ‘drogas’).
Es difícil eliminar un prejuicio tan irmemente asentado en la mentalidad del
común de los ciudadanos, máxime cuando en los medios de comunicación
se habla de ‘la droga’ como sinónimo de ente diabólico. Resulta complicado
acabar con una manipulación que nace en el lenguaje que empleamos día a
día, el mismo que absorbemos inconscientemente desde que aprendemos a

9
hablar. En este sentido, con nuestras publicaciones esperamos contribuir a
la ilustración farmacológica necesaria para acabar con el llamado ‘problema
de la droga’, que fue originado por la prohibición y no por las sustancias en
sí, que no son más que cosas neutras que los humanos podemos utilizar bien
o mal.
Uno de los pasos en el proceso de normalización de todos los psicoacti-
vos es disponer de información objetiva, sin las moralinas y el maniqueísmo
procedentes de los sectores interesados en que persista la ignorancia habi-
tual en estos temas. La persona bien informada puede elegir por sí misma
y decidir lo que es beneicioso o perjudicial para ella; en cambio, la que no
posee conocimientos se deja llevar por lo que otros le marcan. Con este pro-
pósito nace la Biblioteca Letras Psicoactivas: dar difusión a los clásicos de la
farmacoilia que tienen mucho que enseñarnos y que siguen conservando
toda su actualidad, y con ello fomentar un ámbito de conocimiento que sin
duda nos hará a todos más libres.

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Introducción. Historia de la coca y la
cocaína
J. C. Ruiz Franco

Los primeros tiempos


La hoja de coca, protagonista del libro que el lector tiene en sus manos, se
obtiene de un arbusto originario de Sudamérica, de las zonas cálidas y hú-
medas de los Andes (Colombia, Bolivia y Perú). La historia del uso de la
planta de coca es casi tan larga como la humanidad1. Existen restos arqueo-
lógicos que demuestran su consumo en la zona noroeste de Perú, en una
fecha tan temprana como el sexto milenio antes de nuestra era. Las ruinas
encontradas en lo que en otra época fueron casas contienen hojas de coca
mascadas y piedras con alto contenido en calcio, con las que habrían obteni-
do la cal necesaria para liberar los alcaloides de la hoja. El consumo parecía
estar limitado a ciertos individuos, como si hubiera sido un privilegio exclu-
sivo de unos pocos. Esto casa bien con el conocido hecho de que, antes de la
conquista española, durante el Imperio Inca, la hoja de coca estaba reserva-
da a los nobles y a los sacerdotes. El emperador podía conceder el derecho a
mascar coca a quien él quisiera, en pago por los servicios prestados2.
Según cuentan varias fuentes, el consumo aumentó después de que los
españoles destruyeran el Imperio Inca en el siglo xvi, puesto que las clases
bajas, ya sin las restrictivas leyes tradicionales, comenzaron a utilizar coca.
Poco después, los conquistadores la prohibieron por motivos religiosos, al
considerarla una tradición pagana. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de
que podía ser una buena fuente de ingresos, hasta el punto de que incluso los
impuestos llegaron a pagarse con hojas de coca. También observaron que,
mascando las hojas, los indios eran capaces de realizar trabajos inimagina-
1 Para lo que viene a continuación nos hemos basado en Karch, Steven B., A Brief History of
Cocaine, Taylor & Francis, 2006, y en Mortimer, Willam G., History of coca, the divine plant
of the Incas, H. Vail & Company, 1901.
2 Dillehay, Tom D. et alia, “Early Holocene coca chewing in northern Peru”, Antiquity, Vol-
ume 84, Number 326, Page: 939–953.

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bles sin ella, entre otras cosas extraer el preciado mineral de las minas de oro
y plata. En consecuencia, decidieron permitirla.
Durante los dos primeros siglos de dominación española, la coca siguió
siendo una costumbre exclusivamente propia de Sudamérica. El médico y
botánico Nicolás Monardes habló sobre ella en uno de sus libros (Historia
medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, 1574) y
trajo hojas a Europa a inales del siglo xvi (1580), pero no despertó mucho
interés, a lo cual seguramente contribuyó que pierden sus propiedades con el
paso del tiempo. La redacción de un poema dedicado a esta planta por parte
del poeta inglés Abraham Cowley (“A Legend of Coca”, 1662) y la mención
en las Institutiones rei medicae (1708) del doctor, químico y botánico holan-
dés Herman Boerhaave tampoco hicieron mucho por su popularización en
el Viejo Mundo. Ciertamente, la estimulación lenta y sostenida que genera
la coca, y el hecho de tener que mascarla durante horas junto con alguna
sustancia alcalina para que la hoja libere sus principios activos, no es muy
propia de la mentalidad europea.

El boom de la coca
Fue a mediados del siglo xix cuando la coca despertó gran interés, coin-
cidiendo con los viajes de algunos destacados naturalistas europeos por
Sudamérica, que les permitió observar cómo la consumían los nativos y las
proezas físicas que les permitía realizar. Su estudio fue acompañado por el
intento de aislar el principio activo, que logró por primera vez en 1855 el
químico alemán Friedrich Gaedcke (1828-1890), quien le dio el nombre
de eritroxilina3, por la familia, el género y el nombre cientíico de la planta
(Erythroxylum coca).
Albert Niemann explicó en su tesis doctoral, publicada en 18604, los
pasos necesarios para aislar el principio activo mediante un proceso más
reinado que el empleado por Gaedcke, describió sus propiedades y le dio
el nombre de ‘cocaína’. Las hojas necesarias para el trabajo se las proporcio-
nó su profesor en la Universidad de Gotinga, Friedrich Wöhler, quien, a su
vez, las había conseguido gracias al viaje del doctor Carl Scherzer alrededor
del mundo. Bastantes años después —en 1898—, Richard Willstätter (1872

3 Gaedcke, F., “Über das Erythroxylin, dargestellt aus den Blättern des in Südamerika culti-
virten Strauches Erythroxylon Coca Lam”, Archiv der Pharmazie 132 (2): 141–150.
4 Niemann, A., “Über eine neue organische Base in den Cocablättern”, Archiv der Pharmazie
153 (2): 129–256.

12
–1942) conseguiría describir su estructura y obtener la molécula mediante
síntesis química.
Buena muestra del interés que suscitó en los medios cientíicos en aque-
lla época fue la labor del neurólogo y isiólogo italiano Paolo Mantegazza
(1831 – 1910), que viajó a Sudamérica y, tras observar el uso que los nativos
hacían de ella, probó a consumir las hojas durante un tiempo. Tan entusias-
mado quedó con sus cualidades que en 1858 escribió un artículo titulado
“Sulle virtù igieniche e medicinali della coca e sugli alimenti nervosi in ge-
nerale” (“Sobre las virtudes higiénicas y medicinales de la coca y sobre la
nutrición nerviosa en general”), donde describió sus beneicios sobre el ren-
dimiento físico y mental. También le dedicó un capítulo en su principal obra
sobre drogas, Quadri della natura umana. Feste ed ebbrezze (Descripción de
la naturaleza humana. Fiestas y ebriedades). Él mismo hizo un buen uso de
esta y otras sustancias, y estaba convencido de que un hombre adulto puede
utilizarlas en abundancia sin inconvenientes.
La coca parecía una panacea que Europa acababa de redescubrir, y en
medio de ese ambiente favorable y cargado de optimismo positivista, el bur-
gués emprendedor con formación cientíica de inales de siglo no podía de-
jar pasar la oportunidad. Para aprovechar sus bondades y evitar tener que
mascar las hojas junto con alguna sustancia alcalina aparecieron diversas
presentaciones comerciales. La más conocida y prestigiosa fue, sin duda, el
Vino Mariani, obra del corso Ángelo Mariani (1838 – 1914). Le ayudó en la
tarea su primo, el doctor Charles Fauvel (1830 – 1896), un laringólogo que
se dedicaba a tratar los problemas de garganta de los cantantes de aquella
época mediante la aplicación de tintura de coca y a utilizarla como agente
anestésico en las operaciones. Mariani —que siempre airmó ser farmacéu-
tico, aunque no constara que hubiese cursado la carrera en ninguna univer-
sidad—, como buen hombre de negocios, no podía entender que a nadie se
le hubiera ocurrido la idea de combinar coca con vino. En aquel tiempo eran
muy famosos los vinos toniicantes, ya que el alcohol es un buen vehiculante
para muchos medicamentos, y de paso el vino lograba disimular el mal sa-
bor de los principios activos de la coca.

El Vino de Coca Mariani


En 1863 Mariani creó el producto que le inmortalizaría, el Vino Mariani.
Se lo administró a una actriz que sentía deprimida, quien mejoró tan rá-
pidamente que lo recomendó a todos sus compañeros. Además de por sus
excelentes cualidad tónicas y terapéuticas, el éxito de Mariani se debió al

13
uso de un vino de Burdeos de primera calidad y un sabor excelente. Aunque
nunca quiso revelar la fórmula, ésta consistía en algo tan simple como sesen-
ta gramos de hojas de coca pulverizadas, sumergidas durante diez horas en
un litro de vino con una graduación alcohólica del 10% al 15%. Basándonos
en el contenido medio en cocaína de las hojas de coca, su producto no podía
contener demasiada cantidad del alcaloide. Un litro podía tener entre 150
y 300 miligramos de cocaína. Sin embargo, sus adeptos decían sentir una
agradable sensación de bienestar y una estimulación positiva, nunca excesi-
va. La explicación se conoció a principios de los noventa del siglo xx, aun-
que se sospechaba desde hace mucho tiempo. Varios grupos de investigado-
res comprobaron que, en presencia de alcohol, la cocaína se metaboliza en el
organismo en forma de una sustancia llamada cocaetileno, y de este modo
los efectos se perciben como más positivos, más eufóricos y con mayor du-
ración gracias a su acción sobre los neurotransmisores serotonina, noradre-
nalina y dopamina. El mecanismo parece consistir en la inhibición de los
transportadores de la serotonina, la noradrenalina y la dopamina, con lo que
aumentaría el nivel de estos neurotransmisores en las sinapsis neuronales5.
El Vino Mariani se hizo muy famoso y su autor se convirtió en una igura
célebre. Numerosas personalidades lo tomaron por razones terapéuticas y
recomendaron su consumo al público, entre ellos escritores como Zola, Ver-
ne, Dumas y Conan Doyle, y actrices como Sarah Bernardt. También parte
de la realeza europea fue cliente de Mariani: la reina Victoria de Inglaterra,
el rey Jorge I de Grecia y el rey Alfonso XIII de España. Incluso dos papas,
Pío X y León XIII, se declararon bebedores entusiastas del famoso vino de
coca. No es necesario decir que el avispado empresario utilizó los nombres
de estos usuarios para hacerse publicidad. También publicaba folletos que
enviaba a los médicos y que insertaba en los periódicos. Escribió un libro
como forma de dar a conocer las virtudes de la coca, que hemos incluido en
este volumen por su gran interés. En él describió los otros productos que fa-
bricaba, además de su vino, que siguió existiendo hasta 1963, casi cincuenta
años después de su muerte.
Como era de esperar, poco después del éxito comercial de Mariani sur-
gió toda una legión de competidores que intentaron seguir sus pasos con
otras preparaciones efectuadas con los mismos ingredientes, pero ninguno
de ellos logró ni una pequeña parte de lo que él había logrado. Las marcas
5 Hearn, W. L. et alia, “Cocaethylene: a unique cocaine metabolite displays high ainity for
the dopamine transporter”, J Neurochem. 1991 Feb; 56 (2):698-701.
Landry, M. J., “An overview of cocaethylene, an alcohol-derived, psychoactive, cocaine me-
tabolite”, J Psychoactive Drugs, 1992 Jul-Sep, 24:3, 273-6.

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estadounidenses que le hacían la competencia contenían un poco más de
cocaína, lo que indujo a Mariani a incluir más cantidad del alcaloide en la
variedad norteamericana de su producto. En cualquier caso, nunca añadió el
alcaloide directamente en sus preparaciones, sino hojas de coca de la mejor
calidad.

Nace la Coca-Cola, una imitación del Vino de Coca Mariani


Uno de los imitadores del Vino Mariani fue John Pemberton (1831 - 1888),
un honorable caballero del sur de los Estados Unidos que había luchado con
el ejército confederado, que en su juventud había estudiado química farma-
céutica en la universidad y que en 1869 se había establecido en Atlanta para
dirigir un negocio de productos medicinales elaborados por él mismo. Des-
pués de haber inventado jarabes expectorantes, puriicadores de la sangre y
artículos de cosmética, habiendo leído sobre las virtudes de la hoja de coca
e inspirado por el éxito que en Europa consiguió el Vino Mariani (que tam-
bién se comercializaba en Estados Unidos), creó en 1884 su French Wine
Coca, una imitación del producto original de Mariani, pero más potente,
ya que contenía —además de las preceptivas hojas de coca y del vino como
vehiculante— nuez de cola como fuente de cafeína y damiana, una planta
con propiedades toniicantes y afrodisíacas. De acuerdo con la mentalidad
norteamericana, su publicidad tenía un carácter más popular y sensaciona-
lista que los vinos medicinales europeos, y los folletos incidían en que servía
para tratar los problemas nerviosos, los digestivos, el agotamiento físico y
mental, la jaqueca y la neuralgia. También se presentaba como vigorizante
general y afrodisíaco, además de una ayuda para los adictos al opio, la mor-
ina o el alcohol6.
El negocio marchó moderadamente bien al principio, pero en 1886 un
acontecimiento iba a decidir el destino de su producto. La ciudad de Atlanta
aprobó la prohibición del alcohol por un período experimental de dos años.
Era allí muy fuerte el movimiento defensor de la abstinencia, cuyo prin-
cipal representante fue el reverendo Sam Jones, una especie de predicador
integrista. A in de evitar problemas, Pemberton realizó experimentos para
obtener un producto similar sin vino, manteniendo la hoja de coca y la nuez
de cola. La nueva bebida se vendió por primera vez en la Farmacia de Jacob,
como preparado medicinal, el ocho de mayo de 1886. No se dispensaba en
botellas, sino utilizando fuentes de refrescos (fuentes de soda, soda fountains

6 Pendergrast, Mark, For God, Country & Coca-Cola, Basic Books, 2000. Versión española:
Dios, Patria y Coca-Cola, Vergara Bolsillo, Grupo Zeta.

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en inglés), con el típico grifo que expulsa el líquido a presión. En el interior
se colocaba el sirope concentrado, que después se mezclaba con dióxido de
carbono y agua para formar la bebida que se vertía en el vaso y que consumía
el usuario. De esta forma, al combinar la invención de Pemberton (eliminan-
do el vino) con agua y dióxido de carbono (agua con gas), se obtuvo la Coca-
Cola, que al principio se vendió a cinco centavos el vaso, y cuyo nombre,
caligrafía y logotipo fueron idea de Frank Robinson, socio de Pemberton. La
denominación fue bastante afortunada por hacer alusión al contenido (coca
y nuez de cola), por ser fácil de recordar debido a su brevedad y por resultar
llamativa gracias a su aliteración (repetición del sonido ‘k’).
También fue Robinson el encargado de colocar el primer anuncio con
el lema ‘Beba Coca-Cola’ en la marquesina de la farmacia. La Coca-Cola se
publicitó al principio como preparado medicinal para tratar la dispepsia y
los dolores de cabeza, pero pronto se presentó también como bebida refres-
cante. Esta tendencia se fue acentuando a medida que Asa Griggs Candler
(1851 – 1929) —un ambicioso empresario que no reparaba en los métodos
empleados con tal de conseguir sus objetivos— se fue haciendo con el con-
trol total de la empresa, lo cual conllevaba también ser el propietario de la
fórmula original. Después de muchos embrollos legales, de los que Candler
salió triunfante gracias a su falta de escrúpulos, a que Pemberton falleció
el 16 de agosto de 1888, a que a su hijo Charley Pemberton le interesaban
más las mujeres y las iestas que los negocios, y a que disponía de dinero de
sobra para pagar abogados —mientras que sus rivales, los primeros socios
de Pemberton, no lo tenían—, el empresario se convirtió en dueño absoluto
de la compañía. Tras varios años de expansión instalando fuentes de soda
en bastantes ciudades, en marzo de 1894 la Coca-Cola fue embotellada por
primera vez.
Los inicios del siglo xx vieron cómo la bebida triunfaba a nivel interna-
cional y se transformaba en símbolo del emprendedor estadounidense. Sin
embargo, antes de conseguir todo eso, Candler tuvo que resolver dos pro-
blemas. El primero consistía en convertir un producto comercializado como
remedio medicinal en bebida refrescante de consumo habitual. Esto no im-
plicó mayores problemas gracias al cambio en el modo de hacer publicidad y
en los eslóganes utilizados desde entonces (lo que actualmente llamaríamos
‘marketing’), tareas en las que era todo un experto. El segundo problema era
más difícil. A medida que se aproximaba el cambio de siglo, en la sociedad
norteamericana habían ido proliferando los movimientos que promovían la
abstinencia del alcohol y de las demás drogas, a las cuales se culpaba de la

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creciente delincuencia. A la Coca-Cola le creaba mala fama que su fórmu-
la incluyera coca. De hecho, muchos clientes, al pedirla en algún estableci-
miento, utilizaban el nombre de dope (‘droga’); además, corría el rumor de
que fomentaba la adicción a la cocaína. Candler defendió durante varios
años la presencia de coca en su bebida, si bien todos los indicios apuntan a
que en la década de los noventa rebajó sustancialmente la cantidad original
de Pemberton. Sin embargo, a inales de siglo ya estaba convencido de que
debía eliminar deinitivamente todo rastro de la sustancia, pero con ello se
exponía a que la bebida perdiera parte de sus propiedades estimulantes (y
por tanto parte de las ventas) y a tener problemas legales por no cumplir con
la denominación (la ‘coca’ de ‘Coca-Cola’). Convencido de la necesidad del
cambio, en 1901 —mediante algún procedimiento que ignoramos— inten-
tó suprimir la cocaína presente en la bebida; sin embargo, no lo consiguió,
ya que un análisis de 1902 mostró que todavía contenía trazas. Por ello, en
1903 irmó un contrato con un laboratorio químico de Nueva Jersey para
que eliminara toda la cocaína de las hojas de coca que utilizaba. A partir de
entonces, la Coca-Cola conservó su denominación, pero la materia prima ya
no incluía su alcaloide característico. Para redondear su plan, Candler hizo
todo lo que pudo para borrar los testimonios que recordaran que su bebida
había llevado cocaína alguna vez. Todavía debió aguantar varios juicios re-
lacionados con el contenido en hojas de coca descocainizadas y en cafeína,
pero los superó sin mayores diicultades. Y como suele decirse, el resto es
historia. La compañía Coca-Cola se convirtió en una multinacional de gran
relevancia y en símbolo de la cultura estadounidense. Allí donde llega la in-
luencia de los Estados Unidos está presente la Coca-Cola; tanto que durante
mucho tiempo se la ha asociado a los intereses internacionales de este país,
con todo lo que esto conlleva.

La cocaína y su uso terapéutico


Volviendo a la cocaína, su uso fue bastante reducido hasta 1883, año en que
un médico militar, heodor Aschenbrandt, compró un suministro a la com-
pañía farmacéutica Merck para utilizarlo en los soldados durante unas ma-
niobras e informó sobre sus efectos beneiciosos a la hora de soportar la fati-
ga física, en un artículo que publicó poco después7. El joven doctor Sigmund
Freud, que se encontraba en una etapa difícil de su vida —sufría melancolía
y fatiga crónica— leyó el artículo, obtuvo más información sobre las hojas

7 Aschenbrandt T., “Die physiologische Wirkung und die Bedeutung des Cocains”, Deutsche
medizinische Wochenschrit, December 1883;9:730-732.

17
de coca y se decidió a probar la cocaína. Todo un nuevo mundo se abrió ante
los ojos de quien años más tarde sería el fundador del psicoanálisis. Se sintió
como nunca se había sentido, recomendó tomar la droga a su novia y a sus
amigos, la utilizó en su práctica médica y escribió varios artículos (“Über
Coca”, “Beitrag zur Kenntniss der Cocawirkung”, “Nachträge Über Coca”,
“Über die Allgemeinwirkung des Cocains”) que tuvieron amplia difusión y
fueron en gran parte los responsables de la popularización de la sustancia.
También llegó a sugerir su uso como anestésico, pero su colega Karl Koller
se le adelantó y a él se atribuye esta aplicación en las operaciones oculares.
Las aparentemente ininitas aplicaciones terapéuticas de la cocaína cau-
saron una gran euforia en el ámbito de la medicina y la farmacología, lo mis-
mo que había sucedido unos años antes con la hoja de coca. Las compañías
farmacéuticas Merck y Parke, Davis & Company comenzaron a producirla.
El optimismo reinaba por doquier, pero pronto surgieron problemas deri-
vados del abuso, que se hicieron públicos y sirvieron para que los sectores
más conservadores exigieran su control. Por ejemplo, se supo Freud quiso
curar con cocaína la adicción a la morina que su amigo, el profesor Ernst
von Fleischl-Marxov, utilizaba para soportar el dolor neuropático que sufría
desde hace años. Al principio proporcionó fuerzas al paciente y le permitió
reducir la dosis de morina, pero pronto creció su tolerancia a la droga y
tuvo que aumentar considerablemente la cantidad consumida, con lo que
acabó sufriendo una psicosis cocaínica y su salud quedó deinitivamente
arruinada. Es evidente que fue el abuso —en una persona predispuesta por
la patología que ya padecía—, y no la sustancia en sí, lo que causó estos pro-
blemas, pero a los prohibicionistas nunca les han interesado estos pequeños
—aunque importantes— detalles. Varias autoridades médicas, entre ellas el
doctor Erlenmeyer, airmaron que la cocaína era una droga perjudicial y
que causaba adicción. De todas formas, se siguió vendiendo libremente en
las farmacias, y el buen uso o el abuso se dejó al libre arbitrio de cada uno. El
mismo Freud, después de haberla utilizado durante varios años, abandonó
su consumo sin ninguna molestia.

Y llegó la prohibición...
Los prohibicionistas fueron sumando fuerzas, y en diciembre de 1914 Esta-
dos Unidos aprobó la Harrison Act, ley que regulaba el consumo de varias
drogas, entre ellas la cocaína. Gran parte del mundo civilizado quiso seguir
el ejemplo, y aunque la Conferencia de La Haya de 1912 no dejó nada de-
cidido porque fue suscrita por pocos países, en 1913 y 1914 se convocaron

18
nuevos encuentros para que la irmaran más. La aplicación de las primeras
leyes prohibicionistas podía haber sido bastante irregular a nivel interna-
cional, pero Inglaterra sugirió incorporar los acuerdos de La Haya dentro
del Tratado de Versalles —el que puso in a la Primera Guerra Mundial en
1919—, con lo que a hurtadillas se consiguió que prácticamente todos los
países suscribieran el acuerdo irmado por unos pocos en 19128. Los sub-
siguientes tratados internacionales sobre drogas han ido incrementando el
control, hasta el extremo de que la Convención Única sobre Estupefacientes
de 1961 decretó también la prohibición del uso de la hoja de coca, excepto
para ines médicos y cientíicos.

8 Escohotado, Antonio, Historia general de las drogas, Espasa-Calpe.

19
Coca (Erythroxylon coca)9
Barón Ernst von Bibra

Después del descubrimiento del Perú, cuando los españoles penetraron ha-
cia el interior y conquistaron las regiones montañosas, a menudo observa-
ron que la tierra estaba cubierta con una planta cuyo uso no entendían. Esta
planta era cultivada cuidadosamente por los descendientes de los antiguos
titicacas, o al menos por el pueblo que ocupaba el territorio de esa extinta
raza. El arbusto, que se encontraba por todas partes, se parecía a nuestro
endrino. Tenía lores blancas como el endrino y alcanzaba una altura de en-
tre dos y dos metros y medio. Sus hojas estaban separadas y medían algo
más de un centímetro de longitud; su forma era ovalada y su color oscuro,
verde claro por la parte inferior, y no eran demasiado rígidas. Las semillas
se germinaban en semilleros y después se plantaban en las laderas de las
montañas. Estos criaderos, que se instalaban en los terraplenes, se parecían
a nuestros viñedos. Ignorantes del propósito de esta planta tan difundida, los
españoles se burlaban de su cultivo.
No les acusaremos por ello, porque incluso hoy en día muchas personas
se burlan o temen lo que no conocen. Pronto también los españoles comen-
zaron a temer lo que no conocían, ya que escucharon extraños rumores so-
bre los poderes milagrosos y mágicos de la planta y los mitos relacionados
con su origen.
En tiempos remotos, Manco Capac, el divino hijo del Sol, bajó de los ba-
rrancos del lago Titicaca y extendió la luz de su madre sobre los pobres ha-
bitantes de la tierra. Les dio el conocimiento de los dioses, les enseñó oicios
útiles y difundió la agricultura. También les proporcionó la coca, la planta

9 De la obra Die narkotischen Genussmittel und der Mensch, de Ernst von Bibra. Wilhelm
Schmid, Nuremberg, 1855. Versión inglesa: Plant Intoxicants, Healing Arts Press, 1995.
Traducción de Hedwig-Schleifer.

21
divina que tiene el poder de saciar el hambre, de dar fuerzas a quien está
cansado y de hacer que el apesadumbrado olvide sus penas.
Ciertamente, los conquistadores pronto observaron todos los hechos
que conirmaban ese mito. Los príncipes indígenas no sólo protegían los
cultivos de coca, sino que también cuidaban de que el trabajo se efectuara
con sumo cuidado. Los sacerdotes cubrían sus ofrendas con hojas de coca,
rociaban sus sacriicios con ella, e incluso ofrecían la planta a sus dioses.
Durante todos los ritos religiosos los sacerdotes mascaban coca, y los legos
hacían lo mismo cuando adoraban a los dioses en los templos. La misma
planta de coca era objeto de adoración, sus hojas se distribuían como artícu-
lo comercial e incluso se consideraban moneda de cambio.
Era de esperar que los españoles pronto perseguirían a los usuarios de
coca porque en aquella época se insistía en suprimir la vida nacional de las
poblaciones conquistadas lo más rápidamente posible, y en destruir por la
fuerza sus ritos religiosos. Considerado pagano e idólatra, el consumo fue
prohibido y las plantaciones destruidas. En el año 1567, un concilio de la
Iglesia Católica declaró que la coca no tenía ningún poder y que incitaba a la
idolatría. Además, mediante un decreto, en 1569 fue de nuevo prohibida por
considerarse una ilusión demoníaca. Se levantó un clamor contra la malvada
creencia que airmaba que podía proporcionar energía.
Sin embargo, la situación cambió muy pronto. Muchos españoles se es-
tablecieron en las regiones de la coca, explotaron las minas y fomentaron la
agricultura, para lo cual utilizaron a los nativos como esclavos. Sin embargo,
a éstos no se les podía obligar a trabajar duramente sin dejarles mascar coca.
De este modo, los españoles se volvieron más tolerantes con ese ‘consumo
idólatra’ porque los trabajadores necesitaban menos comida y ofrecían me-
jores servicios gracias a ella que cuando tenían más comida y nada de coca.
A partir de entonces, los españoles incluso la consideraron un don divino, lo
cual demuestra que el beneicio económico es un excelente incentivo.
Con todas sus bendiciones y maldiciones, el uso de la coca persiste ac-
tualmente en todos esos países. Antes de ofrecer más detalles sobre su em-
pleo, quiero señalar que mascar coca pronto fue fomentado no sólo por los
ambiciosos propietarios de las minas, sino también por muchos otros. Los
padres jesuitas enseguida se dieron cuenta de la utilidad de esta planta, y el
padre Antonio Julián publicó un libro titulado Perla de América, en el que
alababa sus beneicios y recomendaba su inmediata exportación a Europa.
Sugería que debía utilizarse en lugar del té y el café, y señalaba lo bien que
podría proteger contra el hambre y la sed a los pobres de Europa.

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Más adelante, en un panleto publicado en 1793, don Pedro Rolasco
Crespo, un médico ilustre, también elogiaba a la coca y la recomendaba es-
pecialmente para los marineros. En el libreto se narraba la historia de esta
planta, que había sido utilizada desde tiempos inmemoriales y aparecía en
todos los mitos. Actualmente se usa en las zonas montañosas de Perú, Ti-
ticaca, Bolivia y Arequipa, tal como se hacía miles de años atrás. Durante
algún tiempo los españoles eliminaron o limitaron su consumo, pero nunca
lo abolieron completamente, y pronto tuvo la misma reputación de que go-
zaba antes.
La coca es un artículo necesario para los indios mineros, para los descen-
dientes de los españoles y para los llegados de Inglaterra o Francia. Incluso
los jefes más estrictos permiten que los mineros disfruten de tres o cuatro
períodos de descanso de unos veinte minutos cada uno. En esos períodos, el
trabajador se retira a un lugar tranquilo y solitario, donde saca algunas hojas
de coca secas de una bolsa de cuero, las combina con unas cenizas vegetales
que lleva en una botella pequeña, y forma una bola con la mezcla. Mete la
bola en su boca y la masca o la chupa lentamente. Mientras produzca mucha
saliva la mantiene en la boca. Escupe algo de su contenido, pero traga la
mayor parte. Más tarde toma de nuevo cierta cantidad, y inalmente se fuma
un cigarro. El hombre vuelve después a su labor, alegre y descansado, con sus
fuerzas recobradas, sin haber tomado nada de comida.
Igual que el minero, el trabajador del campo tiene sus períodos de des-
canso acordados para tomar coca; y el conductor de mulas, que viaja por los
senderos montañosos más sinuosos de los Andes, también toma a interva-
los regulares un descanso para reponer energías con su querida coca. Pero
quien empieza a mascarla no se mueve del sitio, ni mediante promesas ni
amenazas, hasta que termina. El verdadero adicto a la coca no puede mover-
se de donde está, aunque su vida esté en peligro.
En las regiones de la coca aún pueden encontrarse en la actualidad restos
de la mencionada superstición y deiicación de la planta. El minero coloca
hojas sobre una roca dura que parece imposible de romper porque en tiem-
pos pasados se creía que los dioses harían la roca impenetrable si no se les
ofrecía coca. Aún hoy en día, se pone coca en la boca de una persona muerta,
y si un peregrino peruano encuentra un cadáver, le ofrecerá algunas hojas.
Ahora quiero presentar al paciente lector los relatos escritos por algunos
ilustres viajeros. Nos darán una excelente descripción del uso de la coca,
aunque haya diversidad de opiniones en cuanto a si es beneiciosa o perjudi-
cial. A estos relatos añadiré un informe procedente de mi propia experien-

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cia, elaborado sobre el terreno, y después describiré su preparación y forma
de uso, así como algunos experimentos químicos que hasta ahora no han
dado resultados, lamentablemente.
El profesor Pöppig, a quien debemos un gran número de los descubri-
mientos más valiosos realizados en Sudamérica entre 1827 y 1832, no habla
muy bien de la coca. Nos dice:

Las hojas de coca, cosechadas y secadas cuidadosamente, son


objeto de trueque, y su uso es tan viejo como la más antigua
tradición peruana. Los incas llevaron la coca a los pueblos
que conquistaron. El espectáculo de una persona utilizando
coca, sin embargo, no basta para explicar el mito de su ori-
gen divino. Cuando observamos su efecto, su consumo debe
situarse al mismo nivel que las costumbres similares creadas
por pueblos bárbaros. El consumo de la coca es compatible
sólo con la persistencia del estado de barbarie.
El indio permanece tumbado a la sombra, ingiriendo al-
ternativamente hojas de coca y lima en polvo para aderezar-
la. En silencio, y tal vez molesto si se le interrumpe, disfruta
de esto durante media hora, traga lo que tiene en la boca y,
de vez en cuando, reemplaza las hojas mascadas por otras
nuevas. Unos viajeros que tengan prisa, la impaciencia de al-
guien, e incluso una tormenta, no pueden despertar al indio
de su insoportable apatía. Un sirviente indio se fugó del lado
de su señor, que intentaba controlarle. Un indio preferiría no
comer antes que no poder utilizar sus períodos de descanso
para mascar coca. Si alguna obligación le impide satisfacer su
deseo, nada puede evitar que lo haga en la primera ocasión
en que pueda, ya que su ansia por la coca es similar a un ape-
tito voraz. El pleno disfrute sólo es posible si hay una total
tranquilidad, y el hecho de caminar o montar a caballo lo
diicultaría. Si alguien viaja en barco o en mula, y quiere que
la compañía sea buena, debe permitirle esos descansos para
que consuma coca cuatro veces al día, e incluso un terrate-
niente debe hacer ese sacriicio.
Nunca se ha podido acabar con el vicio de un coquero,
el nombre que se da en Perú a los adictos a la coca. Todos
los coqueros airman que preferirían quedarse sin los bienes

24
más esenciales para la vida. El consumo de la hoja atrae en
tal grado que el deseo por ella aumenta con el paso de los
años, independientemente de lo perjudiciales que sean sus
consecuencias. Sorprende ver una aición tan misteriosa por
una hoja que, fresca o seca, tiene sólo un ligero olor, no es
balsámica, y que tomada en pequeñas cantidades sabe igual
que la hierba, o incluso un poco más amarga. Sin embargo, el
misterio desaparece cuando, por observación o experiencia
personal, averiguamos que es una sustancia estimulante que
puede causar la misma acción sobre el sistema nervioso que
el opio. No satisfechos con los estimulantes naturales, los
pueblos bárbaros del mundo entero hacen todos los esfuer-
zos posibles por encontrar otros artiiciales, que muy pronto
demuestran ser perjudiciales por su carácter de violentos,
perversos o repulsivos.
Cuanto menores son las facultades mentales de un pue-
blo, más burdas son las sustancias de las que extrae placer, y
de modo más brutal intenta liberar su conciencia del vacío
interior. A pesar de los pueblos civilizados que los rodean,
los indios sudamericanos, especialmente los de los Andes
peruanos, son poco conscientes de sus propios defectos, y
por ello se liberan rápidamente de sus tristezas y alicciones
mediante una estimulación violenta. Esto explica no sólo su
consumo de coca, sino también su fuerte deseo por las bebi-
das alcohólicas, que ningún otro pueblo del mundo compar-
te hasta ese punto. La coca es la fuente de mayor alegría para
el peruano. Bajo su inluencia desaparece su habitual carácter
melancólico porque su débil imaginación le engaña con vi-
siones de las que no puede disfrutar en su estado normal. La
coca no produce la horrible sensación de sobrestimulación
que genera el opio; sin embargo, aunque es suave, coloca al
usuario en un estado similar, pero doblemente peligroso, ya
que dura mucho más tiempo. Sólo mediante una prolongada
observación puede detectarse esto. Un novato en estos asun-
tos se sorprende de los diversos males que personas de dis-
tintas clases experimentan en Perú, pero no llega a achacar
estos males a la coca. Un vistazo al coquero nos proporciona
la explicación que buscábamos. Inútil para cualquier propó-

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sito serio en la vida, más aún que un alcohólico, el coquero
es esclavo de su pasión porque el hecho de disfrutar de la
coca le expone a mayores daños que al alcohólico. En cuanto
siente el deseo irresistible de embriagarse, se retira a un sitio
sombrío y solitario o con árboles, ya que el poder mágico de
esta planta sólo puede sentirse completamente cuando cesan
por completo las exigencias cotidianas de la vida o la distrac-
ción de relacionarse con otros.
Incluso al aproximarse la noche, el coquero continúa
tumbado bajo el árbol que ha elegido. Sin fuego que le prote-
ja, oye con indiferencia un lince cercano; no presta atención
cuando las nubes, con fuertes truenos, rompen a llover con
fuerza, ni cuando esa misma tormenta arranca los árboles
más viejos. Por lo general, vuelve después de dos o tres días,
pálido, temblando, con los ojos hundidos, mostrando las
consecuencias de este hábito tan antinatural.
Si nos encontráramos accidentalmente con el coquero
en ese estado, a pesar de haberse escondido, y si se sintiera
molesto por dirigirnos hacia él, se interrumpiría el efecto de
la coca y medio embriagado expresaría su odio hacia noso-
tros. Cuando queda arrebatada por esta pasión, una persona
estará perdida si cae en circunstancias que favorezcan su de-
sarrollo. En Perú se pueden escuchar las historias más tristes
sobre jóvenes de buena familia que fueron a algún bosque
y comenzaron a consumir coca por aburrimiento. En muy
poco tiempo le cogieron el gusto a la coca, y desde ese ins-
tante abandonaron la vida civilizada. Se negaron a volver a la
ciudad, como si estuvieran bajo el inlujo de la magia negra.
A veces escuchamos cómo algunas personas descubren a un
fugitivo de su familia en cierta aldea india aislada, y que, a
pesar de sus lágrimas, le llevan de regreso a casa. Esa vida en
la naturaleza se ha convertido en atractiva para ellos porque
les resulta odiosa la disciplina que reina en las ciudades, y la
opinión pública condena al coquero tanto como nosotros al
bebedor disoluto. Por ello, a la primera oportunidad vuelve
a escapar, deshonra su casta y abandona su posición social.
Degradado hasta una existencia cercana a la barbarie, muere
por un consumo excesivo de esta planta estimulante.

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El principio excitante de la coca es de naturaleza volátil.
Parece estar contenido en las hojas en pequeñas cantidades,
porque para sentir el efecto, el coquero y el experimenta-
dor necesitan una gran cantidad de hojas. Es dudoso que la
química de nuestra época pueda llegar a aislar este principio
activo porque, incluso en las regiones donde se cultiva coca,
la planta se considera inútil cuando han pasado más de doce
meses después de la cosecha.
Dejando a un lado la innegable inluencia que mascar
hoja de coca tiene sobre el sistema nervioso, sus cualidades
estimulantes se derivan de propiedades secundarias. Los
grandes fardos de hojas de coca recientemente secadas, espe-
cialmente si aún retienen el calor de los rayos del sol que han
absorbido, desprenden un fuerte olor parecido al del heno
que contiene una gran cantidad de meliloto. Ese olor causa
dolor de cabeza en quienes no están acostumbrados, y por
ello los nativos no les permiten dormir cerca. En pequeñas
cantidades, o después de pasar varios meses, la coca ya no
tiene este olor, y cuanto menos olor tiene menos efectiva
es la hoja. La coca siempre se consume junto con óxido de
calcio, y sólo cuando se hace así posee su olor característico.
El consumo de coca es siempre perjudicial para la salud
de las personas. Incluso la gente común se da cuenta de
su maldad, que sólo más adelante se pone de maniiesto, y
por ello no confían en los coqueros. Quien abusa tal vez no
reciba su merecido castigo durante mucho tiempo, y si no
llega a una toma por semana, el coquero puede alcanzar los
cincuenta años con relativamente pocos problemas de salud.
Sin embargo, cuanto más frecuente es el consumo y más
cálido y húmedo —y en consecuencia más debilitante— es
el clima, antes se evidencia el efecto perjudicial de la coca.
Por eso hay más adictos entre los indios de las regiones
secas y frías de los Andes que entre los habitantes de los
bosques tropicales, donde seguramente también se utilizan
otros estimulantes. La digestión débil es el primer síntoma
detectado en casi todos los coqueros. El abuso aumentado
o continuado se convierte en una enfermedad incurable
llamada opilación. Uno de los primeros síntomas de esta

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enfermedad es una ligera molestia que puede confundirse
fácilmente con la indigestión; sin embargo, pronto empeora
terriblemente. Aparecen dolores biliares, junto con todos los
problemas que surgen en un clima tropical. El estreñimiento
en particular se hace tan frecuente y molesto que debido a su
prevalencia se le puso ese nombre a la enfermedad. Aparece
la ictericia, y después, de forma gradual, los síntomas de
destrucción se hacen más visibles en el sistema nervioso; hay
dolor de cabeza y otros problemas similares. El enfermo se
debilita más, a duras penas puede ingerir comida y adelgaza
rápidamente. A menudo se detecta anemia. El color bilioso
se convierte en pálido, lo cual se nota sólo en personas de
piel blanca. Después aparece un insomnio incurable, incluso
en quienes no consumen demasiada coca. Llega un momen-
to en que no puede disfrutar de la planta que le ha causado
el problema. Su apetito se vuelve irregular, ya que un fuerte
rechazo por todas las comidas es seguido de repente por un
apetito voraz, especialmente por la carne, que suele estar
fuera del alcance de los pobres habitantes de los bosques.
Los síntomas más comunes son los edemas, que después se
convierten en ascitis, dolor en los miembros, y durante algún
tiempo forunculosis. El enfermo se muestra extremadamente
melancólico y taciturno, pero se excedería con el alcohol si
tuviera la mínima oportunidad. El coquero puede de este
modo arrastrar su penosa existencia hasta que, totalmente
consumido, acaba muriendo. Por lo demás, no sufre psicoló-
gicamente tanto como el alcohólico, excepto en el sentido de
que su tendencia al aislamiento hace que sus pensamientos
sean negativos.
Igual que los licores, la coca es elogiada por el ignorante
que trabaja duramente en las minas o en el campo. Después
de darse cuenta de todo el daño que hacía en la gente normal
debido a su forma de vida más sencilla, los sabios incas les
prohibieron consumirla, igual que el kava está prohibido
para las clases bajas en las islas de la Polinesia.

El juicio de Pöppig nos parece algo duro y severo, tanto en lo relativo a los
efectos psicológicos como a los isiológicos. El doctor Weddell, que ha via-

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jado a Bolivia recientemente, está parcialmente de acuerdo con la opinión
de Pöppig sobre el carácter de ese pueblo, pero cuando describe los efec-
tos del acto de mascar coca, nunca lo hace de forma tan negativa como él.
Weddel dice, entre otras cosas: «Quien ha vivido entre estas gentes durante
algún tiempo no deja de percibir en sus caras una expresión de profunda
melancolía, que indica un sufrimiento inexplicable, pero constante. Esto es
especialmente evidente en los rasgos de los aymaras, que poseen un carácter
más melancólico que los quechuas, con quienes habitan las tierras altas de
los Andes».
Weddel no detectó ninguno de los fenómenos patológicos mencionados
por Pöppig, ni siquiera en las regiones donde la coca se consume en abun-
dancia. Sólo pudo descubrir efectos perjudiciales en europeos no acostum-
brados a ella desde la niñez. De este modo, Weddell detectó en algunos casos
unas alucinaciones muy peculiares que se asemejaban a los delirios.
Meyen tampoco habla favorablemente sobre el hábito de mascar coca,
aunque en general observa demasiados problemas en las facultades men-
tales de los sudamericanos, y en algunas ocasiones llega a ponerse un tanto
moralista. Meyen habla de la coca cuando menciona el camino que lleva al
volcán Arequipa y a la ciudad del mismo nombre:

Fue mucho después de medianoche cuando pasamos por ese


lugar. La temperatura ambiente había caído tanto que no po-
díamos permanecer sobre los caballos. No obstante, tuvimos
que proseguir nuestro viaje porque no teníamos leña para
hacer fuego. Habría sido demasiado peligroso dormir con
tanto frío. Al notar nuestros problemas y queriendo conso-
larnos, nuestro guía nos ofreció algunas hojas de coca que
llevaba en una bolsa. El consumo de esta planta es común
desde la frontera boliviana hasta aquí, especialmente en la
región que rodea el lago Titicaca y en toda la provincia de
Arequipa.
Para los peruanos, las hojas de esta preciada planta son lo
mismo que el opio para los turcos, el betel para los habitantes
de la parte este de la India y el tabaco para otras naciones.
Los peruanos siempre llevan encima estas hojas, en una
pequeña bolsa hecha de material de lana o con pieles de pe-
queños animales mamíferos, que llevan sobre los hombros.
Las hojas de coca tienen casi la misma forma que nuestras

29
hojas de cereza; su sabor es algo astringente y agradablemen-
te amargo; su perfume es sutil y etéreo. Los indios mascan
estas hojas durante todo el día, si les resulta posible. Sue-
len tener un efecto estimulante, que a nosotros nos parece
narcótico, similar al del opio. La coca permite que el indio
tenga buen humor cuando trabaja y le evita el cansancio. En
las jornadas agotadoras elimina el hambre durante muchos
días, y durante las noches frías proporciona calor. Puesto que
la coca es un producto común, las cantidades consumidas
son enormes. La Paz es el centro del comercio de la coca. Se
transporta en fardos de entre nueve y catorce kilogramos,
que se compran en La Paz por siete piastras (algo más de dos
lorines) cada fardo. Pudimos ver grandes cantidades de coca
en los mercados de Chuquito, Puno, Arequipa e Islay. Las
mujeres están sentadas con básculas y pesos cerca de los far-
dos y venden esta valiosa planta. Ya en 1772, Ulloa comenta-
ba que los indios conceden un valor extraordinario a la coca,
y que sin ella no les gusta trabajar.
Ulloa añade que, antes de que los indios comiencen a
trabajar, se sientan a preparar esta planta, acción que deno-
minan ‘acullicar’. Meten una buena cantidad de la planta en
sus bocas, junto con un pequeño trozo de tonra (una especie
de material terroso), mascan todo junto y forman pequeñas
bolas con la masa. Después de secarlas las ponen en una
bolsita, en la cual guardan la coca. Después de eso cogen
otra porción y la preparan de la misma forma. De este modo
continúan hasta que disponen de una provisión de cinco o
seis bolas, la cantidad que necesitan para dos o tres horas de
trabajo. Cuando han consumido todas las bolas, vuelven a
acullicar para proseguir su trabajo. El indio mantiene estas
bolas en su boca mientras nota su sabor agrio y fuerte. Cuan-
do ya no siente este sabor, tira la bola y coge otra.
En las minas de la provincia de Puno, según cuenta el
señor Rivero, la coca forma parte del salario que reciben los
mineros.
Es bien sabido que la coca es originaria de la parte este
de las cordilleras de Perú, especialmente su ladera oriental,
pero no se sabe mucho más. Sin embargo, nosotros dispo-

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nemos de un interesante relato sobre el tema procedente
de von Martius, quien vio esta planta en las llanuras del río
Amazonas, por ejemplo en Ego, donde los indios la cultivan
en grandes plantaciones. Los tallos medían algo menos de
un metro de altura y se plantaban en ilas dejando siempre
la misma separación entre planta y planta. Las hojas se secan
en un horno. Después de hacerlas polvo en morteros y de
mezclarlas con las cenizas de las hojas de Cecropia palmata,
se almacenan en fardos. Los indios de esa región llaman
‘ipadu’ a la coca y la utilizan para combatir la fatiga. Von
Martius supone que la planta no es originaria de esa zona, ya
que esas tribus tienen tabaco, que usan con más frecuencia
para fumar y mascar.

Finalmente, Tschudi, a quien debemos varias observaciones sobre el acto de


mascar coca, describe el efecto de las hojas tomadas en forma de infusión:

Cuando estuve en el Puna, a una altura de cuatro mil metros


sobre el nivel del mar, siempre bebía una infusión bien carga-
da de hojas de coca antes de salir a cazar. Entonces podía
escalar las montañas y seguir a veloces animales salvajes
todo el día sin experimentar más diicultades para respirar
que si hiciera lo mismo a nivel del mar. Además, no sufrí
los síntomas de excitación cerebral que otros viajeros han
padecido. Quizá la razón sea que bebí esta infusión sólo en
el frío Puna, donde el sistema nervioso se encuentra mucho
menos sensible que en el clima de los bosques de las tierras
bajas. Siempre tuve una sensación de saciedad después de
tomar infusión de coca, y no sentía ganas de tomar mi comi-
da siguiente hasta mucho tiempo después de la hora en que
solía comerla.

Finalmente, me gustaría narrar mi propia experiencia. Aunque no estuve en


las regiones de la coca de los Andes y no se utiliza en Chile, tuve la oportu-
nidad de verla gracias a los trabajadores de las minas de cobre de Algodón
Bay, así como gracias a un viejo indio chileno. No sólo lo hice allí, sino que
también probé el efecto de la coca en mí mismo recientemente.

31
Los mineros de Algodón Bay habían bajado de regiones más altas de los
Andes para encontrar trabajo (en estas empresas se puede encontrar gente
de todos los pueblos de Sudamérica). No tenían nada especial en su aparien-
cia y me recordaban simples trabajadores europeos que comen un bocado
en su hora de descanso. Eran cuatro hombres en total, empleados de una
mina que, como ya he mencionado, permitía a sus trabajadores esos perío-
dos de descanso. No sé si otras compañías mineras hacen lo mismo.
En esas minas, el transporte del metal se hace sobre las espaldas de los
trabajadores, normalmente unos sesenta kilogramos por viaje. Se trata de
una labor extenuante porque la ascensión se realiza por unos troncos de
árbol ligeramente rotos, algo muy distinto de lo cómodo que es subir una es-
calera. Por esa razón, en el camino hay una pequeña cabaña donde los hom-
bres pueden descansar. De los que se encontraban descansando en aquella
ocasión, algunos comían guisantes, otros fumaban cigarrillos y otros se co-
locaban en cuclillas sin otra ocupación que mirarme ijamente, siguiendo
todos mis movimientos con sus ojos negros, mientras los cuatro trabajado-
res mencionados permanecían sentado en bancos de madera y mascaban
coca. Actuaban de la forma que describí antes. Se metían en la boca las hojas
mezcladas con tonra, y diez minutos después sustituían las hojas usadas por
otras nuevas, preparadas de modo similar. No vi que ninguno de ellos escu-
piera; parecía que tragaban toda la saliva. Sus caras no mostraban placer ni
ninguna especie de bienestar especial. Parecían estar completamente apáti-
cos, aunque de vez en cuando miraban alrededor.
No hablaban, pero tampoco lo hacían los demás. La cabaña habría esta-
do en completo silencio de no ser porque los gritos de los trabajadores de la
mina se escuchaban claramente. Cuando está trabajando, el minero acom-
paña todas sus actividades con unos gritos desagradables, o con una especie
de aullidos que comienzan con un tono grave y terminan con un tono más
agudo. El propósito no se conoce, pero el efecto es horrible. Después de una
media hora, los hombres se levantaron y volvieron al trabajo, en calma y
en silencio. Sin embargo, unos minutos más tarde aullaban igual que los
otros. Aunque yo tenía cierta cantidad de coca, intenté comprarles más a
esos hombres, pero, como había imaginado, no se dignaron en contestarme.
Los mascadores de coca comían a otras horas del día, como los demás.
Yo ya había probado la coca. En varias ocasiones, en el transcurso de mis
expediciones a la región de Valparaíso, vi que de las cordilleras venía gente
para vender, a los habitantes de las tierras bajas y de la costa, plantas y otros
artículos, como por ejemplo medicinas. De todas las sustancias que adquirí,

32
sólo llevé coca a Europa porque las demás se echaron a perder. Pude ver por
primera vez coca y la tonra que se usa con ella en la cabaña de un indio viejo
y sucio que estaba increíblemente cubierto de raíces y semillas secas. Hasta
ese momento sólo conocía la tonra por su nombre. En Chile no se consume
coca, o al menos no en las provincias del sur, pero la gente parecía conocerla
y me dijeron que la usaban los indios de las cordilleras.
Después de haber comido con ese viejo indio, más sucio que venera-
ble, que deglutió una gran cantidad de carne de vaca —por supuesto a mis
expensas—, se puso a la sombra de su cabaña y comenzó a mascar coca en
lugar de tomar café. No noté ningún síntoma especial de felicidad en este
viejo indio, igual que antes no la había observado en los mineros. Media
hora después me marché tras comprarle toda la que tenía. Las hojas frescas
tenían un color marrón verdoso y un perfume ligeramente aromático. La
tonra consistía en varias bolas de material terroso de color verde azulado, del
tamaño de un huevo de gallina, que olían a lejía, y que, si se metían solas en
la boca, tenían un sabor desagradable.
Como estando en Europa ya había oído sobre las propiedades anorexíge-
nas de la coca, me resultaba útil, en caso de emergencia, tener una droga de
ese tipo para mis largos y frecuentes viajes. Además, sentía curiosidad por
conocer los placeres del verdadero coquero. Por eso el día siguiente cogí par-
te de mis provisiones de coca y me dirigí a las montañas para probarla. No
comí nada por la mañana, excepto café solo sin azúcar, tal como solía hacer
antes de comenzar mis agotadores viajes. Después de caminar varias horas a
un ritmo moderado, me detuve y masqué coca de la forma en que había visto
hacer al viejo indio el día anterior.
Pronto descubrí cómo añadir tonra en proporciones adecuadas. Noté en-
tonces un agradable sabor aromático, seguido por una abundante secreción
de saliva. El resto del tiempo no estuve alegre ni triste, ni tampoco sentí el
menor efecto sobre mi sistema nervioso. Si no tuviera experiencia en estas
lides, seguramente no habría notado el efecto. Yo ya había experimentado
con opio. En Europa estudié durante algún tiempo los efectos del éter sulfú-
rico y del cloroformo, y experimenté todos los tipos de narcosis producidos
por estas sustancias. Cualquier persona que haya estudiado el tema sabe que
la fuerza de voluntad puede ayudarle a valorar su estado, incluso cuando está
muy embriagado. Parece como si hubiera dos personas: una que experimen-
ta los efectos y otra que es consciente de ellos.
Mascar coca no me produjo ninguna sensación que pudiera indicar una
estimulación nerviosa. En cuanto a sus cualidades anorexígenas, pude com-

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probarlas. Aunque no tenía comida, resistí muy bien hasta la tarde. Cuando
volví a casa y me senté para comer, no tenía ninguna gana. Sin embargo,
cuando empecé a comer, lo hice normalmente. Creo que podría haberlo he-
cho en el camino si hubiera surgido la oportunidad, pero la coca eliminó la
sensación de hambre. Por poner un ejemplo, puedo comparar este fenóme-
no con el hecho de saltarse una comida habitual, una sensación que todos
conocemos y que yo suelo hacer cuando viajo o realizo pruebas isiológicas.
Se nota el hambre en cuanto llega la hora habitual para comer, pero
cuando pasa o se salta, desaparece hasta la hora de la comida siguiente. Si
se le ofrece comida entre esas horas, una persona podría tomarla con buen
apetito. El doctor Weddell hizo observaciones similares. Los indios que iban
con él mascaban coca todo el día, pero ingerían raciones dobles por la no-
che, y consumir la hoja les permitió soportar el hambre durante un período
de tiempo más largo.
Tschudi, por otra parte, atribuye grandes poderes a la coca. Contrató a
un indio para cinco días de trabajo agotador. Durante ese tiempo le observó
detenidamente, y no tomó un solo bocado de comida; dormía sólo dos horas
por la noche y mascaba coca constantemente, hasta el extremo de consumir
por lo menos treinta gramos cada tres horas. Después acompañó a Tschudi
en un viaje por las montañas que duró dos días; corría al lado de la mula y
descansaba sólo para prepararse la coca. Se sentía completamente bien, tenía
sesenta y dos años, y nunca había estado enfermo.
En lo que a mí respecta, no hice más ensayos en Sudamérica. Sin embar-
go, aquí en Europa, he experimentado recientemente con la coca que traje.
Cinco años después, al mascarla con tonra, su sabor seguía siendo aromáti-
co, con cierto parecido a la salvia; pero ha perdido su propiedad de suprimir
el apetito. Mi salivación no aumentó. Al contrario, mi boca estaba seca. En
dos ocasiones, cuando masqué una cantidad considerable, noté una som-
nolencia inusual media hora después. Puesto que es bien sabido que en las
regiones de la coca la planta no es eicaz cuando pasa un año, surge la duda
de si esta cualidad somnífera de la coca podría estar relacionada con algún
proceso de descomposición que ocurre en la hoja, o si este fenómeno es
accidental. Dejo esta cuestión sin decidir.
Si consideramos la antigüedad del acto de mascar coca, que data de
tiempos inmemoriales, y resumimos las experiencias y los informes de los
viajeros, podemos concluir que, igual que sucede con el café, el consumo
moderado de la hoja de coca podría retardar la digestión. Esto suprimiría
el apetito durante cierto período de tiempo y produciría una agradable esti-

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mulación nerviosa, un efecto evidente en los indios. La razón por la que no
noté esta reacción cuando tomé coca en Chile puede deberse a la forma de
vida de los europeos, tan diferente de la de los indios.
No obstante, es posible que se necesite consumir continuamente coca
durante un largo período de tiempo para notar las sensaciones. Además, es
un hecho innegable que, cuando no se ingiere comida o sólo se hace peque-
ñas cantidades, mascar coca aporta al cuerpo humano fuerza procedente de
varias fuentes. No se debe a algo que podamos llamar considerar estimula-
ción momentánea, y no dura poco tiempo, sino días o semanas.
Este efecto es único entre los producidos por sustancias similares; sólo
el hachís se le puede comparar. Por tanto, este fenómeno es sorprendente
y sólo podemos explicarlo en parte mediante el conocimiento del metabo-
lismo, del consumo de energía y de la regeneración del cuerpo humano. Si
quisiéramos encontrar una explicación, necesitaríamos experimentar con
indios que utilicen coca de modo habitual. Por ejemplo, podríamos hacer lo
que hizo J. Lehmann con el café e investigar esto en relación con el peso cor-
poral del consumidor de coca, tal como sugirió Liebig en un comentario a la
obra de Lehmann. Por ese método podrían obtenerse datos esenciales y una
mejor comprensión de este fenómeno, hasta ahora totalmente misterioso.
Sin embargo, se tardará en encontrar una explicación completa acorde con
el actual desarrollo cientíico.
Por otro lado, un consumo excesivo de coca conlleva trágicas conse-
cuencias. La opinión de Pöppig se ve conirmada por otros, por ejemplo por
Weddell, quien señala que el coquero adicto tiene mal aliento, los dientes
verdes y cariados, y los labios y las encías de color claro. Además, las comi-
suras de su boca son negras, sus ojos apagados y hundidos, su rostro amari-
llento, y su forma de andar es inestable y tambaleante. Pero lo cierto es que el
consumo excesivo de cualquier cosa puede causar efectos perjudiciales. No
necesitamos recordar al lector las consecuencias del abuso del alcohol, tan
desastroso entre nosotros como las consecuencias del abuso de coca entre
los indios. Los ejemplos demuestran en ambos casos que un consumidor
moderado puede llegar a la vejez con buena salud, y lo mismo puede decirse
de quien toma bebidas alcohólicas.
La coca no se ha introducido aún en la farmacopea europea. Aunque po-
dríamos esperar beneicios de esa introducción, la principal diicultad con-
siste en que pierde rápidamente gran parte de sus propiedades originales,
incluso cuando se conserva bien. Los indios toman coca en forma de té para
combatir diversas enfermedades, con cierto éxito. Por ejemplo, la utilizan

35
para la indigestión, la hipocondría y los problemas de piel. Además, se dice
que la hoja molida en polvo es eicaz para las heridas que curan mal.
En la provincia de Yungas, al este de Bolivia, se cultiva coca en grandes
extensiones de tierra. Las hojas se cosechan tres o cuatro veces al año. Se
consideran maduras si se rompen al doblarlas. Las recolectan las mujeres
y los niños, y después se secan al sol. La coca, cuando se está secando, des-
prende un fuerte olor parecido al del heno y causa dolor de cabeza. Se dice
que en otras regiones las hojas de coca se secan sobre el fuego, como Mar-
tius observó en el Amazonas. Cinco acres de tierra dan, por término medio,
unos trescientos cincuenta kilogramos de hojas secas. En ese estado, las ho-
jas tienen un color amarillo verdoso que después se vuelve marrón o negro,
especialmente al transportarla a otros países, o cuando se almacenan en un
sitio húmedo. Un proceso de fermentación similar al que se somete al tabaco
convierte a las hojas de coca en totalmente inservibles.
La coca se usa y se cultiva en las regiones montañosas de Perú y Boli-
via. Su distribución en las laderas orientales de los Andes también llega en
algunas zonas hasta Brasil, y por eso es más amplia que en las laderas occi-
dentales. La producción anual total no puede calcularse de forma exacta. Se
estima que cada año se cosechan unos treinta millones de hojas secas, que
son consumidas por unos diez millones de personas. Si cinco acres dan unos
trescientos cincuenta gramos de hojas, eso nos indica que hay coca plantada
en unos 185.000 acres de tierra. La importancia de este cultivo para la eco-
nomía de esas regiones de Sudamérica puede deducirse de los informes del
doctor Weddell, quien escribe que en 1850 el impuesto por la coca supuso
unos tres millones de táleros españoles, teniendo en cuenta sólo Bolivia.
En lo que respecta a la composición química de la hoja de coca, aún
sabemos poco, lamentablemente. A pesar de su frecuente consumo en los
países mencionados, es prácticamente desconocida en Europa, donde es di-
fícil encontrarla. Como dijimos antes, la coca pierde sus propiedades en un
año. Es sólo una hipótesis suponer que el peculiar efecto de la coca en el
organismo lo produce un aceite esencial, similar al del café y el té. Esto no se
ha demostrado mediante análisis.
G. L. Schlechtendal llevó a cabo el análisis químico de las hojas de coca,
pero sólo disponía de una pequeña cantidad. Tras obtener un gramo de ex-
tracto a partir de las hojas, primero en frío y después hirviéndolas en alcohol
de 84°, destiló los extractos. Los residuos obtenidos fueron siempre de color
verde. Fue posible detectar ácido tánico en los residuos. Tras la destilación
alcohólica no se encontró nada que indicara la presencia de una sustancia

36
volátil. Al tratarlas con agua hirviendo, el extracto alcohólico de las hojas
proporcionó el mismo resultado. Éste es el único análisis de las hojas que
conozco, y no creo que se haya realizado ningún otro.
Analicé en cierta ocasión la tonra, las cenizas que se utilizan junto con las
hojas, y constan de cenizas vegetales; sin embargo, esto no excluye la posi-
bilidad de que se añadan otros componentes similares. El ejemplar de tonra
que me proporcionó Martius contenía:

Carbonato cálcico 2,00%


Carbonato magnésico 0,94%
Óxido de aluminio 0,31%
Un compuesto de silicio, óxido de aluminio y
hierro, insoluble en ácido 1,70%
Carbono 0,54%
Agua 1,09%
Cloro, fósforo, azufre, base carbonatada 3,42%
Una sustancia destilable con éter trazas
Total 10,00%

La sustancia alcalina consistía principalmente de potasio. El compuesto in-


soluble en ácido contenía un uno por ciento de óxido de aluminio y de hie-
rro, mezclados con arena.
El espécimen de tonra que me traje de Sudamérica parece tener distinta
consistencia que el que había analizado previamente. Es más duro y tiene
un color casi gris azulado. No he analizado esta tonra aún, pero lo haré más
adelante junto con el resto de las hojas de coca que aún tengo. En Chile me
dijeron que, para la preparación de la tonra, los indios utilizan leña de la
planta de coca marchita. No obstante, no sé si usan otros tipos de madera o
si añaden tierra. Su preparación parece realizarse sin mucho cuidado, ya que
se valora menos que la hoja de coca. Su adición a la cocada sin duda disuelve
su contenido alcalino, o libera ciertas sustancias contenidas en la hoja.

37
Nuestra Señora de Yungas10
Mordecai Cooke

Y todos mis días son trances;


Y todos mis sueños nocturnos
Están donde tus ojos oscuros miran,
Y donde tus pasos brillan:
En qué danzas etéreas,
Mediante qué corrientes eternas.
E. A. Poe

Para los peruanos, la provincia de Yungas de la Paz, situada al noreste de


Bolivia, es una especie de El Dorado porque allí crece en gran cantidad y con
toda exuberancia su coca favorita. Podemos pensar con deleite en la isla de
Ceilán y, con nuestra imaginación, oler las fragantes brisas que pasan sobre
los bosques de canela y las plantaciones de café; o bien dirigir la mirada de
nuestros hijos por todo el mapamundi hacia Indochina, guiarles desde allí
hasta los Estados Unidos, y decirles que desde aquel lugar sus honorables
caballeros reciben la mayor parte de su tabaco. Pero las aiciones de los pe-
ruanos no están igual de dispersas; se localizan en un solo lugar, en la región
de los ‘valles cálidos’, los Yungas de la Paz; allí vive su santo patrón y allí
reciben las ‘llaves del Paraíso’.
En la época de la conquista, la coca sólo era utilizada por los incas de
sangre real, o más bien solar. Se cultivaba para el monarca y para las ceremo-
nias religiosas; nadie podía llevársela a la boca a menos que se hubiera hecho
merecedor, por medio de sus buenos sus servicios, a participar de este honor
con su soberano. La planta se consideraba una imagen de la divinidad, y na-
10 De la obra he Seven Sisters of Sleep, de Mordecai Cooke. Primera edición publicada por
James Blackwood, Londres, 1860. Existe versión española: Las siete hermanas del sueño,
Ediciones Obelisco. La traducción que aquí ofrecemos se ha elaborado a partir de la obra
original en inglés.

39
die entraba en los recintos donde se cultivaba sin ponerse de rodillas a in de
demostrar su respeto. Los sacriicios divinos que se hacían en aquella época
no los aceptaban los dioses si las víctimas no estaban coronadas por las ra-
mas de ese árbol. Los oráculos no contestaban y los augurios eran terribles,
si el sacerdote no mascaba coca cuando los consultaba. Constituía un sacri-
legio inaudito invocar las almas de los difuntos sin llevar la planta en señal
de respeto, y los Coyas y Mamas, considerados los dioses del oro y la plata,
hacían que las minas fuesen impenetrables si no se les ofrendaba sacriicios
propiciatorios con coca. Con el paso del tiempo se extendió su uso, y gra-
dualmente se convirtió en la compañera inseparable de toda la nación india.
A esta planta recurría el nativo para aliviar sus dolores, independientemente
del deseo o la enfermedad que le arrebatara; y si deseaba los favores de la
Fortuna o el Amor, encontraba consuelo en la ‘planta divina’.
La palabra con la que se conoce esta planta ha sido atribuida, por su
etimología, a la lengua aymara, en la cual khoka signiica ‘árbol’ o ‘planta’.
Se sabe que al arbusto del que se extrae el mate o té paraguayo, la bebida
favorita de muchas naciones sudamericanas, se le llama ‘la Yerba’, es decir, ‘la
planta’. Puesto que en México al tabaco se llamaba yetl, y en Perú sagri —y
en esas lenguas signiica ‘hierba’—, podemos llamar hierba a este producto.
Al ver que esas personas o pueblos han asignado esos nombres, triviales en
sí mismos, a distintos artículos de consumo, estamos demostrando que esas
plantas eran abundantes en la naturaleza, del mismo modo que —en otro
ámbito distinto— hemos demostrado, siglo tras siglo, nuestra gran estima
por un libro sobre todos los demás llamándole El Libro11.
En Europa, los historiadores de la conquista ofrecieron los primeros in-
formes sobre la planta sagrada de los peruanos; sin embargo, fueron muy
supericiales. En 1569, Monardes, y en 1605 Clusius, escribieron sobre ella,
pero las hojas de la planta no se vieron hasta que fue importada por uno de
los compañeros de La Condamine, Joseph de Jussieu, que estuvo a punto de
perder la vida en 1749 mientras cruzaba los Andes en busca de esta planta.
Se vio obligado a cruzar a pie las montañas, cubiertas como estaban por la
nieve, a descender por sendas que parecían escaleras y a pasar por terribles
precipicios. La intensidad de los rayos del sol, al relejarse en la nieve, le
causaron un fuerte dolor en los ojos que casi le dejó ciego, pero el éxito de su
empresa le consoló de las desgracias que tuvo que soportar.

11 Nota del traductor: El autor se reiere a La Biblia.

40
Este arbusto crece hasta alcanzar una altura de entre 1,2 y 2,4 metros.
El tallo está cubierto por tubérculos blanquecinos que parecen estar forma-
dos por dos líneas curvas enfrentadas. Las hojas son oblongas, agudas en
los extremos, y miden entre 4 y 5 centímetros de longitud. Las hojas son la
única parte que se utiliza, y para este propósito son recogen y se secan. El
arbusto crece de forma silvestre en Perú, según Pöppig, en los alrededores de
Cuchero y en las cumbres pedregosas del Cerro de San Cristóbal. Se cultiva
extensamente en el clima suave, pero muy húmedo, de los Andes del Perú, a
una altura de entre 600 y 1600 metros sobre el nivel del mar; en climas más
fríos suele morir, y en los más cálidos se pierde el aroma de la hoja.
La planta de coca se germina en semilleros, donde se riega con cuidado.
Cuando alcanza unos 40 o 45 centímetros de altura se trasplanta a plantacio-
nes llamadas cocales, en pendientes situadas en las laderas de las montañas.
Después de un año y medio la planta da su primera cosecha, y sigue dando
cosechas desde ese momento hasta que tiene cuarenta años, o incluso más.
Han existido casos de plantaciones de coca que han llegado a durar casi un
siglo, pero las plantas que tienen entre tres y seis años son las que dan más
abundancia de hojas. Hay cuatro cosechas durante la estación; la primera
tiene lugar durante el período de loración, y consiste tan sólo en las hojas
más bajas. Éstas son más largas, tienen menos aroma que las que se recolec-
tan después, y en su mayor parte se consumen inmediatamente. La siguiente
y más abundante recolección tiene lugar en marzo; la tercera, y más escasa,
en junio o julio; y la última en noviembre. Las hojas se recogen de manera
similar a las del té. Para ello se utilizan mujeres y niños. El recolector se pone
en cuclillas, sujeta la rama con una mano y le quita las hojas, una a una, con
la otra. Se depositan en una tela, y después se meten en sacos para trans-
portarlas fuera de la plantación. Los sacos llenos de hojas se trasladan a las
haciendas, donde se extienden sobre el suelo de pizarra negra para secarlas
al sol. Después se empaquetan en fardos hechos con hojas de banano, muy
comprimidas, y cada fardo contiene unos 11 kilogramos por término medio.
El precio que obtiene el cultivador es de unos dos chelines por kilogramo.
El doctor Weddell logró obtener información idedigna sobre la cantidad
de coca cultivada y recolectada en la provincia de Yungas, y airma, como
resultado de su investigación, que la producción anual es de unos 400.000
fardos, o unos 4.400.000 kilogramos. También se cultiva extensamente, no
sólo en otras zonas de Bolivia y Perú, sino también en algunas regiones de
Brasil, por lo que estas cifras no pueden representar más que la mitad de
la cantidad del consumo anual de coca. Es cierto que Pöppig calculó que

41
la cantidad consumida era de unos 6.500.000 kilogramos, pero nos parece
demasiado pequeña. Por otra parte, Johnston estima que el consumo es de
unos 13.500.000 kilogramos, y seguramente se equivoque por el otro extre-
mo. Calcula que el valor de esta cantidad es de un millón y medio de libras
esterlinas, y concluye que unos diez millones de personas mascan coca. Se
trata más bien de un cálculo por lo alto; el uso de la coca parece estar limi-
tado a Perú, Bolivia y Brasil; en cualquier caso, se limita a Sudamérica y no
existe mención alguna sobre su consumo en Chile, por el sur, o en Colombia,
por el norte. Además, nos haría un gran favor personal quien nos convencie-
ra de que la población masculina de Sudamérica que consume coca alcanza
esa cifra. Nuestra impresión es que la población total se ha estimado en sólo
17.250.000 personas; ésta es al menos la media de las cifras ofrecidas por
cuatro autoridades en la materia. Supongamos que la mitad sean niños, y la
mitad del resto mujeres, y con ello tendremos sólo una población masculina
adulta de menos de cuatro millones y medio en la mitad sur del Nuevo Mun-
do. ¡Vosotras, almas de Cocker y de De Morgan!12, explicadnos cómo po-
demos airmar que diez millones de personas consumen coca, y quedarnos
aún con cierta cantidad de abstemios. Sin embargo, nunca se ha dicho que se
consuma coca fuera de Perú, Bolivia y Brasil. La población de estos tres paí-
ses alcanza la cifra, según las autoridades más prestigiosas, de tan sólo diez
millones; por lo tanto, todos los hombres, mujeres y niños deberían ser co-
queros para llegar a la cantidad citada. Examinando este tema en otro de sus
aspectos, Johnston airma que la cantidad media consumida por un coquero
está entre 28 y 42 gramos diarios, o, de acuerdo con la forma habitual de cal-
cular, entre 10 y 15 kilogramos al año. Sin embargo, la producción estimada,
que consideramos excesiva, es en realidad demasiado pequeña para todos
los consumidores, puesto que sólo permitiría a cada coquero disponer de
alrededor de 1,35 kilogramos por año. Con todos los respetos hacia tan alta
autoridad, nos aventuramos a sugerir que si el número de los que se consu-
men coca se limitara a dos millones, y el suministro a 9.000.000 kilogramos,
o 4,5 kilogramos anuales por persona, no habría problema. No obstante,
para no hacer perder la paciencia a nuestros lectores, nos abstendremos de
ofrecer más cálculos ni los fundamentos en los que se basan.
Al principio, los españoles se opusieron enérgicamente al uso de la coca;
la anatematizaron en todas partes, como hicieron con el tabaco sus adversa-
rios en el Viejo Mundo, pero esta oposición sólo consiguió que se extendiera

12 Nota del traductor: Cocker y De Morgan fueron dos ilustres matemáticos.

42
el hábito. Posteriormente, los españoles, al pensar en los beneicios que po-
dría generar para ellos el monopolio de esa planta, tomaron el control del
cultivo y, empleando la fuerza, pusieron a su servicio a los indios de los An-
des, para perjuicio de éstos, que sufrieron mucho a causa del cambio de cli-
ma. Al ser tan numerosas las quejas que se remitieron al gobierno, el virrey,
don Francisco de Toledo, abrazó la causa de los indios, publicó setenta y un
decretos a su favor y acabó con la especulación. Se dice que en 1583 el go-
bierno de Potosí obtuvo una suma no inferior a 100.000 libras, procedentes
del consumo de entre noventa mil y cien mil cestas de esta hoja. El cultivo de
la coca es, por tanto, una característica importante de la agricultura peruana,
y tan sumamente lucrativa que una plantación de coca, cuyo coste original y
gastos normales ascienden a unas 500 libras durante los veinte primeros me-
ses, producirá, al cabo de otros diez meses, un beneicio neto de 340 libras.
La coca posee un olor ligeramente aromático y agradable, y cuando se
mastica desprende una agradable fragancia; su sabor es moderadamente
amargo y astringente, y se parece en cierto modo al té verde; tiñe la saliva de
un color verdoso. Sus efectos sobre el organismo son estomacales y tónicos,
y se dice que es beneiciosa para prevenir las iebres intermitentes, endémi-
cas en esta región.
El modo de empleo de la coca consiste en mezclarla en la boca con una
pequeña cantidad de lima que se extrae de unas conchas, de forma muy
parecida a como se utiliza el betel en el Este. Con esto, un puñado de maíz
seco y una bola de arrurruz, un indio podrá viajar a pie casi quinientos ki-
lómetros trotando delante de un caballo. Se dice que en los caminos más
transitados los guías indios tienen ciertos sitios donde tiran sus cocadas, que
se van acumulando formando montoncitos, los cuales sirven después como
mojones para medir las distancias; por tanto, en lugar de decir que un lugar
está a cierta distancia de otro, suele medirse por cocadas. El doctor Weddell
airma que los bolivianos tienen el hábito de añadir a las hojas, en lugar de
lima, una sustancia llamada llipta, elaborada con cenizas de la planta quinoa;
en otras zonas se usan las cenizas de otras plantas, como por ejemplo las de
las hojas de guarumo en el Amazonas. Con estas cenizas alcalinas se elabo-
ran tortitas que se venden en los mercados.

Normalmente, el peruano guarda su coca en una bolsita


llamada chuspa, que lleva colgada a un lado, y que coloca
delante cuando quiere renovar su chique, lo cual hace a
intervalos regulares, incluso cuando está de viaje. El indio

43
que se prepara para mascar, en primer lugar se coloca de la
manera más cómoda que le permitan las circunstancias. Si
lleva carga, la deja en el suelo; se sienta, colocándose enton-
ces su chuspa sobre las rodillas y saca de ella, una a una, las
hojas que van a constituir su nueva cocada. La atención que
dedica a esta tarea es digna de elogio. La complacencia con
la que el indio mete su mano en las hojas de una chuspa bien
llena y el dolor que parece experimentar cuando la bolsa está
casi vacía merecen ser contemplados, ya que estos pequeños
detalles demuestran que para el indio el consumo de coca es
una verdadera fuente de alegría, y no la simple consecuencia
de una necesidad.

Recordamos a una señora mayor13 que tenía el hábito de esnifar rapé con el
mismo ceremonial. En primer lugar, se sentaba cómodamente, se arreglaba
el vestido y se alisaba el delantal. En ese momento dejaba a un lado y olvida-
ba las ocupaciones más importantes. La siguiente operación consistía en ex-
traer de un receptáculo grande, cuya entrada estaba tapada con los pliegues
de sus prendas externas, un gran pañuelo marrón con pequeñas manchas
amarillas —lo recuerdo a pesar de haber transcurrido muchos años— que
colocaba sobre su regazo. Otro paso consistía en extraer del mismo recep-
táculo misterioso una caja negra de forma circular barnizada, del mismo
diámetro que una caja de afeitar, pero de un grosor de apenas una pulgada;
la limpiaba con cuidado con el pañuelo, y a continuación la sujetaba con la
mano izquierda, la colocaba sobre la palma de la mano y presionaba con
el pulgar por un extremo y con las puntas de los demás dedos por el otro.
Un golpecito ligero —o dos—, pero repetidos, sobre la parte superior de la
caja, constituía el comienzo de la cuarta operación, que terminaba al coger
la parte superior de la caja con los dedos de la mano derecha de la misma
forma que agarraba la inferior con la izquierda, elevarla con delicadeza obli-
cuamente, como si fuera sobre una bisagra —aunque no tenía ninguna— y
dejarla, cuando estaba en posición casi perpendicular, a cargo de los desocu-
pados dedos índice y pulgar de la mano izquierda, mientras la mano derecha
quedaba libre por completo. ¡Qué radiante era su sonrisa cuando el polvo
amarillo ocupaba al menos la mitad del interior de la caja abierta! ¡Qué triste
era su expresión cuando no lograba la sagrada consumación! Observamos

13 ¿Por qué a las mujeres que tienen este hábito se las suele describir como ‘señoras mayores’?

44
a continuación los dedos extendidos, y la hábil destreza con la que el dedo
índice y el pulgar recogen la dosis acostumbrada y la llevan hasta los órganos
olfativos. ¡Con qué cuidado la lleva, primero al oriicio derecho y después
al izquierdo, y la introduce con dos enérgicas inspiraciones! Retira los de-
dos, que cierran la caja, la cual limpia y devuelve al receptáculo. Primero los
dedos, y luego la nariz, se ven sometidos al mismo proceso puriicador por
medio del pañuelo marrón. Después, aunque no se vea ninguna partícula
de polvo en ningún sitio, limpia toda la parte delantera de su cuerpo, desde
la barbilla hasta las rodillas; vuelve a meter el pañuelo entre los pliegues del
vestido; alisa el delantal con las dos manos, lanza un apagado gemido de sa-
tisfacción y reanuda el trabajo, que había olvidado durante todo este tiempo,
hasta que otra ocasión parecida le exija detenerse.
Pero volvamos a la coca, cuyos efectos se describen como de la más extraor-
dinaria naturaleza, totalmente distintos a los generados por cualquier otra
planta de ningún lugar del mundo. Se dice que el principio excitante es tan
volátil que las hojas, después de haberse conservado durante doce meses,
pierden completamente su poder y no sirven para nada.
Los grandes montones de hojas recién secadas, especialmente cuando los
cálidos rayos del sol caen sobre ellas, desprenden un olor muy fuerte que
se parece al del heno cuando contiene una gran cantidad de meliloto. Los
nativos nunca permiten a los extranjeros dormir cerca de ellas porque les
producirían fuertes dolores de cabeza. Cuando se guarda en pequeñas canti-
dades y pasan algunos meses, la coca pierde su aroma y parte de su potencia.
El novicio cree que el olor a hierba y la frescura se perciben igual cuando la
coca es fresca que cuando no lo es. Los nativos aseguran que, si no se usa
lima, que siempre erosiona la boca de los extranjeros, la coca no muestra su
verdadero sabor, el cual sólo puede apreciarse después de haberse utilizado
durante mucho tiempo. Tiñe de verde la saliva que el usuario traga con cui-
dado, y permite obtener una infusión de ese mismo color. Pöppig probó esa
infusión y descubrió que tenía un sabor sin matices, parecido al de la hierba,
pero experimentó toda la energía de sus principios estimulantes. Cuando se
toma por la noche produce agitación, insomnio y, en general, sensaciones
desagradables, mientras que si se expone uno a ella por la mañana, se da un
efecto similar, aunque ligeramente menor, acompañado de pérdida de ape-
tito. El doctor Archibald Smith, de Huanaco, cuando en cierta ocasión no
disponía de té chino, probó la coca para sustituirlo, pero experimentó unas
sensaciones tan molestas de excitación nerviosa que no se atrevió a utilizarla
de nuevo. No es infrecuente este uso; y los indios hacen iestas de té o ter-

45
tulias para tomar la infusión hecha con las hojas, y para mascarlas. Algunos
airman que el efecto de las bebidas de té de coca es agradablemente estimu-
lante. Es normal en esas ocasiones decir: «Vamos a coquear y acullicar», es
decir, «Vamos a consumir coca».
Mascar coca se convierte prácticamente en una pasión para quienes se
abandonan a ella; y se airma que, cuando una persona se ha iniciado en el
hábito, nunca se interrumpe, y que no se conoce ningún coquero que se haya
regenerado. Para abandonarse al disfrute de este narcótico los peruanos se
expondrán a los mayores peligros. Puesto que su estímulo se desarrolla de
modo más completo cuando el cuerpo se encuentra exhausto por el esfuer-
zo, o la mente por la conversación, la víctima se apresura entonces a retirarse
a un tenebroso bosque y, tirándose bajo un árbol permanece allí tendido,
sin hacer caso de la noche ni de las tormentas, sin refugio ni fuego, sin ser
consciente de las inundaciones, ni de la lluvia, ni de los tremendos vientos
que barren el bosque; y tras entregarse durante dos o tres días enteros a la
ocupación de mascar coca, vuelve a su morada, con los miembros tembloro-
sos y el semblante pálido: el miserable espectáculo del disfrute antinatural.
Quienquiera que se tope con el coquero bajo tales circunstancias, y que al
hablarle interrumpa los efectos de esta intoxicación, seguramente atraerá so-
bre sí el odio de esta criatura medio enloquecida. El hombre al que en alguna
ocasión le invada la pasión por esta práctica, si se halla en circunstancias
que favorezcan su vicio, es un ser perdido. Pöppig se informó sobre muchos
casos mientras estaba en Perú, donde jóvenes de las mejores familias, al vi-
sitar los bosques de manera ocasional, habían comenzado a utilizar coca
para pasar el rato y habían ido adquiriendo el gusto por la misma, y desde
aquel momento ya estaban perdidos para la civilización; como si se hubiera
despertado en ellos algún instinto perverso, se negaban a volver a sus ho-
gares y se resistían a los ruegos de sus amigos, que en ocasiones descubrían
las guaridas de estos infelices fugitivos, quienes se retiraban a algún lugar
alejado o aprovechaban la primera oportunidad para escapar, si se los había
llevado de vuelta al pueblo.
Tan seductor se vuelve este hábito —ya que no podemos dudar de la ve-
racidad de estos testimonios— que ni su hogar, ni los amigos, ni la familia,
ni la sociedad, ni el miedo, ni el amor, ni el respeto, ni ninguna otra criatura,
ni la pasión, parecen tener el poder de recuperarlos de nuevo desde su mo-
nomanía a un estado racional de existencia.
Las virtudes de la coca deben ser de lo más asombroso. Se dice que los
indios habituados a su consumo, gracias a ella se ponen en condiciones de

46
resistir el trabajo en las minas, entre nocivos eluvios metálicos, sin descan-
so, comida, ni protección ante las adversidades climáticas. Corren cientos de
kilómetros por desiertos, llanuras y agrestes montañas, manteniéndose sólo
con coca y un poco de maíz seco; y también suelen actuar como mulas al
transportar cargas por pasos por los que los animales no pueden andar. Hay
quien atribuye esta frugalidad y este poder de resistencia a los efectos del
hábito, y no al consumo de coca; pero el indio es voraz por naturaleza y se
sabe que los españoles eran incapaces de realizar las hercúleas tareas de los
peruanos hasta que se acostumbraron a consumir coca; además, se airma
que sin ella los indios pierden tanto el vigor como la capacidad de resisten-
cia. Durante el sitio de La Paz de 1781, cuando los españoles estaban bajo
constante vigilancia, privados de provisiones y sufriendo las inclemencias
del invierno, según narran las crónicas, se libraron de la enfermedad y de la
muerte al recurrir a esta planta. Algunos de los que niegan muchos de los
efectos, que se dice que son producto de su consumo, admiten que la coca es
útil medicinalmente como preventivo contra las iebres propias de un clima
como el de Perú.
El consumo tanto de coca como de cáñamo narcótico produce alucina-
ciones, pero no en el mismo grado, como al principio podría parecer. El uso
excesivo de esta planta, como ocurre con todos los narcóticos, se maniiesta
a través de unos efectos terribles. Una descripción de la que hemos tenido
noticia ofrece detalles no muy agradables. Airma que ese abuso causa rápi-
damente enfermedades orgánicas y una disminución de las facultades inte-
lectuales, pero que, aun así, se puede seguir con el hábito durante muchos
años, sobre todo si el consumo ha sido intermitente, y el coquero a veces
alcanza la edad de cincuenta años con relativamente pocas dolencias. No
obstante, cuanto más frecuentes son las orgías, especialmente en un clima
cálido y húmedo, más pronto se evidencian sus efectos destructivos. Por esta
razón, los nativos de las zonas frías y secas de los Andes son más proclives
al consumo de coca que los de los bosques cercanos, donde sin duda otros
estimulantes ocupan su lugar. La debilidad de los órganos digestivos, la cual,
como la mayoría de las enfermedades incurables, se incrementa progresiva-
mente en mayor o menor grado, es lo que primero afecta al desgraciado co-
quero. Esta dolencia, que se denomina ‘opilación’, puede ser leve al principio,
pero pronto se convierte en grave. Entonces se presentan las obstrucciones
biliosas, junto con los miles de síntomas dolorosos que se agravan por culpa
del clima tropical; a continuación aparecen la ictericia y la degeneración del
sistema nervioso, además de dolores de cabeza y una debilidad tan fuerte

47
que el paciente pierde rápidamente todo el apetito. El blanco de los ojos ad-
quiere un color plomizo y sobreviene una incapacidad total para dormir, lo
cual agrava la depresión mental del pobre individuo, el cual, a pesar de todas
sus enfermedades, no sólo no es capaz de abandonar el consumo de la hierba
a la que debe su sufrimiento, sino que además desea tomar licores. El apetito
se hace muy irregular, en ocasiones desaparece por completo y a veces es
voraz como el de un lobo, en especial por alimentos de origen animal. Así
se van sucediendo los años de sufrimiento, después de los cuales llega una
dolorosa muerte.
Esta característica de perturbar el sueño por culpa de un uso excesivo de
coca fue observada por Weddell, como resultado del consumo moderado —
en el marco de un experimento— de una infusión de las hojas, lo que le llevó
a suponer que el principio químico del té, llamado teína, estaba presente en
ellas. El profesor Frémy las estudió basándose en esto, pero no encontró en
ellas esa sustancia, y todavía no conocemos sus propiedades completamente.
A la coca se le atribuye el poder de mantener las fuerzas en ausencia
de cualquier otro nutriente. Los indios airman que, cuando la consumen,
no sienten los dolores del hambre ni los de la sed, que pueden realizar los
trabajos más difíciles con poco o nada de comida, insensibles al frio y al
agotamiento; que con su uso pueden ascender los pasos escarpados de los
Andes llevando pesadas cargas, y sin lasitud ni pérdida de aliento. Cuando
Tschuddi estuvo en el Puna, antes de salir a cazar bebía siempre una potente
infusión de hojas de coca. Después, airma él, podía subir colinas durante
todo el día y perseguir animales salvajes sin experimentar mayores diicul-
tades respiratorias que las que habría notado haciendo eso mismo a nivel
del mar. Según cierto relato, un nativo que se dedicó a hacer excavaciones
fatigosas durante cinco días y noches no probó ningún alimento durante ese
período, y sólo durmió dos horas por noche. Mascaba habitualmente hojas
de coca, hasta el extremo de ingerir unos catorce gramos cada dos o tres
horas, y siempre tenía una mascada en la boca. Cuando terminó el trabajo,
hizo un viaje de ciento treinta kilómetros por terreno montañoso, llevando
el paso de una mula y deteniéndose sólo para reponer la mascada. Al ina-
lizar su labor se hallaba dispuesto a realizar muchas más sin comida, pero
con una ración abundante de coca. Este hombre tenía sesenta y dos años, y
nadie recuerda haberle visto enfermo en toda su vida. Por esta razón, que
parece actuar como un sustituto de la comida, algunos ilustres e ingeniosos
autores lamentan que no se haya sido en países como el nuestro, donde sería
extremadamente valiosa para los pobres en épocas de escasez y penurias.

48
¿Qué dice la ciencia sobre este poder tan extraordinario? Una de estas
dos airmaciones es cierta: o bien la coca contiene algún principio nutritivo
que permite mantener las fuerzas, o bien no lo contiene, y en consecuencia
engaña al hambre cuando ejerce su acción estimulante sobre el organismo.
En lo que respecta a la existencia de un principio nutritivo en la coca, no po-
demos rechazarlo en vistas del nitrógeno que contiene, además de los pro-
ductos derivados del carbono que hay en la hoja; sin embargo, su proporción
es tan pequeña comparada con su masa total, especialmente teniendo en
cuenta la cantidad que un coquero consume cada vez, que prácticamente no
se puede tener en cuenta. Además, también se ha airmado que la coca, en
la forma en que se toma habitualmente, no sacia el hambre. Los indios que
acompañan a los viajeros mascan hojas durante el día, pero, al caer la noche,
llenan sus estómagos como hambrientos, devorando, en una sola comida,
cantidad suiciente para satisfacer a un hombre normal durante dos días. El
indio de los Andes es como el buitre de estas montañas: cuando abundan las
provisiones, engulle con avidez; cuando son escasas, su fuerte naturaleza le
permite saciarse con muy poco. Éstos son los datos; ¿cuál es la conclusión?
Que el uso de la coca tal vez ayuda a soportar la falta de alimentos; pero que
este efecto se limita a una estimulación muy peculiar, diferente de la de los
excitantes ordinarios, especialmente el alcohol. El licor proporciona fuerza,
pero esa fuerza es tan sólo un préstamo a expensas de las fuerza reservadas
para el futuro. El estímulo que produce la coca es lento y sostenido, lo cual
se debe en parte a su modo de empleo, igual que la infusión actúa de forma
distinta a la hoja cuando se toma igual que el té o el café, y en ese caso actúa
sobre el cerebro produciendo un efecto antisoporífero; pero, aunque la coca
produce este efecto en cierta medida cuando se toma en grandes dosis, no
actúa de manera perceptible sobre el cerebro en pequeñas cantidades. Para
explicar los efectos normales de la hoja, debemos suponer que su acción es
difusa, en lugar de localizada, como sucede con el té y del café, y que se pro-
duce sobre el sistema nervioso en general, lo que produce un estímulo conti-
nuo, adecuado para proporcionar a quienes se encuentran bajo su inluencia
esa ayuda que se ha atribuido erróneamente a sus propiedades nutritivas.
No obstante, la superstición y los prejuicios han ennoblecido a esta plan-
ta a los ojos de los peruanos, que la consideran un verdadero regalo de los
dioses. Su inluencia y sus efectos han sido magniicados en sus mentes hasta
convertirlos en algo milagroso, y ciertamente se le han atribuido poderes
milagrosos, ya que ¿de qué otra forma podemos explicar esa creencia co-
rriente entre ellos, según la cual, si un minero tira las hojas masticadas sobre

49
las vetas duras e impenetrables de metal, el mineral se ablandará y podrá tra-
bajarse más fácilmente? ¿O que cuando se meten las hojas en la boca de una
persona muerta, le aseguran un recibimiento más favorable en el mundo de
los espíritus? ¿O que cuando alguien encuentra un cadáver sin enterrar, el
ofrecimiento de algunas hojas, consideradas una sagrada ofrenda, permite
que se libere su espíritu?
Gran parte de la idelidad del indio hacia su coca, igual que la del fuma-
dor para con su pipa de tabaco, se debe al hábito, y en este caso la inluencia
del hábito es más poderosa, puesto que se ha ido transmitiendo a través de
muchas generaciones, y es prácticamente el único que se ha conservado. Fi-
nalmente, su uso supone una distracción, y es la única que rompe la mono-
tonía de su existencia. Los indios peruanos tienen un temperamento triste
y sujeto a accesos de melancolía. Cuando no se encuentran ocupados en
trabajos de exterior, se sientan en sus cabañas mascando coca y meditando
tristemente sobre sus propios pensamientos; ciertamente, el testimonio de
los viajeros nos permite airmar que en sus facciones existe una expresión de
melancolía concentrada, que parece indicar un sufrimiento indeinido pero
constante; no podemos asombrarnos al descubrir que esas personas buscan
alivio en el mejor sustituto del opio que su país les proporciona.
La coca parece disfrutar de un reinado incuestionable en los Andes; nin-
guna otra droga puede disputarle el trono, y es prácticamente la única que
no ha sido imitado, ni para la cual se ha propuesto o utilizado algún suce-
dáneo. Los nativos de este país poseen una planta que, si hubiera crecido
libremente en otras partes del mundo, podría haber dado lugar a un consu-
mo más extenso. En Siberia, sin embargo, parece utilizarse muy poco el pe-
queño rododendro propio de esa zona, que parece ser uno de los narcóticos
más potentes del mundo. Steller, botánico ruso, tenía un ciervo domesticado
que quedó tan intoxicado tras comer diez hojas que, después de tambalearse
durante un rato, cayó en un sueño profundo pero inquieto durante cuatro
horas, después del cual se despertó, aparentemente sin ningún daño, pero no
volvió a tocar las hojas nunca más. Los sirvientes de Steller, después de esto,
empezaron a embriagarse con las hojas sin sufrir ningún efecto perjudicial.
También se nos ha informado de que a algunos rusos se les ha acusado de
embriagarse con estas hojas, las cuales se han utilizado en forma de infusión,
tal como airma Pallas, con efectos beneiciosos en el tratamiento del reuma-
tismo crónico. Las lores de otras especies de rododendro las ingieren como
narcótico el pueblo Hill, de la India, pero este consumo está poco extendido,
y las personas que lo practican son tan pocas que sólo se pueden considerar

50
narcóticos de escasa importancia que se utilizan ocasionalmente, cuando no
pueden conseguir otras sustancias más apreciadas.
Para elaborar contenido de este capítulo estamos en deuda con los viajes
por Bolivia y Perú de ese gran trío que forman los doctores Pöppig, Weddell
y Tschuddi, no muy famosos ni conocidos, pero cuya información sobre
estos temas es totalmente idedigna. Tal vez los devotos de Nuestra Señora
de Yungas sean tan numerosos como se ha airmado, o quizá sólo la cifra
que hemos sugerido. Tal vez la inluencia de esta planta sobre el sistema di-
gestivo sea suiciente para aliviar los dolores del hambre y para que remitan
las crueldades de la sed, o puede que se trate sólo de efectos debidos a la
imaginación. Quizá posea la capacidad de ablandar las rocas más duras, o de
fortalecer y proteger los pulmones al ascender a las cumbres de los Andes; o
tal vez todo esto no sean más que fantasías inventadas por cerebros afecta-
dos por el calor. Sea como fuere, es cierto que esta planta es muy interesante,
y que está tan asociada al país en el que lorece que —igual que en los siglos
pasados y venideros— la coca seguirá siendo la planta característica de la
nación peruana, igual que el té lo fue, y lo sigue siendo, de China.

51
Las drogas que consumimos. La coca14
Samuel Johnston

La coca, el narcótico de los Andes, tiene el mismo interés que los narcóticos
de los países europeos y asiáticos, tanto en el ámbito isiológico como en el
social. Es poco conocida en Europa, y su consumo está mayormente limita-
do a los indios nativos de Bolivia y Perú.
La Erythroxylon coca es un arbusto que alcanza una altura de 1,80 a 2,10
metros, y que se parece al endrino por sus pequeñas lores blancas y sus
hojas de color verde brillante. Es originario de los valles tropicales que hay
en las laderas orientales de los Andes, en Bolivia y Perú, y crece de forma
silvestre en muchas regiones de esos países.

Efectos generales de la hoja de coca


La hoja de coca actúa de forma distinta según el modo en que se use. Cuan-
do se prepara en infusión y se bebe como si fuera té, produce una ligera ex-
citación, seguida por un marcado estado de vigilia. Si se toma más cantidad,
retarda la aparición del hambre, evita la falta de aliento al escalar montañas
y dilata las pupilas. Sin embargo, no suele utilizarse así, sino que su uso co-
mún es mascarla en bolas, a las que se da vueltas en la boca igual que se hace
con el tabaco. De esta manera su acción es más gradual y prolongada que si
se toma en infusión. Es también muy distinta en cuanto a sus propiedades
porque el mascado constante, la acción continua de la saliva y la inluencia
de la lima y las cenizas que se utilizan junto a ella permiten extraer de la
hoja ciertos principios activos que el agua no disuelve por sí sola cuando se
prepara en infusión.

14 Johnston, Samuel, Chemistry of common life, Vol. II, D. Appleton & Co., Nueva York, 1859.
Para evitar reiteraciones, hemos suprimido las partes de este capítulo que coinciden con lo
expuesto por von Bibra y Cooke en sus respectivos libros.

53
El cultivo y el uso de la coca se han extendido desde las laderas orientales
de los Andes hasta algunas zonas de Brasil y del río Amazonas. Pero aquí se
utiliza de una forma algo distinta. Las hojas se secan y se reducen a polvo en
un mortero de madera junto con las cenizas de las hojas de la Cecropia pel-
tata, y se guarda esta mezcla para usarla después. De vez en cuando se intro-
duce en la boca un trozo de este polvo gris verdoso, especialmente cuando
se desea aliviar el hambre o la somnolencia. Aumenta la secreción de saliva,
produce una sensación de plenitud y de calor en la boca, reduce la sensación
de hambre e incrementa la actividad corporal.
No contamos con ningún informe detallado, elaborado por un consumi-
dor real, de los efectos especiales que produce la hoja; pero deben ser muy
seductores porque, aunque ha sido estigmatizada y aún es considerada como
degradante, puramente india, y en consecuencia un vicio despreciable, mu-
chos peruanos de raza blanca de Lima y de otros lugares en ciertos mo-
mentos del día se retiran a un lugar apartado para mascar coca. Incluso los
europeos de distintas partes del país han adquirido el hábito. El mascador de
coca habitual se denomina ‘coquero’, y se dice que se convierte en esclavo de
la hoja, más que el bebedor habitual lo es de los licores.

Historia química de la hoja de coca


Conocemos poco sobre la química de esta planta notable. Sin embargo, se
sabe que contiene al menos tres principios distintos, cuya acción conjunta
seguramente produce los efectos observados. Se trata de una sustancia re-
sinosa y aromática, un principio astringente y una especia de ácido tánico.
La resina aromática. – Cuando llegan a nuestro país, las hojas están cu-
biertas por una sustancia resinosa o cerosa, sólo parcialmente soluble en
agua, pero que se disuelve rápidamente en éter. Cuando se disuelve en éter
con el objetivo de extraerla, se obtiene una bonita solución de color verde
oscuro, la cual, al evaporarse al aire libre, deja una resina de color marrón
que posee un olor peculiar y penetrante. Cuando se expone al aire durante
mucho tiempo, esta materia resinosa va encogiendo y gradualmente pierde
todo su aroma, dando lugar a un material fácil de fundir e inodoro. El éter
extrae al menos dos sustancias de la hoja, una de las cuales es muy volátil
y tiene un olor penetrante. Es probable que en esta sustancia volátil residan
sus propiedades narcóticas. Y esto es consistente con el hecho de que las
hojas pierden gradualmente su olor y sus propiedades y, después de doce
meses, suele considerarse que no tienen valor alguno; de ahí se deriva la
airmación de quienes viven en las regiones de la coca, que sólo ellos co-

54
nocen las virtudes de esta planta. Es habitual formar grandes fardos con las
hojas y cubrirlos con cuero fresco que los comprime mientras se secan. Pero,
independientemente del envasado, las hojas pierden poco a poco sus ingre-
dientes volátiles, y con el transporte y el almacenaje disminuye su valor. El
material resinoso volátil extraído con el éter es, por tanto, uno de los ingre-
dientes más importantes de la hoja de coca.
El principio astringente. – El té y el café, además del ingrediente volátil al
que deben su aroma, contienen una sustancia blanca, amarga y cristalizable
conocida por el nombre de teína; y a ella deben sus notables propiedades. La
coca también contiene un principio amargo que el alcohol puede extraer a
partir de las hojas. Pero este compuesto no cristaliza y aún no se ha obtenido
en estado puro ni se ha estudiado con detalle. No podemos dudar de que el
efecto de la hoja en quien la masca se debe en parte a la presencia de este
principio, pero aún no se ha investigado isiológicamente la naturaleza exac-
ta de su acción sobre el organismo.
Otra sustancia. – Además de estas dos sustancias, la hoja de coca contie-
ne también una parte de ácido tánico, el cual, igual que el presente en el té,
proporciona un color negro.
No se han determinado las proporciones en las que aparecen los distin-
tos ingredientes de la hoja de coca.

Cómo actúa la hoja de coca


No conocemos el mecanismo por el que la hoja de coca produce sus notables
efectos. No puede aportar demasiado al organismo; por tanto, debe actuar
simplemente evitando o disminuyendo en gran medida el desgaste natural
de los tejidos que suele derivarse de las labores propias del organismo.
La hoja de coca se parece al cannabis porque también dilata la pupila, lo
cual no hace el opio. Pero se parece a éste en la fuerza que proporciona al
cuerpo agotado y desgastado.

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El efecto isiológico y la importancia del
cloruro de cocaína15
heodor Aschenbrandt

(Observaciones clínicas realizadas durante las Maniobras


de otoño del año 1883 por la II Compañía de Artillería de
Bavaria, 4ª división, 9º regimiento, 2º batallón)

En el Volumen xxi de la revista Arch. f. ges. Physiol., de 1880, von Anrep


publicó un destacado artículo sobre el efecto isiológico del cloruro de cocaí-
na en los animales, basándose en estudios experimentales. Su trabajo tuvo
lugar en el Instituto Farmacológico de Würzburg, donde von Anrep había
sido asistente no mucho antes de mi llegada allí. Por ello, era inevitable que
yo hablara sobre su trabajo con el profesor Rossach, director del instituto.
Von Anrep airma al inal de su estudio que también había intentado exa-
minar el efecto del cloruro de cocaína sobre los seres humanos, puesto que
sus experimentos con animales no llegaron a conclusiones prácticas. Era mi
intención retomar y continuar el trabajo de von Anrep, principalmente con
seres humanos, pero en aquel momento no disponía del material necesario
—como seguramente les sucedió a von Anrep y a otros— para conirmar
las observaciones efectuadas por Mantegazza, von Bibra y otros autores. El
material necesario habría consistido en contar con personas fuertes y salu-
dables que se expusieran a un ejercicio agotador, a pasar hambre, sed y cosas
de este tipo.
Ernst von Bibra ya había experimentado en sí mismo en lo relativo a los
efectos isiológicos de las hojas de coca. Según él, dosis mínimas fueron sui-
cientes para calmar el hambre, para alegrar a un hombre y animarle a traba-
jar, y para aumentar su fuerza durante cierto período de tiempo en tal grado

15 Aschenbrandt T., “Die physiologische Wirkung und die Bedeutung des Cocains”, Deutsche
medizinische Wochenschrit, December 1883;9:730-732.
Versión inglesa: “he Physiological Efect and Signiicance of Cocaine Muriate on the Hu-
man Organism”. Traducción de herese Byck. Incluido en Cocaine Papers, edición de Rob-
ert Byck, he Stonehill Publishing Company, 1974.

57
que pudiera hacer ejercicio intenso de cualquier tipo. Von Bibra observó
en sí mismo el efecto obtenido mascando hojas de coca mientras realizaba
largas caminatas. Al principio notaba un sabor ligeramente agradable en la
boca y una secreción abundante de saliva, pero no percibió ningún efecto
destacable en el sistema nervioso. A pesar de que no había comido, continuó
sin problemas hasta la noche y después recuperó su apetito normal. Von
Bibra no sabía qué sustancia de las hojas de coca podía ser la responsable
del efecto, aunque tiene una opinión al respecto diferente de la de von Gae-
decke, Johnston y von Gorup. Sin embargo, todos se muestran de acuerdo
en que el efecto de alterar el metabolismo es propio de sustancias activas del
tipo de la cafeína.
El doctor Paolo Mantegazza realizó un estudio detallado de las hojas de
coca y clasiicó los estimulantes psíquicos y respiratorios. Incluyó la coca
entre los euforizantes narcótico-alcaloideos, aquellos que tienen un potente
efecto sobre el corazón y el sistema nervioso central, y la mayoría de los
cuales incrementan la capacidad intelectual en mayor o menor grado, pero
producen una disminución de la sensibilidad. Según su informe, el efecto
isiológico de la coca —en aquella época no existía ningún análisis de las
hojas— consiste en un sentimiento de bienestar general, placer al efectuar
actividades intelectuales y un efecto beneicioso sobre la digestión, el co-
razón y la respiración. El efecto sobre el sistema nervioso de mascar coca
es muy peculiar: una sensación de calor inunda todo el cuerpo; notamos
que tenemos más energía nerviosa; nos sentimos más fuertes y más capaces
de realizar actividades. Pero las fases de la embriaguez propia de la coca
son diferentes de las de la embriaguez con licores: en la primera, el placer
consiste en una mayor conciencia de estar vivos, en una mayor inteligencia
y en ser conscientes de tener más fuerza corporal. En América se cree que
la embriaguez etílica puede eliminarse, o al menos reducirse, con coca. El
mismo Mantegazza airma haber observado esto en más de una ocasión.
Al inal de su estudio describe el efecto isiológico de la coca en unas pocas
frases, y citaré aquí una de ellas por ser de la mayor relevancia para nosotros:
en dosis medias, la coca estimula el sistema nervioso de tal forma que nos
resulta más fácil el ejercicio muscular, con una importante resistencia a que
nos interrumpan inluencias externas.
Schildbach, que ha estudiado la obra de Mantegazza con todo detalle,
concluyen diciendo que, aunque la coca no fuera más que un estimulante, y
no —lo cual es improbable— un medio para nutrir el sistema nervioso, aun

58
así sobrepasaría a todos los estimulantes comunes en ausencia de efectos
adversos y en cordialidad; por ello no se le puede negar su utilidad.
Niemann logró aislar de las hojas de coca una sustancia alcalina, la co-
caína, similar a la teína y la cafeína, y Fronmüller publicó artículos sobre
experimentos que efectuó con ella en varios casos clínicos. Sin embargo, no
fue posible conirmar los ensayos de Mantegazza.
Von Anrep, al inal del estudio que hemos mencionado, concluye que el
efecto de la cocaína y de las hojas de coca no es igual. No obstante, creo que
debo indicar que von Anrep utilizó dosis demasiado grandes, y en cambio
von Bibra hablaba de dosis muy pequeñas. Además, su preparado también
debía ser distinto del mío porque su cocaína es difícil de disolver en agua,
mientras que la mía lo hace sin problemas.
El objetivo de mi estudio es demostrar que el alcaloide de la hoja de coca,
la cocaína, es la sustancia que posee la cualidad milagrosa descrita por Man-
tegazza, Moreno y Maíz, el doctor Unanue, von Tschudi, etc: en pequeñas
dosis, el cloruro de cocaína permite a un hombre resistir grandes esfuerzos,
el hambre y la sed, de forma que la cocaína debería considerarse un nutrien-
te beneicioso para los nervios.
Conseguí cocaína de Merck gracias al farmacéutico de mi localidad, el
señor R. Landauer. Utilicé soluciones de 0,01, 0,05, 0,1 y 0,5 gramos por
gramo de agua.
Caso 1. T., un voluntario, agotado dos días después de salir de Viena en
una marcha; el tiempo era extremadamente cálido. Le di aproximadamente
una cucharada de agua con veinte gotas de una solución de cocaína. Unos
minutos después (cinco, aproximadamente), se levantó por sí solo y recorrió
varios kilómetros fácil y alegremente, y con una mochila en su espalda. T.
hizo el comentario, durante el camino, de que seguramente tomó demasiada
cerveza. Al preguntarle si se sentía completamente bien de nuevo, contestó
que se sentía mejor que por la mañana. No observé efectos adversos; no se
quejó del sabor. T. tenía fama de ser un buen soldado.
Caso 2. R., herido grave en la cara durante un ataque nocturno, tuvo
que ser llevado al campamento a las 11:30 de la noche. No había hielo ni
ninguna sustancia tranquilizante a mano. Perdía mucha sangre y se quejaba
de mucho dolor, que cesó tan pronto como recibió un poco de cocaína. El
sueño en el que cayó en poco tiempo fue inquieto, pero dejó de quejarse y
de mostrarse excitado.
Caso 3. Una observación realizada conmigo mismo. La mañana era fres-
ca y me sentía un poco enfermo como resultado del esfuerzo y de la falta de

59
sueño de la noche anterior. Me estaba congelando y el hecho de que hubiera
que hacer maniobras no era algo que me alegrara demasiado. En el campa-
mento bebí café caliente con cocaína; no sentí en todo el día hambre, sed ni
somnolencia, y pude aguantar hasta la tarde sin problemas. Debo insistir
en que estoy acostumbrado a una vida rutinaria y no estoy acostumbrado a
efectuar grandes esfuerzos.
Caso 4. A., con ictericia desde hace ocho días, sufría un molesto estre-
ñimiento a causa de un error dietético. Le di polvo de jalapa, a lo cual añadí
0,01 gramos de cocaína para fortalecer su sistema nervioso. Con la excep-
ción de un día en que llovió, el hombre pudo seguir la marcha de los otros
soldados cargado con todo el equipo.
Caso 5. A K., un voluntario, le administré cocaína en una solución de
tintura de opio para la diarrea grave. No aceptó mi ofrecimiento de acomo-
darle en un carruaje, sino que permaneció con su compañía y me dijo que,
al contrario de otras ocasiones en que había tenido diarrea, se sentía alegre
y fuerte.
Caso 6. Mi sirviente, V., había bebido mucha agua con un amigo. Me dio
un vaso de esa misma agua, y olía y sabía tan mal que la escupí. Poco después
acudió quejándose de dolor de estómago, presión en la cabeza, vértigos y
náuseas generalizadas. El otro soldado que había bebido también se quejaba,
así que les di algo de opio con vino, sin resultados. Esa noche durmieron
mal, y la mañana siguiente se encontraban más enfermos. Añadí 0,01 gra-
mos de cocaína en el café de mi sirviente, y la misma cantidad unas dos
horas después. V. pudo tomar parte en la marcha de ese día, aunque había
llovido mucho la noche anterior y el suelo estaba enfangado. V. me dijo que
se sentía mejor.
Además de estos seis casos, he utilizado cocaína en personas que se que-
jaban de agotamiento, especialmente después de padecer diarrea, y los resul-
tados fueron principalmente satisfactorios. Creo que el efecto de la cocaína
sobre el organismo es más benigno que el del alcohol o el café.
Por último, debo señalar que conseguí mantener la compañía en buenas
condiciones. Creo que parte del éxito se debe al efecto estimulante de la
cocaína.
Espero, con este estudio —que, por supuesto, no es completo ni exacto
en lo que respecta a las dosis, y que no pretende ser ninguna demostración
de las propiedades de la cocaína— haber llamado la atención de los militares
y animarles a efectuar más investigaciones. Creo que he ofrecido suicientes
datos sobre la utilidad de la sustancia.

60
Sobre la coca16
Sigmund Freud

La planta de coca
La planta de coca, Erythroxylon coca, es un arbusto de cuatro a seis pies de
alto17. Su cultivo está muy extendido en Sudamérica, especialmente en Perú
y Bolivia. Las enormes dimensiones de la producción (se airma que llega a
treinta millones de libras al año18) convierte a la hoja de coca en un artículo
importante tanto para el comercio como para los impuestos, en los países
donde se cultiva.
En las hojas de coca se ha descubierto, además de cocaína, un tipo es-
pecial de cera, el ácido cocatánico; y una base volátil, la higrina, que tiene
un olor que recuerda al de la trimetilamina. Basándonos en los informes de
los químicos, hay más sustancias en las hojas de coca que aún no han sido
descubiertas.
Desde el descubrimiento de la cocaína, numerosos observadores han
estudiado los efectos de la coca en animales y en seres humanos sanos y
enfermos; en algunas ocasiones han utilizado algún preparado descrito
como cocaína, y en otras las mismas hojas de coca, en infusión o a la manera
en que la toman los indios. En Austria, Schrof padre realizó los primeros
experimentos con animales en 1862; otros informes sobre la coca tienen
como autores a Frankl (1860), Fronmüller (1863) y Neudörfer (1870). En

16 Los artículos de Freud fueron los que crearon el ambiente necesario para la popularización
y la investigación médica de esta sustancia, tal como hemos explicado en la introducción
histórica. De sus escritos ofrecemos un extracto del más importante: “Über coca”, hera-
pie. 2, 289-314, julio 1884. Versión inglesa: “On coca”. Traducción de Steven A. Edminster.
Incluido en Cocaine Papers, edición de Robert Byck, he Stonehill Publishing Company,
1974. El volumen Escritos sobre la cocaína, publicado por Anagrama, Barcelona, 1999, con-
tiene, en español, los escritos incluidos en Cocaine Papers. Traducción de Enrique Hege-
wicz.
17 Nota del traductor: de ciento veinte a ciento ochenta centímetros.
18 Nota del traductor: unos trece millones y medio de kilogramos.

61
lo que respecta a los trabajos efectuados en Alemania, podemos mencionar
las recomendaciones terapéuticas de Clemens (1867), los experimentos en
animales de von Anrep (1880) y los experimentos de Aschenbrandt en sol-
dados exhaustos por el ejercicio físico (1883). En Inglaterra podemos citar
los primeros experimentos con animales de A. Bennett (1874) y la publica-
ción, por parte de Dowdeswell, de los resultados de un experimento sin éxito
realizado en el laboratorio del University College, después del cual parece
que la coca no ha merecido más investigaciones. Entre los autores franceses
que han tratado el tema podemos mencionar los siguientes: Rossier (1861),
Demarle (1862), Moreno y Maïz (1868), Collins (1877) y Marvaud (1874).
Las primeras investigaciones que hemos mencionado generaron una
enorme desilusión y llevaron a creer que los efectos del consumo de la coca,
tal como se habían relatado con tanto entusiasmo en Sudamérica, no po-
drían reproducirse de igual modo en Europa. No obstante, los experimentos
efectuados recientemente con la cocaína sintetizada por Merck en Darms-
tadt justiican por sí mismos la airmación de que es el verdadero principio
activo responsable del efecto de la coca, y que pueden tener lugar tanto en
Europa como en Sudamérica.

El efecto de la cocaína en el ser humano sano


He realizado experimentos y estudiado, en mí mismo y en otras personas,
los efectos de la coca sobre el cuerpo humano sano; mis descubrimientos
coinciden fundamentalmente con la descripción que Mantegazza hace de los
efectos de las hojas de coca.
La primera vez tomé 0,05 gramos de cloruro de cocaína en una solución
acuosa al 1 %, en un momento en que me sentía cansado por la fatiga. Unos
minutos después de tomar cocaína, se nota súbitamente euforia y ligereza.
Durante mi primer ensayo experimenté un breve período de efectos tóxicos
que no se repitieron en los experimentos siguientes. La respiración se hizo
más lenta y profunda, y me sentí cansado y somnoliento. En pocos minutos
comenzó la euforia propia de esta droga, e inmediatamente después sentí
una ligera disminución del pulso y más tarde un moderado incremento.
He observado estos mismos síntomas físicos en otras personas, en su
mayor parte de mi misma edad. A menudo, al inicio del efecto de la cocaína,
los sujetos airmaban experimentar una intensa sensación de calor en la ca-
beza. Yo también lo noté en mí mismo en posteriores experimentos, pero en
otras ocasiones no aparecía. Solamente en dos casos me produjo mareos. En
general, los efectos tóxicos de la coca son de duración breve, y mucho menos

62
intensos que los producidos por dosis efectivas de quinina o de salicilato de
soda; parecen debilitarse aún más con el uso repetido de la cocaína.
Mantegazza menciona los siguientes efectos ocasionales de la coca: eri-
tema transitorio, un incremento de la cantidad de orina, sequedad de las
membranas mucosas conjuntival y nasal. La sequedad de la mucosa de la
boca y la garganta es un síntoma habitual que se prolonga durante varias horas.
Algunos investigadores (Marvaud, Collan) hablan de un ligero efecto catárti-
co. Distintos observadores ofrecen informes muy distintos acerca del efecto so-
bre el pulso. Según Mantegazza, la coca produce rápidamente un considerable
aumento del ritmo del pulso que se acelera más con dosis más altas; Collin
también notó una aceleración del pulso después de tomar cocaína, mientras
que Rossier, Demarle y Marvaud experimentaron, después de la aceleración
inicial, un enlentecimiento más duradero. No encuentro complicado explicar
esta ausencia de acuerdo; en parte se debe a las distintas preparaciones utiliza-
das (infusión caliente elaborada con las hojas, solución de cocaína fría, etc.) y
a la vía de administración, y en parte a las diferentes reacciones individuales.
Se dice que hay personas que no toleran la coca en absoluto; por otro lado, he
conocido no pocos a quienes no les ha afectado una cantidad de 0,05 gramos,
que para mí y para otras personas es una dosis efectiva.
El efecto psíquico del cloruro de cocaína en dosis de 0,05 a 0,10 gramos
consiste en optimismo y en una euforia prolongada, la cual no se diferencia
en modo alguno de la normal en una persona sana. Se nota un incremento
del autocontrol y más energía y más capacidad de trabajar. El sujeto se siente
normal y le cuesta creer que se encuentra bajo los efectos de una droga.
Esto último nos lleva a pensar que el estado de ánimo inducido por la
coca a esas dosis no se debe tanto a la estimulación directa como a la desapa-
rición de los elementos individuales que causan depresión. Se podría supo-
ner que la euforia producida por la buena salud no es más que la condición
normal de una corteza cerebral bien alimentada que ‘no es consciente’ de los
órganos del cuerpo al cual pertenece.
Durante la embriaguez de la cocaína aparecen los síntomas que se han
descrito como el maravilloso efecto estimulante de la coca. Puede realizarse
trabajo intenso, físico o mental, sin notar fatiga; parece como si la necesidad
de alimento y descanso, que se convierte en algo perentorio en determina-
dos momentos del día, desapareciera por completo. Estando bajo los efectos
de la cocaína se puede, si uno lo desea, comer abundantemente y sin pro-
blemas; pero tenemos la sensación de que la comida es superlua. De igual
modo, cuando el efecto está desapareciendo, es posible quedarse dormido si

63
uno se mete en la cama, pero el hecho de dormir puede omitirse sin conse-
cuencias desagradables. Durante las primeras horas del efecto de la coca no
se puede dormir, pero esto no resulta molesto de ningún modo.
He comprobado varias docenas de veces este efecto de la coca, que con-
siste en suprimir el hambre, el sueño y la fatiga, y que me permite incremen-
tar el esfuerzo intelectual; aún no he tenido oportunidad de efectuar trabajo
físico.
Un colega de profesión muy ocupado me dio la oportunidad de observar
un sorprendente ejemplo de la forma en que la cocaína elimina la fatiga y la
sensación de hambre. A las seis de la tarde, este colega, que no había comido
desde las primeras horas de la mañana y que había trabajado mucho durante
el día, tomó 0,05 gramos de cloruro de cocaína. Unos minutos después dijo
que se sentía como si acabara de ingerir una copiosa comida, que no deseaba
comer por la noche, y que se sentía con fuerzas suicientes para dar un largo
paseo. Esta acción estimulante de la coca ha quedado conirmada más allá
de cualquier duda por una serie de informes totalmente iables, algunos de
los cuales son muy recientes.
El efecto de una dosis moderada de coca se disipa de modo tan gradual
que, en circunstancias normales, es difícil determinar su duración. Si se tra-
baja intensamente bajo su acción, después de tres a cinco horas hay una
disminución de la sensación de bienestar, y se necesita una nueva dosis para
suprimir la fatiga. El efecto parece durar más tiempo si no se realiza trabajo
muscular. Es unánime la opinión de que la euforia inducida por la coca no es
seguida por ninguna sensación de lasitud u otra forma de depresión. Tengo
la impresión de que, después de dosis moderadas (0,05 – 0,10 gramos), al
menos parte del efecto se prolonga durante más de veinticuatro horas. En
mi caso, he comprobado que incluso el día después de tomar coca, mi estado
es algo mejor que el habitual. Creo que existe la posibilidad de que haya una
ganancia duradera en fuerza, tal como se ha solido atribuir a la coca.
Parece probable, basándonos en los informes de los que disponemos,
que la coca, si se utiliza durante largos períodos, pero con moderación, no es
perjudicial para el cuerpo. Me parece digno de señalar —y he comprobado
esto en mí mismo y en otros experimentadores que pudieron juzgar el asun-
to— que ni la primera dosis ni dosis repetidas producen el deseo compulsivo
de seguir utilizando el estimulante; por el contrario, se nota cierta inmotiva-
da aversión a la sustancia.

Los usos terapéuticos de la coca

64
Era inevitable que una planta con esa reputación en su región de origen,
gracias a sus maravillosos efectos, fuera utilizada para tratar los más diversos
trastornos y enfermedades del cuerpo humano. Los primeros europeos que
fueron conscientes de ello también recomendaron el empleo de la coca con
entusiasmo. Basándose en la experiencia médica, Mantegazza elaboró una
lista con las propiedades terapéuticas de la coca, las cuales han recibido el
reconocimiento de otros médicos. El fracaso de la coca en Europa, que en
mi opinión no es merecido, tal vez pueda atribuirse a los informes sobre
las consecuencias perjudiciales de su uso que aparecieron poco después de
su introducción en nuestro continente; o bien a la dudosa calidad de sus
preparaciones, su relativa escasez y su consiguiente precio elevado. Algunas
de las evidencias que pueden citarse en favor de su uso han demostrado su
validez más allá de cualquier duda, mientras que otras merecen al menos
una investigación sin prejuicios.
a) La coca como estimulante. El uso principal de la coca es, sin duda, el
mismo que los indios han hecho durante siglos: es de gran valor en
todos los casos en que el principal objetivo sea aumentar las capaci-
dades físicas del cuerpo durante un breve período de tiempo y man-
tener energía de reserva para cubrir futuras demandas, especialmente
cuando las circunstancias externas excluyen la posibilidad de obtener
el descanso y los alimentos necesarios para los grandes esfuerzos. La
coca es un estimulante mucho más potente y mucho menos perjudicial
que el alcohol, y su uso generalizado sólo lo impide su precio tan alto.
Muchos médicos creen que la coca podría tener un papel muy impor-
tante y llenar un vacío en el arsenal farmacológico de la psiquiatría.
Es un hecho bien conocido que los psiquiatras disponen de un amplio
surtido de productos para reducir la excitación de los centros nervio-
sos, pero ninguno que les sirva para aumentar la reducción del funcio-
namiento del sistema nervioso. Por ello se ha prescrito coca para los
más diversos tipos de debilidad psíquica: histeria, hipocondría, inhibi-
ción melancólica, estupor y problemas similares.En términos genera-
les, la eicacia de la coca en los casos de debilidad nerviosa y psíquica
requiere más investigación, la cual seguramente llegará a conclusiones
parcialmente favorables.
b) El uso de coca para los trastornos del estómago. Esta es la aplicación más
antigua y con más fundamento de la coca, y al mismo tiempo la que
mejor entendemos. De acuerdo con los testimonios unánimes tanto de
las autoridades más antiguas como de las más recientes, la coca, en sus

65
diversas formas, elimina los problemas de dispepsia y los trastornos
y la debilidad asociados a ella, y tras un uso continuado produce una
curación permanente. Yo mismo lo he comprobado.
Igual que Mantegazza y Frankl, he experimentado personalmente
cómo los síntomas dolorosos que aparecen después de las comidas
abundantes —opresión y plenitud en el estómago, molestias y ausen-
cia de ganas de trabajar— desaparecen al eructar después de tomar
pequeñas dosis de cocaína (0,025 – 0,05 gramos).
El efecto de la cocaína sobre el estómago es doble (Mantegazza tam-
bién lo deiende): estimula el movimiento y reduce la sensibilidad.
Mantegazza airma haber logrado los éxitos más brillantes en el trata-
miento de la gastralgia y la enteralgia, así como en todas las afecciones
dolorosas del estómago y el intestino, lo cual atribuye a las propieda-
des anestésicas de la coca. En conclusión, puedo airmar que la coca
está indicada en los casos de debilidad por atonía del estómago y en
los denominados trastornos nerviosos del estómago; en estos casos es
posible conseguir no sólo el alivio de los síntomas, sino también una
mejora permanente.
c) La coca en la caquexia. El uso a largo plazo de la coca también se reco-
mienda fervientemente —y por eso se ha probado con éxito— en todas
las enfermedades que implican degeneración de los tejidos, como por
ejemplo la anemia severa, la tisis, las iebres prolongadas, etc.; y tam-
bién durante la recuperación de esas enfermedades.
d) La coca para tratar la adicción a la morina y al alcohol. En América
se acaba de descubrir que las preparaciones a base de coca tienen el
poder de suprimir el ansia por la morina de los adictos, y también
de reducir hasta proporciones insigniicantes los síntomas severos de
colapso que aparecen mientras el paciente se libra del hábito.
Hay alrededor de dieciséis informes de casos en los que el paciente ha
logrado librarse de la adicción; sólo en un caso la coca no ha logrado
aliviar la adicción a la morina.
En cuanto al procedimiento para retirar la droga, debemos decir que
en la mayoría de los casos se efectuó una reducción gradual de la dosis
habitual, acompañada por un aumento de la dosis de coca; sin em-
bargo, también se ha probado una retirada inmediata de la droga. En
este caso, Palmer recomienda administrar dosis de coca a lo largo del
día, cuando surja el deseo de tomar morina. La dosis diaria de coca
se reduce después gradualmente hasta que es posible abandonar total-

66
mente el antídoto. Desde el inicio, los ataques sufridos durante la abs-
tinencia fueron leves o se suavizaron después de algunos días. En casi
todos los casos, el mismo paciente realizó el tratamiento por sí mismo,
mientras que la cura de la adicción sin la ayuda de la coca, tal como se
practica en Europa, requiere vigilancia del paciente en un hospital.
El tratamiento de la adicción a la morina mediante la coca no consiste
simplemente en cambiar una adicción por otra; no convierte al mor-
inómano en coquero, sino que el consumo de coca es sólo temporal.
Además, no creo que sea su efecto energizante lo que permite resistir
al organismo debilitado por la morina, sino que me inclino a pensar
que la coca tiene un efecto totalmente contrario a la morina.
e) La coca y el asma. Tschudi y Markham dicen que masticando hojas de
coca se libraron de los síntomas habituales del llamado ‘mal de mon-
taña’ cuando escalaron los Andes; este complejo de síntomas incluye
diicultad para respirar, palpitaciones del corazón, mareo, etc. Poizat
informa de que los ataques asmáticos de un paciente remitieron con el
consumo de coca.
f) La coca como afrodisíaco. Los nativos de Sudamérica, que representa-
ban a su diosa del amor con hojas de coca en su mano, no dudaban del
efecto estimulante de la coca sobre los genitales. Mantegazza conirma
que los coqueros mantienen una gran potencia sexual en su vejez; in-
cluso cuenta casos de recuperación de la potencia y de desaparición de
las debilidades funcionales al utilizar coca, aunque no cree que pro-
duzca ese efecto en todos los individuos.
g) Aplicación local de la coca. La cocaína y sus sales tienen un marcado
efecto anestésico cuando entran en contacto con la piel y las mem-
branas mucosas en solución concentrada; esta propiedad sugiere su
uso ocasional como anestésico local, especialmente en afecciones de la
membrana mucosa.

67
La cocaína y sus sales19
E. Merck

C17 H21 NO4 (Wilhem Lossen)20


La cocaína es un alcaloide que se extrae de las hojas de coca (Erythroxylon
Coca Lam.) y que Niemann consiguió aislar por primera vez en 1860. En el
año 1862, Lossen encontró un segundo principio alcalino volátil, la higrina,
que hasta ahora se ha investigado poco; no obstante, parece que es débil y
que no tiene los efectos característicos de la cocaína. Otras sustancias que
se han extraído de las hojas son la ecgonina, el ácido tánico de la coca y una
cera especial. Los cristales de cocaína pertenecen al sistema monoclínico;
funden a 98° C, se disuelven con facilidad en alcohol, y más fácilmente aún
en éter, pero en agua sólo en una proporción de 1 a 704, y a 12° C. Las sales
de cocaína, por el contrario, se disuelven fácilmente en agua.
La primera vez que se conoció la acción de la coca, administrada en el
interior del organismo, fue en el siglo xvi (doctor Monardes, Sevilla, año
1569). En 1749, la planta llegó a Europa, fue descrita por Jussie, y Lamarck
le puso el nombre de Erythroxylon coca. Tschudi, Markham, Pöppig y otros
investigadores que viajaron a Sudamérica observaron que los nativos mas-
caban hojas de coca cuando deseaban combatir los efectos del agotamien-
to. Los indios maceran las hojas con cenizas de Chenopodium quinoa21 para
eliminar el ácido tánico gracias a sus propiedades alcalinas, y de este modo
liberan el alcaloide.

19 Merck, E., “Cocain und seine Salze”, Klinische Monatsblätter für Augenheilkunde, Zeherder,
Vol. 22, November 1884.
Versión inglesa: “Cocaine and its Salts”, Chicago Medical Journal and Examiner 50:157-163,
February 1885. Traducción de Wm. M. Smith. Incluido en Cocaine Papers, edición de Rob-
ert Byck, he Stonehill Publishing Company, 1974.
20 Nota del traductor: Wilhelm Lossen fue el descubridor de la fórmula de la cocaína.
21 Nota del traductor: Nombre común: quinua. Es una planta alimenticia originaria de
América que puede cultivarse en zonas de montaña.

69
Yo produzco el alcaloide de cocaína puro, así como sus combinaciones
con ácido muriático22, ácido salicílico, ácido bromhídrico, ácido tartárico
y ácido cítrico. Desde que se consiguió producir cocaína, se cree que esta
sustancia es el principio activo de las hojas de coca.
Al principio parecía probable descubrir una acción similar a la de alguno
de los alcaloides análogos, como por ejemplo la cafeína, la teína o la teobro-
mina. Sin embargo, ningún hecho respalda esta idea.
La cocaína actúa sobre el sistema nervioso central, pero también sobre
otras regiones nerviosas; en pequeñas dosis es estimulante; en grandes dosis
causa parálisis. Mata a los animales de sangre caliente al paralizar su activi-
dad pulmonar, aunque les afecta menos que a los animales de sangre fría.
En consecuencia, aunque no hay duda de que la cocaína es un veneno, sus
propiedades tóxicas son relativamente ligeras y su acción no es acumulativa.
Schrof, que en 1862 efectuó los primeros experimentos con este fárma-
co, observó que los cachorros de perro, después de una dosis de 0,05 gramos
por vía oral, mostraban una respiración luctuante y una midriasis transi-
toria. Si esa misma dosis se administraba por vía subcutánea, causaba la
muerte del animal, que sufría convulsiones de tipo epiléptico y una fuerte
midriasis que desaparecía en cuanto moría. En ranas, la aplicación de 0,001
gramos va seguida por una incapacidad total para moverse; la dosis letal es
de 0,002 gramos.
Según Fronmüller —quien en 1863 estudió la acción narcótica de la
cocaína—, de 0,03 a 0,33 gramos, administrados internamente en un ser
humano, no producían ningún efecto importante; en un caso el sujeto se
durmió. El pulso y la respiración se aceleraban un poco al principio, pero
después su ritmo era inferior al normal. En un caso de intento de suicidio,
1,5 gramos de cocaína no ejercieron ningún efecto perjudicial sobre la salud.
En consecuencia, la dosis letal para el hombre debe ser muy elevada, a no ser
que se demuestre que los preparados que se utilizaron no eran de cocaína
pura.
Basándonos en los experimentos efectuados hasta ahora con infusión
de coca, podemos considerar que las hojas contienen de un 0,02 a un 0,2
por ciento de cocaína. De mi cloruro de cocaína, una dosis de 0,05 gramos
parece ser eicaz para un ser humano.
Un hombre, después de una inyección subcutánea de una solución ate-
nuada de cocaína, siente al principio una sensación de calor, después pierde

22 Nota del traductor: Expresión antigua para designar el ácido clorhídrico.

70
la sensibilidad en la zona de la inyección; inalmente, enrojece la piel, y des-
pués de treinta minutos vuelve a su estado normal. Aplicada en la lengua,
disminuye su sensibilidad nerviosa.
Hace poco tiempo, el doctor heodor Aschenbrandt, en el número 50
(1883) de Deutsche Med. Wochenschrit, se ha presentado como el paladín
de la cocaína porque le atribuye cualidades muy beneiciosas cuando existe
debilidad, especialmente la causada por la diarrea. Durante el mes pasado, el
profesor E. v. Fleischl, de Viena, y el doctor Sigmund Freud, médico del Hos-
pital General de Viena, han experimentado con esta preparación. El primero
airma que la cocaína, mediante inyección hipodérmica, ha demostrado ser
una ayuda muy valiosa contra el uso continuado de morina, y también para
contrarrestar una dosis letal de esta droga. Este hecho, por sí solo, debería
bastar para que este fármaco ocupara un lugar destacado entre los tesoros
de la medicina.
Los doctores que hemos mencionado dicen haber administrado el fár-
maco en forma de cloruro, en dosis de 0,05 a 0,15 gramos diarios, llegando
en algún caso a un máximo de 0,5 gramos, en solución acuosa. El doctor
Freud ha realizado varios experimentos consigo mismo y con otras personas
y, además de un constante aumento de fuerza física, ha detectado una ver-
dadera euforia generada por la coca. La sensación de hambre y el deseo de
dormir desaparecen mientras dura su acción.
En las líneas siguientes trataré la cuestión del valor terapéutico de la co-
caína, y debo señalar que hasta ahora sólo podemos establecer los funda-
mentos para futuras investigaciones. Para tal in se experimentará con el
fármaco en diversos campos de la medicina, así que esperamos obtener re-
sultados concluyentes sobre su valor real en breve.
La cocaína es un estimulante especialmente adecuado para potenciar la
capacidad de trabajo del cuerpo, sin consecuencias peligrosas. Su acción es
más potente que la del alcohol. Su empleo para este propósito en marchas o
ascensiones a montañas es evidente. En estos casos, la dosis debe estar entre
0,05 y 0,01 gramos, y se puede repetir cuando sea necesario.
Sigue siendo una cuestión a debatir si se pueden efectuar tareas mentales
durante más tiempo, o si se hacen más llevaderas con su uso. Incluso en ese
caso, de momento no podemos concluir si el psiquiatra podrá utilizar co-
caína para el propósito de inducir más energía en los centros nerviosos. La
administración subcutánea de cocaína en dosis de 0,0025 a 0,1 gramos se ha
utilizado durante meses en pacientes que sufren de melancolía, con algunos
resultados positivos.

71
La cocaína es un remedio para los problemas estomacales porque des-
pués de comer y beber en exceso produce una rápida mejora en el estado
del paciente, además de normalizar el apetito, cuando se utiliza en dosis de
0,025 a 0,05 gramos.
En la debilidad de estómago por atonía y en los trastornos nerviosos del
estómago, con el uso de cocaína se puede conseguir de vez en cuando una
vuelta a la normalidad.
También en la caquexia se recomienda el uso de cocaína de forma con-
tinua: tisis, anemias graves y iebres consuntivas. Administrando cocaína se
ha evitado la caquexia mercúrica que sobreviene con el uso continuado de
mercurio.
En cualquier caso, donde la cocaína tiene más futuro es en el asunto de la
morina, y tal vez también en los problemas derivados de la abstinencia del
alcohol. Un americano, W. H. Bentley, publicó en 1878 la observación de que
la coca puede paralizar el ansia del opiómano por la morina. Si se conirma
todo lo que se ha publicado en relación con este asunto, este fármaco tendrá
un valor incalculable. No se producen recaídas; al contrario, se puede dejar
de consumir coca en el momento adecuado sin volver a tener deseos de to-
mar morina. No aparecen depresión ni náuseas durante la terapia; diarreas
y constipados son los únicos síntomas observados.
En caso de una retirada del opio gradual o a largo plazo, se administran
dosis progresivamente menores de morina y mayores de cocaína. En casos
de crisis de abstinencia absoluta y repentina, se inyectan dosis de 0,1 gramos
en cuanto se siente deseo por la morina. Con este método se convierte en
innecesario el coninamiento en un sanatorio. El doctor Freud, quien ob-
servó un caso en que el paciente pasó a la fase de convalecencia positiva
después de diez días de tratamiento con cocaína (0,1 gramos por vía sub-
cutánea, tres veces al día), cree que existe un antagonismo directo entre la
morina y la cocaína.
El tratamiento del hábito del alcohol es mucho más complicado. Los pri-
meros experimentos también proceden de América, y parecen haber con-
cluido favorablemente.
Este fármaco también se ha recomendado como afrodisíaco, y el doctor
Freud ha observado, sin lugar a dudas, que aparece excitación sexual tras la
administración de cocaína.
Como ya se ha indicado, en cuanto la cocaína entra en contacto con la
membrana mucosa, produce en ella una pérdida temporal de sensibilidad.
Por ello, no sólo se han realizado intentos de curar ciertas afecciones de la

72
laringe y la garganta, sino que se espera que se emplee como anestésico local
en las operaciones de laringe. En el campo de la otalmología también parece
estar asegurado el uso frecuente de la cocaína.
El 15 de septiembre, en la reunión de la Sociedad Otalmológica de Hei-
delberg, se habló sobre los experimentos del doctor Koller, establecido en
Viena. El doctor Koller ha experimentado en ojos de animales —además de
en los suyos propios— en varias ocasiones, y ha descubierto que, inmedia-
tamente después de aplicar una solución de cloruro de cocaína al dos por
ciento, se produce cierta quemazón que dura menos de un minuto, a la cual
sucede una vaga sensación de sequedad. Los párpados del ojo quedan más
abiertos; desaparecen la acción releja que se produce cuando nos aproxima-
mos a la córnea, el movimiento de la cabeza, el de los párpados y el retrai-
miento del globo ocular. En este estado, se puede frotar la córnea con una
cucharilla sin que aparezcan sensaciones desagradables; incluso se pueden
extraer los bulbos conjuntivales con fórceps.
La anestesia del ojo dura unos diez minutos, aunque la falta de sensación
puede persistir durante algunas horas. Entre veinte y treinta minutos des-
pués de la instilación, la pupila se dilata, y vuelve a su estado normal en unas
horas (doce, aproximadamente). La única anormalidad observada en este
período es una ligera parálisis de la acomodación ocular que se soluciona
fácilmente. En cuanto al resto de las funciones, todas siguen intactas.
El doctor Koller ha determinado el efecto anestésico de la cocaína en
animales a los que había provocado una queratitis por irritación causada por
cuerpos extraños. Él pronostica un gran futuro para la cocaína en la labor
de eliminar cuerpos extraños de la córnea, así como en operaciones de más
entidad (eliminación de cataratas, iridectomía), o como agente narcótico en
afecciones de la córnea o la conjuntiva. En breve se determinará cuál es la sal
de cocaína que puede utilizarse con mayor éxito en otalmología.
Falta decir que los experimentos cuyos resultados hemos descrito se
han efectuado, sin excepción, con las preparaciones comercializadas bajo el
nombre de ‘Solución de cloruro de cocaína de Merck’; sólo a ellas son aplica-
bles las dosis y los efectos que hemos mencionado.

73
Sobre el uso de la cocaína para anestesiar el
ojo23
Karl Koller

Me gustaría informar sobre algunos experimentos que he realizado en el


ámbito de la anestesia ocular. Es de conocimiento público que la cocaí-
na, el alcaloide que Niemann, discípulo de Wöhler, extrajo de las hojas de
Erythroxylon coca, posee la notable propiedad de anestesiar la punta de la
lengua cuando se aplica localmente. Esta propiedad fue descubierta por el
profesor Schrof, el primero en mencionarlo en 1862 ante esta sociedad. Se
sabe también que la cocaína, por medio de la circulación sanguínea, contrae
las arterias periféricas, y también que dilata la pupila tanto mediante apli-
cación sistémica como local. De esto se puede deducir que se ha instilado
cocaína en el ojo durante los últimos años, y los fenómenos a los que no se
ha prestado atención serán el objeto de mi comunicación.
La aplicación interna de cocaína de forma repetida se ha abandonado.
En el año 1880, el doctor von Anrep publicó un detallado artículo experi-
mental sobre la cocaína, al inal del cual señalaba que su acción anestési-
ca local puede ser relevante. Para nosotros, los médicos de Viena, quien ha
puesto de relieve la importancia de la cocaína ha sido mi colega del Hospital
General, el doctor Sigmund Freud. Comenzando con el supuesto de que una
sustancia que paraliza las terminaciones nerviosas de la mucosa de la lengua
podría ejercer la misma acción en la córnea y la conjuntiva, he realizado, en
el laboratorio del profesor Stricker, varios experimentos con animales, de los
cuales he obtenido los resultados que describo a continuación.
Unas pocas gotas de una solución acuosa de cloruro de cocaína, aplicadas
en la córnea de una cobaya, conejo o perro, o instiladas en el saco conjunti-
val de la forma habitual, causan un breve parpadeo, consecuencia evidente
23 Koller, Karl, “Über die Verwendung des Kokains zur Anasthesierung am Auge”, Wien. Med.
Wochenschr 1884;34:1276.
Versión inglesa: “On the use of cocaine to anaesthetize the eye”. En: Knapp, H., Cocaine and
its uses in ophthalmic and general surgery, G. P. Putnam’s Sons, New York & London, 1885.

75
de una ligera irritación. Después de medio o un minuto, el animal vuelve a
abrir los ojos, que gradualmente adoptan una mirada ija. Si se toca la córnea
con la cabeza de un aliler (evitando rozar las pestañas), los párpados no se
cierra por relejo, el globo ocular no se mueve, el animal no retira la cabeza y
permanece completamente quieto; con la aplicación de más gotas podemos
observar que la córnea y la conjuntiva quedan anestesiadas completamente.
En relación con el asunto de la anestesia, debo mencionar algunos puntos
de interés práctico:
1. El efecto anestésico de la cocaína es acumulativo hasta cierto punto.
Si cuando se está retirando el efecto se vuelve a instilar cocaína, se ob-
tiene una segunda acción anestésica que dura más que la primera. De
esta forma, mediante instilaciones cada cinco minutos durante un largo
período, he llegado a lograr una anestesia completa de quince a veinte
minutos de duración.
2. La anestesia es principalmente local, es decir, es más intensa en los si-
tios que han estado en contacto con la solución directamente y durante
mayor tiempo.
3. Puesto que puede demostrarse que la cocaína se absorbe, y que con cada
instilación penetra cierta cantidad en el interior del ojo, podemos supo-
ner a priori que la estructuras más internas del ojo podrían anestesiarse
si a ellas llegaran cantidades suicientes del fármaco. Pero, puesto que
la absorción requiere algún tiempo, y la anestesia de la córnea es de
duración breve, ésta habrá desaparecido antes de que aparezca en el iris
y los cuerpos ciliares. Por tanto, debemos anestesiar de nuevo la córnea.
Pueden cumplirse las dos condiciones mediante aplicaciones sucesivas.
Con instilaciones de una solución al 5%, realizadas cada cinco minutos
y continuadas durante media hora, he logrado veriicar la acción sobre
las partes más internas del globo ocular, en la medida en que su sensibi-
lidad se redujo en gran medida.

Estoy en deuda con la generosidad del doctor von Reuss, cirujano de la clí-
nica del profesor von Jäger, por la posibilidad de probar, durante las últimas
semanas, la acción de la cocaína en los ojos de sus pacientes.
Desde el principio he pensado que la cocaína podría utilizarse terapéuti-
camente en dos direcciones: en primer lugar, como narcótico en afecciones
que cursan con dolor, y en segundo lugar como agente anestésico en las ope-
raciones oculares.

76
En lo que respecta a la primera aplicación, espero que su acción sea be-
neiciosa en las enfermedades de la córnea y la conjuntiva que van acom-
pañadas de dolor y fotofobia. He utilizado cocaína en numerosos pacientes
que sufrían conjuntivitis linfática con erupciones y úlceras en la córnea, y
una solución al 2% en un paciente afectado de eritema lictenular. Todos
los pacientes tratados de esta forma dicen que unos minutos después de las
instilaciones se sienten mejor, y que el dolor y la fotofobia disminuyen con-
siderablemente. No obstante, con la misma unanimidad se quejan de que
dos o tres horas después de la aplicación vuelven el dolor y la fotofobia. En
consecuencia, podemos esperar que mediante aplicaciones repetidas a esos
intervalos, el dolor y la fotofobia puedan eliminarse permanentemente, o al
menos reducirse. Este modo de aplicación aún no se ha probado. Bajo las
condiciones a las que me he limitado en mis experimentos no he observado
inluencia en los diversos procesos patológicos en ningún sentido.
Paso a tratar la segunda forma de empleo de la cocaína: como agente
anestésico en las operaciones oculares. Realiza un excelente servicio a la
hora de eliminar cuerpos extraños de la córnea, que a menudo es una tarea
muy difícil debido a la agitación que muestra el paciente. En numerosos
pacientes (unos treinta) induje anestesia instilando dos gotas de una solu-
ción al 2% en la córnea, mientras el paciente miraba hacia abajo. Repetí la
aplicación en un intervalo de tres a cinco minutos. Todos estos pacientes
airmaron haber perdido la sensación de cuerpo extraño; dejaban sus ojos
totalmente quietos mientras se extraía el cuerpo extraño de la córnea con
una aguja, y cuando se les preguntaba qué habían sentido, todos contestaban
que no habían notado nada.

77
La coca erythroxylon y sus derivados24
Resumen de su historia, origen botánico, producción y cultivo, composición
química, aplicaciones terapéuticas; acción isiológica y preparados
medicinales.
Incluyendo informes sobre su empleo en: cirugía general y secundaria,
otalmología, otología, laringología, ginecología, cirugía genitourinaria, nasal
y dental, tratamiento de la adicción al alcohol y al opio, medicina general,
etc.

Introducción
Pensamos que una narración sencilla de los hechos relacionados con el ar-
busto de la coca y sus derivados, y especialmente de su alcaloide —la cocaí-
na— y del extraordinario papel que sus distintas preparaciones tienen en la
práctica, constituye un capítulo de la historia de la medicina y de la cirugía
lleno de interés no sólo para el médico, el cirujano y el terapeuta moderno,
sino también para todos los que reconocen la importancia de una droga que,
gracias a sus propiedades estimulantes, puede sustituir a la comida, conver-
tir al cobarde en valiente, al silencioso en elocuente, liberar de su esclavitud
a los adictos al alcohol y al opio; y, como agente anestésico, permitir a quien
sufre ser insensible al dolor, y al cirujano elevar el nivel de lo que podemos
llamar ‘cirugía estética’ hasta un punto antes inalcanzable.
El propósito de esta recopilación es presentar estos datos para beneicio
de la profesión médica, y con ello mostrar el amplio rango de aplicaciones
de la droga y de sus derivados, así como describir algunos de los preparados
más adecuados para el uso interno y externo que ya se han presentado a este
gremio.

24 Extracto de un folleto publicitario de la compañía Parke, Davis & Company publicado en


1885. Compilado por el Departamento Cientíico de Parke, Davis & Co., Detroit y Nueva
York, 1885. Incluido en: Cocaine Papers, edición de Robert Byck, he Stonehill Publishing
Company, 1974.

79
Aplicaciones en medicina y cirugía. Preparaciones más
adecuadas para uso interno, tópico e hipodérmico
Una enumeración de las enfermedades en las que la coca y la cocaína han
demostrado ser útiles debería incluir casi todos los tipos de problemas de
salud. La prensa médica está tan repleta de informes sobre su eicacia en
tantas afecciones que un optimista podría pensar que no resulta exagerado
suponer que la coca y sus derivados son la panacea universal contra los ma-
les de la humanidad.
Dejando a un lado las exageraciones propias del entusiasmo, no pode-
mos dudar de que la cocaína merece un lugar al lado del opio y la quinina
en los ámbitos de la medicina y la cirugía, y se ha observado que la coca es
mejor estimulante y energizante que el té y el café.
Podemos resumir de este modo las aplicaciones terapéuticas de la cocaína:
1. Estimulante para realizar trabajos físicos o mentales no habituales.
2. Para los problemas de estómago.
3. En la caquexia.
4. Para combatir los problemas derivados del consumo de morina y al-
cohol.
5. Contra el asma.
6. Como afrodisíaco.
7. Como anestésico local.

Su utilidad como anestésico local ha sido más sobradamente demostrada


que cualquier otra aplicación. Es, con toda seguridad, el mejor agente que
el médico o cirujano tiene a su disposición para facilitar intervenciones
quirúrgicas menores, exploraciones y operaciones de cualquier tipo. Ha de-
mostrado su utilidad no sólo para el otalmólogo, el otólogo, el laringólogo,
el ginecólogo, el rinoscopista, el dermatólogo, el cirujano maxilofacial y el
cirujano genito-urinario, sino también para el médico de familia.

Preparaciones de coca y cocaína disponibles en el mercado.


Instrumentos para su correcta administración y aplicación
Entre los preparados existentes podemos mencionar los siguientes, que con-
sideramos que incluyen todas las necesidades de los médicos y los cirujanos
en los diversos ámbitos de la práctica médica:

Extracto de coca luido. Alcaloide de cocaína.


Vino de coca. Citrato de cocaína en solución al 4 %.

80
Tónico reconstituyente de coca. Hidrobromato de
cocaína puro en cristales.
Cigarros de coca. Hidrobromato de
cocaína en solución al 4%.
Cigarrillos de coca. Cloruro de cocaína
puro, en cristales.
Inhalador de cocaína. Solución de
cloruro de cocaína al 2%.
Oleato de cocaína al 5 %. Solución de cloruro de
cocaína al 4 %.
Solución de salicilato de cocaína al 4%.

Además de estas preparaciones, se ha comercializado un estuche muy com-


pleto de cocaína, que contiene todo lo necesario para la aplicación tópica de
este fármaco, y que incluye una jeringa hipodérmica, un pincel de pelo de
camello, una pipeta pequeña, un vial con una solución de cloruro de cocaí-
na, cinco cápsulas con 0,065 gramos de cloruro de cocaína cada una, y una
tarjeta con instrucciones para preparar soluciones de cloruro de cocaína al
dos por ciento y al cuatro por ciento.
Es evidente que el extracto luido de coca, el vino de coca y el tónico
reconstituyente de coca son las presentaciones más adecuadas para la ad-
ministración oral; las soluciones en forma de sales, para el uso anestésico
mediante administración tópica o hipodérmica; el oleato de cocaína, para el
tratamiento de la neuralgia de los nervios supericiales así como para anes-
tesiar un diente sensible que hay que empastar; los cigarros, cigarrillos e
inhaladores de coca, para las afecciones respiratorias, la tos espasmódica, la
bronquitis, etc.

Cigarros y cigarrillos de hojas de coca


Hemos experimentado durante algún tiempo con la hoja de Erythroxylon
coca en forma de cigarro, en primer lugar para asegurarnos de si la droga
produce efectos isiológicos con esta forma de administración, y en segundo
lugar en vistas a una nueva aplicación terapéutica. Aún es demasiado pronto
para expresar una opinión positiva acerca de este último punto, pero tengo
suiciente experiencia para decir algo sobre lo primero.
Poco después de comenzar mis experimentos, descubrí que el doctor
Louis Lewis utilizaba con éxito la coca, en forma de cigarrillo, para el trata-
miento de las afecciones de la garganta, y como airma que lleva utilizando

81
la droga de esta forma desde hace nueve años, podemos dar crédito a sus
palabras.
Los cigarrillos del doctor Lewis están elaborados en parte con coca, y en
parte con tabaco. Esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Sin entrar en
discusiones sobre el tema, yo utilizo un cigarro hecho de hoja de coca pura,
con un envoltorio de tabaco suave de primera calidad, y un cigarrillo de hoja
de coca, sin tabaco, envuelto con papel de arroz de primera calidad. Quienes
no tienen problemas con el tabaco pueden utilizar los cigarros, y los que sí
tienen problemas pueden consumir los cigarrillos; para quienes no les gusta
el envoltorio también elaboro un tabaco con hoja de coca, sin ningún otro
añadido, que puede fumarse en pipa.
La coca es bien conocida por la profesión médica, por lo que no es nece-
sario ofrecer más que una breve descripción de sus propiedades. Personal-
mente, creo que el efecto de fumar hojas de coca conirma que esta droga
produce una estimulación general de los sistemas circulatorio y nervioso.
Fumar e inhalar el humo de uno o dos cigarros eleva mi pulso en ocho o
nueve latidos por minuto. También disminuye la sensación de fatiga. Al fu-
marlos por la noche, en mi caso y en el de varios de mis pacientes, produce
un estado de vigilia similar al del café fuerte.
La estimulación generada no parece conllevar después ninguna sensa-
ción de abatimiento o depresión. La considero beneiciosa después de una
comida copiosa, igual que cuando fumamos un puro hecho con buen taba-
co. Parece proporcionar más fuerza al sistema muscular y al intelecto, con
un indescriptible sentimiento de satisfacción.
Resumiendo, la coca fumada parece producir el mismo efecto sobre el
organismo que la que se administra internamente en forma de extracto lui-
do, vino o elixir, pero en menor grado. La coca alivia la debilidad nerviosa
y el agotamiento en todas sus formas, sean causados por enfermedades o
por cometer excesos. La fatiga desaparece y sobreviene un sentimiento in-
descriptible de calma y satisfacción, mayor fuerza cerebral y muscular y un
deseo por realizar actividades mentales y musculares.
La coca se ha utilizado con éxito en el tratamiento de la adicción al opio.
Es también un excelente sustituto del tabaco. Se ha empleado con éxito en
casos de dispepsia, latulencia, cólicos, gastralgia, enteralgia, histeria, hi-
pocondría, irritación espinal, convulsiones idiopáticas, hipersensibilidad
nerviosa, y en la debilidad subsiguiente a las afecciones agudas de carácter
severo. Al ser un agente energizante muy valioso, es un fármaco muy útil en
la consunción y en las enfermedades debilitantes en general. Es también de

82
gran valor en los dolores de cabeza de origen nervioso, las migrañas. Tam-
bién se dice que es afrodisíaco.

Uso hipodérmico de la cocaína


El uso hipodérmico de la cocaína ha sido perfectamente explicado por J.
M. DaCosta en el artículo titulado “Algunas observaciones sobre el uso del
clorhidrato de cocaína, especialmente su uso hipodérmico”, leído ante el Co-
legio de Médicos de Filadelia y publicado en la revista Medical News el 13
de diciembre de 1884.
Lo interesante de esta droga es su administración hipodérmica para de-
terminar sus efectos sobre el organismo en general. Comenzamos con una
solución de al menos un 2%, y después continuamos con otra al 4%. No
detectamos cambios en el pulso, la respiración ni la temperatura; tampoco
hubo anestesia local en el sitio de la inyección.
En lo que respecta al efecto general del clorhidrato de cocaína por vía
hipodérmica, tiene alguna, pero no demasiada, inluencia sobre las sensa-
ciones. La mayoría de los pacientes hablan de una sensación de calor por
todo el cuerpo, que comienza en el sitio de la inyección y se generaliza en
un período de cinco a diez minutos; sin embargo, no dura mucho tiempo.
En términos generales, hay cierta reducción generalizada de la sensibilidad,
aunque no muy marcada y de carácter transitorio. En cuanto a la tempera-
tura, se eleva un poco, de medio grado a un grado y medio, y se mantiene
durante varias horas.
El efecto más notable de la inyección hipodérmica de cocaína tiene lugar
sobre la circulación. El pulso puede acelerarse o ralentizarse un poco, pero
siempre se hace más fuerte.
El efecto sobre las pupilas es muy marcado. Se dilatan rápidamente, y con
esta alteración la visión puede volverse algo borrosa. La dilatación de las pu-
pilas después de la inyección hipodérmica no dura más de un par de horas, y
en este período el examen otalmoscópico queda facilitado en gran medida.

La cocaína en el tratamiento de las adicciones al alcohol y al


opio, y como antídoto en casos de envenenamiento por opio
El extenso estudio de la cocaína y sus sales, consecuencia del descubrimien-
to de su acción anestésica, ha puesto de relieve el valor terapéutico de esta
droga en el tratamiento de las adicciones al opio y al alcohol.
Aunque se sabe desde hace mucho tiempo que los efectos tónicos y estimu-
lantes de la coca y sus derivados son valiosos para contrarrestar la acción

83
depresiva del opio y el alcohol, han sido investigaciones recientes las que
han demostrado que la cocaína es un buen remedio en estos casos. Su acción
isiológica y sus efectos terapéuticos no dejan duda en lo relativo a su gran
eicacia en el tratamiento de la adicción al alcohol, su acción casi especíica
para aliviar a las víctimas de la adicción al opio, y su efecto como antídoto en
en casos de envenenamiento por opio o sus preparados.
El profesor von Fleischl y el doctor Sigmund Freud, de Viena, han estu-
diado con todo detalle la acción de la cocaína, y como resultado de sus obser-
vaciones han determinado que esta droga constituye una ayuda muy valiosa
contra el uso continuado de morina, así como contra una dosis letal. Estos
experimentadores han administrado la droga en forma de cloruro, en solu-
ción acuosa, en dosis de 0,05 a 0,15 gramos diarios, llegando a 0,5 gramos.
En los casos de retirada gradual del opio, se administran dosis decre-
cientes de morina y crecientes de cocaína. En casos de abstinencia total y
repentina, se inyectan subcutáneamente dosis de 0,01 gramos en cuanto se
siente deseo de tomar morina. Con este método se hace innecesario el in-
ternamiento en un sanatorio.

El uso de la cocaína en los trastornos nerviosos


En una reciente reunión de la Asociación Neurológica Americana, el doctor
J. K. Bauduy, de San Luis, leyó un informe en el que narró su experiencia
con el uso de la cocaína en el tratamiento de ciertas formas de trastorno
físico. Una carta, remitida por el doctor L. Bremer, de San Luis, airma que el
doctor Bauduy ha utilizado cocaína en casos de melancolía, con excelentes
resultados.
El doctor Bremer tuvo la oportunidad de ver el rápido y maravilloso efec-
to que la inyección hipodérmica de 0,065 gramos produjo en un paciente de
diecisiete años, internado por padecer hebefrenia. La administración de esta
cantidad de cocaína produjo una transformación mágica. Cuatro minutos
después de la inyección, el paciente comenzó a hablar; conversaba de forma
abierta y sensata sobre la naturaleza de su problema. En otro caso, un joven
padecía una forma grave de melancolía, además de un rechazo a recibir ali-
mentos. Cinco minutos después de la administración de la droga, tenía una
apariencia tranquila y comió todo lo que se lo ofreció. Por lo que sabemos,
el doctor Bauduy ha sido el primero en probar cocaína para la melancolía.

84
La coca y sus aplicaciones
terapéuticas25
Ángelo Mariani

INTRODUCCIÓN

Cada raza tiene sus modas y sus inclinaciones. Los hindúes mascan betel;
los chinos aman con pasión la potente intoxicación de opio; los europeos
pasan sus horas de ocio fumando, mascando o esnifando tabaco. Guiados
por un instinto más feliz, los nativos de Sudamérica han adoptado la coca.
Cuando son jóvenes, se la roban a sus padres; después dedican sus primeros
ahorros a comprarla. Sin ella padecerían vértigo en las cumbres de los Andes
y se sentirían más débiles en su duro trabajo en las minas. La llevan a todas
partes, e incluso cuando duermen mantienen la apreciada mascada en su
boca.
Pero, ¿deberíamos considerar la coca un simple producto que se mas-
tica? ¿Debemos aceptar como irrevocable la decisión de ciertos terapeutas,
según los cuales la cocaína no tiene ningún valor y la coca es un producto
superluo?
Durante varios años, laringólogos como Fauvel, de Francia, Morell Mac-
kenzie y Lennox Browne, de Inglaterra, y Elsberg, de América, han defendi-
do el uso de la coca. Bajo tal patrocinio, la coca y sus preparaciones no han
tardado en hacerse populares. Charles Fauvel fue el primero en usarla como
tónico general, con un efecto especial sobre la laringe, y en informar sobre
sus cualidades anestésicas y analgésicas. La coca se recomendó, a partir de
estudios empíricos, para la estomatitis, la gingivitis, los trastornos gástricos
y la tisis (Rabuteau, en Eléments de thérapeutique et de pharmacologie).
Aunque se obtuvieron potentes efectos con esta valiosa medicina, su va-
lor completo era desconocido y existía diversidad de opiniones en cuanto a

25 Mariani, Angelo, Coca and its herapeutic Application, segunda edición, Nueva York, 1892.

85
su modo de acción, hasta las comunicaciones de Koller, de Viena, sobre la
coca y la cocaína, publicadas en 1884.
Estas interesantes publicaciones generaron tal cantidad de discusiones
entre los médicos que casi todos siguieron con entusiasmo su trabajo y ob-
servaron los espléndidos resultados conseguidos por el médico vienés (aho-
ra profesor de Otalmología en la Policlínica de Nueva York).
Los estudios realizados con los principios activos de la coca han corrobo-
rado totalmente nuestras predicciones, y probablemente ningún otro asunto
ha recibido mayor atención que las virtudes de este pequeño arbusto perua-
no, que anteriormente en Europa sólo generaba indiferencia.
El estudio cientíico de los principios activos de la coca puede conside-
rarse inalizado; y creemos que ha llegado el momento de resumir los datos
relacionados con este agente terapéutico, de forma que el empleo de nuestras
preparaciones pueda basarse en una experiencia clínica positiva.
El propósito de este modesto trabajo es ofrecer a la profesión médica un
breve informe sobre la historia de la coca, y sobre las investigaciones que ha
inspirado hasta este momento.
Proponemos dividir la materia en cinco partes.
1ª. Describiremos las características botánicas de la coca y hablaremos
también de su cultivo y el método de recolección.
2ª. Su historia, propiedades y usos.
3ª. Las investigaciones isiológicas realizadas con la coca, dedicando un
apartado especial a la cocaína.
4ª. Sus aplicaciones terapéuticas.
5ª. Por último, citaremos algunas conclusiones y explicaciones genera-
les relacionadas con el método de empleo de sus distintas preparaciones,
basadas en observaciones realizadas por médicos competentes de Europa y
América.

CAPÍTULO I

Erythroxylon coca, sus propiedades botánicas


La coca es originaria de Sudamérica. Los botánicos diieren en cuanto a la
familia en la que debe ser incluida. Linneo, De Candolle, Payer, Raymundi
de Lima, Huntk y otros la clasiican en la familia de las Erythroxyleae, de las
cuales sólo existe un género, el Erythroxylon, mientras que Jussien adopta
otra clasiicación y la incluye en la familia de las Malpighiaceae (género Se-

86
thia). Lamarck, por el contrario, cree que esta planta debería ser clasiicada
en la familia de las Nerprem (Rhamneae).
Erythroxylon Coca es un arbusto que alcanza una altura de 1,80 a 2,70
metros de altura, y cuyo tallo tiene el grosor de un dedo. En nuestro clima
no puede desarrollarse, excepto en un invernadero, y en ese caso su altura
no superaría un metro.
La raíz, más bien gruesa, muestra múltiples divisiones uniformes. Su
tronco está cubierto con una corteza estriada y rugosa, casi siempre sin pe-
lillos y de un color blanquecino. Sus ramas, más bien numerosas, a veces
quedan cubiertas por una especie de pinchos cuando la planta se cultiva en
un suelo al cual no se adapta bien.
Las hojas, que se pierden espontáneamente al inal de cada temporada,
son alternantes, pecioladas y con estípulas dobles intraaxilares en la base. Su
forma es elíptica-lanceolada, y su tamaño varía de acuerdo con la naturaleza
de la planta y del suelo en el cual crece.
La hoja de coca recolectada en Perú es normalmente más grande y grue-
sa que la de la coca de Bolivia. Es también más rica en alcaloides, y en con-
secuencia mucho más amarga.
La hoja de coca de Bolivia, más pequeña que la peruana, se valora igual
que la anterior, aunque contiene menos alcaloides. Posee un aroma tan sua-
ve y exquisito que los coqueros la preieren a cualquier otra.
Las hojas de coca de Brasil y Colombia son mucho más pequeñas que las
de Perú y Bolivia. Su color es mucho más claro. Al contener sólo trazas de
alcaloides, no tienen un sabor amargo, y poseen un aroma agradable, pero
muy volátil.
Una de las características más importantes de la hoja de coca es la dis-
posición de sus nervios. Se ven dos proyecciones longitudinales paralelas
a la nervadura central, las cuales, comenzando desde la base de la hoja, se
extienden hasta el vértice formando una ligera curva.
La parte superior de estas hojas es de un color verde muy bonito. La
supericie inferior es verde claro, excepto la parte cercana a la nervadura
central. En ese lugar hay una tira de un verde más oscuro que el resto, que se
convierte en marrón cuando la hoja está seca.
Las lores, pequeñas, de tamaño regular y hermafroditas, de color blan-
co o amarillo verdoso, se encuentran solas o agrupadas, en pequeños haces
situados en la bráctea de las hojas. Están sujetas por un pedicelo espigado,
un poco hinchado en la parte superior, y cuya longitud no supera un centí-
metro. Los sépalos, unidos por la base y de forma lanceolada, son de color

87
verde y su parte superior es blanquecina. Los pétalos, de medio centímetro
de longitud, en forma de punta, cóncavos y de color blanco amarillento, des-
prenden un olor agradable. Tienen un apéndice exterior del mismo color
y la misma consistencia, a cuyos lados hay una hoja imbriada ascendente,
con la forma de un triángulo irregular. Los estambres, al principio unidos a
un tubo en un tercio de su longitud, se separan después en una especie de
cuerdas blancas subuladas, provistas de una antera ovoidal que se extiende
un poco por encima de los pétalos. El ovario tiene forma ovoidal y color
verde; se hace más grueso en la parte superior, formando una especie de
tejido glandular amarillento. El estilo, que se levanta sobre él, se divide en
tres ramas divergentes que incluyen cuerpos papiliformes orbiculares en el
extremo, insertados oblicuamente en una ina pátina.
El fruto es una drupa de forma ovoidal y elongada, de algo más de un
centímetro de longitud, de un color rojizo cuando está fresco, y con una
pulpa tierna y densa que contiene una semilla. Esta semilla muestra surcos
longitudinales y proyecciones verticales alternantes que forman un hexágo-
no irregular. Cuando el fruto está seco, su piel adquiere un color marrón,
se marchita y forma moho en las protuberancias y partes irregulares de la
semilla.

El cultivo de la coca
La Erythroxylon Coca parece proceder de Perú, desde donde se llevó el culti-
vo a Bolivia, Ecuador, Nueva Granada y Brasil, es decir, a toda la zona cálida
de Sudamérica.
Durante algún tiempo —a consecuencia de la extensión del consumo de
coca, y por una razón aún más fuerte, ahora que se aproxima el momento
en que el consumo de coca será mayor— se ha plantado coca en regiones en
las que este arbusto era desconocido. Nos agrada recordar que los intentos
han tenido éxito en las Antillas, gracias a los esfuerzos desinteresados de
nuestro amigo, el doctor Bétancès. También presentamos con sumo placer
una comunicación de este ilustre doctor a la Sociedad de Aclimatación de
Francia, tal como apareció en Revue Diplomatique, el 17 de marzo de 1888.

El doctor Bétancès ha logrado aclimatar la coca a las Antillas.


Tras una considerable inversión, y después de numerosos
envíos de semillas y transportar plantas (con gran diicultad)
a Puerto Rico y Santo Domingo, el doctor Bétancès tuvo el
placer de recibir una bonita rama de coca en plena loración,

88
que le fue enviada por monseñor Mereño, arzobispo de San-
to Domingo. Esta ramita, que los miembros de la sociedad
pudieron examinar, excitó una viva curiosidad y mereció
los elogios de M. Geofroy Saint-Hilaire. Procedía de una
planta de sólo dieciocho meses [...] En Puerto Rico la planta
alcanza una altura mayor que en Perú [...] El doctor Bétancès
también ha recibido una caja llena de bonitas hojas, que fue
enviada después al señor Mariani [...] Es por tanto evidente
que la planta puede cultivarse en las Antillas, y que puede
convertirse en una fuente de riqueza para ese país.

Plantaciones de ese tipo seguramente prosperarían en Córcega o Argelia, re-


giones donde el clima, en algunas zonas, es similar al de los países tropicales.
Es un hecho que este arbusto no se desarrolla completamente si la tempera-
tura media no está entre quince y dieciocho grados centígrados. Pero no es
suiciente que haga calor; también es necesario un alto grado de humedad.
Por eso se encuentra principalmente en las laderas de las colinas y en la parte
baja de los valles de los bosques que abundan a ambos lados de los Andes.
Lamentablemente, estas regiones están muy distantes de la costa, y por ello
carecen de buenos medios de transporte. Es principalmente a esto —la di-
icultad del transporte— a lo que se debe el precio relativamente elevado de
las hojas de coca.
El cultivo de los árboles de coca da comienzo plantando las semillas en
lechos llamados almácigos. En cuanto la planta aparece, se la protege del
calor del sol por medio de mallas y esterillas. Cuando alcanza una altura de
entre cuarenta y cincuenta centímetros, se instala en surcos de dieciocho
centímetros de largo y siete de profundidad, teniendo cuidado de que cada
planta esté separada de su vecina por la distancia de un pie.
Durante el primer año, en los espacios intermedios se siembra maíz, que
sobrepasa rápidamente el arbusto y sustituye a las mallas.
El crecimiento del arbusto es más bien rápido, y alcanza su altura plena
en unos cinco años. Es productiva antes de alcanzar su altura máxima, que
suele ocurrir unos tres años y medio después de haberse plantado. Después
de eso, cuando la estación ha sido especialmente húmeda, da frutos hasta
cuatro veces por año.
Se ha intentado aclimatarla en Europa, pero hasta ahora sin éxito. Ya en
1869 se intentó cultivar en el Jardín Botánico de Hyères, pero no se obtuvie-
ron resultados satisfactorios. En 1872 presentamos dos ejemplares al ilustre

89
director del Jardín de Aclimatación de parís, M. Geofroy Saint-Hilaire, y a
pesar de todos los cuidados a los que se sometió a las jóvenes plantas, no lle-
garon a desarrollarse completamente. Pueden verse algunas frágiles plantas
de coca en el Jardín de las Plantas de París, en el Jardín Botánico de Londres,
en el de Bruselas, etc., además de en los terrenos de algunos grandes horti-
cultores de Gand, especialmente Van Houten. Como puede suponerse, estos
ejemplares de Erythroxylon Coca están muy lejos de ofrecer una idea de la
planta cuando crece al aire libre, en suelo y temperatura favorables para su
desarrollo.

La cosecha de la coca
La planta comienza a dar cosechas cuando tiene alrededor de un año y me-
dio de edad. La única parte que se utiliza de la planta es la hoja. Debe reco-
gerse cuando el clima es húmedo; se suele encomendar la tarea a las mujeres,
y simplemente consiste en arrancar las hojas con los dedos. Las hojas se
colocan en mandiles, se llevan cuidadosamente cubiertas para protegerlas
de la lluvia y la humedad, se secan y después se empaquetan.
Citamos el siguiente pasaje de Viaje a la región del Titicaca, de Paul Mar-
coy (mayo de 1877):

De todos los valles del grupo de Carabaya, el de Ituata es


donde se cultiva coca a mayor escala. En ese momento esta-
ban en plena temporada de cosecha, y los braceros iban en
ila. Hombres y mujeres llevaban un hatillo sobre los hom-
bros, en el cual colocaban las hojas, después de recogerlas de
una en una. Estas hojas, extendidas sobre grandes telas, se
exponían al sol durante dos o tres días, después se metían en
sacos grandes y después se enviaban a todas partes. El día en
que inaliza la cosecha de las hojas, los hombres y las mujeres
que han tomado parte en la labor se reúnen y celebran, con
danzas y libaciones, el placer que experimentan por haber
terminado el trabajo.

En 1851, la producción anual de Bolivia se estimó en más de 600.000 kilo-


gramos de hojas de coca, de los cuales tres cuartas partes procedían de la
provincia de Yungas.

90
CAPÍTULO II

Historia de la coca
En Sudamérica se conoce la coca desde tiempos inmemoriales. Cuando Pi-
zarro llegó a la costa peruana, la hoja de coca era muy apreciada por los nati-
vos. Se consideraba una planta divina, una representación viva de la deidad,
un fetiche de cualidades maravillosas y sobrenaturales, y los campos donde
crecían se adoraban como si fueran santuarios. No se permitía a todo el
mundo utilizarla; era un privilegio de los nobles y los sacerdotes, y una de
las mayores recompensas que el soberano podía conceder a sus súbditos, el
privilegio de mascar hojas de coca, era muy valorado.
Aunque pueda parecer una superstición extraña, es innegable y todos
los autores que han publicado informes sobre la conquista de las Indias la
corroboran. Nos bastará citar el testimonio de José Acosta, quien dice en las
cartas de su Historia natural y moral de las Indias, tanto del Este como del
Oeste, publicada en 1653: «Los indios la tienen en gran estima, y durante el
reino de los incas a la gente común no se le permitía utilizar coca sin permi-
so del gobernador».
La desaparición del imperio inca, lejos de disminuir la importancia de
la coca, por el contrario la convirtió en mucho más popular. Los nativos se
beneiciaron, con su libertad, de las restricciones impuestas por los legis-
ladores en lo relativo al consumo de coca, y pronto el uso de esta hoja fue
tan común que todos la han comparado con nuestro consumo de tabaco y,
como se ha dicho recientemente, sin sus inconvenientes. No es más probable
ver a un fumador embarcarse sin su tabaco que ver a un indio comenzar el
trabajo o hacer un viaje a no ser que su chuspa (talega) esté llena de hojas de
coca. Se sienta tres o cuatro veces diarias, coge algunas hojas, las mete de una
en una en su boca y las enrolla formando un aculio (mascada), añadiendo
un poco de llipta (lima), que coge de su siempre presente poporo. El poporo
es una pequeña calabaza, agujereada en la boquilla de la parte superior, en
la que el indio lleva su llipta. Esta llipta es un polvo blanco compuesto de
cenizas de hortalizas y de conchas calcinadas y pulverizadas, con el cual los
consumidores de coca se han acostumbrado, desde tiempos remotos, a ade-
rezar su mascada. En realidad, se trata de una sustancia alcalina con la que
se consigue aislar los principios activos de la hoja y que la acción de la coca
sea más rápida.
Entre los habitantes de Sudamérica, en los que el uso de la coca no se
extendió a las clases bajas hasta que inalizó el reinado de los incas, quienes

91
se reservaron para ellos, como hemos visto, el derecho a mascar las hojas, el
consumo de coca por parte de los niños está estrictamente prohibido. No se
dan este placer si no es en secreto, y les parece la cosa más dulce del mundo
porque está prohibida. Pero casi siempre su aliento, cargado con el legenda-
rio olor de la coca, les delata cuando están cerca de sus padres, quienes les
hacen pagar con castigos muy severos el placer que han robado, y al cual no
tienen derecho hasta que alcanzan la edad establecida. Sólo cuando crecen
se les permite mascar coca y llevar el poporo, que no abandonan ni siquiera
en la tumba.
Al llegar a la edad establecida, el joven indio es asignado a una mujer an-
ciana, que le retiene unas horas en su cabaña para iniciarle en los misterios
de la condición masculina. Tras esta ceremonia, ella le da la chuspa (talega
de coca), le hace entrega del poporo y le consagra como coquero. Es digno de
ver con qué orgullo el joven indio cruza el umbral de la sagrada cabaña, en
la que entró como niño unas horas antes y de la cual sale convertido en un
hombre, es decir, portando la chuspa y el poporo, y con permiso para mascar
sin problema, y delante de las personas mayores, esta valiosa hoja que le
había sido prohibida hasta ese momento.
¡Ninguna felicidad es comparable con la suya! Hay que ver con qué ai-
res de importancia saca las hojas de coca de su chuspa, las enrolla con los
dedos para formar una buena mascada, la cual lleva a la boca, la moja con
saliva y la coloca bajo la mandíbula, apretada contra la mejilla. Se le puede
ver llevando con cuidado el pequeño bastoncito cuya extremidad humedece
metiéndosela en la boca, y que sumergirá en el poporo para que la llipta se
adhiera a la parte húmeda.
Con mucho cuidado lleva a la mascada la parte del bastoncito cubierta
con llipta, y de ese modo realiza la operación de mezclar el polvo alcalino
con la hoja masticada. Es en ese momento cuando la coca proporciona al
joven la sensación más placentera. Sus mandíbulas la mastican lentamente,
su lengua la recoge y la enrolla contra la mejilla izquierda, y todas las papilas
gustativas de su boca se refrescan deliciosamente con los jugos balsámicos
y aromáticos de la preciada hoja, y mediante los lentos y controlados mo-
vimientos de deglución introduce los preciados jugos en la faringe y des-
pués en el estómago. Mientras realiza esta importante operación, sus ojos
adoptan una expresión de beatitud, en su rostro se dibuja una expresión de
alegría y gozo, y su mano derecha mueve lentamente el bastoncito alrededor
de la parte alta del poporo, donde se van depositando poco a poco las partí-

92
culas de llipta y coca masticada, que después de salir de su boca se adhieren
al extremo.
La única ocupación de sus primeros días como adulto es tomar la que-
rida coca y formar una especie de costra alrededor de su calabaza, que po-
demos comparar con el revestimiento de la pipa, con la diferencia de que
nuestros fumadores empedernidos ennegrecen cientos de pipas durante su
existencia, mientras que los indios forran una sola calabaza en toda su vida.
Tan es así que por el espesor de la costra formada alrededor de un poporo
podemos saber la edad de su propietario. Esta costra, que raramente supera
el espesor de un anillo en el poporo de un indio joven, termina alcanzando
las dimensiones del sombrerillo de una seta grande en el de un anciano.
La costra es producida por las partículas de coca y llipta, mezcladas con
saliva, que se depositan poco a poco alrededor de la boca del poporo al uti-
lizar el bastoncito. Estos sedimentos se van acumulando de forma casi im-
perceptible. Sólo con el paso de varios meses la supericie del poporo, sobre
el cual el coquero gira continuamente el bastoncito, queda cubierta con una
capa casi imperceptible de sustancia calcárea. Después de dos o tres años, las
capas superpuestas forman un anillo que va creciendo año tras año, y que
inalmente alcanza el espesor que hemos mencionado.
Como ya hemos dicho antes, el indio nunca deja su poporo, esté despier-
to o dormido, en casa o de viaje: el poporo siempre está enganchado a su
cinturón. Un indio se separaría de todo lo más querido en el mundo, excepto
de su poporo.
Tenemos la poco común y buena fortuna de poseer un poporo. Creemos
que es el único ejemplar existente en Europa. Lo debemos a la amabilidad de
M. Gauguet, que ha hecho numerosos viajes a Colombia, donde ha podido
ganarse tal simpatía entre los nativos que uno de sus ancianos jefes, que le
estaba especialmente agradecido, no tuvo problema en romper la costumbre
y provocar el enfado de sus compañeros al ofrecerle, en prueba de amistad,
el objeto de mayor valor para él: su poporo.
De este modo demostramos la gran importancia que para el indio tiene
la coca. Además, debemos reconocer que los primeros conquistadores vie-
ron con buenos ojos la pasión de los conquistados por su planta nacional.
De hecho, se dieron cuenta rápidamente de que el hábito de consumir coca
podía convertirse en una excelente fuente de ingresos. Garcilaso de la Vega,
un mestizo de primera generación, nos dice que en su época parte de los
impuestos se pagaban al conquistador en forma de hojas de coca. Los be-
neicios obtenidos con el comercio de esta planta eran tales que en algunos

93
momentos las rentas del obispo y de los sacerdotes de la catedral de Cuzco
procedían del diezmo impuesto sobre las hojas de coca.
Además, había otro propósito para favorecer el consumo de la coca entre
los indios. Éstos eran tratados como si fueran bestias de carga, y sus opre-
sores no tardaron en darse cuenta de que trabajaban mucho mejor cuando
tomaban coca. Mas adelante veremos que el reconocimiento de este hecho,
cuya exactitud no puede ponerse en duda, y que sirvió para estimular la
rapacidad de los salvajes conquistadores de aquella época, se ha convertido
en la actualidad en el medio para obtener uno de los más valiosos recursos
de la terapéutica contemporánea.
La elevada estima en que se tenía a la planta en los inicios de la conquista
iba a sufrir algún cambio. En el siglo xvii, por ejemplo, al tener más im-
portancia las cuestiones religiosas en los asuntos públicos, algunos teólogos
hicieron creer que la coca era un alimento, y que por ello su uso debería
prohibirse a los jóvenes y antes de tomar la comunión. El asunto fue objeto
de muchos debates, y no hay duda de que el consumo de coca habría sufrido
un fuerte golpe si el príncipe don Alonso de la Pina Montenegro no hubiese
declarado que la planta no contiene ningún principio alimenticio. Explica-
remos esta cuestión desde una perspectiva cientíica.
Aunque los habitantes de las Indias conceden mucha importancia al
uso de la coca, este producto no puede aclimatarse en nuestro hemisferio, y
nuestros antepasados, que adoptaron el uso del tabaco con avidez, se mos-
traron indiferentes ante la coca. Tal vez esta indiferencia debería atribuirse a
las exageraciones de los primeros importadores, que, al llegar a Europa aún
inluidos por las leyendas que escucharon en el Nuevo Mundo, atribuyeron
cualidades sobrenaturales a la nueva planta. La exageración de sus airma-
ciones fue pronto evidente. De esto a negar incluso su existencia sólo había
un paso. Y de este modo, durante más de dos siglos, nos vimos privados de
los beneicios derivados del uso racional de esta planta.
No obstante, no debemos creer que todos los escritores de esos dos siglos
guardaron un silencio absoluto en relación con la coca. El estudio de las
propiedades de la planta siguió siendo motivo de investigación para algunos
hombres ilustres. Eran pocos, es cierto, pero sabían bien que, además de la
icción, que ellos rechazaban, existía una realidad que aceptar.
Hacemos notar que Claude Duret, un magistrado de Moulins que escri-
bió un libro, publicado en 1605, titulado Las Plantas Maravillosas y Sorpren-
dentes de la Naturaleza, menciona la coca como una de las más valiosas de
su colección.

94
Nicolás Monardes, en la Historia General de las Plantas, publicado en
Lion en 1653, llama la atención sobre las propiedades de la coca.
En el siglo xvii, el abad Longuerue, teólogo, historiador y ilólogo, al
hablar de las colonias españolas de Sudamérica, dice, respecto de las minas
que vio en Perú: «Los negros no pueden trabajar en las minas, todos mue-
ren. Difícilmente nadie, aparte de los nativos, puede soportar este trabajo,
y es necesario relevarles con frecuencia y que masquen coca, sin la cual los
vapores tóxicos les matarían».
Linneo dice que la coca posee «el penetrante aroma de los estimulantes
vegetales, las virtudes energizantes de un astringente, las cualidades anties-
pasmódicas de la cerveza amarga y las propiedades nutritivas mucilaginosas
de los analépticos y las plantas alimenticias. Esta hoja demuestra enérgica-
mente su acción en todas las partes del organismo animal».
El padre don Antonio Julián escribió: «Esta planta es un buen preventivo
contra muchas enfermedades, repone las fuerzas perdidas y puede prolon-
gar la vida humana. Es lamentable que tantas familias pobres no posean este
preventivo para el hambre y la sed, que tantos empleados y trabajadores se
vean privados de este recurso para mantener sus fuerzas en medio del traba-
jo duro y prolongado, que tantos hombres viejos y jóvenes implicados en la
ardua tarea de estudiar no puedan extraer los beneiciosos resultados de esta
planta para prevenir el agotamiento de la fuerza vital, la debilidad cerebral y
el estómago, resultado frecuente del estudio continuado».
Böerhaave airma: «la saliva, cargada con todos los principios amargos
y mucilaginosos de la coca, lleva al estómago, además de fuerza vital, una
sustancia muy nutritiva que, una vez digerida y convertida en quilo abun-
dante y nutritivo, entra en el torrente sanguíneo y se convierte en el material
necesario para sostener el organismo humano».
No nos detendremos a citar los diversos escritos de observadores que
se han interesado por la coca. Puede inferirse de lo que ya hemos dicho
que la coca posee esta característica peculiar, es decir, permitir a quienes
la consumen soportar el mayor de los esfuerzos. Hombres que trabajan en
minas, correos que deben atravesar países montañosos sin poder descansar
demasiado; en pocas palabras, personas sujetas a sobreesfuerzos de cual-
quier tipo, todas ellas reconocen la acción fortalecedora y protectora de los
nervios propia de la coca. Les ayuda, les permite ahorrar fuerzas y les evita
caer en la lasitud: en resumen, aumenta su vitalidad.
Cuando un indio tiene un buen suministro de coca, lleva a cabo, sin nin-
gún miedo, los viajes más difíciles y largos, incluso a países afectados por las

95
iebres. Cuando pasa delante de un apachecta (un montículo de forma cua-
drangular que los nativos construyen en los bordes de los caminos para que
sirva de lugar de parada), el indio se despoja de su carga, saca la mascada de
su boca —siempre después de haberla aprovechando por completo— y, para
ganarse las bendiciones de Pachacamac —el dueño y señor del mundo— la
tira sobre la pequeña loma consagrada. De este modo, lo que caracteriza
especialmente a estas especies de tumuli son las verdes salpicaduras de coca
que las cubren literalmente.
Se da el nombre de coqueros a los mascadores de coca. Parece que esta
planta les procuraba sueños como los que genera el hachís. En la medici-
na aborigen, esta planta se utiliza para recubrir las heridas y todo tipo de
úlceras. Los indios también la usan para combatir el asma, la ictericia, los
cólicos, etc.
La coca se consume principalmente en Perú, Bolivia, Colombia y Brasil.
Desde 1863 —el año en que comenzaron nuestros esfuerzos por populari-
zarla— su uso se ha generalizado rápidamente, y podemos airmar que en la
actualidad es conocida y utilizada en todos los países civilizados.

CAPÍTULO III

Fisiología de la coca
Debemos a la observación empírica nuestro primer conocimiento de la ac-
ción isiológica de la coca. Esto no es de extrañar ya que el empirismo, en
realidad, no es más que la observación inconsciente.
Los indios, que desde tiempos inmemoriales consumían una gran can-
tidad de hojas de coca, no lo hacían simplemente debido a sentimientos re-
ligiosos que las convertían en divinas, sino porque obtenían grandes bene-
icios con su uso. Lo sabían muy bien, y a ello debemos atribuir los relatos
legendarios ofrecidos por los primeros autores que escribieron sobre la coca.
Esta veneración por la coca surgió, como hemos visto, de sus maravillo-
sas cualidades. Ciertamente, en este sentido hay algunos relatos extraordina-
rios que no debemos omitir porque sus autores obraron con buena fe.
Unanué, de Lima, cuenta que durante el asedio de La Paz, Bolivia, de
1781, sólo los habitantes que habían tomado coca pudieron soportar el ham-
bre y la fatiga. Casi todos los soldados perecieron por privación debido a
la ausencia de comida y a las marchas obligadas, excepto quienes habían
tomado la precaución de proveerse de hojas de coca.

96
No debemos creer que este ayuno prolongado, sostenido por el uso de
coca, desgasta las fuerzas y es perjudicial para el apetito. En realidad, según
dicen todos los autores, los indios que pasan un día completo sin comer, a
pesar de la dureza del esfuerzo, se conforman con mascar hojas de coca y
comen muy bien al caer la noche.
«Los indios que me acompañaron en mi viaje», dice Weddel, «mascaban
hojas de coca todo el día, sin beber, comer ni mostrar ningún indicio de fati-
ga. Pero por la noche llenaban sus estómagos como hombres que estuvieran
muriendo de hambre, y puedo asegurar que a veces les he visto devorar en
una sola comida más cantidad de alimentos que yo en dos días». Más ade-
lante veremos que, en parte por excitar las funciones cerebro-medulares y
musculares, y en parte por producir un efecto tranquilizante en la mucosa
del estómago, la coca produce estos maravillosos resultados en lo que res-
pecta a la conservación de energía, sin las torturas del hambre, a pesar de la
privación de alimentos.
Después de este resumen de las propiedades bien conocidas y reconoci-
das de las hojas de coca, procedemos al estudio médico del tema.
En 1859, Niemann descubrió el principio activo de las hojas de coca, al
cual le dio el nombre de cocaína, aunque, en realidad, el descubrimiento de
este alcaloide debería atribuirse a Gaedcke, quien lo aisló en 1855 y le dio el
nombre de eritroxilina.
Ese mismo año apareció el trabajo de Demarle sobre la coca del Perú, en
el cual señaló ciertas propiedades atribuidas al alcaloide y contenidas en las
hojas de la planta, que él estudió. Insistió, entre otras cosas, en la dilatación
de las pupilas, que había observado en sí mismo después de tomar una dosis
de coca, y en la ausencia de sabor durante más o menos tiempo después de
romper varias hojas con los dientes y mantenerlas en la boca.
Mantegazza ha estudiado el efecto de la coca. Según este autor, actúa
como estimulante sobre el sistema nervioso, la respiración y la circulación.
Una dosis de quince a veinte gramos de coca produce una aceleración del
latido del corazón y una elevación de la temperatura. Mantegazza observó
en sí mismo que, bajo la inluencia de esa dosis, su pulso pasaba de 65 a 124.
Moreno, quien repitió el mismo experimento, obtuvo resultados similares.
La temperatura y la respiración se elevan en la misma proporción que la
circulación.
La misma dosis, o incluso una menor, produce un notable efecto estimu-
lante sobre el sistema nervioso. Es por este efecto estimulante por lo que la
coca nos hace más activos y vigorosos, y permite trabajar más a quienes, sin

97
ella, pronto caerían presa de la fatiga. El uso de dosis mayores (60 gramos,
por ejemplo) causa embriaguez, acompañada por cierta sensación de felici-
dad que hace que todo parezca tener un aspecto favorable. Mantegazza, que
experimentó esta intoxicación, describe sus sensaciones en un estilo ameno
que recuerda el de las leyendas orientales: «Con dos hojas de coca por alas,
volé por el espacio de 77.438 mundos, cada uno más espléndido que el otro.
Preiero una vida de diez años con coca que otra de cien mil sin ella. Me
parecía que me separaba del mundo por completo, y contemplé las imágenes
más extrañas, y los colores y formas más bellos que se puedan imaginar».
En 1868, Moreno y Maíz realizó algunos estudios sobre la acción isio-
lógica de la cocaína, y los describió en una interesante tesis que leyó en la
Universidad de París.
Por la misma época, Lippmann, de Estrasburgo, se dedicó al mismo
asunto, pero sus investigaciones no dieron los mismos resultados. Él dice
que no pudo comprobar las propiedades anestésicas de la planta.
Después de Moreno y Maíz, el doctor Gazeau, en 1870, estudió el efecto
estimulante de la coca sobre la nutrición, y descubrió que aumentaba el pul-
so y la respiración, ayudaba a la digestión, aumentaba la excreción de orina y
fortalecía el sistema nervioso. Este autor llegó a la conclusión de que la coca
prolonga la vida y aumenta la fuerza muscular. Recomienda su aplicación
tópica para la estomatitis, la gingivitis y las atas, y su aplicación sistémica
para las digestiones dolorosas y difíciles, los trastornos gástricos en la tisis, y
también para la obesidad.
Charles Fauvel fue el primero en describir el efecto anestésico de la coca
sobre la mucosa faríngea. Gracias a esta circunstancia ha podido beneiciar-
se del empleo de la coca en la faringitis granular, que no puede tratarse por
ningún otro procedimiento.
Fauvel también mostró que el efecto estimulante que ejerce la coca en
todos los músculos esqueléticos parece manifestarse especialmente en los de
la laringe. De aquí que clasiique esta droga como “un tensor por excelencia
de las cuerdas vocales”.
En 1880, Von Arep publicó los resultados de sus estudios isiológicos
sobre la cocaína. Habló de su doble efecto sobre los terminales nerviosos y
el sistema nervioso central.
Al sobrepasar esta época nos aproximamos a la era verdaderamente
cientíica, es decir, la de los experimentos isiológicos.

98
Todos los experimentos se han realizado con cocaína, y de ella hablare-
mos en el siguiente apartado, que estará dedicado exclusivamente al estudio
de este alcaloide.
Antes de inalizar, debemos mencionar que se ha airmado frecuente-
mente que la coca es afrodisíaca. El hecho de que la Venus peruana se re-
presentara cogiendo en su mano una hoja de coca se adoptó como prueba
para apoyar esta opinión. El doctor Unanué habla de “ciertos coqueros, de
ochenta años, o más, de edad, aún capaces de proezas de las cuales muchos
jóvenes, en la lor de su vida, estarían orgullosos”.
Permítasenos añadir que las denominadas consecuencias infelices del
abuso de coca son en realidad mucho menos frecuentes que las producidas
por el tabaco, el alcohol o el opio. Antes de que aparezcan tales resultados
debe hacerse un uso completamente abusivo de la droga.
El uso constante de cantidades razonables de coca parece producir un
efecto diametralmente opuesto, y los autores que han tenido ocasión de ver
numerosos consumidores de coca relatan ejemplos de sorprendente longe-
vidad entre los indios coqueros (Tschudy, Campbell, Mantegazza, Unanué).
Y añaden que esos ejemplos no son nada raros.

COCAÍNA

I. Un estudio químico
La cocaína es un alcaloide cristalizado que Niemann, discípulo del profesor
Woehler, logró extraer en 1859 a partir de las hojas de Erythroxylon Coca y
para la cual dio la siguiente fórmula:
C32 H2 O Az O2
Sin él saberlo, Wackenroder, Johnston, Gaedcke y Maclagan analizaron
esta planta sin conseguir aislar su principio activo.
También mencionaremos algunos trabajos importantes realizados sobre
el tema por Lassen, Humann y R. Pérey.
Propiedades. – La cocaína no tiene color ni olor, y es amarga al gusto.
Cristaliza en forma de prismas romboidales oblicuos de cuatro a seis facetas.
Es muy soluble en agua, algo menos soluble en alcohol y totalmente in-
soluble en éter. No se evapora por debajo de 98º, pero si la temperatura au-
menta bastante se descompone. Tiene una reacción alcalina fuerte.
Unida a ácidos forma sales que son muy difíciles de cristalizar. De ella se
han obtenido las siguientes: salicilato, oxalato, hidrobromuro, sulfato, ace-

99
tato, y inalmente clorhidrato, que supone una excepción a la regla general
y se obtiene más fácilmente en forma cristalina que de ninguna otra forma.
Las soluciones de sales de cocaína se precipitan con las bases cáusticas:
carbonato sódico, carbonato amónico, bicarbonatos alcalinos, bicloruro de
mercurio, protocloruro de estaño, bicloruro de platino y amoníaco, el cual,
añadido en exceso, redisuelve el precipitado formado por él. El agua yodada,
el yoduro potásico y el ácido pícrico precipitan las soluciones de sales de
cocaína. Cuando se calienta cocaína hasta 100º en un tubo sellado que con-
tiene ácido clorhídrico concentrado, se separa en forma de ácido benzoico y
una nueva base, para la cual M. Woehler ha propuesto el nombre de ergoni-
na. Lassen ha descubierto otra base nitrogenada obtenida de la separación
de la cocaína, la higrina.
Preparación. – El proceso empleado por Niemann para obtener cocaína
es como sigue:
Este químico disolvió hojas de coca, cortadas en trozos pequeños, en
alcohol (de 55º), durante varios días, añadiendo ácido sulfúrico. La tintura
que obtuvo con esta operación la separó mediante expresión, la iltró y la
trató con hidróxido de calcio. Al líquido, que al principio tenía un color
marrón verdoso, se le eliminó parte de su cloroila y de cierta sustancia ce-
rosa. Niemann lo neutralizó después con ácido sulfúrico y lo puso al baño
maría. Trató el residuo con agua, lo cual produjo la separación del resto de
la cloroila y del sulfato de cocaína que contenía, y fue precipitado mediante
carbonato sódico. Finalmente, lo separó con éter y lo puriicó mediante va-
rias recristalizaciones en alcohol. Este proceso fue modiicado por Lassen,
quien precipitó la solución acuosa con subacetato de plomo.
De esta forma puedo obtener unos seis gramos de cocaína de un kilogra-
mo de hojas de coca.
Moreno y Maíz propuso un tercer proceso. Mezcló hidróxido de calcio
con hojas de coca pulverizadas inamente, dejando reposar la mezcla du-
rante casi veinticuatro horas, para que la lima pudiera reaccionar adecuada-
mente con el alcaloide, con lo cual imitó lo que hacen los indios al mezclar
la mascada con llipta, que ya hemos explicado. Después lo lixiviaba con al-
cohol de 40º.

II. Estudio físico


Hemos revisado las obras de diferentes autores que se han ocupado de la
coca. Sus trabajos, aunque muy interesantes, no llegaron a conseguir el fa-
moso descubrimiento de la anestesia local. Koller, de Viena, tuvo el honor

100
de haber sacado a la luz este notable efecto de la cocaína cuando se aplica a
la membrana conjuntival.
Esto pronto despertó la curiosidad general. Hubo estudios sobre el tema
en todas partes. Reuss, Koenigstein, Jellinck, Schrotter, Knapp y otros se
apresuraron a ofrecer a la profesión el resultado de sus investigaciones.
En Francia el entusiasmo no fue menos fuerte, y todos a quienes interesó
este descubrimiento realizaron experimentos con cocaína.
Entre los primeros investigadores debemos mencionar especialmente a
los profesores Panas, Vulpian, Dujardin-Beaumetz, y a los doctores Terrier,
Trousseau y Dehenne.
El profesor Panas informó, en una comunicación efectuada ante la Aca-
demia de Medicina, sobre lo que observó. Airma que en casi todos los as-
pectos sus ensayos personales conirman los de Koller. Unos cinco minutos
después de instilarse unas gotas de una solución de clorhidrato de cocaína,
compuesto por 0,5 gramos de esa sal en un gramo de agua destilada, comen-
zó a aparecer la anestesia de la membrana mucosa conjuntival de la córnea,
y alcanzó las partes más profundas en unos quince o veinte minutos si las
instilaciones se repetían cada cinco minutos.
Al mismo tiempo aparece algo de midriasis, pero es menos pronunciada
que la generada por la atropina. Esta dilatación pupilar, más perceptible en
sujetos jóvenes y ausente cuando existe glaucoma, dura al menos veinticua-
tro horas. Con ella aparece una ligera parálisis del músculo ciliar.
«Teniendo esto en cuenta», dice el profesor Panas, «la cocaína debería
clasiicarse entre las sustancias midriáticas suaves de las que se puede utilizar
su efecto pasajero para exploraciones otalmológicas de fondo de ojo, igual
que se hace con la homatropina».
Según M. Dujardin-Beaumetz, la cocaína no sólo causa insensibilidad,
sino que también puede utilizarse en morinómanos como sustituto de la
morina, sin que presente los inconvenientes de esta sustancia. Y añade que
las inyecciones subcutáneas de este alcaloide no son irritantes (Bulletin de
l’Académie de Médecine, sesión del 18 de noviembre de 1884).
El profesor Vulpian comunicó a la Academia de Ciencias los resultados
de estos interesantes estudios isiológicos con clorhidrato de cocaína. Vul-
pian, tras observar efectos anestésicos y analgésicos similares en los ojos de
animales —igual que se habían demostrado en el hombre—, resultado de
una instilación entre los párpados de unas cuantas gotas de clorhidrato de
cocaína, y al percibir también bajo esas condiciones la acción midriática de
esta sal, detectó una protrusión del globo ocular cuando inyectó 0,10 centi-

101
gramos de hidrocloruro de cocaína, en una solución acuosa al uno por cien-
to, en la vena safena de un perro no anestesiado; y sucedía esto casi inmedia-
tamente después de inyectar el líquido en la vena. De forma instantánea los
párpados se separaron y el oriicio pupilar se agrandó. «Esto», dice él, «es un
efecto que recuerda de manera precisa los resultados de la faradización del
extremo superior del nervio simpático cervical, cortado transversalmente».
En este caso hubo una anestesia completa de las dos córneas.
El profesor Grasset, de Montpelier, de forma casi simultánea a Vulpian,
observó los mismos efectos de la cocaína, pero una mayor persistencia de
la insensibilidad subsiguiente a la inyección intravenosa de la solución de
hidrocloruro de cocaína.
También casi al mismo tiempo, el doctor Laborde, de la Academia de
Medicina, describió con mayor profundidad la acción de la cocaína en tres
comunicaciones sucesivas a la Sociedad de Biología (22 y 29 de noviembre, y
27 de diciembre, de 1884). Este ilustre isiólogo estudió la acción analgésica
que generalmente resultaba de inyectar subcutáneamente 0,03 centigramos
de hidrocloruro de cocaína, en tres dosis, en cobayas. Vio que también pro-
ducía una hiperexcitabilidad general que forzaba al animal a moverse de
manera incontenible, y que incluso producía convulsiones epilépticas. La
anestesia general duró más de cuarenta y ocho horas.
M. Laborde, al atribuir la analgesia periférica secundaria de las inyeccio-
nes intravenosas o subcutáneas de clorhidrato de cocaína a la insensibilidad
cerebral al dolor, convirtió sin saberlo a la cocaína en un anestésico general.
El profesor Arloing (Mémoire Soc. Biologie, 1885) ha realizado muchos
experimentos para demostrar que la cocaína no es un anestésico general.
En estos experimentos, el ilustre isiólogo de Lion conirmó los resultados
obtenidos por Vulpian en lo que respecta a las alteraciones producidas por
la cocaína sobre la presión arterial. Él observó, igual que sus predecesores,
el efecto excito-medular y convulsionante de las grandes dosis de cocaína, y
el aumento de la secreción salivar. En cuanto a su efecto cerebro-espinal, lo
comparó con el de la estricnina. No aparecía analgesia general, excepto con
dosis mortales o cuando había convulsiones. El clorhidrato de cocaína, de
acuerdo con M. Arloing, produce y puede producir nada más que anestesia
local, al modiicar de forma temporal las propiedades físicas del protoplas-
ma de los elementos nerviosos terminales y ibrilares fácilmente accesibles a
los agentes medicinales en la córnea y las supericies mucosas.
A continuación explicaremos que los diversos hombres ilustres que se
han dedicado a investigar el mecanismo de acción de los principios activos

102
de la coca no se han puesto de acuerdo en lo relativo al modus agendi de la
cocaína a la hora de producir anestesia local.
Mientras que M. Dujardin-Beaumetz compara la acción anestésica local
de la cocaína con la del frío, y M. Laborde considera que disminuye el lujo
sanguíneo por su efecto vasoconstrictor sobre el sistema nervioso simpáti-
co, M. Arloing la explica mediante una acción local sobre el protoplasma
nervioso.
Además, en 1886, Schilling, que apoyaba la teoría vascular, recomendaba
inhalaciones de nueve gotas de nitrito de amilo, en tres dosis —inhalaciones
que causaban dilatación de los vasos sanguíneos—, para revivir pacientes
intoxicados por inyecciones de clorhidrato de cocaína.
Al repetir estos experimentos en el laboratorio, el doctor Lafont ha lo-
grado poco a poco ampliar su campo de experimentación, y inalmente ha
presentado a la Academia de Medicina (sesión del 4 de enero de 1888) un
informe completo y deinitivo sobre la acción de los principios activos de la
coca en las distintas funciones del organismo. Este trabajo, que consiste en
investigaciones propias y revisiones de obras anteriores, servirá para expli-
car el uso metodológico y racional de nuestras preparaciones de cara a las
distintas enfermedades en las que las predicciones anteriores ya nos habían
inducido a recomendarla.
En un trabajo anterior (Comptes-rendus, Société de Biologie, 3 de di-
ciembre de 1887), el doctor Lafont, al estudiar la acción de la cocaína sobre
el sistema nervioso simpático, descubrió que bajo la acción del principio
activo de la coca se incrementaban las funciones de todas las ibras constric-
toras del gran nervio simpático.
El estómago se contrae. Los intestinos sufren un aumento de la peristal-
sis y se escuchan borborigmos. La vejiga se contrae invariablemente, como
ha observado M. Laborde. La cápsula orbital del ojo (músculo liso) despla-
za la bola del ojo hacia delante. La pupila se dilata. En resumen, todos los
músculos lisos o encargados de la supervivencia, subordinados al sistema
nervioso simpático, experimentan una mayor actividad.
En un segundo ensayo (Comptes-rendus, Société de Biologie, 17 de di-
ciembre de 1887), el mismo investigador estudió de forma más especíica el
mecanismo de la acción analgésica local o general de la cocaína y, lo mismo
que M. Arloing, y en contra de M. Laborde, descubrió que la sensibilidad
cerebral no quedó amortiguada por una dosis isiológica, sino al contrario,
aumentada.

103
La acción de la cocaína en el sistema nervioso no tiene lugar por medio
de la constricción vascular; se trata de una acción estimulante generalizada,
además de un estado de falta de receptividad periférica de las impresiones
externas en las extremidades nerviosas de los nervios sensoriales y los ner-
vios de la sensación general.
La cocaína, de acuerdo con M. Lafont, no es antagonista del curare,
como airma M. Laborde, sino todo lo contrario: es una especie de curare
que actúa de la misma forma en la periferia y que no afecta a los centros
nerviosos, con lo que su acción funcional se ve magniicada.
El doctor Beugniès-Corbeau describe, en Revue hebdomadaire de héra-
peutique générale et thermale, las acciones internas de la coca, hasta ahora
poco evidentes, tema sobre el que no se había formulado ninguna teoría
concreta hasta que el doctor Lafont presentó sus estudios a la Academia de
Medicina. Él muestra que la coca, gracias a sus principios activos, presenta
estas acciones completamente diferentes:
1. Acción sobre el protoplasma de las extremidades nerviosas de los
nervios sensoriales y sobre los nervios de la sensibilidad general,
anulando la transmisión a los nervios de las impresiones dolorosas,
con grandes dosis.
2. Acción excito-funcional sobre los centros nerviosos cerebro-espina-
les, produciendo un aumento de la actividad intelectual y muscular.
3. Acción excito-funcional sobre el nervio constrictor gran simpático,
y en consecuencia un incremento de la acción funcional de todos los
músculos no estriados, y de los músculos necesarios para la vida que
están subordinados al citado nervio.

Considerando estas diferentes propiedades de los principios activos, Lafont


explica las virtudes de la coca que se conocen desde hace tiempo diciendo
que preservan las fuerzas naturales a pesar de la falta de alimento, de la si-
guiente manera: «La acción estimulante cerebro-medular de estos principios
causa un incremento de la actividad intelectual y física, al mismo tiempo que
la acción analgésica sobre las extremidades de los nervios sensitivos y sen-
soriales evita las punzadas del hambre, y por tanto también la subsiguiente
depresión física y anímica».
Desde otra perspectiva, Lafont añade que la acción dinamogénica de
los principios activos de la coca sobre los músculos lisos “indica que es re-
comendable su uso en las enfermedades gastrointestinales por falta de tono,

104
en la dispepsia latulenta, en la dilatación del estómago, en la parálisis de los
intestinos, de la vejiga, etc.”
Nos resulta imposible repasar aquí todos los ensayos realizados con
cocaína. Sólo citaremos los nombres de los doctores Denefe, Charpentier,
Morell Mackenzie, Lennox Browne, Sajous, J. Leonard Corning, Beverly Ro-
binson, Louis Elsberg, W. Oliver Moore, Vincenzo Cozzolino, Abadie, Ga-
lezowski, Meyer, de Wecker, Doléris, David Colombe, Rigolet y Brasseur, la
mayoría de los cuales han estudiado este tema desde una perspectiva ocular,
terapéutica, obstétrica, dental y laringológica.

CAPÍTULO IV

La acción terapéutica de la coca


Ahora que conocemos las propiedades isiológicas de la coca y de la cocaína,
procedemos al estudio de los distintos estados patológicos en los que pue-
den emplearse estas sustancias.

Enfermedades de la boca
Gazeau recomienda el uso de coca para la inlamación de la boca y las en-
cías. Alivia el dolor, elimina el exceso de salivación y favorece que remita la
inlamación. Él cita, para apoyar su opinión, el uso que los peruanos hacían
de la planta cuando tenían afecciones de la boca, y menciona casos de esto-
matitis mercurial tratados con este agente y curados en poco tiempo, en el
transcurso de su práctica médica.
Demarle, antes que él, se expresaba de esta forma: «He utilizado hojas de
coca para la estomatitis mercurial. La afección desaparecía al tercer día de
tratamiento; no administré nada más».
En los casos en los que las encías estén blandas, con hongos, con úlceras
o sangren, y estas alteraciones dependan de condiciones locales o constitu-
cionales, la coca también está indicada. Gazeau la preiere incluso al clorato
potásico.
Según el doctor Colombe, la coca es un potente tratamiento contra la
síilis. «Está demostrado que el yoduro potásico y el clorato potásico sufren
una doble descomposición en el organismo, y de ese modo se interieren el
uno con el otro. La coca, al sustituir al clorato potásico en las mismas cir-
cunstancias, no presenta esa contraindicación. Por tanto, es aconsejable su
aplicación cuando sea necesario el tratamiento combinado».

105
Enfermedades de la garganta, la faringe y la laringe
En lo que respecta a las anginas, la inlamación aguda de la laringe y la farin-
ge, podemos reiterar lo que se ha dicho sobre las inlamaciones de la boca.
Especialmente el dolor, tan violento en algunos casos de anginas, requiere
que se aplique este tratamiento. Lo mismo podemos decir sobre la disfagia
que las acompaña.
Charles Fauvel fue el primero en observar las virtudes de la coca para
combatir la sensación de hormigueo de la angina folicular y los dolores en la
laringe de los enfermos de tuberculosis. En esos casos él preiere el extracto
Mariani de hojas de coca a las soluciones de cocaína, que a veces pueden
causar síntomas de intoxicación.
El doctor Rouquette cuenta un caso de laringitis tubercular en el que
hubo síntomas de intoxicación ya en el tercer día; a las partes afectadas se les
había aplicado una solución de cocaína al cinco por ciento, dos veces al día.
El doctor Paul Legendre acaba de mencionar de nuevo el peligro que
puede suponer un uso excesivo de la cocaína. Hubo un caso de una persona
internada en un hospital, enferma de diteria, a la que, a in de que pudie-
ra soportar la aplicación con spray de sustancias cáusticas, se le pintaba la
garganta con una solución de cocaína. Hacia el séptimo día sufrió síntomas
muy graves de envenenamiento, y se tuvo que suspender la aplicación de
cocaína.
En casos de este tipo, es mejor prescribir extracto de coca, que sirve para
las mismas indicaciones y no conlleva los riesgos propios de la cocaína.
Uno de los grandes méritos del extracto de coca es, sin duda, su acción
sobre la disfagia y el vómito en quienes están muy delgados, así como sobre
los vómitos propios del embarazo. Las dos primeras complicaciones son de
la máxima gravedad porque condenan a la inanición a pacientes cuya única
posibilidad de supervivencia consiste en una actividad adecuada de los ór-
ganos del aparato digestivo (Charles Fauvel y Coupard).

Enfermedades del estómago


Los autores que se han ocupado de la coca hablan muy bien de su empleo en
la gastralgia y en la digestión lenta y laboriosa.
Demarle dice sobre este asunto: «Personalmente, he descubierto que el
uso de la coca, sea antes o después de comer, es excelente para la gastrodinia
y el ardor de estómago, los cuales yo padezco; en cuanto trago un poco de
saliva, todas las sensaciones desagradables desaparecen».

106
Mantegazza habla del uso de la coca en términos parecidos. La conges-
tión cefálica que acompaña a sus digestiones se ve aliviada; él puede trabajar
después de comer sin tener ningún tipo de malestar.
El doctor Charles Gazeau (Tesis Doctoral, París, 1870, Parent, páginas
61 y siguientes) resume así la acción isiológica de la coca: «En el estómago,
ligera estimulación, anestesia y probablemente un aumento de la secreción
de jugos gástricos; en los intestinos, un aumento de las secreciones intestina-
les, etc. Estos múltiples efectos sobre el tracto digestivo se combinan en una
acción especíica sobre los numerosos problemas funcionales, tan variados y
tan mal conocidos, de los órganos que lo componen».
El mismo autor cita un gran número de casos de este tipo en los que
la coca “nunca ha dejado de ejercer una acción admirable, a veces incluso
maravillosa”. Y concluye (página 65): «Me parece que no necesito mencionar
más ejemplos; éstos son suicientes para justiicar esta conclusión general de
carácter positivo: la coca es el remedio por excelencia para los padecimien-
tos del tracto digestivo».
Beugniès-Corbeau la recomienda en casos de cloro-anemia, no sólo para
la gastralgia, sino por el frecuente deseo de comer que sienten los pacientes,
el cual desaparece en cuanto toman el primer bocado y regresa poco des-
pués.
El profesor O. Réveil inaliza su artículo sobre la coca de este modo:
«Aún queda mucho por hacer en el estudio isiológico y clínico de la coca.
Se sabe que actúa sobre el sistema nervioso motor y sensorial. Esta sustancia
está destinada a ocupar algún día un puesto muy importante entre los reme-
dios terapéuticos».
En casos de irritabilidad y diversas afecciones de los centros cerebrales,
el doctor J. Leonard Corning utiliza la coca, que preiere a los bromuros.
En un notable ensayo sobre Erythroxylon coca, publicado en Ixelles, en
1885, que recomendamos leer a todos los interesados por el estudio de la
coca, el doctor A. Feigneau dice (página 61): «No hay duda de que, hasta
cierto punto, la coca estimula la actividad cerebro-espinal suprimiendo o
retardando la destrucción de los tejidos orgánicos, y de que su acción pue-
de modiicar las funciones de los centros nerviosos, dado que no existen
contraindicaciones a su uso, como por ejemplo congestión, inlamación o
alteraciones en esos órganos [...] En consecuencia, está indicada en todas las
situaciones en que haya una afección nerviosa que parezca depender de un
estado de ataxia [...] En las irritaciones de la espina dorsal, en la aberración

107
mental acompañada de melancolía, así como en las convulsiones idiopáticas
(Mantegazza) y la paraplejia nerviosa».
El doctor Beverley Robinson considera al Vino Mariani un tónico car-
díaco:

En diversas ocasiones, cuando la digital ha demostrado ser


inútil o perjudicial, he obtenido resultados excelentes con
la cafeína o la convallaria. Ciertamente, esta última droga
es mejor tolerada por el estómago sensible que la digital; y
siempre que los nervios del corazón están implicados, creo
que su uso me aseguro unos efectos más tranquilizantes.
Entre los tónicos cardíacos y los estimulantes conocidos para
obtener efectos beneiciosos de carácter temporal, no conoz-
co otra droga tan adecuada como la coca. Administrada en
forma de vino o extracto luido, hace mucho por devolver el
músculo cardíaco su tono anterior. He conseguido muy bue-
nos resultados usando el vino de Mariani. Por la información
personal que me ha proporcionado este serio farmacólogo,
los resultados se deben a la excelente calidad de las hojas de
coca y del vino que utiliza en la fabricación.

En casos de morinomanía, el doctor Dujardin-Beaumetz ha señalado las


ventajas del Vino Mariani; después de él, el doctor Palmer, de Louisville,
y el doctor Sigmaux Treux, de Viena, han obtenido excelentes resultados
con este agente terapéutico. Más adelante describiremos un caso del doctor
Villeneuve, que muestra la curación de un morinómano mediante el uso
combinado del Vino Mariani y el Paté Mariani.
El doctor H. Libermann recomienda el uso de la coca, en forma de Vino
Mariani, contra la morinomanía, el nicotinismo y el alcoholismo.

En las enfermedades generales, el recurso más frecuente con-


siste en recurrir a las propiedades estimulantes de la planta.
Estas propiedades la convierten en el tónico por excelencia,
siempre que el objetivo sea recuperar un organismo que se
ha debilitado por alguna causa. Se pueden prescribir sus
preparaciones en la fase de convalecencia de iebres graves,
anemia y cloro-anemia; en todos los trastornos dietéticos,
sea cual sea su causa (reumatismo crónico, gota, afección

108
genito-urinaria, cáncer, etc.); en resumen, en todos los casos
en los que el organismo esté debilitado por cualquier causa.

Pero es sobre todo en las enfermedades que ejercen una acción depresora
sobre el sistema nervioso cuando el efecto de la coca es realmente maravi-
lloso. Gubler, en sus Commentaires de thérapeutique, se erige en su mayor
defensor. «La coca», dice, «igual que el té y el café, aporta al sistema nervioso
la fuerza con la que está cargada, a la manera de un detonante; pero la sumi-
nistra de forma gradual y no toda de una vez».
La teoría de los detonantes, creada por M. Gubler, concuerda tan bien
con los hechos observados, que Mantegazza, sin generalizar y sin pretender
inventar una teoría —sino limitándose a describir mediante un símil lo que
había visto—, de modo más cierto de lo que él mismo había supuesto, dijo:
«Bajo la inluencia de la coca, parece que se introduce una nueva fuerza en
nuestro organismo, como el agua dentro de una esponja». (A. Dechambre).
Esta opinión ha sido conirmada por todos los autores que han estudia-
do este asunto, y la sustancia puede considerarse una de los más seguras en
terapéutica.
Añadiremos algo muy importante: como tónico, la coca se muestra su-
perior a la cinchona, el hierro, la estricnina, etc. Todo el mundo conoce la
acción astringente de éstos, la cual causa un estreñimiento tan fuerte que
algunos pacientes necesitan suspender su uso. En cambio, no hay objeciones
al uso de coca; nunca produce estreñimiento, y su uso puede prolongarse
indeinidamente.

CAPÍTULO V

Nuestras diversas preparaciones de coca


Inmediatamente después de la introducción de la hoja de coca en Europa,
concebimos el plan —a in de atender las solicitudes de muchos médicos—
de elaborar preparaciones de coca: Vino Mariani, Elixir Mariani, Paté Maria-
ni, Té Mariani, Pastillas Mariani, etc. (El nombre del autor fue amablemente
añadido a sus preparaciones por la profesión médica, en reconocimiento a
la calidad de sus productos).
Estas distintas preparaciones habían sido empleadas por nuestros me-
jores facultativos mucho tiempo antes de que se comenzara a utilizar la co-
caína.

109
Los resultados fueron maravillosos, y las innumerables cartas que re-
cibimos de los médicos que experimentaron con nuestros productos y los
utilizaron, y que publicaron informes en revistas médicas de todas las partes
del mundo, llenarían un grueso volumen.
Bajo el estimado patrocinio de las mayores eminencias médicas, nuestras
preparaciones son conocidas por todo el mundo; han llegado a todas las
clases de la sociedad y a todas partes: tanto en las grandes ciudades como en
los pueblos pequeños, hombres, mujeres, niños, convalecientes de todas las
edades, conocen ahora el nombre de la saludable planta, la cual hemos po-
pularizado siguiendo estrictamente el código de la ética médica y mediante
los procedimientos aprobados por toda la profesión médica.
Ahora consideraremos las distintas formas en que utilizamos la coca del
Perú, y que, bajo las bien conocidas presentaciones de vino, elixir, paté, etc.,
han recibido reconocimiento universal. También mostraremos la estima que
las autoridades médicas muestran por estas preparaciones.

Vino mariani
Es la primera de las preparaciones de coca y la más utilizada. A la acción
tónica y estimulante de la droga se le añade un vino de calidad superior.
El Vino Coca Mariani contiene las partes solubles de la planta peruana.
La combinación de coca con los taninos y la pequeña cantidad de hierro que
este vino contiene de forma natural, constituye el más eicaz de los tónicos.
Las hojas de coca que utilizamos tras una cuidada selección proceden
de tres fuentes distintas y son de una calidad incomparable. Esto es lo que
da a nuestro vino ese sabor especial y ese agradable aroma que lo hace tan
atractivo para el enfermo.
A la combinación de esas tres variedades de hojas de coca que hay en
nuestro vino se debe este importante hecho: durante casi treinta años, inde-
pendientemente de la cantidad de las dosis, el Vino Mariani nunca ha causa-
do cocainismo. (Advertimos especialmente contra los numerosos vinos de
coca elaborados con el alcaloide cocaína).
El Vino Mariani es un tónico de uso general y su acción es inmediata.
Esta acción, en lugar de localizarse en un solo órgano, el estómago, se extien-
de a todo el cuerpo. Cuando entra en el torrente sanguíneo va estimulando
las funciones de todos los órganos, y eso se debe a la presencia de los princi-
pios volátiles de la planta en nuestro preparado.
A diferencia de otros tónicos, cuyas propiedades astringentes causan ca-
lores y estreñimiento, el Vino Mariani no produce ningún trastorno de las

110
funciones digestivas. Las estimula, ejerce un efecto refrescante sobre la mu-
cosa gástrica, y gracias a ello sustituye beneiciosamente las preparaciones
de cinchona, hierro, estricnina, etc.
Dice el doctor Mallez:

Hay una forma de anemia que no ha despertado aún el


interés de los médicos, y que remite en gran medida con el
uso del Vino Mariani. Nos referimos al estado de profunda
depresión del organismo, con un marcado empobrecimiento
de la sangre, que también es causado por el abuso prolonga-
do de sustancias balsámicas para tratar las enfermedades del
tracto urinario. La cantidad de personas que, atacadas por
la blenorragia, utilizan cubeba, copaiba, turpentina, etc., es
considerable. Es tan cierto esto que, de cada cien jóvenes con
dispepsia, podemos airmar sin miedo a equivocarnos que
al menos cuarenta lo son por culpa del uso de balsámicos
[...] De igual modo, el número de pacientes afectados con
piedras en la vejiga a quienes el uso prolongado y excesivo
de los agentes mencionados ha vuelto dispépticos y después
neuropáticos, es enorme. Igual que los anteriores, deben el
profundo trastorno de sus funciones digestivas al uso excesi-
vo de resinas y resinas oleosas. En consecuencia, es de la ma-
yor importancia aliviar a esas personas haciendo que tomen
—después de haberles administrado laxantes ligeros y ciertas
preparaciones para fortalecer el estómago— no hierro, ni
cinchona, ni tónicos locales, que serían de escasa utilidad,
sino tónicos generales, es decir, que actúan sobre el problema
local y al mismo tiempo sobre la condición general, y ade-
más no causan estreñimiento. Aquí es donde el Vino Mariani
demuestra sus beneicios y tiene éxito donde otros tónicos
han fracasado: en la tarea de estimular las funciones del estó-
mago. Por una parte, por la pequeña cantidad de taninos que
contiene; por otra parte, por los principios activos de la coca,
asociados al vino —que sirve como vehiculante—, estimulan
la vitalidad de cada órgano por separado después de haber
ejercido su acción viviicante sobre el estómago. (Gazette des
Hopitaux, 23 de noviembre de 1877).

111
Las propiedades analgésicas del Vino Mariani han tenido una feliz aplica-
ción en clínica laringoscópica por parte del doctor Charles Fauvel. Este emi-
nente especialista lo ha utilizado durante los pasados veintiséis años con un
éxito continuo en todas las afecciones de la mucosa laríngea, las vías aéreas
y los órganos vocales. En la angina granular sustituye a los medicamentos
tópicos y las cauterizaciones, tan perjudiciales cuando se realizan indiscri-
minadamente y en exceso.
El uso del Vino Mariani alivia rápidamente a los pacientes de la sensa-
ción de calor y hormigueo, uno de los síntomas más molestos de esta enfer-
medad tan frecuente de la garganta. (Gazette des Hopitaux, 12 de mayo de
1877).
El doctor Beverley Robinson recomienda el Vino Mariani como tónico car-
díaco. El doctor W. H. Pancoast dice que el Vino Mariani es un producto
valioso y un tónico muy apreciado. El doctor Jules Bouvyer, de Cauteretz, lo
utiliza con éxito en ciertas afecciones de la laringe, como ayuda en el trata-
miento con azufre. En 1875, en su Traitement rationnel de la phthisie pulmo-
naire, el doctor de Pietra Santa dijo, en la página 394: «Entre los facultativos
más renombrados de París, Péan, Barth, G. Sée y Cabrol han adoptado rápi-
damente las preparaciones a base de coca. Charles Fauvel las prescribe en las
afecciones de las vías respiratorias. Es también en estas enfermedades donde
yo también he tenido ocasión de recomendar su uso diario en la forma más
cómoda, agradable y activa: el Vino Tónico de Mariani».
De esa forma se ha cumplido la predicción de Réveil: «Esta sustancia (la
coca) está destinada a ocupar un lugar importante en terapéutica».
En la Revue de hérapeutique médicaux-chirurgicale, 11 de junio de 1876,
página 381, el doctor H. Cottin concluye así su artículo: «En Francia estamos
utilizando una gran cantidad de vino de coca, que tiende a sustituir a todos
los otros vinos tónicos. El estómago lo soporta mejor y es más agradable al
paladar. M. Mariani ha contribuido en gran medida a la popularización de la
coca mediante la perfección de sus preparaciones, el vino, el elixir y el paté.
Éstas son las más empleadas actualmente».
El doctor Chapusot, de París, resume así sus observaciones personales:
«Un vaso de este vino siempre ha sido suiciente para hacerme olvidar el
hambre y preservar mis fuerzas. Siento un agradable calor y una estimula-
ción general del organismo. La digestión de la comida siguiente siempre es
más fácil que si no tomo el Vino Mariani y, aunque no tengo tanto apetito
como cuando no lo tomo, como una buena cantidad y el estómago parece
encontrarse más fuerte y más activo».

112
Fue el doctor Charles Fauvel quien dio a nuestro vino el muy llamativo
y preciso título de ‘Tensor de las cuerdas vocales’. Él dice: «Gracias al Vino
Mariani he podido recuperar la voz de muchos artistas líricos que sin este
potente producto no habrían podido ofrecer sus actuaciones».
El doctor J. Leonard Corning, en Brain Exhaustion, publicado en 1884,
páginas 78 y 112, dice: «De todos los medicamentos que empleo en los nu-
merosos casos de irritabilidad, el Vino Mariani me ha ofrecido el mejor de
los servicios. Incluyo los bromuros porque esta preparación a base de coca
posee las propiedades calmantes de esas sales sin la desagradable depresión
que las caracteriza».
El mismo autor continúa: «El Vino Mariani es el remedio por excelencia
para el ánimo bajo. Al mismo tiempo, ejerce una acción fortiicante sobre el
cerebro y genera una sensación de bienestar».
El doctor Morell Mackenzie, de Londres, recomienda el Vino Mariani
como estimulante y tónico, y lo utiliza especialmente con cantantes y perso-
nas que usan mucho la voz.
El profesor Sajous, de Filadelia, que ha experimentado con el Vino Ma-
riani en los trastornos de los órganos vocales, ha obtenido resultados exce-
lentes con su uso, y lo recomienda no sólo para restaurar la voz, sino como
tónico general.
El doctor Libermann, cirujano jefe del ejército francés, comunica su ex-
periencia como sigue:

Tengo el honor de informarle sobre los resultados que he ob-


tenido en mi larga carrera de práctica militar con el uso del
Vino Mariani. Lo he utilizado con éxito para la grave anemia
que resulta de las largas y tediosas campañas en los países cá-
lidos, que va acompañada casi siempre por irritación gastro-
intestinal con pérdida de apetito y dispepsia. Dos o tres vasos
de Vino Mariani al día eliminaron el problema rápidamente
y restauraron el apetito y la tolerancia del estómago hacia los
alimentos fortiicantes. También lo he empleado en los raros
casos de alcoholismo crónico que se han dado en nuestro
ejército, consecuencia del abuso del coñac, la absenta o los
licores fuertes. El Vino Mariani produjo toda la estimulación
deseada por los bebedores, pero ejerció al mismo tiempo un
efecto tranquilizante sobre su sistema nervioso. He visto a
muchos bebedores inveterados renunciar a su fatal hábito y

113
recuperar la salud. También he utilizado Vino Mariani para
liberar a los fumadores del nicotinismo. Unos cuantos vasos
de Vino Mariani, tomado en pequeñas dosis, solo o mez-
clado con agua, actuaron como sustituto de las pipas y los
cigarros porque los fumadores encontraron en él la estimula-
ción cerebral que antes buscaban en el tabaco, y conservaron
todas sus facultades intelectuales. También lo he utilizado
con éxito en la bronquitis crónica y la tisis pulmonar. El Vino
Mariani aumenta el apetito y disminuye la tos en estos dos
estados patológicos. Para combatir la tos lo administro mez-
clado con agua en forma de tisana: un vaso de vino de coca
en un vaso de agua. Además, lo he utilizado con excelentes
resultados en la convalecencia de las iebres tifoideas, cuando
ningún tipo de vino, ni siquiera el Burdeos, era retenido por
el estómago debido a la irritación gástrica que suele aparecer
con este tipo de iebres. Aunque me he limitado a dar un
breve repaso a los resultados logrados, conservo los datos
originales por si fueran necesarios. Puedo asegurar que el
Vino Mariani es el arma más poderosa que puede ponerse en
las manos de los médicos militares para combatir enferme-
dades, padecimientos e incluso malos hábitos engendrados
por la vida en el campamento y la dureza de la vida militar.

El doctor Villeneuve, entre diversos casos de morinomanía combatidos con


el uso combinado de Paté Mariani y Vino Mariani, nos comunicó en 1884 la
siguiente observación:

El señor X, abogado, de treinta y dos años de edad, comenzó


hace cinco años a usar preparaciones de morina como reme-
dio contra una bronquitis crónica alarmante y granulaciones
en la garganta, que estaba constantemente irritada por el
consumo de tabaco. El paciente tomaba morina al principio,
pero sus médicos cometieron la imprudencia de tratarle con
inyecciones hipodérmicas. Se produjo un notable cambio a
mejor durante el primer mes, pero, lamentablemente, pronto
se produjo un abuso del medicamento; tanto que, cuando
comencé a tratar al paciente, estaba tomando de 1,5 a 1,8
gramos de morina al día, inyectada bajo la piel. Cuando pa-

114
saba cuatro horas sin su dosis aparecían insomnio, alucina-
ciones y delirio; sufrió un estreñimiento que le duró quince
días, lo que le causó una apendicitis alarmante, calambres
musculares, terrores repentinos, dispepsia, y al inal una
terrible congestión facial siempre que bebía un poco de vino
o licor. Después de un mes de tratamiento, logré reducir la
dosis diaria sin causar síntomas alarmantes; las funciones
isiológicas parecían ir despertando. Sin embargo, la conges-
tión, y especialmente la dispepsia, eran muy graves, y volvió
la tos que la morina había eliminado. Fue entonces cuando
traté a mi paciente con fosfato cálcico, Paté Mariani y Vino
Mariani. Al faltarle su estimulante habitual, cayó en una
especie de estado semicomatoso que no siempre se aliviaba
con pequeñas dosis diarias de morina. El peligro que más
temía era que hubiera una recaída en la bronquitis, y que la
tos y la expectoración tuvieran un mal inal. Pero en más o
menos una semana, durante la cual tomó diez dosis de paté
de coca al día, la tos se volvió menos fatigosa y desapareció
por completo en el plazo de veinte días. El paciente entonces
comenzó a tomar pequeñas dosis de Vino Mariani (dos vasos
al día). Al principio hubo congestión, pero poco a poco, a
medida que la digestión se hacía más fácil, mi paciente, que
debido a su profunda anemia no toleraba ningún vino de
mesa, tomó al principio un vaso pequeño, después dos, y
después tres vasos en una comida. Ahora puede salir y comer
en la ciudad, lo que no podía hacer desde hace tres años. Ha
recuperado su fuerza anterior, puede llevar a cabo nuevas
ocupaciones y ha abandonado por completo el hábito de la
morina.

Concluiremos nuestras citas, ya excesivamente numerosas, con un artículo


del doctor Scaglia, publicado en 1877 en la Gazette des Hopitaux, en el artí-
culo “La coca et ses propriétés thérapeutiques”:

En la anemia relacionada con las afecciones pulmonares


crónicas sin iebre, y en la anemia acompañada de gastralgia,
el Vino Mariani ejerce un efecto excelente. Sus propiedades
estimulantes pueden también utilizarse en los trastornos

115
de salud de gravedad media que aún no han llegado a la
anemia grave, pero que al inal suelen hacerlo: exceso de
trabajo físico o mental, debilidad cerebral debida a exceso
de trabajo o placer, el agotamiento que sufren los habitantes
de las grandes ciudades por las irregularidades de la dieta
y la mala higiene a causa de su trabajo o su entorno. El uso
moderado del Vino Mariani es sin duda beneicioso para la
gente de hábitos sedentarios agotada por el trabajo, para los
convalecientes que, por un largo coninamiento en cama,
han perdido fuerza muscular, para los pacientes que sufren
diabetes o la enfermedad de Bright, cuyos músculos han
perdido su vigor y su elasticidad. Permítasenos añadir que el
sabor de Vino Mariani es exquisito, que no tiene relación con
ninguna droga, y que su uso es aceptable hasta para los más
exigentes.

Dosis normal – Dos o tres vasos diarios, media hora antes, o inmediatamen-
te después de las comidas.
Ponche de coca – Mezclando un vaso de Vino Mariani con medio vaso
de agua hirviendo y añadiendo azúcar a nuestra voluntad, conseguimos un
ponche de exquisito sabor y capaz de ofrecer los mejores servicios, siempre
que deseemos un efecto inmediato en los casos graves de resfriado con tos
convulsiva (prescrito por el doctor Libermann).

Elixir Mariani
El Elixir Mariani contiene más alcohol, es muy agradable al gusto y tiene
triple cantidad de los principios activos de la hoja de coca peruana que el
Vino Mariani; por tanto, debería tomarse en dosis de un vaso pequeño, por
la mañana al levantarse y después de las dos comidas principales.
Puede utilizarse solo o mezclado con agua, en casi todos los casos en que
se usa el Vino Mariani. Sus propiedades tónicas y digestivas, y su especial
aroma, suave y penetrante a la vez, lo convierten en un licor agradable, muy
valorado por los gourmets y las personas que cuidan su salud.
Un vaso pequeño de Elixir Mariani después de una comida genera un
ligero calor en el estómago y una buena secreción de jugos gástricos que se
mezclan con la comida y facilitan la digestión.
Se puede recomendar el uso del Elixir Mariani a los viajeros, cazadores,
y en general a todos los que caminan mucho y están expuestos a la fatiga, a

116
la humedad y a la niebla, y les resultará muy beneicioso gracias al tono y la
fuerza que proporciona al estómago y a los músculos.
El doctor Collins, en Révue de hérapeutique, señala que este licor fun-
ciona estupendamente en casos de anemia, clorosis y raquitismo.
Los doctores Fauvel, Conqueret, Villenueve, Chapusot, Odin, Cintrat y
otros declaran, como resultado de sus observaciones clínicas, que el Elixir
Mariani ejerce un “efecto magistral” en la faringitis granular, la amigdalitis y
la albuminuria, y que no pueden negarse sus propiedades estimulantes sobre
todo el sistema nervioso.
El doctor J. Leonard Corning, de Nueva York, recomienda el Elixir Ma-
riani como fortalecedor del cerebro.
El Elixir Mariani se suele prescribir en dosis de un vaso pequeño después
de las comidas principales. Mezclado con agua fría, en proporción de dos
vasos pequeños llenos por cada vaso grande de agua, constituye una bebida
toniicante y agradable.

Paté Mariani (oblea de coca)


Con propiedades tónicas y pectorales, el Paté Mariani es muy agradable
al gusto y lo prescriben con éxito los especialistas de garganta para la tos
continua, el catarro granular de la garganta y diversas inlamaciones de las
vías respiratorias y digestivas. Compuesto sólo de goma clariicada, azúcar
y coca, sin nada de opio ni ninguna otra sustancia narcótica, puede tomarse
sin problema a cualquier hora del día y en cualquier cantidad, sin miedo de
alterar la digestión, sino que, por el contrario, ayuda a realizarla. La dosis
normal es de seis a diez obleas diarias, pero se puede tomar más si es nece-
sario.
Su acción beneiciosa se debe a la feliz combinación de las propiedades
emolientes de la goma arábiga y a las cualidades tónicas, astringentes y anal-
gésicas de la coca.

El Paté Mariani ejerce una potente acción toniicante sobre


la laringe y, lo mismo que el Vino Mariani, es de gran valor
en los casos de afonía producidos por debilidad o relajación
de las cuerdas vocales. Esta propiedad es especialmente
beneiciosa para los cantantes y los oradores. El Paté Mariani
es un buen sustituto de las pastillas de clorato potásico y de
las píldoras de opio en el catarro granular de la garganta y las
afecciones de la garganta en general. Es agradable al pala-

117
dar y produce efectos anestésicos y calmantes (Gazette des
Hopitaux).

Pastillas mariani (coca y cocaína)


Las Pastillas Mariani se utilizan en los mismos casos que el paté, del que se
diferencian sólo en la adición de dos miligramos de clorhidrato de cocaína
en cada pastilla. Su acción es mucho más intensa y más rápida que la de la
pasta de coca. La tos convulsiva, tan frecuente y molesta en quienes abusan
del tabaco, desaparece como por arte de magia con unas pocas pastillas.
Dosis – De cuatro a ocho pastillas diarias. Esta cantidad puede superar-
se, según recomiende el médico.

Té mariani, o extracto concentrado de coca


Como el nombre indica, el extracto concentrado de coca Mariani, o Té Ma-
riani, contiene en un volumen reducido todos los principios activos de la
coca. Este extracto, preparado en aparatos especiales que evitan cualquier
alteración y permiten conservar todas sus propiedades y aroma, es apro-
piado para todas las formas de uso de la coca y constituye una preparación
escrupulosamente precisa en las dosis, la más cómoda y más activa posible.
El Té Mariani puede conservarse indeinidamente y es fácil de llevar.
Ofrece un buen servicio a las personas que suben montañas, hacen marchas
fatigosas o largos viajes por países con malas condiciones de salud, y en rea-
lidad en todo trabajo o actividad de ocio que cause fatiga.
El Té Mariani puede tomarse en dosis de tres a seis cucharadas soperas
durante el día, solas o mezcladas con licor, vino, agua o leche; calientes o
frías, y endulzadas con azúcar, si se desea.
TÉ O INFUSIÓN DE COCA – Una cucharada sopera de Té Mariani,
añadida a una taza de agua caliente, y endulzada con azúcar, con o sin leche,
constituye una bebida muy agradable, más digestiva, más toniicante y me-
nos excitante que el café o el té; además, tiene en mayor grado las propieda-
des toniicantes y estimulantes de las otras dos sustancias.
Así es como se usa especialmente en Perú y Bolivia, donde se preiere al
té chino. Las personas que beben té chino en las comidas pueden sustituirlo
ventajosamente por el Té Mariani.
GARGARISMOS Y SPRAY DE COCA – Independientemente de su ac-
ción tónica y reconstituyente, la coca posee propiedades anestésicas y cal-
mantes, por lo que la utilizan los laringólogos en forma de spray, en pro-

118
porción de una cucharadita pequeña de Té Mariani por medio vaso de agua
caliente.
Un médico de Tonkin que ha experimentado con el Té Mariani nos envía
el siguiente informe:

El Té Mariani nos ha prestado un excelente servicio en los


viajes y en la práctica hospitalaria. En agua hirviendo, con
o sin azúcar, es una bebida muy agradable, tónica y estimu-
lante. Es también una buena forma de preservar las fuerzas,
sustituye a las bebidas alcohólicas y ayuda a soportar la fatiga
más estresante. El agua de los pantanos, ríos o acequias,
mezclada con unas cuantas cucharadas de Té Mariani, puede
beberse sin problema, y calma la sed. El Té Mariani estimula
el apetito, acaba con la atonía de los órganos digestivos y
previene y combate la diarrea eicientemente. Mezclado en
pequeñas cantidades con leche fresca o condensada, tiene
un sabor agradable y es tolerado incluso por los estómagos
más delicados; por tanto, es una valiosa ayuda en el trata-
miento de la disentería y las diarreas de los países tropicales.
Finalmente, su uso exclusivo o excesivo durante varios días
no ha demostrado ejercer ninguna acción perjudicial sobre
el organismo, como sí sucede con el abuso del café o de las
bebidas alcohólicas en circunstancias similares.

Los doctores Fordyce Barker, J. H. Douglas, Henry B. Sands y G. F. Shrady


nos han autorizado a dar a conocer que gracias al Té Mariani, añadido a la
leche (en la proporción de una cucharadita pequeña por cada taza de leche),
fue como pudieron alimentar al general Grant, el expresidente, cuando no
toleraba ninguna otra comida. Por este medio lograron prolongar la vida de
su ilustre paciente durante varios meses.
La coca, tomada en infusión, dio excelentes resultados a Tschudi cuando
permaneció en el valle del Puna, el más alto de Bolivia, que ha dado su nom-
bre al mal de montaña, conocido en Perú como Mal de Puna. La experiencia
ha demostrado la utilidad de la coca contra la disnea y los vómitos, de forma
que los indios que realizan ascensiones siempre llevan cierta cantidad de
coca. El doctor Tschudi se encontró cómodo tomando nuestro té mientras
cazaba en esos valles, a una altura de más de tres mil metros por encima del
nivel del mar.

119
El doctor Salemi, de Niza, nos informa sobre un caso de epilepsia en una
mujer de treinta y ocho años, curada con el uso diario y prolongado del Té
Mariani, administrado en dosis crecientes (diez gotas diarias al principio y
ochenta gotas diarias al inal del mismo mes). Este caso no es el único.

“Nuevos remedios”
Así concluye este interesante artículo del doctor Henry Schweig:

Cuando, hace dos años, Koller descubrió las propiedades


anestésicas de la cocaína aplicada a las supericies mucosas,
creció el interés por la planta de la que se extrae el alcaloide.
No deseo extenderme detallando las diversas experiencias
de quienes han estudiado los efectos de la administración
de hojas de coca o de su extracto. Es suiciente decir que,
mientras que algunos autores ensalzan las virtudes de esta
planta, otros no encuentran nada en ella que justiique que
tenga un lugar entre los medicamentos. La explicación de los
distintos resultados obtenidos es la preparación inadecuada
de la sustancia, así como la mala calidad de la materia prima
(las hojas de coca, en este caso). En una serie de experimen-
tos realizados por mí (en privado y en la práctica clínica de
un sanatorio), con el objetivo de conocer mejor el valor de
la coca en las complicaciones laríngeas, he llegado a una
conclusión que me permite airmar que no sólo es un valioso
añadido a nuestra farmacología terapéutica, sino también
un fármaco en el que podemos coniar para aprovechar su
acción especíica en ciertos trastornos del tracto respiratorio
superior. En la molesta condición en que los tensores de las
cuerdas vocales no funcionan, cuando hay problemas de voz
y los tonos más altos se producen más difícilmente, podemos
coniar en la coca para un rápido alivio; si no permanente,
al menos temporal. Por supuesto, se entiende que me reiero
sólo a aquellos casos en que se necesita cierta “fuerza nervio-
sa”, y no cuando hay parálisis debida a alteraciones orgánicas
[...]
Los vocalistas y los oradores públicos suelen quejarse de
las molestas secuelas de la faringitis folicular que padecen
cuando hacen un uso excesivo de la voz. La irritación de la

120
garganta en estos casos es bastante marcada. Los folículos
dilatados, y las grandes placas donde se unen los folículos, se
hinchan y se ponen de un color rojo profundo; aumenta la
tos, y la voz, que antes era clara, se vuelve débil y temblorosa.
Hay una sensación de constricción, dolorosa y alarmante
para el paciente. En estos casos, la coca, cuando se utiliza de
manera adecuada, hace efecto rápidamente y puede admi-
nistrarse en cierta cantidad durante muchos meses, o incluso
años, sin producir ninguno de los síntomas perjudiciales que
a veces se le atribuyen [...]
La disnea debida a los relejos de la laringe suele aliviarse
con la coca. La primera dosis debe ser completa, y después se
administran pequeñas dosis a intervalos breves para mante-
ner el efecto producido al principio [...]
He observado con frecuencia que el esfuerzo constante
por cantar, hablar en voz alta, etc., produce un estado de fati-
ga en la voz, en el cual no hay cambios aparentes en el apara-
to vocal, pero que perjudica el uso adecuado de la voz. Ya se
deba a un uso excesivo de los músculos laríngeos o faríngeos,
o a la irritación de los ilamentos nerviosos terminales de
las vías respiratorias superiores, la coca constituye el único
remedio que ha aliviado estos trastornos. Si se desea un
efecto rápido, debe administrarse una primera dosis elevada,
y después mantener el efecto con dosis menores, repetidas
con frecuencia [...]
Los caprichos y delirios de los redactores (no profesio-
nales, por supuesto) de la prensa diaria han contribuido a
envenenar la opinión popular en lo que respecta a la coca, y
eso suele ser un problema para el médico. Los pocos casos en
que se ha abusado de la cocaína han servido para condenar
por completo a una droga muy valiosa. Aún no ha llegado a
mi conocimiento ningún ejemplo en que un preparado de
coca —excepto de su alcaloide—, empleado racionalmente,
haya producido el mínimo síntoma de toxicidad. Siguiendo
el mismo criterio se debería evitar el uso de la morina, el
cloral, el cannabis y los bromuros, porque las víctimas de
su abuso se cuentan por miles cada año. Todos los agentes
medicinales potentes se ponen en nuestras manos para ser

121
utilizados de forma racional y moderada, no en exceso, y los
médicos que dudan sobre el uso de una sustancia medicinal
por culpa de su abuso, en mi opinión deberían ser clasiica-
dos junto a las hordas de fanáticos que desearían prohibir
el consumo de bebidas alcohólicas basándose en que una
minoría de la población abusa de ellas.
New York Medical Monthly, octubre de 1886.

Advertencia importante
Debido al éxito logrado por nuestras preparaciones de coca a lo largo de los
años, algunos imitadores y falsiicadores han intentado aplicar a sus produc-
tos sin valor los comentarios manifestados sobre nuestros productos espe-
ciales. Estos hechos, repetidos con cierta frecuencia, han generado protestas
procedentes de muchos médicos, entre ellos los doctores W. Oliver Moore,
Sir Morell Mackenzie y Charles Fauvel.
Al director del New York Medical Journal:

Estimado señor: En su número del 3 de enero de 1885, pági-


na 19, en un informe sobre un artículo leído en la Sociedad
Médica de Nueva York, con el título “Los efectos isiológicos
y terapéuticos de la hoja de coca y sus alcaloides”, aparece lo
siguiente: “Durante más de veinte años, el doctor Fauvel la
ha utilizado, internamente —en la presentación de Vino Ma-
riani—, en aplicaciones locales en la faringe y la laringe, en
spray o aplicadas con pincel, en forma de extracto luido o,
más recientemente, utilizando una preparación concentrada
sin alcohol que en realidad es un tónico cardíaco (preparado
por Mariani & Co.)”.
Varios fabricantes de preparaciones de coca han aprove-
chado la ocasión para citar este artículo, colocando el nom-
bre de su producto, en lugar del mencionado en el original.
Puesto que las preparaciones de coca mencionadas en mi
artículo fueron comprobadas personalmente y las considero
las mejores entre todas las que probé, deseo llamar su aten-
ción sobre estas citas erróneas y alteraciones del texto.
Sinceramente
Doctor Oliver Moore

122
Nota del director:

Nos hemos tomado la molestia de comparar el informe del


doctor Moore con el breve libro sobre la coca redactado
por el señor Mariani, así como con los folletos publicados
por ciertos fabricantes de productos elaborados con coca,
y ciertamente pensamos que algunos de esos fabricantes se
han tomado la libertad de apropiarse de un trabajo que sin
duda costó al señor Mariani una gran cantidad de tiempo y
de dinero.
New York Medical Journal, 24 de octubre de 1885

En otra columna publicamos una carta del doctor W. Oliver


Moore, en la que llama la atención sobre una injusticia que
ciertos competidores han hecho al señor Mariani al publicar
informes “modiicados”, que originalmente hablaban sobre
el exitoso uso de los productos de coca de Mariani. En ellos
hacen creer que esos informes hablan sobre sus propios
productos. Es lamentable que una compañía que siempre ha
respetado la cortesía propia del libre mercado sea ahora tra-
tada de forma tan degradante por algunos fabricantes rivales.

Al director del New York Medical Journal:

Señor - ¿Me haría usted el favor de anunciar en su revista,


haciéndome justicia ante la profesión médica, que las diver-
sas noticias que han aparecido en algunas revistas y folletos
citando mi nombre en relación con la coca son completa-
mente falsas y constituyen un delito de prevaricación? El
único producto de coca que he utilizado con éxito continuo
ha sido el famoso Vino Mariani, que, desde 1865, he tenido
ocasión de prescribir a diario en mi clínica, así como en mi
práctica privada. Mi opinión sobre este valioso fármaco, du-
rante muchos años, ha sido bien conocida por mis colegas de
profesión gracias a varios escritos, y es justo que este valioso
producto reciba el honor que merece. Le agradezco que cum-
pla mi solicitud.
Charles Fauvel

123
El señor Mariani ha recibido su merecido premio por la alta calidad y exce-
lencia de sus productos, no sólo por las numerosas menciones honoríicas
efectuadas por algunos destacados miembros de la profesión médica y por
quienes han tenido ocasión de utilizar sus preparaciones a base de coca, sino
por estos galardones recibidos recientemente:
Medalla de Oro y Medalla de Plata de la Academia Nacional de Francia;
Medalla de Oro y Gran Diploma de Honor en la Exposición de Vinos de
Burdeos, Francia; Medalla de Oro y Diploma de Honor en la Exposición de
Higiene de Amsterdam, Holanda; y Medalla de Oro y Diploma en Leaming-
ton, Inglaterra, donde el jurado puso al Vino Mariani el sobrenombre de
“Vino para los Atletas”.
Solicitamos a los médicos que confían en nuestros productos que los
prescriban bajo el nombre de Mariani, y que insistan en que se cumplan
escrupulosamente sus prescripciones.

124
Cocaína26
Aleister Crowley

Este escrito fue redactado en los Estados Unidos poco después de aprobarse la
Harrison Act27, una ley que prohibió la venta de cocaína y otras drogas a quien
no tuviera una receta que justiicara su consumo. En él Crowley presenta sus
argumentos contra la prohibición: el tráico se convierte en ilegal, la droga se
encarece y el adicto puede convertirse en un delincuente para poderse costear
su hábito.
Crowley fue un consumidor habitual de drogas, y a lo largo de su vida utilizó,
además de cocaína, alcohol, opio, cannabis, éter, morina y peyote. Durante
varias etapas de su vida tuvo dependencia de la heroína, después de que un
médico se la recetara para sus problemas respiratorios. Además de en el texto
que ofrecemos a continuación, relata sus experiencias con las drogas en Diary
of a Drug Fiend (Diario de un drogadicto), publicado en 1922.

“Hay una tierra feliz, lejos, muy lejos”


Himno

De todas las gracias que se agrupan alrededor del trono de Venus, la más
tímida y evasiva es la doncella a la que los mortales llaman felicidad. Ningu-
na es perseguida con tanto ahínco, pero ninguna es tan difícil de conseguir.
De hecho, sólo los santos y los mártires —por lo general desconocidos para
sus semejantes— la han hecho suya; y la han alcanzado extinguiendo en sí
mismos el sentido del Ego con el ardiente acero de la meditación, disolvién-

26 Publicado originalmente en la revista La Internacional, octubre de 1917.


27 Nota del traductor: 17 de diciembre de 1914. Esta ley supuso el primer intento es-
tadounidense de controlar, a nivel estatal, el comercio de opiáceos y derivados de la coca.

125
dose en ese divino océano de la Conciencia cuya espuma es desapasionada y
constituye el perfecto éxtasis.
Para los demás, la Felicidad sólo llega por casualidad; cuando menos se
busca, tal vez se nos aparezca. Buscad, y no la encontraréis; pedid, y no la
recibiréis; llamad, y no se os abrirá. La Felicidad es siempre un accidente
divino. No es una cualidad deinida, sino el cúmulo de todas las circuns-
tancias. Es inútil combinar sus ingredientes; podemos repetir sin cesar los
experimentos vitales que la han producido en el pasado, y con habilidad y
variedad ininitas. Pero todo es en vano.
Parece un cuento de hadas que una entidad tan metafísica surja en un
momento determinado sin intervención de la sabiduría, sin ninguna fórmu-
la mágica, sino mediante una simple planta. El más sabio de los hombres no
puede incrementar la felicidad de los demás, aunque sean bendecidos con
los dones de la juventud, la belleza, la riqueza, la salud, el ingenio y el amor.
El ruián más canalla, vestido con andrajos, indigente, enfermo, cobarde,
estúpido, todo él envidia, puede conseguirla con una simple y rápida aspira-
ción. El asunto es tan paradójico como la vida, tan místico como la muerte.
¡Mirad ese deslumbrante montoncito de cristales! Son Clorhidrato de
Cocaína. Al verlos, el geólogo pensará en la mica; para mí, que asciendo a
las cumbres más altas, son iguales que esos brillantes copos de nieve que
lorecen principalmente donde las rocas sobresalen por encima del hielo, en
las grietas de los glaciares que el viento y el sol han ido desgastando con sus
besos. A quienes no conocen las grandes colinas, tal vez les sugieran la nieve
que adorna los árboles con brillantes lores. Ese tipo de joyas es propio del
país de las hadas. A quien las pruebe con sus fosas nasales debe parecerle
como si el aliento de algún gran espíritu de la Inmensidad quedara congela-
do por el frío del espacio que hay sobre su barba.
Nunca ha existido un elixir con una magia tan instantánea como la co-
caína, independientemente de a quién se proporcione. Escoged al mayor
fracasado que haya sobre la tierra; dejadle sufrir todas las torturas propias
de la enfermedad; arrebatadle la esperanza, la fe y el amor. Después mirad el
dorso de su mano marchita, su piel descolorida y arrugada, tal vez inlamada
por un doloroso eczema, quizás podrida por culpa de una úlcera maligna.
Poned sobre ella esa nieve brillante, sólo unos granos, un pequeño monton-
cito de polvo estrellado. El brazo consumido se levanta lentamente hacia la
cabeza, que es poco más que una calavera; la débil respiración absorbe ese
polvo radiante. Ahora tenemos que esperar un minuto, o tal vez cinco.

126
Entonces ocurre el milagro de los milagros, tan seguro como la muerte,
pero tan natural como la vida; una cosa más milagrosa aún por su rapidez,
tan alejada del transcurso normal de la evolución. Natura non facit saltum:
“la naturaleza nunca da saltos”. Cierto, y por eso mismo este milagro parece
ir contra natura.
La melancolía se desvanece; los ojos brillan; la triste boca sonríe. Prác-
ticamente vuelve el vigor viril, o así parece. Al menos la fe, la esperanza y el
amor se unen en una danza; se recupera todo lo que se ha perdido.
El hombre es feliz.
A una persona la droga le puede proporcionar vivacidad, a otra tranqui-
lidad; a unos fuerza creativa, a otros energía sin límite, a otros glamour, y a
otros deseo. Pero todos son felices a su manera. ¡Pensad en ello! ¡Tan simple,
y a la vez tan trascendental! ¡El hombre se siente feliz!
He viajado por todos los rincones del planeta; he contemplado tales ma-
ravillas de la Naturaleza que mi pluma aún echa humo cuando intento con-
tarlas; he sido testigo de muchos milagros que son obra del genio humano;
pero nunca he visto una maravilla como ésta.

II

¿Acaso no hay una escuela de ilósofos, fríos y cínicos, que considera a Dios
un estafador? ¿Que cree que le da placer despreciar la insigniicancia de sus
criaturas? ¡Sus tesis deben estar basadas en la cocaína! Demuestran una
amargura, una ironía y una crueldad inefables. Este don de la rápida y segu-
ra felicidad se pone a nuestra disposición sólo para que caigamos en la ten-
tación. Ni la historia del santo Job contiene un trago tan amargo. ¿Hay algo
más odioso y endemoniado que ofrecernos tal bendición y decirnos que no
podemos tomarla? ¿No se nos podría permitir soportar las miserias de la
vida, tan malas como son, sin la angustia de saber que tenemos el máximo
placer a nuestro alcance, y que el precio de esa alegría consiste en multiplicar
por diez nuestra ansiedad?
La felicidad de la cocaína no es pasiva ni plácida como la propia de las
bestias, sino que es autoconsciente. Le dice al hombre lo que él es y lo que
podría ser; le ofrece la semblanza de la divinidad, aunque con ello tal vez se
dé cuenta de que es un gusano. Despierta el descontento de una manera tan
aguda que nunca volverá a apaciguarlo. Genera hambre. Dad cocaína a un
hombre que ya sea sabio, instruido en los saberes del mundo, moralmente
fuerte, un hombre inteligente y con autocontrol. Si realmente tiene dominio

127
de sí mismo, no le hará daño. Sabrá que se trata de una trampa: tendrá cui-
dado si repite esos experimentos, y vislumbrar su objetivo puede incitarle a
conseguirlo por los medios que Dios reserva a Sus santos.
Pero dadla a un ignorante, a un individuo autocomplaciente, a un indo-
lente —es decir, al hombre normal— y estará perdido. Él dirá, y su lógica es
perfecta: «Esto es lo que quiero». Él no conoce, ni puede conocer, el verda-
dero camino; el camino equivocado es el único para él. Hay cocaína a discre-
ción, y la toma una y otra vez. El contraste entre su vida de larva y su vida de
mariposa es demasiado amargo para que su alma antiilosóica lo soporte; se
niega a coger el toro por los cuernos.
Y de este modo no puede ya soportar los momentos de infelicidad, es
decir, de la vida normal: así es como la llama. Los intervalos entre sus con-
sumos disminuyen.
¡Ay! El poder de la droga disminuye a un ritmo rapidísimo. Las dosis
aumentan; el placer disminuye. Aparecen los efectos secundarios, que al co-
mienzo eran invisibles; son como demonios con tridentes llameantes en sus
manos.
Un simple ensayo con la droga no conlleva ninguna reacción destacable
en un hombre sano. Se va a la cama a su debido momento, duerme bien y se
despierta descansado. Los indios sudamericanos suelen mascar esta droga
en su forma original cuando hacen marchas a pie, y consiguen verdaderas
hazañas desaiando al hambre, la sed y la fatiga. Pero sólo la utilizan en casos
extremos, y un prolongado descanso y una comida abundante permiten al
cuerpo recuperar fuerzas. Asimismo, los salvajes, al contrario que la mayo-
ría de los habitantes de las ciudades, tienen sentido y fuerza moral.
Lo mismo puede decirse de los chinos y los hindúes en relación con su
uso del opio. Todos lo utilizan, y sólo en muy pocos casos llega a convertirse
en un vicio. Existe entre ellos como el tabaco entre nosotros.
La naturaleza pronto avisa a quien abusa de la cocaína por placer; pero
éste no la escucha. Los nervios se encuentran agotados por la constante esti-
mulación; necesitan descanso y alimento. Hay un momento en que el caba-
llo cansado deja de responder al látigo y la espuela. Se tambalea, cae como
una mole temblorosa y exhala su último suspiro.
Así perece el esclavo de la cocaína. Con todos los nervios rebelándose,
todo lo que puede hacer es renovar el azote del veneno. El efecto farmaco-
lógico ya no existe; los efectos tóxicos se han acumulado. Los nervios enlo-
quecen. La víctima comienza a tener alucinaciones. «¡Mirad! Hay un gato
gris sobre esa silla. No he dicho nada, pero ha estado allí todo el tiempo».

128
También pueden verse ratas. «Me encanta verlas subir por las cortinas.
¡Si, ya sé que no son ratas reales! Pero la del suelo sí es una rata real. Casi la
mato en cierta ocasión. Es la primera rata que vi; es una rata real. La primera
vez la vi sobre el alféizar de mi ventana, una noche».
Todo eso, dicho con toda la tranquilidad, es manía. El placer desaparece
muy pronto y le sustituye su contrario, igual que a Eros le sucede Anteros28.
«¡Oh, no! ¡Nunca se me acercan!». Pasan unos días y se arrastran sobre
su piel, roen de forma interminable e intolerable, odiosamente y sin parar.
No es necesario describir el inal, sin importar cuánto se prolongue la
situación porque, a pesar de la desconcertante destreza desarrollada por el
ansia por la droga, el estado de locura trastorna al paciente, y su frecuente-
mente obligada abstinencia no puede apaciguar los síntomas físicos y men-
tales. Después consigue un nuevo suministro, y con un entusiasmo diez ve-
ces mayor, el maníaco, cogiendo el bocado con los dientes, galopa hacia la
oscura orilla de la muerte.
Y antes de esa muerte llegan todos los tormentos de la condenación eter-
na. Queda destruido el sentido del tiempo, de forma que una hora de absti-
nencia puede conllevar más horrores que un siglo de dolor en un tiempo y
un espacio normales.
Los psicólogos no entienden cómo el ciclo isiológico de la vida y la nor-
malidad del cerebro convierten a la existencia en algo insigniicante, tanto
para lo bueno como para lo malo. Para comprender esto, podemos pasarnos
uno o dos días sin comer; veremos cómo la vida conlleva un constante dolor
subconsciente. Con el hambre por la droga, este efecto se multiplica por mil.
El tiempo mismo queda abolido; el verdadero y eterno inierno metafísico
se hace presente en la conciencia, que ha perdido sus límites sin encontrar a
Aquel que no tiene límites.

III

Gran parte de todo esto es bien conocido; el sentido dramático me ha obli-


gado a insistir en lo que ya conocemos gracias a la altura de la tragedia; o de
la comedia, si uno tiene esa capacidad de distanciamiento de la humanidad
que atribuimos sólo a los mejores hombres —Aristófanes, Shakespeare, Bal-
zac, Rabelais, Voltaire, Byron—, ese poder que permite a veces a los poetas

28 Nota del traductor: Hermano de Eros, dios del amor. Según la mitología griega, castigaba a
quienes no correspondían al amor que se les daba.

129
compadecerse de las penas de los hombres, y otras veces les lleva a despre-
ciar su turbación.
Pero yo debí haber insistido de forma más sensata en el hecho de que
los mejores hombres pueden usar esta y otras muchas drogas con beneicios
para ellos mismos y para la humanidad. Igual que los hindúes que mencioné
antes, la utilizarán sólo para realizar algún trabajo que no podrían hacer
sin ella. Puedo citar como ejemplo a Herbert Spencer, que tomaba mori-
na diariamente y que nunca excedió cierta dosis. Wilkie Collins también se
sobrepuso a la agonía de la gota reumática gracias al láudano, y nos ofreció
obras maestras aún no superadas.
Otros llegaron demasiado lejos. Baudelaire se cruciicó a sí mismo, en
cuerpo y alma, en su amor por la humanidad; Verlaine al inal se convirtió en
esclavo, cuando durante tanto tiempo había sido el señor. Francis hompson
se mató con opio; lo mismo le pasó a Edgar Allan Poe. James homson hizo
lo mismo con el alcohol. Los casos de de Quincey y F. H. Ludlow son de me-
nor entidad —pero similares—, con láudano y hachís, respectivamente. El
gran Paracelso, que descubrió el hidrógeno, el zinc y el opio, empleó delibe-
radamente el estímulo del alcohol, equilibrado con ejercicio físico enérgico,
para extraer toda la energía de su mente.
Coleridge dio lo mejor de sí mismo bajo los efectos del opio, y nos per-
dimos el inal de Kubla Khan debido a la interrupción de un inoportuno
‘hombre de Porlock’29, ¡maldito sea para siempre en la historia del género
humano!

IV

Considerad la deuda de la humanidad con el opio. ¿Está pagada por la muer-


te de unos cuantos derrochadores que se sobrepasaron?
La relevancia de este ensayo reside en la discusión de la siguiente pre-
gunta: ¿deberían las drogas estar disponibles para el público?
En este momento me detengo para pedir perdón al pueblo americano.
Me siento obligado a tomar un punto de vista alarmante e impopular. Me
veo obligado a proferir ciertas terribles verdades. Estoy en la posición poco
29 Nota del traductor: El escritor y ilósofo Samuel Taylor Coleridge, en el transcurso de un
sueño que tuvo bajo los efectos del opio, compuso mentalmente un poema que tituló Kubla
Khan. Se dispuso a redactarlo antes de que le abandonara la inspiración o lo olvidara, pero
en ese momento llegó a su casa un visitante que procedía de la ciudad de Porlock, en el
suroeste de Inglaterra. Debido a la interrupción nunca pudo terminar el poema, que en
lugar de tener la extensión visualizada en su mente (entre doscientos y trescientos versos)
se quedó en sólo cincuenta y cuatro versos.

130
envidiable de quien pide a otros que cierren los ojos a lo particular para
poder contemplar lo general.
Sin embargo, creo que, en materia de legislación, América está partien-
do de una premisa totalmente falsa. Estoy convencido de que la moralidad
constructiva es mejor que la represión. Creo que la democracia, más que
cualquier otra forma de gobierno, debe coniar en el pueblo, como precisa-
mente inge hacer.
Me parece una táctica mejor y más audaz atacar la teoría contraria por
su punto más fuerte.
Debemos demostrar que, ni siquiera teniendo en cuenta los usos más
discutibles, un gobierno tiene justiicación para restringir el uso por culpa
del abuso. No obstante, admitiendo esta justiicación, discutamos sobre su
conveniencia.
Vayamos al grano: ¿deberían las drogas ‘que causan dependencia’ ser ac-
cesibles al público?
La cuestión es muy actual porque el admitido fracaso de la Harrison Act
ha dado lugar a una nueva propuesta, que empeora aún más la situación.
No utilizaré la gran tesis de la libertad. Los hombres libres la han adop-
tado hace mucho tiempo. ¿Quién defenderá que el sacriicio voluntario de
la vida de Cristo fue inmoral porque privó al Estado de un contribuyente?
No; la vida de un hombre es propiedad suya, y él tiene derecho a des-
truirla a su antojo, a no ser que coarte los derechos de sus vecinos.
Pero justamente eso es lo más importante. En la actualidad toda la comu-
nidad es nuestro vecino, y no debemos causarle perjuicio. Muy bien; enton-
ces hay puntos a favor y puntos en contra, y debemos alcanzar el equilibrio.
En América, la idea de la prohibición en todas las cosas es llevada hasta
un extremo que roza el fanatismo, principalmente por periódicos de carác-
ter histérico. “Sensacionalismo a cualquier precio el próximo domingo” es
el equivalente, en la mayoría de los editoriales, a la supuesta orden alemana
de capturar Calais. De ahí que los peligros de cualquier cosa sean celebrados
ditirámbicamente por los Coribantes de la prensa, y el único remedio es la
prohibición. A dispara a B con un revólver; el remedio, la Ley Sullivan. En
la práctica, esto funciona bastante bien porque el propietario que tiene un
revólver para protegerse no está obligado a cumplirla, es una buena arma
contra los gángsters y ahorra a la policía el trabajo de demostrar que se co-
metió un delito.
Pero lo inapropiado es la idea. Hace poco, un hombre disparó contra su
familia y a sí mismo con un rile equipado con un silenciador Maxim. ¡El

131
remedio sería una ley que prohíba los silenciadores Maxim! Sin tener en
cuenta que, si el hombre no hubiese tenido un arma, habría estrangulado a
su familia con sus manos.
Los reformadores americanos no parecen saber, en ninguna época ni en
relación a ningún asunto, que el único remedio para lo incorrecto es lo co-
rrecto; que la educación moral, el autocontrol y los buenos modales salvarán
el mundo; y de que las leyes no son solamente inútiles, sino contraprodu-
centes. Además, un exceso de leyes va contra sus propios ines. Criminaliza
a toda la población y convierte a todos en policías y soplones. La salud moral
de un pueblo de esas características queda arruinada para siempre; sólo la
revolución puede salvarlo.
Ahora en América la Harrison Act imposibilita teóricamente al lego, y
diiculta al médico, obtener ‘drogas narcóticas’. Pero, en la práctica, una de
cada dos lavanderías chinas es un centro de distribución de cocaína, morina
y heroína. Los negros y los vendedores ambulantes también hacen buenos
negocios. Algunas personas se imaginan que uno de cada cinco habitantes
de Manhattan es adicto a una u otra de estas drogas. Yo no puedo creerme
ese cálculo, aunque el deseo de divertirse sea una constante entre esta gente
que aprecia tan poco el arte, la literatura y la música; que no tiene, por de-
cirlo en pocas palabras, ninguno de los recursos que poseen los pueblos de
otras naciones en sus cultivados espíritus.

Era una persona muy fatigada, en esa calurosa tarde de verano de 1909, la
que vagabundeaba por Logroño. Hasta el río parecía demasiado perezoso
para seguir su curso normal, y se estancaba en pequeñas charcas sacando
la lengua, podríamos decir. El aire rielaba suavemente; en la ciudad, las te-
rrazas de las cafeterías estaban llenas de gente. No tenían nada que hacer, ni
tampoco ganas. Sorbían el fuerte vino de los Pirineos, o el Rioja del sur bien
aguado, o bien jugaban con sus vasos de cerveza. Si alguno de ellos pudiera
haber leído el discurso del general O’Ryan dedicado al soldado americano,
habría pensado que su mente estaba trastornada.
«El alcohol, sea cerveza, vino, whisky o cualquier otra cosa, genera in-
eicacia. Aunque afecta de distintas formas a los hombres, los resultados son
los mismos, en el sentido de que todos los afectados por él dejan de ser
normales durante algún tiempo. Algunos se vuelven olvidadizos, otros se

132
ponen enfermos, otros somnolientos, y otros notan que sus pasiones se ven
estimuladas en gran medida».
En cuanto a nosotros, íbamos de camino a Madrid. Nos vimos obligados
a darnos prisa. Una semana, un mes o un año como mucho, y teníamos que
abandonar Logroño obedeciendo el toque de atención del deber.
Sin embargo, decidimos olvidarlo de momento. Nos sentamos e inter-
cambiamos opiniones y experiencias con los nativos. Por el hecho de tener
prisa nos tomaban por anarquistas, y se sentían aliviados al explicarles que
éramos “locos ingleses”. Todos juntos éramos felices, y aún lamento la tonte-
ría de marcharnos a Madrid.
Si uno se encuentra en una cena en Londres o Nueva York, se hunde en
el abismo de la monotonía. No hay ningún tema de interés general; no hay
gracia; es igual que esperar un tren. En Londres uno se sobrepone al ambien-
te bebiendo una botella de champán lo más rápidamente posible; en Nueva
York se toma cóctel tras cóctel. Los vinos ligeros y las cervezas de Europa,
ingeridos en cantidades moderadas, no son buenos; no hay tiempo para ser
feliz, así que uno debe estimularse. Cenando solo o con amigos, al contrario
de lo que sucede en una iesta, uno puede sentirse a gusto con un Borgoña
o un Burdeos. Se dispone de toda la noche para ser feliz, y no hay por qué
tener prisa. ¡Pero el neoyorquino medio no tiene ni tiempo para asistir a una
cena! Prácticamente lamenta la hora en que cierra su oicina. Su cerebro está
aún ocupado con sus planes. Cuando quiere placer, calcula que puede em-
plear en él sólo media hora. Tiene que echarse a la garganta los licores más
fuertes a la máxima velocidad posible.
Imaginad a este hombre —o a esta mujer— con su tiempo libre reducido
al mínimo. Ya no puede perder diez minutos en obtener placer; ni tampoco
se atreve a beber por culpa de otras personas. Bien, la solución es simple:
puede conseguir la acción inmediata característica de la cocaína. No huele a
nada, y puede ser tan discreta como podría desearlo el feligrés de cualquier
iglesia.
El problema de la civilización es su vida tan intensa, que exige una esti-
mulación también intensa. La naturaleza humana necesita placer; los place-
res saludables requieren ocio; debemos elegir entre la embriaguez y la siesta.
No hay cocainómanos en Logroño.
Además, en ausencia de un ambiente idóneo, la vida exige conversación;
debemos elegir entre la embriaguez y el cultivo de la mente. No hay droga-
dictos entre personas que están principalmente ocupadas con la ciencia, la
ilosofía, el arte y la literatura.

133
VI

No obstante, aceptemos las airmaciones prohibicionistas y partamos de


ellas. Admitamos que el argumento defendido por la policía, que consiste en
que la cocaína y las demás drogas son utilizadas por criminales que sin ellas
carecerían de fuerza para delinquir. También aseguran que los efectos de las
drogas son tan letales que incluso los ladrones más listos dejan de hacer bien
su trabajo. Entonces, por el amor de Dios, ¡abrid almacenes donde puedan
conseguir cocaína gratis!
No se puede curar a un drogadicto; no se le puede convertir en un ciu-
dadano útil. Nunca ha sido un buen ciudadano porque, de haberlo sido, no
habría caído en esa esclavitud. Si le reformamos de manera temporal, a costa
de enormes gastos, peligros y problemas, todo el trabajo se esfumará como
la neblina de la mañana cuando en su camino se cruce la siguiente tentación.
El remedio apropiado consiste en dejar que haga lo que quiera y que se lo
lleven los demonios. En lugar de darle menos droga, dadle más y acabad con
él. Su destino será una advertencia para sus iguales, y en un año o dos sabrán
evitar el peligro. Los que no, dejad que mueran también y así salvaremos el
estado. Los débiles morales son un peligro para la sociedad, independiente-
mente de su defecto. Si son tan amables que se quieren eliminar a sí mismos,
será un crimen interferir en su tarea.
Tal vez digáis que, mientras esas personas se matan a sí mismas, comete-
rán malas acciones. Tal vez, pero ya las están haciendo ahora.
La prohibición ha generado un tráico ilegal, como siempre sucede; y
los problemas que esto conlleva son innumerables. Miles de ciudadanos se
agrupan para derrotar a la ley; en realidad, la misma ley les incita a hacerlo
porque los beneicios del comercio ilícito son enormes, y cuanto más fuerte
es la prohibición más irracionalmente grandes son. Podéis erradicar el uso
de pañuelos de seda de la misma forma, y la gente dirá: «De acuerdo, utili-
zaremos los de lino». Pero el cocainómano quiere cocaína, y no podéis qui-
társela de la cabeza con sales de Epsom30. Además, su mente ha perdido toda
proporción; pagará lo que sea por su droga; nunca dirá «no puedo permitír-
mela»; y si el precio es elevado, robará, atracará y matará para conseguirla.
Repito: no se puede rehabilitar a un drogadicto; todo lo que conseguiremos
al evitarle obtener droga es crear una clase de criminales sutiles y peligrosos;
e incluso si los encarcelamos a todos, ¿habremos mejorado algo?

30 Nota del traductor: Sal de magnesio utilizada como laxante y depurativo.

134
Mientras los distribuidores ilegales puedan obtener beneicios tan gran-
des (entre el mil y el dos mil por ciento), les resultará beneicioso disponer
de nuevas víctimas. ¡Y con los beneicios actuales de pasar de contrabando
una cantidad no superior a la que cabe en el forro de mi abrigo podría com-
prar un billete de primera clase a Londres, de ida y vuelta! ¡Todos los gastos
pagados, y una bonita cantidad en el banco al inal del viaje! Y sin importar
la ley, los soplones y demás, podría vender mi material, sin prácticamente
arriesgarme, en una sola noche en los barrios bajos.
Pasamos a comentar otro punto. No se puede llevar la prohibición hasta
el extremo. Es imposible, en última instancia, arrebatar las drogas a los mé-
dicos. Ahora los médicos, más que cualquier otra clase, son drogadictos; y
también habrá muchos que traiquen con drogas para conseguir dinero o
poder. Quien posea el suministro de la droga será el señor, en cuerpo y alma,
de cualquier persona que la necesite.
La gente no entiende que una droga, para su esclavo, es más valiosa que
el oro o los diamantes; una mujer virtuosa tal vez pueda pasar sin rubíes,
pero la experiencia médica nos dice que no hay mujer virtuosa que necesite
droga que no se prostituiría a un trapero por una sola dosis.
Y si llegara el momento en que la quinta parte de la población consumie-
ra alguna droga, entonces a esta pequeña y errática isla le esperaría un futuro
bastante agitado.
La falacia de los argumentos prohibicionistas queda demostrada por la
experiencia de Londres y otras ciudades europeas. En Londres, cualquier
cabeza de familia o persona de apariencia formal puede comprar cualquier
droga tan fácilmente como si fuera queso; y Londres no está lleno de manía-
cos ansiosos que esnifan cocaína en las esquinas cuando descansan de robar,
violar, incendiar, asesinar, sobornar y ocultar delitos, tal como nos dicen que
sucede si a un pueblo libre se le permite ejercitar una pequeña parte de su
libertad.
Si la postura prohibicionista no fuera absurda, constituiría un indicio del
nivel moral de los ciudadanos de los Estados Unidos, que se habrían sentido
ofendidos con toda la razón por los cerdos de Gadara después de que los
diablos entraran en sus cuerpos31.

31 Nota del traductor: Crowley se reiere a la historia de Marcos 5:1-13, del Nuevo Testa-
mento, en la que se narra que Jesús conoció a un hombre poseído por demonios. Jesús,
para liberarle, ordenó a los demonios que salieran del cuerpo, a lo que contestaron que se
les permitiera entrar en los cuerpos de los cerdos de una piara que se encontraba cerca de
aquel lugar. Posteriormente, los cerdos se arrojaron al mar desde un acantilado.

135
No es mi tarea protestar aquí en su nombre, si admitimos la pertinencia
del comentario. Sigo diciendo que la prohibición no es ninguna solución.
El remedio consiste en dar a la gente algo en lo que pensar; desarrollar sus
mentes; llenarlas con ambiciones, en lugar de con dólares; establecer ciertos
objetivos que puedan medirse en términos de realidades eternas; en una pa-
labra, educarles.
Si esto parece imposible, tanto mejor; es otro argumento más para ani-
marles a tomar cocaína.

136
La coca: una tradición andina

El escrito que ofrecemos a continuación es una encendida defensa del cultivo y


el consumo de la hoja de coca por parte de un grupo que representa los intere-
ses de los habitantes de las regiones de donde es originaria. Ensalza a la hoja
de coca en detrimento de su alcaloide, la cocaína, e incluye argumentos de
carácter político cuya valoración dejamos en manos del lector.
Fue inspirado por el movimiento Tupay Katari, y lo presentó, en julio de 1993,
a la Comisión de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos - Subcomisión
de Prevención de Discriminación y Protección a las Minorías, el Grupo de
Trabajo sobre Poblaciones Indígenas. La traducción al español la ha realizado
el recopilador y editor del presente volumen.

Antecedentes
La planta de coca es tan antigua como el hombre. El cultivo y el consumo
de sus hojas, consideradas sagradas por las civilizaciones precolombinas, se
remontan a más de 4.000 años. Es de la mayor importancia el hecho de que,
con el paso del tiempo, el arbusto se convirtiera en parte integral de la cul-
tura andina, y que tanto en la actualidad como en el pasado represente la
fuerza material y espiritual de la identidad de los pueblos indígenas.
En los Andes no hay ninguna planta más apreciada y valorada por los
indios que la de coca. Los nativos del Imperio Tahuantinsuyo, que incluyó
Perú, Bolivia, Ecuador y el norte de Argentina, la cultivaron de la misma ma-
nera que la vid se cultiva en Europa. Los registros históricos han demostrado
que la planta de coca —cultivada desde tiempos inmemoriales— siempre ha
sido algo omnipresente en el universo indígena, y que no sólo ha enriqueci-
do sus tradiciones ancestrales, sino que simboliza su vigorosa resistencia a la
dominación colonial y al sometimiento.

137
Desde que los conquistadores españoles la identiicaron como uno de los
elementos esenciales de los rituales mágicos, religiosos y medicinales de la
tradición andina, y como un factor que permitió a los indios conquistados
mantener su cohesión y su resistencia, la coca siempre ha sido perseguida
y combatida como una “planta diabólica”. Bajo la visión etnocéntrica de los
colonizadores europeos, la misteriosa hoja empleada en rituales y ofrendas
al Sol y a la Madre Tierra impidió la conversión de los pueblos indígenas al
cristianismo. Surgieron los primeros adversarios de la planta de coca y pro-
pusieron su eliminación inmediata, con el pretexto de asegurar la salvación
de las almas indígenas.
A lo largo de los siglos, la hoja de coca ha sido atacada y defendida por
diversas partes. Fue atacada por los colonizadores como parte de un proceso
de alienación cultural, y por la Inquisición, detrás de la cual se escondía el
voraz apetito por el oro, la plata y todas las riquezas que esperaban en las
profundidades de los Andes. A pesar de la contribución inestimable de las
civilizaciones precolombinas a la vieja Europa, mediante varias plantas muy
valiosas, como por ejemplo la patata, el maíz, el tomate, el quingombó, el al-
godón, el chile, la quinua y ciertas variedades de legumbres, paradójicamen-
te, la coca es objeto de discriminación. Sin embargo, los pueblos indígenas
se identiican con la planta de coca —viva expresión de la cultura andina— y
protegiéndola han defendido siempre los derechos de los pueblos andinos
por conservar sus tradiciones y valores milenarios.

Tradiciones andinas
En el marco de la forma de vida de los pueblos aborígenes, la hoja de coca no
es ninguna mercancía en la región andina. El papel fundamental del arbusto,
con todas sus connotaciones mitológicas, es servir de nexo de integración y
garantizar la cohesión social de las familias y las comunidades indígenas; a
lo largo de sus vidas está presente como símbolo de fraternidad, solidaridad,
espíritu comunitario, comprensión mutua y tolerancia recíproca entre los
miembros del vasto imperio de Tahuantinsuyo.
La coca también ha desempeñado y sigue desempeñando un importan-
te papel en la solución de los conlictos, como agente de reconciliación en
vistas a la paz y el trabajo en común y, inalmente, como instrumento para
el trueque y el pago.
En relación con su función espiritual, la hoja sagrada de los Incas la han
utilizado los indios durante milenios en sus actos ceremoniales y rituales

138
para expresar respeto y gratitud a sus dioses y a la Madre Tierra, por haberles
proporcionado los medios necesarios para la vida.
En la cosmovisión indígena, la hoja de coca también actúa como un nexo
entre la naturaleza y el pueblo de los Andes; entre el trabajo —el medidor de
su dignidad humana— y la explotación racional de sus recursos naturales. El
armonioso desarrollo, por parte de estos pueblos, de una sociedad que era la
más avanzada y mejor organizada de su tiempo, es actualmente una fuente
de inspiración para todos los que luchan por la supervivencia de la Tierra y
de su diversidad vegetal y animal.
Entre las múltiples funciones sociales propias de la coca, se incluye la
hospitalidad y la generosidad de los nativos. Es la compañera del indio, sea
minero u obrero, desde la cuna hasta la tumba. En momentos de agotamien-
to físico y moral, desesperación y sufrimiento, las pequeñas hojas verdes no
sólo alivian las punzadas del hambre, la tristeza y el sufrimiento, sino que,
igual que un tentempié o un tónico, refuerzan la resistencia de los indios a
las inclemencias, al duro trabajo en el árido suelo y en las minas, y les pro-
porcionan energía para soportar su estatus de pueblo vencido, discriminado,
explotado y ofendido en su dignidad.
Además, en la tradición milenaria de las civilizaciones andinas, la plan-
ta de coca ha servido como agente espiritual y material, como una fuente
de conocimiento e intuición para las poblaciones indígenas, y gracias a ella
fueron capaces de diagnosticar y curar numerosas enfermedades, así como
de predecir el destino y los fenómenos naturales (granizo, heladas, etc.) para
estar preparados y adaptados a los rigores del clima.
En consecuencia, es imposible imaginarse a los indios nativos andinos
sin su planta, que les inspira gran respeto y veneración. En virtud de su pro-
fundo signiicado místico y mítico en la religión, la cultura, la salud y el
trabajo, la hoja de coca es un poderoso símbolo de la identidad indígena, y
por ello imposible de sustituir por ningún cultivo alternativo. Quienes tratan
de erradicar la coca son culpables de socavar los fundamentos mismos de la
herencia cultural andina, de desarraigar tradiciones ancestrales y de promo-
ver la invasión de la llamada ‘civilización’ occidental.

Las virtudes de la coca


A la luz de las investigaciones realizadas y conirmadas por la experiencia
cotidiana, podemos airmar que la planta de coca es fundamentalmente una
planta medicinal por excelencia, cuyas propiedades preventivas y terapéuti-
cas han demostrado su eicacia a lo largo de los siglos.

139
Según los estudios cientíicos, la composición química de la hoja de coca
es más completa y rica en calorías, proteínas, grasas, carbohidratos, ibra,
cenizas, minerales (calcio, fósforo, hierro, potasio, magnesio, sodio, ácido
ascórbico, etc.), y en las vitaminas A, C y E, que otras plantas alimenticias e
infusiones de uso común, como por ejemplo el café, el té, la manzanilla, etc.
Gracias estas investigaciones, actualmente sabemos que la hoja de coca con-
tiene más proteínas (19,9 por ciento) que la carne (19,4 por ciento), y mucho
más calcio (2,191 por ciento) que la leche condensada, y que es más rica en
vitamina B1 (276 por ciento más) que las zanahorias frescas (véase Carter y
Mamani, “Coca en Bolivia”, 1980).
No es casual que esta planta haya adquirido una amplia y diversa gama
de aplicaciones en la medicina tradicional de los pueblos indígenas. Sus cua-
lidades insustituibles se han demostrado a lo largo del tiempo y en nume-
rosos ámbitos. La hoja de coca se ha convertido en el remedio tradicional
para el tratamiento de ciertas enfermedades isiológicas y psicológicas, y en
virtud de su composición es un potente vigorizante para curar dolencias
estomacales y digestivas, aliviar las afecciones de la laringe y de las cuerdas
vocales, prevenir el vértigo, regular la presión arterial y el metabolismo de
los hidratos de carbono, e incluso para aumentar la potencia sexual.
Por último, se ha establecido una relación directa entre el apetito, la fati-
ga física e intelectual y el uso tradicional de la coca, que puede consistir en
mascarla, en tomarla en infusiones o en aplicarla en forma de cataplasmas.
Bajo condiciones de extrema pobreza, caracterizada por la malnutrición y
las enfermedades que surgen debido a la falta de calorías y vitaminas, la
composición química de la coca no sólo permite a los indígenas soportar
el hambre y el frío, sino que también les proporciona una valiosa fuente de
vitaminas y energía.
En este sentido, los turistas extranjeros son más conscientes que los pro-
pios indios del valor de la coca a la hora de elaborar un excelente té de hier-
bas para evitar el mal de altura (soroche) y adaptarse al clima del fascinante
altiplano de los Andes. Es signiicativo que, durante una visita a Bolivia, el
Papa Juan Pablo II aceptara beber mate de coca, con lo que reconoció implí-
citamente las virtudes de la hoja sagrada de los Incas.

Confusión entre la coca y las drogas


En primer lugar, es necesario destacar y distinguir la diferencia fundamental
entre la masticación de coca en el entorno de los Andes y el uso ilícito de
cocaína en los países desarrollados. En un discurso pronunciado en 1992

140
ante la asamblea anual de la Organización Mundial de la Salud, el Presidente
de la República de Bolivia, Paz Zamora, se reirió a estas interpretaciones
confusas y contradictorias y airmó que “la coca es una tradición andina,
mientras que la cocaína es una costumbre occidental” (Tribune de Genève, 7
de mayo de 1992).
Sin duda, los países consumidores identiican deliberadamente la hoja
de coca con esa droga estigmatizada, condenada por los pueblos indígenas,
pero ávidamente consumida por los occidentales, y cuyos perversos efec-
tos están destruyendo la salud de las generaciones presentes y futuras en la
sociedad de consumo. En opinión de los adversarios de la coca, atrapados
por su propia lógica de la oferta y la demanda, la coerción es suiciente para
controlar la adicción a las drogas; es decir, la erradicación de la planta en
detrimento de la supervivencia de una ancestral tradición andina.
En segundo lugar, en virtud de sus propiedades en medicina, salud y
trabajo, el modo de consumo tradicional de la hoja de coca no es perjudicial
para el organismo, a diferencia de la cafeína y la nicotina, que se han exten-
dido y han logrado reconocimiento universal.
En contraste con el creciente consumo de tabaco y alcohol, el uso tra-
dicional de la coca, en sus múltiples formas, no es ni ha sido nunca una
forma de adicción a las drogas, sino una costumbre indígena natural que
es posible abandonar sin sufrir síndrome de abstinencia. Nadie puede air-
mar, en ausencia de pruebas cientíicas, que los indios quechuas y aymaras,
especialmente en Perú y Bolivia, que han mascado la hoja sagrada de sus
antepasados desde tiempos inmemoriales, hayan sido adictos a las drogas.
En consecuencia, las poblaciones indígenas productoras de coca tienen
numerosas razones para estar indignadas por la incoherencia de los argu-
mentos contradictorios de los países occidentales, que aseguran que los efec-
tos perjudiciales de la droga en sus opulentas sociedades pueden controlarse
sin erradicar los factores económicos, sociales y morales que han generado
uno de los mayores azotes de Occidente.
Los adversarios de la cultura andina, que condenan la planta de coca
con un vaso de whisky en una mano y un cigarrillo en la otra, que exigen su
destrucción y tratan a sus productores como parias, deben responder a las
siguientes preguntas. Si el alcoholismo es uno de los mayores azotes de Eu-
ropa y responsable del lento exterminio de las poblaciones indígenas ameri-
canas, ¿por qué no se erradica el cultivo de la vid, a pesar de que representa
uno de los elementos de la identidad del viejo mundo? Dado que el hábito
del tabaco es responsable de un gran número de víctimas en la sociedad de

141
consumo, ¿por qué es imposible prohibir el cultivo de tabaco? Obviamente,
no habrá tales respuestas.
Sin embargo, hay una observación irrefutable que debemos destacar: ¿no
era el gringo, el hombre blanco, para quien el oro, las plantas, e incluso la
cultura, representan valores mercantiles y monetarios, quienes desembar-
caron en tierras indias y transformaron la hoja de coca, que contiene un 1
por ciento de cocaína entre sus catorce alcaloides, en una mercancía ilícita?
El tratamiento químico de las hojas de la planta, con todas sus propiedades
terapéuticas, para formar una pasta dura, y la preparación y el consumo de
cocaína en los países occidentales, forma parte de la lógica de la economía
de mercado y, como cualquier otra mercancía, está regida por las leyes capi-
talistas de la oferta y la demanda.
A la luz de la realidad económica, tenemos todo el derecho a airmar
que la causa de esta plaga actual no se encuentra en los países andinos, ni
es achacable a los indios, que suelen ser culpados por ello. Las verdaderas
causas hay que buscarlas en los enormes mercados de drogas, en los insa-
ciables intereses económicos y inancieros a cargo de maias internacionales
y multinacionales. Por último, debemos plantear ciertas preguntas sobre la
actitud y la complicidad de las clases gobernantes de los países dominados,
cuyos líderes antes consideraban a la coca un medio para pervertir a los in-
dios, y después aceptaron descaradamente parte de los enormes beneicios
generados por el tráico ilegal de drogas en los países occidentales.
Es paradójico que los Estados Unidos de América, que declararon la gue-
rra a las plantaciones de coca, respaldaran el golpe de estado llevado a cabo
en la década de 1980 en Bolivia por los militares traicantes de droga, y que
actualmente, en nombre de la democracia, apoyen la política de gobiernos
corruptos y derrochen generosidad con regímenes dirigidos por verdaderas
maias.
En este contexto, los países consumidores de cocaína se han visto atra-
pados en la telaraña de su liberalismo económico y son víctimas de su pro-
pia forma de vida, por la cual todo está permitido, excepto la preservación
de la dignidad humana. A consecuencia de ello, no pueden responder a la
pregunta de cómo erradicar de un cuerpo social enfermo esos perniciosos
hábitos que antes aceptaron, y son incluso menos capaces de encontrar un
remedio para restaurar el equilibrio social y moral de los excluidos de la
sociedad de consumo.
Mientras tanto, las poblaciones indígenas han sufrido durante siglos una
maldición causada por su propia riqueza: en el pasado sufrieron la maldi-

142
ción del oro y la plata, y actualmente son víctimas en mayor grado a causa
de la planta de coca, del crimen organizado a nivel internacional, del saqueo
de sus plantaciones de coca, de la ocupación militar de sus territorios y de la
violación de su soberanía nacional, además de sufrir continuamente repre-
sión y afrentas a su dignidad. Por esta razón, los pueblos indígenas conde-
nan sin vacilar los actos criminales que violan la integridad física y moral de
todas las naciones del mundo.

Contra la erradicación y por la legalización


Por la Convención de las Naciones Unidas contra el Tráico Ilícito de Estu-
pefacientes y Sustancias Psicotrópicas, irmada en Viena en 1988, está pro-
hibido sembrar, cultivar, cosechar, procesar y comercializar hojas de coca,
contra la cual se libra una guerra no declarada para conseguir su total erra-
dicación, con la excepción del consumo legal, como por ejemplo el uso me-
dicinal en infusiones y cataplasmas.
A los ojos de los occidentales, la solución más adecuada para el tráico
ilegal de la pasta de cocaína que se exporta a los Estados Unidos de América
y Europa sería la erradicación total de las plantaciones de coca en los países
andinos, en un periodo de unos seis años, lo cual conllevaría un coste de
millones de dólares.
Esta estrategia, adoptada por la Drug Enforcement Administration
(DEA) del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, incluye un am-
plio programa para erradicar el arbusto andino mediante el uso de abusivo
e ilegal de herbicidas como la hexozinona y el tebutiuron, los cuales ejercen
efectos devastadores sobre la vida vegetal. Además, desde la erradicación de-
initiva de las plantaciones de coca, el uso arbitrario y unilateral de defolian-
tes y otros productos químicos convertiría en estériles grandes extensiones
de tierra de los Andes y las transformaría en desierto. Aún más signiicativa,
por sus efectos perversos, esta medida coercitiva constituye una violación
de facto del espíritu de la Conferencia de Río sobre protección de la biodi-
versidad.
Además de la campaña para la erradicación y sustitución de cultivos mi-
lenarios, que va mucho más allá de lo que imaginamos, hay otros planes y
métodos de destrucción. Los “cientíicos” de la DEA de los Estados Unidos
llegan a recomendar el uso de “enemigos naturales”, como por ejemplo algu-
nos insectos y hongos. Este pernicioso plan, inspirado por investigaciones
cientíicas, prevé el uso de la larva de la mariposa Eloria noyesi, cuya voraci-
dad la convierte en una de las armas más eicaces para eliminar los arbustos.

143
Según varios estudios, esta mariposa, que habita en zonas productoras de
coca y que, según parece, únicamente se alimenta de sus hojas, es capaz de
consumir más de cincuenta hojas en un mes de vida, y de destruir incluso
los brotes de los arbustos, lo que conlleva que incluso las plantas más resis-
tentes sucumben a su ataque.
Independientemente de qué armas se utilicen para controlar el cultivo de
la coca, cualquier campaña de erradicación resultará ilusoria y utópica en el
contexto de la economía de mercado y del neoliberalismo económico incon-
trolado —la ideología de las sociedades modernas—, cuya inspiración reside
en el irracional deseo de producir y consumir más y más.Lejos de poner in
a la extracción, cristalización, puriicación y síntesis química de la coca, los
actos criminales ilegales que representan una amenaza directa para la salud
y el bienestar de los consumidores —la erradicación de plantas ancestrales
y la destrucción de costumbres y tradiciones indígenas— podrían generar
conlictos sociales con consecuencias irreparables.
A la luz de lo que hemos mencionado, es imprescindible legalizar la
siembra, cultivo, explotación, comercialización y consumo de hojas de coca
para permitir la rehabilitación de sus propiedades medicinales y la reevalua-
ción de sus propiedades farmacológicas, que también deberían ser objeto de
investigación cientíica.
A los ojos de las poblaciones indígenas, ésta es sin duda la única manera
de tomar el control progresivo de las regiones dedicadas a la coca, absorber
el excedente de producción, planiicar y organizar la comercialización sujeta
a regulaciones especiales, con el objetivo de equilibrar la oferta y la demanda
para que el consumo sea legal.
No hay otra solución para el constante crecimiento y expansión del co-
mercio de drogas en los países industrializados, a menos que los gobiernos
demuestren la voluntad política de destinar los excedentes de producción a
la fabricación de medicamentos, alimentos, infusiones, etc. Ahora es respon-
sabilidad de los gobiernos de los países consumidores y productores otorgar
un trato justo y equitativo al cultivo de la coca y luchar de forma expeditiva
contra las maias internacionales que se han iniltrado en todas las esferas de
la vida económica, política y social.

144
Observaciones sobre la neurobiología
de la cocaína y la adicción a esta
sustancia32
José Carlos Bouso y Jordi Riba33

La cocaína (benzoilmetilecgonina) es un alcaloide psicoactivo que se en-


cuentra presente de forma natural en las hojas de las plantas del género
Erythroxylum coca. La cocaína supone entre un 0,5 y un 1% del peso total de
la hoja seca, encontrándose presentes allí también otros compuestos biológi-
cos, principalmente vitaminas, minerales y oligoelementos. De ahí que en los
ecosistemas en los que la planta de la coca crece silvestre (altiplanos andinos
principalmente), sus habitantes utilicen sus hojas desde tiempos inmemo-
riales tanto como alimento (aprovechando sus propiedades nutricionales),
con ines mágico-religiosos (aprovechando sus propiedades psicoactivas) y
como medicamento (principalmente para combatir los efectos del soroche, o
mal de altura, dolores y malestares estomacales y problemas gastrointestina-
les). En 1860 el químico Albert Niemann aisló y puriicó por primera vez la
cocaína de la hoja, y en 1902 el premio Nobel Richard Willstätter la sintetizó
por primera vez en un laboratorio y describió deinitivamente su estructura
química. Desde entonces, y hasta su prohibición en 1915, la cocaína fue pro-
fusamente utilizada como euforizante, como anestésico local, como remedio
contra el morinismo y el alcoholismo, y como tratamiento para una amplia
gama de síntomas psicológicos inespecíicos que incluían ligeros malestares
físicos agrupados bajo el nombre de ‘neurastenia’ (consecuencia, según los
psiquiatras de la época, de la represión sexual), para la debilidad nerviosa y
para la fatiga en todas sus formas. De hecho, a inales del siglo xix la cocaína

32 Una versión preliminar de este capítulo apareció en “Algunas notas sobre la neurobiología
de la cocaína”. En: AA.VV.: Cocaína, Amargord Ediciones, 2010.
33 Neuropsicofarmacología Humana Experimental. Instituto de Investigaciones Biomédicas
Sant Pau. Hospital de Sant Pau, Barcelona.

145
se podía comprar sin restricciones de ningún tipo en forma de preparados
alcohólicos (como el famoso Vino Mariani), cigarrillos, aerosoles, ungüen-
tos, barritas y en soluciones ya preparadas para ser inyectadas. La cocaína,
de hecho, es activa por vía oral, aunque es la vía menos eicaz porque se
destruye en su mayor parte, y también puede inyectarse e inhalarse (en su
forma de clorhidrato) y fumarse (en forma de base libre). Hoy día, después
del cannabis, es la droga ilegal más consumida en España34.

II

Nuestro sistema nervioso comparte con el de otros mamíferos un circuito


llamado de ‘recompensa’, que se encarga de dirigir la acción del organismo
con el in de conseguir metas que incrementen su probabilidad de super-
vivencia. El circuito de recompensa tiene su propia localización neuroana-
tómica, llamada vía meso-córtico-límbica, y que llamaremos aquí ‘circuito
de emoción-motivación-acción’. Se trata de un circuito con dos vías, com-
puesto de ibras nerviosas dopaminérgicas, que, como el propio nombre del
circuito indica, por una parte se proyecta desde áreas del cerebro medio o
mesencéfalo (área tegmental ventral) hacia áreas límbicas (amígdala, núcleo
accumbens e hipocampo), y por otra, hacia áreas frontales y prefrontales
(corteza orbitofrontal y cingulado anterior). Las áreas límbicas se ocupan
de reaccionar de manera placentera o displacentera ante un estímulo (emo-
ción), las áreas mesencefálicas de responder a esa emoción iniciando o no
un proceso de búsqueda de repetición de experimentación de dicho estímu-
lo (motivación), y las áreas frontales de evaluar conscientemente si esa emo-
ción determinada merece o no la pena perseguirse en función del balance
entre esfuerzo, riesgos y beneicios que su búsqueda le aportará al organis-
mo (acción)35. Este circuito, pues, es el encargado de mantener activada la
gestión en la búsqueda activa de recompensas (y evitación de castigos) que
favorezcan la supervivencia de un organismo, constituyendo la base neuro-
biológica del aprendizaje: la liberación de dopamina en el circuito de recom-
pensa hace que se ije en el plano neuronal la relación entre la presentación

34 Informe 2009 del Observatorio Español sobre Drogas. Disponible en: http://www.pnsd.
msc.es/Categoria2/publica/pdf/oed-2009.pdf.
35 Si bien este es el modelo clásico de entender las bases neurobiológicas del aprendizaje, hoy
día se sabe que el cerebro evalúa las respuestas de placer y de evitación de manera no úni-
camente restringida a dicho circuito, sino en todo el cerebro en su conjunto. Ver: Vickery
TJ, Chun MM, Lee D., 2011, “Uniquity and speciicity of reinforcement signals throughout
the human brain”, Neuron, 72 (1): 166-177.

146
de un estímulo potencialmente gratiicante y la estrategia desarrollada por
el organismo para conseguirlo, quedando instaurada dicha asociación, así
como las claves contextuales en la que dicho fenómeno se ha producido. Este
proceso neurológico supone, en deinitiva, la base neuronal de la instaura-
ción de un hábito.
Frente a lo que más comúnmente se piensa, este circuito, que utiliza
como neurotransmisor principal la dopamina, no solo se activa cuando se
obtiene una gratiicación proveniente de un estímulo placentero, sino, y so-
bre todo, ante la expectativa de conseguirlo36. El que un organismo le asigne
signiicado a un determinado estímulo es lo que le permite asociarle una
recompensa y con ello aprender a anticipar su consecución, manteniéndose
así el sistema reverberando. Es esta anticipación, en deinitiva, la que está
siendo modulada por el sistema dopaminérgico de recompensa y no tanto
la obtención del estímulo en sí. Una de las consecuencias más inmediatas
que se desprenden de este fenómeno es que las claves contextuales juegan
un importante papel en el proceso de mantenimiento del consumo de una
sustancia. Las implicaciones que se derivan de este fenómeno son claves a la
hora de explicar el mantenimiento del consumo de drogas de abuso en gene-
ral, y del consumo continuado de cocaína en particular: es la instauración de
un hábito en relación al consumo lo que hace que se mantenga la conducta,
y no tanto la consecuencia directa de los efectos puramente farmacológicos
de la sustancia, algo que tiene implicaciones claras de cara al tratamiento
de las personas dependientes. Por otra parte, que los psicoestimulantes en
general, y la cocaína en particular, actúen liberando dopamina, es lo que
puede explicar que muchos los consideren herramientas útiles para realizar
actividades que requieren motivación, tal y como nos muestra tanto el uso
contemporáneo que hace de ella un amplio segmento de la población, como
el uso tradicional en poblaciones indígenas para soportar largas jornadas de
trabajo.

III

La cocaína actúa inhibiendo la recaptación de dopamina, de serotonina y


de noradrenalina, y al igual que la mayoría de las drogas de abuso, actúa

36 Hyman, SE y Malenka RC, “Addiction and the brain: the neurobiology of compulsion and
its persistence”, Nature Reviews Neuroscience, volumen 2, 2001: 695-703. Disponible en:
http://www.sacklerinstitute.org/cornell/summer_institute /2005/paper /hyman2001.pdf.

147
activando el sistema dopaminérgico de recompensa37. Nuestro sistema ner-
vioso, nuestro cerebro, funciona sirviéndose de sustancias químicas endóge-
nas llamadas neurotransmisores, que sirven para establecer comunicación
entre unas células nerviosas y otras. En el cerebro las células nerviosas se
llaman neuronas. Las neuronas tienen unas proteínas, llamadas recepto-
res, que son las estructuras a las que se unen los neurotransmisores cuando
viajan de una célula a otra. Una vez que el neurotransmisor se acopla al
receptor, esta célula transmite el mensaje a la siguiente célula, secretando
igualmente nuevos neurotransmisores. Hay varias formas de poder activar
el circuito de emoción-motivación-acción. Las dos más obvias son la comi-
da y el sexo, pero como animales culturales, todo aquello que nos motiva
sigue los mismos circuitos neurales (y adolece, por tanto, a su vez, de las
mismas vulnerabilidades)38. Un estímulo proveniente del medio ambiente
puede ser percibido como algo potencialmente placentero, como algo dis-
placentero o como algo neutro. En los dos primeros casos se produce una
liberación de dopamina que hace que el organismo se ponga en marcha para
conseguirlo (o evitarlo). Entonces es la expectativa basada en el aprendizaje
la que produce un incremento de dopamina y esa expectativa es la que pone
en marcha todo el sistema de emoción-motivación-acción para conseguir la
meta propuesta (o evitarla).
Las bajas tasas de adicción en roedores a los que se les deja libremente
autoadministrarse cocaína hacen pensar que las propiedades farmacológicas
de la cocaína son una condición (obviamente) necesaria, si bien no sui-
ciente, para el desarrollo del hábito39. Aun así, se sabe que los roedores a los
que se ha dejado acceso a cocaína de manera ilimitada presentan síntomas
parecidos a los humanos, en relación a la compulsión del consumo, en con-
traste con los roedores a los que se les ha limitado el acceso. Sin embargo,
hay pocos estudios en los que a estos animales se les haya dado la oportu-
nidad de realizar otro comportamiento que no sea el consumo de cocaína,
y cuando esto ha ocurrido, generalmente han preferido esa otra conducta
a la cocaína, por muy adictos que fueran. Por ejemplo, cuando a ratas de
laboratorio se les da a elegir entre una solución rica en cocaína y otra rica

37 Camí J y Farré M, “Drug addicition”, New England Journal of Medicine, 349, 2003: 975-986.
Disponible en: http://content.nejm.org/cgi/reprint/349/10/975.pdf.
38 FRASCELLA, J. et al., “Shared Brain Vulnerabilities Open the Way for Nonsubstance Ad-
dictions: Carving Addiction at a New Joint?”, Annals of the New York Academy of Sciences,
n.c 1187, 2010, pp. 294.315. Disponible en: http://www3.interscience.wiley.com/cgi-bin/
fulltext/123268544/PDFSTART.
39 Ahmed SH., 2011, “he science of making drug-addicted animals”, Neuroscience (in press).

148
en azúcar, éstas preieren el azúcar tanto si se trata de ratas adictas como de
ratas naïve; incluso preieren el azúcar por encima de diferentes rangos de
dosis40. Las ratas de laboratorio son también muy susceptibles a la presencia
de claves relacionadas con la cocaína, que incrementan los comportamien-
tos de búsqueda41, si bien este fenómeno no está tan claro en humanos. La
explicación no puede ser otra que la de que los efectos de la expectativa
de conseguir cocaína van por separado de los efectos puramente farmaco-
lógicos y subjetivos, y que hay reforzadores mucho más atractivos para la
mayoría de los animales que los que ofrecen las drogas en sí, por mucho que
estas activen el sistema de recompensa. De hecho, de las 184 ratas utilizadas
en los estudios de preferencia cocaína versus azúcar, tan solo 16 individuos
(el 8,7%) siguieron preiriendo cocaína, un porcentaje similar al de personas
que se hacen adictas. Una última prueba a favor de este fenómeno es que
la cocaína no induce un proceso llamado sensibilización, según el cual el
sistema de recompensa, tras las primeras dosis, ha quedado ‘marcado’ de tal
forma que subsecuentes dosis bajas inducen los mismos efectos que las dosis
iniciales. Esta es al menos la explicación al uso más asentada que relaciona
el consumo de drogas con una posterior adicción. Las pruebas para el caso
de la cocaína van más bien en sentido inverso, y aparece un fenómeno de
tolerancia en lugar de sensibilización.
Si pasamos al plano humano, es sabido que para un consumidor de co-
caína, sea esporádico o habitual, es difícil volver a casa con algo de cocaína:
más bien hay una especie de axioma popular que dice que todo lo que se
tiene se terminará por consumir. Probablemente la razón de ese fenómeno
es que la cocaína, al mantener el sistema rico en dopamina inhibiendo su
recaptación hacia el interior de las neuronas, está manteniendo activo el cir-
cuito de emoción-motivación-acción; es decir, en estas condiciones se está
manteniendo activo un sistema de búsqueda de una experiencia, y no tanto
el disfrutar de una experiencia en sí (la de los efectos subjetivos de la cocaí-
na, que por otra parte, utilizando la vía esnifada, no sólo van diminuyendo,
sino que además van incrementándose los efectos secundarios como el de
rigidez muscular, el clásico fenómeno de quedarse ‘enzarpado’, causado por
un excesivo bloqueo de los canales de sodio responsables de la transmisión

40 Lenoir, M. et al., “Intense Sweetness Surpasses Cocaine Reward”, PLoS ONE 2(8): e698,
doi:10.1371/journal.pone.0000698. Disponible en: http://www.plosone.org/article/
info%3Adoi%2F10.1371%2Fjournal.pone.0000698.
41 Kearns DN, Weiss SJ, 2011, “Extinguished cocaine cues increase drug seeking when pre-
sented simultaneously with a non-extinguished cocaine cue”, Drug Alcohol Depend. (in
press).

149
del impulso nervioso). De hecho, estudios de neuroimagen en humanos han
demostrado que, al menos en consumidores habituados, la expectativa de
recibir cocaína libera más dopamina en áreas del circuito de recompensa
que la liberación de dopamina que produce la cocaína en sí misma42. El he-
cho de que la cocaína también inhiba la recaptación tanto de serotonina
como de noradrenalina es lo que hace que se mantengan unos efectos emo-
cionales placenteros (serotonina), a la vez que un estado de alerta y vigilia
(noradrenalina).
Por cierto, el proceso de inhibición de la recaptación es un fenómeno
isiológico consistente en lo siguiente: cuando hay un número determinado
de neurotransmisores que ya se han acoplado a los receptores neuronales,
el neurotransmisor sobrante vuelve a la célula original de la que se liberó.
Si este proceso de recaptura se interrumpe bloqueando esa vuelta a la célu-
la origen, que es lo que hace la cocaína, la cantidad de neurotransmisor es
mayor, y por tanto su acción estará siendo más duradera que en condiciones
normales, ya que hay más cantidad de neurotransmisor disponible para las
neuronas receptoras. Así actúan también los antidepresivos de nueva gene-
ración tipo Prozac, pero siendo selectivos únicamente sobre la serotonina
(inhibidores de la recaptación de la serotonina).

IV

Cuando el sistema dopaminérgico se mantiene permanentemente acti-


vado se termina produciendo un fenómeno llamado de desensibilización:
los receptores dopaminérgicos están tan sobresaturados de dopamina que
pierden su sensibilidad y el circuito de emoción-motivación-acción pierde,
por tanto, reverberación, lo que hace que los grandes consumidores vayan
perdiendo motivación de cara a la persecución de placeres habituales que les
ofrece el medio (búsqueda de comida, sexo y placeres en general). Ya hemos
dicho que la expectativa de recibir una dosis de cocaína, en consumidores
crónicos, libera más dopamina que la dopamina que libera la cocaína en sí.
Estudios de neuroimagen han encontrado que la densidad de receptores D2
(un subtipo de receptores dopaminérgicos) es menor que en grupos de no
consumidores. Este fenómeno puede explicar que consumidores crónicos se
involucren en comportamientos de más riesgo, como mecanismo biológico
para tratar de compensar el déicit dopaminérgico, y que esto se pueda tra-

42 Volkow ND et al., 2011, “Quantiication of Behavior Sackler Colloquium: Addiction: Be-


yond dopamine reward circuitry”, PNAS 108 (37) 15037-15042.

150
ducir, en el plano social, en el involucrarse progresivamente en los ambientes
típicos por donde circula la droga. Y, como venimos postulando aquí, pueda
explicar además un mantenimiento del consumo, no tanto basado en los
efectos de la cocaína, como en la formación de un hábito cada vez más com-
pulsivo, y por tanto cada vez más difícil de erradicar. Hay abundantes prue-
bas que demuestran que el impedir a alguien la realización de un hábito pue-
de producir una serie de manifestaciones somáticas y psicológicas que en
nada tienen que envidiar al peor de los síntomas de abstinencia a opiáceos.
Esto se ha demostrado tanto en jugadores compulsivos como en pacientes
con TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) a los que se les ha impedido
desarrollar sus hábitos compulsivos y se les ha medido sus respuestas psico-
isiológicas en un laboratorio. El ejemplo más cotidiano de este fenómeno
podemos verlo en muchos fumadores de tabaco que son capaces de salir a
horas intempestivas de sus casas a comprar tabaco, en el peor de los tugurios
imaginables, ante la perspectiva de poder sufrir un síndrome de abstinencia
que, por lo demás, nada tiene de causa isiológica perspectiva y sí mucho de
consecuencia.43 Este fenómeno puede cursar además con déicits cognitivos
que suelen ser reversibles tras la interrupción del consumo. Psicológicamen-
te, un consumo continuado de cocaína puede inducir una psicosis tóxica
caracterizada por ideación paranoide debida a una acción continuada de la
cocaína sobre los receptores D2 de la dopamina. La peor de las posibles con-
secuencias del consumo, sin embargo, es que la continua vasoconstricción a
la que están sometidos los vasos del cerebro puede dar lugar a microinfartos
cerebrales que pueden llegar producir ictus de gravedad variable.

En resumen: no se sabe nada acerca de por qué solo un 10 por ciento de


los animales, humanos o no, que prueban la cocaína, se hacen adictos. Lo
que sí es evidente es que la explicación no viene dada por las propiedades
farmacológicas de la cocaína de activar el así llamado circuito de recom-
pensa. Es posible que la adicción no se deba a los efectos de la sustancia en
sí, sino al hábito que acompaña su consumo, así como a las asociaciones
que establece el organismo entre la conducta de consumir y las claves con-
textuales de los ambientes en los que habitualmente este se produce. Toda
43 Frenk H y Dar R., 2000, A critique of nicotine addiction, Massachussets: Kuvler Academic
Publishers. http://books.google.com/books?id=xaU2bonNDxgC&printsec=frontcove
r&dq=nicotine&lr=&ei=anI8SPqmCIPitgPN2tmdAw&sig=TMA81t3KpWyCgYEQ_
qbrtedXR_Y#v=onepage&q&f=false.

151
experiencia potencialmente placentera, desde escuchar música hasta tener
relaciones sexuales, induce liberaciones de dopamina, y no lo es menos la
experiencia de consumir drogas. Del mismo modo, también induce libera-
ción de dopamina la expectativa de disfrutar de una experiencia placentera,
muchas veces más incluso que la que libera la experiencia placentera en sí.
Este fenómeno tiene mucho sentido desde un punto de vista evolucionista,
ya que supone para el organismo un procedimiento eicaz para el aprendiza-
je de hábitos que aumenten las posibilidades de supervivencia. De ahí que la
extinción de un hábito sea tan difícil de erradicar: porque va en sentido con-
trario a lo que la selección natural ha diseñado para nuestra supervivencia.
Que el mecanismo de acción de muchas drogas sea similar al mecanismo
neurobiológico de instauración de hábitos por aprendizaje es la razón del
sesgo que ha confundido a la investigación en drogadicción durante los úl-
timos cincuenta años, que sigue basando el modelo de adicción en el efecto
farmacológico de una sustancia, en lugar de en los hábitos instaurados en
torno a su consumo.

152
Efectos y riesgos de la cocaína44
Fernando Caudevilla Gálligo

En el año 1992 la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) puso


en marcha una de sus campañas más brillantes, destinada a prevenir el con-
sumo de cocaína. Con el eslogan “Ten cerebro, pasa de la coca”, se utilizaba la
terrible e impactante imagen de un gusano entrando por la nariz de un con-
sumidor con el objetivo de mostrar los efectos de esta sustancia. El bichejo
en cuestión generaba también un inquietante ruidillo, parecido al que oímos
cuando amasamos, a medida que ascendía por la fosa nasal en dirección al
cerebro... Para toda una generación de adolescentes españoles, el anuncio de
la FAD constituye un trauma sociológico colectivo de consecuencias com-
parables a la muerte de Chanquete, el viejo marinero de la serie Verano Azul,
o a la escena en la que Diana, la malvada y atractiva lagarta de la serie V, se
tragaba un ratón, de un solo bocado y sin masticar.
Pero —podemos preguntarnos— ¿de verdad son comparables los efec-
tos o los riesgos de la cocaína al acto de introducir un gusano por la nariz?
A la hora de describir los efectos de una droga conviene diferenciar con
claridad los buscados por el usuario de los que son neutros y de los que son
obviamente negativos. Por otra parte, hablar de riesgos, que el diccionario
deine como “probabilidad de que suceda un daño”, implica diferenciar los
problemas más frecuentes (probabilidad alta) de aquellos que son más bien
raros o anecdóticos (probabilidad baja). Además, los efectos y los riesgos no
dependen sólo de la droga en sí, sino del uso que se haga de ella... Sin explici-
tar bien estos conceptos cualquier aproximación al tema será confusa y poco
objetiva. No obstante, tal como sucede con el gusano de la FAD, la mayoría
de la información sobre sustancias psicoactivas destinada al público general
procede del ámbito de la prevención clásica. Veamos otro ejemplo, tomado

44 Una versión preliminar de este capítulo apareció en “Cocaína: efectos y riesgos”. En:
AA.VV.: Cocaína. Amargord Ediciones, 2010.

153
de la deinición que hace un folleto de la Agencia Antidroga de la Comuni-
dad de Madrid, en concreto en el epígrafe “efectos de la cocaína”:

Tras la inhalación de cocaína los consumidores suelen expe-


rimentar una sensación de euforia, excitabilidad, hiperacti-
vidad, sociabilidad, un estado de alerta y el deterioro de la
capacidad de enjuiciar las cosas. Además de estos cambios
de tipo psicológico y del comportamiento, los consumidores
experimentan, después del consumo, distintos efectos de tipo
físico como taquicardias, dilatación de las pupilas, aumen-
to de la presión arterial, sudor, iebre, vómitos, pérdida de
apetito, etc... Después de una rápida y breve subida, siempre
llega un considerable bajón (Los jóvenes y la cocaína, Loren-
zo Sánchez Pardo, Agencia Antidroga, 2004).

Si inhalar cocaína se parece a meterse un gusano carnívoro por la nariz, o


si los efectos son tan poco atractivos como los describe el señor Sánchez
Pardo, no se puede entender que la cocaína sea la segunda droga ilegal más
consumida en España y que el 5,2% de las personas entre 15 y 34 años la
hayan consumido durante el año 2009. Tampoco se comprende que, en el
año 2005, 23.000 consumidores demandaran tratamiento por reconocerse
incapaces de dejar de tomar esta sustancia por sí mismos. Mucho menos se
entiende el mercado negro que mueve billones de euros en todo el mundo.
Puede que los consumidores de drogas ilegales sean todos unos viciosos o
unos degenerados, pero es poco probable que sean tan estúpidos como para
pagar 60-80 euros por un gramo de algo que produce “una rápida y breve
subida, pero luego siempre un considerable bajón”.
La explicación es muy simple: desde el ámbito de la prevención se con-
sidera que el objetivo principal no consiste en ofrecer información veraz y
objetiva, sino en evitar cualquier consumo de drogas. Y por eso, para deinir
sus efectos suele emplearse un refrito de efectos agudos de dosis habituales,
efectos adversos, efectos tóxicos por sobredosis y efectos del consumo cró-
nico destinado a “elevar la percepción del riesgo”, independientemente de
cuáles sean los hechos. Este tipo de deiniciones olvidan que todas las dro-
gas tienen efectos agradables, y que estos son el motivo fundamental de su
consumo. Por supuesto, con cierta frecuencia surgen problemas, algunos de
ellos muy leves y otros de extraordinaria gravedad; pero nos parece esencial

154
diferenciar lo agradable de lo no deseado, y dentro de este último apartado
lo frecuente de lo ocasional.
Por otra parte, algunos investigadores, sobre todo los que trabajan con
modelos animales, describen los efectos de la cocaína con razonamientos
del tipo “es una droga muy peligrosa porque sus efectos son como el orgas-
mo más intenso de tu vida multiplicado por siete y una vez que empiezas ya
no puedes parar”. Estos estudiosos suelen justiicar este tipo de argumen-
tos basándose en sus ensayos con ratas, monos o perros, quienes, cuando
tienen acceso libre e ilimitado a la cocaína (a veces por vía intravenosa o
intracraneal), se administran dosis sucesivas hasta que sufren convulsiones
y, inalmente, mueren.
Independientemente de la calidad de los orgasmos de estos cientíicos,
resulta evidente que aspectos como la motivación, los valores, el autocontrol,
la inteligencia, la capacidad de diferir el placer, la planiicación del futuro o
la conciencia moral no están igual de desarrollados en los perros o en los ra-
tones que en los humanos. No parece sensato extraer conclusiones directas
sobre el comportamiento sexual de los humanos observando a los perros o a
los caballos (que, por lo general son promiscuos, poco selectivos y bastante
exhibicionistas). Del mismo modo, casi nunca es posible trasladar directa-
mente a la especie humana datos sobre drogas extraídos de investigaciones
con animales. Por supuesto, los humanos también somos mamíferos y los
datos de los experimentos con animales señalan o sugieren cuáles son los
problemas que pueden aparecer en nuestra especie, como se detallará con
posterioridad. Pero conviene no dejarse llevar por simpliicaciones excesi-
vas que, por su capacidad de producir el ‘orgasmo cósmico’, pueden resultar
atractivas o apetecibles para muchas personas.
Los riesgos de la cocaína pueden ser de muy distintos tipos. Para alguien
que trapichea en una discoteca, incluso en pequeñas cantidades, el riesgo
más inmediato puede ser acabar en la cárcel si se le ocurre ofrecer un gramo
a un secreta disfrazado de macarrilla. En cuanto al consumo, el ocasional
conlleva menos riesgos que el habitual, pero el esporádico también puede
ser peligroso si se superan las dosis razonables o no se toman las debidas
precauciones. Cada vía de administración conlleva sus propios riesgos, y la
oral y la intranasal (hacerse una raya) suelen causar menos problemas que la
intravenosa o la fumada. Tampoco es lo mismo utilizar cocaína en ámbitos
de ocio que hacerlo en el ámbito laboral... Por tanto, vemos que para hablar
de los riesgos de la cocaína siempre debemos considerar factores que tienen
que ver con el usuario (edad, estado de salud, motivaciones para el consumo,

155
experiencias y problemas previos con drogas...), pauta de consumo, forma
de administración (intranasal, inyectada, fumada...), dosis, contextos...
Abordaremos los aspectos farmacológicos y los efectos agradables, de-
seados y neutros de la cocaína en el epígrafe “efectos deseados y farmacoló-
gicos”. En “efectos adversos” describiremos los efectos indeseados más co-
munes que pueden aparecer con las dosis habituales, y en “efectos tóxicos”
aquellos efectos adversos muy graves, pero poco frecuentes, o los que surgen
con más probabilidad en consumidores habituales. A los aspectos relativos a
la salud mental y la dependencia les dedicaremos epígrafes propios.
Mientras no se señale lo contrario, el “uso de cocaína” hace referencia
a la forma más frecuente de consumo: el uso intranasal de clorhidrato de
cocaína. Las vías fumada e intravenosa suponen efectos y riesgos especíicos
que explicamos a lo largo del texto.

1.- Efectos deseados y farmacológicos de la cocaína:


En el último tercio del siglo xix, Sigmund Freud experimentó con cocaína
para tratar, entre otros trastornos, la dependencia a los opiáceos. Su defensa
de la cocaína, a la que consideraba casi inocua, generó muchas críticas y
polémicas con otros colegas de profesión, quienes llegaron a considerarla “el
tercer azote de la humanidad, junto al alcohol y los opiáceos”. El transcur-
so del tiempo ha demostrado que los críticos llevaban la razón en muchos
aspectos. No obstante, merece la pena detenerse en la descripción subjetiva
que hace en uno de sus escritos sobre los efectos psicológicos de la cocaína:

El efecto psicológico de la cocaína consiste en la excitación y


la euforia retenida, que no se diferencia mucho de la euforia
de las personas sanas. Falta totalmente el sentimiento de
alteración que acompaña a la excitación por alcohol, también
falta el efecto característico inmediato del alcohol de ansie-
dad. Se tiene la sensación de incremento del autocontrol, se
siente gran vigor y de capacidad de trabajo. (...) Se es simple-
mente normal y cuesta creer que se está bajo el efecto de algo
(Sigmund Freud, “Über Coca”, 1889).

Sus palabras son muy acertadas al describir los efectos deseados de la co-
caína a las dosis habituales (que, para una persona de peso normal y sin
tolerancia farmacológica, podría oscilar entre los 25 y 75 mg de clorhidrato
de cocaína para administración intranasal). Las observaciones de Freud han

156
sido corroboradas en encuestas a consumidores y estudios con voluntarios.
En estas investigaciones se administra cocaína en condiciones de laborato-
rio, y posteriormente se realizan distintas pruebas clínicas y test psicométri-
cos. Mediante estos estudios sabemos que la cocaína puede causar locuaci-
dad, sensación de energía, disminución del apetito, mayor rendimiento en la
producción de tareas, hiperactividad motora, verbal y de ideas, incremento
de la conianza y el autocontrol...
Otro efecto característico de esta sustancia es la anestesia local que pro-
duce. La aplicación de cocaína sobre la mucosa oral, nasal, otálmica o ge-
nital elimina la sensación de dolor durante un periodo de entre treinta y
sesenta minutos. De hecho, la cocaína permitió que a partir de inales del
siglo xix se desarrollara la cirugía otalmológica, y se empleó como anes-
tésico dental hasta mediados del siglo xx. Posteriormente se desarrollaron
otros anestésicos locales (lidocaína, novocaína, xilocaína...) sin los efectos
orgánicos y psicoactivos de la cocaína.
A nivel farmacológico, los efectos de esta droga se caracterizan por su
rapidez y brevedad. Es metabolizada rápidamente por las enzimas del orga-
nismo y se degrada al cabo de 45-60 minutos. Por vía intranasal, los efec-
tos comienzan pocos minutos después de la administración y se mantienen
durante ½ - 1 hora. Por administración fumada o intravenosa tienen un
inicio de acción mucho más rápido (unos pocos segundos) y mantienen sus
efectos durante 5-10 minutos.
A nivel cerebral, la cocaína actúa sobre las neuronas del sistema dopa-
minérgico-mesocorticolímbico. Es una zona del cerebro que existe en to-
dos los vertebrados y que está relacionada con los mecanismos del placer
y la recompensa en actividades como comer, beber o la actividad sexual.
Las modiicaciones que puede producir el consumo habitual de cocaína en
este sistema constituye la base neuroisiológica de los problemas de abuso y
dependencia, tal como explicaremos más adelante.
La cocaína estimula también un sistema de neuronas distribuido por
todo el cuerpo, llamado sistema autónomo simpático (que no tiene que ver
con el buen humor, sino con la regulación de funciones vitales básicas). Esta
activación ejerce efectos principalmente sobre el aparato cardiovascular, con
lo que causa vasoconstricción (disminución del diámetro de las arterias),
aumento de la tensión arterial y aumento de la fuerza de contracción del
corazón y de su velocidad (taquicardia). Este mismo mecanismo también
puede producir dilatación pupilar, temblor y sudoración, así como incre-
mento de la temperatura corporal.

157
2.- Efectos adversos:
La cocaína no sólo genera efectos agradables. En este epígrafe comentare-
mos los efectos no deseados que pueden aparecer si se consume de forma
frecuente o con las dosis habituales. En general, cuanto más frecuente sea
el consumo y/o más elevadas sean las dosis administradas, mayor será la
probabilidad de que aparezca este tipo de efectos.
Comprender el fenómeno de la tolerancia es importante antes de hablar
de los efectos adversos. Algunos fármacos utilizados en medicina y muchas
drogas legales o ilegales pueden dar lugar a este fenómeno: el uso repetido o
habitual de la droga lleva a la necesidad de incrementar la dosis para alcan-
zar los mismos efectos o, dicho de otra forma, si una persona toma de forma
repetida las mismas dosis, al cabo del tiempo los efectos son menores. En
relación con la cocaína, la tolerancia se produce de una forma algo distinta
a lo que sucede en otras drogas. En la mayoría de las personas que consu-
men cocaína de modo más o menos habitual, el desarrollo de tolerancia no
implica tanto el incremento de cada dosis, sino una mayor frecuencia de
administración. Además, la tolerancia no se desarrolla por igual frente a los
efectos deseados y los efectos indeseados, ya que la primera es más rápida.
Es decir, con el consumo habitual/frecuente (incluso en una misma sesión),
los efectos desagradables se terminan manifestando con más rapidez e in-
tensidad que los efectos agradables o deseados. Esto también es válido para
el consumo crónico de cocaína, en el que muchas veces los efectos negativos
terminan predominando sobre los efectos positivos. Otro fenómeno carac-
terístico de la cocaína es el de la tolerancia inversa: pequeñas dosis dan lugar
a efectos muy marcados, tanto agradables como, sobre todo, no deseados.
Este último fenómeno es poco frecuente y aparece sobre todo en consumi-
dores crónicos.
Algunos de los efectos no deseados constituyen la magniicación de los
efectos deseados: en lugar de lucidez y sensación de autocontrol, pueden
aparecer otros como inquietud, irritabilidad, ansiedad, angustia, agresivi-
dad, incremento en la velocidad de los pensamientos, ideas de grandiosidad
con deterioro de la capacidad de enjuiciar la realidad... A nivel orgánico,
los efectos de la hiperestimulación pueden manifestarse en forma de sudor,
temblor, contractura en la mandíbula, palpitaciones... La aparición de es-
tos efectos indica de forma inequívoca que las dosis administradas han sido
excesivas. Algunas personas cometen el error de esnifar más cocaína para
evitarlos. De forma inicial es posible conseguir cierto alivio, pero al cabo de

158
pocos minutos los efectos adversos se habrán multiplicado, con el riesgo de
entrar en una espiral de consecuencias peligrosas si se sigue consumiendo.
En ocasiones pueden aparecer preocupaciones, obsesiones o pensamien-
tos de tipo paranoide que pueden dar lugar a comportamientos agresivos
(del tipo: “la gente por la calle se da cuenta de que he tomado mucha cocaí-
na”, “mis amigos se ríen de mí”, “todo el bar me está mirando”, “ese chico con
tan mala pinta que va por la calle me va a atracar”...). Este tipo de reacciones
pueden aparecer incluso con dosis medias, si bien la personalidad de ciertos
consumidores facilita su aparición. Los consideraremos como efectos ad-
versos si son de tipo leve, desaparecen después de unas horas del último
consumo y son congruentes con la realidad. Si son persistentes en el tiempo
o, sobre todo, carecen de una base lógica y real, hablaríamos de cuadros de
tipo psicótico que se abordarán con más detalle de forma especíica.
La alteración en el patrón del sueño es otro efecto adverso que se presen-
ta con frecuencia. Por vía intranasal, los efectos de la cocaína se mantienen
durante una hora, pero la activación del sistema nervioso puede prolongarse
durante varias horas más, aunque el usuario no llegue a percibirlo. Si se dan
varias administraciones sucesivas, estos efectos residuales pueden mante-
nerse durante bastantes horas e impedir el descanso nocturno. A veces no
llega a producirse insomnio de forma completa, sino un patrón de sueño
fragmentado con varios despertares a lo largo de la noche. El uso de cocaína
por la tarde o por la noche facilita la aparición de este tipo de problemas.
Este efecto acumulativo de la cocaína también se observa en las altera-
ciones del apetito. La cocaína produce sequedad de boca y faringe, y a nivel
cerebral actúa sobre los centros que regulan la ingesta de alimento, con lo
que disminuye las ganas de comer. Tanto el insomnio como la anorexia pue-
den prolongarse varias horas después de la última administración.
La irritación de las mucosas nasales, la sensación de taponamiento nasal
o la aparición de moco mezclado con sangre son frecuentes después de la
administración mediante esta vía. El uso frecuente, el hecho de introducir
cocaína mal pulverizada y la presencia de adulterantes o contaminantes fa-
cilitan la aparición de este tipo de problemas.
En lo que respecta al sexo, los datos son contradictorios. Para algunas
personas la cocaína puede actuar como estimulante sexual, incrementando
la libido, la intensidad del orgasmo y, en el caso de los varones, retardar la
eyaculación y facilitar la erección. Esto es posible al utilizar dosis bajas y
muy espaciadas en el tiempo. Pero para la mayoría de las personas, y con do-
sis medias-altas, la cocaína diiculta la erección e inhibe la capacidad de eya-

159
cular en los varones. Además, el supuesto efecto afrodisíaco de la cocaína es
difícil de valorar de forma objetiva sin tener en cuenta el factor contextual.

3.- Efectos tóxicos:


La cocaína puede dar lugar a efectos tóxicos sobre muy distintos órganos y
aparatos del organismo. En este capítulo se consideran tóxicos los efectos
indeseados graves, pero poco habituales, al utilizar dosis y frecuencias de
consumo moderado, así como aquellos que son más probables ante dosis
muy altas o patrones de uso intensivo. También existen casos en los que
una dosis pequeña puede causar un efecto tóxico grave, pero ocurren muy
raramente. Para otras drogas existen métodos estadísticos y epidemiológicos
para estimar el riesgo a partir de una determinada dosis, pero para la cocaí-
na no existe este tipo de estimaciones y no es posible recomendar un límite
seguro de consumo basándonos en criterios cientíicos.

Sistema cardiovascular:
La cocaína incrementa la fuerza y velocidad con la que se contrae el cora-
zón y disminuye el diámetro de las arterias, con lo que puede producirse
una elevación de la tensión arterial. Si ésta es muy brusca, puede aparecer
un cuadro llamado “urgencia o emergencia hipertensiva”, caracterizado por
dolor de cabeza, náuseas y vómitos y alteraciones en la visión. Una toma de
tensión alta sin ningún otro síntoma no constituye en principio una urgen-
cia; si además hay cualquiera de los otros síntomas señalados, debe buscarse
ayuda médica de forma inmediata.
El incremento de la velocidad del corazón (taquicardia), así como las
alteraciones que la cocaína produce en las células que modulan su contrac-
ción, puede dar lugar a la aparición de arritmias. En su estado normal el co-
razón late siempre al mismo ritmo, lo que puede percibirse al tomar el pulso
o apoyar el oído sobre la caja torácica. Hablamos de arritmia cuando el ritmo
del corazón deja de ser regular. Existen decenas de arritmias distintas, pero
todas ellas deben ser valoradas por un médico, ya que algunas (por ejemplo,
la ibrilación ventricular asociada a cocaína) pueden ser mortales.
Los episodios de angina de pecho e infarto de miocardio son una com-
plicación que puede aparecer en consumidores habituales o con dosis muy
elevadas. Su manifestación más típica es el dolor en el pecho. Las molestias o
sensaciones de dolor torácico son relativamente frecuentes tras el consumo
de dosis medias-altas de cocaína, y a nivel estadístico suelen relacionarse
más con ansiedad que con daño cardíaco. El consumidor debería estar alerta

160
si el dolor es intenso o si produce un malestar signiicativo, es de tipo opre-
sivo, se desplaza hacia la mandíbula o el brazo izquierdo, o si se acompaña
de otros síntomas como sudoración, náuseas y vómitos. En esos casos es
conveniente realizar una serie de pruebas (electrocardiograma, seriación de
enzimas...) para descartar una patología cardiológica urgente. En personas
jóvenes y sanas, el infarto de miocardio asociado a cocaína suele tener un
buen pronóstico, ya que no se produce por taponamiento de las arterias,
sino por un espasmo súbito.
En caso de tener que acudir a un hospital, es importante no ocultar que
se ha consumido cocaína anteriormente, ya que los tratamientos farmacoló-
gicos a aplicar son más especíicos. Algunas personas utilizan fármacos anti-
impotencia (Viagra®, Cialis®, Levitra®) asociados con cocaína para mejorar
su rendimiento sexual. En este caso también debe informarse al personal
sanitario, ya que algunas de las medicaciones que se utilizan habitualmente
en el tratamiento de problemas cardiológicos y circulatorios pueden produ-
cir reacciones adversas graves en presencia de estos fármacos.
La combinación de alcohol y cocaína da lugar a la aparición de un me-
tabolito, llamado cocaetileno, que facilita la aparición de problemas de tipo
cardiovascular y hepático. La mayoría de estos datos proceden de la inves-
tigación en animales de laboratorio y su repercusión real en humanos es
dudosa. En cualquier caso, conviene conocer este hecho y ser moderados a
la hora de combinar ambas sustancias.
Es posible la aparición de otras complicaciones cardíacas: infección de
las válvulas del corazón, inlamación del músculo cardiaco o del pericardio,
entrada de aire al tórax... Este tipo de efectos tóxicos es casi exclusivo de la
vía intravenosa.

Sistema nervioso:
Las crisis convulsivas son, dentro de los problemas poco comunes, la com-
plicación neurológica más frecuente asociada al consumo de cocaína. Suelen
aparecer en relación con grandes intoxicaciones de cocaína, como las que
produce la rotura de las bolsas en personas que transportan cocaína en su
intestino, o tras fumar o inyectarse cantidades elevadas. En ocasiones pue-
den aparecer con la administración intranasal. Si una persona ha padecido
convulsiones en algún momento previo de su vida o está diagnosticado de
epilepsia, es más probable que padezca una convulsión tras tomar cocaína.
Una convulsión aislada no implica necesariamente un mal pronóstico médi-
co, pero hay otros problemas (infartos, hemorragias cerebrales) que pueden

161
manifestarse como una convulsión, por lo que siempre deberá ser valorada
por un médico. Si alguien sufre convulsiones, conviene tumbarlo en un lu-
gar lo más seguro posible, retirar todos los objetos peligrosos que pueda
haber alrededor y no meter ningún objeto dentro de la boca.
La elevación brusca e intensa de la presión arterial, la existencia de arrit-
mias en el corazón o un espasmo de las arterias que riegan el cerebro pueden
dar lugar a accidentes cerebrovasculares en forma de hemorragia cerebral.
Hasta en un 50% de los casos de estas alteraciones se producen como con-
secuencia de una malformación o dilatación en las arterias del cerebro que
no se había detectado previamente (en este sentido, la cocaína sería un es-
tresante agudo que desencadena el cuadro como, por ejemplo, un esfuerzo
físico brusco). En otros casos aparecen en personas sin alteraciones previas.
Los síntomas pueden ser muy variados dependiendo de la zona cerebral
afectada (hormigueo en medio cuerpo, torpeza al hablar, visión doble, dolor
de cabeza, pérdida de conocimiento, parálisis de media cara...).

Aparato respiratorio:
Las pequeñas heridas que se producen en el tabique y las fosas nasales tras
esnifar cocaína pueden llegar a complicarse y causar grandes ulceraciones
que lleven a la destrucción del tabique nasal, o del tabique que comunica las
fosas nasales con el paladar. Debemos tener en cuenta que las fosas nasales
contienen gran cantidad de microorganismos, es una zona de difícil acceso
y no está preparada anatómicamente para absorber sustancias. El estrecha-
miento de las arterias que riegan las fosas nasales disminuye el aporte de
oxígeno, lo cual favorece la infección y diiculta el trabajo del sistema inmu-
nológico del organismo. El uso de una técnica correcta a la hora de esnifar o
limpiar bien las fosas nasales después del consumo disminuye de forma muy
importante la probabilidad de que suceda este tipo de problemas.
Casi todas las infecciones nasales pueden resolverse si se tratan a tiempo
con antibióticos especíicos y cuidados locales, pero si se dejan evolucionar
de forma natural pueden dar lugar a perforaciones. Existen distintas técnicas
de cirugía que permiten reparar estas alteraciones... pero el “tabique de plati-
no” no es una de ellas: se trata de una de las leyendas urbanas más comunes
sobre la cocaína.
Los problemas pulmonares aparecen de forma casi exclusiva en personas
que utilizan cocaína por vía fumada. Se ha descrito un síndrome caracteriza-
do por iebre, infecciones pulmonares que no responden a los tratamientos

162
habituales y picor en el cuerpo al que se conoce como “síndrome del pulmón
por cocaína o crack lung”. Las hemorragias, infartos pulmonares o el edema
agudo de pulmón (pulmón encharcado) son rarezas que sólo aparecen en
fumadores habituales de crack o base.

Alteraciones endocrinológicas:
Se han descrito en los varones alteraciones hormonales que pueden manifes-
tarse como ginecomastia (aumento del tamaño de las mamas) o impotencia
con diicultad para la erección y la eyaculación. En mujeres, puede retirarse
la regla, existir diicultades para quedarse embarazada o aparecer secreción
láctea en las mamas. Se trata de alteraciones poco frecuentes, que aparecen
en consumidores crónicos de grandes cantidades.

Alteraciones digestivas:
La cocaína puede producir daños importantes sobre el sistema digestivo. Los
casos más frecuentes tienen que ver con personas que transportan bolsas de
cocaína en su aparato digestivo dentro del contexto del narcotráico. La ro-
tura de alguna de estas bolas puede dar síntomas digestivos muy importan-
tes, desde dolor abdominal hasta úlceras, pancreatitis, obstrucción intestinal
o perforación de vísceras, así como a intoxicaciones orgánicas graves. Las úl-
ceras de duodeno perforadas son una complicación relativamente frecuente,
pero aparecen de forma casi exclusiva en fumadores de cocaína en base.
La cocaína también puede producir alteraciones del hígado, sobre todo
en personas que beben alcohol simultáneamente. Algunas tienen un patrón
de consumo que consiste en alternar cocaína con grandes cantidades de al-
cohol, sobre todo en entornos de ocio. Este patrón de consumo es particu-
larmente perjudicial por sus efectos sobre el hígado. En la mayoría de estos
casos aparecerán alteraciones en una analítica rutinaria de sangre (elevación
en las transaminasas) que indican daño hepático.

Alteraciones obstétricas:
La aparición de efectos tóxicos en las mujeres embarazadas consumidoras
de cocaína está perfectamente documentada. Facilita el desprendimiento
de la placenta y la mala implantación del embrión, y se asocia a un mayor
número de abortos espontáneos, incluso en fases avanzadas del embarazo.
También se ha descrito un incremento en la frecuencia de malformaciones
fetales, en hijos de consumidoras habituales de cocaína.

163
La cocaína puede ser tóxica para el feto incluso a dosis en las que no lo
sería para la madre. También se puede excretar en la leche materna, aunque
en este caso sus efectos tóxicos no son bien conocidos. En cualquier caso, las
mínimas normas éticas (no perjudicar a la salud de terceros) hacen que el
consumo de cocaína durante el embarazo y la lactancia esté contraindicado
y debe ser desaconsejado de forma taxativa.

Complicaciones infecciosas:
La relación más evidente de la cocaína con las enfermedades infecciosas
tiene que ver con el uso intravenoso de la sustancia. Una técnica de inyec-
ción deiciente puede producir complicaciones infecciosas locales (úlceras
en la piel, celulitis, trombolebitis...) y, con menor frecuencia, infecciones
pulmonares o cardiacas. Además, el hecho de compartir el material para la
inyección (agujas, principalmente) sitúa al usuario en riesgo de transmisión
e infección por virus como el del VIH/SIDA o el de la hepatitis (B y C), así
como por otros patógenos que se transmiten por vía sanguínea.
Existe otra posible asociación que ha sido sugerida en los últimos años
y que tiene que ver con el uso intranasal de cocaína. El VHC se transmite
hasta en un 70-80% de los casos por vía sanguínea o sexual. Pero en un
20-30% de los casos diagnosticados no se encuentran factores de riesgo clá-
sicos (múltiples parejas sexuales, sexo sin protección, transfusiones de san-
gre, inyección de drogas...). En el año 2004, investigadores norteamericanos
comunicaron la presencia de virus de la hepatitis C (VHC) en los luidos
nasales de personas que utilizaban drogas por vía intranasal. En un estudio
francés publicado en el año 2006, se sometió a un extenso cuestionario a 450
personas infectadas por VHC en las que no se conocía la ruta de infección.
El consumo de cocaína por vía intranasal en estas personas era 4,5 veces más
frecuente que en personas de características similares no infectadas.
En el momento actual no se puede airmar son seguridad si el VHC
puede transmitirse o no al compartir cilindros de inhalación (turulos). De
hecho, algunos autores son críticos con estas investigaciones y creen que se
trata de una exageración. Pero los datos disponibles invitan a la precaución
y a tomar unas medidas higiénicas mínimas. En cualquier caso, la forma
de evitar estos problemas es muy económica y sencilla: usar dispositivos de
inhalación individuales y/o desechables (pajitas, un pequeño papel limpio
enrollado...).

4.- Riesgos para la salud mental:

164
El uso de dosis muy elevadas de cocaína, tanto en personas que consumen
habitualmente como en usuarios ocasionales, puede dar lugar a un cuadro
típico de síntomas llamado psicosis tóxica, que se caracteriza por la pérdida
de contacto con la realidad. Las ideas que aparecen en las psicosis tóxicas
por cocaína (y otros estimulantes como las anfetaminas) son muy parecidas
en la mayoría de las personas: ideas paranoides con contenido de perjuicio
(sentirse rodeado, vigilado o espiado por otras personas que quieren hacer
daño al paciente), celos patológicos (sin que existan indicios racionales de
inidelidad)... así como alucinaciones relacionadas con este tipo de ideas,
principalmente auditivas (ruidos de pasos, voces de los perseguidores) y a
veces visuales... Son también clásicas, aunque muy poco frecuentes, las sen-
saciones corporales y las alucinaciones visuales consistentes en insectos que
se mueven debajo de la piel, lo que puede inducir a autolesionarse. Éstas se
conocen como “alucinaciones de formicación” (del latin formica: “hormi-
gas”; es importante no confundir con “fornicación”, que, de existir, serían un
tipo de alucinaciones bastante más apetecibles).
Las psicosis tóxicas son, por deinición, reversibles y limitadas al tiempo
que tarda el organismo en eliminar la sustancia. La mayoría de los cuadros
desaparece al cabo de unas horas, pero el hecho de que la percepción de la
realidad se encuentre alterada facilita la aparición de conductas impulsivas,
violentas hacia los demás o hacia uno mismo. Ante la aparición de cualquie-
ra de estos síntomas la conducta más prudente es la observación y el trata-
miento en un hospital. También es importante saber que está demostrado
que la aparición de un episodio psicótico hace que sea mucho más probable
que éste pueda repetirse al volver a tomar cocaína, incluso en dosis menores.
Existen otros riesgos asociados al consumo de dosis elevadas o frecuen-
tes. Cuando una persona hace un consumo de cocaína suicientemente
repetido en el tiempo (por ejemplo, utilizar la sustancia durante todo un
in de semana de forma continuada), al suspenderlo puede sobrevenir un
síndrome de abstinencia agudo o crash. Esto sucede con más frecuencia en
personas con problemas diagnosticados de dependencia, pero también pue-
de presentarse en consumos elevados esporádicos. El crash se caracteriza
por un estado de agotamiento físico, y sobre todo psíquico. Los síntomas
de tipo depresivo son muy importantes, y a nivel clínico se puede confun-
dir con una depresión mayor, incluyendo ideas de suicidio que pueden ser
potencialmente letales. A diferencia de la depresión mayor, los síntomas del
crash desaparecen completamente con la normalización de la pauta de sue-

165
ño, aunque pueden persistir durante 3 o 4 días. Muchas veces es necesario el
apoyo farmacológico con benzodiacepinas para conseguir esto.
El uso de cocaína puede asociarse con muchos otros tipos de trastornos
psiquiátricos (crisis de pánico, trastornos de ansiedad, problemas depresi-
vos, conductas estereotipadas, trastornos del sueño, anorexia nerviosa...). Es
importante tener en cuenta los mismos elementos que hemos considerado
durante todo el capítulo (patrón de consumo, vía y frecuencia de adminis-
tración, motivaciones para consumir...). Pero en este caso las característi-
cas de la personalidad del usuario son muy importantes. Los problemas de
agresividad, angustia o paranoia son mucho más frecuentes en personas que
presentan este tipo de rasgos en su personalidad. En ese sentido, la cocaína
como muchas otras drogas no hace aparecer los problemas de la nada sino
que exacerba o agudiza aspectos ya existentes. Esta cuestión puede compli-
carse aún más ya que, en ocasiones, los problemas con la cocaína no son la
causa de la enfermedad mental, sino su consecuencia. Esto puede suceder,
por ejemplo, en personas con problemas de atención, concentración o timi-
dez patológica que descubren que funcionan mejor con cocaína y la utilizan
a modo de automedicación, sin darse cuenta de los problemas asociados a
su uso frecuente. En este tipo de personas es más importante una correcta
valoración y tratamiento del problema de base que centrarse exclusivamente
en el consumo de cocaína. El uso de cocaína en personas diagnosticadas de
algunas enfermedades mentales graves como la esquizofrenia o los trastor-
nos bipolares es frecuente y muchos autores opinan que este fenómeno de
automedicación esté subyacente a estos consumos.

5.- Dependencia a cocaína


El potencial de dependencia de la cocaína ha sido una cuestión sometida a
discusión durante décadas. Ya hemos señalado cómo Freud consideraba que
la cocaína era superior a otras drogas porque su uso sólo producía proble-
mas de dependencia en adictos a los opiáceos o personas con psicopatología
grave. De hecho, el diagnóstico de dependencia a cocaína aparece por pri-
mera vez registrado en las clasiicaciones psiquiátricas en el Manual DSM-
IIIR, publicado en 1987. Los manuales de medicina y psiquiatría publicados
con anterioridad consideraban que el potencial de abuso y dependencia de
la cocaína era poco importante. El manual de Kaplan, tratado de psiquiatría
más prestigioso de la especialidad, airmaba, hasta su edición de 1980, que
el consumo no era peligroso si no superaba las 3-4 veces por semana, y otro
manual airmaba que algunas personas adquirían hábito pero que éste era

166
más parecido a comer pipas que a una verdadera adicción. Sin embargo, la
existencia de patrones de consumo en los que se pierde el control sobre el
uso de la sustancia ya se observa en revistas médicas del siglo xix:

La cocaína alivia la sensación de agotamiento, disipa la de-


presión mental y produce una sensación deliciosa de alegría
y bienestar. Con su uso los efectos secundarios aparecen en
principio de una forma suave, casi imperceptible. Pero si
su consumo continua y se incrementa se crea un deseo que
debe satisfacerse. A partir de ese momento el individuo a
partir de ese momento se vuelve febril, insomne, inapeten-
te, quedando al inal la sensación de neurastenia lastimosa
(Medical Record, Oct 24, 1885).

La dependencia a alcohol, tabaco o opiáceos suele implicar el consumo


continuado de la droga durante semanas o meses. Esto lleva a una serie de
cambios en estructuras y neurotransmisores del cerebro del consumidor de
forma paulatina, de forma que este se acostumbra a funcionar con la sus-
tancia. Si la administración de la droga cesa de forma brusca, estos cambios
cerebrales producen una serie de síntomas y signos que producen lo que se
conoce como “síndrome de abstinencia”.
Los síndromes de abstinencia a alcohol o heroína se caracterizan por una
serie de signos objetivos que pueden ser observados y medidos (cambios
en el tamaño de las pupilas, diarrea, iebre, convulsiones...). El síndrome de
abstinencia a cocaína no produce este tipo de cambios cuantiicables, lo que
ha diicultado su identiicación. Sin embargo, en el momento actual existe
consenso en que la cocaína puede producir un síndrome de abstinencia si
se administra de forma continuada durante suiciente tiempo. Pero sus ma-
nifestaciones no son orgánicas sino exclusivamente de tipo psicológico, con
alteraciones del sueño, ansiedad y, sobre todo, síntomas depresivos. Estos
síntomas duran 48-72 horas, pero pueden ser extremadamente graves, en
ocasiones con potencial suicida. No se debe caer en la tentación de menos-
preciar lo psicológico frente a lo físico (al in y al cabo, la mayoría de las
personas preferiríamos partirnos un tobillo, o los dos, antes de tener un tras-
torno psicológico en condiciones).
La otra controversia en relación con la dependencia a la cocaína se en-
cuentra en el patrón de consumo. En la adicción a sustancias clásicas (alco-
hol, benzodiacepinas, opiáceos, tabaco...) la dependencia tiene como una

167
de sus características la administración continuada y diaria de varias dosis
al día de la droga. Existen muchos consumidores problemáticos de cocaína
que no toman la droga de forma continuada todos los días y esto ha llevado
a algunos autores a desestimar la existencia de la dependencia a cocaína.
Pero el elemento fundamental que deine la dependencia en el caso de la
coca no es tanto la administración diaria como la pérdida del control sobre
la sustancia, que pasa a convertirse en un elemento central de la vida del
usuario: consumos en mucha mayor cantidad, gasto económico o tiempo
del previsto, uso de la droga en momentos y circunstancias en las que no es
razonable hacerlo, persistencia en el uso de la sustancia a pesar de haber te-
nido problemas importantes debidos a ella (perder el trabajo, problemas de
relación, ingresos hospitalarios...), preocupación excesiva por disponer de la
sustancia, incapacidad para diferir en el tiempo el consumo...
Las discusiones cientíicas sobre un síndrome de abstinencia de carac-
terísticas exclusivamente psicológicas y la posibilidad de dependencia sin
administrar la droga de forma ininterrumpida han diicultado el diagnóstico
de “dependencia a la cocaína”. Podríamos extendernos mucho en estos as-
pectos y en las controversias, diferencias y matices entre dependencia, abuso
o consumo problemático... pero estos son aspectos más conceptuales que
prácticos. Lo importante es que no existen dudas sobre el hecho de que la
cocaína puede llevar a un patrón de consumo crónico, compulsivo y des-
controlado que tenga consecuencias negativas importantes sobre la persona.
Una vez más tendremos que repetir que la probabilidad de que esto suceda
no tiene sólo que ver con la sustancia, sino con otros factores como la vía
de administración (la vía intravenosa o fumada es más peligrosa que la vía
intranasal), frecuencias y contextos de consumo y, sobre todo, la persona
(edad, sexo, grado de impulsividad y autocontrol, características psicológi-
cas, motivaciones para utilizar la sustancia...).
El problema fundamental en relación con la dependencia a cocaína es
la falta de tratamientos eicaces. Para otras dependencias existen fármacos
que han demostrado eicacia a distintos niveles. En el caso de la heroína
es posible la sustitución a otros opiáceos con características farmacológicas
distintas y menor potencial euforizante (metadona, codeína...). Para el al-
cohol, hay fármacos que tratan los síntomas del síndrome de abstinencia, e
incluso la persona puede utilizar aversivos (disuliram) para asegurarse de
no consumir...
Pero ninguno de los fármacos ensayados para la dependencia a cocaí-
na ha demostrado un grado de eicacia razonable. Desde hace veinte años

168
se han llevado a cabo ensayos clínicos con antidepresivos, antipsicóticos,
benzodiacepinas, neurolépticos, estimulantes, antiepilépticos, estabilizado-
res del ánimo... casi todos los nuevos psicofármacos son ensayados en el
tratamiento de la dependencia a cocaína con pésimos resultados. Sólo en el
caso de que exista otro trastorno asociado (esquizofrenia, hiperactividad,
dependencia al alcohol...) ciertos fármacos han demostrado una discreta ei-
cacia. Con respecto a los tratamientos psicológicos, los tratamientos de tipo
conductual y los grupos de autoayuda parecen las estrategias más eicaces.
La realidad es que la dependencia a cocaína puede tener consecuencias
devastadoras sobre la salud física, mental y social de las personas. Pero tam-
bién es un hecho objetivo que los patrones de consumo más frecuentes son
el ocasional, esporádico o intermitente. Diversos estudios y estadísticas es-
timan que entre un 10-15% de las personas que prueban la cocaína pueden
desarrollar un problema de dependencia. Y esta probabilidad no se distri-
buye de forma aleatoria, ya que la actitud del usuario (relexionar sobre si
uno tiene el patrón de consumo que dice quiere tener, controlar frecuencias,
dosis, tiempo y dinero, observar qué papel desempeña la cocaína en la vida
diaria del usuario, programar y respetar periodos de abstinencia, saber pedir
ayuda si aparecen problemas...) es fundamental para hacer que este riesgo
sea más o menos importante. Para las personas que deciden consumir cocaí-
na, conocer los efectos y los riesgos de la forma más objetiva posible es una
de las mejores estrategias para evitar problemas.

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