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Contacto con

Sharhim
Un Ser de quinta dimensión
Mi experiencia personal

Jesús Jofre Milá


(Narrado en la voz de Ficher & Jesús)
Mi experiencia personal

Revisión y ampliación de la 1.ª edición, de título; CONTACTO OVNI-

MI EXPERIENCIA PERSONAL
Escrito por Jesús Jofre Milá y acabado en Julio de 2003.
En la voz de Ficher como narrador de la historia y en la de Jesús
en la narración de las experiencias personales.

Revisado en 2005. Finalizado en septiembre. Publicada en


autoedición privada, muy limitada y distribuida solo en los círculos de
conocidos y amigos o a los asistentes a los cursos que imparte Jesús.
Revisado y
ampliado en 2012
. En la edición
actual:
2014 : Cambio de formato y diseño, autor de la creación y
realización de dibujos a cargo de Marcos Carrasco.
Maquetación, corrección de textos de: Juan Ignacio Cuesta

Registro de la Propiedad Intelectual:


B-4014-03, del 9 de julio de 20003.

Todos los derechos están reservados. No está permitida la


reproducción total ni parcial de este libro, incluidos los dibujos y
gráficos de la cubierta o de su interior, ni la recopilación en un
sistema informático, ni la transmisión por medios electrónicos,
mecánicos, por fotocopias, por registro o por otros métodos, sin la
autorización previa y por escrito del autor y propietario del Copyright.
3

Jesús Jofre Milá


Nacido en 1949 en Orrius,
Barcelona, (España).

En 1970, tras vivir una experiencia de Contacto Ovni, la que motiva este
libro, inició su proceso de búsqueda personal e investigación. Se adentró
entonces en diversas escuelas filosóficas y esotéricas, estudiando diversas
religiones. Un periplo en busca de formación acerca de la auténtica Realidad
del Ser Humano. Sus preguntas vitales, le condujeron a lo largo de su vida
por nuevas experiencias de contacto OVNI. Y se convirtió en un investigador
de todo el fenómeno Ufológico.
Su pasión por la sanación y la medicina le llevaron a formarse en otros
campos, como la Naturopatía, titulándose como fitoterapeuta en el Instituto
Naturista Europeo (INE). También como spynólogo con el profesor Miguel
Angel Chamorro, del Spynology Center Institut.
Curación Bioenergética y Cristales, le llevaron al California Hypnosis
Institute con el dr. Sunny Satin, a través de la Alianza Española de Hipnosis y
P.N.L.
Obtuvo la Maestría de Reiki con el maestro Víctor Fernández Casanova,
en el Instituto Shern-Ren, y consolidó su título de Shihan en Komyo Reiki
Shinpiden con el Rev. Hyakuten Inamoto, quien le transmitió el 5.º Nivel en la
dinastía Reiki de Usui Mikao Sensei.
Es creador del Método SHAMRA de Meditación y Armonización Energética
Integral del Ser Humano, que hoy en día difunde a través de charlas e
impartiendo diversos cursillos .
4

Marcos Carrasco
Madrid 1959.

Pintor, ilustrador digital y director artístico. Licenciado en Bellas Artes por la


Universidad Complutense de Madrid, en la especialidad Pintura. Pertenece al
equipo del programa de radio La Escóbula de la Brújula, que dirige Jesús Callejo,
donde comparte con Juan Ignacio Cuesta la sección de El taller del Pintor. Realiza
exposiciones en EEUU: Chicago (Illinois), Miami (Florida) y Fort Wayne (Indiana).
En Europa expone en lugares como Bruselas (Bélgica), Shiedam (Holanda),
Pisa (Italia). Más lejos en China (Shanghái). En España expone habitualmente en
Madrid, Valencia, Castellón, Alicante. Granada y Santiago de Compostela. Sus
obras se encuentran en importantes colecciones particulares y museos, como la
Colección de La Biblioteca Nacional de Madrid y el Museo Miguel Hernández de
Elche (Alicante). Combina su actividad pictórica con la ilustración sirviéndose de
nuevas tecnologías digitales. También aportan su arte a prestigiosos directores de
cine y publicidad.
ÍNDICE

Primer prólogo 2014


David Parcerisa

Segundo prólogo 2014


Marcos Carrasco

Introducción
Jesús Jofre

Capítulo 1: El Ovni de Rosas. Disparos contra un humanoide

Capítulo 2: Investigados por militares USA.


Conexión interior. Descubriendo quién soy

Capítulo 3: Mi primer avistamiento concertado


Capítulo 4: Viaje a través del Atlántico con el velero
Pico-Rojo. Contacto en la esfera de Luz…, y…

Capítulo 5: Perú y el encuentro con los Iniciados.


Mi «viaje» al pasado. Previsiones del futuro

Capítulo 6: Regreso al Pirineo.


Descubrimiento de mis facultades extrasensoriales

Capítulo 7: Las limitaciones humanas y..., mi alejamiento del contacto

Capítulo 8: Contacto con Sharhim, un ser de 5.ª dimensión

Epílogo del autor


1er P R Ó L O G O 2014
David Parcerisa

El término «contactado» engloba muchos niveles de definición y


de interpretación, casi todos vinculados a la Ufología. En los años
50 del siglo xx, este término se asociaba inequívocamente a toda
una serie de estrafalarios personajes de diferentes estratos
sociales que aseguraban mantener contacto con extraterrestres de
Venus, Marte, Mercurio… Casi todos ellos eclosionan
mediáticamente hablando, tras la figura de uno de los más
populares de todos los tiempos: George Adamski, un profesor de
Filosofía y Ciencias que afirmaba estar en contacto con seres
«Nórdicos» procedentes de Venus y presentaba espectaculares
fotografías (convincentes para la época) de platillos voladores,
siendo la imagen de una nave «Nodriza», una de las tomas más
famosas de todas las que realizó desde sus dos telescopios en el
Monte Palomar, (Desert Center, California).
Con el paso de los años, Adamski dejó de ser un mito para
convertirse en un personaje desacreditado, más que por su
testimonio, por las fraudulentas fotografías que había presentado,
en las que modernos análisis han concluido que aquellos ovnis
presentaban piezas y elementos comunes, como bombillas de 100
vatios para conformar los puntales de aterrizaje de las naves.
Tras la era Adamski, legiones de nuevos «contactados»
engrosaron la lista de pretendidos «canalizadores» o
«channelings», gente común que transcribía mensajes de seres
superiores. Con el triste matiz de que todos aseguraban que sus
amigos del espacio procedían de planetas del sistema solar, y sus
mensajes rezumaban una sectaria ideología «mesiánica»,
anunciando fechas apocalípticas que nunca llegaban, o adornando
a sus comunicantes como seres divinos a los que debíamos rendir
cuentas de nuestros pecados y faltas y, sobre todo, instalando en
la sociedad la ilusión de que «ellos» eran nuestra única esperanza
y la solución a nuestros problemas a nivel global: guerras,
hambrunas, medio ambiente, etc…
Y es en este punto, donde el protagonista de este libro, Jesús
Jofre, no encaja en ningún aspecto posible…, es más, diría que él
mismo se excluye totalmente, tanto por su filosofía como por su
propia experiencia en el terreno del «contacto».
¿Debemos considerarlo un «contactado»? Sí, en su definición y
significado literal. Pero fuera del contexto de lo que hasta ahora
han representado el resto de personajes citados con sus liturgias
mesiánicas. Jesús huye de «ídolos divinos», de «fuerzas
celestiales» que van a salvarnos, de
«mensajeros de las estrellas» o «ángeles» que nos van sacar
las castañas del fuego, o de profecías apocalípticas que nos
infunden miedo y nos hagan sentir poco menos que microbios
insignificantes…
Jesús no es ningún profeta, no ha venido a este mundo para
anunciar la llegada de ningún mesías cósmico, ni siquiera pretende
ofrecer un mensaje para la humanidad que pueda siquiera
contemplarse como filosofía o dogma con fines prácticos.
Simplemente, él vivió una experiencia extraordinaria que, con la
madurez que dan los años, ha revestido de sencillez. En ese
sentido Jesús es la máxima expresión de la humildad. Pudiendo
caer en la trampa del ego (cobijo fácil de todo contactado al uso),
y convertir su experiencia en un fenómeno sometido a los focos del
espectáculo, rehusó pisar la alfombra roja, para internarse por el
camino del autodescubrimiento del ser, cuyo lema es: «Antes de
querer contactar con extraterrestres, contacta primero contigo
mismo, hacia la esencia más profunda de tu YO».
El objetivo no es alcanzar a los extraterrestres, sino la luz que
brota de nuestra alma, y dentro de ese reconocimiento de nuestra
posición en el universo, despegar hacia un plano de consciencia de
mayor vibración en el que se encuentran seres evolucionados,
nuestros hermanos de luz. Jesús siempre dice que no debemos
verlos como «dioses», sino como hermanos, compañeros en el
camino de la evolución. ¿Quién se arrodilla ante un amigo de toda
la vida?
Un ser de luz evolucionado no aceptaría un trato de veneración,
eso estaría reservado para el reino del ego, y de aquellos seres
oscuros que piden sumisión y el total cumplimiento de sus decretos
a través de religiones. Lo cual es una forma de control.
Lo que Jesús plantea es muy simple: solo pretende exponer sus
experiencias para expandir la mente de aquellos que puedan
sentirse aludidos o hacer que sus palabras resuenen como un eco
en el hondo abismo de sus recuerdos kármicos.
Conocí a Jesús en diciembre del año 2012 en Barcelona, de la
mano de Miguel Celades, director de los Congresos de Ciencia y
Espíritu. Desde entonces hasta hoy, disfruto de un amigo fiel e
inseparable, noble y transparente. Alguien que te habla con hechos,
no con palabras vacías.
Si alguien me pregunta qué opino sobre la veracidad de las
vivencias de Jesús, mi respuesta es clara: llevo 25 años
estudiando el fenómeno del contactismo, y solamente Jesús me ha
convencido de que su verdad es objetiva, sólida y coherente. No he
visto ni un solo punto en todo su relato que me hiciese dudar, o
sospechar vagamente que hubiese fabulado o delirado,
simplemente porque cuando uno conoce a Jesús…, sabe que no
miente.
Este libro es el resumen de una larga trayectoria de años de
búsqueda, en el que el lector se da cuenta enseguida que no hay
«ovnis a la carta», es decir, tan fácil como pedir una cita previa
para cualquier curioso que desee ver cosas insólitas…
La experiencia de contacto es personal e intransferible. Muchas
veces, fruto de mucho trabajo de interiorización, meditación y
verdadero sentimiento de alcanzar un estado de ser que trascienda
lo cotidiano.
Jesús lo consiguió.
Y así nos lo comparte… Agosto 2014

2º P R Ó L O G O 2014
Marcos Carrasco

Mi primera toma de contacto con este suceso que protagonizó


Jesús Jofre, fue escuchando a un periodista e investigador muy
comprometido con su labor y que admiro mucho, Miguel Pedrero.
Llevó a cabo su exposición de los hechos junto a Jofre en el
programa Cuarto Milenio del canal de TV Cuatro y posteriormente
escuché el mismo relato de lo sucedido en el programa Milenio 3
dirigido por Iker Jiménez, en la Cadena Ser.
Quedé fascinado con la descripción, por ser tan coherente,
que producía en mí visualizaciones y resonancias de lo más
insólito y extraño a la vez. Más tarde, en el verano del 2012, lo
escuché en Espacio en Blanco, RNE, donde Miguel Blanco, lo
entrevistó e hizo que se reavivara en mí de nuevo el asombro por
esos hechos que acaecieron a principios de los años 70.
En este veterano programa fue donde nuestro protagonista
dejó en las ondas su dirección de correo electrónico. Una idea
empezó a perseguirme que no abandonaba mi pensamiento.
Visualizaba mental- mente el encuentro con el humanoide
aparecido en la base militar de radar EVA 4, en Gerona, y se
puede decir que lo interioricé, dándole forma. Maduró en mí la
idea de pintar todos los acontecimientos y pensé en enviarle un
correo electrónico para contárselo. Además, poco después supe
que Jesús tenía un libro que había editado personalmente y lo
difundía entre sus amigos y conocidos.
A finales de agosto del mismo año intercambiamos varios
correos, y le pedí que me enviara su libro. Lo leí con gran deleite,
haciendo ya mis primeros bocetos rápidos con las primeras
impresiones, y con el sentimiento que me producían sus palabras
impresas.
Las imágenes se formaban en mi mente con fluidez según
avanzaba con la sorprendente historia, que iba tomando cuerpo
con un desarrollo visual muy parecido al cinematográfico.
El 9 de septiembre de 2012 hablamos por primera vez por
teléfono. Reconocí su voz que tantas veces había escuchado en
la radio y la televisión. Le propuse realizar unas ilustraciones
para acompañar el texto, y así crear un nuevo libro con su
vivencia. Jesús, al no conocerme, lógicamente, hablaba
amablemente pero con prudencia.
En aquella ocasión, dejamos la decisión de hacer dicho libro
pendiente, sería más adelante. Recuerdo que dijo: «Marcos, todo
tiene que fluir, podemos considerarlo en el futuro». Yo, presa del
entusiasmo, una vez concluida la conversación y viendo que Jofre
era una persona de lo más accesible, quise demostrarle que la
posibilidad de hacer un libro conjuntamente era viable. Tomando
por mi parte una decisión personal y, para demostrarme a mí
mismo que podía hacerlo, realicé las tres primeras ilustraciones
de lo sucedido: la nave justo como la vieron los soldados, su
posterior avistamiento dentro de la vertical del recinto militar y, su
explo- sión luminosa contra la superficie del mar frente al El Paní.
Envié estas primeras pinturas digitales, y Jesús quedó
impactado e ilusionado con el proyecto. Fue entonces cuando
tomó forma en él la idea de hacer un libro con imágenes, pues las
ilustraciones iban a ayudar en la descripción de todo lo que le
ocurrió en la base militar y las singulares vivencias posteriores.
En el mes de marzo de 2013 viajé a Barcelona para ver a
Jesús personalmente, quien me recibió muy amablemente junto a
su familia. Ambos disfrutamos del encuentro, ya que previamente
habíamos hablado innumerables veces por teléfono, correo
electrónico, y Skype. Nuestra reunión fue muy fructífera, ya que
pude recibir de primera mano y en directo las indicaciones de
cómo era el ser que vio, la forma de la nave, y la descripción de
todos los hechos ocurridos. Para tal fin realicé bocetos rápidos en
su presencia que me sirvieron posteriormente para desarrollar las
pinturas digitales más elaboradas. Comprobé que al igual que me
ocurre con los directores de cine en mi trabajo habitual —me
dedico a dibujar los planos de las películas antes de que se
rueden—, comencé a dibujar sus palabras y descripciones de la
misma forma.
Así, me relató cómo sucedió el encuentro más impactante e
insólito que yo haya conocido nunca. Todo ello dentro del recinto
de una base militar de lo más vigilada y secreta. Unos hechos
protagonizados por él mismo, cosa que merecía la mayor
verosimilitud, a diferencia de un guión cinematográfico, porque
siempre trabajo con la certeza de que lo que estoy dibujando e
imaginando es por lo general un texto inventado.
En este caso no era así. El relato correspondía a un hecho
cierto y autobiográfico, lo que exigía una gran exactitud de mi
metodología de trabajo. Las ideas fluyeron como si nos
hubiéramos conectado telepáticamente. Podía ver las imágenes
en mi mente mientras me las contaba, y entendía sus
descripciones con gran precisión para poder plasmarlas. El
trabajo con Jesús Jofre, ha sido durante este tiempo muy
fructífero y revelador, ya que de él puedo decir que es una
persona con un don especial, honorable y sensible, de lo más
meticuloso, pero a la vez sabe dejar abierta la puerta a la
sugerencia, puesto que pone una preciada semilla en el lector: las
dudas que siempre se ha planteado el ser humano, y las
preguntas que él mismo se ha estado formulando desde
hace décadas.
Tras lo experimentado en aquellos años 70, nunca fue el
mismo. Tuvo que convivir con la experiencia de haber tenido un
encuentro revelador, y no ser más que un hombre como
cualquiera de nosotros, llevando una vida normal.
Ahora nos hace partícipes con este libro de ese sentimiento
maravilloso de la curiosidad por lo desconocido. Unas páginas
que son el resultado de un esfuerzo de años y que, si producen al
leerlas el efecto de conmover y, como consecuencia induce al
lector a realizar una investigación propia y así dar respuestas a
sus propias incógnitas, entonces serán de gran utilidad.
Un mensaje vivificante y misterioso. Un verdadero legado que
me lleva a pensar que hechos similares que se han producido y
se producirán con otras personas, están ocasionando o de algún
modo ayudando, a un cambio de conciencia progresivo.

Escrito en un atardecer de primavera del año 2014.


INTRODUCCIÓN
Cuando me propuse escribir este libro, pensé hacerlo como
un esparcimiento personal, encaminado a poner en orden mis
recuerdos. Decidí empezar por el principio, partir del «primer
detonante» que puso en marcha mi proceso de búsqueda, sin
más pretensión que acabar teniendo una especie de recopilación
ordenada de mis experiencias.
Al empezar a escribirlo, me encontré inmerso en un mundo de
recuerdos que iban tomando consistencia y envergadura y, pronto
ocurrió que cada vez que redacta una vivencia personal
(claramente diferenciada en mi texto), iba ampliándose con
nuevos recuerdos ya olvidados o nunca plasmados en mi mente
consciente.
Me encontraba así con un fenómeno: soñar todo ello
posteriormente, añadiendo múltiples y ampliadas escenas del
momento en que lo viví. En realidad, como ya iré explicando, en
varias ocasiones parte de mis recuerdos quedaron bloqueados en
mi subconsciente. Así pues, poco a poco se fue haciendo más
importante escribir todo esto, porque era una forma de recordar y
ampliar todo lo vivido.
Aunque en principio quería hacerlo solamente para mí mismo,
sin expandirlo hacia los demás, pronto me di cuenta que
necesitaba recibir el contraste de pareceres, la opinión y la crítica
de todos aquellos que considero próximos y amigos. Supongo
que no fue más que un impulso irrefrenable de mi propio ego.
Una vez finalizado, me animé a presentarlo lo mejor posible,
añadí unos cuantos dibujos que podían resultar ilustrativos para
todos los que finalmente acabarán leyéndolo y, gratificante para
mi verlo compuesto y con «monigotes». Quiero decir que,
personalmente, califico su contenido como «ficción-realidad»,
porque entiendo perfectamente que algunas de las experiencias
narradas son personales e intransferibles, y están más cerca de
la ciencia ficción que de lo que la mayoría puede considerar la
realidad cotidiana. Por esa razón he decidido mantener el
anonimato, y respetar la privacidad de algunos de los personajes
o entidades que aparecen en esta historia.
Me he decantado por la narración explícita del significado que
para mí tienen esas experiencias para que sean lo más
clarificadoras posible, sin transmitir cómo me afectaron o si
cambiaron mi vida. Aunque me parecería igualmente aceptable
cualquier otra conclusión a la que pueda llegar el lector, y que
cada cual interprete como quiera lo escrito y extraiga sus propias
conclusiones.
No pretendo explicar mi evolución personal, ni plantear ninguna
filosofía, ni crear ninguna escuela, sino tan solo exponer mi
proceso de búsqueda. En cualquier caso, este no es mi objetivo
ahora. De hacerlo, merecería una obra más amplia y profunda,
que no sé si sería capaz de escribir, aunque no renuncio a
intentarlo en el futuro.
No afirmo en ningún momento, ni espero que la narración
induzca a pensar al lector, que las experiencias vívidas
comportaron para el autor la «iluminación» o la adquisición de la
«sabiduría», ni tan siquiera la obtención permanente de
habilidades o cualidades despertadas después de alguna de las
mismas. Tampoco, y creo haberlo mencionado, adquirir la
experiencia acumulada en las vidas pasadas que pude conocer.
Asumo, eso sí, que todo lo vivido se acumula al bagaje de lo
aprendido, y que puedo considerarme afortunado por la cantidad
de oportunidades para avanzar que he tenido y sigo teniendo en
mi vida, aunque eso se lo debo a aquellos seres que me guían y
protegen.
Sé que la mayoría de los que recibáis este escrito, conocéis
sufi- cientemente el mundo sutil y mágico de la experiencia
extrasensorial o esotérico-espiritual, como para saber que en él,
nada es tan tangible ni demostrable como desearíamos. En
cualquier caso os invito a todos a no creer nada porque sí, o por
que lo haya escrito yo, ni a desechar nada sin haberlo dejado
entrar libremente, sin barreras, dentro de vuestras mentes. Tengo
la seguridad de que todos vosotros tenéis la capacidad de saber
discernir lo aprovechable y desechar lo que consideréis
demasiado increíble o que no resuene positivamente en vuestro
interior. En cualquier caso, es evidente que no se trata de creer
en nada, sino solamente de explayarse leyendo una historia más,
como cualquier otra, sin calentarse demasiado la cabeza.
Me he decantado por seguir manteniendo el anonimato de la
mayoría de los protagonistas, así como los nombres de
poblaciones y lugares que aparecen en el texto. Asimismo la
historia continua narrada en la voz de Ficher, aunque en aras de
una mayor clarificación al lector, quien explica todas las
experiencias personales en este libro, es Jesús, puesto que mi
identidad es ampliamente conocida, y ha sido muy difundida en
los últimos tiempos, después del artículo de Miguel Pedrero en
Año Cero y mi posterior aparición en el programa de TV Cuarto
Milenio, con el mis- mo Miguel Pedrero e Iker Jiménez.

Ampliación de marzo de 2014

Tomada la decisión de convertir todos estos recuerdos en


forma de libro, lo fui sometiendo a la opinión de diversos amigos y
familiares, por lo que al cabo también ellos forman parte del
esfuerzo que supone ponerlo tal como ha quedado por fin.
Agradezco pues su intervención a:

Antonio, Víctor, Juanjo, Victoria y Juan, y Pepi. Su


colaboración, su contraste de pareceres y sus opiniones críticas,
me han ayudado en ocasiones y desanimado en otras, pero han
conseguido finalmente que me decidiese a mostrar, al menos a
unos pocos, todo lo que podréis leer a continuación.
Gracias especiales a mi hermano cósmico Shamirck y al
elevado espíritu de mi hermano Toni, a ambos debo mucho más
que haberlo escrito.
A mi esposa María y mis hijos Josué y Saúl, por su paciencia
en todo el proceso de creación y su ayuda a la hora de contrastar
los recuerdos comunes. Y a todos los que directa o
indirectamente me han ayudado en todo esto.
Finalmente, llegados a la actualidad, 2014, debo incorporar a
quienes son los auténticos «culpables» de que por fin me haya
decidido a publicarlo en mejores condiciones, y a promocionar su
conocimiento entre el máximo público posible.
Entre ellos, y muy especialmente, a Miguel Pedrero, quien
después de muchos años de haberse comprometido a no publicar
otra cosa que no fuese la primera experiencia de contacto en el
Servicio Militar, me convenció de hacer un reportaje in situ,
visitando en Rosas el EVA 4, lugar de esa experiencia. Más tarde
me animó a explicar además todo el proceso de vida que suponen
cuarenta años de experiencia de contacto. También Marcos
Carrasco, impulsor y coautor de esta nueva edición aportando
sus magníficos dibujos, además de ayudarme a recomponer el
libro, añadiendo diversos temas imprescindibles y mejorando su
contenido. El ha sido quien con su entusiasmo y confianza, me
hizo entender que más allá de la posible quiebra de mi
credibilidad ante todo el mundo y de lo que muchos pudieran
pensar acerca de lo increíbles que resultan muchas de las
experiencias narradas, lo realmente importante era todo lo que
para muchos lectores, como le ocurrió a él mismo, pudiesen
encontrar en este libro, como resonancias personales a las
muchísimas vivencias parecidas que miles de personas anónimas
han tenido también. Su esfuerzo personal, ayudándome en la
toma de decisiones, su capacidad de organización y gestión,
ocupándose de todo lo referente a corrección de textos,
maquetación y diseño, para lo que hemos contado con la
inestimable ayuda de Juan Ignacio Cuesta, quien no escatimó
esfuerzos y nos regaló los conocimientos y sabiduría que han
hecho posible esta nueva edición, realmente debería decir, ahora
si, esta nueva obra literaria.
Y, como no, debo agradecer también a muchos de los lectores
que, después de haber leído el libro, me enviaron sus
comentarios, de los cuales me honra reproducir unos cuantos
fragmentos al final del texto.
Finalmente quiero hacer una mención especial a quienes fueron
los autores de la presentación y prólogos de la primera edición:
mis hermanos Toni Añó, Víctor Fernández Casanova y Juanjo
Godar, de quienes he querido conservar su aportación escrita,
que he copiado en esta edición al final del libro.

PAZ, AMOR Y ARMONÍA

JESÚS JOFRE
Contacto con
Sharhim
Un Ser de quinta dimensión

Mi experiencia personal

Jesús Jofre Milá (voz de Ficher & Jesús)

><

Edición familiar previa con título CONTACTO OVNI-MI


EXPERIENCIA PERSONAL

(El autor se ha permitido la licencia de escribir la palabra Armonía


sin h, pues considera que, en sí misma, la palabra pierde su
armonía
cuando se escribe con H.)
25 DE MARZO DE 1971
EN UN ESCUADRÓN DE ALERTA Y CONTROL, BASE DE RADAR DEL
EJÉRCITO DEL AIRE ESPAÑOL
Capítulo primero

El ovni de Rosas. Disparos contra un


humanoide

25 de marzo de 1971 ... Escuadrón de alerta y control ... Base de radar


del Ejército del Aire español [Jesús]

La noche borraba cualquier vestigio de existencia más allá del


alcance de los focos de las torres de control, hasta que la vista se
habituaba a la oscuridad recuperando una parte de todo lo
existente. El bullicio normal se había ido acallando y la calma,
habitual de aquella hora, se aposentaba a nuestro alrededor.
Nada hacía presagiar lo que iba a ocurrir más tarde. Las primeras
estrellas dejaban ver sus destellos haciendo nacer lentamente la
vida nocturna. El último oficial de radar había pasado el control de
bajada a la base. Me acerqué hasta la caseta de guardia, y hablé
con mi compañero, comprobando los turnos de noche antes de
entrar en nuestro pequeño acuartelamiento. En mi calidad de cabo
era el responsable de un pequeño grupo de PA (Policía Aérea, la
PM del Ejército del Aire), cuya misión era el control del perímetro
vallado de nuestra base. Todo estaba en orden y podía
despreocuparme de las guardias de noche.
Oí a Fiero, ladrando en su cantera. Caminé hacia el
promontorio que permitía ver la bahía. El cielo fundiendo sus
estrellas con el mar, formaba un espectáculo maravilloso y
relajante. Solamente los perros, que ahora ladraban todos,
rompían la magia del momento. Pensé que era raro pues,
habitualmente, después de haber comido quedaban tranquilos. Me
dirigí a las canteras, las cuales, flanqueando en hilera el camino
que daba acceso a la zona de telecomunicaciones, quedaban un
tanto apartadas de nuestro acuartelamiento. Un poco más allá
estaban las casetas de microondas con sus dos grandes torres
metálicas que soportaban una gran variedad de antenas, que
marcaban el final del espacio útil de la base, pues más adelante
solo el promontorio de roca pura continuaba hasta llegar a la valla
metálica que cerraba el perímetro, quedando a pocos metros del
acantilado que cortaba en picado en una caída directa hasta el
mar.
El perro, que seguía ladrando, saltó de alegría cuando me
vio.
—¿Qué pasa Fiero, que es este alboroto? —le dije
acariciándolo y rascándole en el cuello, sabiendo que eso siempre
había tenido la virtud de calmarlo. Sin embargo y aunque dejó de
ladrar seguía nervioso y no paraba de moverse.
Era un perro de pelaje totalmente negro, de pura raza pastor
alemán. Entrenado para guarda y defensa, su sola presencia
imponía respeto y cuando «marcaba» gruñendo resultaba
aterrador. En realidad era un perro muy dócil al que nos costó
mucho recuperar del estado de abandono en que se encontraba,
como todos los demás perros, cuando llegué a la base. Quizá por
eso los animales se comportaban con gran fiereza y solo
obedecían cuando, quien les mandaba, llevaba puesto el correaje
de servicio de la PA. Con la ayuda del capitán médico empezamos
a tratar el sin fin de pequeñas enfermedades que padecían.
Encontramos los manuales de instrucción y el cursillo de
adiestramiento canino, con las palabras y los gestos de mando
para poder controlar a aquellos magníficos animales. Con
atención y cariño pronto recuperamos su salud y docilidad. Tal era
la confianza que finalmente se estableció entre nosotros que, en
ocasiones, dejaba que Fiero, sin collar de obediencia, viniese a
dormir a mi habitación. Por eso me extrañó mucho que, aun
estando yo con él, no se calmase. Estaba pensando en sacarlo a
dar una vuelta, cuando oí a Lalo llamándome para ver la película
de esa noche en la televisión.
Cerré la canera y me dije que ya volvería más tarde con
Alberto, que era el responsable directo de los perros. Durante
toda la película les oímos aullar con insistencia y comentamos que
algo extraño estaba ocurriendo esa noche, pues nunca habíamos
oído a los perros tanto tiempo alterados y aullando.
Tan pronto como acabó la serie, le pedí a Alberto que me
acompañase para ver si podíamos calmarlos. Justo en ese
momento Lalo, que estaba en la caseta de guardia, vino corriendo
hacia nosotros. Los tres formábamos el grupo de veteranos de
nuestro equipo de PA.
Lalo, llegaba alborotado gritando:
—Mirad, mirad... ¿Qué es aquello?
Dejamos el edificio de nuestro pequeño acuartelamiento y nos
dirigimos hacia las canteras. Al fondo, sobre las casetas de
microondas, se veía algo claramente.
Allí en el cielo, en la vertical de las antenas, distinguí aquella
forma luminosa. De pronto, sentí dentro de mi cabeza como si
alguien me llamase y, movido por un extraño resorte, mi vista
localizó perfectamente ese objeto... enfocándolo con toda nitidez.
Me quedé atónito contemplándolo. Desprendía una fuerte luz
blanca, muy brillante, que remarcaba su figura con una aureola. A
pesar de ello no deslumbraba y permitía distinguir perfectamente
la forma del objeto —¿o debería decir nave?—.
Se trataba de un disco de apariencia metálica de forma
ovalada, en posición horizontal y con una hilera de ventanillas
redondas en el centro, que se distinguían perfectamente del
objeto, pues eran como puntos de luz más marcados, quizá de un
color más amarillo o anaranjado. Estaba situado encima de las
torres de las antenas de microondas, y no producía ningún ruido.
Su tamaño aparente, desde donde lo veíamos, era de unos
treinta centímetros y daba la impresión de no estar lejos de
nosotros aunque no era fácil determinar su altura.
Los tres nos quedamos paralizados contemplando el objeto,
sin hacer comentario alguno. Me di cuenta de que algo resonaba
en mi cabeza, era como un grupo de personas parloteando todas
al mismo tiempo. Quise prestar atención tratando de entender
algo de lo que «oía», sin embargo me resultaba imposible,
aunque creí entender palabras sueltas. Me golpeé en la cabeza
queriéndome sacudir tal algarabía, cuando el objeto empezó a
moverse lentamente, de izquierda a derecha hasta que,
bruscamente, aceleró saliendo disparado hacia el cielo.
Se produjo el natural alboroto entre nosotros, Alberto se
dirigió a mí, gritando:
—Pero, ¿qué era eso Jesús?
—No lo sé Alberto, pero sí sé lo que parece. ¿No crees?
No sabría decir por qué, pero algo me impulso a caminar
hacia las casetas de microondas, y fue entonces cuando distinguí
un res- plandor de color verde detrás de las mismas. Me extrañó,
pues allí no debía haber ninguna luz, ya que las casetas estaban
casi al final del perímetro. Toda esa zona carecía de iluminación
artificial pues, pasada la valla, el acantilado caía perpendicular
hasta la bahía, lo que hacía imposible que nadie pudiese acceder
por allí a la base.
—¡Mirad esa luz verde!..., allí debe haber alguien..., vamos
a por las armas. Lalo, vete al puesto de guardia, llama al radar y
pregunta si han detectado algo en pantalla. Alberto saca a Fiero.
Iremos hasta las casetas.
Fui corriendo hasta el acuartelamiento, me coloqué el
correaje con mi pistola, cogí el de Alberto y su fusil Cetme y volví
corriendo hasta las canteras. Él intentaba calmar a los perros.
Cuando se hubo colocado los correajes sacamos a Fiero, que
salió disparado hacia la zona de microondas. Una orden bastó
para que el perro dejase de tirar de la correa, y se mantuvo
delante de nosotros avanzando a nuestro paso.
Llegamos a las casetas, ya no se percibía el resplandor que
nos había llamado la atención, y ninguna luz iluminaba la zona.
Superamos las mismas y, solo habíamos avanzado cuatro o cinco
metros, cuando el perro se detuvo y «marcó», gruñendo
suavemente. En una reacción instintiva empuñé con fuerza mi
pistola, al tiempo que oí como Alberto cargaba su arma. Nos
quedamos quietos escudriñando la oscuridad que lo envolvía
todo. De nuevo ese extraño parloteo volvió a invadir mi mente,
aunque, en esta ocasión, me esforcé por no prestarle atención.
Tan solo habían pasado unos segundos cuando oímos un ruido,
como de alguien muy pesado que al caminar movía matojos y
piedras. Aunque no distinguíamos nada, percibíamos claramente
como venía hacia nosotros. Al fin vislumbré un bulto que
inmediatamente pude distinguir como una figura humana, muy
alta, que se nos echaba encima. Grité:
—¡Alto, quién va!...,¡alto, quien va!
Primer boceto realizado. Figura humana de unos 2,20 m. de altura a
contraluz. Lleva un cinturón con hebilla luminosa.
Pero la figura no se detenía y seguía avanzando en nuestra
dirección. Entonces, movido por una mezcla de miedo e instinto
de conservación, Alberto que estaba un poco más atrás que yo,
comenzó a disparar una ráfaga de fusil y yo, contagiado, disparé
mi pistola repetidamente. La figura se detuvo tan solo a unos
pasos de nosotros y quedó inmóvil. Pasaron unos instantes que
me parecieron siglos, como si el tiempo se hubiese detenido,
después, girando sobre sí misma, se marchó tan rápidamente
como había venido. Al momento oímos un fuerte golpe contra la
valla metálica y después silencio.
Mi corazón latía atropelladamente resonando en mis oídos y
me sentía paralizado, cuando Fiero que gruñía y saltaba, aún
sujeto por Alberto, me hizo reaccionar.
—¡Alberto!..., controla a Fiero, pero no lo sueltes. ¡Vamos a
avanzar hasta la valla!
Ninguno de los dos se movió mientras el perro gruñía y tiraba
de su correa. Aunque nuestros ojos se habían acostumbrado algo
a la oscuridad, poco o nada se distinguía a más de cinco o seis
metros. Inicié la marcha y al ver que Alberto no me seguía, tuve
que animarle.
—Vamos, ¡coño¡, sígueme..., despacio y atento.
—¿Lo suelto? —dijo él.
—No, espera, aquí delante no se ve nada, solo si tenemos a
Fiero cerca nos
indicará si hay alguien.
Como si supiese perfectamente lo que se esperaba de él, el
perro dejó de gruñir y fue avanzando en silencio sin tirar de su
correa. Nos movíamos despacio, mientras la tensión subía por
momentos. Llegamos a la valla metálica y nos detuvimos.
—Jesús, ¿no has oído antes como algo chocando contra la
valla?
—Sí Alberto. Ahora suéltalo y guarda silencio.
El perro se acercó a la valla y lentamente fue recorriéndola
hacia la izquierda, nosotros le seguimos hasta que se detuvo y
gruñó indicando algo. Al principio, por la falta de luz, no
distinguíamos nada pero al tantear la valla con las manos
quedamos estupefactos. Estaba rota y abierta hacia fuera, como
si algo la hubiese reventado al chocar contra ella.
—¡Espera aquí y cúbreme! Ven Fiero —el perro se situó a mi
lado, rozándome las piernas y avanzó manteniéndose a mi altura.
Salí al exterior del recinto por el espacio abierto, y avancé
unos pasos, hasta encontrar la segunda valla. El perro se detuvo
junto a mí. Fuera, la oscuridad lo envolvía todo y la falta de
iluminación hacía imposible ver dónde pisaba. Solamente el
resplandor del fondo de la bahía llegaba muy tenue, ofreciendo un
cierto contraluz. Tanteé unos metros de la segunda valla sin
encontrar nada anormal. Presté atención mientras mi corazón
latía alterado y su palpitar continuaba resonando en mis oídos, al
mismo tiempo que ese extraño parloteo volvía a resonar en mi
mente. Era como un montón de voces que me estaban hablando,
escuché pretendiendo entender algo pero me di cuenta que,
cuanta más atención quería prestar, menos podría comprender.
No sé el tiempo que pasó, pero la voz de Alberto me volvió a la
realidad.
—¡Ya está bien tío!, dime algo..., ¿qué pasa?
Me di cuenta que me dolía la mano de tanto apretar la
pistola, aflojé la presión y miré a Fiero que, a mi lado, estaba
atento pero tranquilo sin indicar la presencia de nadie. La tensión
en el ambiente había desapare- cido y contesté:
—Aquí no hay nadie. Vamos por las linternas y volveremos
para rastrear
toda la zona.
Salimos corriendo hacia el acuartelamiento, el resto de
nuestros compañeros venía hacia nosotros preguntando qué
había pasado.
—Os quiero a todos con el equipo completo, coged los
Cetmes, situaos en vuestros puestos de control, y de aquí hacia
microondas no dejéis pasar a nadie salvo al capitán del cuartel
si viene. Moveos rápido, ¡coño!, esto va en serio. —aunque
extrañados todos se dieron cuenta, ante mi tono autoritario al que
no estaban acostumbrados, que algo raro estaba pasando y
salieron disparados a cumplir mis órdenes.
Nosotros cogimos las linternas y volvimos a las casetas de
microondas. Al superarlas nos paramos y recuperamos el aliento.
Llegamos hasta la valla al lugar donde se había roto. Quisimos
juntar los extremos y pudimos comprobar que faltaba un trozo.
Aunque a la luz de nuestras linternas no se distinguían muy bien,
los bordes de la cerca parecían ne- gros, como chamuscados.
Nada podíamos distinguir con tan poca luz y decidí volver al
acuartelamiento donde había un gran alboroto.
—Jesús, ha llamado el capitán. Se ve que desde la base
también han oído los disparos, y dice que ahora sube y que
prepares una buena excusa o te va a meter un puro —dijo Lalo.
Le pregunté si había hablado con el capitán de radar, y me
dijo que sí, pero que le había dicho que ellos no habían detectado
nada en pantalla, y que cuando pudiese fuese a verle, pues
quería hablar conmigo. Mientras nosotros explicábamos lo
sucedido a nuestros compañeros, Lalo se alejó hacia una posición
algo avanzada desde la cual se podía ver el mar y la bahía. Al
poco, le oímos gritar:
—¡Mirad allí!..., allí está otra vez, está bajando.
Efectivamente, «la nave» descendía a gran velocidad hacia el
mar. Era como una bola de luz ovalada, que ahora se veía de un
color claramente anaranjado, dejando una pequeña estela tras de
sí. Pronto estuvo tan bajo, que la perdimos de vista, tapados por
el morro del acantilado, y solo Lalo, desde su posición más
avanzada, pudo ver como la nave se precipitaba hacia el agua y
gritó:
—¡Se ha estrellado!..., ha sido como un gran flash... ¡Oh,
mis ojos, mis ojos!
No puedo ver nada.
Corrimos hasta él y lo encontramos tapándose los ojos y
quejándose. Lo miré y pude comprobar que los tenía llorosos y
muy enrojecidos. Pronto llegó el oficial de guardia, un sargento 1.º
enviado por el capitán de cuartel. Estaba convencido de que los
tiros habían sido fruto de alguna gamberrada, pero pronto se dio
cuenta ante nuestras explicaciones, de que algo extraño había
pasado, sobre todo cuando comprobó el estado de la valla. Nos
advirtió que no hablásemos con nadie de lo sucedido, y nos
ordenó que montásemos un servicio permanente de guardia
patrullando con los perros y que al día siguiente ya hablaríamos.
Alberto, bajó a la base para intentar calmar a Lince, el perro
destacado en la puerta de entrada. Más tarde cuando regresó
nos explicó que el animal estaba furioso y descontrolado, como
Fiero cuando se había armado todo el follón.
A la mañana siguiente, aparecieron el sargento 1.º y el
capitán del cuartel. Nos pidieron que redactásemos un informe,
cada uno por separado, con un dibujo del objeto que habíamos
visto. Una vez entregados, nos ordenaron que les
acompañásemos al lugar de los hechos para reproducir sobre el
terreno lo ocurrido. Hicimos todo el recorrido acompañados de
Fiero, explicando paso a paso todo lo que había pasado. Y ya
con luz de día, observamos que no se podía distinguir ningún
rastro en el suelo, ni de huellas, ni de sangre, ni nada parecido.
Resultaba muy raro que no hubiésemos alcanzado al «visitante»,
teniendo en cuenta la corta distancia a la que hicimos nuestros
disparos, calculando que no podía haber más de cinco o seis
metros hasta donde estábamos. Solo algunos matojos
arrancados denotaban el movimiento de la noche anterior. La
naturaleza del suelo, que era en su mayor parte de pura roca,
impedía que pudiesen quedar huellas de pisadas, ni ningún otro
rastro, salvo el estado de la valla que resultaba espectacular.
Como cortada con un soplete, mostrando un corte vertical
perfectamente recto, aparecía rota de arriba abajo en toda su
extensión (dos metros de alta). Los bordes cortados estaban
ennegrecidos, como chamuscados, y ambos lados estaban
doblados hacia fuera. Al intentar juntarlos, comprobamos que
faltaban unos 45 centímetros. La «cosimos» con alambre para
dejar cerrado el perímetro.
El oficial nos ordenó guardar silencio sobre lo sucedido, y nos
advirtió de las consecuencias de desobedecer esa orden. Todo a
pesar de nuestras protestas en el sentido de que, para entonces,
todo el mundo se había enterado. Quedamos en situación de
movimiento restringido a la zona de radar, sin poder bajar a la
base hasta nueva orden.
Ni Alberto ni yo habíamos superado aún el impacto inicial de
aquel suceso, y todavía no sabíamos muy bien cómo encajar lo
sucedido. Curiosamente, poco o casi nada habíamos comentado
entre nosotros, aunque era evidente que nuestras cabezas
hervían con multitud de preguntas sin contestar.
Más tarde el capitán de radar me hizo llamar. Era un hombre
joven, piloto de caza, muy serio y reservado, al que conocía
poco. Se decía que había sido apartado del vuelo activo y
destinado a nuestra base de radar por algo extraño que le había
sucedido. Me pidió que me tranquilizase, no quería que me
sintiese interrogado, pero quería que le explicase todo lo ocurrido
con el máximo detalle posible. Así lo hice mientras me formuló
toda clase de preguntas, especialmente relacionadas con la nave
que vimos, su forma, tamaño aparente, distancia estimada y mi
percepción de con qué materiales estaba hecha... Después de
largo rato me dijo que ya podía marcharme. Pero cuando ya
estaba en la puerta, me detuvo y me preguntó:
—Cabo, ¿durante todo ese tiempo que estuvo viendo el
objeto, o el ser al que dispararon, le pasó a usted algo especial?
—No entiendo, mi capitán, ¿a qué se refiere?
—¿Oyó algo o tuvo alguna sensación especial?
Dudé un instante, pero enseguida pensé que era mejor no
complicarse la vida y respondí:
—No señor, salvo esa extraña sensación de picor en la
lengua que ya le he
mencionado antes.
—Está bien cabo, retírese
Pero ahora fui yo quien antes de salir del despacho le
pregunté:
—¿Me permite una pregunta mi capitán?
—Dígame cabo —respondió.
—Me ha parecido percibir su interés personal en todo esto y,
como podrá
comprender, visto todo lo ocurrido, me está provocando un
mar de dudas y preguntas.
¿Puede usted aportar algo que me ayude?
Y ahora fue el capitán quien dudó y reflexionó un momento.
—Mire cabo, solo le diré que yo le creo en todo lo que me
ha dicho, pero mi experiencia aconseja que no intente
convencer a nadie de nada, o podría acabar como yo
«desterrado» en una base de radar y sin permiso para pilotar...
Y ahora..., retírese.
Al cabo del tiempo averigüé que ese capitán, sirviendo en la
base aérea de Zaragoza, había tenido un encuentro con un ovni
cuando volaba con su avión de combate. Después de notificarlo,
se consideró su testimonio demasiado polémico, por lo que fue
trasladado a un servicio de tierra y desautorizado a volar hasta
nueva orden.
Pasó todo el resto del día sin más incidencias, aunque la
conversación con el capitán de radar me hizo pensar en la
sensación de escuchar voces en mi cabeza, sin que pudiese
llegar a ninguna conclusión al respecto. El capitán médico había
examinado los ojos de Lalo y le había diagnosticado una gran
irritación, recetándole una pomada. Su aspecto resultaba cómico,
con los ojos enrojecidos y brillantes por el medicamento, lo que
contribuía a las burlas de los compañeros que le llamaban «el
marcianito».
Después de comer, llamé a Alberto y a Lalo. Ya más
tranquilos, decidimos hablar entre nosotros de lo pasado y de
nuestra reacción ante el ser que tuvimos en frente. Convinimos
que, si bien avanzaba muy rápidamente, no había dado muestras
de agresividad. Quizás su gran altura, más de 2 metros,
posiblemente 2,10 o 2,15, debió influir en que pensásemos que
se nos venía encima. También nos interrogamos mutuamente
acerca de su aspecto.
Al fin, describimos al «individuo» como un ser muy alto, más
bien delgado, de forma absolutamente humana y sin escafandras
o vestimentas que confundiesen su figura. Ninguno de los dos
había podido distinguir su rostro, pero nos pareció que llevaba un
traje muy ajustado y al resplandor de nuestros disparos, vimos
algo brillante a media altura como de un cinturón con una hebilla
metálica o algo así. De nuevo nos extrañó no haberle acertado
con nuestros disparos, y especulamos acerca de que pudiese
haber estado protegido por alguna especie de escudo de
energía. Quizás eso explicaría la extraña sensación de picor en la
lengua que notamos durante todo el episodio del «encuentro» con
el ser, sensación que desapareció cuando pudimos beber agua,
sedientos como estábamos después de tanto ajetreo. También
Fiero se mostró sediento y estuvo haciendo «ascos» hasta que
pudo beber.
Respecto al ovni, respondía perfectamente al clásico platillo
volante. Parecía como si fueran dos platos invertidos de aspecto
metálico, con un espacio en medio donde se podían distinguir una
hilera de cinco o seis ventanillas redondas que desprendían una
luz más intensa y algo anaranjada. Toda la «nave» parecía tener
luz propia. Una luz de gran intensidad pero que no deslumbraba,
lo que nos permitió ver claramente su forma y aspecto. Ninguno
de los tres pudo oír ningún ruido procedente de la nave, que se
mantenía suspendida y quieta sin oscilaciones ni movimientos
hasta que se marchó.
Su tamaño venía a ser, según nos pareció, de entre veinte y
treinta centímetros, aunque eso no nos permitía saber sus
dimensiones reales. Tampoco supimos determinar la altura a la
que debía estar, aunque nos pareció relativamente cerca a juzgar
por la claridad con la que pudimos distinguir sus detalles.
Lalo nos dijo que la luz que le cegó, cuando la nave chocó o
se introdujo en el mar, fue como un flash de cámara fotográfica
que salió de la nave, como si se «vaciase» de toda la luz que
desprendía.
Cuando llegó la noche, a pesar del cansancio que
arrastrábamos, no pudimos resistir la tentación de quedarnos
largo rato observando el cielo hasta que, rendidos, nos fuimos a
descansar. Me dormí inmediatamente. Entré en un profundo
sueño que me situó en la escena vivida la noche anterior. Justo en
el momento en que superábamos las casetas de microondas y
Fiero se había detenido.
En mi sueño, la acción siguió adelante, salvo que en esta
ocasión después de gritar —¡Alto quien va!—, el parloteo que oía
en mi mente se convirtió en una sola voz que provenía del ser,
quien me dirigía un saludo. Y esta «acción» se detenía antes de
que nosotros disparásemos. El ser se acercaba y, como en una
visión en cámara lenta, se paraba frente a mí y me hablaba a
través de su mente. En ese punto mi sueño se interrumpía y yo
me despertaba, muy alterado, pero volvía a dormirme enseguida
y me despertaba y me dormía, una y otra vez. El sueño se
repetía y siempre finalizaba en el mismo punto. Yo me quedaba
con la sensación de no poder saber lo que quería decirme ese
ser. Solamente sabía que quería comunicarse conmigo y que de
ninguna manera era un ser agresivo o peligroso para mí.
Así pasó la noche en un continuo dormir y despertar, hasta la
hora de levantarnos. Al día siguiente nos ordenaron presentarnos
ante el teniente coronel, responsable máximo del Escuadrón de
Alerta y Control. Después de más de dos horas de interrogatorio
se dio por satisfecho, y nos ordenó marchar, no sin antes
advertirnos que podíamos ser expedientados por los disparos si
las conclusiones de la investigación demos- traban que los
mismos no habían estado justificados.
Por su parte el sargento 1.º nos comentó que, por suerte
para nosotros, nuestros tres informes coincidían plenamente, y
nos levantó la orden de confinamiento en la zona de radar.
Pudimos quedarnos en la base a comer con el resto de
compañeros, que nos acosaron a preguntas respecto a lo
sucedido. Aunque la mayoría se mostraron incrédulos, no se
atrevían a burlarse de nosotros, pues nuestra veteranía era un
grado que nos permitía imponernos a los que se pasaban. Sobre
todo con el aspecto de Lalo que parecía ciertamente un
fantasma, con sus ojos todavía enrojecidos.
Por la noche, al apuntar las primeras estrellas, ya estábamos
todos atisbando el cielo. Alberto y yo caminamos hasta el
perímetro de la base, hablando de lo sucedido. Le expliqué a mi
compañero lo de las voces que había oído en mi mente, y le
pregunté si a él le había pasado lo mismo. Me dijo que había
sentido una sensación de presión en la cabeza durante todo el
episodio, que acabó con un fuerte dolor que le obligó a tomarse
un par de aspirinas, pero nada más. Le conté también el sueño
que había tenido y que sentía que aquello era tan solo el principio
de algo que no alcanzaba a valorar correctamente.
Así, hablando, fue pasando el tiempo, y eran las dos de la
noche cuando de pronto, comencé a oír de nuevo las voces en mi
cabeza. Intenté no prestar atención para «comprender» y adoptar
la misma actitud que yo asumía en el sueño. Entonces, me
pareció entender nuevamente el saludo que el ser me enviaba.
Inmediatamente supe que, de alguna forma, el ser estaba otra
vez cerca de nosotros. Debí quedarme absorto, por que Alberto
me sacudió cogiéndome de los hombros:
—¡Jesús, Jesús..., qué te pasa!
—¡Que ellos están cerca, Alberto!
—Pero qué dices..., ¿dónde están?
—¡Mira allí, Alberto, allí!
Le dije señalando un punto en el cielo donde, como una
bombilla encendiéndose, el ovni volvió a aparecer. En está
ocasión estaba bastante más alto y en la vertical del mar, pero
perfectamente visible.
Llamamos a gritos a los compañeros que acudieron al
momento. Efectivamente, se veía como una fuerte luz brillante
distinguiéndose perfectamente su forma de «lenteja». Ordené
llamar al radar, y avisar al capitán de día, que se hallaba abajo,
en la base.
El ovni estuvo allí parado durante más de media hora, hasta
que inició un movimiento lento, y después salió disparado hacia el
cielo a una velocidad de vértigo, como había pasado la vez
anterior.
En esta ocasión pudo verlo la mayoría del personal de la
base, por lo que nuestro «honor» quedó a salvo de todos los
comentarios jocosos que se hacían a nuestra costa.
En radar aseguraron no haber detectado nada en pantalla. Lo
que vino a sumar un misterio más a todo el asunto, pues era
teóricamente imposible que no se detectase un objeto de
semejante tamaño y tan cerca.
Los perros, sobre todo Fiero, se pasaron aullando todo el
tiempo que duró el avistamiento. Cabe decir que, si bien ocurre a
veces, no es muy corriente que los perros de raza pastor alemán
aullen en lugar de ladrar.
Las voces en mi cabeza cesaron al momento de iniciarse el
avistamiento, aunque en esta ocasión, una sensación de sosiego
y armonía me invadió completamente. Cuando acabó, deseé irme
rápidamente a la cama pues intuía que la clave para aclarar las
voces, para enterarme de lo que quería decirme ese ser, estaba
en el sueño.
Sin embargo, no pude acostarme enseguida, pues el revuelo
que se armó nos tuvo largo rato hablando unos con otros. Al
poco, el compañero que estaba de guardia en la caseta de
control, me comunicó que el capitán de radar, el mismo con el que
ya había hablado anteriormente, quería verme.
El capitán volvió a pedirme que le explicase todo lo ocurrido
con el máximo detalle posible. Al terminar mi exposición, fui yo
quien le preguntó:
—Mi capitán. ¿Cómo es posible que con todo esto no se
haya detectado nada en la pantalla?
—Mire cabo, si esta «gente» posee la tecnología necesaria
para llegar hasta nosotros desde donde se supone que vienen,
no sería de extrañar que tuviesen tecnología de camuflaje al
radar, además, el pequeño tamaño de esta nave lo hace aún
más fácil.
—Pero, mi capitán, no sabemos qué tamaño podía tener esa
nave.
—Bueno cabo, he efectuado algunos cálculos con los datos
que usted me proporcionó el otro día y creo que teniendo en
cuenta el tamaño aparente que vieron y su posición en relación
con las antenas de microondas, pienso que se trata de una nave
de unos 15 metros de diámetro. Por tanto, relativamente
pequeña, con pocos tripulantes. Pero, dígame, esta noche ha
sido usted quien ha visto o detectado el ovni, antes que nadie.
—Sí señor.
—Y la primera vez, de los tres compañeros que vieron el
ovni sobre las antenas de microondas, creo recordar que
también fue vd. quien primero detectó el objeto. ¿No?
—No, mi capitán. En la primera ocasión fue Lalo quien
primero lo vio desde
la caseta de guardia.
—Y, ¿cómo explica usted que no fuese cualquier otro el que
esta noche viese el ovni, cabo? ¿Sabe cuánta gente estábamos
mirando el cielo hoy en la base?
Me quedé callado y el capitán insistió.
—No será cabo que, usted, de «alguna forma», sabía de
antemano o intuía
por donde saldría el ovni en el cielo.
Me di cuenta de que el capitán sabía mucho de este tema, y
dudé por un instante si debía explicarle lo que realmente me
estaba pasando, pero finalmente decidí callar de nuevo.
—Pues no sé, mi capitán, la verdad es que no se como
explicarlo, aunque...
—Vale, vale, cabo, no se sofoque. Entiendo perfectamente
que no tenga claro a quien debe explicar sus «sensaciones»,
aunque créame, para mi está bastante claro. Tranquilícese y...,
puede retirarse. Si le necesito volveré a llamarle.
Acabé mi entrevista con el capitán, y pensé que realmente
era muy extraño todo lo que me estaba pasando. Convencido de
que a través del sueño podría aclarar algo, me fui rápidamente a
dormir, sin atender las preguntas de Lalo y Alberto respecto a la
entrevista con el capitán.
Me acosté intentando coger el sueño, pero resultaba inútil, mi
cabeza hervía con miles de pensamientos, y mi ansiedad me
impedía dormir. Al cabo de un rato me di cuenta de que, cuanto
más deseara dormirme, me- nos lo conseguiría. Entonces me
levanté, fui hasta la pequeña cocina que teníamos, y me preparé
un vaso de leche con cacao, bien caliente. Todos se habían
acostado y estaba solo con las luces apagadas, contemplando
las estrellas por la ventana.
Pensé en las constelaciones e intenté, como hacía muchas
veces, distinguir la Osa mayor y la Osa Menor, pero no podía
encontrarlas en el campo visual que abarcaba desde la ventana.
Me fijé en un pequeño grupo de estrellas que parecía tener un
brillo especial. No reconocí a qué constelación pertenecían,
aunque la verdad es que tampoco entendía mucho de
astronomía, pero ese grupo de estrellas tenía un atractivo
especial y su imagen, no sé muy bien por qué, quedó grabada en
mi retina para siempre. Las contemplaba casi hipnotizado cuando
de pronto, de la estrella mayor de las tres que formaban casi una
línea recta, me pareció ver un fuerte destello de luz que venía
directamente a mis ojos. Al momento, oí en mi oído izquierdo un
suave pitido, y mis ojos comenzaron a pesarme afectados por
una rara somnolencia. Pensé que no era extraño que al fin me
entrase sueño siendo tan tarde. Me fui a la cama con el curioso
pitido en mi oído y nada más apoyar la cabeza en la almohada
me quedé profundamente dormido...

... oía el suave pitido que pronto se fue convirtiendo en una


especie de música de cristales, era como un hilo conductor que
me arrastraba y a través del cual me fui trasladando, como
flotando, a la noche del encuentro. Llegué a la zona de las
casetas de microondas, y me vi allí abajo, junto a Alberto y Fiero
justo en el momento en que llegábamos a las casetas. Me llamó
la atención, a lo lejos, un resplandor verde.
—¿Qué será eso? —pensé—, y al momento estaba allí,
encima de una esfera de luz verde, que se hallaba más allá de
la valla que cerraba el perímetro de la base, de la cual salió «el
ser» que se dirigía hacia las casetas de microondas, al mismo
tiempo que la esfera desaparecía como si fuese una luz que se
apaga. Volví mi atención hacia donde estábamos caminando,
Alberto, Fiero y yo, y pude contemplar la escena de lo sucedido
cuando grité: ¡Alto quien va¡
Vi, desde lo alto, como «el ser» llegaba hasta nosotros, y
cuando empezamos a disparar. Comencé a verlo todo a cámara
lenta y, suavemente, fui bajando hacia mí mismo y..., «entré en
mí». Noté como un chasquido y comencé a verlo todo por mis
ojos, a través de mi cuerpo. Ya no estaba «volando», pero todo
seguía pasando a cámara lenta... mientras disparábamos...
…Y fue entonces cuando le oí...
En ese instante en que me pareció que el tiempo se detenía,
distinguía claramente sus palabras en mi cabeza, sabía que
provenían del ser y podía entenderle perfectamente. Todo lo
demás seguía su curso normal tal como había sucedido hacía
dos noches, pero a una…, t r e m e n d a c á m a r a l e n t a…,
mientras «él» seguía hablándome…, seguía hablándome…,
hablándome…,

Y me desperté, sentándome de golpe en la cama. Me sentía


tranquilo y relajado, con una gran sensación de paz y sosiego.
Las palabras del ser, resonaban en mi mente…, ¡ahora lo
comprendía todo!..., pero seguía sumido en un estado soñoliento,
me pesaban los párpados y, aunque hice un esfuerzo por
continuar despierto, volví a quedarme profundamente dormido.
«Jofre, durante su servicio militar.
Capítulo Segundo
Investigados por militares USA.
Conexión interior. Descubriendo quién
soy

1 de octubre de 1979 … Surrio … Casa de Jesús (Ficher)

Estaba sentado en el suelo, frente al hogar. Con el


atizador golpeaba un tronco, expulsando la ceniza que impedía
que ardiese, y rápidamente aparecía la llama. El poder hipnótico
del fuego mantenía su mirada perdida en el fondo del hogar, y su
mente, viajando en el tiempo, recordaba cómo empezó todo.
Habían pasado nueve años que ahora le parecían una
exhalación, pero que suponían una etapa llena de vivencias que le
habían hecho madurar a marchas forzadas. Mañana cargaría el
camión de José María con todos los muebles y enseres de la
casa y, con María y los niños, iniciaría su viaje hacia los Pirineos.
Aunque Jesús ya no era el mismo que aquel 25 de Marzo de
1971 había tenido su primer contacto con «un ser de las
estrellas».
Durante largo tiempo había sentido una gran frustración por
no poder recordar todo lo que «el ser» le explicó esa noche, en
aquel «sueño» tan peculiar. Porque si bien, cuando despertó del
sueño, en medio de la noche, recordaba y comprendía
perfectamente todo lo que el ser le había explicado, al día
siguiente no podía recordar sus palabras. Afortunadamente,
ahora, sabía muy bien que ese sueño fue una experiencia en
astral y que «el mensaje» que recibió del ser estaba archivado en
su subconsciente, preparado para aflorar en el momento
adecuado que, presentía, ya no tardaría mucho en llegar.
Atizó de nuevo el fuego, le gustaba jugar con él. En cuanto
el verano cedía sus tardes al otoño y el tiempo refrescaba,
prendía cada día el hogar. El fuego no solo lo calentaba sino que
además le reconfortaba y tenía la virtud de relajarlo.
Pensó que ese era un buen momento para hacer un balance
de todo lo vivido desde entonces.
De todas formas estaba seguro que no podría dormirse.
Como le pasaba a su mujer a la que oía dar vueltas en la cama,
a pesar de que ya hacía mucho rato que se había acostado. Lo
entendía pues él mismo estaba algo nervioso y, aunque ella
apoyaba firmemente su decisión, no podía dejar de sentirse
inquieta. Abandonar todo lo que en ese momento constituía su
mundo y marcharse a vivir a una zona tan inhóspita como eran los
Pirineos, significaba cambiar totalmente sus vidas. Sin embargo,
esa decisión era el paso más lógico después de un largo proceso
que les impulsaba a buscar el reencuentro con una vida más
natural.
Al intentar iniciar esa nueva etapa, más acorde con lo que él
creía que debía ser la vida del ser humano, deseaba conseguir
una existencia más tranquila y sosegada. Alejarse de la locura
urbana, y recuperar la paz cotidiana en un entorno natural. Que
sus hijos pudiesen respirar un aire más puro y crecer sanos y
equilibrados.
Confiaba que, con todo ello, lograría el nivel de «armonía»
necesario para avanzar en ese encuentro consigo mismo, que
hacía algún tiempo había experimentado. Estaba seguro de que
el pequeño pueblo, perdido entre valles y montañas, donde
esperaban alojarse, les proporcionaría el entorno ideal para
conseguirlo.
Habían estado buscando el lugar ideal para ese cambio de
vida que deseaban. Después de ver muchos pueblos en distintos
valles de los Pirineos, no encontraban ninguno con el que sentirse
identificados. Hasta que una noche Jesús se encontró
transportado, en un sueño tremendamente vívido, transitando por
las calles de un pueblecito que tenía una iglesia románica muy
peculiar. Por su estilo, creyó identificarlo como del valle de Arán,
en los Pirineos. Rápidamente organizó con María una escapada
de fin de semana para desplazarse hasta allí, y continuar con su
búsqueda. Pero todo fue inútil pues, una vez más, no encontraron
el lugar que buscaban. Ya de regreso y, aunque suponía
desviarse bastante de su ruta, decidieron pasar a ver a un amigo
que ya hacía algún tiempo que vivía en un pueblecito que ellos no
conocían, situado en una zona que nunca les había llamado la
atención en su búsqueda.
Subían por la empinada y retorcida carretera de acceso,
cuando Jesús empezó a notar un extraño cosquilleo en su
estómago que le fue subiendo hasta el pecho. De pronto al girar
una curva de casi 360.º, la vieron; era la iglesia que había
aparecido en su sueño. Cuando llegaron quedaron impresionados,
porque todo lo que iban viendo era exactamente lo que él había
soñado. Además una fuerte sensación de «déjà vu» le
embargaba cada vez que doblaban una esquina o enfocaban una
nueva vista del pueblo. Habían encontrado el lugar deseado,
donde poder instalarse para seguir el proyecto de vida que se
habían propuesto. Además, una cierta percepción especial les
daba la certeza de que, ese pueblo de los Pirineos, guardaba
«recuerdos ancestrales» de «épocas pasadas», que ahora era
necesario recuperar a fin de poder seguir su proceso evolutivo.
«Épocas pasadas». Ese pensamiento llevó su mente a su
pasado más reciente, cuando hacía su servicio militar. Reflexionó
acerca de lo trascendente que para su vida estaba siendo todo lo
vivido en esa época.
La experiencia de contacto en la mili supuso su inicio de la
etapa de las preguntas. El inicio, sí, puesto que las preguntas,
ahora lo sabía bien, comienzan un día por alguna vivencia que
resulta ser un detonante pero ya no se terminan jamás. Después
de estos años resultaba claro que detrás de cada respuesta
encontrada, había siempre otra pregunta esperando.
Durante el tiempo que aún duró su servicio militar, la mente
de Jesús había sido un hervidero de preguntas:
Si están ahí, ¿quiénes son?, ¿de dónde vienen?, ¿qué
quieren?,
¿cómo pueden llegar hasta nosotros?, ¿cómo son sus
naves?, ¿quién le ha creado?... y, como consecuencia lógica…,
¿fue el mismo que me creó a mí?... y, entonces, ¿de dónde
vengo yo?, etc. y, también, ¿tiene todo esto algo que ver
realmente conmigo, o solo fue pura casualidad que me pasase a
mí?.
¡Ah, la casualidad! —sonrió—, bien sabía a estas alturas
que la casualidad no existe, y que solo la causalidad puede
explicar muchas cosas de las que nos pasan.
Pero afortunadamente no todo fueron preguntas, y todavía
en la mili, consiguieron más información para él y sus
compañeros.
Las poblaciones cercanas andaban revolucionadas por los
rumores que corrieron del supuesto enfrentamiento con
extraterrestres en la base de radar. Y más aún cuando, dos días
después de su extraño «sueño», el ovni se dejó ver de nuevo y en
esa ocasión lo pudo observar mucha gente.

[A partir de aquí empieza un anexo incorporado a esta nueva presentación editorial


de la historia que no aparecía en la antigua edición de CONTACTO OVNI Mi experiencia
personal. Estos hechos ocurrieron en el momento cronológico que corresponde a este
punto en el que se añade al relato anterior. Las razones por las que este episodio no
aparecía es porque nunca, hasta ahora, fue escrito y quedarán aclaradas al final de su
lectura.]

Anexo
Algún día de primeros de junio de 1971 … Base militar de radar EAC,
n.º 4 «El Pani» (Actualmente a las bases de radar se les denomina EVA, pero
en la época de los hechos se denominaban Escuadrón de Alerta y Control,
EAC, y el de Rosas era el n.º 4).

Apenas habían pasado dos meses desde nuestro


avistamiento del ovni, y nuestro «encuentro» con ese ser al que
disparamos.
Poco a poco nuestros ánimos se iban sosegando, aunque
las preguntas que nos hacíamos asaltaban nuestras mentes de
forma imparable. Afortunadamente, nos visitó don Ramón de
Navía Osorio, investigador serio y muy documentado del tema
ufológico.
Aunque solo era su afición personal, y no su profesión, pues
él era farmacéutico, por tanto alguien con un muy alto nivel
cultural. Creo recordar que había sido, junto al decano de la
ufología en España don Antonio Ribera, uno de los creadores del
Centro de Estudios Interplanetarios, C.E.I., que investigaba todos
los casos relevantes que iban ocurriendo aquí y allá en toda
España y que, además, editaba en ese entonces una revista
interna denominada Stendek, una auténtica joya por su contenido
de «temas especiales», ufológicos, esotéricos y paranormales.
Nos pidió una información exhaustiva de todo el incidente, y
vino a tranquilizarnos al hacernos comprender que no estábamos
solos en nuestra experiencia, sino que había muchos más casos
parecidos, con múltiples apariciones de naves e incidentes con
«seres extraños».
Su trato amable y su señorío, junto con la documentación de
varios casos investigados por él, fueron como un bálsamo para
nosotros que comenzamos a sentirnos menos «bichos raros»
Y fue a los pocos días de la visita de don Ramón, cuando
aparecieron en la base, según creo recordar, tres oficiales, uno
de nuestro Ejército del aire y dos militares de EE.UU., ambos
oficiales. Uno era teniente y otro capitán de las Fuerzas Aéreas
del Ejército de Estados Unidos: United States Army Air Forces,
USAAF o AAF (los detalles siguen desdibujados en mi mente).
Pronto se estuvo especulando en la base con la posibilidad de
que los «americanos» hubieran venido por el incidente ovni.
Y así era, pues Alberto, Lalo, y yo fuimos llamados al
despacho del teniente coronel don A.A.M, jefe de la base.
Al entrar nos encontramos frente a los dos militares
norteamericanos, nuestro teniente coronel, y un capitán piloto del
Ejército del Aire, al que no conocíamos del radar, y que había
llegado a la base con los dos recién llegados.
Uno de los dos oficiales era un hombre de color que hablaba
algo de castellano, pero sin fluidez, y el capitán piloto ejercía de
traductor. Nos pidieron que nos sentáramos en una gran mesa de
juntas, donde estaban con sendos dossiers frente a ellos.
El comandante de la base, nuestro teniente coronel, quizá
ante nuestra extrañeza y el temor que vio reflejado en nuestros
rostros, nos dijo:
—Siéntense soldados, y tranquilícense. Solo queremos que
expliquen ustedes una vez más a nuestros invitados, el teniente y
el capitán, todos los hechos ocurridos el día 25 de marzo con el
máximo detalle posible, y que respondan a todas las preguntas
que ellos les harán. Nuestro capitán (no consigo recordar su
nombre, ni tampoco Lalo ni otros compañeros de mili a los que he
consultado) le hará la traducción.
El capitán nos saludó, igual que hicieron los americanos, y
nos preguntó si alguno de nosotros hablaba inglés, a lo que le
respondimos que no.
Fue un largo interrogatorio, no solo por lo que la traducción
lo retrasaba, sino por lo minucioso y exhaustivo del mismo.
Los americanos llevaban una especie de guión con múltiples
preguntas anotadas a las que debíamos contestar.
Recuerdo, eso sí, que iban interrogando alternativamente a
cada uno de nosotros, haciéndonos preguntas distintas, que
después pedían que el resto corroborásemos o ampliásemos. En
ocasiones nos hacían la misma pregunta a uno y a otro, con lo
que debíamos repetir de nuevo lo que ya habíamos explicado.
Fue en este «interrogatorio», del que recuerdo muy
vagamente las cosas, donde saqué la convicción de que esos
americanos sabían muy bien de lo que hablaban, y conocían
muchos casos de este tema, de los que tenían mucha
información.
Todo eso se alargó hasta ya pasada la hora de comer, por
lo que fuimos invitados al restaurante de oficiales, donde lo
hicimos en una mesa solos, mientras los visitantes, nuestro
capitán y el teniente coronel, fueron a un pequeño apartado para
los oficiales de más alto rango.
Acabada la comida, el teniente coronel jefe de la base de
radar don A. A. M., se marchó con ellos, y el sargento 1.º, su
ayudante directo, nos dijo que debíamos quedarnos en la base
(estábamos destinados en esos momentos al servicio en radar,
arriba en la montaña), esperando órdenes, por lo que nos
quedamos en el bar de oficiales, donde nuestros compañeros de
quinta, que estaban de servicio allí, Javi en la barra y Luis en
cocinas, nos acosaron a preguntas acerca de lo que querían
militares estadounidenses.
A su vez, nosotros interrogamos a Javi, quien hablaba
bastante bien el inglés, dado que su familia tenía un restaurante
en la población de Calella, en la costa, puesto que era él quien
había estado sirviendo la mesa donde comieron nuestros
visitantes con el tte. coronel y el capitán que les acompañaban.
Así que, no solamente había oído lo que hablaban, sino que
además había estado muy atento a ello.
—Vamos…, dinos Javi, ¡qué decían esos tíos?
—Pues mira Jesús, por lo poco que he podido escuchar
cada vez que acudía a su mesa, estaban todo el tiempo
hablando de vuestro encuentro con el E.T. y, también he podido
oír que preguntaban si existían precedentes de otros
avistamientos o encuentros acaecidos en la base con
anterioridad. Me ha sorprendido que el teniente coronel les
hablaba de que, cuando él se hizo cargo del mando aquí, había
oído contar otro incidente de avistamiento, aunque sin registrarse
presencias ni disparos.
—¿A sí?..., pues esto es muy interesante. Oíste cuándo
fue?..., ¿algún dato?
—No…, pero el jefe de la base se ha comprometido a
averiguar si existía algún expediente al respecto.
Poco más dio de sí la conversación con nuestros amigo
Javi, puesto que al poco vino el sargento 1.º y nos llevó de nuevo
al despacho del teniente coronel.
—A ver muchachos —don Arturo, era muy campechano con
la tropa y muy estricto con la oficialidad—, vamos a subir al radar
con estos oficiales a ver el lugar de los hechos, y para que les
expliquen in situ todo lo que pasó. Espero mucho de ustedes...,
dense cuenta que están representando al Ejército del Aire
español ante mandos de la USAF. Procuren ser concretos y no
se enrollen mucho.
Al momento llegaron dos de los Land Rover largos que
teníamos en la base. Los tres subieron con su capitán traductor
en el primero, y nosotros con el sargento 1.º en el otro.
Una vez arriba, en el radar, recorrimos el lugar de los
hechos desde nuestro acuartelamiento hasta las casetas de
microondas, donde tuvimos el encuentro con aquel ser al que
habíamos disparado.
Los americanos seguían con su interrogatorio, dirigiéndonos
preguntas ahora a uno, ahora al otro, indagando sobre un montón
de detalles de todo lo sucedido. Nosotros, por supuesto, fuimos
contestando a todas ellas y respondiendo sobre todos los
detalles de nuestra vivencia.
Creo recordar que prestaron máxima atención; dedicaron
mucho tiempo haciendo múltiples mediciones. Fueron llamativas
sus expresiones de excitación y sorpresa al ver el estado en que
estaba la valla de la que había desaparecido un gran pedazo. Me
pareció que, sobre todo, discutían acerca de los rebordes que
quedaron como ennegrecidos.
También quisieron conocer a Fiero, el perro que había sido
protagonista del incidente de los disparos, aunque no vimos que
hicieron con él, pues se lo llevaron al interior de una caseta donde
hacíamos la comida y se aplicaban tratamientos veterinarios a los
animales.
Me pareció que tomaron gran cantidad de fotografías de los
lugares de los hechos. En algunas nosotros, juntos y separados,
indicando puntos donde ocurrió el acontecimiento..., tantas, que
llegamos a hartar- nos de tanto jaleo.
Diría yo que esos dos oficiales eran muy exhaustivos y
meticulosos
en su investigación.
Todo esto, aunque nos llevó bastante tiempo, se llevó con
gran precisión y diligencia por parte de aquellos dos militares
norteamericanos, lo que permitió finalizar a media tarde. No se
había puesto el sol, y todavía había abundante luz en la base
cuando volvimos a bajar. Entonces fue cuando el teniente coronel,
dirigiéndose a nosotros, nos dijo:
—Mire cabo, soldados, estamos, como ustedes ya saben,
en una base militar secreta, donde se nos confía la defensa
aérea de nuestra nación, por lo que todo cuanto sucede aquí, es
confidencial. Respecto a esta investigación deben mantener
estricto silencio y no comentarlo con nadie , bajo pena de arresto
y posible acusación por revelación de secretos militares..., ¿les
ha quedado claro?
—Desde luego, mi teniente coronel. A sus órdenes, mi
teniente coronel.
Os puedo asegurar que la actitud y la forma de hablarme
del jefe, me acojonó bastante, pues siempre había sido un
hombre afable conmigo y, por tanto, me sorprendió aquella
contundencia repentina, aunque podría haber sido simplemente
por la presencia de los visitantes.
A continuación, nos hicieron salir a los tres de su despacho,
y lo hicimos por el bar de oficiales hasta el patio que había entre
este y los edificios que estaba en frente.
Todavía, a pesar de ser ya media tarde, era un día soleado
y, gracias al fondo blanco encalado de unos de los rincones del
jardín, había una luz fenomenal en aquel lugar, que quedaba
reservado de la vista del bar de oficiales y suboficiales.
Después de obtener allí varias fotografías de todos los que
habíamos intervenido en ese episodio, a alguna de las cuales se
añadieron los mismos americanos con cada uno de nosotros,
hablaron con el teniente coronel, quien inmediatamente se marchó
con su capitán traductor, dejándonos solos con ellos.
Nos tomaron varias fotografías que me sorprendieron,
porque disparaban flashes muy potentes, de una luz muy blanca,
que al final te dejaban como un reflejo violeta en los ojos, incluso
a pesar de la tremenda luminiscencia del día y de aquel lugar de
paredes blancas.
Lo último que recuerdo de aquellos hombres, es que el
oficial ne- gro que hablaba un castellano extraño, nos repetía:
—Soldados, olvídense de todo lo que les ha sucedido.
Olvídenlo todo y no se compliquen la vida. Olvídenlo..., olvídenlo.
Y así acabó todo. Creo que los oficiales americanos se
marcharon ese mismo día de nuestra base de radar y nunca
supimos nada más de ellos.

Pues bien, aunque pueda parecer increíble, todo este


«episodio» se había borrado de mi mente y no «estaba» ya,
cuando escribí el libro.
Fue cuando Miguel Pedrero, que estaba haciendo, como
siempre le es habitual, un exhaustivo trabajo de investigación, que
al final dio pie a su reportaje publicado en la revista Año Cero,
temporada xx, número 08/229, titulado «Ovnis y humanoides en un
base militar española», el momento en que volvimos a
encontrarnos, después de muchos años con Lalo. Comentábamos
para Miguel los hechos, cuando de pronto Lalo dijo.
—Oye Jesús..., ¿tú te acuerdas de que vinieron unos
militares americanos y nos interrogaron?...
Me quedé pasmado..., ¡claro!, como no acordarse de eso.
Pero me saltó una pregunta: ¿por qué se me había olvidado
completamente?…, no me lo podía creer. ¿ Más de cuarenta
años un recuerdo perdido en mi mente, habiendo abundado tanto
en toda esta historia y no aparecer de nuevo?
—¡Ostras Lalo!, no me acordaba en absoluto de eso…, ¿y
tú?
—Bueno, pues por eso te lo pregunto, porque tampoco yo
me acordaba muy bien de eso, incluso no recuerdo muy bien
cómo fue todo aquello.
Y así fue como poco a poco, con los comentarios entre Lalo
y yo, estimulados por el montón de preguntas que nos iba
haciendo Pedrero, cuando nos fuimos acordando de que aquellos
hombres nos habían visitado e interrogado en la base sobre todo
lo acaecido…, aunque seguíamos sin poder concretar los detalles
de ese episodio.
No fue hasta nuestra visita con el periodista al EVA 4 ,
cuando al volver a pisar los diferentes sitios exactos donde
estuvimos y donde pasó todo, incluidos los interrogatorios de los
americanos, cuando fui recuperando algunos detalles más de
entre mis perdidos recuerdos.
Posteriormente mi propia y personal investigación con otros
compañeros, no implicados directamente, haciendo trabajos de
meditación para recuperar recuerdos mentales, me llevó a poder
escribir este episodio, aunque parco en detalles y quizá en algún
punto esclarecido, más por deducciones lógicas de lo que debió
acontecer, que por recuerdos claros. Sin embargo, creo que es lo
suficientemente significativo para incorporarlo ahora a la narración
que aquí sigue.
Se perfectamente que esto plantea múltiples preguntas,
pero no quiero ser yo quien se atreva a sugerir posibles
explicaciones a tan raro caso de «amnesia», sino que invito a que
cada cual saque sus propias conclusiones.
Al terminar el servicio militar, Alberto, Lalo y Jesús,
organizaron un equipo de investigación ufológica. Se equiparon
con cámaras fotográficas y teleobjetivos, carretes de fotos
sensibles a los rayos ultravioleta, equipos de grabación, etc. Se
hicieron con un vehículo todo terreno y comenzaron su etapa de
investigadores.
Acudían a todos los sitios donde las pequeñas reseñas que
los periódicos publicaban, indicaban que había sucedido algo
extraño. Al principio, cada nuevo caso que investigaban les
entusiasmaba. El contacto con otras personas que habían tenido
experiencias similares a la suya les reafirmaba en que, lo que
ellos habían vivido era real. Recopilaban datos y más datos,
fotografías y dibujos, intentaban aplicar criterios científicos y
rigurosos, y hacían estadísticas y planos con los puntos de
avistamientos. Aunque Jesús, ansiaba una nueva experiencia que
le permitiese reencontrarse con el «ser del Cantí». Necesitaba
aclarar el misterio, recuperar la memoria de su conversación con
él, saber qué significaba todo aquello.
Pero todo fue inútil, después de más de un año de viajes e
investigaciones, tan solo tenían montones de información. Sus
ánimos fueron decayendo, y pronto se dieron cuenta que ese no
era el camino para conseguir el reencuentro tan deseado.
Así, se disolvió el equipo, y cada uno siguió su camino,
orientando su vida por un sendero más «normal», superando poco
a poco su obsesión. Si algo había quedado claro en sus
investigaciones, era que el contacto con esos seres se producía
solamente cuando ellos querían. Era evidente que sus
conocimientos técnicos, su inteligencia y su grado de evolución
eran muy superiores a los del ser humano. Su conclusión fue que,
para contactar con ellos, era necesario evolucionar
personalmente, progresar, acercarse de alguna manera a su
nivel. Estaba convencido de que si lo lograba, sería posible
comunicarse, establecer comunicación de abajo hacia arriba sin
esperar necesariamente a que fuesen ellos los que decidiesen
contactar. Aparcó el objetivo de buscar un nuevo encuentro, y
decidió comenzar a buscarse a sí mismo. Aunque, cabe decirlo,
no sabía muy bien por dónde empezar.
Pero la vida de Jesús debía seguir su camino, y así el 4 de
septiembre de 1972 se casó con María, la que sería la mujer de
su vida y que resultaría fundamental para el futuro que les
esperaba (y esto querido lector, tras rememorar toda la historia
desde entonces hasta nuestros días, os lo puedo asegurar).
Habían pasado unos meses desde su boda, y casi había
olvidado sus anteriores inquietudes. Un día, el trabajo le llevó
hasta Barcelona y en una calle cercana al mercado de San
Antonio, el escaparate de una librería llamó su atención. Se fijó en
los libros expuestos aunque no vio ninguno que le interesase en
especial y se alejó de la tienda, pero se quedó de piedra cuando
en su oído comenzó a sonar aquel extraño pitido que ya conocía.
Algo le decía que debía volver a la librería y así lo hizo. Se paró
de nuevo frente al escaparate y repasó todos los libros
expuestos.
De momento, solo he visto novelas de actualidad, y algunos
libros de la colección Historias que ya había leído de pequeño, en
las que se incluían varios de Julio Verne: Viaje al centro de la
Tierra, Cinco semanas en globo, De la Tierra a la Luna…y, ¡alto!
¿De la Tierra a la Luna? ¡Vaya!
Entró en la librería siguiendo su intuición y, disimulando,
empezó a mirar libros. Detrás del mostrador un señor algo mayor,
estaba poniendo precio a unos cuantos. Llevaba un jersey de lana
bastante viejo, cosa que le extrañó, pues ya estaba entrando el
verano y no hacía frío. Unas gafitas de ver de cerca colgaban de
su nariz, su cabello, bastante gris, le daba una apariencia de viejo
profesor. Sin levantar la vista de sus libros dijo:
—Un momento señor, enseguida le atiendo.
—No importa, no tengo prisa. —respondió él.
Al poco tiempo, el hombre dejaba los libros y le
preguntaba:
—¿En qué puedo servirle?
—Pues no sé. Buscaba algo para un regalo.
—¿Qué tipo de lectura le gusta a la persona a la que usted
quiere regalar el libro? —inquirió el librero.
—Me ha llamado la atención un libro que tiene en el
escaparate, De la Tierra a la Luna.
—Sí, desde luego, de Julio Verne, es un libro muy
interesante. ¿Lo ha leído usted?
—¡Oh!, sí, desde luego, cuando era joven leí todo la obra
de Verne —respondió con suficiencia.
—Claro, claro —dijo el librero. Casi todo el mundo lee a
Verne en su
juventud, aunque realmente don Julio escribió su obra para
adultos.
—¿Ud. cree? —preguntó, como si le extrañase el
comentario.
—Desde luego, señor. Hace falta conocer a Julio Verne. Él
era un visionario y sus obras reflejaban hechos o
acontecimientos que pronto llegarán o que se han cumplido ya.
Y así continuó la conversación, hablando del novelista
francés y derivando poco a poco hacia otros temas. Pronto
llegaron al tema de los ovnis, y Jesús notó un especial tono de
comprensión en aquel hombre al que al cabo de una hora explicó
su aventura en la mili y sus inquietudes de búsqueda. Fue así
como don Tomás acabó conduciéndole a su trastienda, donde le
descubrió una amplia librería de temas «reservados» que no se
podían vender al público. La mayoría eran de la editorial
sudamericana Kier, y trataban todo tipo de temas espirituales,
esotéricos, filosóficos, religiosos, etc.
Salió de la librería con tres volúmenes de Elena Blawatsky,
La Doctrina Secreta, que leyó con avidez en los siguientes días.
En ellos encontró una visión distinta de la realidad del ser
humano. Volvió a visitar repetidas veces al librero, quien resultó
ser un veterano teósofo, buscador de la dimensión real y
auténtica del hombre. No solamente le proporcionó innumerables
libros, sino que además le presentó a otras personas interesadas
en los mismos temas y, finalmente, al cabo de un largo año, le
introdujo en diversos grupos privados estudiosos o practicantes
de diferentes filosofías.
En la chimenea, el fuego había consumido los troncos, y el
crujir de las brasas le devolvió la percepción de su entorno. Miró
el reloj de pared, eran casi las dos de la noche. Le pareció
mentira que fuese tan tarde. Removió las brasas, y pensó que
sería bueno aprovecharlas para hacerse una tostada. Fue a la
cocina y puso leche a calentar. Cogió pan de payés, y cortó una
gran rebanada, procurando que no quedase demasiado gruesa.
Volvió al fuego, y dispuso sobre las brasas una pequeña parrilla.
Colocó el pan a tostar y regresó a la cocina, llenó un vaso con la
leche caliente, le puso abundante azúcar, y llegó al hogar justo a
tiempo para dar la vuelta a la rebanada, antes de que se
quemase. Cuando hubo sacado la tostada del fuego, amontonó
las brasas, añadió un par de troncos finos muy secos y cruzó
encima otro aún verde, sopló un poco y el fuego renació, alegre
de no perecer todavía como cada noche.
Saboreó la tostada mojándola en la leche caliente, y se
sintió reconfortado por su calor. Se sentó en su sillón favorito que
acercó al fuego y volvió a perder su mirada en el fondo de la
chimenea.
Recordó su periplo a través una larga lista de escuelas
esotéricas y grupos espirituales. La Teosofía; los Rosacruz; la
Escuela Arcana, Pax Nova del peruano José Rosciano, que bajo
el seudónimo de Yosip Ibrahim, había escrito la trilogía Yo visité
Ganímedes. Todas ellas con- teniendo profundos y ancestrales
conocimientos de la auténtica naturaleza del ser humano. Pero su
intuición, su inquietud de buscador le impulsaba a plantearse
nuevas preguntas después de cada respuesta encontrada.
Así sus pasos se dirigieron a estudiar las diferentes
religiones que existían. El gran impacto que le produjeron los
libros de Tuesday Lobsag Rampa, con su serie sobre el Tercer
ojo, le indujo a interesarse profundamente por los lamas
tibetanos, y por la religión budista. Escaseaban los textos de
esta, pero don Tomás le proporcionó algunos, así como La vida
de Siddhartha Gautama «El Buda» y, procedentes de
Sudamérica, algunos escritos del Dalai Lama en el exilio, que le
permitieron profundizar en la filosofía budista tibetana, de la que
le fascinó el conocimiento del cuerpo humano y sus diferentes
niveles energéticos, su dominio de lo astral y su medicina
ancestral y mágica.
Pero Jesús no paró aquí. Quizá su convicción de que existía
algo más allá del propio planeta Tierra, en las estrellas, en el
espacio infinito, le impulsaba a querer más y a seguir buscando.
Sabía que no había encontrado aquello que le podría acercar a
esa realidad que vivió por primera vez, allá en el Cantí.
En cada nueva Escuela o filosofía encontraba algo que
aprender, pero veía que todos pretendían poseer la verdad única.
Por eso siguió buscando. Conectó con grupos espirituales que le
sumergieron en la filosofía sufí y en las líneas filosóficas y
religiosas hinduistas. Finalmente volvió los ojos a su religión
paterna y se encontró con «El Cristo», con el que se identificó
sobremanera, conectó con su figura y profundizó en su estudio.
Buscó visiones menos acordes con la ortodoxia católica y,
nuevamente de la mano de don Tomás, llegó a los Evangelios
Apócrifos y a la visión espiritualista de la figura del Cristo. Libros
como, El Sublime Peregrino de Ramatis, el Evangelio Acuario de
Jesús el Cristo de Levi H. Dowling, y muchos otros, le acercaron
a la comprensión de la auténtica figura de Jesús. Así, después de
una intensa etapa mística, asumió que El Cristo era su arquetipo
espiritual y su mejor ejemplo.
Y llegó el momento en que también esa casi desesperada
búsqueda de respuestas se aquietó y tomó una dimensión más
sosegada y natural. Todo lo estudiado y vivido fue produciendo su
efecto y, casi sin darse cuenta, se sintió distinto, más seguro de
sí mismo y más capaz de aceptarse tal como era. Comprendió
que lo importante, realmente, era ser mejor persona y vivir el día
a día con paz y amor y conseguir un entorno más feliz y
armonioso.

Sonaron las tres en el reloj de pared. Pensó que debería


irse a dormir aunque no tuviese sueño, pues el día siguiente sería
un día muy cansado. Se levantó para ir a acostarse, cuando un
destello en la repisa de la chimenea le hizo fijar su atención. Era
el pequeño dodecaedro de cristal de cuarzo que un día le regaló
su maestro en la Escuela Teosófica. Lo tomó en la mano y
acariciándolo, llegó hasta la habitación de los niños. Josué y Saúl
dormían tranquilos mientras María, aunque dormida, daba vueltas
en la cama. Regresó al salón y, sin dejar el dodecaedro, atizó de
nuevo el fuego, amontonó las brasas, y añadió un nuevo tronco
de encina. Pensó que aún quedaba mucha leña que ese invierno
no llegaría a quemar en su hogar. Volvió a tomar asiento, y se
envolvió con el cubre que tenía siempre puesto en el sillón.
Contempló el fuego a través del cristal y ensimismado se perdió
de nuevo entre las llamas, que se multiplicaban entre las caras
del dodecaedro, y recordó...

Su aprendizaje con algunas de las escuelas esotéricas, le


enseñó la percepción del mundo de las energías, la complejidad
del ser humano con sus diferentes cuerpos energéticos y
espirituales, los centros de absorción de energía, —los chakras
—, la capacidad de captar energía cósmica y proyectar la propia
para curar —magnetismo curativo—. Profundizó en las diferentes
capacidades, mal llamadas paranormales, que posee el hombre.
La telepatía, la telequinesis, la clarividencia, la premonición y
tantas otras no desarrolladas por la mayoría, pero que deberían
ser normales puesto que son innatas en todos.
Con el tiempo, pudo experimentar con sus propias
capacidades y darse cuenta de que aquellas facultades que le
parecieron casi milagrosas, no eran privilegio de unos pocos sino
que cualquiera, también él mismo, podía desarrollarlas. Trabajó
durante un tiempo con intensidad, practicando diversas técnicas.
Pronto pudo darse cuenta que se sentía especialmente atraído
por todo lo relacionado con la curación y la magia, y fue en estos
dos campos donde mayores progresos realizó.
Jesús esperaba poder dedicar más tiempo e intensidad a
sus estudios y prácticas cuando estuviese instalado en el Pirineo.
En aquel entonces no sabía todavía que, al cabo de unos
años, en Perú, desarrollaría ampliamente sus facultades, y le
sería perfectamente explicado el porqué de su facilidad para la
curación y la magia. Su encuentro en esas lejanas tierras con una
gran maestra estaba aún por llegar.
Mientras tanto proseguía con sus estudios, y practicaba
habitualmente la meditación, a través de la cual conseguía su
mejor conexión espiritual. Frecuentemente se inspiraba en la
figura del Cristo con el que mantenía una «íntima y cordial
relación». Después de cada «encuentro» interno, se reafirmaba la
seguridad de que la misma energía —vibración crística— estaba
dentro de él, y eso aumentaba a cada momento la confianza en sí
mismo.
Pronto le resultó evidente que la vida que estaba llevando no
era la adecuada, la que realmente era necesaria para que
evolucionara como hombre. Dentro de sí comenzó a madurar la
idea de marcharse, de abandonar el tipo de existencia anterior.
Algo le decía que aquello no era lo que había venido a vivir ni el
objetivo real de su existencia.
Había cosas que no encajaban. Como la muerte de su
padre, que se produjo cuando este tenía cincuenta años, víctima
de un cáncer de hígado. Había ocurrido en pleno servicio militar
de Jesús. Un hombre íntegro, honrado, que trabajó desde los
doce, haciéndose millonario a los treinta y cinco, arruinándose
diez años después. Un hombre altruista y generoso que, cuando
tuvo dinero, siempre ayudó en las causas de los necesitados y,
cuando ya no lo tenía, continuó trabajando a favor de los
disminuidos psíquicos. Le llegaba la muerte con cincuenta años,
cuando después de empezar de nuevo una empresa familiar con
sus hermanos, podía esperar una vida más tranquila.
No podía entenderlo. Resultaba evidente que esa vida,
como la había vivido su padre, no podía ser realmente el objetivo
de una vida. Krishnamurti, tenía razón cuando decía que el
hombre nace con un trabajo para realizar en su vida: la búsqueda
de sí mismo, para progresar espiritualmente y avanzar en el
escalafón del camino evolutivo.
Ante todo esto, decidió que debía cambiar su forma de vida
y comenzó a hacer planes para lograrlo. Pero siempre acababa
pensando que para dejarlo todo y marcharse, tenía que hacerlo
con un mínimo de seguridad. Un lugar adecuado, con una casa
acondicionada, un trabajo que le asegurase los ingresos mínimos
necesarios, escuela para los niños, sani- dad cerca, etc. Y así,
siempre llegaba a la conclusión que no se daban las condiciones
necesarias para tomar su decisión.
Estaba en un punto muerto, cuando una vivencia,
aparentemente
insignificante, le impulsó a asumir decididamente que debía
marcharse.
Un día paseaba con Josué, sentado en el cochecito silla,
por una calle de tráfico masivo. Un autobús arrancó justo cuando
el niño estaba a la altura del tubo de escape, y una gran
humareda de gasoil quemado impacto sobre él, quedando
totalmente impregnado de aceite. Fue entonces cuando se dijo
que tenía que hacer lo que fuese para llevar a sus hijos a vivir a
un entorno más sano, donde pudiesen respirar un aire puro y
crecer como él recordaba su infancia en su pueblo, Surrio.
En ese momento comenzó a caminar decidido hacia un
cambio de vida. Vendió el piso donde vivían en la ciudad, y se
compró una casa en el pueblo, donde se integró en un entorno
más tranquilo, con un aire más limpio y en conjunto una mejor
calidad de vida.
Sin embargo tenía bien claro que ese era solo el primer
paso para prepararse a dar el salto definitivo al nivel que
realmente deseaba.
Guiado por su intuición durante las meditaciones, ubicó la
zona ideal en el Pirineo. Ya hacía algunos años cuando, desde
que se casaron veraneaban en el valle de Arán, iniciaron sus
excursiones buscando el lugar que esperaban reconocer cuando
llegasen a él. Pero, como ya hemos dicho, solo tras un cúmulo de
«casualidades» y de ese sueño tan esclarecedor, lograron
encontrar a Albás, el pequeño pueblo, que tanto habían estado
buscando, para proseguir con su nuevo proyecto de vida.
Ahora faltaba resolver cómo y cuándo hacerlo. En esa
época, todos sus ahorros estaban metidos en la casa de Surrio, y
no tenían dinero. Tampoco el negocio que regentaba con sus
hermanos andaba muy boyante y, dadas las circunstancias, no
podía pedir dinero a su familia. Por más que lo intentaba, no veía
la forma de poder afrontarlo. Sin embargo siguió adelante hasta
encontrar una casa que podía alquilar en una zona inhóspita y
casi perdida en los aledaños del puerto de la Sonada.
Confiaba en que algo pasaría que le permitiría reunir los
fondos necesarios para cubrir unos cuantos meses de
subsistencia, hasta que encontrase algo en que trabajar o alguna
forma de ganarse la vida. Pensaban intentar la autosuficiencia,
con la explotación de un huerto y los recursos que les brindaba el
bosque. También hacían previsiones para conseguir ingresos con
la producción de diversas artesanías. Podía vender su casa, pero
deseaba guardar ese recurso para cuando tuviese la seguridad
de que se habían adaptado a la nueva vida.
Pasaban los días y nada ocurría que viniese a solventar la
situación.
Hasta que una mañana...

Surrio ... 5:30 a.m. Algún día de mediados de agosto de 1979 (Jesús)

Me levanté temprano. Quería ver la salida del sol. Iría hasta


una cumbre, donde la montaña imponía su hegemonía sobre el
paisaje circundante, y podía verse el mar a lo lejos. Allí existía un
lugar donde un viejo pino rompía en dos un enorme peñasco de
granito que sobresalía hacia el vacío. Era mi rincón favorito,
desde donde podía contemplar el sol naciente y meditar.
Narvick saltaba y gruñía de alegría, pues sabía que cuando
salíamos tan temprano era para hacer una buena excursión. Era
un perrazo reisens- chnauzer, totalmente negro, que habíamos
comprado de cachorro, cuando llegamos a vivir a Surrio.
Resultaba una delicia pasear con él por el bosque. Estaba
todavía bastante oscuro, por lo que, aunque conocíamos muy
bien el camino, iniciamos el ascenso caminando despacio y
charlando, a nuestra manera, tranquilamente.
—Vamos Narvick, busca rastros ¡venga corre¡
Pronto comenzó a clarear el día, lo que me animó a acelerar
el paso iniciando una suave carrera. Correr pausadamente no me
impedía oír los sonidos del entorno natural. Al romper el alba la
vida en el bosque se aquieta y todos sus habitantes esperan
atentos las primeras luces, escondidos de sus depredadores. Es
justo el momento en que las tinieblas de la noche dan paso a los
albores del día. Y en ese momento mágico, cuando la luz impone
su dominio sobre la oscuridad, todos los animales rompen su
silencio. Resulta un momento impresionante lleno de alegría.
Aceleré mi carrera, impulsado por un repentino deseo de
llegar a la cumbre cuanto antes. Por un instante Narvick quedó
rezagado, pero al momento me adelantó sabiendo perfectamente
cuál era nuestro destino. Pronto llegamos al acantilado.
Nuestro majestuoso pino, insertado en la inmensa roca, nos
acogió como siempre. Me acerqué sudando, sintiéndome latir el
corazón con fuerza y lo acaricié con la mano saludándolo
cordialmente.
—Buenos días amigo —le dije en voz alta—, ¿cómo estás
hoy?
Miré al horizonte. El sol, antes de aparecer, enviaba sus
rayos rojos anunciando su llegada. El mar se veía azul, muy
oscuro y absolutamente en calma. Aunque no hacía viento, el
frescor de la noche se resistía a dejar paso al calor del día. Aún
jadeando por la carrera, me acerqué al borde de la roca, y la
emoción me embargó. El espectáculo era maravilloso.
Acariciando a Narvick me senté en posición de loto junto al pino,
protegido por sus ramas, contemplando la salida del sol.
Practiqué la respiración de captación de energía mientras veía al
astro rey emerger por el horizonte. Fijando mi vista en él,
,inicié mis mantras: «Om-mani-padme-hum», «Om-mani-
padme-hum». Con la
imagen del sol impresa en mi retina, podía sentir su energía
entrando por mi chakra coronario. Mis músculos se relajaban
mientras el oxígeno que inhalaba, cargado de prana, vivificaba mi
cuerpo y mi mente, renovando la energía de mis cuerpos sutiles.
El disco solar, ya completamente emergido del mar, hacía llegar
su calor hasta mi rostro. Cerré los ojos e inicié mi meditación.
Trasladé la imagen del sol al chakra de mi corazón para
crear una bola de energía y hacerla crecer lentamente.
Súbitamente, en una reacción desconocida para mí cuando hacía
esta práctica, todo mi cuerpo se iluminó y sentí un fuerte aumento
de calor. Y entonces ocurrió: me sentí proyectado hacia fuera.
Pude verme saliendo de mí y alejarme a toda velocidad en
dirección al horizonte y me perdí en el infinito. Todo se difuminó y
solo podía percibir un todo azul, neutro, sin encontrarme en él.
Por un tiempo estaba y no estaba allí, dejé de ser yo para ser
todo, sin límites, sin percibirme como ser. Solamente
estar en esa situación de inacción, en el todo y la nada. No sé
cuanto duró, pero en algún momento volví a tener conciencia de
ser y sentí que regresaba hacía mí, como una luz que entró en mi
cuerpo y se fue concentrando en mi interior. La luz se hacía más
y más pequeña dentro de mí, hasta que quedó como un puntito
en el fondo de mí mismo y de nuevo dejé de percibirme. Entonces
quedé en una situación de vacuidad, de quietud y paz. La mente
acallada pero con
una creciente capacidad de percepción. Hasta que de nuevo
pude apreciar el punto de luz que crecía lentamente en mi interior
y, conforme crecía, iba manifestando una cierta vibración. Podía
sentirla como mía pero provenía de fuera de mí. Fue el
reconocimiento de la fuente, del origen.
La vibración siguió creciendo hasta que todo mi cuerpo
resonaba con ella. La percepción de mí mismo fue aumentando
lentamente, vibración y luz me sobrepasaron. Entonces pude
percibirme en todo mi entorno, fundirme con Narvick y con mi
amigo el pino, ser uno con ellos, sentir lo que ellos sentían,
entenderlos y asumirlos como partes de mí. Y seguí
expandiéndome, integrándome con la tierra, el aire, el mar, los
animales y las plantas hasta abarcarlo todo. Fundirme con «el
todo», conectando con la fuente de «todo conocimiento»,
sumergiéndome en ella, absorbiendo sus aguas. Hasta que
cualquier concepto comprensible se difuminó, mi mente se acalló

y solo quedó el silencio.


Cuando recuperé la conciencia de mi entorno, había pasado
una hora. Narvick seguía tendido a mi lado, recostada su barbilla
en mi muslo, sin moverse lo más mínimo. El sol, ya muy alto,
calentaba mi rostro, la calma a mí alrededor era total, y el
espectáculo seguía siendo maravilloso. Me quedé quieto,
acariciando la cabeza del perro, que demostró su agrado con un
suave gruñido.
Al rato, me levanté y posé mi mano sobre el árbol. Aunque
no sabía muy bien cómo, podía sentir sus latidos y percibirlo
como el ser vivo que era y captar sus sentimientos. Le agradecí
la protección que sus ramas me habían brindado sabiendo que,
de alguna manera, tanto él como Narvick, eran parte de mi
experiencia. Después de acariciarle de nuevo, inicié el regreso a
casa, con mi compañero al lado, caminando lentamente.
Bajábamos por el bosque, y pronto me di cuenta de que mi nivel
de percepción seguía sobredimensionado. Podía oír el canto de
todos y cada uno de los pájaros, identificarlos inmediatamente y
verlos en la rama. Me llegaba el olor del bosque y de cada una de
las flores, en las que veía su belleza y percibía su vida. Me paré
unos instantes. Sentía todavía, esa sensación de ser uno con
todos. Podía oír el sonido del bosque, el «Om» de la naturaleza,
percibir el ultra de las cosas.
Estaba sobrecogido por la experiencia y aún algo aturdido
por la misma. Deseaba seguir experimentando todo ese cúmulo
de sensaciones y no analizar lo ocurrido pero desde algún rincón
recóndito de mi mente, llegaba a mi conciencia la comprensión de
aquella vivencia.
Había visto la luz dentro de mí, una luz propia que existía en
cada una de mis células. Ahora sabía que todos somos luz. No es
que llevemos la luz dentro de nosotros, sino que somos la misma
luz, la misma energía del origen hacia el que regresamos a través
de nuestras existencias. Había sido obsequiado con una vivencia
que me había permitido experimentar por unos instantes el dejar
de ser yo para ser todos. A pasar de «entender» a «saber».
Saber que dentro de mí existía la misma energía divina, aquella
que existe desde el principio y existirá por siempre. Y eso
significaba que en mí, como en todos, existía la capacidad para
conseguir cualquier cosa que me propusiese. Sabiendo que esa
capacidad estaba en mí mismo, no por lo que «tenía» sino por lo
que «era». Y entendí, superando la comprensión intelectual, el
significado real de que el hombre vale por sí mismo, por lo que
es, no por lo que posee o lo que le rodea.
Cuando llegué a casa, María me esperaba algo preocupada
por mi retraso, con el desayuno preparado. Salió a recibirme,
alegre como siempre, pero al verme quedo sorprendida y me
preguntó:
—Cariño, ¿qué te ha pasado?, ¿qué te ha ocurrido esta
mañana?
—Tranquilízate María. No me ha pasado nada. Bueno...,
nada malo quiero decir o al menos eso creo. Debí suponer que
tú lo notarías.
—No sé qué te pasa, pero estás cambiado. Pareces
distinto. Y estás muy caliente. ¡Tus mejillas están ardiendo!
—Estoy bien cariño. No te preocupes. Ahora te lo explico
todo.
Cuando acabé mi relato María estaba llorando, emocionada,
absolutamente contagiada de mi experiencia. Yo acabé nuestra
conversación diciéndole:
—Puedes ir preparándolo todo. Nos vamos al Pirineo. Ya
no necesitamos nada para poder marcharnos con seguridad.

Un tronco medio quemado se cayó del hogar rodando hacia


fuera. Dejó sus recuerdos y reorganizó el fuego, aumentando un
poco el tiro de la chimenea para reconducir el humo que el tronco
caído había producido. Apenas había pasado un mes desde la
experiencia que acababa de recordar, y ya estaban apunto de
dar su gran salto hacia la nueva vida que les esperaba en el
Pirineo. Se sentía lleno de confianza, y percibía que «no estaba
solo» en su nueva aventura. Sentía la presencia constante de
alguien, quizá un guía, un amigo oculto, un «ángel de la guarda»
que le protegía. Seguramente todo eran imaginaciones suyas,
pensó, sin saber que no tardaría mucho en constatar la evidencia
de sus intuiciones. Se arrebujó en su cubre y apoyando la cabeza
en el sillón se quedó dormido.
Capítulo tercero
Mi primer avistamiento concertado

11 de diciembre de 1980 ... Pirineo ... Terrión d’Aveu (Ficher)

Había acabado el día y estaba cansado. Llevó las


cosas a la cocina donde María estaba recogiendo todo antes de
relajarse un rato viendo la televisión.
Se sentó en el sillón. No era el suyo, sino el del piso
amueblado, en Terrión d’Aveu, donde se habían instalado al poco
de llegar allí. Añoraba sus muebles por la sensación de hogar que
infundían al ambiente. María llegó hasta él y se acurrucó a su
lado cuando comenzaba la película de aquella noche. Al poco
cerraba los ojos. Estaba muy cansada del ajetreo de todo el día.
Él la acarició pasándole la mano por la cara y le dijo,
—Mejor te vas a la cama cariño, descansarás mejor.
—¡No! Prefiero estar un rato a tu lado. Déjame dormir un
poco aquí.
Así pasó un buen rato. La película no valía nada y tampoco
estaba muy interesado en ver la televisión. Pensó en apagarla y
ponerse a leer un rato. Aunque tenía el libro cerca del sillón tuvo
que moverse para cogerlo y María se despertó.
—¡Huy! Ahora sí que me voy a la cama. ¿Vienes?
—No, cariño, quiero leer un poco.
Apagó la tele y comenzó a leer La realidad interna de Paul
Brunton donde lo había dejado, pero pronto vio que no podía
concentrarse en la lectura.
Cerró los ojos, y pensó en el momento que estaban
viviendo. Estaba convencido de que, poco a poco, irían
consiguiendo los propósitos que les habían llevado a su cambio
de vida. Habían superado las tremendas dificultades con las que
tropezaron al llegar. Ahora, podía entrever todas las posibilidades
que su nueva vida les podía deparar, que no defraudaban en
absoluto la confianza que había depositado en su proyecto.
Rápidamente se habían adaptado al país superando la
aclimatación al frío. Una vez instalados definitivamente, pronto se
estabilizó su vida cotidiana. Josué, ingresó en la Escuela Pública
de Terrión d’Aveu, Saúl aún era demasiado pequeño, por lo que
tenían que «cargar» con él todo el día. María se organizó
rápidamente en la casa. Él encontró un huerto de alquiler que
empezó a cultivar tan pronto como el clima se lo permitió, y ya
estaban comiendo de lo que cogían.
Día a día, la estabilidad y el ritmo de vida del país fueron
contagiándoles, y adquirieron un equilibrio personal que fue
consolidándose con sus trabajos de meditación y
mantralizaciones.
Había pasado algo más de un año desde su llegada a los
Pirineos. Gradualmente la «armonía» tan deseada estaba
llenando sus vidas. Parecía increíble, después de los problemas
que habían surgido al llegar. Su primer destino fue una casa
situada en los aledaños del puerto, a la cual llegaron después de
un largo y pesado viaje con toda la familia en su Land Rover. José
María y Juan, dos buenos amigos que conocían todo su proceso
y se habían brindado a acompañarlos para ayudarles en el
traslado, venían detrás de ellos con el camión de la empresa del
primero, lleno hasta los topes. Comenzaron a descargar
rápidamente, mientras María les preparaba algo de comer. Pan
con tomate, queso y unas cervezas que habían comprado en el
pueblo al pasar. Salvo para el ágape, no pararon hasta que
estuvo todo en el garaje. José María y Juan debían regresar
enseguida, pues el camión tenía trabajo al día siguiente.
Fue una despedida cálida y emocionante, parecía como si la
marcha de sus amigos supusiera romper los últimos vínculos con
su vida anterior. Significaba quedarse solos en medio de la
montaña y con la absoluta necesidad de enfrentarse realmente
con el comienzo de su nueva vida.
Organizaron rápidamente lo más imprescindible. Las camas
para dormir bien abrigados, pues el frío era intenso en medio del
puerto, el baño operativo y la cocina en marcha.
Los niños eran felices corriendo y saltando por toda la casa.
En el exterior no se podía estar por el frío que hacía, y en el
interior tampoco, pues las dos estufas eléctricas apenas rompían
el helado ambiente.
Unas tortillas con pan y queso, tazón de leche caliente con
galletas y todos a la cama. Los niños se durmieron enseguida y
ellos también se acurrucaron, apretados uno contra el otro.
Y se hundió... Se vio ante la realidad, y se cuestionó lo
acertado de su decisión. No sabía hasta qué punto tenía razón al
haber arrastrado a su mujer y a sus hijos a una vida que, ahora,
se le antojaba muy dura y sin ninguna seguridad. Apenas tenían
algún dinero que habían conseguido vendiendo el viejo Renault 4L
que utilizaba María en Surrio. Sin trabajo ni ningún medio de vida,
ni recursos propios, ¿Cómo saldrían adelante?
Todos los miedos se apoderaron de él. En esos instantes,
toda la seguridad adquirida días atrás desapareció y, lleno de
angustia, se lo confió a su mujer. Afortunadamente la comunión
existente entre los dos, la gran confianza que María le tenía se
manifestó, y ella le dijo que no sufriera, que su decisión había
sido acertada y que juntos afrontarían su nueva vida y pronto
conseguirían los objetivos que se habían marcado.
Al día siguiente, después de una mañana
desempaquetando, María llamó a comer y Jesús se encontró
ante un arroz a la cazuela que estaba como para chuparse los
dedos. Fue lo suficientemente extraordinario como para lograr la
total recuperación de su estado de ánimo. Tanto fue así que, aún
hoy (y han pasado muchos años), recuerda esa comida como la
mejor que nunca le ofreció su esposa. Esa noche en su primera
meditación desde su llegada, resurgió con nuevos bríos la
percepción de la luz interior, lo que vino a disipar cualquier duda, y
le permitió recuperar completamente la fuerza y la confianza en sí
mismo. Al cabo de algún tiempo, pudieron comprobar las
extremas condiciones climatológicas del puerto. Allí, la nieve de
las cumbres, arrastrada por el viento, caía a todas horas aunque
no estuviese nevando. Decidieron dejar la casa y, sin muchos
problemas, encontraron un piso en Terrión d’Aveu, amueblado y
con un alquiler más bajo.
Se trataba de un gran edificio de ocho pisos de altura,
siendo el suyo un séptimo, con un gran balcón que ofrecía unas
magníficas vistas al valle de Aveu.
Una vez instalados en el piso, pudieron empezar a
preocuparse de obtener recursos para subsistir. Era urgente,
pues casi habían agotado lo poco que tenían.
El sentir continuamente aquella presencia interior, que
siempre le acompañaba, había hecho renacer en él la seguridad
de que podía enfrentarse a cualquier problema, y conseguir
cualquier cosa que se propusiese. Y fue así, o quizá por eso, que
empezaron a suceder cosas increíbles, «casi milagros». En cada
momento, a cada paso, ante cualquier dificultad o cualquier
problema que se les planteaba, aparecía una solución
inesperada.
Llegó el día en que después de cenar, viendo que el dinero
se le había acabado y no sabía cómo podría conseguir lo
necesario para la siguiente semana, María, habló con su esposo.
—Cariño, solo nos queda algo de arroz y garbanzos, y lo
justo para condimentarlos —le dijo conservando, a pesar de
todo, una sonrisa en sus labios—.
¿Qué vamos a hacer?
—Pues mira cariño, te diré lo que vamos a hacer.
Se acercó al pequeño tocadiscos que tenían instalado en el
mueble del comedor, buscó un disco, y lo puso en marcha.
Comenzó a sonar El Danubio Azul mientras tomaba a su
mujer por la cintura, y empezaba a bailar con ella. Entre risas y
música, se armó una gran algarabía, y los niños comenzaron a
correr y agarrarse a sus padres bailando con ellos. Al terminar la
pieza, besó a su esposa y le dijo:
—No te preocupes amor mío. Dios proveerá.
Alguien tocó el timbre en el mismo momento en que
comenzaba el segundo vals. Se miraron con cara de sorpresa.
Eran casi las diez de la noche y no esperaban a nadie. Volvió a
sonar el timbre, así que descolgó el interfono de la calle y, antes
de que pudiese hablar, se oyó la voz de José María fuerte y
clara.
—¿Qué pasa hombre?, no nos vais a abrir. ¡Venga ya¡...,
que hace un frío que pela.
—Caramba, qué sorpresa. ¿Qué hacéis aquí?...,, pero,
¡subid, subid¡
Llegaron al piso José María y María Luisa, y empezaron a
descargar bolsas y paquetes y cajas de embalaje.
—¡Venga ayudadme! Id entrando todo esto. Espérame que
ahora vuelvo, tengo que subir el resto que aún queda en el
coche.
—Pero..., ¿qué es todo esto..., dónde vais con todo esto?.
Su amigo hizo un segundo viaje con montones de bolsas y
cajas del supermercado. Había toda clase de cosas, sobre todo
comida: paquetes de azúcar, sal, aceite, conservas y más
conservas, paquetes de sopas, pasta, cajas de pastelitos, etc. Y
también jabón de lavar la ropa y la vajilla, papel higiénico,
servilletas, estropajos..., de todo...
Cuando se hubieron sentado y tranquilizado un poco, José
Ma- ría les contó que se había levantado pensando en ellos y,
cediendo a un tremendo e irracional impulso, le dijo a su
compañera que se iban a los Pirineos a ver a María y Jesús,y
que, de paso, les llevarían alguna cosa. Se quedarían a dormir
esa noche y regresarían al día siguiente. Ante su sorpresa, su
esposa no solamente no se opuso ante lo precipitado de su
decisión, sino que cuando pararon en el supermercado comenzó a
cargar el carro mientras le decía a su marido:
—¡Vete a por otro carro que con uno no tendremos
bastante!
Y así llenaron el coche, un pequeño Ford Fiesta, hasta los
topes con toda clase de intendencia, seguros de que todo lo que
traían sería bien recibido.
Ni que decir tiene que así fue y que todo ese avituallamiento
supuso una ayuda fundamental para seguir adelante.
Esa noche cuando quedaron solos en la cama, le dijo a
María.
—Cariño, cuando te dije, Dios proveerá, no pensé que
fuese tan rápido. Y riendo, emocionados, se durmieron felices y
contentos.
Ahora, sonreía al recordarlo mientras añadía un tronco al
hogar. Al ponerlo en el fuego recordó el «milagro» de la leña.
Cuando llegaron a la casa del puerto, una de las primeras
preocupaciones que tuvieron fue conseguir leña pues, según le
dijeron gentes del país, el invierno sería bastante duro. No
contaba con el recurso de ir al bosque, ya que la nieve caída a
principios de octubre, impedía el acceso al mismo. Cuando ya
pensaba que no tendría más remedio que ir a comprar leña, pasó
un campesino con su tractor cargado de troncos de abedul, quien
paró al verle y le saludó para conocerle. Después de charlar un
rato y tomarse una cerveza que Jesús le ofreció, se despidió y al
arrancar el tractor, de forma inexplicable, la rueda del remolque
se salió del eje volcando toda la carga que llevaba frente a la
casa. El hombre le dijo que se quedase con ella, y que el próximo
año, cuando él pudiese aprovisionarse, ya se la devolvería. Y esa
era la que estaba quemando ahora en su hogar.
Y así fueron llegando, una tras otra, soluciones justas y
oportunas a cada uno de sus problemas.
Se hacía necesario y urgente comprar botas de agua
forradas, para el frío y la nieve, pero no tenían dinero.
Encontraron un modelo bastante económico pero, aun así,
costaba más de doce mil pesetas comprar un par para cada uno
de ellos. Al día siguiente el cartero del pueblo le dijo que pasase
más tarde por la cartería, que tenía un paquete para él. Era de
su madre, contenía una torta de bizcocho y una carta con doce
mil pesetas.
De todas formas, como no era de esperar que siempre «le
cayesen del cielo» las soluciones, agudizó su ingenio para
encontrar fuentes de ingresos. Una de las previsiones que tenían
pasaba por la confección de artesanía, trabajos manuales, cosas
que pudiesen hacer ellos mismos aprovechando sus habilidades.
María era diestra en manualidades y había hecho cursos de
macramé, estañados, cerámica, policromados, restauración de
muebles y a él se le daba muy bien trabajar la madera y podía
hacer pequeñas piezas como marcos para fotos, lámparas,
bases para cortar pan, etc.
En esta línea, se les ocurrió que sería interesante
confeccionar postales de Navidad. Fueron a recoger pequeñas
plantas, sobre todo helechos, con los que se podía imitar
fácilmente la forma de un abeto, algunas flores de otoño, y otras
hojas verdes que se les antojaron bonitas. Una vez prensadas, y
con cartulina de diversos colores confeccionaron con ellas un
montón de postales navideñas. Algún pequeño adorno, con
rotuladores, y una capa de barniz fijador dieron el resultado
esperado. Se distribuyeron entre familiares y amigos, y en un par
de comercios que conocían de toda la vida. Las postales tuvieron
un gran éxito y supusieron unos buenos ingresos.
También encontró otra fuente inesperada de ingresos con la
recolección de avellanas y nueces que ya nadie recogía. Además
de convertirse en una buena fuente de alimento para ellos, se
vendieron también entre familiares y amigos.
Más adelante, al llegar la primavera, pudieron empezar a
explotar la recogida de setas que era algo con lo ya habían
contado y que acabaría siendo una de las mayores fuentes de
ingresos que la naturaleza les proporcionaría. En efecto, se
podían recoger en primavera y otoño, y cualquier cantidad que se
consiguiese era siempre vendida. Asimismo recolectaron frutas
del bosque: fresas, moras, frambuesas, grosellas y otras menos
conocidas como endrinos, gayubas, escaramujos, bayas de
saúco, etc. Todas ellas muy bien aceptadas y pagadas a buen
precio en una frutería de lujo de Barcelona. Como buen vendedor
que era, conseguía obtener siempre los mejores precios por sus
productos, apoyándose en que eran naturales y de gran calidad.
Así pues, normalizada su economía, con un ritmo de vida
muy sosegado, y sin presiones, la estabilidad emocional fue
consolidándose y el nivel de paz y armonía comenzaba a ser
habitual. Jesús podía percibir que día a día, sus meditaciones
eran más profundas y satisfactorias. Todo ello propiciaba la
sensación que sentía, de estar comenzando a lograr sus
propósitos.
Golpeó con el atizador los troncos del hogar para que
expulsasen su ceniza y volviesen a arder, los arregló para que no
se cayesen y decidió hacer una meditación antes de acostarse.
Adoptó su posición habitual de loto, sentado en el sillón, e
irguió al máximo su espalda para que su columna estuviese lo
más recta posible.
Realizó las respiraciones conscientes, e inició el habitual
proceso de relajación.
De pronto, sonó en su oído izquierdo ese suave pitido que
ya conocía tan bien.

11 de diciembre de 1980 ... 11:27 h. .... Terrion d’Aveu ... Vivienda de


Jesús. (Jesús)
Estaba empezando mi meditación, cuando comenzó a sonar
en mi oído ese pitido que, en ocasiones, aparecía como
anunciador de que algo iba a pasar.
Esperé un instante, sin perder mi posición de loto, mientras
el pitido seguía suave pero persistente. Me froté el oído,
metiéndome el dedo meñique y agitándolo, para comprobar que
no era un sonido fisiológico. Aunque sabía muy bien, de que se
trataba.
Me levanté y sin saber muy bien qué debía hacer, fui hacia
la terraza y salí fuera buscando alguna señal. El cielo en los
Pirineos resulta espectacular, pues la nitidez de la atmósfera
facilita la visión de millones de estrellas. Fijé mi atención en ese
grupo que tanto me impresionó en El Cantí. Ahora sabía
perfectamente que se trataba de la constelación de Orión, con
sus tres estrellas mayores casi en línea recta. Al fijar mi vista en
ellas, me di cuenta de que el pitido se intensificaba y, como
aquella vez me pareció que desde la estrella central un destello
de luz venía directo a mis ojos. Entonces, movido por un extraño
impulso entré en la casa.
Cogí un cuaderno de papel cuadriculado que estaba a mano
y, tomando un bolígrafo, me senté y me preparé para escribir.
Intuí que debía intentar una psicografía. Aunque sabía de qué se
trataba nunca lo había probado, sin embargo «algo me decía»
que eso era lo que, precisamente, se esperaba que hiciese. Casi
no me dio tiempo de ponerme en posición de escribir cuando
sentí correr por mi brazo una fuerte vibración y mi mano comenzó
a moverse. De inmediato inicié un «baile» sobre el papel haciendo
involuntariamente, rayas y más rayas. Un folio, dos folios, tres…
otro, otro y otro. Pero solo rayas y más rayas, primero rectas
después curvas y sinuosidades, círculos, etc. Paré un momento y
me dije a mí mismo que eso no conducía a nada. Respiré un
poco, la excitación había acelerado mi pulso.
Intenté poner la mente en blanco y dejar fluir sin
interferencias la energía que notaba en todo mi brazo. Comencé
de nuevo y seguía haciendo rayas y más rayas, llenando hojas y
más hojas. Afortunadamente el bloc estaba recién empezado y
tenía bastantes a mi disposición. Pensé que estarían haciendo
una especie de prácticas, para que me soltase, con ese método
de escritura automática.
Me percaté de que estaba dando por sentado que alguien,
desde fuera de mí, intentaba entrar en contacto conmigo. ¿Sería
mi «amigo del Cantí»? ¿Habría llegado el momento del contacto
tan deseado? ¿Qué otra cosa podía ser? Seguía haciendo rayas
cuando, de pronto, mi mano se detuvo. Pensé…, ¡bueno qué
pasa ahora!... Todo quedó quieto durante un minuto que se me
hizo eterno. Yo seguía sujetando el bolígrafo sobre el papel.
Comenzó a moverse de nuevo y escribió en letra redondilla:
—Soy Comon, muy buen comienzo, dos hojas de rayas,
necesitas mi ayuda y mi enseñanza, rayas... te la daré. rayas…
(confusión) el comienzo del centro... (algo inconexo) ... entre
tanto..., adiós. Comon-tri.
Mi mano se detuvo, pero sentía que aún vibraba, igual que
todo el brazo. Esperé un poco pero comprendí que aquello había
terminado, pues lentamente deje de sentir la sensación de
cosquilleo.
Casi no podía creerlo. Aunque, desde luego, tampoco sabía
con exactitud qué era todo aquello. Mi mente racional me pedía
que no me desmadrase. Pero esto parecía un contacto con un
ser o alguien que estaba fuera de mí.
Las preguntas se amontonaban en mi cabeza. Quién podía
ser él tal Comon o Comon-tri. ¿Tendría relación con el ser que vi
la primera vez? La cabeza me hervía y sentía una especie de
extraña emoción aunque, finalmente, mi pragmatismo
capricorniano me pidió calma y control.
Analicé lo que había pasado y convine conmigo mismo que
era
evidente que estaba ante un «contacto», sin más calificativos por

el
momento. Había rellenado cincuenta y una hojas con rayas antes
de que escribiese algo coherente, y para ese corto mensaje llené
siete hojas más. Eran aproximadamente las 11:30 h. de la noche
cuando empecé a psicografiar, y en ese momento eran la 1:30 h.
de la madrugada. Lo anoté cuidadosamente en la primera de las
hojas que fui numerando, una a una, hasta llegar a la cincuenta y
ocho. Hacer aquello me calmó un poco.
Esta es una muestra de dos hojas escaneadas de la segunda
psicografía que Jesús realizó el día 12 de diciembre de 1980, en su casa del
Pirineo de Lérida. Hemos copiado aquí solo la primera hoja y la última, en las
que se concierta un avistamiento a las 9 h. de la noche en «lo sorre» un lugar
de la zona conocido por nuestros protagonistas. Este comunicado está
identificado en su comienzo como Comon y firmado por Comon-tri.

Lo recogí todo, y salí de nuevo al balcón respirando el frío


aire de la noche y contemplé embelesado el cielo, suspiré
pensando que quizás estaba cerca el momento, tan esperado, de
un reencuentro con los seres del espacio. Decidí que no debía
mostrarme ansioso y que tenía que esperar que los
acontecimientos se diesen por sí solos.
Entré en casa reconfortado con esa idea, dándome cuenta
que algo muy especial estaba comenzando. Me fui a la cama sin
despertar a mi esposa que dormía profundamente. Resistí las
ganas de hacerlo para contárselo, y contrariamente a lo que
pensaba, me quedé dormido nada más apoyar la cabeza en la
almohada.
Al día siguiente se lo conté todo a María, que quedó muy
sorprendida. Ella me recomendó que conservase la calma, ya que
parecía evidente que ese primer contacto vendría seguido de
otros que irían aclarando las cosas.
Pasé todo el día haciendo mis deberes con prisa, deseando
que las horas transcurriesen con más rapidez y poder llegar a la
noche para ver lo que sucedía. Sin embargo, el día parecía no
acabar nunca y me costó muchísimo centrarme en mis labores
habituales.

11 de diciembre de 1980 ... Después de cenar … 10:30 horas.

Mi segunda psicografía empezó después de 8 hojas de


rayas y garabatos:
—Comon... soy tu guía, estoy muy contento de contar...
contactar... contigo y tu mujer... estoy contigo y certificó este
contacto... para ti. Estén el próximo sábado en lo Sorre... en lo
Socorre, a las nueve de la noche... en la zona de los Abedules...
en los Abedules a las.... entre las nueve y las diez de la noche...
nada más por hoy Comon-tri.

Sábado siguiente … 8 p.m.

Me despedí de María con un cálido beso, mientras la


estrechaba entre mis brazos. Ella me entregó un termo con café
caliente.
—Le he puesto un chorrito de coñac. Te hará falta con el
frío que hace. Ten mucho cuidado en la carretera. No te metas
en la nieve. Escúchame cariño..., según lo que pase...
—¡Chiss! —le dije tapándole la boca con mi mano—, no te
preocupes. No puede pasar nada malo. Tendré mucho cuidado.
No te alarmes si se hace tarde, pues no sé cómo van a ir las
cosas.
Subí al Land Rover, y con una última caricia a mi mujer,
inicié la marcha. Iba bien abrigado, pues sabía que en medio del
puerto, donde estaba la zona de Los Abedules, estaría todo
helado. Decidí tomármelo con calma. Sabía que tardaría unos 20
minutos hasta llegar al lugar de la cita. Aunque, si lo pensaba
bien, realmente no sabía qué tipo de cita. El mensaje no
especificaba nada, y yo no había insistido para intentar aclarar
las cosas. Confiaba en mi intuición que me decía que todo iría
bien aunque, en algunos momentos, pensaba que quizá estaba
siendo demasiado confiado y podría tener algún problema.
Con estas y otras cábalas fui subiendo los aledaños del
puerto, encaminándome a mi primer contacto concertado con lo
que, suponía, debía ser una nave extraterrestre, quizá parecida a
la que había visto en El Cantí.
Había pedido a María que me acompañase, pero ella
entendía que esta cita era para mí y que no debía venir para no
interferir. Aunque yo insistí se impuso su discreción habitual, y me
dijo que ya vendría el momento en que ella podría participar.
Cuando llegué al lugar, era algo más tarde de lo que había
calculado. La nieve lo cubría todo y, aunque la carretera estaba
abierta y limpia de nieve hasta allí, el camino había sido lento por
el hielo que en muchos tramos invadía la calzada.
Intenté pasar sin llamar la atención al superar la última casa
habitada del puerto, y seguí hasta donde la carretera estaba
limpia. Bajé del coche y caminé unos metros por la calzada
cubierta de nieve. Había un grueso considerable pero pensé que
con el Land Rover podría pasar. Algo me decía que debía
encontrar el sitio justo para culminar la cita. Me arriesgué y seguí
con el coche a través un tramo de la carretera que discurría
dentro del bosque. Sumido en la más completa oscuridad, salvo
por lo poco que iluminaban los faros del coche, llegué a un recodo
donde el puerto se ensancha, y encontré el sitio adecuado.
Aparque en un pequeño prado y baje del coche.
Desde ese sitio se divisaba un gran espacio aéreo y el
puerto se habría hacia la cumbre. Me puse el gorro de lana y la
bufanda, tomé un sorbo de café con coñac y me sentí
reconfortado. Miré mi reloj, eran las 9 en punto de la noche.
Contemple el cielo, estaba despejado y con tal nitidez, que la sola
luz de las estrellas permitía distinguir perfectamente el entorno.
Busqué Orión, pero no se divisaba a esa hora desde mi posición.
No habían pasado diez minutos, cuando sentí claramente el
cosquilleo en mi brazo. Saqué del coche unos folios, que llevaba
sujetos con una base rígida y apoyándome sobre el capó tomé el
bolígrafo y esperé.
Inmediatamente mi mano comenzó a escribir:
—Comon. Contacto visual a las 9:27 h. En tu espacio
visible hacia lo alto
del Puerto. Comon-tri.
Mi corazón se disparó, y latía tan fuerte que creí que se me
saldría por la boca. Respiré profundamente para serenarme y
dirigí mi vista hacia la zona indicada, al tiempo que miraba mi reloj
(9:17 h). Intenté mantener mi control y calmarme un poco
mientras me parecía que el tiempo transcurría más lento de lo
habitual.
Escudriñaba el cielo y me decía que el espacio celeste que
debía controlar visualmente era demasiado grande.
18 de diciembre de 1980
Puerto de la Sonada. 1.er encuentro concertado

De pronto la vi. Era una bola de luz algo ovalada en sentido


horizontal, su color era anaranjado muy brillante y se movía
lentamente de izquierda a derecha. Quedé estupefacto con la
boca abierta, casi se me hiela la garganta cuando me di cuenta y
la cerré de golpe. El ovni se veía al nivel de la cima del puerto,
parecía estar tocando el suelo.
Aunque la cumbre quedaba muy arriba, podía distinguirlo
perfectamente. Tenía un tamaño aparente de unos 10 a 15 cm.
de diámetro. Se detuvo por un instante, quedando estático.
Después se desplazó ladera abajo del puerto, con lo que su figura
quedó recortada contra el fondo de la montaña. Pensé que se
dirigía hacia mí y de nuevo me dio un vuelco el corazón. Entonces
se paró y la luz que desprendía iluminó una amplia zona.
Inmediatamente, su intensidad disminuyó, quedando iluminado
solo el entorno del objeto. Ahora podía distinguir perfectamente
su forma. Era idéntico al que vi en la base de radar. Estuvo
detenido en esa posición durante unos minutos. Yo no sabía muy
bien si deseaba que descendiese hasta donde yo estaba o salir
corriendo, pero permanecí inmóvil contemplándolo. Pronto se
puso en movimiento, ascendió de nuevo y, al llegar a la cima del
puerto, recuperó lentamente su línea de vuelo hacía la derecha,
en sentido contrario a su camino de llegada, hasta que
desapareció de mi campo visual.
—¡Joder, joder, que fuerte!, ¡sí, sí, sí¡ —grité sin poder
contenerme.
Era cierto, era real, allí estaban. Por fin había tenido un
avistamiento concertado. Y era real. Estaba saltando de alegría,
cuando me di cuenta que me había quedado helado. Entré en el
coche y tomé un largo trago de café que estaba todavía muy
caliente.
De nuevo sentí el impulso de tomar papel y bolígrafo. Medio
tumbado sobre el asiento encontré la posición correcta para dejar
mi mano inerte sobre el papel y pronto se movió, escribiendo:
—Comon. Has comprobado la realidad de nuestra
presencia cerca de ti. Esta confirmación hará más fácil superar
tus dudas y la incredulidad humana. Pronto contestaré todas tus
preguntas y colmaré tu ansiedad. Regresa pronto a casa debes
calmar a María. Comon-tri.

Los siguientes días fueron increíbles. Jesús vivía contagiado


de una especie de euforia irrefrenable que le daba una fuerza
extraordinaria. Le había explicado a María todo lo ocurrido, y se
había arrepentido mil veces de que ella no le hubiese
acompañado. Tanto por lo que hubiese significado la experiencia
para ella, como por el hecho de que, ahora, era solamente él
quien lo había visto y no tenía testigos que pudiesen refrendarlo.
Tampoco había pensado, ni por un momento, en la máquina
de fotografiar, y por tanto no podía demostrar lo que había visto.
Aunque en realidad, qué importaba eso. ¿Por qué no tenía que
demostrar nada a nadie? Se decía que ya era bastante
afortunado con haberlo vivido.
Tal como le había prometido Comon, se sucedieron
múltiples comunicaciones con toda clase de explicaciones de
diferentes temas. Los datos que se le daban superaban en
mucho, sus propios conocimientos y resultaban sorprendentes.
Las comunicaciones se iniciaban siempre con el nombre Comon y
terminaban indistintamente con Comon-tri, Comon-bi, Comon-si.
Pronto se dio cuenta que los temas tratados se podían
clasificar por tres categorías. Temas de conocimientos generales,
técnicos e instructivos que siempre acababan firmados por
Comon-tri. Los temas de historia del pasado de la humanidad y
predicciones de futuro, que rubricaba Comon- bi. Y temas
espirituales, filosóficos y de pensamiento evolutivo, que siempre
terminaban con el nombre Comon-si. A su solicitud el
comunicante aclaró su identidad, que explicaremos aquí por lo
peculiar que resultaba. Comon, era la denominación de lo que
ellos definían como una Unidad de Contacto de Instrucción. En
este caso, estaba formada por tres seres. Dos de ellos, de un
mismo nivel evolutivo que calificaban de «Cuarta dimensión» o
«Seres-Energía», y el otro, de un nivel evolutivo superior, que
definían como de «Quinta dimensión» o «Seres-Luz». El ser de
mayor nivel evolutivo era Comon quien daba nombre a la unidad
(UCI) y que firmaba sus comunicaciones como Comon-si.
Ninguno de ellos era el ser al que había disparado en El
Cantí. Cuando pidió saber la identidad de aquel, le dijeron que se
trataba del comandante de una nave denominada Stel-la, que
estaba en misión de investigación en la Tierra. Ese ser había sido
el encargado de forzar el contacto con Jesús y provocar el inicio
de su búsqueda. Al parecer, tenía una vinculación especial de
«pasado» con él y le dijeron que, llegado el momento adecuado,
sería posible un contacto entre ambos.
Naturalmente, quiso saber más cosas de su encuentro
anterior y ellos contestaron a bastantes de sus preguntas. La que
vieron en la base de radar, era la nave Stel-la de 16 metros de
diámetro, con cuatro tripulantes. Según sus comunicantes, en la
bahía de Rosas existía en aquel tiempo una base submarina
donde se ocultaban las naves que estaban en misión en esa zona.
Su trabajo consistía en el análisis espectrográfico de auras
humanas. Su finalidad era detectar y registrar los gráficos de
vibración de cada una de ellas. Estos gráficos son un signo de
identificación personal que permiten reconocer el origen cósmico
y familiar de cada ser humano y su nivel evolutivo. Con su estudio,
los instructores, podían establecer los correspondientes
contactos de ayuda como había ocurrido con él.
Comon-tri y Comon-bi procedían de Orión, mientras que
Comon se definía como procedente «del Origen». Era un misterio
lo que significaba eso. Su base, en nuestro sistema solar, estaba
en Ganímedes, uno de los satélites de Júpiter, en el que se
reunían seres de muy diversos puntos de la galaxia. Efectuaban
un seguimiento de aquellos humanos, que estaban en diversos
procesos de búsqueda. Él, era uno más de entre muchos otros
en todo el planeta, que eran ayudados por ellos en su proceso de
crecimiento personal y espiritual.
Tal como había intuido, al final del periplo de su equipo de
investigación ufológica, era necesario mejorar individualmente,
crecer personalmente, acercarse a ellos de alguna manera, para
hacer posible el contacto desde abajo hacia arriba.
Fueron unos días muy intensos y ricos en informaciones de
todo tipo. María y Jesús, vivían las sesiones de psicografías
conjuntamente.
Ella fue animada a intentarlas pero no conseguía pasar de
las rayas y no se sentía cómoda, por lo que acabó desistiendo,
entendiendo que no todos poseemos la misma facilidad para
canalizar las energías.
Animado por todo lo que estaba viviendo, Jesús no tardó
muchos días en solicitar un nuevo avistamiento para que María y
unos amigos que vivían en Sorre, y que también habían tenido
una experiencia previa de contacto, pudiesen acompañarle.
Aunque en principio nada contestaron, cuando insistió obtuvo la
siguiente respuesta:
—Comon. Los avistamientos cercanos no son muy
aconsejables ahora. Las alteraciones emocionales y energéticas
que se producen en vosotros pueden llegar a perjudicaros. No te
preocupes, pronto se darán nuevos avistamientos. Recibirás
informaciones que te ayudaran para estar mejor preparado para
cuando llegue la hora del contacto cercano. Comon-tri.
Asumió el mensaje sin más, entendiendo que posiblemente
no estaban aún suficientemente maduros para progresar en las
fases de contactos directos o cercanos con los seres
extraterrestres, y pensó que ya llegaría el momento adecuado.
Pero, a partir de ese punto, se inició un proceso del que no
fue consciente hasta mucho más adelante. Los mensajes se
sucedían con fluidez y comenzaron a revelarle cosas sobre su
propio origen. Pronto le explicaron que era un ser muy especial,
con un espíritu muy avanzado, reencarnado en la Tierra y
escogido para una misión cerca de la humanidad. Después de
ensalzarlo y alabarlo, le dijeron que en una vida anterior había
sido un apóstol de Jesucristo. Al poco tiempo le aseguraron que
en otra vida había sido un faraón de Egipto y uno tras otro, un
montón de personajes célebres. Inmediatamente comenzó un
proceso, casi irrefrenable, de engrandecimiento del ego, y
empezó a creerse un individuo superior a los demás. A los pocos
días le comunicaron que debían ir todos al puerto, al mismo lugar
donde había tenido su primer avistamiento, para un nuevo
encuentro con una nave.
Llegada la hora de la cita no apareció nave alguna.
Comunicó psi- cográficamente y le contestaron que la nave se
había retrasado por un imprevisto. Más tarde, le dijeron que ya
estaban llegando y finalmente, después de varios retrasos más,
le comunicaron que la nave había estado junto a ellos y no la
habían visto por su falta de fe. Ya en su casa, en un nuevo
comunicado, le explicaron que la causa del fracaso había sido los
amigos que habían acudido con ellos a la cita, ya que estos, le
decían, eran gente de poca fe y de nivel evolutivo muy bajo.
En fin, algo increíble visto con la perspectiva del tiempo,
pero que en ese momento él no supo distinguir. El proceso siguió
así aún durante algunos días, con nuevos avistamientos
concertados que también fallaron, con citas en lugares abruptos y
casi inaccesibles, fracaso tras fracaso.
María estaba muy preocupada y asustada por el cariz que
estaban tomando las cosas. Llegó un momento en que Jesús
había perdido el control. Se pasaba el día haciendo psicografías,
comunicando a todas horas, pidiendo un avistamiento tras otro,
que siempre le era concertado y nuevamente fallaba.
Finalmente, se dio cuenta que las comunicaciones no tenían
nada que ver con las primeras recibidas. Ni en el estilo, ni en el
lenguaje, ni mucho menos en el fondo, ni en las formas.
Afortunadamente, el proceso que había seguido durante
todos esos años de estudios con las diferentes escuelas, el
conocimiento adquirido acerca de la auténtica naturaleza del ser
humano y, quizá también, por qué no, de su ángel protector, su
guía, vinieron en su ayuda. Y se detuvo. Comprendió que aquello
no funcionaba, que el proceso se había torcido en algún punto y
analizó lo sucedido.
Ahora cabe aquí hacer un inciso, y enviar un mensaje de
precaución y alerta a todos aquellos que inician una experiencia
de contacto a través de sistemas de escritura automática, la
ouija, las psicofonías u otros sistemas parecidos, advirtiéndoles
de los peligros que ello supone. Como el de la adicción al
contacto, la potenciación del ego y la interferencia de la propia
mente, cuando no de otros niveles sutiles como bajos astrales,
niveles de espíritus desencarnados, etc.
Sí amigos, su propia mente se había interpuesto en el
contacto auténtico que se inició con la UCI de Comon. En alguno
de los diversos compartimentos mentales que posee el ser
humano, —mentes consciente, inconsciente, subconsciente y
superconsciente—, algún ego de Jesús, decidió que no podía
permitir que alguien «de fuera» ocupase un puesto relevante en
su mente consciente y comenzó a interferir. Por un lado,
desacreditando a esa fuente de información con citas falsas que
suponían fracasos y frustración y, por otro lado, fomentando el
orgullo y la vanidad, creando confusión y desequilibrio.
Llegado a este punto, empezó a creer que había sido su
estupidez la que había acabado con la oportunidad que se le
había brindado, y se sintió fracasado por no haber estado
suficientemente preparado para esa experiencia que había
buscado durante tantos años. Así que hizo balance y una
profunda reflexión, y decidió volver a sus meditaciones, buscando
calmar su espíritu y acallar su mente. Desistió del contacto y
quiso considerar que todo lo ocurrido había sido una lección a
aprender. Incluso llegó a pensar que quizás ese no era el camino
adecuado para su propio progreso espiritual.
Se concentró en su trabajo cotidiano, el huerto, el bosque, la
leña, las artesanías. Consiguió trabajo en la granja de cría de
urogallos que exis- te en Terrión d’Aveu, lo que le proporcionó un
pequeño sueldo más que suficiente para cubrir sus necesidades
básicas (el tetrao urogallus equitanicus es un ave salvaje,
autóctona del Pirineo, en peligro de extinción).
Paulatinamente, reencontró su equilibrio ocupándose de su
hogar y de su familia, con su trabajo en la granja, con sus
meditaciones…, y comenzó a recuperar la armonía perdida.
Pasó un tiempo y su esfuerzo por ir superando día a día sus
impulsos por intentar nuevas comunicaciones, fue dando
resultado. Se le hacía difícil, pues recordaba los inicios de su
contacto que sin duda fue auténtico. Su primer avistamiento
concertado, en el puerto, significaba una confirmación sin ninguna
duda. Quizá por eso le resultó más difícil darse cuenta de lo que
le ocurría cuando cayó en la trampa de su propia mente. Por
momentos, deseaba encontrar una manera de contactar de nuevo
con la UCI de Comon sin interferencias.
Finalmente se impuso la cordura, y decidió apartarse por
completo de la tentación de hacer psicografías, concluyendo que,
si debía reiniciarlas, ya le llegaría la forma de hacerlo con
garantías, tal y como le había llegado el impulso de iniciarlas.
El trabajo con los urogallos se hacía cada día más
interesante. Era una granja experimental en la que existían varias
parejas de este ave, para intentar cruzarlas y obtener nuevas
crías con las que iniciar la repoblación. Aunque existía desde
hacía más de diez años, no se había progresado demasiado en
los resultados y no se conseguían más de 10 o 12 nuevos
animales cada año. Se puso a trabajar con ahínco, estableciendo
controles sobre las parejas y estadísticas de puestas e
incubación. Inició una recogida exhaustiva de datos acerca de la
alimentación de los urogallos, tanto de los adultos como de las
crías, levantó planos de la granja y recuperó las incubadoras.
Consiguió el único libro existente acerca del tetrao urogallus
equita- nicus, y con la ayuda de uno de los jóvenes biólogos del
medio natural y la colaboración del cuidador de la granja comenzó
a lograr resultados positivos. Al final de la primera temporada de
cría consiguieron cerca de ochenta nuevas aves, entre machos y
hembras.
Pero..., volvamos al punto en que habíamos dejado nuestro
relato.
Llegado el mes de marzo, el invierno comenzaba a declinar,
aunque se resistía a dejar paso a la primavera y los paisajes
nevados abundaban todavía a media y gran altura. Aún hacía
bastante frío y, como es habitual en la zona, persistía la
posibilidad de nevadas durante todo el mes de marzo e incluso de
abril.
Y así fue. Uno de esos días comenzó a caer una gran
nevada. Era una
«nevada sorda» de abundantes y gruesos copos de nieve,
sin nada de viento.
Decidió acercarse hasta el bosque del puerto para recoger
alguna leña que había cortado a finales de febrero, tan pronto
como la nieve había abandonado aquel lugar. Pensó que no
habría mucha pues, hacía poco rato que estaba nevando. Se
había acostumbrado a conducir su Land Rover en esas
condiciones y no tenía grandes problemas para circular.
Llegó al bosque y se encontró con más nieve de la que
había previsto; paró en un recodo de la carretera y bajó del
coche. Quedó fascinado por el espectáculo que suponía la nieve
cayendo por entre los abedules. Había una belleza infinitamente
serena en ese lugar en ese momento.
Cerró el coche y decidió asomarse entre los árboles para
contemplar la nevada. Sin pensarlo un instante se adentró en el
bosque siguiendo el sendero que conocía bien.
La nieve dificultaba su camino, y pronto le llegaba hasta las
rodillas pero, atraído por no sabía muy bien que, siguió
adentrándose más y más por las empinadas laderas del bosque.
La sensación de absoluta quietud —no se oía ni el trinar de los
pájaros—, le iba envolviendo y contagiando. Descubrió un
grupo de rebecos que no detectaron su presencia. Pastaban
tranquilos, escarbando con sus fuertes pezuñas la nieve hasta
encontrar la rica hierba verde que tanto les gustaba. Contempló
embelesado la escena y, tumbado en la nieve, pudo espiarlos
durante un buen rato.
Contempló el cielo. En ese momento la tormenta
prácticamente había parado por lo que decidió que podía
continuar. Salió del sendero que estaba siguiendo. Entre los
abedules, había menos nieve y se andaba mejor. Fue subiendo un
tramo más, buscaba un lugar muy especial donde existía un claro
en el bosque. En la parte alta del mismo había un gran abeto, uno
más de los que, de tanto en tanto, se encontraban en aquel
bosque. Sus ramas llegaban hasta el suelo formando, junto a su
tronco, una cabaña natural.
Cuando llegó, contempló impresionado la magnífica
estampa del pequeño prado, completamente blanco, cubierto por
la nieve con el viejo abeto al otro lado.

Un día de primeros de marzo de 1981 ...


Bosque de los abedules … Aledaños del puerto … 13 h. (Jesús)

Me detuve, cansado, apoyándome en el tronco del último


abedul antes del claro en el bosque. Por fin había llegado a mi
objetivo y había valido la pena el esfuerzo. La escena era
increíble. El pequeño prado estaba cubierto de nieve, blanca,
inmaculada. Ninguna huella había roto su pureza ningún pequeño
animal se movía por el bosque en esos momentos. La nevada
sorda lo acallaba todo.
En esa situación, los animales se esconden porque pierden
el control de su entorno. Los pájaros no pueden volar por la
densidad de la nieve, y nadie se atreve a salir de sus escondrijos.
Por eso, en esas circunstancias el bosque está quieto y callado.
Los copos de nieve en el aire actúan como aislante del sonido, y
se produce algo excepcional…, en esos momentos…, «se puede
escuchar el silencio del bosque». Realmente, estar allí durante
una nevada sorda resultaba una experiencia extraordinaria.
Contemplando el claro, con la alfombra de nieve blanca y mi
querido abeto al otro lado, la tremenda belleza de la escena me
emocionó. Me quedé extasiado disfrutando de aquel cuadro en
silencio, oyendo tan solo mi respiración y el fuerte latido de mi
corazón.
Di un rodeo para no tener que atravesar el pequeño prado y
poder llegar al abeto por detrás. Me agaché y, casi reptando, me
introduje por debajo de las ramas que, por el peso de la nieve,
tocaban el suelo. Me acomodé en el interior de la cabaña que
formaban las ramas con el tronco y con la espalda apoyada en el
mismo, me senté en posición de loto.
Una pequeña apertura, que parecía la puerta de entrada,
me permitía ver el exterior. Ante mí, el pequeño prado parecía
una alfombra blanca. Al frente, los altos abedules con sus ramas
llenas de nieve. En medio, la nevada volviendo a tomar fuerza.
Realmente no tengo palabras para describir tanta belleza. Pronto
comencé a notar la relajación de mis músculos que, casi agotado
su ácido láctico, acusaban el cansancio que me había provocado
la subida, arrastrando todo el tiempo los pies que se hundían en
la nieve.
Cerré los ojos e inicié una serie de respiraciones
conscientes a fin de recuperarme y prepararme para entrar en
meditación. Empecé a tomar el aire del que, por lo frío que
estaba, percibía claramente como entraba en mis pulmones. Lo
retenía cuatro segundos, a fin de absorber plenamente el oxígeno
y también el prana que abundaba en medio del bosque. Luego
expiraba, vaciando completamente mis pulmones y mi estómago,
arrojando hacía fuera, no solamente el anhídrido carbónico sino
también todo lo negativo que pudiese tener dentro de mí, mis
pesares, mis dolores, etc. Así hasta siete veces. Algo más
recuperado, abrí los ojos y contemplé el espacio visible frente a
mí. La nieve, que ahora caía abundantemente, apenas dejaba
entrever los abedules del otro lado.
Sin preocuparme demasiado por las dificultades que podía
tener para regresar, inicié mi relajación aprovechando la laxitud de
mis músculos. Noté como entraba muy rápidamente en una
situación de armonía y calma interior.
La nevada había arreciado y una espesa cortina de nieve
borraba toda imagen, igualando en el fondo blanco todo lo
existente. El espesor de la que estaba en el aire anulaba todo
sonido. Parecía como si el mundo se borrase de pronto,
desapareciendo de la percepción de mis sentidos. Rápidamente
quedé sumergido en un total y absoluto aislamiento sensorial y…,
de pronto me encontré proyectado fuera de mí mismo, hacía el
fondo blanco, hacía lo inexistente. Disuelto en el infinito, dejé de
sentirme.
Durante un tiempo todo fue quietud, algo que no se podía
sentir ni explicar, pero que describiría como estar flotando en un
fluido espeso, en un espacio vacío. La primera percepción que
tuve fue un sonido de campanillas muy a lo lejos que lentamente
se iba acercando. Cuando pude oírlo mejor comprendí que
sonaba más bien como un tintineo de cristales. Me recordaba
algo antiguo.
Pero seguía sin percibirme como ser. Poco a poco fui
tomando consciencia de mí mismo, comencé a sentirme, a tener
límites y a percibir el entorno. Algo llevó mi atención hacia el gran
abeto y de pronto me vi a mí mismo, dentro de la cabaña,
sentado en posición de loto, en meditación, con los ojos cerrados.
Era como un cuerpo de cristal, transparente y luminoso.
El tintineo de cristales aumentó, y tuve percepción de mi
mente. En ella algo o alguien depositaba una llamada de atención,
como si me dijera: «Observa y aprende…, esto es importante
para ti».
Me fijé en mi cuerpo de cristal. En el interior del mismo una
bola de luz dorada, brillante, tomaba forma a la altura del chakra
del corazón. Se consolidó y comenzó a girar hacia la derecha. A
la altura del sexo apa- reció otra bola de luz de color ocre o
cobre, en el nivel del chakra vital, también fue tomando forma
más densa y un suave giro hacía la derecha.
«Nevada en el Puerto. Meditación bajo el Abeto.
«De nuevo el contacto perdido»
Finalmente, dentro de mi cabeza, a la altura del entrecejo,
en el chakra del tercer ojo, se formó una bola de luz de color
blanco brillante con ribetes azulados y violetas y, al igual que las
otras dos, adquirió consistencia y densidad, e inicio un suave giro
hacia la derecha.
Ahora, podía ver mi cuerpo de cristal iluminado por las tres
bolas de energía brillando y girando suavemente. Me di cuenta de
que debajo de mi cuerpo se estaba formando, como tejiéndose,
una alfombrilla de hilos de energía que acababa constituyendo un
aislante, un filtro entre mi cuerpo y la tierra sobre la que estaba
sentado. Del centro de energía a la altura del corazón, una
columna de luz se proyectaba hacia abajo conectando con la bola
de energía del nivel vital, y lo mismo desde el corazón hacía la
cabeza. Así los tres niveles de energía estaban conectados y se
producía un trasvase de fluidos entre ellos hasta que quedaron
equilibrados. Seguí observando. La situación se mantuvo estática
durante un rato, como queriendo consolidar lo realizado hasta
entonces.
La columna de luz que unía mis tres centros energéticos
básicos, comenzó a prolongarse hacia abajo, penetrando a través
del filtro que tenía debajo de mí…, profundamente…,
conectándome con la tierra. Desde mi cabeza la columna de luz
fue creciendo hacia arriba, primero lentamente, después
proyectada a gran velocidad hacia el cosmos, conectándome con
el cielo.
En ese momento, aunque no supe muy bien cómo, observé
una perspectiva de mi cuerpo desde una posición muy lejana.
Podía verme conectado al cielo y a la tierra por la columna de luz
y mi cuerpo, yo, como un relé eléctrico encendido y brillante,
recibía la energía de ambas fuentes.
Lentamente, esa parte de mi mente que se encontraba
proyectada a lo lejos fue regresando hacía mí, y se fundió en la
«nada blanca» de la nieve. De nuevo flotaba en la vacuidad total,
hasta que se inició un movimiento en círculo, como un remolino,
que me llevó precipitadamente a mi cuerpo, del que recobré
bruscamente la consciencia.
Abrí los ojos, aunque con una sensación de gran pesadez en
los mismos, y miré hacía fuera de mi refugio. La nieve seguía
cayendo, sorda, pero en menor cantidad.
Un extraño sopor me invadía y, aún estando allí, me sentía
como muy lejos. La relajación total de mi cuerpo hacía imposible
moverme. Probé a levantar mi brazo pero solo pude mover mis
dedos. Reconocí la sensación que se produce cuando se ha
desconectado profundamente de la percepción del entorno.
Decidí dejarme estar en esa situación que, por otra parte, me
resultaba muy agradable.
Pero mi mente estaba bien despierta, y en ella se
empezaba a plasmar
el significado de todo lo que había podido ver y de alguna
manera vivir.
Los tres centros básicos de energía: el del corazón…, que
alberga los sentimientos, las emociones, las sensaciones, el
amor; el del sexo o vital…, que regula el vigor, la fuerza, el sexo,
la realización, y el de la men- te…, que controla el pensamiento,
la información, los proyectos, las de- cisiones, deben estar
siempre equilibrados sin que ninguno domine sobre los demás.
Conseguirlo supone alcanzar el nivel de armonía adecuado.
Esta energía que «somos» cada uno de nosotros, cuando
está debidamente compensada, puede proyectarse hacia el cielo
y la tierra y «conectarte». Ser uno solo con ellos, convirtiéndote
en un punto de confluencia y de transformación de ambas
energías. Al mismo tiempo te sitúa en conexión con las raíces,
con tus orígenes, de donde venimos y té proyecta al futuro,
marcándote el camino hacia donde vamos, en un regreso hacía la
misma fuente de la que procedemos.
La «alfombrilla», que actúa como filtro, es necesaria para
evitar una excesiva atracción de las fuerzas terrestres, que no te
permitirían elevarte hacía el cielo. Aunque debe existir la
suficiente retención para no alejarte demasiado y perder el
contacto con la realidad. La columna de luz que te conecta con lo
celeste, necesariamente, ha de pasar por los niveles superiores
en que residen los seres más evolucionados, guías, maestros y
protectores, lo que permite establecer una mejor y más fiable
comunicación con los mismos.
Intente acallar mi mente, comencé a respirar
conscientemente, a mover los dedos y las manos y poco a poco
todo mi cuerpo, para poder salir de la relajación. Fuera de mi
cabaña la nevada había terminado y tan solo unos pocos copos
caían flotando en el aire. Recuperé plenamente el movimiento
pero estuve todavía un buen rato, antes de decidirme a regresar,
reflexionando acerca de la experiencia vivida y de la lección
recibida.
Finalmente, salí de mí improvisada cabaña por su abertura
natural, y contemplé todavía embelesado la belleza del lugar. El
prado lleno de nieve presentaba un aspecto de algodón y aunque
parezca increíble, ma- ravillas de los Pirineos, en esos momentos
salió el sol.
Rodeé el prado caminando por el borde y al llegar al otro
lado miré hacia arriba, al abeto amigo, agradeciéndole
mentalmente el cobijo que me había brindado. La nieve se
iluminaba con los múltiples destellos que el sol reflejaba en su
superficie, lo que le daba un aspecto realmente mágico. Me
pareció el último regalo que me llevaba del lugar donde había
encontrado nuevas respuestas a mis preguntas.

Lo sucedido en el bosque de los abedules supuso un nuevo


punto de partida. Tal como había esperado, la solución a sus
problemas de comunicación le había llegado inducida, mediante
una experiencia que le enseñó cómo contactar sin interferencias.
También acabó pensando que, los problemas surgidos de su
propio ego, le habían servido para darse cuenta de lo frágil que
resulta todo lo que depende de las capacidades del ser humano.
De lo poco preparado que estaba cuando daba por supuesto que
los conocimientos adquiridos le situaban en un punto privilegiado o
superior a la media. ¡No!, estaba bien claro a la luz de todo lo
acaecido: aún le faltaba mucho que aprender para controlar su
naturaleza humana.
Toda esa reflexión hizo que no se apresurase a reiniciar el
contacto. Pasó algún tiempo durante el cual siguió con sus
labores normales, su trabajo y su familia. En sus meditaciones
comenzó a aplicar parte de lo aprendido. Iluminaba sus tres
centros básicos de energía, creaba la columna de conexión entre
ellos y procuraba mantenerlos equilibrados entre sí.
De momento, se abstenía de prolongar la columna de luz y
conectarse al cielo y la tierra, pensando que todavía no debía
forzar el contacto. En realidad, sentía miedo de fracasar de
nuevo o de que ni aún con ese sistema pudiese recuperar el
contacto correcto.
Paulatinamente fue haciéndose más sensible a la particular
vibración de cada uno de sus tres centros de energía, y podía
percibir claramente sus desequilibrios. Así, tras de una jornada
laboral en la granja de urogallos en la que había tenido una
discusión con el viejo guarda, su centro energético mental andaba
muy exacerbado. Al entrar en meditación notó claramente como
su excesiva energía se equilibraba con los demás centros.
También después de una apasionada siesta con María,
notaba su nivel vital muy acelerado y si ejercitaba el método de
equilibrarlo podía notar perfectamente el exceso de energía
acumulado en el nivel sexual. Un día, estando en el bosque
recogiendo ramas de abeto para alimento de las aves, sonó el
conocido pitido en su oído izquierdo aunque tan solo duró unos
diez segundos. En ese momento no le dio mayor importancia
pero, cuando una hora más tarde volvió a ocurrir lo mismo supo
que aquello significaba algo. Decidió estar abierto y a la espera,
convencido de que pronto se aclararía el misterio. Más tarde,
cuando acababa su jornada laboral estaba llegando a casa, oyó
de nuevo el pitido, también durante otros diez segundos y, al
finalizar el mismo, comenzó a notar el cosquilleo en el brazo.
Estaba claro que había llegado el momento de intentar un nuevo
contacto psicográfico.
Preparó sus folios y bolígrafo, y puso en práctica el método
aprendido en el bosque de la Mata. Se sentó en la silla, frente a
la mesa del comedor, con la espalda bien erguida. Con los ojos
cerrados efectuó tres respiraciones conscientes procurando
relajarse. No quería precipitarse.
Creó sus centros energéticos, los conectó entre sí con su
columna de luz, creó la alfombrilla filtro debajo de su cuerpo y
proyectó la energía al cielo y a la tierra, pidiendo mentalmente
contacto con Comon.
Inmediatamente se produjo una fuerte vibración en su brazo,
como prolongación de una clara llegada de energía a través de su
cabeza. Abrió los ojos y cogió el bolígrafo, apoyándose en el
papel y su mano se puso a escribir con más velocidad y decisión
que nunca. El mensaje decía:
—Comon. Nos alegra el nuevo contacto. No te preocupes
por tus errores humanos. Supiste rectificar. Te ayudaré a
mantener tu Armonía. Te daré instrucciones para contactos
seguros. Oirás siempre nuestra llamada tres veces. Pronto te
facilitaré tu clave de contacto. No debes apresurarte, ni querer
comunicar cada día. Ten calma, todo llegará. Tu espíritu va muy
por delante de tu mente humana, por eso tu ansiedad. Debes
asimilar antes de proseguir. Amor. Common-si.
A partir de ese día, recuperó el contacto con la UCI Comon.
Las comunicaciones se producían sin una pauta u orden
establecido, a veces dos días seguidos, otras pasados cuatro o
cinco días. Siempre, después de haber percibido tres pitidos, de
corta duración, en su oído izquierdo.
Además le dieron su clave de contacto que mantralizaba por
tres veces y escribía siempre al inicio de la página antes de iniciar
la psicografía. Por razones obvias no la facilitaremos aquí, pero
se trataba de una palabra, el dibujo de una figura y un número de
una sola cifra. Como sería por ejemplo «pepito - & - 6».
También le dieron pautas de control del contacto. Le
explicaron que cuando un ser se dispone a canalizar la energía,
que le es enviada del exterior y que propicia la psicografía, se
convierte en una antena receptora a través de la cual se puede
«colar» cualquiera y enviar mensajes confundiéndose con los
seres que se desea contactar. Lo mismo sucede con otros
sistemas de contacto como la ouija o vasito, etc.
Las claves de contacto sirven para obligarte a efectuar un
acto de
voluntad, y definir con quién quieres contactar y a quién
quieres evitar.
Establecido un sistema seguro de contacto, fue
simplificando la fórmula. Visualizaba su propia imagen, tal como le
vio en la experiencia del bosque, mantralizaba y escribía su clave
de contacto y se producía la psicografía.
Los comunicados se sucedieron con cierta regularidad
siendo nuevamente fuente de informaciones y conocimientos
extraordinarios. Temas y datos concretos que él desconocía y
que posteriormente podía comprobar.
Ni que decir tiene que se abstuvo de solicitar un
avistamiento. Aunque tal como le había dicho Comon, pronto le
llegaron citas y se produjeron avistamientos que iban confirmando
la veracidad del contacto. Sin embargo y, aun a pesar de todas
las fórmulas y prevenciones, se produjeron nuevas interferencias
en sus comunicaciones que volvían a entorpecer los contactos.
Afortunadamente aprendió a distinguir claramente lo correcto de
lo falso.
Los mensajes auténticos mantenían un lenguaje regular, sin
estridencias ni exageraciones. Siempre con un léxico afable y
cariñoso, se alejaban del tono mesiánico o sectario, y se
mantenían en un lenguaje más técnico y formal que se podría
definir como equilibrado y lleno de armonía. Cuando en los
comunicados se colaba o interfería su propia mente, se entraba
siempre en la adulación y la grandilocuencia, y se podía percibir
inmediatamente el desequilibrio y la disarmonía. Siguiendo las
indicaciones que iba recibiendo de la UCI Comon, fue
consolidando el método de contacto estableciendo protecciones
para evitar las interferencias que al poco tiempo fueron
desapareciendo.
Una noche, al finalizar un comunicado de historia del pasado
de la humanidad que firmó Comon-bi, sintió que su mano
continuaba escribiendo el siguiente mensaje:
—Comon-tri: Esta noche 23 h. Festival de luces para
vosotros... todos. Visible desde vuestra casa. Proveniente del
fondo del valle, hacia el N O. Comon-tri.
Ni que decir tiene que, junto con María y los niños,
esperaron a las 23 h. sentados en el balcón de su casa mirando
hacia el valle. A la hora indicada, aparecieron dos pequeñas bolas
de luz de color anaranjado. Venían hacía su posición, en paralelo
y aparentemente a baja altura, a tenor del tamaño con que se
distinguían.
Saltaron todos de sus asientos y se armó una gran
algarabía. Las dos bolas naranja llegaron hasta la altura del
edificio y desaparecieron por encima de ellos. Justo en el mismo
instante, del fondo del valle, aparecieron dos bolas más idénticas
a las anteriores. Esta vez cuando se perdieron por encima del
edificio Josué salió disparado, corriendo por el pasillo hasta el
otro lado de la casa, a su habitación y gritando.
—¡Mira papá, mira, allí, allí¡
Efectivamente, dado que la vivienda iba desde un lado al
otro del edificio, las bolas naranja eran visibles desde la ventana
de la habitación de los niños, con una clara trayectoria hacia el
puerto.
Aún no habían desaparecido las bolas, cuando María
llamaba gritando.
—¡Corred, corred, venid…, mirad lo que viene¡

Volvieron corriendo al balcón y quedaron pasmados pues se


veían un montón de luces de color blanco y azulado que
conformaban un cír- culo bastante grande, envuelto en una
especie de bruma o neblina que amortiguaba el brillo de sus
colores.
Aunque no se distinguía ninguna forma física, podía intuirse
un cuerpo sólido encima de las luces. Parecía evidente que se
trataba de una nave de las que ellos llamaban de exploración.
Quizá como la que vio en su primer avistamiento en el puerto. Las
luces fueron acercándose hasta ellos, y cuando estuvieron casi en
la vertical del edificio, un fuerte destello les deslumbró. Corrieron
todos hacia la ventana de la habitación y pudieron comprobar
como la nave seguía la misma dirección que habían tomado las
luces naranjas.
Pensaron que eso sería todo, pero al volver al balcón
pudieron observar unas bolas de luz, esta vez de color verde, que
en formación de dos venían del fondo del valle y que siguieron la
misma ruta que las demás.
Y siguió la fiesta. Una nueva bola de luz naranja apareció
desde el fondo del valle y detrás de ella un pequeño grupo de
luces, esta vez con una forma ovalada, también envuelta en la
neblina. Su tamaño era más o menos de la mitad de la nave
grande con unas luces en forma de cruz en su centro. Detrás
también apareció una bola de luz de color verde, que cerraba la
comitiva.
A cada nueva luz que pasaba corrían todos de un lado al
otro de la casa para seguir viendo las luces que, invariablemente,
tomaban la misma dirección hacia el puerto.
Cuando todo hubo acabado comprendió porque Comon-tri lo
había calificado como un «festival de luces».
Al cabo de unos días se produjo un comunicado en el que
Comon le explicó que esas dos naves estaban en misión de
contacto con diversos grupos de «hermanos», que como él
mismo seguían un proceso evolutivo y de búsqueda personal. Las
bolas de color naranja, que ellos denominaban «trazadoras»,
marcaban el camino de las naves siguiendo canales energéticos
de magnetismo terrestre que aprovechaban para la propulsión.
Las bolas de color verde, a las que llamaban «borradoras»,
anulaban o borraban el rastro magnético que dejaban las naves a
fin de no crear interferencias en las comunicaciones humanas, y
de no dejar huellas detectables de su paso. La primera que
vieron, era una nave de 16 metros de diámetro, con cuatro
tripulantes y la nave más pequeña que tenía forma ovalada medía
tan solo 8 metros de largo por 5 de ancho y llevaba dos
tripulantes.
Pero, volvamos a la mañana siguiente del «festival de luces»
en la que se levantó muy temprano, pues debía desplazarse a la
capital de la provincia. Aunque fue preguntando si alguien había
visto algo extraño esa noche, no parecía que nadie se había
enterado de nada. Llegó a pensar que era posible que solo lo
viesen ellos, por estar bajo algún tipo de influencia o sugestión.
En cualquier caso, lo importante era que en esta ocasión, también
toda su familia lo había visto.
Este avistamiento, tuvo la virtud de reforzar su confianza y,
sobre todo, la de María. En el fondo, ella pensaba que cuanto
estaban viviendo era un proceso particular de su marido, y que su
deber era estar a su lado y apoyarle en todo. A partir de esa
experiencia se dio cuenta que ella estaba también absolutamente
implicada y que las repercusiones personales eran fundamentales
para su propio proceso evolutivo.
Como ya hemos dicho ese mismo día tuvo que viajar a la
capital de la provincia para una reunión con sus jefes de la granja
de urogallos, a fin de entregarles un estudio de alimentación que
había elaborado y para cobrar su nómina. Y, como hacía algún
tiempo habían conocido a un chico muy aficionado a la ufología
que, con un grupo de amigos, estaban en la etapa de la
investigación de campo y seguían con mucho interés todas sus
peripecias, le llamó por teléfono. Cuando se desplazaba a la
capital, procuraba encontrarse con él para intercambiar
experiencias.
Nada más llegar, como hacía siempre, quedaron a comer.
—¿Luis?..., Hola soy Jesús. ¿Cómo estás?
—Hola Jesús. Esto es increíble. Estaba a punto de llamarte
a Terrion. ¡Te tengo que explicar algo increíble, Jesús, no te lo
vas a creer¡
—Vale hombre. Ya veo que estás muy excitado. Pero ya
verás cuando te explique yo la última.
—¡Que va, que va¡ Es imposible que superes esto. ¿A qué
hora quedamos?

Cuando se encontraron en el restaurante de siempre, su


amigo quiso ser el primero en explicarse. Fue así como supo que
la noche anterior, la del «Festival de luces», Luis con el grupo de
la capital estaban en una zona del puerto llamada Las Planas. Se
habían desplazado hasta allí pues habían recibido una cita que
supondría la primera confirmación de sus contactos.
En la montaña, un grupo de seis personas tuvieron un
avistamiento cercano de dos naves, con bolas de luz anaranjadas
y verdes. Luis explicó con todo detalle su encuentro, que coincidía
plenamente con lo que ellos habían visto desde su casa.
Cuando Jesús tomó la palabra y acabó la descripción de la
nave pequeña y sus bolas de luz naranja y verde, su amigo quedó
boquiabierto sin poder articular palabra.
Podéis imaginar lo que para ambos supuso todo ello. Ni más
ni menos que la confirmación de la autenticidad de todo lo que
habían visto. En pocas ocasiones se daría la oportunidad de
verificar, tan claramente, un avistamiento que se dio a dos grupos
distintos, la misma noche, en puntos cercanos.
Lo sucedido suponía la constatación de que alguien, fuera
de ellos mismos, mantenía contactos, al mismo tiempo, con
diversas personas o grupos con una finalidad común.

[Nota: Debe comprender el lector, que ante unas experiencias tan increíbles como
las que aquí estamos narrando, el primer gran problema que se plantea para quien lo
vive, son las continuas dudas acerca de si lo experimentado es real o solamente fruto de
la imaginación o de la obsesión de los protagonistas. Por eso la importancia de tener una
confirmación como la que ocurrió en esa ocasión, supuso un descanso para el espíritu y
la mente de los implicados.]

Evidentemente la información que le fueron ofreciendo a


Jesús, en sus comunicados, fue tan extensa que resulta imposible
incluirla aquí y requeriría una obra aparte. Quizá en un futuro
pueda recogerse en un trabajo recopilatorio específico.
Podría ser, sin duda, una obra muy interesante con datos
acerca del origen y procedencia de los seres extraterrestres que
nos visitan, la importancia del nivel evolutivo de cada grupo o
raza. Con información de aspecto más técnico como la naturaleza
de sus naves, la diferencia entre naves «construidas» y naves
«creadas». La explicación de los objetivos del contacto, su
influencia en el proceso evolutivo de las personas que lo viven,
etc. (Ficher)
Capítulo Cuarto
Viaje a través del Atlántico con el velero Pico-
Rojo.
Contacto en la esfera de Luz…, y…

5 de enero de 1982 … Puerto de Las Palmas … Canarias …


A bordo del Pico-Rojo (Ficher)
Estaba tranquilo con la sensación del deber cumplido,
al menos hasta el momento. Le habían encargado del
avituallamiento del barco. Era, evidentemente, una
responsabilidad fundamental pues no volverían a tocar puerto
hasta su llegada a América. Serían unos treinta días de
navegación con siete tripulantes. Era necesario aprovisionar
comida y bebida con el margen suficiente para que nada faltara a
bordo. El problema radicaba en su total y absoluta inexperiencia
en navegación y mucho menos en lo relacionado al tipo adecuado
de alimentación en un viaje como aquel. Por supuesto buscó
información en algunos libros de navegación, y el consejo de su
capitán para saber lo que resultaba más necesario, y con los
datos recabados consiguió más o menos su objetivo. En cualquier
caso, el sentido de organización y su estructurada mente
capricorniana hacían de él la persona adecuada para esa
responsabilidad.
Ahora, cuando ya tenían previsto zarpar al día siguiente, se
sentía satisfecho y seguro de que no faltaría comida a bordo, y
de que llegarían a América sin problemas de avituallamiento. De
lo que ya no estaba tan seguro era en haber acertado con lo más
adecuado. En general, se trataba de muchas latas de conservas,
entre las que abundaban las comidas ya cocinadas. El capitán,
que era el único experto en navegación, le había advertido de
que, debido a las condiciones del mar, en muchas ocasiones no
era posible cocinar a bordo.
Dejó de pensar en ello, y se tendió en su litera diciéndose que
era necesario intentar descansar, pues mañana sería un día muy
ajetreado. Todos se habían acostado ya por orden del capitán,
que era el único que se mantenía activo todavía, consultando sus
cartas de navegación.
A pesar del silencio a bordo, el choque continuo del agua en
el casco y el brandar de los cabos de las velas, mantenían el
ambiente habitual del barco. En sus literas, los compañeros de
aventura buscaban la mejor posición e intentaban conciliar el
sueño. Imposible misión en esa última noche en puerto antes de
la partida hasta quién sabía cuántos días después.
Estaba decidido a dejar descansar al máximo su cuerpo, por
lo que adoptó la posición correcta, tendido boca arriba sin cruzar
las piernas e inició un trabajo de relajación. Respiraciones
conscientes, captación de energía a través del chakra coronario,
relajación músculo a músculo, concentración de energía en los
puntos más doloridos, etc.
Olvidado el cuerpo, su mente se activó al máximo y tan
aficionado como era a ello, efectuó una recapitulación de todo lo
ocurrido hasta esa noche, en que se hallaba a bordo del Pico-
Rojo —un velero tipo Mistral, aparejado Ketch, con dos palos y un
motor de 140 CV—. Él, que no había navegado nunca y no tenía
ni idea de lo que realmente significaba un viaje trasatlántico, se
preguntaba cómo puñetas se había embarcado en semejante
aventura.
Recordó el día de su reencuentro con Alberto, en Terrion
d’Aveu. Hacía mucho tiempo que no se veían. En realidad desde
la disolución del Equipo de Investigación Ufológica. Habían estado
sin contacto, cada uno dispuesto a encontrar respuestas a sus
preguntas, buscando la verdad acerca del ser humano, y
empeñados en su proceso espiritual. Alberto, también como él,
había llegado al estudio de las filosofías religiosas y se había
encandilado con la figura del Cristo, lo que le llevó a vivir una
fuerte experiencia mística. Ahora, estaba decidido a apostar
fuerte por encontrarse a sí mismo y revivir esa experiencia íntima.
Se había instalado en una casa cerca de la que había ocupado
Jesús en los aledaños del puerto y aquel reencuentro propició la
recuperación de varios proyectos antiguos.
Durante la época en que estuvo funcionando su equipo de
investigación, habían especulado mucho acerca del tipo de vida
que querían para ellos y sus familias. Uno de los proyectos que
acariciaron ampliamente, fue la búsqueda del lugar ideal para
encontrar un modo de vivir mejor, más natural y sosegado. En su
primer análisis del planeta Tierra, se habían decantado
claramente por las zonas cálidas cerca del mar. Después de
mucho especular se decidieron por la Polinesia francesa, Tahití y
sus islas adyacentes. Les pareció claro que ese archipiélago
reunía las mejores condiciones. Un clima estable, salvo en la
época del monzón, con temperatura media de unos 30.º todo el
año. Alimentos de fácil acceso, básicamente pesca, un idioma
oficial, el francés, que conocían más o menos, y muchísimas islas
en las que encontrar un lugar ideal para instalarse. Habían llegado
a tener presupuesto de un barco con capacidad para viajar con
sus familias hasta aquel remoto archipiélago. Consideraron que
sería la mejor forma de hacerlo, ya que el barco constituiría su
vivienda hasta encontrar sitio en tierra donde instalarse. Llegaron
a tomar la decisión de viajar previamente los dos hasta su
destino, para averiguar «in situ» las posibilidades reales de
instalarse allí. Pero en el último instante Alberto desistió del viaje
por problemas con su esposa, y finalmente Jesús tuvo que viajar
solo hasta las antípodas.
Fue un viaje fantástico que quizás un día se decidirá a
explicar pormenorizadamente en una narración específica. Pero el
proyecto quedó abandonado cuando, acabadas ya las actividades
del Equipo de Investigación Ufológica, ambos amigos tomaron
rumbos distintos en sus procesos personales de búsqueda.
Retomaron pues ese viejo proyecto, y se lo plantearon como
un desafío personal de superación de sus propios miedos y
limitaciones.
Entre las investigaciones que Alberto había realizado durante
largo tiempo, estaba la búsqueda de otro lugar en medio del
océano Pacífico en el que, según informaciones que había
encontrado, existía un mundo sumergido que guardaba el secreto
del acceso a civilizaciones escondidas, con razas de seres muy
evolucionados llenos de conocimiento y sabiduría.
Por su parte, Jesús se había sentido siempre atraído por el
conocido mundo mítico de Shambala que, según la tradición
oriental podía hallarse oculto en algún recóndito valle de los
himalayas. Le interesaba cualquier posibilidad de contacto con los
maestros trascendidos que residían en esos supuestos mundos
ocultos, por lo que la propuesta de Alberto le sedujo rápidamente.
Asimismo, persistía en la búsqueda de más «contactos» con
los seres con los que se comunicaba. En sus más recientes
escritos, Comon le había manifestado que pronto se produciría
un contacto directo con ellos.
Comenzó a recibir mensajes que avalaban el proyecto. Según
le decían, a pesar de las numerosas dificultades con las que se
encontrarían, todo saldría bien y volvería con nuevos y
numerosos aprendizajes. Tanto sería así que, de alguna forma, al
final resultaría ser su pequeño viaje iniciático. Incluso le llegaron a
decir que en cada momento surgirían las soluciones adecuadas
que les permitirían superar todas las dificultades.
Decididamente fueron perfilando el proyecto. Determinaron el
tipo de barco que necesitaban para semejante aventura. Debería
ser un velero con una eslora mínima de 15 metros, con capacidad
para 8 a 10 tripulantes, con motor capaz de sacarlo de las
calmas chichas que pudiesen hallar en su travesía, y adecuado
para atracar y salir de puerto. Había que encontrar uno de
segunda mano, pues la mayor parte del presupuesto económico
de la aventura se lo llevaría el barco. Comenzaron a comprar
revistas de venta de barcos. Pronto se dieron cuenta de que un
velero de las características que buscaban se escapaba de sus
posibilidades. Todos los que encontraban se situaban por encima
de los quince millones de pesetas.
A través de un amigo de Alberto, conectaron con un patrón
de yate que tenía bastante experiencia en navegación con veleros
por todo el Mediterráneo. Después de una primera entrevista,
llegaron a un acuerdo para que Franc, que así se llamaba, fuese
su capitán en esa aventura. Resultó ser un magnífico patrón, con
grandes recursos para la navegación, y con el suficiente espíritu
aventurero como para encantarse con el viaje. Con el tiempo se
demostró lo acertado de la elección, no solamente por su
capacidad profesional, sino además por su sentido del
compañerismo y calidad humana. Todo ello propició una excelente
relación que acabó convirtiéndose en una buena amistad. Y,
aunque al final de la aventura sus caminos siguieron rumbos
distintos que les separaron, aún hoy día mantienen una relación
de un gran cariño y cordialidad.
Con Franc pudieron establecer rápidamente un plan de viaje,
definir mejor sus necesidades acerca del tipo de velero adecuado
y, en conjunto, adelantar todo el proyecto. El hermano de Alberto,
que se llamaba Manuel y el amigo que les había presentado al
capitán, otro Manuel, se incorporaron al proyecto. Así pues,
contados ellos dos, formaban un equipo de cinco personas que
era lo mínimo que creían necesario para semejante aventura. Sin
embargo, Franc manifestaba la necesidad de incorporar un
tripulante más que tuviese conocimientos de navegación.
Esperando encontrar la persona adecuada más adelante
prosiguieron con sus preparativos.
Solamente les fallaba un punto, el principal. A pesar de haber
visitado distintos mercados de veleros de segunda mano, no
encontraban el barco adecuado.
Fue entonces cuando recibió un comunicado de Comon, en
que le daba una clave de contacto distinta para conectar con un
nuevo interlocutor que respondía al nombre de Arhimo. Él sería
su guía en el proyecto del viaje y su acompañante durante el
mismo.
Su primer comunicado decía:
—Arhimo: Me alegra poder conectar contigo. Procuraré
ayudarte en lo que necesites, pero tu debes resolver los
problemas que se te presentarán para vuestro viaje. Lee con
atención mis mensajes, en ellos encontrarás claves que te
ayudarán.
«Deja volar tu corazón y tu pensamiento, y alcanzarás
pronto tus metas» «Tu nave volará, navegando allende los
mares.»
Estaré contigo cuando me necesites. Proyecta en tu mente
aquello que precisas conseguir y se plasmará ante ti cuando
impulses tu proyección con tu energía. PAZ, AMOR Y
ARMONÍA.

Aunque todo aquello parecía muy enrevesado, decidió estar


atento a partir de entonces para ver lo que el destino les
deparaba. Esa misma noche charlando con Alberto se les hizo
bastante tarde, por lo que preparó una infusión de hierbas (menta
y té de roca) que les reconfortó del frío de la noche. Tenían la
mesa del comedor llena de mapas de rutas marítimas. La taza de
Alberto se había vertido, y amenazaba con mancharlo todo, así
que cogió una de las revistas de barcos de segunda mano que
tenía en casa y, abriendo por una hoja al azar, depositó las tazas
encima de ella. Y siguieron su conversación haciendo cábalas
respecto a las rutas a seguir, pero al poco rato Alberto se marchó
para no dejar a solas a su esposa e hijos. Era ya demasiado
tarde aquella noche.
También él se fue directamente a dormir, sin recoger nada de
la mesa para no despertar a María y los niños, que se habían
acostado hacía ya mucho rato.
A la mañana siguiente se levantó temprano para recoger todo
antes de que su esposa necesitase la mesa para poner los
desayunos. Al retirar una de las tazas de encima de la revista, se
encontró que se había quedado pegada a la misma por lo que
tuvo que arrancarla. El cerco que había dejado la taza enmarcaba
perfectamente la foto de un velero con el anuncio de sus
características, decía:

Vilafranche sur mer: velero 17 mts, Ketch, 9 plazas, motor Ford 140 CV. Perfecto
estado. Buen precio. Ref. Pico-Rojo. Contacto: Tfno. xxxxxxxxx.

Un escalofrío tensó su nuca, lo que le hizo fijarse mejor en el


anuncio. Aunque algo pequeña, la foto mostraba un velero de dos
palos, pintado en su costado se podía distinguir perfectamente el
nombre del mismo,
«Pico-Rojo». Eso fue lo que más le llamó la atención, incluso
buscó su
significado en la enciclopedia aunque no lo encontró.
Cuando volvió a encontrarse con Alberto le enseñó el anuncio.
Evidentemente las características del barco eran ideales para su
proyecto, pero acabaron concluyendo que ese velero sería muy
caro y que quedaba algo lejos para desplazarse a verlo por lo
que dejaron el tema y se olvidaron del asunto.
El siguiente fin de semana llegó Franc con nuevos datos y con
una «curiosa» y esperanzadora noticia para la búsqueda del
barco que necesitaban. En Francia, los precios de los barcos
estaban bajando como consecuencia de la llegada al poder de los
socialistas, que estaban penalizando con fuertes impuestos todos
los bienes que suponían evidentes signos externos de riqueza.
Por eso nos proponía buscar allí nuestro velero, aprovechando
que tenía un amigo con muy buenos contactos en el mercado
francés de veleros de segunda mano.
Pasaron algunos días, Alberto estaba en la costa con Franc
haciendo gestiones. Esa noche, mientras estaban cenando, de
repente, sonó el teléfono:
—Hola Jesús. ¿Qué tal…, cómo estáis?
—Muy bien, Alberto, y vosotros cómo lleváis las...
—Escucha Jesús, ¿te acuerdas de aquel barco que vimos
en la revista que aquella noche nos quedó marcado con la taza
de la infusión?
—Sí, desde luego.
—¿Cómo se llamaba el barco, te acuerdas o puedes mirar
si encuentras la
revista?
—Espera —le dijo Jesús buscando entre las que tenía en un
montón.
—Mira, ¿no sería Pico-Rojo? —le decía Alberto en el justo
momento en que él encontraba la revista y localizaba la foto.
—¡Sí, sí!, ese es el nombre…, ¿qué pasa?
—Jesús, creo que ya tenemos barco. Escucha, resulta que a
través de las gestiones con el amigo de Franc nos han
propuesto tres veleros y uno de ellos es el Pico-Rojo. Al
principio no relacioné el nombre pero, me resultaba cada vez
más familiar, hasta que he recordado el incidente de la taza.
Tienes que bajar, nos vamos con Franc a Vilafranche sur mer.
Cuando, ya en el puerto francés, los tres amigos subieron a
bordo del barco, Alberto y Jesús se dieron un abrazo sabiendo
con toda seguridad que ese era el que buscaban. Algo más tarde,
mientras cenaban frugalmente en el puerto con el cuidador del
barco, preguntaron acerca del significado del nombre. Y, ¿cuál no
sería su sorpresa cuando les explicaron que Pico-Rojo es el
nombre de un ave que puede volar de un lado al otro del océano y
regresar a su punto de origen, sana y salva.
No fue hasta esa noche, en la que durmieron en el mismo
barco, cuando enseñó a Alberto, el comunicado de Arhimo:
«Tu nave volará, navegando allende los mares»…,
¡acojonante!

Tumbado en su litera del Pico-Rojo, se reía para sus


adentros recordando la cara de Alberto cuando leyó el
comunicado. Huelga decir que el trato con el propietario del barco
fue muy fácil. En realidad, la fuerza y energía que desprendían, la
convicción que tenían ellos que ese debía ser su barco, contagió
tremendamente a su propietario. Tanto fue así, que rebajó el
precio, y accedió a cobrar la mitad a la entrega del barco y la
otra mitad al cabo de un año, conservando él parte de la
propiedad hasta que se lo pagasen.
Con la venta de las casas de Alberto y Jesús, consiguieron el
dinero necesario para la compra, y para cubrir el presupuesto
mínimo de toda la aventura.
Y aquí estaban ahora, a punto de partir, de iniciar el gran
salto del Atlántico para llegar a América por el Caribe, cruzar el
canal de Panamá, llegar a Ecuador (Galápagos), ya en el
Pacífico, bajar hasta Chile, y saltar hacia su destino final,
«Ponapé», un conjunto de islas situadas entre Chile y Pascua.
La tripulación se había completado con dos nuevos
compañeros que se «enrolaron» a la aventura en el puerto de
Sitjes (Barcelona), donde estuvieron dos meses atracados con
las labores de arreglos, avituallamiento, equipos, etc. Se trataba
de Santi, un aventurero, marinero avezado que vivía enrolado en
cualquier barco que le permitiese navegar. Tenía además una
cualidad muy conveniente para el equipo, era mecánico de
motores diesel. Resultaría ser un gran tipo, buen profesional y de
gran serenidad y temple ante las situaciones extremas. El otro
enrolado era Pepe, el «doc», un médico que tenía un pequeño
barco en el mismo puerto y se encandiló con el proyecto Pico-
Rojo. Insistió en incorporarse al viaje haciendo valer su condición
de experto en medicina como una aportación fundamental al
grupo. Finalmente fue aceptado a bordo.
La verdad es que fue un error, nunca aportó nada de valor a
la expedición, era el desorden personificado, nunca cumplía con
sus guardias y no valía para la cocina. Afortunadamente, durante
el tiempo que estuvo en el barco, nunca se necesito su ayuda
médica.
Eran finalmente siete tripulantes los que al día siguiente
saldrían de
puerto, Alberto, Franc, Manuel, Manel, Santi, Pepe y Jesús.
Se revolvió en su litera cuando Franc, tocándole el hombro al
pasar a su lado, le decía.
—Intenta dormir, mañana será un día muy duro.

17 de enero de 1982 … Océano Atlántico … A bordo del Pico-Rojo (Jesús)

Navegábamos con viento de popa, fuerza 15 nudos,


aparejado tan solo con la mayor, cielo despejado y lleno de
estrellas. Por la noche reducíamos siempre el trapo al máximo, a
fin de evitar conflictos si de pronto cambiaba el viento o venía
tormenta. A estas alturas, hasta los más inexpertos como yo,
hacíamos las guardias solos. Teníamos siempre un compañero
de retén descansando, por si era necesario llamarle. Miré mi
reloj; eran casi las dos de la noche, había comenzado mi guardia
a las once y me tocaba hasta las tres de la madrugada, hora en
que Franc debía relevarme. Durante el día habíamos navegado
con fuerte aparejo, las dos genovas, la mayor y la mesana,
aprovechando al máximo los 20 nudos que mantuvo el viento casi
todo el día.
Ahora la navegación era tranquila, el barco estaba en silencio,
todo el mundo se había acostado hacía rato. Me había quedado
solo con el clásico ruido de las velas al viento, y el gorgoteo del
agua al chocar con el casco.
La isla de Sao Vicente, en Cabo Verde, de donde salimos el
día 14 a las 4:30 p.m., quedaba ya muy lejos, y los recuerdos de
todo lo vivido allí, aunque muy claros, parecían casi de un tiempo
pasado. El mar, cuando desaparece toda referencia de tierra, te
sumerge en un estado muy especial, en la que tú eres el centro
del mundo con un horizonte igualado y equidistante en 360.º a la
redonda. Eso te produce una sensación de alejamiento y de
pérdida del sentido de espacio y tiempo, mientras que se agudiza
tu capacidad de percepción del entorno en el que vives cada
segundo intensamente.
Habíamos tenido que llegar hasta Cabo Verde, saliéndonos
de la ruta prevista, a fin de intentar reparar el equipo de radio que
instalamos en Gran Canaria y que, al segundo día de utilizarla, se
nos había averiado y, aunque podíamos emitir no recibíamos
señal alguna.
Fue imposible repararla, pues ni tan siquiera en Mindalo, la
capital, existían recambios para nuestro equipo. Así que
navegábamos sin comunicación a través de radio, a pesar de lo
cual seguíamos emitiendo cada día a las horas acordadas, pues
sabíamos que cualquier radioaficionado del mundo podía
recibirnos, aunque no pudiésemos saber si nos captaban.
Estaba corrigiendo el rumbo al darme cuenta que el barco se
estaba desviando de la ruta fijada, cuando resonó en mi oído ese
zumbido que ya resultaba para mí un viejo conocido. Era ya la
tercera vez que me pasaba en las dos últimas horas. Sabía muy
bien lo que significaba, Arhimo deseaba entrar en contacto.
Resultaba novedoso pues la frecuencia de los contactos era muy
dilatada y yo, aprendida la lección, no los buscaba si no se daban
las señales apropiadas. Me pregunté si habría llegado el
momento del contacto que se me había anunciado en diversos
comunicados, en los que sin especificar detalles se me aseguraba
que, en el transcurso del viaje, se produciría un encuentro muy
cercano. Esperaba acabar mi guardia para intentar una
psicografía y saber si me aclaraban algo.
Llegó Franc, como siempre traía consigo algo reconfortante
para su compañero. En esta ocasión era una taza de café con
leche caliente.
—¿Qué tal Jesús, cómo va todo? Toma…, te irá bien antes
de acostarte.
—Gracias patrón. Sin novedad en mi guardia, todo está
tranquilo —miré mi reloj, eran tan solo las 2:45; como siempre
Franc se había adelantado.
—Ya te puedes ir a dormir, yo me hago cargo. —me dijo
tomando el timón y colocando su taza en el soporte metálico.
—Muy bien jefe, daré una vuelta antes de bajar para
comprobar que todo
está bien.
Siempre trataba a Franc de capitán, patrón o jefe, era como
un pequeño juego en el que él sabía perfectamente que era una
señal de respeto y consideración, aunque siempre me decía que
me dejase de tratamientos jerárquicos, a lo que yo replicaba que
solo quería que tuviese bien claro que llegado un momento de
peligro confiaba en sus habilidades como capitán.
Recorrí el barco hasta proa, revisando todos los cabos
atados, y comprobando que nada quedase suelto. Llegué hasta el
pasillo de proa que quedaba suspendido sobre el mar y, apoyado
en la barandilla contemplé el cielo estrellado, mientras el viento
chocaba contra mi rostro. Miré al mar, el plancton brillaba con sus
destellos fosforescentes, un espectáculo que me gustaba
contemplar. De pronto, un fuerte fogonazo proveniente del fondo
me deslumbró. Por un momento pensé que podía haber sido un
fenómeno relacionado con el plancton. Pero inmediatamente un
haz de luz, como de un foco, proyectado hacia delante desde una
profundidad de diez o quince metros se mantuvo por unos
segundos, perdiéndose a lo lejos por debajo del agua. Después
una sinfonía de colores, entre los que predominaba el naranja, se
expandían por el mar alrededor del barco hasta que un nuevo
fogonazo deslumbrante puso fin al hecho. Desde el timón Franc
me gritó:
—¿Qué pasa Jesús?, ¿por qué haces señales con la
linterna? ¿Qué ocurre?
Me quedé parado, aún afectado por la sorpresa, sin decir
nada.
—¡Jesús!, ¡Jesús! pero, ¿qué pasa? ¿Estás bien? —volvió a
gritar Franc desde la cabina de mando.
—No pasa nada —reaccioné —, ahora vengo —cuando
llegué junto a Franc, le dije:
—Yo no he hecho ninguna señal, ni siquiera llevó la linterna,
mírala allí en su
sitio —insistí señalando la linterna que permanecía sujeta en
su soporte.
—¿Entonces, qué ha sido esa luz?
—Pues, no lo sé. A mí también me ha sorprendido, parecía
que salía del fondo
del mar.
Franc, miró por la borda. De nuevo relucía el plancton.
—¡Nunca había visto el plancton brillar tanto! —dijo Franc,
que era hombre muy pragmático, dando por zanjada la cuestión.
Aunque todos a bordo sabían la peculiar historia que envolvía
nuestras vidas, no habíamos informado a nadie de las
expectativas reales que teníamos depositadas en nuestro viaje. Y
mucho menos lo había hecho yo, de lo que esperaba a nivel
personal.
Tampoco, en ese momento, tenía ningún interés en especular
demasiado sobre el tema, y preferí retirarme rápidamente para
intentar la psicografía. Bajé a mi litera, cogí un papel y bolígrafo,
e intente tranquilizarme haciendo una pausa y respirando
profundamente. Anoté cuidadosamente la fecha, el nombre de mi
comunicante, su clave de contacto y deje reposar la mano sobre
el papel. Al instante se produjo el hormigueo en el brazo y mi
mano comenzó a psicografiar el siguiente mensaje:
—Arhimo. «Siempre mi nave debajo de ti». Estáis en el
camino correcto y bajo nuestra protección. Navegáis hacia el
punto de encuentro. Estad preparados, Alberto y tú. Nada debéis
temer, ahora mantened la calma. AMOR, PAZ, ARMONÍA. Cogí
otra hoja y esperé pero sin resultado, era evidente que por el
momento no recibiría más información. Analicé el comunicado. Se
me confirmaba que habría un encuentro y, se decía que su nave
¿navegaba debajo del Pico-Rojo? Las luces que había visto
debieron ser su señal de confirmación del comunicado.
Pensé que eso explicaría que no viésemos peces grandes
alrededor del barco. De hecho nuestros intentos de pesca «al
curry», habían sido un fracaso. Lo que nos extrañaba mucho pues
en todos los relatos de travesías transoceánicas que habíamos
leído, se decía lo sumamente fácil que resultaba conseguir pesca
con ese sistema. Ahora podía entender que con un artefacto
navegando debajo de nosotros, los peces se alejasen de
nosotros. También, por primera vez se me decía que Alberto
estaba implicado en el encuentro lo que resultaba una novedad.
Con estas y otras cuitas me acosté y lejos de lo que esperaba
me dormí enseguida.
Primera hoja de la psicografía a la que Jesús se refiere en este capítulo,
a bordo del Pico-Rojo. Fue el día 17 de enero de 1982.
En los siguientes días al comunicado de Arhimo, Jesús no
pensó demasiado en su anunciado encuentro. Las tareas en el
barco se sucedían a todo ritmo, y casi todos se vieron afectados
por una extraña sensación de decaimiento, con dolores
musculares y desfallecimientos. Y llegaron a la conclusión de que
la alimentación, bastante descompensada de minerales y
vitaminas, unido al continuo movimiento del barco que obliga a
estar permanentemente en tensión muscular, había producido
este efecto perverso en los tripulantes.
Tan solo Franc y Santi, los dos más acostumbrados a
navegar, no se habían visto afectados. Un aporte complementario
de vitaminas y minerales tonificaron de nuevo a todos los
tripulantes. De todas formas, no tuvieron tiempo de contemplar
demasiado sus malestares, puesto que el día 23, a las 20 horas,
se inició una gran tormenta.
Comenzó con viento de 25 nudos que les llegaba por babor, y
que durante el día fue creciendo. El mar se encrespaba por
momentos y el oleaje comenzaba a crecer de forma preocupante.
Por la noche el viento era ya de 35 nudos racheado a 40, y las
olas alcanzaban de 10 a 12 metros. Franc ordenó variar rumbo
para tomar las olas por popa, y aparejó el barco con el trapo
mínimo para que el propio viento impulsase la nave hacia delante,
ayudándole a superar el tremendo oleaje. Sin embargo el barco
cogía agua, y se ladeaba hasta el punto que parecía que iba a
volcar. En el interior todo se tambaleaba, y hubo que precintar
los armarios y sujetar todos los trastos que, a pesar de los
esfuerzos, salían despedidos por doquier. En las primeras
horas, el capitán ordenó que todos se reuniesen en el salón y se
sujetaran con arneses a la mesa central, y se protegiesen de los
golpes con almohadas. Mientras tanto, él y Manuel, que eran los
navegantes más experimentados, con sus arneses atados a los
ganchos de la bañera del timón, gobernaban la nave.
A la mañana siguiente todo seguía igual, el viento continuaba
soplando muy fuerte. Los que estaban dentro de la nave,
mareados como una sopa, salían por turnos a cubierta, aunque
solo fuese para vomitar por la borda, tomando fuertes
precauciones para no salir despedidos fuera del barco.
Franc y Manuel estaban agotados después de tantas horas al
timón, por lo que todos tuvieron que ir turnándose en él, con
guardias de dos horas por pareja. Unos buenos tragos de whisky
mantenían el ánimo al nivel requerido para las circunstancias, y
las únicas instrucciones del capitán eran: olvidarse del rumbo, y
procurar que las grandes olas alcanzasen al barco por popa.
Al cabo de treinta y ocho interminables horas, la tormenta
remitió de pronto y se pasó, casi sin tiempo de transición, a una
situación de calma chicha sin gota de viento.
Resistir la tormenta fue una experiencia aterradora, con
momentos en los que parecía que el barco se iba a partir en dos,
tales eran los crujidos que sonaban en el casco. Aunque, lo más
sorprendente fue su repentina desaparición, pues la tormenta
terminó de forma tan súbita que resultó realmente extraño.
Fuera como fuese, llegó la calma y con ella un ingente trabajo
de reparación y arreglos interiores pues los deterioros causados
por la tormenta habían sido considerables. Con todo ello, Jesús,
se había olvidado completamente del comunicado de Arhimo
hasta que…

Océano Atlántico. 28 de enero de 1982 ... A bordo del Pico-Rojo (Jesús)

Me preocupaba esta situación de calma chicha, parecía


imposible después de la terrible tormenta que habíamos
soportado hacía tan solo un par de días. Fijé el timón con el
cabo, y salí de la bañera para apretar una de las cinchas de
sujeción de la mayor que se había aflojado. Retomé la caña, y
comprobé que tan apenas se había desviado del rumbo.
Contemplé el cielo estrellado que, como siempre,resultaba
fascinante, aunque la noche era muy negra y tan apenas se
distinguían algunos metros alrededor del barco.
Hacía una hora que estaba de guardia, me tocaba
nuevamente la de 11 a 3 de la madrugada. Había una sensación
de vacío alrededor del barco que avanzaba muy lento, como
cansado, surcando un mar plano y completamente en calma. El
viento, de tan solo 3 nudos, bien aprovechado por el aparejo que
había ordenado Franc, movía la nave con suavidad. Era mejor
que nada, pues durante el día habíamos navegado a motor,
incluso en contra de sus consejos de esperar la llegada del viento
y no gastar combustible. Llegada la noche, después de haber
recorrido casi 10 millas, comenzó a soplar y pudimos parar el
motor y movernos a vela aunque muy lentamente. Esperábamos
que alejándonos de esa posición, tan cerca del mar de los
sargazos, encontraríamos viento favorable.
Pasé el rato escuchando música y controlando el rumbo.
Sentía una extraña sensación en el estómago, como un
hormigueo. No podía ser hambre pues había cenado antes de
empezar la guardia. Tomé un trago de agua, pero seguía
sintiendo esa sensación. Fijé el timón y me decidí a bajar a la
cocina, abrí el bote de las galletas y cogí un paquete abierto de
Príncipe de Beukelaer. Disfruté comiéndome media docena con
chocola- te que quedaban, y me pareció que la sensación de
malestar desaparecía. Pasó un rato, pero volvía a sentir ese
extraño hormigueo, cuando apareció Santi que era quien me
relevaba esa noche.
—Lo siento Jesús, pero me he quedado dormido a pesar del
despertador. ¿Por qué no me has llamado?
—No te preocupes Santi, ni me había dado cuenta. Bueno te
dejo, no hay
novedad, todo está muy tranquilo, como ves el viento sigue
en tres nudos.
—De acuerdo…, hasta mañana.
Bajé al camarote, y seguía sintiendo esa sensación, un tanto
extraña, en el estómago. Pensé que algo raro estaba pasando,
pero no había tenido ningún aviso, ningún pitido en el oído, nada.
Me dije que lo mejor era dormir, si algo debía pasar ya lo sabría
claramente. Me quedé en pantalón corto y camiseta, hacía calor
y nos acostábamos sobre los sacos hasta la madrugada, que era
cuando refrescaba un poco. Me acosté boca arriba intentando
relajarme, pero aquel hormigueo pareció aumentar, y centrarse en
un punto más definido, que relacioné enseguida con el plexo solar.
Sentí como si desde ese punto algo estuviese tirando de mí, al
tiempo que una especie de sopor extraño me invadía
induciéndome al sueño.
De pronto cesó toda sensación y me llamó la atención una
fuerte claridad que brillaba en el cielo por encima del barco, casi
en su vertical. Era una esfera de luz que me atraía fuertemente.
Inmediatamente, me sentí impulsado hacia ella desplazándome
poco a poco. Conforme me iba acercando, pude comprobar que
su tamaño era de unos tres metros de diámetro. Parecía ser
simple luz, una luz sólida que se desprendía hacia fuera, aunque
sin deslumbrar. Con sus contornos bien definidos, presentaba un
aspecto opaco que no permitía ver su interior.
Al llegar a su nivel, con sorpresa vi a Alberto que estaba allí
al lado de la esfera, como esperándome. Fue en ese momento
que me di cuenta de lo extraño de la situación. ¿Qué era todo
aquello? No era un sueño, porque yo no me había dormido, y era
evidente, sin ningún lugar a dudas, que lo que estaba viendo era
tangible, físico y totalmente real. Alberto me dijo:
—¿Qué te pasa, Jesús?, ¿no te das cuenta que estamos
aquí en astral?
Miré hacia abajo, y vi el barco navegando normalmente. Del
techo de las cabinas salían dos cabos brillantes y plateados, muy
finos, que venían hacia nosotros y conectaban con Alberto y
conmigo.
Entonces lo comprendí todo. La sensación de hormigueo en
el plexo solar, la succión hacia afuera. Había sido arrastrado en
astral hacia la esfera de luz. Presté mayor atención al barco, y
quise ver dentro de las cabinas. Siguiendo el cordón de plata y sin
dificultad alguna para atravesar la cubierta del barco, penetré en
el interior y pude verme a mí mismo, o a mi cuerpo, tendido en la
litera. Volví mi atención a la esfera y me dije
«¡Ostras tú!, esto es el encuentro anunciado».
En un instante estuve allí. La esfera comenzó a difuminar su
luz y a transparentar dejando ver su interior y, quedé pasmado
cuando les vi. Eran tres seres muy altos, dos de ellos estaban
situados al nivel de la base de la esfera, el tercero algo más atrás
y más arriba. Este último tenía un aspecto distinto, su cuerpo era
menos denso que el de los otros dos, más luminoso. Su vestido
era una túnica que le llegaba hasta los pies y su rostro, algo
alargado, con ojos pequeños y una sonrisa apenas dibujada en
sus labios, quedaba enmarcado por una cabellera rubia que le
llegaba casi hasta los hombros.
Océano Atlántico, a bordo del Pico-Rojo. 28 de enero de 1982. Encuentro con
la unidad Comon.
Mantuve por un instante su mirada que me infundió una gran
a tu e po u sta te su ada que e u d ó u a g a
sensación de armonía y paz interior.
Como si alguien me hablase cerca de mi oído, escuché:
—¡Entrad, acercaos…, no temáis. Estáis preparados para
este contacto!
Entramos en la esfera y, aunque no puedo describirlo como
una sensación física, sentí que, al atravesar el límite de la misma,
todas mis moléculas quedaban bañadas por una fresca brisa,
muy agradable, como si hubiese pasado por un filtro limpiador.
Percibía mi nivel emocional fuertemente afectado, pero no podía
equiparar esa sensación a las emociones habituales sino que más
bien lo definiría como «vibrando a tope».
Una vez dentro de la esfera pude observar mejor a los otros
dos seres que ahora quedaban a mi altura. Sus cuerpos eran más
densos, menos luminosos, que el del otro. Iban vestidos con una
especie de monos muy ajustados que permitían ver su forma
perfecta y armoniosa. Cerrado hasta el cuello, dejaba al
descubierto sus cabezas y en el cinturón, bastante ancho, se
podía ver una hebilla con un emblema. Sus rostros, en los que
destacaban unos ojos algo más grandes y oblicuos que los de los
humanos, sin cejas y con la nariz bastante fina y afilada, se veían
coronados por un pelo corto y rubio. Unos labios finos mostraban,
también en ellos dos, una sonrisa algo más franca y abierta que
la del otro ente. Me pareció que era una sonrisa entre divertida y
burlona, contemplándonos en nuestro asombro. Supe con
certeza, que ellos estaban allí físicamente aunque nosotros
estuviésemos en astral.
—Os saludamos. Somos la unidad Comon, que ha estado
comunicando contigo desde tu llegada al Pirineo, Comon-tri, —
pude percibir claramente que quien hablaba era el ser que tenía
frente a mi y que quedaba a la izquierda.
—Comon-bi —ahora el saludo venía del ser que quedaba
frente a mí, a mi derecha.
—Comon-si —saludó el ser más elevado.
—Estamos con vosotros para confirmar vuestro proceso de
contacto, y ayudaros en vuestro camino evolutivo —el que
hablaba era Comon-si.
—Todo cuanto vamos a comunicaros, lo sabéis ya, pues
está dentro de vosotros. Nada podemos enseñaros que ya no
sepáis. Tenemos mucho que contaros, pero primero
contestaremos vuestras preguntas. Hablad indistintamente, pues
cada uno de vosotros será atendido individualmente. Aunque
vuestros caminos confluyen ahora, vuestros procesos son
distintos y la evolución es siempre individual.
Estaba impresionado, pero absolutamente sereno, nada de
todo aquello me parecía extraño, quizá por que se me había
anunciado o por que toda la situación había sido provocada por
ellos, pero nada que ver con la explosión de sentimientos y
emociones que sentí en el puerto en el primer avistamiento
concertado.
Como si me hubiese estado leyendo el pensamiento, Comon-
si me
dijo:
—La condición humana comporta fáciles alteraciones de
vuestros niveles emo-
cionales, es por ello que habéis sido atraídos en astral hasta
nuestra esfera de contacto. Eso permite mantener vuestro
equilibrio lo que facilitará vuestra comprensión y no perjudicará
vuestro cuerpo físico.
A partir de ese momento comenzó un diálogo a tres bandas,
pues indistintamente respondían a mis preguntas cada uno de los
tres seres. Alberto desapareció de mi vista, como difuminado
entre la luz, y me quedé a solas con ellos tres. La conversación
debió ser telepática, porque ellos no movían sus labios, aunque
yo oía sus respuestas como de viva voz en el exterior de mi oído.
Pronto comprendí que cada uno de ellos asumía el mismo
papel que en mis comunicados psicográficos, y respondían según
sus especialidades. A veces, a la respuesta a mis preguntas, se
añadían amplias explicaciones de temas asociados a las mismas.
Las preguntas fluían una tras otra de mi mente. Yo mismo no
sabía de dónde salían tantas y todas eran respondidas
ampliamente. Al final, realmente no se cuando, tomó la palabra
Comon-si, y me habló del proceso evolutivo del hombre en su
camino de regreso a la energía primigenia. De la necesidad de la
identificación de la Familia Cósmica. De la vibración familiar
propia a la que pertenecemos, que correspondía a uno de los
doce grupos que existían. De que resultaba imprescindible para
encontrar el camino correcto, para ir subiendo escalones en ese
ascenso evolutivo.Me explicó que en mi existencia actual como
ser humano, tenía una oportunidad de conseguir subir un escalón
pues había identificado correctamente las señales que estaba
recibiendo, y que provenían de mi propio pasado. Acabó
diciéndome:
—Jesús, no te puedo desvelar todos los pasos que deberás
dar, ya que depende de ti mismo descubrir, a cada momento,
cuál es el paso siguiente y la respuesta que darás a cada nueva
información que recibas. Existen muchas ayudas para ti que
provienen de tu guía personal, que aún no se ha desvelado.
Nuevos encuentros con seres llenos de sabiduría te darán
pautas para seguir el camino correcto. Predisponte atento y
receptivo, sin barreras, a todo lo que pronto te llegará. PAZ,
AMOR Y ARMONÍA.
Las últimas palabras provenían al unísono de los tres seres,
que con un gesto de su mano se despedían. Casi sin notar nada,
me encontré de nuevo fuera de la esfera, alejándome lentamente.
Esta, iba adquiriendo opacidad haciendo desaparecer de mi vista
su interior. Miré a mí alrededor y no vi a Alberto por ninguna
parte. Allá abajo el barco seguía navegando tranquilamente,
mientras yo me dirigía hacía él, ahora muy rápidamente, y la
esfera se difuminaba desapareciendo de mi vista.
Me levanté de golpe, con esa sensación de caída a un
profundo agujero que se me antojó el fondo abismal del océano, y
quedé sentado en mi litera. Las primeras luces del día llegaban a
través de la escotilla de estribor. Me tumbé de nuevo y cerré los
ojos, intentando rememorar todo lo vivido, temiendo perderlo en
los recovecos de mi memoria.
Capítulo quinto
Perú y el encuentro con los Iniciados .
Mi «viaje» al pasado. Previsiones del futuro

Perú, 11 de octubre de 1982 … Urubamba … Hotel de turistas

Una vez más estaban funcionando por la intuición, por esos


extraños impulsos en los que ya confiaban ciegamente. Hasta
ahora, siempre les habían conducido a conseguir todo aquello que
deseaban y, después de tantas muestras de la «magia» del viaje,
ya no ponían en duda que tenían una protección, realmente
especial, que les ayudaba en las situaciones más difíciles.
Cuando llegaron a Perú en el Pico-Rojo, atracaron en Ancón,
uno de los puertos deportivos cercano a Lima. Se trataba de un
pequeño embarcadero donde amarraban los veleros de lujo de la
gente rica de la capital. Allí, en la primera comida que hacían en
el restaurante, habían recibido la invitación del viceministro de
turismo. Esa misma tarde visitaba el barco —uno de los veleros
más grandes que habían visto nunca en ese puerto—, y
comenzaba su relación con un ministro del gobierno de Perú, cuyo
presidente era en aquel entonces el Excmo. Sr. Belaunde Terry.
Después de una jornada de confraternización informaron al
viceministro que se proponían efectuar un reportaje para una
televisión. Cuando le explicaron que pretendían reflejar las
maravillas de la naturaleza, la arqueología, la cultura y las razas
de su país, se brindó a ayudarles para que pudiesen realizar su
reportaje con las máximas facilidades. Tal fue su entusiasmo que,
al poco tiempo, les entregaba pases especiales para todas las
zonas turísticas y los Parques Nacionales. También les consiguió
permisos para que pudiesen circular libremente por todo el país.
Era la época en que Sendero Luminoso comenzaba a actuar en el
Ayacucho y departamentos limítrofes, por lo que existían zonas
de circulación restringida. Estos pases especiales incluían una
orden del ministro del Ejército y la Gobernación, para que la
Guardia Civil peruana se pusiese «a las órdenes» del portador.
Y por si fuera poco, el viceministro les consiguió alojamiento
gratuito en cualquiera de los hoteles de turistas del país. Gracias
a ello estaban alojados en el Hotel de Turistas del Valle de los
Reyes, en Urubamba, que constituía su base de trabajo, desde
donde cubrían sus reportajes de los distintos lugares de interés
de la zona. Como, Cuzco, Sacsayhuamán, Machu Pichu, la
fortaleza de Ollantaitambo, etc.
No podían estar alojados en mejores condiciones, pero esa
fuerza que les guiaba les tenía inquietos.
Quizá por eso, cuando pasaron por un pueblecito cercano
llamado Yucay, no pudieron resistir el impulso de parar en un
pequeño hostal, el Alhambra-3. Nada más entrar sintieron un gran
impacto, algo les decía que debían instalarse allí. Ante su
sorpresa, propusieron al propietario que les cediese alojamiento a
mitad de precio, argumentando que estaban alojados
gratuitamente en el Hotel de Turistas, pero que les encantaba su
hotelito. Ayudó bastante la carta del viceministro y las diferentes
recomendaciones y salvoconductos que llevaban consigo.
Finalmente la promesa de que el hostal, con su museo
arqueológico, saldría en el reportaje que estaban haciendo,
acabó con las últimas resistencias del propietario y llegaron a un
rápido acuerdo.
Esa noche, Jesús hizo una vez más sus maletas, pues al día
siguiente se trasladarían al Hostal Alhambra. Confiaba en que,
como siem- pre que sentían esos impulsos, habría un porqué que
justificaría que se trasladasen. Cuando se acostó, no podía
conciliar el sueño e intentando distraer su mente para dormirse,
recordó…

Después de la experiencia en el Atlántico, llegaron a América


atracando, contra pronóstico, en la isla de Montserrat. Resultó
chocante que hubiesen llegado precisamente allí, máxime
teniendo en cuenta que la montaña de Montserrat, situada cerca
de Barcelona en la misma región en la que ellos vivían, había sido
objeto de una muy especial investigación por su parte. Esa
montaña, mágica y misteriosa, había sido siempre punto de
numerosos avistamientos ovni. También la leyenda decía que en
Montserrat existía un mundo interior donde habitaban seres
trascendidos, la llamada Jerarquía Espiritual del Planeta. La
misma de la que hablaba la tradición oriental del mundo mítico de
Shambala. ¿No sería una clara insinuación de que no hacía falta ir
a buscar tan lejos, algo que se tenía tan cerca?
En cuanto tocaron tierra se pusieron en contacto telefónico
con sus familias, de las que no sabían nada desde su partida. Los
suyos estaban bien, pero la esposa de Alberto le comunicó que
estaba embarazada, lo que resultó motivo suficiente para que,
este, decidiese regresar inmediatamente a España. Acordaron
que viajarían los dos, a fin de resolver diversos temas que habían
quedado pendientes y visitarían a las familias de todos los
tripulantes para darles novedades y entregarles cartas
personales.
Entretanto, el barco continuaría su periplo por el Caribe y
llegaría
a Miami, su destino en Estados Unidos. Allí tenían previsto
instalar un equipo de radar y adquirir su equipo profesional de
vídeo, con un coste mucho más económico que en España. Se
habían propuesto filmar todo lo que sucediese a partir de
entonces, y hacer posteriormente un reportaje para televisión que
les ayudase a rentabilizar el viaje. Eso les permitiría además
justificar, si fuese necesario, el motivo de su viaje, o sea, la
aventura. Ultimados los planes de futuro, nuestros amigos
regresaron a España.
No fue sino hasta ese vuelo de regreso a casa cuando,
Jesús, se decidió a hablar con Alberto de la experiencia del
Atlántico. Había pensado muchas veces en lo extraño que
resultaba que ninguno de los dos hubiese comentado nada al otro
hasta ese momento y, sobre todo, porque no lo habían hecho al
día siguiente de la experiencia cuando se encontraron en cubierta.
Ahora, estaba decidido a aclarar la cuestión:
—Escucha Alberto. La noche del 28 de enero pasó algo que
no hemos comentado y en lo que estamos implicados los dos —
Jesús esperó mirando a Alberto, quien quedó callado.
—De acuerdo hablemos de ello —dijo al fin —. Pero dime,
¿qué pasó según
tú?
—Mira Alberto, necesito tener la certeza de que ambos
vivimos lo mismo, por-
que si no es así, ninguno de los dos tendremos nunca la
seguridad de que todo fue real.
—Pues mira, por tal cómo estás enfocando la cuestión,
comienzo a creer que todo fue real —dijo Alberto presionando su
brazo, para impedir que continuase hablando—. Pero espera, no
sigas, porque tienes razón. Es muy importante que los dos
estemos seguros de que hablamos de lo mismo. Tanto es así,
que solamente la necesidad de estar seguros, explicaría porque
ninguno de los dos había hablado con el otro de esto hasta
ahora.
De acuerdo, ¡toma! —Le dijo, entregándole una hoja de papel
del pequeño bloc de notas que llevaba siempre consigo—,
escribe aquí, en dos palabras, de qué se trata.
Así lo hicieron ambos y cuando terminaron se mostraron lo
que habían escrito.
En el papel de Alberto decía: viaje astral, portal de luz; y en
el de Jesús: Contacto con Comon, en la esfera. Ambos se
miraron sin decir nada. Estaban asumiendo, interiorizando, lo que
suponía para ellos todo aquello.
Al cabo, habló Alberto:
—Cuando llegaste al portal de luz, yo acababa de llegar y te
vi desconcertado.
¿Recuerdas lo que pasó?
—Por supuesto. Me dijiste que si no me había dado cuenta
de que estábamos
allí en astral.
—Exacto, fue por eso que después no tuve la seguridad de
que tú hubieses vivido la experiencia de forma consciente, y no
me atreví a hablar contigo de ello al día siguiente.
—Creo que a mí me pasó lo mismo. Cuando al día siguiente
nos encontramos en cubierta, yo iba a comentártelo, pero noté
algo raro en ti, como si no quisieras hablarme en ese momento.
Después esperé, y acabé pensando que si no hablábamos de
ello debía ser por algo que superaba nuestra comprensión.
—Por eso mismo yo no te dije nada. Mira, si «Ellos»
hubiesen querido que a alguno de los dos, a ti por ejemplo, no le
pasase a la conciencia la experiencia vivida,
¿qué hubiese ocurrido si te lo digo al día siguiente? Seguro
que hubieses pensado que yo había alucinado —aseveró con
énfasis Alberto—. Además Jesús, te confieso que hasta ahora
mismo, a pesar de haberlo vivido de forma tan real, yo mismo
no estaba bien seguro de que todo no hubiese sido más que un
sueño.
Volvieron a quedarse callados, después se miraron
comprendiendo lo profundo de su experiencia, y emocionados se
estrecharon fuertemente la mano.
Ni que decir tiene que el viaje fue una larguísima conversación
en la que ambos amigos, comentaron ampliamente todo lo
ocurrido, com- probando que su experiencia había sido común e
individual al mismo tiempo, puesto que solo estuvieron juntos al
llegar a la esfera de luz.
Alberto opinaba que habían estado en una especie de portal
dimensional y, que a través de él, habían sido, tal vez,
«transportados» a una nave o algo así. Por su parte, Jesús tenía
la impresión de que estuvieron solamente dentro de la esfera de
luz, que venía a ser, en sí misma, una nave o elemento de
contención de energías. No les quedaba ninguna duda de que si
bien ellos lo vivieron en astral, los seres extraterrestres estaban
con su propio cuerpo físico. En ambos casos había una amplia
fase del contacto en la que no podían recordar el contenido
exacto de todo lo que les habían dicho los tres seres.
Aunque parecían acordarse de los planteamientos generales,
se podría decir que tenían claro de qué iban los diferentes puntos
tratados, aunque no conseguían recordar con detalle los
contenidos. Por eso estuvieron de acuerdo los dos, en que era
evidente que en el momento adecuado accederían a esa
información que, no dudaban, estaba ya almacenada en su
memoria. Lo que quedó claramente grabado en sus mentes eran
las palabras de bienvenida y el contenido completo de las
despedidas, estas individuales, que los tres seres les dedicaron.
Ciertamente queda mucho por explicar de esa experiencia
que quizás algún día pueda ser contado más ampliamente.
Pero…, sigamos con nuestro relato.

Mientras estaban en España viendo a las familias y


resolviendo distintos problemas, el barco había continuado su
viaje, enfrentado a diversas situaciones comprometidas y alguna
experiencia muy fuerte que también se fueron resolviendo de
forma mágica y misteriosa. Aunque esta etapa del viaje del barco
fue muy interesante, no la narraremos aquí por no haberla vivido
personalmente.
Al cabo de pocas semanas, Alberto partió hacia Miami,
donde prepararía la llegada del barco y adelantaría las gestiones
de la compra de los nuevos equipos. El Pico-Rojo atracó
finalmente en Miami, y después de un tiempo de trabajos de
reparación, equipamientos y avituallamiento, partió para el
Pacífico, desde donde debería seguir su ruta hacia el sur para
desviarse posteriormente hacia las islas de Ponapé, que eran en
un principio su destino final. Cruzaron por el Canal de Panamá,
visitaron las islas Galápagos y siguieron hasta Perú.
Por una y otra razón, Jesús demoró su partida de España.
No fue hasta unos días después de que el Pico-Rojo atracase en
el puerto de Ancón, cerca de Lima, cuando se reincorporó de
nuevo al equipo el día 15 de septiembre del año 1982.
A su llegada, nuestro amigo fue recibido con gran entusiasmo
por sus compañeros, que encontraban a faltar el segundo pilar
básico de la expedición. No en vano Alberto y él eran el alma del
proyecto, los que habían planeado el viaje y financiado el mismo.
Una amplia serie de «señales» y, una vez más su intuición, les
habían hecho pensar que aunque en principio no era más que un
punto de parada, probablemente, Perú sería la etapa más
importante de su viaje. Así, decidieron equiparse para una larga
estancia en el país por lo que Jesús había comprado en Andorra,
el pequeño país situado en plena cordillera de los Pirineos, un
completísimo equipo de acampada. Ropas y botas de alta
montaña, tiendas térmicas, mochilas especiales, equipos de
espeleología, etc.
El grupo había sufrido cambios pues en Miami dos de los
tripulantes, Manuel y Pepe, el «doc», abandonaron la expedición
y regresaron a España.
Jan, un buen amigo de Franc, fotógrafo profesional y
reportero, se incorporó como nuevo miembro del grupo. Era un
tipo serio y callado, pero que cumplía y colaboraba sin crear
nunca problemas y que en poco tiempo consiguió un gran nivel de
confianza y camaradería con todos.
Alberto, se había traído de España a su familia ya que su
esposa, a raíz de su embarazo, no quería estar separada de su
marido. Alquilaron un apartamento en el pueblecito de Ancón, en
el que se acomodaban como podían todos ellos.
Los días transcurrían entre el pueblo y Lima, la capital, donde
estaban haciendo los contactos necesarios para el viaje por todo
el país. La cantidad de «casualidades» y reacciones oportunas
de las personas con las que conectaban, como las facilidades
obtenidas del viceministro, le recordaban la experiencia de «los
milagros» que vivió con su familia a su llegada a los Pirineos.
Andaban buscando donde poder comprar o alquilar dos
vehículos todo terreno para contar con transporte adecuado.
Pararon en una gasolinera para preguntar la dirección que
buscaban, y al lado había un pequeño taller de reparación de
automóviles, con un letrero recién pintado en la puerta, donde
ponía: « Nuevo en Perú - LADA NIVA - Todoterreno» . Sus primeras
conversaciones les condujeron a una entrevista con el importador
general para Sudamérica, que era una importante empresa de
Panamá. Este, se mostró entusiasmado con la oportunidad que
suponía para la marca tener reportajes de los Lada Niva
recorriendo todo Perú, pasando por desiertos, alta montaña,
selvas, etc. Después de una corta negociación, la empresa
importadora «regaló» al equipo Pico-Rojo, dos vehículos
equipados para las necesidades de la expedición. Bastó la
promesa de que al final de la misma, se les entregaría un
reportaje que podrían utilizar libremente para su publicidad.
Gracias a las relaciones con el viceministro de Turismo
conectaron también con el Canal Cinco de televisión, quienes se
mostraron muy interesados en la compra de la serie televisiva que
pretendían hacer. Acordaron también que durante su viaje
actuarían como reporteros de la cadena e irían enviando
reportajes puntuales para sus noticieros. En compensación les
cederían las instalaciones de Canal 5 para que pudiesen montar
las filmaciones de los coches y la serie televisiva.
¡Increíble, ¿no?¡…, pues así fueron consiguiendo todo aquello
que se proponían y que les era necesario para poder seguir
adelante con su proyecto. Desde luego una gran cantidad de
material fotográfico que les regaló la casa Kodak, formada por
bastantes carretes de fotos y cintas de vídeo profesional, ¡con
una única contrapartida!: aparecer en los créditos de la futura
serie.
Desprendían tal seguridad, que todo el mundo creía en ellos,
en su profesionalidad y seriedad, y confiaban en que realmente
harían el reportaje que les proponían y cumplirían los acuerdos
alcanzados.
Finalmente, el 1 de octubre de 1982 partieron con los dos
Lada Niva super equipados y señalados con el emblema del
equipo Pico-Rojo pintado, baterías extras, depósitos de
combustible ampliados, grandes portaequipajes en el techo,
winches de arrastre con cable extra largo, faros añadidos, etc.
Sin olvidar los salvoconductos y cartas de recomendación, mapas
especiales de carreteras y caminos de todo el país, que les
proporcionó el ejército y todo su equipaje de acampada e
investigación. También llevaban avituallamiento más que
suficiente, para largos periodos sin contar con suministros.
Su primera parada fue en Paracas, donde se alojaron en el
instituto que dirigía el doctor don Felipe Benavides, naturalista
famoso por haber sido quien salvó de la extinción a la vicuña, el
camélido que posee la lana más fina del mundo. Allí visitaron el
famoso Candelabro de Paracas, los arrecifes, y las islas.
Subieron a la Pampa Galera, donde visitaron y filmaron la
Reserva Nacional de Vicuñas. Allí, cubrieron un reportaje de
actualidad para Canal 5 TV, pues un grupo de furtivos con
helicópteros habían asaltado el parque matando y llevándose
varias de ellas.
Pasaron por Nazca, con sus extraordinarias líneas y figuras
en la arena del desierto; después llegaron hasta Cuzco,
contemplado las misteriosas murallas de Sacsayhuamán y
poblados adyacentes. Todo increíble y maravilloso, con vivencias
personales y colectivas inenarrables, que fueron creando una
gran unión y compañerismo entre todo el grupo.
Así iba todo, cuando llegaron finalmente al Valle de los
Reyes, a Urubamba, y se instalaron en el Hotel de Turistas,
donde recordaron todo lo acontecido hasta entonces.

Perú, 12 de octubre de 1982 … Yucay, en el valle de los reyes … Hostal


Alhambra-3

El Hostal Alhambra-3 era un edificio de estilo andaluz, con un


gran patio interior que tenía una majestuosa Magnolia en el
centro. Rodeaba el patio un magnífico porche de arcadas a
través del cual se accedía a la recepción, a los salones y a
diversas dependencias como un pequeño museo arqueológico
muy interesante. Tenía solamente un piso, también con un porche
por el que se accedía a las habitaciones que miraban asimismo al
patio central. Un lugar no muy grande pero infinitamente más
tranquilo que el Hotel de Turistas donde se alojaban antes. Su
aspecto y decoración clásicos hacían la estancia muy agradable y
acogedora.
Se habían instalado por la mañana, repartidos en tres
habitaciones. Luego fueron a Cuzco para realizar diversas
gestiones. Se trataba de investigar en la zona de las murallas de
Sacsayhuamán, en un poblado inca lleno de cuevas. Esperaban
encontrar una entrada, alguna conexión con el mundo interior, que
pudiese conducirles hasta los grandes túneles que, según decían
las leyendas, cruzaban todo el Perú y conectaban aquella ciudad
con el resto del imperio Inca. ¿Fantasía, realidad?, quien lo
sabía. Sin embargo, esta cuestión, como ya mencionamos
anteriormente, era de las que más le interesaban. Desde su
búsqueda a través de diversas escuelas esotéricas, había sentido
gran interés por la posibilidad de conectar con mundos ocultos
donde, según esas escuelas, residían los seres más
evolucionados del planeta: los Maestros Transcendidos, aquellos
que poseían el «conocimiento» y la sabiduría.
También interesaban enormemente a Alberto algunas
leyendas, como las que hablaban del mundo oculto de Shambala.
En Perú, aunque situados al otro lado del planeta, muy lejos de
los himalayas, donde se suponía que estaba el mítico reino,
también conocido como Shangri-la, esperaban encontrar
información de los mundos secretos y ocultos de las culturas
incas y aztecas.
Terminada la jornada, durante el breve trayecto hacia el que
sería por un tiempo su nuevo domicilio, comentaron entre ellos
que algo había quedado pendiente en ese día como si aún faltase
por ocurrir algo importante.
Al llegar al hostal coincidieron con un grupo de extraños
personajes que estaban entrando. Iban todos vestidos de blanco,
con ropas amplias y gorros en la cabeza. Aunque de rasgos
europeos, su aspecto no permitía discernir con exactitud su
nacionalidad. La mayoría eran hombres aunque, entre ellos, había
alguna mujer. Jesús percibió inmediatamente una gran fuerza,
como una fuente de energía que indicaba la presencia entre ellos
de un ser muy evolucionado y poderoso. Sintió que era necesario
establecer contacto y conocer a ese maestro o mago que
irradiaba tan alto nivel de vibración. Realmente resultaban
espectaculares, caminaban en silencio y desprendían una
sensación de gran paz y armonía. Se notaba en el ambiente, que
algo estaba pasando. Jesús intuía que se habían encontrado con
el motivo de su traslado al hostal Alhambra-3.
Entraron a cenar, era su primera comida en el nuevo
alojamiento. El marco era increíble. La sala, con una decoración
medieval, un hogar encendido en el centro y sin otras luces que
los candelabros con velas en las mesas, creaba un ambiente
extraordinariamente cálido y con un cierto aire mágico. No había
duda de que el entorno resultaba muy adecuado para la ocasión.
Alberto y Jesús habían decidido que era necesario que su grupo
vistiese también con un color identificativo y, buscando entre sus
ropas, acabaron vistiendo todos alguna prenda de color rojo.
Los de los atuendos blancos estaban ya sentados y habían
empezado a cenar. Ambos grupos se miraron, ellos eran nueve,
seis hombres y tres mujeres. Saludaron y se pusieron a comer en
silencio y recogimiento. Una mujer de edad indefinida, cuyo rostro
denotaba autoridad y sabiduría, presidía su mesa. Con una suave
sonrisa, pero con una expresión muy firme, la mujer les miró
directamente. Al instante, una corriente energética fortísima se
estableció entre ambos grupos, se podía notar en el ambiente.
Resultaba evidente que esa mujer era el maestro que había
percibido. Se observaron mutuamente durante toda la cena.
Terminaron casi al mismo tiempo y enseguida el grupo de los
blancos salió del salón. Al pasar por su lado, la maestra les
saludó con las manos en posición de oración.
Una fuerte impresión les embargó en ese momento.
Comentaron entre todos que era necesario conocerlos, por lo que
enviaron al camarero a invitarles a tomar un té. Ellos aceptaron la
invitación y al poco rato llegaron. La maestra tomó
inmediatamente la iniciativa y sin saber por qué, invitó,
precisamente a Alberto y a Jesús a sentarse junto a ella, uno a
cada lado. Después distribuyó a todos los demás mezclando a la
gente de su grupo con la de nuestros amigos.
Eran de una pequeña región del norte de Europa y
pertenecían a una escuela esotérica, desconocida para ellos,
denominada Hermandad Monástica de Románia. Explicaron que
hace un año y medio recorrían el mundo buscando algunos
lugares especialmente energéticos del planeta, como los puntos
de acupuntura en el cuerpo. Habían pasado ya por Suecia,
Inglaterra, Noruega, Irlanda, Escocia, Austria, habían saltado a
Israel y Jordania y después a California, México, tres sitios más
de América Central (que no recordó al escribir su diario), y ahora
estaban en Perú. Kiné, la maestra, era una clarividente
extraordinaria, con visión permanente del pasado y del futuro. Los
del equipo Pico-Rojo explicaron ampliamente su proyecto, y el
viaje realizado hasta ese momento. Según la maestra, cuando se
encontraron en la entrada del hotel, les reconoció como parte de
su familia cósmica, y les aseguró que su encuentro no era casual
sino parte del destino. La conversación era increíble, Kiné miraba
a cualquiera de ellos y al momento le hablaba de su pasado. Los
aciertos eran totales.
La conversación se alargó mucho y, por fin, ambos grupos se
retiraron concluyendo que el encuentro era necesario y
complementario para ambos grupos.
Los días siguientes fueron apasionantes. Mantuvieron
continuas reuniones con los «monásticos». El trasvase de
informaciones era constante, y las explicaciones que la maestra
les daba, extraordinarias. Se establecieron fructíferas relaciones,
fruto de las simpatías naturales, que cada uno fue definiendo
poco a poco. La maestra fue dando explicaciones a cada uno a
nivel individual. A Alberto le dio pautas para su búsqueda y
aclaraciones en muchas de sus dudas. También se habló
ampliamente de los dos grupos. Aunque Kiné le prestaba especial
atención, y hablaba mucho con Jesús, apenas le daba
informaciones acerca de su pasado o de su futuro. Sin embargo,
él sabía que debía recibir de la maestra algo muy especial que no
acababa de llegar.
Pero expliquemos algo más de todo lo que el grupo de «los
monásticos» y sobretodo su líder compartieron con nuestros
amigos.
La Hermandad Monástica de Románia es una escuela
esotérica muy poco conocida, pues no realiza actividades
públicas ni de proselitismo clásico como otras escuelas. Sus
alumnos se reparten por todo el mundo, aunque mayoritariamente
por Europa. Durante un periodo de doce años, cada uno de ellos
va recibiendo información y pautas para su estudio y preparación
personal. Su formación incluía conocimientos técnicos, filosóficos
y metafísicos. En el grupo de Kiné había médicos, ingenieros,
arquitectos, abogados, etc. Y también especialistas en curación
por magnetismo, naturopatía, spinología, astrología. Dominaban
diversas artes adivinatorias, practicaban la magia y algunas artes
marciales (karate y aikido), yoga, etc. Se les orientaba en lo que
debía ser su alimentación, por supuesto vegetariana y, con todo
ello, se iban preparando para la llegada, al final del periodo de
doce años, de un maestro/a, que les citaba y agrupaba para una
selección final. Este o esta, escogía a un grupo reducido, de doce
como máximo, que deberían dejar todo en sus vidas, familia,
trabajo, posesiones personales, etc., para emprender un viaje por
todo el planeta tierra. Deberían guiarse por su intuición y por las
señales que irían recibiendo, a fin de localizar los puntos
energéticos por los que transcurriría su viaje hasta su destino
final, un lugar en el que tendrían la posibilidad, los que hubiesen
llegado allí, de
«trascender», y escalar un peldaño en el camino de evolución
del ser humano en su regreso al origen.
A partir de su encuentro con la maestra, y fundamentalmente
a tra- vés de la alimentación, entraban en un proceso de
regeneración celular, acompañado de toda una serie de
tratamientos físicos y de reequilibrio energético que les
preparaban para un rejuvenecimiento que, según ellos, era
necesario para alcanzar el momento de su trascendencia en
perfectas condiciones para la transmutación física y el cambio de
nivel.
Para que fuera posible, la maestra, mediante su permanente
facultad de visión del astral, «ajustaba» continuamente sus niveles
de frecuencia y vibración para propiciar la regeneración celular.
¡Asombroso!, ¿no? Ciertamente, pero resultaba menos
increíble cuando se observaba su aspecto físico. Todos parecían
jóvenes de entre veinte y treinta años como máximo, salvo una de
las mujeres que aparentaba algo más y de la maestra Kiné, a la
que resultaba imposible adjudicarle edad. Efectivamente, aunque
la expresión de su cara reflejaba venerabilidad y su mirada una
sabiduría solo alcanzable con la experiencia del paso del tiempo,
su rostro se veía terso y joven. En una ocasión al inquirir su
nacionalidad, ella le contestó que no tenía un lugar de origen,
puesto que siempre había existido. Después le preguntó si había
comprendido, con una sonrisa enigmática en los labios.
Como ya hemos dicho, en el grupo de los blancos entre
muchas otras carreras y especialidades varios de ellos contaban
con titulación de naturopatía y spinología (corrección y
desbloqueo de columna vertebral). Por allí donde pasaban
practicaban estas especialidades sin aceptar dinero a cambio,
sino solo intercambio de productos de alimentación, intendencia,
ropas, etc. También impartían cursos para expandir sus
conocimientos, por los que cobraban cantidades muy módicas e
incluyendo siempre un mínimo de un 10 % de alumnos sin cobrar.
Sus ingresos procedían de la acumulación del valor de las
propiedades y ahorros de cada uno de los miembros del grupo.
Lo habían aportado todo a una cuenta bancaria común, de cuyo
capital y rendimiento económico se nutrían. Se suponía que si
todo funcionaba correctamente, estos recursos durarían lo
suficiente para que el grupo alcanzase sin problemas su meta
final.
En los días siguientes, los blancos ofrecieron al grupo Pico-
Rojo
tratamiento spinológico y diariamente se hacía desbloqueo de
columna a todos. Según la maestra era fundamental que la
columna estuviese libre de los pequeños bloqueos que el esfuerzo
físico y mental provocan constantemente. Algo imprescindible, a
fin de que la información circulase a través del sistema nervioso
hasta el cerebro y éste recibiese los datos correctamente para
corregir los desequilibrios y conseguir la autosanación de todo el
cuerpo. También contaron con indicaciones acerca de la
alimentación. De la mucha información recibida de Kiné se
podrían destacar varias cosas.
Los dos grupos eran iguales, con caminos paralelos que se
separaban y se unían en diferentes épocas y tiempos. Ahora, se
habían encontrado para entregarse mutua información, y un día
se encontrarían todos en Shambala (otra vez el nombre mágico).
También explicó que ellos estaban haciendo un camino que
conducía, si sabían seguirlo correctamente, al mítico reino, el
mundo en el que habitan los Maestros Trascendidos. Según ella,
el grupo Pico-Rojo tenía el mismo objetivo. Todos debían confiar
en su Lord, el ser superior que les guiaba en su empeño. Este
«Señor» se valía de muchos y diversos medios para contactar
con sus protegidos. En ocasiones se manifestaba a través de
seres extraterrestres—con los que Kiné aseguró estar en
contacto—, como ocurría, según ella, con alguno de los
componentes de ambos grupos. Todo esto causó un gran impacto
a Jesús y comprendió que aquella mujer era uno de los
«contactados» o maestros, que le habían anunciado que se
encontraría en su camino en medio del Atlántico.
Prosiguió la maestra: cada uno era un reflejo de su Lord, una
prolongación del mismo y debían ser como emisoras perfectas
para poder recibir sin interferencias su comunicación. Para
conseguirlo era necesario ajustar los biorritmos personales y
frecuencia vibracional a la del ser superior. A través de la
alimentación, aportando al organismo diversos minerales que
influían directamente sobre el nivel celular; con trabajos de
meditación, para aumentar el nivel de vibración mental; así como
con ejercicios físicos entre los que recomendó los movimientos de
Chi Kung por sus conocidos beneficios terapéuticos y de
reequilibrio de los diversos canales energéticos del ser humano.
También les habló de la importancia de los colores que les
rodeaban en su vida, sobre todo los de sus vestidos.
El color rojo, con el que su grupo se identificaba (en
referencia al color que todos llevaban cuando se encontraron por
primera vez), era el adecuado para ellos en ese momento,
porque es el color que activa la energía y ayuda a proyectarla
hacia fuera. También, el símbolo de la energía que les identificaba
con su familia cósmica, era la Flor de Lis. Les diseñó incluso su
estilo de vestir con todo detalle.
Después de todo esto, Jesús habló con ella en privado y le
dibujó aquel símbolo, el mismo que pudo distinguir en el cinturón
de los trajes de Comon-tri y Comon-bi.

Kiné lo miró con una expresión de emoción y le dijo que en el


ámbito extraterrestre este es el símbolo de la casa de David. El
emblema identificaba el origen y el nivel al que pertenecía quien lo
llevaba. Al escribirle el nombre de Arhimo, le dijo que se trataba
de un ser muy evolucionado de su familia cósmica, un
extraterrestre de 5.ª dimensión.
En ese momento, y sin que aparentemente viniese a cuento,
ella le dio un abrazo cariñoso, y con un cierto sentido de
complicidad. Por primera vez habló con él en un tono más íntimo y
le dijo que, en una vida anterior, junto con Tim, uno de los
monásticos, había sido discípulo de Merlín. Tim era un chico
bastante callado e introvertido que emanaba una gran calma y
serenidad, quizás con el que más identificado se había sentido
hasta entonces. Ahora comprendía por qué.
La Maestra actuaba en cada momento atendiendo a sus
percepciones respecto a lo que era más conveniente hacer,
indicando la actividad a realizar, qué comer o beber, etc. Por
supuesto que los monásticos acataban sus órdenes o consejos
sin dudas, pero a nuestros amigos esto les creaba una cierta
incomodidad. La cuestión, por constante y reiterativa, llegó a
crear una cierta tensión entre los dos grupos.
Además, esto se agravó por la disputa del liderazgo que se
produjo entre Alberto y ella. Él, que siempre había ocupado el
papel de cabeza del grupo, se sentía afectado por el gran
atractivo y fascinación que Kiné ejercía sobre todo el mundo. Así
que llegó a temer que alguno de los miembros del equipo Pico-
Rojo, acabase marchándose con el grupo de los monásticos. Con
o sin fundamento su ego le impulsó a evidenciar su anterior
liderazgo ante la maestra, quien comprendiendo perfectamente la
situación, y la inutilidad de cualquier disputa en este sentido. Así
que reconoció ante todo el mundo que Alberto era un gran líder, y
dio por zanjada la cuestión.
A Jesús le sentó muy mal todo esto, y temió que por ello, no
pudieran aprovechar la gran oportunidad de aprender con un ser
tan especial y evolucionado como la Maestra.
Ella siguió en su línea habitual, y un buen día les dijo que a la
mañana siguiente tenían que hacer todos juntos una excursión a
la montaña.

17 de octubre de 1982 … Yucay … Hostal Alhambra-3 Excursión con los


monásticos (Jesús)

«Estaba en un sótano. Era una sala muy grande, pero sin


ventanas. Tampoco se veía respiradero alguno, por lo que no era
de extrañar que el ambiente estuviese tan enrarecido y cargado
de humo. Solo unas antorchas, sujetas en unos soportes de la
pared, iluminaban la estancia. Muchos estantes llenos de libros de
todos los tamaños cubrían la mayor parte de las paredes. En la
gran mesa situada en el centro, varios artilugios con cubetas y
tuberías de cristal ocupaban la mayor parte de su superficie.
Debajo de varios alambiques, el fuego mantenía hirviendo el
líquido contenido en su interior. Sentado en un taburete y apoyado
sobre la mesa, un hombre joven estaba leyendo un pergamino.
Me dirigí a él, y le zarandeé por los hombros al tiempo que le
gritaba algo. Entonces me di cuenta de que no podía oír nada de
lo que yo mismo decía, ni mucho menos de lo que el hombre me
contestaba. En ese momento los dos nos volvimos debido a que
sonó un gran ruido que yo no podía oír, pero que se produjo en la
puerta que estaba en lo alto de la escalera, que se abrió
golpeando contra la pared. Aunque seguía sin oír nada, veía toda
la escena perfectamente. Era como estar viviendo una película
muda en primera persona. Un imponente personaje, con luengas
barbas blancas, y un largo bastón en la mano, bajaba
rápidamente saltando los peldaños de dos en dos. Estaba furioso
y gritaba con palabras muy duras que herían profundamente
nuestros sentimientos, aunque yo no podía oírlas. Del extremo del
bastón del Mago, salió un rayo que rompió uno de los alambiques
de la mesa del que comenzó a brotar un humo espeso y amarillo.
El Mago seguía gritando y el humo no me dejaba respirar, me
estaba ahogando..., ahogando y grite —¡Merlín, no!, ¡esperad
Maestro!..., os lo puedo explicar todo…, ¡auhg¡!»..., y me
desperté dando un salto en la cama, sujetándome el cuello donde
aún sentía la sensación de ahogo.
Me sosegué respirando profundamente, a fin de recuperar el
aire que me estaba faltando en los pulmones. ¿Qué había sido
aquello? Desde luego no tenía nada que ver con un sueño normal.
Me levanté y fui al baño a refrescarme la cara. En las otras dos
camas Franc y Santi dormían algo inquietos. Miré el reloj, eran
las 6 de la mañana. Me tumbé hasta que sonó el despertador. La
tarde anterior Kiné me había dicho que en una de mis vidas
anteriores yo había conocido a Merlín. Quizás por esto había
«soñado» con él. Aunque tal como ya os he dicho, eso no me
había parecido un sueño. Acepté que no era más que otra de las
cosas extrañas que me estaban pasando esos días. Pronto olvidé
el asunto pues, cuando nos levantamos a las siete, todos nos
pusimos a hacer los preparativos: un pequeño equipaje para la
excursión a la montaña que nos había propuesto la Maestra. Eran
las ocho cuando pasábamos por la cocina del hostal. Le
habíamos pedido al conserje que nos preparase unos bocadillos y
un poco de fruta para la excursión ya que comeríamos en la
montaña.
Partimos nosotros en los Lada, y ellos en su furgoneta
Volkswagen y en el turismo. Pronto llegamos hasta el punto
donde el camino transitable terminaba. A partir de aquí debíamos
seguir a pie. Cargamos las mochilas. Los monásticos como
siempre vestían sus ropas anchas, todas de color blanco o crudo,
la mayoría de ellos con sombreros o turbantes. Su estética me
parecía impresionante, equilibrada, elegante y muy armoniosa.
Era algo que desde el primer día que les conocí me infundió sana
envidia. Yo nunca había sabido combinar mi vestimenta de forma
que resultase elegante y armoniosa.
Como hacíamos siempre, nos mezclamos los dos grupos y
emprendimos la marcha. Me acerqué a Kiné y le pregunté si
teníamos que caminar mucho, y me contestó que nunca había
estado allí y que sabría a dónde íbamos cuando ya hubiésemos
llegado. Como siempre se guiaba por su «visión». No pregunté
más y busqué a Tim para caminar junto a él y le expliqué el
«sueño» que había tenido esa noche. Escuchó atentamente todo
el relato y al finalizar me dijo:
—Tú no sabes todavía nuestra historia con Merlín, ¿verdad
Jesús? —le miré asombrado.
—Pues no. No sé a qué te refieres Tim, solo sé que Kiné me
dijo que tu y yo habíamos vivido en la época de Merlín.
—Será mejor que se lo expliques todo a la Maestra. Nos
acercamos a ella y le dije:
—Kiné, creo que esta noche he soñado con Merlín, ...
—¡Cómo puedes decir que has soñado con Merlín! —
respondió— ¡Tú no has soñado con Merlín¡ !Esta noche, tú has
estado con Merlín, junto con Tim —me interrumpió con un tono
de reprimenda.
—Bueno Maestra, desde luego no era un sueño normal,
¿pero?...
—Despierta. ¡Ahora! —me dijo golpeando con su dedo índice
en mi frente—, pues todavía estás dormido y no comprendes.
Deja aposentar todo lo vivido en tu mente para que no te
bloqueé y puedas recuperar la experiencia de lo que esta noche
has revivido con Tim, pues os ha sido revelado el gran error que
ambos cometisteis en esa vida y por qué moristeis.
Me quedé mudo, mientras Kiné continuó explicándome todo el
sueño que yo había vivido en off. Detalle por detalle, con la
explicación de todo lo ocurrido y la razón del enfado de Merlín.
¡Increíble! Conocía todo «mi sueño», y mucho más acerca
del mismo. De pronto acabó su explicación y nos dejó, agarrando
por el brazo a Santi que en ese momento pasaba por su lado.
Estuvimos caminando mucho rato, el sendero era bastante
abrupto, y a ratos tenía fuertes repechos. Por fin llegamos a un
llano. Un verde prado se extendía ante nuestros ojos. Al fondo un
corte en la montaña dejaba ver una peña por la que caía una
pequeña cascada. Un estanque arremansaba el agua que corría
serpenteando por el llano, hasta que se perdía precipitándose
nuevamente torrente abajo. Kiné dijo que ese era el lugar al que
debíamos llegar. Paramos y descargamos las mochilas. El lugar
era fantástico, con un paisaje lleno de belleza y quietud. Comimos
todos juntos alrededor de un fuego que hicimos en el centro del
prado. Al terminar, uno de los monásticos preguntó a la Maestra
que podíamos hacer, y ella dijo que debíamos ponernos a dormir
todos. ¡Cómo!, ¿ponernos a dormir?
Esta es una de esas cosas que la Maestra determinaba,
relacionada con la recuperación energética celular y con el nivel
astral del lugar o por..., no sé qué más. Por supuesto que los
monásticos acataron aquella indicación, y se dispusieron a buscar
un lugar cómodo para tenderse a dormir. Nosotros nos miramos y
convinimos que cada uno hiciese lo que quisiera. Mientras Alberto
y Jan se alejaban paseando para inspeccionar la zona, los demás
buscamos sitio y nos dispusimos a dormir o a intentarlo. Pensé
que en ese momento me sería imposible, pero quizás por la
caminata, o por no sé qué extraña sensación de relajación, me
quedé dormido enseguida.
Me desperté al oír movimiento a mí alrededor, miré mi reloj y
habíamos dormido casi una hora. Kiné nos pidió que nos
pusiésemos todos en círculo estableciendo nuestras posiciones.
Me di cuenta que había colocado a las mujeres repartidas
perfectamente entre los hombres. Una vez sentados en posición
de loto, bien juntos, de forma que nuestras rodillas se tocaban
con los vecinos, nos pidió que nos diésemos las manos.
Al momento noté un fuerte calor claramente superior al
normal en la palma de mi mano izquierda. Entonces la Maestra
ordenó a dos de sus hombres que cambiasen de sitio. Volvimos a
cogernos las manos según nos indicó, con la palma de la mano
izquierda hacía arriba, la derecha hacia abajo (la derecha da la
energía, la izquierda la recibe). De nuevo noté el calor, ahora en
las dos manos y enseguida fluyó la energía, como un chorro,
circulando de izquierda a derecha. Seguimos recibiendo
indicaciones de Kiné.
Respiramos profundamente siete veces con los ojos
cerrados, reteniendo el aire al inspirar y al final de la espiración.
Una relajación inducida con imágenes del paisaje y la cascada
que teníamos alrededor, nos llevó a una situación de aislamiento
sensorial del mundo exterior. La energía que circulaba cada vez
con más intensidad por nuestras manos, se fue repartiendo
equilibradamente entre todo el grupo. Ahora, sin abrir los ojos, la
Maestra nos pidió que nos soltásemos las manos y pasásemos
nuestros brazos alrededor de los hombros de nuestros vecinos.
Así, quedamos entrelazados todos con nuestras manos tocando,
en el cuello de nuestro vecino, la mano del compañero sentado un
sitio más allá. Después estuvimos en silencio durante un rato
hasta que, sin mediar palabra, nuestra guía empezó a mantralizar
el aum, con una pronunciación muy profunda y muy larga. Los
monásticos comenzaron a mantralizar también, cada uno a su
aire, comenzando y acabando el mantra según su propio fuelle
pulmonar y repitiéndolo una y otra vez. Yo hice lo mismo y todos
mis compañeros se fueron añadiendo. Al principio se notaba una
cierta desarmonía pero lentamente el canto del aum fue
armonizándose. Al poco, la resonancia de los de los demás
repercutía tremendamente en el interior de mi pecho,
produciéndose una vibración que fue «in crescendo».
Comencé a notar que la vibración alcanzaba niveles más y
más pro-
fundos dentro de mí. Hasta que me pareció detectar que
llegaba a todas y cada una de mis células. Deje de percibir, no
solamente mi entorno, sino además, a los compañeros a los que
estaba unido por la cadena humana que habíamos formado.
Repetía el aaaaaaaaaoouuuuuummmmmmmmm, una y otra vez.
Perú, 17 de octubre de 1982, Yucay, con Kine y los monásticos.
Experiencia en la montaña.
No sé cuánto rato duró aquello, pero de pronto, todos
terminamos con un fuerte aum que se detuvo, ¡al mismo tiempo!
¿Cómo podía ser? Sin habernos puesto de acuerdo acabar todos
al unísono. Quedamos en silencio. Fui tomando conciencia de mi
propio cuerpo, me sentía como flotando en el aire. Me dije
«Jesús tío, menuda relajación, parece que estés flotando de
verdad». Era tan fuerte la sensación que entreabrí los ojos y me
vi «levitando», ligeramente suspendido en el aire.
No me atrevía a mirar abiertamente a mi alrededor, por temor
a romper la magia del momento, pero por el rabillo del ojo vi que
Kiné estaba también flotando en el aire. Era una especie de
levitación parcial, con nuestros cuerpos algo suspendidos aunque
con los pies, colgantes, tocando en el suelo. Cerré los ojos, ¡no
me lo podía creer! Procuré no romper la concentración. Sentí
como lentamente desaparecía la sensación de estar flotando, y
noté mi cuerpo asentándose de nuevo sobre mis piernas.
Seguimos en silencio, entrando en meditación profunda. Al cabo
de un rato pude notar el movimiento de Kiné y comprendí que era
el final.
Todos fuimos realizando respiraciones profundas a la vez que
nos íbamos soltando de nuestros compañeros. Siguiendo las
indicaciones de nuestra guía todos abrimos los ojos. Observé a
los demás y vi que todos estaban resplandecientes, mostrando
expresiones de bienestar y relajación. Se percibía una sensación
de alegría y parecían iluminados. Todos quedamos en silencio
durante un buen rato, sin que nadie se moviese ni se atreviese a
romper el encanto de aquella situación. No sé si todos vivimos de
igual modo aquella experiencia, ni si todos levitamos parcialmente
pero, viendo las expresiones de bienestar y armonía de mis
compañeros, no cabía duda que aquella había sido una
experiencia extraordinaria y gratificante. Notaba agudizados todos
mis sentidos. El paisaje era más nítido y los colores mucho más
vivos que antes del ejercicio. Mi vista alcanzaba más lejos sin
perder detalles. Todo aquello me recordaba la experiencia vivida
en Surrio con Narvick y el pino.
Aunque en esta ocasión percibía un aumento de mi propia
vibración, que alcanzaba hasta el nivel más profundo de mis
células y que se mantuvo por mucho tiempo, hasta cuando llegué
a mi habitación del hostal al final del día. Una nueva jornada
memorable, una más, de las que estábamos viviendo con Kiné y
los monásticos.
En los siguientes días, ambos grupos estuvieron ocupados en
sus quehaceres habituales. Nuestros amigos del equipo Pico-Rojo
visitaron Machu Pichu, donde estuvieron dos días filmando la
impresionante ciudad inca. No hablaremos aquí de las
características telúricas y energéticas del lugar, harto conocidas,
pero sí diremos que en determinados lugares de la misteriosa
fortaleza-población incaica, pudieron experimentar fuertes
sensaciones, como sucedió en el trono del inca, donde Jesús
realizó una meditación a la puesta del sol, percibiendo plenamente
la tremenda energía del lugar.
Todos se sentían con más fuerza y energía después de la
experiencia en la montaña, y estaban ansiosos por regresar a
Yucay para tener los últimos encuentros con Kiné y los
monásticos.
El equipo Pico-Rojo debía seguir su periplo por el país, y se
acababan los plazos que habían establecido para aquel viaje.
Además, Alberto, desde su posición egoica, planteaba a todos
que el encuentro con los monásticos ya había dado cuanto podía,
y que ya no les aportaría nada más. También que el sistema de
aquel grupo, un tanto sectario, con su dependencia e
imposiciones de Kiné, no acababa de gustarle, etc.
En realidad, su preocupación era perder su papel
preponderante, y su influencia ante todos sus compañeros. En
oposición a esta actitud, Jesús mantenía que aún había mucho
que aprender de los monásticos, y especialmente de la Maestra.
Además creía que no había problema para aplazar unos días
más su partida de la zona del Valle de los Reyes. Sin embargo no
quería romper la unión de su grupo y decidió mantenerse
prudente en todo este asunto quedando a la expectativa de los
acontecimientos.
Regresaron al hostal Alhambra, y esa noche se reunieron de
nuevo con los monásticos. Hacía ya varios días que Kiné había
sugerido que fuese Jesús quien hablase en nombre del equipo
Pico-Rojo y aseguraba que, cuando lo hacía, incluso en
castellano, lo comprendían perfectamente. Quizás, pensaba, esto
era porque se esforzaba para expresarse adaptándose siempre
al interlocutor. En el caso de los monásticos, utilizando las frases
adecuadas para alguien que domina poco el idioma. Aunque Kiné
decía que ello era debido a que poseía una vibración muy
adecuada para la comunicación y una especial conexión a nivel
astral con ellos. Sea como fuere, tuvo que ser él quien plantease
las dudas que Alberto tenía respecto a la forma de actuar de la
líder y de la dinámica de su grupo.
Los monásticos, por supuesto, defendieron apasionadamente
a su Maestra asegurando que, después del tiempo que llevaban
juntos, Kiné había demostrado sobradamente su infalibilidad.
Ella contemplaba la discusión desde una cierta distancia, sin
intervenir. Su mirada se dirigió primero a Alberto, quien también
estaba callado y manteniéndose al margen de la discusión,
después se dirigió a Jesús, quien comprendió lo absurdo de la
situación. Por eso dio por zanjada la cuestión y cambió el tono de
la conversación destacando la importancia del encuentro de los
dos grupos, en el que habían compartido sus experiencias e
información tal como había dicho la maestra. Pero ahora debían
seguir de nuevo su propio camino. Kiné habló por fin y dijo que en
esta ocasión los dos grupos habían cruzado sus caminos, que
hasta ahora habían sido siempre paralelos, y se habían
transferido experiencia de vidas pasadas, lo que era muy
importante para el progreso y evolución individual de cada uno.
Retomada la calma, y anunciada la partida del Equipo Pico-
Rojo al día siguiente, Kiné se ofreció para contestar las preguntas
que cada uno quisiera hacerle en el ámbito personal. Quizá por la
tensión que había existido o por la posición de Alberto, nadie pidió
entrevistarse con la Maestra. Sin embargo Jesús esperó a que
terminase la reunión, y al despedirse le dijo a Kiné que él, si tenía
todavía un montón de preguntas que hacer. La Maestra le tomó
las manos y le dijo:
—Jesús, también yo deseaba hablar contigo, pues tengo
cosas importantes que decirte antes de separarnos. Pero es
necesario escoger el momento más adecuado. Mañana a las
6:30 te espero en la sala de lectura.
Y sonriendo se marchó, después de presionar su cara entre
sus manos, con un gesto cariñoso.
29 de octubre de 1982 ... Yucay, (Perú) ... Hostal Alhambra-3 ... 6:30 h.
a.m. (Jesús)

No había podido dormir. Ya era muy tarde cuando dejamos a


los monásticos, y aún estuvimos un largo rato hablando entre
nosotros. Cuando me acosté eran más de las dos de la noche, y
como acostumbra a pasar, el temor a no despertar a tiempo para
mi cita no me dejaba dormir. Estuve dando vueltas en la cama a
la espera de lo que, según intuía, sería una entrevista muy
importante para mí. A las 5:30 me di una ducha y me vestí. Luego
bajé a la cocina. Allí la cocinera estaba empezando su jornada.
Le pedí que me preparase una tetera con agua para seis
raciones. Le di seis bolsitas de té con frutas del bosque, que
sabía que gustaban a la Maestra. Mientras se calentaba el agua,
cogí una bandeja con dos vasitos y un pequeño tarro de miel.
Saqué la tetera del fuego tan pronto como empezó a hervir el
agua y poniéndola en la bandeja me fui hasta la sala de lectura
donde habíamos quedado. Acababa de llegar cuando vi a Kiné
avanzando por el porche. Venía sola, como siempre vestida de
blanco y con un chal de color crudo tapándole la cabeza y
cayendo por sus hombros, pro- tegiendo su espalda del frío de la
madrugada. Entró en la sala y me saludó con sus manos en
posición de oración. Yo le devolví el saludo y le dije:
—¡Buenos días Maestra!
Ella me sonrió y, viendo mi gesto de ofrecerle el té de frutas
del bosque, asintió haciendo una inspiración, agradeciendo el
buen olor de las hierbas. Sin embargo no pronunció palabra
alguna. Respetando su silencio, serví la infusión para los dos con
abundante miel y nos lo tomamos sin mediar palabra.
Kiné acercó dos sillones, y los colocó uno frente al otro, me
invitó a sentarme frente a ella y poniendo su mano derecha sobre
mi frente, se concentró y empezó a recitar un mantra u oración en
voz baja. Al fin me dijo:
—Jesús, tú vienes desde muy lejos, y tu camino es muy
antiguo. Has vivido siempre introvertido y soportado una gran
presión exterior, mental y espiritual. El conocimiento y la
claridad están en ti y, al no parecerse esto a lo que le sucede a
la gente que tienes a tu alrededor, sientes una gran pena por no
poder comunicarte. Eres un árbol enorme y, a un cierto nivel,
solo puedes verte y comunicarte con otros árboles tan altos
como tú a través de las ramas superiores. Debes adquirir
conciencia de tu nivel real y no sentir pena por la dificultad de
comunicación con tus semejantes, pues el problema no es tuyo.
Siempre haces un gran esfuerzo para comunicarte. Es por eso
que nosotros podemos entender siempre lo que dices, aunque
hables en tu idioma materno, pues estamos al mismo nivel y
disfrutamos de tu esfuerzo de comunicación. En tu grupo solo ha
sido posible contigo. Pero no sufras, porque haces llegar a todos
lo que deseas sin dificultad, y todos te entienden. Solo tu nivel,
la tremenda altura del árbol tan antiguo que eres, hace que tú
creas que los demás no te comprenden. Tú eres el
«Apex», del grupo y en tu inconsciente te sientes solo y
aislado lo que te produce gran pena y repercute en tu salud. De
ahí tus problemas de digestión que es muy lenta, y tus
problemas ancestrales de hígado que provienen de tu pasado.
En ti existe un liderazgo natural, por eso la gente acude a
exponerte sus problemas, porque saben intuitivamente que vas
a acogerles y ayudarles.
Kiné se detuvo un momento, sus palabras habían fluido a
través de ella, y llegaban hasta mi interior en un tono y con una
cadencia que penetraban dentro de mi mente con una gran
suavidad y siendo perfectamente comprendidas y asimiladas. Era
como si se hubiese establecido un nivel de comunicación superior
a lo habitual entre las personas.
Prosiguió:
—En todas tus vidas has estado relacionado con la curación
y la magia. Has sido en varias ocasiones sacerdote, guardián
del conocimiento y la tradición. Como ya sabes, en una de tus
vidas fuiste discípulo de Merlín. Siempre practicaste el arte de
la curación y la medicina, conoces las plantas y sus poderes
curativos. Eres un gran doctor, siempre lo has sido y lo serás.
Posees facultades extrasensoriales y conocimientos que te
permiten curar los cuerpos físicos a través de los niveles
energéticos y anímicos. Tus conocimientos de magia te dan
acceso a mundos sutiles y a otros niveles de vibración de la
vida. Por eso puedes conectar con los gnomos, las hadas y los
elfos. Sin embargo, esto propicia que también lleguen hasta ti,
niveles más bajos del astral que pueden perturbar tu armonía.
No debes preocuparte, siempre que mantengas tu nivel de
contacto con los seres de luz que te protegen.
La Maestra, se detuvo de nuevo, y con un gesto me indicó
que le sirviese una nueva ración de té. Lo hice en silencio, sabía
que no era necesario decir ni preguntar nada. La veía como una
fuente abierta de la que manaba su agua de conocimiento hacia
mí, y yo solo tenía que procurar «beber», absorber, todo el
caudal de información que me entregaba. Pero había algo más
que yo supe desde que comenzó a hablar. Aquello no era tan solo
un trasvase de información sino que implicaba, no sé de qué
mágica forma, la transmisión de conocimientos, puesto que la
comprensión de todo lo que me llegaba era muy superior a lo que
se decía. Cada palabra, cada información, despertaba dentro de
mí un cúmulo de conocimientos contenido en mi memoria. Era
como si Kiné estuviese abriendo archivos de mi mente para
darme acceso a ellos. Ella me miró a los ojos sabiendo muy bien
todo lo que me estaba pasando y tomando mi mano prosiguió:
—Sé que buscas tu propio crecimiento espiritual. Como ya
sabes, existen muchos caminos para conseguirlo pero, en
cualquiera de ellos, resulta necesario adquirir la experiencia
suficiente y hacer el aprendizaje necesario. A los seres
humanos no nos es posible hacerlo en una sola vida, a menos
que consigamos la longevidad suficiente. Por eso has visto que
nosotros practicamos diversas técnicas para rejuvenecer
nuestros cuerpos y mantenerlos sanos para poder vivir lo
suficiente y lograr nuestro objetivo. Debes saber que el ser
humano no es un ser completo energéticamente hasta los
cuarenta y nueve años, y solo a partir de entonces está en
condiciones de culminar sus procesos de aprendizaje y
evolucionar. En una vida normal de ochenta a noventa años, los
humanos disponen de poco tiempo para acumular experiencias
y conocimientos suficientes para trascender a un nivel superior
de evolución. Sin embargo existe otro camino para lograrlo:
«recuperar la experiencia acumulada en vidas anteriores». Este
es tu camino Jesús, debes rescatar todos los conocimientos que
posees acumulados en tu memoria ancestral, y que en tu caso
son más que suficientes para culminar tu proceso personal en
esta existencia.
Kiné se detuvo un momento y cerró los ojos como buscando
en su interior y prosiguió:
—Si Jesús, tu proceso de contacto ufológico no es casual,
puesto que tú eres un extraterrestre de la constelación de Orión,
donde todos son ayudantes espaciales con misiones de
investigación y ayuda a civilizaciones menos avanzadas de la
Vía Láctea. En tu origen eras un científico especialista en
reconstruir estructuras energéticas, reparar cuerpos sutiles y
especialista en la recomposición de niveles mentales y anímico
emocionales. Un campo reservado tan solo a unos pocos. Hace
muchos años comandabas una expedición que vino a la Tierra
en una nave nodriza. Bajasteis a la superficie del planeta en tres
pequeñas naves de cuatro tripulantes cada una. Un grupo
formado por doce expertos que aterrizasteis en lo que hoy es la
tundra soviética, en misión de recogida de muestras de hongos
y semillas, estudios de flora y fauna. Dormíais en vuestras
naves, como era preceptivo, hasta que un día, tú autorizaste a
dormir en el exterior a los cuatro de tu nave. Sabías muy bien
que transgredías las normas habituales, pero te dejaste llevar
por tu parte emocional y sucumbiste a la belleza del lugar.
Aunque, quizás todo estaba predestinado. Por la noche os
atacaron un numeroso grupo de seres nativos, muy primitivos,
que os mataron. Nada ni nadie te exigía hacerlo así pero tú
asumiste tu responsabilidad por la muerte de tus compañeros, y
decidiste reencarnarte en la Tierra. Tus tres compañeros te
siguieron, asumiendo asimismo su responsabilidad y, desde
entonces, los cuatro seguís un proceso de servicio en este
planeta, cerca de la humanidad y siguiendo vuestro proceso de
evolución que os conduce hacia un regreso al origen. Tus
hermanos del espacio siguen tus pasos desde entonces, y
siempre te ayudan en tus misiones en el planeta. Pero ahora te
están llamando, pues ha llegado ya el tiempo de tu regreso
hacía el nivel evolutivo en que te hallabas. Estás en el buen
camino en tu contacto, pero debes limpiar tu radio estación para
poder comunicarte. Necesitas aumentar tu nivel de vibración
celular. Cada célula del ser humano posee ocho anillos
energéticos, de los cuales solamente cuatro están en vibración.
Cada nuevo anillo que consigas activar, te dará acceso a nuevas
facultades que te corresponden como ser humano y mejorará la
sintonía con tu «Lord», lo que te facilitará el contacto con tus
hermanos extraterrestres. Te daré pautas de alimentación y
ejercicios especiales, como el que realizamos en la montaña,
para ayudarte. Debes cuidar el color de tus vestidos. El color
gris nube y verde pastel, muy suave, son los que te
corresponden para usarlos en tu vida cotidiana. Ello te ayudará
a mantener tu nivel de equilibrio y armonía.
Una nueva pausa me permitió asimilar todo lo que Kiné me
estaba explicando, mientras tomábamos un poco más de la
infusión. Ella acarició por un momento mi cara entre sus manos, y
sonriendo me dijo:
—Es necesario que te ayude a conocer tus vidas anteriores.
Lo que vas a ver ahora te permitirá reconocer, más fácilmente,
de donde proviene la información cuando logres acceder a tu
memoria perdida. Esto no te permitirá recuperar ahora, la
experiencia acumulada pero te ayudara a hacerlo cuando
consigas llegar a ella.
Kiné me cogió las manos, su mano derecha sobre la palma
de mi mano izquierda, y su izquierda debajo de mi derecha. Noté
entrando por mi mano izquierda una energía caliente que me llenó
todo el cuerpo, y que siguió por mi brazo derecho hasta conectar
de nuevo con ella. No sé exactamente cómo pasó pero, ante mis
ojos atónitos, apareció como una especie de neblina o bruma
sobre la cabeza de Kiné que estaba con los ojos cerrados.
Llegando a través de esa neblina comenzaron a aparecer
imágenes, sin un contorno definido pero de gran nitidez.
Las imágenes se sucedían con fluidez. En cada nuevo
personaje podía reconocerme perfectamente, aunque mi aspecto
era distinto en cada ocasión. Pude observar hasta siete vidas,
con imágenes de cada una, que me mostraban los momentos
más importantes. En todos los casos se me estaba mostrando
los errores cometidos, aquello que suponía un nuevo retraso en
mi proceso evolutivo. Me pude ver viviendo en la Atlán- tida, como
médico científico; en la época de Jesús, el Cristo; también en el
Tíbet como monje budista médico; con Merlín en tiempos de
Arturo y la tabla redonda; en el lago Titicaca, como sacerdote de
los incas; como alquimista en la Francia de Luis XIV y como
doctor del Hospital del Mar, en Barcelona, a finales de siglo xviii y
principios del xix.
Tal como había dicho Kiné, si bien pude identificarme en
estas vidas anteriores, era solo como verlo en una película, y no
supuso en ningún momento entrar en esos personajes ni poder
recuperar su memoria ni su experiencia. También en esta ocasión
absorbí toda esa información, percibiendo claramente que la
misma despertaba sentimientos dormidos en lo más profundo de
mi memoria.
Estaba perplejo de cómo asumía todo lo que estaba
sucediendo sin extrañarme de nada. Parecía realmente lo más
natural del mundo. Máxime cuando me daba perfecta cuenta de lo
increíble y mágico que resultaba todo. ¿Existía una especie de
puesta a punto del entorno, o influencia de la Maestra, para que
todo sucediese sin grandes barreras mentales? Probablemente.
Cuando terminaron las imágenes, Kiné soltó mis manos y se
dejó reposar en el sillón como desplomándose, algo desfallecida.
A mí me sucedió lo mismo. Fue como «deshincharme»,
liberándome de una presión que mantenía todo mi cuerpo en
tensión.
Pensé que todo habría terminado, pero Kiné cogió esta vez
ella misma la tetera y sirvió los dos últimos vasitos de té con
abundante miel.
Me miró a los ojos sonriendo y cuando yo iba a hablar me
puso sus dedos en mi boca indicándome silencio y dijo:
—Todas estas imágenes han entrado ahora en tu mente
consciente, y en su día hallarán el camino para despertar en tu
superconciencia, donde están contenidas, para que puedas
recuperar la experiencia que acumulaste en esas vidas. Ahora
intenta olvidarlas por un tiempo.
Hizo una larga pausa en la que pude percibir de nuevo su
concentración.
—Ahora —dijo —, es necesario que conozcas tu origen y el
nivel del que procedes, desde el cual te están llamando. Pero
para que puedas hacer este viaje debo alinear perfectamente
todos tus cuerpos y ajustar la frecuencia de su vibración a la de
tu origen, solo así será posible proyectar tu mente hacia tu
pasado.
Tomando de nuevo mis manos, esta vez cruzando sus brazos
para coger mi mano derecha con su derecha y mi izquierda con
su izquierda, me pidió que cerrase los ojos.
Al principio noté un suave hormigueo que, penetrando por mis
brazos, iba llenando todo mi cuerpo. Muy lentamente fue
convirtiéndose en una sensación como de un flujo eléctrico que
iba aumentando su voltaje. De pronto noté como una separación,
una especie de desdoblamiento de mi cuerpo en varios cuerpos
que se distanciaban unos de otros. Un cúmulo de silbidos
diferentes resonaban en mis oídos, convirtiéndose en zumbidos
cada vez más fuertes. Aquello duró un buen rato hasta que tales
fenómenos se fueran solapando uno sobre otro, convirtiéndose en
uno solo. Lo mismo sentí con el múltiple desdoblamiento de mis
cuerpos, que se fueron acoplando unos a otros perfectamente.
Fue como el que ajusta un dial de radio con una emisora mal
sintonizada.
Al cabo, la sensación fue increíble. Nunca había
experimentado algo así. Era yo solo, solo uno. Uno en todos,
todos en uno. Me sentía completo, sin desajustes ni disarmonía
alguna. Luego, poco a poco, vino una quietud total y un
aislamiento sensorial del entorno..., y entonces sucedió.
Es imposible explicar con palabras lo que sentí. Más allá de
la descripción de lo que pasó, lo que creo realmente importante
fueron las sensaciones, las percepciones, las emociones y los
sentimientos que viví en primera persona, durante esa
experiencia.
Al principio fue un vacío, una falta de percepción total, una
nada en la que me encontraba solo. Ese vacío tomó color, de un
tono azul muy oscuro, que comenzó a girar hasta que se convirtió
en un torbellino. Como un agujero negro que me engulló. Era
semejante a deslizarse por un tubo en movimiento y viajar a
través de él, superando espacios que, iban cambiando de
tonalidad azul, ahora más clara, ahora más oscura. Yo me dejaba
llevar sin resistencia ni miedo alguno, incluso resultaba placentero.
No tengo ni idea del tiempo transcurrido en esa situación, pero el
viaje me pareció muy largo. Al fin, casi sin tiempo de transición,
llegué a mi destino. Salí como expulsado, recuperando de golpe
todas las sensaciones de ser y estar. Sin embargo, aunque
estaba yo, mi cuerpo no estaba allí, era solo mente. No sabía
muy bien cómo podía ser aquello pero podía sentir y ver todas
las cosas.
Flotaba suavemente en el aire…, en el espacio. Mi vista se
fue aclarando, y pude ir viendo un entorno del espacio estelar,
mientras una cierta luz muy potente, a mi espalda, atrajo mi
atención. Y entonces la vi…, ¡ostras tú!, ¡era enorme, increíble,
majestuosa! Y estaba allí, quieta, llena de luces por todas partes
y una cierta envoltura luminosa que la cubría por completo. Era
una nave nodriza, una base estelar. De forma octogonal, con ocho
cuerpos octogonales que confluían en un octógono central. Me
resultaba imposible determinar su tamaño pero era enorme, yo
diría de varios kilómetros de diámetro. Y me atrajo hacía ella. Fui
llegando, contemplando todos sus detalles. Había naves muy
pequeñas volando a su alrededor, entrando y saliendo de alguno
de los octógonos que estaban abiertos y desprendían luz desde
su interior. Me fui acercando a una de estas entradas. Era como
un hangar enorme por el que entré, casi chocando con una nave
que salía en ese momento. Me fui desplazando por su interior,
hacia el centro de la nave.
Aquello era larguísimo. En los laterales había grandes
plataformas con gente moviéndose, y saliendo por diversas
puertas. Me sentí atraído hacia una de ellas y descendí desde el
techo del hangar por donde estaba circulando. Al llegar me vi a
mí mismo, con mi propio aspecto, con unas facciones muy
parecidas a mi cara actual pero con un cuerpo mucho más alto y
esbelto que yo. Me acerqué más. Iba montado en una pequeña
base metálica, alargada como una plancha de surf, y con una
especie de soporte delantero que subía hasta la altura de las
manos del tripulante, donde había una botonera de mandos.
Aquello se deslizaba volando sobre la superficie del suelo. Me
pegué a mí mismo y avanzamos por diversos pasillos de la nave,
hasta llegar a nuestro destino, y allí, ante la puerta, el yo espacial
se giró y me miró a los ojos invitándome a entrar…. ¡dentro de él!
Entonces dejé de percibirse como el yo viajero y comencé a
sentirme yo mismo.
«Entré en Centro de Regeneración Vital. Shamirck y
Shemaím me estaban esperando con nuestro paciente acogido
en el receptáculo de gestión vital. Me sonrieron. Shamirck, con un
cristal de cuarzo gris bipunta, estaba equilibrando sus distintos
cuerpos energéticos. Imprescindible puesta a punto para
cualquier intervención mayor. Dejando el cristal en su soporte me
dijo:
—Shalock, té estábamos esperando. Te necesitamos para
arreglar esto.
Me acerqué al paciente, la burbuja áurica permitía ver todos
sus niveles vitales. Se distinguía perfectamente el problema. La
coloración rojo intenso descubría la zona afectada, tanto en el
cuerpo a la altura del corazón, como en el cerebro, con fuertes
destellos rojos. Existía un desgarro áurico en el cuerpo emocional
y en el tejido néurico cerebral se reflejaba una des- estructura con
desconexiones corpusculares, lo que impedía la circulación del
fluido néurico. Sabía que cuando el desgarro áurico del cuerpo
emocional llegaba al tejido néurico cerebral, la situación podía
llegar a ser irreversible, pero aunque era fácil reparar el desgarro
del cuerpo emocional, el existente en el emocomplex cerebral era
bastante más difícil, ya que se trataba de un tejido energético
muy sutil y con millones de neuroconexiones. Me acerqué
entonces al soporte de cristales, tomé el dodecaedro de cuarzo
violeta, y el tetraedro de cesio amarillo. Coloqué primero el
dodecaedro, y debajo el tetraedro, y conecté el flujo de luz pura,
que atravesó los dos cristales. Al hacerlo, aquella luz blanca se
dividió en dos haces de color verde y naranja. Con precisión guié
el haz reparador a la zona afectada del emo- complex cerebral.
Era imprescindible concentrar el doble haz lumínico en la zona
afectada sin sobrepasar sus límites. Corpúsculo a corpúsculo se
fue produciendo la regeneración, y se inició la reconexión del
fluido lumínico. Poco a poco los destellos rojos fueron
desapareciendo. Miré a Shamirck, quien ya estaba comprobando
si el fluido néurico circulaba correctamente. Desconecté el haz de
luz pura.
—Muy bien Shalock, asunto resuelto —dijo Shamirck
—Nosotros repararemos el desgarro en el cuerpo emocional
—añadió She-
maím.
—Bien, cuando estéis listos reuniros conmigo en el hangar
de expediciones, el
puerto de traslación planetaria. Partimos hacía la superficie
de Merla —me despedí.»
Mi mente, alojada en la de Shalock Wodoir, recibía un
trasvase instantáneo de todo lo que ocurría con una especie de
traducción de los complejos términos de lenguaje que empleaba
Shalock, para que me fuese posible la comprensión. Hubo como
un salto en el tiempo y sin transición pasé de la situación anterior
a encontrarme dentro de una pequeña nave espacial, de cuatro
tripulantes. Por un amplio panel transparente, en la pared frontal,
observé dos pequeñas naves más que volaban a nuestro lado.
Estábamos alejándonos de la nave nodriza.
«Estamos en traslación hacia Merla. Shamirck, Shemaím y
Shelián me acompañan. Al fondo se distingue el planeta con su
satélite. Fue imprescindible colocarlo allí para el experimento de
creación que realizaron en el pasado los «Sembradores de Vida».
Merla (Tera o La Tierra) es realmente especial, en ningún otro
planeta sembrado se había conseguido un resultado con tal
explosión de formas de vida distintas. Ahora, con la energía
primigenia alcanzando ya el tercer nivel de evolución y en el
cuarto grado animal, es objeto de permanente estudio por
nuestros comités científicos.
—Tripulación. Disponéis de vuestros protocolos de gestión
planetaria, cada uno con su misión específica. Estudiadlos y
preparad el equipo necesario.
Todos consultaron en sus pantallas y después de darles algo
de tiempo, pregunté:
—¿Mirck?
—¿Otra vez recogida de muestras?
—¿Mirck?
—Ya, ya…, de acuerdo Lock.
—¿Lián?
—Correcto Lock
—¿Maím?
—¿Por qué a mí siempre me tocan los insectos Lock?
—Porque eres la más cuidadosa Maím.
—Está bien, de acuerdo...como siempre, Lock.»
Y la «vivencia» continuó. Con pequeños saltos en el tiempo
pude vivir todo lo ocurrido, tal como me lo había explicado
previamente Kiné. Las vivencias se sucedieron hasta el momento
de nuestra muerte en la Tierra. Como ya os he dicho, resulta
imposible transmitir el nivel emocional de todo lo vivido. La
experiencia acabó como había comenzado. Instantes antes de
morir en Merla (la Tierra), mi mente proyectada al pasado,
desalojó la mente de Shalock Wodoir. De nuevo me vi en una
situación de aislamiento sensorial, el torbellino, el túnel, el viaje y
la llegada, súbitamente, a la sala de lectura del hostal Alhambra-
3, aun con las manos cogidas por Kiné.
De momento me sentía desubicado, con una sensación de
descontrol de mi entorno, como si mi cerebro no coordinase
correctamente. Veía a Kiné mirándome, pero todo bailaba a mi
alrededor, y su rostro se multiplicaba por tres o cuatro. Con voz
suave y muy dulce dijo:
—Jesús, cierra los ojos —noté su mano derecha que subía
hasta mi frente, presionando con su palma que desprendía calor y
vibración, mientras decía:
—Has regresado, estás aquí. Intenta no pensar en nada…
Y se puso a mantralizar con voz gutural, ronca y profunda.
Me dejé llevar por el sonido de su voz y poco a poco me fui
centrando, recuperándome de esa sensación de mareo que me
pareció conocida, como la de los primeros días en el barco.
Finalmente me equilibré completamente y la oí:
—Jesús. Todo está bien. Ahora puedes abrir los ojos.
Así lo hice, y al mirarme en los suyos, no sé por qué y
precisamente en ese instante, me embargó una tremenda
emoción y rompí a llorar.

Había perdido absolutamente, esa especie de control que


hacía un rato me sorprendía. No podía contenerme, me parecía
una exageración, pero no podía parar mi llanto. Llegó un
momento que me dolía el corazón de tanta emoción. Era un
sentimiento de alegría desbordante, una sensación de plenitud
total, de agradecimiento por poder reconocerme a mí mismo.
Saber el por qué de tantas cosas «extrañas» que me estaban
pasando en la vida. Suponía entender esa fuerza, esa intuición,
que muchas veces me impulsaba a hacer determinadas cosas
que, analizadas racionalmente, parecían absurdas. Poder
reconocer la llamada de mis hermanos del cosmos. Saber que
debía encontrar el camino de regreso a casa. Con los tres
compañeros de mi familia cósmica, los que estaban aquí conmigo
en la Tierra, a los que debía encontrar y reconocer para partir
juntos. ¿Sabría hacerlo? ¿Podría?
Kiné se levantó, y nos fundimos en un abrazo, mientras
pasaba su mano por mi cabeza acariciándome amorosamente,
con unos pases que tuvieron la virtud de calmarme rápidamente.
Estaba empezando a asimilar todo lo que había ocurrido en esa
reunión con ella, cosa que resultaba bastante difícil. La Maestra
sacó entonces de su bolsa una pequeña pastilla de hierbas
prensadas, y me la puso en la boca.
—Esto te ayudará a sosegarte —me dijo, invitándome de
nuevo a sentarme—. Relájate, ya terminamos, pero todavía
quiero proponerte algo.
Capítulo Sexto
Regreso al Pirineo. Descubrimiento de mis facultades
extrasensoriales

Diciembre de 1982 … Terrión d’Aveu … Vivienda de María y Jesús

María estaba en la cocina acabando de fregar los


platos, Josué y Saúl, estaban escuchando el disco del Libro de la
Selva y cantaba «Baloo», el oso...: ¡el plátano es sensacional ¡…
tan bueno y fácil de pelar!, y su madre, mientras tanto, seguía el
ritmo de la canción cuya letra conocían todos de memoria en
casa. El son le recordaba a Jesús, que siempre la escuchaba con
los niños explicándoles una y otra vez la historia del niño de la
selva. Le añoraba mucho.
Hacía ya demasiado tiempo que su marido había partido
hacia Perú con el equipo Pico-Rojo. Había tenido noticias suyas,
puntualmente, por medio de cartas y alguna que otra vez por
teléfono. Pero hacía bastantes días que no sabía nada de él.
Respiró profundamente, refrenando una lágrima que la emoción
enviaba a sus ojos y sobreponiéndose, siguió canturreando la
canción.
Le pareció entonces que había sonado el timbre de la puerta
del piso, pero creyó confundirse con la música. En el salón
comedor, Saúl también había oído el timbre y gritó:
—Mamá, ¡llaman a la puerta! —aunque su madre no
respondió.
Sin esperar, el niño, salió disparado hacia la puerta y abrió.
Un hombre con barba, enfundado en un amplio poncho y un gorro
de pelo largo de alpaca, estaba en el rellano. Saúl se quedó
parado sin saber qué decir…, el hombre tampoco decía nada y
se limitaba a mirarlo con una amplia sonrisa.
—¡ Mamá, mamá! —gritó sin moverse del quicio de la puerta
—. Es un señor muy grande y peludo.
—¿Qué dices hijo mío?
Extrañada por lo que estaba diciendo su hijo, María se dirigió
hacia la puerta oyendo gritar de nuevo al niño:
—¡Papá, papá! —al tiempo que saltaba en brazos de su
padre, quien rompió a reír francamente. María sintió que su
corazón le daba un vuelco mientras corría hacia la puerta y veía a
su marido con Saúl en brazos. Sin embargo frenó de golpe al
llegar frente a él. Quedó parada, y se llevó la mano a la boca. No
podía creer lo que veía. El que estaba en la puerta, no era el
mismo hombre que se había marchado hacía unos meses.
Pensó que quizá era su aspecto, con ese poncho y ese gorro.
Pero no era solamente eso, sino algo mucho más profundo. Algo
que ella podía percibir perfectamente. Por un segundo temió que
su marido hubiese cambiado tanto, que todo pudiese ser distinto
entre ellos desde aquel momento. Saúl salió corriendo hacia el
salón a buscar a Josué, que seguía con el disco a todo volumen.
Jesús, entretanto, se había quitado el gorro de pelo de
alpaca. Entonces María se sorprendió aún más, pues vio a su
marido muy cambiado físicamente. Estaba más delgado, era
muchísimo más alto, y con una impresionante expresión de
serenidad y armonía en su rostro. ¿Cómo podía ser que fuese
tan alto? ¿Había crecido? Todavía con la mano en la boca
reaccionó cuando, viendo su estupor, su marido se puso a reír y
le tendió los brazos. Se fundieron en un abrazo y mil besos
mientras María no podía contener las lágrimas. Los dos niños
llegaron también y se abrazaron a sus padres entre besos, lloros
y risas. Fue un reencuentro maravilloso y emotivo que siempre
recordaron como un momento muy especial.
Había dejado al equipo Pico-Rojo en Lima, donde debían
efectuar el montaje de la película de los coches circulando por
diferentes zonas del país, y seguir con nuevas investigaciones en
la zona de Cuzco y las murallas de Sacsayhuamán.
Después de su experiencia con Kiné sabía que, en el ámbito
personal, su etapa en el Perú había alcanzado su objetivo. Aun
así, siguió con ellos en su viaje hacia las tierras del interior del
país, donde fueron hasta Livitaca, donde existían unas grutas muy
profundas, bastante desconocidas, de las que habían tenido
noticia de forma «casual». Una vez más les llegó la información
en circunstancias tan especiales, que pensaron que bien podrían
ser una de las entradas que llevaban al reino secreto de los incas,
quizá hasta el mismo «El Dorado». Consiguieron llegar hasta allí
sin problemas, encontraron las bocas de las cuevas, plantaron el
campamento en sus aledaños, y obtuvieron permiso para
investigar en ellas.
Allí estuvieron bastante tiempo, la gente era sencilla pero
encantadora, aunque también en esa alejada zona del país se
repetía la típica situación en la que había un cacique muy rico y
un pueblo muy pobre. Fue una experiencia muy interesante, pero
infructuosa, pues después de haber encontrado un paso
desconocido para la gente de la zona, que daba acceso a nuevos
túneles, los encontraron derrumbados, lo que hacía imposible
seguir adelante con sus medios. En cualquier caso, todo aquello
no llevaba a ningún sitio, y Jesús sabía intuitivamente que no
debía seguir adelante. Así que decidió que había llegado el
momento de regresar a casa y tomar una decisión fundamental e
importante para su propia vida y su futuro.
Efectivamente, después de la entrevista con Kiné todo había
cambiado. Su nivel de vibración había aumentado mucho, y
comenzó a percibir cambios en sus niveles de percepción
sensorial, y también extrasensorial. Sus cinco sentidos se habían
agudizado extraordinariamente. Continuamente tenía que pedir a
sus compañeros que no alzasen tanto la voz, su vista alcanzaba a
ver mucho más lejos que antes, y así todos lo demás sentidos, el
olfato, el tacto, etc. Y aún más, frecuentemente sabía quién se
dirigiría a él y lo que le preguntaría, antes de que ocurriese.
Presentía los peligros con anticipación, y los equipos de radio que
tenían instalados en los coches, se ponían en marcha cuando los
tocaba o pasaba sus manos cerca de ellos. Procuraba no
destacar todas estas cosas ante sus compañeros, y no les
explicaba la mayoría de los fenómenos que estaba viviendo.
Aunque en ocasiones, resultaba demasiado evidente que algo
raro le estaba pasando.
Un día, Santi recibió una coz en su glúteo izquierdo, dada por
uno de los caballos que el cacique del pueblo les había dejado.
Como siempre, Jesús fue el encargado de la cura, buscó en
la farmacia una pomada para golpes y contusiones pero,
instintivamente, antes de aplicársela puso sus dos manos sobre la
zona afectada sabiendo perfectamente lo que tenía que hacer.
Santi que estaba muy dolorido dio un respingo, exclamando:
—¡Coño Jesús, que me quemas¡ —tal era el calor que
desprendían sus manos. Santi al ver que eran solo las manos, se
tendió y se quedó callado. Al cabo de cinco minutos, cuando las
retiró, el paciente se había quedado dormido. Lo zarandeó y le
preguntó:
—¿Qué tal Santi? —este se desperezó y llevándose la mano
a su glúteo se lo palpó diciendo:
—¿Qué me has hecho tío?..., no noto nada, casi ya no me
duele…
Se levantó y caminó mientras seguía palpándose la zona
afectada y repetía:
—¡Hostia!, ya no me duele.
—Bueno no alborotes y déjame ponerte el Reflex, a ver si
acabamos de arre-

glarlo.
—Pero, ¿qué me has hecho, Jesús?, al principio tus manos
quemaban.
—Bueno, solo son viejos trucos que me enseñó un
curandero de los Pirineos. Santi se calló, pero quedó muy poco
convencido de la explicación que su compañero le había dado.
Mientras, Jesús fue el primer sorprendido, no tanto por la eficacia
del tratamiento que había aplicado, sino por la absoluta seguridad
con la que había sabido lo que tenía que hacer.
¿Tendría razón Kiné cuando le dijo que siempre había sido
médico…, que era un gran médico?
Acabada la investigación en Livitaca, decidieron regresar a
Lima para reequiparse y planificar los siguientes pasos de su
viaje. Fue en ese punto en que decidió dejar el grupo y regresar a
su casa.
Acordaron que una vez en Barcelona, Jesús y Manuel, que
también volvería pronto, montarían un audiovisual con las
fotografías del viaje, y buscarían la manera de rentabilizarlo. Así,
sin más dilación partió para España, donde debería tomar una de
las decisiones más importantes de su vida, contestando a la
propuesta que le hizo Kiné al final de su entrevista en el hostal
Alhambra-3.
Ya de regreso en su casa, María notó el tremendo cambio
que su marido había experimentado a raíz de sus experiencias
con la Maestra, cambio que se reflejaba a todos los niveles. Tal
como ella había notado, Jesús había crecido. Cuando tomaron
medidas comprobaron, asombrados, que era casi seis
centímetros más alto. Supusieron que era debido a la energía
que recibió el día de su reunión con ella. Acabaron aceptándolo
así, a falta de una explicación mejor.
Seguía manteniendo el estado de súper percepciones, y
continuamente era protagonista de fenómenos «extraños» que ya
se tomaban a broma. Muchas veces avisaba para que cogieran el
teléfono antes de que sonara el timbre y, en ocasiones, le venía
la imagen de la persona que estaba llamando. Lo mismo ocurría
cuando iban por la calle y, antes de llegar a la esquina, anunciaba
a quien encontrarían al doblarla o cuando respondía una pregunta
de María, antes de que esta se la formulase.
Al principio eran un cúmulo de pequeños fenómenos de
premonición y telepatía, pero resultaba más espectacular cuando
percibía enfermedades en cualquier persona y, espontáneamente,
le decía lo que le pasaba y sabía cómo aliviar el dolor con las
manos.
Así ocurrió en el vuelo de regreso a España desde Perú. Al
poco de despegar, y cuando el avión alcanzaba la altura habitual
en un viaje trasatlántico, unos 10.000 metros, un bebé que viajaba
con su madre, la abuela y un hermanito de unos cinco años,
comenzó a llorar. A cada momento el llanto de la criatura
aumentaba, y por más que hicieran su madre y abuela no
conseguían calmarla. La situación se fue complicando, y las
azafatas empezaron a atender a la madre y al niño, que seguía
llorando desesperadamente. Desde su asiento, un poco más
cerca de donde estaba aquel pequeño, Jesús percibía
claramente que aquella criatura estaba en graves apuros.
Reprimió su instinto de acercarse, pensando que no era cosa
suya y que ya habría alguien que sabría que había que hacer. Por
los altavoces preguntaron si viajaba algún médico en el avión. Se
presentó un señor bastante joven, que dijo ser médico.
Jesús respiró aliviado, pensando que pronto encontrarían
solución al problema que podía estar sufriendo el bebé. Sin
embargo no fue así, la criaturita continuaba llorando hasta que de
pronto, comenzó a alternar sus lloros con sollozos y respiraciones
entrecortadas. En ese momento supo sin ninguna duda que el
niño se estaba ahogando. Que el problema era debido a la
presión del interior del avión que, aunque estuviese compensada,
no era lo suficiente para él, y podría resultar fatal. Sin seguir
conteniendo su impulso, se levantó de su asiento, se dirigió al
grupo y con una firmeza y una seguridad pasmosa apartó a todos
hasta llegar pequeño. La criatura, que tenía las facciones
contraídas y la tez morada, estaba en brazos de su desesperada
madre, que percibía claramente el peligro en que se encontraba
su hijito. Con decisión, Jesús apartó al joven médico, tomándole
con fuerza de los hombros, mientras que protestaba, aunque
quedó parado cuando vio su seguridad y firmeza, al mismo tiempo
que la amabilidad en su rostro cuando le dijo:
—Por favor, doctor, ¡déjeme vd. al niño!
La madre le miró, y sin mediar palabra le entregó a la
criatura. La tomó en su brazo izquierdo, mientras le ponía su
mano derecha sobre la frente, en el nivel del chakra mental, y la
mantuvo allí durante unos segundos, mientras de forma
espontánea y sin pensar en ello, comenzó a murmurar un sonido
gutural, ronco y profundo, casi imperceptible pero cuya tremenda
vibración llegaba al niño que tenía en sus brazos. A continuación
comenzó a hacer pases con su mano derecha, desde la cabeza
hasta los pies del niño. El bebé dejó de sollozar, y fueron
remitiendo los espasmos que convulsionaban todo su cuerpo.
La tensión se percibía en todos los que estaban
contemplando la escena. La madre, con su mirada, le alentaba a
seguir haciendo lo que hacía, dándose cuenta que su bebé
respondía positivamente. Jesús siguió con su mantra, y con los
pases de su mano derecha hasta que esta se detuvo sobre la
barriguita y pecho del bebé. No habían pasado ni diez segundos,
cuando este soltó un gran eructo. Volvió a poner su mano derecha
en la frente del niño y manteniendo aún su «canto», continuó con
los pases desde la cabeza hasta los pies durante unos segundos
más, hasta que estuvo totalmente sosegado, y respirando
correctamente.
Cuando devolvió el niño a su madre, todos a su alrededor
estaban callados. Tanto era así que nadie se movió cuando, sin
decir palabra, volvió a su asiento. Se sentó y cerró los ojos
dándose cuenta que había actuado aplicando una fuerza interior
que aún percibía y que deseaba retener dentro de sí. Cuando una
de las azafatas llegó hasta él, y lo encontró con los ojos cerrados
y sentado en posición de loto en su asiento, rogó a todos los que
se acercaban que no le molestasen, y pidió que todo el mundo
volviese a sus asientos.
Más tarde, la madre se acercó hasta él, dándole las gracias
y entregándole una medallita de la Virgen de Guadalupe le dijo:
—Mire señor, no sé lo que ha hecho con mi bebito, pero le
doy las gracias porque sé que hoy ha salvado usted la vida de
mi hijito. Sé que no le puedo pagar con nada lo ha hecho por
nosotros, pero le ruego que acepte mi medallita de la Virgensita,
que estoy segura que le ha enviado a Vd. para socorrernos, tal
como yo le estaba pidiendo.
—Señora, ya sabe que no debe agradecerme nada a mí,
sino a su Virgensita, yo ya me siento suficientemente
compensado al ver a su bebé respirando tranquilo.
—Por favor señor, dígame, no más, su nombre, para que yo
pueda recordarlo
toda mi vida y contárselo a mi bebito cuando sea mayor.
—Me llamo Jesús.
—¿Jesús? —dijo la mujer entre sollozos— ¡Jesús¡ Gracias
Virgensita mía, mandaste a tu hijo para salvar al mío —la mujer
rompió a llorar apretándole fuertemente las manos, en las que
había depositado la medallita.
Cuando lo recordaba, todavía se estremecía preguntándose
como se había atrevido a hacer todo aquello con tal seguridad.
En cualquier caso, poco a poco se iba acostumbrando a
semejantes cosas puesto que ya se estaban convirtiendo en
habituales.
Un día que estaban en Barcelona, donde se habían
desplazado a visitar a la familia tras su largo viaje, fueron a cenar
con un amigo. En la mesa de al lado, un joven con su pareja y dos
amigos estaban también cenando. De pronto quedó asombrado
pues podía ver su aura, distinguiendo perfectamente un cúmulo
de colores. Cuando volvió los ojos a su mesa vio, también con
asombro, que asimismo podía percibir las de su mujer y su
amigo. Volvió su atención sobre el joven de la mesa vecina, y vio
de nuevo su cuerpo astral y, observando sus colores, supo
inmediatamente lo que le pasaba. Explicó a su amigo y a María lo
que estaba viendo, dudando respecto a qué hacer, pero sin
pensárselo más se dirigió al joven que estaba hablando muy
excitado con sus amigos.
—Hola. Perdona por mi intromisión y si te extraña mi
pregunta, ¿tú sabes que hoy has estado a punto de morir?
Aunque ahora estás a salvo, es importante que te explique que
todavía debes arreglar algo para estar bien, pues si no lo
resuelves podrías tener problemas.
El joven y sus amigos quedaron pasmados y se hizo un
silencio algo tenso hasta que el joven dijo:
—Si señor, tiene razón, hoy he tenido un accidente pero,
¿cómo puede usted
saberlo?
—Mira, eso no importa ahora pero, dime, ¿no te encuentras
muy excitado y nervioso?
—Si, claro, pero eso es lo natural después de lo que me ha
pasado.
—Mira, no sé lo que te ha pasado, pero tienes un tremendo
exceso de energía eléctrica en tu cuerpo que debes liberar
inmediatamente, que mantiene tu sistema nervioso con una gran
sobreexcitación y está alterando la capacidad energética de tu
corazón.
El joven calló de nuevo, y fue la chica que le acompañaba
quien habló.
—Sabe usted señor, es que Juan es antenista y hoy,
colocando el mástil de una antena ha tocado unos cables y ha
sufrido una descarga eléctrica que lo ha mandado al suelo, y ha
tenido mucha suerte pues solo ha salido con una quemadura en
la mano.
El joven, que efectivamente llevaba una mano vendada, se
dirigió a Jesús.
—Mire, no sé cómo sabe usted todo esto pero, si que es
verdad que aún noto
algunos calambres por todo el cuerpo y estoy muy nervioso.
—No te preocupes, solo tienes retenida en tu cuerpo parte
de la energía eléctrica que has recibido. Vete a la playa ahora
mismo, descálzate y corre por la arena moján- dote los pies y
así descargarás ese exceso de energía que aún te queda.
—¡Oiga, pues sí! Algo me dice que debo hacerle caso, nos
vamos ahora mismo a la playa, pero dígame, quién es usted…,
cómo se llama. Déjeme su teléfono aunque solo sea para
llamarle y explicarle cómo ha ido todo.
—Me llamo Jesús y esta es mi esposa María y mi amigo
Alfredo, pero yo no vivo aquí y no hace falta que me des las
gracias. No te preocupes, estarás muy bien después de que
pasees por la playa. Solo piensa que hoy has vuelto a nacer y
quizás sea cuestión de que te plantees qué quieres hacer con tu
nueva vida. Adiós y que tengáis mucha suerte.
Cuando los jóvenes se marcharon, explicó lo que había visto
o intuido, de no sabía muy bien de qué manera.
—Cuando este chico ha recibido la descarga eléctrica, sus
cuerpos energéticos, el etérico y el astral, han salido despedidos
de su cuerpo físico. Cuando eso ocurre se puede producir la
muerte, porque se rompe la conexión con el cuerpo físico. Pero
en este caso, por alguna razón, creo que por la protección de
sus ángeles o guías, el cuerpo astral ha regresado al momento
a su sitio en el cuerpo físico, pero un resto de energía eléctrica
ha quedado «atrapada» por el tremendo cierre que su cuerpo
astral ha efectuado a fin de proteger la vida del chico. El hecho
de que solo estuviese cogiendo el mástil metálico de la antena
con una mano, ha permitido que saliese rebotado en lugar de
quedar pegado al mismo. Ahora, solamente es cuestión de que
a través del agua del mar, descargue esa energía y su
estabilidad quedará restablecida. He visto en su aura que tenía
el corazón con un exceso de carga energética y que podía
producirle un infarto.

Y así continuaron comentando lo ocurrido, y lo


extraordinario de todo lo que estaba experimentando. Recordaba
las palabras de Kiné, cuando le dijo que el aumento de vibración
en el nivel celular, activaba nuevos anillos que potenciaban las
facultades del ser humano. A partir de ese día, en numerosas
ocasiones, veía el cuerpo astral de personas que estaban
enfermas o que pasaban algún problema, y sabía cómo
ayudarlas. Sin embargo, cabe decir que no podía activar esta
percepción a voluntad, que se daba solo en ocasiones y de forma
incontrolada por él.
Y llegó el día en que debía enfrentarse a la última cuestión
que le planteó Kiné, en su entrevista del hostal Alhambra-3.
Recordaba sus palabras casi exactamente:
—Jesús, debes considerar que ha llegado el momento de
cambiar tu vida y dedicarla a encontrarte de nuevo con tus
hermanos del espacio, para regresar al nivel evolutivo del que
procedes y que abandonaste voluntariamente. Para ello,
deberás renunciar a todo y reconducir tu vida para prepararte en
un corto espacio de tiempo, a fin de poder transmutarte llegado
el momento, y volver a tu origen. Yo te invito a incorporarte a
nuestro grupo, para recorrer juntos el camino que nos llevará a
las puertas de Shambhala. Si no lo deseas, no es necesario que
te integres en nuestra estructura, pero puedes venir con
nosotros, compartir nuestra vida y nuestro trabajo y recibir
nuestras enseñanzas.
Te ayudaremos a sacar de ti todos tus conocimientos
adquiridos, a recuperar la experiencia acumulada. Te daré
instrucciones para que te alimentes perfectamente, lo que
recompondrá el equilibrio físico de tu cuerpo, y trabajaremos
juntos para reconstruir tus cuerpos energéticos y sintonizarlos
permanentemente con la fuente, de donde recibirás las
informaciones que necesitas. No pasará mucho tiempo hasta
que estés a punto, pues ya tienes todo lo necesario dentro de ti.
Cuando estés preparado deberás adelantarte, pues nuestro
grupo no podrá seguir tu ritmo y uno de nosotros te acompañará
al lugar adecuado, en Asia, donde los maestros de Luz te están
esperando. Allí, si consigues entrar, trasmutarás tu cuerpo físico
y cambiaras de nivel vibracional. No te puedo prometer que vas
a conseguirlo, pues eso depende de ti y de tu capacidad de
entrega y sacrificio, pero si te puedo asegurar que puedes
hacerlo.
Podré ayudarte a no perder tiempo en los errores normales
que cometerías si no estuviera a tu lado. Debes pensarlo. No
debes decidir demasiado rápidamente, pues todo esto implica
renuncias fundamentales que afectan a todas las personas que
están a tu alrededor, tu familia y amigos. Piénsalo bien. Y
aunque quizás yo no debería abrirte esta puerta, te diré que si
decides no hacerlo no debes preocuparte pues tu conseguirás,
en cualquier caso, llegar a culminar este objetivo aunque el
camino será mucho más largo y lleno de mayores dificultades.
Debes saber que en viajes como este, es habitual que se
produzca alguna baja de entre nuestros alumnos. No todos son
capaces de superar las pruebas, a pesar de su extraordinaria
preparación previa. De hecho aún se va a producir una
deserción entre los nuestros en este viaje. Solo en alguna
ocasión, muy excepcional, se permite a alguien que no
pertenece a nuestra Hermandad incorporarse al grupo.
A mí me gustaría que aceptases, sería un gran honor ayudar
a tu ser eterno en este camino. Por el momento, está bien que te
alejes de mí por un tiempo y desde la distancia sabrás cuando
es el momento de tomar tu decisión. Nada más Jesús, solo
quiero que sepas que te estaré esperando.
Aún resonaban como recién pronunciadas, estas palabras en
sus oídos y, más aún, el cálido abrazo que Kiné le dio. Cálido no
tan solo por el sentimiento y la emoción que se transmitieron con
él, sino por la tremenda vibración que les envolvió durante ese
abrazo, como una manta que aumentó la temperatura hasta que
su rostro ardía. Salió de allí como en una nube, lleno de
sensaciones, sentimientos encontrados y tremendas emociones.
Ahora, pasado el tiempo prudencial que Kiné le recomendó,
se planteaba cuál debía ser su decisión. ¿Debía aceptar aquella
propuesta? Estaba seguro que de hacerlo, proyectaría su
progreso personal hacía un encuentro consigo mismo y con sus
hermanos del espacio. Estaba seguro de poder conseguirlo.
Después de lo vivido con la Maestra, no dudaba de lo importante
de su ayuda y de que era realmente una oportunidad única. Por
otro lado estaba su familia y su responsabilidad para con ellos.
Sin embargo desde hacía mucho tiempo venía diciendo a
María, que llegaría un día en que debería dejarlos para seguir su
camino. Era algo que siempre había sabido, algo que procedía de
algún lugar recóndito de su mente o de su espíritu, que le decía
que un día debería marcharse en pos de su destino. Ahora se
preguntaba si este era el momento. Durante varios días entró en
meditación, dejando la mente en blanco y pidiendo luz a sus guías
y maestros para saber cuál era la decisión adecuada, pero nada
le llegaba de forma clara, que le ayudase a decidir.
Pero sabía muy bien desde el principio que su decisión
estaba ya tomada de antemano. En ningún caso se podía
plantear dejar a su familia, a María y los niños, no con esa edad y
en ese momento. Veía claro que se le ofrecía la oportunidad de
tomar un tren, pero sabía bien que no sería el último tren que
pasaría para él. Ya llegaría el momento de tomar otro más
adecuado.
Era evidente que se cumplían las predicciones de la Unidad
Comon, en el encuentro del Atlántico, y que Kiné era uno de los
Maestros que hallaría en su camino. Pero estaba claro que aún
tenía mucho por hacer y aprender con su familia y sus
experiencias de contacto. Por tanto seguiría su camino con la
familia que él había formado, asumiendo un compromiso y una
responsabilidad personal e intransferible. Continuaba estando
seguro que llegaría un día en que debería dejarlos para
enfrentarse a su destino, pero ese momento aún no había
llegado.
Ü Ü Ü Ü Ü Ü Ü

La renuncia a la aventura con los Monásticos suponía que


había llegado el momento de afincarse definitivamente en la zona
donde estaban. Cuando iniciaron su proyecto en los Pirineos,
habían prometido darse un tiempo para adaptarse a su nueva
vida. Ver si encontraban formas de autoabastecimiento e ingresos
económicos suficientes, para poder establecerse con garantías.
También era necesario comprobar su capacidad física de
adaptación al medio, al frío, la altitud, las costumbres, la gente, el
ambiente. Ahora, después del tiempo transcurrido, estaban ya
convencidos de sus posibilidades de adaptación. Jesús había
encontrado formas ingeniosas de conseguir ingresos, y su trabajo
en la granja de urogallos le daba el mínimo necesario para cubrir
sus necesidades materiales. Pero la razón fundamental que les
ayudó a tomar su decisión, fue la constatación de que la vida allí
les proporcionaba la calma de espíritu y sosiego que estaban
buscando.
El primer objetivo era conseguir su propia casa, por supuesto
con huerto y en buen estado, para que con pocas obras pudiesen
acondicionarla para poder vivir cómodamente. Comenzaron a
buscar por todos los pueblos alrededor de Terrión d’Aveu, pero
pronto se quedaron con una sola opción que colmaba sus deseos,
el pueblo de Albás. Volvieron a constatar que por afinidad,
simpatía o reconocimiento energético, ese pueblo era su destino
correcto en la zona y reafirmaron su convicción de que algo les
vinculaba con él, por razones de pasado o de origen. Fuere como
fuese, decidieron instalarse en aquel lugar. Pero, a pesar de que
el pueblo estaba casi abandonado —solamente cinco familias
autóctonas vivían allí —, no era fácil encontrar alguna casa en
venta. Tan solo encontraron para poder comprar un pajar
derruido, pero su situación, muy alto en la ladera de la montaña,
lo exponía mucho al viento y desestimaron esa opción. Finalmente
decidieron buscar un terreno y construirse una casa nueva.
Hallaron uno en condiciones y bien situado, y lo adquirieron a un
buen precio. Luego, iniciaron el estudio y proyecto de la
construcción.
Faltaba recuperar el dinero invertido en la expedición Pico-
Rojo pues, como recordaréis, la compra del barco y la inversión
necesaria se había realizado con el importe de la venta de las
casas de Alberto y Jesús. Habían pasado varios meses desde su
regreso desde Perú, y el equipo expedicionario, había dado por
finalizada su primera etapa del viaje. El resto del grupo, con
Alberto al frente, había decidido seguir con sus investigaciones
acerca de la búsqueda de El Dorado montando una nueva
expedición, cuestión que Jesús no compartía en absoluto, cosa
que había abierto una cierta distancia con Alberto. Sin embargo la
cuestión económica estaba clara, pues tal como habían previsto,
al final de la aventura debían recuperar su inversión. Y así fue,
pues también en esto, el viaje terminó de forma más que mágica.
Y si no juzguen ustedes mismos.
El barco se vendió a un alto cargo del gobierno peruano,
ganando bastante dinero. Los dos Niva recibidos de regalo de la
casa Lada, se vendieron al Canal Cinco de TV, quien los pagó a
muy buen precio dada la cantidad de extras que llevaban
instalados. La promotora automovilística, además, había quedado
encantada con el reportaje de más de una hora que se le entregó,
en el que se veía a sus automóviles recorriendo desiertos,
altiplanos, montañas nevadas y selva. El equipo de cámaras
profesionales de vídeo las compraron los monásticos, eran de
paso americano y en Europa no servían. En fin, otro cúmulo de
«circunstancias favorables» que redondeaban la magia del Viaje
del Pico-Rojo.
En cualquier caso, se había recuperado el dinero invertido, y
cubierto casi todos los gastos con los beneficios conseguidos.
Gracias a ello, después de ajustar cuentas con Alberto y el grupo,
recuperó buena parte del dinero invertido, con lo que pudo
afrontar la construcción de la nueva casa en Albás.

Llegados a este punto, imagino que todos vosotros os


estaréis preguntando qué pasó con el contacto ovni. Pues bien,
situados ya en el momento en que se iba a emprender el
proyecto de construcción de la nueva casa, continuaremos
nuestro relato.
Desde el regreso de su viaje, la ansiedad por contactar de
Jesús había desaparecido completamente. La comprensión que
ahora tenía de todas sus vivencias, y el por qué de las mismas,
habían sosegado su ánimo. Tenía la certeza de que aún le
esperaban muchas más, y que llegarían en el momento y en la
forma más adecuada para su proceso personal de evolución. Por
eso no buscaría el contacto, en ningún caso, con ansiedad o
precipitación. Así pasó un tiempo hasta que un día la insistencia
de los pitidos, en su oído izquierdo, le decidieron a efectuar una
psicografía...
—Comon. Saludos, Jesús, nuestra alegría es grande por
conectar de nuevo contigo. Hemos seguido, atentamente, tu
proceso desde nuestro encuentro en el mar. Tu despertar y tu
aprendizaje nos complacen. Debes seguir tu camino, nuestra
labor contigo ha terminado. Tendrás siempre nuestra tutela, pero
en el futuro seguirás tus contactos con Arhimo. Adiós, Jesús,
queda en Armonía y Amor. Comon-si, Comon- bi, Comon-tri.
Tras una pausa, su brazo comenzó a moverse de nuevo:
— A rhimo. Saludos Jesús. Desde hoy transmitiré nuevas
informaciones e instrucciones. Estableceremos una nueva forma
de contacto. Los ajustes en tus cuerpos sutiles han mejorado tu
sintonización con la fuente, lo que permite la conexión por un
método más seguro. Como hasta ahora, recibirás tres sintonías
de aviso de contacto en tu oído izquierdo. Distinguirás e
identificarás pronto la nueva señal vibracional. Estableceremos
una nueva clave auditiva de contacto, que te permitirá reconocer
la corrección del mensaje. Es algo parecido a vuestro código
morse (seguía una clave de líneas, puntos y rayas). Después de
la tercera sintonía de contacto escucharás dentro de tu oído la
clave auditiva de confirmación y, a continuación, oirás nuestro
mensaje.
Solo audible para ti. Ahora relájate para recibir todo el
conjunto de señales que yo iré
ajustando a tus niveles de vibración. Arhimo.
Respiró asombrado releyendo varias veces el comunicado
hasta que comprendió lo que decía. Apoyó su espalda en el sofá
y realizó varias respiraciones de relajación. Al poco tiempo
comenzó a resonar en su oído izquierdo el pitido ya conocido, que
se transformó en una vibración suave en su oído interno. Paró y
pasados unos minutos, volvió a notarlo (más que oírlo). Esta vez
la duración fue más o menos como la de los pitidos que ya
conocía, paró y volvió a sonar una vez más y otra. Entendió que
eran los tres sonidos de aviso de contacto. Después de una
pausa más larga pudo distinguir, sin lugar a dudas, la clave de
contacto que, efectivamente, parecía un código morse. Fue claro
y diáfano, dentro de su oído. Se hizo un silencio prolongado hasta
que de pronto, dio un brinco en su sofá pues pudo oír
perfectamente una voz que le decía:
—Arhimo. Saludos Jesús —y silencio.
Instintivamente giró su cabeza hacia la izquierda buscando a
ese alguien que le estaba hablando cerca de su oído izquierdo.
Evidentemente no había nadie allí.
—Arhimo. Saludos Jesús, es normal que te resulte extraño,
pero pronto te acostumbrarás. Verás que este método no permite
interferencias. Solo es viable si existe una correcta sintonización
vibracional. En tu caso es posible por la realineación de tus
cuerpos y el ajuste a la frecuencia de comunicación de la fuente.
Nuestro contacto se dará solo en las ocasiones necesarias. Tu
aprendizaje vendrá por tus experiencias cotidianas, nosotros no
debemos acelerar tu proceso. No esperes frecuentes
comunicaciones. Más adelante te enseñaré la forma de solicitar
contacto conmigo. Estaré siempre cerca de ti, si tú quieres estar
cerca de mí. Me alejaré cuando tú decidas alejarte. Comunicaré
cuando vea que te es necesario. Cuando termine mi mensaje
oirás de nuevo la clave de contacto en el interior de tu oído.
Pronto comunicaré para que puedas verificar, sin que tengas
ninguna duda, el nuevo método de contacto. AMOR. Arhimo.
Inmediatamente se repitió la clave de contacto con esa
especial vibración en su oído interno y después todo quedó en
silencio.
De momento, quedó clavado en el asiento. ¿Aquello era real?
Él había escuchado perfectamente aquella voz. Era una voz suave
y susurrante con un tono sin matices ni inflexiones, que sonaba
fuera de su oído. Era exactamente lo que le había dicho Arhimo
en la psicografía, pero no podía creérselo. Parecía imposible.
¿Se estaría volviendo loco? Respiró profundamente y reflexionó
respecto a todo aquello. Poco a poco, fue asumiendo el asunto y
la evidencia de lo vivido se impuso. Con todo, debo deciros que,
aunque no bebía casi nunca, Jesús se fue al armario de la cocina
y se preparó un buen trago de Cointreau. ¡Qué fuerte!

En los días siguientes nada destacable ocurrió, aunque


estuvo pendiente de un posible nuevo contacto auditivo. Pronto se
olvidó del asunto, dada la intensa actividad que debía desarrollar
entre el trabajo en la granja de urogallos y el proyecto de la casa,
que seguía adelante.
Habían pasado ya unos quince días, y estaba trabajando en
la montaña cortando ramas de abeto, buscando las acículas más
tiernas para los urogallos, cuando resonó la señal vibratoria de
anuncio de comunicación. Antes de terminar el trabajo habían
sonado ya dos veces más. Cuando llegó al coche se sentó, y
esperó en actitud relajada la llegada del contacto. Efectivamente
llegaron las señales de clave de contacto y casi inmediatamente
la voz suave y susurrante:
—Arhimo. Saludos Jesús. Estoy satisfecho de tu perfecta
adaptación al nuevo método de contacto. Como hoy, el mensaje
se dará siempre de forma inmediata después de las señales de
aviso. Procuraré que estés siempre en condiciones de reserva y
tranquilidad para que puedas recepcionar sin alteraciones. Esta
conexión es solo para efectuar la comprobación que te prometí.
Entiendo tu etapa de gestión material para la construcción de tu
casa. Confirmamos lo acertado de tu elección en cuanto al lugar.
Este asentamiento humano es ancestral y guarda recuerdos de
una de tus anteriores vidas en el planeta Tierra. Tal como
presientes, encontrarás información que tú mismo guardaste en
este lugar. Pero no debes preocuparte ahora de esto, pues ese
descubrimiento queda aún lejano en el tiempo. Mantendré mi
silencio por espacio prolongado, aunque hallarás muchas
señales que te confirmarán mi presencia cerca de ti. Solo
tendrás que saber verlas y entenderlas. Deberás mantener tu
equilibrio y armonía para que no se rompa la perfecta
sintonización de la que dispones ahora, ya que en tu empresa
material pueden surgir graves desequilibrios. AMOR. ARHIMO.
Después, la clave de contacto y silencio.
Reflexionó durante un rato sobre todo lo escuchado,
intentando comprender el sentido, un tanto misterioso, del final del
comunicado. Le sorprendió poder recordar y repetir de memoria,
una y otra vez, el mensaje con total exactitud. Pensó en la
necesidad de escribir estos comunicados, para poder repasarlos
con más calma en su casa, pero algo le decía que no le sería
necesario. Se daba cuenta que, esa facultad de recordar los
mensajes era como un factor añadido a la nueva forma de recibir
las informaciones. También constató que la voz que oía sonaba
claramente, fuera de su oído. Eso le daba la seguridad de que no
era su propia mente la que generaba los mensajes. Por otra
parte, le parecía que la reiterada mención a lo no proliferación de
mensajes, también confirmaba la veracidad del contacto. Con el
tiempo constató que una sensación de paz y bienestar y de
aumento de la capacidad de percepción sensorial, acompañaba
siempre la experiencia de contacto psicoauditivo.
La Nave Stel-la (primer avistamiento en la base de radar) en el puerto de
la Sonada.
16 metros de diámetro. Cuatro tripulantes.
Capítulo Séptimo

Las limitaciones humanas y..., mi alejamiento


del contacto

Albás … Octubre de 1983 … en la nueva casa

Hacía frío, octubre traía consigo el primer atisbo del invierno


que a esa altitud se adelantaba al calendario. Desde finales de
septiembre encendía el hogar cada noche, lo que resultaba muy
conveniente para el perfecto secado de pinturas y barnices. Atizó
el fuego removiendo un poco los troncos cruzándolos como hacía
siempre, para que no perdieran contacto y así ardieran mejor.
Era muy tarde, María y los niños ya se habían acostado.
Aunque agotado, no tenía sueño, pues últimamente las
preocupaciones le hacían difícil dormir. Estaba solo en el salón,
frente al hogar. Sentado en su sillón —este sí que era el suyo, el
que habían trasladado desde la casa de Surrio y que hasta ahora
había estado guardado en el garaje del piso de Terrión—,
intentaba relajarse contemplando el fuego. Volvió a regular el tiro
de la chimenea sin conseguir los resultados apetecidos.
Continuaba saliendo humo, casi imperceptible a la vista pero muy
evidente al olfato. Era uno más de los problemas que les estaba
acarreando la casa.
Hacía ya cuatro meses que estaban instalados, y viviendo en
el pueblo. Le parecía mentira después de todo lo ocurrido. Se
preguntaba cómo era posible que se le hubiesen complicado tanto
las cosas. Dejó perder su mirada en el fondo del hogar, haciendo
retroceder su pensamiento hasta el inicio de la construcción de su
hogar.
Habían encontrado a un individuo que anunciaba la casa de
sus sueños. Típica, de alta montaña, con una cubierta de máxima
pendiente y que, por características y costes, se adaptaba
perfectamente a sus necesidades. Además, por su diseño,
permitía un montaje muy rápido. El constructor resultó ser un tipo
encantador, argentino, llegado a España hacía algunos años, de
profesión, según él, aparejador, diseñador e inventor. Cuando les
conoció se entusiasmó con el proyecto de vida que se proponían
llevar a cabo, y se volcó en adaptar el diseño a sus necesidades.
Llegaron pronto a un acuerdo, firmaron un contrato a un precio
que se ajustaba exactamente al dinero del que disponían, y Jesús
entregó un treinta por ciento del coste total de la obra. En el plazo
de tres meses iniciaron la construcción, momento en el que se
entregó otro tanto del importe total acordado. Construyeron
primero la estructura básica del sótano, todo en grandes placas
de hormigón prefabricado, lo que sería el garaje y almacén, que
además constituía la base de la casa. Una cubierta de madera en
forma de A, con tejas de pizarra, conformaba el espacio de la
vivienda que se distribuía en dos plantas.
A los pocos días de haber iniciado la obra, resultó evidente
que con los materiales aportados no había ni para empezar. El
constructor, muy compungido, le dijo que no disponía de dinero
para ir a buscar lo que faltaba pues, con lo que había cobrado
hasta entonces, había tenido que afrontar deudas personales
anteriores. Creyendo todavía en la honradez del personaje, le
entregó el resto de dinero disponible para que pudiese
aprovisionar los materiales que faltaban.
Todo resultaba muy prometedor. Pero…, hasta aquí llegaron.
Con el último dinero entregado el individuo se esfumó. Se marchó
a por los materiales y ya no regresó.
Total, resumiendo, la casa quedó a medias, y no había más
dinero para terminar las obras. Ante esta situación, tuvo que
tomar la decisión de seguir adelante o abandonar el proyecto.
Dejar la casa tal como estaba y seguir viviendo de alquiler en
Terrión, o acabarla por sus propios medios e instalarse en Albás,
tal como habían proyectado. Convencido de que la salida a
cualquier situación adversa era siempre hacia adelante, optó por
continuar con la construcción. Tampoco era prudente dejar la
casa tal como estaba pues, según le advirtieron, los rigores del
invierno la degradarían enormemente.
Gracias a sus antiguas relaciones con los bancos, consiguió
un crédito que estimó suficiente para aprovisionar los materiales
que faltaban, y con más moral que seguridad, afrontó la
construcción por su cuenta, esto es, con sus únicas y propias
manos. Cabe decir que Jesús era un buen
«bricoleur». Se defendía muy bien en carpintería, bastante
bien en electricidad, y algo menos en albañilería. Lo que le
superaba era la fontanería, de lo que no tenía ni idea, por lo que
contrató a un profesional de la zona que le ayudó con la
instalación del agua y del que aprendió lo suficiente como para
defenderse, pasado algún tiempo, también en esta materia.
Después de no pocos problemas y vicisitudes, consiguió
cerrar la casa y acondicionarla lo suficiente como para que fuese
habitable. Por fin, a mediados de mayo de 1983, se instalaron en
su nueva vivienda. Dejaron el piso de Terrión, cuyo alquiler se les
juntaba con el pago de los créditos —que al final de las obras ya
eran dos—, y comenzaron a vivir en el pueblo en el que habían
soñado consolidar su proyecto de vida en la naturaleza.
Y aquí estaban ahora, a las puertas del invierno, y con un
montón de pequeños problemas aún por resolver. Uno de ellos el
del hogar que, a pesar de haber sido construido por un albañil,
fallaba en lo más básico, el tiro de la chimenea. El asunto era
importante, pues la principal fuente de calefacción de la casa
debía provenir del hogar. El único combustible que podían
permitirse era la leña. Aunque contaban con la ventaja de que los
vecinos empadronados tenían derecho a extraer de los bosques
comunitarios toda la que necesitasen para consumo propio. No
tendrían, pues, grandes dificultades para conseguir combustible,
pero para poder mantener la casa caliente era necesario
solucionar otros problemas. En la junta de la cubierta con el muro
que la conectaba a la base de la casa, existían entradas de aire
por todas partes. Encontró la solución rellenando con polietileno
expandido en spray todos aquellos puntos por los que se colaba
el aire.
En fin, no considero prudente, a fuerza de no querer
aburrirlos, continuar con todo el montón de pequeños, grandes
problemas, que la falta de experiencia en la construcción de
viviendas provocó a nuestros amigos. Baste decir que no se
amilanaron por ello, y fueron resolviéndolo todo poco a poco.
Finalmente, con la incorporación de una estupenda estufa de leña
que les permitía aprovechar al máximo las calorías de la
combustión, consiguieron la suficiente confortabilidad como para
disponerse a afrontar el frío sin peligro de quedarse helados.
Tenían suficiente leña, unas quince toneladas, que había
cortado en los bosques comunitarios. Aprovisionarla suponía un
considerable esfuerzo, pues se requería un largo proceso hasta
tenerla a punto de que- mar. A saber: 1.º: cortado de árboles, 2.º:
desenramado y troceado, 3.º: transporte hasta la casa, 4.º:
recortado y astillado a tamaño de hogar y estufa y, 5.º:
almacenado para su consumo. Acostumbraba a bromear,
diciendo que la leña era el combustible con más rendimiento
calórico por kilo que existía, pues antes de su consumo final te
calentaba cinco veces.
A pesar de todos los problemas, estaban instalados y
viviendo en la nueva casa. Faltaban muchas cosas por acabar,
sobre todo detalles de remate y decoración, pero con todas las
instalaciones básicas funcionando perfectamente.
Aunque existía un grave problema: la carga económica que
habían asumido era difícilmente soportable con los pequeños
ingresos que generaba su trabajo en la granja de urogallos.
Necesitaba encontrar nuevas entradas de dinero. Sin dejar su
trabajo en la granja, organizó una oficina de excursiones con
vehículos todo terreno para los turistas y veraneantes. Esto le
proporcionó algunos ingresos complementarios.
También pusieron en marcha el huerto, base de su
alimentación y la mejor forma de reducir sus gastos. En la nueva
casa pudieron destinar a ello un espacio bastante más grande
que el que tenían en Terrion. Así, aquello les proporcionaba
alimentos suficientes para el día a día, y para conseguir reservas
de cara al invierno. Además los excedentes se entregaban a la
tienda, que se los cambiaba por lo que no podían producir como,
sal, azúcar, aceite, etc. En realidad, el huerto se puso en marcha
antes de llegar a la casa. A primeros de mayo inició la
preparación de la tierra: limpieza de piedras, abonado con
estiércol de vaca y caballo, reparto de zonas, preparación de
surcos y vías de riego.
La primera siembra fue de lechugas, judías tiernas, tomates,
zanahorias, cebollas y patatas. Había que realizar un amplio
aprendizaje de muchas cosas para adaptar sus conocimientos a
las condiciones climáticas de la zona. Estudiaron cuidadosamente
los ciclos de cultivo, así como la forma de combatir las plagas
naturales sin productos químicos. Había encontrado un tratado
muy antiguo, que hablaba de cultivo combinado para el control de
plagas. Así aprendió que, plantando las patatas mezcladas con
las berenjenas, estas repelían al escarabajo de la patata. Si
dejabas crecer ortigas alrededor del huerto, ahuyentaban a la
mosca blanca que invadía las tomateras, y así otras
combinaciones muy interesantes. También encontró información
en un antiguo tratado de Arnau de Vilanova, el famoso médico y
alquimista, que le permitió combatir los pulgones y los hongos
mediante diversos preparados con plantas. Como por ejemplo, la
maceración de hojas de tabaco con ajenjo que, pulverizado,
actuaba como perfecto fungicida.
El huerto centraba la atención de toda la familia. María y
Jesús invitaron a participar a los niños en el mismo, para que
aprendieran a valorar lo que la tierra y los vegetales podían
proporcionarles si se les trataba con respeto y consideración.
Habían asignado un espacio del huerto para cada uno de sus
hijos, en el cual podían plantar lo que querían, y debían cuidarlo
personalmente. Todo surgía de forma natural, y los chicos lo
asumían encantados. Cada día acompañaban al huerto a su
padre y cuidaban su parcela, quitando hierbas y regando las
plantas.
Jesús aprovechó bien aquella oportunidad para continuar
experimentando, y comenzó a aplicar técnicas de magnetismo al
cultivo. Cada día pasaba por el huerto, con sus manos extendidas
dando energía a los vegetales, hablando con ellos, halagándolos
y agradeciéndoles los frutos que les iban a dar. Los resultados
fueron extraordinarios. Las plantas tratadas con magnetismo y
«cariño especial», crecían más y más deprisa, y producían frutos
mayores que las sembradas en la zona del huerto donde no se
aplicaba el sistema. Josué y Saúl, obtuvieron resultados
espectaculares. Los chicos, ponían tal convicción y cariño en el
cuidado de su huerto, que sus cosechas salieron adelante con
mejores resultados que las de su padre. Claro que nunca
supieron si, en el caso de Saúl, al que sus patatas y cebollas
doblaban en tamaño a las demás, fueron el cariño y el
magnetismo que daba a las plantas, o por lo que él niño decía
cuando explicaba que: ¡los gnomos le ayudan a cultivar su
huerto!
Pues bien, anécdotas aparte, aquello suponía la base de su
alimentación, generando conservas diversas como judías tiernas y
salsa de tomate. Llenaba el almacén para el invierno: un buen
saco de patatas, grandes cebollas que colgaban en el sótano,
zanahorias replantadas en arena seca de río, incluso tomateras
enteras llenas de pequeños frutos que, colgadas, iban madurando
poco a poco en sus matas y duraban hasta bien entrado el
invierno. Con los productos que les ofrecía el bosque hacían
conservas de todo tipo. Las de setas resultaron un aporte de
alimentos considerable por su abundancia y variedad. También de
frutas del bosque como las fresas, moras, frambuesas, grosellas,
gayubas, arándanos, sauco, etc. En la zona existían, aquí y allá,
diversos árboles frutales que nadie recogía, como manzanos,
perales y cerezos que, aunque producían frutas de tamaño muy
pequeño, tenían un sabor delicioso. Asimismo abundaban las
nueces y avellanas que recogían en considerables cantidades.
Complementaban también su despensa con cereales: arroz,
lentejas, garbanzos y judías secas, que compraban a muy buen
precio, a través de un mayorista que conocían, y de huevos y
leche que adquirían en el mismo pueblo. Su alimentación estaba
bien cubierta, máxime si se tiene en cuenta que la misma era,
mayoritariamente, ovolactovegetariana.
Todo esto y, por supuesto, las reparaciones y mejoras en la
casa absorbían la mayor parte de su tiempo. Quizás por eso, no
se había producido ningún comunicado de Arhimo. Sin embargo,
Jesús tenía bien presente la frase que este le dijo en su último
contacto, cuando le aseguró que siempre estaría cerca de él y
que podría encontrarlo en múltiples detalles cotidianos si sabía
verlos. En ocasiones, sentía un fuerte impulso que le inducía a
hacer algo que parecía absurdo. Como cuando recibieron la visita
de unos familiares y programaron una excursión a la montaña, y
tuvo la clara intuición que se produciría un avistamiento en lo alto
de la cumbre. No se atrevía a decirlo por temor a equivocarse,
pero sentía que debía comentarlo y por fin se decidió:
—Mañana, cuando estemos en la montaña, estad atentos,
pues es posible que podáis ver algo fuera de lo común.
Como era de esperar, la expectación fue máxima y los
familiares le asediaron a preguntas.
Al día siguiente, emprendieron la ascensión mucho más
rápidamente que de costumbre, tal era la ansiedad que todos
sentían por llegar a la cima. Iban con él, su cuñado, una sobrina y
sus dos hijos. Durante el trayecto se mantuvieron expectantes,
con los prismáticos y la cámara de fotos que llevaba su pariente
preparados. Estaba preocupado por el espantoso ridículo que
haría si no se veía nada. Pensaba una y otra vez que había sido
un tonto cediendo al impulso de comentarlo con sus fa- miliares.
Cerca de la cumbre hicieron un alto para recuperar resuello y
beber un poco de agua, se sentaron en la hierba mirando hacia el
valle donde se veía el pueblo. De pronto, algo le impulsó a mirar
hacia el lado contrario, entre las montañas y,… allí estaba. Era
una nave de pequeño tamaño, calculó que sería de las de 16
metros de diámetro. Desde su posición se veía en forma de puro,
lo que le hizo entender que volaba prácticamente a su misma
altura, a una distancia —lo pudo calcular por las cumbres que se
veían al fondo— de unos 1.500 metros. Controlándose todo lo
que pudo, se dirigió a los demás que aún estaban mirando hacia
el valle:
—¡Eh!... A ver si estáis más atentos, o todavía os lo vais a
perder.
Al oírle, se levantaron de un salto y miraron hacia donde él
les indicaba. Quedaron estupefactos, la nave se desplazaba de
derecha a izquierda en un movimiento suave y bastante lento, lo
que descartaba junto con la altitud a la que volaba, cualquier
posibilidad de que se pudiese confundir con un avión.
Cuando reaccionaron se armó una gran algarabía, su cuñado
y la sobrina no paraban de gritar y saltar entusiasmados. La
escena duró algo más de un par de minutos, lo que resultaba un
tiempo tremendamente largo para un avistamiento, hasta que la
nave desapareció de su vista tapada por una de las cumbres
cercanas.
Fue algo increíble. En pleno día una nave volando entre las
montañas a un nivel más bajo que la mayoría de las cumbres.
Aquello sirvió para renovar su confianza en sí mismo, y aprender
a distinguir lo que era una intuición premonitoria y saber cuándo
debía ceder a sus impulsos.
Cuando se hubieron calmado un poco, le dijo a su cuñado:
—Estoy deseando que reveles las fotos para ver lo que ha
salido.
—¡Ostras tú, las fotos! —exclamó su cuñado—, ¡no he hecho
fotos!,
¿cómo es posible? No me he acordado de la cámara para
nada.
Sonrió, pensando que no le extrañaba nada que, una vez
más, no tuviesen pruebas de lo que acababan de ver. Ocurrieron
muchas cosas que le decían que, aun estando enfrascado en sus
necesidades materiales, sus guías y protectores seguían cerca
de él.
Una noche, no recuerdo muy bien cuando fue, pero creo que
ya estaba acabando el invierno, comenzó a sentirse inquieto, se
levantaba una y otra vez y sentía el impulso de ir a caminar.
Fuera todavía hacía bastante frió y no le apetecía nada salir a la
calle, por lo que una y otra vez se sentaba frente al hogar y volvía
a levantarse. Hasta que al final fue su esposa quien le dijo:
—Cariño, no le des más vueltas, y haz lo que sientes que
tienes que hacer, porque si no temo que vas a reventar. Pareces
un león enjaulado.
—Es que siento que tengo que salir a la calle.
—¿Pero, a donde tienes que ir? No ves que ya es de noche.
—No lo sé, cariño, ¡no lo sé!, ¡supongo que solamente a dar
una vuelta... creo.
—Bueno pues sal, date un paseo y vuelve pronto. Mientras,
yo voy a arreglar a los niños y a acostarles.
Se abrigó bien y salió. Fue caminando hacía la iglesia, la
rodeó, volvió de nuevo a su casa, pero dio la vuelta y regresó otra
vez hasta la iglesia. Una sensación extraña le impulsaba a seguir
caminando. Paró un momento y pensó: «Sigue tu intuición. A ver,
¿hacia dónde tengo que ir?
Cerró un momento los ojos, y notó claramente, una dirección
a seguir. Subió de nuevo por el camino de la iglesia, y siguió hacia
el campo que había detrás de su casa, hasta un punto en que
dejó de sentir la necesidad de caminar. Allí se quedó parado, y
escudriñó el cielo. La noche estrellada de los Pirineos dejaba ver
como siempre, un millón de estrellas con todo el camino de
Santiago bien claro.
La silueta de la gran montaña, que protegía el pequeño valle
del pueblo, destacaba sobre el fondo del cielo estrellado.
Entonces supo exactamente hacia donde tenía que mirar, y vio
una luz de un tamaño cuatro o cinco veces el de las estrellas más
grandes. Aunque estaba bastante alta —quedaba entre el cielo y
la tierra—, se movía a una altura más baja que la habitual de los
aviones. Él sabía distinguir aquello perfectamente. Pensó que
debería descartar la posibilidad que se tratase de un satélite,
dado que estos iban mucho más altos y con luces mucho más
pequeñas. Además el color naranja de la luz que estaba viendo,
era absolutamente distinto de todas las luces habituales en el
cielo. Esto unido al cúmulo de sensaciones que le llevaron hasta
allí, le convenció que se trataba, una vez más, de una nave. De
pronto, la luz se detuvo en el cielo, y quedó unos instantes
parada, después descendió en una diagonal en sentido contrario
a la dirección que llevaba anteriormente, y volvió a subir hasta la
altura por la que había estado circulando y emprendió la ruta de
regreso. Fue una demostración contundente que no se podía
confundir con nada conocido. Al comprobar que desde el balcón
de su casa también se podría distinguir la nave, salió corriendo
hacía allí y llegó gritando:
—¡María!, ¡María!, sal con los niños, mirad esto. ¡Corred,
salid a la terraza,
mirad, es una nave¡
—Pero ¿qué pasa? —le respondió María.

—Corre ven, corre. ¡Mira es una nave! ¡Tenía que salir para
poder ver esta

nave¡

—Pero si acabo de bañar a los niños y Josué todavía está


desnudo.
—Es igual, envuélvelo en una manta y salid.
Al fin María salió con Saúl en brazos, mientras él cargaba con
Josué, arropado con el cubre de su cama, y los cuatro pudieron
contemplar cómo la nave acababa su recorrido antes de
desaparecer, apagándose, en el fondo del cielo.
Pero no se trataba solamente de avistamientos. En
ocasiones, seguía teniendo claras premoniciones que le inducían
a intervenir para evitar accidentes o problemas. Se encontraba
con pequeños detalles, casualidades, que le resolvían las dudas
ante cualquier decisión que debía tomar y que resultaban siempre
acertadas.
Por ejemplo, estaban instalando grandes tuberías de PVC
para conseguir una nueva aportación de agua del río destinada al
suministro del pueblo, y todos los vecinos participaban en su
instalación. Trabajaba con un chico que pasaba el verano allí,
conectando los diferentes tramos. Cuando llegaron a una de las
uniones tuvo un flash, una imagen, en la que vio una víbora
escondida debajo del tubo y que, al cogerlo, saltaba para picar a
su compañero. Inmediatamente le detuvo, diciéndole:
—Espera, ten cuidado, pues en esta zona hay muchas
víboras, y debemos vigilar al levantar los tubos.
Se colocó los guantes de trabajo y levantó la conducción. La
víbora saltó en ese justo instante, pero no alcanzó su mano, que
estaba más atrás. Después salió corriendo, asustada, con tan
mala fortuna que fue a parar a los pies de su compañero. Este,
en un gesto instintivo, agarró una llave Stillson, que tenía a mano,
y de un certero golpe mató al ofidio..
El pobre reptil, que lamentó haber tenido que matar, sirvió
para que todos los niños del pueblo aprendiesen a reconocer a la
única serpiente venenosa de los Pirineos.
Y así os podría relatar muchas otras vivencias que por
cotidianas se convertían en normales.

1987 … Albás … Final del verano

Habían pasado casi cuatro años, durante los cuales habían


seguido con su vida cotidiana. Desgraciadamente, y a pesar del
negocio de las excursiones en todo terreno, los ingresos
obtenidos no alcanzaban para pagar los créditos. Habían ido
arreglando lo imprescindible pero seguían con todos los
acabados exteriores, que requerían inversión, sin terminar. La
situación económica comenzaba a ser agobiante. La casa no
podía seguir en el estado en que se encontraba, y resultaba
evidente que, con las posibilidades de trabajo que había en la
zona, era casi imposible conseguir ganar lo suficiente como para
superar la situación.
Así que comenzó a pensar en bajar provisionalmente a
Barcelona, donde estaba convencido de que ejerciendo su antiguo
oficio de vendedor inmobiliario, podría conseguir rápidos y
abundantes ingresos. Pediría una excedencia en la granja de
urogallos, con la previsión de regresar la primavera siguiente.
En estos últimos años, los contactos se habían ido
produciendo con regularidad, aunque con bastante dilatación
entre ellos. Continuaban siendo auditivos, y el sistema se había
fluidificado y simplificado grandemente. Aunque, en algunos
momentos en que era presa del nerviosismo por la presión de la
situación económica, no funcionaban correctamente. Cuando
flaqueaba su equilibrio interno, su disarmonía distorsionaba la
sintonización como si se perdiese la frecuencia de radio de la
emisora deseada.
Sin embargo los contactos, aunque breves en extensión,
habían adquirido un nivel más alto en sus contenidos, netamente
filosóficos y espirituales, encaminados mayormente al crecimiento
personal y espiritual. Por su parte, había sentido desaparecer
completamente el ansia del contacto físico, o el avistamiento de
naves, cosas que no buscaba ni solicitaba nunca. Sabía que en
esta etapa, estaba inmerso en el asentamiento de su familia en
los Pirineos y en conseguir consolidar su proyecto de vida.
Desgraciadamente las cosas no salían como deseaban. Los
problemas económicos iban ganando terreno inexorablemente, y
los atrasos en sus pagos generaban más deuda y aumentaban su
nivel de distorsión personal. Finalmente, decidió regresar a
Barcelona para encontrar medios con los que ganar dinero de
forma más abundante y rápida.
Esta decisión, aunque necesaria, diríamos que
imprescindible, le condujo a una fuerte crisis personal. Aunque
nunca había sido una persona depresiva, quedó fuertemente
«tocado» al darse cuenta que su proyecto de vida estaba en
peligro. No comprendía cómo era posible que después de todo lo
vivido, se pudiese encontrar en esa situación a pesar de su gran
esfuerzo y de su entrega. Ni tampoco entendía de qué le servían
sus contactos con seres superiores, que no intervenían, ni
influían, ni ayudaban de forma alguna en sus problemas actuales.
Recordaba el comunicado de Arhimo, en que le advertía de los
problemas de distorsión que supondrían para él los trabajos
materiales de la construcción de su casa («Deberás mantener tu
equilibrio y Armonía para que no se rompa la perfecta
sintonización de la que dispones ahora, ya que, en tu empresa
material, pueden surgir graves desequilibrios»), y se preguntaba
por qué no le advirtieron de lo que iba a pasar con el constructor.
A pesar de ello, en ningún momento planteó el tema en sus
contactos, pues se daba cuenta de que los mismos estaban en un
nivel muy distinto de las cosas del mundo material.
Así pues, aunque bastante desmoralizado, se enfrentó a la
nueva situación y, en el otoño de 1987 regresó con su familia a
Barcelona. Se instaló en un piso de alquiler en un pueblo cercano
a su ciudad natal, e inició nuevamente su trabajo de vendedor
inmobiliario. Esperaba que fuese solamente un tiempo corto,
quizás de un año o poco más, el que necesitaría para resolver la
situación. El era un buen vendedor y en la inmobiliaria se ganaba
bastante dinero, por lo que confiaba en poder regresar cuanto
antes al pueblo.
La necesidad de resolver el problema en poco tiempo le
exigía una dedicación absoluta al trabajo, que realizaba de lunes
a viernes en la agencia, y los sábados y domingos vendiendo
torres y terrenos por toda la provincia.
El tremendo contraste entre la vida en el pueblo y esta nueva
situación, que le apartaba casi totalmente de su familia, le
producía un fuerte shock, e inexorablemente le estresaba cada
vez más. La gran insatisfacción que le producía aquella vida era
agobiante.
Ni que decir tiene que su armonía interior desapareció
rápidamente, abandonó casi completamente sus meditaciones y
trabajos de relajación y respiración, y se fue alejando, más y
más, de todo su mundo interior. Pronto se dio cuenta que no
había ya contacto alguno. Hacía ya largo tiempo que no se
producían los pitidos de aviso. Entendió que su disarmonía había
desafinado su sintonización con la fuente. Cuando reflexionaba se
daba cuenta del significado profundo de las palabras de Arhimo
cuando le decía: «Estaré siempre cerca de ti, si tu quieres estar
cerca de mí. Me alejaré cuando tu decidas alejarte». Ahora se
estaba alejando, aunque no entendía porque no recibía ayuda
según lo que le había dicho: «Comunicaré cuando vea que te es
necesario». ¿Acaso no era necesario ahora, en estas
circunstancias? ¿Un contacto, una palabra de ánimo, una idea
genial que le ayudase a salir de la situación?
Quizá no, reflexionaba. No cabía duda de que fueron sus
propios errores los que le habían llevado a caer en esta gran
distorsión, a esta ruptura de sus planes (… si hubiese elegido
mejor al constructor de su casa…, si no hubiese sido tan
confiado). En fin, estaba dispuesto a esperar que se produjese el
contacto cuando Arhimo lo considerase oportuno. Debía
centrarse en trabajar y conseguir dinero rápidamente.
Y siguió así, luchando denodadamente para conseguir sus
propósitos. Y no le fue mal, vendió bastante y ganó dinero, y con
él pudo liquidar los atrasos, pero la duplicidad de gastos que se
producía, el tremendo coste de la vida diaria en la metrópoli, le
hacían muy difícil dejar la deuda a un nivel soportable para seguir
viviendo en el pueblo. Aunque poco a poco lo iba consiguiendo,
resultaba evidente, a esas alturas, que resolver completamente la
situación costaría más tiempo del que había pensado.
Capítulo octavo

Contacto con Sharhim, un ser de 5.ª dimensión

1 de diciembre de 1989

Como cada día, había regresado bastante tarde de


Barcelona. Había alargado su jornada laboral, y estaba
consiguiendo remontar completamente la situación económica.
Faltaba poco para poder regresar a Albás y volver a instalarse
para reemprender su vida ideal. Pero llegaba muy cansado y
físicamente estaba empezando a pagar un alto precio por su
esfuerzo.
Tan pronto como acabaron de cenar, María recogió las cosas
y se fue a la cama. Al día siguiente debería seguir con sus
labores en la casa y con los niños, que iban al colegio en la
capital de la comarca. Apenas los había visto un rato antes de
que fueran a dormir. Cuando estaban cenando, su esposa le
había dicho:
—Verás lo que he encontrado en una de las cajas que aún
no habíamos desembalado desde que volvimos del Pirineo. Te
gustará. Está en esa cajita al lado de la tele.
Cerró todas las luces y corrió la cortina del ventanal del salón
para ver el exterior. Lo hacía cada noche antes de acostarse
para relajarse un poco y cortar el ritmo de aceleración del día.
Recogió la cajita del lado de la tele y, situando el sillón de forma
que pudiese ver el cielo, buscó la posición más cómoda y la abrió.
Debajo de un algodón color rosa estaba un cristal que, aún a
oscuras, emitía un tenue brillo. Lo reconoció enseguida. Si, era su
viejo dodecaedro de cristal de cuarzo al que se atribuye la virtud
de armonizar el entorno en que se encuentra, pues emite unas
ondas que equilibran las radiaciones nocivas, y tienden a
tranquilizar y relajar a quien lo acaricia jugando con él.
Tenerlo en la mano le transportó a tiempos pasados, cuando
preparaba su viaje a Albás, pero de inmediato su mente le llevó
de nuevo a su situación actual. El abandono de su vida ideal en
las montañas, la angustia por cubrir sus atrasos económicos, la
pérdida de contacto con su mujer y sus hijos, la alta agresividad
del entorno que soportaba muy mal, en resumen, la insatisfacción
de vida que estaba sufriendo.
Sintió dentro de sí, una tremenda pena y se preguntó. ¿Tan
mal he hecho las cosas? ¿Merezco todo lo que me está
pasando? Inmediatamente, la rabia sustituyó a la pena, y gritó
mentalmente: ¿Y vosotros dónde estáis? Porque me habéis
mostrado mi pasado, me habéis hablado de mi futuro, y después
me habéis abandonado en este presente desastroso e infeliz.
¡Maldita sea!... ¿Dónde estás, Arhi- mo…, por qué no me
escuchas y contactas conmigo? Hasta ahora he tenido que
luchar solo para conseguir salir adelante, estoy a punto de
conseguirlo, pronto podré regresar al pueblo. Pero no
comprendo porque no me habéis ayudado. Estoy seguro que
podríais haberlo hecho, comunicar conmigo, darme ánimos,
ayudarme a recuperar mi equilibrio.
¡Háblame al oído!, ¡tienes que oírme! ¿Dónde estás?, ¡dime
algo…, maldita sea!
De pronto, notó un movimiento en su mano. La abrió y
contempló el dodecaedro sintiendo su vibración y también que
aumentaba la temperatura del cristal. Súbitamente, creyó ver un
destello de luz que surgía del mismo. ¿Estaría soñando? El cristal
se iluminaba con una tenue luz azulada, la vibración se transmitía
hacia su mano y se extendía por su brazo. La identificó
enseguida, era la misma sensación que siempre precedía un
contacto. ¡Entonces eso quería decir!... Saltó del sillón, buscó
papel y bolígrafo y se sentó en la mesa del comedor.
La psicografía se produjo fácilmente. Al principio, su mano
guiaba al bolígrafo haciendo rayas y más rayas. Comprendió
enseguida que debía afinar su conexión. Se detuvo un momento,
inspiró y expiró suavemente e intentó poner la mente en blanco.
Cogió de nuevo el bolígrafo y des- pués de algunos garabatos
apareció:
—Arhimo. Imposible contacto auditivo. Frecuencia
desajustada. Bajo nivel de vibración mental. Solo contacto
psicográfico. (Pausa…, de nuevo rayas…) Siempre estoy contigo, tan
cerca o tan lejos como tú quieras estar. Mereces mi apoyo, mi
explicación para entender tu situación y comprender tu misión
actual. Te la daré. Día 8, 5 a.m. en la casa de Albás. No tendrás
más dudas. AMOR, Arhimo.
Todo se detuvo. Jesús quedó clavado en su silla, quería
pensar pero no podía. Solo oía el latido acelerado de su corazón.
Intentó sosegarse respirando profundamente. Cuando notó su
corazón latiendo normalmente, volvió a situar el bolígrafo sobre
una nueva hoja de papel y solicitó mentalmente un nuevo
contacto. Esperó pero nada ocurría, su mano estaba quieta, y no
existía rastro de la vibración característica en su brazo. Pensó
que estaría haciendo algo mal. Escribió su antiguo código de
contacto en el borde derecho del papel, «Elores Omega 0», pero
no pasó nada. Se detuvo, y releyó un par de veces el mensaje
recibido. No había duda, era una cita de contacto. Pero, ¿podía
aceptarla sin más?
No había tenido ninguna señal previa, ni las tres
confirmaciones con pitidos. No dudaba del contacto, sentía que
era auténtico. Además, respondía a una llamada desesperada
que él había lanzado mentalmen- te, justo antes de que el cristal
se pusiese a vibrar. ¡Claro!: el cristal. Era necesario volver a
contactar. Quizás si volvía a coger el cristal? Tomó el dodecaedro
en su mano, y respirando profundamente volvió a solicitar
mentalmente el contacto.
—Ya me doy cuenta de mi desajuste energético —pensó—,
pero necesito confirmación de este mensaje, si fuese posible…
—y el cristal volvió a vibrar. Ocurrió lo mismo que la primera vez.
Tomó el bolígrafo y procurando no pensar en nada esperó:
—Arhimo: Cristal permite activar vibración en tu brazo. No
puedo arriesgar interferencia mental. Método nocivo para tus
cuerpos de energía. (pausa…rayas) Confirmo contacto en Albás,
en tu casa, 8 de diciembre. Allí oirás mi llamada, verás mi luz.
Hablaremos. Solo para ti. No más contactos hasta entonces.
AMOR… ARMONÍA. Arhimo.
De nuevo hubo un momento de vacío, de quietud mental,
como si el tiempo se hubiese detenido por un instante. Pero
ahora sintió una sensación de paz, de sosiego. Retomó el control
de sí mismo, y percibió de nuevo, después de mucho tiempo, una
pequeña luz en su interior. Aunque duró solo un instante, fue
suficiente como para conseguir un cambio radical en su estado de
ánimo. Quizá podría recuperar su equilibrio, su armonía, tal como
le deseaba Arhimo. Más sereno que antes, releyó el comunicado.
Creyó entender que para conseguir el contacto, Arhimo había
forzado la inducción de la psicografía directamente a través de su
mano, sin pasar por su mente. Que de otra manera podía
producir alguna alteración en sus cuerpos sutiles, algún desgarro
áurico o algo así, por lo cual desaconsejaba continuar usando ese
método. Entendió que debía ser imposible un contacto «más
normal», debido al tremendo desequilibrio personal, mental y
emocional en que estaba sumido últimamente. Pero dejando ese
asunto, lo más interesante era lo que se refería a la cita en Albás:
«Allí oirás mi llamada, verás mi luz. Hablaremos». No parecía
que se refiriese a un avistamiento; la palabra «hablaremos»
sugería una entrevista personal un vis a vis, un tete a tete.
Aunque quizá solo significaba que al llegar a su casa del pueblo,
le daría nuevas instrucciones para el contacto. Fuera como fuese,
estaba ante una cita, un nuevo contacto después de tanto tiempo
y con la esperanza de aclarar muchas cosas de su situación
actual, no en vano en el primer comunicado se decía: «No
tendrás más dudas».
Volvió al sillón, frente al balcón y se acomodó pensativo,
contemplando el cielo y las estrellas, buscando a Orión. Estuvo
así largo rato ensimismado en sus pensamientos, hasta que se
durmió.
Ü Ü Ü Ü Ü Ü Ü

7 de diciembre de 1989
Había salido muy tarde de Barcelona, y viajaba con una
amiga. Era Eu- genia, una mujer muy intuitiva con claras
facultades de videncia, muy interesada y activa en los temas
esotéricos junto a su esposo Jaime, que era un extraordinario
astrólogo, resultaban un matrimonio muy especial.
Como nuestros amigos, habían intentado aposentarse en
Albás y después de varios años de vivir allí, también las
circunstancias los habían obligado a dejar el pueblo y regresar a
Barcelona. Con el tiempo, las dos familias habían forjado una
buena amistad y eran gente muy apreciada por María y Jesús.
Así pues, en buena compañía, el viaje al Pirineo, bastante largo
en aquel entonces dadas las precarias condiciones de la
carretera, se hizo más corto y distraído.
Llegaron al pueblo pasadas las doce de la noche, esto es, ya
era el día 8 de diciembre. Aunque existía entre ellos mucha
confianza y Eugenia conocía totalmente las circunstancias de su
vida, él no le comentó el motivo real de su viaje al pueblo que,
oficialmente, era para controlar la casa y ver si todo estaba en
orden. Aun así, al despedirse para ir cada uno a su vivienda,
Eugenia le dijo:
—Jesús, no sé si realmente vienes a Albás por algo
especial, aunque no me lo hayas dicho, pero creo que debes
estar atento esta noche pues intuyo que puede ocurrir algo
importante para ti.
—¿Qué te hace pensar eso?…. ¿Por qué me lo dices
Eugenia?
—Mira Jesús, desde que hemos llegado a la zona del
Pirineo, me vienen a la mente imágenes de algo que va a ocurrir
esta noche y que tiene relación contigo.
—Bueno…, y ¿qué has visto, dime?
—Sabes, pienso que es mejor que no te explique nada, no
quisiera influir ni
condicionarte.
—No Eugenia no…Mira, esto no vale. No puedes lanzar la
piedra y esconder la mano. No te dejo ir sin que me expliques
que has visto.
—Bueno está bien, tienes razón Jesús, no tenía que haberte
dicho nada. Solo te diré que he visto una fuerte luz y a ti que
ibas hacia ella. Pero créeme es mejor que no te diga más.
—¡Vale, vale!, de acuerdo —dijo Jesús, que ya tenía más
que suficiente con lo que Eugenia le había dicho y que confirmaba
lo que él esperaba de esa noche.
—Vayámonos a dormir. Que descanses, Eugenia.
—Buenas noches Jesús.
La casa estaba fría y desangelada, falta de calor humano. A
pesar del frío que hacía allí dentro, se abstuvo de encender la
estufa de leña, y se limitó a poner los radiadores eléctricos en el
cuarto de los niños, donde pensaba dormir. Eran casi las dos
cuando, después de haber comido algo, y repasado la casa, se
puso a arreglar la cama donde pensaba descansar hasta las
cinco. Puso la alarma en su reloj de pulsera para asegurarse
despertar medía hora antes de la prevista para el contacto. Se
tendió en la cama intentando dormir, pero la ansiedad no le
permitía conciliar el sueño, de manera que bajó a la cocina a
calentarse unas hierbas y reconfortarse del frío reinante. Con la
taza en la mano subió de nuevo a la habitación de los niños,
comprobó que tenía papel y bolígrafo en la mesita de noche, y se
tendió en la cama, guardando en su mano el dodecaedro de
cristal. Pronto, aunque dando vueltas preocupado por si no se
despertaba a tiempo, se quedó dormido como un tronco.
Le despertó un sonido de campanas —¡tlinc, tlanc, cataclinc,
cataclán!—, se incorporó en la cama, y prestó atención. Miró al
reloj, eran las cuatro y cincuenta y cinco minutos. ¡Caramba!, su
reloj no había sonado o él no se había despertado. Pero, ¿qué
eran esas campanas? No podía ser, a esta hora de la noche, no
podían estar tocando las campanas de la iglesia. Se levantó, y
al pasar por el lado del baño de los chicos, oyó que el ruido de
campanas procedía de allí adentro. Entró en el baño y lo
comprendió enseguida. Era el termo eléctrico. Al no estar viviendo
en la casa, se vaciaban siempre las tuberías del agua como
precaución para evitar roturas y escapes en caso de congelación,
por lo que el termo estaba vacío de agua y con la llave de paso
cerrada. Fue por eso que, aunque al llegar había abierto la llave
general del agua, el termo no se había llenado, y al cabo de unas
horas las resistencias eléctricas, al dilatarse por el calor, sonaban
como campanas. Apagó el termo, que aún continuó sonando.
Preocupado por la hora que era y, maravillado por aquella
circunstancia de aquel campanilleo que, afortunadamente, le
había despertado, bajó corriendo a la planta baja. Allí, múltiples
rayos de luz se colaban por las rendijas y el quicio de la puerta
que, desde la cocina, salía al porche de la parte de atrás de la
casa.
4:55 a.m. del 8 de diciembre de 1989 … Albás, Pirineos … Casa de Jesús
(Jesús)

Me había quedado dormido. No sé cómo pude dormirme en


un momento como ese pero, afortunadamente me desperté al oír
repicar una especie de campanilleo. Cuando preste atención, me
dije que era imposible que fuesen las campanas de la iglesia y, en
seguida, me di cuenta de que se oían dentro de la casa. Me
levanté siguiendo el sonido que me llevó hasta el baño de los
niños, y allí se aclaró el misterio. Se trataba de la resistencia
eléctrica del calentador. Menos mal que el sonido me despertó y
que me di cuenta rápido pues, si hubiesen estado mucho tiempo
más sin agua, el calentador se habría quemado, y se podía haber
producido un cortocircuito y, quizá, un incendio. Reparé en que ya
era la hora de la cita de Arhimo.
Bajé corriendo las escaleras, y al llegar al salón, me llamó la
atención un cierto resplandor que iluminaba la cocina. Era una luz
que entraba por las rendijas de la puerta exterior de madera, que
daba al porche. Me di cuenta que esto era lo que esperaba. Abrí
la puerta y la vi. Quedé anonadado, era increíble…,
impresionante. Desprendía una potentísima luz blanca que no
deslumbraba, por lo que permitía ver nítidamente su forma.
Estaba descendiendo con un movimiento muy suave, llegando en
ese preciso instante a tocar tierra. Allí mismo, en el prado que
había detrás de mi casa, a escasos 6 o 7 metros del porche
donde yo estaba. Era una esfera de luz, parecida a la que nos
encontramos en medio del Atlántico. Me di cuenta entonces de
que estaba en pijama y sin ninguna prenda de abrigo, pero no
sentía frío. La esfera de luz rebajó su intensidad, como
apagándose, tomando un tenue color naranja con lo que el
entorno quedó prácticamente a oscuras, salvo por las luces de
las estrellas que ahora volvían a distinguirse. Pude percibir una
tenue vibración proveniente de la esfera, cuya luz anaranjada se
difuminaba, y quedaba como un cristal transparente. Y entonces
le vi.
Era un ser muy alto, que estaba parado en el centro mismo
de la esfera, como suspendido en el aire, inmóvil, lo que me
permitió distinguirle claramente. Debía medir más de 2 metros,
era delgado pero fornido, con fornido, con una larga melena que
le llegaba casi
hasta los hombros , e iba enfundado en un traje ajustado, como
asta os o b os , e ba e u dado e u t aje ajustado, co o
una segunda piel que marcaba perfectamente todos los contornos
de su cuerpo. En el traje, completamente liso, solo destacaba un
ancho cinturón con una amplia hebilla, cuyo detalle no podía
distinguir desde mi posición. El Ser estaba envuelto, como
atrapado, en esa luz de tono anaranjado que lo mantenía inmóvil.
No sabría muy bien cómo explicarlo. Esa especie de luz
densa, poco a poco se fue desvaneciendo y permitió que el ser
comenzara a moverse. Era como si hubiese viajado inmerso en
una especie de colchón de luz protectora, que ahora estaba
desapareciendo. Cuando por fin se fue disipando la luz, el ser
descendió hasta la base de la esfera, como tocando suelo.
Entonces me di cuenta que todo aquello era físico y tangible:
¡Aquello era un encuentro en tercera fase!
Su mano derecha se movió hacia la hebilla de su cinturón, y el
interior de la esfera quedó absolutamente libre de esa luz
envolvente. Yo estaba absorto observándolo todo ávidamente, y
por eso vi, mejor diría sentí, sus ojos mirarme.
Alzó su brazo y abrió la mano en un claro saludo, después la
bajó de nuevo hasta su cinturón y en un instante todo el contorno
de su cuerpo se iluminó, formándose como un segundo traje de
luz blanca, muy compacta, de alta densidad diría yo, de escasos
dos o tres centímetros de espesor. Una envoltura de luz que
parecía surgir de su traje y que se prolongó también alrededor de
su cabeza y sus manos. Eso me permitió ver con claridad su
cabellera rubia, su rostro alargado, su sonrisa tenue, y su
expresión llena de bondad y ternura.
Sus ojos, pequeños y con un ligero sesgo oblicuo, eran de un
nítido color azul celeste, igual que los míos. Un nuevo gesto de su
mano en su cinturón, y se abrió frente a él un espacio en la
superficie exterior de la esfera, como una puerta. En un solo paso
salió, y se plantó frente a mí en el porche. No sentí ninguna
inquietud especial, ni tampoco que mi pulso se alterara, ni
sensación de temor alguno. Muy al contrarío, al tener a ese ser
tan cerca, frente a mí, sentí una cálida vibración que me envolvió
y me relajó al máximo.
Hebilla en el cinturón de Sharhim, algo más que un ornamento. Se trata
de la imagen definida como el Símbolo de la familia Cósmica. También es un
auténtico equipo de mando con diferentes funciones. Cuando Sharhim
aparece en la Esfera de Luz, manipula en este artilugio para que se «abra» la
puerta. También cuando llega de un solo paso, como flotando en una especie
de ingravidez o desplazamiento en el aire, desde la esfera hasta el porche de
la casa (una distancia de 6 o 7 mts), sucede después de que ha manipulado
esta hebilla de su cinturón. Posteriormente, como se puede leer en el texto,
Sharhim toca, de alguna forma especial el símbolo, y un halo de color azul
blanco aparece alrededor de él como un segundo cuerpo o un traje de luz
protector.
Hemos sabido que este equipo posee múltiples funciones, relacionadas
con la nave «Stel-la» de Sharhim, como un auténtico mando a distancia para
activar, manipular o desactivar la misma.
—Saludos Jesús, me llamaste y estoy contigo. Nada debes
temer. Mi envoltura de ondas lumínicas me protege del entorno
y te mantiene a ti sosegado y a salvo de cualquier alteración de
tus niveles energéticos o del ritmo cordial.
Me sorprendió oír sus palabras en mi lengua materna, aunque
no le vi mover los labios.
—Hace ya mucho que estás preparado para un encuentro
físico conmigo, pero era necesario dejar transcurrir el tiempo
para que ver el curso que tu verdadero ser daba a tu vida actual,
y cuál es el camino que has decidido tomar, para cumplir tu
destino.
Sus palabras se oían en el exterior de mi oído, igual que en
las comunicaciones psicoauditivas, pero también en el interior de
mi cabeza, y tuve una clara percepción de lo que me decía a un
nivel más interno. Una sensación que provenía de mi plexo solar,
que actuaba como un centro de recepción de vibraciones. Era
algo muy extraño.
—Si, Jesús, existe resonancia de mi propio nivel de
vibración, en tu interior. Es la vibración de nuestra familia
cósmica, a la que los dos pertenecemos y que tú puedes
identificar claramente. A través de este nivel de vibración puedo
transmitirte mucha información que necesitas tener depositada
en ti, para el futuro.
Fue tremendo, comprender lo que Arhimo me estaba
diciendo, y sentir como la resonancia se expandía también al nivel
vital y al mental. Ahora sus palabras resonaban en todo mi cuerpo
y con cada una, yo estaba recibiendo mayor y más compleja
información de lo que sus palabras decían.
—Déjalo entrar dentro de ti, sin temor ni resistencia. Tú ya
sabes que puedes confiar en tu propia capacidad para discernir
correctamente. Ahora, tengo muchas cosas que contarte a nivel
de tu comprensión consciente.
Así lo hice, dejando de prestar atención a ese cúmulo de
extrañas sensaciones, y concentrándome en lo que Arhimo me
estaba diciendo.
—Quiero que sepas quién soy. Aunque mi existencia
transcurre sin percepción de espacio y tiempo, siento con pesar
las distancias entre nuestros encuentros, desde que nos dejaste
para reiniciar tu proceso de encarnaciones en Merla. Shalock,
aunque mi clave de contacto es Arhimo, mi identificación
familiar, mi nombre es Sharhim. Soy tu guía personal, tu
hermano, uno más de tu familia cósmica, la que me encargó tu
tutela en tus encarnaciones humanas y por lo que he seguido
siempre tus pasos desde entonces. Aun sin poder intervenir en
tus propios procesos vitales, en muchas de tus vidas, he
actuado como detonante de la búsqueda que siempre has
realizado. Sin interferir en tu propio proceso evolutivo, te he
dado pautas o he creado situaciones cerca de ti que han
ayudado a encontrar respuestas a tus preguntas.
Afortunadamente, el alto grado de reconocimiento de tu origen
que tu «ser» interno te ha dado en todas tus vidas, ha facilitado
tu despertar y mi labor. Así en ocasiones, tan solo me fue
necesario verter en tu mente una palabra para que actuara como
revulsivo para ponerte en acción o cambiar tu rumbo. O ha
bastado con activar tu atención con una señal auditiva. A veces
he propiciado tu encuentro con maestros humanos que te han
ayudado a reconocer todo lo que tú ya sabías. Como don
Tomás, el librero. O con Kiné, en Perú. Era necesario adelantar
en lo posible tu reconocimiento del origen, facilitar tu acceso a la
experiencia acumulada en todas tus vidas, para que consigas
pronto llegar al momento de tu transmutación. Mi recuerdo y el
de tu origen, están en tu interior. Existen diferentes formas de
acceso a la información acumulada y, por el momento, oculta en
tu mente subconsciente. Siempre has hallado un camino
adecuado para conectar, sin tener que sufrir los avatares que
supone rasgar el Velo de Isis. En tu existencia actual, quizá
pueda ayudarte saber que mi nombre, Sharhim, será la clave
para abrir algunos de los archivos de tu mente.

Mentalmente pronuncié su nombre, «Sharhim» y un nuevo


flujo de vibro-información resonó en mi cuerpo.
—Reconocerás en mí a ser al que disparaste en El Cantí,
era yo y mi nave Stel-la. Actuamos para mover tu consciencia y
activar tu proceso de búsqueda en esta vida actual. Aunque tú
habías tenido ya otros encuentros anteriores con nosotros, en
los que depositamos información a tu alcance.
Si, ¡claro!, era él, Arhimo o Sharhim, allí en la estación de
radar, ahora lo sabía sin ninguna duda. Pero, ¿cómo pude ser tan
bestia para dispararle?
—No te preocupes, todo estaba previsto. Vuestra acción
violenta no podía afectar nuestra integridad, pero debíamos
dejar huella e impacto en vuestras mentes para conseguir
vuestra reacción. También, como sabes, en esa ocasión
deposité en tu mente subconsciente información que hasta ahora
ha sido muy valiosa para ti pues, aunque no pasase a tu mente
consciente, te ha sido revelada en múltiples flashes, que te han
inspirado en los momentos oportunos.
Me percaté de la frase «otros encuentros anteriores» y
recordé, no sé por qué en ese preciso instante, que unos meses
atrás, mi madre me contó que cuando tenía seis años estuve
perdido en la montaña unas cuatro horas, y aparecí diciendo que
un señor me había llevado de excursión al sol.
—Sí Shalock, la información que recibiste en ese contacto
fue la preparación para tu vida actual. Ahora podrás activar esos
archivos de memoria cuando pronuncies mi mantra, Sharhim.
Deberás encontrar la pronunciación adecuada, timbre, cadencia
y vibración, para que funcione. Tu intuición te guiará para
lograrlo. También te servirá para abrir los archivos de
información que Comon te transmitió en el Atlántico. Shalock,
todo ello depende de la voluntad de tu «ser». Recuerda, podrás
establecer contacto cuando te acerques y desaparecerá toda
posibilidad de contacto, incluso contigo mismo, cuando hayas
decidido alejarte. Cuanto más te alejes mayor será tu dificultad
para regresar al punto adecuado de contacto.
Desde luego —pensé —, he vivido últimamente muy alejado
de mi propia espiritualidad, y muy desequilibrado física y
emocionalmente, supongo que por eso no era posible el contacto.
Yo intentaré no alejarme para no perder contacto, pero si no
consigo tranquilizarme y equilibrar mi nivel de vibración no será
posible por mucho que yo lo desee.
—Tu disarmonía proviene de la incomprensión de tu
situación actual, la que tú has creado. Solo la aceptación hará
posible recuperar el equilibrio. Para aceptar debes comprender.
La principal cualidad que como ser humano te ha sido dada es
la de tu libre albedrío. Tú siempre has ejercido este derecho.
Tomaste tu decisión al rechazar la opción que Kiné te ofreció en
Perú. Tomaste tu decisión al construir tu casa en el pueblo.
También a quien contratabas para construirla. En muchas
ocasiones tu mente racional y consciente se equivoca por sí
misma. A veces tu mente subconsciente permite los errores para
que se produzca el resultado que te llevará al camino que tu
«ser» desea que tomes en cada momento. Lo que te ha ocurrido
ha sido escogido por ti mismo, para iniciar una nueva etapa de
tu proceso de evolución. Pero tus deseos son más fuertes que tu
destino, y tú yo consciente se rebela ante los cambios que te
exige la nueva situación. Ello te ha producido la insatisfacción
de vida que sientes ahora y te ha sumido en una total
desarmonía que te está llevando a la enfermedad y la
destrucción, y te está alejando demasiado de la fuente. Al
llamarme desesperadamente, te has acercado lo suficiente y me
ha sido permitido intervenir, para ayudarte a comprender la
situación y la nueva misión que te espera a partir de ahora.
Realmente yo era bastante consciente de que mis propias
decisiones me habían llevado a la situación actual de mi vida.
Pero ahora comprendía que quizá todo lo que estaba pasando
tenía un por qué y que no solamente mis errores eran los
culpables de todo. Me di cuenta que mi rebeldía, mi
insatisfacción, procedía de la sensación de culpabilidad que
sentía, por todo lo que había pasado.
—Jesús, equivocarse es lo más habitual en el ser humano.
En tu caso han existido errores, consecuencia de las decisiones
o actuaciones de otras personas, que tú no podías prever. Has
conseguido superar tus problemas económicos con gran
esfuerzo y a pesar de ello te has juzgado a ti mismo y te has
declarado culpable. No existen éxitos ni fracasos más que en la
mente de los hombres. Toda situación adversa sirve para
aprender, rectificar y mejorar. Debes superar tu sentido de
culpabilidad y afrontar una nueva etapa. Comprobarás que tu
etapa anterior ha sido, con diferencia, en la que más has
aprendido y evolucionado. Es hora de mirar adelante y afrontar
tu misión actual, que será más importante porque deberás
entregarte y producirte para los demás. Ya no podrás pensar
tanto en ti mismo y en tu vida ideal, sin conflictos ni
compromisos. Eso es lo que tú y tu «ser», habéis escogido. Es
necesario para llegar a la transmutación y dejar este nivel.
Reparé un instante en la fluidez del lenguaje que empleaba
Sharhim, podía reconocer en él mi propia forma de hablar, lo que
me sorprendió, pues en las psicografías, incluso en los contactos
por psicoaudición, el lenguaje era menos fluido y más
entrecortado.
—Ahora recibes mi mensaje directamente a través de tu
cerebro, lo que permite la traducción instantánea a tu lengua
materna, y lo recibes con tu propio léxico y articulación
lingüística. Cualquier concepto abstracto que quiero transmitirte,
es traducido automáticamente a tu nivel de comprensión, tal
como tú lo expresarías.
—Lo siento —dije en voz alta—, no quería interrumpirte en tu
explica-
ción.
—Disiparé cualquier duda que surja —contestó Sharhim con
una ex-
presión sería—. Debes saber que te espera una larga etapa
de contacto con muchos grupos de personas a quienes
explicaras tus experiencias. Hablarás delante de doctores y
eruditos que te escucharán. Despertarás en mucha gente
sencilla el deseo de búsqueda de lo auténtico, del «ser»
interior…, de la trascendencia. Tus palabras se difundirán por
los medios de comunicación. De tu iniciativa surgirá un centro
de difusión del conocimiento y reunirás mucha gente a tu
alrededor. Este centro emitirá tan alta vibración que atraerá a
muchos seres afines a la misma, lo que propiciará el
reencuentro con alguno de los hermanos que llegaron contigo a
Merla (Tera, la Tierra) y siguen como tú en el planeta. De ti
dependerá que se produzca el reconocimiento. Es importante
reuniros de nuevo para que os apoyéis mutuamente en el
proceso que os llevará a la desdensificación material. Con un
pequeño grupo efectuarás una gran labor de concienciación, y
transmitirás la necesidad de la evolución personal y espiritual,
mensaje que llegará a muchos. Todo será como tú mismo, tu
auténtico «ser» ha previsto. Es lo necesario para tu propia
evolución, pues en cada ocasión que enseñes a los demás, tú
aprenderás.
Cómo es posible —pensé—, yo no puedo hacer todo esto.
No quiero hacer todo esto. Ahora que ya he solucionado mis
problemas económicos quiero volver al pueblo. Quiero alejarme
de la locura urbana y vivir con mi familia, en armonía, en la
montaña.
—Pregúntate si realmente es eso lo que quieres, quizá solo
lo quiere tu miedo o tu yo egoico. Profundamente, en tu alma,
sabes lo que más te conviene y la vida en el pueblo supone un
estancamiento de tu proceso evolutivo. El miedo a equivocarte te
impide ejercer tu verdadero derecho a ser libre. En realidad
solamente se puede ejercer el libre albedrío cuando se «es»
realmente. En tus circunstancias actuales tu «no eres». Debes
liberar tu verdadero «ser», para «ser» verdaderamente.
Pero de alguna forma —pensé—, tu intervención, tu influencia
interfiere en mis decisiones.
—Como ya te he dicho, no me es permitido interferir en tu
proceso evolutivo. Con mis acciones solo he ayudado a liberar
tu mente consciente, de las interferencias que te impedían
escuchar a tu propio «ser» interior. Solamente actué como
catalizador de tus propios deseos y te ayudé a vivir tus etapas
sin perder demasiado tiempo. En realidad solo podías
reaccionar ante mis proyecciones cuando las mismas resonaban
en tu interior. Así es que jamás hubo alteración de tu auténtica
voluntad. Debes confiar más en ti mismo y saber que realmente
eres un ser libre y, si lo sabes, no habrá influencia externa que
pueda cambiar el ejercicio de tu elección en libertad.
Es posible que necesites aun, un tiempo de vida tranquila en
el pueblo, pero me temo que tú ya has decidido y tus
circunstancias ya te llevan por otro camino. No obstante tú
decidirás. También en esto ejercerás tu libre albedrío. Pero no te
preocupes, nada especial debes hacer, todo se dará por sí
mismo y, cuando estés inmerso en todo el proceso, las
capacidades necesarias saldrán de tu interior. No olvides que
cuando estás en armonía, emites un alto nivel de vibración, el
cual llegará hasta las personas que estén a tu alrededor y te
sorprenderá como todo se resolverá favorablemente.
En ese momento noté como una fluctuación de luz detrás de
Sharhim, lo que me hizo fijarme en la esfera, pero ya no pude
verla. Lo que me había llamado la atención, ese destello de luz,
fue como si se apagase la tenue luminiscencia que aún
conformaba la imagen de la esfera. Ahora no estaba o al menos
no se veía nada.
—La esfera de transporte se ha resintonizado, aun a esta
hora es mejor no
llamar la atención.
—¿Resintonizado? —pregunté, por segunda vez en voz alta,
en toda nuestra conversación.
—Sí. Se ha resintonizado a un nivel de vibración por encima
del umbral humano de percepción sensorial, por eso ahora no
puedes verla.
—¿Cómo camuflada, no? —pensé—.
—En tu nivel de lenguaje, la «resintonización» expresa más
exactamente lo que significa un nivel más alto de vibración
lumínica. En realidad, la esfera de transporte es un portal de
materialización que nos permite trasladarnos, desde distancias
interplanetarias, sin naves de soporte físico. Yo he viajado, en
estado de desmaterialización, desde una nave nodriza que está
fuera de la atmósfera terrestre y a través de la esfera me he
materializado en mi soporte físico a un nivel de densidad
adecuado para el entorno terrestre, que permite que tú tengas
una correcta percepción sensorial de mí. Entonces, estás
hablando de un sistema parecido a la transportación de los
personajes de Star Treck (antes de acabar mi razonamiento ya
me había arrepentido de haber pensado algo tan estúpido,
impropio de la situación, y con una expresión de disculpa miré
fijamente a Sharhim, quien apuntó una leve sonrisa).
—Está bien Jesús, es natural que busques los símiles que
conoces como base comparativa. Es adecuado a tu proceso
mental y, debo decirte que no todo es imaginación en muchas
de las cosas que os llegan a través de las series de televisión o
las películas. Nuestra inspiración llega muchas veces a vuestros
creadores y guionistas. En cualquier caso la comparación no es
mala, pero debo decirte que la transportación con disgregación
molecular que proponen en la serie, no es posible con la
densidad material del cuerpo físico humano. La densidad
material de mi soporte físico actual, es inferior a un diez por
ciento de tu densidad humana. Prácticamente es todo energía,
una energía densamente cohesionada, fácilmente
desmaterializable y transportable en forma de luz. Pero necesita
de un entorno energético adecuado para materializarse, lo que
conseguimos a través de la esfera de transporte. La esfera
puede también, convenientemente regulada, trasladar un cuerpo
humano, físicamente, hasta nuestras naves, con la suficiente
seguridad, para vuestra integridad física y energética.
—¿Físicamente…, sin desmaterialización?
—Sí, la luz densa que viste a mi llegada me envolvía y
sujetaba, garantizando mi integridad una vez completada mi
materialización. De igual forma puedo regular la vibración de la
esfera para obtener la densidad de luz adecuada para proteger
un cuerpo humano y trasladarlo hasta mi nave. En ese caso no
existe desmaterialización sino transporte, como el de un vuelo
de vuestros aviones, aunque ajustando la vibración de la esfera
a una frecuencia no perceptible para vuestro nivel sensorial.
Esto resulta adecuado para los humanos en traslados
interplanetarios, dentro del mismo sistema solar.
—Pero, cuando llegaste tu esfera, desprendía una
potentísima luz blanca.
—Desde una altitud determinada es necesario materializar
la energía para contrarrestar la atracción magnética terrestre.
Durante esa fase se produce también la reunificación molecular
de quien haya sido transportado, y la luz es siempre visible
hasta completar la materialización. Una vez obtenida la
densidad física deseada, la vibración de la luz vuelve a ser
controlable.
Sharhim alzó su brazo derecho, y acercó lentamente su mano
a mi hombro. De forma imperceptible para mí, la distancia entre
nosotros se acortó. Desde el momento en que inició el gesto,
percibí un agradable aumento de temperatura en todo mi cuerpo.
Cuando posó su mano en mi hombro, más que un contacto, noté
como si su mano y mi hombro se conectasen, como si se
produjese una comunión molecular entre los dos. Entonces, la luz
que desprendía comenzó a cubrir todo mi cuerpo formándose,
también a mi alrededor, un traje de luz. Miré fijamente a los ojos
azules de Sharhim, lo que me obligó a alzar la cabeza pues,
como ya dije, su altura debía ser de más de dos metros. No
puedo describir lo que sentí cuando nuestros ojos conectaron a
través de la mirada.
Cientos de imágenes antiguas se plasmaron en mi mente, de
algún lugar, de algún tiempo en que estábamos juntos.
Sentí el impulso de poner mi mano en su hombro, levanté mi
brazo, pero casi no alcanzaba su altura. Noté un claro aumento
de la vibración que resonaba en todo mi cuerpo y ocurrió algo
increíble: ¡Comencé a elevarme del suelo!..., hasta que mi rostro
quedó a la altura del suyo. Deposité mi mano en su hombro…, ¡y
se hundió dentro de su cuerpo!, fundiéndonos el uno con el otro
hasta que, de nuevo, retiré mi mano al nivel de la superficie de su
hombro.
Cómo explicar ese cúmulo de sensaciones sin parecer
exagerado, o excesivamente grandilocuente. Desistiré de
intentarlo, pero os diré que en ese momento se abrió uno de los
archivos de mi mente y las imágenes que «veía» amontonadas
adquirieron un orden coherente y recibí toda la información
acerca de mi familia cósmica y el nivel evolutivo en que me
hallaba cuando comencé mi nuevo proceso de encarnaciones
humanas. Su situación actual, su evolución, su misión como familia
energética en el organigrama cósmico. La razón de su insistente
llamada para que dejase mi nivel humano y regresase al nivel en
que estaba antes. Supe todo acerca de Sharhim, su condición de
ser-energía, asexual, superada ya la ne- cesidad de procreación,
más cerca de nuestro concepto de ser angelical, que de ser
humano.
—No necesitas asimilarlo ahora. Este archivo ya está abierto
y pasará a tu mente consciente, espontáneamente, en otro
momento —dijo Sharhim.
Mientras, continuábamos en esa situación de conexión físico
energética, con transferencia de raudales de información que ya
no pasaba por mi consciencia.
La sensación de flotabilidad era increíble, muy agradable y
placentera, aunque imagino que en esa sensación tenía mucho
que ver la conexión con Sharhim.
—Nuestra conexión físico —energética, me permite
equilibrar tus cuerpos sutiles para conseguir una mejor
alineación entre ellos, a fin de recuperar la correcta capacidad
de conexión con la fuente. Sin embargo, tu cuerpo físico soporta
niveles elevados de impurezas y residuos que alteran su
correcta vibración. En este último tiempo has descuidado tu
alimentación. Además, como tú ya sabes, existe un desequilibrio
funcional en tu hígado que deberás corregir. Como en todas tus
vidas este es por tu elección kármica, también ahora, tu órgano
débil. Yo no puedo intervenir en su curación, pero hallarás el
camino, la fórmula, un maestro que te ayudará a superar tu
enfermedad. Ahora iremos a la esfera donde podré resintonizar
tus centros de captación de energía y armonizar al máximo tu
energía vital.
Sharhim llevó su mano izquierda a la hebilla de su cinturón.
Detrás de él la esfera se iluminó con su tenue luz anaranjada,
apareciendo de nuevo. Al momento, sin perder nuestro contacto,
salimos flotando hacia allí. En un instante llegamos y ante mis
ojos desapareció una porción de su superficie, lo que nos permitió
penetrar en su interior. Cruzar ese umbral supuso una nueva
fuente de sensaciones. Fue como si pasase a través de un filtro
que barriese todo mi cuerpo con una ligera descarga eléctrica y
también noté un cambio en el aire que respiraba, no sé bien cómo
explicarlo, como más puro y más denso. De hecho, podía sentirlo
llenando mis pulmones como algo mucho más tangible que el aire
habitual que respiramos. Realmente, creí haber entrado en otro
mundo. Me sentí absolutamente aislado del exterior, con una
sensación de quietud y calma, en un estado de permanente
equilibrio de todos los sentidos. No pude ver nada especial,
ningún tablero de mandos, ni aparato o artilugio alguno.
—Esta esfera no es una nave construida, sino creada de
energía materializada, por eso no esperes ver aparatos ni
artilugios, pues todo funciona por acción de mi voluntad. Ahora
desaparecerá para ti toda percepción sensorial, pues es
necesario el cese de actividades físicas y neuronales, para la
limpieza y reequilibrio de tus cuerpos sutiles. Sitúate aquí.
Con un suave empujón —aún estábamos conectados a través
del traje-envoltura de luz—, Sharhim me posicionó hacia el centro
de la esfera. Allí quedé flotando y, mientras, él descendía hasta
la base de la esfera separándose de mí. Sentí un ligero
movimiento de mis brazos que se alzaban hasta quedar alineados
con mis hombros y las piernas que se me abrían en A, como en la
figura del hombre perfecto de Leonardo. Observé a Sharhim
mientras, a mi alrededor, múltiples corpúsculos de tenue luz
anaranjada se fueron amontonando, densificándose poco a poco,
hasta el punto que podía notar, perfectamente una ligera presión
sobre todas las partes de mi cuerpo. Y suavemente,
placenteramente, me dormí.
Me desperté muy lentamente, curiosamente tenía los ojos
abiertos, pero una especie de neblina me impedía ver bien.
Pronto se fue disipando, lo que me permitió apreciar que se
trataba de la tenue luz anaranjada que me había envuelto
momentos antes. ¿Momentos? Y qué sabía yo del tiempo
transcurrido. Cuando la luz se hubo disipado completamente,
comencé a distinguir a mí alrededor. Estaba dentro de la esfera
de transporte y solo podía distinguir hasta los límites de la
misma, que presentaba un opaco color azul oscuro. De pronto
toqué el suelo, no me había dado cuenta de que descendía. A mi
lado, Sharhim puso de nuevo su mano en mi hombro.
—Ahora ya estás equilibrado energéticamente, y tus cuerpos
sutiles limpios de energías densas y contaminadas. He
compensado la correspondencia armónica de tus centros de
captación de energía y continuas protegido por el traje lumínico,
que compensará cualquier desequilibrio físico, mental o
emocional que puedas sufrir desde este momento hasta que
finalicemos nuestro viaje.
¿Que viaje? —pensé—, mientras el cristal exterior de la
esfera comenzaba a hacerse transparente, permitiendo ver el
exterior.
—Estamos en mi nave, Stel-la, la que viste en la estación de
radar, aunque ha transmutado, también conmigo, a un nivel
evolutivo más avanzado.
Casi me da un patatús, aunque debo confesar que fue más
por la sorpresa que porque notase nada especial en mi cuerpo.
—Esperaba tener que compensar tus niveles vitales por tu
primera impresión, pero no existe desequilibrio notable en ti.
Sígueme.
Le seguí, me movía normalmente, pero sentía un leve mareo
y una ligera sensación de ingravidez, como si mi cuerpo pesase
menos de lo habitual y estuviese menos asentado en el suelo.
—El perfecto ajuste de todos tus cuerpos ha revertido en un
aumento notable de tu vibración, lo que permite que, a través del
traje lumínico, se produzca un cierto grado de trasvase del nivel
de energía del interior de la nave a tu cuerpo físico. Ello produce
una cierta resintonización de la frecuencia vibratoria de tu nivel
celular, muy adecuada para tu integración al grado de
gravitación en el interior de la nave, de ahí la sensación que
notas. Pronto desaparecerá cualquier percepción de ello.
Casi me mareé al oír lo complejo de su explicación, y sin
darme cuenta me puse a reír.
—Por un momento he superado mi nivel de traslación del
lenguaje a tu nivel de comprensión. No volverá a ocurrir. Aunque
no alcanzo a entender el sentido humano de lo risible. Quería
decir que la gravedad en el interior de la nave es inferior a la
terrestre y, aunque he ajustado la energía a tu densidad física,
necesitarás un pequeño periodo de adaptación.
—Lo siento —dije en voz alta—, es que me ha sorprendido
tu explicación.
Y no me reía de ti, sino de mi propia estupidez.
—No te preocupes. Ven, sitúate aquí.
Llegamos a una sala, con una de las paredes de forma curva,
que estaba aparentemente vacía, sin muebles ni aparatos
electrónicos y con miles de luces como yo había imaginado.
Sharhim me había situado cerca de la pared curva cuando,
saliendo del suelo, aparecieron ante mis ojos dos elementos de
forma cúbica. Parecían formados por la misma luz densa que vi
en la esfera. Lentamente se fueron solidificando hasta ad- quirir
un aspecto más compacto, de color oscuro. Sharhim se situó
entre esa forma cúbica y la pared y se sentó en ella. La forma se
adaptó a su cuerpo, al tiempo que me invitaba con un gesto a
sentarme. Toqué con mi mano aquello, comprobé que era blando,
y me senté hundiéndome en la masa, que compensó mi peso y
me situó a la misma altura que él, envolviéndome de forma suave
pero sujetándome todo el cuerpo. Desde la espalda hasta la
mitad del torso y por debajo de mis glúteos hasta mi cintura,
dejándome libre las piernas y los brazos. Pensé que era muy
cómodo, aunque en la posición que habíamos quedado
parecíamos niños castigados frente a la pared. De esta, de
pronto, apareció una protuberancia inclinada que se solidificó y se
llenó de zonas iluminadas. Sharhim pasaba su mano sobre esas
luces en algún orden que no pude controlar, hasta que la pared
que teníamos frente a nosotros comenzó a transparentarse y se
convirtió en una ventana de forma ovalada que permitía ver el
exterior.
—Puedes cerrar tu boca antes de que se te seque la
garganta. Solo observa,
habrá tiempo para explicaciones.
Ante la advertencia me di cuenta que tenía la boca abierta y
la cerré, pero se me volvió a abrir sola, hasta que hice un
esfuerzo y controlé mi asombro ante todo lo que estaba viendo.
—Como ya te dije esta es una nave trasmutada a un nivel
evolutivo más avanzado, toda ella es una masa de energía, casi
luz, que se transforma en función a las necesidades de cada
momento. Puede cambiar su nivel de vibración para
desaparecer de la vista de los humanos y transformarla para
adoptar la forma aerodinámica más adecuada a cada entorno
material al que viajamos. Sus componentes no tienen tornillos,
soldaduras ni remaches, pues no es una nave construida sino
una nave creada. Más adelante te hablaré de lo que vosotros
llamaríais su tecnología, pero como te dije ya habrá tiempo para
ello.
Enseguida llamó mi atención lo que podía ver en el exterior de
la nave, estábamos saliendo por una especie de gran hangar de
una altura inmensa. Me recordó la nave nodriza de Shalock
Wodöir.
Ya fuera del hangar pude contemplar el cielo estrellado y al
fondo, no muy lejos, un pequeño planeta oscuro al que nos
acercábamos rápidamente y superábamos enseguida. Era la
Luna. Al otro lado, se veía la imagen célebre por tantos
reportajes de nuestro planeta azul, que me impresionó.
—La Luna da cobertura a nuestra nave estación, que a
pesar de nuestras pantallas deflectoras podría ser detectada por
vuestros satélites.
Apenas presté atención a las palabras de Sharhim, estaba
absorto en la contemplación de la Tierra, que parecía que se
acercaba hacia nosotros a gran velocidad. Era una imagen
increíble y emocionante a la vez que me mantenía fascinado.
Noté un cierto cambio en el aspecto de las paredes que nos
rodeaban como si hubiese variado la densidad e incluso el color
de las mismas.
—Estamos llegando a la atmósfera de Merla, la nave se
resintoniza para adaptarse a la fricción y superar el
calentamiento que se produce.
Esperaba ver fuego alrededor de la nave, como se ve en las
películas, pero nada de eso ocurrió, solamente una cierta
sensación de haber entrado en un medio más denso como la que
se siente cuando se entra en el agua. Pero no había tiempo para
especulaciones, pues el planeta se acercaba a una gran
velocidad. Pronto estuvimos en la zona nocturna, y nos
acercamos bastante a la superficie. De nuevo pude percibir
cambios en la nave, y un descenso casi instantáneo de la
velocidad. Me extraño no notar la desaceleración en mi cuerpo.

—Aquí en el interior de la nave gozamos de una


compensación de todos los procesos de atracción de la masa
planetaria, por lo que no estamos sujetos a las mismas leyes
físicas de la superficie. Comprendo tu necesidad de explicarte
todo lo que estás viviendo, pero ahora sería conveniente que
acallases en tu mente tantas preguntas, y así podrás estar atento
a lo que te voy a enseñar.
Estuve a punto de protestar, porque yo no había preguntado
nada, solamente estaba pensando en todo lo que veía y era
Sharhim quien contestaba lo que yo me preguntaba tan solo un
instante después de haberlo pensado. Le miré un momento y la vi
sonreír con un gesto de comprensión y oí en mi mente.
—Tranquilo, relájate y observa.
Observé las imágenes que veía desde mi posición en el cielo,
la luz del interior de la nave se atenuó, y quedamos casi en
penumbra. Solo entonces me di cuenta que había mucha luz que
no salía de ninguna parte y al disminuir su intensidad pude
apreciar que surgía de todas las paredes.
Seguí observando. Ya podía distinguir las cadenas de
montañas, que se fueron agrandando. Era increíble, maravilloso,
ya comenzaban a distinguirse luces aquí y allá, aunque pocas. De
pronto pude reconocer la zona, eran los Pirineos. Si hubiese sido
de día lo habría identificado mucho antes. Llegábamos a la zona
de Albás. Habíamos descendido por debajo de las cumbres más
altas y nos acercábamos a corta altura del suelo. Efectivamente
allí estaba mi casa, aún con la puerta de la cocina abierta, y la luz
que llegaba del salón iluminando levemente el porche donde me
había encontrado con Sharhim. Fue un momento breve pues la
nave ascendió de nuevo, y se deslizó por el aire, esa era la
sensación que yo percibía, tomando dirección hacia el fondo del
valle, alejándose de las montañas. Habíamos retomado altura y
de nuevo distinguía solamente las luces de las diversas
poblaciones que íbamos dejando atrás. Pensé…, seguramente la
nave «viaje apagada», sin emitir luz alguna, para que no pueda
ser vista.
—Ahora viajamos con la nave resintonizada a un nivel de
vibración más alta de la que puede percibir el ojo humano, y
como la situación no nos exige todavía una materialización total,
tampoco es perceptible a las ondas de radar, ni interfiere
vuestras señales de comunicación. Solamente dejamos un trazo
magnético en los canales de energía telúrico magnética por los
que nos deslizamos. Los utilizamos como energía de propulsión
en vuestro medio para este tipo de nave luz que, como ya te
dije, son como vías de circulación por donde pasamos. Es
necesario eliminar ese rastro para que recuperen su estructura
energética habitual después de nuestro paso.
Ahora pregunte directamente en voz alta.
—Entonces, ¿estamos obligados a circular por unas vías
concretas como nuestras carreteras?
—Sí, pero existe un complejo número de canales de energía
que conforman una red extraordinariamente densa que nos
permite circular en cualquier dirección sin problemas. Observa.
Sharhim tocó una luz en su «tablero de mandos», y el
«cristal» de nuestra ventana pareció que se teñía de un color
suavemente azulado, como cuando se coloca un filtro ante una
pantalla, y a través de él pude distinguir un increíble entramado
de canales de energía que cubrían todo el espacio visible a
nuestro alrededor. Se veían de distintos colores e in- tensidades,
en una gama de tonos desde el amarillo al rojo, pero muy suave,
casi transparentes.
—Estas redes de energía existen en muchos niveles desde
la misma superficie, y también por debajo de ella, hasta el final
de vuestra atmósfera. De hecho constituyen la auténtica
protección del planeta. Sin estos canales de circulación de
energía que, como puedes ver conforma una enorme red, capa
tras capa, el mundo material no se sostendría y todo se
desintegraría. Estas redes que, no están conformadas al azar,
sino siguiendo la correspondencia del crecimiento armónico del
universo, lo que algunos eruditos de la tierra llegaron a detectar
y llamaron el número de oro o la proporción áurea, se forman en
un perfecto orden. Y guardan relación con una ecuación
matemática cuyo coeficiente de cálculo es el número fi (phi,
1.6180), a través del cual se establece el crecimiento y
desarrollo de cualquier forma de vida, mineral vegetal o animal,
existente en vuestro planeta. Pero observa ahora, estoy seguro
que reconocerás el lugar al que nos dirigimos.

Me di cuenta que de nuevo comenzábamos a descender. Ya


hacía rato que la cantidad de luces que se divisaban había
aumentado en cantidad y en proximidad entre ellas. En seguida
pude reconocer el lugar al que estábamos llegando al contemplar
la inconfundible figura de la mística y mágica montaña de
Montserrat.
Increíble, que maravilla, mi corazón comenzó a latir con
fuerza..., Montserrat…, no en vano había dedicado mucho tiempo
a investigar en la sagrada montaña en busca de ese «supuesto»
mundo interior habitado por seres humanos trascendidos, los
«sabios» y «ascetas», los maestros de la Logia Blanca, seres
similares a los Maestros Trascendidos de Shambala, y de cuya
existencia yo estaba absolutamente convencido.
Y ahora mi guía me llevaba precisamente allí..., ¿para
qué?..., era evidente que no estábamos en una visita turística.
Aunque mi mente funcionaba a cien por hora, me sorprendió
no
«oír» ninguna explicación o aclaración de mi interlocutor. Sin
embargo alargó su mano, y tocó mi traje lumínico a la altura de mi
corazón, que comenzaba a desbocarse, y que a su contacto se
calmó rápidamente.
—He tenido que sosegar tu ritmo cordial, aunque no me
extraña su aceleración emocional. Ahora está bajo control y se
mantendrá así a pesar de tus posibles alteraciones. No te
preocupes —le oí…, ¡no decir!
Le miré, y me di cuenta que estaba manipulando su tablero
de luces—mesa de control—, y oí en mi mente que Stel-la,
estaba aminorando su velocidad, y se situaba en la vertical de la
montaña, aunque bastante alejada de la zona donde está ubicado
el monasterio con todos sus edificios y la catedral de la virgen
Moreneta.
Al poco la nave quedó parada, suspendida en el aire, y fue
descendiendo, acercándose a la montaña hasta detenerse
completamente, aunque a una altura considerable de la misma.
—Observa ahora la pantalla —dijo Sharhim—.
Lo hice y pareció haber capturado la imagen de toda la
montaña desde su posición, o sea en vertical, vista desde el cielo.
A una nueva orden en la mesa de control, una especie de imagen
termográfica fue cubriendo toda la montaña y en seguida
aparecieron una gran cantidad de «puntos calientes» de tonalidad
rojiza, destacando especialmente uno de tamaño mucho mayor
que los demás. A continuación la coloración azul marcó una
extensión sobre la roja y, después diversas líneas azules en
diversas zonas de la montaña. Finalmente un punto de tamaño
con- siderable apareció con un resplandor amarillo mucho más
brillante que los demás colores.
Fue un impacto para mí, y se produjo como una conexión con
ese punto amarillo que llegó primero a mi plexo solar y me inundó
de vivas emo- ciones y que conectó enseguida con mi cabeza…,
y comencé a comprender.
—Si Lock, como tú ya sabes, en el bagaje interno que
mantienes archivado en tu mente, Montserrat es algo más que la
montaña sagrada de tu tierra natal. En su interior existe todo un
«mundo habitado» que en un día fue físico, y que ahora está ya
transmutado a un nivel de vibración más alto. Mira, las zonas en
rojo son cavidades en el interior de la montaña, sus cuevas,
muchas de ellas conocidas y catalogadas, y otras que
permanecen ocultas, protegidas por los Maestros Trascendidos
que habitan en ellas. Tu intuición te llevó a investigar todo esto,
y tus diferentes aproximaciones a los lugares más especiales de
la montaña y las noches que pasaste en ella, al raso o en el
interior de alguna de las ermitas o cuevas, fueron conformando
esa especial sintonización con la vibración de la montaña que te
llevaron, con el grupo que formabais con Alberto, a descubrir la
puerta de entrada a ese mundo interior.
¡Je, je! —pensé—, recuerdo muy bien ese día, cuando se
hizo claro en nuestras mentes que el lugar de acceso estaba en
el interior de la Cueva del S… (censurado), y la puerta del salón
comedor de casa de Alberto comenzó a moverse y golpear a
pesar de estar cerrada…, fue como si alguien nos dijese…, «por
fin idiotas…, por fin habéis comprendido todas las señales»
—Yo también lo recuerdo muy bien…, os costó más de dos
años verlas —dijo mi amigo, dejándome con una pregunta en la
mente que no pude llegar a elaborar, pues Sharhim siguió raudo
con su explicación.
—La zonas azules son los cursos de agua, y la más extensa
es el lago interior del que ya se conoce su existencia, por
deducción clara de vuestros científicos. Coincide con la zona
roja más grande del interior de la montaña. Y efectivamente,
Montserrat es una «sucursal de Shambala», con la que tanto
nosotros, desde nuestro nivel evolutivo, como otros seres más
evolucionados, aún mantenemos contacto y colaboración
permanente. De ahí la gran cantidad de casuística «ufo»
alrededor de la montaña.
—Entonces ese punto amarillo es la «Shantamani»…, ¿no?
—Si, tal como tu presentías, o deberíamos decir más
exactamente, ya sabías. El altísimo nivel de vibración que
conforma ese gran punto amarillo, es el cristal de la Piedra
Shantamani de Shambala, que Apolonio de Tiana depositó en
Montserrat. Eso es, más que el magnetismo que genera la
propia estructura rocosa, es lo que distorsiona las brújulas en la
montaña.
—Sabes —dije—, cuando yo era pequeño y mi padre me
Sabes d je , cua do yo e a peque o y pad e e
traía a Montserrat, yo sentía una extraña sensación en el plexo
solar, como una vibración eléctrica cuando, ya en la montaña,
comenzábamos a subir por la carretera de acceso al
Monasterio, y mi padre me decía siempre: «Jesús, un día lo
comprenderás mejor hijo, pero esto es la fe de la Moreneta
nuestra virgen de Montserrat.»
—Tu padre sabía muy bien de lo que se trataba, y te daba la
explicación más comprensible para ti, que eras el único de la
familia que sentía algo semejante. Recordarás también que era
él quien mediaba siempre a tu favor cuando con tan solo 5 o 6
años explicabas, para el asombro de tus parientes, alguna de
tus vidas anteriores, comenzando siempre con la frase «en una
vida anterior yo fui»... Algún día podemos hablar de tu padre y
de sus conocimientos esotéricos…, pero será en otra ocasión.
—Ahora, espera un momento y sigue atentamente lo que
hago, pues debo comunicar con el interior de la montaña para
informar del porqué de nuestra presencia aquí, que ellos ya han
detectado.
Después de una breve manipulación de luces de su mesa de
control, apareció en nuestra «pared transparente» un recuadro
más pequeño en el que se formó una imagen.
—Saludos Maestro…

(Y la experiencia continuó con un contacto con los Maestros trascendidos de Montse-


rrat, que el autor considera de índole absolutamente personal e intransferible, finali- zada
la cual Sharhim, volvió a la nave nodriza con Stel-la y después en la esfera de luz hasta
la casa de Jesús en Albás.)

Supe que aquello se había terminado, y acepté la situación


sin ningún sentimiento de pena. Mientras, el cristal exterior de la
esfera comenzaba a hacerse transparente, permitiéndome ver el
exterior. Vi el porche de mi casa con la puerta de la cocina
abierta, y la luz que llegaba desde el salón, saliendo al exterior.
Fuera estaba todavía muy oscuro.
Miré a Sharhim, sus ojos azules parecían llenos de luz, y su
mirada me transmitió un inmenso cariño. Hubo un gesto o un
ligero movimiento, y los dos salimos de la esfera y llegamos al
porche. Desde allí vi como mi hermano se alejaba, y de nuevo
entraba en la esfera, que se cerró tras su llegada. Sin dejar de
mirarme, Sharhim pulsó nuevamente en la hebilla de su cinturón,
y el traje de luz que aún tenía a mi alrededor se apagó. Luego,
ascendió hacia el centro de la esfera. La neblina de luz apareció,
y se fue densificando a su alrededor. Un gesto amistoso de su
mano fue lo último que pude apreciar cuando la esfera recuperó
su opacidad inicial, y noté como nuestra «conexión» desaparecía.
La esfera comenzó a elevarse, al tiempo que se iluminaba
con su potente luz blanca. Primero ascendió lentamente pero, de
pronto, salió disparada hacia el cielo e inmediatamente, todavía a
poca altura, se apagó su luz y desapareció de mi vista.
Me quedé parado en el porche contemplando el punto donde
la vi desaparecer, y entonces me di cuenta que hacía mucho frío.
Yo estaba en pijama y zapatillas de noche. Entré en la casa,
cerrando tras de mí la puerta, cogí una manta del armario y
envuelto en ella me tendí en el sillón del salón. Enseguida un
extraño sopor me sumió en un sueño profundo.
2014
Epílogo del autor

En ese viaje, Jesús confirmó la realidad del Mundo Interior de


Montse- rrat, y pudo visualizar la zona de vida interior en la
montaña, con su monasterio interior, su lago y el lugar de
ubicación del cristal Shamtamani, desde donde irradia la energía
más elevada y pura del Universo, transmitida y transmisora de la
infovibración que desde Shambala ayuda a transformar el
mundo.
Una breve conversación con los Maestros Trascendidos cerró
el capítulo. Haciéndole comprender que en ocasiones no hace
falta buscar muy lejos lo que se tiene tan cerca.
Sharhim explicó muchas cosas más a Jesús, de su familia
cósmica, y de su misión en la Tierra en esta existencia. Luego le
exhortó a abandonar la idea de retirarse a la tranquila vida en las
montañas de los Pirineos leridanos, para dedicarse a difundir su
historia y ayudar a la concienciación de todos cuantos quisieran
escucharle. También de la proximidad de los cambios que ya se
estaban produciendo, que culminarían en el año 2012, como la
gran oportunidad de transformación, transmutación y cambio
dimensional para muchos humanos, en su camino de regreso a
casa.
Le advirtió que nada sería fácil , ni a nivel personal ni al de
toda la humanidad, que un gran enfrentamiento entre las fuerzas
del bien y del mal estaba a punto de estallar que produciría gran
desasosiego y dolor en el mundo; que el cambio de nivel evolutivo
pasaba por un tremendo aumento del nivel de frecuencia y
vibración de las energías que llegaban desde el punto de origen
de la energía primigenia del universo y, que estaban potenciando
todas las transformaciones y cambios necesarios, convulsionando
al propio planeta y a toda forma de vida existente en el mismo.
Pero que todo pasaría por el bien del conjunto de la
humanidad, que recibiría mucha ayuda de los seres más
evolucionados de la galaxia. Ellos contendrían los efectos más
perniciosos de todo esto, e inspira- rían a muchos, como a él
mismo, entregando fórmulas y métodos de distribución de las
nuevas energías para la más fácil, correcta y adecuada
adaptación a las mismas, como las enseñanzas que contenían
todos los ejercicios y trabajos que a él le habían inspirado.
Finalmente, le explicó que después de su encuentro y viaje en
la nave Stel-la, con el reajuste de sus niveles energéticos, se
había propiciado un aumento vibracional en él, que le situaría a
partir de entonces en un nuevo punto de su relación. Esto tendría
como consecuencia una transformación en el sistema de
comunicación entre ambos que pasaría a ser plenamente interno
y mucho más sutil y adecuado con el nuevo nivel evolutivo del
mismo Sharhim, facilitando más su relación con Jesús...

Superada la situación económica, regresaron al pueblo y,


paulatinamente, fueron recuperando aquel equilibrio personal que
antaño tuvieron y, justamente cuando alcanzaban de nuevo ese
nivel de armonía que tanto deseaban, comenzó a pesar a Jesús
la sensación de que esa etapa de su vida estaba acabándose y
debía comenzar una nueva.
Y todo fue llegando como se le había dicho. Un día, su buen
amigo Andreas Faber-Kaiser (q.e.p.d.), le invitó a su programa de
Catalunya Radio Qué volen aquesta gent, donde explicó, por
primera vez en público, su experiencia de contacto. Después de
un programa vino otro y otros más, hablando de muy variados
temas, (ufología, búsqueda espiritual, mundos ocultos, etc.).
Pronto le llamaron de otras radios y de centros culturales de
corte esotérico, paraciencias, medicina, etc., donde comenzó a
dar conferencias coloquio. Después vinieron programas de TV y
charlas ante grupos privados, asociaciones etc. Se encontró ante
foros de expertos en los temas de los que hablaba y ante jóvenes
estudiantes que sentían curiosidad e interés. Al principio temía no
«dar la talla» pero, tal como le dijo Sharhim, siempre encontraba
la confianza necesaria para hallar las palabras justas. Ante
preguntas acerca de temas de los que no sabía las respuestas,
de algún lugar recóndito de su mente salía la información y se
cumplía aquello de que, él también aprendería en cada charla que
diese.
Con el tiempo, se encontraron un pequeño grupo de personas
interesadas en los mismos temas. Pronto surgió la necesidad de
conseguir un lugar de encuentro que reuniese las condiciones
adecuadas para practicar meditación y efectuar actividades que
les ayudasen a progresar personal y espiritualmente.
Casi por arte de magia apareció Can Blanc, una masía
situada en plena naturaleza y muy cerca de Barcelona. Era un
lugar maravilloso que se convirtió en su sancta sanctorum, y en
un centro de difusión de todos los temas que les interesaban.
Durante los primeros años estuvieron dando conferencias y
cursillos de fin de semana, con ponentes invitados especialistas
en los más diversos temas.
Pronto nació el Forum Can Blanc, al que Jesús invitó a
participar a veintidós personas, con la única finalidad de que
todos aportasen sus conocimientos y colaboración lo que,
evidentemente, suponía que si todos aportaban, todos recibirían
de los demás. Se realizaban muchísimas actividades: cursillos,
charlas y conferencias, exposiciones de arte, encuentros de
lectura de poesía, pase de películas con forums de debate, se
cedía el lugar a otros grupos y se acogía de forma abierta y
calurosa a todo el mundo.
El centro alcanzó el nivel de vibración que pronosticó en su
día Sharhim, y atrajo a muchísimas personas afines, de entre las
que pudo reconocer y reencontrarse con dos de sus hermanos
cósmicos. Fue una etapa fantástica y muy rica en experiencias
espirituales, en la que el fenómeno de contacto tomó para él una
nueva dimensión. Se situó en un nivel más alto de vibración, y se
transformó completamente, llevándole a nuevas e increíbles
vivencias. Hoy en día, Can Blanc ya no existe como centro físico,
pero su espíritu, su influencia sobre todos los que estuvieron
implicados, es aún notable. Y son muchos los que aseguran que
conocer el centro, vivir sus encuentros, asistir a sus conferencias
y cursillos, significó un cambio extraordinario en sus vidas.
Jesús sigue entregado a la búsqueda personal. Corrigiendo y
superando continuamente los desvíos del camino y sus errores
humanos, que en ocasiones le llevan a alejarse demasiado de la
fuente. Experimentando numerosas vivencias personales, muy
gratificantes, que espera le lleven algún día a conseguir recuperar
el nivel evolutivo del que proviene.
Por el momento sigue viviendo el día a día, esforzándose por
mantener sus pies en el suelo y proseguir su trabajo consigo
mismo y en su entorno. Después de una larga etapa de
introspección, se siente nuevamente impulsado a expandir sus
experiencias y transmitir los conocimientos adquiridos, por lo que
nos proponemos seguir escribiendo, continuando la historia desde
el punto donde termina este relato, explicando todo lo sucedido
en la etapa de Can Blanc, y profundizando más en temas como
los tratados aquí, que espero os hayan interesado.
A través de la inspiración recibida de los Maestros de Luz,
Jesús, concibió el Método de Meditación Shamra, de conexión
Cielo-Tierra, y la Transmisión Shamra de la Energía Omra de
alta frecuencia y vibración. Método que hoy en día difunde y
enseña.
M i reflexión personal ante esta nueva presentación y edición del libro.
M ayo de 2014
Llegado a este punto, el de crear un nuevo libro , con «cara y
ojos», mejorado en su composición, maquetación y correcciones
ortográficas y de estilo, de la mano y con la desinteresada
colaboración de Juan Ignacio Cuesta, y la aportación de los
inestimables dibujos e imágenes de Marcos Carrasco, se imponía
por mi parte el decidir sí, atendiendo también a la opinión
expresada por numerosos lectores de la edición actual. Debía
ampliar los textos escritos con lo que muchos lectores
consideraban necesario, al reclamarme los mensajes recibidos,
las posibles enseñanzas, o la misión que mi contacto me hubiese
confiado…, que no aparece en absoluto en la versión de la
historia publicada hasta ahora.
Pues, bien, he de deciros que, después de haber considerado
la
posibilidad de añadir un capítulo más a esta obra, con lo que
yo estaba dispuesto a denominar Las informaciones recibidas,
he desistido de hacerlo, pues ya he recibido numerosas
comunicados de lectores y amigos hablándome de la «misión», el
«mensaje», y de mi «obligación de difundirlo», de abanderar o
apadrinar un cierto movimiento o escuela para hacer llegar el
«mensaje» a todo el mundo.
Amigos lectores…, nada más lejos de mi intención…, de
ninguna forma puedo decir que haya recibido ningún «mensaje
para la humanidad», ni que se me haya conferido ninguna
«misión», ni nada por el estilo. Continúo diciendo que no me
considero, y no soy, un «contactado al uso», sino que mi historia,
mi experiencia, es solo una vivencia personal de contacto, con
factores claramente individuales, para mi muy bien explicados y
concretos y que, para nada, repito, suponen ningún privilegio, ni
distinción ni el encargo de difundir nada, ni existe nada en los
comunicados o informaciones recibidas que me permiten pensar
que soy un ser escogido o especialmente dotado para ninguna
«misión», como no sea la personal e intransferible de conseguir
mi propio progreso y evolución espiritual y la búsqueda de mi
camino de regreso a casa.
Aun así, y entendiendo la inquietud o curiosidad de muchos
de los lectores, he ampliado el texto con nuevas aportaciones de
partes no escritas anteriormente, como el episodio de los
militares americanos, el viaje a Montserrat en la nave de
Sharhim, así como algunas informaciones acerca de las naves, el
origen o procedencia de los seres de mi contacto, etc.
También mi reflexión me lleva a darme cuenta que la
continuación o el avance de las experiencias vividas con los
Maestros Transmisores y Sharhim, se sitúan cada vez más en el
capítulo de lo fantástico o inverosímil. Tengo pocas o nulas
pruebas que pueda aportar para demostrar nada, y ello me obliga
a situar al lector ante la tesitura de creer o no todo lo que pueda
explicar, por lo que desisto del intento y, simplemente animo a
todos los interesados, los concernidos por esta historia, que sigan
su intuición y procuren continuar con su propio trabajo hasta
encontrar el progreso, que también a ellos puede llevar a la
experiencia del contacto. Por mi parte, a tenor de la observación
de otros «contactados famosos» a lo largo de la historia (no son
pocos), que han acabado creando auténticas sectas u
organizaciones mundiales de fanáticos seguidores y, sobre todo,
teniendo en cuenta la pérdida notable de la objetividad y de la
realidad, así como una gran expansión y perturbación de su
propios niveles del ego…, prefiero alejar de mi cualquier tipo de
influencia parecida con la que pudiera encontrarme.
Estoy seguro que quienes hayáis llegado a esta historia,
tendréis la concienciación suficiente para saber entender mis
razones, o al menos respetarlas. Gracias en todo caso a todos,
sea cual sea su posición al respecto y su forma de ver las cosas.
Jesús Jofre Milá
De la primera Edición
Presentación de Toni Añó de junio de 2003

Me encuentro ante una de esas ocasiones especiales y


emocionantes cuando un amigo, un hermano, te pide una pequeña
presentación de su obra escrita. En principio puede parecer
comprometedor, incluso arriesgado. Arriesgado sí, ya que apenas
sin darnos cuenta, casi sin querer, al cabo de unos minutos ya
nos vemos haciendo juicios de valor.
¿Quién desea exponerse por escrito, sacar su vida al aire, sin
amparo ni cobijo, a pecho descubierto? Si no se tienen
pretensiones literarias, ni tampoco se busca reconocimiento
alguno (este es el caso de mi amigo), ¿qué mueve el ansia de un
hombre que ha vivido ya medio siglo de su existencia en este
mundo y que todavía sigue con un espíritu guerrero de buscador
empedernido?
Quizá sea el momento oportuno para ordenar la memoria y
abrir las puertas a la realidad vivida, a todo aquello que todavía
permanece diáfano en nuestra mente, al inmenso trabajo que
supone «pasar» las sensaciones del inconsciente a nuestro
consciente emprendedor y conseguir, poco a poco, que sea este
nuestro cómplice, doble etéreo y compañero.
¿Quién es aquel que sabe más que nadie de nosotros
mismos? De eso precisamente trata una buena parte de la obra
que nos ocupa, descrita bajo una aparente simplicidad,
directamente y sin tapujos. Lo creamos o no, la sinceridad del
autor está fuera de dudas. Estoy completamente convencido de
eso y de muchas otras cosas que el lector no conoce todavía.
Como también está claro que el libro constituye un trabajo de
armonización, de búsqueda. Como escribió un gran maestro, cuyo
nombre algunos ya conocen, nadie puede aspirar al gran secreto,
si no se armoniza su existencia al diapasón de las investigaciones
emprendidas.
Por otro lado, cuál es el motivo de tanta agresividad
manifestada por parte de las gentes de este planeta. ¿Por qué
tantos siguen creyendo a fe ciega en los poderes mediáticos que
atacan (por sistema) a cualquier ser o civilización que se aparte
de las normas establecidas? Nótese, por añadidura, que la
«norma» consiste en destruir para mantener una estabilidad
ilusoria. La lista de agresiones, casi siempre hacia nosotros
mismos, resulta interminable. De eso también tenemos constancia
en este libro, que empieza precisamente con una agresión clara
hacia lo desconocido, pero que, sin embargo, a través de la
meditación y la búsqueda, termina propiciando una actitud
absolutamente fraternal. Está claro que cuando aquí citamos un
«espíritu guerrero», el concepto nada tiene que ver con la lucha y
aún menos con la destrucción a la que estamos incomprensible-
mente acostumbrados.
Habrá que leer entre líneas, sin prejuicio previo, para
comprender la sinceridad y profunda trascendencia de las
experiencias que aquí se relatan. Más allá de los viejos clichés,
se encuentra una experiencia vivida, personal e intransferible, sí,
pero de la cual brota un antiguo mensaje que ninguno de nosotros
debería olvidar o acaso recordar para siempre.

Toni Añó
De la primera edición
Primer prólogo, de Víctor

Jesús y yo nos conocimos en una luminosa tarde


primaveral del año 1993. Por aquel entonces poco imaginaba yo
que este reencuentro formaba parte de una serie de hechos ya
programados desde mucho antes de este tiempo presente, según
el concepto del tiempo y del espacio que tenemos los humanos...
Descubrí en Jesús a un ser lleno de luz, al tiempo que de
humanidad, una humanidad curtida por la vida, un ser cuya
historia se remonta a lo más ancestral de la memoria universal,
lleno de una sabiduría intuitiva e innata que en aquel momento se
revelaba a borbotones para salir al exterior e iluminar este mundo
tan duro... Era el tiempo en que el Maestro de la Luz que vive en
Jesús luchaba por salir y manifestarse, mientras el Jesús-hombre
luchaba también por sobrevivir en este mundo material.
Jesús ha experimentado en esta vida actual (y en otras
muchas pasadas), tantas vivencias extraordinarias, que sería
imposible relatarlas en una sola obra, así que en la presente tan
solo se ofrecen de forma novelada alguna de ellas. El momento
que vive la humanidad necesita de ellas, capaces de aportar
información y abrir las mentes de los humanos a una nueva
realidad que hasta ahora nos era ocultada por los elementos del
poder y la ignorancia. Pero el mundo está abocado a dar un paso
más hacia delante en su proceso evolutivo, y ese paso implica
acceder e integrar una información que en estos tiempos ya no
asusta a nadie, porque todos estamos ya preparados para
recibirla.
La obra en sí puede ser leída simplemente como una novela,
pero los que sepan entender más allá de las simples palabras,
encontrarán en ella una fuente de información veraz y de vital
importancia que sin duda cambiará la forma de ver las cosas y el
mundo, abriéndonos a nuevas posibilidades y realidades que
siempre han estado ahí, a la espera de que alguien se atreviera a
desvelarlas.
Como todo en esta vida, las cosas que son auténticas son las
que se crean con amor y cariño, y esta obra, doy fe de ello,
aparte de su contenido divulgativo, informativo y vivencial, está
escrita con la ilusión del hombre que anhela transmitir su obra y
su alegría a los demás, y con la ilusión del maestro que quiere
compartir con todos su conocimiento, para que todos podamos
crecer y alcanzar también la maestría y la felicidad.
Agradezco desde aquí a Jesús, el amigo, el maestro, el
hermano, tantas vivencias como hemos compartido, tanto amor
fraternal, divino e incondicional, compartido en la seguridad de
que algún luminoso día volveremos a casa.

Escrito en un atardecer de primavera del año 2003

Shamirck Wodoïr-Víctor
De la primera edición
Segundo prólogo, de Juan José Godar

Toda historia merece ser contada, y en mayor o menor


medida algunas nos afectan. Podemos estremecernos siguiendo
las desventuras de Pascual Duarte y su familia o emocionarnos
compartiendo las increíbles historias de Jack London, eso es
cosa fácil.
Pero hay historias que son difíciles de contar. Estoy seguro
que al personaje de nuestra «novela» no le apetecía contarnos
todo lo que aquí vamos a descubrir. Sencillamente porque Jesús
tiene un pasado que se hace difícil de explicar, e incluso de
recordar, son simplemente acontecimientos cotidianos pero de
extraña factura.
Este libro cuenta parte de la historia de un hombre y una
familia. Las circunstancias que envuelven a los personajes que
aquí interactúan se salen de los márgenes convencionales, no de
los naturales, pero con lo primero ya es suficiente para que sea
una historia complicada de transmitir.
Esta experiencia pudiera ser mal entendida como una historia
de ovnis. No se confunda. Este no es un relato de lo que para
algunos es tan desacreditado y machacado tema. Tampoco es, a
mi entender, un libro de extraterrestres, son las experiencias que
a una persona le tocó vivir para su suerte o su desgracia. Y creo
que merece ser explicada.
El relato se presenta en una redacción bastante uniforme,
nada monótona, y aunque se elabora en un vocabulario
restringido, no se hace aburrido, y se percibe en él, un profundo
poder de observación una mezcla graciosa y original, integra,
honda y emotiva de sus impresiones directas y de su recién
descubierta habilidad como narrador. Todos hemos crecido y a
todos nos han pasado muchas cosas nuevas, buenas y malas.
Ahora Jesús escribe un libro y creo que era inevitable, sabiendo
que aquí no se cuentan ni la mitad de las historias que se
podrían, unas por largas y otras por extrañas.
He leído libros de, por ejemplo: Shirley McLaine o Sixto Paz,
en los cuales se cuentan historias parecidas e incluso mucho más
increíbles. Los libros de J. J. Benítez tampoco te dejan
indiferente.
Estas personas gozan de más o menos credibilidad y fama y
quizá por eso sus escritos se hagan más asequibles al gran
público. Las historias de Jesús podrían meterse en el mismo
saco, esta es una fantástica historia más, de sucesos que le han
ocurrido a mucha gente, mucha más de la que nos podemos
imaginar, pero por miedo o vergüenza no nos han sido
transmitidas.
No he sido testigo de ninguno de los acontecimientos que
aquí se relatan, pero sé que los datos se pueden contrastar con
un mínimo esfuerzo. A mi personalmente no me hace falta
comprobar nada, la verdad es que por extraño que les parezca
me interesan menos las historias esotéricas de Jesús que su día
a día y el bienestar de su mujer, María, y sus hijos.
Tampoco me paro muy a menudo a sacar conclusiones sobre
su vida, pero una cosa está clara, con misterios o sin ellos, el
mundo «funcionaria» mejor si hubiese más gente como él.
Correspondiendo así al ruego de su agradecido y entrañable
amigo.

Pintura final del rostro de Sharhim. Es así percibida por el


protagonista de este libro. Esta representación tuvo innumerables
pasos preliminares antes de dar por válida esta imagen final, ya que
se estaba haciendo un retrato robot de una percepción calificada
como etérea muy difícil de plasmar por su carácter inasible.
La ilustración describe el momento en el que Jesús percibe la esfera
de luz opaca, de unos 3 m. de diámetro.

El libro que tienes en tus manos, es fruto de una larga


colaboración en equipo, que se extiende en el tiempo más
allá de dos años. Cada pintura digital, cada ilustración
explicativa, ha tenido varias fases de desarrollo hasta ver la
luz, ya que se manejaban conceptos, personajes y
ambientes nunca vistos en fotografía para documentar este
tipo de contacto.
Ha sido un trabajo exhaustivo. Error y acierto
alternativamente hasta que el protagonista de la historia —el
testigo principal Jesús Jofre— daba el visto bueno a cada
una de las pinturas representadas en esta publicación.
Pequeños detalles que se han ido corrigiendo hasta tener
la completa satisfacción de que cada imagen se adaptaba
con exactitud al relato, a la vivencia. Una experiencia del
todo fascinante en la que subyace un mensaje digno de
rescatarse de la vorágine del tiempo para que sea útil al
lector. Hemos creído conveniente reproducir aquí algunas
páginas de mi «cuaderno de campo», donde dibujaba y
apuntaba todos los detalles del proceso de trabajo.

Marcos Carrasco. Pintor


Encuentro del protagonista con la esfera de luz en alta mar por la
noche. Es el momento en el que esta esfera se transforma de
opaca a transparente y se vislumbra el interior. Aparecen en ella
tres seres en la posición representada en el dibujo.
Descripción del personaje central de la esfera traslúcida vista
junto a la embarcación Pico Rojo. Un ser muy alto, luminoso, con
túnica, de muy poca densidad corporal, casi traslúcido, con rostro
estrecho, ojos pequeños y rasgados como los asiáticos.
Los otros dos seres de la esfera de luz vestidos con una ropa muy
ajustada, similar a un mono de piloto que se adapta totalmente al
cuerpo. Portaban un ancho cinturón, en cuya hebilla lucía el símbolo
luminoso de la familia cósmica anteriormente representado —pág 200
— Rubios y con pelo corto,
sin cejas, ojos oblicuos, nariz y labios muy finos.
Esta que tiene en sus manos, es una segunda edición, ampliando el
texto en varios de sus capítulos. Cuya revisión se finalizó el los primeros
meses del año 2014.
En la actualidad Jesús-Shalock, impulsado por la insistencia de
conocidos y amigos se ha decidido a exponer públicamente su
experiencia y se propone editar diferentes trabajos literarios
relacionados con todo la historia que acabáis de leer, aquí. Y tiene en
preparación:

—El viaje del Pico-Rojo


—Reflexiones de un proceso (La búsqueda interior)
—Las informaciones recibidas (Del contacto ovni)

Su labor actual de difusión de las enseñanzas recibidas se


manifiesta en los diferentes cursos que imparte por toda España, como
son los de :

—Meditación y transmisión Shamra (Cursos de conexión cielo tierra y


Armonización Energética Integral).
—La Familia Cósmica. Nuestro nombre Cósmico.
—Maestría iniciática Universal (Maestría para Maestros).

…, y dando conferencias sobre su experiencia de «contacto», etc.

Si algo de todo esto te ha interesado, agradecería saber tu opinión y


me encantaría poder comentarlo contigo. Puedes conectar a través de
los siguientes medios:

e-mail : jesusjofremila@gmail.com ó shamrameditacion@gmail.com

www.jesus —jofre.jimdo.com

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