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Me encontré con el libro en el final del verano del año pasado.

Eran los primeros


días de Marzo y yo estaba trabajando mis últimos días en una heladería de un
pueblo recóndito del interior de Buenos Aires. En ese pueblo no había librerías:
así que los libros se compraban solo a través de una página de Instagram llamada
“los libros del abuelo Alberto”. En una de sus historias publicadas recientemente
había visto “La Disolución” de Diego Erlan. El autor me sonaba de algún lado,
entonces recordé que había leído un pequeño ensayo suyo que me gustó mucho
para una materia de la Universidad. Indagué un poco sobre esa novela y decidí
que tenía que comprarla. Aunque no soy muy partidario de las novelas de amor,
me convenció sobre todo una entrevista del autor. En ella, Diego Erlan destaca el
porqué del nombre de la novela. "La disolución" era más una cita de una frase
que había leído de Julia Kristeva, de Historias de amor. Ella decía que en el
amor uno es el otro, disolverse en el otro es lo que lo constituye en definitiva.
También dice que: “El amor, como la poesía, se construye de hermosos detalles".
Eso fue suficiente.
En La Disolución: La historia es sencilla, la manera en que la historia transcurre
es lo novedoso: voces que se entremezclan para formar una sola, una constante
introspección de los personajes, ambientes decadentes, escenas sin filtro, un
cameo al recital subacuático de Charly García, referencias a la cultura del pop-
rock, mensajes de celular y mails por los cuales el lector ingresa para habitar una
realidad pasada tan íntima como fatal. Cómo dije, la historia es sencilla; pero la
sencillez, por sobre todo, es un don. Desde un inicio sabemos que estamos ante
una “disolución” amorosa, que a diferencia de una separación no es inmediata:
sino gradual, es el vértigo de una relación desmesurada que se conserva
temporalmente sin precedentes. El personaje principal es Simón, un joven
deprimido que aspira a filmar películas, y se encuentra actualmente desempleado.
El muchacho vive en un departamentito de Buenos Aires que se cae a pedazos:
no solo por lo precario del espacio, sino por las condiciones sentimentales que lo
obligan a dejarse estar. También desde un inicio sabemos que el mal que condena
a Simón tiene nombre, y es Monserrat: Monserrat no es un hit, sino una canción
que Simón no puede dejar de escuchar. La historia transcurre entre idas y vueltas
del presente al pasado y del pasado al futuro. Simón recuerda constantemente: ve
mensajes del celular y mails desde tu computadora que le había enviado
Monserrat cuando aún estaban juntos. En esos mismos textos ingresamos a los
motivos que los unieron, los primeros gestos que hicieron de la relación un hecho
encantador, a los hechos que consolidaron su vínculo, hasta los motivos que poco
a poco fueron degastando la unidad central que conforman las parejas; y la
transformaron casi en una causa perdida. De alguna forma, los personajes se
enfrentan a la oscuridad, propia y ajena, quedando solos frente al deseo de
rescatar la extraña belleza que anida en el desequilibrio interior.
A La Disolución la comencé a leer la misma tarde en que lo compré y lo terminé
a los pocos días. Como dije, me quedaba menos de una semana para abandonar el
trabajo y el pueblo recóndito dónde pasé el verano. De alguna manera el librito
fue un acierto; y en un hecho alquímico que limita entre la literatura y la realidad:
durante el verano me encontraba coincidiendo con una persona (llamémosla X.).
Y acá una certeza: los amores de verano son lo más intensos y fugaces: y ¿cómo
apagar un corazón incendiado por la hoguera del calor? El librito fue un
vaticinio. Estaba transitando una pequeña disolución sin ser consciente de eso.
Curiosamente, terminé el final de la novela una noche antes de haberme
despedido de X. Esa misma noche, mientras nos hamacábamos en una placita, le
narré el capítulo final de La Disolución. Ella me dijo una frase; que en el amor
cómo en la guerra siempre mueren los frágiles.

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