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ROMANCE DE LA MAFIA
VASILIEV BRATVA
STASIA BLACK
© 2018 Stasia Black
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Epílogo
La virgen y la bestia
Sloane
Sloane
É
—Lo siento. Espera. —Él se levantó, y las patas de la silla
chirriaron al entrar en contacto con el piso de madera, pero
ella ya se encontraba en el pasillo—. No fue mi intención…
—¡Solo será un segundo! —exclamó ella por encima del
hombro.
Se metió a su habitación y cerró la puerta. Su corazón iba
a mil por hora, pero, por primera vez, no temía sufrir un
infarto. Se cubrió la boca con la mano y apenas alcanzó a
contener su risotada. Se dobló y llevó ambas manos a los
labios.
Era una persona nefasta. Ramona estaba lastimada, sus
finanzas estaban por los suelos y, aun así, aquí estaba ella,
embelesada por un hombre. Se levantó, se secó los ojos y
miró al techo. Cielos. No sabía si estaba llorando de la risa o
por toda la mierda que había pasado. Lo de hoy ya era
demasiado en todos los niveles posibles.
Pero su pecho bullía de… ¿era aquello emoción?
Pestañeó lentamente. No podía recordar la última vez que
se emocionó tanto por algo. Negó con la cabeza y pensó que
la vida había escogido un momento seriamente inoportuno.
Corrió a su armario y se puso unos pantalones de yoga junto
con una camiseta.
—Contrólate —se susurró; luego, respiró hondo y regresó
a la cocina.
Nicholas estaba de pie junto a la cafetera y alzó la vista
cuando la sintió entrar.
—Perdóname, lo de antes fue completamente inapropiado
y…
—Está bien. —Puso una mano sobre su brazo y le sonrió
—. Por lo general no tengo compañía. No debería andar por
ahí en ropa interior si no quiero que nadie me mire.
—Joder, aun así, no es excusa para…
Soltó una risa. Los hombres se corrían todo el día con su
cuerpo desnudo, ¿y este tipo sentía culpa por una simple
miradita accidental?
—En serio, no pasa nada. —Se calló, y sus ojos se
desviaron a su bíceps una vez más. ¿Tenía músculos encima
de sus músculos?
Yyyyy… ¿por cuánto tiempo se había quedado allí de pie
mirándole?
—¡El café! —dijo, sin duda estruendosamente. Apartó la
mano con tosquedad y se volvió hacia la máquina.
—Ah, sí. El café —dijo él, llevándose una mano a la nuca y
sonriendo con algo de timidez.
—Entonces, ¿qué haces durante el día?
Estaba tan concentrada cogiendo la garrafa del café que
casi pasó por alto la forma en que sus ojos se
ensombrecieron. Casi, pero lo vio; y aquello le hizo sentir
más curiosidad.
—Trabajo con una empresa de importaciones y
exportaciones en la ciudad. —Se encogió de hombros—. Pero
puedo trabajar a distancia a veces, así que me gusta
aprovecharme de ello.
Ella sonrió.
—Genial.
Estuvo a punto de hacerle otra pregunta a la vez que cogía
unas tazas del armario superior, antes de percatarse de que
aquel compartimento escondía una de las cámaras. Se llevó
las tazas y lo volvió a cerrar con fuerza.
Nicholas volvió la cabeza. ¿Significaba que no había visto
la cámara? ¿O tenía esa expresión de confusión porque sí la
había visto?
—¿Pasa algo? —le preguntó.
—Nop.
Su voz, que salió una octava más aguda, no la delató, ¿o sí
Para nada.
Él se quedó mirándola por otro instante y luego pareció
restarle importancia; o, por lo menos, eso creyó ella, pues lo
siguiente que preguntó fue:
—¿Qué haces tú?
Le titubeó la mano al verter el café en cada taza, y casi
derramó el de Nicholas.
—Ah, yo también trabajo desde casa. —Su mano tembló
un poco cuando volvió a colocar la garrafa en la máquina—.
Nada interesante, solo es servicio de atención al cliente.
Le pasó su taza de café.
—¿Quieres leche?
Él asintió a la vez que miraba a su alrededor.
—Está todo muy bien instalado.
A Sloane se le encogió el estómago. ¿Entonces sí había
visto la cámara? Mierda.
—Me refiero a la casa —aclaró Nicholas—. Y al terreno.
¿Cuántas hectáreas tienes?
Ah, por supuesto. La propiedad. Sloane se sintió tonta y
paranoica. Claro que no había descubierto su secreto al azar;
las personas normales no iban por ahí sospechando que
alguien trabajaba como estrella de sex cam. Si su risa sonó
algo aguda, pero Nicholas no pareció percatarse.
—Hay seis hectáreas en la propiedad. Pero solo cuido el
área que está por el jardín.
Bueno, era Tom quien la mantenía. Sacó la leche del
refrigerador y se la pasó a Nicholas, que se sirvió una
cucharada antes de pasársela nuevamente. Ella hizo lo
mismo.
—Suena agradable. A veces pienso en comprarme una
pequeña parcela de tierra. —Sus ojos se volvieron algo
distantes—. Quiero vivir tranquilo y en paz.
—Si tan solo no existieran esas molestas facturas que hay
que pagar. —Como la factura de la electricidad que vencía en
diez días. No, no pensaría en eso en aquel momento. No lo
haría.
Una sonrisa apacible cruzó su rostro. Alzó su taza de café
a modo de brindis.
—Ojalá. Pero sigo teniendo mis planes. Hay que tener
sueños, ¿o no?
Sloane pensó en lo que había mencionado de venirse a
Oklahoma para alejarse de todo. ¿Cuál sería su historia?
Pero apartó la mirada mientras sorbía su café.
—Bueno, no lo sé. —Le dedicó una sonrisa desenfadada
—. No está mal contentarse con la vida que tienes. Si no está
roto, no lo arregles, ¿verdad?
Cuando volvió a mirarlo, notó que tenía el ceño fruncido.
—Pero entonces nada cambiaría.
Ella se encogió de hombros.
—¿Y qué tiene? Por mí está bien. Tengo un techo, comida,
ropa, y Ramona me hace compañía. —Entonces se avergonzó
por lo patético que sonó aquello—. Y, bueno, mis otros
amigos.
Vaya mentira. No tenía otros amigos. Pero Nicholas
asintió, y no vio ni un poco de crítica en su rostro. Luego se
volvió para mirarla.
—También me gusta la vida que tengo, pero no quiere
decir que no quiera más.
Sloane bebió de un trago el resto de su café. ¡Cielos, estaba
demasiado caliente! ¡Quemaba! Pero logró tragárselo. Las
papilas gustativas estaban sobrevaloradas de todas formas.
Se puso en pie abruptamente para servirse más café. Era
normal que un hombre como Nicholas hablase de querer
alcanzar más; era guapo, no tenía discapacidades y
probablemente ni siquiera llegaba a los treinta. El mundo
estaba a merced de un hombre como él. Pero parte de ser
adulto era comprender que se debían hacer compromisos;
que nadie era perfectamente feliz; que las personas se
quedaban con lo que podían conseguir y no aspiraban a más
en todo momento en caso de que perdiesen lo poco que sí
tenían.
Tragó con fuerza y pensó en su cuenta bancaria vacía a
pesar de lo mucho que intentó apartarlo de su mente.
—Bueno, supongo que soy una chica que ve el vaso medio
vacío. —Sonrió con aire de disculpa mientras se servía otra
taza de café—. Los cambios me ponen nerviosa.
¿A quién quería engañar? Los cambios la hacían
hiperventilar.
—Prefiero que todo salga sin problemas y de acuerdo con
lo que tenía previsto. Me gusta despertar y saber
exactamente lo que pasará ese día.
Nicholas frunció el ceño, aunque la leve sonrisa en su
rostro decía que estaba entretenido.
—Pero eso es imposible. La vida es caótica. Por más que
intentes controlar todo, sucederán imprevistos, como cuando
se va la electricidad.
—Tengo un generador de emergencia.
—O cuando te quedas sin Wi-Fi.
—Mi trabajo es flexible. —Levantó los hombros y se sentó
al lado opuesto de él—. No pasa nada si me desconecto por
un par de días.
—O cuando hay una tormenta que te encierra en la casa
por una semana.
Ella sonrió ante eso.
—Aquí tengo todo lo que podría necesitar. No estamos
cerca de ninguna llanura que se pueda inundar. Si hay un
desastre nacional, tengo suficiente comida, agua, y gas en el
generador para sobrevivir por seis meses sola.
—Vaya. —Nicholas pareció sorprendido—. Puede que me
haya equivocado. Tal vez si trabajas lo suficiente, sí que
puedes controlar tu vida y prepararte para todo.
Fue entonces cuando sintió que le cambió el semblante.
—Pero Ramona igual se escapó, y si no hubieras estado
ahí, quién sabe hasta donde habría llegado luego de bajar de
ese árbol. —Apoyó los codos en la mesa y se pasó las manos
por el rostro—. Si hubiera seguido mi rutina y la hubiera
encerrado en su habitación antes de abrir la…
—De eso se trata —dijo Nicholas, estirando la mano hasta
el otro lado de la mesa y poniéndola sobre su antebrazo.
Sloane se quedó paralizada frente al contacto. Se quedó
mirándole la mano enorme y la contracción de los músculos
de su antebrazo en el momento en el que le dio un apretón
antes de soltarla—. No eres una máquina. Eres un ser
humano.
—¿Y entonces siempre me equivocaré porque soy
humana? Qué forma tan mierda de verlo…
—No —dijo él negando con la cabeza y riendo—. Lo que
digo es que eso es lo bueno de que la vida nos demuestre que
nos equivocamos siempre que creemos tener el control. Eso
no existe. Solo somos libres cuando renunciamos al control.
Se quedó boquiabierta. Es que aquello no tenía ningún
sentido. Claro, solo tenía veinticuatro años, pero había visto
la verdad de la condición humana a través de mil lentes de
cámaras diferentes. Se estaba equivocando, y mucho.
Todo lo que la gente hacía era buscar formas de ganar
poder y control. Controlar a las demás personas, controlar su
placer, controlarla a ella… incluso si solo era una ilusión. Eso
era parte de lo que hacía que su trabajo fuese divertido; no la
parte de los orgasmos, porque había días en los que no se
masturbaba que los que sí.
Pero fuesen hombres que querían que los llamara papi o
que se vistiera de peluche en sesiones privadas con ellos,
todos acudían a ella porque podía darles justo lo que
necesitaban: cosas de las que se avergonzaban, apenaban o
que eran imposibles de hacer en la vida real. La buscaban a
ella para fantasear sus deseos y hacerlos realidad. Y sin
importar las cosas degradantes que le dijesen durante la
acción, era ella al fin y al cabo quien se iba y se quedaba con
la pasta.
Era ella quien ganaba al final. Ganar: eso es lo que hacía.
Tenía todo lo que necesitaba justo ahí. Podía conseguir todo
lo que quisiese. Le estaba yendo bien; perfectamente bien,
¿verdad? ¿A que sí?
Tragó con fuerza y bajó la vista a la mesa. ¿Y si el banco
no podía recuperar los treinta mil dólares? Todo por lo que
había trabajado durante años se esfumaría así, con un ¡puf!
Todo su trabajo duro modelando día y noche, levantando su
empresa cuidadosamente, se iría por el desagüe. Y aunque
todo se resolviese y le devolvieran su dinero, seguía siendo
una prisionera de su propia casa.
Había estado bajo un arresto domiciliario autoimpuesto
por seis años.
Seis años.
No era genial, ni fabuloso, ni impresionante. Eso no era
más que la mentira que se decía a sí misma para soportarlo
sin que se le fuese la olla. Aquella era la brutal verdad que
había tenido que confrontar mientras esperaba en la puerta,
paralizada, para salir a ayudar a Ramona.
—¿No te gustaría sentirte sorprendida? —preguntó
Nicholas en voz baja—. ¿Descubrir cosas nuevas y hacer algo
espontáneo solo porque sí?
¡No! Detestaba las sorpresas.
¡Sorpresa! Piensas que tus padres y tú van al
supermercado como de costumbre, pero mira, ese auto que
venía en sentido contrario de repente va hacia donde
caminas.
¡Sorpresa! Tu padre pende de un hilo en la UCI tras el
accidente, pero tiene una embolia y ahora está muerto como
tu madre.
¡Sorpresa! Ese minúsculo problema de ansiedad que
habías tenido antes de los exámenes y concursos del coro se
ha convertido en ataques de pánico que te debilitan y te
hacen imposible vivir.
Y, por supuesto, ¡sorpresa! Tu cuenta bancaria no tiene
dinero y alguien ha arruinado tu crédito y robado miles de
dólares a tu nombre.
Pero… bueno, es cierto que Nicholas también era una
sorpresa. Y sí, era un triste comentario en el margen de su
vida que una visita de treinta minutos por parte de un
desconocido fuese el momento culminante de los últimos
cinco años de su vida.
—¿Sloane? —preguntó Nicholas.
Sloane se percató de que hacía rato, tal vez minutos, que
no decía nada; pero no sabía qué decir. Tenía demasiados
pensamientos en la cabeza yendo a toda velocidad.
—No lo sé —dijo por fin—. Cuando ves la vida de una sola
forma por tanto tiempo… bueno, parece que no hubiera otra
manera, ¿sabes?
Nicholas frunció el entrecejo y parecía estar a punto de
decir algo cuando un maullido proveniente de pasillo hizo
que ambos volvieran la cabeza.
—Ramona —dijo Sloane en voz baja, y su gata avanzó
hacia ella. Tenía un arañazo irritado y rojizo que le surcaba la
nariz, pero no estaba sangrando. Aparte de eso, parecía estar
bien. Llegó hasta donde estaba y saltó a su regazo.
Sloane quiso abrazarla y no soltarla, pero a Ramona no le
gustaba que la apretujasen, por lo que solo la acarició desde
la cabeza hasta la cola. La gata se instaló en su regazo y
comenzó a ronronear como un pequeño motor.
Sloane le sonrió a Nicholas con los ojos húmedos.
—Se encuentra bien —susurró.
Nicholas sonrió; era una sonrisa más dulce de la que le
había visto en toda la tarde. Acabó con su café, y Sloane le vio
la nuez moverse cuando tragó varias veces. Volvió a dejar su
taza en la mesa con delicadeza.
—Debería irme —dijo él, y Sloane asintió mientras sentía
una punzada de tristeza. Se sintió muy bien hablar con otro
ser humano cara a cara, así como lo fue ser ella misma, para
variar, en vez de interpretar algún papel.
Sloane intentó sonreír y ocultar sus absurdas emociones.
—Gracias una vez más —dijo—. Fue muy agradable
conocerte. Te enseñaría dónde está la puerta, pero… —
Asintió para señalar a su gata.
—Ni lo digas. La he pasado muy bien conversando. —Se
levantó, pero sus ojos eran tan claros y directos cuando se
encontró con los suyos que Sloane tuvo que contenerse de
suspirar. Cielos, ¿alguna vez había estado en la misma sala
que un hombre tan magnético como él?
—Esto… yo también. Digo, fue lindo hablar contigo.
Se sacudió internamente. ¿Qué carajos? Entonces era
guapo y parecía ser un hombre agradable. Y aparte del
traspié en la cocina, no la había comido con los ojos durante
su conversación, lo cual era una hazaña que ni siquiera Tom
lograba. Por lo general le hablaba mirándole directamente
los senos.
Pero Nicholas parecía haber estado genuinamente
interesado en lo que tenía que decir. Y no solo porque
quisiese correrse con el sonido de su voz.
Cielos, se estaba comportando como una estúpida. Nada
de eso importaba, porque nunca volvería a verlo. Lo de hoy
no fue más que un evento extraordinario en la monótona
existencia que era su vida. Y eso estaba bien.
Bueno, tal vez necesitaba hacer algunos cambios. La
conversación le había dado mucho que pensar, razón por la
cual necesitaba irse, así ella podría…
—Quiero volver a verte —dijo Nicholas, avanzando hacia
ella y deteniéndose antes de entrar en su espacio personal.
Dejó de respirar. ¿En serio?
—¿Te gustaría ir a por un café en algún momento? ¿O ir a
beber algo?
Y así sin más, la sensación luminosa y eufórica de su
pecho se desvaneció. No pudo evitar que sus hombros se
viniesen abajo mientras miraba a Ramona en su regazo.
—No puedo.
—Vaya. —Nicholas se llevó la mano a la nuca—. No hay
problema, lo entiendo. Yo… —Se rio y cerró los ojos con
fuerza, tras lo cual volvió a mirarla—. Fue agradable
conocerte, Sloane.
Entonces cruzó la sala para ir hasta la puerta; a punto de
salir de su vida para siempre.
«No, detente». Sloane vio su ancha espalda cada vez más
lejos. Sin embargo, antes de atravesar la puerta se detuvo y
se volvió a mirarla. Sus ojos avellana centelleaban bajo la luz.
—Una cosa más: por favor no vayas por ahí dejando que
cualquier desconocido pase a tu casa así de fácil. Hará que
me pase la noche en vela preocupado por ti.
Entonces continuó su camino por la puerta principal.
—¡Maldita sea! —maldijo Sloane tan pronto como se
cerró tras sus espaldas.
Quiso darse un manotazo en la frente. Vaya estúpida que
era. ¿Por qué no podía ser una mujer normal por una vez? Si
un chico lindo te invitaba a salir, decías que sí. Pero no, eso
habría sido algo espontáneo y emocionante, y, por supuesto,
requeriría lo imposible: que de verdad saliera de la puñetera
casa.
¿No estaba harta de ser una prisionera? Su vida no era
perfecta y definitivamente tampoco fabulosa.
Pero Nicholas sí lo era. Era increíble, y, cuando hablaba
sobre la libertad, parecía saber de lo que hablaba. Parecía
como si fuera algo que hubiera experimentado. ¿Cómo se
sentiría?
Cargó a Ramona delicadamente y la dejó en el suelo. La
gata solo se quejó un poco, y, antes de que Sloane pudiera
pensarlo bien, sus pies ya se estaban moviendo. Abrió la
puerta principal, obstaculizando la entrada con su pierna
para que Ramona no pudiese escaparse esta vez.
—¡Nicholas! —llamó.
A duras penas podía distinguir su corpulenta silueta; casi
estaba en la calle otra vez.
—Nicholas —volvió a llamar—. Vuelve un momento. —
Agitó su brazo para hacer énfasis en sus palabras.
Él se devolvió trotando, subió los escalones del pórtico y
se detuvo frente a ella.
—¿Pasa algo? ¿Necesitas algo?
—El próximo domingo es día de hornear —balbuceó
Sloane—. Haré tartas. Puedes pasarte por aquí si quieres.
Pareció tomarle un momento procesar sus palabras, pero,
tan pronto como lo hizo, una amplia sonrisa se dibujó en el
rostro de Nicholas.
—Depende. —Por un momento se quedó mirando a
Sloane antes de continuar; su sonrisa levantaba una de sus
comisuras—. ¿Qué clase de tartas?
Sloane sintió que podía reír de alivio. ¿Conque así quería
jugar? Enarcó una ceja.
—Ándate con ojo. Si te comportas, puede que no solo
recibas tu tarta, sino que llegues a comértela.
Sus ojos chispearon y Sloane sintió que las mejillas se le
encendían. Mierda. ¿Es que estaba tan acostumbrada a hablar
con insinuaciones sexuales que no sabía cómo hablar sin
eso?
—¿A qué hora?
¿Eran ideas suyas o su voz sonaba más ronca que antes?
—A cualquier hora luego de la una de la tarde. Nos vemos.
—Entonces cerró la puerta. Se quedó de pie dándole la
espalda y respirando ruidosamente.
—«¿Puede que no solo recibas tu tarta, sino que llegues a
comértela?» ¿Qué carajos?
Esta vez se dio un golpe en la frente con la palma de la
mano antes de sacudir la cabeza.
Regresó para ver cómo estaba Ramona, que se encontraba
hecha un ovillo en medio del sofá, como si este le
perteneciese. Sloane se agachó y le rascó detrás de las orejas.
Respiró hondo y exhaló. Era tarde y estaba cansada, pero
cuando cogió su móvil y lo revisó, vio que aún tenía tiempo
para hacer el espectáculo en la ducha que había programado.
Y ahora más que nunca, no podía permitirse desatender el
trabajo. Era hora de volver a retomar el control de su vida.
Mañana empezaría lo que probablemente sería un largo y
demencial proceso de aclarar el fiasco que solían ser sus
finanzas.
Pero por esta noche, era hora de comenzar a ganar pasta.
Gracias al cielo que le gustaba pagar sus facturas por
adelantado, pues significaba que su sueldo dentro de dos
semanas pagaría la mayoría de sus gastos. Solo estaría
atrasada por un par de días con la electricidad y seguramente
no la penalizarían por ello. Lo cual era bastante bueno, ya
que, desde que casi ejecutaban la hipoteca luego de que su tía
muriera, siempre le metían una multa gorda cada vez que se
retrasaba aunque fuera una semana con esa factura.
Pero eso también quería decir que volvería a vivir con lo
justo; algo que no había hecho desde que comenzó con el
modelaje. Apretó la mandíbula y se dirigió a su habitación,
donde se quitó todo excepto las bragas. Cogió la bata de seda
que había tirado con tanto apuro antes y se la volvió a poner.
Se acomodó la prenda para que le cubriese los pechos
holgadamente, sostuvo el móvil desde arriba y puso una cara
sensual antes de hacerse una foto. Tras hacerse más desde
diferentes ángulos, buscó las imágenes y se decidió por la
mejor. Luego la subió a su OnlyFans y añadió una rápida
descripción:
«¿Adivinen quién está sucia y necesita una ducha? Diez
minutos para la #horadelbaño».
TRES
NICHOLAS
Sloane
Sloane
Sloane
MUÉSTRAME TU CASA.
Sloane se mordió el labio cuando leyó el mensaje en el
chat. Era Santo otra vez. Vaciló por un momento antes de
aceptar su solicitud de chat privado, pero había vuelto a
pagar 20.000 fichas por adelantado y ¿quién era ella para
rechazar semejante cantidad de pasta? Había abierto una
nueva cuenta bancaria y adoptó todas las medidas de
seguridad que se le pudieron ocurrir, pero su balance seguía
siendo patéticamente escaso.
Sobre todo cuando parecía que tendría que pagar por un
techo nuevo. Y también arrancar y retapizar el piso de arriba
por los daños que el agua causó gracias a su techo de mierda.
Tom había mencionado un par de veces que el techo no se
veía muy bien, pero ella prefirió escaquearse. Para todos los
problemas de ansiedad que tenía, era sorprendentemente
buena ignorando las cosas que no podía manejar ni pensar;
como el hecho de que su querida casa estaba
desmoronándose a su alrededor. Se vio obligada a afrontar
los hechos durante un temporal la semana pasada cuando el
agua empezó a filtrarse por el techo, en una esquina del
estudio.
Y si estaba filtrándose al primer piso, ni siquiera quería
imaginarse cómo estaría aquello en el piso de arriba. Entró
en pánico y llamó a Nicholas, quien acudió de inmediato.
Habían estado pasando cada vez más tiempo juntos.
Primero solo se veían una vez a la semana, pero luego sugirió
que comenzaran a ver una película cada jueves, su otro día
libre. No obstante, a duras penas podía prestar atención a los
largometrajes, pues estaba al pendiente de Nicholas y su
enorme cuerpo sentado a su lado. Solo cayó en cuenta de lo
incómodo que podría ser invitar a Nicholas a una íntima
noche de cine luego de acurrucarse en el sofá.
Sin embargo, Nicholas era un consumado caballero. Ni
una sola vez intentó hacer ningún avance con ella. Bueno,
puso su brazo en el respaldo del sofá y Sloane juró que iba a
intentar algo; pero no lo hizo, lo cual solo la confundía más.
¿Le gustaba de esaforma? ¿O la había dejado en la
friendzone sin siquiera darse cuenta de ello? ¿Le parecía
divertido quedar con la muchacha agorafóbica como parte de
su buena acción semanal?
Y aquello también la confundía. ¿Quería que ligara con
ella? ¿No era agradable tener un hombre apreciándola por
algo más que no fuese lo bien que podía hacerlo llegar al
orgasmo? Además, también estaba el hecho de que siempre
que pasaban tiempo hablando —algo que podían hacer
durante horas, aunque apenas recordara de qué hablaban
luego—, juraba que no la miraba como lo haría alguien que
era un amigo y nada más.
Al menos un par de veces lo había pillado mirándole el
pecho. Y vale, se había puesto una camiseta especialmente
reveladora que mostraba su escote solo por aquel propósito,
claro, pero aun así… estaba segura de que no era gay. La
apreciaba como un hombre apreciaba a una mujer.
Pero, pensándolo bien, solo habían pasado algunas
semanas. Quizás era esto lo que hacían los hombres en el
mundo real cuando les gustaba una mujer. Los buenos, claro.
También había estado ayudando aquí y allá en la casa.
Hasta le había limpiado las alcantarillas obstruidas y había
reafirmado lo que Tom había dicho: de verdad debía
considerar volver a techar la casa. Pero Dios, aquello sonaba
como una tarea enorme. Y la idea de tener extraños
moviéndose por su casa y por su techo… no. Desestimó lo que
dijo Nicholas con un movimiento de la mano.
Hasta que ocurrió la filtración. Estuvo en pánico todo el
tiempo que le tomó a Nicholas conducir hasta su casa, pues
estaba convencida de que el techo se le caería encima en
cualquier segundo. Estaba tan asustada que casi salió; así era
el nivel de su miedo. Fue una tonta por ignorarlo durante
tanto tiempo. Su casa era su santuario. Su escudo contra el
mundo. ¿Qué haría si le pasaba algo?
Pero Nicholas era su caballero andante. Acudió de
inmediato y miró en el piso de arriba. Aparentemente, la
alfombra estaba completamente arruinada en una habitación
y parte del yeso tuvo que arrancarse. Aun así, era la primera
vez que llovía en un tiempo, y estaba convencida de que, si
quitaban todo el yeso y arreglaban el techo, la casa estaría
bien.
Pero todo eso costaba dinero a pesar de que Nicholas se
ofreciera a hacer el trabajo gratis. Había vuelto a techar la
casa de su madre y ayudó a un amigo en otra ocasión, dijo,
así que tenía la experiencia. A pesar de ello, Sloane iba a
pagarle. Su amistad, o lo que fuera, estaba empezando a
sentirse demasiado desigual para su gusto.
El techo costaría tres mil y la limpieza del piso de arriba
otros mil quinientos, y eso era solo para materiales. Quería
pagarle a Nicholas por lo menos dos mil dólares por su
trabajo, lo cual seguía siendo un gran ahorro en comparación
con contratar a una empresa para que lo hiciera.
Y con todo el dinero que tenía ahorrado, significaba que
tendría que trabajar duro los próximos meses para cubrirlo
todo.
Era una mujer de negocios antes que todo y había tratado
con muchos tipos que intentaban presionarla para obtener
información personal, e incluso hombres como Oliver, que
decía estar tan enamorado de ella y exigía conocerla en
persona. Después de decirle «no» muchas veces, debió
haberse buscado una nueva chica con la que obsesionarse,
pues había dejado de reservar sesiones con ella.
No obstante, ahora estaba Santo. Y su dinero era
demasiado bueno para rechazarlo en un punto en el que ella
estaba desesperada por conseguirlo. Entonces, cuando le
hacía solicitudes que ella normalmente habría rechazado de
inmediato, se encontró considerándolas.
Quiero ver las partes que no suelen aparecer en la cámara.
Muéstramelas.
¿Las partes que no suelen estar en la cámara? Eso quería
decir que Santo veía su canal voyerista. Ella sonrió a la lente
de la cámara.
—Si me ves, entonces has visto mi casa. Pero me
encantaría ofrecerte un recorrido personal.
Quiero ver toda la casa. No solo tu dormitorio y cocina. Hazlo y
te daré una recompensa.
Eso la hizo arquear una ceja.
—¿Qué tipo de recompensa? —Pasó una mano por su
cuello hasta su escote. Siempre fue consciente del efecto
visual que le daba a la cámara. Trataba de no permitir nunca
que sus vídeos fuesen estáticos. Sus clientes podían mirar
pornografía si quisieran algo estático.
Otras 10.000 fichas. Primero quítate toda la ropa. Apunta el
culo a la cámara 3.
Se detuvo por un momento y miró a la cámara.
—¿Hemos jugado juntos antes? —Era la única forma en
que podía conocer tales detalles.
Sí.
—¿Quién eres tú?
Culo a la cámara 3. Ábrete bien para mí.
Bueno, no podía decir que no era directo. Se desnudó e
hizo lo que él dijo, inclinándose y estirándose frente a la
cámara que había especificado.
Otro ping sonó y miró el mensaje.
Cámbiate a tu móvil y GoPro para que podamos hablar
mientras me das el recorrido. Aquí está mi número.
Escribió un número de móvil. No reconocía el código de
área, pero definitivamente lo buscaría después de la llamada.
Cogió su móvil y envió un mensaje al número. HOLA,
GUAPO. ¿AHORA QUÉ?
Usaba un móvil desechable para ese tipo de cosas; no
había forma de que el usuario rastreara el aparato hasta su
ubicación.
Dame una vuelta por tu casa.
Se incorporó y fue a separar la cámara del trípode que
estaba al pie de la cama.
—Vale, veamos, esta es mi habitación. Lo cual ya sabes,
obviamente. Aquí está mi armario lleno de juguetes.
Ella lo llevó al armario y encendió la luz. No solo había
juguetes de todas las formas y tamaños alineados en varios
estantes que había instalado, sino que también había
disfraces colgados. Sirvienta sexy. Azafata sexy. Enfermera
sexy.
Básicamente, esperaba hasta después de Halloween cada
año y luego compraba montones de trajes nuevos en
liquidación.
—A esto lo llamo mi armario de fantasía. —Movió la
cámara lentamente por el pequeño vestidor y pasó la mano
por su ropa—. ¿Quieres que me ponga algo?
Ponte unos vaqueros y una camiseta. Sin ropa interior y sin
sujetador.
Mmm, así que quería que pareciera una chica común y
corriente. Aquello tenía sentido si le gustaba el voyerismo.
—Está bien. Para eso tendremos que visitar los cajones de
mi cómoda.
Muéstramela.
Salió del vestidor y se dirigió al armario que tenía en la
esquina de la habitación.
Baja la cámara para que pueda verte vestirte.
Por lo general, los hombres pagaban para que se
desvistiera, pero bueno, como quisiese.
Culo a la cámara uno.
Ella hizo lo que él le pidió y se inclinó deliberadamente
para que pudiera tener una vista clara de su trasero una vez
más antes de meterse los vaqueros por una pierna a la vez.
—¿Qué color de camiseta quieres que me ponga? —
preguntó ella.
La rosa que tiene el cuello.
Vaya, rara vez usaba esa camiseta. ¿Desde hace cuánto
veía su canal voyerista?
—Como desees. —Ella le guiñó un ojo a la cámara.
Sacó la fina camisa rosa de algodón con el cuello pequeño
y se la metió por la cabeza. Era teóricamente conservadora,
salvo que, sin sostén, sus pezones eran bastante visibles al
otro lado de la delicada tela.
Enséñame el cuarto de baño. Ve a hacer pis mientras te miro.
Esta era una solicitud sorprendentemente común.
—Sí, señor. ¿Te gusta que te llame señor? ¿O prefieres
Santo?
Ambos están bien.
«¿Está bien?» Como sea. Se dirigió al cuarto de baño y
volvió a colocar la cámara en la encimera. Menos mal que
había bebido esa media botella de agua hace un rato.
—¿Te gustan los juegos acuáticos? —preguntó mientras
se bajaba los pantalones y hacía sus necesidades.
No. Solo me gusta verte ser real. Espontánea.
Ella se rio al leer aquello.
—Supongo que nadie es más real que cuando está en el
trono. Entonces, por lo que has dicho, parece que ves mi
canal voyerista. Allí hay mucho material mío siendo real y
espontánea.
Siempre sabes que la cámara está encendida. No es lo mismo.
—Entonces, ¿qué tiene de diferente esto?
Soy el único que te ve. Sigue con el recorrido.
Terminó sus asuntos, se lavó las manos y luego volvió a
alzar la cámara.
—Está bien, ahora salimos de mi habitación. Hay un
pasillo corto. —Caminó por el pasillo—. Y luego llegamos a
la cocina, con la que me imagino que también estás
familiarizado.
Sí. Enséñame el resto de la casa. Quiero ver donde duerme tu
gata.
Hizo una pequeña pausa y frunció el ceño.
—No suelo mostrar su habitación.
No soy un cliente habitual. Ahora enséñame su habitación.
5.000 fichas si obedeces.
¿Si obedecía? Mira quién estaba sacando a relucir su
dominante interior.
—Sí, señor.
Esperó hasta escuchar el clin-clin de las monedas
depositadas antes de abrir la puerta del estudio. Empujó la
puerta y Ramona de inmediato fue en línea recta hacia ella.
—Hola, bonita —dijo Sloane mientras entraba en la
habitación y cerraba la puerta detrás de ella. Se acercó a
Ramona y se agazapó.
Un ping la hizo mirar su teléfono.
Baja la cámara para que pueda verte a ti y al gato en la
imagen.
Sloane puso los ojos en blanco, pero luego se acercó y dejó
la cámara en la escalera para que Santo tuviese una buena
vista de toda la habitación.
—¿Cómo está mi dulzura hoy? —preguntó Sloane,
rascándole la panza a Ramona cuando se dejó caer de
espaldas.
Ramona ronroneó felizmente y se movió acostada
mientras Sloane la rascaba.
—¿A quién le encanta que le froten la barriga, eh? ¿A
Ramona le gusta?
Sloane había dejado de mostrar tanto a Ramona en su
canal después de recibir algunas solicitudes verdaderamente
inquietantes. Más valía que Santo no intentara ir por esa vía,
porque eso cruzaba un límite estricto.
Pero todo lo que apareció en el chat de su móvil fue:
¿Qué le pasó en la nariz?
Sloane miró el móvil mientras seguía frotando el vientre
de Ramona.
—Hubo un accidente. Salió de la casa y tuvo un encuentro
desagradable con una ardilla, pero se está recuperando. ¿No
es así, Mona? Vas a estar bien, ¿o no? No más encontronazos
con ardillas malas. —Se inclinó y depositó un beso en la
cabeza de Ramona, entre sus orejas. Tras rascarle la panza
una última vez, Sloane se puso de pie.
—Y esa fue mi casa. Ahora has visto oficialmente más que
cualquier otro cliente, así que…
Un ping la interrumpió.
Llévame arriba.
Sloane se paralizó en seco mientras miraba el aparato;
luego, trató de restarle importancia con una sonrisa.
—Lo siento, eso no es posible. Es un límite estricto. Paso
casi todo mi tiempo en…
50.000 fichas si me enseñas el piso de arriba.
A Sloane se le cortó la respiración mirando el móvil. Joder,
eran dos mil quinientos dólares. A veces se ganaba esa
cantidad en un mes. ¿Había añadido accidentalmente un cero
extra?
50.000 fichas. Llévame arriba contigo.
—Paga por adelantado —dijo, todavía sin moverse. Tenía
su aplicación de cámara abierta en segundo plano y antes de
dar otro paso escuchó el clin-clin de las fichas en su bote.
Hizo clic para comprobar que acababa de pagar. 25.000
fichas.
Te daré el resto después de que me lleves arriba. Quiero ver
cada parte de tu vivienda. Lo que nadie más puede ver.
Mierda, mierda, mierda. Hablaba en serio.
Sloane miró el móvil y luego hacia las escaleras. Oh, joder.
Ahora tenía que subir las escaleras.
El doctor Noah había intentado que ella subiera los
escalones en su última sesión juntos y ella se asustó y
renunció después de solo cuatro pasos. El corazón se le
aceleró incluso con mirar en dirección a la escalera. Dejó sus
sesiones con el buen médico poco después.
¿Y si tenía un colapso frente a la cámara? Se vería como
una loca que…
No me gusta que me hagan esperar. Háblame mientras subes
las escaleras. Quiero estar contigo en cada paso del camino.
Sloane exhaló con fuerza. Maldita sea, necesitaba un
nuevo techo.
«Respira. Recuerda los patrones de respiración. Cuenta
hasta diez. Vacía tu mente».
Dos mil quinientos dólares. Era mejor pensar en la
cantidad de herramientas para el techo que se podría
comprar con eso. Visualizar el equipo de techado. Todo ese
alquitrán prístino… o tejas… o lo que sea que usaran para
arreglar un techo. Visualizar la bonita alfombra nueva que el
dinero podría comprar. Esa alfombra de terciopelo costaba
un poco más, pero incluso mirar las fotos en línea le había
dado ganas de hundir los pies en ella.
Dos mil quinientos dólares para afrontar su miedo. Vale,
podía hacerlo. Era hora de una terapia de exposición, joder.
Se llenó los pulmones de aire tras respirar hondo y
caminó hacia la cámara. Fingió una sonrisa brillante y esperó
que el cliente no pudiera ver lo temblorosa que estaba
cuando fue a recoger la cámara del quinto escalón, donde la
había colocado.
—En realidad, no subo mucho aquí —dijo. Tal vez si
seguía hablando, no parecería tan aterrador—. Ha habido
algunos daños ocasionados por el agua recientemente, así
que me quedo abajo la mayor parte del tiempo. —Eso al
menos sonaba como una explicación más lógica que «me
espanta el segundo piso».
Arrástrate por los escalones y enfócate con la cámara.
Tenía que arrastrarse. Al tipo probablemente le gustaban
los juegos de dominación y humillación, pero la idea de
trepar por las escaleras tranquilizaba a Sloane. Había menos
posibilidades de caerse de esa forma. E incluso si se
encontraba con un escalón podrido, su masa corporal estaría
más extendida, por lo que tendría muchas más posibilidades
de…
Ping.
Ella miró hacia abajo.
Dije que estoy cansado de esperar. Hazlo ahora o no te daré la
segunda mitad del dinero de las propinas.
Al diablo con todo. No podía permitirse pensar demasiado
o nunca subiría las malditas escaleras. Alzó la mano y dejó la
cámara varios escalones por encima de ella. Luego se
arrastró por ellas. Por un segundo, no pudo hablar. El único
ruido era el de sus vaqueros rozando la gruesa alfombra de
las escaleras.
Sloane tuvo la tentación de cerrar los ojos. Pero no, tenía
que ser profesional. Un cliente estaba mirándola, así que se
mordió el interior de la mejilla y trepó hasta donde había
puesto la cámara.
Su euforia luchó contra el terror. Y solo había subido unos
seis escalones. Aun así, eran dos más de lo que había hecho
con el doctor Noah, y sus vías respiratorias aún no se habían
cerrado por el pánico. Entonces… ¿había sido un éxito?
Extendió la mano y agarró la cámara, extendiendo su
brazo para subirla tres escalones más. Luego, con el corazón
latiendo en sus oídos tan fuerte que sonaba como un tambor
de conga, trepó hasta ella de nuevo.
Oh, mierda. ¿Que estaba haciendo? ¿Por qué pensó que
podía hacer esto de repente? ¿A quién estaba engañando? No
había manera. Ninguna manera en absoluto…
«Respira. Solo respira». Cerró los ojos y exhaló tan fuerte
que estaba segura de que lo había captado el micrófono de la
GoPro, pero no le importó. Tenía que encontrar su
«centro», como lo llamaba el doctor Noah, o se cagaría en
los pantalones antes de llegar a la mitad de las escaleras.
Empezó a contar. Visualizó su lugar tranquilo y seguro:
acurrucada con Ramona, a salvo, con Nicholas sentado en el
sofá a su lado. Era cálido, seguro. Volvió a contar hasta diez.
Los escalones eran seguros. No tenían ningún daño por el
agua, y Nicholas los había subido y bajado más de diez veces
esta semana. Apenas habían crujido y él era tan grande como
un defensa de fútbol americano.
Abrió los ojos y se arrastró los pocos escalones que
faltaban hasta llegar a la cámara. Luego repitió el proceso.
Movía la cámara, trepaba hacia ella. Y otra vez. Mover la
cámara, trepar…
Solo tenía que detenerse, respirar y visualizar una vez
más antes de…
—Dios mío —susurró. Casi estaba allí. Cuando volvió a
depositar la cámara en el suelo, la colocó en lo alto de las
escaleras.
Ya casi, ya casi…
Trepó los últimos metros y luego llegó al rellano en la
parte superior de las escaleras. Se movió rápidamente, de
modo que su espalda quedó contra la pared. El corazón le
latía tan fuerte que podía escucharlo en sus oídos.
Tenía ganas de gritar de alegría. ¡Lo había hecho! De
verdad había llegado al piso de arriba. No se atrevió a mirar
hacia atrás para ver las escaleras ni para comprobar qué tan
bajo estaba el primer piso.
Luego recordó que estaba en una videollamada con un
cliente. Parpadeó y trató de esbozar una sonrisa coqueta.
Solo podía imaginar lo demencial que probablemente se veía,
pero al cuerno.
—Está bien —dijo con la respiración notablemente
entrecortada—. Lo hice. Estoy aquí.
¿Y qué si el tipo no tenía forma de saber lo que significaba
para ella subir las escaleras? No le quitaba la victoria. Aun
así, mientras recuperaba el aliento, se sorprendió de que no
hubiera otro ping diciéndole que se apurase y le mostrase el
resto del segundo piso.
Pero no hubo ningún sonido que anunciara un nuevo
mensaje, así que cerró los ojos brevemente y se concentró en
su respiración. Inspirar, dos, tres, cuatro. Exhalar, dos, tres,
cuatro.
No sabía por cuánto tiempo se había quedado sentada solo
inhalando y exhalando, pero por fin, a pesar de que todavía
sentía el pecho contraído por la ansiedad, creyó que podría
volver a moverse. ¿Seguía conectado el cliente? ¿O se había
largado una vez que vio cuánto tiempo le estaba llevando
seguir su simple orden?
Un ping respondió a esa pregunta. Aún estaba con ella.
Así es, bebé. Muéstrame todo lo que sientes.
Parpadeó, cayendo en cuenta paulatinamente de que la
cámara la había estado enfocando todo el tiempo. Mostró su
sonrisa patentada y enseguida sonó otro ping.
No tienes que sonreír por mí. Me gustas al natural.
Ella se rio con la esperanza de que él no pudiera escuchar
su tono nervioso.
—Bueno, aquí estoy. Al natural y sin filtros.
Muéstrame todo.
Ella asintió y levantó la cámara.
—Este es el rellano en la parte superior de las escaleras —
dijo, moviendo la cámara en un círculo—. Este es el segundo
piso. Solo hay dos dormitorios y un cuarto de baño. No hay
mucho que ver.
Se aferró a la pared y se puso de pie, temblorosa. Miró en
dirección a las escaleras y sintió que el estómago le daba un
vuelco de ansiedad. Se alejó rápido de ahí, pegada a la pared.
—Se supone que es una habitación para invitados, pero
principalmente sirve de trastero —dijo, abriendo la puerta
del primer dormitorio—. Lo siento, no la tengo muy
ordenada.
La habitación estaba llena de cachivaches. Había una
cama y cajas de recuerdos y ropa vieja. Eran algunas cosas de
la tía Trish que le dolía tener a la vista después de su muerte.
La vieja máquina de remo de Trish estaba apoyada en la
pared en la esquina.
Mientras Sloane movía la cámara por la habitación, se
sintió en parte como si la estuviera viendo con ojos nuevos.
Lo cual era cierto, teniendo en cuenta que era la primera vez
que entraba en el cuarto en más de un año. Era la primera
vez que podía mirar las cosas de su tía abuela sin sentirse
ahogada por una tristeza abrumadora. Cuando pensó en la tía
Trish encorvada sobre la mesa de costura, trabajando en lo
que inevitablemente era una monstruosidad de lentejuelas —
la mujer tenía una seria historia de amor con las lentejuelas,
posiblemente el herpes de la moda— una sonrisa cruzó su
rostro.
Y Sloane lo había logrado. Se enfrentó a sus miedos y
subió las escaleras.
Ahora la otra habitación.
Ella asintió, y casi se sintió contenta de que la presencia
de Santo la empujase a seguir moviéndose. Aunque en su
mayor parte estaba manteniendo sus miedos bajo control,
caminaba lentamente, tanteando cada paso con el pie antes
de darlo por completo. No había daños por el agua en esta
habitación, pero ¿y si la filtración se había metido en la
madera debajo de la alfombra? ¿Y si todo estaba podrido y
llegaba a caerse por…?
Ella sacudió la cabeza.
—Este es el segundo dormitorio. —Empujó la puerta para
abrirla—. Como puedes ver, ahora estamos haciendo con una
limpieza a fondo. El techo tuvo una filtración la semana
pasada y tuvimos que sacar la alfombra.
El suelo se veía feo con la alfombra rota. Exponía la
madera rústica que había debajo. Podría haber sido una
bonita madera en algún momento, pero ahora estaba
manchada y descolorida.
¿«Estamos»? ¿En plural?
—Ah. —Sloane quiso golpearse—. Un amigo me está
ayudando con la limpieza.
¿Es tu novio?
—No —dijo Sloane con demasiada precipitación. Joder,
habría sido más sensato decirle a este hombre que tenía
novio. Sabía que algunas modelos les decían a sus clientes
que estaban en una relación con alguien, con la esperanza de
que aquello redujera las declaraciones de amor y las
propuestas de matrimonio.
Ahora era muy tarde para eso. Al menos con este cliente.
—No es más que un amigo que sabe cómo hacer este tipo
de cosas —dijo Sloane. Hizo una pequeña mueca cuando
recorrió la habitación. Nicholas había mencionado que podía
lijar y retocar el piso para que continuase siendo de madera
dura. Ahora que Sloane podía verlo, le resultaba más fácil
imaginarlo. Aun así, parecía una molestia adicional para una
habitación en la que nunca pasaba tiempo.
Pero tal vez sí podría pasar tiempo ahí. Todo lo que tenía
que hacer era vencer su miedo a las alturas cada vez que
subía las escaleras. Pan comido. Puso los ojos en blanco de
forma sarcástica. Entonces se dio cuenta de cuánto tiempo
había pasado desde que habló por última vez.
—Y bueno, sí, este cuarto definitivamente está en
construcción en este momento. —No solo la alfombra estaba
rota, sino que Nicholas había cortado una sección de yeso
para quitar el aislamiento térmico que también se había
empapado por la gotera del techo.
A lo lejos, podía escuchar a Ramona maullar desde abajo,
de la forma enfadada que lo hacía cuando estaba angustiada.
¿Había vuelto a ver otro gato o perro por la ventana? Sloane
debió haberse acordado de cerrar las cortinas cada vez que
tenía una reunión con un cliente.
Sin embargo, un golpe sordo proveniente de abajo la hizo
fruncir el ceño.
—Lamento terminar esto tan rápido, Santo. —Se dirigió
hacia las escaleras, intentando no dejar que la preocupación
matizase su voz—. Pero es hora de alimentar a mi gata.
¿En qué lío se había metido Ramona esta vez? Pensaba
que darle todos esos juguetes para trepar la satisfaría, pero
no, no había ninguna superficie que Ramona considerara
prohibida; ningún salto que ella creyera demasiado lejos.
Y esa endiablada gatita había gastado sus nueve vidas
hace unas cinco.
Pero cuando Sloane llegó a las escaleras, lista para
sentarse y bajar por ellas de una manera humillante similar a
la forma en que las había subido, se detuvo en seco y gritó.
Porque al pie de la escalera había un hombre.
Y no era Nicholas, ni siquiera Tom.
Era un desconocido el que estaba en su casa. Tenía un
móvil en la mano y la miraba como un gato que acaba de
recibir su tazón de leche.
—Es hora de que me digas tu verdadero nombre, amor.
Porque sé que no es Chrissy.
SIETE
Sloane
NICHOLAS
NICHOLAS
Sloane
Sloane
Sloane
Sloane
—DESPIERTA, cielo.
Sloane pestañeó violentamente a la vez que se despertaba
sobresaltada, y encontró a Nicholas retrocediendo y
poniéndole la tapa a un bote de sales aromáticas.
Estaba en un auto, pero, antes de que pudiera empezar a
entrar en pánico, Nicholas puso su mano sobre la suya.
—Mira a tu alrededor. No estamos afuera. Estamos en un
garaje subterráneo.
Su respiración seguía entrecortada mientras miraba a su
alrededor y luchaba por asimilar todo a la vez.
—¿Dónde estamos? —preguntó sin aliento, apenas capaz
de pronunciar la pregunta. Se revolvió en su asiento, muy
consciente del hecho de que tenía que ir al baño de nuevo.
—Estamos aquí. En Brooklyn.
No podía dejar de parpadear. Sentía los ojos secos y
arenosos. La boca también. Había sentido lo mismo la última
vez que se había despertado, supuso, pero entonces al menos
se había despertado sola. Despertarse repentinamente en
estos alrededores…
Y luego se quedó paralizada.
—Nicholas —siseó—. ¡Esos hombres! —Señaló a unos
hombres grandes y brutales que se acercaban al coche.
Él asintió.
—Son amigos. —Le apretó la mano con fuerza—. Pero
escucha, esto es importante. No digas una palabra. Lo digo
en serio, ni una sola palabra hasta que estemos solos de
nuevo. Es posible que veas cosas que te asusten, pero de
todas formas no puedes decir nada. Te cuidaré y necesito que
confíes en mí. ¿Podrás hacerlo?
—Está bien, pero Nic…
Los hombres casi llegaban donde ellos se encontraban.
Eran casi tan grandes como Nicholas y no parecían
amigables.
—Esto es en serio. No hables más.
—¡Pero tengo que ir al baño! —soltó justo cuando
llegaron junto al auto.
Nicholas solo asintió, le dio un último apretón a su mano
y la soltó mientras bajaba la ventanilla.
—Llegas tarde —dijo uno de los hombres. Tenía más
acento que Nicholas y era mayor. Parecía de mediana edad y
tenía cabello oscuro y canoso.
—Conduje tan rápido como fuese seguro. ¿Está Alexei por
aquí?
—Papá quiere verte a primera hora. —Entonces el
hombre miró a Sloane por encima del hombro de Nicholas—.
¿Qué es eso? Se suponía que solo debías traer a Olezka. ¿Es
un regalo para Papá o algo así? Tenemos suficientes putas en
el establo, pero supongo que siempre hay espacio para una
más.
Miró a Nicholas rápidamente, con el corazón en la
garganta. ¿Putas? ¿Establo? ¿En qué diablos se había metido?
—Yo mismo hablaré con Papá sobre ella.
El hombre enarcó las cejas, pero no dijo nada. Sloane no
tenía un buen presentimiento sobre nada de esto.
—Olezka está en el maletero. ¿Quieren ayudarme con él?
Puede que a estas alturas esté hecho un desastre. No lo he
visto en horas y no se veía nada bonito cuando lo hice.
El hombre gruñó e hizo un gesto al otro que estaba con él.
Nicholas se agachó y abrió el pestillo del maletero.
—Está bien —le dijo en voz baja a Sloane—. Quédate
detrás de mí y recuerda: ni una sola palabra.
Ella asintió con la cabeza temblorosa a pesar de que se
sentía estúpida. La presencia de esos otros dos tipos brutales
era suficiente para que se callara. Estaba cada vez más segura
de que eran mafiosos. Mierda… Traficaban chicas estúpidas
como ella. Le temblaban las piernas cuando salió del auto.
Nicholas se encontró a su lado de inmediato y la cogió del
brazo para estabilizarla. Ella lo miró a los ojos, tratando de
implorarle con la mirada que le asegurara que no le había
estado mintiendo todo este tiempo y que no era una oveja
tonta que caminaba con un lobo directo a una guarida de
lobos más aterradores.
Sin embargo, ¿a dónde más podría ir? Si iba a intentar
escapar, debería haberlo hecho en el hotel cuando estaban en
el centro del país, no aquí, cuando era demasiado tarde. Pero
ella también estuvo atrapada en aquel sitio. La habían
atrapado sus fobias, que le impidieron salvarse, y ahora
estaba…
Detrás de ellos, Ramona maulló lastimeramente. Sloane
se dio la vuelta.
—Volveré a por ella. Dejé las ventanillas abiertas y hace
frío en el garaje. Estará bien —dijo Nicholas en voz baja—.
Ahora camina.
Era una orden, no la voz suave y amable con la que
normalmente le hablaba. Y mientras miraba hacia atrás, vio a
los otros dos hombres sacar a Olly todo sucio del maletero. Se
veía sin fuerzas entre los dos hombres, como una muñeca
rota. Lo arrastraron sin molestarse en desatarlo.
Todo el grupo avanzó hacia un ascensor. Sloane estaba
bastante segura de que habría colapsado al ver sus entornos,
pero la situación se sentía tan peligrosa que había
demasiados estímulos a la vez. Contenía la respiración
mientras avanzaba a trompicones junto a Nicholas.
Y luego se metieron al ascensor. Los cinco. Apartó la vista
de Olly, quien por fin lucía un poco más vivo. Olía
absolutamente repugnante por el sucio del maletero. Se
acercó a Nicholas y luego se preguntó si lo hacía por una
ridícula lealtad que estaba a solo unos minutos de
traicionarse.
El viaje en ascensor pareció durar una eternidad y, a la
vez, muy poco tiempo. A su lado, Nicholas les preguntó a los
otros hombres algo en otro idioma. Ruso.
Y luego, antes de que estuviera lista, el ascensor sonó y
los hombres que sostenían a Olly en el medio salieron,
llevándolo a rastras. Empezó a resistirse, aunque Sloane no
tenía ni idea de por qué. ¿Qué bien pensaba que le haría
aquello en este punto?
Por su bien, trató de caminar con tanta dignidad como
pudo. No sabía si había alguna forma más astuta de abordar
esto. Todo lo que Nicholas le dijo fue que no hablara, lo cual
no sería ningún problema. Se miró a sí misma. Llevaba una
camiseta extragrande con botones, mallas y zapatillas. Tenía
el cabello despeinado; ni siquiera había tenido tiempo para
recogérselo o peinarlo. No tenía ni idea de qué tipo de
impresión estaba tratando de causar ni de si aquello
importaba en absoluto.
Estaba casi convencida de que estaba entrando en algo en
el que todo su futuro estaba a punto de determinarse y no
podía opinar sobre nada; de que estaba en un mundo y una
situación que no entendía. Sin embargo, un cierto instinto de
autoconservación le impidió entrar en pánico por completo,
algo que, francamente, no sabía que era capaz de lograr.
Resultó que cuando estaba lo suficientemente asustada…
Caminaron por un pasillo aparentemente interminable y
luego uno de los hombres que había estado sujetando a Olly
llamó a una puerta.
—¿Jefe? Somos nosotros. Estamos aquí con el paquete.
La puerta se abrió y ambos entraron con Olly. Nicholas
agarró con firmeza la parte superior del brazo de Sloane y
tiró de ella hacia adelante para seguirlos.
Sloane no estaba segura de lo que estaba esperando
cuando entraron y, sin duda, le menos que esperaba ver era a
un hombre sentado en una enorme silla con forma de trono
mientras una mujer arrodillada frente a él se la chupaba.
Sloane apartó la mirada de inmediato, pero nadie más
pestañeó. Mierda, mierda, demonios. Había sentido mucho
orgullo de sí misma por no hiperventilar antes de entrar en
la sala, pero si este era el tipo de lugar donde esperaban que
sus mujeres…
Establo de putas. Establo de putas.
Su corazón comenzó a acelerarse con tanta fuerza que
escuchó el martilleo en sus oídos. Dios santo, estaba perdida.
—Papá Dimitri, señor. Le traigo a Olezka Tereshchenko,
como lo prometí —entonó Nicholas con tono de deferencia.
Los otros dos hombres arrastraron a Olly hacia adelante.
—Quítele la cinta de la boca —dijo Dimitri.
El hombre de la izquierda arrancó la cinta y Olly
inmediatamente comenzó a hablar a raudales.
—Sé quién eres, y si es un rescate lo que estás buscando,
mi padre lo pagará. Déjame hablar con él. Ponlo al teléfono.
Podemos arreglar algo. Me has dejado vivir todo este tiempo,
así que es obvio que quieres algo de nosotros. Hablemos. Sé
que podemos llegar a un acuerdo…
El hombre al que llamaban Papá hizo un gesto con la
mano y el tipo volvió a colocar la cinta sobre los labios de
Olly, que seguía farfullando. Sloane había levantado la
mirada lo suficiente para ver qué estaba pasando. Dimitri
hizo todo esto mientras la mujer seguía chupándolo. De
hecho, la agarró por la cabeza y la empujó con más
brusquedad.
Sloane luchó por no soltarse de la mano de Nicholas ante
la escena.
—Pásale un móvil, déjalo marcar —ordenó Papá Dimitri
sin más urgencia que si estuviera pidiendo una pizza. No
apartó la mano de la cabeza de la mujer; la cogía del cabello
con la mano cerrada y la bombeaba de arriba abajo.
Le soltaron las manos lo suficiente para que pudiera
marcar en un móvil que sacó uno de los hombres.
—Que sea una videollamada —ordenó el jefe—. Muéstrale
a Tereshchenko que tengo a su hijo.
Uno de los hombres presionó el botón de llamada y Sloane
solo pudo observar, horrorizada, cómo se desarrollaba la
escena frente a ella.
Se escuchó la voz de un hombre mayor al otro lado de la
línea.
—¡Olezka! —exclamó una voz fuertemente acentuada.
Olly luchó y trató de liberarse, gritando contra la cinta que
tenía en la boca, pero los dos matones a sus costados lo
sujetaron con fuerza.
Le entregaron el móvil a Nicholas y él lo sostuvo sin decir
una palabra hasta que Papá Dimitri exigió:
—Ahora enfócame.
Nicholas lo hizo.
—Hola, Tereshchenko, viejo amigo mío. Mira, tu hijo vino
de visita.
—¡Maldito hijo de puta, suelta a mi hijo!
Dimitri chasqueó la lengua, sin soltar ni una sola vez la
cabeza de la mujer. Desde donde Nicholas sostenía el
teléfono, Sloane podía ver que ella estaba en la imagen. Sin
duda conocía a su jefe lo bastante bien como para saber que
así lo quería.
¿Cómo podía trabajar para este monstruo?
—Quizás deberías haber pensado en eso antes de empezar
a invadir mi territorio. Supongo que no eres tan intocable
como pensabas, ¿eh, amigo?
—¡Bien, bien! —exclamó el hombre—. Nos iremos de tu
territorio a partir de ahora. Solo devuélveme a mi hijo ileso.
Papá Dimitri apartó con fuerza a la mujer. Esta apenas
pudo sostenerse con los codos y luego se alejó a gatas
mientras él se levantaba con el pene al aire.
—¡Quizás deberías haber pensado en eso antes de
faltarme el respeto! —bramó él.
Agarró su pene y comenzó a masturbarse él mismo.
—¿Sabes qué es lo que me excita de verdad?
—¡No me importan tus repugnantes deseos
pornográficos, maldito! Deja ir a mi hijo o te juro que…
—¿Qué me juras? —Dimitri se rio y caminó hacia Olly,
que estaba encogido entre los dos enormes guardaespaldas.
Continuó tocándose con la mano izquierda y con la derecha
sacó una pistola gigante de aspecto aterrador de la funda de
uno de sus guardaespaldas.
—¡No! ¡No, no te atrevas, Dimitri! Te lo juro, maldita sea,
te juro que… No, no…
Pero Papá no se detuvo. Sloane quiso apartar la mirada.
Sabía que debía hacerlo. Sabía que no quería que lo que
pasaría a continuación quedara grabado en su memoria. Sin
embargo, no apartó la mirada; no pudo hacerlo.
Así que vio el momento exacto en el que Dimitri se corrió,
derramando semen, exactamente al mismo tiempo que
apretó el gatillo.
Sloane retrocedió por el ruido y la explosión de la cara de
Olly, y, simultáneamente, Dimitri echó la cabeza hacia atrás
y continuó tocándose con fuerza, agotando hasta el último
chorro.
El sonido del padre de Olly llorando y gritando de fondo
era un ruido que Sloane sabía que nunca olvidaría en la vida.
Cerró los ojos con fuerza y deseó que el suelo se la tragara
por completo.
—Cuelga la llamada.
El ruido se cortó y luego la sala se quedó en silencio.
Excepto por el ruido de un cuerpo que cayó al suelo. Sloane
mantuvo los ojos cerrados con fuerza. Podía sentir la
humedad en su rostro. Era la sangre de Olly. Estaba cubierta
de ella, igual que todos los demás.
Estaba temblando con tanta fuerza que se alegró de que
Nicholas la estuviera sujetando del brazo. Temía haberse
desmayado si no hubiese sido por eso. Una parte de ella lo
deseaba para hundirse en la inconsciencia y olvidar toda esta
pesadilla. Pero no, su futuro aún no se había determinado, y
con un hombre tan volátil y horrible como Dimitri al mando
de las cosas, necesitaba mantenerse concentrada y bajo
control. No podía enloquecer ahora.
La voz de Papá Dimitri sonó sorprendentemente tranquila
cuando se dirigió a Nicholas tras aquello.
—¿Quién es esa a tu lado? Creí haber dicho que no quería
testigos. ¿Me la has traído?
—Señor, si me permite. —La voz de Nicholas estaba
matizada por la deferencia sumisa—. Quiero que ella sea mi
mujer. La he traído para pedir su bendición.
Sloane abrió los ojos de nuevo al oír eso, pero no los
apartó del suelo. Tenía la sensación de que, en esta
negociación, ella no era más que propiedad al menos ante los
ojos de Papá Dimitri.
Papá Dimitri se rio.
—Bueno, qué presentación más buena, joder. Lo que
acaba de presenciar la convierte en un lastre. Y sabes qué
pienso al respecto.
—Siempre confío en su sabiduría, señor. Sé que tiene sus
razones.
Papá Dimitri soltó otra risa.
—¿Por qué debería hacerte este favor?
—Siempre he sido su hermano leal, señor. Lo he sido
desde que le juré lealtad, tal como lo hizo mi padre antes que
yo. Me ha dado una familia y un lugar al que pertenezco.
Finalmente he encontrado a una mujer que quiero como
esposa. Me sentiría honrado si pudiera realizar la ceremonia
y bendecir nuestra unión, ya que mi propio padre ha
fallecido, señor.
Hubo un largo momento de silencio. Sloane tuvo la
sensación de que Nicholas había sorprendido a Dimitri, algo
que imaginaba que era difícil de lograr. Las palabras de
Nicholas ciertamente la habían dejado boquiabierta. ¿Quería
casarse con ella? ¿Desde cuándo? Parpadeó y la alfombra
salpicada de sangre se volvía clara y luego borrosa. Tenía
muchas ganas de ir al baño.
Oficialmente, esto ya era demasiado.
¿Y si Papá Dimitri decía que no? ¿Y si negaba la petición
de Nicholas y exigía que ella le chupara el pene? ¿Entonces
qué? ¡Era evidente que Papá Dimitri estaba loco, y Nicholas
acababa de entrar aquí y poner todo su futuro en sus manos!
—Me has pedido un favor, ¿y sabes qué? Estoy de buen
humor, así que te lo daré. Pero que sepas que lo tendré en
cuenta y te pediré ayuda en el futuro más allá de tus deberes
habituales. Sin vacilar, acudirás a mí y harás lo que te pida.
Lo que sea que pida. Sin dudar.
—Sí, señor. —Nicholas inclinó la cabeza—. Por supuesto
que sí. Como siempre, señor. Sin dudar.
Entonces Papá Dimitri sonrió. Contemplarlo fue un
espectáculo aterrador. Estaba empapado en sangre más que
los demás. Cogió un vaso de un líquido de color ámbar —el
vaso también estaba salpicado de sangre—, se lo bebió y lo
tiró contra la pared, donde se hizo añicos.
—Limpien eso —gritó a la sala en general, y los dos
hombres que habían traído a Olly y la mujer que lo había
estado atendiendo anteriormente se pusieron en acción
mientras él rodeaba a Nicholas con el brazo—. ¡Tenemos una
boda para la que prepararnos!
CATORCE
NICHOLAS
Sloane
NICHOLAS
Sloane
Sloane
NICHOLAS
Sloane
NICHOLAS
ALEXEI
NICHOLAS
Sloane
NICHOLAS
ALEXEI
Sloane
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Lastimada [A pple , K obo , G oogle , B arnes & N oble ]
Quebrada [A pple , K obo , G oogle , B arnes & N oble ]
Amor Oscuro: Una Colección Oscuro Multimillonario
Dañada
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La bella y la rosa
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Sin Remordimiento
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Indecente
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Luna De Miel
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