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TRIDUO AL

CORAZÓN DE MARÍA
“Jubilosos los corazones todos canten devotamente al
Corazón de María, digno de ser amado por todos los
corazones, digno de alabanza por todas las almas”
San Juan Eudes

Del 5 al 7 de febrero
Presentación

Para el mes de febrero se nos invita a meditar en torno a:


“Formar a Jesús es permitir que nuestra vida cristiana
dependa y se alimente de él”. Al leer estas palabras y
pensar en la Santísima Virgen, podemos contemplar que su
Corazón amantísimo está verdaderamente unido al
Corazón de Jesús. A través de sus virtudes presentes en el
manantial de su Corazón, experimentamos a un Jesús
cercano a nuestra realidad y nos sentimos llamados a
unirnos a ese mismo amor y a entregar todo en él.
La fiesta del Santísimo Corazón de María se celebró al
principio el 20 de octubre, día en que posteriormente se
celebró el Corazón de Jesús. A partir de 1647 san Juan
Eudes la colocó el 08 de febrero porque, por una parte, en
esta época del año litúrgico es más fácil celebrar una
octava, y por otra parte, porque después del relato de los
misterios de la santa infancia de Nuestro Señor, san Lucas
hace el elogio del Corazón de María: “María conservaba
todas estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19).
Escogió el día ocho ya que san Juan Eudes se propuso y
aconseja consagrar a María el ocho de cada mes, en
recuerdo de su natividad el ocho de septiembre y de su
inmaculada concepción el ocho de diciembre. También
recomendaba a los fieles recitar el Oficio Parvo de la
Infancia de María el día ocho de cada mes (Cfr. O.C. XI,
149; XII, 04).
Inicio:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu

Salutación a María
Ave María, Filia Dei Patris

Te saludamos, María, hija de Dios Padre,


Te saludamos, María, madre de Dios Hijo,
Te saludamos, María, esposa del Espíritu Santo,
Te saludamos, María, templo de la Divinidad,
Te saludamos, María, lirio en el que resplandece la luz
indeficiente de la Trinidad.
Te saludamos, María, rosa esplendorosa de encanto
celestial.
Te saludamos, María, Virgen de las vírgenes,
Virgen fiel, de la que quiso nacer y alimentarse el rey
de los cielos.
Te saludamos, María, Reina de los mártires; tu alma
fue traspasada por una espada de dolor.
Te saludamos, María, Soberana del universo; todo
poder te ha sido dado en el cielo y en la tierra. Te
saludamos, María, Reina de mi corazón, mi Madre, mi
vida, mi alegría y mi más dulce esperanza.
Te saludamos, María, Madre digna de amor.
Te saludamos, María, Madre admirable.
Te saludamos, María, Madre de misericordia.
Tú eres la llena de gracia, el Señor está contigo; bendita
tú entre las mujeres; y bendito Jesús, el fruto de tu
vientre.

Y bendito tu esposo José, y bendito tu padre Joaquín, y


bendita tu madre Ana; y bendito tu hijo Juan, y
bendito tu ángel Gabriel, y bendito el Padre Eterno que
te escogió, y bendito el Hijo que te amó, y bendito el
Espíritu Santo que contigo se desposó. Y benditos por
siempre los que te bendicen y te aman.
Amén.
(O.C. VIII, 468-469)
LECTURA

EL CORAZÓN DE MARÍA ES IMAGEN VIVIENTE DE LA


DIVINA MISERICORDIA
La divina misericordia reina tan
perfectamente en el Corazón de María,
madre del salvador, que recibe el nombre
de reina y madre de misericordia. Esa
compasiva María de tal modo se ganó el
Corazón de la divina misericordia que le
fueron dadas las llaves de todos los
tesoros y fue constituida dueña de ellos. Al
respecto así habla san Bernardo: Se llama
reina de misericordia porque ella abre los
abismos y tesoros de la divina misericordia
a quien quiere, cuando quiere y en la
forma que quiere.

La divina misericordia reina tan plenamente en su Corazón y lo


colma de tan grande compasión a los pecadores y necesitados que
san Agustín le habla así: Tú eres la única esperanza de los
pecadores, se entiende, después de Dios. Y san Bernardo añade:
Hijitos míos queridos, por esta escalera los pecadores suben al cielo;
ella es mi gran confianza, es el objeto de mi esperanza. Otro Padre
antiguo, que vivía hace más de setecientos años, declara: Buena y
misericordiosa Virgen, pon los ojos de tu benignidad en tus pobres
servidores; tú en quien, después de Dios, hemos puesto toda nuestra
esperanza; tú que eres, después de Dios, nuestra vida, nuestra gloria
y en cierto modo nuestro ser y nuestra subsistencia.
¿Quieres saber de qué manera la divina misericordia vive y
reina en el Corazón de la madre de misericordia? Escuchemos
a san Buenaventura: “Grande ha sido la misericordia de
María hacia los menesterosos mientras vivía en este destierro;
pero mayor aún es la misericordia de María hacia los
necesitados ahora que reina felizmente en el cielo. Ella
manifiesta esta gran misericordia hacia los hombres con
beneficios innumerables pues conoce más claramente las
miserias sin número que afligen a los hombres. Ella no va en
búsqueda de méritos pasados. Por pura caridad escucha las
oraciones de cada uno y abre a todos el seno de su clemencia.
Alivia las necesidades y urgencias de todos con el afecto y
ternura de su corazón incomparable”.

Si quieres, hermano querido,


sentir los efectos de la
misericordia sin par que reina en
este Corazón benignísimo,
empieza por reconocer que eres
abismo de carencias, que tienes
necesidad inmensa del socorro
de esta Madre de misericordia
y que eres infinitamente indigno
de él.
.
En segundo lugar, invócalo muy confiadamente en tus necesidades.
En tercer lugar, si quieres que tenga un Corazón lleno de
compasión hacia ti, ten tú mismo un corazón lleno de benignidad a
tus hermanos; dedícate gustosamente, según el poder que Dios te
dé, a las obras de misericordia que son siete corporales y siete
espirituales
Si no estás en capacidad de hacer todo esto, ten al menos la
voluntad de practicarlo y ora a Dios que la dé a los que pueden
hacerlo. Testimonia a tu prójimo que sufres de corazón por no
poder asistirlo en sus necesidades como lo quisieras hacer si
estuvieras en capacidad de hacerlo.
No rechaces nunca a nadie; no rehúses asistencia a los que buscan
tu ayuda: obra con misericordia con todos los que acuden a ti; da
limosna a los pobres que te la pidan, de una manera u otra: si no
das dinero, da algunas palabras de consuelo e instrucción, o bien,
di al punto un Ave María, por ellos y levanta tu corazón hacia la
Madre de misericordia y dile por este afligido y por los demás:
Consuelo de los afligidos, ruega por nosotros.

Y no te contentes con hacer obras de misericordia sino practícalas


bien, con pureza de intención, es decir, para agradar a Dios y
para su sola gloria; hazlo con disposiciones santas: bondad,
afabilidad, dulzura, alegría y presteza. Dios ama al que da con
alegría, dice la santa Palabra (2 Cor 9, 7).
El que da prontamente da dos veces. Y también: no demores la
ayuda al angustiado (Sir 4, 3). Si Dios te da facultad de hacer el
bien hoy a quien te pide no lo retardes para mañana (Prov 3, 28).
No esperes que te pidan. Adelántate a las necesidades de los
hermanos, así como Dios toma a menudo la iniciativa y te concede
gracias diversas que no le habías pedido y que no esperabas.

Madre de misericordia, alcánzanos por favor esta gracia e imprime


en nuestros corazones una participación en los sentimientos
benignísimos de la increíble misericordia de que estás colmada.
(San Juan Eudes, O.C. VII, 10-18 )
ORACIÓN FINAL

Démonos a Jesús, Hijo de María, y roguémosle nos


llene de afecto filial hacia esta sagrada Madre.
Ofrezcámonos a María, Madre de Jesús, rogándole
que ejerza en esta comunidad el poder que sobre ella
ha recibido para conducirla y animarla en todo, y para
hacer vivir y reinar en ella la voluntad de Dios y el
Espíritu de su Hijo.
Amén

PARA MEDITAR

En Este tiempo de pandemia, ¿De qué forma he vivido la


misericordia de Dios y como la he expresado en mi hogar
y con los más necesitados?

Para san Juan Eudes, las virtudes del Corazón de María


son las mismas virtudes del Corazón de Jesús. ¿Cómo
estoy perfilando mi vida espiritual, para formar en mí
las virtudes de este Gran Corazón y unirme a él
plenamente?
Inicio:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu

Salutación a María
Ave María, Filia Dei Patris (Pg. 3)

LECTURA

EL CORAZÓN DE LA GLORIOSA VIRGEN, IMAGEN DE LA


VIDA DE DIOS

La vista y la vida de un alma cristiana no son sino una misma


realidad. Ver y vivir en el cristianismo, en lenguaje de Dios, se
identifican, pues la fe, que es la luz y la vista del justo, es también
su vida según estas palabras divinas: El justo vive de la fe (Ro 1,
17). La vida eterna consiste en conocer a Dios como nos lo enseña
Jesús, cuando hablando de su Padre nos dice: conocerte a ti, solo
Dios verdadero, es la vida eterna (Jn 17, 3).
En efecto, la vida de Dios está en el conocimiento de sí mismo y de
sus divinas perfecciones y en el amor que se tiene a sí mismo; así
la vida de los hijos de Dios consiste en conocer y amar a Dios. Los
que conocen a Dios por la luz de la fe y lo aman con amor
sobrenatural, viven de la vida de Dios y Dios está viviente en ellos.
Él es la vida de sus corazones y de sus almas. “Lo que el alma es
para nuestro cuerpo lo es Dios para nuestra alma; la vida de
nuestro cuerpo es nuestra alma y la vida de nuestra alma es Dios”.

Dios vive siempre en el


Corazón de la santa Virgen y
este Corazón vive siempre en
Dios y de la vida de Dios, de
manera más excelente que
en todos los demás
corazones.

La vida de Dios consiste en el muy sublime y claro conocimiento


que tiene de sí mismo mediante su ilimitada sabiduría, y en el amor
infinito que se profesa a sí mismo. El Corazón de la preciosísima
Virgen está más lleno de la sabiduría y del amor de Dios que los
demás corazones. Por consiguiente, expresa y representa con
mayor perfección en sí la vida de Dios que los demás corazones.
Hay dos clases de vidas: la interior solo conocida de sí mismo, y
otra vida exterior y visible que tiene en la humanidad de su Hijo,
en sus santos, especialmente mientras están en la tierra, y en todas
las criaturas vivientes. Así tiene dos clases de vida en el Corazón
de la Madre de Dios. Una interior y del todo oculta en Dios, solo
visible a los ojos de Dios. Otra exterior y visible que apareció en
su cuerpo y en sus acciones exteriores, originada en su Corazón.
Estas dos vidas son del todo santas y divinas y dignas de honor
eterno.
Añadamos a esto que Dios no es solamente vida sino fuente de
vida, y de todas las vidas naturales y sobrenaturales de todo lo
que vive. Así el Corazón de la Madre de vida no solo ha vivido
siempre de la vida de Dios por participación en grado
eminentísimo que no tiene parangón, sino que además es principio
de vida y de varias vidas muy excelentes como ya lo dijimos. Así
pues este Corazón admirable es expresión perfecta y compendio
maravilloso de la vida de Dios.
¿Quieres, querido lector, vivir esa vida? Esfuérzate con esmero
por conocer y amar a Dios y a su Hijo Jesucristo Nuestro Señor.
Ella consiste en ese conocimiento y en ese amor. Si tienes mucho
conocimiento y amor de Dios, tienes mucha vida; si en ti son
escasos, tienes poca vida; si careces totalmente de ella, estás
muerto.
Hay otros en los que él no solo está vivo sino que vive y reina en
ellos. ¿De qué corazones se trata? Son los que han hecho morir en
sí mismos el amor propio y la propia voluntad, y solo buscan en
este mundo y en el otro agradar a Dios y que esté contento de
todo lo que hacen, y ponen su entera satisfacción y su gozo en
seguir en todo y por doquier su adorabilísima voluntad. Así es el
Corazón virginal de la reina del cielo. En él Dios ha vivido y
reinado soberanamente y ha establecido perfecta semejanza y
maravilloso comprendió de su vida, por lo que sea bendito y
glorificado eternamente.
(San Juan Eudes, O.C. VII, 67-71)
ORACIÓN FINAL

Dios Todopoderoso,
que hiciste del Corazón de María Virgen
tu digna mansión y trono de toda virtud,
concédenos por su intercesión
llevar en nosotros su semejanza
para que, cumpliendo siempre sus designios,
seamos conformes a tu propio corazón. Amén.

PARA MEDITAR

En este tiempo de pandemia, ¿he


vivido mis relaciones en buena
manera, de tal modo que ellas
hayan sido oportunidad para
glorificar y amar a Dios?

Para san Juan Eudes, el Corazón de


María es fiel imagen de la vida y
el reinado de Jesús: En esta
pandemia, ¿He podido lograr un
verdadero crecimiento para
reflejar con mis palabras y
acciones el amor de Dios hacia los
otros?
Inicio:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu

Salutación a María
Ave María, Filia Dei Patris (Pg. 3)

LECTURA

EL CORAZÓN DE MARÍA, IMAGEN PERFECTA DE FELICIDAD

Es preciso saber que es propio del amor, especialmente del amor


sobrenatural y divino, transformar al amante en la cosa amada,
como el fuego cambia el hierro en fuego, dejándole su naturaleza
y esencia de hierro, y lo reviste de las propiedades y perfecciones
del hierro.
Es cierto que nunca hubo ni habrá jamás amor semejante al que
ardió siempre en el Corazón virginal de María.
Este amor divino la transformó en Dios desde este mundo pues
mientras estuvo en él no tuvo sino un espíritu, un corazón, una
voluntad y un amor con Dios. Amó solo lo que él ama, aborreció
solo lo que él abomina; no tenía otros intereses que sus intereses;
ni otra gloria y honor que su honor y su gloria; ni otros contentos
que los suyos; ni otra felicidad que la suya. Así su gloria y su
felicidad estuvieron siempre en su Corazón.)

Todas las ignominias y dolores que padeció en la tierra, en


especial durante la pasión de su Hijo, no pudieron arrebatarle esa
gloria y felicidad. Por el contrario, se las acrecentaron. ¿Ignoras
que el Espíritu Santo, hablando del día de la pasión del Hijo de
Dios, dice que es el día de la felicidad de su Corazón? (Cant 3,
11).
Haz de saber que la Madre de
Jesús no tenía sentimientos
distintos de los de su Hijo.
Además, ella conocía muy bien
que nada hay en el mundo que dé
más gloria y contento a Dios que
los sufrimientos y humillaciones
soportados por su amor. Como su
Hijo llama a su afrentosa y cruel
pasión su gloria y su felicidad, y
como ella ponía su honor y delicia
en lo que honra y agrada a Dios,
su mayor gloria y su perfecta
alegría estaban en las mayores
ignominias y en las más
angustiantes aflicciones.

¿Quieres poseer la auténtica gloria y felicidad? Ten en cuenta que


es preciso renunciar por entero a la gloria fantasiosa y a los falsos
placeres del mundo y no querer honor distinto del honor de Dios,
ni otro contento que su contento, y poner toda tu gloria y felicidad
en servirlo y amarlo perfectamente. Si lo amas de veras de todo
corazón y más que a ti mismo, como debes hacerlo, el divino amor
te transformará en Dios, pues no tendrás otra voluntad que la
voluntad de Dios, ni otros intereses que los suyos, ni otra gloria que
su gloria, ni otras satisfacciones que las suyas.
(San Juan Eudes, O.C. VII, 79-83)
ORACIÓN FINAL

María, Madre de Jesús, te


venero y admiro en la vida santa que disfrutaste al lado
de Jesús, el hijo de Dios, tu hijo. Bendita seas por la
gloria y alabanza que le diste durante su vida terrena.
Que por tu intercesión se me conceda vivir en alabanza
continua a tu hijo, Jesús. Y tú, Jesús, vive de lleno en
mi espíritu y en mi corazón. Que yo, como María,
cumpla los deseos de tu corazón. Amén.

PARA MEDITAR

El padre Eudes asegura que


María no tenía sentimientos, ni
actitudes diferentes a las de su
Hijo. ¿Estoy viviendo un
verdadero crecimiento para
reflejar con mis sentimientos y
actos la vida y el reinado de
Jesús, a ejemplo de María?

¿He podido esta pandemia


fortalecer mi fe y mi relación con
Jesús y María? ¿O ha sido motivo
para descuidar mi relación con
ellos?
Amable y admirable corazón de María, madre de mi Salvador,
postrado(a) a tus pies, en unión(a) a la humildad, la devoción y el
amor de todos los corazones del cielo y de la tierra, que te aman,
te saludo, te honro, y hoy te escojo como a mi soberana Señora,
mi madre querida, la Reina de mi corazón, reconociendo que en
el cielo y en la tierra, según Dios, no hay nada más digno de amor
y de veneración que tu sagrado Corazón, que es uno con el
Corazón de tu Hijo.
Mi deseo más grande y mi más especial devoción es honrar este
Corazón, amarlo y pertenecerle totalmente. Por esta razón le
ofrezco, le entrego y le CONSAGRO el mío para siempre. Deseo
que todos los sentimientos, los afectos, los latidos de mi corazón,
las respiraciones y, en general, todo lo que procede de mi corazón
sean actos de alabanza, de honor y de amor para tu amable
Corazón. Virgen bondadosa, recibe estos sentimientos de mi
corazón y concédeme, por favor, esta gracia, que humildemente
te pido: que yo haga parte del grupo de servidores y de hijos de
tu Corazón maternal. Sé que no soy digno(a) de este honor ni de
esta dignidad; pero también sé que grandes pecadores han
acudido a ti y han conseguido estar cerca de tu Corazón lleno de
caridad.
Yo confío en que no me vas a rechazar, puesto que te estoy
haciendo una declaración solemne de que yo quiero trabajar lo
mejor que pueda, con la ayuda de la gracia de Dios, para
hacerme digno de este amor por medio de la imitación de las
santas virtudes que adornan tu Corazón, especialmente la
humildad profunda, el gran amor a Dios, la caridad ardiente para
el prójimo, el odio implacable al pecado y la perfecta sumisión a
la voluntad de Dios.
Yo espero, Reina de mi corazón, que no rechaces la declaración
irrevocable que te acabo de hacer. Acéptala, por favor, e imprime
tú misma esos sentimientos y esas virtudes en el fondo de mi
corazón, de modo que este corazón mío sea un vivo retrato del
tuyo y del de tu Hijo; que le sea agradable a él y a ti y que se
convierta en el objeto de su amor y del tuyo, y así, mi corazón,
animado por su amor, pueda honrar, amar y glorificar el tuyo en
el tiempo y en la eternidad. Es lo único que deseo en este mundo.
Amén
(San Juan Eudes, OC VIII 540-541)

Director: Padre Álvaro Duarte Torres, CJM


Diseño y compilación: Geovanny Felipe Colorado González
Email: espiritualidad.eudista@gmail.com
UNIDAD DE ESPIRITUALIDAD EUDISTA
FACULTAD DE ESTUDIOS BÍBLICOS PASTORALES Y DE ESPIRITUALIDAD

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