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La revolución rusa

El término Revolución Rusa (en ruso: agrupa todos los sucesos que condujeron al derrocamiento del régimen zarista imperial
durante la Revolución de Febrero, la posterior instauración de un Gobierno Provisional, entre febrero y octubre de 1917, que
proclamó la República Rusa, y la disolución de la República Rusa tras la Revolución de Octubre que proclamó la República
Socialista Federativa Soviética de Rusia.

La Revolución de Febrero se centró, originalmente, en torno a Petrogrado (hoy San Petersburgo). En el caos, los miembros del
parlamento imperial o Duma Estatal del Imperio Ruso asumieron el control del país, formando el Gobierno provisional ruso. La
dirección del ejército sentía que no tenían los medios para reprimir la revolución y Nicolás II, el último emperador de Rusia,
abdicó. Los sóviets (consejos de trabajadores), que fueron dirigidos por facciones socialistas más radicales, en un principio
permitieron al gobierno provisional gobernar, pero insistieron en una prerrogativa para influir en el gobierno y controlar diversas
milicias. La revolución de febrero se llevó a cabo en el contexto de los duros reveses militares sufridos durante la Primera Guerra
Mundial (1914-1918),3 que dejó a gran parte del ejército ruso en un estado de motín.

La Revolución rusa fue un acontecimiento decisivo y fundador del «corto siglo XX»4 abierto por el estallido del macro conflicto
europeo en 1914 y cerrado en 1991 con la disolución de la Unión Soviética. Objeto de simpatías y de inmensas esperanzas por
unos (Jules Romains la describió como «la gran luz en el Este» y François Furet como «el encanto universal de octubre»),
también ha sido objeto de severas críticas, de miedos y de odios viscerales.5 Sigue siendo uno de los acontecimientos más
estudiados y más apasionadamente discutidos de la historia contemporánea.

Situación de Rusia antes de la revolución de 1905


A comienzos del siglo xx, el desarrollo de la industria rusa era cada vez mayor, favoreciendo el crecimiento de las ciudades y una
creciente efervescencia cultural: el antiguo orden social se tambaleaba, agravando las dificultades de los más pobres. Las
industrias florecían y la creciente clase obrera se aglutinaba principalmente en las ciudades, pero la prosperidad del país no
había representado beneficio alguno para la mayoría de la población.

La economía en su conjunto seguía siendo arcaica.8 El valor de la producción industrial en 1913 era dos veces y media menor
que el de Francia, seis veces menor que el de Alemania y catorce veces menor que el de Estados Unidos.9 La producción agrícola
continuaba siendo deficiente y la falta de transportes paralizaba cualquier intento de modernización económica.10 El PIB per
cápita en aquella época era inferior al de Hungría o al de España y, aproximadamente, suponía una cuarta parte del de Estados
Unidos.11 Además, el país estaba dominado sobre todo por capital extranjero, poseyendo este casi la mitad de las acciones
rusas.12 El proceso de industrialización fue violento y mal aceptado por los campesinos, que habían sido bruscamente
proletarizados. La clase obrera naciente, aunque numéricamente pequeña, se concentraba en las grandes zonas industriales, lo
que facilitó la creciente conciencia revolucionaria.13

El Imperio ruso seguía siendo un país esencialmente rural (el 85 % de la población vivía en zonas rurales). Si bien una parte de
los campesinos, los kulaks, se había enriquecido y constituido una especie de clase media rural con el apoyo del régimen; el
número de campesinos sin tierra había aumentado, creando así un auténtico proletariado rural receptivo a ideas
revolucionarias. Incluso después de 1905, un diputado de la Duma señaló que, en muchos pueblos, la presencia de chinches y
cucarachas en los hogares se percibía como signo de riqueza.

La dualidad de poderes

El periodo posterior a la abdicación del zar fue a la vez confuso y de entusiasmo entre la población. El Gobierno provisional
sucedió al zarismo rápidamente, mientras que la revolución ganaba profundidad y la masa de trabajadores y campesinos se
politizaba.

Los sóviets, nacidos de la voluntad popular, no se atrevieron a contradecir de primeras al Gobierno provisional, pese a su
inmovilidad y su actuación en la guerra.22 Sin embargo, el pequeño Partido Bolchevique, liderado por Lenin quien había vuelto
del exilio en Suiza en el mes de abril, fue quien impuso una radicalización estratégica, se hizo portavoz del creciente descontento
general y se convirtió en depositario de las aspiraciones populares, mientras que los partidos revolucionarios rivales se
desacreditaban entre ellos, alimentando así el peligro contrarrevolucionario.

El Gobierno Provisional y los sóviets


La Duma eligió un Gobierno provisional encabezado por Mijaíl Rodzianko, un exoficial del zar del Partido Octubrista, monárquico
y rico terrateniente. Desde el 15 de marzo, la dirección de dicho Gobierno fue tomada por Gueorgui Lvov, un liberal progresista
del Partido Democrático Constitucional. Por ello, pese a que la revolución había sido encabezada por los obreros y los soldados,
el poder estaba en manos de un Gobierno provisional dirigido por políticos liberales del Partido Democrático Constitucional
(llamado KD o Cadete), el partido de la burguesía liberal. Mas, en realidad, era preciso transigir con los sóviets.

El programa del Sóviet de Petrogrado recogía el firmar la paz de manera inmediata y poner fin así a la Primera Guerra Mundial,
otorgar la propiedad de la tierra a los campesinos, la implantación de la jornada laboral de ocho horas y el establecimiento de
una república democrática. Este programa resultaba inaplicable para la burguesía liberal que asumió el poder tras la revolución,
que no firmó la paz, ni revisó la propiedad de las tierras ni acortó la jornada laboral.

Las crisis repetitivas

Las Jornadas de abril

A pesar de la voluntad popular de poner fin a la guerra, la participación en la Primera Guerra Mundial no varió. En abril, la
publicación de una nota secreta del Gobierno a sus aliados, diciendo que no pondría en peligro los tratados zaristas y que
continuaría con la guerra, provocó la ira entre los soldados y los trabajadores.28 Las manifestaciones a favor y en contra del
Gobierno causaron los primeros enfrentamientos armados de la revolución y precipitaron la renuncia del ministro de Relaciones
Exteriores, el historiador Pavel Miliukov, del KD. Los socialistas moderados entraron a continuación en el Gobierno, con el apoyo
de la mayoría de los trabajadores, que creían que así podrían ejercer presión para poner fin a la guerra. Al mismo tiempo, poco
después de su regreso a Rusia, Lenin publicó sus Tesis de abril. Continuando con los argumentos expuestos en El imperialismo,
estado supremo del capitalismo, afirmó que el capitalismo había entrado en «fase de putrefacción» y que la burguesía ya no era
capaz, en los países recientemente industrializados, de asumir el papel revolucionario que ya había desempeñado en el pasado.
Para él, solamente se podría detener la guerra y asegurar las conquistas de la Revolución de Febrero dando todo el poder a los
sóviets. Lenin se negaba a prestar cualquier tipo de apoyo al Gobierno provisional y exigió la confiscación de las tierras y su
posterior redistribución entre los campesinos, el control obrero sobre las fábricas y la transición inmediata a una república de
sóviets.

Las Jornadas de julio


En los primeros meses de 1917, la guerra provocaba un rechazo inferior al de la incapacidad del zar para llevarla con eficacia,
unido a la crueldad y la negligencia de los oficiales. El «derrotismo revolucionario» llegó a ser impopular en el propio partido
bolchevique. Muchos, y no solo en la élite burguesa rusa, esperaban una explosión patriótica y jacobina contra la Alemania del
Káiser, algo así como lo que sucedió tras la caída de la monarquía francesa en 1792, que llevó a la victoria de Valmy y la derrota
del enemigo. El ministro de Guerra, Aleksander Kérenski, un buen orador y muy popular, fue elegido para encarnar ese arranque
en los planos nacional y revolucionario.

El aumento de la reacción}

La represión, sin embargo, se cernió sobre los bolcheviques: Trotski fue encarcelado, Lenin se vio obligado a huir y a refugiarse
en Finlandia y el periódico bolchevique Rabiche i Soldati (Obrero y Soldado) fue prohibido. Los regimientos de artilleros que
habían apoyado la Revolución de Febrero se disolvieron, siendo enviados al frente en pequeños destacamentos, al tiempo que
los obreros eran desarmados. 90 000 hombres tuvieron que abandonar Petrogrado; se encarceló a los «agitadores» y se restauró
la pena de muerte, abolida en febrero. En el frente, la reanudación de las hostilidades se inició tras la repentina libertad
otorgada por la Orden n.º 1 en febrero. Así, el 8 de julio, el general Kornílov, que comandaba las operaciones del frente
sudoriental, dio la orden de abrir fuego de ametralladora y artillería contra los soldados que abandonaran el frente. Desde el 18
de junio al 6 de julio, la ofensiva en este frente se saldó con 58 000 muertes, sin éxito.

Ebullición popular, explosión campesina y crecimiento de los bolcheviques

Poco a poco, los obreros y los soldados se fueron convenciendo de que no podía haber una reconciliación entre el antiguo
modelo de sociedad defendido por Kornílov y el nuevo. El golpe y la caída del Gobierno Provisional, que dio a los sóviets la
dirección de la resistencia, fortaleció y reforzó la autoridad y la presencia en la sociedad de los bolcheviques. Su prestigio iba en
aumento: apremiados por la contrarrevolución, las masas se radicalizaron y los sindicatos se alinearon con los bolcheviques. El
31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado ya era mayoritariamente bolchevique, escogiendo a Trotski como su presidente el 30 de
septiembre.
Todas las elecciones fueron testimonio del crecimiento bolchevique: así, en las elecciones de Moscú, entre junio y septiembre, el
PSR pasó de 375 000 a 54 000 votos, los mencheviques de 76 000 a 16 000 y el KD de 109 000 a 101 000 sufragios, mientras que
los bolcheviques aumentaron de 75 000 a 198 000 votos. El lema «Todo el poder para los sóviets» fue utilizado más allá del
ámbito bolchevique, siendo usado por obreros del PSR o por los mencheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado y otros
126 sóviets votaron una resolución en favor del poder soviético.

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