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Medjugorje, Valtorta y el Purgatorio

Revelaciones sobre el Purgatorio

Catecismo de Nuestra Santa Iglesia Católica 1021 - 1030

Miércoles 21 de julio de 1982

Referente al Purgatorio:

"Hay muchas almas en el purgatorio. También hay muchas personas que se


han consagrado a  Dios: algunos sacerdotes, otros religiosos. Rezad por sus
intenciones, al menos el Padrenuestro, Avemaría y Gloria siete veces cada
uno, y el Credo. Os lo recomiendo. Hay un gran número de almas que están en
el Purgatorio hace mucho tiempo porque nadie reza por ellas".

También a Mirjana le dijo una vez:

"En el Purgatorio hay diferentes niveles; el más bajo está cerca del infierno y
el más alto, gradualmente, se acerca al Cielo. Es en el día de Navidad y no en
el de Todos los Santos, cuando un gran número de almas abandona el
Purgatorio. En el Purgatorio, hay almas que rezan ardientemente a Dios y por
las que ningún pariente o amigo reza en la Tierra. Dios hace que ellas se
beneficien de las oraciones de otras personas. Dios permite que ellas mismas
se manifiesten en diferentes formas, cerca de sus parientes en la Tierra, para
recordar a los hombres de la existencia del Purgatorio y para solicitar sus
oraciones para acercarse a Dios que es justo y bueno. La mayoría de la gente
va al Purgatorio. Muchos van al Infierno. Un pequeño grupo va directamente
al cielo". 

Palabras de Jesús a María Valtorta sobre el Purgatorio:

17 de octubre de 1943 

Dice Jesús:

“Quiero explicarte lo que es y en qué consiste el Purgatorio. Y te lo explico


Yo de manera que chocará a muchos que se creen depositarios del
conocimiento del más allá y no lo son.

Las almas sumergidas en aquellas llamas sólo sufren por el amor.

Ellas no son indignas de poseer la Luz, pero tampoco son dignas de entrar
inmediatamente en el Reino de la Luz; son investidas por la Luz, al
presentarse ante Dios. Es una breve, anticipada beatitud, que les asegura su
salvación y les hace conocedoras de lo que será su eternidad y expertas de
cuanto cometieron contra su alma, defraudándola de años de bienaventurada
posesión de Dios. Después, sumergidas en el lugar de purgación, son
investidas por las llamas expiadoras.

En esto aciertan quienes hablan del purgatorio. Pero donde se equivocan es al


querer aplicar distintos nombres a esas llamas.

Éstas son incendio de amor. Purifican encendiendo de amor las almas.


Dan el Amor porque, cuando el alma ha alcanzado ese amor que
no alcanzó en la tierra, es liberada y se une al Amor en el Cielo.

Te parece una doctrina distinta de la conocida, ¿verdad? Pero piensa.

¿Qué es lo que Dios Uno y Trino quiere para las almas que ha creado? El
Bien.
Quien quiere el Bien para una criatura, ¿qué sentimientos tiene hacia la
criatura? Sentimientos de amor.

¿Cuál es el mandamiento primero y segundo, los dos más importantes, de los


que he dicho que no los hay mayores y en ellos está la llave para alcanzar la
vida eterna? Es el mandamiento del amor. “Ama a Dios con todas tus fuerzas,
ama al prójimo como a ti mismo”.

¿Qué os he dicho infinidad de veces por mi boca, la de los profetas y los


santos? Que la mayor absolución es la Caridad. La Caridad consuma las
culpas y las debilidades del hombre, porque quien ama vive en Dios y
viviendo en Dios peca poco, y si peca se arrepiente inmediatamente, y el
perdón del Altísimo es para quien se arrepiente.

 ¿A qué faltaron las almas? Al Amor. Si hubieran amado mucho, habrían
cometido pocos y leves pecados, unidos a vuestra debilidad e imperfección
pero nunca habrían alcanzado la persistencia consciente en la culpa, ni
siquiera venial. Habrían visto la forma de no afligir a su Amor y el Amor
viendo su buena voluntad, les habría absuelto incluso de los pecados veniales
cometidos.

¿Cómo se repara, también en la tierra una culpa? Expiándola y, cuando es


posible, a través del medio con el que se ha cometido. Quien ha dañado,
restituyendo cuanto quitó con prepotencia. Quien ha calumniado,
retractándose de la calumnia, y así todo.

Ahora, si esto lo requiere la pobre justicia humana, ¿no lo querrá la Justicia


santa de Dios? ¿Y qué medio utilizará Dios para obtener reparación? A Sí
mismo, o sea al Amor, exigiendo amor.

Este Dios al que habéis ofendido, y que os ama paternalmente, y que quiere
unirse con sus criaturas, os lleva a alcanzar esta unión a través de Sí mismo.

Todo gira en torno al Amor, María, excepto para los verdaderos “muertos”;
los condenados. Para estos “muertos” también ha muerto el Amor. Pero para
los tres reinos –el que tiene el peso de la gravedad: la Tierra; aquél en el que
está abolido el peso de la materia pero no el del alma cargada por el pecado: el
Purgatorio; y, en fin, aquél cuyos habitantes comparten con el Padre su
naturaleza espiritual que les libera de todo peso- el motor es el Amor. Amando
sobre la Tierra es como trabajáis para el Cielo. Amando en el Purgatorio es
como conquistáis el Cielo que en la vida no habéis sabido merecer. Amando
en el Paraíso es como gozáis el Cielo.

Lo único que hace un alma cuando está en el Purgatorio es amar, pensar,


arrepentirse a la luz del Amor que esas llamas han encendido para ellas, que
ya son Dios, pero que, para su castigo, le esconden a Dios.

Esto es el tormento. El alma recuerda la visión de Dios que tuvo en el juicio


particular. Se lleva consigo ese recuerdo y, dado que el haber tan sólo
entrevisto a Dios es un gozo que supera todo lo creado, el alma está ansiosa de
volver a gustar ese gozo. Ese recuerdo de Dios y ese rayo de luz que le
revistió cuando compareció ante Él, hacen que el alma “vea” la importancia
que realmente tienen las faltas cometidas contra su Bien, y este “ver”, junto a
la idea de que por esas faltas se ha impedido voluntariamente, durante años o
siglos, la posesión del Cielo y la unión con Dios, constituye su pena purgante. 

 El tormento de los purgantes es el amor y la certeza de haber ofendido al


Amor. Un alma, cuanto más ha faltado en la vida, tanto más está
como cegada por cataratas espirituales que le hacen más difícil
conocer y alcanzar ese perfecto arrepentimiento de amor que es el
primer coeficiente para su purgación y entrada en el Reino de Dios.
Cuanto más un alma lo ha oprimido con la culpa, tanto más pesado
y tardío se hace vivir el amor. A medida que se limpia por poder del
Amor, se acelera su resurrección al amor y, de consecuencia, su
conquista del Amor que se completa en el momento en que,
terminada la expiación y alcanzada la perfección del amor, es
admitida en la Ciudad de Dios.

Hay que orar mucho para que estas almas, que sufren para alcanzar la Alegría,
sean rápidas en alcanzar el amor perfecto que les absuelve y les une conmigo.
Vuestras oraciones, vuestros sufragios, son nuevos aumentos de fuego de
amor. Aumentan el ardor. Pero -¡oh! ¡bienaventurado tormento!- también
aumentan la capacidad de amar. Aceleran el proceso de purgación. Alzan las
almas sumergidas en ese fuego a grados cada vez más altos. Las llevan a los
umbrales de la Luz. Abren las puertas de la Luz, en fin, e introducen el alma
en el Cielo.
A cada una de estas operaciones, provocadas por vuestra caridad hacia quien
os precedió en la segunda vida, corresponde la sorpresa de caridad hacia
vosotros. Caridad de Dios que os agradece el que proveáis por sus hijos
penantes, caridad de los penantes que os agradecen el que os afanéis por
introducirles en el gozo de Dios.

Vuestros seres queridos nunca os amaron tanto como después de la muerte de


la tierra, porque su amor ya está impregnado de la Luz de Dios y a esta Luz
comprenden cómo les amáis y cómo deberían haberos amado.

Ya no pueden deciros palabras que invoquen perdón y den amor. Pero me las
dicen a Mí para vosotros, Yo os traigo estas palabras de vuestros Difuntos que
ahora os saben ver y amar como se debe. Os las traigo junto con su petición de
amor y su bendición, que ya es válida desde el Purgatorio porque ya está
animada por la inflamada Caridad que les quema y purifica. Perfectamente
válida, además, desde el momento en que, liberados, salgan a vuestro
encuentro a los umbrales de la Vida o se reúnan con vosotros en ella, si les
hubierais precedido en el Reino del Amor.

Fíate de Mí, María. Yo trabajo por ti y por tus seres queridos. Conforta tu
espíritu. Vengo para darte la alegría. Confía en Mí”.

21 de octubre de 1943

Dice Jesús:

“Como veis, si transgredís el decálogo transgredís el amor. Así es para los


consejos que os he dado que son las flores de la planta de la Caridad.
Entonces, si transgrediendo la Ley transgredís el amor, es evidente que el
pecado es falta contra el amor. Y por eso debe expiarse con amor.

El amor que no habéis sabido profesarme en la tierra me lo tenéis que dar en el


Purgatorio. Por eso os digo que el Purgatorio sólo es sufrimiento de amor.

Durante toda la vida habéis amado poco a Dios en su Ley. Os habéis echado a
la espalda la idea de Él, habéis vivido amando a todos y amándole poco a Él.
Es justo que, no habiendo merecido el Infierno y no habiendo merecido el
Paraíso, os lo merezcáis ahora, encendiéndoos de caridad, ardiendo por cuanto
habéis sido tibios en la tierra. Es justo que suspiréis durante miles y miles de
horas de expiación de amor lo que no habéis suspirado miles y miles de veces
en la tierra: por Dios, finalidad suprema de las inteligencias creadas. A cada
vez que habéis vuelto la espalda al amor corresponden años y siglos de
nostalgia amorosa. Años o siglos según la gravedad de vuestra culpa.

Estando ya seguros de Dios, conocedores de su suprema belleza por el fugaz


encuentro del primer juicio, cuyo recuerdo tenéis con  vosotros para haceros
aún más viva el ansia de amor, suspiráis por Él, lloráis su lejanía, os lamentáis
y arrepentís de haber sido vosotros la causa de tal lejanía y os hacéis cada vez
más permeables a ese fuego encendido de la Caridad hacia vuestro supremo
bien.

Cuando, por las oraciones de los vivientes que os aman, los méritos de Cristo
son lanzados como esencia de ardor en el fuego santo del Purgatorio, la
incandescencia de amor os penetra más fuerte y más adentro, y entre el
resplandor de las llamas, cada vez se hace más lúcido en vosotros el recuerdo
de Dios visto en aquel instante.

Así como en la vida de la tierra cuando más crece el amor más sutil se hace el
velo que cela al viviente la Divinidad, del mismo modo en el segundo reino
cuanto más crece la purificación, y por ello el amor, más cercano y visible se
hace el rostro de Dios. Ya trasluce y sonríe entre el centelleo del santo fuego.
Es como un Sol que cada vez se acerca más, cuya luz y calor anulan cada vez
más la luz y el calor del fuego purificante, hasta que, pasando del merecido y
bendito tormento del fuego al conquistado y bienaventurado alivio de la
posesión, pasáis de llama a Llama, de luz a Luz, salís para ser luz y llama en
Él, Sol eterno, como chispa absorbida por una hoguera y como candelero
arrojado en un incendio.

¡Oh gozo de los gozos cuando os encontréis elevados a mi Gloria, pasados de


ese reino de espera al Reino de Triunfo! ¡Oh! ¡conocimiento perfecto del
Perfecto Amor!

Este conocimiento, María, es misterio que la mente puede conocer por


voluntad de Dios, pero que no puede describir con palabra humana. Cree que
merece la pena sufrir toda una vida por poseerla desde el momento de la
muerte. Cree que no hay caridad mayor que procurarla con las oraciones a
quienes amaste en la tierra y que ahora comienzan su purificación en el amor,
a quienes en vida tantas y tantas veces cerraron las puertas del corazón.
Ánimo, bendita a la que son desveladas las verdades escondidas. Actúa, obra y
sube. Por ti misma y por quienes amas en el más allá.

Deja consumar en el Amor el estambre de tu vida. Vierte tu amor sobre el


Purgatorio para abrir las puertas del Cielo a quienes amas.

Oración por los difuntos (dictada a María Valtorta): 

24 de octubre de 1944.

…escribo todo lo que Jesús dicta:

"Llega el mes dedicado a los difuntos. Ruega así por ellos:

¡Oh Jesús!, que con tu gloriosa Resurrección nos has mostrado cómo serán
eternamente los ‘hijos de Dios’, concede la santa resurrección a nuestros seres
queridos, fallecidos en tu Gracia, y a nosotros, en nuestra hora. Por el sacrificio de tu
Sangre, por las lágrimas de María, por los méritos de todos los Santos, abre tu Reino
a sus espíritus.

¡Oh Madre!, cuya aflicción finalizó con la alborada pascual ante el Resucitado y
cuya espera de reunirte con tu Hijo cesó en el gozo de tu gloriosa Asunción,
consuela nuestro dolor librando de las penas a quienes amamos hasta más allá de la
muerte, y ruega por nosotros que esperamos la hora de volver a encontrar el abrazo
de quienes perdimos.

Mártires y Santos que estáis jubilosos en el Cielo, dirigid una mirada suplicante a
Dios, y una fraterna a los difuntos que expían, para rogar al Eterno por ellos y para
decirles a ellos: ‘He aquí que la paz se abre para vosotros’.

Amados, tan queridos, no perdidos sino separados, que vuestras oraciones sean para
nosotros el beso que añoramos, y cuando por nuestros sufragios estaréis libres en el
beato Paraíso con los Santos, protegednos amándonos en la Perfección, unidos a
nosotros por la invisible, activa, amorosa Comunión de los Santos, anticipo de la
perfecta reunión de los ‘benditos’ que nos concederá, además de gozarnos con la
visión de Dios, el encontraros como os tuvimos, pero sublimados por la gloria del
Cielo".

Serás bienaventurada si sabes amar hasta la incineración de cuento es débil y pecó.


Los Serafines salen al encuentro del espíritu purificado con la inmolación de amor y
le enseñan el “Sanctus” eterno para cantar al pie de mi trono”
Mensajes de las Almas del Purgatorio a Monseñor Octavio Michelini

19 de julio de 1976 

EL ÚNICO DESEO 

Somos almas de la Iglesia Purgante en espera de nuestro encuentro con el eterno


Juez divino. Somos almas que esperamos el consuelo de la ayuda fraterna que
apresure nuestra liberación.

Consideramos superfluo intentar tratar de haceros comprender nuestra pena.

Si una imagen pudiera servir para daros una idea de ello, entonces os decimos:
intentad imaginar a un hombre que arde entre las llamas y el deseo que tiene de salir
para sumergirse en aguas frescas y limpias.

Es una pálida idea que puede haceros comprender el deseo ardiente de poner fin a la
atormentada espera que nos impide unirnos al solo, único Bien por quien hemos sido
creados.

En la tierra, distraídos como estáis continuamente por mil intereses, influidos por los
sentidos y distraídos en tantas exigencias de la vida material, vosotros no podéis
comprendernos a nosotros, almas purgantes. Estamos abrasadas por la única
necesidad, por la única aspiración, por el único e inmutable deseo: reunirnos con
Aquel, que es Causa y Fin de nuestra existencia. No podéis comprendernos, porque
vemos de manera diferente a vosotros. Hermano sacerdote, Don O., tú sabes que no
podemos hacer nada por nosotras mismas; pero sabes bien que podemos rezar y
obtener para vosotros, todavía militantes en la tierra.

Esto sucede por un admirable designio de la Providencia que ha querido que circule
en toda la Iglesia, como Cuerpo Místico, el amor que transcurre entre Jesús y los
miembros entre ellos. 

 
Llama vivísima 

Ahora considera, que si te vas a comprometer a celebrar el Santo Sacrificio por el


único fin por el que Él, el Verbo hecho Carne, lo hizo sobre el Calvario y lo
continúa, por medio vuestro, en los altares y es decir por la remisión de los pecados
y de las penas debidas por los pecados, tú puedes comprender, hermano nuestro,
cuántos fermentos de reconocimiento y gratitud suscitarás en nosotras.

Nosotras nos sentiremos obligadas con relación a ti, intercederemos sin descanso,
ofreceremos continuamente nuestro sufrimiento (podríamos llamarlo martirio) por ti
y por tus necesidades espirituales, para estar a tu lado en la dura lucha contra las
fuerzas del Infierno.

Será, hermano, como si la llamita que actualmente arde en vosotros y en nosotras de


improviso se transformase en una grande y vivísima llama.

Habrá un aumento de calor, de dolor y de amor que nos unirá a Él y entre nosotros;
"Caritas Christi urget nos” (El amor de Cristo nos apremia).

Hermano sacerdote y ministro de Dios: ¿Por qué no hacemos nunca operantes estos
misterios de gracia y de amor latentes en nosotros y en vosotros? ¿Por qué no
hacemos saltar el resorte por ambas partes para abreviar en nosotros la pena debida a
nuestras culpas, y en vosotros hacer brotar una fuente de tantas gracias
insospechadas pero reales?

Hermano Don O., esperamos con ansia que, llevados a término tus compromisos, tu
propósito se haga realidad concreta para todo Cuerpo Místico.

Te damos las gracias por el recuerdo cotidiano en espera de unas relaciones más
eficaces entre nosotras y tú, que consigan hacer más fecundo el Dogma de la
Comunión de los Santos.

Hermano, la experiencia te confirmará la verdad de este mensaje y quisiéramos que


muchos sacerdotes llegaran a conocerlo.

Somos Almas purgantes

 
9 de Junio de 1978 

EL DOGMA DE LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS NO BASTA


CONOCERLO, SE NECESITA VIVIRLO 

Somos las almas del Purgatorio, escribe, hermano.

Somos nosotras almas Purgantes y esperábamos este encuentro que indudablemente


traerá bien a ti y a nosotras, el amor que une a los hijos de Dios, estén en el tiempo o
fuera del tiempo como estamos nosotras, es siempre útil y fecundo de bien.

El Dogma de la Comunión de los Santos, para quien cree en él y se esfuerza en


vivirlo, lleva siempre frutos santos para ambas partes, ciertamente hermano Don
Octavio, para nosotras ningún esfuerzo, ninguna fatiga sea para creer ni para vivir la
sublime y estupenda realidad del Dogma que tratamos, en cambio para vosotros que
estáis peregrinando en la tierra, se requiere el ejercicio de la vida divina de la
Gracia, se requiere el ejercicio de las facultades de vuestra alma, ante todo, el
ejercicio de vuestra inteligencia, que debe buscar conocer la existencia del Dogma,
conocer el origen, esto es, de dónde y cómo ha nacido, conocer los efectos que
produce en quien lo conoce, y en quien  lo vive, se requiere  además el ejercicio de
vuestra voluntad, quererlo aceptar y quererlo vivir es acto de la voluntad, se necesita
aún el ejercicio de la memoria, la que siempre debe tenerlo presente a la inteligencia
y a la voluntad para que ellas puedan recordarlo y quererlo.

Hermano Don Octavio, no es todo, el Dogma de la Comunión de los Santos, como


por otra parte se debe decir de tantas otras realidades sobrenaturales, exige, sí, el
ejercicio natural del alma, pero sobre todo el ejercicio de la Vida divina de la Gracia
introducida en el alma y, por lo tanto: ejercicio de la Fe, para que el Dogma se haga
operante se necesita creer firme y fuertemente, sin velos ni sobrentendidas
limitaciones, requiere además el ejercicio de la Caridad, del amor, amor verdadero,
no ficticio, no ilusorio, amor real acompañado de obras, y tú, vosotros,  sabéis qué
obras exige la naturaleza de este Dogma, requiere el ejercicio de la Esperanza, la que
como luz transparente os haga vislumbrar y desear los benéficos efectos que el
Dogma visto, querido y amado lleva a vosotros y a nosotras. 

 
Cuántos tesoros aún por descubrir y valorar 

Hermano Don Octavio, hemos hablado de realidades maravillosas, o mejor


estupendas,  si tuviéramos otros vocablos más eficaces los usaríamos para haceros
comprender cuántos tesoros hay aún por descubrir y valorar por parte de
muchísimos cristianos que ignoran, que no ven y por lo tanto no obran, para su
perjuicio y en este caso también en daño nuestro; Don Octavio, no basta el don de la
vida, aun la física, intelectual, espiritual se necesita vivirla, ¿para qué serviría una
vida no vivida? Cuánto bien no hecho, cuánto bien descuidado por la superficialidad
de fe, de esperanza y de caridad, dones maravillosos, pero muchas veces casi
desperdiciados en una tibieza y negligencia incomprensibles.

Vosotros deberíais saber muy bien que vuestras posibilidades de bien con relación a
nosotras constituyen una reserva potencial casi inagotable, cualquier cosa que hagáis
bastaría  transportarla del plano natural al plano sobrenatural de la gracia
añadiéndole la intención: "por las almas Santas del Purgatorio", y si son ya cosas de
orden sobrenatural, como la Santa Misa celebrada o escuchada, basta sólo con añadir
la intención dicha; si salís para un paseo, para una compra  o cualquier otra cosa que
hagáis o penséis, hacedlo por amor al Señor y en sufragio de nuestras almas. 

A vosotros, hombres toca dar el "ya" 

Tú sabes, hermano, que por parte nuestra la respuesta sería, es inmediata, para
nosotras no podemos hacer "nada", pero para vosotros podemos hacer "mucho",
pero sois vos otros, quienes vivís en la fe y en la prueba, quienes debéis, por así
decirlo, dar el "ya" para volver operante este Dogma de la Comunión de los Santos.

Don Octavio, es cierto que las necesidades materiales y sobre todo espirituales son
para vosotros muchas, pero ¿por qué no tener en cuenta que también nosotras,
Almas Purgantes, podemos ayudaros mucho para resolver todos vuestros problemas
personales y sociales? ¡Si supieras lo que quiere decir Purgatorio!!! ¡Si lo supieran
los cristianos, que tan rápidamente se olvidan de nosotras, que tan fácilmente se
olvidan de sus promesas, que tan mal viven su fe, que más que en nosotras, piensan
en la podredumbre y cenizas de nuestros cuerpos!!!

Hermano nuestro Don Octavio, cuánto se podría y se debería hacer por Caridad y
por Justicia con respecto a nosotras… intensifiquemos en mucho nuestra comunión
y los benéficos efectos y las bendiciones de Dios serán abundantes.

A la espera…Las Almas del Purgatorio.

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