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Marcela Rotsztein
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LOS CHICOS NÓMADES 1

Teniendo en cuenta las nuevas configuraciones familiares en las cuales muchos de nuestros
pacientes están inmersos, los psicoanalistas necesitamos crear nuevas herramientas y
conceptos que nos permitan pensar la clínica.

La familia es una construcción cultural que ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Mientras
sigamos considerando el modelo patriarcal burgués como único paradigma posible de
“normalidad” o “salud”, corremos el riesgo de patologizar a priori lo diferente. Junto a las
llamadas familias tradicionales conviven hoy un número cada vez mayor de familias
monoparentales y ensambladas en sus más diversas variantes.2

Tras la separación de sus padres, nos encontramos con que los hijos pasan automáticamente
a tener dos familias y se transforman en chicos nómades3. Yendo y viniendo de una casa a la
otra, alternan cotidianamente entre dos sistemas diferentes de normas, valores, hábitos,
rutinas, mitos, etc. Teniendo en cuenta el dispositivo de las series suplementarias4 y pensando
en un modelo de niño activo atravesado más que nada por su propia espontaneidad 5 , no
necesariamente debemos pensar esta mayor complejidad como potencial generadora de
patología, pero es una variable importante a tener en cuenta cuando trabajamos con estos
niños.

1
Trabajo presentado en la Jornada “Nuevas configuraciones y nuevas problemáticas familiares” organizada por la Secretaría
de Extensión, Cultura y Bienestar Universitario de la UBA junto con las Cátedras “Clínica de Niños y Adolescentes” y
“Psicopatología Infanto Juvenil, 2004.
Quiero agradecer a Martín, de 8 años, el título del presente trabajo. Luego de estudiar en el colegio los pueblos indígenas
llegó a la siguiente conclusión: “...yo soy nómade porque me la paso yendo de la casa de mi mamá a la casa de mi papá...”
2
Llamamos ensambladas a aquellas familias que se han constituido después de la separación, divorcio o viudez de algunos
de sus miembros, siempre y cuando haya hijos de al menos una de las relaciones anteriores
3
Nómade: Continuo cambio de residencia. Que anda vagando sin asiento ni domicilio fijo. Diccionario Enciclopédico
Ilustrado Sopena. Editorial Sopena 1977
4
Me refiero a la reformulación que hace Ricardo Rodulfo del dispositivo de las series complementarias de Freud. El
psicoanálisis de nuevo. Cap 1. Eudeba 2004
5
Los aportes de Winnicott a lo largo de toda su obra en relación a este tema son fundamentales.
1
Por muchos motivos que exceden el objetivo del presente trabajo, seguir planteando la
conflictiva edípica6 en términos de una simple triangularidad resulta insuficiente. Podríamos
partir quizás de un Gran Triángulo en cuyos vértices no nos encontraríamos ya con tres sujetos
(madre, padre y niño), sino con un niño y sus dos familias. Tomando como modelo el espacio
virtual de las computadoras, deberíamos animarnos a pensar en diferentes triángulos que se
abran y se cierren acompañando el deambular del niño de un hogar al otro tal como vamos
abriendo y cerrando las diferentes páginas y ventanas a medida que navegamos por Internet.
Triángulos que pueden a su vez maximizarse o minimizarse sin dejar de estar en una relación
de simultaneidad, y por momentos de superposición, no necesariamente armoniosa. Ciertos
dilemas inherentes a su continuo deambular deberían ser resueltos por cada niño a su propia
manera, pero no siempre los adultos funcionan como un ambiente facilitador7. Muchos niños
circulan a través de esta multiplicidad de triángulos entrampados en una confusión de lealtades,
tironeos y culpas. Pertenecer a dos familias es complicado y en su incesante recorrido no les
resulta fácil acarrear el entramado de afectos ambivalentes que esta doble pertenencia implica.
El vínculo que establecen con las nuevas parejas de sus padres suelen sentirlo como una
traición hacia el otro progenitor; las rivalidades y celos que solemos encontrar entre los adultos
complican aún mas la situación. Ni hablar de aquellos casos en los cuales el hijo se covierte en
un botín de guerra atrapado en medio de una batalla campal entre sus padres.

Para un niño dedicado a la continua, y por momentos agotadora, tarea de mantener


separadas y a la vez relacionadas a sus dos familias será fundamental que el consultorio
funcione a la manera de un espacio transicional8; lugar de descanso en el que no deba optar
por ninguna de ellas. Tenemos que evitar a toda costa que sienta que debe elegir entre su
mamá o su papá, o entre uno de sus padres y la nueva pareja del otro. Siempre y cuando se
trate de vínculos saludables, el niño no tendría por qué renunciar a ninguno de ellos. El trabajo
con este tipo de familias requerirá sin ninguna duda de la plasticidad y creatividad del analista
para armar, desarmar y volver a armar el dispositivo terapéutico más adecuado en los
diferentes momentos del tratamiento.

6
Ya sea en su concepción clásica o tomando como eje el acento que pone Winnicott en el relacionarse simultáneamente con
otros dos diferentes entre sí.
7
Tomo en concepto de Winnicott.
8
Me apoyo en el desarrollo de lo transicional que hace Winnicott en el Cap. 1 de Realidad y Juego. Ed. Gedisa
2
Aunque estén divorciados, algunos padres prefieren concurrir juntos a la primera entrevista
mientras que otros, de entrada, nos plantean hacerlo por separado. No siempre el pedido
proviene de ambos; puede que el otro no esté al tanto de la consulta o que esté en desacuerdo.
Pueden oponerse a que la pareja de su ex participe del proceso o venir ambos acompañados
de sus nuevas parejas. Sería imposible enumerar todas las variantes y combinatorias posibles
ya que son tantas y tan distintas, como las familias que consultan.

Desde un primer momento habrá una serie de cuestiones que deberemos ir resolviendo.
¿Con quién o quienes y combinados de qué manera vamos a tener las primeras entrevistas?
En caso de comenzar un tratamiento, ¿quién o quiénes serían los encargados de traer al niño
a sus sesiones? ¿Quién o quiénes se van a hacer cargo de pagar nuestros honorarios? El
dispositivo tradicional de las entrevistas con los padres resulta insuficiente para dar cuenta de
estas familias en las cuales suele haber varios adultos cumpliendo funciones parentales y no
siempre son los padres biológicos con quienes más podemos contar. Es conveniente resolver
todos estos temas antes de embarcar al niño en un proceso que podría ser luego muy difícil de
sostener.

A través de un fragmento clínico quisiera dejar planteado un problema que excede a nuestra
disciplina. Cotidianamente escuchamos en nuestros consultorios frases como: “la pareja de mi
papá”, “el marido de mi mamá”, “la hija de la esposa de mi papá”, “el hijo de la pareja de mi
mamá”, y todas las variaciones posibles al respecto. Los niños pequeños suelen armarse tal lío
en relación a los vínculos y parentescos que recurren al nombre propio sin terminar de entender
demasiado el entramado familiar que los une. No existen palabras que les permitan referirse
en primera persona a estos personajes que pueblan sus vidas. Falta una nomenclatura
adecuada para estas nuevas relaciones de parentesco. Sólo contamos con términos como
madrastra, padrastro, hermanastro etc. que nos llegan demasiado impregnados de lo odiante
a partir del uso que de ellos se ha hecho principalmente en los cuentos de hadas. Como estos
niños viven alternando permanentemente entre una casa y la otra, es fácil comprender su
necesidad de saber qué es “de ellos” ese grande que opera desde una cierta función parental
o ese par que cumple la función de hermano.

3
Martina de cinco años se despide de su mamá con un beso y entra sola al consultorio.
Cuando le digo la regla fundamental9 y le pregunto en qué le gustaría que la ayude, me cuenta
que su mamá le explicó que las psicólogas ayudan a los chicos cuando se sienten tristes. Se
dirige al rincón en el que están los juguetes, elige cuidadosamente varios muñecos y los coloca
en el piso. Los separa en dos grupos y me da una muñeca pequeña. “Tomá, esta soy yo, esa
es la casa de mi mamá y esa es la casa de mi papá. ¿Me ayudás a armar las familias? Es un
lío, porque yo voy a una casa y después voy a la otra, y no sé qué es cada uno entre sí... En el
jardín nos dijeron que dibujemos a la familia y yo los dibujé a todos, pero no sé qué son míos.
Yo la quiero tener a Silvia, pero madrastra no quiero tener... esas son malas. Mi hermano ¿no
es mi hermano?... Diego le dice mamá a Silvia, y a mí no me gusta porque parece que soy la
única que no soy nadie”.

Sus padres se separaron en muy buenos términos cuando ella tenía once meses. Hace tres
años el papá formó una nueva familia con Silvia, quien tiene un hija de su matrimonio anterior
que vive con ellos. Hace un año nació Diego, hijo de su papá y Silvia. La mamá está de novia
pero por ahora no piensa en convivir.

Hace unas semanas Martina le pregunta a su mamá qué es Silvia “de ella”. No bastándole
como respuesta que es la esposa de su papá, le dice que es su madrastra. Martina se enoja
mucho y llorando le dice que no, “Silvia es buena, no es una bruja, es mi otra mamá”.
Angustiada, ella le explica que solo hay una mamá.

Poco después Martina le formula la misma pregunta a Silvia. Como no sabe qué responderle
le dice que es alguien que la quiere mucho. Desde entonces la niña ha estado obsesionada
preguntando a todos qué son “de ella”. Se la pasa además peleando con la hija de Silvia y con
Diego. Deciden consultar porque hace unos días que Martina se niega a ir a la casa del papá.

9
Adecuada por supuesto a una niña de su edad.
4
Martina tiene con Silvia una relación afectiva muy importante. Dos veces por semana la retira
del jardín, almuerzan juntas, la lleva a la plaza, la ayuda a bañarse, etc. El papá despierta a
Martina, desayunan juntos y la lleva al jardín, pero por razones de trabajo jamás regresa a su
casa antes de la hora de cenar. Comparten además fines de semana por medio.

Elegí este material, porque Martina denuncia de manera explícita la necesidad de


nomenclaturas sin las cuales a estos niños se les hace muy difícil insertarse con derecho propio
en las nuevas relaciones que las familias ensambladas les imponen. Ella sabe que Silvia es la
esposa “del papá” y sabe también que la quiere mucho; pero esto no le aclara lo que ella
necesita saber, qué es Silvia “de ella”. Que sea “la esposa de su papá” no le alcanza. Madrastra
no quiere tener, “esas son malas, son brujas” dice; y no encuentra otra manera de oficializar su
relación con Silvia que la haga sentirse un miembro más dentro de la nueva familia que su papá
armó. Cuando su hermanito comienza a hablar y le dice a Silvia “mamá”, algo le pasa a Martina.
Es como si quedara excluida de una particular filiación a la cual se siente con derecho. Silvia
no es su mamá y ella lo sabe muy bien, pero no encuentra otra forma de nominar la función
materna que sin duda Silvia encarna.

Entregándole la muñeca a su analista Martina le pide que la ayude a armar lo que siente que
“sus grandes” no pueden.

El trabajo con Martina y sus dos familias, pudo hacerse sin mayores contratiempos porque
tanto su mamá, como su papá y Silvia aceptaron participar activamente y de forma armoniosa
en el tratamiento.

Fue necesario trabajar con la mamá para que pudiese comprender el lugar que Silvia ocupaba
en la vida de Martina los días que estaba en la casa del padre. La mala relación que ella tenía
con la hija de su actual pareja ayudó a que pudiese valorizar el vínculo que Martina y Silvia
habían logrado, dándose cuenta de que lo verdaderamente importante era que su hija fuese
feliz cuando estaba con su papá.

5
En una entrevista que tuve con Silvia me comentó que era hija de padres separados. La
relación con la esposa de su padre había sido tan mala, que siempre había puesto mucho
empeño en que Martina se sintiese a gusto los días que estaba en la casa de ellos. Realmente
la quería mucho y su intención en ningún momento había sido competir con la mamá.

A Martina se le ocurrió llamar “mamá postiza” a la Barbie que estaba casada con el Ken, papá
de la muñequita que era ella. “¿Dale que es la mamá postiza? Aunque no es la mamá, cuando
está con el papá a la mamá no la tiene nunca, la tiene a ella.”

Luego de trabajar esto con su mamá, la invité a compartir una sesión con Martina. Cuando la
chiquita le contó la historia de la muñeca que tenía una mamá postiza para cuando no podía
estar con su mamá de verdad, ella le dijo: “Como Silvia cuando estás en la casa de tu papá”.

Estando ya en nuestras sesiones de despedida, la niña quiso invitar a su mamá y a Silvia


juntas. Luego de conversarlo con ambas, acordamos el encuentro.

Para Martina fue muy importante poder desplegar una secuencia en la cual participaran las
tres. Apenas ingresaron al consultorio, propuso el juego. Tomó la muñeca que me había
entregado el día que nos conocimos diciéndome que era ella, y dándosela a la mamá le dijo:
“Tenés que darle de comer, bañarla, ponerle el pijama, darle muchos besitos y acostarla a
dormir”. Mirando a Silvia agregó: “Después te toca a vos”. Martina fue llevando la muñeca de
una a la otra y todo volvía a empezar. Cuando acostaban la muñeca a dormir, les pedía a
ambas, cada cuál a su turno, que le dieran mas besitos de buenas noches. Cuando lo hacían,
Martina se reía mucho.

Lic. Marcela Rotsztein

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