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El viaje al Cielo

–¿A dónde van tan contentas? –les preguntó el zorro. –Hay una fiesta en el cielo –respondieron a coro–.
–Habrá un gran banquete, con comida deliciosa y abundante bebida –agregó una de ellas.

Mientras el grupo desaparecía entre las nubes, el zorro pensó: “Yo también quiero ir a esa fiesta”.

Regresó a su guarida para recoger su vihuela y, con las mismas, se dirigió a la casa del cóndor, su
compadre. Como este le debía varios favores, podría pedirle que lo llevara a la fiesta. –¡Compadre!, qué
bueno encontrarlo todavía. Quería pedirle que me llevara al cielo. Me han invitado a tocar la vihuela en
la gran fiesta –le dijo el zorro–. Hazlo, por favor –insistió–. Tú eres grande y fuerte

Con muchísimo gusto lo haría, compadre. Pero viendo lo gordito que está, usted debe pesar duro, capaz
no llegamos –contestó el cóndor. –Te prometo que, como pago por el viaje, te conseguiré dos llamas
tiernas para que te alimentes.

–Está bien –dijo el cóndor–. Prométeme nomás que no comerás ni


tomarás mucho y que te portarás bien. El zorro, con más hambre que
hacía un rato, aceptó sin chistar. Ató la vihuela a su cuello y se echó a
cuestas sobre su compadre. El cóndor se elevó hasta el cielo,
dejando abajo árboles y cerros.

En un rincón en las alturas, entre enormes nubes gruesas, se hallaba


la puerta del cielo. El portero era una vieja lechuza que se mostró muy intrigada cuando aparecieron los
dos visitantes.

El zorro le dijo que él era un músico de primera y que lo habían invitado para alegrar la fiesta. A la
lechuza le causó gracia la ocurrencia del zorro, por lo que permitió que ambos animales ingresaran sin
problemas al magno evento

Apenas vio el banquete, el zorro se dejó dominar por su hambre, de modo que comenzó a tragar lo que
encontraba a su paso.

En ese momento, una de las aves invitadas a la fiesta vio la vihuela que colgaba en su hombro. Quiso,
entonces, que el zorro se animara a tocar y a cantar. Para ello, decidió invitarle uno y otro vaso de chicha,
hasta terminar por embriagarlo.

El zorro, satisfecho por haber comido hasta llenarse y, ahora, por sentirse tan a gusto debido a la bebida,
comenzó a zapatear al ritmo de su instrumento. Y, mientras trataba de mantener el equilibrio, entonó la
siguiente copla

Las horas transcurrieron y el cielo comenzó a oscurecerse. Algunas de las aves partieron. El cóndor ya
deseaba irse y no ubicaba al zorro. Lo llamó, lo esperó, pero se aburrió de no recibir respuesta.

Cansado, levantó el vuelo y se regresó a la tierra. El zorro, borrachísimo, se había quedado dormido bajo
la mesa del gran banquete.
Cuando despertó, notó que lo rodeaba el silencio. Así como las demás aves, su vihuela también había
desaparecido. Se asustó y, acongojado, llamó a su compadre.

Dio algunos gritos lastimeros. Corrió de un lado a otro, desesperado. Nadie más estaba allí con él. Ni la
lechuza que era el portero se había quedado. En la desolada llanura en la que se hallaba, notó que no
había nada más que ichu. Entonces, tuvo miedo de morir, morir de hambre.

En un instante de lucidez, pensó: “Con el ichu podría tejer una cuerda”. Así podría descolgarse por ella
hasta llegar al suelo.

Empezó a trenzarla y, enseguida, logró alcanzar un tamaño que creyó conveniente para su peligrosa
aventura. Cuando terminó, ajustó un extremo en las rejas de la puerta y el otro lo dejó caer en medio de
las nubes

Luego de haber descendido un trecho regular, una bandada de loros se le acercó para preguntarle qué le
había parecido la fiesta.

El zorro, ofuscado por todo lo que le había ocurrido, respondió con feroces insultos.

Los loros, ofendidos por esa actitud, amenazaron con cortarle la cuerda. Comenzaron a revolotear
alrededor del hocico del zorro y este, cada vez más enojado, no cesaba de insultarlos

–¡Loro, pico enorme! ¡Loro, nariz de cuerno! Las aves arremetieron a picotazos contra la cuerda. –
¡Deténganse, la van a romper! –Chillaba alarmado el zorro. La cuerda cedió y la vertiginosa caída del
zorro empezó. –¡Pongan mantas! ¡Pongan mantas! ¡Pongan mantas para que no me duela! –Rogaba
dando alaridos.

Pero nadie lo escuchó. Fue tan rápida su caída que se despanzurró cuando tocó el suelo. De su vientre se
esparcieron las semillas que había comido crudas en el cielo.

Dicen que desde entonces crecieron los alimentos que hoy nutren a los hombres y mujeres de la Tierra

El zorro y el cóndor son dos de los personajes más representativos de la cultura andina. En la tradición
oral ambos animales protagonizan una serie de aventuras, algunas más temerarias que otras. Una de
esas historias es la del viaje al cielo. El zorro quiere ir a una fiesta en el cielo, por eso busca a su
compadre, el cóndor, para que este lo lleve por los aires. Sin embargo, como ya se lo temía el cóndor, el
zorro se toma la fiesta demasiado en serio, al punto que sus actos lo conducen a un final inesperado.

A partir de la lectura del cuento, responde:

1. ¿Qué le motivó al zorro ir al cielo?


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¿Por qué?.......................................................................................................................
2. ¿Cuál fue el pretexto del zorro para convencer a su compadre que lo llevara al cielo?

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3. ¿A qué valor o principios incumplió el zorro?


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4. ¿Qué aspecto o situación de la realidad trata de explicar esta leyenda?
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EL MONO QUE QUISO SER ESCRITOR SATÍRICO 1969

AUGUSTO MONTERROSO (guatemalteco)

E n la selva vivía una vez un Mono que quiso ser escritor satírico. Estudió
mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor satírico le
faltaba conocer a la gente y se aplicó a visitar a todos y a ir a los cocteles y
a observarlos por el rabo del ojo mientras estaban distraídos con la copa
en la mano.

Como era de veras gracioso y sus ágiles piruetas entretenían a los otros
animales, en cualquier parte era bien recibido y él perfeccionó el arte de ser mejor recibido aún.

No había quien no se encantara con su conversación y cuando llegaba era agasajado con júbilo tanto por
las Monas como por los esposos de las Monas y por los demás habitantes de la Selva, ante los cuales,
por contrarios que fueran a él en política internacional, nacional o doméstica, se mostraba
invariablemente comprensivo; siempre, claro, con el ánimo de investigar a fondo la naturaleza humana y
poder retratarla en sus sátiras.

Así llegó el momento en que entre los animales era el más experto conocedor de la naturaleza humana,
sin que se le escapara nada.

Entonces, un día dijo voy a escribir en contra de los ladrones, y se fijó en la Urraca, y principió a hacerlo
con entusiasmo y gozaba y se reía y se encaramaba de placer a los árboles por las cosas que se le
ocurrían acerca de la Urraca; pero de repente reflexionó que entre los animales de sociedad que lo
agasajaban había muchas Urracas y especialmente una, y que se iban a ver retratadas en su sátira, por
suave que la escribiera, y desistió de hacerlo.

Después quiso escribir sobre los oportunistas, y puso el ojo en la Serpiente, quien por diferentes medios
—auxiliares en realidad de su arte adulatorio— lograba siempre conservar, o sustituir, mejorándolos sus
cargos; pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una, se sentirían aludidas, y desistió de
hacerlo.

Después deseó, satirizar a los laboriosos compulsivos y se detuvo en la Abeja, que trabajaba
estúpidamente sin saber para qué ni para quién; pero por miedo de que sus amigos de este género, y
especialmente uno, se ofendieran, terminó comparándola favorablemente con la Cigarra, que egoísta no
hacía más que cantar y cantar dándoselas de poeta, y desistió de hacerlo

Después se le ocurrió escribir contra la promiscuidad sexual y enfiló su sátira contra las Gallinas adúlteras
que andaban todo el día inquietas en busca de Gallitos; pero tantas de estas lo habían recibido que
temió lastimarlas, y desistió de hacerlo.

Finalmente elaboró una lista completa de las debilidades y los defectos humanos y no encontró contra
quién dirigir sus baterías, pues todos estaban en los amigos que compartían su mesa y en él mismo.

En ese momento renunció a ser escritor satírico y le empezó a dar por la Mística y el Amor y esas cosas;
pero a raíz de eso, ya se sabe cómo es la gente, todos dijeron que se había vuelto loco y ya no lo
recibieron tan bien ni con tanto gusto.
A partir de la lectura del cuento de Augusto Monterroso responde:

1. ¿Por qué crees que el mono desiste de ser escritor satírico, a pesar de haberlo decidido antes y
haberse preparado para ello?
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2. EscoJe tres animales del cuento y explica con qup deIecto Kumano se les asocia.

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