Está en la página 1de 1

Regina Vera Toulumsis

13/09/2021

Lunes de despejo

Lunes 13 de septiembre, una semana más de clases que empezar. Al regresar a mi piso frustrada,
decido salir a despejarme el resto de la tarde. Bajando del ascensor de Pío XII -12, cruzo el portal y
me doy vuelta a la izquierda. Camino 15 minutos sin rumbo hasta toparme con la Plaza San Francisco.

Sonrío sin saber si es por el recuerdo que me traen los juegos del centro llenos de niños jugando, o las
cafeterías de las esquinas con tantas historias que se cuentan en todas sus mesas, o los árboles
morados- rojizos, creando un excelente contraste dentro de la plaza. Estaba feliz y en paz con lo que
veía, pero también tenía que observar y no solo ver. Fue entonces que me di cuenta de más cosas,
como: una grúa en plena construcción, el edificio de escuelas municipales color gris, la estatua blanca
con verde y varios locales con diferentes funciones como tiendas de guitarras, telas o patatas. Me
detuve a respirar y pensar que casi todos los escenarios van a tener ruido visual. Por un lado estaba
totalmente enamorada de la plaza, y por otro lado mi mente luchaba contra todo ese ruido. Decido
darme la vuelta y observó el último edificio “La Biblioteca Pública de San Francisco,” el cual tiene
una fachada que armoniza con el resto de los balcones dentro de la plaza.

¿Volver a casa? Estaba descubriendo un lugar totalmente nuevo; aún no podía volver. Decido entrar a
la cafetería del Peregrino para pedir un café con leche. Al momento de pedirlo, me llevó la sorpresa de
que es una cafetería llevada por argentinos. Me siento en la mesa de la ventana para tomarme el café y
dibujar un mapa dentro de mi cabeza con todo lo que había observado hace un momento. Aún no me
había ido de este lugar y seguía llegando información nueva a mi cabeza. ¿Recuerdan que les dije que
en las mesas de las cafeterías se cuentan miles de historias? La mesa de enfrente con dos señores
mayores estaban contando de su pasado, y cómo es que faltaba poco para partir. Era una charla sobre
la vida cotidiana, resaltando los momentos más emblemáticos.

Cuando los señores se marchan, se crea un silencio y me asomo por la ventana donde hay unos niños
jugando. Decido salir y acercarme a ellos, con miedo de que sus madres me regañen por acercarme a
sus hijos y al mismo tiempo curiosidad por saber de qué se tratan los nuevos juegos. Los niños tienen
una imaginación e inocencia inexplicable. Procuro no acercarme tanto, pero sí lo suficiente para
escucharlos. Me meto en su mundo, un lugar donde cada uno de ellos tenía diferentes poderes, el
suelo era lava y arriba de los juegos estaban a salvo de ella.

Levantó la mirada y me doy cuenta de que en un simple rectángulo arquitectónico, llamado Plaza de
San Francisco suceden miles de historias diferentes en cada rincón. Desde aquel par de viejitos en la
esquina argentina recordando los buenos momentos, hasta los niños de 6 años en el mundo de
Lava-mundi. Después de esta tarde, mi consejo para todos es que observen su alrededor para no
perderse de las miles de historias que se van creando minuto a minuto.

También podría gustarte