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Lo que Francisco Morales Padró n llamó el vivero antillano.
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Los virreinatos generaron polos de atracció n, se organizaron los espacios en
funció n del avituallamiento de las zonas mineras. Así mismo, estos espacios se
hicieron estancos, impidiendo su desarrollo, para así beneficiar al viejo monopolio
sevillano, que en los albores del XVIII se mostró mortecino e inú til, pero que hasta
entonces fue santo y señ a del comercio españ ol con Indias, y cuya eliminació n no
fue posible ni tolerada. No obstante, el comercio ilegal se encargó de naturalizar
una ruta comercial tan ló gica como era El Callao-Acapulco, y sin que la corona
pudiera beneficiarse de ella directamente. Ademá s, el comercio legal dejó también
sus réditos en América, ya que los circuitos comerciales beneficiaban
necesariamente a otros sectores comerciales locales.
La sociedad, todavía estamental, se ordenó también por criterios
pictocrá ticos. Hay una tendencia hacia el aseñoramiento, ya que la encomienda fue
clave para comprender los intereses castellanos en el Nuevo Mundo, pero también
al aplebeyamiento, donde todos, incluso los hidalgos, tuvieron que emplear sus
manos para reconvertir el suelo indígena en tierra castellana. Por tanto tenemos en
la América españ ola una sociedad distinta y original, donde la movilidad gozaba de
mayores posibilidades que en la península. Bajo los blancos estaba la nobleza
indígena, y en el s. XVII el mestizaje es tan fuerte que la sociedad se ha
complejizado y resulta imposible comprender sus valores ateniéndonos só lo a los
criterios de la Españ a peninsular de entonces.
15 – Febrero - 2011
Ambos subespacios…