Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ACT para Niñas y Niños - Terapia de Aceptación y Compromiso para Consultantes Jóvenes y Sus Familias
ACT para Niñas y Niños - Terapia de Aceptación y Compromiso para Consultantes Jóvenes y Sus Familias
Ilustraciones
Juan del Prado
Edición
Marcos Bruzzoni (EDULP)
Diseño
María Reboredo (EDULP)
© 2022 - Edulp
Primera edición, 2022
Edición en formato digital: junio de 2022
ISBN 978-987-8475-44-8
Facebook: @tresolasediciones
Instagram: @tresolasediciones
Web: www.tresolasediciones.com
EL LIBRO MUERE CUANDO LO FOTOCOPIAS O LO DISTRIBUYES DIGITALMENTE
Amigo lector:
La obra que usted tiene en sus manos posee un gran valor. En ella, su autor ha vertido conocimientos, experiencia y
mucho trabajo. El editor ha procurado una presentación digna de su contenido y está poniendo todo su empeño y
recursos para que sea ampliamente difundida, a través de su red de comercialización.
Al fotocopiar o distribuir digitalmente este libro, el autor y el editor dejan de percibir lo que corresponde a la inversión
que han realizado y se desalienta la creación de nuevas obras. Rechace cualquier ejemplar “pirata” o fotocopia ilegal
de este libro, pues de lo contrario estará contribuyendo al lucro de quienes se aprovechan ilegítimamente del
esfuerzo del autor y del editor.
La reproducción no autorizada de obras protegidas por el derecho de autor no solo es un delito, sino que atenta
contra la creatividad y la difusión de la lectura.
Agradecimientos
Cubierta
Portada
Créditos
Agradecimientos
Prólogo
Introducción
Desafíos y propuestas para un abordaje ACT con consultantes en edad escolar
Capítulo 1. Una mirada terapéutica desde la ciencia contextual: los tres principios centrales
ACT
Nuevos desafíos, diferentes miradas
El “motor conceptual”: introducción a la Teoría de los Marcos Relacionales (RFT)
De la teoría a la práctica en tres estrategias
a- Análisis funcional: asistir al consultante a discriminar la clase funcional de
respuestas problemáticas
b- Desarrollo de perspectiva: discriminar las propias respuestas enmarcándolas en
jerarquía con el deíctico yo
c- Especificar funciones augmental apetitivas que orienten repertorios de acciones
más flexibles
Una aplicación a la clínica infanto juvenil: el triángulo VOI-VOI
Capítulo 2. Evaluación y formulación clínica con niñas y niños en edad escolar
Una Perspectiva Contextual y Evolutiva
Evaluación y recopilación de datos
Variables generales de una formulación clínica integral
El centro de la escena: el análisis funcional de las conductas con niñas, niños y adultos
significativos
Capítulo 3. El trabajo con las figuras parentales desde la perspectiva ACT
Desafíos para una parentalidad flexible
Tres principios centrales en la orientación a las figuras parentales
Análisis funcional de las conductas públicas y privadas
Distinción Yo como contexto-Yo conceptual
Parentalidad basada en valores
Recursos generales para la promoción de la parentalidad flexible
Herramientas para el análisis y la modificación de las conductas problemáticas de niñas y
niños
Información sobre los principios básicos de la crianza efectiva
Juego libre e interacciones orientadas por las niñas y los niños
Comunicación efectiva
Economía de fichas y otras estrategias para el manejo de contingencias
Otras herramientas para el desarrollo de la flexibilidad psicológica de los adultos
responsables
Prácticas de mindful parenting
Compasión y autocuidado
Capítulo 4. Procedimientos para el desarrollo de la flexibilidad psicológica junto a niñas y
niños
Desafíos, propuestas y recursos
Tres principios evolutivamente adecuados
Investigar: el análisis funcional junto a las figuras parentales
Investigar y valorar: el análisis funcional y la identificación de cualidades valiosas y
metas junto a la consultante joven
Observar y valorar: el desarrollo de la observación en perspectiva y la identificación
de valores que orientan la crianza junto a las figuras parentales
Observar: el desarrollo de la observación en perspectiva junto a la consultante joven
Epílogo a la parte teórica: una vez más, terapia jugando en el suelo
Anexo. Instrucciones para el uso de las herramientas y fichas prácticas
Los tres principios centrales. Puentes entre teoría y práctica
Los tres principios centrales y su implementación clínica con niñas y niños
Los tres principios centrales y su implementación clínica con madres y padres
Uso de las herramientas en relación al hexaflex, la matrix y otras metodologías de
formulación clínica
Fichas. Terapia de Aceptación y compromiso. Para niñas y niños en edad escolar
1. Investigar. El análisis funcional
Caminos, caminos, caminos
¡¡El fantástico TUTUBE!!
Investiga tus problemas en el TUTUBE
2. Observar. Desarrollando perspectivas flexibles
La historia de las mentes
Aceptación, ¿lo qué?
Aceptación ¿¿qué??
Aceptación ¿¿para qué??
Y ahora pensemos juntos…
Si te gusta el durazno…
¡Nombre clave del problema!
Lo que pienso, lo que veo, lo que siento
TELE-MENTAL
¡Muchas veces somos diferentes personajes!
Pero hay alguien que siempre podemos ser…
Mirando los globos
Un invento re bueno para entender lo que nos pasa: ¡el casco mentatrón!
¿Te atreves a ponerte el casco mentatrón?
El mapamente
¿Quién es más grande?
3. Valorar. Definiendo objetivos y cualidades que importan
Direcciones valiosas
La brújula de las acciones
Completa tu propia brújula
Mensaje al universo
Recursos para madres y padres
Consecuencias
Juego e interacciones guiadas por niñas y niños
Registro de conductas parentales
Parentalidad consciente
Autocompasión
Valores que orientan la crianza
Valores, metas y acciones
Referencias bibliográficas
Sobre este libro
Prólogo
La vida está llena de decisiones que tenemos que tomar. Algunas de ellas son grandes –el
matrimonio, tener hijos, el lugar donde uno vive– y otras decisiones son pequeñas –el desayuno,
la ropa que uno viste, ir al gimnasio–.
Pero estas decisiones son difíciles cuando una persona adulta, una niña, un niño o un
adolescente sufre por ansiedad, miedos y stress, porque todas las decisiones, aunque parezcan
muy simples, se vuelven grandes.
En el otoño del 2021, yo y mi amigo y colega Michael Twohig estábamos coordinando un
taller online sobre la aplicación de la Terapia de Aceptación y Compromiso para niños y
adolescentes que tienen dificultades con la ansiedad, miedos y obsesiones. Los participantes eran
profesionales en salud mental de diferentes partes del mundo (ventajas del mundo virtual). A
medida que cubríamos el material que habíamos preparado para este taller, escuchábamos las
preguntas, curiosidades y dudas de los participantes.
Uno de los participantes, con mucha curiosidad preguntaba sobre intervenciones específicas
para niños y de vez cuando comentaba sus observaciones en su propio trabajo con ellos. Así fue
que conocí a Javier Mandil. Su dedicación, esfuerzo y compromiso para contener y ayudar a sus
consultantes era evidente y sigue siendo indiscutible.
Los principios y procesos de la Terapia de Aceptación y del Compromiso se pueden aplicar en
el trabajo con niñas y niños. Cuando leas este libro, encontrarás la experiencia de un psicólogo
que ha trabajado por años con este grupo etario, y consecuentemente, una voz dedicada a ellos y
ellas, y a la vez una voz de apoyo para los padres.
Javier Mandil comparte principios teóricos y ejercicios prácticos para aprender y vivir la
terapia de Aceptación y del Compromiso de manera que, aunque las familias estén súper-
ocupadas, puedan encontrar momentos para practicar esos ejercicios y al mismo tiempo crear
oportunidades para conectarse y cultivar la relación con sus hijas e hijos.
El tiempo pasa demasiado rápido, así que sólo tengo un consejo para los lectores de este libro:
“make the best of it” o como dicen en español, “haz lo mejor que puedas con este libro”. Javier
Mandil ha dado lo mejor de sí mismo creándolo y escribiéndolo.
Sé paciente. Completa junto a tus consultantes los ejercicios. Deja que los ejercicios
transmitan a madres y padres lo que necesitan aprender para apoyar a sus niñas y niños. Y
acuérdate de que los consultantes jóvenes no vienen con un manual de instrucciones, así que una
guía de apoyo no le viene mal a nadie.
1 Autora de ACT for Perfectionistic Actions and High Achieving Behaviors, Living beyond OCD, The ACT workbook for Teens
with OCD, Parenting a Troubled Teen, Escaping the emotional Rollercoaster.
INTRODUCCIÓN
Desafíos y propuestas para un abordaje ACT con consultantes en
edad escolar
Desde la segunda década de lo que va del siglo, a la par que la Terapia de Aceptación y
Compromiso (ACT) fue presentando una notable cantidad de estudios de eficacia que la
acreditaban como una alternativa psicoterapéutica de base científica y cuya diseminación entre
profesionales curiosos crecía en todo el mundo, comenzaron a difundirse diversas adaptaciones a
la población infanto juvenil. Tanto la dirección de los esfuerzos de investigación como los
avances y la difusión de los marcos conceptuales se orientaron a dos áreas principales: la
promoción de la flexibilidad psicológica en las figuras parentales de niñas y niños con
problemáticas complejas y el trabajo con los consultantes adolescentes, cuyos motivos de
consulta tienden a suscitarse en contextos que involucran el desarrollo de la identidad, las
relaciones, los valores y proyectos vitales.
En contrapartida, el nivel de abstracción aparente de algunos de los principios en los que
parecía sustentarse el desarrollo de flexibilidad psicológica, sumado a ciertas dificultades
encontradas en estudios de componentes referentes a la implementación de ACT con los
consultantes más jóvenes, parecían dificultar el desarrollo de modalidades de implementación del
marco terapéutico en manera directa con niñas y niños en edad escolar. Por fortuna, la siempre
productiva comunidad ACBS ha facilitado el desarrollo y la difusión en esta última década de
diversos avances de la investigación en ciencia básica y en las metodologías terapéuticas que
hacen posible la identificación de las bases conceptuales y las formas de adecuación de los
procedimientos con los consultantes más pequeños. En particular, los desarrollos en la aplicación
clínica de la Teoría de los Marcos Relacionales (RFT) y en la comprensión del desarrollo
evolutivo del SELF desde la perspectiva contextual funcional, han hecho posible que numerosos
clínicos a nivel mundial difundieran, en manera más o menos informal una serie de principios e
intervenciones que harían posible acercar a las niñas y niños en edad escolar un abordaje
psicoterapéutico sustentado en los avances en ciencia básica y que se orienta, más allá de la
mejoría sintomática registrable en los estudios de eficacia, hacia el desarrollo de la flexibilidad
psicológica y el funcionamiento global.
En sintonía con estas propuestas, esta obra apunta entonces a ofrecer, en manera organizada:
En el capítulo 1, un acercamiento a la base conceptual de la Terapia de Aceptación y
Compromiso, sustentada en la Teoría de los Marcos Relacionales (RFT) y una descripción de las
Tres Estrategias Centrales para el abordaje clínico que se derivan de dicho marco, en pos de
adecuar evolutivamente los procedimientos y de facilitar los recorridos terapéuticos junto a los
consultantes más jóvenes y los adultos significativos
En el capítulo 2, una exposición de las bases metodológicas para la Evaluación y la
Formulación Clínica con Niños y Familias, desde una perspectiva informada por la ciencia
contextual y los aportes contemporáneos en psicología evolutiva
En el capítulo 3, una descripción de la implementación de las Tres Estrategias Centrales de la
Terapia de Aceptación y Compromiso para el desarrollo de la flexibilidad psicológica en madres
y padres, una revisión de los procedimientos con mayor evidencia para el manejo de las
contingencias conductuales, la toma de perspectiva, la autocompasión y el autocuidado parental
en las situaciones de crisis.
En el capítulo 4, se provee una guía general para la adaptación evolutiva y cultural de los
procedimientos en el trabajo directo con los consultantes jóvenes, ilustrada a partir del análisis de
dos entrevistas clínicas realizadas junto a una niña que enfrenta dificultades relativas a la
ansiedad, así como en base a otras dos entrevistas llevadas a cabo junto a su madre y su padre.
En el anexo dedicado a las instrucciones para el uso de las fichas prácticas, se ofrecen guías y
ejemplificaciones desarrolladas a partir de un lenguaje práctico y basadas en extractos clínicos,
acerca de posibles formas de implementar las herramientas y ejercicios. Dichas instrucciones y
ejemplos pueden ser utilizados, o bien como puerta de entrada a la implementación de los
materiales de trabajo por parte de profesionales con formación previa en ACT y en clínica con
niños y adolescentes, o bien por profesionales noveles, a modo de resumen integrador de los
conceptos y principios metodológicos abordados en la parte teórica del libro.
Finalmente, en la parte práctica del libro se proveen una serie de herramientas y ejercicios
orientados a la implementación de los Tres Principios Centrales ACT junto a los consultantes
jóvenes, así como algunas herramientas centrales y resúmenes recordatorios para el trabajo con
madres y padres.
Tal como hemos señalado en otras ocasiones, la difusión de propuestas terapéuticas sensibles
al desarrollo evolutivo y a la idiosincrasia de las niñas y niños tiene la intención de favorecer el
aprendizaje de los profesionales especializados en el área y de promover la multiplicación de
recursos para la puesta en práctica de procesos terapéuticos efectivos. Así mismo, en la medida
de lo posible, de inspirar a otros profesionales en el desarrollo de sus propias herramientas en
una construcción comunitaria del conocimiento disciplinario, a cuyo servicio nos entregamos y
cuyo devenir nos trasciende.
CAPÍTULO 1
Una mirada terapéutica desde la ciencia contextual: los tres
principios centrales ACT
Vinculación mutua: es decir que la relación arbitraria entre estímulos se genera de manera
bidireccional. Por ejemplo, si los padres desarrollan la relación “un niño obediente es sano”,
esta podrá dar lugar a la relación inversa “los niños sanos son obedientes”
Vinculación múltiple: las derivadas arbitrarias tienden a establecer relaciones múltiples
entre estímulos y estas relaciones son multidireccionales. Es decir que si se establecen las
relaciones “un niño que respeta a su padre es un niño sano” y “un niño sano es obediente”,
es probable que en consecuencia se desarrollen las vinculaciones arbitrarias “un niño sano
es obediente y respeta a su padre”
Transformación en las funciones de los estímulos: al relacionarse de manera arbitraria los
estímulos tienden a transformar sus funciones perceptuales y psicológicas entre sí. Las
características que tienen más incidencia en la clínica psicológica son el valor apetitivo o
aversivo arbitrario que en base a los enmarcados relacionales se adjudica a los estímulos: la
“obediencia es buena”. “Ser introvertido es malo”.
A la vez que estas reglas permiten al ser humano predecir y gobernar relativamente sus
conductas en función del contexto, su seguimiento rígido o contraproducente podría acarrear
sufrimiento psicológico.
Podemos ofrecer algunos ejemplos:
Reglas Pliance determinadas por el grupo cultural de referencia, pero insensibles a los
reforzadores directos provistos por el contexto. Por ejemplo, para los padres de un niño con
gusto y aptitudes para otro tipo de actividades, el seguimiento rígido de la regla “A mi hijo
debería gustarle el fútbol” podría afectar la sensibilidad parental respecto a otros gustos y
aptitudes del pequeño.
Trackings inaplicables o pobremente definidos: “Mi hijo debería portarse bien” (es decir,
efectivamente el acuerdo entre padres e hijos respecto a ciertas normativas básicas podría
favorecer el bienestar familiar. Sin embargo, la generalización de este tipo de reglas podría
promover rigidez en los repertorios y por otra parte establecer reglas sobre factores que no
podemos controlar suele ser poco efectivo). “Un fuerte castigo es lo único que calma a mi hijo”
(desgraciadamente este tipo de reglas suelen ser sensibles al contexto inmediato, aunque no
especifican consecuencias aversivas a mediano plazo, como el posible daño emocional para el
niño y la escasa probabilidad de que a partir de estos métodos aprenda repertorios conductuales
constructivos).
Augmentals contraproducentes en relación al contexto: “el dolor emocional de un hijo es
horrible” (especificación arbitraria de funciones que podría minimizar el valor de las emociones
dolorosas en los procesos de aprendizaje), “Ser deportista es bueno” (nuevamente, la
especificación rígida de funciones, podría dificultar la toma de contacto con otras características
personales saludables del pequeño).
Una de las grandes potencias de este modelo teórico es que el acto del habla y del pensar son
conductas que se interrelacionan y transforman en manera bidireccional y múltiple. Así mismo,
las emociones también son conceptualizadas como conductas con capacidad de generar y de ser
afectadas por relaciones y transformaciones arbitrarias.
De acuerdo a Kohlenberg, Tsai y Kanter (2009): el acto de hablar, nuestras acciones, nuestras
emociones, nuestras reglas y pensamientos, son conductas con la capacidad de establecer
relaciones y transformaciones entre sí y en base al análisis funcional, se podría delimitar a su
manera de vincularse como objetivo de la intervención clínica.
En sintonía con estas perspectivas, la Terapia de Aceptación y Compromiso, aplicación clínica
de la Teoría de los Marcos Relacionales, provee instrumentos útiles para el abordaje de la fusión
cognitiva y el seguimiento rígido de regulaciones verbales que pudiesen entorpecer el desarrollo
psicológico flexible de los consultantes jóvenes.
A partir de esta metodología de estudio podemos ubicar entonces como antecedentes de las
conductas problemáticas a los eventos privados dolorosos que funcionan a la manera de claves
que orientan diversos repertorios de evitación experiencial, como los pedidos de reaseguro de la
niña y por último las consecuencias habituales a este tipo de conductas, vale decir un alivio del
malestar a corto plazo sumado, desafortunadamente a el empobrecimiento del repertorio vital en
diferentes gradientes.
En el punto en que identificamos una clase funcional de conductas particularmente rígida y
generalizada, es probable que consideremos el papel activo de las regulaciones verbales en el
gobierno de los repertorios en cuestión. Usualmente estas interactúan con los antecedentes
directos de las conductas, tienden a orientar los comportamientos y a generar una alteración
verbal en las funciones de los estímulos.
Volviendo al ejemplo del niño de 8 años, podríamos ubicar en un análisis funcional más
completo la función de los estímulos directos y del seguimiento de reglas en el gobierno de los
comportamientos, como se ilustra a continuación:
A: Suena la campana del recreo, señalando que es el momento para conversar entre pares.
Eventos privados dolorosos: pensamientos de rechazo, sensaciones de ansiedad.
Regulaciones verbales: “sólo estando tranquilo puedo hacer amigos”.
B: se queda en un lugar apartado tratando de desfocalizarse de la situación problemática.
C: alivio de la ansiedad a corto plazo, empobrecimiento del repertorio vincular.
Vale la pena señalar que en el recorrido terapéutico es habitual acompañar este trabajo con
metáforas y ejercicios experienciales que cumplen diversas funciones: proveer al consultante de
una notable cantidad de información en manera compacta, favorecer la comprensión de procesos
complejos, facilitar la toma de contacto experiencial mediante el establecimiento de relaciones
arbitrarias entre redes de relaciones y, más que nada, la promoción del aprendizaje a partir de
diversos ejemplos y en relación a múltiples situaciones (Törneke, 2017).
De hecho, son habituales en el marco conceptual de la Terapia de Aceptación y Compromiso
el uso de términos de nivel medio de evidente carácter metafórico para referirse a esta estrategia
crucial, la cual terapeuta y consultante habrán de transitar en pos de abordar los repertorios
problemáticos: nos referimos a la DESESPERANZA CREATIVA, orientada a deconstruir la
agenda de evitación experiencial de quienes consultan como antesala al desarrollo de diversas
competencias psicológicas flexibles.
En este sentido el análisis funcional constituye para esta práctica una estrategia central a la
cual retornaremos junto a los consultantes en manera recurrente, en pos de asistir a la
discriminación de los repertorios conductuales poco útiles, a la elucidación de relaciones
causales entre los mismos y sus consecuencias destructivas y finalmente establecer enmarcados
de coordinación y jerarquía que permitan la identificación de estos repertorios en el marco de
diversas clases funcionales problemáticas (Törneke, Luciano, Barnes-Holmes y Bond, 2016).
Usualmente se tratarán de patrones relacionados con la evitación experiencial que, más allá de
los posibles efectos de alivio a corto plazo, tenderán a empobrecer el repertorio vital de los
jóvenes que consultan. Y a medida que logremos favorecer esta toma de contacto y el desarrollo
de este tipo relaciones lingüísticas útiles, podremos reconducir el tratamiento en relación al
segundo principio central.
Este principio o estrategia central destaca la importancia que adquiere en la dinámica terapéutica
el asistir al consultante en la ejercitación del contacto con “otra forma del SÍ MISMO”, más allá
de los contenidos verbales, las autodefiniciones, autonarrativas y autorreglas. Se trataría de una
forma de identidad estable y trascendente como observador, que nos acompaña a lo largo de
nuestra existencia, más allá de los cambios en el entorno y en nuestras experiencias. Esta forma
de identidad trascendental se denomina en ACT “YO COMO CONTEXTO” y a nivel de la
ciencia básica refiere a las conductas orientadas a la toma de perspectiva, inherentes ya sea en
forma explícita o implícita, a cada acto lingüístico. En este sentido, seguimos a Törneke,
Luciano, Barnes-Holmes y Bond (2016) cuando expresan:
La flexibilidad psicológica es la habilidad de notar y reaccionar a los propios pensamientos, sentimientos y respuestas
para darse a uno mismo la oportunidad de realizar acciones guiadas por fines que importan. Esto implica responder a la
propia conducta (sean acciones explícitas o eventos privados) enmarcándola en jerarquía con el DEÍCTICO YO.
Una vez que los consultantes han podido establecer la toma de contacto abierta y la observación
en perspectiva de las experiencias privadas dolorosas, se abre camino a la tercera gran estrategia
o principio central en un tratamiento ACT. En manera tradicional, el marco conceptual suele
referir a este grupo de procedimientos como “elucidación de VALORES”, es decir de cualidades
lingüísticas globales que operarían a la manera de reforzadores abstractos del desarrollo personal,
la especificación de metas terapéuticas asociadas a los mismos y de ACCIONES
COMPROMETIDAS, es decir de repertorios conductuales consecutivos orientados por este tipo
de direcciones.
Un aspecto central a estos procedimientos es que, a partir de los mismos, se asiste al
consultante a recuperar un sentido de vitalidad y propósito en base al direccionamiento de sus
conductas, ya no por una agenda determinada por la evitación del malestar psicológico, sino por
la sintonía con apetitivos cruciales en la definición de la identidad, su relación con el mundo y
sus proyectos, es decir “aquello que para cada consultante importa verdaderamente” (Polk y
Schoendorff, 2014).
Así mismo, el carácter global e intrínsecamente reforzante de este tipo de regulaciones
verbales permite, por una parte, que sus cualidades apetitivas motiven y a la vez trasciendan el
logro de metas específicas guiadas por las mismas. Por otra, la posibilidad de desarrollar
repertorios múltiples y diversos que podrían alternarse en caso de necesidad.
Por poner un ejemplo, un niño de 11 años orientado por preferencias relacionadas a diversas
actividades creativas podría, llegado el caso, interrumpir un curso de dibujo artístico si no se
sintiese a gusto y probar en cambio otro curso de acciones creativas en un taller de teatro, si este
fuera su deseo en determinado tramo del recorrido terapéutico.
Sin embargo, tal como mencionamos en la introducción de este capítulo, la recurrencia a
términos de nivel medio como los VALORES en la manera en que habitualmente son referidos en
Terapia de Aceptación y Compromiso podría depararnos algunas dudas respecto a la sensibilidad
evolutiva de este tipo de procesos y los correspondientes procedimientos orientados a su
evaluación y abordaje (Swain et al., 2015; Wittingham y Coyne, 2019).
En este sentido, al analizar estos constructos en base a la Teoría de los Marcos Relacionales,
entendemos junto a Törneke, Luciano, Barnes-Holmes y Bond (2016), que el trabajo
fundamental del terapeuta en relación a esta área consistiría en especificar funciones augmental
apetitivas que pudiesen gobernar el desarrollo de repertorios novedosos. Es decir, evaluar junto
al consultante el tipo de consecuencias apetitivas verbalmente construidas que podrían motivar el
desarrollo de clases funcionales de conductas efectivas, promotoras de la flexibilidad
psicológica.
Tal como veremos en capítulos subsiguientes, quizás un punto crucial para la aplicación de
este tercer principio a la clínica con jóvenes, sea asistir al desarrollo de repertorios conductuales
orientados por reforzadores verbales elegidos por los propios consultantes adecuando, de acuerdo
al desarrollo evolutivo el grado de complejidad, globalidad y nivel jerárquico de abstracción
(Villatte, 2020).
Una vez que hemos desmontado el marco conceptual que organiza un tratamiento ACT en base a
tres principios centrales sustentados en la Teoría de los Marcos Relacionales (Törneke, 2017)
podríamos proceder a esquematizar la sinergia recurrente en un tratamiento en base a un
triángulo de tres vértices, donde el primero (I) correspondería a la sigla “Investigar”, vale decir
realizar junto al pequeño consultante el análisis funcional de los repertorios problemáticos; el
vértice superior (O) correspondería a la sigla de Observar, referente a las diversas prácticas
orientadas a favorecer la toma de perspectiva respecto a los eventos privados problemáticos; y
(V) correspondiente a la operatoria “Valorar”, a partir de la cual asistiríamos al joven consultante
en la identificación de cualidades valiosas y objetivos terapéuticos asociados que pudiesen
orientar una gama de repertorios conductuales flexibles.
Retomando el anterior ejemplo, podríamos ilustrar un extracto de esta dinámica terapéutica:
I: elucidamos a partir del análisis funcional los pensamientos de rechazo, las conductas de
evitación, la disminución del malestar a corto plazo, sumada al empobrecimiento de los vínculos
y la falta de relaciones con pares a mediano plazo.
O: favorecemos la toma de contacto con los pensamientos de rechazo y se realizan las
primeras prácticas de toma de perspectiva. El niño se detiene y observa “delante suyo a la
manera de una barrera”, pensamientos del tipo “no querrán jugar conmigo”.
V: El niño identifica como objetivo valioso el acercarse gradualmente a algún compañero
accesible.
Correlativamente a estos procedimientos, el terapeuta propone al consultante joven
“investigar” en los ámbitos cotidianos la manera en que aparecen estos “Pensamientos-Barrera”,
cada vez que se presenta una oportunidad de sociabilización con los compañeros y lo que el niño
decide hacer en relación a los mismos: “quedarse de este lado de la barrera o saltarla para seguir
por el camino de lo que quiero lograr”.
El resultado de sus investigaciones constituirá, en la entrevista siguiente, una oportunidad para
reiniciar el trabajo en relación a los vértices I-O-V en el orden que se estime necesario,
favoreciendo de esta forma el entrenamiento de repertorios más flexibles en base a ejemplares
múltiples (Törneke, Luciano, Barnes-Holmes y Bond, 2016).
Dada la dependencia afectiva e instrumental de los consultantes más jóvenes, se hará necesario
evaluar, en manera paralela, la capacidad de los padres para la toma de contacto con sus propias
experiencias dolorosas relacionadas al motivo de consulta, para la práctica de la toma de
perspectiva y la capacidad para fomentar repertorios parentales efectivos promotores del
desarrollo flexible del niño (Coyne, 2009). Será en los casos en los que se registre una
acomodación familiar de importancia y/o la fusión con barreras cognitivas y emocionales para
favorecer la autonomía del pequeño que un proceso de análisis funcional de las conductas
problemáticas parentales, el desarrollo de la toma de perspectiva por parte de los adultos y la
identificación de los valores que orientarían accionares parentales más efectivos se harían
necesarios (Wittingham y Coyne, 2019). En otras palabras, el desarrollo de la evaluación e
intervención con los adultos en un proceso guiado por un triángulo VOI-parental favorecería a su
vez la efectividad de un proceso terapéutico guiado por un triángulo VOI-niños en relación al
consultante joven, como se grafica en el siguiente ejemplo:
Desde esta óptica, un proceso terapéutico ACT dirigido a niños en edad escolar será orientado
por una formulación del caso adecuada para organizar la sinergia de los principios terapéuticos
centrales en relación a los padres, en interacción con las tres estrategias nucleares vehiculizadas
en manera evolutiva y culturalmente sensible con los consultantes jóvenes. Se trataría, en suma,
de una dinámica esquematizada en un DOBLE TRIÁNGULO VOIx2 (Valorar-Observar-
Investigar en relación a los padres y a los consultantes jóvenes) o como lo solemos denominar en
manera lúdica al compartir la guía gráfica del recorrido terapéutico con los niños y sus familias:
un “triángulo VOI-VOI”.
Una vez delimitadas las bases teóricas generales de nuestra propuesta, en los capítulos
subsiguientes profundizaremos en los aspectos prácticos de la evaluación, la formulación clínica
y la intervención terapéutica con los adultos responsables, las niñas y los niños que consultan.
CAPÍTULO 2
Evaluación y formulación clínica con niñas y niños en edad
escolar
La evaluación de los motivos de consulta en la clínica infanto juvenil precisa de una efectiva
recopilación de datos, al menos con base en tres grandes fuentes de información.
En primer lugar, nos referimos a los padres, tutores y/o cuidadores, quienes generalmente son
las personas demandantes de tratamiento, testigos de la manifestación cotidiana de las
dificultades y del impacto de estas en el funcionamiento global. Así mismo, suelen ser los más
capacitados para proveer información imprescindible, desde la perspectiva de un adulto que
brinda en manera estable soporte afectivo, cuidado y orientación al niño.
A sus vez, el acompañamiento provisto a lo largo de la vida al consultante joven les posibilita
ofrecer un panorama de los entornos más amplios en los que el niño se desarrolla y una
cronología de su historia evolutiva, incluyendo hitos significativos como el inicio de la marcha
independiente, el comienzo del habla, el control de esfínteres, la adquisición de paulatina
autonomía, la aceptación progresiva de las reglas convivenciales, el control de los impulsos y la
toma de contacto con los temores y desafíos esperables en cada momento evolutivo.
Por su parte, los docentes ofrecen una mirada del niño que involucra su incorporación a los
ámbitos institucionales reglados, la exposición a los diferentes desafíos implicados en la
inserción escolar, como la consideración de los requerimientos de las figuras de autoridad, la
socialización con pares, la recepción y articulación de la información académica, así como la
posibilidad de organizarse y mantener cierta constancia en el cumplimiento de las tareas
escolares.
En cuanto a los consultantes jóvenes en sí mismos, aun siendo esperables ciertas limitaciones,
sesgos e inconsistencias de acuerdo con la edad, en casos de niñas y niños que enfrentan
problemáticas relacionadas con la toma de contacto con las propias experiencias privadas,
pueden facilitar al clínico impresiones del impacto personal de sus modalidades de relación con
las mismas y de las limitaciones que estas podrían ocasionar en su repertorio vital.
Respecto a los niños con conductas disruptivas, dados sus estilos explicativos y percepción de
control externo en relación a las dificultades, resulta habitual poder intercambiar con ellos en
mayor medida impresiones sobre la manera en que los motivos de consulta afectan sus
relaciones, su inserción educativa y su participación en actividades de interés.
Principalmente, la evaluación y recopilación clínica de la información es orientada en la
clínica infanto juvenil a partir de entrevistas semi-estructuradas (Coyne, 2009; Wittingham &
Coyne, 2019). Este tipo de organización de los intercambios permite, por una parte, evaluar la
morfología y el funcionamiento de las conductas implicadas en el motivo de consulta, las
características generales del joven y su familia, aspectos significativos de la historia evolutiva y
de los contextos más amplios en los que niñas y niños se desarrollan. Así mismo, los márgenes
relativos de flexibilidad propios de esta modalidad inicial de intercambio favorecen el desarrollo
de una relación de confianza con quien evalúa, posibilitando por parte de los participantes una
expresión más abierta de las expectativas, temores, preocupaciones, molestias y percepciones
dolorosas asociadas a las dificultades.
Las entrevistas iniciales de evaluación se orientan a desarrollar las primeras hipótesis clínicas,
que progresivamente se irán rectificando, ratificando y/o reconfigurando a lo largo del
tratamiento.
Algunas de las competencias más importantes de quienes evalúan implican, por una parte, la
capacidad de orientar la búsqueda de información hacia aspectos cruciales para la definición del
motivo de consulta, la realización de preguntas abiertas que favorezcan un intercambio fluido de
información, así como la puesta en juego del criterio clínico orientado a distinguir ritmos y
modalidades respetuosas para la recogida de datos sensibles, referentes a áreas como el cuidado
de la seguridad e integridad del consultante joven, el nivel de conflicto registrado en el ambiente
familiar y el estilo de crianza desarrollado por los adultos responsables, como se ejemplifica en
preguntas del tipo: “¿Qué personas cuidan a la niña cuando Uds. no están?”; “¿Qué manera tiene
de contactarlos en caso de necesidad?”; “¿Qué características de ese cuidador posibilitan que
Uds. depositen en el mismo vuestra confianza?”; “¿De qué manera enfrentan los berrinches en
lugares públicos?”; “¿De qué manera le gusta al niño que le reconozcan un logro?”; ”¿De qué
manera manejan uds. los desacuerdos en relación a la crianza?”.
Tal como señalamos con anterioridad, si bien la Terapia de Aceptación y Compromiso orienta
el diseño de las estrategias a partir de la formulación clínica, prescindiendo de los diagnósticos
tipificados, resulta importante en psicoterapia infanto juvenil considerar la injerencia en la
configuración del motivo de consulta de posibles trastornos del desarrollo, del aprendizaje y/o
posibles diversidades neurocognitivas.
En este sentido, podría ser de utilidad el uso complementario de inventarios y escalas, como
por ejemplo el Child Behavior Check List o CBCL, un screening global de posible
sintomatología internalizante y externalizante, el SNAP IV o el Conners, orientados a la
evaluación de posibles dificultades relativas a la atención, la hiperactividad y/o al control de
impulsos o la Escala Australiana y el Test Infantil del Síndrome de Asperger (CAST), orientados
a la detección de indicadores compatibles con el autismo de alto funcionamiento.
Dichos instrumentos facilitan la determinación de posibles necesidades de interconsulta con
profesionales del área, la redefinición de la intensidad, objetivos y expectativas del tratamiento,
así como la toma de medidas orientadas a favorecer el aprendizaje, la sociabilización y por
supuesto el desarrollo flexible de los consultantes más vulnerables (Ollendick y King, 2012).
En relación con el área específica de la evaluación de la flexibilidad psicológica con
consultantes jóvenes y sus familias, podemos destacar en este apartado instrumentos como el
Inventario de Mindfulness para Niños y Adolescentes de 10 a 16 años (CAMM), cuestionario
que se orienta a verificar la capacidad de contacto con el momento presente, que cuenta con una
adaptación al español (Guerra Bustamante et al., 2019).
Así mismo, cabe señalar la utilidad de otros cuestionarios, dirigidos a evaluar la flexibilidad
psicológica de los adultos responsables, su incidencia en la salud integral de los mismos y en las
prácticas de crianza. El Cuestionario de Aceptación Parental –6-PAQ– (Flujas Contreras, García
Palacios y Gómez, 2020) y el Cuestionario de Aceptación y Acción Parental (PAAQ), orientado
evaluar los estilos de crianza y la evitación experiencial en las figuras parentales, son excelentes
ejemplos al respecto (Wong Cheng, 2018).
Dado que las figuras parentales frecuentemente acuden a la consulta terapéutica con
importantes grados de autocrítica y culpabilización o exhibiendo estilos interpersonales rígidos
y/o defensivos, orientados al manejo de sus propias experiencias psicológicas dolorosas, la
postura compasiva de quien evalúa incidirá en la calidad y cantidad de la información recogida,
así como en el desarrollo de un vínculo caracterizado por la confianza necesaria para la
construcción colaborativa de la formulación clínica y en caso de evaluar la adecuación del
dispositivo, el posterior desarrollo de un tratamiento psicoterapéutico.
La formulación clínica es un mapa integral que organiza la información recogida a partir de las
entrevistas, la administración de las técnicas y demás vías para la consecución de datos. Se
orienta a identificar las variables que inciden en la configuración de un motivo de consulta en
relación con una niña o niño particular en un contexto específico. Así mismo, apunta a explicar
por qué, cómo y de qué manera se suscita la interacción dinámica entre los factores de desarrollo
y manutención de las problemáticas.
Tal como señalamos más arriba, el estado del arte en clínica infanto juvenil promueve, por
parte del profesional tratante, la identificación de una serie de factores clave que podrían incidir
en la configuración de los motivos de consulta, así como en la delimitación de los dispositivos,
posibilidades y expectativas para el cambio terapéutico. Sin la pretensión de ser exhaustivos,
podemos distinguir algunos de los más consensuados por los especialistas en el área en el
apartado a continuación (Hayes y Ciarrochi, 2015; Turrell y Bell, 2016; Wittingham y Coyne,
2019).
Motivo de consulta, quiénes consultan y por qué ahora: algunos aspectos importantes del
motivo de consulta van a estar dados por su morfología, vale decir la descripción de las
conductas que preocupan a los consultantes, la determinación de las circunstancias en que
ocurren, así como su frecuencia e intensidad. Por una parte, dichas características tendrán
incidencia en el funcionamiento del consultante joven, así como en relación con los adultos
responsables de su educación y cuidado. Por poner un ejemplo, no es lo mismo que un niño
presente ansiedad y repertorios de evitación solamente en los momentos de sueño nocturno que
en las diversas situaciones en las que se espera la puesta en práctica de repertorios
independientes acordes a su edad, como ir al baño solo, compartir festividades con el grupo de
pares, quedarse al cuidado de un adulto que no sean sus padres durante el día o poder concurrir a
clases e integrarse en manera autónoma a las actividades escolares. Por otra parte, la adecuada
distinción del impacto de las problemáticas podrá aportar al diseño, modalidad y al pronóstico
del tratamiento terapéutico.
En la clínica infanto juvenil la identificación de los actores que vehiculizan la demanda de
atención es fundamental (Hayes y Ciarrochi, 2015). No es lo mismo, llegado el caso, que una
niña o niño perciba afectado su repertorio vital por sentimientos de tristeza y de desgano a que
sean solamente los padres quienes muestren preocupación al respecto.
Así mismo, puede ser muy diferente el estado de situación en el que solamente los maestros y
el personal académico vehiculizan la consulta, a la par que tanto las figuras parentales como los
consultantes jóvenes acuden a terapia respondiendo a las antedichas demandas institucionales.
En este sentido, entender para QUIÉN el motivo de consulta implica un problema y DE QUÉ
MANERA suscita un impacto en las interacciones, asistirá en la identificación de las personas
más dispuestas a colaborar con el dispositivo y las prácticas terapéuticas.
A su vez, evaluar si resulta viable fomentar la participación activa, sea a partir de la provisión
terapéutica de información sobre las posibles consecuencias de la problemática, sea a partir del
abordaje de la ambivalencia motivacional (Miller y Rollnick, 1991) o a partir de la puesta en
práctica de operaciones motivadoras que inciden en el carácter reforzante del cambio terapéutico
(Froxán Parga et al., 2020). Un ejemplo usual de este tipo de procedimientos es el requerimiento
por parte de los directivos de una escuela de que la familia de un consultante joven con
conductas disruptivas acuda a tratamiento psicoterapéutico como condición necesaria para que la
niña o niño pueda seguir asistiendo en manera regular al establecimiento educativo.
Dificultades del desarrollo, del aprendizaje y/o de base neuro-cognitiva: mucho se ha
avanzado en los últimos años en la detección, diagnóstico y abordaje de los trastornos del
espectro autista y el área de la integración sensorial, de los relacionados al aprendizaje del
cálculo y la lecto-escritura, del déficit de atención e hiperactividad, otras afecciones neuro-
cognitivas y/o en relación con las problemáticas de la regulación emocional con base biomédica.
Realizar una detección temprana respecto a la posible incidencia de estas problemáticas, así
como vehiculizar la derivación a especialistas en el diagnóstico y abordaje interdisciplinario de
esta gama de dificultades, podría constituir un aporte crucial a la integración social y académica,
a la mejoría de los vínculos de apego e inclusive en las circunstancias más comprometidas, a la
preservación de la integridad física de las niñas y los niños afectados.
Por otra parte, la inclusión de estas variables en la formulación clínica, en caso de ser
necesaria, promueve el establecimiento de expectativas y modalidades de abordaje adecuadas a
la configuración particular de los motivos de consulta (Ollendick y King, 2012).
Por poner ejemplos, es sabido que los beneficios de los programas de orientación a padres
tienen efectos acotados en la desatención y en la hiperactividad de los niños con TDAH, sólo
mientras los adultos mantienen las modificaciones ambientales y el manejo de las contingencias
conductuales. O que la ansiedad experimentada por muchos jóvenes con TEA de alto
funcionamiento tiende a correlacionar con los déficits en la teoría de la mente, la falta de
habilidades interpersonales y las dificultades para la integración sensorial.
En este sentido, suele ser útil que los profesionales en salud mental podamos tomar distancia
de las filiaciones escolásticas rígidas y las visiones polares inconducentes.
En la clínica contextual infanto juvenil evolutivamente informada, es posible abordar junto a
niñas, niños y familias la aceptación de posibles vulnerabilidades de base biomédica, la toma de
perspectiva respecto a regulaciones verbales inconducentes en relación a las posibles
implicancias de estas diversidades y la promoción del accionar consecuente orientado por
valores, promotor del desarrollo del repertorio vital de los jóvenes que consultan (Wittingham y
Coyne, 2019).
En este sentido, una formulación clínica comprensiva que posibilite el diseño de abordajes
interdisciplinarios y la comunicación transteórica es, dados los avances de la investigación en
psicología clínica en lo que va del siglo XXI, un acto de ética profesional que apunta a asistir y a
proteger en manera adecuada a aquellos jóvenes más vulnerables.
Modalidad relacional familiar, estilos de crianza y estilos de apego: de particular importancia
en la formulación clínica son la modalidad relacional familiar, el nivel de conflicto, emoción
expresada y cómo estos factores impactan en el desarrollo y el aprendizaje del joven. Que el
grupo familiar tenga la posibilidad de interactuar con una comunidad caracterizada por la
provisión de soporte, recursos instrumentales y una disposición compasiva, tiende a promover
los repertorios parentales flexibles (Wittingham y Coyne, 2019).
Así mismo, clasificaciones de los estilos de crianza como la descrita por Baumrind (2013)
podrían ser de utilidad para identificar vulnerabilidades y fortalezas en el ejercicio de la
parentalidad. Con este objetivo, la autora diferencia cuatro tipologías:
El estilo autoritario, propenso a favorecer el máximo control comportamental y un bajo
soporte afectivo por parte de los adultos, tendiendo a limitar de esta forma la autonomía de las
niñas y los niños.
El estilo permisivo, a partir del cual se tiende a minimizar el control, al tiempo que se provee
un alto soporte afectivo, dificultando en este sentido el aprendizaje de repertorios útiles al
desarrollo, la autorregulación y la convivencia.
El estilo desinvolucrado o negligente, puesto en práctica por figuras parentales que proveen
bajo soporte afectivo y bajo control conductual, incidiendo negativamente en el desarrollo de
competencias para el autocontrol y la autovaloración de niñas y niños.
El estilo autoritativo, caracterizado por el alto soporte afectivo, la implementación del
razonamiento y la comunicación efectiva para organizar el comportamiento y la tendencia a
desarrollar cierto equilibrio entre el control comportamental y la necesaria apertura de los
adultos, con el propósito de favorecer la progresiva exploración autónoma de las niñas y los
niños en situación de aprendizaje.
En manera complementaria, es importante evaluar la posible existencia de conflicto crónico
entre los cuidadores y/o de altos niveles de emoción expresada, que tienden a impactar
negativamente en la evolución de los motivos de consulta.
En este sentido, el posible desarrollo de alianzas y coaliciones rígidas, orientadas al manejo de
los conflictos intra-familiares, tendería a perturbar la coherencia y consistencia de los adultos en
la provisión de contingencias de refuerzo y en la vehiculización de regulaciones verbales útiles
en relación al contexto.
Otro tanto podría señalarse respecto a la importancia del establecimiento de saludables canales
de comunicación facilitadores del accionar consistente entre los integrantes de la familia y los
representantes del ámbito escolar.
De acuerdo a Wittingham (2015), semejantes características de los entornos en los que los
jóvenes se desarrollan, sumadas a los recursos y vulnerabilidades psicológicas de los cuidadores,
tienden a correlacionar con los diferentes estilos de apego conceptualizados en la literatura
especializada.
Al respecto, destaca que, en el contexto del apego ansioso o ambivalente, la falta de confianza
del niño en la respuesta inconsistente mostrada por sus cuidadores tiende a limitar su exploración
autónoma.
Así mismo, a partir del estilo de apego evitativo, la distancia y falta de disponibilidad de los
cuidadores tiende a generar dificultades en el desarrollo de relaciones de intimidad o confianza.
En base al apego desorganizado, caracterizado por las conductas erráticas y aun negligentes
de los cuidadores, tienden a suscitarse reacciones intensas de ira, frustración y explosiones
conductuales en las niñas y niños.
Finalmente, la literatura especializada señala como un factor promotor del desarrollo flexible
al llamado estilo de apego seguro. Este se caracteriza por la incondicionalidad percibida por
parte de los niños respecto a sus cuidadores y a la sincronía, por una parte, entre las conductas de
soporte y acercamiento por parte de los adultos y, por otra, entre la flexibilización de las medidas
de cuidado y las necesidades de exploración autónoma de las niñas y niños en desarrollo.
De acuerdo a la autora, perspectivas contemporáneas tienden a reinterpretar la teoría del apego
desde conceptualizaciones sustentadas en la teoría del aprendizaje. Sobre esta base, la sincronía
entre las necesidades de autonomía o soporte y las conductas de cuidado de los adultos estaría
regulada a partir del intercambio de estímulos y contingencias de refuerzo, que posibilitan el
desarrollo de las clases funcionales de conductas que caracterizan a los patrones estables de
crianza.
Por estos motivos, tal como señalan Wittingham y Coyne (2019), el cultivo del contacto con el
momento presente y otras competencias relacionadas a la flexibilidad psicológica de las figuras
parentales favorecen la presencia integral compartida y una sintonía emocional adecuada para la
promoción del desarrollo constructivo.
Variables culturales: en las últimas décadas, la integración de las características culturales de
los consultantes jóvenes, sus familias y grupos de referencia en la formulación clínica ha
adquirido un notable sustento en la literatura especializada (Friedberg y McClure, 2016).
Que el terapeuta muestre conocimiento, respeto y sintonía en relación a las particulares
normativas, creencias y valores de niñas, niños y adultos significativos favorece el desarrollo de
la alianza terapéutica y las expectativas positivas en relación al tratamiento.
Es importante que el profesional sea sensible a la distinción, por ejemplo, entre los mayores
grados de observancia a la autoridad propios de las familias de origen oriental, a diferencia de la
relativa tendencia hacia la permisividad propia de las familias anglosajonas, así como al impacto
de ciertas creencias propias de determinadas tradiciones religiosas que equiparan el acto de
pensar en manera pecaminosa a la acción concreta.
Gran parte del desafío al tomar contacto con las familias culturalmente diversas en relación al
profesional tratante será el intento de lograr el impacto terapéutico más efectivo generando
ninguna o la menor contradicción posible en relación a los valores imperantes en los grupos que
consultan.
Un ejemplo de este tipo de accionar, pudo observarse en relación a una familia judía ortodoxa
en la que un niño afectado por obsesiones y compulsiones adhería a ciertos preceptos talmúdicos
que, tomados en manera literal, podían entenderse como justificaciones y legitimaciones de la
fusión cognitiva. Ante esta circunstancia, la terapeuta compartió la siguiente redefinición:
“Entiendo que cierto tipo de pensamientos son equiparados en vuestra religión a las acciones
pecaminosas. Sin embargo ¿Creen que podríamos confiar en que Dios distinguiría a los
pensamientos verdaderamente destructivos de las obsesiones que perturban a Ezequiel?”.
Una posible excepción a la recomendación general de acomodarse a los preceptos culturales
imperantes en una familia podría darse en las situaciones en que el seguimiento de estos pudiese
suscitar un impacto deletéreo en la salud de las niñas y los niños que consultan. Podemos ubicar
un ejemplo al respecto, en relación con aquellas perspectivas culturales que podrían promover la
invalidación de la orientación sexual y/o la identidad de género de los consultantes jóvenes. Así
mismo, consideramos importante compartir que, en aquellos casos en que el trabajo con estos
aspectos se mostrase inviable, habrá de quedar al criterio ético y científicamente informado, la
posibilidad del profesional de negarse a participar en manera iatrogénica ante estas
circunstancias (Consoli et al., 2018).
Historial de desarrollo e hitos del aprendizaje: correlativamente a la búsqueda de información
a partir de un historial evolutivo, la organización de datos sobre la modalidad de tránsito de los
acontecimientos significativos del desarrollo podría ser de particular importancia en la
formulación clínica.
Aspectos como la adquisición del habla, la adquisición de la marcha, el control de esfínteres y
de los hábitos higiénicos, el poder superar miedos habituales en la infancia, la progresiva
observancia de las normativas convivenciales y la adquisición de repertorios independientes son
algunos factores para destacar.
Así mismo, tal como señalamos más arriba, la consideración de la edad de inicio, la cronicidad
y la generalidad de posibles patrones problemáticos como la desatención, la impulsividad, las
dificultades en la lectura de claves sociales y/o en el desarrollo de las competencias
comunicacionales podrían colaborar en la detección de vulnerabilidades de base biomédica y/o
neurocognitiva, así como en relación con serias problemáticas relativas a los contextos de
crianza.
Por otra parte, podrían recopilarse, a partir de la historia evolutiva, indicadores relativos a
posibles acontecimientos traumáticos, así como referentes a sucesos de alto impacto como el
fallecimiento de familiares cercanos, mudanzas de alta complejidad y/o migraciones del grupo
familiar, sumadas a los esperables desafíos para la adaptación a entornos novedosos. Dicha
información permitiría enmarcar evolutivamente las variables determinantes de los motivos de
consulta, colaborando en el ajuste y la adecuación de los procedimientos terapéuticos (Coyne,
2009; Coyne, McHugh y Martinez, 2011).
Oportunidades para el desarrollo del repertorio relacional y conductual general: más allá de
las consideraciones respecto a las generalidades esperables en el recorrido evolutivo, la
perspectiva contextual funcional presta especial atención a las oportunidades particulares que los
contextos verbales ofrecen para la promoción del desarrollo de los repertorios relacionales en los
seres humanos (Luciano, Törneke y Ruiz, 2021).
En este sentido es importante evaluar las potencialidades de los ambientes familiares y
educativos para favorecer el desarrollo de trackings flexibles que regulen una gama amplia de
repertorios conductuales sensibles a las contingencias directas provistas por el contexto.
Así mismo, registrar en los casos menos beneficiosos el posible seguimiento de regulaciones
pliance a partir de intercambios coercitivos, o aun en ambientes excesivamente permisivos, a no
ofrecer la orientación adecuada para el desarrollo de reglas útiles para la promoción del
autocuidado, la inserción social y la instrucción académica de los jóvenes que consultan (Backen
Jones et al., 2016).
Para ejemplificar la modalidad coercitiva podemos considerar entornos donde los adultos
cuidadores, a partir de diversas verbalizaciones y/o del manejo de contingencias en lo cotidiano,
tienden a transmitir a niñas y niños: “Me decepcionarás mucho si no me dices dónde te
encontrarás con tu amiga”. En este caso, los posibles esfuerzos del/de la joven para cumplir con
este pedido serán contingentes a la provisión o al retiro de la aprobación social por parte de los
adultos. Sin embargo, una limitación habitual de esta modalidad de gobierno es la escasa
probabilidad de generalización a situaciones en las que el control por parte de la autoridad no se
encuentre presente. En el otro extremo, una modalidad laissez faire conlleva el peligro de que los
jóvenes, al experimentar sin orientación suficiente por parte de los adultos, se encuentren con
dificultades para desarrollar sus propios lineamientos y regulaciones con el fin de manejarse en
manera autónoma y constructiva. Para estos propósitos, suele ser más efectivo que madres y
padres puedan transmitir formulaciones del tipo: “Es importante que te encuentres con tu amiga
de las redes sociales en un lugar público y que me avises acerca de vuestra localización. Este tipo
de medidas aumentan la seguridad de los encuentros con personas con quien aún estás poco
familiarizada”. Así mismo, es importante que las figuras parentales puedan acompañar estos
pedidos y explicaciones con la administración de consecuencias lógicas una vez que el
comportamiento requerido ha ocurrido, como en el ejemplo: “Qué bueno que has decidido
encontrarte en un lugar público. Esto me deja más tranquila y me permite dejarte salir la próxima
semana”. De acuerdo a la literatura especializada, la provisión de explicaciones útiles sobre las
consecuencias potencialmente dañinas del comportamiento poco responsable y de las
consecuencias positivas en relación a los comportamientos constructivos permite a los jóvenes
una toma de contacto más plena con los potenciales resultados de sus conductas, así como la
futura generalización de modalidades de seguimiento tracking útiles para la autopreservación y
la consideración de las imprescindibles normativas convivenciales.
En este sentido, se entiende que los ambientes seguros, en los que se practica una crianza
caracterizada por el soporte afectivo y el ejercicio autoritativo de la parentalidad, tienden a
favorecer, por parte de las niñas y los niños, la toma de contacto fluida con sus preferencias
personales, sus proto-valores y finalmente, en los albores de la adolescencia, con aquellos
valores que orientarán en manera autónoma sus subsiguientes repertorios vitales (Wittingham y
Coyne, 2019).
Buena parte de la información pertinente a los factores señalados en este apartado tiende a
completarse en manera gradual, a medida que se suscitan avances en el proceso terapéutico. Será
entonces necesario un margen de flexibilidad profesional para formular hipótesis respecto a los
datos ausentes, provisorios y/o insuficientemente clarificados, abiertas a ser refutadas o
ratificadas a la par que se desarrolla el tratamiento.
De manera similar, otra competencia de importancia es el cultivo de la parsimonia en la
búsqueda y organización de la información adecuada. El objetivo de una conceptualización del
caso no radica en el relevamiento excesivamente detallista o innecesariamente exhaustivo, sino
en identificar aquellas variables de alto impacto que podrían incidir en las modalidades de
relación con las experiencias psicológicas, de seguimiento de las regulaciones verbales y de toma
de contacto con los estímulos presentes en los contextos de experiencia.
Un recuerdo de los inicios de nuestra formación profesional podría ser ilustrativo al respecto.
En una ocasión, en el contexto de uno de los primeros grupos de supervisión en los que habíamos
participado, una colega particularmente meticulosa presentó un caso clínico: este se centraba en
un niño de 6 años con un repertorio de conductas desafiantes, situado en un entorno familiar
caracterizado por el alto conflicto crónico entre los adultos.
Con propósitos expositivos, mi compañera dibujó en la pizarra un genograma –es decir, una
esquematización gráfica de los vínculos entre los integrantes de una familia– incorporando
información detallada correspondiente a tres generaciones de adultos provenientes de la línea
materna y paterna, los sucesos más importantes atravesados por el grupo humano, que incluían
una migración desde Europa a Latinoamérica a mediados del siglo XX y pequeños carteles que
señalaban la posible transmisión de mandatos y costumbres a través de semejante enredadera
genealógica cuya configuración, al entender de mi colega, les impedía a la madre y al padre el
ejercicio efectivo de la autoridad.
Al ver esa pizarra llena de cuadraditos, flechas y carteles, recuerdo haber pensado “¡Oh por
dios! Ese esquema familiar está lleno de manchas y viruela, ¡no se entiende nada de nada!”.
Atenta a la perplejidad expresada por la mayoría de los integrantes del grupo, la supervisora
consultó con delicadeza a la presentadora “¿Y si empezamos de nuevo?”, invitándole a borrar la
pizarra. Acto seguido, a partir de preguntas orientadas a desarrollar un primer esbozo organizado
de formulación clínica, del tipo: “¿Cuáles son las conductas más problemáticas que presenta el
niño?”; “¿Quiénes conviven con él la mayor parte del tiempo?”; “¿Qué familiares tienen más
incidencia en su educación y cuidado?”; “¿Cuáles son las reacciones más usuales de los adultos
ante las conductas problemáticas del niño?”; “¿Comparten los adultos alguna explicación sobre
el origen y/o la posible utilidad de estas modalidades de resolución de conflictos?”, fue
desarrollando una nueva esquematización en la que se resaltaba que la abuela del niño y la madre
conviven la mayor parte del día con el consultante joven, que ambas muestran intensos
desacuerdos sobre los estilos de crianza, que de acuerdo a reiteradas afirmaciones de la madre
parecía evidenciarse un posible seguimiento de regulaciones verbales del tipo “si no demuestras
que eres fuerte, un niño no te tomará en serio” y que el uso de castigos más o menos continuo era
el patrón típico que se implementaba para intentar controlar, con pocos resultados, los berrinches
y la desobediencia infantil.
Al ver una satisfactoria mezcla de sorpresa y entusiasmo cuando tomamos contacto con esta
versión más clara de la formulación clínica, la supervisora exclamó “¡Menos es más, querido
equipo! Nunca olviden que, en numerosas situaciones complejas, ¡al formular el caso suele ser
útil considerar que menos es más!”.
Y es quizás a partir de una saludable dosis de pragmatismo, similar a la de mi antigua
supervisora, que podemos abordar desde una mirada contextual, al análisis funcional como el
corazón mismo de la formulación clínica con niñas, niños y familias (Coyne, McHugh y
Martinez, 2011; Backen Jones et al., 2016).
Desde una perspectiva contextual, aun considerando las variables generales que inciden en los
motivos de consulta de niñas, niños y familias, el análisis funcional de las conductas constituye
el corazón mismo de la formulación clínica. Así mismo, en lo específico del marco ACT cumple
dos funciones complementarias.
Por una parte, es una herramienta esencial para la recopilación de información acerca de los
comportamientos que constituyen el objetivo de la intervención, su organización descriptiva y
explicativa (Wittingham y Coyne, 2019).
Por la otra, tal como señalamos en el primer capítulo del presente libro, el análisis funcional
oficia como una estrategia central de intervención, a la que regresaremos recurrentemente en el
transcurso del tratamiento, con el objetivo de revisar junto a los consultantes la relación entre las
clases funcionales de conductas que determinan los motivos de consulta y sus consecuencias
problemáticas (Törneke, Luciano, Barnes-Holmes y Bond, 2016).
En este apartado focalizaremos en el cometido inicial de facilitar al profesional la recopilación
de datos, la organización de las variables que contextualizan las problemáticas, la explicación del
funcionamiento de los repertorios conductuales problemáticos y finalmente el desarrollo de un
primer delineamiento de las posibles estrategias de intervención.
A estos fines podemos identificar, en primera medida, una serie de elementos fundamentales
al análisis funcional de las conductas (Ramnerö y Törneke, 2008).
Dado que los patrones determinantes de los motivos de consulta suelen involucrar tanto a una
gama de conductas explícitas, como a una variedad de repertorios relacionales, un modelo simple
de tres términos que describa los eventos públicos y privados a evaluar, sus antecedentes y
consecuencias, como por ejemplo el conocido “ABC”, podría ser de suma utilidad.
Ahora bien, desde la óptica del contextualismo funcional, tanto las acciones explícitas como
los pensamientos, emociones y sensaciones se conceptualizan como conductas. Y así mismo,
tanto los eventos públicos como los privados forman parte de un contexto en función del cual
podrían desarrollarse diversos repertorios.
En este sentido, la distinción de los eventos conductuales que constituyen nuestro objeto de
estudio y de los antecedentes y consecuencias que determinan su funcionamiento son definidos
pragmáticamente, de acuerdo con el patrón de aprendizaje que se apunta a analizar. Por ejemplo,
es habitual que en ACT se identifiquen ciertas experiencias privadas dolorosas operando a la
manera de estímulos evocadores de repertorios gobernados por la evitación experiencial y el
consecuente alivio pasajero del malestar psicológico.
Podemos ejemplificar lo antedicho en base al motivo de consulta presentado por Antonia (11
años), quien manifiesta dificultades en relación a la ansiedad, suscitadas ante las evaluaciones
escolares escritas, asociadas a pensamientos como “me va a ir mal” o “¡no entiendo nada!”,
pensamientos que la consultante joven intenta controlar en base a conductas de chequeo, revisión
excesiva y aun, en las situaciones más críticas, solicitando a sus padres autorización para
ausentarse al examen escolar.
A partir de las primeras entrevistas con las figuras parentales y la joven consultante, se
evidencia un alto nivel de autoexigencia por parte de la niña. Cuando se le pregunta a Antonia
por qué sería tan malo equivocarse y/o tener calificaciones levemente más bajas en las pruebas
escritas, la joven responde: “Es que, si me equivoco, voy a fracasar en la escuela”.
Sucesivos análisis funcionales parecen dar cuenta de que recurrentes reportes de este tipo
parecerían evidenciar posibles seguimientos tracking promotores de la evitación de los
pensamientos dolorosos relacionados con la posibilidad de equivocarse o responder
incorrectamente. Dichos eventos privados, a su vez, se asocian a importantes montos de ansiedad
que, en palabras de la niña: “no me dejan pensar y me hacen olvidar todo lo que estudié”.
Es en ese punto que Antonia recurre, usualmente, al pedido de asistencia excesiva a la
maestra, al chequeo repetido de la corrección de sus respuestas y, ante situaciones de examen
particularmente atemorizantes, al pedido hacia sus padres de poder ausentarse al colegio.
A medida que se repite el análisis de este tipo de situaciones, la niña reconoce que estas
formas de evitación, a pesar de tranquilizarla en el corto plazo, favorecen la fusión con aspectos
del yo conceptualizado como “soy insegura y nerviosa” y/o “no puedo hacer las cosas sola”, tal
como se ilustra en el esquema a continuación.
Una particularidad de la clínica con jóvenes es que, dada la dependencia socio afectiva de
niñas y niños, en la configuración de los patrones problemáticos pueden adquirir especial
importancia aquellos repertorios conductuales de los padres y maestros que tienden a reforzar los
comportamientos infantiles poco constructivos.
Ante estas circunstancias, la formulación clínica debería incluir en el análisis funcional a
aquellos comportamientos de los adultos responsables que pudiesen incidir en el desarrollo y la
manutención de las dificultades.
De este modo, en el contexto más amplio de nuestra formulación integral podemos ubicar las
variables disposicionales y las operaciones motivadoras (de establecimiento y/o abolición) que
pudiesen incidir en la configuración contextual del motivo de consulta, en la disposición de la
niña para la toma de contacto con los estímulos del entorno y en el valor aversivo o apetitivo de
las contingencias conductuales.
Siguiendo con el ejemplo de Antonia, ya en las primeras entrevistas a padres y docentes se
hace evidente la tendencia de los cuidadores adultos a responder solícitos a las preguntas,
chequeos y aun a los pedidos de ausentarse a los exámenes por parte de la niña. Dichos
repertorios, integrados al contexto de la formulación clínica, parecen funcionar como
contingencias de refuerzo de los patrones de evitación en las situaciones de evaluación escolar.
Así mismo, a medida que la profesional tratante completa la historia evolutiva de la
consultante joven, llaman la atención ciertas dificultades estables en relación con el desarrollo de
la lecto-escritura, que han conducido desde segundo grado al diagnóstico de dislexia y otras
relativas a la organización y a la atención sostenida en tareas rutinarias o aburridas desde el
prescolar.
La cronicidad y generalidad registradas en relación a estas problemáticas conducen a la
terapeuta a la toma de cuestionarios SNAP-IV a padres y maestros, cuyos reportes parecen
sustentar la presunción de dificultades relativas al funcionamiento ejecutivo.
Subsiguientes evaluaciones neurocognitivas han podido ratificar las hipótesis concernientes a
un déficit de atención comórbido a las dificultades en la relación con la ansiedad por parte de la
joven, configurando un contexto favorecedor para la provisión de la asistencia y el reaseguro de
los adultos, tal como se ilustra en el esquema subsiguiente.
Al progresar en la formulación del motivo de consulta presentado por Antonia, se hizo posible
la delimitación de una estrategia de tratamiento adecuada a las necesidades de la niña. En este
sentido, el dispositivo de intervención ha debido integrar la interconsulta con una psiquiatra
infanto juvenil y un psicopedagogo, sumada a una programación detallada de la asistencia
docente a ser brindada en las evaluaciones que, con el avance del recorrido terapéutico, pudo
reducirse en manera gradual.
Estas modificaciones en el contexto del motivo de consulta pudieron dar lugar a un efectivo
trabajo terapéutico, a partir del cual Antonia pudo tomar contacto una y otra vez con las
consecuencias restrictivas de sus repertorios evitativos, desarrollar clases funcionales más
flexibles orientadas a la toma de perspectiva de sus eventos privados dolorosos y acciones
comprometidas guiadas por cualidades valiosas como “sentirme segura”.
Como puede observarse a partir del extracto clínico precedente, en la medida que los
terapeutas observamos un funcionamiento análogo en una gama diversa de topografías
conductuales, podemos identificar las clases funcionales de conductas que constituyen el foco de
nuestra intervención.
En este sentido, una formulación integral basada en el análisis funcional dará lugar al
desarrollo de la predicción y el control probabilístico de las conductas problemáticas junto a los
consultantes y, complementariamente, la elucidación de las variables generales que
contextualizan en manera más amplia al motivo de consulta posibilitarán el ajuste de la
intensidad del dispositivo, la identificación de posibles necesidades de intervención
interdisciplinaria y la delimitación de expectativas adecuadas para el recorrido terapéutico.
Llegados a este punto, en el que hemos procurado compartir estrategias integrales orientadas a
la evaluación y la organización de la información clínica, podemos abocarnos a revisar en
manera conjunta, los procedimientos de intervención terapéutica junto a los adultos responsables
y a las niñas y los niños que consultan en los capítulos subsiguientes.
2 Al referirnos a modalidades de encaje en relación con el contexto, consideramos junto a los autores referenciados la variación,
selección y retención de particulares dinámicas de los procesos psicológicos en función de los entornos biológicos, históricos,
sociales y culturales con los que las personas interactúan.
CAPÍTULO 3
El trabajo con las figuras parentales desde la perspectiva ACT3
Una robusta cantidad de literatura con base en la evidencia describe la injerencia de factores
contextuales en el desarrollo y mantenimiento de los motivos de consulta más frecuentes en la
clínica infanto juvenil. Sin embargo, la importancia del análisis funcional (Skinner, 1953) parece
haber sido subestimada en la terapia cognitivo comportamental tradicional e inclusive en manera
sorprendente en los protocolos de tratamiento que abordan problemáticas concernientes a las
interacciones entre los niños, los adolescentes y sus familias.
Tal como señalan Hopko y Hopko (1999), los tratamientos basados en la evidencia aportaron
avances notables en la diseminación de herramientas terapéuticas eficaces, pero debido a la falta
de sensibilidad ideográfica respecto a los factores contextuales que inciden en los motivos de
consulta muchos consultantes no se ven beneficiados por los mismos. De acuerdo a los autores,
recuperar la integración del análisis funcional en la práctica psicoterapéutica incrementa la
efectividad de los procedimientos.
Por ejemplo, los programas de entrenamiento a padres para la gestión de las conductas
disruptivas de los niños se organizan a partir de una sucesión de etapas estandarizadas que
contemplan la mejoría de las relaciones familiares y la aplicación de contingencias conductuales.
Sin embargo, si no se integra el análisis funcional, muchas veces la efectividad de los
procedimientos puede verse afectada: el niño no necesariamente responde a determinada
alabanza o a la otorgación de un privilegio.
Considerando los antecedentes, la conducta específica y las consecuencias activas en el
ambiente podemos entender la función del comportamiento del niño en relación al contexto y
realizar intervenciones adecuadas para favorecer el desarrollo de alternativas flexibles.
Podemos ejemplificar de esta manera: un padre argumenta al terapeuta que la promesa de
mayor tiempo de uso de la computadora no resultó eficaz para que un niño estudie. Un análisis
funcional podría clarificar que la consecuencia prometida por el padre no necesariamente ha
funcionado como un reforzador para el niño. O más aún: que la conducta de discutir con el niño,
inmediatamente después de su negativa a estudiar, podría operar como un reforzador del
oposicionismo que interfiriera con la función de la consecuencia prometida “tiempo de uso de la
computadora”.
En suma, “sólo podemos saber si una consecuencia es efectivamente reforzante por sus
resultados” (Törneke, 2010). Y es en este punto que la revalorización del análisis funcional,
desarrollada por los modelos terapéuticos de tercera generación, ha aumentado la precisión de
nuestras evaluaciones y la efectividad de nuestras intervenciones.
Así mismo, a partir de los aportes de RFT podemos incorporar al análisis conductual clases
funcionales de conductas que se generalizan en contextos diversos, en manera relativamente
independiente a las contingencias naturales. Skinner (1957) los definió como comportamientos
gobernados por reglas. Hayes, Barnes-Holmes y Roche (2001) analizaron el desarrollo y el
funcionamiento de las reglas verbales en base a la capacidad del ser humano de relacionar y
transformar arbitrariamente los estímulos. Dicho en otras palabras, las regulaciones lingüísticas
tienden a transformar las funciones de los estímulos del ambiente para que operen, más allá de
sus propiedades físicas y en manera arbitraria, como antecedentes de las conductas.
Podemos ilustrar estas formas de gobierno suscitadas en la relación de los seres humanos con
los diferentes tipos de estímulos presentes en los contextos de experiencia con una anécdota
extraída de los ricos movimientos socio-culturales del siglo XX.
A mediados de los años 30, el poder ejecutivo estadounidense evalúa estrategias para difundir
una apertura de la población general hacia la alimentación saludable. Una de las problemáticas
más notables por aquel entonces era la renuencia de los niños a incluir verduras en su dieta.
Particularmente, la espinaca, dada su característica textura fibrosa y su color verde intenso era
una excelente candidata a funcionar, cuando se hacía presente en la mesa, a la manera de un
estímulo discriminativo capaz de evocar todo tipo de sensaciones desagradables y conductas de
rechazo en los pequeños (¡guácala!).
Es entonces que la Agencia para la Promoción de la Salud Norteamericana llegó a un acuerdo
con el animador Max Fletcher para aprovechar el hecho de que su célebre personaje Popeye solía
adquirir fuerza sobrehumana ante la ingesta de la presentación enlatada de la susodicha herbácea.
De acuerdo a gran cantidad de registros históricos, la propaganda pareció dar resultado y
numerosos jóvenes de la época, a pesar de seguir identificando al vegetal como una comida poco
apetecible, parecieron demostrar mayor disposición a su ingesta a partir del hipotético
seguimiento tracking “si comes tus espinacas, crecerás y serás fuerte como Popeye”. En este
sentido, dicha forma de regulación verbal parece haber sido capaz de operar como antecedente a
las conductas de ingesta, alterando la función discriminativa de los estímulos a partir de una
relación causal arbitraria y, por supuesto, al valor apetitivo adjudicado a la susodicha verdura,
artificialmente ennoblecida a partir de un notable ejercicio de retórica publicitaria.
Siguiendo este criterio Coyne y Cairns (2016) argumentan que integrar las conductas verbales
de los padres al análisis funcional permite entender la incidencia del seguimiento de reglas en los
comportamientos disruptivos de los niños e inclusive predecir probabilísticamente el desarrollo
de regulaciones verbales destructivas. Revisando la conceptualización tradicional de los patrones
familiares coercitivos (Patterson, 1982), los autores consideran que las derivadas relacionales
arbitrarias interactúan con los patrones de aprendizaje directos4.
Coyne y Cairns (2016) señalan la importancia de analizar en relación a qué tipo de marcos
lingüísticos los padres emiten una orden: anticipando un reforzador o un castigo. “Si no estudias,
no hay computadora” es un comando basado en la anticipación de un castigo. “Si estudias una
hora, podrás ganar tu tiempo de computadora” anticipa un reforzador y por lo tanto posibilita el
moldeamiento de nuevos repertorios conductuales.
Así mismo, la eficacia de las consecuencias podría depender no sólo de las propiedades físicas
de los estímulos (su proximidad temporal, su valor apetitivo directo), sino también de las
relaciones arbitrarias de comparación que el niño establece entre los reforzadores. Siguiendo con
el ejemplo anterior, si un niño desarrolla la relación “que mi padre me preste atención cuando
discuto es más importante que obtener el tiempo de computadora”, probablemente el reforzador
prometido por el padre no tendrá la función esperada.
En esta línea de razonamiento, si los padres organizan la disciplina promoviendo en exceso el
seguimiento pliance y en especial en base a la anticipación de castigos, probablemente se genere
dependencia de la aprobación social y se corra el riesgo de insensibilizar al niño respecto a las
contingencias directas del entorno cuando la amenaza de castigo no esté presente.
Desde esta perspectiva los autores señalan la posibilidad de que, al no tomar en cuenta el
historial de seguimiento de las regulaciones lingüísticas en una familia, la aplicación de un
programa de reforzamiento pudiese no tener los resultados esperados o que inclusive pudiese dar
lugar a efectos paradojales o contraproducentes (Coyne, McHugh y Martinez, 2011).
Distinción Yo como contexto-Yo conceptual
Desde la óptica del contextualismo funcional, el YO es entendido como una serie de conductas
verbales bajo el control de estímulos, dirigidas a referir a la propia persona, sus acciones y
motivaciones (Kohlenberg y Tsai, 1991). En el marco de la Terapia de Aceptación y
Compromiso, la percepción de la propia identidad se suscita en la interacción entre tres modos en
que los seres humanos desarrollamos la conciencia de nosotros mismos (Törneke, 2010).
-El yo como contexto, que refiere a nuestra perspectiva como observadores, continua y estable
a través del desarrollo vital. Basándonos en la Teoría de los Marcos Relacionales podemos
entenderlo como la perspectiva personal, implícita en cada repertorio verbal. En la Terapia de
Aceptación y Compromiso se favorece la toma de contacto, a partir de intercambios reflexivos,
metáforas y ejercicios, con este sentido del SÍ MISMO trascendente a los contenidos y
variaciones de la experiencia.
-El yo como proceso, que refiere a la toma de contacto, en el aquí y ahora, con cada
interacción con los eventos privados y los acontecimientos del entorno. Es decir, cada recuerdo,
cada pensamiento, emoción y sensación corporal ocurriendo en el propio tiempo y espacio en
que lo percibimos. La Terapia de Aceptación y Compromiso, y los ejercicios de meditación con
conciencia plena, ejercitan esta modalidad de atención flexible para facilitar el contacto con el
fluir y el cambio constante de las experiencias psicológicas (Hayes, Strosahl y Wilson, 1999).
-El yo conceptual, constituido por la narrativa histórica de nuestra propia identidad, la
coherencia y el propósito de la misma. Se integra a partir de relaciones y transformaciones que
dan lugar a juicios, atribuciones, explicaciones y valoraciones. A la par que nos permiten
organizar y dotar de continuidad y coherencia a nuestra experiencia, el carácter relativamente
estable de los marcos relacionales que lo constituyen, tiene como contratara la rigidez que tiende
a insensibilizar al ser humano respecto a la experiencia presente (Törneke, 2010).
El “ser padres” es un aspecto importante de este yo conceptual. La identidad parental está
determinada por una coherencia narrativa e histórica, una serie de valoraciones y juicios y un
sentido de propósito que organizan la crianza.
Pero la parentalidad tiene un importante margen para el azar, las circunstancias críticas y el
estrés (Backen Jones et al., 2016). La interacción con un hijo es una de las vivencias más
maravillosas para el ser humano, pero es a su vez una de las más contradictorias y desafiantes.
La niña o niño que nos idolatra como modelo, que depende de nuestro afecto y nutrición para su
subsistencia puede a la vez desafiarnos, escalar emocionalmente en la interacción e incluso
reaccionar de manera agresiva. Aún más, es esperable que en la adolescencia, en la búsqueda de
una identidad autónoma y en la interacción con otros contextos de influencia, cierta sana
rebeldía, desafío y contradicción con los valores, expectativas y demás marcos regulatorios
familiares, se genere la inevitable y necesaria tensión intergeneracional (Bertolino, 2006; Carr,
2007; Turrell y Bell, 2016).
Todos estos aspectos son lo suficientemente críticos para la parentalidad en el llamado
desarrollo típico y esperable. Cuando se suscita la emergencia de un desorden psicológico
complejo en la crianza, la probabilidad de fusión con las experiencias privadas dolorosas se
multiplica exponencialmente (Hayes y Greco, 2008).
El aspecto riesgoso del yo conceptual es que conduce a una sobresimplificación de la
experiencia, tendiendo a favorecer la adjudicación de juicios y valoraciones sobre nosotros
mismos y nuestras relaciones, interfiriendo con la autocompasión y la empatía. La toma de
perspectiva a partir del yo como contexto permite a los padres moderar la injerencia de las
regulaciones verbales rígidas en sus respuestas, favorece el contacto más directo con las
consecuencias directas provistas por el entorno y la observación de la situación conflictiva desde
la perspectiva del niño (Backen Jones et al., 2016).
Podemos destacar tres grupos de operatorias orientadas a favorecer la toma de contacto con el
YO como Contexto en ACT:
-Desarrollo de marcos relacionales útiles en la conversación terapéutica: Villatte, Villatte y
Hayes (2015) describen a la conversación terapéutica orientada por la Teoría de los Marcos
Relacionales como predominantemente basada en el desarrollo de preguntas guiadas por la
curiosidad genuina y la aceptación incondicional por parte del terapeuta. Dichos intercambios
favorecen el desarrollo de marcos relacionales más útiles que aquellos que rigidizan las acciones
de los consultantes, promoviendo repertorios verbales sensibles al contexto y dotados de
coherencia funcional.
Frecuentemente los motivos de consulta se determinan en parte por reglas configuradas a
partir de la coherencia social (es decir por lo que el contexto social refuerza o valora como
aceptable) y/o por la coherencia esencial (es decir por las conductas lingüísticas que el
consultante concibe como verdades ontológicas debido a su consistencia con los marcos
relacionales con las que se vinculan). Los autores destacan la imposibilidad de “desaprender”
conductas lingüísticas previas, enfatizando el desarrollo terapéutico de alternativas más flexibles
y sensibles a la experiencia directa. Esta flexibilización favorece una distinción entre las
historias, razones, valoraciones y juicios que constituyen los contenidos del yo, respecto a un yo
como contexto capaz de posibilitar repertorios coherentes con aquello que importa y que
funciona en un contexto determinado.
A estos fines es habitual la promoción de las siguientes relaciones lingüísticas en la
conversación terapéutica:
Causa y efecto: favorecen el desarrollo de regulaciones verbales definidas en manera más
aplicable y completa en relación a sus antecedentes y posibles consecuencias: “¿si siguieras
utilizando solamente el castigo para calmar a tu hija/o, cómo piensas que reaccionaría dentro de
un año?”.
Oposición: pueden facilitar, por ejemplo, la distinción entre los repertorios orientados por la
evitación del malestar inmediato y/o el seguimiento rígido socialmente coherente respecto de las
acciones orientadas por valores y metas elegidas para la crianza: “¿esta conducta te acerca o te
aleja de lo que deseas para tu hija/o?”, “¿esta reacción te sirve para aliviar tu malestar o para
dirigirte hacia lo que te importa?”.
Deícticos: favorecen la toma de perspectiva, por una parte señalando que las regulaciones
verbales llevadas a cabo constituyen una posibilidad entre tantas y por otra favoreciendo el
desarrollo de regulaciones verbales más útiles a partir de perspectivas flexibles: “¿quién está
observando esto que me cuentas?”, “¿si tu mejor amigo observase tu reacción ante el berrinche
de tu hijo, qué te diría?”,“¿si viajaras al futuro, qué manera de enfrentar esta reacción de tu hijo
en el presente te recomendarías a ti mismo?”.
Jerárquicos: pueden facilitar el desarrollo de categorías útiles para favorecer la toma de
perspectiva, orientar la toma de decisiones y/o la puesta en práctica de accionares dirigidos por
cualidades valiosas: “¿es esta otra ficha en la partida de tus pensamientos?”, “¿es este otro de tus
anzuelos?”, “¿se tratan estas reacciones de conductas que te llevan a lo que deseas para tu hijo?”.
En suma, desde esta propuesta, el objetivo del diálogo terapéutico con los cuidadores es el
desarrollo de relaciones y transformaciones entre estímulos, más útiles para enriquecer el vínculo
entre padres e hijos y para favorecer una flexibilización del repertorio de habilidades parentales
en manera coherente y sensible respecto al contexto.
- Metáforas y ejercicios experienciales: los enmarcados analógicos tienden a superar las
paradojas inherentes al lenguaje y a favorecer el seguimiento flexible de las regulaciones
verbales debido, por una parte, a la promoción de márgenes amplios para la interpretación y, por
otra, a la facilitación del contacto con la experiencia directa por parte de los consultantes (Villate,
Villatte y Hayes, 2015; Törneke, 2017).
Tal como señalan Hayes, Strosahl y Wilson (1999), la oposición entre el yo-contexto y el yo-
contenido es una distinción que trasciende lo meramente intelectual y que ha de ser ejercitada
continuamente en terapia. Diversas metáforas y ejercicios experienciales son de suma utilidad
para promover dicho proceso. Por ejemplo, “Las piezas de ajedrez y el tablero” establece
relaciones entre las piezas de ajedrez y los pensamientos y emociones en continua lucha, con
participaciones y movimientos cambiantes. Algunas salen de la partida. Otras siguen en juego. El
Yo que observa y experimenta a lo largo de la vida es el tablero-contexto de múltiples partidas.
Las piezas y los movimientos, es decir los contenidos, pueden cambiar y ser específicos a cada
situación. El tablero-contexto, es decir la persona, es aquello constante, diferenciado y que
trasciende los pensamientos y emociones que experimenta.
En el ejercicio “Saca tu mente a caminar” se le solicita al consultante que recorra el
consultorio realizando diversas acciones guiado por su curiosidad y sus decisiones personales. Se
le advierte que el propio terapeuta lo va a seguir y le va a hablar al oído. Se lo invita a que, a
pesar de oír al terapeuta, no intente evitar, luchar o controlar su voz, sino que siga recorriendo e
investigando los lugares que desea más allá de las prohibiciones, temores o predicciones
negativas que el terapeuta expresa durante la actividad. A posteriori se traza una analogía entre,
por una parte, el recorrido preferido por el consultante y su yo que experimenta. Por otra parte,
entre los dichos del terapeuta y los eventos privados respecto a los cuales el paciente puede
establecer distancia en su vida cotidiana.
- Meditación con conciencia plena (mindfulness) y defusión: en sintonía con otros modelos
conductuales de tercera generación, se evita la discusión y regulación de las experiencias
privadas para favorecer procesos de observación distanciada y toma de perspectiva (Hayes y
Greco, 2008).
El mindfulness consiste en una serie de prácticas de meditación en las que se desarrollan la
atención, observación y descripción respecto a los eventos privados, despojándose de juicios y
valoraciones (Kabat-Zinn, 1991).
La palabra defusión es un neologismo creado por Hayes, Strosahl y Wilson (1999) para
nominar una serie de habilidades orientadas a reducir la potencia del lenguaje en la regulación de
las conductas. Al implementarlas la persona tiende a observar los eventos privados que generan
malestar en manera reificada y en un contexto no amenazante, como por ejemplo que el
pensamiento atemorizante lo esté diciendo un personaje infantil. Asociados al mismo principio
de desliteralización, se promueven ejercicios en los que la palabra principal que integra
determinado pensamiento doloroso se repite constantemente o en manera deformada.
El objetivo de estas prácticas es, por una parte, ejercitar la distinción entre la persona y sus
pensamientos, y, por otra, favorecer procesos de observación distanciada de las derivadas
relacionales que nos afectan, en pos de alternar progresivamente la reacción directa a las mismas
por decisiones responsables y cursos de acción guiados a partir de cualidades valiosas.
Es por eso que diversas formas de parentalidad consciente o mindful parenting están
demostrando progresivamente su utilidad, ya sea como componente eficaz en los tratamientos de
diversas problemáticas infanto juveniles, como formas de moderar el impacto psicológico en los
padres respecto a múltiples dificultades posibles en la crianza o como herramientas generales
para la prevención y la promoción de una parentalidad flexible (Hayes y Greco, 2008; Mandil y
Borgialli, 2010; Backen Jones et al., 2016).
Estas prácticas de toma de perspectiva permiten ejercitar una y otra vez la distinción entre el
ir-siendo-padres como participantes con conciencia plena de la experiencia y el yo conceptual
parental, replicado una y otra vez a partir de comportamientos gobernados por reglas. Aceptar al
joven y cada evento de la crianza tal como es, más allá de las expectativas, preconceptos y
valoraciones es el desafío cuya superación favorece esta distinción práctica y experiencial. Y,
naturalmente, a medida que se ejercitan estas competencias psicológicas pueden desarrollarse
nuevas posibilidades para el accionar flexible y útil respecto a contextos problemáticos (Coyne,
2009).
Los valores son las cualidades que deseamos que tengan nuestras acciones. Constituyen la
dirección para el desarrollo personal que elegimos y esta orientación opera como guía de las
conductas. La acción comprometida es el proceso de llevar a cabo los comportamientos guiados
por valores, aceptando los eventos privados dolorosos en pos de “hacer lo que importa” (Polk y
Schoendorff, 2014).
Frecuentemente los motivos de consulta tienen un largo historial de desarrollo y podría llevar
un tiempo antes de que los cambios en los comportamientos de los padres impacten en las
conductas de los hijos. Debido a que las consecuencias de los repertorios parentales alternativos
no siempre son reforzantes a corto plazo, asistir a los adultos significativos en la elucidación de
los valores a partir de los cuales desean orientar la crianza suele ser productivo (Coyne, 2009).
Con el tiempo las acciones comprometidas reguladas verbalmente tenderán a ser reforzadas por
las consecuencias directas provistas por el contexto, tales como la mejoría de los motivos de
consulta, el incremento de la alegría compartida y una mayor armonía en el vínculo (Backen
Jones et al., 2016).
Una modificación de los tradicionales ejercicios de elucidación de valores (Hayes, Strosahl y
Wilson, 1999), orientada específicamente al trabajo con figuras parentales es la siguiente:
“Imagina que es tu cumpleaños número XX y que tu/s hijo/s, contando ya con aproximadamente
21 años de edad, dice/n tres o cuatro cualidades tuyas como padre/madre que te llenan de
orgullo. Su/s palabras coinciden con las cualidades del tipo de madre/padre que quisiste lograr
ser. ¿Qué cosas dice/n de ti tus hijo/s en esa fiesta de cumpleaños futura?”.
Así mismo, preguntas orientadas a favorecer el desarrollo de la perspectiva personal, espacial
y/o temporal, podrían ser de utilidad para operacionalizar los valores en metas y conductas: “En
un mundo en el que fuera posible que eligieras qué tipo de vida tendría tu hijo. ¿Qué tipo de vida
elegirías para él? ¿Y si pudieses ser espectadora de esa vida, qué verías?” (Coyne y Cairns,
2016).
“Imagínate que viajas en una máquina del tiempo seis meses en el futuro. Las dificultades con
tu hijo/a han mejorado. Estás en tu hogar, dentro de seis meses. Mira a tu alrededor. ¿Qué cosas
ves? ¿Qué cosas escuchas? ¿Qué están haciendo tus hijos? ¿Qué están haciendo Uds.? Ahora
imagina que viajas en la máquina del tiempo hacia el día de mañana a la mañana. Te levantas de
la cama y eliges una conducta concreta, en relación a tu hijo/a, que podría colaborar con el
resultado que buscas. ¿Qué conducta decides llevar a cabo?”.
El trabajo con los valores de las figuras parentales favorece la aceptación de las situaciones
problemáticas y los eventos privados dolorosos. Así mismo, asisten al desarrollo de augmentals
y trackings efectivos que, al funcionar como antecedentes verbales de las respuestas parentales,
tienen el potencial de flexibilizar las conductas y mantener a largo plazo los cambios (Backen
Jones et al., 2016).
Tal como señalamos con anterioridad, los principios de la orientación a padres para la gestión de
las conductas problemáticas en niñas y niños se sustentan en importante evidencia empírica y se
incorporan como componentes activos en el abordaje de problemáticas relacionadas con las
conductas disruptivas (Barkley, 2014), la ansiedad (Barrett, 1999) y el estado del ánimo (Stark et
al., 2011). De acuerdo al consenso mayoritario de expertos en el área, esto se debe a que los
repertorios conductuales, cognitivos y emocionales de los consultantes en edad escolar se
encuentran aún en formación, dependiendo en manera importante para su desarrollo y
manutención de variables que operan en los contextos de referencia, como el nivel de estrés y
conflicto en el entorno, el desarrollo del soporte afectivo adecuado, la disposición de
contingencias conductuales efectivas y la promoción de regulaciones verbales útiles por parte de
los adultos significativos (Wittingham, 2015; Wittingham y Coyne, 2019). Muchos de los
procedimientos reseñados en este apartado constituyen aspectos comunes a diversos protocolos
de intervención y cuentan con evidencia importante para su implementación a la manera de
módulos articulados en programas flexibles de tratamiento (Chorpita y Weisz, 2009). Si bien una
descripción exhaustiva de los mismos excedería a los fines del presente capítulo y podría ser
referenciada con mayor profundidad en otros espacios, es nuestro propósito destacar en las líneas
subsiguientes ciertos principios activos centrales a este tipo de procedimientos y sus modos de
articulación en un recorrido terapéutico ACT5.
Comunicación efectiva
Si bien el contacto abierto y la toma de perspectiva respecto a los eventos privados dolorosos
constituyen componentes centrales para el marco ACT, en los últimos años diversas aplicaciones
del modelo han promovido el desarrollo de estos procedimientos a partir del intercambio con
otros abordajes de tercera generación como las prácticas formales de mindfulness y la Terapia
Basada en la Compasión (Tirch, Schoendorff y Silverstein, 2014; Luoma y LeJeune, 2020). Dada
la frecuente exposición de las figuras parentales a estresores diversos, situaciones conflictivas, al
desgaste emocional y la sobre-exigencia, una multiplicidad de procedimientos orientados al
cambio de la relación de los adultos con las barreras cognitivas y emocionales para una crianza
efectiva pueden ser necesarios (Coyne, McHug y Martinez, 2011). Con este propósito
destacaremos a continuación ciertos aportes cruciales del mindful parenting y de la Terapia
Basada en la Compasión, dirigidos al desarrollo de la flexibilidad psicológica en los padres,
docentes y cuidadores de aquellos jóvenes que consultan.
Prácticas de mindful parenting
Compasión y autocuidado
En numerosas ocasiones las figuras parentales tienden a atascarse en los callejones sin salida de
la culpabilización, la sobreexigencia y la autocrítica. Gilbert (2015) desarrolla la Terapia Basada
en la Compasión con el objetivo de flexibilizar especialmente estos aspectos, en los casos en que
impactan considerablemente el funcionamiento de los consultantes. De acuerdo al autor, la
compasión consiste en la disposición a tomar contacto con el sufrimiento propio y/o del prójimo
y a llevar adelante acciones orientadas a aliviarlo. Desde esta perspectiva es importante
reconocer las emociones y pensamientos dolorosos asociados a estos estados. En este sentido se
destacan no sólo las formas lingüísticas de los eventos cognitivos, sino también la tonalidad
emocional de los mismos. Es decir, un pensamiento en apariencia “equilibrado” podría impactar
a modo de autocrítica o exigencia de acuerdo a las expresiones, indicadores no verbales y énfasis
que lo caracterizan, como en los ejemplos: “¡Sería bueno que seas más ordenado!”, “Podrías
mejorar de a poco… ¿verdad?” (Kolts, 2016).
Muchos consultantes (¡y, de hecho, muchos terapeutas en su vida cotidiana!), a pesar de ser
bastante metódicos en el desarrollo de un razonamiento “más lógico” o inclusive en la puesta en
práctica de ejercicios para la toma de perspectiva, pueden ser muy autoexigentes y rígidos en el
seguimiento de reglas supuestamente “autoterapéuticas”. Recordamos como ejemplo
paradigmático a un consultante, terapeuta cognitivo conductual de oficio, que solía decirse a sí
mismo en sus momentos de mayor sufrimiento “¡Tengo que dejar de etiquetarme a mí mismo!
¡Que cometa un error no significa necesariamente, que sea un maldito incapaz!”.
De acuerdo a Tirch, Schoendorff y Silverstein (2014), las regulaciones verbales que responden
a temáticas funcionales relacionadas con la crítica, la exigencia, la culpa, la vergüenza y la
exclusión frecuentemente constituyen aspectos del Yo Conceptual que promueven en manera
intensa la fusión cognitiva y la rigidez psicológica de los consultantes. Por estos motivos,
muchas veces otros recursos que tienden a vehiculizar el impacto emocional en psicoterapia
podrían potenciar el desarrollo de competencias como el mindfulness, la defusión, la aceptación y
la toma de contacto con el Yo como Contexto. La imaginería compasiva y los ejercicios
experienciales centrados en la compasión, son prácticas paradigmáticas en relación a las cuales
expondremos dos ejemplos a continuación.
Diálogo de sillas orientado al desarrollo de la autocompasión: en el caso de que alguna figura
parental presentase un importante grado de fusión en relación a reglas y/o narrativas
sobreexigentes, excesivamente críticas y/o culpabilizantes, se pueden colocar tres sillas
dispuestas de tal manera que formen un triángulo en el espacio del consultorio. A continuación,
se le pide al adulto responsable que se coloque en alguna de las sillas situadas en la base del
triángulo y que describa su desempeño parental con las formas y la tonalidad de la voz crítica-
sobreexigente-culpabilizante. Una vez que esta voz ha agotado sus argumentos, se invita a la
figura parental a sentarse en la silla enfrentada a la anterior, es decir la situada al otro extremo de
la base del triángulo y se le pide que intente “contestar a su parte crítica” desde una perspectiva
más compasiva, tanto en relación a la semántica como a la tonalidad, atendiendo a los
atenuantes, a las circunstancias contextuales dificultosas y a los desafíos que suele enfrentar la
figura parental. Una vez que la exposición de esta “voz compasiva” ha terminado, se le pregunta
al consultante si considera que “su parte crítica-sobreexigente-culpabilizante” tiene algún
argumento pendiente. El intercambio entre estas dos “voces”, la crítica-sobreexigente-
culpabilizante y la compasiva, continúa hasta que el consultante da muestras de que los
argumentos y contra-argumentos han sido agotados. En este punto, se le solicita al consultante
que tome asiento en la tercera silla, posicionada en el vértice del triángulo y se lo invita a
compartir alguna reflexión en relación al ejercicio previo y a las posibles impresiones sobre los
argumentos y contraargumentos intercambiados.
Imaginería de la montaña: en aquellas ocasiones en que las figuras parentales se sienten
sobrepasadas y/o superadas por las circunstancias, se las puede invitar a cerrar los ojos y a
respirar profundamente, inhalando por la nariz y exhalando el aire suavemente por la boca, a un
ritmo que les resulte adecuado. Acto seguido, se les pide que imaginen que con cada exhalación
van construyendo progresivamente una montaña formada por papeles de mediano tamaño
enfrente suyo. Dichos papeles contienen anotaciones de uno o dos renglones de extensión sobre
asuntos pendientes, obligaciones parentales y demandas diversas del entorno. Una vez que
lograron visualizar la montaña, se los invita a acercarse a la misma y recoger un papel al azar.
Cuando den señales de estar preparados, se les pide que lean para sí la anotación que les tocó,
consistente en una tarea, responsabilidad o demanda pendiente. Se enfatiza que intenten
focalizarse solamente en un ítem en la lista de pendientes, responsabilidades y demandas. Acto
seguido, se los invita a realizar las últimas respiraciones profundas y a que, cuando se sientan
preparados, vuelvan a focalizar su atención en la consulta para compartir algunas reflexiones
sobre la experiencia con el terapeuta.
En sintonía con semejantes propuestas, Wittingham y Coyne (2019) destacan la importancia
de los entornos aptos para cultivar la compasión, como potenciales catalizadores de la
flexibilidad psicológica en los adultos responsables. Así mismo, junto a la promoción de la
atención plena y al desarrollo de expectativas razonables en relación a la evolución de las
problemáticas presentadas por los consultantes jóvenes, McCurry (2015) señala al autocuidado
parental como un aspecto preventivo de la rigidez psicológica y del posible desgaste generado
por las situaciones de crisis. Con estos propósitos, destaca la pertinencia de revisar
periódicamente, junto a las cualidades valiosas que orientan la crianza, la puesta en práctica de
acciones dirigidas hacia el autodesarrollo orientado por los valores personales.
Se trata de reconocer, por una parte, la importancia de la experiencia personal de cada adulto
responsable, que incluye y a la vez trasciende el compromiso de la parentalidad. Así mismo
implica, por otra parte, esa necesidad impostergable de cultivar la autocompasión y el
autocuidado, para poder atender mejor las necesidades y la promoción del desarrollo flexible en
relación a las niñas y a los niños vulnerables.
3 Este capítulo contiene extractos adaptados y actualizados del Artículo “Terapia de Aceptación y Compromiso para Padres de
Niños con Conductas Disruptivas” publicado en Revista Psyciencia el 6 de abril del 2016.
4 Es decir que, no sólo las reacciones y las contingencias directas suscitadas en el entorno familiar tienen incidencia en el
comportamiento de los niños. También las características de las reglas emitidas por los adultos y las modalidades de seguimiento
en relación a las mismas impactan en el aprendizaje de diversos repertorios.
5 Para una descripción más detallada de los procedimientos con evidencia para la orientación a padres recomendamos la lectura
de Mandil (2019), Herramientas en Psicoterapia con Niños y Adolescentes; u obras de referencia obligada como Barkley (2014),
Attention Deficit Hiperactivity Dissorder: A Handbook for Diagnosis and Treatment; y/o Kazdin (2009), The Kazdin Method for
Parenting the Defiant Child.
CAPÍTULO 4
Procedimientos para el desarrollo de la flexibilidad psicológica
junto a niñas y niños
El trabajo directo junto a niñas y niños en edad escolar implica el desafío de adecuar nuestras
formas de evaluación e intervención a sus intereses, particularidades evolutivas y culturales. Tal
como señalamos con anterioridad, la capacidad de enmarcar relacionalmente va adquiriendo
complejidad en manera progresiva, para acercarse a las posibilidades de la vida adulta en la
adolescencia (Villatte, Villatte y Hayes, 2015).
En este sentido, numerosos estudios evolutivos señalan que es en la escuela primaria donde se
producen los primeros acercamientos a las operaciones lógico-matemáticas, coincidiendo con la
capacidad de establecer relaciones entre conjuntos y objetos, predominantemente sobre la base
de elementos observables y/o manipulables (Carr, 2007; Driscoll, 2021).
Así mismo, en tiempos contemporáneos de redes sociales y comunicación multimediática, las
niñas y niños viven inmersos en universos pletóricos de estímulos visuales y posibilidades de
interacciones múltiples en tiempo real. Por estos motivos, expertos en el área coinciden en
recomendar que la psicoterapia desarrollada junto a consultantes jóvenes recurra a soportes en
formas gráficas y analogías con objetos y situaciones cotidianas para que ciertas abstracciones
del funcionamiento psicológico sean comprensibles, así como a una provisión multisensorial de
estímulos desarrollada en un marco interactivo, capaz de fomentar el interés y la participación
activa (Stern, 2002; Twohig et al., 2010).
Atentos a estos desafíos Hayes y Greco (2008) comparten ciertas recomendaciones generales
para adecuar la práctica de las psicoterapias orientadas a la aceptación y la toma de perspectiva a
los recursos, intereses y necesidades de los consultantes jóvenes. A continuación,
desarrollaremos estas recomendaciones, incorporando ciertas actualizaciones suscitadas en la
última década, en áreas de la psicología evolutiva y la ciencia contextual.
Adecuar la duración y el foco de las entrevistas: dadas las capacidades acotadas para la
atención sostenida de niñas y niños, en numerosas circunstancias habremos de dedicar un tiempo
a la parte formal y orientada a objetivos del trabajo terapéutico, intercalándola con lapsos
orientados al juego libre y a compartir intereses. Es habitual que estos últimos se desarrollen a
posteriori de la parte más formal y que puedan ser implementados a la manera de reforzadores
provistos a consecuencia de la participación en los intercambios precedentes.
Por otra parte, resulta útil señalar que, especialmente en relación a los consultantes jóvenes, la
aceptación de los eventos privados dolorosos tiende a desarrollarse en manera gradual. Por
ejemplo, ante muestras de intolerancia a la intensidad emocional evocada por determinadas
temáticas es posible hablar de situaciones, desafíos e implementación de competencias
psicológicas en base a ejemplos referentes a la generalidad de los consultantes jóvenes o a una
tercera persona con características similares a la niña o niño, para paulatinamente ir focalizando
el intercambio verbal, los ejercicios y las prácticas en relación a la propia persona del consultante
joven. En situaciones en las que la niña o niño den muestras de irritabilidad, tristeza y/o ansiedad
excesiva ante una temática, terapeuta y consultante podrían explicitar un acuerdo: “Quizás este
tema es demasiado para ti en este momento, ¿verdad? ¿Quieres que realicemos otras actividades
para poder retomarlo en otra oportunidad en pos de resolverlo?”.
Tal como destacan Coyne, McHugh y Martinez (2011), es usual que los niños utilicen la
desfocalización perceptiva para regular el malestar psicológico suscitado en diversas situaciones.
El concepto de evitación experiencial es adecuado cuando evaluamos el impacto de clases
funcionales de conductas, orientadas a limitar el contacto con las experiencias dolorosas en
manera rígida, acotando el desarrollo y la diversidad de los repertorios vitales.
En el punto en que el terapeuta llega a un compromiso con el niño para retomar cierta temática
compleja en un momento más adecuado, apunta a la implementación criteriosa del control de
estímulos. Se trata de un tránsito usualmente fructífero, a partir del cual podemos modelar
gradualmente en los consultantes jóvenes la capacidad de aceptar, decidir y actuar en relación a
aquellas cualidades valiosas que les importan.
La derivación refiere a la cantidad de veces que una respuesta relacional derivada ha sido
emitida. Es decir, ejemplificando con relaciones de coordinación y jerarquía desarrolladas por un
pequeño en relación a ejemplares caninos podríamos decir que, llamar “bau-bau” a un perro
determinado tiene un nivel alto de derivación, porque es resultado de una relación entrenada en
manera más directa, pero con el correr del tiempo las respuestas relacionales derivadas van a
adquirir un desarrollo progresivo, que llevará a que su relación con la respuesta relacional
inicialmente entrenada se vuelva más indirecta. Siguiendo con el ejemplo precedente, podríamos
analizar que, mientras que la coordinación inicialmente entrenada entre bau-bau y los ejemplares
caninos tiene un alto grado de derivación, una coordinación subsiguiente, muy habitual en la
comunidad hispanoamericana, consistente en establecer relaciones mutuas y reversibles entre la
palabra onomatopéyica “bau bau” y el término “perro”, ha de tener un grado de derivación más
bajo, llegando a ser aún más indirecta en el caso de su inclusión jerárquica en la categoría más
amplia correspondiente a los mamíferos cuadrúpedos en la escuela primaria, para poder llegar a
una categoría de inclusión aún más amplia, indirecta y abstracta en los albores de la
adolescencia, al referirnos a los perros como “seres vivientes”.
Por último, la flexibilidad refiere al grado en que los patrones de respuestas relacionales
pueden ser influenciados por variables y estímulos provistos por el contexto. Por ejemplo, la
posibilidad de que la relación causal arbitraria “es mejor que mis padres me ayuden con las
tareas escolares” pueda ser modificada ante la experiencia de no poder resolver ejercicios
escolares en manera autónoma, en caso de que la asistencia parental se mantenga a largo plazo.
Vale la pena destacar en este espacio que los ejes referentes al grado de coherencia y
flexibilidad, verificables en los repertorios relacionales, suelen corresponder por una parte al
nivel de rigidez en el seguimiento de las regulaciones verbales y por otra al nivel de sensibilidad
a las contingencias directas provistas por el contexto, variables centrales en la formulación
clínica (Villatte, Villatte y Hayes, 2015).
Sin embargo, dos aspectos de crucial importancia al evaluar el desarrollo evolutivo y los
recursos de un consultante joven serán los niveles de COMPLEJIDAD, es decir el nivel de
detalle, densidad y/o variedad posible en su repertorio relacional y de DERIVACIÓN, es decir la
posibilidad de desarrollar repertorios lingüísticos cuya relación con las experiencias iníciales de
entrenamiento sea relativamente indirecta o autónoma.
Desde esta perspectiva, el desarrollo de los consultantes jóvenes en contexto, de no mediar
dificultades, tendería a impactar progresivamente en la capacidad para desarrollar repertorios
relacionales caracterizados por niveles más altos de COMPLEJIDAD, así como por niveles más
bajos de DERIVACIÓN (Barnes-Holmes, McEnteggart y Barnes-Holmes, 2020).
Considerar estos factores será de crucial importancia al diseñar las estrategias globales de
tratamiento, en relación a factores como la medida en que orientaremos las intervenciones hacia
las madres, padres, docentes y otros adultos significativos, y a la medida en que orientaremos
nuestros esfuerzos al trabajo directo con las niñas y los niños. Así mismo, al evaluar la
complejidad y el formato adecuado de los procedimientos, en pos de incrementar su viabilidad y
efectividad potencial en la consulta. Por estos motivos, dichos aspectos serán desarrollados en
mayor profundidad, a partir del intento de articular teoría y práctica clínica en el apartado
subsiguiente.
Una vez desarrollada la base conceptual que orienta los criterios de adecuación de las estrategias
de evaluación y los procedimientos terapéuticos a las particularidades de las niñas, niños y
adultos significativos, llevaremos a cabo en este espacio una articulación teórico-práctica. Con
este motivo ilustraremos a continuación los tres principios centrales que orientan un tratamiento
ACT, en relación a una viñeta clínica que expone la evaluación y el tratamiento de una niña de 9
años con dificultades asociadas a la ansiedad. Así mismo, intentaremos exponer en base al
triángulo VOI-VOI la sinergia flexible suscitada en la implementación de las operaciones de
valoración, observación e investigación en el transcurso del recorrido terapéutico, así como la
alternancia de la implementación, determinada por la evolución del motivo de consulta, de los
procedimientos desarrollados junto a la niña y a sus figuras parentales
Ariana (38) y Leandro (42), madre y padre de Sofía (9), consultan porque desde hace dos años
la niña presenta preocupaciones generales sobre su rendimiento escolar y en menor medida
referentes a perder el afecto de sus pares. De acuerdo a los adultos, la situación se ha agravado
hace aproximadamente dos meses, debido a que desde entonces presenta temores a dormir sola y
a que entren ladrones a la casa. Ariana relaciona este agravamiento al hecho de que la niña ha
escuchado el relato de un robo ocurrido en la casa de los tíos, sin consecuencias de gravedad,
pero de importante impacto emocional para la familia. De acuerdo a Leandro, los miedos
nocturnos de Sofía han afectado la dinámica familiar, generando cierta irritabilidad en Mateo (6),
su hermano menor y dificultades en el sueño para ambas figuras parentales.
A posteriori de que las figuras parentales compartiesen un panorama general de las dificultades
enfrentadas junto a Sofía, la terapeuta decide realizar un análisis detallado del suceso más
complejo de la semana relacionado con el motivo de consulta. Ariana cuenta que en esa ocasión
intentaron convencer a la niña para que concilie el sueño sola, prometiendo que en caso de haber
dificultades concurrirían a su cuarto a asistirla.
La terapeuta orienta a los adultos en la realización de un análisis funcional con la consigna
“Les voy a pedir que me cuenten los sucesos como si se tratase de una película. En algunos
puntos les voy a solicitar que retrocedamos, en otros que avancemos y por momentos que nos
detengamos y hagamos zoom o tal vez panorámicas de una escena en particular”. Ariana y
Leandro aceptan la propuesta que da lugar, en primera medida a los siguientes resultados:
Antecedentes (A): se le solicita a Sofía que se quede sola en su cuarto con la luz prendida. La
niña parece aceptar la situación durante los primeros cinco minutos, pero terminado ese lapso
comienza a llamar a la madre
Conducta de la madre (B): Ariana intenta resistir la urgencia de ir a consolar a la niña
pidiéndole desde el cuarto que se tranquilice. Al rato no puede tolerar más el llanto de la niña y
accede a ir al cuarto
Consecuencias-comportamiento posterior de la niña (C): Sofía se tranquiliza y concilia el
sueño, mientras la madre comparte su cama.
Qué ocurrió antes (A): le pido a Sofía que se quede sola en su cuarto con la luz prendida. La
niña parece aceptar la situación durante los primeros cinco minutos, pero terminado ese lapso
comienza a llamarme.
Qué pensé (A): “Está sufriendo cada vez más”. “Si la dejo llorando, no voy a poder
tolerarlo”.
Que sentí (A): angustia. Presión en el pecho.
Mi reacción (B): intento resistir la urgencia de ir a consolarla, diciéndole desde el cuarto que
se tranquilice. Al rato no puedo tolerar más el llanto de Sofía y accedo a ir al cuarto.
Que ocurrió (C): Sofía se tranquilizó y paulatinamente fue conciliando el sueño.
Sofía acude a su primera entrevista de buena gana. Impresiona como una niña locuaz y
extrovertida, motivada para el trabajo terapéutico: “¿Tú eres la psicóloga? ¿La que ayuda a
enfrentar miedos?”. A posteriori de una conversación orientada a explorar los intereses,
preferencias y la idiosincrasia general de la consultante joven, se le pregunta por sus miedos
nocturnos. En manera abierta comenta:
-Sofía (S): tengo miedo de que entren ladrones a casa, me pongo muy nerviosa y me cuesta
dormir. Por eso mi mamá viene a cuidarme a la noche.
-T: ¿De qué manera te cuida?
-S: quedándose a dormir conmigo. Me agarra de la mano y yo me voy durmiendo de a poco.
-T: ¿Todas las noches?
-S: y…casi todas. A veces me quedo dormida y mis papás me dejan dormir sola. Pero,
igualmente, alguna vez me ocurrió de despertarme en medio de la noche, me re asusté y los tuve
que llamar.
-T: ¿Y qué pasaría si no pudiesen ir a cuidarte?
-S: ¡Ay! Me pondría re nerviosa pensando cosas feas y lloraría. Me pondría a llorar hasta que
vinieran.
-T: Sofía, ¿te animas a contármelo como si fuese un video de YouTube? La idea es que yo
pueda ver contigo cómo funcionan los miedos y por eso les pido a las niñas y los niños que me
cuenten los problemas como si ocurriesen en un video, adelantando, retrocediendo o
deteniéndolo. Quisiera que me cuentes, por ejemplo, qué pasó anoche (La terapeuta introduce la
práctica del análisis funcional, en base a un acontecimiento representativo y temporalmente
próximo).
-S: ok.
-T: muy bien… ¿Qué es lo primero que ocurre? ¿Cómo empieza el video?
-S: uy… hmmmm… mi mamá me manda a acostar. Yo me tapo en la cama, me quedo en el
cuarto… y no sé. No me acuerdo. (Es usual que a los niños no recuerden aspectos de los sucesos,
aunque sean temporalmente cercanos. Una estrategia usual en diversas tradiciones terapéuticas
cognitivas y conductuales consiste en pedir a los consultantes que imaginen que los eventos
ocurren en el presente, en pos de favorecer el contacto experiencial).
-T: a ver Sofía, vamos a jugar a imaginarnos que ocurre ahora. ¿Puedes cerrar los ojos e
imaginarte que el video ocurre en este momento? Tu mamá te pide que te acuestes, tú entras en la
cama, ¿y entonces?
-S: ahí no puedo dormir. Miro al techo, no puedo cerrar los ojos. Muchos nervios. ¡Brrrr!
-T: ¿cómo te das cuenta de que estás nerviosa, Sofía? ¿Qué sientes?
-S: muy inquieta. Y la panza revuelta.
-T: inquieta, la panza revuelta. Es difícil sentir eso y dormir, claro. Se trata de nervios,
ansiedad. ¿Se te pasa algún pensamiento por la cabeza mientras sientes esas cosas?
-S: que entran los ladrones por la cocina. ¡Es muy feo! Y ahí es cuando llamo a mi mamá.
-T: ¿y qué ocurre entonces?
-S: a veces tarda y me pongo más nerviosa. Otras veces viene más rápido y me tranquilizo. Al
rato me duermo.
-T: ¿hay alguna otra cosa que intentes para enfrentar los nervios, aparte de llamar a tu mamá?
-S: a veces trato de pensar en otra cosa, entretenerme para no pensar en los ladrones y no
sentir nervios. Pero casi nunca sirve. Por eso llamo a mi mamá.
-T: claro… Es difícil controlar los pensamientos o dejar de sentir lo que uno siente. Entonces,
por ese lado parece servirte que venga tu mamá, porque eso te tranquiliza. A ver, ¿me dejas
escribirlo en este gráfico para que lo veamos con claridad?
-S: dale. (La terapeuta utiliza un registro gráfico orientado al análisis funcional, parecido al
“TUTUBE” de la parte práctica del libro, en el que los eventos se organizan en manera análoga a
la siguiente esquematización).
A: mamá me manda a la cama. Me acuesto. Pienso que van a entrar ladrones. Nervios.
Ansiedad.
B: llamo a mi mamá para que me consuele y duerma conmigo tomada de la mano.
C: me tranquilizo y me duermo.
Quince días después de la entrevista inicial, a la par de las sesiones semanales realizadas junto a
Sofía, Ariana y Leandro concurren a su segunda entrevista a padres. La madre de la consultante
comienza el diálogo en manera amigable.
-A: te cuento que Sofía está re contenta. Dice que se divierte jugando contigo, que aparte le
mostraste como hacer el análisis de sus miedos…
-T (sonriendo): bueno, muchas gracias… Me gustaría ahora saber cómo les fue a Uds.
¿Pudieron usar el registro?
-L: bueno, no anotamos todo, sino lo que pudimos.
-T: ok, lo importante en esta instancia es ver hasta dónde pudieron registrar y qué les resultó
complicado registrar.
-A: te muestro. Mira, los peores líos fueron los del martes. Ese día intenté demorar un poco
más para verla y la niña fue aumentando su llanto. Yo me desesperé, Lea se re enojó. Un
desastre.
-T: a ver… ¡Muy claro el registro! Tienes razón, Ariana. El del martes es un buen ejemplo,
porque parece que los involucra a los tres. Déjame ver… Aquí, en la parte correspondiente a los
antecedentes pones “Enviamos a Sofía a la cama. Sofía al principio aguanta, pero luego se pone a
llorar desconsolada”. En la parte correspondiente a las conductas, has escrito “A los diez minutos
no aguanto más y voy a consolar a Sofía”.
-A: fue muy difícil.
-L: yo le decía que tenía que dejar llorar a la niña. Así no se va a poder.
-A: ¡Estaba a los gritos, pobre! Y estaba despertando al hermano…
-T (interrumpiendo suavemente): se entiende el malestar de ambos. Es difícil. Por una parte,
Leandro tiene razón a nivel más global, sería bueno poder asistir a Sofía en la aceptación de sus
miedos. Pero, quizás lo que plantea Ariana es el problema del “cuándo, cómo y de qué manera”,
lo cual también es muy lúcido. Recuerden que estamos en una etapa de observación, es
importante observar qué pasa y luego “ver qué herramienta usamos en medio del pozo”. (La
terapeuta hace referencia a la metáfora de “El Pozo y la Pala”, implementada en la primera
entrevista en pos de asistir a Ariana y Leandro en la toma de contacto con las consecuencias
aversivas de la evitación experiencial, es decir en el desarrollo de la “desesperanza creativa”).
-L: sí, la verdad que tienen razón. Yo por ahí me desespero.
-T: A ver, veamos. Ariana, imagina que el acontecimiento está ocurriendo aquí y ahora. ¿Qué
sientes?
-A: una pelota, aquí en el pecho. Presionando. Ufff.
-T: la otra vez dijiste que era angustia. ¿Sigue siendo un buen nombre para esa experiencia
emocional?
-A: sí, totalmente.
-T: ¿Puedes quedarte un rato con la pelota en el pecho? La idea es poder conocerla. ¿Y tú
Leandro? ¿Qué sientes?
-L: es más como una desesperación, como estar acorralado sin saber qué hacer. Siento que
tengo que hacer algo, pero no sé muy bien qué cosa.
-T: Son emociones complejas. ¿Puedes también darle un tiempo a esa desesperación, Leandro?
Quizás, antes de hacer algo, podría ser provechoso observar lo que nos pasa. ¿Puedes quedarte
con esa sensación por un momento?
-L: sí, creo que sí.
-T: Ariana, mientras sientes la pelota en el pecho, ¿se te pasa algún pensamiento por la mente?
-A: lo mismo de la otra vez: “Pobrecita, está sufriendo. No puedo tolerarlo”.
-T: ¿y qué podría ocurrir si sigues tolerándolo, Ariana? (La terapeuta asiste a la toma de
contacto con los pensamientos dolorosos e indaga el posible seguimiento rígido de relaciones
arbitrarias de causa-efecto, es decir respecto a la posible injerencia de la fusión cognitiva en el
comportamiento de Ariana).
-A: no lo sé… es… raro. Algo como “así me volveré loca”.
-T: ok. “Mi hija está sufriendo y no puedo tolerarlo. Si esto sigue así, me volveré loca”.
-A: sí…
-T: ¿te atreves a respirar y proyectar ambas cosas en ese extremo del consultorio, Ariana? Te
invito a imaginar lo siguiente: La pelota de la angustia en ese rincón del consultorio con la
leyenda escrita “mi hija sufre y no puedo soportarlo. Si esto sigue así, me volveré loca”. (La
terapeuta promueve la aceptación de los eventos privados dolorosos y la reificación de los
mismos, intentando desarrollar el segundo principio ACT “Observación en perspectiva”).
-A (dudando): sí…creo que puedo hacerlo.
-T: ¿de qué tamaño es la pelota? ¿Tiene color?
-A: marrón claro… como esas pelotas viejas. Y es grande, grande como una mesa de luz.
-T: ¿las letras tienen color?
-A: no, son negras y gruesas, en imprenta.
-T: ¿la pelota se mueve? Y si es así, ¿hacia dónde?
-A: no… está quieta. Y se ha agregado otra frase.
-T: ¿cuál es, Ariana?
-A (con la voz quebrada): “soy una pésima madre”.
-T: “mi hija está sufriendo”, “no voy a poder tolerarlo”, “me volveré loca”, “soy una pésima
madre”. ¿Quién está observando esa pelota, Ariana? (La terapeuta intenta favorecer el desarrollo
de relaciones jerárquicas con el deíctico SELF, vale decir la toma de contacto con el YO como
CONTEXTO).
-A: no lo sé…Yo, supongo…
-T: tú la observas. Una parte tuya que va más allá de las etiquetas. Una parte tuya que todos
tenemos. Una parte tuya que observa aquí y ahora la pelota y los pensamientos, ahí en el rincón.
-A: una parte mía… No sé si te entiendo del todo.
-T: no es necesario entender del todo… vamos despacio. Lo importante es que te llegue lo que
te tenga que llegar del ejercicio. ¿Ha cambiado en algo la pelota?
-A: no, sigue ahí, tal cual, la maldita.
-T: ok, Ariana… cuando puedas, respira profundamente por la nariz y exhala por la boca. Otra
vez. Las que necesites. Y a medida que puedas, vas a retornar aquí con nosotros al consultorio y
nos vas a contar lo que desees, para compartir la experiencia.
-A (dirigiendo su mirada hacia la terapeuta): uff… fuerte.
-T: ¿algo que puedas compartir con nosotros?
-A: sí... Es como que la pelota y lo escrito estaba en un rincón y yo acá. Yo… bueno, no sé
cómo explicarlo.
-T (haciendo un gesto separando las palmas de las manos): tú aquí, la pelota allá.
-A (aparentemente más aliviada) sí…
-T: eso al menos podría dar un espacio para elegir qué hacer, ¿verdad? (La terapeuta intenta
reconducir la experiencia hacia la elucidación de valores y repertorios de acciones
comprometidas).
-A: puede ser…
-T: les voy a hacer una pregunta a ambos: imaginen que viajamos diez años al futuro. La
vemos a Sofía ya hecha una señorita, llevando a cabo ciertas acciones valiosas. ¿Qué acciones
serían y qué clase de persona pensaríamos que ha logrado ser Sofía a partir de esas acciones? (La
terapeuta propone la práctica de un ejercicio basado en el desarrollo de la perspectiva temporal,
en pos de identificar los valores que orientan la crianza).
-A: uhhh… Ayudar a una amiga. Ser buena persona.
-L: claro. Buena persona ante todo
-T: excelente. ¿Algo más?
-A: no sé… justamente, en relación a lo que hablábamos, me gustaría ver que pueda enfrentar
las cosas.
-L: más independiente.
-A: sí, más independiente. No lo sé. La veo haciendo cosas de manera libre, confiando en sí
misma. Sin que la domine el miedo.
-T: buena persona e independiente. Son ustedes muy claros. ¿Qué características valiosas
parecen más fáciles de lograr transmitir a Sofía y sobre cuáles piensan que sería bueno focalizar
en la actualidad sus esfuerzos como padres?
-A: ella es un sol. Buenísima. Tenemos que ayudarla a ser más independiente.
-L: sí, más independiente. Totalmente de acuerdo.
-T: imaginen que de aquí a un mes logramos una meta, un cambio de conducta concreto en
Sofía, que nos hace pensar que logramos avanzar en el camino de la independencia ¿Qué
conducta sería? (La terapeuta intenta establecer relaciones entre las cualidades valiosas que, de
acuerdo a Ariana y Leandro, orientan la crianza y las metas posibles de ser alcanzadas en un
período terapéutico relativamente corto).
-A: uy. Ojalá pudiese dormir sola toda la noche sin llamarnos.
-T: es una buena propuesta Adriana… pero a veces los tiempos para el logro de ese tipo de
metas va variando. Quizás deberíamos identificar pasos intermedios. Por ejemplo, ¿qué avance
intermedio hacia esa meta sería más probable de alcanzar de acá a un mes, sin que implique
demasiada sobreexigencia, pero que a la vez sea significativo para ustedes?
-A: hmmmm. ¿Qué se quede sola, aunque sea una hora en el cuarto?
-L: coincido. Una hora en el cuarto.
-T: ¡Excelente! ¿Piensan que, como paso inicial hacia esa meta podrían comprometerse a
promover la aceptación del malestar por diez minutos sin consolarla? Pueden decirle algo corto y
conciso como: “Sofía espera diez minutos y te iremos a ayudar. Pero, para ayudarte necesitamos
que esperes diez minutos”.
-A: sí… entre cinco o diez minutos es lo que venimos demorando, más o menos.
-T: claro, pero ahora lo harán de manera más estable y registrando las situaciones. Fíjense, esta
vez me gustaría que también anoten en las dos columnas pendientes del registro, qué piensan y
qué sienten en esos momentos. Por ejemplo, si pusiese lo de hoy, aquí diría: “pienso que no
puedo tolerarlo, que me voy a volver loca y que sería una mala madre” y aquí: “siento angustia.
Opresión en el pecho” (llenando la primera fila del registro, a modo de ejemplo).
-A: me parece bárbaro.
-L (riéndose): ¿Y a mí no me das tarea?
-T (asintiendo): tienes razón Leandro… pasa que necesité focalizarme más en la experiencia
de Ariana durante esta entrevista. Sin embargo, me permito pedirte que la apoyes en esos
momentos difíciles. Algo así como el trabajo de un copiloto.
-L: no dejarme llevar por la desesperación…
-T: exacto. Mira, seguiremos trabajando, pero así sobre la marcha me gustaría proponerte que
pienses en la siguiente metáfora: imagina que un hombre se adentra, sin poder evitarlo, en un
terreno de arenas movedizas. Ahora, fíjate que el hombre se encuentra ante una paradoja. Por un
lado, quiere salir lo antes posible, por otro necesita quedarse quieto para no hundirse. La solución
más viable suele ser quedarse quieto y mirar alrededor para ver si hay una rama disponible o una
liana para poder agarrarse y así salir lentamente. Es lo más efectivo, pero a la vez complejo,
porque el cuerpo mismo tiende a reaccionar en manera automática con desesperación… y ahí
está el problema. (La terapeuta comparte la metáfora clásica “El hombre en arenas movedizas”,
con el objetivo de comenzar a sembrar también en el padre competencias orientadas a la
aceptación y a la toma de perspectiva. Toma nota mental del mayor espacio otorgado en esta
entrevista a la madre y considera la necesidad de explorar en mayor medida las experiencias del
padre en subsiguientes oportunidades).
-L: entiendo. Es como dijiste antes. El primer paso para resolver algo es detenerse y observar.
-T: totalmente, Leandro. Así suelen ser las cosas ante este tipo de dificultades.
Ambos padres se despiden en el marco de un clima agradable, caracterizado por el alivio y la
disposición a asistir a Sofía en la aceptación gradual de las experiencias privadas dolorosas. Vale
la pena destacar ciertos aspectos clave del presente extracto y realizar algunas aclaraciones. Por
una parte, en la entrevista se ha podido desarrollar el segundo principio central ACT, orientado al
cultivo de la Observación en perspectiva. Las bases para estas prácticas se habían desarrollado
desde la primera entrevista a padres, a partir de la toma de contacto inicial, por parte de la madre,
con los eventos privados dolorosos consistentes en las sensaciones de angustia, opresión y los
pensamientos “mi hija está sufriendo”, “no puedo tolerarlo”. A partir de la puesta en práctica de
un ejercicio experiencial orientado a la Observación en perspectiva, se pudieron volver a
identificar dichas experiencias privadas, sumadas a otras que parecen dar cuenta del seguimiento
rígido de regulaciones verbales del tipo “no puedo tolerarlo. Me volveré loca” y “acudo a
consolar a mi hija. Soy una pésima madre”. La dinámica fluida, desarrollada entre madre y
terapeuta durante el ejercicio, permitió que este se realizase en dos partes y abarcando diversos
aspectos de la toma de perspectiva.
En este sentido, es destacable como la buena respuesta de Ariana al desarrollo de una práctica
de distanciamiento relativamente simple ha incentivado a la terapeuta a promover, en un segundo
momento, la toma de contacto con el SELF que observa, vale decir el desarrollo de relaciones
jerárquicas con el deíctico SELF, en tanto continente de los eventos privados dolorosos, a partir
de claves como “¿quién está observando? Esa parte nuestra que trasciende las etiquetas, que
observa y participa”.
Así mismo, resulta interesante el hecho de que si bien Ariana pudo expresar verbalmente la
idea de “un espacio entre ella y la pelota”, luego manifestó cierta confusión ante el señalamiento
de la relación con el YO-como-CONTEXTO o deíctico-SELF. Esto es perfectamente esperable,
ya que en ACT este tipo de competencias complejas requieren del entrenamiento en ejemplares
múltiples, para promover la generalización del repertorio. Vale decir que fue necesaria la puesta
en práctica de diversas metáforas, ejercicios y diálogos reflexivos suscitados junto a Ariana y
Leandro, en dos entrevistas mensuales subsiguientes para que ellos pudiesen asimilar en manera
estable diferentes modalidades de Observación en perspectiva (McHugh, Stewart y Almada,
2019).
En cuanto a Leandro, si bien se apuntó a sembrar las bases de dicho repertorio a partir de la
observación de las prácticas desarrolladas entre la terapeuta y la madre, sumada a una pequeña
intervención directa orientada al cultivo de la aceptación, la terapeuta debió poner más énfasis en
el desarrollo de procedimientos dirigidos a asistir al padre de Sofía en encuentros subsiguientes.
Así mismo, ante el señalamiento de Ariana en relación al “espacio entre yo y la pelota”, la
terapeuta propone un reenmarcado orientado a reconducir la experiencia hacia la elucidación de
valores y a la identificación de repertorios de acciones flexibles orientadas por los mismos.
A este fin, los ejercicios destinados a la Elucidación de los valores que orientan la crianza,
sumados a la identificación de metas para el recorrido terapéutico y de repertorios parentales
flexibles, fueron de suma utilidad en estos tramos del encuentro entre la terapeuta y los adultos
significativos (Wittingham y Coyne, 2019).
A continuación, ilustraremos la dinámica de esta segunda entrevista a padres, a partir de un
segundo triángulo VOI.
El propósito de los desarrollos que anteceden consiste en explicar y justificar con fundamentos
científicos las propuestas y procedimientos que compartiremos en la parte práctica del libro. No
podemos, sin embargo, dejar de promover la toma de contacto con las experiencias destacadas
por Freeman, Epston y Lobovits (2001), en las que más allá de las diferencias conceptuales, se
considera al juego y al humor como medios privilegiados para simplificar lo complejo, acaso
suscitar curiosidad ante lo doloroso, favoreciendo la toma de perspectiva y la agencia personal.
Porque, tal como explican los autores “los miedos no tienen sentido del humor; una vez que
conoces sus trucos y puedes reírte de ellos, ya dejan de llamarse miedos”.
Y, en sintonía con estas propuestas, nosotros podríamos agregar: una forma de asistir a los
consultantes jóvenes en el conocer los trucos de aquello que coloquialmente llamamos mente y
en la orientación hacia aquello que les importa (Polk y Schoendorff, 2014), consiste en propiciar
las interacciones terapéuticas que se nutren, pero que van más allá de las diferencias escolásticas
y las teorías. Se trata de una modalidad de tratamiento que, aun pudiendo incorporar a las
tecnologías de la información y la comunicación, se atreve a experimentar nuevamente junto a
las niñas y los niños jugando, dibujando y aprendiendo, si es posible en ese espacio sagrado de
los consultorios infanto juveniles, situado a nivel del suelo.
Y con este espíritu lúdico, sucio de tierra, lápiz y crayones, es que los invitamos a compartir
procedimientos e intervenciones ACT para niñas y niños en edad escolar, en la subsiguiente
sección del libro. Por lo pronto ¿por qué no cerrar con un emoticón, las páginas compartidas
hasta el momento, para agradecer al lector su invalorable compañía? ¡Pues claro! Allá vamos. :)
ANEXO
Instrucciones para el uso de las herramientas y fichas prácticas
Como toda serie de procedimientos psicoterapéuticos de base científica, las herramientas aquí
señaladas sólo pueden ser implementadas en el contexto de una relación terapéutica adecuada y
atendiendo a diferentes variables del tratamiento determinadas por la formulación del caso, el
sentido de la oportunidad y el criterio clínico. Así mismo, particularmente en relación con la
Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), es necesaria una buena base teórica sustentada en
el contextualismo funcional, conocimientos suficientemente sólidos de los principios de la
metodología terapéutica, así como relativos a los criterios de normalidad destructiva en los que
se sustenta el desarrollo personal desde esta perspectiva (Hayes, Strosahl y Wilson, 1999).
Tal como señalamos en la parte teórica del libro, el diseño y la organización de las
intervenciones aquí reseñadas se sustentan en los llamados “Tres principios centrales”, que
apuntan a oficiar a la manera de puente conceptual entre la Teoría de los Marcos Relacionales
(RFT) y la práctica clínica (Törneke et al., 2016; Törneke, 2017). En este sentido, las
herramientas dirigidas al trabajo con niñas y niños se presentan agrupadas en cuatro secciones,
las tres primeras con los infantes, y la última con las y los cuidadores primarios, con pequeños
recordatorios de los principios metodológicos en los que se basan:
Existen numerosas situaciones en las que el trabajo con los cuidadores adultos es una condición
previa o simultánea al trabajo con niñas y niños.
Por poner ejemplos, en ambientes en los que proto-valores y/o valores relacionados a la
promoción de actividades independientes adecuadas a la edad o en los que ciertas reglas básicas
para la convivencia no se han desarrollado, una evaluación de las regulaciones verbales
promovidas y las contingencias conductuales establecidas por los adultos significativos resulta
conveniente (Wittingham y Coyne, 2019).
En este sentido, en los puntos en que el conflicto familiar, las dificultades para la
comunicación, la generación de acuerdos, la validación, el soporte emocional y/o las condiciones
básicas para el desarrollo de aprendizajes significativos son inadecuadas, una evaluación e
intervención en relación a las características del soporte parental, la educación y el cuidado se
hacen necesarias.
Tomando como ejemplo a Nahuel, podríamos verificar, llegado el caso que un alto nivel de
acomodación familiar se registraría en la medida en que los adultos responsables reforzarían las
conductas orientadas hacia la pasividad y la indefensión, en desmedro de la exploración
autónoma y el desarrollo de repertorios interpersonales independientes.
A partir de la práctica del análisis funcional junto a los adultos cuidadores, el terapeuta podría
identificar ciertos patrones de interacción problemáticos que se suscitarían en las situaciones en
que Nahuel expresaría tristeza y soledad a los adultos. Así mismo, estos tenderían a fusionarse
con sensaciones de ansiedad y pensamientos referentes a supuestas dificultades de Nahuel para
hacer amigos.
En ese punto, el ejercicio D-7 podría ser implementado para elucidar junto a los adultos
responsables los valores a partir de los cuales desean orientar la crianza: que Nahuel sea sociable
y más independiente.
Acto seguido, el terapeuta podría utilizar la ficha D-8 para operacionalizar una meta
relacionada con los mismos, destinada a orientar el próximo tramo del trabajo terapéutico: que el
niño pueda retomar, en manera gradual, conversaciones y encuentros sociales con otros pares
(Coyne, 2009).
Así mismo, en la entrevista junto a los adultos responsables se favorecería el desarrollo de la
aceptación y la toma de perspectiva respecto a la ansiedad y a las regulaciones verbales cuyo
seguimiento rígido podría restringir el accionar parental.
Una vez identificados los valores y metas, el profesional tratante podría proveer a los padres
de información sobre prácticas orientadas a la crianza efectiva, asistido por la ayuda-memoria
referente a la implementación de contingencias conductuales ubicada en la ficha D-1. Así mismo,
de ser necesario podría recomendar la implementación diaria del Registro de conductas
parentales ubicado en D-3.
Una forma efectiva de utilizar el Registro de conductas parentales consiste en solicitar a los
adultos cuidadores la recopilación de datos sobre las variables que contextualizan un
acontecimiento significativo diario junto al niño para que luego, en subsiguientes entrevistas
terapéuticas, se pueda reflexionar acerca de los posibles obstáculos, modificaciones y alternativas
para el desarrollo de las competencias orientadas a la crianza flexible.
Tal como se observa en el ejemplo, la provisión de información para la crianza, el uso de
ayudas-memoria y registros son conceptualizadas en este marco a la manera de herramientas que
asisten al logro de los objetivos relacionados con las cualidades valiosas que orientan la crianza
en cada hogar y/o establecimiento educativo (Wittingham y Coyne, 2019).
En este sentido una reorganización de la dinámica familiar y el análisis y la modificación de
las conductas de los cuidadores, asisten a la reconfiguración de un contexto adecuado para el
desarrollo de la flexibilidad psicológica por parte del consultante joven. En otras palabras, un
reordenamiento suscitado a partir de las operatorias esquematizadas en el triángulo VOI parental
podría facilitar la promoción de competencias orientadas al desarrollo de la flexibilidad
psicológica junto a niñas y niños, tal como se ilustra en la figura a continuación.
Uso de las herramientas en relación al hexaflex, la matrix y otras metodologías
de formulación clínica
Si bien hemos elegido, de acuerdo a los criterios señalados en la parte teórica del libro, una
organización de los procedimientos basada en los tres principios centrales, somos conscientes de
la utilidad para numerosos terapeutas de los diagramas de nivel medio orientados a la
esquematización teórica, como el hexaflex en el abordaje de la población infantojuvenil (Mandil,
José Quintero y Maero, 2017) y/o diagramas de formulación clínica como la matrix que, dada su
practicidad y relativa facilidad de implementación con los consultantes jóvenes tanta difusión
han alcanzado (Polk y Schoendorff, 2014; Turrell y Bell, 2016).
Siguiendo el criterio de desarrollo de la flexibilidad psicológica expuesto en el hexaflex, las
herramientas centradas en el análisis funcional de las conductas corresponden a procedimientos
propios de aquella etapa de los tratamientos orientada a deconstruir la agenda de evitación
experiencial expuesta por los consultantes, habitualmente denominada “Desesperanza creativa”.
Por su parte, las herramientas basadas en el principio orientado al desarrollo de la Observación
en perspectiva, son correlativas a los procesos ubicados en el hexaflex que se orientan al cambio
de la relación de los consultantes con sus experiencias privadas dolorosas, es decir aceptación,
defusión, momento presente, yo-contexto.
Por último, la definición de acciones guiadas por cualidades valiosas, correlaciona con los
procesos señalados en los vértices correspondientes a los valores y las acciones comprometidas.
Con un criterio similar podríamos ubicar la necesidad, pertinencia y oportunidad de
implementación de las herramientas en base a los cuadrantes expuestos en la matrix. En este
sentido, la distinción entre la “Experiencia de los sentidos” y las “Experiencias privadas”
correlaciona con el desarrollo de la Observación en perspectiva, a fin de flexibilizar posibles
procesos de fusión cognitiva, mientras que los aspectos señalados en el extremo izquierdo del eje
horizontal “me alejo de lo que importa” corresponden a modalidades de evitación experiencial,
posibles de ser evidenciadas a partir del análisis funcional y los aspectos señalados a la derecha
en el extremo “me acerco a lo que importa”, corresponden a la Identificación de cualidades
valiosas que promueven el desarrollo de repertorios conductuales efectivos.
Sólo nos resta señalar en este espacio la utilidad reportada por numerosos terapeutas respecto a
diversos esquemas de organización teórica y/o formulación clínica como el DNA-V, orientado al
tratamiento de los consultantes adolescentes (Hayes y Ciarrochi, 2015) y tantos otros que la rica
sinergia democrática de la ACBS ha puesto a disposición de los profesionales del área. Organizar
la implementación de las herramientas aquí expuestas, basándose en criterios diversos de
formulación conceptual y/o clínica será posible siempre que estos se sustenten en las sólidas
bases conceptuales de la ciencia contextual, que presenten coherencia metodológica en relación
al marco de trabajo estipulado por la Terapia de Aceptación y Compromiso, y por último que
sean sensibles a las necesidades, las particularidades idiosincrásicas y las características
evolutivas de los consultantes jóvenes y sus familias.
FICHAS
EL ANÁLISIS FUNCIONAL
Es importante revisar una y otra vez los desafíos que solemos enfrentar y los caminos
que solemos tomar que resultan poco útiles para llegar a destino. De esta forma
puede ser más fácil buscar en el futuro alternativas que funcionan.
Una forma fundamental de entender los desafíos que enfrentamos, las cosas que
intentamos para superarlos y los resultados que obtenemos es investigar nuestras
conductas, sus antecedentes y sus consecuencias. Puedes contarle las situaciones
problemáticas a tu terapeuta y juntos revisarlas como un video al que puedes cambiarle
el foco, hacerlo avanzar, detenerse y retroceder todas las veces que sea necesario.
Investiga tus problemas en el TUTUBE
2. OBSERVAR
El segundo grupo de procedimientos se orienta a que, una vez que se hayan elucidado
junto al consultante los pensamientos, emociones y sensaciones problemáticas, se
ejercite la toma de contacto abierta con las mismas, el desarrollo del distanciamiento
perceptivo, la identificación del sí mismo como un observador trascendente a estas
experiencias psicológicas y finalmente la definición de las mismas como contenidos en
relación a un yo que las contiene. En este sentido se promueve la ejercitación de la
perspectiva flexible en un nivel de complejidad creciente, de acuerdo a la idiosincrasia y
particularidades evolutivas del consultante joven, a partir de prácticas diversas:
Hace millones de años los seres humanos aprendimos a tener mentes. Las mentes
sirven para anticipar peligros, para pensar en lo que perdimos, para calcular cómo
defendernos de algo que nos ataca, para pensar en lo que no queremos hacer porque
es destructivo, para imaginar aquello que deseamos. Pasaron millones de años y el
mundo cambió: los peligros no son los mismos ni tan cercanos, si perdimos algo o
tenemos un problema podemos hacer cosas para resolverlo, si nos enojamos podemos
discutir y llegar a acuerdos. Pero nuestras mentes muchas veces siguen anticipando,
extrañando e imaginando como hace millones de años. A veces nos sirve lo que
nuestras mentes dicen, otras no. Pero las mentes nunca dejan de pensar, anticipar,
extrañar e imaginar. Aun cuando la experiencia de los sentidos sea bien diferente a lo
que se piensa. Aun cuando lo que la mente dice no nos sea útil para lograr lo que nos
importa.
Aceptación, ¿lo qué?
Aceptar es estar abierto, guiado por la curiosidad, investigando el planeta, para saber
algo más.
Porque aceptar tus emociones y también tus pensamientos es aceptarte a vos mismo.
¡Y eso siempre es un gran comienzo!
Y ahora pensemos juntos…
¿Recuerdas alguna vez que, por quedarte enganchado peleándote con las cosas
que ocurrieron, se te dificultó resolverlas? ¿Puedes contar lo que pasó?
¿Te ha ocurrido que, por querer evitar o controlar los pensamientos, emociones,
sensaciones y/o situaciones dolorosas esta/os se hayan vuelto más fuertes o
duraderas? ¿Puedes compartir un ejemplo?
(para cantar con ritmo hip hop, trap, reggaetón o similar junto a tu terapeuta)
R-r-r-reflexionandoooo…
Cuando dice que las frutas bien jugosas se parecen a tener objetivos,
¿qué quiere decir? ¿A qué se refiere?
¿Tienes tú “objetivos que te aportan
y tu sigues adelante porque importan”?
¿Cuáles son?
¿Qué quiere decir cuando canta:
si te gusta el durazno, acepta
la pelusa?
¡Nombre clave del problema!
Tanya Marania es una superespía que, para enfrentar a los problemas, les pone un
nombre clave.
Para crear un plan, primero responde las mega-preguntas estratégicas:
¿En que se parece y en qué se diferencia lo que pensaste y lo que luego viste y
tocaste?
¿Ha ocurrido algo parecido en relación a lo que te preocupa, te da miedo y/o te hace
sufrir?
¿Crees que es útil para ti diferenciar lo que hacen nuestras mentes de lo que nos
ocurre y lo que somos?
Si nos guiásemos solamente por lo que dicen nuestras mentes… ¿sería más fácil o
más difícil hacer lo que nos importa?
TELE-MENTAL
Imagina que subes bien alto, como un monje tao a una montaña.
Te sientas en la cima, respiras y observas el paisaje.
Es un lugar alto pero seguro. Desde allí puedes ver pasar las nubes, por debajo de
la cima.
Las nubes van y vienen lentamente. En ellas ves escritos o imágenes con tus
pensamientos y emociones.
Si alguna nube te atrapa, intenta volver lentamente a tu respiración y a observar
con atención, desde arriba en la cima.
¿Puedes observar esos pensamientos y emociones yendo y viniendo?
¿Quién es el buda que se sienta y observa, desde arriba en la montaña?
Mirando los globos
Juguemos a que este eres tú, con tus pensamientos, emociones y sensaciones.
Solemos tener pensamientos lindos, feos y/o neutrales.
Tenemos emociones y sensaciones agradables y dolorosas.
Tenemos esos pensamientos, emociones y sensaciones que vienen y se van, pero
somos mucho más que cada uno de ello/as.
¿Quién es más grande?
Algunos niñas y niños, cuando resuelven sus problemas, gustan compartir sus
experiencias.
Otros prefieren guardarlas para poder recordarlas en caso de que los problemas
volviesen.
¿Te animas a enviar un satélite al espacio con un recordatorio sobre las cosas más
importantes que hayas logrado en psicoterapia?
En terapia he logrado:
A continuación se ofrecen una serie de Fichas prácticas para utilizar en el trabajo con
las figuras parentales. Su función se orienta, según el caso, a oficiar a la manera de
recordatorios o síntesis de las competencias trabajadas en las entrevistas parentales o
a modo de registros para asistir al desarrollo de las tareas de observación.
Consecuencias
Otorgar un tiempo especial de juego o un tiempo para las interacciones guiadas por
niñas y niños de aproximadamente 15 o 20 minutos por día es fundamental para
enriquecer la relación. A continuación exponemos, a modo de recordatorio, las
competencias útiles para tales fines:
Observa a tu hija o hijo jugando o realizando cualquier actividad por cinco o diez
minutos. Hazlo discretamente, desde una distancia no intrusiva. Simplemente
obsérvalo, describiendo lo que hace, sin Juzgar y sin valorar. Si algún juicio,
valoración, comparación, predicción o contrafáctico poco útil se presentase ante tu
foco atencional, toma en cuenta este evento con gentileza y gradualmente intenta
regresar tu atención hacia la actividad de tu hija o hijo, aceptándolo/a plenamente
tal cual es. Al cabo del lapso que te has propuesto para este ejercicio de
observación, respira profundamente y exhala. Si puedes, realiza una reflexión
sobre la experiencia y retorna a tu cotidianeidad.
La montaña: cierra los ojos y respira profundamente, a un ritmo cómodo para ti.
Imagina que con cada exhalación vas construyendo progresivamente una montaña
formada por papeles de mediano tamaño, enfrente tuyo. Dichos papeles contienen
anotaciones de uno o dos renglones de extensión sobre asuntos pendientes,
obligaciones parentales y demandas diversas del entorno. Una vez que has
logrado visualizar la montaña, te invito a acercarte a la misma y a recoger un papel
al azar. Cuando estés preparado, lee para ti mismo la anotación que te ha tocado
escrita en el papel. Esta puede consistir en una tarea, responsabilidad o demanda
pendiente. Intenta focalizar solamente en un ítem de tu lista de pendientes,
responsabilidades y demandas. Cuando lo logres, puedes llevar a cabo las últimas
respiraciones profundas y cuando te sientas preparado, vuelve a focalizar tu
atención en el mundo que te rodea.
Grupo de padres interno: en algún momento en que te percibas atosigado por la
culpa, la autoexigencia y/o una excesiva autocrítica, toma asiento e imagina que
estás participando de un pequeño y confiable grupo reflexivo junto a otras tres
figuras parentales. Has de cuenta que es tu turno para compartir una situación de
conflicto con tu hija o hijo. A modo de respuesta, una de las figuras parentales
intenta apoyarte reconociendo un recurso que te caracteriza como madre o padre.
Aunque sea difícil para ti en este momento, intenta aceptar este cumplido sincero.
La segunda te transmite algunos aspectos de tu hija o hijo, de la situación y del
momento que transitan que resulta criterioso incorporar, en pos de equilibrar las
valoraciones o juicios excesivamente negativas/os. Intenta considerarlos. Por
último, la tercera figura parental te señala, en manera gentil, un pequeño paso
concreto que puedes realizar para seguir desarrollando el vínculo y el aprendizaje
junto a tu hija o hijo. Trata de recibirlo en manera constructiva y cuando estés
preparada/o sigue adelante.
Valores que orientan la crianza
Imagina que viajas diez años al futuro y observas un día en la vida de tu hija o hijo.
En esa ocasión la/o ves realizando tres acciones que te llenan de orgullo, que te
hacen considerar que todos tus esfuerzos orientados a la crianza han tenido
sentido.
¿Cuáles son las tres acciones que tu hija/o está realizando?
Basándote en estas observaciones, ¿qué cualidades como persona parece haber
logrado desarrollar tu hija o hijo a partir de las experiencias de crianza que han
compartido?
Backen Jones, L., Wittingham, C., Coyne, L. & Lightcap, L. (2016). “A contextual behavioral
Science Approach to Parenting Intervention and Research”. En D. Zettle, S. Hayes, D.
Barnes-Holmes & A. Biglan (eds.). The Wiley Handbook of Contextual Behavioral Science.
Oxford: John Wiley & Sons.
Barkley, R. (2014). Attention Deficit Hyperactivity Disorder: A Handbook for Diagnosis and
Treatment. New York: The Guilford Press.
Barnes-Holmes, Y., McEnteggart, C. & Barnes-Holmes, D. (2020). “Implication for Developing
Process-Based Assessments and Interventions”. En M. Levin, M. Twohig & J. Krafft (Eds.).
Innovations in Acceptance and Commitment Therapy. Oakland: New Harbinger.
Barrett, P. M. (1999). “Interventions for child and youth anxiety disorders: Involving parents,
teachers, and peers”. Australian Educational and Developmental Psychologist, 16, 5–24.
Baumrind, D. (2013). “Authoritative Parenting Revisited: History and Current Status”. En R.E.
Larzelere, A. Sheffield & W. Harrist. (eds.). Authoritative Parenting: Synthesizing
Nurturance and Discipline for Optimal Child Development. Washington, DC: American
Psychological Association.
Bertolino, B. (2006). Terapia Orientada al Cambio con Adolescentes y Jóvenes. Barcelona:
Paidós.
Blackledege, J. & Hayes, S. (2006). “Using acceptance and commitment training in the support
of parents of children diagnosed with autism”. Child & Family Behavior Therapy. 28 (1). 1-
18.
Breinholst, S, Esbjørn, B. H., Reinholdt-Dunne, M. L. & Stallard, P. (2012). “CBT for the
treatment of child anxiety disorders: a review of why parental involvement has not
enhanced outcomes”. Journal of Anxiety Disorders. 26(3). 416-24.
Carr, A. (2007). Psicología Positiva. La Ciencia de la Felicidad. Barcelona: Grupo Planeta.
Chorpita, B. & Weisz, J. (2009). Modular Approach to Therapy for Children with Anxiety.
Depression, Trauma or Conduct Problems (MATCH-ADTC). Florida: Practice Wise LLC.
Consoli, A. J., Blears, K., Bunge, E. L., Mandil, J., Sharma, H., & Whaling, K. M. (2018).
“Integrating culture, pedagogy, and humor in CBT with anxious and depressed youth”.
Practice Innovations, 3(2), 138–151.
Coyne, L. (2009). The Joy of Parenting: An Acceptance and Commitment Therapy Guide to
Effective Parenting in the Early Years. Oakland: New Harbinger Publications.
Coyne, L. & Cairns, D. (2016). “A Relational frame Theory Analysis of the Coercive Family
Process”. En T. Dishion & J. Snyder (eds.). The Oxford Handbook of Coercive Relationship
Dynamics. Oxford: Oxford University Press.
Coyne, L., McHugh, L. & Martinez, E. (2011). “Acceptance and Commitment Therapy (ACT):
Advances and Applications with Children, Adolescents, and Families”. Child and
Adolescents Psychiatric Clinic of North America, 20. 379–399.
Coyne, L. & Wilson, K. (2004). “Cognitive fusion in impaired parenting: an RFT analysis”.
International Journal of Psychology and Psychological Therapy. 4. 469–86.
Driscoll, M. (2021). Psychology of Learning for Instruction (3rd edition). London: Pearson.
Fisak, B. & Barrett, P. (2019). Anxiety in Preschool Children: Assessment, Treatment and
Prevention. Londres: Routledege.
Flujas-Contreras, J., García-Palacios, A. & Gómez, I. (2020). “Spanish validation of the Parental
Acceptance Questionnaire (6-PAQ)”. International Journal of Clinical and Health
Psychology 20, 163-172.
Freeman, J., Epston, D. y Lobovits, D. (2001). Terapia Narrativa para Niños. Aproximación a
los Conflictos Familiares a través del Juego. Barcelona: Paidós.
Friedberg, R., y Mc Clure, J. (2016). “Conceptualización Cognitiva Comportamental del Caso
Clínico con Jóvenes: Una Herramienta Útil”. En M. Gomar, J. Mandil y E. Bunge (comps.).
Manual de Terapia Cognitiva Comportamental con Niños y Adolescentes. Buenos Aires:
Akadia.
Froxán Parga, M., Andrés López, N., Estal Muñoz, V., Pereira Xavier, G. y Trujillo Sánchez, C.
(2020). “Desarrollo del Análisis Funcional de la Conducta Humana en Contextos
Naturales”. En: M. Froxán Parga (coord.). Análisis Funcional de la Conducta Humana.
Concepto, Metodología y Aplicaciones. Madrid: Ediciones Pirámide.
Fuller, J. & Fitter, E. (2020). “Mindful Parenting: A Behavioral Tool for Parent Well-Being”.
Behavior Analysis in Practice, 13. 767-771.
Gilbert, P. (2015). Terapia Centrada en la Compasión. Características Distintivas. Bilbao:
Desclee de Brower
Guerra Bustamante, J., Garcia Gomez, M., Turanzas, J., Cordon, J., Suárez-Jurado, C. & Mestre,
J. (2019). “A Brief Spanish Version of the Child and Adolescent Mindfulness Measure
(CAMM). A Dispositional Mindfulness Measure”. International Journal of Environmental
Research and Public Health. 16 (8).
Hancock, K., Swain, J., Hainsworth, C., Dixon, A., Koo, S. & Munro, K. (2016). “Acceptance
and Commitment Therapy versus Cognitive Behavior Therapy for Children With Anxiety:
Outcomes of a Randomized Controlled Trial”. Journal of Clinical Child and Adolescent
Psychology, 21, 1-16.
Hayes, S., Barnes-Holmes, D. & Roche, B. (2001). Relational Frame Theory: A Post Skinnerian
Account of Human Language and Cognition. Nueva York: Plenum Publishers.
Hayes, L. & Ciarrochi, J. (2015). The Thriving Adolescent. Oakland: New Harbinger.
Hayes, S. & Greco, L. (2008). “Acceptance and mindfulness for youth: it’s time. In S. Hayes &
L. Greco (comps.)”. Acceptance & Mindfulness Treatments for Children & Adolescents. A
Practitioner’s Guide. Oakland: New Harbinger Publications Inc.
Hayes, S., Hofmann, S. & Ciarrochi, J. (2020). “Building a Process-Based Diagnostic System.
An Extended Evolutionary Approach”. En S. Hayes & S. Hofmann (eds.). Beyond the DSM.
Towards a Process-Based Alternative for Diagnosis and Mental Health Treatment.
Oakland: New Harbinger.
Hayes, S., Strosahl, K. & Wilson, K. (1999). Acceptance and Commitment Therapy. An
Experiential Approach to Behavior Change. Nueva York: The Guilford Press.
Hembree-Kigin, T. & McNeil, C. (1995). Parent-Child Interaction Therapy. New York:
Springer.
Hopko, D. & Hopko, S. (1999). “What can Functional Analytic Psychotherapy contribute to
empirically validated treatments?”. Clinical Psychology and Psychotherapy, 6. 349-356.
Kabat-Zinn, J. (1991). Full Catastrophe Living. New York: Delta Publishing.
Kabat-Zinn, M. & Kabat-Zinn, J. (1998). Everyday Blessings: The Inner Work of Mindful
Parenting. New York: Hachette Books.
Kazdin, A. (2009). The Kazdin Method for Parenting the Defiant Child. Boston: Mariner Books.
Kohlenberg, R. & Tsai., M. (1991). Functional Analytic Psychotherapy. Nueva York: Plenum.
Kohlenberg, R., Tsai, M. & J. Kanter (2009). “What is functional analytic psychotherapy?”. En
M. Tsai, R. Kohlenberg, J. Kanter, B. Kohlenberg, W. Follette & G. Callaghan (eds.). A
guide to Functional Analytic Psychotherapy. New York: Springer.
Kolts, R. (2016). Compassion Focused Therapy Made Simple. Oakland: New Harbinger.
Luciano, C., Törneke, N. & Ruiz, F. (2021). “Clinical Behavior Analysis and RFT:
Conceptualizing Psychopathology and its Treatment”. En M. Twohig, M. Levin & J.
Petersen (eds.) Oxford Handbook of Acceptance and Commitment Therapy. Oxfordshire:
Oxford University Press.
Luciano, C., Valdivia Salas, S. & Ruiz, F. (2012). “The Self as the Context for Rule Governed
Behavior”. En L. McHugh & I. Stewart (eds.). The Self and Perspective Taking.
Contributions and Applications from Modern Behavioral Science. Oakland: New
Harbinger.
Luciano, M.C. y Wilson, K. (2002). Terapia de Aceptación y Compromiso. Un Tratamiento
Conductual Orientado a Valores. Madrid: Pirámide.
Luoma, J. & LeJeune, J. (2020). “Incorporating Affective Science into ACT to Treat Highly
Self-Critical and Shame-Prone Clients”. En M. Levin, M. Twohig & J. Krafft (Eds.).
Innovations in Acceptance and Commitment Therapy. Oakland: New Harbinger.
Mandil, J. (2016). “Terapia de Aceptación y Compromiso para Padres de Niños con Conductas
Disruptivas”. Revista Psyciencia. Recuperado el 30/11/21 de: www.psyciencia.com
Mandil, J. y Borgialli, R. (2010). “Aportes de la Tercera Ola de TCC a la Clínica con Niños y
Adolescentes”. En: M. Gomar, J. Mandil y E. Bunge (comps.). Manual de Terapia
Cognitiva Comportamental con Niños y Adolescentes. Buenos Aires: Polemos.
Mandil, J., José Quintero, P. y Maero, F. (2017). Terapia de Aceptación y Compromiso con
Adolescentes. Buenos Aires: Akadia.
McCurry, C. (2015). Working with Parents of Anxious Children. Therapeutic Strategies for
Encouraging Communication, Coping & Change. Nueva York: Norton.
McHugh, L., Stewart, I. & Almada, P. (2019) A Contextual Behavioral Guide to Self. Oakland:
New Harbinger.
McHugh, L., Stewart, I. & Hooper, N. (2012). “A Contemporary Functional Analytic Account of
Perspective Taking”. En L. McHugh & I. Stewart (eds.). The Self and Perspective Taking.
Contributions and Applications from Modern Behavioral Science. Oakland: New
Harbinger.
Miller, W. Y Rollnick, S. (1991). La Entrevista Motivacional. Barcelona: Paidós.
Molina Cobos, F. y Luciano, M.C. (2003). “El Trastorno de Evitación Experiencial y la Terapia
de Aceptación y Compromiso”. En I. Caro (comp.). Psicoterapias Cognitivas: Evaluación y
Comparaciones. Barcelona: Paidós.
Ollendick, T. & King, J. N. (2012). “Empirically Supported Treatments for Children and
Adolescents”. En P. Kendall (ed.). Child & Adolescent Therapy. Nueva York: The Guilford
Press.
Patterson, G. R. (1982). Coercive family process: A social learning approach (Vol. 3). Eugene,
OR: Castalia.
Phang, C., Keng, S. & Chiang, K. (2014). “Mindful S.T.O.P.: Mindfulness made easy for stress
reduction in medical students”. Education in Medicine Journal, 6(2).
Polk, K. & Schoendorff, B. (2014). The ACT Matrix: A new Approach to Building Psychological
Flexibility Across Settings and Populations. Oakland: New Harbinger.
Ramnerö, J. & Törneke, N. (2008). The ABC’s of Human Behavior: Behavioral Principles for
the Practicing Clinician. Oakland: New Harbinger.
Rehfeldt, R. A., Dillen, J., Ziomek, M. & Kowalchuk, R. (2007). “Assessing Relational Learning
Deficits in Perspective-Taking in Children with High-Functioning Autism Spectrum
Disorder”. The Psychological Record. 57. 23-47.
Ruiz, F., Luciano, C., Vizcaíno Torres, R. y Sánchez Martin, V. (2012). “Aplicación de la
Terapia de Aceptación y Compromiso en Trastornos de Ansiedad en la Infancia. Un Caso
de Fobia a la Oscuridad”. En M. P. Blarrina y O. Gutierrez Martinez. Múltiples
Aplicaciones de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). Madrid: Pirámide.
Sanders, M. R. (2008). “Triple P-Positive Parenting Program as a public health approach to
strengthening parenting”. Journal of Family Psychology, 22 (3): 506–517.
Singh, N., Lancioni, G., Karazsia, B., Myers, R., Kim, E., Chan, J., Jackman, M., McPherson, C.
& Janson, M. (2019). “Surfing the Urge: An Informal Mindfulness Practice for the Self
Management of Aggression by Adolescents with Autism Spectrum Disorder”. Journal of
Contextual Behavioral Science, 12. 170-177.
Skinner, B.F. (1953). Science and Human Behavior. New York: Macmillan
--- (1957). Verbal Behavior. Nueva York: Crofts-Century-Crofts.
Stark, K., Hargrave, J., Sander, J., Gilbert, C., Schnoebelen, S., Simpson, J. & Molnar, J. (2011).
“Treatment of Childhood Depression: The ACTION Treatment Program”. En P. Kendall
(ed.). Child & Adolescent Therapy. New York: The Guilford Press.
Stern, M. (2002). Child Friendly Therapy. Biopsychosocial innovations for children and
families. Nueva York: W.W. Norton & Company.
Swain, J., Hancock, K., Hainsworth, C. & Bowman, J. (2015). “Mechanisms of change:
Exploratory outcomes from a randomized controlled trial of acceptance and commitment
therapy for anxious adolescents”. Journal of Contextual Behavioral Science, 4, 1, 56-67.
Tirch, D., Schoendorff, B. & Silberstein, L. (2014). The ACT Practitioner`s Guide to the Science
of Compassion: Tools for Fostering Psychological Flexibility. Oakland: New Harbinger.
Törneke, N. (2010). Learning RFT: An Introduction to relational frame theory and its clinical
applications. Oakland: New Harbinger.
--- (2017). Metaphor in Practice: A Professional’s Guide to Using the Science of Language in
Psychotherapy. Oakland: New Harbinger.
Törneke, N., Luciano, C., Barnes-Holmes, Y & Bond, F.W. (2016). “RFT for Clinical Practice.
Three Core Strategies in Understanding and Treating Human Suffering”. En D. Zettle, S.
Hayes, D. Barnes-Holmes & A. Biglan (eds.). The Wiley Handbook of Contextual
Behavioral Science. Oxford: John Wiley & Sons.
Turrell, S. & Bell, S. (2016). ACT for Adolescents. Oakland: New Harbinger.
Twohig, M., Field, C., Armstrong, A. & Dahl, A. (2010). “Acceptance and Mindfulness as
Mechanism of Change in Mindfulness-Based Interventions for Children and Adolescents”.
En R. Baer (ed.). Assessing Mindfulness and Acceptance Processes in Clients. Illuminating
the Theory and Practice of Change. Oakland: New Harbinger.
Villatte, M. (2020). “Using Clinical RFT to Enhance ACT Interventions”. En M. Levin, M.
Twohig & J. Krafft (Eds.). Innovations in Acceptance and Commitment Therapy. Oakland:
New Harbinger.
Villatte, M., Villatte, S. & Hayes, S. (2015). Mastering the Clinical Conversation. Language as
Intervention. Nueva York: The Guilford Press.
Wittingham, K. (2015). “Connect and Shape: A Parenting Meta-Strategy”. Journal of Contextual
Behavioral Science. http://dx.doi.org/10.1016/j.jcbs.2015.03.002
Wittingham, K. & Coyne, L. (2019). Acceptance and Commitment Therapy. The Clinician’s
Guide for Supporting Parents. Oxford: Elsevier.
Wittingham, K., Sanders, M., Mc Kinlay, L. & Boyd, R. N. (2014). “Interventions to reduce
behavioral problems in children with cerebral palsy: an RCT”. Pediatrics, 133 (5).
Wong Cheng, C. (2018). Estilos parentales y evitación experiencial en padres de niños con
trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad. Tesis para el título Profesional de
Psicóloga. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Recuperado el 30/11/21 de:
cybertesis.unmsm.edu.pe
Zisser, A., & Eyberg, S. (2010). “Parent-child interaction therapy and the treatment of disruptive
behavior disorders”. En J. R. Weisz& A. Kazdin (Eds.). Evidence-Based Psychotherapies
for Children and Adolescents. New York: The Guilford Press.
Esta obra da cuenta de cómo los principios y procesos de la Terapia de Aceptación y del
Compromiso se pueden aplicar en un trabajo con niñas y niños. Cuando leas este libro,
encontrarás la experiencia de un psicólogo que ha trabajado por años con este grupo etario y,
consecuentemente, una voz dedicada a ellos y ellas, y a la vez una voz de apoyo para los padres.
Javier Mandil comparte principios teóricos y ejercicios prácticos para aprender y vivir la terapia
de Aceptación y del Compromiso de manera que, aunque las familias estén súper-ocupadas,
puedan encontrar momentos para practicar esos ejercicios y al mismo tiempo crear oportunidades
para conectarse y cultivar la relación con sus hijas e hijos.
El tiempo pasa demasiado rápido, así que sólo tengo un consejo para los lectores de este libro:
"make the Best of it" o, como dicen en español, "haz lo mejor que puedas con este libro". Javier
Mandil ha dado lo mejor de sí mismo creando y escribiéndolo.
Ver aquí