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Es bien sabido que los canónes literarios han estado guiados por obras excelsas que
contienen, según la crítica, gran contenido artístico; esta misma crítica es la perteneciente a
las altas esferas de la sociedad, donde priman los intereses mediáticos prevalecientes en el
mundo blanco y masculino. Sin embargo, en este panorama, aún prevalece el paso del
tiempo y la transformación social y cultural que da pie a la voz de las mujeres, a las que se
les ha negado un espacio en los cánones construidos por los hombres, pero que han
construido su propio espacio y voz, estas voces, muchas veces incomprendidas y
menospreciadas para quienes nunca abrieron sus ojos a lo diferente, guiadas por el
movimiento feminista que fue batuta de esta rebeldía escritural.
Esta apertura del canón hacia las escritoras es aún demasiado tímido, teniendo como
referente en las grandes antologías, dos o tres mujeres de las grandes esferas tales como
Gabriela Mistral, Concha Meléndez o Victoria Ocampo; no obstante, repetidos son los
casos en los que los críticos intentan descifrar o analizar los textos de las anteriores
escritoras desde una mirada inexperta y casi despectiva; el hombre desde su narcicismo
intenta que el discurso de la mujer no interrumpa el suyo, la escritora Victoria Ocampo
define esto como la poca importancia que le dan los hombres a dialogar con las mujeres.
A continuación, Pratt hace una identificación y reflexión sobre el ensayo de identidad,
comenzando por la definición puérpera de cómo los hombres escribieron la historia
latinoamericana y norteamericana. Siempre de la mano de hombres blancos y privilegiados,
escribiendo así desde las cartas de Simón Bolívar hasta Henríquez Ureña; proponiendo una
identificación nacionalista de continente, otro lugar en el que las mujeres no tienen una voz
o espacio, negando carácter historial en las que las mujeres construyeron la cultura y
sociedad.
Pese a lo anterior, se propone mirar hacia un grupo de escritoras de las élites que se
atrevieron a escribir desde su posición e instalarse en la historia desde la creación de un
nuevo corpus llamado “ensayo de género” el cual buscaba y busca dotar esa voz resonante
de las mujeres que desean escribir su historia articulada al mundo, desde el cómo ver el
mundo desde sus perspectivas sociales, culturales y afectivas. El nacimiento de este nuevo
corpus trajo consigo el problema de la identificación y lectura, Pratt identifica dos
vertientes de este corpus que facilitan su compresión, la primera es la vertiente analiza la
condición social y política de la mujer, posicionándola en un espacio nacional, su condición
de ser existente.