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ES TIEMPO DE SER VALIENTES 

(Josué 1:1-9)

 I INTRODUCCIÓN
Es común que el hijo de Dios pase por diversos tiempos de temor y angustia. Pero no es la voluntad
de Dios que esto ocurra con demasiada frecuencia. Me atrevería a decir que no es su voluntad que
ocurra (¿..?). Pero como Él sabe que nos enfrentaremos a esos “gigantes”, nos prepara para que
les hagamos frente, dándonos valor y ejercitándonos contra el desánimo  y la profunda depresión.
Es una verdad bíblica que “el temor pone lazo” (Pr 29:25 El temor del hombre pondrá lazo; Mas
el que confía en Jehová será exaltado.).
Nos sentimos atrapados en el pantano de la angustia, perdemos la confianza en las promesas de
Dios y nos inclinamos a oír otras voces, antes que oír la voz del Señor. Sería irreal pensar que las
enfermedades, los problemas económicos, los desastres naturales, los sueños frustrados, las
relaciones rotas, todo eso nos causan dolor y generan desaliento y temor. ¿Qué hacer? ¿Cómo
salir más fortalecido de las crisis? Como podemos vencer los diferentes obstáculos que se nos
presenta?
II DIOS LE DA TRES ÓRDENES Y TRES PROMESAS
1. LA PRIMERA ORDEN: “LEVÁNTATE Y PASA EL JORDÁN” (V. 2)
QUE SIGNIFICA: “CRUZA TU JORDÁN”
SIGNIFICA PASAR A UN NUEVO NIVEL; SIGNIFICA ASCENDER A UNA ALTURA MÁS ALTA.  
1. Es decir, tenemos que dejar atrás ciertas actitudes y formas de pensar que están muy
arraigadas al mundo y tomar la mente de Cristo.   Pablo le dijo a los corintios “Porque
¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Más nosotros tenemos la mente de
Cristo. (1Cor. 2: 16).
2. Cruzar el Jordán significa dejar atrás lo que somos, para llegar a ser lo que Dios
quiere que seamos.  Dejar atrás donde estamos, para poder llegar a donde Dios quiere que
estemos.   No podemos seguir siendo los mismos si no hemos conquistado, si es que
queremos conquistar nuestra tierra prometida, tenemos que cambiar. Nuestros pensamientos
tienen que morir, y los pensamientos de Dios tienen que reinar. Romanos 12: 2 No os
conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta.
3. Cruzar el Jordán es estar dispuestos a ser transformados por nuestro Dios en nuestra
forma de pensar, hasta llegar a tener la mente de Cristo. Cruzar el Jordán es estar
dispuestos a renunciar nuestros pensamientos y tomar los de Dios totalmente y por
completo. Cualquier costo que paguemos por ese cruce no se comparará con las riquezas
gloriosas que nos esperan.
4. Para Israel en el cruce del Jordán fue necesario que dejara de pensar como en el
pasado y pensar como Dios, fue necesario que se depositaran completamente en la
voluntad de Dios no en sus pensamientos.
5. Dios no se iba a unir a la visión de ellos, sino ellos a la visión de Dios .
6. Ellos tuvieron que morir por completo a sus opiniones, sus actitudes, sus costumbres,
sus tradiciones, sus perspectivas, su conformismo, para llegar exaltar a Dios y Su
palabra por completo en sus vidas. Fue necesario que ellos menguaran, para que la
manifestación de Dios creciera, así como dijo Juan el Bautista: Juan 3:29-31 El que tiene la
esposa, es el esposo; más el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza
grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. 30 Es necesario
que él crezca, pero que yo mengue.
El reto era grande: Moisés había muerto. − ¿Y, ahora? “Te toca a ti, Josué”—. La promesa
anticipada consistía en que Dios ya les había entregado la tierra. Desde mucho antes, Dios había
planeado darles una gran cantidad de tierra como posesión: “todo lugar que pisare la planta del
pie…”. Eso significaba que la meta la ponían ellos, los límites los ponían ellos. ¿Adónde querían ir y
qué tierras querían poseer? Si miraban al sur tenían el desierto de Arabia; si se dirigían al norte,
tenían el imponente Líbano; si cruzaban al este, encontrarían el río Éufrates y si al occidente, el Mar
Mediterráneo.
Era una gran extensión de tierra; con una motivación adicional, tomarían posesión de una nación
superior a ellos en cultura y tecnología, con avanzados y sofisticados métodos de guerra (los hititas
perfeccionaron el carro de combate y fueron de las primeras civilizaciones en utilizar el hierro);
indudablemente  Israel estaba en desventaja, con armas más rudimentarias para la guerra y sin
modo alguno de poder hacerse de las ciudades amuralladas de sus enemigos, incluso, inferiores en
estatura, sólo podían confiar en Dios para vencer.
LOS HETEOS (¿HITITAS?) llegaron a ser la tercera potencia del Próximo Oriente (después de
Babilonia y Egipto), a éstos, la potencia de aquel entonces en Canaán, Dios entregaría en manos
de Israel; eran los gigantes y fuertes del momento, los poderosos. La conquista era una gran
motivación, no sólo por el territorio que Dios daría a su pueblo, sino por el enemigo al que
conquistarían. Es como si hoy Dios nos diera el territorio de Estados Unidos en posesión, no sólo
codiciable por su extensión y riqueza, sino desafiante por ser la primera potencia. En medio de tan
prometedoras posibilidades, hay, sin embargo, un hombre que necesita ánimo, que se siente
desmayar.
ES BUENO ENTENDER QUE EN LA MENTE DE DIOS EL TRIUNFO ESTABA ASEGURADO:
Dios veía el plan y la conquista, como realizados. NO HABÍA FORMA DE PERDER ESA GUERRA.
Dios había prometido esto hacía mucho tiempo, a los antepasados de ellos, con juramento −y se los
repite ahora, como confirmación del tiempo cumplido, porque ellos viven el momento escatológico
de esas promesas pasadas, v6−. Dios se haría responsable de cumplir su promesa, pero se
necesita la cooperación del hombre. Josué y su pueblo tienen la responsabilidad de entrar y poseer,
– ¡y había que hacerlo pronto! –. La expresión: “LEVÁNTATE Y PASA ESTE JORDÁN” (V.2),
IMPLICAN PRISA, OBEDIENCIA SIN RETRASO. LEVÁNTATE TAMBIEN DENOTA ACCION, SI
ESTAS SENTADO O EN OTRA POSICION DIOS TE PIDE QUE ACCIONES DIA Y QUE NO
ESTES QUIETO. No puede haber dilación en nuestra voluntad para hacer lo que Dios dice. Ellos no
deberían claudicar entre dos pensamientos. Al final de la vida de Josué (cap24), todavía se alcanza
a ver este dilema en el pueblo.
2. LA SEGUNDA ORDEN: “TOMA POSESIÓN DE LA TIERRA” (V.2B).
No hay excusas. Hay una tarea que cumplir, es entrar y poseer. Incluía desalojar y matar hasta el
exterminio a todos los enemigos. No debían tener piedad de ninguno. Debían extenderse por todo
el vasto territorio de Canaán y hacerlo suyo. El límite era: “todo lugar que pisare la planta de vuestro
pie…”. La promesa para Josué era que “nadie le haría frente en todos sus días” (v.5). Dios le
promete que estará con él, le asegura su presencia diariamente: no lo iba dejar ni a desamparar.
Como representante y jefe del pueblo, la promesa incluía no sólo a Josué sino a todos. Las frases:
“estaré contigo”, “no te dejaré”, “ni te desampararé” son una misma promesa dicha en tres modos
diferentes, por repetición sinonímica (propio del idioma hebreo), para asegurarle la certeza de su
presencia. Debió de ser una tranquilidad para Josué saber que Dios estaba comprometido con su
presencia diaria y constante, cada vez que lo necesitara y donde lo necesitara, siempre estaría ahí.
3. LA TERCERA ORDEN: “SE VALIENTE Y MEDITA EN LA LEY DE DIOS” (V.6)
El término usado para esforzarse es JAZAQ, que implica una combinación de fortaleza moral y
física. Tres veces Dios le pide a Josué que se esfuerce y sea valiente (v.6.7.9) y hasta la misma
gente le dice a Josué que se esfuerce y sea valiente (v.17.18). Con todo esto en mente, lo más
seguro es que Josué −el buen espía, valiente y esforzado de otros años (cuando Moisés lo envió a
reconocer la tierra junto con Caleb), lleno de experiencia y conocimiento, es ahora el hombre
temeroso, miedoso y al que le faltan las fuerzas−. Había crecido a la sombra del “poderoso” Moisés,
y remplazarlo, era otra cosa.
Pero Dios era el mismo. ¿Cuál temor había que temer? Ninguno. Pero Josué lo tiene, es un ser
humano, a veces fuerte, creyente, confiado, valiente; otras veces, dubitativo, triste, y hasta
derrotado sin emprender aún la batalla. ¿Qué necesita?: la presencia de Dios. Es eso lo que Dios le
promete, después de la orden de marcha. Vuelve y le reitera que tendrá su presencia a “donde
quiera que él vaya” (v.9).
No es la primera vez que Dios está pensando en Josué para fortalecerlo, no es la primera vez que
se lo dice, ya van tres veces y hasta una más: si vemos Dt 3,28, Dios le pide a Moisés que anime y
fortalezca a Josué: “Da tus órdenes a Josué, dale ánimo y valor, porque él pasará al frente de este
pueblo: él le pondrá en posesión de esa tierra que ves.”. Todos tenemos una imagen fuerte de
Josué, pero parece que Josué era un hombre al que había que fortalecer continuamente , Dios
siempre estaba pensando en eso (ver también, Jos 8,1).
Sin embargo, Josué es el hombre de Dios para  la gran tarea de la Conquista. Si el desánimo era
una falla en Josué (no hay forma de probarlo, salvo por estas repetidas ocasiones), por lo menos,
sabemos que fue un motivo para que él, el gran general del ejército de Dios, no confiara en su
propio poder, sino en el poder de Dios y en su fuerza. Lo vemos, al final del libro, cuando ha
repartido toda la tierra, insistiendo en que si todo el pueblo quiere ir en pos de otros dioses, él no,
porque él y su casa servirán al Señor (Jos 24,15).
Siempre confió en Dios a pesar de sus debilidades, y a Dios le plugo usarlo, porque Dios se
especializa en dar fuerzas al que no tiene ningunas. De hecho, sus ojos andan buscando a
quien fortalecer. La Biblia de Jerusalén traduce en 2Cr 16,9, así: “Porque los ojos de Yahvé
recorren toda la tierra, para fortalecer a los que tienen corazón entero para con él”. Aquí aparece el
mismo término jazaq, que el hebreo utiliza para referirse a Josué.  La verdad que nos queda de esto
es que ¡Dios se complace en buscar gente a quien fortalecer!
Sin embargo, esforzarse y ser valiente no es la única orden que Dios le da a Josué. La orden que
acompaña al esfuerzo y la valentía es meditar en la ley de Dios (v.7). ¡Como si el esfuerzo y el valor
moral y físico del hombre dependieran de ello! Y es así. No hay  otro pan  que sostenga y nutra más
nuestra vida que el alimento de la palabra de Dios.  “No te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra”,
es la orden de Dios (v.7).
El problema de Josué estaría en escuchar otras voces, o en seguir sus propios pensamientos, y no
la voz de Dios, esa sería su derrota. La frase “Nunca se apartará de tu boca” (v.8), es repetición de
“No te apartes” (v.7).  También se repiten los resultados de meditar y guardar la ley de Dios (vers.
7.9), siempre son los mismos: traernos prosperidad, que todo salga bien, que todo emprendimiento
y toda empresa que comencemos sea prosperada (si no a los ojos del mundo, sí a los ojos del
Señor – ¡y su concepto es el que importa! –). Si somos prosperados a la manera de Dios,
tendremos éxito. Josué pudo terminar en prosperidad, porque prosperidad significa “terminar los
días bien”.
III REFLEXIONES TEOLÓGICAS
¿A dónde iremos, que sea demasiado lejos de Dios? No existe tal lugar. “Donde quiera que
vayas…” (v.9), ése era el límite que Dios ponía a Josué.  Si meditamos en su palabra y guardamos
su ley, podremos seguir cualquier camino y extender aún más nuestro territorio. Tendremos la
certeza de que poseeremos la tierra que Él ya nos ha entregado; haremos las obras que de
antemano preparó para que anduviésemos en ellas (Ef 2,9-10). ¿Y cómo sabremos cuál es el
camino y cuál la tierra de promisión? Solamente hay que hacer una cosa: meditar en lo que el
Señor nos dice, dejar que Dios clarifique nuestros pensamientos y deseos, que sean filtrados por
medio de su palabra.
Pero pensemos en algo más. El lugar que Dios tiene para darnos incluye todo: desde el desierto y
los lugares inhóspitos, los caminos difíciles, la tierra árida y dolorosa (como el Desierto de Arabia al
sur), hasta los grandes caudales del río Eufrates al oriente; o los cedros del Libano al norte; y el
descanso de las playas del Mediterráneo al occidente, “el gran mar”, donde se pone el sol (v.4).
El vasto territorio, los límites de la Tierra Prometida tienen de todo, y quienes la habitan también, lo
más sofisticado de sus industrias, prosperidad material y poder; ¡pero cuidado!, también hay
idolatría, sacrificios de niños, prostitución sagrada, una serie de antivalores contrarios a Israel; es la
corriente del mundo, la codicia, el aborto, el placer sexual y mucho más. Eso es Canaán, la tierra
que fluye leche y miel, “la tierra de montes y vegas”, que,  sin embargo, necesita ser regada por el
rocío del cielo (Dt 11,11), como cualquier otra.
Pasamos por todos los momentos y estadios de la vida hasta encontrar el lugar que Dios tiene para
nosotros, y aun allí, tampoco estaremos satisfechos, si Dios no permanece con nosotros, todos los
días. Pasamos de estar inmóviles, perturbados por la muerte de alguien (como Josué por Moisés,
v.2), como vagando sin rumbo, esperando la nueva orden de Dios, invadidos por el dolor y la
incertidumbre, “haciendo el duelo”. Repitiendo las experiencias pasadas, como cruzando de nuevo
un montón de aguas, menos caudalosas que el Mar Rojo, pero igual, desafiantes, como el
impetuoso Jordán (v.2). Una prueba repetida, con un líder distinto.
Extrapolemos. ¿Un nuevo reto?, ¿un nuevo trabajo?, ¿un nuevo jefe?, ¿una nueva tentación?,
¿una enfermedad inesperada? Sí. Pruebas que se repiten, tiempos que cambian, nuevos desafíos,
nuevas gentes; pero el mismo Dios que te sostiene, al que nunca le falta una palabra de aliento y
ánimo, que renueva sus misericordias todos los días. Sí.  “Toda la tierra…”, allí donde están tus
enemigos (los heteos) y donde tienes tus luchas y victorias, tus éxitos y tus fracasos.
Todos estos son estadios en nuestro peregrinar cotidiano; lugares de posesión a los que no
debemos renunciar, por difíciles que sean ¿Lugares complicados? Sí. ¿Enemigos? También.
¿Tareas fáciles? No. ¿Grandes responsabilidades? Sí. Pero nuestro Dios está con nosotros
SIEMPRE. Su promesa es que NADIE nos podrá hacer frente en todos los días de nuestra vida
(v.5). ¡Pero no será gratis! Y esta es la parte más crucial del mensaje a Josué: “El valor y la
esperanza de victoria, dependerían de la obediencia firme e inalterable a la ley de Dios”  (lo mismo
le dijo Dios a Moisés, ver Dt 11,22-25).
La Ley de Dios debería estar en nuestra boca, no sólo cuando predicamos, sino cuando la estamos
leyendo inteligentemente: la evocación al  Salmo Uno salta a la vista, inmediatamente. Porque debe
ser una lectura diaria, cuidadosa, esmerada, que incluya obediencia a lo que Dios nos pide. Un
continuo ajustarnos a los lineamientos del Pacto. No es fácil, porque los caminos de Dios tampoco
son mediáticos.
Dios hace exigencias fuertes para nuestra carne: morir a nuestros deseos puede resultar muy
doloroso, pero debería ser la meta del creyente. ¿Por qué nuestras derrotas y  temores?
Preguntémonos si acaso hemos fallado en guardar la ley de Dios. ¿Qué parte de ella no estamos
cumpliendo? A veces puede ser la pereza para estudiar la Biblia, para meditar; otras veces nuestra
dificultad para obedecer. Quizás, fuertes tentaciones que nos derrotan y deprimen constantemente.
Necesitamos oír de nuevo a Dios: “Esfuérzate y sé valiente; no temas ni desmayes”.  

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