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LEYENDAS

YULY MAGALI VILLEGAS VILLARREAL

LAS LEYENDAS DEL CHAPARRI Y EL YANAHUANCA


En tiempos antiguos, el Señor de Chaparrí, dueño de la Costa y el Señor de Yanahuanca,
dueño de la Sierra, entraron en aluchamiento, un día, el Señor de Yanahuanca invadió los
dominios del Señor de Chaparrí y lo dio muerte. Pero los ministros de éste le devolvieron la
vida y Chaparrí marchó sobre Yanahuanca, lo cogió de sorpresa, en medio de una gran
borrachera y lo convirtió en piedra, así como a sus partidarios. Más tarde, los dos señores
convertidos en cerro Chaparrí brujo curandero y Yanahuanca brujo malero, amistaron y en
señal de paz cambiaron presentes. Por eso es que en la cumbre del río Yanahuanca de
Hualgayoc, puede verse arroz, sapote y algarrobo productos de la costa y en el Chaparrí, hay
cebada y escorzonera productos de la Sierra.

LA LEYENDA DE FERREÑAFE VIEJO


Ferreñafe viejo está ubicado en la Pampa Chaparrí, al Este de la ciudad de Ferreñafe.
El Ferreñafe en que vivimos es nuevo. El Ferreñafe viejo esta encantado cerca del cerro
llamado Chaparrí. Se encantó por la mucha riqueza que tenía. El encanto ocurrió cuando un
sacerdote hacía misa; en el momento de la consagración Ceremonial entró un perro negro
corriendo y gritando, entonces el sacerdote volteó la cara al público y al instante quedó
encantado por haber desatendido a Dios.
Se comenta que para desencantarlo es necesario que alguien entre a la iglesia y saque el
Sagrario antes que suene una campana. Se sabe que los hombres encantados de Ferreñafe
Viejo ofrecen dinero a la gente, inclusive le dan carbón y éste se vuelve plata. Se cuenta
también que en este lugar se vende frutas y hay caminantes como los arrieros que en cierta
oportunidad se perdieron y se hicieron de noche y al divisar luces llegaron a este lugar y
compraron frutas y por el camino vinieron botando las cáscaras, al amanecer ya no había el
pueblo, pero si los restos de las frutas que compraron en este lugar.

LA LLORONA
Cuentan que hasta los años 60 del siglo pasado salía una extraña mujer que lloraba con tanta
lástima, recorriendo las calles de esta ciudad, en especial en noches de luna llena;
reclamando a sus hijos y en el llanto decía. Mis hijos mis hijos y nadie se atrevió a salir de sus
casa para conocer a este extraño ser, por temor a que algo malo podría ocurrir.
Conforme fueron pasando los años y esta ciudad fue creciendo en lo que se refiere a
población y vivienda, desapareció este ser que tanto miedo causó a la población que
atemorizada no se extravió a salir de sus casa por las noches y más aún debido a la oscuridad
en que se vivía por no contarse con servicio de luz eléctrica en esta época.

EL SERVICIO DE TAXI
Los Ferreñafanos en antaño contaron con un buen servicio de taxi que se realizaba no sólo
dentro de la ciudad, si no también fuera de ella; siendo más solicitado este servicio en las
festividades de tradición como: fiestas patrias, aniversario de la ciudad, navidad y año nuevo,
así como también en matrimonios, bautizos, misa de difuntos y otros; costando la carrera
dentro de la ciudad dos soles, lugares cercanos a la ciudad cinco soles y en la zona rural diez
soles.

Su paradero estuvo ubicado en el perímetro del Parque lado sur, frente a la Iglesia de nuestra
ciudad, haciendo este servicio en horario de 6 de la mañana hasta 10 de la noche. Este comité
lo integraron Andrés Lino Tejada Carrillo, Antonio Arbulú C., José Balladares G., Julio Flores,
Juan Morales, Santiago Niño, Arcadio Honores, Carmen Ramírez, Juan Añíi, entre otros.
Este comité tuvo vigencia hasta los años 80 del siglo pasado.
Los Ferreñafanos añoran a estos señores del volante que hacían ameno este servicio y muy
conocedores de los diferentes lugares de la Jurisdicción Ferreñafana.

LA VIUDA ALEGRE
Con traje que cubre hasta los pies y sobre el un manto grande, ambos de color de una noche
tormentosa y cuando la luna está verde o sea en luna nueva, hacía su aparición en la esquina,
entre las calles Arequipa y Grau una señora de pequeña estatura que afirman se presentaba
vestida de blanco. A veces se le ocurría a pasear por las calles, acercándose a algún
parroquiano o dejar que se le acerquen a ella, otras, veces ya rendida parece que iba a
recuperar fuerzas sentándose en una banca del Parque.
En cierta oportunidad la señora encontró a don Bartolomé Chamaya en su casa de la Santa
Clara, en paños menores porque hacia mucho calor Don Bartolomé estaba en el quicio de la
puerta de su casa. La mencionada dama lo invitó para que la acompañara. Aquel no esperó
segunda petición y fue del abrazo de su ya prenda adorada. Pero después de haber
caminando unos cuantos metros, el afortunado personaje se dio cuenta que su joya había
desaparecido misteriosamente. Ella debió darse cuenta que don Chamaya iba en traje de
Adán y con justicia tuvo miedo. Las mujeres se cuidan hasta después de muertas.
Cuentan que cunado la mencionada mujer se veía muy sola, echaba a llorar con tanto
sentimiento que parecía una criatura. En otra ocasión dice que don Miguel J. Edgar, a quien
llamaban cariñosamente el Zambo Edgar se encontraba tomando licor en una tienda y al
verse mareado salió para irse a su casa y al pasar por el Parque vio a una señora sentada en
una banca y todo fue para él un paraíso en esos momentos al verse los dos solitos, Edgar
acercándosele le preguntó a la señora que hacia allí y si deseaba que la acompañara,
empezando a llover los piropos y tantas cosas lindas le dijo el inesperado galán, que la señora
optó por la retira, seguida por el Zambo Edgart que le seguía enviando palabras amorosas.
Llegando al tamarindo rumbo a la Alameda y no la podía alcanzar y al darse cuenta a donde
se dirigía, nada menos que al cementerio, el Zambo Edgart sacó su revolver y disparó cinco
tiros a este personaje, invalido por un frío extraño, el valiente regresó decepcionado.
Levantándose muy temprano para componer el cuerpo con un guaracazo de yonque, junto
con sus amigos a quienes narró lo sucedido y ellos le afirmaron que era “La Viuda Alegre”.
Seguía la chupeta y las composturas de cuerpo en las madrugadas como de costumbre, el
macho Edgart enfermó y no duró ni cuatro días más. Se fue en pos de la viudita alegre. Y
como la señora encontró su otro gil, se encuentra satisfecha y dejando a los lechuzones hacer
sus correrías sin estorbo.

LA CARRETA
Según contaban algunos Ferreñafanos, a media noche y hace muchos años salía una carreta
del cementerio y otros que salía de la pampa cercana al molino del señor Salcedo, en la que
no se ha llegado a determinar es a quien o quienes jalaban la carreta, algunos decían que era
un caballo de color plomizo, otros que una mula la que jalaba la carreta; pero si lo todos
vieron es que sobre el animal iba un jinete vestido de blanco y con varios ocupantes llevando
ramos de flores. Este recorrido lo hacia por la calle Juan Bulnes de Castro, llegando a la calle
Tres Marías y en esta esquina descansaba unos minutos, para luego seguir por la calle Ilo
donde se detenían para rezar y cantar y luego continuar por la Calle Real, ingresando
nuevamente por la calle Juan Bulnes de Castro donde desaparecían.
Y hay personas que vieron que ingresaba al Parque para luego dirigirse a la Iglesia donde
bajaban los raros ocupantes para entrar al templo y elevar sus plegarias al Salvador para
luego dar una vuelta al Parque y dirigirse a su lugar de origen y desaparecer misteriosamente.
Según contaban que el objetivo de la salida esta carreta era para conseguir almas con las
cuales obtendrían su salvación en el otro mundo, es decir, que eran difuntos que venían a
llevarse a todo aquel que se le cruzase en el camino.

EL CURA SIN CABEZA


En tiempos en que Ferreñafe no contaba con luz eléctrica se vivía en tinieblas, sólo las calles
principales Unión y Real, con lamparones de kerosene, eran iluminadas de 7 á 9 p.m. los
Sábados y Domingos.
Los moradores, con velas de sebo que colocaban en las paredes de sus fronteras, iluminaban
los demás días de la semana hasta las 8 de la noche. Pero como en todo tiempo y lugar, hay y
habrá “lo sabelotodo”, en ciertos domicilios o esquinas permanecían hasta las 12 ó 1 de la
madrugada para dar razón de la vida ajena o malogrado citas amorosas.
Por esta razón aparecían fantasmas. A las 12 de la noche salía el CURA SIN CABEZA, era un
personaje, que teniendo cita amorosa, se disfrazaba con una sotana de cura cubriéndose
desde la cabeza, llevaba en la mano una vela encendida y en la otra una campanilla; después
de recorrer ciertas calles hacia su aparición en la esquina de su cuadra preferida, cuyo fin era
despejar a los “mirones”, los “chismosos”, que al oír el sonido de la campanilla entraban
espantados a sus viviendas exclamando: EL CURA SIN CABEZA!...
Entonces, era cuando el personaje disfrazado entraba a casa de su amante, dándole por
desaparecido.
Ayer como hoy y siempre habrá infidelidad en ciertos hogares y la infidelidad usa diversos
medios según la época en que actualmente no se recurre al disfraz del CURA SIN CABEZA, los
medios en estos momentos son otros: un hotel, un hostal, una casa de cita, un viaje de placer,
etc. EL CURA SIN CABEZA, ya no tiene vigencia en estos días.
LA COSTURERA
En Ferreñafe hubo una señorita costurera que le gustaba enterarse de la vida ajena. Cierto día
cerca de la medianoche encontrándose en la puerta de su casa conforme lo hacía todos los
días, vio que se le acercaba un jinete vestido de blanco y le hizo entrega de un corte de tela
para que la confeccionara una camisa y que al día siguiente regresaría a recogerla y cuando
la costurera le dijo que bajara del caballo para tomarle medida, respondiendo el jinete que la
hiciera como camisa de cualquier hombre.
La costurera guardo el corte y al día siguiente que desenvuelve el paquete, se dio con la
sorpresa que en vez tela eran un par de huesos de miembros inferiores y al poner al tanto de
este hecho al sacerdote y al llegar a él y contarle lo ocurrido, éste lo aconsejó que fuera al
cementerio y enterrara los huesos y que tuviera cerca de la puerta de su casa un brasero y
azufre para que cuando regrese el jinete a reclamar la camisa y cuando estuviera cerca de
ella echara el azufre al brasero lo que ocasionaría una explosión.

COSTUMBRES

MEDICINA TRADICIONAL
Desde comienzo del siglo pasado se viene realizando y aceptando en mayor grado las
prácticas de medicina tradicional popular; en la que siempre se le vio con desprecio por parte
de la medicina moderna que los denominaba “brujería” En este provincia como en otros
lugares de país, gran parte de la población, tanto del campo, como de la ciudad todavía
recurre a este tipo de medicina que generalmente combina la terapia fisicológica con la
psíquica. Como a este tipo de medicina van a veces asociadas otras prácticas tradicionales;
una clasificación provisional podría comprender las siguientes formas:
1. curanderismo.- En el cual se usan elementos mágicos en la cura de las enfermedades
(“rastreos”, “mesa”, “limpia”, cantos, bailes, etc.) con el uso de yerbas y otros productos.
Sus practicantes reciben el nombre de los curanderos o limpiadores.
2. Herborismo.- Que utiliza las yerbas y otros productos naturales, sin el uso de
elementos mágicos. Sus practicantes reciben el nombre de yerbateros o curiosos.
3. Sortilegios.- Que consisten en prácticas mágicas de adivinar “la suerte” y “amarrar el
amor” de una persona (enguayanchar), “dar buena suerte” en los negocios, etc. La
practican los “adivinos”.
4. Daño.- Que consiste en causar enfermedades o desgracias a otras personas, mediante
prácticas mágicas realizadas por los llamados “maleros”. Estas costumbres se encuentran
extendidas en toda la Región, pero en algunos lugares es mayor su influencia o su fama,
por lo que se menciona los Pueblos de Salas y Mórrope.

Instrumentos de limpiador
Macana, calabazo o tutuma seca con semillas o piedritas en su interior.
Vara de chanta; con la que el limpiador acompaña su baile y maneja a sus ayudantes.
Espada o cuchillo de acero, para defenderse del demonio o malos espíritus.
Huacos pre hispánicos, caracoles y conchas marinas, piedras, imágenes de santos
católicos (San Cipriano, Vírgen del Carmen, Virgen de las Mercedes, etc.).

LOS ARRIEROS
En Ferreñafe como en diversos lugares del Perú presentaron importantes servicios a la
comunidad desde el siglo pasado, cuando no existían vehículos de transporte, Frreñafe
tierra de agricultores por excelencia, también contó con este servicio, para transportar sus
cosechas, en especial el arroz; ya que para cargar una fanega de arroz sea dos sacos de
69 kilos cada uno cobraban un sol y medio, por una carga depiedra traída desde el cerro,
para calzar las paredes de las viviendas cobraban cinco soles y cargar un millar de adobes
cobraban setenta soles.
En esta ciudad todavía se guarda gratos recuerdos de estos trabajadores que laboran de
Lunes a Sábado en horario de 6 de la mañana hasta las 06 de la tarde.
Posteriormente aparecen los vehículos de transporte de carga que poco a poco fueron
acaparando todo tipo de carga: dando lugar a que estos conductores de bestias de carga
fueran desapareciendo y en la actualidad sólo quedan algunos arrieros que sólo
transportaban adobes, costando 90 nuevos soles millar.
También es grato recordar a arrieros ferreñafanos de aquella época y de hoy, mencionado
a: Antonio Yovera, José Díaz F., Maguel Gutiérrez, Flavio Tantarico, Lorenzo Jaramillo G.
Jorge Díaz, Víctor y Alberto de los Santos, Leopoldo Jaramillo Seclén, entre otros.

ACOMPAÑAMIENTO AL DIFUNTO
Es costumbre de los Ferreñafanos desde el siglo pasado acompañar a pie a sus muertos
desde el velatorio hasta el cementerio, notándose en este acompañamiento aparte de
familiares, la presencia de vecinos y amigos; vestidos los hombres con camisa blanca,
pantalón negro y divisa negra a la altura del bolsillo de la camisa o usando otras veces la
corbata negra, la camisa negra o el terno negro y las mujeres vestidas con blusa blanca,
falda negra y en otros casos vestidas de todo negro y con su tradicional mantón negro
que cubría la cabeza y parte de su cuerpo y con guantes negros.
Siendo el ataúd cargado los familiares, amigos y vecinos que a decir de muchos se
disputaban el derecho de cargarlo, demostrándole su amistad, aprecio que le tuvieron, y
en este trayecto los familiares en su llanto recordaban las acciones realizadas por el
difunto en vida.
Resaltado la presencia en este acompañamiento del Cura que así llamaba el Pueblo del
Sacerdote; quién a paso lento con paciencia y tranquilidad iba rezando; anotando que
unas veces los acompañó hasta el puente de acequia El Pueblo, otras hasta la entrada del
cementerio o también hasta su tumba. Hoy en día el acompañamiento de los difuntos ya
no cuentan con el apoyo del Sacerdote, pero si la mayoría de veces es acompañado por
una banda de músicos. Los ferreñafanos todavía recuerdan al ilustre Sacerdote Monseñor
Francisco Antonio Gonzáles Burga, quién a lo largo de más de 50años realizó esta labor
muy humanitaria servicio de su pueblo que tanto lo quiso; añorándose estos buenos
momentos y tiempo ya ido.

LAS LLORONAS
Cuando ocurría un fallecimiento en Ferreñafe y siendo necesario solemnizarlo con toda
pompa, se contrataba a un determinado número de mujeres llamadas “Lloronas” que
durante el duelo y el traslado del difunto de su casa al cementerio, cantaban a modo de
llanto los dones, vicios y virtudes del difunto.
Por lo general era gente de cierta edad la que desempeñaba estas funciones, vestidas de
negro con grandes mantos del mismo color, con el que se cubrían el rostro y la cabeza.
A las famosas “Lloronas” se les suponía conocedoras de estos menesteres, ya que el llanto
que se expresaban era fúnebre y podía durar medio día o un día, dando a conocer lo que
en vida había hecho el difunto.
Si era agricultor, informaban detalladamente lo que sembraba.
Las “Lloronas” iniciaban su llanto de manera: “Ya se murió don Piscoyita tan bueno y
trabajador como era, en su chacra todo sembraba, camote, maíz, yuca. Pobrecita Ña
Simona, ya no tiene la buena yuca”.
Para estos escenas la mujer del difunto también asistía al entierro y en el camino imitaba
los llantos de las “Lloronas” hoy han desaparecido estos humildes mujeres que dieron
colorido a nuestro antiguo Ferreñafe.

JUEVES DE COMPADRE Y JUEVES DE COMADRE


Una costumbre de Ferreñafe que ya se ha olvidado es la de “Jueves del Compadre” y
“Jueves de Comadre”.
Esta costumbre comenzaba dos semanas antes del domingo de carnaval. El día Jueves de
Compadre era señalado para que las mujeres se dirigieran a los elegidos por medio de
una tarjetita con un verso de dedicatoria, acompañado de su regalo, dándole a conocer su
elección
El texto de la misiva femenina decía:

En este día feliz


yo lo elijo mi compadre
por si así fuera mi suerte
ser ahora su comadre.

Transcurrido una semana de ansiada espera, el jueves siguiente era el de “Comadres”, el


elegido tenía que remontar a la comadre, otro regalito que por lo general era un
prendedor de plata, un abanico, un perfume u otra cosa superior al regalo de la comadre.
Este retorno debía acompañarlo también de una misiva que expresaba lo siguiente:
Comadrita, que grandicha
yo agradezco su elección
testigo es mi corazón
de lo mucho que la aprecio.

No era raro que las relaciones fueran más allá del carnaval y más de un jueves de
compadre o comadre; ya que fueron cómplices y culpables de que la amistad o simpatía
terminara en el altar en la mayoría de las veces.

LOS AGUADORES
En Ferreñafe antiguamente los encargados de vender el líquido elemento para
abastecimiento de la población y ganarse el pan de cada día. Eran los llamados
“Aguadores”.
Al principio el agua se cargaba en burro, de cuyo pescuezo colgaba una campanita que
sonaba conforme andaba anunciando su paso, después surgieron los “Carreteros”,
quienes en una carreta tirada por un macho y con capacidad para doce pipas cargaban el
agua, siendo el valor de cada pipa en sus inicios de un real, luego veinte centavos,
posteriormente cincuenta y más tarde un sol.
Posteriormente aparecen los camiones cargadores de agua, con capacidad con veinte
pipas, siendo uno de los propietarios los hermanos Inga.
Entre las “Aguadores” menciono a: los hermanos Casas, Juan Ñaño, hermanos Morales,
Julio Liza, Toribio Piscoya, Víctor Ascencio, entre otros.
En agua que estos “Aguadores” vendían en sus inicios la recogían de las acequias
cercanas a la ciudad, luego la compraban en lo que eran los baños municipales (lado norte
del hoy Hostal Municipal) pagando cincuenta centavos por carretada y un sol por
camioneta. En tiempos en que Ferreñafe se instalan los servicios de agua potable, estos
“Aguadores” poco a poco fueron desapareciendo.

LA BAJADA DE MANTO
Desde el siglo pasado es costumbre de los ferreñafanos llevar a cabo la “Bajada de
manto”, y misa de nueve días, después de sepultar al difunto.
Esta ceremonia se inicia el segundo día del entierro; los familiares contratan los servicios
de un rezador, quien reza el santo Rosario por las noches durante nueve días y en estas
oraciones encomienda al alma de difunto a Dios para que lo tenga siempre a su lado, le
perdone sus pecados y vele por sus familiares en la tierra y en muchos casos da a conocer
las virtudes del difunto en vida, colocándose junto al rezador un depósito de lata con
carbón para realizar el sahumado que lo hace con sahumerio, incienso o romero y llegado
el día señalado para la bajada de manto, los padrinos designados por los familiares del
difunto, el rezador y los asistentes rezan el santo rosario y a todos los presentes los
padrinos le entregan una vela encendida que la mantienen así durante todo el tiempo que
dure esta ceremonia, para finalmente proceder a bajar el manto negro, apagar las luces
de la capilla ardiente y el Cristo Crucificado hacerlo adorar a todos los asistentes,
apagándose luego las velas para dar por concluida esta ceremonia.
Luego los familiares invitan a los asistentes una merienda con su asentativo que puede ser
chicha, cerveza, yonque o cualquier otro tipo de licor, atención que se prolonga por
muchas horas.
Este Costumbre no se pierde, porque el ser querido se le sigue amando hasta dentro de su
tumba.

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