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En Perú, en torno de la experiencia de la Reforma Universitaria, emergieron dos figuras

relevantes de la política y las ideas en la década de los veinte: José Carlos Mariátegui y
Víctor Raúl Haya de la Torre. En las diferentes perspectivas que sostuvieron acerca de
los problemas del Perú y de América Latina y de las formas de intervención política.
Son dos programas políticos que casi nacieron juntos, pero que siempre fueron
diferentes. El socialismo y el aprismo entraron en vigencia cuando el civilismo como
expresión política del semifeudalismo entró en grave crisis a partir de la depresión
económica mundial de 1929. Pero siempre se enfrentaron. El aprismo hizo partido de
un frente que lo encabezaron las clases medias intelectuales, el socialismo se definió
científico a partir de la conducción de la clase obrera.
Para José Carlos Mariátegui el único camino que seguiría la política era la del
socialismo junto con la población, esto se basaba en la fuerza de los obreros,
campesinos y movimiento estudiantil que en esa época había surgido. Según
Mariátegui, la situación que complicaba a la lucha de clases en el país era la presencia
de todos los modos de producción, es por ello que decía que la revolución socialista
tenía que ser diferente, teniendo como su elemento popular principal al campesinado
andina y no como el proletariado europeo. Asimismo, según Mariátegui y la revolución
permanente, nos explican que la situación de un país que complica la lucha de las
clases es la pobreza y que a raíz de este proceso nace la desigualdad. Mariátegui puso
énfasis en que el problema del indio debía ser considerado desde una perspectiva de
clase, pero, atendiendo a las características del continente, observaba que las
identidades raciales se superponían de una manera particular entre los indígenas; en
este sentido, notaba que, incluso los sectores medios revolucionarios, entre los que no
cabía esperar valoraciones raciales, consideraban inferior al aborigen. Mariátegui
descreía profundamente de la potencialidad de la burguesía para encabezar un
proyecto nacional. Para el intelectual peruano la burguesía criolla encontraba cómoda
la cooperación con el imperialismo. La cuestión indígena era la que permitía articular el
problema pendiente de la construcción nacional y la revolución orientada al
socialismo. 
Víctor Raúl Haya de la Torre pensaba que el imperialismo en américa Latina cumplía un
papel ambiguo, por un lado, era positivo, ya que colaboraba con eliminar los rezagos
del feudalismo colonial, realizando así una tarea de modernización de las estructuras
económicas y sociales, por otro lado, era negativo, ya que saqueaba nuestras riquezas
y bloqueaba el ascenso de una burguesía nacional. Para Haya las clases medias
también eran explotadas por el imperialismo, aliado a los gamonales, de allí que solo
sumando sus fuerzas al conjunto de las clases explotadas podría llevarse adelante una
transformación, que planteaba, en un horizonte lejano, arribar al socialismo. Haya
consideraba que el imperialismo constituía la primera forma del capitalismo en
América Latina. De esta manera invertía la caracterización presente en las tesis de
Lenin. Esta realidad de “atraso” sugería la necesidad de construir un Estado
antiimperialista, que pudiese propiciar las condiciones para el desarrollo (primero del
capitalismo). Dentro del bloque de sectores explotados que constituirían el frente que
impulsaba, se hallaba, por supuesto, la población indígena, que, según insistía Haya,
recuperando ideas del indigenismo, constituía el 75% de la población en el continente.
Sin embargo, la referencia a lo indígena aparece en su pensamiento antes como una
marca identitaria, presente por ejemplo en el nombre “Indoamérica”, que como sujeto
revolucionario. En todo caso, coincidiendo con Mariátegui, consideraba que se trataba
de una problemática que debía ser abordada desde la perspectiva económico-social y,
al señalar los vínculos del latifundismo con el poder de los capitales extranjeros, Haya
fusionaba el problema del indio y el imperialismo, y por lo tanto tendía un puente
entre el APRA y el indigenismo. 

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