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Chiaramonte, José Carlos Nacionalismo y liberalismo económicos Cap.

VII: Política y partidos en la


Argentina de los años 60 y 70.

La falta de capitales en el país, la tendencia a invertir solamente en actividades agropecuarias y a rehuir la


inversión industrial, la insuficiencia de las tarifas aduaneras y otras medidas parciales para engendrar una
industria de gran envergadura, impulsan a Vicente F. López y sus acólitos a reconocer como imprescindible la
actuación en más vasta escala, a través del Estado si querían desarrollar la gran industria nacional.

Consideran que la herencia de personalismo y centralismo del pasado, cristalizada en los partidos obstaculiza
el movimiento de la reforma. Critica de V F Lopez a los partidos políticos

Mitrismo y Alsinismo

Nacionalistas (mitristas) y autonomistas (alsinistas) constituían los “partidos políticos” que se disputaban las
elecciones nacionales y provinciales desde 1862. En ese año, la polémica en torno al intento de federalizar la
provincia de Buenos Aires dividió el partido liberal porteño, formado hacía 1852 por unitarios y opositores al
Acuerdo de San Nicolás y a la política de Urquiza. Los nacionalistas tomaron tal nombre por su actitud
favorable a la nacionalización de la provincia. Los autonomistas, tomaron esa denominación por su política
contraria a la federalización de la provincia y su defensa de la integridad política y territorial de la misma.
Hasta las elecciones provinciales de 1864, autonomistas y nacionalistas constituían más bien facciones
internas del partido liberal. El autonomismo salió fortalecido de estas elecciones y apareció como partido y no
más como una tendencia interna dentro del partido liberal. En cuanto a las elecciones presidenciales, en 1868
triunfa la formula de Sarmiento-Alsina luego de una serie de fricciones y acuerdos de diversa índole que dejan
en el camino las aspiraciones de Urquiza, las de Rufino Elizalde-lugarteniente de Mitre- y las del mismo
Alsina. Luego en 1874 nuevamente el Interior, a través de la “liga de gobernadores”, decide la elección. La
candidatura de Avellaneda, lanzada por Sarmiento en 1872, cierra el camino de Alsina, quien se resigna otra
vez a participar del triunfo electoral apoyando al candidato del flamante Partido nacional (creado para
promover la candidatura del tucumano y de poca significación en Buenos Aires). Denunciando la existencia
de fraude en las elecciones, estalla la rebelión del mitrismo, sofocada el mismo año 1874.

Estos partidos nucleados en torno a la figura de un caudillo, carecían de organización permanente y de


continuidad en la acción; sus periodos de actividad eran los de preparación de las elecciones nacionales,
provinciales o municipales. Surgían entonces los “clubes” electorales, que agrupaban a los partidarios de cada
tendencia, observándose a veces, dentro de un mismo partido, algún club heterodoxo: en 1870, el Club 25 de
Mayo agrupa, dentro del alsinismo, al sector de jóvenes reformistas- del Valle, Alem, Yrigoyen y otros-, que
mas adelante habrán de dar origen al Partido Republicano, mientras que el sector tradicional del alsinismo se
agrupará en el Club Libertad. El mecanismo electoral ofrecía una variada y pintoresca gama de recursos
fraudulentos. El fraude se organizaba y se ejecutaba a la vista de todos, en medio de comentarios jocosos o
dramáticos de la prensa; y a menudo con saldo de heridos y muertos. Comenzaba antes del comicio en
ocasión de la apertura del Registro Electoral, destinado a la inscripción de los votantes para cada comicio.
Desde 1863 las elecciones nacionales se realizaron previa inscripción en el Registro Electoral, con ciertas
garantías en su constitución y depuración, pero que de nada valieron para impedir el fraude. El voto era
“cantado”, cosa inevitable por otra parte, dado el predominio de una mayoría de analfabetos en la exigua
cantidad de participantes de los comicios. En la provincia de Buenos Aires, en cambio, siguió rigiendo
durante muchos años la ley electoral de 1821; las elecciones se realizaban sin padrón, sin autoridades de mesa
previamente designadas y sin documento alguno de identificación por parte de los votantes.

Piezas decisivas del proceso electoral constituían los jueces de paz y comandantes militares de la campaña,
mucho más fecundos en su acción allí donde el control opositor se hallaba inerme.

Todo el sistema representativo en la Arg de la época parecía existir como medio de ofrecer una imagen
civilizada del país al extranjero.

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Carácter de los partidos políticos del período

Partidos inorgánicos, sin principios, no es posible atribuir su rivalidad a ninguna división de clases o sectores
de clases. Que no representaran clases distintas se comprende fácilmente porque en aquella época existía una
sola clase social con cierta cohesión: la burguesía (cohesión que se hallaba debilitada por diversos factores
provenientes de su debilidad económica). Tampoco parece fácil interpretar a cada partido como expresión de
un grupo más o menos definido dentro de la clase dirigente. La única diferenciación en el seno de la burguesía
que aparece claramente reflejada en el plano político, es la que separa a porteños y provincianos, cuya lucha
giraba fundamentalmente en torno al dominio de las rentas de la Aduana. Fuera de ella, las divisiones
lugareñas, aun la existente en Buenos Aires entre autonomistas y nacionalistas, parecía no provenir de otra
cosa que del conflicto personalista. Formados por la atracción personal de un caudillo y cohesionados por el
mismo factor, sus objetivos propios, al margen de los que provienen de los objetivos generales de la burguesía
y que le son comunes con sus adversarios, surgen de las aspiraciones de dominar y usufructuar el aparato del
Estado por parte de dirigentes y colaboradores del partido. Esto explica que autonomistas y nacionalistas, que
en 1862 se separan por la actitud ante la federalización de la provincia de Buenos Aires, combatan en 1880
cada uno con la bandera de su adversario: los mitristas , como opuestos a la federalización de la ciudad de
Buenos Aires, y los autonomistas, apoyándola.

Por oposición a las características aristocratizantes del partido de Mitre, se da la apertura del alsinismo a
intentos reformadores, así como su acercamiento electoralista a sectores populares. Lo cierto es que durante
las coyunturas iniciadas en 1866 y 1873, estos partidos reflejan con cierta coherencia intereses contrapuestos.

La sensibilidad mitrista hacia la burguesía comercial porteña era manifiesta. En cuanto al Partido
Autonomista, es dable comprobar la irrupción de los intereses ganaderos, laneros y empresarios industriales.
Sin embargo, con excepción de los jóvenes rebeldes del alsinismo, ese reflejo directo de intereses económicos
es solo ocasional. Rige en cambio el concepto que los partidos políticos “no se pronuncian sobre cuestiones
económicas”. Pero, ideológicamente, el mitrismo puede considerarse representante de la burguesía comercial
porteña, por cuanto su ideología liberal corresponde, en general, a los objetivos y a la forma de vida de ese
sector.

Mitrismo y alsinismo _son, entonces, dos sectores con intereses fundamentalmente idénticos -divididos
ocasionalmente porque uno de ellos difiere en cuanto a la relación con Europa- que, sin disernir
ideológicamente, se disputan el usufructo del. aparato del Estado y las ventajas derivadas de la relación con
Europa negocio que deslindarán en el 80

La verdadera dirección política de la clase gobernante la ejercía -por encima de sus ocasionales
alistamientos electorá1es un conjunto inorgánico de escritores, periodistas, ·directores de· bancos; jefes de
faniilias económicamente poderosas y otras personas de peso junto a un limitado número de·políticos
destacados. En· ese medio se debatían los problemas realmente trascendentes ·y allí nadan las decisiones gue,
en algunos casos, se trasladaban al seno de los partidos y al debate en las Cámaras.

La organización política argentina tenía mucho más de fachada para el exterior que de real expresión de una
sociedad altamente organizada en el terreno institucional, según parecía poder deducirse de todo el aparato
montado, sobre base constitucional, en este terreno, y también de la circunstancia que no existiese sino una
sola clase social con cierto desarrollo .ideológico· y con cuadros de suficiente experiencia para dirigir una
administración

Pero la crisis del 73, junto a la ineficacia de los partidos para hacer frente a sus consecuencias y, + aún, la
incidencia agravante que sobre la depresión tuvieron los conflictos políticos, van creando nuevas condiciones.
Estas tienden a desaparecer aquel tipo de partidos y a reemplazarlos por una nueva forma de acción política
de la clase dirigente, el unicato roquista, que conservará empero la mayoría de los vicios de la anterior.

La situación política anteriór al 80 es,, pues, una situación de transición en la que el carácter de los problemas,
nuevos y antiguos, que debe encarar la burguesía argentina, pone en crisis el tipo dé partidos existente hasta

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entonces y reclama la desaparición de sus inútiles divergencias que ya dañaban· los intereses fundamentales
de la clase

Organización política del grupo reformista del Alsinismo

El desarrollo del grupo fundador del Partido Republicano revela, por su fracaso final, la debilidad de las
fuerzas sociales que podían haber llevado a constituir un partido político orgánico. Este sector del alsinismo
estaba integrado en su mayoría por intelectuales jóvenes que, se proponen transformar las condiciones
económico-sociales del país merced a un proyecto político de singular coherencia. Pero, por otro lado, esta
condición de jóvenes talentosos, y pobres oculta mal la secreta ambición de alcanzar los privilegios de la clase
dirigente. Las figuras más destacadas del grupo reformista del alsinismo son: Leandro N. Alem, Carlos
Pellegrini, Aristóbulo del Valle. Los jóvenes rebeldes del Partido Autonomista incorporan un matiz distinto,
reflejado en la brega por una política principista y un partido orgánico. Fracasados sus intentos en vísperas del
80, pocos serán los que prosigan, como del Valle o Alem.

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