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Escatología – Los creyentes y la tierra nueva

Isaías 65

Clase 8

En la lección anterior iniciamos nuestro estudio del estado final del ser humano.
Notamos que el estado final transcurre en el ge’henna o en el paraíso. Estos dos
términos no son meramente nombres de los lugares, sino que son vocablos puestos
para caracterizar los lugares a donde van a pasar la eternidad los seres humanos, o
en uno o en el otro. Tienen que ser lugares concretos porque la Biblia enseña la
resurrección del cuerpo, y el cuerpo ocupa lugar. Notamos también, en la lección
anterior, que el Nuevo Testamento enseña claramente la resurrección del cuerpo,
especialmente en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y en las del gran
apóstol Pablo. Hacemos uso de las palabras de ellos dos porque su enseñanza es
tan clara. Pero la doctrina de la resurrección está en toda la Biblia.

Se podría preguntar si esta doctrina—la de la resurrección del cuerpo— es algo


distintivo del Nuevo Testamento o de las enseñanzas de Jesús, y si antes de Jesús
esta doctrina de la resurrección del cuerpo no se enseñaba con tanta claridad. Por
lo menos, había una secta de los Judíos en el tiempo de Jesús—los Saduceos— que
no creían en la resurrección. ¿Será que el Antiguo Testamento no habla claro sobre
el asunto? La verdad es que el Antiguo Testamento habla bastante claro sobre la
resurrección si se está dispuesto a oír la enseñanza de esta parte de la Biblia.

Algunos de los textos que se pueden citar para mostrar que esta doctrina se enseña
en el AT son los siguientes: Job 19:25-27, Salmo 16:8-11, 71:20, Isaías 25:8; 26:19,
Daniel 12:2, Oseas 13:14. El autor de la epístola a los Hebreos afirma que Abraham
creía en la resurrección de la carne (Hebreos 11:17-19) haciendo referencia a
Génesis 22:5- 13. La implicación de estas enseñanzas es clara: si hemos de pensar
en el lugar donde el ser humano estará en su estado final, tenemos que pensar
entonces en un lugar donde estará con todo y cuerpo.

I. La tierra nueva = El paraíso

Es importante pensar en el paraíso en términos de la nueva tierra para poder


captar la enseñanza bíblica sobre el asunto. Es cierto e indudable que el creyente va
(sin escalas) al cielo, la «mera presencia de Dios» y pasa su estado intermedio en la
presencia de Cristo. Es cierto también que el estado intermedio es el estado final
inaugurado, pero no debemos confundir el estado intermedio con el estado final; el
estado final muestra algunas importantes diferencias.
La nueva tierra, la nueva creación que Dios realizará después del juicio final, es
donde el creyente vivirá para siempre, con cuerpo y alma, para la gloria de Dios y
su eterna felicidad. En esa nueva tierra debemos esperar pasar la eternidad, donde
disfrutaremos sus bellezas, exploraremos sus recursos, y emplearemos sus tesoros
como medio de alabanza y servicio. Si pensamos en el hecho de que nuestro divino
Redentor también hará su morada allá y la presencia de Dios será palpable en cada
rincón, esto hará que sigamos estando en el cielo cuando estemos en la nueva
tierra. El cielo y la tierra no estarán separados, como lo están ahora, sino serán un
solo universo, un verdadero UNI-verso. El estado intermedio no pierde nada de lo
bendito, sino que se abre en algo mejor y más grandioso. La realización de la nueva
vida en Cristo en su forma más completa, en cuerpo y alma, es lo que esperamos
en la nueva creación.

Esta enseñanza bíblica pone en la perspectiva correcta lo grandioso del plan


redentor de Dios. Desde Génesis sabemos que toda la creación es de Dios, y desde
Génesis sabemos que la redención está prometida. La obra del Salvador, la obra de
la redención, no es menos que redimir la totalidad de la creación de los efectos del
pecado. Este propósito se cumple en la nueva tierra, el paraíso de Dios. Solamente
la doctrina de la nueva tierra pone las dimensiones cósmicas al plan redentor.
Solemos ser muy egoístas y pensamos en la obra redentora de Cristo solamente en
términos de nosotros mismos. La obra de Cristo no fue solamente la de salvar a
ciertas personas, y nada más, ni aun la de salvar una multitud de personas, ni
tampoco la de salvar una institución comprada con su sangre, sino también la de
restaurar todas las cosas, culminando en la nueva tierra y el nuevo cielo.

Las promesas hechas a Abraham han de cumplirse. Y se cumplirán en la verdadera


descendencia de Abraham. Aquí entramos en un punto muy controvertido.
Muchos creen que la descendencia de Abraham es la raza judía, y solamente los de
esta raza. Las promesas, entonces, según ellos, han de cumplirse en Israel según la
carne. Afirman que las promesas se cumplirán literalmente durante el tiempo del
supuesto milenio. Afirmamos con ellos que las promesas han de cumplirse
literalmente, pero no en el milenio, sino en la nueva tierra (aunque la idea de
«literal» es muy poco precisa). La razón para afirmar esto es porque la Biblia dice
que los herederos de Abraham son el Israel espiritual. En Génesis 17:8, Dios dice:
«Y te daré a ti, y tu descendencia después de ti...en heredad perpetua...». Hay que
notar que la promesa no es solamente para la descendencia de Abraham, sino para
Abraham también. Abraham mismo no poseyó ni un metro cuadrado de la tierra—
con la excepción de la cueva de Macpela que compró como tumba para Saraí
(Hechos 7:5)—sin embargo, la promesa se cumplirá también para él. En Romanos
4:13-18 vemos que la descendencia de Abraham es más amplia que solo la raza
judía. Pablo, en la misma carta a los Romanos (9:3-8, 24-26), dice que la promesa es
para los gentiles también. Lo que dice Pablo a los Calatas (3:6-14) y a los Efesios (1-
13-14) también viene al caso. Podemos concluir que los herederos de las promesas
de Abraham son el verdadero Israel, el «espiritual», los verdaderos hijos de la
promesa.
Además, la nueva tierra y los nuevos ciclos de Isaías 65 no son diferentes de los
cielos nuevos y la tierra nueva de Apocalipsis 21. No habrá dos nuevas creaciones,
una para los judíos y otra para los cristianos, sino una sola para todo el pueblo de
Dios. Jesús, de la misma manera, afirmaba que los gentiles iban a estar en el mismo
lugar con Abraham, Isaac y Jacob (Mateo 8:11 y Lucas 13:28-29). Lejos de ser
promesas para un Israel físico y para un corto tiempo de solamente un mil años, las
promesas son para todo el pueblo cíe Dios y para toda la eternidad, y se cumplirán
en la nueva tierra.

II. El lugar de castigo = Ge’henna

Ya hemos visto, en una lección anterior, que la palabra «ge'henna» viene del
hebreo «Hinnom» y se refiere a un valle donde los Hijos de Israel quemaban sus
hijos a Moloch, la más extrema de las abominaciones que los Hijos de Israel
practicaban. Más tarde el valle llegó a ser el tiradero de basura de la ciudad de
Jerusalén, con el fuego, humo, moscas y gusanos característicos de tales lugares. La
palabra llegó a ser el símbolo del infierno, el lugar de eterno castigo.

Es un lugar de remordimiento, la aguda conciencia de la separación de Dios y de


todo lo bueno; un lugar con toda la miseria y el dolor que se puede imaginar,
producidos por el ser humano mismo, en cuerpo y alma. Pero no sabemos cuales
serán los castigos especiales que Dios mismo infligirá.

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