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EL AMOR

DEVOCIONAL

1 Corintios 13:1-13
En el día de hoy llegamos a este maravilloso capítulo 13 de la
Primera Epístola a los Corintios. Y se encuentra en esta
sección, que hemos denominado la "Concesión de los Dones".
Recordemos las palabras del apóstol Pablo en el versículo 31:
"Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un
camino aun más excelente". Nosotros debemos procurar los
dones mejores. Aunque el Espíritu Santo es soberano al
conceder los dones, tenemos el derecho a pedirle a Dios el
don que deseemos, deseando intensamente los dones
mejores. Estimado oyente, usted tiene el derecho de pedirle a
Dios que le conceda los mejores dones, con una actitud de
sumisión a Su voluntad. Sobre todo, teniendo en cuenta que,
indiferentemente del don que Él le conceda, esa capacidad
espiritual será de beneficio y ayuda espiritual para los demás
creyentes, es decir, para los demás miembros del cuerpo de
los creyentes, para toda la iglesia.

El tema central de este capítulo es el amor, que es la energía


de los dones. El capítulo 13 ha sido llamado el capítulo del
amor de la Biblia. Ahora bien, Pablo dijo que había una
manera en que los dones debían ser utilizados y ese era un
detalle de suma importancia. Hay personas que han tratado
de explicar lo que se ha dado en llamar propiamente, "el
capítulo de amor de la Biblia". Pero hay algunos pasajes en la
Biblia que se proyectan mucho más allá de nuestra
comprensión y entendimiento. Este capítulo 13 es uno de
ellos y también lo es Juan, capítulo 3, versículo 16. En este
capítulo 13 de la Primera Epístola a los Corintios se utiliza la
palabra amor, y ésta viene de la palabra ágape, usada en el
griego original del Nuevo Testamento.
Y usted aquí, no tiene en realidad una definición del amor.
Algunas veces, las definiciones son destructivas. Y el tratar de
definir al amor podría constituir una seria violación de este
capítulo. Cuando usted trata de definir una rosa, puede leer la
descripción de una rosa tal como la encuentra en un libro de
Botánica, por ejemplo. Pero esa definición en realidad no me
describe a una rosa, tal como yo la percibo cuando la
contemplo. ¿Alguien le ha descrito quizás un atardecer? Si
usted ha podido observar un atardecer en alguna isla, por
ejemplo, seguramente se habrá emocionado y le habrá
resultado difícil describirlo. Seguramente le habrá costado
encontrar las palabras apropiadas. Por lo tanto, este capítulo
nos ofrece una muestra, una exposición del amor, y no una
definición.

Quisiéramos destacar que hay tres palabras en el griego que


se traducen por nuestra palabra amor. En primer lugar
tenemos la palabra "eros", que se usa para describir pasión,
la lujuria. Se usa para Afrodita y Eros, y como nosotros lo
conocemos, para Venus y Cupido. En la actualidad, nuestra
palabra "sexo" sería una adecuada traducción para esa
palabra griega "eros", que no aparece en absoluto en el
Nuevo Testamento. Luego tenemos la palabra "fileo" que
quiere decir afecto, o cariño. La encontramos en una palabra
como Filadelfia, y también en filántropo; sería, por ejemplo,
el amor de hermano. Es el amor humano en su forma más
elevada, es un amor noble.

Y luego, la palabra ágape es la más elevada para el amor en


el Nuevo Testamento, y nos habla del amor divino. Es más
que un amor en las emociones; es amor en la voluntad. Es la
definición de Dios, porque Dios es amor.

Permítanos darle aquí un bosquejo de este capítulo, estimado


oyente, y debemos decir una vez más que podría parecer una
violación de este capítulo, pero el proceso de ver las partes
que lo componen, nos ayudará a entenderlo. En los primeros
tres versículos tenemos la preeminencia del amor, con
respecto a su valor; en los versículos 4 al 7, tenemos los
privilegios del amor, como una virtud; y en los versículos 8 al
13 vemos la permanencia del amor, con respecto a su
victoria.

Recordemos que este capítulo continúa el pensamiento del


capítulo 12, que trataba sobre la concesión de los dones. Este
capítulo 13 nos habla de la energía de los dones espirituales.
Porque todos los dones del Espíritu deben ser ejercitados en
amor. Vamos a leer entonces el versículo 1 de este capítulo
13, de la Primera Epístola a los Corintios, en al que Pablo nos
habló sobre

La preeminencia del amor - su valor


"Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo
amor, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que
retiñe".

Tenemos la certeza que aquí las "lenguas angélicas" significan


elocuencia. Nunca hemos escuchado hablar a un ángel, pero
pensamos que Pablo sí los escuchó. Es que la elocuencia más
grandiosa, sin amor, no significa absolutamente nada. El Dr.
Scroggy lo expresó de esta manera: "El idioma sin amor es
como un ruido sin melodía". Y el Dr. McGee dijo: "Parlotear
sin caridad es como un ruido sin alma". Usted puede cantar
como un serafín, pero sin amor, no se diferenciaría de un
sonido infernal. El amor es lo que da sentido, profundidad y
realidad, y hace que la elocuencia resulte significativa, que
tenga sentido. Leamos ahora el versículo 2:

"Y si tuviera profecía, y entendiera todos los misterios y todo


conocimiento, y si tuviera toda la fe, de tal manera que
trasladara los montes, y no tengo amor, nada soy".

El primer versículo hablaba del amor tal como surge del


corazón, y aquí en el versículo 2, surge de la mente, y es el
amor como un acto del intelecto. El conocimiento solo no es
suficiente. El amor debe añadirse a ese conocimiento. La
inteligencia sola no es bastante. El amor debe acompañar a
esa inteligencia. Ésta es la triste condición en que se
encuentran algunos cristianos en la actualidad. Tienen un
conocimiento de la Biblia, una comprensión de las verdades
de la Biblia, pero demuestran tener una falta de amor. Luego
vemos el tercer punto que Pablo presentó en el versículo 3,
que dice:

"Y si repartiera todos mis bienes para dar de comer a los


pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, y no
tengo amor, de nada me sirve".

Este amor es un acto de la voluntad. O sea que el amor


implica al corazón (v.1), a la mente (v.2) y a la voluntad
(v.3). El amor es un fruto del Espíritu Santo. Aunque
debemos desear intensamente los mejores dones, ellos han
de ser ejercitados, llevados a la práctica con amor, y sólo el
Espíritu de Dios puede logarlo.

Permítanos mirarlo de esta manera. Usted puede escribir una


lista de ceros. El primer cero representa la elocuencia; el
segundo la profecía; el tercero el conocimiento; el cuarto la
fe; el quinto el sacrificio; el sexto el martirio; todos estos
ceros siguen sin ser nada más que ceros. No equivalen a
nada. Pero si usted coloca un número uno a la izquierda de
esa fila de ceros, entonces cada uno de los ceros adquiere un
valor. Estimado oyente, el amor es el elemento que necesito
ser añadido a cada uno de los dones del Espíritu. Sin el amor,
un don resulta inútil, no tiene ningún valor.

Leamos ahora el versículo 4, que presenta

Los privilegios del amor - su virtud


"El amor es sufrido, es bondadoso; el amor no tiene envidia;
el amor no es jactancioso, no es arrogante"

El amor es sufrido, eso quiere decir que es paciente y amable.


El amor resulta imposible sin la bondad. El amor sin bondad
es como una primavera sin flores, un fuego sin calor.
Recordemos lo que dijo el apóstol Pablo, en su carta a los
Efesios, capítulo 4, versículo 32; dice: "Antes sed bondadosos
unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros,
como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo". Usted
puede notar pues, que ése es el lado positivo. Y ahora vamos
a ver el lado negativo.

Dice además aquí, el amor no tiene envidia. Es decir, se


conforma con lo que tiene. Todos sabemos que la vida en el
día de hoy está llena de desigualdades. Algunas personas son
ricas, tienen muchísimos recursos y, a veces algunos
creyentes dicen: "¿Por qué Dios bendice a esa persona con
tanta riqueza y no me da algo a mí?" Bueno, el amor
reconoce que existen desigualdades sociales y las acepta, se
muestra satisfecho con lo que tiene. Recordemos que la
primera muerte en el mundo fue causada por la envidia,
cuando Caín mató a su hermano.

Haremos bien en reflexionar sobre el ejemplo de Juan el


Bautista, que no sintió envidia cuando el ministerio de Jesús
aumentaba en popularidad entre el pueblo. En el evangelio
según San Juan, capítulo 3, versículo 30, el dijo del Señor
Jesucristo: "Es necesario que él crezca, pero que yo
disminuya". Cuando consideramos que cada uno de nosotros
tiene una porción diferente en la vida, y cada uno tiene una
función diferente que cumplir para el Señor, debiéramos
recordar las palabras de Jesús a Pedro, en Juan 21:22,
hablando del apóstol Juan: "Si yo quiero que él se quede
hasta que yo vuelva, ¿a ti, qué? Tú, sígueme". Bacon dijo
hablando de la envidia, que es el sentimiento más vil y lo más
depravado de todas las cosas.

Tenemos un buen ejemplo de un hombre que tuvo afecto por


otro y que nunca lo envidió, ese fue Jonatán. Aunque él era el
príncipe de la corona, nunca le tuvo envidia a David, aun
sabiendo que éste ocuparía el trono en lugar suyo.

Ahora, leemos aquí que El amor no es jactancioso. O sea que,


no hace alarde ni ostentación de sí mismo. Hay cierta
vulgaridad en cuanto a la jactancia.
Ahora, dice aquí el resto del versículo: El amor no se
envanece, no es arrogante. Quiere decir, que no está
viajando en el aire. Que no está inflado y, repentinamente, se
queda sin aire. Y cuando el aire ha salido, no queda nada
porque, en realidad, no había nada. Continuemos leyendo el
versículo 5:

"no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no


guarda rencor"

Ahora, también leemos que el amor no hace nada indebido,


indecente. Quiere decir que no actúa de forma peculiar,
extraña. Usted sabe que en la carta del apóstol Pedro, se nos
ha dicho que nosotros los creyentes, somos personas
escogidas, algo especial. Pero que no debemos actuar de una
manera extraña, rara, con brusquedad. Debemos practicar la
cortesía, actuar respetuosamente, con educación. Quiere
decir que nosotros debemos hacer uso de la cortesía hoy, no
debemos ser rudos. No debemos actuar como personas
extrañas. En nuestros días tenemos mucho de lo que se
considera religión sin amor. Pero el amor no se comporta
indebidamente.

Ahora, continuamos leyendo que el amor no busca lo suyo. Es


decir que trata de averiguar sobre los motivos. Y se pregunta:
¿Por qué estoy haciendo esto? Debiéramos examinarnos a
nosotros mismos, investigando nuestros propios motivos. ¿Lo
estoy haciendo por amor a Cristo? Eso es lo importante. Ése
es el secreto de nuestro servicio.

También vemos que el amor no se irrita. O sea que, no tiene


un mal temperamento. El ser provocado es el vicio de los
virtuosos. Y parece que ése es el defecto de muchos de
nosotros en la actualidad.

Ahora, vemos también que el amor no guarda rencor. Hay


muchos a quienes les gusta arrojar tierra, suciedad sobre
otros, por medio del cotilleo, y son muy sugerentes en la
manera en que hacen comentarios sobre los demás. Y
podemos ver que el versículo 6, de este capítulo 13 de la
Primera Epístola a los Corintios, dice:

"no se regocija de la injusticia, sino que se alegra de la


verdad".

¿Qué es lo que alegra su corazón, estimado oyente? ¿Lo malo


o lo bueno? Debería ser lo bueno. Si usted oye algo malo
sobre alguien a quien considera enemigo, o que no le cae
bien, ¿se alegra usted? o ¿le entristece que su enemigo sufra?
Y dice el versículo 7:

"Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta".

Ahora, dice aquí que el amor todo lo sufre. Esto transmite la


idea de protección. Es como poner una sombrilla sobre los
demás. También dice que el amor todo lo cree. Eso no quiere
decir que el amor es insensatamente crédulo, pero sí quiere
decir que el amor no mira a la gente con sospecha.

Y escuchemos lo siguiente: el amor todo lo espera. Éste es el


optimismo del amor.

Todo lo soporta. O sea que, permanece fuerte y firme en


medio de las pruebas.

De aquí aprendemos que el amor es un nombre abstracto,


pero que no debe permanecer abstracto, sino transformarse
en algo concreto. Debe traducirse en vida y acción. Debe
expresarse en acción por medio de la paciencia, la bondad,
sin envidia y sin jactancia. Y ahora llegamos al versículo 8 y
aquí tenemos

La permanencia del amor - su victoria


"El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán,
cesarán las lenguas y el conocimiento se acabará".

El amor nunca deja de ser. Es por eso que al final del


capítulo, en el versículo 13 dice: "Y ahora permanecen la fe,
la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es
el amor". O sea que, el amor es permanente.
Elizabeth Barret Browning escribió un poema, lo tituló: "He
amado una vez". Ella dijo en esa obra: "Ellos nunca amaron,
los que soñaron que amaron una vez". Y luego en otra parte
escribió: "El amor mira más allá de los límites del tiempo y
del espacio. El amor se une a la eternidad en estrecho
abrazo". Es que el amor no muere, el amor nunca es vencido,
nunca se desilusiona, no sufre frustraciones. Sin embargo,
podemos ver que el amor que es simplemente una pasión, se
quema rápidamente como la paja, y pronto se consume. Ésa
es una de las razones por las cuales hay tantos divorcios en el
día de hoy. Esa pasión no era el amor que mantiene a dos
corazones unidos. El amor es eterno, es permanente. Y el
amor de Dios es esa clase de amor. ¡Qué maravilloso es! Su
amor se proyecta más allá de los límites del tiempo y del
espacio y se funde en un abrazo con la eternidad, como decía
el poema que acabamos de leer. Cristo, nunca dejó de amar.
No hay nada que usted pueda hacer para que Él deje de
amarle. Ningún pecador ha cometido un pecado
imperdonable. Usted puede encontrarse en un estado de
incredulidad, pero Él aún le ama. Usted puede haber cometido
un gran pecado, pero incluso en ese caso, Cristo le ama.
Usted no puede evitar que Cristo le ame, estimado oyente.
Usted puede protegerse de la lluvia con un paraguas, pero no
puede evitar que siga lloviendo. Por ello, tampoco puede
usted evitar que Dios le ame, aunque usted se cobije bajo el
paraguas del pecado o la incredulidad.

Un día, las profecías se acabarán, es decir, se cumplirán. Se


convertirán en historia, ya no serán más profecías. Las
lenguas cesarán. El conocimiento desaparecerá. La ciencia de
hoy será reemplazada por la ciencia del futuro. El
conocimiento es progresivo y se va disipando. Y continúan
diciendo los versículos 9 y 10:

"En parte conocemos y en parte profetizamos; pero cuando


venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará".
O sea que nuestro conocimiento es incompleto, e incompleta
nuestra profecía. Pero tocarán a su fin cuando venga lo que
es perfecto. Ahora, Pablo dijo en los versículos 11 y 12:

"Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño,


razonaba como niño; pero cuando ya fui hombre, dejé las
cosas de niño. Ahora vemos como por un espejo,
veladamente; pero entonces veremos cara a cara. Ahora
conozco en parte, de manera imperfecta, pero entonces
conoceré tal y como soy conocido".

Muchas personas dicen: ¿Podré conocer a los que amo


cuando esté en el cielo? Por supuesto que sí, estimado
oyente. Y ¿cuál es la prueba Bíblica de esa afirmación? Hemos
leído que ahora vemos por espejo oscuramente, veladamente.
Usted nunca ha podido verme a mí realmente. Muchos de
ustedes nunca me han visto. Algunos quizá digan: "Sí, yo lo
he visto". No, usted solamente vio algo vestido con ropa de la
cual se distinguían un par de manos y una cabeza. Pero usted
no me vio a mí. Yo nunca lo he visto a usted porque nosotros,
como dice este pasaje, observamos todo como por un espejo,
de manera borrosa, pero un día lo veremos todo como es en
realidad, cara a cara y de frente, directamente. Nuestro
conocimiento es ahora imperfecto, pero un día conoceremos
todo del mismo modo en que Dios nos conoce a nosotros.
Alguien le preguntó al Dr. G. Campbell Morgan, una vez:
"¿Usted cree que conoceremos a nuestros seres queridos en
el cielo? Y el Dr. Morgan de manera flemática le contestó: "No
creo que seré más torpe en el cielo de lo que soy en la tierra,
y aquí conozco a mis seres queridos". Ahora leamos el último
versículo de este capítulo. Dice el versículo 13 de esta
Primera carta a los Corintios:

"Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres;


pero el mayor de ellos es el amor".

El objetivo de la fe se cumplirá, así que ya no habrá


necesidad de la fe. La esperanza se convertirá en realidad;
por tanto no quedará nada por lo cual tener esperanza, así
que la esperanza desaparecerá. Pero el amor, estimado
oyente, permanecerá. Por ello, la más importante de estas
tres, es el amor. Y la fe, la esperanza y el amor son las
palabras más elevadas del vocabulario cristiano.

En este capítulo, Pablo no estaba describiendo un término


abstracto, cuando se refería al amor. Él estaba escribiendo la
biografía del Señor Jesucristo de quien se escribieron estas
palabras que se encuentran en Juan 13:1: "Habiendo amado
a los Suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin".
El amor de Jesús es un amor eterno. Estimado oyente, el
Señor Jesucristo nunca cesará de amarle. Él demostró Su
amor entregándose para morir en la cruz, llevando sus
pecados. Y si usted aún no ha experimentado este amor de
una manera personal, le invitamos a creer en la eficacia de su
muerte, y en Su resurrección de los muertos, para que Dios
perdone sus pecados y le conceda la salvación, la vida eterna.
Entonces, toda su vida actual y su vida futura, se verá
transformada por la realidad del amor de Dios.
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1 Si no tengo amor, de nada me sirve hablar todos los idiomas del


mundo, y hasta el idioma de los ángeles. Si no tengo amor, soy como
un pedazo de metal ruidoso; ¡soy como una campana desafinada!

2 Si no tengo amor, de nada me sirve hablar de parte de Dios y


conocer sus planes secretos. De nada me sirve que mi confianza en
Dios me haga mover montañas.

3 Si no tengo amor, de nada me sirve darles a los pobres todo lo que


tengo. De nada me sirve dedicarme en cuerpo y alma a ayudar a los
demás.

4 El que ama tiene paciencia en todo, y siempre es amable.

El que ama no es envidioso, ni se cree más que nadie.


No es orgulloso.

5 No es grosero ni egoísta.

No se enoja por cualquier cosa.

No se pasa la vida recordando lo malo que otros le han hecho.

6 No aplaude a los malvados, sino a los que hablan con la verdad.

7 El que ama es capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de


esperarlo todo, de soportarlo todo.

8 Sólo el amor vive para siempre. Llegará el día en que ya nadie hable
de parte de Dios, ni se hable en idiomas extraños, ni sea necesario
conocer los planes secretos de Dios. 9 Las profecías, y todo lo que
ahora conocemos, es imperfecto. 10 Cuando llegue lo que es perfecto,
todo lo demás se acabará.

11 Alguna vez fui niño. Y mi modo de hablar, mi modo de entender las


cosas, y mi manera de pensar eran los de un niño. Pero ahora soy una
persona adulta, y todo eso lo he dejado atrás. 12 Ahora conocemos a
Dios de manera no muy clara, como cuando vemos nuestra imagen
reflejada en un espejo a oscuras. Pero, cuando todo sea perfecto,
veremos a Dios cara a cara. Ahora lo conozco de manera imperfecta;
pero cuando todo sea perfecto, podré conocerlo como él me conoce a
mí.

13 Hay tres cosas que son permanentes: la confianza en Dios, la


seguridad de que él cumplirá sus promesas, y el amor. De estas tres
cosas, la más importante es el amor.

Ahora veremos un comentario devocional de 1 Corintios 13, escrito por


Esteban Correa:
(Versículo 1) El apóstol Pablo hace referencia a la importancia del
amor porque en el capítulo anterior estaba enseñando sobre los dones
espirituales, haciendo una enumeración de todos ellos. Incluso en el
capítulo siguiente sigue tratando el tema de los dones espirituales,
pero fue necesario que hablara del amor, porque el amor verdadero de
Dios en nuestros corazones, supera la importancia de cualquier don
espiritual. Todos lo dones espirituales que Dios nos pueda dar, son
verdaderamente útiles cuando los usamos con amor. Los dones son
herramientas que usamos para ministrar, pero si las usamos sin la
motivación correcta, estamos haciendo algo que Dios no aprueba. Si
perdemos el verdadero amor, el apóstol Pablo nos dice: “no somos
nada”, no tenemos ningún valor, lo que significa que no será
apreciado, ni recompensado por Dios. No sirve para nuestra vida
espiritual ningún sacrificio, ni la utilización de un don, si no hay amor
en nuestros corazones. Hablar todos los idiomas del mundo o hablar
en lenguas angelicales sin amor, tal vez pueda hacer mucho ruido,
pero es un ruido desagradable para Dios y para las personas. Si
notamos que necesitamos más amor podemos pedirlo al Señor, estar
en su palabra y su presencia llenará nuestra vida el amor de Dios y así
lo tendremos para dar en todo lo que hagamos

Jesús dijo en Mateo 9:13 versión, Nueva Traducción Viviente (NTV):

Luego añadió: «Ahora vayan y aprendan el significado de la siguiente


Escritura: “Quiero que tengan compasión, no que ofrezcan sacrificios”.

Los sacrificios no sirven para nuestra vida espiritual si no tenemos


amor de Dios, sin embargo, el amor de Dios, indefectiblemente nos
llevará a obrar y a ser compasivos por medio de ofrendas o sacrificios
de amor hacia otros. Tampoco podemos interpretar que no hay que
hacer sacrificios, servir o dar de lo que tenemos. El verdadero amor,
siempre nos pondrá en acción, tal vez la inacción o pereza de muchas
personas, sea también por falta de amor. El verdadero amor siempre
tiene valor, pero los dones y sacrificios pueden no tener ningún valor,
si falta el amor.

(Versículo 2) Este versículo nos habla del don de profecía, de la fe y el


conocimiento de las cosas de Dios, como cosas sin valor si no
tenemos amor. En el antiguo y nuevo testamento, los dos primeros
mandamientos son exactamente los mismos, amar a Dios sobre todas
las cosas, y amar a nuestro prójimo, como a nosotros mismos.

Toda la ley de Dios y todo el consejo y los dones espirituales de Dios,


siguen siendo valiosos solo si cumplimos con los dos primeros
mandamientos. El primer mandamiento nos acerca a Dios, nos llama a
conocer el amor de Dios y a amarlo en respuesta. Cuando recibimos
el amor del Señor, ese amor permanece en nosotros y le si le damos
lugar, permaneciendo en la fe, comienza a hacer crecer nuestro amor
por él y por los demás. Todos tenemos una cuota de amor, pero Dios
lo llena, lo potencia y lo perfecciona cuando derrama su Espíritu Santo
sobre nosotros. Sin embargo las personas que no son constantemente
renovadas y llenas de la presencia de Dios, puede que ese amor se
incline solo por ellos mismo o por algunas pocas personas, sin tener
ningún otro interés por nadie más. El amor de Dios, nos ensancha,
nos motiva a dar o ayudar a personas que estén en nuestra vida, nos
hace sentir que tenemos que hablar del evangelio de Cristo, porque es
lo único que puede cambiar verdaderamente a las personas, nos
moviliza para hacer algo en favor de la gran comisión. Una persona
que pretende servir a Dios, solo debe ser movilizada por el amor.

(Versículo 3) El verso 3 nos habla de dar a los pobres, acto por demás
utilizados por políticos corruptos e hipócritas, debe ser este uno de las
más comunes formas de engaño, utilizar a los pobres como un
instrumento para beneficio propio, por eso dar si no es genuino, si no
hay amor, no tiene ninguna valor. Dar a los pobres es una de las
exigencias de Dios en las escrituras. Jesús dijo que los pobres
siempre estarán con nosotros, claro que esto es por causa de las
maldiciones, la injusticia y la maldad que hay en este mundo. Pero
somos nosotros los que debemos dar una ayuda de los más
necesitados. Toda iglesia y cristiano debería periódicamente tener el
hábito de dar a los más necesitados, esta es otra consecuencia del
amor de Dios en nuestros corazones.

Pero todo aquel que de sin amor, en verdad está alimentando su


propio ego, buscando su propia gloria. Una de nuestras oraciones más
fervientes debe ser pedir el amor de Dios para que crezca más y más
en nosotros.

(Versículo 4) El amor se manifiesta en paciencia. Por ejemplo, un


padre tiene paciencia a su hijo cuando le enseña a caminar, porque lo
ama. Un maestro puede tener impaciencia y ser áspero con sus
alumnos, porque no tiene amor por ellos. La paciencia es un fruto del
verdadero amor. También el amor nos hace ser personas amables.
Cuando existe la ausencia del amor en una persona, podrá
manifestarse con actitudes odiosas, despectivas, racistas o violentas.
La amabilidad o gentileza, debe ser la marca de un cristiano lleno del
Espíritu de Dios.

(versículo 5) El amor también produce respeto hacia las personas, la


bondad no se limita a dar a los pobres o a predicar que tenemos que
ser buenas personas, se produce en respetar y darle valor a cada
persona, porque todos fuimos creados a imagen y semejanza de Dios.
Por eso este versículo nos dice que el amor, no es grosero, no hace
nada indebido, no se desubica en las situaciones de la vida diaria.
Tiene temple, sabe cuando y como hablar, actuar o dejar de hacerlo.
Si alguien tiene el hábito de enojarse por todo tipo de cuestiones, de
actuar con ira como una costumbre, necesita llenarse del amor de
Dios.

En romanos 5:5 en la versión Reina Valera 1960 dice:


“y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue
dado”.

El enojo, como hábito cotidiano por falta de amor, es una obra de la


carne y Jesús dijo que la carne es débil, por eso debemos velar y orar
para fortalecer el espíritu y así tener el fruto del amor. En Mateo 26:4,
en la Nueva Versión internacional dice: “Estén alerta y oren para que
no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es
débil”.

El amor no tiene rencores, si vivimos con rencores, debemos pedir


amor al Señor y decidir perdonar. Debemos decir: “Señor ayúdame y
sana mi corazón de toda herida, llename de tu amor para perdonar y
no tener rencor en el nombre de Jesús” amén.

(versículo 6) ¿Cómo podría una persona que tiene el amor de Dios en


él, gozarse cuando alguien miente, engaña, roba o es injusto? El
verdadero amor no tiene simpatía por la mentira, la maldad o la
injusticia, el amor se alegra por la verdad y desea la justicia.

(Versículo 7) Este verso nos muestra que el amor es resistente, que


tiene una gran fortaleza y hace que podamos padecer en favor de
otros. Por ejemplo, un padre que tiene amor por sus hijos y le da
prioridad a ellos, puede descansar poco para que sus hijos descansen
más, puede comer menos para que sus hijos coman más, o trabajar
más para que sus hijos tengan bienestar, a este tipo de cosas se
refiere cuando dice que el amor todo lo sufre.

El amor puede esperar, puede soportar cosas difíciles en favor de otro,


el amor es sacrificado porque resigna beneficios personales cuando
es necesario que nuestro prójimo sea bendecido. Por eso el amor es
tan fuerte, es capaz de hacer proezas que requieran resignar, resistir o
padecer.
(Versículo 8 al 10) Hay cosas que son temporales en este mundo,
como las profecías, el hablar en otras lenguas, y el de discernir los
secretos que Dios tiene para cada uno. Son cosas valiosas e
importantes tenerlas y practicarlas cada día, pero son para este
tiempo, se dejarán de utilizar y necesitar cuando estemos en el reino
de los cielos, que es lo perfecto. Sin embargo una cosa seguirá
estando: el perfecto amor.

(Versículos 11 y 12) Aquí se hace una comparación a la inmadurez de


un niño con la madurez de un adulto, pero orientado a la vida
espiritual. De la misma manera podemos deducir que comparar lo que
será estar cara a cara con Dios, con la relación que tenemos ahora
con Dios, es como la de un niños comparada con la de un adulto con
madurez. Conocemos a Dios de forma limitada, y Pablo lo compara
con ver un espejo a oscuras, no vemos todo el panorama claramente,
estamos viendo y recibiendo a medida que vamos creciendo, por eso
dice: “pero cuando todo sea perfecto, podré conocerlo como él me
conoce a mí”.

(Versículos 13) Cuando recibimos el amor de Dios y vivimos en él, la


esperanza, la fe y la confianza actúan sobre este amor, actúa porque
recibimos el amor que Dios nos tiene y por el amor que nosotros le
tenemos a él, por eso confiamos, por eso esperamos y por eso
nuestra fe va creciendo, por el amor. El amor es los que moviliza la fe
y la esperanza. De alguna manera la fe se va perfeccionando con el
amor. Por eso debemos proponernos andar en amor, obrar por amor,
ser llenos del amor de Dios y así buscaremos a Dios, recibiremos más
de Él y desecharemos toda obra de la carne para vivir por una fe
genuina y vencedora.

En Gálatas 5:6 dice así: “En Cristo Jesús de nada vale estar o no estar
circuncidados; lo que vale es la fe que actúa mediante el amor”.

Ahora oremos para ser llenos del amor de Dios


“Padre hoy abro mi corazón y doy la bienvenida a tu Espíritu Santo
para ser lleno de tu amor y para vivir mi vida de acuerdo a tu amor
perfecto. Recibo ahora tu amor, me deleito en tu amor, disfruto de tu
dulce amor.
Deshecho y renuncio a todo rencor, impaciencia y odio para recibir tu
amor, que me permite crecer y ser como Jesús.
Ayúdame a amar a las personas que me rodean y a ser testimonio
mediante tu amor.
Fortalece mi fe y hazla crecer por medio del amor. Lléname más y más
de tu amor para amarte a ti y para amar a las personas cada vez más.
Usaré mis dones por amor, tu amor me capacita a tener fe y
esperanza que me hace victorioso.
Gracias Padre por haber entregado a tu hijo y gracias Jesús por dar tu
vida por amor a mi.
Te damos toda la gloria, honra y alabanza en el nombre de Jesús.
Amén”.

El nombre que lo transforma todo


Por Kenneth Copeland
La mayoría de nosotros, como creyentes, hemos cometido un error
muy común en más de una ocasión: Hemos visto ciertos versículos en
la Biblia como una promesa que todavía necesita cumplirse, cuando
en realidad son declaraciones factuales. Hemos usado esos versículos
en oración, pensando que estamos esperando que Dios provoque su
materialización, cuando la verdad es que Él está esperando a que
nosotros simplemente los creamos y los pongamos en acción.

Esto es lo que ha sucedido en gran medida con Juan 14:12-13.


Multitudes de cristianos han tratado esas escrituras como versículos
de oración. Han orado… y orado… y orado para que Dios haga que
sucedan en sus vidas las palabras que Jesús dijo allí: «De cierto, de
cierto les digo: El que cree en mí, hará también las obras que yo hago;
y aún mayores obras hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que
pidan al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea
glorificado en el Hijo».

El problema radica en que éstos no son versículos de oración. Son


una realidad ya materializada. Jesús ya fue al Padre; por lo tanto,
nosotros no tenemos que orar para que Dios nos otorgue el privilegio y
el poder de hacer las obras de Jesús. ¡Él ya nos ha dado ese poder!

A través de Su muerte, resurrección y ascensión, Jesús le ha dado a


cada creyente, en cualquier lugar, el derecho a pedir (o “demandar”,
como lo representa el griego con mayor precisión) en Su Nombre y
obtener los mismos resultados que Jesús obtendría.

Eso fue lo que Pedro hizo en Hechos 3. ¿Recuerdas la historia? Él y


Juan pasaron al lado de un hombre cojo en la entrada del templo,
cuando el hombre les pidió una limosna: «Entonces Pedro, que estaba
con Juan, fijó la mirada en el cojo y le dijo: «¡Míranos!» El cojo se les
quedó mirando, porque esperaba que ellos le dieran algo, pero Pedro
le dijo: «No tengo oro ni plata, pero de lo que tengo te doy.

En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!» Y


tomándolo de la mano derecha, lo levantó, ¡y al momento se le
afirmaron los pies y los tobillos! El cojo se puso en pie de un salto, y
se echó a andar; luego entró con ellos en el templo, mientras saltaba y
alababa a Dios» (versículos 4-8).

Podrías decir: “Sí, hermano Copeland, pero eso sucedió porque Pedro
era un apóstol”.

No, no es así. Sucedió porque él hizo una demanda en el Nombre de


Jesús, y Jesús hizo lo que Pedro dijo. Como el Sanador, el Sumo
Sacerdote y Administrador del Nuevo Pacto, Él liberó Su poder e hizo
que el hombre se levantara y caminara.

Pedro confirmó inmediatamente que es así como el milagro sucedió


después de ocurrido. Cuando las personas empezaron a reunirse a su
alrededor, mirándolos a él y a Juan con asombro y maravillados, dijo:
«Varones israelitas, ¿Qué es lo que les asombra? ¿Por qué nos ven
como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho que este
hombre camine? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, que es el
Dios de nuestros antepasados, ha glorificado a su Hijo Jesús… y por
la fe en su nombre, a este hombre que ustedes ven y conocen, Dios lo
ha restablecido; por la fe en Jesús, Dios lo ha sanado completamente
en presencia de ustedes» (versículos 12-13, 16).

Nota que Pedro no menciona nada acerca de que él era un apóstol. Él


no dijo que el milagro ocurrió porque tenía un llamado ministerial
especial. Dijo que sucedió debido al poder del Nombre de Jesús. Y le
dijo prácticamente lo mismo al otro día a los sacerdotes judíos cuando
lo arrestaron junto a Juan y les exigieron una explicación del milagro.

«¿Con qué autoridad, o en nombre de quién hacen ustedes esto?»,


les preguntaron (Hechos 4:7). Y Pedro respondió: «Sepan todos
ustedes, y todo el pueblo de Israel, que este hombre está sano en
presencia de ustedes gracias al Nombre de Jesucristo de Nazaret, a
quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de los muertos…
porque no se ha dado a la humanidad ningún otro nombre bajo el cielo
mediante el cual podamos alcanzar la salvación» (versículos 10, 12).

El Nombre puede hacer cualquier cosa que Jesús pueda hacer

Mira nuevamente lo que Pedro dijo. El no dijo que el Nombre de Jesús


le había sido “dado a los apóstoles”. Él dijo que el Nombre de Jesús:
«se ha dado a la humanidad». En otras palabras, Dios le ha dado ese
Nombre a cualquier hombre (mujer, niña o niño) que crea en Él.

¡El Nombre de Jesús puede hacer cualquier cosa que Él pueda hacer!
Su Nombre conlleva el mismo poder que Él tiene.

En realidad, eso aplica hasta cierto punto en cuanto se refiere a


cualquier nombre. Incluso en lo natural, el nombre de un hombre
conlleva el mismo peso que él. Si un hombre no es bueno, su nombre
tampoco lo será. Por otra parte, si una persona es muy respetada por
su poder, riqueza e integridad, el nombre de esa persona puede lograr
grandes cosas—incluso cuando no esté físicamente presente.

Me gusta la forma en que lo ilustra el hijo mayor de Oral Roberts. Él


comentó acerca de un tiempo en el que cuando era un jovencito, se
cansó de que lo reconocieran debido a la fama del nombre de su papá
y no quería mencionarlo. Él acababa de salir del ejército y, a pesar de
que tenía un trabajo, no tenía mucho dinero y necesitaba un auto.
Cuando fue al banco para aplicar por un préstamo le dijeron que no
calificaba.

“Hijo”, le explicó el banquero, “el problema es que no te conocemos,


no sabemos nada de ti”.

“Bueno”, respondió Ronnie, “no quería hacer esto… pero ¿importaría


si supiera que mi papá es Oral Roberts?”
Al escuchar ese nombre las cosas cambiaron repentinamente.
“¡Ciertamente importaría!” exclamó el banquero. “Todas las personas
conocen al hermano Roberts por aquí. ¿Por qué no me dijiste antes
que eras su hijo? Siéntate y llena estos papeles y puedes ir y
comprarte un auto”.

¡Ese es un ejemplo maravilloso de lo que te pasa a ti, como hijo de


Dios nacido de nuevo, cuando declaras el Nombre de Jesús! ¡Cada
espíritu angelical en los cielos, toda la creación terrenal y cada
demonio en el infierno reconoce ese Nombre!

Primero, es el Nombre de Dios mismo—el Nombre que contiene la


medida completa de Su gran poder. Es el Nombre que ha sido
heredado por aquel, como Hebreos 1 dice: «a quien [Dios] constituyó
heredero de todo, y mediante el cual hizo el universo. Él es el
resplandor de la gloria de Dios. Es la imagen misma de lo que Dios es.
Él es quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder.
Después de llevar a cabo la purificación de nuestros pecados por
medio de sí mismo, se sentó a la derecha de la Majestad, en las
alturas, y ha llegado a ser superior a los ángeles, pues ha recibido un
nombre más sublime que el de ellos» (versículos 2-4).

En segundo lugar, es el Nombre conferido a Jesús porque, como


miembro de la Deidad en igual condición al Padre, Él no se hizo de
ninguna reputación, vino a la Tierra como un hombre, y fue a la cruz
para asegurar la redención de la humanidad. Como Filipenses 2 dice:
«Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio [Su] nombre
que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble
toda rodilla de los [nombres] que están en los cielos, y [nombres] en la
tierra, y [nombres] debajo de la tierra; y toda lengua confiese que
Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre» (versículos 9-11).

Tercero, es el nombre que Jesús ganó por conquista cuando derrotó al


diablo y todos sus siervos y les quitó las llaves de la muerte y el
infierno. Es el nombre que ganó cuando: «Desarmó además a los
poderes y las potestades, y los exhibió públicamente al triunfar sobre
ellos en la cruz». (Colosenses 2:15)—Él declaró: «Toda autoridad me
ha sido dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18).

Su Nombre también es tu nombre

¡El Nombre de Jesús es el Nombre que lo transforma todo—y te


pertenece a ti como Su coheredero, tanto como le pertenece a Él!

Es tuyo porque has nacido del mismo Padre celestial. El «Padre de


nuestro Señor Jesucristo, de quien recibe su nombre toda familia en
los cielos y en la tierra» (Efesios 3:14-15). Es tuyo porque cuando
entraste en el pacto de sangre con Jesús fuiste nombrado en la familia
de Él y el Padre. No recibiste solamente permiso de usar ese Nombre
de vez en cuando para hacer que el diablo te escuche. Dios te dio ese
Nombre distinguido. ¡Ahora es tu nombre!

Es como sucede en un matrimonio. Cuando Gloria y yo nos casamos


mi nombre se convirtió en el de ella. Ella empezó a ser conocida como
Gloria Copeland. Ella tomó el apellido Copeland y empezó a usarlo sin
ningún reparo porque sabía que le pertenecía. No solamente era suyo
legalmente; le pertenece, porque a través del pacto del matrimonio,
nos hicimos uno.

De la misma manera, cuando tú entraste en el Nuevo Pacto por fe en


Jesús, te convertiste en “un espíritu” con el SEÑOR. Te convertiste en
parte de Su Cuerpo, “de Su carne y Sus huesos”. La Biblia va más allá
y dice que: «como él es, así somos nosotros en este mundo» (lee 1
Corintios 6:17; Efesios 5:30; 1 Juan 4:17).

Esta es la realidad asombrosa de nuestra unión con Jesús. ¡Te da tal


poder absoluto para hablar en Su Nombre, que todo el cielo apoyará lo
que dices, como si Jesús estuviera presente personalmente,
declarando esas mismas palabras!

Por supuesto, tienes que leer y meditar lo que La PALABRA dice para
sacar el máximo provecho de ese poder, porque es la fe en el Nombre
lo que hace la obra, y la fe viene al oír LA PALABRA. No viene de otra
manera. Ni siquiera viene de ver milagros sucediendo en el Nombre
de Jesús.

Mira nuevamente Hechos 3 y la sanidad del cojo y verás a lo que me


refiero. Las personas que fueron testigos de ese milagro no fueron
llenas instantáneamente con fe. No, inicialmente solamente: «se
quedaban admirados y asombrados» (versículo 10).

Después Pedro empezó a predicarles el evangelio. Les dijo que Jesús


es el «Autor de la vida» (versículo 15) y que Dios lo resucitó y lo envió
a BENDECIRLOS y a convertirlos de su maldad» (versículo 26).
¡Mientas Pedro estaba predicando, la fe llegó a esas personas! En vez
de solo estar asombrados, «muchos de los que habían oído sus
palabras, creyeron» (Hechos 4:4).

Lo mismo te sucede a ti en lo que concierne al Nombre de Jesús.


Mientras tú atiendes a lo que la PALABRA dice al respecto, viene la fe.
¡No solamente crecerás en tu fe y entendimiento del poder del Nombre
de Jesús, sino que entenderás verdaderamente que Su Nombre
realmente es tuyo!

Protección, provisión y liberación

Para una representación viva de lo que significa caminar en esa


revelación, lee el Salmo 91. Éste describe una vida marcada
continuamente por la protección sobrenatural donde eres liberado de
la pestilencia, los peligros y las trampas de cualquier clase. Éste habla
de ángeles rodeándote todo el tiempo y defendiéndote, una vida tan
victoriosa en la que puedes poner al diablo bajo tus pies.

¡Casi suena demasiado bueno para ser cierto; sin embargo, es la vida
que ha sido provista para el hijo de Dios nacido de nuevo! Es el poder
que está disponible en el Nombre de Jesús para los cristianos. Y como
Dios lo dice en el Salmo 91:14-16: «Yo lo pondré a salvo, porque él me
ama. Lo enalteceré, porque él conoce mi nombre. Él me invocará, y yo
le responderé; estaré con él en medio de la angustia. Yo lo pondré a
salvo y lo glorificaré. Le concederé muchos años de vida, y le daré a
conocer mi salvación».

Sé por experiencia propia lo que puede suceder cuando Dios muestra


Su salvación. Lo vi la primera vez que prediqué acerca de la autoridad
del Nombre de Jesús. ¡Esa es una reunión que nunca olvidaré! Estaba
ministrando en Jamaica, en las montañas, en un pequeño pueblo
llamado Nueva Esperanza (New Hope). Era una noche oscurísima,
totalmente negra, y el servicio se llevaba a cabo bajo una carpa
provisional hecha con alambre y con hojas de plátano apiladas en la
parte superior a modo de techo.

Debido a que la única luz en ese lugar provenía de una linterna de


querosene que solamente iluminaba un metro alrededor de la tarima
(la cual estaba hecha de dos planchas de madera martilladas a un
tronco de madera) yo no podía ver con detalle a la congregación. No
podía saber cuántas personas estaban allí, y ni cómo estaban
respondiendo a lo que estaba predicando acerca del Nombre de
Jesús. Así que me sorprendí cuando de repente, un hombre salió de la
oscuridad y dijo: “¡Imponme las manos en ese Nombre!”

Lo hice, y un segundo más tarde otra persona dio un paso… y luego


otra… y otra. Para el momento en que terminé, había ministrado a
cientos de personas simplemente imponiéndoles las manos y
diciendo: “¡En el Nombre de Jesús!”
Al finalizar el servicio, estaba subiendo al auto para irme con el pastor,
cuando una mujer pequeña se acercó y me dijo con seriedad:
“Hermano Copeland, muchas gracias. Yo era ciega, y ahora veo.
Alabado sea Dios”. Después se dio la vuelta y se fue.

Su comportamiento fue tan frío que pensé que hablaba


metafóricamente, así que le pregunté al pastor si lo que quería decir
era que sus ojos espirituales habían sido abiertos a una revelación
nueva.

“Oh, no” me respondió. “¡Ella estaba completamente ciega y esta


noche recibió su vista!” ¿Qué causó el milagro? El mismo poder que
hizo al cojo caminar en Hechos 3: El poder del Nombre de Jesús.

¡El Nombre que lo transforma todo!

RECOMENDADO PARA TI


Todo te ayuda para un BUEN PROPÓSITO


Posted on 31 agosto, 2017

Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y


todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche
espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es
que habéis gustado la benignidad del Señor. (1Pedro 2:1-3)
El amor de Dios

Dios es amor. Para redimir a nosotros los seres


humanos del pecado, se hizo carne en persona
convirtiéndose en el Hijo del hombre y fue clavado en la
cruz como ofrenda por el pecado de la humanidad,
perdonando su pecado y eximiéndola de la condenación
de la ley y maldición, otorgándole abundantes gracias,
bendiciones y promesa de la vida eterna. El amor de
Dios es algo que nadie posee. En cuanto al amor de
Dios, veamos cómo está registrado en la Biblia. Lee los
siguientes versículos referentes:

“Que amó tanto Dios al mundo, que no paró hasta dar a


su hijo unigénito; a fin de que todos los que creen en él,
no perezcan, sino que vivan vida eterna” (Juan 3:16).

“En esto se demostró la caridad de Dios hacia nosotros,


en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para
que por él tengamos la vida. Y en esto consiste su
caridad; que no es porque nosotros hayamos amado a
Dios, sino que él nos amó primero a nosotros, y envió a
su Hijo a ser víctima de propiciación por nuestros
pecados” (1 Juan 4:8-9).

“Nosotros así mismo hemos conocido y creído el amor


que nos tiene Dios. Dios es caridad, o amor; y el que
permanece en la caridad, en Dios permanece, y Dios en
él. En esto está la perfecta caridad de Dios con
nosotros, que nos da confianza para el día del juicio;
pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En
la caridad no hay temor; antes la perfecta caridad echa
fuera al temor servil, porque el temor tiene pena; y así el
que teme, no es consumado en la caridad. Amemos,
pues, a Dios, ya que Dios nos amó el primero” (1 Juan
4:15-18).

¿Cómo nos requiere Dios amar a Él?

Dios requiere que busquemos amar a Él como Pedro. En


realidad, ésta es la exaltación de Dios y es lo que
debemos perseguir a lo largo de la vida. Entonces
¿cómo nos requiere que lo amemos? Por favor lee los
siguientes versículos:
“Uno de los escribas, que había oído esta disputa,
viendo lo bien que les había respondido, se arrimó y le
preguntó cuál era el primero de todos los
mandamientos. Y Jesús le respondió: El primero de
todos los mandamientos es éste: Escucha, ¡oh Israel!, el
Señor Dios tuyo, es el solo Dios: Amarás al Señor Dios
tuyo con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda
tu mente, y con todas tus fuerzas; éste es el
mandamiento primero; el segundo, semejante al
primero, es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No
hay otro mandamiento que sea mayor que
éstos” (Marcos 12:28-31).

“Y que uso de misericordia por millares de generaciones


con los que me aman y guardan mis
mandamientos” (Deuteronomio 5:10).

“A lo cual les dijo Jesús : Si Dios fuera vuestro padre,


ciertamente me amaríais a mí; pues yo nací de Dios, y
he venido de parte de Dios; porque no he venido de mí
mismo, sino que él me ha enviado” (Juan 8:42).

“Quien ha recibido mis mandamientos, y los observa,


ése es el que me ama. Y el que me ama, será amado de
mi Padre; y yo le amaré, y yo mismo me manifestaré a
él” (Juan 14:21).
“Cualquiera que me ama, observará mi palabra, y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y haremos mansión
dentro de él. Pero el que no me ama, no practica mi
palabra” (Juan 14:23-24).

“Si alguno de los que me siguen no aborrece a su padre


o madre, y a la mujer, y a los hijos, y a los hermanos y
hermanas, y aun a su vida misma, no puede ser mi
discípulo” (Lucas 14:26).

Los creyentes deben amarse unos a otros

El Señor Jesús dijo: “Este es mi mandamiento: que se


amen unos a otros como yo los he amado” (Juan 15:12
NBLA). Dios nos ama, y también nosotros los creyentes
debemos amarnos unos a otros, este es el mandato de
Dios y debemos obedecerlo. Entonces, ¿cómo debemos
amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos? ¿Qué
escrituras nos enseñan a amar a nuestro prójimo como
a nosotros mismos? Por favor lee los siguientes
versículos:

“Entretanto un nuevo mandamiento os doy, y es: Que os


améis unos a otros; y que del modo que yo os he amado
a vosotros, así también os améis recíprocamente. Por
aquí conocerán todos que sois mis discípulos, si os
tenéis amor unos a otros” (Juan 13:34-35).
“Hijitos míos, no amemos solamente de palabra y con la
lengua, sino con obras y de veras o sinceramente” (1
Juan 3:17).

“Purificando, pues, vuestras almas con la obediencia del


amor, con amor fraternal, amaos unos a otros
entrañablemente con un corazón puro y sencillo” (1
Pedro 1:21).

“Carísimos, amémonos los unos a los otros, porque la


caridad procede de Dios. Y todo aquel que así ama, es
hijo de Dios, y conoce a Dios” (1 Juan 4:6).

“Nadie vio jamás a Dios. Pero si nos amamos unos a


otros por amor suyo, Dios habita en nosotros, y su
caridad es consumada en nosotros” (1 Juan 4:11).

Después de leer los versículos anteriores sobre el amor,


no cabe duda de que has sentido que el amor de Dios
es real y que Él siempre está a nuestro lado. El Señor
Jesús predijo que vendría de nuevo para salvarnos de la
esclavitud del pecado por completo y llevarnos a un
hermoso destino, ¡este es el mayor amor de Dios!
¿Quieres darle la bienvenida al Señor y recibir este gran
amor? Deja un mensaje a continuación o contáctanos
vía Messenger o WhatsApp.
Explicación de Juan 4:23-24: ¿Cómo
adorar a Dios en espíritu y en verdad?
27 Abr 2020

Por Xianxin

El Señor dijo: “Pero la hora viene, y ahora es, cuando los


verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le
adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle
en espíritu y en verdad” (Juan 4:23-24). El Señor requiere que
adoremos a Dios en espíritu y en verdad, porque sólo de esa
manera podemos ganar Su aprobación. Pero, ¿qué implica
exactamente adorar a Dios en espíritu y en verdad? Algunos
hermanos y hermanas creen que orar diligentemente y leer la
Biblia todos los días es adorar a Dios, y algunas personas creen
que asistir a las reuniones a tiempo e ir a la Iglesia cada semana
es adorar a Dios, todavía hay otros que creen que trabajar duro,
sacrificarse y dedicándose al Señor es adorar a Dios, y así
sucesivamente. Hay muchas maneras de practicar la adoración a
Dios, pero ¿lo estamos adorando en espíritu y en verdad?
¿Aprecia Dios este tipo de práctica? Vamos a compartir esto
juntos.

1. ¿Estamos practicando la verdad, o


aferrándonos a reglas y rituales?
Desde el momento en que comenzamos a creer en el Señor,
aunque podamos orar, leer la Biblia y cantar himnos todos los
días, e ir a la iglesia, alabar al Señor y escuchar sermones cada
semana, ¿adorar a Dios en espíritu y en verdad implica sólo
estas prácticas externas? Podemos recordar que cuando la
mujer samaritana le preguntó al Señor Jesús dónde debía
adorar a Dios, y el Señor Jesús respondió: “[...] la hora viene
cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
[…] cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre
busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran
deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:21, 23-24). El
Señor Jesús claramente le dijo a la gente la voluntad y los
requisitos de Dios: No importa dónde uno adore a Dios, ni debe
seguir ninguna regla o ceremonia, sino más bien uno debe
adorar a Dios en espíritu y en verdad. Este es también nuestro
principio de práctica para adorar a Dios. Pero la mayoría de las
veces sólo centramos nuestro esfuerzo en nuestras prácticas
externas; tenemos cuidado de orar un poco más y decir un poco
más; leemos versículos en la Biblia una y otra vez, tratando de
memorizarlos; asistimos a la iglesia todo el tiempo, haya viento
o lluvia, esté caliente o frío; organizamos todo tipo de
actividades u organizamos diversos espectáculos para alabar al
Señor, y siempre participamos con una actitud positiva; y así
sucesivamente. Desde el exterior, parece que estamos
realizando mucho esfuerzo y estamos pagando un alto precio
para alabar al Señor, y que sufrimos mucho, pero ¿cuántas
veces hablamos lo que hay en nuestro corazón cuando oramos
a Dios? ¿Cuántas veces durante el tiempo en que leemos la
Biblia, cantamos himnos o asistimos a la Iglesia y escuchamos
sermones, hacemos esfuerzos para estar cerca de Dios y
meditar las palabras del Señor? ¿Cuántas veces, al adorar a Dios,
buscamos la voluntad del Señor y comprendemos las palabras
del Señor? Algunos hermanos y hermanas han practicado de
esta manera durante muchos años, sin embargo, todavía no
entienden la verdad, no tienen conocimiento del Señor, y
cuando las cosas les suceden, todavía pecan con frecuencia y
viven dentro de la esclavitud y las limitaciones del pecado. En
esto nos enfrentamos a un problema serio, que es que la mayor
parte del tiempo que pasamos orando, leyendo la Biblia, yendo
a la Iglesia y escuchando sermones, simplemente estamos
pasando yendo con la corriente. En realidad, no estamos
adorando a Dios en espíritu y en verdad, ni estamos practicando
la verdad para satisfacer a Dios. No importa lo bien que
podamos mantener estas prácticas externas, Dios no lo
aprueba.

Entonces, ¿cómo podemos adorar a Dios en espíritu y en


verdad al orar o leer la Biblia? Leamos un pasaje de las palabras
de Dios juntos. Las palabras de Dios dicen: “Una vida espiritual
normal es vivir una vida ante Dios. Cuando uno ora, puede
acallar su corazón ante Él y, a través de la oración, puede
buscar el esclarecimiento del Espíritu Santo, entender las
palabras de Dios, y entender la voluntad de Dios. Al comer y
beber las palabras de Dios, se puede ser más claro y más
lúcido respecto a lo que Dios quiere hacer ahora mismo,
tener una nueva senda de práctica y no ser conservador de
manera que toda la práctica de uno tenga el propósito de
lograr el progreso en la vida. Por ejemplo, la oración de uno
no tiene como propósito pronunciar algunas palabras
bonitas o llorar a gritos delante de Dios para expresar la
deuda propia, sino, más bien, practicar ejercitando el
espíritu propio, acallar el propio corazón delante de Dios,
practicar la búsqueda de la guía de las palabras de Dios en
todas las cosas, hacer del corazón propio un corazón que
sea atraído hacia la nueva luz cada día; no ser pasivo ni
perezoso y entrar en la senda correcta de practicar las
palabras de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios.
Respecto a una vida espiritual normal).

Las palabras de Dios nos muestran el camino de la práctica.


Cuando oramos, debemos prestar mucha atención para hablar a
Dios desde el corazón, para hablar honestamente y para confiar
en Dios nuestras dificultades prácticas y nuestro estado real. Y,
cuando leemos la Biblia, cantamos himnos, vamos a la iglesia o
escuchamos sermones, nuestros corazones siempre deben
centrarse en buscar la verdad, buscar la guía y la iluminación del
Espíritu Santo, contemplando las palabras de Dios, para que
podamos entender la voluntad de Dios a través de Sus palabras,
conocer a Dios y tener un camino de práctica y entrada. Sólo
esto es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Si practicamos a
menudo de esta manera, experimentaremos un crecimiento
continuo en la vida.

2. ¿Nos dedicamos a Dios por el bien de


amarlo y satisfacerlo?
Después de creer en el Señor, muchos hermanos y hermanas
renuncian y gastan para el Señor y llevan a cabo sus tareas en
medio de grandes adversidades. Algunos hacen donaciones
frecuentes, algunos están ocupados con la difusión
del Evangelio, otros dan sermones dondequiera que van, y
algunos incluso abandonan sus matrimonios y sirven al Señor
por el resto de sus vidas... Muchos hermanos y hermanas creen
que esto es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Pero, ¿alguna
vez hemos considerado si pagamos este precio para amar y
satisfacer al Señor? Si lo pensamos detenidamente, aunque
trabajemos y prediquemos el Evangelio para el Señor, a veces
todavía nos mostramos y testificamos a nosotros mismos a
través de compartir la Biblia para ganar la estima y el apoyo de
los demás, y para establecer nuestra propia posición e imagen.
Aunque algunos hermanos y hermanas abandonan, gastan, se
dedican y trabajan, poseen muchas impurezas, y hacen estas
cosas por el bien de obtener recompensas y coronas, y para que
puedan disfrutar de las bendiciones del reino celestial...
Entonces podemos ver que pagamos un precio y no nos
dedicamos con un corazón sincero por consideración a la carga
de Dios y para satisfacer la voluntad de Dios, sino que
trabajamos, predicamos el Evangelio, entregamos las cosas y
nos dedicamos para satisfacer nuestros propios deseos
egoístas, y luchamos por nuestro propio futuro y posiciones.
Esto no es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Pagar un
precio y depender de esta manera es negociar con Dios, y no
puede ganar la aprobación del Señor. El Señor Jesús dijo:
“Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?». Y
entonces les declararé: «Jamás os conocí; apartaos de mí,
los que practicáis la iniquidad»” (Mateo 7:22-23). El Señor
condenó a las personas que predicaban y trabajaban para Él
como personas que trabajaban en la iniquidad. Esto se debió a
que no adoraban a Dios en espíritu y en verdad, ni se ofrecían
sinceramente por Dios. En cambio, deseaban trabajar por el
Señor a cambio de recompensas y bendiciones. Lucharon y
trabajaron por el bien de sus propios destinos finales, y por la
fama, la fortuna y el estatus. En última instancia, no sólo no
ganaron la aprobación del Señor por el precio que pagaron,
sino que, por el contrario, fueron condenados por el Señor.
Tomemos como ejemplo a los fariseos de la época. Durante
generaciones, leyeron la Escritura y asistieron al templo con
todos los climas para adorar a Jehová Dios. Viajaron por tierra y
mar para difundir el evangelio de Jehová, se entregaban al
renunciar a sus familias y negocios, y sufrieron mucho. Pero
nada de lo que hicieron se hizo por amor a Dios o satisfacer a
Dios, sino que se hizo por el bien de sus propias posiciones y
medios de vida. Cuando el Señor Jesús vino a realizar Su obra,
sabían perfectamente que las obras y las palabras del Señor
Jesús poseían autoridad y poder, y que todo provenía de Dios,
pero que no buscaban ni investigaban en absoluto. En cambio,
definieron al Señor de acuerdo con sus propias nociones e
imaginaciones, creyendo que un hombre que no era llamado
Mesías no podía ser Dios. En particular, cuando vieron el
creciente número de personas comunes que seguían al Señor
Jesús, tuvieron miedo de que ya nadie los siguiera, y de que sus
posiciones y medios de vida fueran insostenibles. Y así,
aprovechaban todas las oportunidades para atacarlo, juzgarlo,
condenarlo y blasfemarlo, hasta que finalmente crucificaron al
Señor Jesús. A partir de esto, podemos ver que los fariseos no
adoraron a Dios en espíritu y en verdad. Parecían piadosos por
fuera, pero su esencia era hipócrita y engañosa, y por lo tanto el
Señor Jesús les reprendió, diciendo: “Pero, ¡ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! [...]” (Mateo 23:13).

El Señor Jesús dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu


corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo
22:37). Dios requiere que persigamos el amor de Él, y que
cuando gastamos para Dios y nos ocupamos trabajando por
Dios, se debe hacer sobre el fundamento de amar a Dios y
satisfacer a Dios. Debemos ser sinceramente considerados de la
carga de Dios y satisfacer Su voluntad, libres de cualquier
impureza o negociación personal, y no hacer estas cosas para
obtener bendiciones o coronas, sólo esto es adorar al Señor en
espíritu y en verdad. Tomemos a Pedro, por ejemplo. Después
de que el Señor Jesús resucitó, le preguntó a Pedro tres veces:
“[...] Simón, hijo de Juan, ¿me amas? [...] Pastorea mis
ovejas” (Juan 21:16). De Su pregunta, Pedro comprendió los
requisitos del Señor y la tarea que el Señor le había confiado:
perseguir convertirse en alguien que amaba y satisfacía a Dios,
hacer todo lo que estuviera en su poder para alimentar a las
ovejas de Dios y completar la comisión de Dios. Pedro grabó la
tarea que el Señor le había confiado en su corazón, y en su obra
posterior, buscó aún más amar y satisfacer a Dios con todo su
corazón y alma. Difundió el evangelio del Señor en todas las
direcciones, y testificó las palabras y la voluntad del Señor a
más personas. En su obra, exaltó y testificó al Señor en todos
los sentidos, y dirigió a sus hermanos y hermanas utilizando la
verdad que entendía, los llevó a todos ante el Señor y les
enseñó a respetar al Señor por encima de todo. Además,
cuando Pedro encontró persecución y adversidad, pudo jurar
lealtad al Señor hasta la muerte, de modo que, al final, sacrificó
todo lo que tenía, incluso su vida, por el Señor. Fue crucificado
colgado boca abajo, dando así testimonio de su amor extremo
por Dios y su voluntad de obedecer hasta la muerte. Pedro
adoraba a Dios en espíritu y en verdad, se dedicó con un
corazón que amaba a Dios y, al final, se convirtió en alguien que
deleitaba al Señor, y a quien el Señor alabó.

De la comunión anterior, podemos ver que, si queremos adorar


a Dios en espíritu y en verdad, debemos usar nuestro corazón
para acercarnos a Dios, procurar entender la voluntad y los
requisitos de Dios de Sus palabras, practicar las palabras de
Dios en nuestra vida diaria y no aferrarnos a rituales y reglas. Al
mismo tiempo, debemos ser capaces de abandonar
sinceramente y dedicarnos a Dios sin pedir nada a cambio ni
establecer ninguna condición, sino que debemos amar y
satisfacer al Señor con todo nuestro corazón y alma. De esta
manera, podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad. Sólo
practicando de esta manera podemos entender la verdad y
lograr el crecimiento en nuestras vidas, y sólo entonces
ganaremos la aprobación de Dios a través de la dedicación.

Traducido del original en inglés al español por Xinia Arias


Quirós

Las Virtudes Verdadero del Amor (1 Corintios 13:4-7)

“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor


no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no
busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la
injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta”.
1 Corintios 13:4-7

INTRODUCCIÓN

                En estos versículos el apóstol Pablo nos describe la


grandeza del amor a través de presentarnos las virtudes que lo
definen como tal. Estos versículos de 1 Corintios 13 son una
descripción clara de lo que el amor hace y no hace, son una
descripción de la verdadera naturaleza del amor. En el griego
original se utilizan ciertos verbos que dificultan encontrar una
traducción apropiada en español y allí que podamos ver como esta
lista de cualidades varia de traducción a traducción. Por ejemplo,
la NVI traduce estos versículos con estas palabras: “El amor es
paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni
orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja
fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad,
sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta”. La Biblia DHH lo traduce de
esta forma: “Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es
no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni
egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las
injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo,
creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo”. Y así podríamos
revisar otras versiones de la Biblia donde algunas palabras varían
ligeramente, pero esto se debe a lo difícil que resulta en
ocasiones encontrar la mejor traducción para dichas palabras
griegas. Veamos en que consiste cada característica.

Las Virtudes Verdadero del Amor

EL AMOR ES PACIENTE EN SU TRATO CON LOS DEMÁS

“El amor es sufrido…”


1 Corintios 13:4

          En primer lugar se nos dice que el amor es sufrido. La


palabra sufrido proviene del griego makrozumía (μακροθυμία) lo
cual literalmente significa “lejos de enojarse”. En este sentido su
uso se aplica a la paciencia que se debe tener respecto a sus
semejantes. Crisóstomo la describe como el espíritu que tiene
poder para vengarse, pero no se venga. Makrozumía es el espíritu
que soporta los insultos y las injurias sin amargura ni queja. “Por
lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados,  vístanse de
afecto entrañable y de bondad,  humildad,  amabilidad y
paciencia (makrozumía, μακροθυμία) de modo que se toleren unos
a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro.  Así como
el Señor los perdonó, perdonen también ustedes” (Colosenses
3:12-13, NVI). La Biblia nos exhorta a ser pacientes los unos a
los otros en cuanto al trato personal a través de un
verdadero amor, bondad y humildad. Nos enseña a perdonar las
ofensas de los demás, así como Jesús nos perdonó todas
nuestras transgresiones. Efesios 4:2 nos pide ser humildes y
mansos. Estas fueron las actitudes que demostró Jesús cuando
estuvo en la tierra. Se trata de actitudes que no afloran
naturalmente, sino que deben cultivarse con la determinación de
colocar al otro por sobre uno mismo. Sólo el Espíritu Santo puede
darnos la capacidad de actuar de este modo con los demás en
forma constante. El texto nos dice: soportándoos con paciencia
los unos a los otros en amor. La palabra “sopórtense” proviene del
griego anéjomai (ἀνέχομαι) y se utiliza en el sentido de
sobrecargar o sobrellevar; no obstante, el uso que Pablo le da a
este vocablo tiene una connotación positiva. Denota la idea de ser
paciente frente a las debilidades de los demás . A menudo le
pedimos a Dios que tenga paciencia con nuestras debilidades, sin
embargo, no ejercemos este mismo tipo de paciencia con los
demás. Lo que nos permite conocer mejor el sentido de esta
palabra es el hecho de que el Nuevo Testamento se la aplica
repetidas veces a Dios: “¿O menosprecias las riquezas de su
benignidad, paciencia y longanimidad (makrozumía), ignorando que
su benignidad te guía al arrepentimiento?”, (Romanos 2:4, RV60).
Si Dios hubiera sido un hombre, habría “perdido la paciencia” con
el mundo por su desobediencia hace mucho tiempo. El cristiano
debe tener con sus semejantes la paciencia que Dios ha tenido
con él innumerables veces, sabiendo sobrellevar las
imperfecciones de sus semejantes con gran paciencia, y esto es
una de las características del verdadero amor.

EL AMOR ES BENIGNO

“el amor… es benigno…”


1 Corintios 13:4

                   En segundo lugar, el amor es benigno y esta palabra


se traduce del griego jresteúomai (χρηστεύομαι), la cual a su vez
proviene de la palabra griega jrestós (χρηστός), y esta también
puede traducirse como amabilidad o a veces como misericordia.
Esta misma palabra aparece en el listado del fruto del Espíritu
en la carta a los Gálatas: “En cambio, el fruto del Espíritu… 
benignidad (jrestótes, χρηστότης)…”, (Gálatas 5:22). En su
sentido etimológico la palabra benigno significa algo o alguien
que no causa daño, y en su carta a los Efesios, capítulo 4,
versículo 32 el apóstol Pablo desarrolla a profundidad este
concepto ya que nos dice cómo debemos ser benignos, es
decir, amables (jréstós), y de acuerdo a sus palabras esto se
logra siendo misericordiosos con las demás personas, sabiendo
perdonar así como Dios nos ha perdonado a nosotros: “Antes sed
benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a
otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” ,
(Efesios 4:32). Los griegos definían jrestós (χρηστός) como la
disposición del corazón para considerar los asuntos de los
demás como si fueran propios . Su enfoque está en considerar a
los demás antes que a uno mismo, lo que provoca que sea bueno en
todos sus aspectos. Así, en una sola palabra, jrestós (χρηστός),
Pablo establece la ley de las relaciones personales: Debemos
tratar a los demás como Jesucristo nos ha tratado a
nosotros, con suma amabilidad. En sí, jrestós (χρηστός) revela
un carácter generoso y no áspero, incapaz de hacer daño. La
cualidad de la amabilidad se destaca prioritariamente en las
relaciones con los demás. Como seres humanos, Dios nos creó
mayoritariamente sociables, y es allí donde radica su importancia.
Muchos de los problemas dentro de la iglesia vienen de las malas
relaciones las cuales afectan la unidad de la misma. Por tanto, la
benignidad es una característica del verdadero amor.

EL AMOR NO TIENE ENVIDIA

“El amor no tiene envidia…”


1 Corintios 13:4

                 En tercer lugar, se nos dice que el amor no tiene


envidia. La palabra envidia proviene del griego dseleo (ζηλόω) y
describe a una persona celosa en exceso, que desea
desmedidamente las cosas a tal punto que llega a codiciar lo que
otros tienen. Los celos son una respuesta emocional que surge
cuando una persona percibe una amenaza hacia algo que considera
como propio; sin embargo, estos se vuelven dañinos cuando son
tan excesivos que impulsan a la persona que los tiene a ser
controlador y posesivo. En la Biblia encontramos como estos celos
pueden ser dañinos si provienen de un corazón envidioso. Por
ejemplo, Caín tuvo celos de su hermano Abel porque sus obras y
ofrendas eran mejores y termino asesinándolo: “Porque este es el
mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos
a otros. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano.
¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de
su hermano justas”, (1 Juan 3:11-12). Los hijos de Jacob
vendieron a su hermano José a los madianitas por celos: “Y sus
hermanos le tenían envidia, más su padre meditaba en esto” ,
(Génesis 37:11). Los sacerdotes de Jerusalén se llenaron de celos
de los apóstoles y por eso los echaron en la cárcel: “Entonces
levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él,
esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de celos; y echaron
mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública” , (Hechos
5:17-18). En general podemos ver que los celos excesivos y
envidiosos no van en armonía con el amor. Por otro lado, esta
palabra también describe a alguien que se pone celosa por las
cosas que otras personas tienen a tal punto que llega a
codiciarlas. En la Biblia se nos enseña a no codiciar las cosas de
los demás: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la
mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su
asno, ni cosa alguna de tu prójimo”, (Éxodo 20:17). Por tanto, el
amor es incapaz de experimentar estos sentimientos de envidia.

EL AMOR NO ES JACTANCIOSO

“El amor no es jactancioso…”


1 Corintios 13:4

                 En cuarto lugar, el amor no es jactancioso. Esta


palabra proviene del griego perpereúomai (περπερεύομαι), la cual
efectivamente describe a una persona que le gusta alabarse a sí
misma. La jactancia o arrogancia es una actitud que Dios
desaprueba. El problema con la arrogancia es que no sabe darle
gloria a Dios por las cosas que logra o tiene, sino se lo atribuye a
sus propias fuerzas. Por ejemplo, Nabucodonosor es un buen
ejemplo de un arrogante que por no reconocer a Dios en sus
caminos fue humillado a través de una locura que lo hizo creerse
un animal del campo: “Al cabo de doce meses, paseando en el
palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran
Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi
poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la
boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey
Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los
hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu
habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos
pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el
dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere. En la
misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue
echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y
su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo
creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves” ,
(Daniel 4:29-33). Por tanto, es imposible que el amor sea
jactancioso ya que es una actitud pecaminosa que Dios
desaprueba completamente, al contrario, el verdadero amor sabe
reconocer que todo lo que tiene y ha logrado es gracias al
Señor: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy” , (1 Corintios
15:10).

EL AMOR NO SE ENVANECE

“El amor no se envanece…”


1 Corintios 13:4

               También se nos dice que el amor no se envanece. Ser


jactancioso parece ser igual a decir que alguien está envanecido,
pero si revisamos la palabra griega que Pablo utilizo
encontraremos que proviene de fusióo (φυσιόω) que en su sentido
literal significa estar inflado, y en su sentido natural describe a
una persona fanfarrona. Por un lado, una persona jactanciosa es
alguien que presume de sus habilidades o logros cuando alguien
está cerca de ella, pero fusióo describe a alguien siempre esta
envanecida y que a simple vista refleja orgullo y considera a los
demás como a inferiores. Generalmente una persona que se
envanece refleja varias características pecaminosas, por
ejemplo, de acuerdo a Proverbios una persona que se envanece es
alguien jactancioso, orgulloso y altivo: “Altivez de ojos, y orgullo
de corazón, y pensamiento de impíos, son pecado”, (Proverbios
21:4). En 2 Timoteo el apóstol Pablo describe el carácter impío
de los falsos maestros los cuales son personas
envanecidas “También debes saber esto: que en los postreros
días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores
de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos,
desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural,
implacables, calumniadores, intemperantes, crueles,
aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados,
amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia
de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” , (2
Timoteo 3:1-5). Como vemos el amor no se envanece porque
convierte a las personas en seres orgullosos y altivos lo cual es un
pecado aborrecible delante de Dios.

EL AMOR NO ES RUDO

“El amor… no hace nada indebido…”


1 Corintios 13:5
                 En sexto lugar, el amor no hace nada indebido. Esta
afirmación proviene de una sola palabra griega que es asjemonéo
(ἀσχημονέω), la cual se puede traducir cómo comportarse con
rudeza o ser grosero. El verdadero amor es dulce, jamás se
comporta con rudeza, ni es grosero en su trato. Generalmente la
rudeza se refleja a través de nuestras palabras las cuales
reflejan el carácter grosero de algunas personas. En la Biblia uno
puede recordar algunas personas que fueron groseras en su trato
con los demás. Por ejemplo, Nabal hablo tan imprudente y
groseramente a los siervos de David que por poco provoca su
propia muerte: “Y aquel varón se llamaba Nabal, y su mujer,
Abigail. Era aquella mujer de buen entendimiento y de hermosa
apariencia, pero el hombre era duro y de malas obras; y era del
linaje de Caleb”, (1 Samuel 25:3). Jeroboam sufrió la división de
su reino debido a que no accedió a obedecer el consejo de los
sabios de hablarles con buenas palabras al pueblo y en lugar de
eso fue grosero y prepotente: “Ellos le hablaron diciendo: Si tú
fueres hoy siervo de este pueblo y lo sirvieres, y respondiéndoles
buenas palabras les hablares, ellos te servirán para siempre. Pero
él dejó el consejo que los ancianos le habían dado, y pidió consejo
de los jóvenes que se habían criado con él, y estaban delante de
él. Y les dijo: ¿Cómo aconsejáis vosotros que respondamos a este
pueblo, que me ha hablado diciendo: Disminuye algo del yugo que
tu padre puso sobre nosotros? Entonces los jóvenes que se
habían criado con él le respondieron diciendo: Así hablarás a este
pueblo que te ha dicho estas palabras: Tu padre agravó nuestro
yugo, más tú disminúyenos algo; así les hablarás: El menor dedo
de los míos es más grueso que los lomos de mi padre. Ahora, pues,
mi padre os cargó de pesado yugo, más yo añadiré a vuestro yugo;
mi padre os castigó con azotes, más yo os castigaré con
escorpiones”, (1 Reyes 12:7-11). No cabe duda de que el ser
grosero y rudo no trae nada bueno y no contribuye en nada a las
relaciones personales, en cambio el amor es incapaz de hacer algo
indebido, de comportarse con rudeza y ser grosero.

EL AMOR NO BUSCA LO SUYO

“El amor… no busca lo suyo…”


1 Corintios 13:5

                  En séptimo lugar, el amor no busca lo suyo. Las


palabras griegas que Pablo utiliza son dsetéo ou jeautú (ζητέω οὐ
ἑαυτοῦ), y literalmente significa eso, no buscar lo suyo. En este
sentido el verdadero amor no es egoísta ya que busca siempre
satisfacer a los demás y su prioridad está en poner a los otros
antes que a sus propios intereses. Si hay un hombre que fue
ejemplo de esto fue Pablo, quien sin obtener ninguna ganancia
llevo el evangelio para provecho de los corintios: “¿Cuál, pues, es
mi galardón? Que predicando el evangelio, presente
gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi
derecho en el evangelio”, (1 Corintios 9:18). Y de la misma forma
Pablo exhortaba a los creyentes a preocuparse por el bienestar
de los demás de manera sincera y sin esperar nada a
cambio: “Ninguno busque su propio bien, sino el del otro… como
también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi
propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos” , (1
Corintios 10:24, 33). El verdadero no busca lo suyo propio, sino el
bienestar de su prójimo como un cumplimiento al segundo de los
mandamientos más importantes: “Y el segundo es semejante:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, (Mateo 22:39). Este
sentimiento de no buscar lo suyo sino el bien del prójimo es lo
que impulso a Dios a enviar a su Hijo Jesucristo para poner su
vida en rescate de muchos mostrándonos así el alcance del
verdadero amor: “En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió
a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” , (1 Juan 4:10).
Por tanto, el verdadero amor no busca lo suyo sino el bienestar
del prójimo.

EL AMOR NO SE ENOJA FÁCILMENTE

“El amor… no se irrita…”


1 Corintios 13:5

               En octavo lugar, el amor no se irrita, o como lo traducen


otras versiones de la Biblia no se enoja fácilmente. El término
griego utilizado aquí para irritar es paraxúno (παροξύνω) y
describe a una persona que es propensa a la ira, es decir, que se
enoja fácilmente. El enojo es común en los seres humanos y en el
griego hay dos términos que se usan generalmente para referirse
a este sentimiento. La primera palabra que aparece en el Nuevo
Testamento es orgé (ὀργή) que significa enojarse. La segunda
palabra es zumós (θυμός) la cual puede definirse como ira, y a
diferencia de orgé indica una condición más agitada de los
sentimientos, una explosión de ira debido a la indignación interna
llegando incluso a la venganza. Sentir enojo no es malo del todo,
lo malo es llegar a la ira la cual puede llevarnos a la venganza. Uno
puede ver como unos santos hombres de Dios sintieron enojo en
ciertas ocasiones como cuando Pablo y Bernabé se molestaron al
ver la actitud idolátrica de los habitantes de Listra: “Cuando lo
oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y se
lanzaron entre la multitud, dando voces”, (Hechos 14:14).
Nuestro Señor Jesús también sintió enojo y aún lo impulso a
voltear las mesas de los cambistas cuando vio el negocio que
tenían dentro del Templo: “Estaba cerca la pascua de los judíos;
y subió Jesús a Jerusalén, y halló en el templo a los que vendían
bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y
haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y
las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas,
y volcó las mesas”, (Juan 2:13-15). No obstante, podemos ver
otros casos donde la ira se ha apoderado de algunos hombres y
estos no han procedido de la mejor forma. Por ejemplo, Moisés
fue controlado por su ira y golpeo dos veces la roca deshonrando
a Dios y como consecuencia no entro a la tierra prometida: “Y
reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y
les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de
esta peña?  Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su
vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación,
y sus bestias. Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no
creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel,
por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he
dado”, (Números 20:10-12). También podemos ver como la
discusión entre Pablo y Bernabé los llevo a una posición de tal
enojo que no pudieron ponerse de acuerdo en cuanto a si era
debido llevar consigo a Marcos en su segundo viaje misionero a
tal punto que se separaron: “Después de algunos días, Pablo dijo a
Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades
en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo
están. Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía
por sobrenombre Marcos; pero a Pablo no le parecía bien llevar
consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia, y no
había ido con ellos a la obra. Y hubo tal desacuerdo entre ellos,
que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos,
navegó a Chipre”, (Hechos 15:36-39). En este sentido la ira es un
pecado que todos debemos abandonar: “Deja la ira, y desecha el
enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo”, (Salmo
37:8), y en el Nuevo Testamento se nos exhorta a
abandonarlo: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas
cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de
vuestra boca”, (Colosenses 3:8). Ahora bien, en este versículo de
1 Corintios 13 Pablo utiliza la palabra paraxúno la cual nos habla
de alguien que fácilmente se enoja y actúa explosivamente. Como
creyentes debemos buscar la forma de no ser reactivos, de no
permitir que el enojo nos controle y nuestras acciones respondan
a nuestras emociones porque el verdadero amor no se enoja
fácilmente.

EL AMOR NO GUARDA RENCOR

“El amor… no guarda rencor…”


1 Corintios 13:5

En noveno lugar, el amor no guarda rencor. La palabra


rencor se traduce del griego logídsomai (λογίζομαι) que sugiere la
idea de contabilizar algo en inventario. En este sentido se
refiere a la acción de guardar un registro de todos los agravios
recibido. El problema con esto es que con el tiempo todos estos
resentimientos se convierten en raíces de amargura en el
corazón y esto provoca desprecio y odio hacia las personas que
nos han ofendido. En el sermón del monte Jesús puso a la ira
como un pecado tan grave como el homicidio: “Oísteis que fue
dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será
culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje
contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga:
Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera
que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por
tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu
hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del
altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces
ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario
pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el
adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas
echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí,
hasta que pagues el último cuadrante” , (Mateo 5:21-26). El
paralelismo climático de Jesús ilustra la gravedad del asunto.
Primero el enojo es semejante a un crimen que debe juzgarse
ante los tribunales locales de la aldea, pero el enojo da paso a
insultos llamándolo necio lo cual equivale a un crimen que debe
juzgarse en un tribunal más serio como el Sanedrín, y finalmente
despierta el odio que se expresa en palabras más hirientes como
fatuo o tondo lo cual es un pecado digno del infierno. Jesús nos
dice que lo mejor es ir y ponerse de acuerdo con el adversario y
lo ilustra con alguien que tiene que poner en orden sus cosas
antes de ser echado a la cárcel y pagar allí todo lo que debe. De
igual forma, debemos eliminar de nuestro corazón todo odio de
nuestro corazón porque un día podríamos morir y pasar al
infierno donde será demasiado tarde. Vivir con récores en el
corazón puede llevarnos a una vida de insatisfacción debido a la
amargura de corazón y en la eternidad al infierno. Por eso la
Biblia nos exhorta a no permitir que el día pase y el enojo
continúe en su corazón: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el
sol sobre vuestro enojo”, (Efesios 4:26). Ahora bien, las
Sagradas Escrituras nos dan algunos consejos para contrarrestar
la ira:
a)       Primeramente, reconocer nuestra conducta
impulsiva e iracunda como un verdadero problema : “El que
oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se
aparta de ellos alcanzará misericordia”, (Proverbios 28:13). Si no
lo reconocemos como problema jamás cambiaremos.
b)       Reconociendo que todas las pruebas y dificultades
vienen a nuestra vida con el fin de desarrollar la
paciencia: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os
halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe
produce paciencia”, (Santiago 1:2-3).
c)       Dejar lugar a la ira de Dios, aun en los casos de
extrema injusticia y no ser nosotros los que tomemos la venganza
en nuestras propias manos: “No os venguéis vosotros mismos,
amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito
está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” , (Romanos
12:19).
d)       Combatir el mal con el bien no devolviendo mal con
mal: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” ,
(Romanos 12:21), pero cómo hacerlo: orando hasta por nuestros
enemigos.
e)        Comunicándonos para resolver el problema
pensando bien lo que vamos a decir: “La cordura del hombre
detiene su furor, y su honra es pasar por alto la
ofensa”, (Proverbios 19:11).

Por tanto, el amor no guarda ningún rencor y como


creyentes debemos permitir que Dios sane cualquier herida del
pasado y dejar que Dios pague a cada uno según sean sus
obras.              
EL AMOR ES LA MANIFESTACIÓN DE LA VERDADERA
JUSTICIA DE DIOS

“El amor… no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad.


Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
1 Corintios 13:6-7

                Finalmente, el amor es la suma de todas las más


grandes virtudes que reflejan la verdadera justicia de Dios. Aquí
vemos más virtudes que el verdadero amor manifiesta y nos dice
que este no se goza de la injusticia, es decir, nadie que ama
puede alegrarse por el mal de otra persona, al contrario, solo
saber gozarse por la verdad. También nos dice que el amor es
capaz de sufrir, creer, esperar y soportar por el bien de la
justicia. Aquí encontramos una serie de palabras cuya raíz griega
nos revela más e cuanto a su sentido original del pensamiento
cristiano. Dice que el amor todo lo sufre, es decir, stegó (στέγω),
y este sufrimiento viene como consecuencia de la justicia,
también el amor todo lo cree, es decir, pisteúo (πιστεύω), la cual
a su vez tiene su raíz en pístis (πίστις) la palabra griega que por
excelencia se traduce en el Nuevo Testamento como fe la virtud
que llama lo que es como si fuera. Además, el amor todo lo
espera, es decir, elpídso (ἐλπίζω), que describe una confianza
creciente y segura en las promesas del Señor. Finalmente, el
amor todo lo soporta, es decir, jupoméno (ὑπομένω), que describe
a una persona perseverante en medio de las pruebas y
generalmente se traduce como paciencia, pero no en el sentido
de makrozumía (μακροθυμία) que es la paciencia con las personas,
sino la paciencia con las pruebas y circunstancias adversas que le
ayudan a no abandonar la esperanza en Dios. Por tanto, el
verdadero amor posee todas aquellas grandes virtudes que
reflejan la justicia de Dios y que son exclusivas del evangelio, el
amar justicia y la verdad, la capacidad de sufrir por la justicia, la
fe, la esperanza en sus promesas y la paciencia, son sin duda la
manifestación de un corazón que sabe amar: El amor… no se goza
de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta.

Posted by Walter Cuadra at septiembre 18, 2017   


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Labels: 1 Corintios

Recordemos que estamos en la sección de la epístola que trata sobre el problema

del abuso a los dones espirituales en Corinto. Esta sección abarca los capítulos

12, 13 y 14. En el capítulo anterior vimos la importancia de saber usar los dones

para la ayuda mutua. Se trataba de un llamado a la codependencia. En este

capítulo hablaremos sobre un ingrediente principal para usar los dones

debidamente.

“LO MÁS IMPORTANTE ES EL


AMOR”
1 Corintios 13:1-13

Texto clave: 1 Corintios 13:8

Proposición: El amor es indispensable en el buen uso de los dones.


En este capítulo, Pablo hace hincapié en que el amor y otras virtudes cristianas

son más importantes que el simple uso de los dones espectaculares. En otras

palabras: “dones sin amor no edifican, no servirán para los propósitos de Dios”

A. EL VALOR DEL AMOR DE DIOS, vv.1-3

1. Hablar en lenguas sin amor es sólo un metal que resuena. (1Co.13:1)

2. El poder de la fe sin amor es igual a hacer nada. (1Co.13:2)

3. Las mejores obras por los demás sin amor no sirven de nada. (1Co.13:3)

B. LA DESCRIPCIÓN DEL AMOR DE DIOS. vv.4-8

1. El amor forja un buen carácter. (1Co.13:4)

o Es sufrido.

o Es benigno.

o No tiene envidia.

o No es jactancioso.

o No se envanece.

2. El amor produce bien hacia los demás. (1Co.13:5-6)

o No hace nada indebido.

o No busca lo suyo.

o No se irrita.

o No guarda rencor.

o No se goza de la injusticia, sino de la verdad.

3. El amor trasciende todas las fronteras. (1Co.13:7-8)

o Todo lo sufre.

o Todo lo cree.

o Todo lo espera.

o Todo lo soporta.
o Nunca deja de ser.

C. LA PERFECCIÓN DEL AMOR. vv. 9-13

1. Nos da conocimiento pleno, 1Co.13:8-10

2. Nos da mayor madurez, 1Co.13:11-12

3. Nos revela más sobre nosotros mismos, 1Co.13:12

4. Perfecciona la fe y la esperanza. 1Co.13:13

APLICACIÓN:

1. Los dones no son para la edificación o beneficio personal, mucho menos para la

vanagloria. Debemos usar los dones fundados en el amor de Dios. Para que sean

de provecho para otros, no para destrucción o tropiezo.

2. Debemos renunciar a nuestro propio “yo” por beneficiar y edificar a otros como

Cristo nos enseñó (Rom15:1-2).

3. La niñez demanda un capricho personal, pero la madurez en Cristo es pensar en

otros. Debemos madurar y crecer en Cristo para ser usados debidamente por él.

Les recomendamos este artículo sobre 1 Corintios 13:8-10

Más Bosquejos sobre 1 Corintios:

1 CORINTIOS AMOR BOSQUEJOS CAMINAR
CRISTIANO CARÁCTER CRISTO-
CÉNTRICO MADUREZ MINISTERIO PRINCIPIOS

EL CAMINO MÁS EXCELENTE, EL AMOR


“Más yo os muestro un camino aún más excelente”.
1 Corintios 12:31

                Hemos venido hablando de la importancia que los dones


del Espíritu Santo tienen en la vida del cristiano, sin embargo,
Pablo no quiere continuar sin antes recordarles a los corintios el
tema del amor. El amor en sí constituye la plataforma donde
tienen origen el resto de las grandes virtudes humanas y al
mismo tiempo determina el uso correcto de los dones espirituales
bajo las correctas motivaciones. El amor es un concepto muy
utilizado en nuestra sociedad, y hasta cierto sentido, un tanto
trillado. A la luz de las Escrituras el amor puede considerarse un
don otorgado por Dios a los hombres: “… porque el amor de Dios
ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo
que nos fue dado”,  (Romanos 5:5); pero también es considerado
un fruto del Espíritu Santo el cual tiene que cultivarse y
desarrollarse: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza;
contra tales cosas no hay ley” , (Gálatas 5:22-23), y al mismo
tiempo constituye la esencia de nuestro glorioso Señor: “El que
no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” , (1 Juan
4:8). En nuestra sociedad, le llamamos amor a la pasión sensual
que dos jóvenes sienten el uno por el otro, al afecto de un padre
hacia su hijo o viceversa, al cariño cultivado por una amistad
sincera, al pacto matrimonial que mantiene unidos a una pareja;
pero, realmente que es el amor a la luz de la Biblia. Para poder
comprender mejor este concepto, el griego en el cual fue escrito
el Nuevo Testamento utiliza cuatro palabras diferentes para
referirse a cuatro diferentes formas en las cuales el amor puede
expresarse entre los seres humanos. Veamos brevemente en que
consiste cada uno.

1.       Eros era una palabra utilizada en la cultura helénica para


referirse al amor que está basado en lo sensual y físico que
busca el placer personal de su carne lo cual lo vuelve egoísta ya
que se centra en sí mismo. Generalmente se guía más por sus
instintos y deseos que por el razonamiento. Este tipo de amor
habla de enamorarse, de los sentimientos y de lo romántico, pero
no habla de compromiso, entrega o fidelidad. Algunos lo han
llegado a comparar este amor con un instinto animal.
2.       Fileo (φιλέω) es la segunda palabra que los griegos usaban
para referirse al amor y este denota el afecto entrañable entre
amigos, razón por la cual C. S. Lewis lo llamaba “amistad”. Para los
antiguos la amistad era considerada una de las grandes virtudes y
sentimientos que podían surgir entre dos personas, tal y como la
Biblia lo registra referente a David y Jonatán, lamentablemente
hoy ha perdido su valor y solo basta preguntarnos cuántos amigos
tenemos realmente para corroborar esta afirmación. Fileo nace
como respuesta de lo que la otra persona ha hecho por ella y está
influenciado por los sentimientos y emociones. Este tipo de amor,
o mejor dicho cariño está limitado únicamente a los amigos y
nunca a los enemigos o personas que le causan daño.
3.       Stérgo (στέργω), es un amor que da, comparte y se sacrifica
entre familiares. C. S. Lewis lo llamo afecto, y lo considero el más
humilde de todos los amores: “El afecto, como ya he dicho, es el
amor más humilde, no se da importancia. La gente puede estar
orgullosa de estar «enamorada» o de su amistad; pero el afecto
es modesto, discreto y pudoroso”. Es un amor hasta cierto punto
instintivo, como el de una madre a sus hijos, pero es incapaz de ir
más allá de la frontera de los lazos familiares.
4.       Agapáo (ἀγαπάω), es el amor de Dios. No está basado en las
emociones sino en un acto voluntario, en la  decisión de amar a
una persona: “En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios,  sino en que él nos amó a nosotros y envió
a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” , (1 Juan
4:10). Agapáo no ama como consecuencia de lo que otros han
hecho por él, sino por voluntad propia, sin considerar méritos o
esperar algo a cambio, se extiende a toda persona sin importar
su condición social, económica, material y hasta a los
enemigos, “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid
a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los
que os ultrajan y os persiguen”, (Mateo 5:44). Es un amor
sacrificial y se desarrolla a través de la negación y la vida en el
espíritu.

En este sentido el amor del cual habla Pablo es


el Agapáo (ἀγαπάω), y llama la atención que este vocablo tiene
muy poco uso en la literatura profana de los griegos; no obstante,
este término comenzó a popularizarse en los textos del Nuevo
Testamento como en la Septuaginta, y en el caso específico del
Nuevo Testamento aparece alrededor 130 veces como verbo, y
120 veces como sustantivo. Por tanto, el amor constituye un
regalo de Dios que se derrama en nuestros corazones y al mismo
tiempo es un fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida,
este amor es sacrificial y entregado para bien de los demás y de
allí la importancia que Pablo resalta ya que en este sentido es
capaz de regular las intenciones y motivaciones bajo las cuales se
ejercen los dones espirituales y el ministerio.

EL AMOR ES LA FUENTE DE MOTIVACIÓN PARA EJERCER


NUESTROS DONES
“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor,
vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si
tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia,
y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y
no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para
dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser
quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”.
1 Corintios 13:1-3

              La importancia y preeminencia del amor radica en el


hecho de que es la fuente de motivación correcta para ejercer
nuestros dones espirituales y ministerio. Si no existe amor en
nuestros corazones difícilmente encontraremos las motivaciones
correctas para ejercer nuestros dones. Por ejemplo, hay muchos
que ejercen sus dones solo con el fin de lucrarse de ellos: “Han
dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino
de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad” , (2
Pedro 2:15). Muchos como los fariseos ejercen su ministerio y
practicas piadosas solo para ser vistos por los
hombres: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los
hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis
recompensa de vuestro Padre que está en los cielos” , (Mateo 6:1).
En general, la principal motivación para ejercer nuestros dones y
ministerio debe ser el amor porque cualquier cosa que hagamos
sin amor no tiene valor para Dios. Por ejemplo, Pablo dice que de
nada sirve hablar en muchas lenguas si no hay amor, sus lenguas
humanas o angélicas viene a ser solo ruido disonante en los oídos
de Dios: Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo
amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe .
También se nos dice que de nada sirve tener profecía, ni
entender todos los misterios maravillosos del evangelio ni poseer
toda la ciencia de este mundo o incluso tener una fe tan grande
capaz de trasladar los montes, ya que si no hay amor de nada
sirve: Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y
toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase
los montes, y no tengo amor, nada soy. Aun de nada sirven los
grandes sacrificios que se realicen, si no es el amor lo que los
motiva de nada sirve: Y si repartiese todos mis bienes para dar
de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser
quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. Por lo tanto,
debemos evaluar cuales son las motivaciones que nos impulsan a
desarrollar nuestros dones y ministerio, porque debería ser el
amor ya que cuando sea así nuestro único fin será servirle de
corazón sencillo a Dios buscando siempre honrar su nombre y
contribuir con el bien de la iglesia del Señor.
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