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UN MONSTRUO EN EL RÍO

Por Antonela Santamaría

Tras llevarse unas acacias; Thea exclamó: ¡Espero exista el cielo para abejas! mientras las
ahuyentaba y quitaba a mordiscos las agujas incrustadas en su mano. Después de semejante
carrera, miró a su alrededor; perdida y en peligro, estaba junto a la cantera del viejo río Memburt,
de donde nadie bebía, ni guardaba reposo pues advertían de una criatura parlanchina y
mentirosa, unos decían que era sabia, y daba consejos de fortuna, otros aseveraban que nunca
escuchaban nada…

Cayó una tormenta con truenos. Thea trató de buscar refugio en una cueva frente al río;
haciendo omisión de aquellas advertencias por su dolor y el frío. Durmió junto a sus preciadas
flores; sin escuchar nada. Sin peligro bebió del río y mágicamente la hinchazón alivió, de pronto
casi resbala cuando divisó un rostro que dijo:

¿Por qué estás lastimada? ¡Gracias por las flores ... Déjame darte un apapacho! Dijo la criatura
llevándoselas.

¡No por favor, son para papá, su don le devolverá la vista!, dijo Thea intentando recuperarlas;
lloró desconsolada viendo su maldad.

¡Hey, has visto la bondad de mis aguas y como doy vida a todo! ¿y me sigues acusando? Ten,
aquí están tus flores, las limpié de una abeja mortífera.

Eres como todos, te fías de habladurías

Lo lamento dijo Thea, pero tienes fama de embustero

¿Cómo?, dijo la voz; únicamente deseo su felicidad, que disfruten mis aguas, y amen, pero no
escuchan y aún contemplando mi majestuosidad, me juzgan de abandonarlos.

Thea pensativa en las palabras del río; abrió la puerta de su hogar con las flores en la mano,
maravillándose, su padre sorprendentemente la reconocía pues había recuperado la vista
después de haber salido a buscarla; se había encontrado también con la bondad del buen río o
la de Dios.

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