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El Delito de Receptación, Su Reciente Modificación y Su Delimitación Con El Delito de Lavado de Activos
El Delito de Receptación, Su Reciente Modificación y Su Delimitación Con El Delito de Lavado de Activos
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MARCO NORMATIVO:
De otro lado, también se exige una racionalidad jurídica, que implica asegurar que la
nueva decisión legislativa se integre de manera sistemáticamente coherente en el
ordenamiento jurídico preexistente(3); en buena cuenta la nueva norma no puede
incluir criterios que contravengan la sistemática propia del ordenamiento jurídico al que
pertenecen, generar contradicciones con otra regulación normativa o lagunas en el
ordenamiento jurídico. Finalmente, también debe responder a una racionalidad
lingüística que implica el empleo eficaz del lenguaje, de forma tal que el mensaje
normativo llegue de forma fluida al destinatario de la norma.
Conde-Pumpido afirma que existe una identidad de bien jurídico atacado entre la
receptación y el delito que le precede: el patrimonio, variando únicamente la forma y el
contenido de dicho ataque, en el sentido de que la receptación no viola el precepto de
“no dañar el patrimonio ajeno”, sino el de “no impedir la reintegración del patrimonio
ajeno (…)”, prolongando un perjuicio que ya está producido, y consolidándolo al
interponer un acto que aumenta el riesgo para el titular de pérdida de lo sustraído(6).
Sujeto activo del delito puede ser cualquier persona que reciba de otro el bien que
procede de un delito contra el patrimonio. En este sentido, no puede serlo quien haya
participado en el delito previo, ya sea como autor material, intelectual o como partícipe.
En caso de ser el partícipe del delito previo quien recepte el bien, su conducta queda
absorbida por la responsabilidad principal del delito precedente, puesto que no hace
más que continuar con su participación criminal y por ende no comete un nuevo delito.
Tampoco puede ser sujeto activo del delito el sujeto pasivo del delito previo, porque
este, al recuperar sus cosas, se mueve en la esfera de su propio derecho(9). En
cambio sí puede ser considerado agente del delito el receptador inicial, en el caso de
la receptación sucesiva o en cadena.
Sujeto pasivo será el propietario o poseedor del bien receptado; en tal sentido, será el
mismo que el del delito previo.
Adquirir: Implica recibir el bien a título oneroso a través de cualquier acto jurídico, p. ej.
compraventa, permuta. Dicho término es equivalente a lograr la transferencia de la
propiedad y puede equipararse a comprar. Para algunos autores no basta que el
contrato de compraventa logre perfeccionarse civilmente, dado que es necesario que
el receptor ejerza algún poder de hecho sobre el bien, por lo que será necesario que
opere la tradición, si se trata de bienes muebles; en el caso de inmuebles será
suficiente el mero consenso, pues la traslación de la propiedad de un bien inmueble se
perfecciona con la simple obligación de enajenar, de conformidad con el artículo 949
del Código Civil.
Recibir en donación: En este caso, el sujeto activo recibe el bien a título gratuito.
Recibir en prenda: El bien se desplaza del deudor prendario –que es autor del delito
precedente– a manos del acreedor prendario –autor del delito de receptación–, con el
fin de garantizar el cumplimiento de una obligación. En este caso, el acreedor
prendario que recibe el bien será el autor del delito de receptación.
Guardar: Desde el punto de vista semántico es “tener el cuidado de una cosa, vigilarla
o defenderla”, aunque en algunos casos es suficiente ponerla en un lugar seguro, sin
necesidad de vigilarla. Desde la perspectiva jurídica es el detentar una cosa con el fin
de protegerla de los peligros externos, cualquiera sea su fuente, trátese de peligros
lícitos o ilícitos. No constituye una real transferencia de propiedad, muy por el contrario
representa un ejemplo clásico de una posesión temporal que genera la implícita y
velada obligación de devolver o entregar.
Esconder: Implica “ocultar”, esto es, desplegar maniobras y actos comisivos tendientes
a esconder y a volver ineficaz la identificación de un bien proveniente de un delito
previo. Implica desplegar acciones dirigidas a volver estéril la identificación de algo
respecto a alguien.
Ayudar a negociar: Significa intervenir como mediador entre el poseedor del bien
proveniente de un delito anterior y otra persona, que debe ser extraña a su comisión, a
los efectos de su transferencia a título oneroso.
La doctrina apela a la accesoriedad limitada, entendiendo que basta con que el delito
precedente sea un hecho típico o antijurídico, de forma que en el caso de que el
comportamiento sea lícito la receptación consecuentemente debe ser también impune.
No hay necesidad de que el autor sea culpable; asimismo, incluso existirá delito de
receptación si es que el agente del delito previo está exento de pena. En otras
legislaciones, por ejemplo la española(10), se ha establecido expresamente que existe
delito aunque el agente fuere irresponsable o estuviere exento de pena; sin embargo,
consideramos que es igualmente aplicable en nuestra legislación penal, dado que solo
se requiere el mantenimiento de una situación patrimonial antijurídica creada por el
delito precedente. Por tanto, habrá receptación en los casos en que en el delito previo
existan causales de inculpabilidad o exista alguna excusa absolutoria; por ejemplo en
los casos del artículo 208 del Código Penal. En suma, cuando no exista un hecho
típico o el comportamiento se encuentre justificado no habrá posibilidad alguna de
alegar delito de receptación. La atipicidad del delito previo que descarta la aplicación
del delito de receptación puede ser tanto objetiva como subjetiva.
A pesar de que el tipo penal hace referencia a “procedencia delictuosa”, por tradición
doctrinal y jurisprudencial, así como por la ubicación sistemática del delito de
receptación dentro del catálogo penal, se ha entendido que este delito solo está
referido a los delitos contra el patrimonio, mas no así a otro tipo de delitos. Esta
posición ha sido asumida por la Corte Suprema de Justicia en el Recurso de Nulidad
Nº 1105-2004-San Martín en la que ha señalado: “Uno de los presupuestos para la
comisión del delito de receptación es que previamente se haya cometido un delito
anterior contra el patrimonio (...)”. Si bien, de forma restringida, se ha pretendido
sostener que por la ubicación ordinal de la citada figura penal, solo comprendería a los
delitos de hurto, robo y apropiación ilícita, mas no así a los demás delitos contra el
patrimonio, como los delitos de estafa, extorsión, fraude en la administración de
personas jurídicas, etc.; sin embargo, esta postura puede descartarse estando a la
propia estructura del tipo penal de receptación, además porque implicaría limitar en
forma desmedida la aplicación de este delito y se afectaría la finalidad político-criminal
que inspira su regulación.
Con la dación del Decreto Legislativo Nº 982, por la cual se incorporó el art. 195º del
Código Penal se ha ampliado el contenido del delito de receptación, extendiéndolo
también a los delitos de secuestro y trata de personas, que son delitos contra la
libertad; situación que viene generando graves conflictos no solo al momento de
distinguir esta conducta con el delito de lavado de activos, sino también porque va
contra la naturaleza propia del delito de receptación, como veremos al analizar las
citadas agravantes.
Con relación al objeto material del delito existen dos teorías: la receptación en cadena
o sucesiva y la receptación sustitutiva.
Por nuestra parte, de lege lata consideramos que el tipo penal de receptación, previsto
en el artículo 194 del Código Penal peruano, sanciona todas aquellas conductas
dirigidas a adquirir, recibir (en donación o en prenda), esconder, vender, o ayudar a
negociar, el mismo objeto material del delito precedente, excluyéndose la receptación
sustitutiva(15), por cuanto de haberse querido sancionar esta modalidad, el legislador
lo habría señalado expresamente, como lo hace con la Ley Penal contra el Lavado de
Activos, en la que se señala expresamente como objeto material del delito, entre otros,
a los “efectos” y “ganancias”, lo que permite incluir los bienes o beneficios económicos
obtenidos directamente por la comisión delictiva y los bienes obtenidos de forma
indirecta por la transformación de los efectos directos del delito precedente. En igual
sentido, el derogado artículo 296-A(16) del Código Penal (incorporado al catálogo
penal por el Decreto Ley Nº 25428 del 11/04/92 y derogado por la Ley Penal contra el
Lavado de Activos), que contenía el delito de receptación en tráfico ilícito de drogas,
también diferenciaba expresamente a los objetos materiales del delito, haciendo
referencia a “cosas, ganancias o bienes provenientes de aquellos”. Tal expresa
mención de los bienes objeto del delito de lavado de activos, se ha realizado con la
finalidad de poder comprender dentro de estas conductas a aquellos efectos que no
proceden directamente del delito previo, hecho que no sucede en el delito de
receptación previsto en el artículo 194 del C.P.:
El dolo debe abarcar el conocimiento del agente que está adquiriendo, recibiendo en
donación o en prenda, guardando, escondiendo, vendiendo o ayudando a negociar un
bien de procedencia delictuosa. El conocimiento de ese origen debe ser anterior o
coetáneo a la acción, pues en la receptación no es amparable el dolo “subsequens”
que es el que aparece después de realizadas las conductas antes descritas p. ej. en el
caso de que el agente al momento de adquirir el bien desconozca que este proviene
de un delito de hurto, tomando conocimiento de tal hecho tiempo después, salvo que
se trate de los supuestos de acción típica permanente como son recibir en prenda,
guardar, esconder.
El conocimiento no necesita que sea exhaustivo, basta con que el agente sepa que se
ha desarrollado una actividad delictiva en general y que ha dado efectos de carácter
económico(21). No se exige un conocimiento exacto o pormenorizado del delito
cometido, ni se exige conocer su calificación jurídica, sino que basta con que se sepa
que se ha cometido un hecho castigado por las leyes(22).
Aun cuando el tipo penal haga alusión a que el agente “debía presumir” la procedencia
delictuosa del bien, esto no implica sostener que aquí se acoge un supuesto
imprudente del delito de receptación, puesto que el legislador nacional ha establecido
en el artículo 12 del CP que el agente de infracción culposa es punible en los casos
expresamente establecidos por ley; en tal sentido, debemos interpretar la expresión
“debía presumir” referida únicamente al dolo eventual, abandonando una comprensión
amplia de esta y por tanto la posibilidad de un supuesto culposo o imprudente como
conducta típica.
En la jurisprudencia española, la STS del 24 mayo de 1995 (RJ 1995, 3913), enumera
como indicios de dicho conocimiento de la procedencia delictuosa del bien por ejemplo
el precio vil, el modo de compra, la irregularidad de la operación, el estado del objeto,
el no ser objetos propios del tráfico del comprador y vendedor, de los que se puede
inducir racionalmente que el receptador actuó con dolo, sin entrar en matices del orden
antes indicado (dolo directo, eventual). De hecho, el Tribunal Supremo sostiene que el
conocimiento de la perpetración precedente de un delito contra los bienes es un
elemento de carácter subjetivo, cuya concurrencia solo puede demostrarse a través de
la prueba de indicios que pongan de manifiesto la realidad de ese elemento(23).
VIII. CONSUMACIÓN
X. AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN
Es admisible cualquier modalidad de autoría en la configuración del injusto típico de
receptación, tal como la autoría directa, mediata o la propia coautoría. En la autoría
directa, el agente tiene dominio de la acción, realizando por sí mismo todos los
elementos del tipo objetivo. En la autoría mediata hay un dominio de la voluntad y la
utilización de una persona humana como instrumento, la cual se encuentra sometida a
error o coacción, p. ej. “X” aprovechándose del error de “Y”, que ignora que
determinados bienes han sido hurtados por “Z” a un tercero, le hace guardar dichos
bienes en su domicilio. En la coautoría existe un dominio funcional del hecho basado
en la distribución de funciones y roles y en el que cada persona realiza uno de los
elementos del tipo penal. Aquí más que un dominio de la acción existe un dominio
colectivo del suceso, p. ej. varias personas sobre la base de un plan común realizan
determinadas acciones que en conjunto configuran el injusto penal de receptación.
Con los tipos penales señalados se busca sancionar todos los actos que impliquen la
decodificación de señales de satélite portadoras de programas y su indebida
distribución. Por nuestra parte, consideramos que aun cuando evidentemente también
se protejan intereses patrimoniales, el objeto de protección no es estrictamente el
patrimonio, sino también se protegen los derechos de propiedad intelectual, por lo que
debería incluirse dentro de los delitos contra los derechos intelectuales tal como lo han
hecho otras legislaciones(37), no solo por criterios de especialidad, sino sobre todo
para facilitar su adecuada comprensión.
La figura de receptación presenta cierta similitud con los delitos de lavado de activos,
al compartir algunos elementos típicos, presentando estructuras típicas similares,
sobre todo con el delito de ocultamiento y tenencia, previsto en el artículo 2 de la Ley
Penal contra el Lavado de Activos, Ley Nº 27765, además de que ambas figuras
penales están referidas a acciones realizadas sobre bienes que proceden de un delito
previo; por lo que, evidentemente, se presentan diversos supuestos de concurso
aparente de ambas figuras penales; esta situación se ve agravada con las últimas
modificatorias introducidas a ambos delitos, así mediante el Decreto Legislativo Nº 982
se reguló como circunstancia agravante del delito de receptación, el supuesto en que
el delito previo sea el delito de secuestro o el de trata de personas. Asimismo,
mediante Decreto Legislativo Nº 986, se modificó–entre otros– el artículo 6 de la Ley
Penal contra el Lavado de Activos, incluyéndose como delito previo al delito de
extorsión y los delitos contra el patrimonio en su modalidad agravada, dentro de los
cuales podría incluirse los supuestos de hurto agravado, robo agravado; esto además
de que también la Ley Penal contra el Lavado de Activos contempla a la trata de
personas y el secuestro como delitos previos.
Sin embargo, a pesar de estas diferencias, en los casos en que el agente delictivo
adquiera, reciba (en donación o en prenda), guarde, esconda (oculte), venda o
negocie un bien procedente de los delitos de secuestro, extorsión, trata de personas,
hurto agravado, robo agravado; este hecho puede subsumirse dentro del delito de
receptación previsto dentro del capítulo relativo a los delitos contra el patrimonio
(artículo 194 del Código Penal, cuya pena es siempre menor que en el delito de lavado
de activos) o en el delito de ocultamiento y tenencia, previsto en el artículo 2 de la Ley
Penal contra el Lavado de Activos.
Aun cuando para diferenciar ambas figuras penales podemos alegar, conforme hemos
señalado, que en el delito de receptación no es típica la receptación sustitutiva,
limitándose esta a la receptación del mismo bien objeto del delito previo, supuesto que
sí resulta subsumible en el delito de lavado de activos; sin embargo, a efectos
prácticos esta distinción resulta innecesaria en orden a que en el delito de lavado de
activos, también son típicos los actos de ocultamiento y tenencia de los bienes que han
sido objeto del delito previo. De otro lado, podría sostenerse que el delito de lavado de
activos contiene un elemento objetivo no presente en el delito de receptación, nos
referimos a la cláusula: “dificulta la identificación de su origen, su incautación o
decomiso”; de forma que, en el delito de lavado de activos no solo se exige el
ocultamiento y tenencia de los bienes sino también que el agente dificulte la
identificación de su origen, incautación o decomiso; sin embargo, estando a que nos
adscribimos a la posición que considera que debe asumirse que la concreción de la
operación de conversión o transferencia o de ocultamiento o tenencia, por sí misma
significa la concreción de cierto grado de dificultad(39) respecto a la identificación del
origen del activo o para la materialización de la incautación o decomiso de estos(40), la
existencia de dicho elemento objetivo del tipo también resulta irrelevante para distinguir
ambas figuras en los supuestos antes citados.
Por nuestra parte, consideramos que si bien al parecer resultarían aplicables tanto el
artículo 194 del CP (receptación) como el artículo 2 de la Ley Penal contra el Lavado
de Activos (ocultamiento y tenencia), sin embargo habrá que apreciar un concurso
aparente de normas, que debe resolverse aplicando el principio de especialidad, a
favor del delito de lavado de activos, dado que esta resulta ser una norma especial
para estos supuestos, conforme a sus finalidades político-criminales(41). Posiblemente
esta postura pueda generar algunas críticas, pues no faltarán quienes tomen postura
por la subsunción de tales hechos en el delito de receptación o propongan otras
salidas alternativas. A pesar de ello, resulta evidente que no existe uniformidad y
sistematización en la regulación de ambos tipos penales, lo que viene generando
serios conflictos no solo a nivel doctrinal, sino sobre todo en la aplicación práctica,
afectándose con ello la seguridad jurídica; esto ha sido generado por una deficiente
regulación, es decir una legislación que adolece de racionalidad jurídica, al crear
conflictos entre estas normas del ordenamiento penal.
Dado que los objetos del delito de receptación pueden ser muebles o inmuebles, son
susceptibles de ser transferidos a terceros, ya sea a título gratuito u oneroso, con la
finalidad de aprovechar su valor o incluso alejarlos de la investigación judicial. Si bien
el artículo 94 del Código Penal dispone la restitución del objeto material del delito, sin
embargo la norma sustantiva penal no ha previsto la forma de hacerla viable estos en
los supuestos de disposición de estos(42); para ello, el nuevo Código Procesal Penal
ha incorporado en el artículo 11.2 como una de las pretensiones integrantes de la
pretensión resarcitoria, a la pretensión anulatoria, a fin de lograr la nulidad de los actos
de disposición o gravamen realizados respecto a bienes objeto del delito(43). Con ello
se hace posible la restitución. Esta pretensión se ejercita en el propio proceso penal
junto a las otras pretensiones integrantes de la acción resarcitoria, esto es, la
pretensión restitutoria e indemnizatoria. Asimismo, conforme al artículo 11.2 del nuevo
Código Procesal Penal, se ejercitará sin observar el procedimiento previsto en el
artículo 15 del citado texto legal, siendo suficiente que esta pretensión sea invocada
por el agraviado al constituirse en actor civil, no existiendo inconveniente para que el
juez lo declare de oficio aun en caso de que no hubiera sido solicitado por el
agraviado. Claro que en todo caso, debe respetarse el derecho de defensa del tercero
así como el debido proceso.
efectiva la restitución del bien objeto del delito, haciéndola verdaderamente eficaz,
puesto que con la legislación vigente antes del Código Procesal Penal, en muchos
casos resultaba imposible lograr la nulidad de los actos de disposición del objeto del
delito dentro del propio proceso penal. Esto conlleva que el agraviado, después de
haber obtenido una resolución favorable (sentencia) en la que se ha dispuesto la
entrega del bien objeto del delito, tenga que recurrir a otro proceso en la vía
extrapenal, cuando dicho bien ha sido objeto de transferencia por parte del agente del
delito y permanece en poder de un tercero.
De otro lado, hay que precisar que, aun cuando la pretensión anulatoria prevista en el
artículo 11.2 del nuevo Código Procesal Penal y la nulidad prevista en el artículo 97 del
Código Penal tienen cierta semejanza, sin embargo, presentan marcadas diferencias;
la primera está referida a los bienes objeto del delito, sobre los que recae la acción
delictiva, estos no son de propiedad del agente o del tercero civil sino del agraviado;
mientras que la segunda recae sobre bienes de propiedad del agente o del tercero
civil, los que en su integridad garantizan el pago de la reparación civil. Asimismo, en la
pretensión anulatoria del artículo 11.2, dispuesta la nulidad, el juez ordenará la
restitución del bien por parte del tercero adquirente, directamente a poder del
agraviado, que es el titular del bien; mientras que en el otro caso, sancionada la
nulidad, simplemente los bienes objetos de la transferencia se reincorporarán al
patrimonio del agente o del tercero civil (recién en este momento se podrá imponer
alguna medida cautelar sobre dichos bienes, a fin de viabilizar un futuro pago de la
reparación civil). En cuanto al trato dispensado por la legislación vigente al tercero
adquirente, cuando se trata del artículo 97 del Código Penal, aun cuando se ejercite la
pretensión anulatoria (conforme al artículo 15 del nuevo Código Procesal Penal) esta
no surtirá efecto y no afectará al tercero de buena fe y a título oneroso. En cambio, en
el caso de la nulidad prevista en el artículo 11.2 del nuevo Código Procesal Penal
(bienes objeto del delito), la pretensión de nulidad siempre será amparada y surtirá su
efecto inmediato frente al tercero, quien en ningún caso podrá quedarse con los bienes
objeto de la transferencia o gravamen, aun cuando hubiera inscrito su derecho en los
registros correspondientes, pudiendo solo exigir la devolución de la contraprestación
que hubiera entregado a su transferente(44) si es que hubiera actuado de buena fe.
Pues, aun mediando buena fe del tercero, esta no es preeminente respecto a los
derechos de su verdadero titular, quien ha sido despojado de sus bienes a través de la
comisión del delito, de conformidad con el artículo 94 del Código Penal, concordante
con el artículo 948 del Código Civil. En caso de que el tercero hubiera actuado de mala
fe, esto es, conociendo el origen del bien o su calidad de efecto o ganancia del delito,
se le podrá inclusive imputar la comisión del delito de receptación.
NOTAS:
(*) Profesor de Derecho Penal y Tutoría de Tesis de la Unidad de Post Grado en
Derecho de la Universidad Privada Antenor Orrego. Investigador del Instituto Derecho
y Justicia –D’JUS–.
(2) DIEZ RIPOLLÉS, José Luis: El control de constitucionalidad de las leyes penales.
En: Estudios penales y de política criminal. Idemsa, Lima, 2007, p. 204.
(4) Si bien mayoritariamente la doctrina considera que en este tipo penal se lesiona el
patrimonio, asimismo, un gran sector afirmar que dicha lesión patrimonial es distinta a
la ocasionada por el delito precedente, sin embargo no se precisa sobre el modo en
que dicha lesión patrimonial se produce. En tal sentido, la doctrina alemana ha
desarrollado la teoría del mantenimiento (Ausfrechterhaltungs), según la cual “la razón
de ser de la receptación reside en el mantenimiento de la situación posesoria
antijurídica causada por una lesión patrimonial: en tanto esa situación permanezca, la
cosa objeto del delito precedente, sobre la que recae dicha situación, está afectada por
un signo de antijuricidad, y es posible respecto a ella la conducta receptadora (…) Así
se considera que la esencia del delito no reside en la participación en las ganancias
delictivas del acto ilícito precedente, sino en la fijación o prolongación de la privación
antijurídica de la cosa, en el mantenimiento de la situación patrimonial antijurídica
obtenida a través del acto previo” RUSS, citado por DE LA MATA BARRANCO,
Norberto: Límites de la sanción en el delito de receptación: la receptación sustitutiva y
la teoría del mantenimiento. Centro de Publicaciones del Ministerio de Justicia, Madrid,
1989, p. 24.
(5) Esta posición es asumida por HERRERO HERRERO, César: “Infracciones penales
patrimoniales”. Madrid, Dykinson, pp. 286-288, quien además realiza dos lógicos
cuestionamientos:¿por qué se castiga el delito de receptación con pena única sea cual
fuere el delito precedente, y no se le castiga con la pena del delito que le sirve de
referencia?, ¿no es lógico concluir que, a igual bien jurídico quebrantado, debe
corresponder, proporcionalmente, la misma pena y el mismo quantum de esta?.
Finalmente, concluye que esa forma diversa de lesión patrimonial es lo que lo
convierte en delito distinto y lo que hace que su bien jurídico protegido no tenga por
qué coincidir completamente con el delito precedente.
(8) “En el camino del delito, está consumido por este todo lo que constituya una etapa
menor o anterior, es decir, todo aquello que no tiene el carácter de hecho autónomo
sino de hecho previo, pero también que dan consumidas por el tipo todas aquellas
acciones posteriores que tampoco pueden ser consideradas autónomas, porque la
producción de ellas necesariamente presupone la imputación anterior”. SOLER,
Sebastián: Derecho Penal argentino. Tomo II, Tea, Buenos Aires, 1978, p. 177.
(10) En ese sentido, el art. 300 del Código Penal de 1995, señala: Las disposiciones
de este capítulo se aplicarán aun cuando el autor del hecho de que provinieren los
efectos o beneficios aprovechados fuere irresponsable o estuviere exento de pena.
(12) DE LA MATA: Ob. cit., p. 50. Este autor considera que la lesión patrimonial implica
el mantenimiento de la situación patrimonial creada, por ende los supuestos en que la
conducta del receptador no produzca dicho mantenimiento no habrá receptación. En
suma, algunos supuestos de receptación sustitutiva sí serán típicos en tanto
contribuyan al mantenimiento de la situación patrimonial antijurídica creada por el
delito precedente y otros no lo serán, en tanto no se haya cumplido con dicha
condición. En este sentido, concluye en la atipicidad de los supuestos de recepción de
objetos obtenidos mediante una operación de cambio –compra, venta o permuta– del
objeto del delito, sustentándose en la interpretación del bien jurídico protegido. Sin
embargo, considera típica la receptación sustitutiva: la recepción del dinero que no es
el directamente obtenido con el delito patrimonial previo. Esta postura ha sido criticada
por brindar un trato diferenciado a determinados objetos materiales del delito.
(13) PEÑA CABRERA, Raúl: Tratado de Derecho Penal, Parte especial, Tomo II-A,
Delitos contra el patrimonio. Ediciones Jurídicas, Lima, 1995, p. 256.
(15) Esta posición ha sido asumida por la Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema
de Justicia de la República, en la resolución del 13 de enero de 2004, Recurso de
Nulidad Nº 2521-2003, en la que señala: “(...) Que asimismo, en cuanto al objeto
material del delito de receptación, la doctrina penal, nacional y extranjera, han
establecido dos teorías: la teoría en cadena y la receptación sustitutiva (...); mientras
que según la segunda teoría, la receptación abarca todos aquellos supuestos en los
que un sujeto, conocedor de la actividad delictiva previa que es desarrollada por otro,
le recibe un objeto que no es el que directamente procede de la infracción anterior,
sino que es obtenido mediante una operación comercial en el bien receptado –venta,
compra, permuta– que tiene como base aquello que se consiguió con la infracción
precedente, circunstancias estas que recién han sido tomadas en cuenta por la ‘Ley
Contra el Lavado de Activos’, ley número veintisiete mil setecientos sesenticinco,
publicado en el diario oficial El Peruano con fecha veintisiete de junio de dos mil dos
(...)”.
(17)Ley Nº 28008. Artículo 6.- “El que adquiere o recibe en donación , en prenda,
almacena, oculta, vende o ayuda a comercializar mercancías cuyo valor sea superior a
dos unidades impositivas tributarias y que de acuerdo a las circunstancias tenía
conocimiento o se presumía que debía presumir que provenía de los delitos
contemplados en esta ley (...)”.
(20) Ley Nº 26461. Artículo 6.- “El que adquiere o recibe en donación o en prenda o
almacena o esconde o ayuda a negociar bienes cuyo valor supere las cuatro unidades
impositivas tributarias, de cuya procedencia delictuosa tenía conocimiento o se
comprueba que debía presumir que provenía de los delitos contemplados en esta ley
(...)”.
(21) BUSTOS RAMÍREZ, Juan: Manual de Derecho Penal. Parte especial. Ariel,
Barcelona, 1985, p. 250.
(22) BAJO FERNÁNDEZ, Miguel: Manual de Derecho Penal. Parte especial. Delitos
patrimoniales y económicos. Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1991, p. 335.
(26) Así en el artículo 298 del Código Penal español de 1995 se hace referencia al
ánimo de lucro con el que debe actuar el agente del delito.
(32) Véase, MUÑOZ CONDE/GARCÍA ARAN: Derecho Penal. Parte general. Tirant lo
blanch, Valencia, 2002, p. 277.
(33)ROXIN, Claus: Derecho Penal. Parte general. Civitas, Madrid, 1997, p. 459.
(34) Posiblemente, este hecho antisocial requiera de otras respuestas que vayan más
allá de la respuesta punitiva estatal y que impliquen acciones de formalización en la
venta de autopartes de vehículos y mayores acciones de control a las empresas o
personas naturales dedicadas a dicha actividad, entre otros.
(35) Aunque debemos precisar, que con la modificatoria introducida al art. 152 C.P.,
mediante Decreto LegislativoNº 982, se ha excluido del delito de secuestro aquella
modalidad delictiva en la que la privación de libertad se realiza para obligar al
agraviado o a una tercera persona a prestar al agente del delito ayuda económica,
supuesto que de ocurrir actualmente será subsumido dentro del delito de extorsión.
(36) Constituyen efectos del delito (producta scaeleris) los objetos producidos
mediante la acción delictiva, como por ejemplo los alimentos adulterados o la moneda
o documentos falsificados. Como puede verse, generalmente estos son elementos o
bienes de ilícito comercio, por lo que su tenencia o posesión por parte del agente del
delito o sus partícipes puede entrañar un peligro para la colectividad o para
determinadas personas, resultando necesario asumir medidas preventivas frente a
ello, lo que justifica su decomiso. También se consideran efectos del delito, aun
cuando en general se pueden confundir con las ganancias, al dinero o bienes que
pueden obtenerse directamente de la comisión del delito, como el recibido por el
sicario en un delito de asesinato, o las utilidades obtenidos de la venta de la droga o de
las actividades fraudulentas configurativas de la estafa, etc.Se consideran ganancias a
los efectos mediatos del delito; es decir, los bienes, “derechos” u objetos (en general
cualquier provecho patrimonial o económico) que el agente del delito hubiese obtenido
a raíz de la comisión del delito, pero cuyo origen o génesis no está directa ni
inmediatamente vinculado a la acción delictiva, sino solo de modo mediato; esto es, las
ganancias constituyen frutos o rentas de un efecto directo. Estas no son directamente
producidas por la acción delictiva.Son ganancias, el producto de las operaciones
financieras realizadas sobre los efectos del delito, como en el caso de las operaciones
realizadas con el dinero obtenido del tráfico ilícito de drogas.
(37)La Ley 65-00 sobre derecho de autor en la República Dominicana, prevé los
siguientes delitos “Se prohíbe fabricar, ensamblar, modificar, importar, exportar,
vender, arrendar o distribuir por otro medio, un dispositivo o sistema tangible o
intangible, sabiendo o teniendo razones para saber que el dispositivo o sistema sirve
primordialmente para decodificar una señal de satélite codificada portadora de
programas sin la autorización del distribuidor legítimo de dicha señal”.“Se prohíbe
recibir y subsecuentemente distribuir dolosamente una señal portadora de programas
que se haya originado como una señal de satélite codificada a sabiendas que ha sido
decodificada sin la autorización del distribuidor legítimo de la señal”.El Código Penal
Federal de México prevé en el Título Vigésimosexto, de los delitos en materia de
derechos de autor, art. 426: “ Se impondrá prisión (…)A quien fabrique, importe, venda
o arriende un dispositivo o sistema para descifrar una señal de satélite cifrada,
portadora de programas, sin autorización del distribuidor legítimo de dicha señal, yA
quien realice con fines de lucro cualquier acto con la finalidad de descifrar una señal de
satélite cifrada, portadora de programas, sin autorización del distribuidor legítimo de
dicha señal”.En Nicaragua, la Ley Nº 322, Ley de protección de señales satelitales
portadoras de programas, prevé como delito (art. 35): “Se impondrá una pena de
prisión de tres a cuatro años a quien sin el consentimiento previo y escrito por parte del
titular del derecho sobre la señal emitida, incurra en alguno de los actos
siguientes:1.Retransmitir o distribuir al público una señal portadora de programas, sea
por medios inalámbricos o a través del cable, la fibra óptica u otro procedimiento
similar.2. Descifrar una señal codificada, alámbrica o inalámbrica, portadora de
programas.3.Fijar y producir una emisión protegida para la distribución al público de los
ejemplares contentivos de la reproducción.4. Participar o coadyuvar en la fabricación,
ensamblaje, modificación, venta, arrendamiento, instalación, mantenimiento o puesta
de cualquier otra manera en circulación de un dispositivo o sistema que sirva para
descifrar una señal codificada portadora de programas, o para permitir o fomentar la
recepción de un programa codificado”.
(38) Un estudio crítico y minucioso sobre esta institución, véase GÁLVEZ VILLEGAS,
Tomás y DELGADO TOVAR, Walther: “La acción de pérdida de dominio y otras
pretensiones en el proceso penal. Análisis crítico de la Ley Nº 29212”. Jurista editores,
Lima, 2009.
(39) Véase, GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás A: “El delito de lavado de activos. Criterios
sustantivos y procesales. Análisis de la Ley Nº 27765”. 2da. edic, Jurista editores,
Lima, 2009, p. 97. Este autor, a su vez precisa: “(...) salvo claro está, ciertos supuestos
en que resulte evidente que la operación en sí misma no implica dificultad alguna, y
por el contrario otorgue facilidades para la detección del delito en cuestión; en cuyo
caso, al descartarse todo resultado dañoso, se descartará el tipo objetivo. Será
necesario que la acción, por su forma de realización, así como por los medios con los
cuales se pretende concretar, sean idóneos para dificultar la identificación del origen o
la incautación y decomiso de los activos”.
(40) Solo así se posibilita que este tipo penal cumpla su finalidad político-criminal y su
aplicación eficaz; de no ser así, sería casi imposible la concreción del tipo penal, pues
siempre que se impute a determinados bienes o activos su procedencia delictiva, no se
habrá concretado la acción de dificultar la identificación de su origen, incautación o
decomiso, pues de ser así estos nunca se habrían descubierto. De otro lado, una
postura más restringida, que permita observar determinados grados de dificultar, a fin
de dar viabilidad a la norma dejará al arbitrio del juzgador su consideración como
supuesto típico en cada caso concreto, lo que implicaría una grave afectación al
principio de legalidad y a la seguridad jurídica.
(44) En el caso específico de los bienes objeto de los delitos contra el patrimonio
(hurto, robo y otros), debe tenerse en cuenta que las legislaciones no han asumido un
criterio unitario. “El BGB y el Code Napoleón conceden acción reivindicatoria a quien
ha sufrido un robo o una pérdida, incluso contra un tercero poseedor de buena fe; la
acción prescribe a los 10 años en el BGB (§ 995) y a los 3 en el Code Napoleón (art.
2279); el Código Civil suizo adopta la solución intermedia de prescripción a los 5 años
(art. 993). Otros países como Italia, han cambiado de sentido con los años: el Código
Civil italiano de 1865 reproducía la regla francesa; el de 1942 no prevé ninguna
excepción a la regla general de la adquisición de las cosas muebles mediante la
posesión de buena fe (art. 1153)”. En este último caso, como se advierte “resulta
sacrificado el interés de quien sufre el robo, cuyo bien haya pasado del ladrón a un
receptador y de este a un adquirente de buena fe. La policía podrá descubrir al ladrón,
llegar hasta el receptador, incluso encontrar la cosa robada; pero, si la encuentra en
las manos de un poseedor de buena fe, este no quedará obligado a restituirla, ni
siquiera aunque la hubiera recibido por donación. Aquí el interés de quien sufre el
expolio está destinado, a través de una valoración legislativa, a sucumbir frente a un
interés considerado superior: el interés general de una segura, amplia y rápida
circulación de los bienes muebles”. GALGANO, Francesco: “Atlas de Derecho Privado
Comparado” Traducción de Juan Antonio Fernández Campos y Rafael Verdera Server,
Fundación cultural del notariado, Madrid, 2000, p. 102.