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Coleccion: 3 - Tomo 13 - Numero 9 - Mes-Ano: ---2009_

EL DELITO DE RECEPTACIÓN, SU RECIENTE


MODIFICACIÓN Y SU DELIMITACIÓN CON EL
DELITO DE LAVADO DE ACTIVOS
Walther J. Delgado Tovar(*)

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CRITERIO DEL AUTOR

En el presente artículo se aborda la racionalidad de la legislación en torno al delito de


receptación, que ha sido objeto de diversas modificaciones en los últimos años. Así,
mediante el Decreto Legislativo Nº 982 se introdujo un tipo agravado (artículo 195)
recientemente modificado por la Ley Nº 29407; a través de la Ley Nº 29316 se
incorporó el artículo 194-A (“distribución de señales de satélite portadoras de
programas”); además de las modificaciones introducidas por el Decreto Legislativo Nº
986, todo lo cual –en opinión del autor– dificulta la comprensión de los alcances del
delito de receptación, su objeto de protección y su delimitación con respecto al delito
de lavado de activos.

SUMARIO: I. Nociones generales y cuestiones de política criminal. II. Bien jurídico


protegido. III. Sujetos activo y pasivo. IV. Comportamiento típico. V. Existencia de un
delito previo. VI. Objeto material del delito. VII. Tipicidad subjetiva. VIII. Consumación.
IX. Error de tipo y de prohibición. X. Autoría y participación. XI. Circunstancias
agravantes. XII. Delimitación con el delito de lavado de activos. XIII. Nulidad de los
actos de disposición de los bienes objeto del delito de receptación. XIV. A modo de
conclusión.

MARCO NORMATIVO:

• Código Penal: arts. 94, 97, 194 y 208

• Ley Nº 28008: art. 6

• Código Procesal Penal de 2004: arts. 11.2 y 15

• Código Civil: arts. 948 y 949

I. NOCIONES GENERALES Y CUESTIONES DE POLÍTICA CRIMINAL

Frente a un hecho antisocial que atenta o pone en peligro intereses preponderantes en


una determinada sociedad, se exige del Estado una respuesta que busque su
protección y de esa forma se resuelva el conflicto social generado. Esta respuesta
puede implicar el recurso a los controles formales, propiamente al ordenamiento
jurídico penal, obviamente observando determinados criterios limitadores como el
respeto de los derechos fundamentales, los criterios de eficacia y eficiencia, la
dogmática jurídica, entre otros; para ello, el Estado se sirve de la legislación, la que
debe responder a criterios de racionalidad(1).
En tal sentido, la respuesta legislativa debe responder al sistema de creencias,
principios, criterios imperantes en una colectividad, en un determinado momento
histórico y cultural, esto es tomando en cuenta los principios y criterios –valorados
positiva y negativamente en una sociedad– que sustentan su interacción social
(racionalidad ética); a su vez, dicha decisión legislativa debe perseguir una concreta
finalidad que la sociedad considera constitucionalmente valiosa para la protección del
interés vulnerado (racionalidad teleológica). Un tercer nivel de racionalidad lo
constituye la racionalidad pragmática que supone “verificar que la norma pueda
satisfacer una serie de exigencias mutuamente entrelazadas. El mandato o la
prohibición han de ser susceptibles de ser cumplidos, satisfaciéndose así la función de
la norma como directiva de conducta. Los órganos de control han de estar en
condiciones de reaccionar al incumplimiento del mandato o la prohibición mediante la
aplicación coactiva de la ley, cumpliendo así la función de esta como expectativa
normativa. Ha de estar bien fundamentado que de modo directo, a través del
cumplimiento de la norma, o de modo indirecto, mediante su aplicación contrafáctica,
se va a lograr la tutela perseguida”(2); esto es, propender a que la norma sea
susceptible de ser aplicada y que sea eficaz en la obtención de los objetivos materia
de tutela.

De otro lado, también se exige una racionalidad jurídica, que implica asegurar que la
nueva decisión legislativa se integre de manera sistemáticamente coherente en el
ordenamiento jurídico preexistente(3); en buena cuenta la nueva norma no puede
incluir criterios que contravengan la sistemática propia del ordenamiento jurídico al que
pertenecen, generar contradicciones con otra regulación normativa o lagunas en el
ordenamiento jurídico. Finalmente, también debe responder a una racionalidad
lingüística que implica el empleo eficaz del lenguaje, de forma tal que el mensaje
normativo llegue de forma fluida al destinatario de la norma.

En tal sentido, en el presente artículo se pretende abordar, aunque limitadamente por


la naturaleza propia de este ensayo, la racionalidad –sobre todo jurídica– de la
legislación en torno al delito de receptación; pues como se sabe este tipo penal ha sido
objeto de diversas modificaciones legislativas en los últimos años, así mediante
Decreto Legislativo Nº 982, publicado el 22 de julio de 2007, se introdujo una
modalidad agravada, la que ha sido recientemente modificada por la Ley Nº 29407,
publicada con fecha 18 de setiembre de 2009. Asimismo, mediante Ley Nº 29316, de
fecha 14 de enero del presente año, se introdujo una modalidad de receptación,
denominada “distribución de señales de satélite portadoras de programas”; esto,
además de las modificatorias introducidas por el Decreto Legislativo Nº 986, al delito
de lavado de activos, con el que –entre otros– se comprende como delito previo a los
delitos contra el patrimonio en su modalidad agravada; lo que dificulta la comprensión
de los alcances del delito de receptación , su objeto de protección y su delimitación con
el delito de lavado de activos.

Para este estudio, partiremos de un análisis dogmático del delito de receptación, su


objeto de protección, los sujetos del delito, el comportamiento típico; realizaremos
también un análisis crítico de las circunstancias agravantes actualmente previstas,
abordaremos la problemática suscitada por la actual regulación normativa para
delimitar esta figura con el delito de lavado de activos, para finalmente abordar los
supuestos de nulidad de transferencia de los bienes materia de receptación.

II. BIEN JURÍDICO PROTEGIDO

El bien jurídico protegido es el patrimonio(4). Abona a esta posición, en primer término,


la propia ubicación sistemática del tipo penal; aunque debe precisarse que con esta
conducta el agente lesiona el patrimonio de la víctima de forma diversa a la
ocasionada por el delito precedente. Por lo que discrepamos de las posiciones que
consideran que aun cuando consideran al patrimonio como bien jurídico del tipo penal
materia de comentario, sin embargo, llegan a tal posición al considerar que como la
receptación es un delito de referencia que requiere de un delito previo, necesariamente
el bien jurídico protegido debe ser el mismo que el del delito precedente, por cuanto
esto implica –de alguna forma– negar la autonomía de la receptación(5).

Conde-Pumpido afirma que existe una identidad de bien jurídico atacado entre la
receptación y el delito que le precede: el patrimonio, variando únicamente la forma y el
contenido de dicho ataque, en el sentido de que la receptación no viola el precepto de
“no dañar el patrimonio ajeno”, sino el de “no impedir la reintegración del patrimonio
ajeno (…)”, prolongando un perjuicio que ya está producido, y consolidándolo al
interponer un acto que aumenta el riesgo para el titular de pérdida de lo sustraído(6).

III. SUJETOS ACTIVO Y PASIVO

Sujeto activo del delito puede ser cualquier persona que reciba de otro el bien que
procede de un delito contra el patrimonio. En este sentido, no puede serlo quien haya
participado en el delito previo, ya sea como autor material, intelectual o como partícipe.

El autor del delito de receptación es ajeno a toda participación en el delito previo(7). Si


es el propio agente del delito precedente quien realiza cualquiera de los supuestos
típicos del delito de receptación, se tratará de actos copenados, cuyo concurso
aparente de normas penales se resolverá aplicando el principio de consunción. Nos
encontramos ante actos copenados, por ejemplo, cuando se comete un acto que
realiza un tipo penal posterior a otro, pero ello se hace con la finalidad de aprovechar
las ventajas o beneficios del primer tipo penal, ya que si no se realiza esta segunda
conducta, la primera no tendría sentido para el agente del delito. En este caso, el
desvalor del segundo hecho ya está contenido en y consumido por el tipo y la pena del
primero. Este sería el caso de los supuestos de agotamiento del delito; pero también
podría tratarse de un supuesto anterior al delito(8), como en caso de que se anticipe la
pena para considerar como delitos consumados a determinados actos preparatorios
dentro del iter criminis de determinado delito, en cuyo caso la norma que sanciona los
actos preparatorios será desplazada por la norma que sanciona el hecho consumado
en su integridad. En suma, no se puede considerar como sujeto activo del delito de
receptación al ladrón que vende las joyas que ha hurtado de un anticuario, puesto que
en este supuesto nos encontramos en la etapa de agotamiento del delito precedente,
por lo que sus posteriores acciones quedan consumidas por el delito previo. En los
casos en los que el agente del delito precedente guarde o esconda el bien objeto del
delito, estaremos ante supuestos de autoencubrimiento, amparados por el Derecho de
Defensa.

En caso de ser el partícipe del delito previo quien recepte el bien, su conducta queda
absorbida por la responsabilidad principal del delito precedente, puesto que no hace
más que continuar con su participación criminal y por ende no comete un nuevo delito.
Tampoco puede ser sujeto activo del delito el sujeto pasivo del delito previo, porque
este, al recuperar sus cosas, se mueve en la esfera de su propio derecho(9). En
cambio sí puede ser considerado agente del delito el receptador inicial, en el caso de
la receptación sucesiva o en cadena.

Sujeto pasivo será el propietario o poseedor del bien receptado; en tal sentido, será el
mismo que el del delito previo.

IV. COMPORTAMIENTO TÍPICO

El comportamiento consiste en adquirir, recibir en donación o en prenda, guardar,


esconder, vender o ayudar a negociar un bien cuya procedencia delictuosa se tenía
conocimiento o se debía presumir.

Adquirir: Implica recibir el bien a título oneroso a través de cualquier acto jurídico, p. ej.
compraventa, permuta. Dicho término es equivalente a lograr la transferencia de la
propiedad y puede equipararse a comprar. Para algunos autores no basta que el
contrato de compraventa logre perfeccionarse civilmente, dado que es necesario que
el receptor ejerza algún poder de hecho sobre el bien, por lo que será necesario que
opere la tradición, si se trata de bienes muebles; en el caso de inmuebles será
suficiente el mero consenso, pues la traslación de la propiedad de un bien inmueble se
perfecciona con la simple obligación de enajenar, de conformidad con el artículo 949
del Código Civil.

Recibir en donación: En este caso, el sujeto activo recibe el bien a título gratuito.

Recibir en prenda: El bien se desplaza del deudor prendario –que es autor del delito
precedente– a manos del acreedor prendario –autor del delito de receptación–, con el
fin de garantizar el cumplimiento de una obligación. En este caso, el acreedor
prendario que recibe el bien será el autor del delito de receptación.

Guardar: Desde el punto de vista semántico es “tener el cuidado de una cosa, vigilarla
o defenderla”, aunque en algunos casos es suficiente ponerla en un lugar seguro, sin
necesidad de vigilarla. Desde la perspectiva jurídica es el detentar una cosa con el fin
de protegerla de los peligros externos, cualquiera sea su fuente, trátese de peligros
lícitos o ilícitos. No constituye una real transferencia de propiedad, muy por el contrario
representa un ejemplo clásico de una posesión temporal que genera la implícita y
velada obligación de devolver o entregar.

Esconder: Implica “ocultar”, esto es, desplegar maniobras y actos comisivos tendientes
a esconder y a volver ineficaz la identificación de un bien proveniente de un delito
previo. Implica desplegar acciones dirigidas a volver estéril la identificación de algo
respecto a alguien.

Vender: Importa tanto como transferir la propiedad de un bien –procedente de un delito


previo– a título oneroso. No es necesario que la contraprestación sea precisamente en
dinero.

Ayudar a negociar: Significa intervenir como mediador entre el poseedor del bien
proveniente de un delito anterior y otra persona, que debe ser extraña a su comisión, a
los efectos de su transferencia a título oneroso.

V. EXISTENCIA DE UN DELITO PREVIO

El delito previo tiene que haberse cometido efectivamente. Si fuera inexistente o


simulado de manera artificiosa (como en el caso de que el oferente de una cosa, para
justificar su bajo precio, dijera que es robada), nos hallaríamos ante un delito putativo y
de receptación ya no podría hablarse. No es necesario que el delito anterior haya sido
sentenciado judicialmente o que exista un proceso penal. No existirá delito si el bien
receptado proviene de faltas contra el patrimonio.

La doctrina apela a la accesoriedad limitada, entendiendo que basta con que el delito
precedente sea un hecho típico o antijurídico, de forma que en el caso de que el
comportamiento sea lícito la receptación consecuentemente debe ser también impune.
No hay necesidad de que el autor sea culpable; asimismo, incluso existirá delito de
receptación si es que el agente del delito previo está exento de pena. En otras
legislaciones, por ejemplo la española(10), se ha establecido expresamente que existe
delito aunque el agente fuere irresponsable o estuviere exento de pena; sin embargo,
consideramos que es igualmente aplicable en nuestra legislación penal, dado que solo
se requiere el mantenimiento de una situación patrimonial antijurídica creada por el
delito precedente. Por tanto, habrá receptación en los casos en que en el delito previo
existan causales de inculpabilidad o exista alguna excusa absolutoria; por ejemplo en
los casos del artículo 208 del Código Penal. En suma, cuando no exista un hecho
típico o el comportamiento se encuentre justificado no habrá posibilidad alguna de
alegar delito de receptación. La atipicidad del delito previo que descarta la aplicación
del delito de receptación puede ser tanto objetiva como subjetiva.

A pesar de que el tipo penal hace referencia a “procedencia delictuosa”, por tradición
doctrinal y jurisprudencial, así como por la ubicación sistemática del delito de
receptación dentro del catálogo penal, se ha entendido que este delito solo está
referido a los delitos contra el patrimonio, mas no así a otro tipo de delitos. Esta
posición ha sido asumida por la Corte Suprema de Justicia en el Recurso de Nulidad
Nº 1105-2004-San Martín en la que ha señalado: “Uno de los presupuestos para la
comisión del delito de receptación es que previamente se haya cometido un delito
anterior contra el patrimonio (...)”. Si bien, de forma restringida, se ha pretendido
sostener que por la ubicación ordinal de la citada figura penal, solo comprendería a los
delitos de hurto, robo y apropiación ilícita, mas no así a los demás delitos contra el
patrimonio, como los delitos de estafa, extorsión, fraude en la administración de
personas jurídicas, etc.; sin embargo, esta postura puede descartarse estando a la
propia estructura del tipo penal de receptación, además porque implicaría limitar en
forma desmedida la aplicación de este delito y se afectaría la finalidad político-criminal
que inspira su regulación.

Con la dación del Decreto Legislativo Nº 982, por la cual se incorporó el art. 195º del
Código Penal se ha ampliado el contenido del delito de receptación, extendiéndolo
también a los delitos de secuestro y trata de personas, que son delitos contra la
libertad; situación que viene generando graves conflictos no solo al momento de
distinguir esta conducta con el delito de lavado de activos, sino también porque va
contra la naturaleza propia del delito de receptación, como veremos al analizar las
citadas agravantes.

VI. OBJETO MATERIAL DEL DELITO

Con relación al objeto material del delito existen dos teorías: la receptación en cadena
o sucesiva y la receptación sustitutiva.

1. Teoría de la receptación en cadena o sucesiva


Según la teoría de la receptación sucesiva o en cadena, es punible la receptación de la
receptación, que se produce cuando una persona recepta un bien que ha sido
receptado anteriormente por otra; es decir, existirá delito de receptación cuando se
recepta el mismo bien que ha sido objeto material del delito originario, primigenio o
precedente. Las conductas que impliquen receptación sucesiva o en cadena,
encuadran perfectamente en el artículo 194 del Código Penal.

2. Teoría de la receptación sustitutiva

La receptación sustitutiva, abarca todos aquellos supuestos en los que un sujeto,


conocedor de la actividad delictiva previa que es desarrollada por otro, recibe un objeto
que no es el que directamente procede de la infracción anterior, sino que ha sido
obtenido mediante una operación comercial –venta, compra o permuta– que tiene por
base aquello que se consiguió con la infracción procedente(11).

De La Matta hace referencia a varios grupos de casos de receptación sustitutiva: 1)


Recibir un dinero que procede de la venta del producto de la infracción patrimonial; 2)
Recibir una cosa comprada con dinero procedente de la infracción patrimonial; y 3)
Recibir algo obtenido de la permuta con el producto de la infracción patrimonial.
Concluyendo en la atipicidad de dichos casos, respecto al delito de receptación(12).

Un gran sector de autores nacionales y extranjeros coinciden en señalar que en el


delito de receptación no se sanciona la receptación sustitutiva. Peña Cabrera(13),
coincidiendo con Rodríguez Devesa, Bajo Fernández y Muñoz Conde, señala que no
cabe la “receptación sustitutiva” en la que el receptador no se aprovecha del objeto
material del delito sino de otros bienes que sustituyen a aquel, por ejemplo, el reloj
comprado con dinero sustraído(14).

Por nuestra parte, de lege lata consideramos que el tipo penal de receptación, previsto
en el artículo 194 del Código Penal peruano, sanciona todas aquellas conductas
dirigidas a adquirir, recibir (en donación o en prenda), esconder, vender, o ayudar a
negociar, el mismo objeto material del delito precedente, excluyéndose la receptación
sustitutiva(15), por cuanto de haberse querido sancionar esta modalidad, el legislador
lo habría señalado expresamente, como lo hace con la Ley Penal contra el Lavado de
Activos, en la que se señala expresamente como objeto material del delito, entre otros,
a los “efectos” y “ganancias”, lo que permite incluir los bienes o beneficios económicos
obtenidos directamente por la comisión delictiva y los bienes obtenidos de forma
indirecta por la transformación de los efectos directos del delito precedente. En igual
sentido, el derogado artículo 296-A(16) del Código Penal (incorporado al catálogo
penal por el Decreto Ley Nº 25428 del 11/04/92 y derogado por la Ley Penal contra el
Lavado de Activos), que contenía el delito de receptación en tráfico ilícito de drogas,
también diferenciaba expresamente a los objetos materiales del delito, haciendo
referencia a “cosas, ganancias o bienes provenientes de aquellos”. Tal expresa
mención de los bienes objeto del delito de lavado de activos, se ha realizado con la
finalidad de poder comprender dentro de estas conductas a aquellos efectos que no
proceden directamente del delito previo, hecho que no sucede en el delito de
receptación previsto en el artículo 194 del C.P.:

De otro lado, coadyuva a la posición asumida en el presente trabajo, el que en la Ley


de los Delitos Aduaneros –Ley Nº 28008– publicada en el diario oficial El Peruano el 9
de junio de 2003, al tipificar en su artículo 6(17) al delito de receptación aduanera(18),
utiliza la expresión “mercancía” para designar al objeto material de dicho delito,
haciendo referencia a los bienes procedentes directamente de los delitos de
contrabando o defraudación de rentas de aduana(19). En tal sentido, en la receptación
aduanera tampoco es típica la receptación sustitutiva, dado que el objeto material del
delito son las “mercancías” provenientes directamente de los delitos de contrabando o
defraudación de renta de aduanas y no los bienes obtenidos como producto de la
transformación de estas. Aún más, la derogada Ley de los Delitos Aduaneros –Ley Nº
26461– del 8 de junio de 1995, en su artículo 6(20), que contenía el delito de
receptación aduanera, utilizaba la expresión “bienes” para designar al objeto material
del delito, haciendo referencia a los productos directamente obtenidos de cualquiera de
los delitos aduaneros contemplados por el citado texto legal.

Si bien la interpretación de la expresión “bien de procedencia delictuosa” es


polivalente, y por ende podría interpretarse de forma contraria a lo antes expresado;
sin embargo, por tradición doctrinaria y jurisprudencial se ha interpretado que la
receptación ha estado dirigida a los bienes objeto del delito precedente, además de las
consideraciones antes expresadas, por lo que con una nueva interpretación no podría
cambiarse el sentido de la norma, máxime si se trata de la restricción de derechos. De
otro lado, también somos conscientes que la actividad delincuencial ha ido
evolucionando y por ende el Derecho Penal debe responder a las nuevas
circunstancias, siendo político-criminalmente exigible la sanción de los supuestos de
receptación sustitutiva, sin embargo la sanción de estas conductas ya se encuentra
prevista en el delito de lavado de activos; por lo que de lege ferenda sostenemos que
estas conductas sean sancionadas expresamente como una modalidad de lavado de
activos, posiblemente atenuada tratándose de delitos de menor gravedad,
derogándose el delito de receptación, a fin uniformizar la legislación en esta materia y
evitar aparentes concursos entre estas modalidades, lográndose a su vez evitar
cualquier cuestionamiento en torno al objeto material del delito y las discusiones
jurisprudenciales y doctrinarias respecto a la atipicidad de la receptación sustitutiva.

VII. TIPICIDAD SUBJETIVA

La única modalidad delictiva que permite el tipo penal de receptación es la dolosa,


admitiéndose el dolo de primer y segundo grado, así como el dolo eventual.

El dolo debe abarcar el conocimiento del agente que está adquiriendo, recibiendo en
donación o en prenda, guardando, escondiendo, vendiendo o ayudando a negociar un
bien de procedencia delictuosa. El conocimiento de ese origen debe ser anterior o
coetáneo a la acción, pues en la receptación no es amparable el dolo “subsequens”
que es el que aparece después de realizadas las conductas antes descritas p. ej. en el
caso de que el agente al momento de adquirir el bien desconozca que este proviene
de un delito de hurto, tomando conocimiento de tal hecho tiempo después, salvo que
se trate de los supuestos de acción típica permanente como son recibir en prenda,
guardar, esconder.

El conocimiento no necesita que sea exhaustivo, basta con que el agente sepa que se
ha desarrollado una actividad delictiva en general y que ha dado efectos de carácter
económico(21). No se exige un conocimiento exacto o pormenorizado del delito
cometido, ni se exige conocer su calificación jurídica, sino que basta con que se sepa
que se ha cometido un hecho castigado por las leyes(22).

Aun cuando el tipo penal haga alusión a que el agente “debía presumir” la procedencia
delictuosa del bien, esto no implica sostener que aquí se acoge un supuesto
imprudente del delito de receptación, puesto que el legislador nacional ha establecido
en el artículo 12 del CP que el agente de infracción culposa es punible en los casos
expresamente establecidos por ley; en tal sentido, debemos interpretar la expresión
“debía presumir” referida únicamente al dolo eventual, abandonando una comprensión
amplia de esta y por tanto la posibilidad de un supuesto culposo o imprudente como
conducta típica.

En la jurisprudencia española, la STS del 24 mayo de 1995 (RJ 1995, 3913), enumera
como indicios de dicho conocimiento de la procedencia delictuosa del bien por ejemplo
el precio vil, el modo de compra, la irregularidad de la operación, el estado del objeto,
el no ser objetos propios del tráfico del comprador y vendedor, de los que se puede
inducir racionalmente que el receptador actuó con dolo, sin entrar en matices del orden
antes indicado (dolo directo, eventual). De hecho, el Tribunal Supremo sostiene que el
conocimiento de la perpetración precedente de un delito contra los bienes es un
elemento de carácter subjetivo, cuya concurrencia solo puede demostrarse a través de
la prueba de indicios que pongan de manifiesto la realidad de ese elemento(23).

En la jurisprudencia nacional se ha interpretado la presunción de procedencia ilícita del


bien en virtud del análisis de cada situación concreta, atendiendo al valor de los
bienes, informalidad de la transacción, etc., así se ha señalado:

“(…) En el presente caso resulta manifiesto que el acusado si no tuvo pleno


conocimiento de la procedencia ilícita del producto que adquiría, pudo haber
presumido de ello, debido a que conforme refiere el testigo presencial de la
transacción, escuchó que las condiciones para la compra las impuso el comprador, al
manifestarle al vendedor que si revendía al precio que él le propuso le compraría al
contado todo el producto, lo que demuestra la necesidad manifiesta del vendedor por
deshacerse de la mercancía que no responde sino al apremio por hacerlo (...)”(24).

“Las alegaciones de inocencia del procesado en el sentido que desconocía la


procedencia ilícita de las especies se encuentra desvirtuada por el mérito de la pericia
que valoriza los nintendos robados en la suma de doscientos ochenta dólares, de lo
que se colige que el precio abonado por el encausado no alcanza ni el cincuenta por
ciento de su valor, asimismo los objetos fueron vendidos por menores de dieciséis
años, sin recibo o factura que acredite su propiedad, resultando ilógica la versión
sostenida por el encausado, la misma que ha sido dada con la finalidad de enervar la
responsabilidad que le respecta en los hechos investigados ya que por las
circunstancias que rodearon el evento se encontraba en condiciones de presumir la
ilícita procedencia de los objetos ofertados (...)”(25).

A diferencia de otras legislaciones, el legislador nacional ha obviado establecer


expresamente la existencia de un elemento subjetivo distinto al dolo –elemento de
tendencia interna trascendente(26)– representado por el ánimo de lucro del agente; sin
embargo, la doctrina nacional ha venido admitiendo esta especial intención del agente,
a fin de distinguir este delito del de encubrimiento real(27). En este sentido, Maggiore
sostiene que el delito de receptación prevalece por ley sobre el de favorecimiento, en
el sentido de que, aunque los hechos hayan favorecido al autor del delito, la actividad
del sujeto se ha movido también de modo especial por la finalidad del provecho(28).

VIII. CONSUMACIÓN

El delito se consuma al adquirir, recibir en donación o en prenda, vender o ayudar a


negociar los bienes de procedencia delictuosa, siendo discutible admitir la tentativa en
los supuestos de recibir, guardar o esconder, puesto que en estos la sola tenencia o
recepción ya configuran delitos consumados. Sin embargo, puede presentarse algún
caso de tentativa en los supuestos de adquisición (que implica transferencia de
propiedad o titularidad en general), si es que para la consumación de la transferencia
de la titularidad de los bienes o activos, se requiriese más de un acto y no se llegara a
realizar todos estos.

IX. ERROR DE TIPO Y DE PROHIBICIÓN

En cuanto al tratamiento del error, nuestro ordenamiento penal establece que el


desconocimiento invencible del tipo excluye el dolo y, por tanto, el tipo de injusto del
delito doloso; y si es vencible puede ser sancionado como delito imprudente. Mientras
que el desconocimiento invencible del carácter prohibido de la conducta no excluye el
dolo típico, sino la culpabilidad, y si es vencible puede ser tenido en cuenta para
atenuar la pena en el marco fijado para el delito doloso.

El conocimiento de la procedencia delictuosa del bien y por ende de la comisión de un


delito previo contra el patrimonio, puede originar supuestos de error; así, si
consideramos que el conocimiento de la comisión de un delito anterior supone el
conocimiento de un elemento normativo del tipo(29), que forma parte del dolo típico, su
desconocimiento debe ser tratado como error de tipo(30). Como afirma
mayoritariamente la doctrina basta con que el autor tenga una valoración paralela en la
esfera del profano(31) y no una calificación jurídica exacta para imputar el
conocimiento del elemento normativo a título de dolo(32). En este sentido, cuando el
autor desconoce que los bienes que adquiere tienen procedencia delictuosa, no podrá
responder por delito de receptación. Un supuesto más conflictivo se presentan en el
caso del agente que adquiere un bien mueble, p. ej. zapatillas, que obviamente no
supera una remuneración mínima vital y por ende se trataría de una falta contra el
patrimonio, habiendo sido informado por el vendedor que fue sustraído a tercera
persona, pero posteriormente descubre que el delito fue cometido por más de dos
personas y se causó lesiones a la integridad física de la víctima. En tal sentido, cabe
valorar el desconocimiento del supuesto de hecho del elemento normativo; es decir, el
supuesto que califica el hecho como robo agravado –lesiones a la víctima, concurso de
dos o más personas–, al desconocer el agente tal supuesto –pues consideraba que el
bien procedía de una falta contra el patrimonio–, por lo que habrá que afirmar la
existencia de un error de tipo.

En algunos casos, existirá un error de subsunción irrelevante, por ejemplo en el caso


en que el agente de receptación considere que los bienes proceden de un delito de
hurto cuando en realidad proceden de un delito de robo agravado.

El error de prohibición “concierne a la situación en que el sujeto conoce todas las


circunstancias del hecho y actúa por tanto dolosamente (…), pero no obstante
considera permitido (es decir no antijurídico) su hecho”(33). Es posible el error de
prohibición cuando por ejemplo el sujeto activo pese a conocer la naturaleza del hecho
y actuar con la voluntad de receptar los bienes que proceden de un delito contra el
patrimonio, cree que su conducta no está prohibida, por desconocer el carácter
prohibido de su conducta al considerar que solo responde penalmente el autor del
delito previo; o por considerar que si bien vender cosas que tienen procedencia
delictuosa es ilícito, no lo es la compra de estas.

X. AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN
Es admisible cualquier modalidad de autoría en la configuración del injusto típico de
receptación, tal como la autoría directa, mediata o la propia coautoría. En la autoría
directa, el agente tiene dominio de la acción, realizando por sí mismo todos los
elementos del tipo objetivo. En la autoría mediata hay un dominio de la voluntad y la
utilización de una persona humana como instrumento, la cual se encuentra sometida a
error o coacción, p. ej. “X” aprovechándose del error de “Y”, que ignora que
determinados bienes han sido hurtados por “Z” a un tercero, le hace guardar dichos
bienes en su domicilio. En la coautoría existe un dominio funcional del hecho basado
en la distribución de funciones y roles y en el que cada persona realiza uno de los
elementos del tipo penal. Aquí más que un dominio de la acción existe un dominio
colectivo del suceso, p. ej. varias personas sobre la base de un plan común realizan
determinadas acciones que en conjunto configuran el injusto penal de receptación.

También es posible admitir cualquier forma de participación: la instigación y la


complicidad. En la instigación, el inductor se limita a provocar en el autor –en este caso
en el agente del delito de receptación– la resolución delictiva, sin tomar parte en el
dominio del hecho mismo. Los medios de inducción son variados, siempre que
supongan un influjo psíquico, así las promesas, regalos, la persuasión, etc. El inductor
debe actuar dolosamente, estando dirigida su acción a un determinado hecho y a un
determinado autor en el que busca inducir se produzca la resolución criminal. El
supuesto de instigación como de autoría mediata no acarrea ninguna dificultad si es
que el “hombre de atrás” o el instigador no han tenido ningún tipo de participación en el
delito previo; sin embargo, podría resultar cuestionable señalar que el desvalor del
delito previo pueda absorber la posterior conducta del autor del delito precedente que
induce o utiliza a un tercero como instrumento para receptar, vinculando al tercero en
la comisión del delito de receptación. Al respecto, debemos señalar que se tratarán de
actos copenados, que serán consumidos por la responsabilidad principal; mientras que
el instigado será autor de receptación.

La complicidad es el auxilio o ayuda que se brinda al autor para la comisión de un


delito. Ella puede ser a través de la entrega de determinados medios o procedimientos
(complicidad material) o a través de consejos, adiestramiento o indicaciones de cómo
debe efectuar, en este caso, la receptación. En todos los casos de complicidad, como
es lógico, resulta indispensable tanto el conocimiento que los bienes que se receptan
provienen de un delito contra el patrimonio, así como que, a quienes se presta el
auxilio o cooperación, están realizando las acciones propias de receptación.

XI. CIRCUNSTANCIAS AGRAVANTES

1. El objeto material del delito son vehículos automotores o sus partes


importantes
Esta modalidad agravada ha sido incluida mediante Ley Nº 29407, publicada el 18 de
setiembre de 2009. Está reservada a los supuestos en que la acción material del delito
de receptación recae sobre vehículos automotores o sus partes importantes (objeto del
delito). Se trata de una opción político-criminal, que representa una legítima respuesta
estatal frente a un hecho antisocial de difícil solución y de generalizada realización en
mercados informales totalmente identificados(34), nos referimos a los actos de
receptación de vehículos o sus autopartes que han sido objeto de un delito patrimonial,
entiéndase solo hurto y robo simple, mas no las modalidades agravadas, por cuanto
como se sustentará más adelante, esta conducta se subsume dentro del delito de
ocultamiento y tenencia previsto en la Ley Penal contra el Lavado de Activos; pues
conforme al artículo 6 de la citada ley, son delitos previos al delito de lavado de activos
los delitos contra el patrimonio en su modalidad agravada.

De otro lado, podría cuestionarse el empleo de la expresión “sus partes importantes”


en la redacción del tipo penal, pues ocasiona graves dificultades para precisar qué
partes resultan importantes o no, dejando su precisión a la arbitrariedad judicial;
además de que esta redacción resulta ineficaz en torno a su finalidad político-criminal,
pues como es de público conocimiento casi todas las autopartes de los vehículos
objeto de un delito contra el patrimonio son canibalizadas y posteriormente vendidas
en los mercados informales; por lo que el tipo penal solo debió referirse a “autopartes”
en general sin realizar distinción alguna.

2. Se trata de bienes provenientes de los delitos de secuestro, extorsión y trata


de personas

De esta modalidad agravada debemos destacar la inclusión de los delitos de secuestro


y trata de personas como delitos previos a la receptación, no solo por cuanto varían la
tradicional comprensión del delito de receptación, reservada para los bienes que
proceden de delitos patrimoniales y se dificulta la precisión del objeto de tutela penal
en la receptación, sino fundamentalmente porque en los delitos de secuestro y trata de
personas no habrán bienes materiales que constituyan objeto del delito. Entendemos
por objeto del delito a todo bien o interés sobre el cual recae la acción delictiva, es
decir, el bien afectado a través de una lesión o de una puesta en peligro por la acción u
omisión del imputado. La acción delictiva puede ocasionar un daño directamente al
objeto de protección (un bien o cosa específica) o afectar el interés de su titular, como
por ejemplo cuando se priva del bien a su titular (sustracciones, hurtos, etc.). En los
delitos de secuestro y trata de personas, el objeto del delito será la propia víctima de
privación de libertad o de trata. De otro lado, el dinero u otros bienes que pudiesen
generarse a partir de la comisión de estos delitos(35)no serán objetos del delito sino
efectos inmediatos o mediatos (ganancias)(36). Siendo así, y estando a que como se
ha señalado, en la receptación el objeto del delito se circunscribe a los bienes que
configuran los objetos del delito patrimonial, esto es, el propio bien hurtado, robado o
apropiado ilícitamente, no habrá receptación tratándose de supuestos en que el delito
previo sea el secuestro o trata de personas, al no existir objetos del delito que puedan
ser materia de este.

En realidad, el legislador inapropiadamente ha decidido incluir un supuesto agravado


de receptación que resulta totalmente inaplicable y que está reservado al delito de
lavado de activos, no solo porque en esta figura penal también constituyen delitos
previos el secuestro y la trata de personas, sino sobre todo porque en el lavado de
activos sí es posible subsumir los supuestos de ocultamiento o tenencia de efectos
(mediatos o inmediatos) del delito.
De otro lado, en cuanto a la referencia al delito de extorsión también debe cuestionarse
el hecho de que los bienes que se perciban como producto de la actividad extorsiva
serán siempre efectos del delito y no objetos del delito, por lo que necesariamente esta
conducta debe ser subsumida dentro del delito de lavado de activos.

3. Distribución de señales de satélite por-tadoras de programas

Mediante Ley Nº 29316, se ha incorporado en el artículo 194-A del Código Penal el


delito de distribución de señales de satélite portadoras de programas, mediante el cual
se sanciona a quien distribuye una señal de satélite portadora de programas,
originariamente codificada, a sabiendas que fue decodificada sin la autorización del
distribuidor legal de dicha señal, como un supuesto específico de receptación; a su
vez, también dentro de los delitos contra el patrimonio, se ha regulado el artículo 186-
A, en el que se reprime a quien fabrique, ensamble, modifique, importe, exporte,
venda, alquile o distribuya por otro medio un dispositivo o sistema tangible o intangible,
cuya función principal sea asistir en la decodificación de una señal de satélite
codificada portadora de programas, sin la autorización del distribuidor legal de dicha
señal.

El convenio sobre la distribución de señales portadoras de programas transmitidos por


satélite, hecho en Bruselas el 21 de mayo de 1974, define la distribución como toda
operación con la que un distribuidor transmite señales derivadas al público en general
o a cualquier parte de él. Señal, es todo vector producido electrónicamente y apto para
transportar programas; se entiende por programa a todo conjunto de imágenes, de
sonidos, o de imágenes y sonidos, registrados o no, e incorporado a señales
destinadas finalmente a la distribución; satélite es todo dispositivo situado en el
espacio extraterrestre y apto para transmitir señales.

Con los tipos penales señalados se busca sancionar todos los actos que impliquen la
decodificación de señales de satélite portadoras de programas y su indebida
distribución. Por nuestra parte, consideramos que aun cuando evidentemente también
se protejan intereses patrimoniales, el objeto de protección no es estrictamente el
patrimonio, sino también se protegen los derechos de propiedad intelectual, por lo que
debería incluirse dentro de los delitos contra los derechos intelectuales tal como lo han
hecho otras legislaciones(37), no solo por criterios de especialidad, sino sobre todo
para facilitar su adecuada comprensión.

XII DELIMITACIÓN CON EL DELITO DE LAVADO DE ACTIVOS

La figura de receptación presenta cierta similitud con los delitos de lavado de activos,
al compartir algunos elementos típicos, presentando estructuras típicas similares,
sobre todo con el delito de ocultamiento y tenencia, previsto en el artículo 2 de la Ley
Penal contra el Lavado de Activos, Ley Nº 27765, además de que ambas figuras
penales están referidas a acciones realizadas sobre bienes que proceden de un delito
previo; por lo que, evidentemente, se presentan diversos supuestos de concurso
aparente de ambas figuras penales; esta situación se ve agravada con las últimas
modificatorias introducidas a ambos delitos, así mediante el Decreto Legislativo Nº 982
se reguló como circunstancia agravante del delito de receptación, el supuesto en que
el delito previo sea el delito de secuestro o el de trata de personas. Asimismo,
mediante Decreto Legislativo Nº 986, se modificó–entre otros– el artículo 6 de la Ley
Penal contra el Lavado de Activos, incluyéndose como delito previo al delito de
extorsión y los delitos contra el patrimonio en su modalidad agravada, dentro de los
cuales podría incluirse los supuestos de hurto agravado, robo agravado; esto además
de que también la Ley Penal contra el Lavado de Activos contempla a la trata de
personas y el secuestro como delitos previos.

Tradicionalmente se ha venido sosteniendo que resultan fácilmente verificables las


diferencias, entre uno y otro delito, por cuanto el bien jurídico tutelado en el delito de
lavado de activos, es el sistema económico, representado por la libre y leal
competencia y la administración de justicia; mientras que en el delito de receptación el
objeto de protección penal es el patrimonio. En cuanto al objeto material del delito, en
la receptación se limita a los bienes objeto de un delito patrimonial previo; esto es, se
limita a los mismos bienes que han sido materia del delito primigenio (bien hurtado o
robado), no siendo típica la receptación sobre bienes sustitutos, pues en nuestro
ordenamiento penal solo es típica la receptación sucesiva, mas no la receptación
sustitutiva; mientras que en el delito de lavado de activos, el objeto de la acción podrá
ser cualquier bien o activo que provenga de los delitos de tráfico ilícito de drogas,
terrorismo, delitos contra la administración pública, secuestro, extorsión, proxenetismo,
trata de personas, tráfico ilícito de migrantes; defraudación tributaria, contra el
patrimonio en su modalidad agravada, delitos aduaneros, u otros similares que
generen ganancias ilegales, con excepción de los actos contemplados en el artículo
194 del Código Penal; siendo irrelevante si se trata del mismo bien objeto material del
delito previo (osea el mismo bien sobre el que recayó la acción delictiva), o un bien
sustituto, de un efecto inmediato o mediato (ganancias) del delito. En cuanto al sujeto
activo del delito, en la receptación no podrá ser autor el agente del delito previo;
mientras que en el lavado de activos sí podrá serlo, aunque solo en el supuesto de
conversión y transferencia, previsto en el artículo 1 de la Ley Penal contra el Lavado
de Activos. Finalmente, en cuanto a las consecuencias jurídicas aplicables sobre los
bienes o activos, en el lavado de activos, estos serán materia de decomiso o pérdida
de dominio(38), según sea el caso, de forma que estos pasarán a la titularidad del
Estado, de conformidad a lo previsto en el artículo 102 del Código Penal; mientras que
en la receptación, los bienes serán materia de restitución a su legítimo titular, el
agraviado, de conformidad a lo previsto en el artículo 94 del Código Penal.

Sin embargo, a pesar de estas diferencias, en los casos en que el agente delictivo
adquiera, reciba (en donación o en prenda), guarde, esconda (oculte), venda o
negocie un bien procedente de los delitos de secuestro, extorsión, trata de personas,
hurto agravado, robo agravado; este hecho puede subsumirse dentro del delito de
receptación previsto dentro del capítulo relativo a los delitos contra el patrimonio
(artículo 194 del Código Penal, cuya pena es siempre menor que en el delito de lavado
de activos) o en el delito de ocultamiento y tenencia, previsto en el artículo 2 de la Ley
Penal contra el Lavado de Activos.

Aun cuando para diferenciar ambas figuras penales podemos alegar, conforme hemos
señalado, que en el delito de receptación no es típica la receptación sustitutiva,
limitándose esta a la receptación del mismo bien objeto del delito previo, supuesto que
sí resulta subsumible en el delito de lavado de activos; sin embargo, a efectos
prácticos esta distinción resulta innecesaria en orden a que en el delito de lavado de
activos, también son típicos los actos de ocultamiento y tenencia de los bienes que han
sido objeto del delito previo. De otro lado, podría sostenerse que el delito de lavado de
activos contiene un elemento objetivo no presente en el delito de receptación, nos
referimos a la cláusula: “dificulta la identificación de su origen, su incautación o
decomiso”; de forma que, en el delito de lavado de activos no solo se exige el
ocultamiento y tenencia de los bienes sino también que el agente dificulte la
identificación de su origen, incautación o decomiso; sin embargo, estando a que nos
adscribimos a la posición que considera que debe asumirse que la concreción de la
operación de conversión o transferencia o de ocultamiento o tenencia, por sí misma
significa la concreción de cierto grado de dificultad(39) respecto a la identificación del
origen del activo o para la materialización de la incautación o decomiso de estos(40), la
existencia de dicho elemento objetivo del tipo también resulta irrelevante para distinguir
ambas figuras en los supuestos antes citados.

Por nuestra parte, consideramos que si bien al parecer resultarían aplicables tanto el
artículo 194 del CP (receptación) como el artículo 2 de la Ley Penal contra el Lavado
de Activos (ocultamiento y tenencia), sin embargo habrá que apreciar un concurso
aparente de normas, que debe resolverse aplicando el principio de especialidad, a
favor del delito de lavado de activos, dado que esta resulta ser una norma especial
para estos supuestos, conforme a sus finalidades político-criminales(41). Posiblemente
esta postura pueda generar algunas críticas, pues no faltarán quienes tomen postura
por la subsunción de tales hechos en el delito de receptación o propongan otras
salidas alternativas. A pesar de ello, resulta evidente que no existe uniformidad y
sistematización en la regulación de ambos tipos penales, lo que viene generando
serios conflictos no solo a nivel doctrinal, sino sobre todo en la aplicación práctica,
afectándose con ello la seguridad jurídica; esto ha sido generado por una deficiente
regulación, es decir una legislación que adolece de racionalidad jurídica, al crear
conflictos entre estas normas del ordenamiento penal.

Finalmente, de lege ferenda, pareciera razonable que a fin de evitar mayores


distorsiones en la regulación de ambas figuras penales, se regule un supuesto de
lavado de activos atenuado, que comprenda los supuestos receptación (artículo 194
del CP), como de receptación aduanera (artículo 6 de la Ley de Delitos Aduaneros), y
así evitar cualquier discusión en torno a los delitos previos, dejándose de lado además
cualquier cuestionamiento acerca de la atipicidad de la receptación sustitutiva y sobre
todo se logrará una legislación uniforme y coherente.

XIII. NULIDAD DE LOS ACTOS DE DISPOSICIÓN DE LOS BIENES OBJETO DEL


DELITO DE RECEPTACIÓN

Dado que los objetos del delito de receptación pueden ser muebles o inmuebles, son
susceptibles de ser transferidos a terceros, ya sea a título gratuito u oneroso, con la
finalidad de aprovechar su valor o incluso alejarlos de la investigación judicial. Si bien
el artículo 94 del Código Penal dispone la restitución del objeto material del delito, sin
embargo la norma sustantiva penal no ha previsto la forma de hacerla viable estos en
los supuestos de disposición de estos(42); para ello, el nuevo Código Procesal Penal
ha incorporado en el artículo 11.2 como una de las pretensiones integrantes de la
pretensión resarcitoria, a la pretensión anulatoria, a fin de lograr la nulidad de los actos
de disposición o gravamen realizados respecto a bienes objeto del delito(43). Con ello
se hace posible la restitución. Esta pretensión se ejercita en el propio proceso penal
junto a las otras pretensiones integrantes de la acción resarcitoria, esto es, la
pretensión restitutoria e indemnizatoria. Asimismo, conforme al artículo 11.2 del nuevo
Código Procesal Penal, se ejercitará sin observar el procedimiento previsto en el
artículo 15 del citado texto legal, siendo suficiente que esta pretensión sea invocada
por el agraviado al constituirse en actor civil, no existiendo inconveniente para que el
juez lo declare de oficio aun en caso de que no hubiera sido solicitado por el
agraviado. Claro que en todo caso, debe respetarse el derecho de defensa del tercero
así como el debido proceso.

efectiva la restitución del bien objeto del delito, haciéndola verdaderamente eficaz,
puesto que con la legislación vigente antes del Código Procesal Penal, en muchos
casos resultaba imposible lograr la nulidad de los actos de disposición del objeto del
delito dentro del propio proceso penal. Esto conlleva que el agraviado, después de
haber obtenido una resolución favorable (sentencia) en la que se ha dispuesto la
entrega del bien objeto del delito, tenga que recurrir a otro proceso en la vía
extrapenal, cuando dicho bien ha sido objeto de transferencia por parte del agente del
delito y permanece en poder de un tercero.

De otro lado, hay que precisar que, aun cuando la pretensión anulatoria prevista en el
artículo 11.2 del nuevo Código Procesal Penal y la nulidad prevista en el artículo 97 del
Código Penal tienen cierta semejanza, sin embargo, presentan marcadas diferencias;
la primera está referida a los bienes objeto del delito, sobre los que recae la acción
delictiva, estos no son de propiedad del agente o del tercero civil sino del agraviado;
mientras que la segunda recae sobre bienes de propiedad del agente o del tercero
civil, los que en su integridad garantizan el pago de la reparación civil. Asimismo, en la
pretensión anulatoria del artículo 11.2, dispuesta la nulidad, el juez ordenará la
restitución del bien por parte del tercero adquirente, directamente a poder del
agraviado, que es el titular del bien; mientras que en el otro caso, sancionada la
nulidad, simplemente los bienes objetos de la transferencia se reincorporarán al
patrimonio del agente o del tercero civil (recién en este momento se podrá imponer
alguna medida cautelar sobre dichos bienes, a fin de viabilizar un futuro pago de la
reparación civil). En cuanto al trato dispensado por la legislación vigente al tercero
adquirente, cuando se trata del artículo 97 del Código Penal, aun cuando se ejercite la
pretensión anulatoria (conforme al artículo 15 del nuevo Código Procesal Penal) esta
no surtirá efecto y no afectará al tercero de buena fe y a título oneroso. En cambio, en
el caso de la nulidad prevista en el artículo 11.2 del nuevo Código Procesal Penal
(bienes objeto del delito), la pretensión de nulidad siempre será amparada y surtirá su
efecto inmediato frente al tercero, quien en ningún caso podrá quedarse con los bienes
objeto de la transferencia o gravamen, aun cuando hubiera inscrito su derecho en los
registros correspondientes, pudiendo solo exigir la devolución de la contraprestación
que hubiera entregado a su transferente(44) si es que hubiera actuado de buena fe.
Pues, aun mediando buena fe del tercero, esta no es preeminente respecto a los
derechos de su verdadero titular, quien ha sido despojado de sus bienes a través de la
comisión del delito, de conformidad con el artículo 94 del Código Penal, concordante
con el artículo 948 del Código Civil. En caso de que el tercero hubiera actuado de mala
fe, esto es, conociendo el origen del bien o su calidad de efecto o ganancia del delito,
se le podrá inclusive imputar la comisión del delito de receptación.

XIV. A MODO DE CONCLUSIÓN

La actual regulación del delito de receptación adolece de falta de racionalidad jurídica,


en tanto se ha distorsionado la naturaleza de la citada figura penal, regulándose
presupuestos inaplicables (nos referimos a las figuras agravadas que contemplan
como delitos previos a los delitos de secuestro y trata de personas); asimismo, se
vienen generando serias dificultades para diferenciar la receptación con los actos de
ocultamiento y tenencia, previstos en la Ley Penal contra el Lavado de Activos, al
compartir estructuras típicas similares y considerar de forma común como delitos
previos al secuestro, trata de personas, extorsión y los delitos contra el patrimonio en
su modalidad agravada. Esto requiere necesariamente de una urgente uniformización
de la legislación penal en esta materia para evitar mayores conflictos normativos y
evitar lainseguridad jurídica existente.

NOTAS:
(*) Profesor de Derecho Penal y Tutoría de Tesis de la Unidad de Post Grado en
Derecho de la Universidad Privada Antenor Orrego. Investigador del Instituto Derecho
y Justicia –D’JUS–.

(1) Sobre la racionalidad legislativa, véase ATIENZA, M: Contribución a una teoría de


la legislación, Civitas, 1997; DIEZ RIPOLLÉS, José Luis: La racionalidad legislativa
penal: Contenidos e instrumentos de control. En: Estudios Penales y de Política
Criminal. Idemsa, Lima, 2007, pp. 163 y ss. CALSAMIGLIA: ¿Debe ser la moral el
único criterio de legislar?, Doxa, Nº 13, 1993.

(2) DIEZ RIPOLLÉS, José Luis: El control de constitucionalidad de las leyes penales.
En: Estudios penales y de política criminal. Idemsa, Lima, 2007, p. 204.

(3)IEZ IPOLLÉS: Ob. cit., p. 205.

(4) Si bien mayoritariamente la doctrina considera que en este tipo penal se lesiona el
patrimonio, asimismo, un gran sector afirmar que dicha lesión patrimonial es distinta a
la ocasionada por el delito precedente, sin embargo no se precisa sobre el modo en
que dicha lesión patrimonial se produce. En tal sentido, la doctrina alemana ha
desarrollado la teoría del mantenimiento (Ausfrechterhaltungs), según la cual “la razón
de ser de la receptación reside en el mantenimiento de la situación posesoria
antijurídica causada por una lesión patrimonial: en tanto esa situación permanezca, la
cosa objeto del delito precedente, sobre la que recae dicha situación, está afectada por
un signo de antijuricidad, y es posible respecto a ella la conducta receptadora (…) Así
se considera que la esencia del delito no reside en la participación en las ganancias
delictivas del acto ilícito precedente, sino en la fijación o prolongación de la privación
antijurídica de la cosa, en el mantenimiento de la situación patrimonial antijurídica
obtenida a través del acto previo” RUSS, citado por DE LA MATA BARRANCO,
Norberto: Límites de la sanción en el delito de receptación: la receptación sustitutiva y
la teoría del mantenimiento. Centro de Publicaciones del Ministerio de Justicia, Madrid,
1989, p. 24.

(5) Esta posición es asumida por HERRERO HERRERO, César: “Infracciones penales
patrimoniales”. Madrid, Dykinson, pp. 286-288, quien además realiza dos lógicos
cuestionamientos:¿por qué se castiga el delito de receptación con pena única sea cual
fuere el delito precedente, y no se le castiga con la pena del delito que le sirve de
referencia?, ¿no es lógico concluir que, a igual bien jurídico quebrantado, debe
corresponder, proporcionalmente, la misma pena y el mismo quantum de esta?.
Finalmente, concluye que esa forma diversa de lesión patrimonial es lo que lo
convierte en delito distinto y lo que hace que su bien jurídico protegido no tenga por
qué coincidir completamente con el delito precedente.

(6) CONDE-PUMPIDO FERREIRO, citado por DE LA MATA BARRANCO: Ob. cit., p.


22.

(7) En este sentido, se ha pronunciado mayoritariamente la doctrina nacional y


comparada, véase, SUÁREZ GONZALES en BAJO FERNÁNDEZ (Dir): Compendio de
Derecho Penal. Parte Especial. Vol II, Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, p.
559; MUÑOZ CONDE, Francisco: Derecho Penal-Parte Especial. Tirant lo Blanch,
Valencia, 1999, p. 521; CADENAS CORTINA, Cristina: Problemas de la penalidad en
los delitos de receptación y blanqueo de dinero. En MARTÍNEZ ARRIETA: El
encubrimiento, la receptación y el blanqueo de dinero. Normativa comunitaria. Consejo
general del Poder Judicial, Madrid, 1994, p. 260; HERRERO HERRERO: Ob. cit., p.
293; CREUS, Carlos: Derecho Penal. Parte especial. Tomo 2, Astrea, Buenos Aires,
1999, p. 347; MAGGIORE, Giuseppe: Derecho Penal-Parte Especial. Vol. V. Temis,
Bogotá, 1972, p. 194; PEÑA CABRERA, Raúl: “Tratado de Derecho Penal”. Sagitario,
Lima, 1986, p. 271; BRAMONT-ARIAS/GARCÍA CANTIZANO: Ob. cit., p. 311. En
sentido contrario, MEINI MÉNDEZ, Iván: El delito de receptación. La receptación
sustitutiva y la receptación en cadena según el criterio de la Primera Sala Penal
Transitoria de la Corte Suprema. Justicia Viva, Lima, junio de 2005, pp. 22-23 quien
señala que la legislación nacional no dice nada respecto a que el receptador no debe
haber participado en el delito previo, por lo que –señala– será como consecuencia de
la interpretación del tipo de lo injusto del delito de receptación que se tenga que llegar
a una conclusión; asimismo, para sustentar su posición, respecto a que el receptador
puede a su vez ser autor del delito previo señala que: “este planteamiento, además se
desprende del artículo 194 del CP, cuando señala que una de las modalidades del
delito de receptación es vender un bien de cuya procedencia delictuosa se tiene
conocimiento. Luego, parece claro que quien roba, hurta o se apropia ilícitamente de
un bien tiene conocimiento preciso y pleno de su origen delictivo”.

(8) “En el camino del delito, está consumido por este todo lo que constituya una etapa
menor o anterior, es decir, todo aquello que no tiene el carácter de hecho autónomo
sino de hecho previo, pero también que dan consumidas por el tipo todas aquellas
acciones posteriores que tampoco pueden ser consideradas autónomas, porque la
producción de ellas necesariamente presupone la imputación anterior”. SOLER,
Sebastián: Derecho Penal argentino. Tomo II, Tea, Buenos Aires, 1978, p. 177.

(9) Cfr. MAGGIORE: Ob. cit., p. 194.

(10) En ese sentido, el art. 300 del Código Penal de 1995, señala: Las disposiciones
de este capítulo se aplicarán aun cuando el autor del hecho de que provinieren los
efectos o beneficios aprovechados fuere irresponsable o estuviere exento de pena.

(11)DE LA MATA BARRANCO: Ob. cit., p. 50.

(12) DE LA MATA: Ob. cit., p. 50. Este autor considera que la lesión patrimonial implica
el mantenimiento de la situación patrimonial creada, por ende los supuestos en que la
conducta del receptador no produzca dicho mantenimiento no habrá receptación. En
suma, algunos supuestos de receptación sustitutiva sí serán típicos en tanto
contribuyan al mantenimiento de la situación patrimonial antijurídica creada por el
delito precedente y otros no lo serán, en tanto no se haya cumplido con dicha
condición. En este sentido, concluye en la atipicidad de los supuestos de recepción de
objetos obtenidos mediante una operación de cambio –compra, venta o permuta– del
objeto del delito, sustentándose en la interpretación del bien jurídico protegido. Sin
embargo, considera típica la receptación sustitutiva: la recepción del dinero que no es
el directamente obtenido con el delito patrimonial previo. Esta postura ha sido criticada
por brindar un trato diferenciado a determinados objetos materiales del delito.

(13) PEÑA CABRERA, Raúl: Tratado de Derecho Penal, Parte especial, Tomo II-A,
Delitos contra el patrimonio. Ediciones Jurídicas, Lima, 1995, p. 256.

(14) QUINTERO OLIVARES, Gonzalo en Gonzalo Quintero (dir.) Comentarios al


Nuevo Código Penal. Tomo II, Aranzadi, p. 1343. SILVA SÁNCHEZ, Jesús María:
Delitos contra la salud pública. Tráfico de drogas. La receptación específica en
Comentarios a la legislación penal, tomo XII, p. 479. DE LA MATTA: Ob. cit., p. 29,
MUÑOZ CONDE: Ob. cit., p. 518. En la doctrina Alemana, se encuentran en contra de
la inclusión de la receptación de las cosas sustituidas: WELZEL, SCHWARZ Y
MAURACH - Citado por MEZGER, Edmund: Derecho Penal. Parte especial.
Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1954, p. 221. En la doctrina nacional
BRAMONT-ARIAS TORRES/ GARCÍA CANTIZANO: Ob. cit., p. 343 ; PEÑA
CABRERA: Ob. cit., p. 256.

(15) Esta posición ha sido asumida por la Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema
de Justicia de la República, en la resolución del 13 de enero de 2004, Recurso de
Nulidad Nº 2521-2003, en la que señala: “(...) Que asimismo, en cuanto al objeto
material del delito de receptación, la doctrina penal, nacional y extranjera, han
establecido dos teorías: la teoría en cadena y la receptación sustitutiva (...); mientras
que según la segunda teoría, la receptación abarca todos aquellos supuestos en los
que un sujeto, conocedor de la actividad delictiva previa que es desarrollada por otro,
le recibe un objeto que no es el que directamente procede de la infracción anterior,
sino que es obtenido mediante una operación comercial en el bien receptado –venta,
compra, permuta– que tiene como base aquello que se consiguió con la infracción
precedente, circunstancias estas que recién han sido tomadas en cuenta por la ‘Ley
Contra el Lavado de Activos’, ley número veintisiete mil setecientos sesenticinco,
publicado en el diario oficial El Peruano con fecha veintisiete de junio de dos mil dos
(...)”.

(16)Artículo 296-A: “El que interviene en la inversión, venta, pignoración, transferencia


o posesión de las ganancias, cosas o bienes provenientes de aquellos o del beneficio
económico obtenido del tráfico ilícito de drogas, siempre que el agente hubiese
conocido ese origen o lo hubiera sospechado (…). El que compre, guarde, custodie
oculte o reciba dichas ganancias, cosas, bienes o beneficios conociendo su ilícito
origen o habiéndolo sospechado será reprimido con la misma pena”.

(17)Ley Nº 28008. Artículo 6.- “El que adquiere o recibe en donación , en prenda,
almacena, oculta, vende o ayuda a comercializar mercancías cuyo valor sea superior a
dos unidades impositivas tributarias y que de acuerdo a las circunstancias tenía
conocimiento o se presumía que debía presumir que provenía de los delitos
contemplados en esta ley (...)”.

(18)Dado que el artículo 6 de la Ley Penal de Lavado de Activos –Ley Nº 27765,


modificada por el Decreto Legislativo Nº 986– comprende a los delitos aduaneros
dentro de los delitos de referencia de cuyo origen ilícito tiene conocimiento o podía
presumir el agente del delito de ocultamiento y tenencia, se ha generado serios
conflictos para la delimitación de la receptación aduanera respecto al citado tipo penal;
sin embargo, debemos tomar en cuenta que el tipo penal de receptación aduanera
exige como elemento subjetivo del tipo que el agente realice la conducta con la
voluntad de aprovecharse de la mercancía, elemento que no se exige en la Ley Penal
contra el Lavado de Activos; sino que a contrario sensu, de acuerdo con la actual
redacción del tipo penal de ocultamiento y tenencia –art. 2– no se exige ningún otro
elemento subjetivo distinto al dolo. De otro lado, en el delito de ocultamiento y tenencia
–contenido en el artículo 2 de la Ley Penal Contra el Lavado de Activos– sí se incluye
como objeto material del delito a las ganancias, es decir todos aquellos objetos
obtenidos indirectamente del delito previo, hecho que no contempla el delito de
receptación aduanera. A pesar de las diferencias antes anotadas la delimitación entre
ambas figuras delictivas se torna bastante tenue, por lo que de lege ferenda se podría
regular este supuesto solo como modalidad de lavados de activos y evitar cualquier
posible contradicción normativa.
(19) En esta línea, GARCÍA CAVERO, Percy: “Derecho Penal Económico”. T. II, Lima,
Grijley, 2007, p. 774 sostiene: “El objeto del delito de receptación aduanera son las
mercancías que provienen de los delitos aduaneros (…) Si bien la receptación
aduanera tiene autonomía típica, existe una relación de accesoriedad con el hecho
previo, en la medida que presupuesto para el delito de receptación aduanera es la
previa comisión de un delito aduanero del que proviene su objeto material (...)”.

(20) Ley Nº 26461. Artículo 6.- “El que adquiere o recibe en donación o en prenda o
almacena o esconde o ayuda a negociar bienes cuyo valor supere las cuatro unidades
impositivas tributarias, de cuya procedencia delictuosa tenía conocimiento o se
comprueba que debía presumir que provenía de los delitos contemplados en esta ley
(...)”.

(21) BUSTOS RAMÍREZ, Juan: Manual de Derecho Penal. Parte especial. Ariel,
Barcelona, 1985, p. 250.

(22) BAJO FERNÁNDEZ, Miguel: Manual de Derecho Penal. Parte especial. Delitos
patrimoniales y económicos. Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1991, p. 335.

(23) QUINTERO OLIVARES, Gonzalo en Quintero Olivares (Dir.): “Comentarios al


Nuevo Código Penal”. T. II, Aranzadi, p. 1344.

(24)Exp. Nº 1573-97- Corte Superior de Justicia de Lima, “Delito de receptación” En:


Diálogo con la jurisprudencia, Año 12, Tomo 102, Gaceta Jurídica, Lima, marzo 2007,
p. 226.

(25) Exp. Nº 607-98-Corte Superior de Justicia de Lima, Ídem, p. 226.

(26) Así en el artículo 298 del Código Penal español de 1995 se hace referencia al
ánimo de lucro con el que debe actuar el agente del delito.

(27) En este sentido BRAMONT ARIAS TORRES/GARCÍA CANTIZANO: Ob. cit., p.


343, quien señala que además del dolo se requiere de una voluntad de aprovecharse
de los efectos del delito.

(28) MAGGIORE, Giussepe: Ob. cit., p. 191.

(29) Al respecto, PÉREZ MANZANO, Mercedes. El tipo subjetivo en los delitos de


receptación y blanqueo de dinero. En: MARTÍNEZ ARRIETA (Dir.): El encubrimiento, la
receptación y el blanqueo de capitales. Consejo General del Poder Judicial. Madrid,
1994, p. 227 sostiene que “si normativos son los elementos cuya constatación
presupone un acto de comprensión espiritual y no una mera percepción sensorial, es
evidente que la existencia de un delito previo del que proceden los efectos objeto del
aprovechamiento es un elemento normativo del tipo de receptación, ya que la
constatación del delito previo no puede ser percibida por los sentidos”.

(30) En la doctrina existe debate respecto a si el desconocimiento de los elementos


normativos deben ser tratados como error de tipo puesto que son elementos del tipo, o
como un error de prohibición en la medida en que su conocimiento supone una
comprensión espiritual, valorativa, similar a la que exige el conocimiento de la
antijuridicidad, o por último si habría que diferenciar distintos supuestos de error sobre
el elemento normativo: error sobre las circunstancias de hecho del elemento normativo
que se tratarían como error de tipo (excluyente del dolo típico y error sobre la
valoración misma, que se trataría como error de prohibición siguiendo básicamente la
antigua distinción entre error de hecho y de derecho).

(31) La comprensión intelectual que caracteriza el dolo típico en los elementos


normativos no significa una subsunción jurídica exacta en los conceptos empleados
por la ley, sino que basta con que el contenido de significado social del suceso
incriminado aludido (scil. el contenido) con esos conceptos se abra a la comprensión
del sujeto. Se habla entonces de una “valoración paralela en la esfera del profano”.
ROXIN, Claus: Derecho Penal. Parte general. T. I, Civitas, Madrid, 1997, p. 460.

(32) Véase, MUÑOZ CONDE/GARCÍA ARAN: Derecho Penal. Parte general. Tirant lo
blanch, Valencia, 2002, p. 277.

(33)ROXIN, Claus: Derecho Penal. Parte general. Civitas, Madrid, 1997, p. 459.

(34) Posiblemente, este hecho antisocial requiera de otras respuestas que vayan más
allá de la respuesta punitiva estatal y que impliquen acciones de formalización en la
venta de autopartes de vehículos y mayores acciones de control a las empresas o
personas naturales dedicadas a dicha actividad, entre otros.

(35) Aunque debemos precisar, que con la modificatoria introducida al art. 152 C.P.,
mediante Decreto LegislativoNº 982, se ha excluido del delito de secuestro aquella
modalidad delictiva en la que la privación de libertad se realiza para obligar al
agraviado o a una tercera persona a prestar al agente del delito ayuda económica,
supuesto que de ocurrir actualmente será subsumido dentro del delito de extorsión.

(36) Constituyen efectos del delito (producta scaeleris) los objetos producidos
mediante la acción delictiva, como por ejemplo los alimentos adulterados o la moneda
o documentos falsificados. Como puede verse, generalmente estos son elementos o
bienes de ilícito comercio, por lo que su tenencia o posesión por parte del agente del
delito o sus partícipes puede entrañar un peligro para la colectividad o para
determinadas personas, resultando necesario asumir medidas preventivas frente a
ello, lo que justifica su decomiso. También se consideran efectos del delito, aun
cuando en general se pueden confundir con las ganancias, al dinero o bienes que
pueden obtenerse directamente de la comisión del delito, como el recibido por el
sicario en un delito de asesinato, o las utilidades obtenidos de la venta de la droga o de
las actividades fraudulentas configurativas de la estafa, etc.Se consideran ganancias a
los efectos mediatos del delito; es decir, los bienes, “derechos” u objetos (en general
cualquier provecho patrimonial o económico) que el agente del delito hubiese obtenido
a raíz de la comisión del delito, pero cuyo origen o génesis no está directa ni
inmediatamente vinculado a la acción delictiva, sino solo de modo mediato; esto es, las
ganancias constituyen frutos o rentas de un efecto directo. Estas no son directamente
producidas por la acción delictiva.Son ganancias, el producto de las operaciones
financieras realizadas sobre los efectos del delito, como en el caso de las operaciones
realizadas con el dinero obtenido del tráfico ilícito de drogas.

(37)La Ley 65-00 sobre derecho de autor en la República Dominicana, prevé los
siguientes delitos “Se prohíbe fabricar, ensamblar, modificar, importar, exportar,
vender, arrendar o distribuir por otro medio, un dispositivo o sistema tangible o
intangible, sabiendo o teniendo razones para saber que el dispositivo o sistema sirve
primordialmente para decodificar una señal de satélite codificada portadora de
programas sin la autorización del distribuidor legítimo de dicha señal”.“Se prohíbe
recibir y subsecuentemente distribuir dolosamente una señal portadora de programas
que se haya originado como una señal de satélite codificada a sabiendas que ha sido
decodificada sin la autorización del distribuidor legítimo de la señal”.El Código Penal
Federal de México prevé en el Título Vigésimosexto, de los delitos en materia de
derechos de autor, art. 426: “ Se impondrá prisión (…)A quien fabrique, importe, venda
o arriende un dispositivo o sistema para descifrar una señal de satélite cifrada,
portadora de programas, sin autorización del distribuidor legítimo de dicha señal, yA
quien realice con fines de lucro cualquier acto con la finalidad de descifrar una señal de
satélite cifrada, portadora de programas, sin autorización del distribuidor legítimo de
dicha señal”.En Nicaragua, la Ley Nº 322, Ley de protección de señales satelitales
portadoras de programas, prevé como delito (art. 35): “Se impondrá una pena de
prisión de tres a cuatro años a quien sin el consentimiento previo y escrito por parte del
titular del derecho sobre la señal emitida, incurra en alguno de los actos
siguientes:1.Retransmitir o distribuir al público una señal portadora de programas, sea
por medios inalámbricos o a través del cable, la fibra óptica u otro procedimiento
similar.2. Descifrar una señal codificada, alámbrica o inalámbrica, portadora de
programas.3.Fijar y producir una emisión protegida para la distribución al público de los
ejemplares contentivos de la reproducción.4. Participar o coadyuvar en la fabricación,
ensamblaje, modificación, venta, arrendamiento, instalación, mantenimiento o puesta
de cualquier otra manera en circulación de un dispositivo o sistema que sirva para
descifrar una señal codificada portadora de programas, o para permitir o fomentar la
recepción de un programa codificado”.

(38) Un estudio crítico y minucioso sobre esta institución, véase GÁLVEZ VILLEGAS,
Tomás y DELGADO TOVAR, Walther: “La acción de pérdida de dominio y otras
pretensiones en el proceso penal. Análisis crítico de la Ley Nº 29212”. Jurista editores,
Lima, 2009.

(39) Véase, GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás A: “El delito de lavado de activos. Criterios
sustantivos y procesales. Análisis de la Ley Nº 27765”. 2da. edic, Jurista editores,
Lima, 2009, p. 97. Este autor, a su vez precisa: “(...) salvo claro está, ciertos supuestos
en que resulte evidente que la operación en sí misma no implica dificultad alguna, y
por el contrario otorgue facilidades para la detección del delito en cuestión; en cuyo
caso, al descartarse todo resultado dañoso, se descartará el tipo objetivo. Será
necesario que la acción, por su forma de realización, así como por los medios con los
cuales se pretende concretar, sean idóneos para dificultar la identificación del origen o
la incautación y decomiso de los activos”.

(40) Solo así se posibilita que este tipo penal cumpla su finalidad político-criminal y su
aplicación eficaz; de no ser así, sería casi imposible la concreción del tipo penal, pues
siempre que se impute a determinados bienes o activos su procedencia delictiva, no se
habrá concretado la acción de dificultar la identificación de su origen, incautación o
decomiso, pues de ser así estos nunca se habrían descubierto. De otro lado, una
postura más restringida, que permita observar determinados grados de dificultar, a fin
de dar viabilidad a la norma dejará al arbitrio del juzgador su consideración como
supuesto típico en cada caso concreto, lo que implicaría una grave afectación al
principio de legalidad y a la seguridad jurídica.

(41)En esta línea, GÁLVEZ VILLEGAS: Ob. cit., p. 131.


(42)A la fecha, el Anteproyecto de Ley de Reforma del Código Penal, aprobado por la
Comisión Especial Revisora del Código Penal, ha incorporado en el artículo 95 la
acción de nulidad de los actos de disposición o gravamen realizados sobre el bien
objeto material del delito.

(43) Un estudio detallado, véase, GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás y DELGADO TOVAR,


Walther: “Nulidad de actos jurídicos de disposición de bienes en el proceso penal”.
Jurista editores, Lima, 2008.

(44) En el caso específico de los bienes objeto de los delitos contra el patrimonio
(hurto, robo y otros), debe tenerse en cuenta que las legislaciones no han asumido un
criterio unitario. “El BGB y el Code Napoleón conceden acción reivindicatoria a quien
ha sufrido un robo o una pérdida, incluso contra un tercero poseedor de buena fe; la
acción prescribe a los 10 años en el BGB (§ 995) y a los 3 en el Code Napoleón (art.
2279); el Código Civil suizo adopta la solución intermedia de prescripción a los 5 años
(art. 993). Otros países como Italia, han cambiado de sentido con los años: el Código
Civil italiano de 1865 reproducía la regla francesa; el de 1942 no prevé ninguna
excepción a la regla general de la adquisición de las cosas muebles mediante la
posesión de buena fe (art. 1153)”. En este último caso, como se advierte “resulta
sacrificado el interés de quien sufre el robo, cuyo bien haya pasado del ladrón a un
receptador y de este a un adquirente de buena fe. La policía podrá descubrir al ladrón,
llegar hasta el receptador, incluso encontrar la cosa robada; pero, si la encuentra en
las manos de un poseedor de buena fe, este no quedará obligado a restituirla, ni
siquiera aunque la hubiera recibido por donación. Aquí el interés de quien sufre el
expolio está destinado, a través de una valoración legislativa, a sucumbir frente a un
interés considerado superior: el interés general de una segura, amplia y rápida
circulación de los bienes muebles”. GALGANO, Francesco: “Atlas de Derecho Privado
Comparado” Traducción de Juan Antonio Fernández Campos y Rafael Verdera Server,
Fundación cultural del notariado, Madrid, 2000, p. 102.

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