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INTRODUCCIÓN
Esto quiere decir que la SEP tuvo un papel central no solo en la organización de la
política educativa y cultural del México posterior a la Revolución Mexicana, sino
también su organización política e institucional. Las imágenes y símbolos identitarios
de México a partir de la década de 1920 hasta el presente van a estar asociados a
esta política cultural puesta en marcha por Vasconcelos.
La política educativa puesta en marcha a partir de la década de 1920 significó una
fuerte expansión de la escolaridad primaria para México, ya que logró incorporar a
amplios sectores de la sociedad, sobre todo a grupos campesinos e indígenas a través
de la educación rural.
Lo que Vaughan advierte es que, aún cuando significó una expansión de la educación
primaria, la política educativa de la SEP también estableció un patrón cultural
dominante que correspondía a la estética, el pensamiento político-ideológico, los
hábitos y pautas culturales de las élites urbanas (más o menos progresistas). Esto
implicó un choque frente a las pautas culturales de los sectores campesinos e
indígenas locales.
Desde el punto de vista ideológico, la expansión de la escolaridad motorizada por la
SEP desde 1921 se apoyó en la concepción que los funcionarios federales tenían
sobre las poblaciones campesinas e indígenas, que eran vistos como una población
supersticiosa, atrasada, que era necesario civilizar. Vaughan relata con claridad cómo
se concretó este programa civilizatorio bajo la forma de una política de Estado:
Las reformas motorizadas por el gobierno federal durante el sexenio que duró la
presidencia de Lázaro Cárdenas implicaban un debilitamiento de los poderes locales
concentrados en terratenientes y caudillos. Por eso su aplicación era dificultosa. Los
maestros federales (que dependían del poder central) debían organizar a los obreros y
campesinos para que éstos exigieran la aplicación de la legislación federal en sus
comunidades. De alguna manera, las escuelas y los maestros funcionaron como
agencias que buscaban legitimar y reforzar “desde abajo” las reformas que se
promovían “desde arriba”.
Desde el punto de vista de su posición doctrinaria, el proyecto pedagógico del
cardenismo de identificó con la “educación socialista”:
“Esa política económica se acompañaba de una política social reflejada por una
parte en el avance de la legislación laboral, y por otra en la creación por
iniciativa del estado de sindicatos cuya estructura legal se aproximaba a la
establecida en la Italia fascista. Pero la sindicalización que había comenzado
en rigor antes de la implantación del Estado Novo, era por el momento más
bien un aspecto del esfuerzo del Estado por encuadrar más sólidamente a la
sociedad brasileña que un proyecto deliberado de organizar una vigorosa
fuerza sociopolítica en apoyo al régimen; a su vez la legislación laboral, que
comenzó a introducirse ya a partir de 1930, no crea motivos serios de discordia
con las fuerzas empresarias, ya que sólo iban a aplicarse de modo parcial y
aproximativo, y en más de un caso no se oponía a las conveniencias
inmediatas de éstas (así la fijación de una jornada máxima de trabajo se
introdujo en un momento en que la depresión del consumo interno estaba
obligando al gobierno a fijar cupos máximos de producción para las fábricas
textiles, que mediante la reducción de la jornada y la correlativa del salario
lograban librarse de parte de su personal superfluo).” (Halperín Donghi,
1998:409)
Estas medidas iban a generar las condiciones para que el fuerte apoyo político que
Vargas había construido en los sectores militares y en aquellos de inspiración fascista
se ampliara sobre todo a los trabajadores. A partir de 1942, el Estado Novo iba a
fortalecer el control sobre el cumplimiento de la legislación obrera y a reforzar el papel
de los grandes sindicatos. Hacia 1945, este apoyo ampliado se expresó en el
movimiento queremista (por el lema “queremos a Getulio”) que parecía anunciar una
continuidad de Vargas en el poder. Frente a esto, el ejército que tenía la expectativa de
incrementar su protagonismo político mediante una sucesión presidencial, llevó a cabo
un golpe de estado (con apoyo norteamericano) e interrumpió una posible continuidad
de Vargas. Las elecciones de 1945 dieron el poder al candidato del ejército, el mariscal
Dutra, contra el candidato de Vargas.
El gobierno de Dutra fue muy opaco, y no estuvo a la altura de las expectativas
sociales que habían acompañado a los últimos años de Vargas en el poder. Esto le
permitió a Vargas llegar a la presidencia en 1951, con el apoyo del Partido Laborista
(que él mismo lideraba), el Partido Socialdemócrata y otros sectores minoritarios.
Este segundo período de Vargas en el poder estuvo marcado por la crisis económica a
la que no encontró solución. En 1954, acosado por una serie de denuncias por casos
de corrupción en su administración, Vargas se suicidó, y a continuación una serie de
vastas movilizaciones populares garantizaron la continuidad en el poder de su fuerza
política.
Esta estructura significó a la vez una respuesta favorable a las demandas de los
escolanovistas (que tenían una gran legitimidad en el sistema educativo y muchos de
cuyos representantes más notables se habían desempeñado en la función pública en
grandes estados como San Pablo o Río de Janeiro) de una escuela “única o
unificada”, y por otro lado, atendía a la formación o cualificación técnica de la fuerza de
trabajo que correspondía al proceso de industrialización por sustitución de
importaciones y que, en su fase más compleja, superaba las intenciones y
posibilidades del sector empresario.
Esta estructura, además, permitió un aumento acelerado de la escolarización de la
población que se vio reflejado en el nivel primario pero sobre todo en el secundario.
Además, durante la segunda presidencia de Getulio Vargas (1951-54) esta expansión
del nivel secundario se vio acompañado por un debilitamiento de los mecanismos de
segregación por orientación en el ciclo superior, de manera que en los hechos, la
educación secundaria fortaleció su carácter “unificado” y tendió a ser asimilado a una
continuación de la educación común.
Desde el punto de vista de los contenidos, el control ideológico que habitualmente se
asocia con el Estado Novo en rigor se fortaleció a partir de 1942, cuando se puso en
marcha una comisión de control de los libros de texto y se organizó la “Juventud
Brasileña”, una organización juvenil un una “rama menor” correspondiente a la
educación primaria y una “rama mayor” en secundaria, que buscaba expresar la
adhesión de la juventud a la figura de Getulio Vargas (Dos Santos, 2014:174) Estas
medidas promovieron contenidos nacionalistas y militaristas en la vida cotidiana de las
escuelas, a las que se relacionó con las condiciones excepcionales de la guerra pero
también con la necesidad de afirmar la identidad nacional.
Ansaldi, Waldo y Giordano, Verónica (2012) América Latina. La construcción del orden.
Tomo II. De las sociedades de masas a las sociedades en procesos de
reestructuración. Buenos Aires: Ariel.
Dos Santos, Valdir (2014) “Escritos sob os regimes políticos de Vargas e Mussolini:
para uma fascistizacao da infância?” En: Revista Brasileira de Historia da Educacao,
Maringá-PR. V. 14, N°1.
Williamson, Edwin (2013) Historia de América Latina. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica.