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Ella.

Amor, afecto, apego.

Ella escuchaba, leía, y hasta escribía sobre ello...

Pero de verdad no lo entendía del todo, probablemente porque se había cerrado a esa
idea, al menos en el aspecto romántico.

Entonces, ¿no estaba ella bien? ¿No estaba completa? Cuando le preguntan si tiene
pareja es más sencillo decir que aun no estaba lista para tener una, que no tenía
tiempo, que no encontraba a alguien especial... Y es una verdad a medias.

Cuando ella piensa en tener una pareja romántica, piensa en su modelo principal: sus
progenitores. Ellos tenía más o menos su edad cuando se conocieron y “amaron”. Un
amor que los contaminó, probablemente porque nunca lo fue. El amor no debería ser
dañino, según lo que su psicóloga le dijo.

Ella piensa en su papá. No es el mejor hombre. Es malhumorado e iracundo, y no por


haberse criado en una familia violenta, más bien fue el contexto histórico lo que le
hizo siempre estar a la defensiva con todos, incluso con sus hijas, con ella. No es fácil
crecer en medio de una guerra civil. Por esa razón su mamá lo dejó, no aguantando
más sus abusos constantes.

Pensar en él siempre le trae la misma vieja memoria. El día en que su papá se fue, sus
hermanas y ella permanecieron despiertas, escuchando como su abuela y abuelo lo
ayudaba a recoger lo que ya se había empacado días atrás. La sacaron del cuarto para
tomar un ultimo desayuno juntos, rezar y despedirlo una ultima vez. Recuerda que
lloró mucho más que el resto de sus hermanas, demasiado. A pesar de que ya me
había hecho la idea de la partida de su padre,, aún era doloroso para ella dejar irlo
como lo habían hecho ya con su mamá meses atrás.

Su papá se fue, y aunque siempre se comunicaba con él cada fin de semana para no
perderle la pista, lentamente sus llamadas se fueron haciendo cada vez más escasas,
hasta que solo llamaba una vez cada tres meses si tenía suerte. Lo extrañaba mucho,
extrañaba su presencia incluso si cuando él estaba solo quería esconderse, y ella no
entendía por qué debía ser así. Ella ya estaba empezando a contaminarse.

Con su mamá era diferente. En un inicio estuvo muy apegada a ella, amándola
intensamente con mimos y atenciones. Eso no evito que la contaminación la tornara
un monstruo asfixiante.

A veces, cuando era pequeña y la peinaba por las tardes, ella diría “Qué preciosa es
mi niñita, mi morenita” con mucha suavidad, para luego decir “serías más bonita si...”
entonces la manipulaba, le encontraba un defecto y lo exprimía hasta que ella era solo
lagrimas silenciosas, deseando estar sorda.
Cuando sus padres se gritaban, peleándose hasta los golpes, su madre no encontraba
otra manera de sacar su ira que golpeándola a ella al más mínimo error. Solo a ella, ni
una vez tocó a su hermanas. Por eso aprendió a reprimir, a callar, a esconder cada
parte que creía iba a ser motivo de desatar la ira de su mamá.

Pero su mamá aun la amaba. Y su papá aun seguía siendo su papá.


Ella tenía que quererlos, perdonarlos antes de que se disculparan. Sin embargo, ella
aprendió sus padres, a quienes ella tanto ama y sueña con hacer sentir orgullosos, son
personas que en realidad no gustan de ella. Es decir, la “aman”, pero sus gustos, sus
ideas, sus creencias... No comparten nada.

Solo tiene a sus hermanas, ellas estuvieron a su lado cuando vivía con sus padres, y se
quedaron cuando ellos se fueron. Cuando ya no tuvo que ser su hija, pudo ser ella
misma. Descubrió lo mucho que le gustaba expresarse, reír fuerte, hablar con gente
agradable. Entendió que ser ella misma, con sus gustos, sus ideas, sus creencias no era
tan malo. Habían unas cuantas personas con las que podía compartirlas, y fue feliz.

Hasta que fue hora del amor, de crear vínculos románticos, de abrirse a una persona.
Solo lo intentó una vez, y una vez fue suficiente. El miedo fue su arma de destrucción
que acabó con el pequeño amor que había florecido. Fue justo lo que tenía que pasar.
Ella era igual a ellos, sus padres, estaba contaminada por su amor.

Y con ese amor no podría nunca amar ni ser amada por nadie.

Ahora, cuando está lejos de ellos es más feliz que nunca, cuando está con alguno de
los dos, no puede respirar bien. Los ama, pero ellos tienen la culpa de que ella esté
contaminada, de que sus hermanas hayan pasado de acompañarla a atormentarla, de
que su amor siempre se marchite y de que ella solo sepa huir y odiarse.

Siempre estará sola, con sus hermanas susurrando cosas en su oído. Y lo será hasta
que se ponga fin de una vez, se libere y se vuelva una hermana más para la próxima
niña contaminada por el amor.

Ese es el destino de ella.

Ella soy yo.

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