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Introducción

En Colombia, con la expedición de la constitución de 1991, se dictaron unos parámetros y bases

para el control y fiscalización del país, orientando a los órganos de control fiscal a combatir una

oleada de corrupción que estaba desangrando los recursos públicos de la nación. Esta constitución

desde su publicación genero muchas expectativas y buenos aires, que con el paso del tiempo se

han visto mermados por una ruptura colosal en el manejo de los fondos estatales en todos los

niveles de territorialidad, alertando no solo a las autoridades competentes sino a toda la

comunidad en general que es quien en ultimas se ve más afectada.

Analizando la última década del país, surgen una serie de cuestionamientos sobre las herramientas

de control fiscal que conceptualiza nuestro ordenamiento jurídico, por poner un ejemplo, las

contralorías del orden nacional, departamental, distrital y municipal, conforman altos costos

burocráticos para la nación y pocos resultados a la hora de controlar, vigilar y resarcir las fugas del

erario público. En nuestros días, con ayuda de la tecnología y modificaciones normativas, la

Contraloría general de la nación ha recibido una autonomía superior, para el control y fiscalización

“en tiempo real” que permite detectar anomalías a priori, sin embargo, es importante tener claro

que en Colombia por su modelo político y cultural que viene de antaño, es muy complicado

superar el cáncer de la corrupción sin una intervención radical y neutra de una entidad externa.

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