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La Peste Negra, también conocida como la Muerte Negra, fue una pandemia devastadora que ocurrió en

Europa durante el siglo XIV. Se estima que comenzó alrededor de 1347 y duró aproximadamente hasta
1353. Fue causada por una bacteria llamada Yersinia pestis, transmitida principalmente por las pulgas de
las ratas.

La enfermedad se propagó rápidamente a través de las rutas comerciales y se extendió por todo el
continente europeo, provocando una alta mortalidad. Se estima que la Peste Negra causó la muerte de
entre el 30% y el 60% de la población europea en ese período, con algunos lugares sufriendo una
pérdida aún mayor.

Los síntomas de la Peste Negra eran graves y a menudo mortales. Los afectados desarrollaban fiebre alta,
inflamación de los ganglios linfáticos (llamados bubones) y manchas negras en la piel, que dieron
nombre a la enfermedad. También se presentaban síntomas respiratorios, como tos y dificultad para
respirar en algunos casos.

Las consecuencias de la Peste Negra fueron enormes. La pandemia causó un colapso económico y social,
con impactos duraderos en la estructura social de la época. Además de las pérdidas humanas, hubo
escasez de mano de obra, lo que llevó a cambios en el sistema feudal y a mejoras en las condiciones de
los trabajadores.

A pesar de los estragos causados por la Peste Negra, las epidemias posteriores de peste fueron menos
mortales debido a una mayor resistencia de la población y medidas de control más efectivas. Sin
embargo, esta pandemia sigue siendo un evento histórico de gran importancia que dejó una profunda
huella en la historia europea.

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