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TRAZAR UNA LINEA... INSTAURAR UNA FRONTERA?

EL SIGNIFICADO DE UN LÍMITE EN LA REGION PIURANA1

Susana Aldana Rivera


En: Contracorriente.-
Lima, Vol 2: Nov., 1998.- pp.35-65

Para aquellos que no vivimos cerca de una frontera, ésta se nos presenta como una línea que divide
claramente dos territorios, separando, de un lado, a ellos, y, del otro, a nosotros. Pero para quienes
han vivido desde siempre en estas zonas, el límite -tan real para nosotros- se reduce a los puntos de
contacto oficial entre los agentes del orden de uno y otro país y simplemente desaparece en el
espacio que los separa. Una línea, límite o frontera2, que en verdad es imaginaria y que no es un
impedimento para las vinculaciones sociales ni para el desarrollo económico del espacio que
dividen. Por el contrario, los puntos de contacto oficial son aprovechados como lugares de activo
intercambio y el área se constituye en una frontera viva por el intercambio intenso de bienes y
personas 3 . Pero a pesar de la larga tradición de comunidad, de historia e intereses con sus
respectivos territorios nacionales, estos espacios se caracterizan por su fuerte espíritu regionalista
-cultivado tras muchos años de relegamiento político-económico- que las lleva a relacionarse entre
sí y con el resto, bajo una dialéctica peculiar y constante de pertenencia/ no-pertenencia4.

1
Cuando escribí este texto -como ponencia para un coloquio en Cochabamba (1991)-, vivía en Piura y trabajaba
como investigadora asociada del Cipca. Muchas de las ideas que están aquí presentadas tienen su sustento histórico-
documental en un trabajo sobre el norte hoy terminado pero todavía no publicado, y reflejan la preocupación que tenía
por el desconocimiento que había sobre la región de Piura y Tumbes así como sobre las conflictivas sensaciones de
quien vive en zonas fronterizas. Preocupaciones ambas que no han desaparecido sino que, por el contrario, han ido
creciendo con la historiadora y que creo que legitiman mi interés por publicar este texto, revisado, a pesar de que mucha
agua ha corrido bajo el puente.
2
Debe tenerse en cuenta que hay diferentes implicaciones entre lo que es un límite y lo que es una frontera. Esta
última no es solamente una línea de separación, más o menos permanente -como un límite- sino un espacio discontinuo,
movedizo y no permanente, que invita a penetrar y a no detenerse, que está vacío y puede ser ocupado (Prólogo de
G.Céspedes (1960) a la recopilación que hace de Frederik J. Turner, La frontera en la historia americana (Madrid:
Ediciones Castilla). Quizás nunca se ha discutido en nuestra historiografía porque nadie ha pensado nunca un espacio
nativo como vacío, a excepción, quizás, de la selva. Sin embargo, en este trabajo, me mantendré al margen de la
temática y utilizaré ambos términos como sinónimos.
3
Poyllau (s/f) presenta una interesante ejemplificación y definición de lo que es una frontera viva y una vacía en
relación a Venezuela. Mientras que prácticamente con el mismo contenido, Iturriza (1986) se sirve de los términos de
frontera activa e inactiva para su análisis.
4
Resulta apropiada la acertada caracterización que Iturriza (1986) hace de las áreas de fronteras; "... zonas aisladas
y alejadas de los centros dinámicos; con escaso y desigual desarrollo económico-social en relación con otras zonas de
los propios países; sin instituciones idóneas ni poder para adoptar o promover decisiones que den impulso a las
actividades locales; con recursos naturales insuficientemente explotados, e incluso, poco conocidos; en ocasiones con
deficientes vías de comunicaciones; vecinas a otras áreas de países linderos de similar conformación humana y
geográfica, en ocasiones con raíces sociales o étnicas comunes, sujetas a los efectos de políticas definidas desde los
gobiernos centrales, cuyos cambios en el transcurso del tiempo obstaculizan la continuidad de las relaciones que se
hubieran podido establecer con comunidades vecinas, y emplazadas en puntos geográficos que las tornan objeto de
eventuales fricciones e, inclusive, de conflictos con
el país colindante."
Con una misma herencia cultural, las diferentes regiones de la América española se vieron
envueltas en los procesos de conformación nacional. Entraron en conflicto las fuerzas centrífugas
de regiones consolidadas para fines del siglo XVIII y las centrípetas en torno a un polo de poder que
buscaban las definiciones territoriales así como las luchas por el posicionamiento de los noveles
países en el concierto latinoamericano. De manera progresiva, se vieron afectadas las estrechas
relaciones humanas establecidas en las áreas de frontera; conocidos son los problemas con los
aymaras por el sur e incluso, la percepción particular de los jíbaros sobre su espacio que entra en
conflicto cada cierto tiempo con la del Estado5. Es más que posible que las diferentes presiones de
los gobiernos centralistas sobre cualquier vinculación socio-económica fronteriza, no supusiera el
fin de dicha vinculación sino el recorte del ámbito de su influencia, como lo fue en el caso de Piura
y Tumbes.

El orden español implicó la delimitación arbitraria de jurisdicciones políticas que, si bien


rescataban divisiones étnicas previas, cortaban y separaban áreas geográficas continuas y
homogéneas y sobre todo, desarticulaban un sistema que desperdigaba en ellas, diferentes grupos
humanos para aprovechar mejor sus recursos. De acuerdo a la época, apenas si se tenía real
conciencia de la importancia de los límites (y más hacia afuera -con Portugal- que hacia adentro)
aunque la situación fue cambiando rápidamente desde la vuelta del siglo XVII conforme el estado
español se volvía crecientemente controlista: se comenzó a prestar mayor atención a las zonas de
frontera jurisdiccionales por cuanto era como un espacio- tierra de nadie donde era fácil escaparse
de las normativas y presiones de un estado en proceso de consolidación.

Pero el problema era que una de las formas como la Corona había podido mantener el control sobre
sus dominios hasta ese momento había sido no estableciendo con claridad los límites entre las
funciones de las diversas instancias burocráticas ni menos aún, los alcances reales de sus
jurisdicciones6. La amplitud de los territorios y la lógica de explotación de sus diferentes recursos
determinó la conformación de regiones7 y, por relaciones de complementaridad entre ellas, la de
macroregiones, como el surandino. Grandes áreas que, por sus dimensiones, normalmente
estuvieron divididas entre dos jurisdicciones, cual fue el caso de la que conformara el sur de la
audiencia de Quito con el norte de la de Lima. Las líneas límites estaban medianamente definidas
en la teoría; en el papel y en el caso de la región piurana y la de Guayaquil, se señalaba, por
ejemplo, Tumbes inclusive, Tumbes exclusive.

5
En el caso de Puno, por ejemplo, son muy visibles los problemas de la población aymara separado de su núcleo
étnico, ahora bolivianos. Problemas que se hicieron sensible también con las haciendas, como Larecaja, y que han
estallado en diversos momentos, sobre todo hacia 1915. Ver por ejemplo, el estudio de Lucho Bustamante (1987), Mito
y realidad: Teodomiro Gutiérrez Cuevas. Rumi Maqui en el marco de la sublevación campesina de Azangaro (1915 -
1916) (Lima: PUC, Ts.Br.: cap.III). En el norte, la aislada llamada de atención sobre los "territorios vacíos" dela selva
norte es hecha por José María Guallart (1981), Fronteras vivas: poblaciones indígenas en la cordillera del Cóndor.
(Lima: CAAP).
6
Elliot (1990) señala que las líneas de separación de los organismos burocráticos no estaban nítidamente trazadas,
que diferentes ramas del gobierno podían superponerse en un sólo funcionario y que había infinitas posibilidades de
fricción las que sólo podían resolverse con una larga apelación al Consejo de Indias.
7
Para definir lo que se entiende por región, confrontar la suscinta revisión que Urrutia (1985:16) realiza y que
resume señalando que "la región integra un aspecto geográfico organizado socialmente; economía, cultura,
administración se interrelacionan sobre la base de organización de la producción y sus circulación/consumo".
¿Qué cuál era el verdadero límite? No es un trabajo de geopolítica y no es lo que nos interesa saber,
menos aún cuando, puestos en la realidad, por la continua interacción entre la gente de esa gran
región la línea fronteriza no era mayormente importante; es decir, casi de hecho y de derecho, el
límite no se percibía como tal: la gente del sur de una audiencia y del norte de la otra se movía por
el espacio como lo que era, una zona geográficamente continua. Al menos durante la época
virreinal; con el devenir histórico fue variando su significación y alterando progresivamente la vida
de gente de las zonas que dividía, envolviendolas en un proceso de cambio del que probablemente
no fueron conscientes. Prácticamente de la nada, las guerras nacionales y el propio proceso de
conformación del estado nacional terminaron por establecer no sólo límites sino verdaderos muros
de división entre uno y otro territorio.

Por eso, mi interés es acercarme a lo que pudo significar la resignificación de una línea limítrofe
para el conjunto de la lógica socio-económica que articulaba un espacio dado como el de esa gran
región en la que estaba inserta la de Piura-Tumbes. A la luz de lo dicho, parto del supuesto que el
mero hecho de trazar una línea de frontera no supone una división tajante de los espacios que separa
sino el inicio de un largo proceso de diferenciación regional/ nacional entre los pobladores de
dichas zonas que en realidad, se agudiza en el siglo XX con la definición de la polaridad capitalina
de Lima. Al menos en la teoría, no es lo mismo una frontera entre dos audiencias pertenecientes a
un mismo virreinato, que una entre dos audiencias dependientes de dos entidades mayores
diferentes o finalmente, una frontera que divide dos repúblicas.

En el primer caso, las audiencias de Lima y Quito caen bajo la jurisdicción de un mismo virreinato,
el del Perú, por lo que cuentan con el mismo polo de poder burocrático y responden a la misma
normatividad administrativa8. En el segundo, el virreinato del Perú sufre una primera división y
las audiencias fueron separadas; luego de idas y venidas, la audiencia de Quito es colocada bajo la
jurisdicción del flamante virreinato de Nueva Granada. Pero tanto el Perú como Nueva Granada son
entidades jurídico-administrativas independientes entre sí, aunque es verdad, ambas sometidas al
dominio de un núcleo mayor, la metrópoli española. Así, mientras la provincia de Piura acató la
administración de un mismo polo de poder burocrático durante todo el período virreinal, el de la
capital limeña; Cuenca, su contraparte en la gran región, subordinada a la audiencia de Quito, sufrió
los avatares de la erección del virreinato de Nueva Granada y pasó por tanto, a depender de la
ciudad de Bogotá, capital del mismo9. Finalmente, la última y definitiva variación se daría con el
establecimiento de las nuevas repúblicas.

A partir de este momento la situación comienza a cambiar radicalmente. Los países fueron creados
en buena cuenta, sobre las divisiones territoriales del orden anterior pero un elemento se vino a
sumar a la independencia jurídico-administrativo que significaba la dependencia de dos polos de
poder en dos virreinatos: la soberanía. El derecho de gentes que, en Europa, normaba las relaciones
8
No está por demás recordar, que Lima, la Ciudad de los Reyes, tenía en realidad una doble función: era capital de
la audiencia de Lima -a semejanza de Quito- y también del virreinato. Esta última anuló siempre a la primera.

9
En un proceso poco estudiado, se crea en 1719 el efímero Virreinato de Santa Fe, incoporándose la audiencia de
Quito, que fue anulada, y cuyos territorios pasaron a depender directamente de Bogotá. Cuando este virreinato fue
suprimido en 1724, Quito recuperó su condición de audiencia que no perdió, pese a ser adscrito al reinstaurado
virreinato de Nueva Granada en 1739.
entre los diferentes reinos, pasó a sancionar, en América, las relaciones entre las diferentes
repúblicas; en adelante, el derecho internacional aseguraría a los nuevos países el regir sus destinos
sin sujetarse -al menos en teoría- a otros intereses que los propios.

Por último, no podemos olvidar que las distintas significaciones legales de las líneas limítrofes
respondieron a diversas coyunturas externas, mundiales- europeas, que enmarcaron el propio
proceso histórico español y el desenvolvimiento de sus políticas de gobierno para con sus colonias.

Dentro de este marco y para comprender la incidencia de una línea de frontera en Piura,
caracterizaré esta región, eminentemente mercantil y el tipo de vinculación con las regiones
circundantes. Asi podré entender primero, el impacto de la resignificación de la una línea en la
sociedad piurana vinculada al espacio circundante a lo largo del siglo XVII, tras la creación de la
nueva jurisdicción virreinal. Luego ver como, después de un período de readecuación a los cambios
vinculados a la situación propia del siglo XVIII -cuya consecuencia directa fue el afianzamiento de
las características regionales y macroregionales-, la independencia y posterior sistema republicano,
implicaron la ejecución efectiva de lo que esa primera resignificación dejara entreveer: el corte de la
lógica socio-económica de articulación de regiones y la ruptura definitiva del espacio de una gran
región. Lento proceso de descomposición del sistema espacial virreinal que en el caso del norte ha
requerido más de un siglo para el establecimiento real de una frontera internacional.

En la frontera de dos audiencias.


Es conocido que Piura fue el primer punto de choque con los españoles. Apenas iniciado
el proceso de conquista -e incluso antes-, la Corona otorgó mercedes y privilegios sobre un espacio
cuya extensión ni riqueza conocía cabalmente y a semejanza de su propia realidad, reprodujo el
sistema de audiencias como un primer intento de organización administrativa las cuales se
convirtieron en la base de la institucionalidad toledana. Pero ese poco conocimiento unido luego a
la política expresa de indefinición jurisdiccional, se reflejó en que hasta fecha tan tardía como 1613
cuando se creó el obispado de Trujillo, Piura dependiera en lo administrativo de la audiencia de
Lima y en lo eclesiástico, del obispado de Quito10; o que repentinamente, los territorios limítrofes
de esta región se encontraran -entre 1717 y 1720- en una confusa situación de acefalía
administrativa ante la supresión de esa audiencia norteña11. Esta política se mantuvo latente a lo
largo de toda la etapa colonial, manifestándose expresamente a fines de la misma. Pensemos sino
por un lado, en Guayaquil y sus constantes enfrentamientos con Quito, capital de la que dependía
pero a la que no acataba, a menos de serle conveniente12. Y del otro, recordemos todas las marchas
y contramarchas de la política española en la vuelta del siglo y primera década del XIX con respecto
justamente a la jurisdicción de ese puerto, militar tan sólo para unos y jurídico-administrativa para
otros- y sobre todo, la del territorio del obispado de Maynas; problemática herencia que no termina
10
Resalto la diferencia porque si bien sabemos que eran instituciones diferentes, la monarquía se sirvió de la
administración eclesiástica para el gobierno de las colonias, sobre todo en aquellas partes donde la burocracia civil no
llegaba como los espacios de misiones.
11
Algo de lo cual ya hemos señalado anteriormente. Un breve estudio del tema en Rose Marie Terán Najas (1988),
Los proyectos del imperio borbónico en la Real Audiencia (Quito: Abya Yala;Tehis, Cap.II).
12
El problema estribaba en que los guayaquileños pudieron siempre acudir directamente a Lima, saltándose las
normativas de su capital audiencial. Para un ejemplo de esta interesante pugna regionalista Quito-Guayaquil, ver a J.
Estrada Icaza (1984), La lucha de Guayaquil por el Estado de Quito (Guayaquil: Archivo Histórico del Guayas; BCE).
de resolverse13.

Sin embargo, establecidas las audiencias de Lima y Quito en el siglo XVI, las constantes (y
progresivamente crecientes) interrelaciones entre la parte norte de una y la del sur de la otra,
posibilitó la articulación de una macroregión en el tardío siglo XVII. Esta se extendía a manera de
pinzas desde Cuenca y Guayaquil 14 , cerrándose hacia Trujillo tras abarcar Loja, parte de Jaen,
Tumbes, Piura, parte de Cajamarca y Lambayeque, en dirección de norte a sur si se considera que el
núcleo mercantil más importante era Lima, la capital, a donde apuntaban los que giraban en la zona
tanto para colocar como para abastecerse de productos 15 . Mientras Jaen y Cajamarca, menos
integradas, se ubicaban en las zonas límites de la gran región, Lambayeque y Trujillo se orientaban
más hacia la capital o eran los puertos de entrada a la sierra. Piura, provincia limítrofe entre dos
audiencias, no sólo formaba parte de la gran región surquiteña-norlimeña sino que junto con Loja,
Cuenca y en menor medida Guayaquil, se convirtió en el corazón de la misma; de estos puntos la
carrera de Lima-Quito abandonaba definitivamente la costa y se internaba en la sierra. Sin embargo
debería esperar al siglo XVIII para reemplazar en importancia a la ruta marítima.

El interés mercantilista metropolitano determinó la preferencia por el desarrollo de las zonas


productoras de metales preciosos en sus colonias. El sur andino, articulado alrededor del Cerro Rico
de Potosí y en el que se localizaba el mayor peso de la población indígena (filón de mano de obra),
concentró el interés de la capital virreinal16. El norte fue para el gobierno un polo de atracción
temporal pues las minas de oro de Zaruma concitaron algo de su atención pero la fugacidad de su
explotación determinó la del interés limeño. Sería recién hasta 1771 con Hualgayoc cuando,
finalmente, el norte captara la atención capitalina, aunque para este momento el desenvolvimiento
del proceso colonial había despertado el interés por otros recursos, productos naturales que se
hallaban generalmente en zonas hasta entonces periféricas.

No es menos lo que se puede decir de la capital de la audiencia quiteña, que normaba -muchas
veces en teoría- sobre la parte complementaria de la región de Piura, la de Loja y Cuenca. Capital
enclavada en medio de la sierra, de muy difícil acceso y para la que justamente el siglo XVII fuera
la etapa cumbre de su producción textil; estuvo enfrascada en la producción de los paños de Quito
cuyos mercados estaban en el norte y hacia el sur, sobre todo Potosí17. Mercados éstos últimos a los

13
Pienso en el problema limítrofe que tenemos desde el mismo inicio de nuestra vida republicana con Ecuador,
primero como parte de la Gran Colombia y sobre todo, a partir de su definición como país en 1830. Hay numerosísima
bibliografía al respecto; como ejemplo, véase el libro del diplomático ecuatoriano Julio Tobar Donoso (1945), La
invasión peruana y el Protocolo de Río (Quito: Editorial Ecuatoriana) y más mesurado, a Alfredo Pareja Diez Canseco
(1979), Ecuador: la República de 1830 a nuestros días (Quito: Editorial Universitaria). En nuestro caso, el clásico
trabajo de Cornejo y Osma (1905)y de muy reciente data, el de Félix Denegri Luna (1997), Perú y Ecuador: apuntes
para la historia de una frontera (Lima: Bolsa de Valores de Lima; Instituto Riva- Agüero; PUCP, 378).
14
Estas dos ciudades junto con Quito fueron los vértices del triángulo económico de la audiencia del mismo nombre
(Miño Grijalva 1984).
15
Ver al respecto, Pérez Cantó (1985) y Haitin (1986).
16
Un interesante panorama visual sobre la densidad y la distribución de la población indígena con respecto a la
población total para 1780 en el virreinato del Perú en Jürgen Golte (1980), Repartos y rebeliones (Lima: IEP).
17
La producción textil quiteña estuvieron determinadas por los ciclos mineros. Un estudio de caso ilustrativo el de
Rocío Rueda (1988), El obraje de San Joseph de Peguchi (Quito: Tehis) mientras que una visión general en Manuel
Miño Grijalva (1993), La protoindustria colonial hispanoamericana (México: FCE, 226p.)
que llegaba gracias al fuerte intercambio de principalmente aguardiente sureño y manufactura
europea, a través de Guayaquil y vía Lima.

Sin la presencia de una actividad productiva predominante en ella, la gran región


surquiteña-norlimeña se nucleó en base a las intensas relaciones que generara el pequeño comercio
y la mediana producción agropecuaria. En ella se asentó, preferentemente por la sierra, primero el
trigo y luego la caña de azúcar sin que la una desplazara a la otra -cual fue el caso en sus valles
costeño más al sur18- así como maíz y algunas menestras (garbanzo, pallares, alverjas). Por la costa,
el cultivo de frutales y algodón y caña en las áreas más secas, dominaban el panorama. En la línea
de producción, Piura desplegó, para la zona, una importante actividad ganadera, vacunos por la
sierra y principalmente caprinos por la costa. Gracias a ello pudo producir jabón, un derivado de la
grasa animal que la vinculó activamente al resto del área y que la hizo incluso proyectarse fuera de
su espacio19. Pero aunque propio de la región, el jabón formaba parte de un nutrido número de
mercancías que en pequeña escala, negoceaban los comerciantes de la zona. Paños y efectos de
Castilla, los principales productos en tránsito en la zona, se comercializaban junto con cordovanes,
cera de la tierra, tinta añil, zarzaparilla, etc. El puerto de Paita se convirtió en la escala
prácticamente obligatoria de los barcos de la Armada del sur cuyo destino final era el Callao. En
este puerto norteño se carenaban los navíos, se aviaba la tripulación y desembarcaban pasajeros
para por tierra, viajar a la capital. Punto de inicio del comercio de efectos de Castilla en la carrera
Lima-Quito, que establecería la dirección sur-norte en la distribución de mercadería como la
predominante en la gran región durante toda esta etapa, Paita se convierte en el XVII hasta
mediados del XVIII, en el núcleo más importante de la actividad mercantil de la región de Piura
aunque la vincula más con el exterior que consigo misma. Es decir, volcado hacia afuera, hacia el
gran comercio ultramarino de la Armada del sur, mantuvo un radio de influencia medianamente
superficial dentro de la misma región.

Sin embargo, con tanto movimiento comercial, no es de extrañar que la actividad mercantil
signara la sociedad piurana. La frecuencia en el intercambio de mercancías y la diversidad de los
productos negociados influyó en que las abruptas diferencias entre las distintas capas sociales
característica de otros espacios virreinales, se debilitaran y permitieran una mayor fluídez entre los
sectores y actores sociales. Además por ser lugar de paso, la frecuencia de contactos con foráneos
que llegaban desde varios puertos de la costa o que bajaban por la sierra y que se asentaban en
diferentes puntos de la jurisdicción de Piura como residentes en tránsito, vitalizaba las relaciones
humanas y hacía de esta sociedad, una entidad más propicia al cambio; particularidad importante
posteriormente.

Intenso tráfico de productos y sobre todo de hombres que habría posibilitado que, a semejanza de
Piura, el resto del espacio de la gran región se fundase en el comercio y mediana agricultura
compartiendo, en mayor o menor grado las características mencionadas. Por otro lado, ese frecuente
contacto habría generado una cierta conciencia de pertenencia o de comunidad de intereses en este

18
Me refiero al caso de Lambayeque o a los valles de Chicama. En Susana Ramíres (1986), Provincial Patriarcs:
Land tenure and the Economics of Power in Colonial Perú (Albuquerque: University of New Mexico Press) se puede
ver ese proceso de desplazamiento y su impacto en la sociedad lambayecana.
19
Riobamba y Quito fueron los principales mercados a los que se enviaba el jabón piurano -que probablemente era
utilizado en los obrajes quiteños, pero tambiérn era enviado a Lima, de donde se le redistribuía. Ver Aldana [1988]
espacio, posibilitando una coherencia macroregional muy fuerte que la sobrepondría a los diversos
avatares de su desarrollo.

Un límite diferente: entre dos virreinatos.


Al crearse el virreinato de Nueva Granada, la línea limítrofe entre las dos audiencias pasó a ser una
de frontera entre dos virreinatos; en adelante los territorios de la gran región dependerían de dos
núcleos de poder diferentes: Lima y Santa Fe de Bogotá.

Esta primera muestra de la imposición plena del absolutismo como sistema de estado supuso la
ejecución de todo un paquete de reformas a lo largo del siglo XVIII y respondió coyunturalmente a
un cúmulo de tendencias al cambio en el panorama internacional. En la carrera progresista que se
iniciaba -y cuyo auge sería en el XIX- participaban todo los países europeos aunque ya hacia la
segunda mitad del siglo XVIII era cada vez más manifiesta la preeminencia inglesa en el proceso.
La revolución industrial, que arrancaría en ese país en el período señalado y que lo convertirían en
el ente rector del mundo por algo más de un siglo20, implicaba el acceso a un número cada vez
mayor de mercados; expansión continua que permitiera colocar la producción creciente de
mercadería obtenida, entre otras cosas, gracias a la utilización de nueva tecnología y a la
implantación del sistema fabril.

Las modificaciones de las relaciones de fuerza en el contexto europeo volvían imperativa la


reorganización de la administración española. Reorganización que, de un lado, levantara la
decadente economía y del otro, detuviera la progresiva pérdida de autoridad de una debilitada
monarquía. El signo de ese cambio para las colonias fue la ascensión al trono español de una nueva
dinastía. Los borbones buscaron delimitar un espacio dentro de la nueva dinámica que se estaba
generando lo que supuso para las Indias convertirse en colonias, es decir, explotar sus recursos en
beneficio y sostén de la monarquía. España dependía de su "vasto imperio americano para
asegurarse un lugar en el concierto de Europa" (Brading 1990:91).

Conforme avanzaba el siglo XVIII, se fue incrementando el interés por zonas periféricas; la
atención a las áreas nucleares de las culturas andinas y mesoaméricanas -característica de los siglos
anteriores- fue desplazada a las regiones de frontera21. En el sur, Venezuela y Río de la Plata
fueron las zonas con mayor despegue económico aunque otras regiones -límítrofes dentro de las
divisiones administrativas cual es el caso de la gran región surquiteña-norlimeña - también se
desarrollaron, desplazando el eje de poder económico hacia ellas. Situación más notoria para el
caso de Quito que el de Lima cuya jurisdicción e intereses en juego eran bastante más amplios que
los de la audiencia mencionada.

Las aparentes ventajas que le suponía a España controlar un mercado tan grande como el de sus
colonias -el cual no llegaba a satisfacer- y contar con regiones de las que se obtenían productos de

20
Ver el clásico libro de Eric Hobsbawn (1977), Industria e Imperio: una historia económica de Gran Bretaña
desde 1750 (España: Ariel)
21
Idm. No está demás resaltar al respecto la posición de Wallerstein sobre el sistema economía-mundo. Cfr.
Inmanuel Wallerstein (1974), The modern World System: Capitalista Agriculture and the Origins of the European
World-Economy in the XVI Century (New York: Academic Press).
creciente demanda, como para ubicarse en el terreno económico mundial, se anulaban con la pesada
carga de un arcaizante aparato burocrático que trababa las políticas modernizadoras en el largo
plazo pese al cambio de dinastía y a la ideología ilustrada que la sustentaba. Sin embargo, la
necesidad de controlar su imperio americano hizo que la Corona española desarrollara una
estrategia de geopolítica, para la defensa interna y externa de sus colonias así como para su mejor
manejo burocrático. Estrategia que se tradujo en la fragmentación de las grandes jurisdicciones
administrativas. Detener la creciente presencia extranjera, lograr el control interno y tener una
mayor capacidad de movimiento en el campo burocrático en miras a la ejecución del paquete de
reformas, enmarcaron la creación del Virreinato de Nueva Granada y resignificaron la línea que
dividía las dos audiencias.

La gran región surquiteña-norlimeña, como hemos visto, era un espacio periférico al interés de las
capitales que lo regían, Lima y Quito. Pero conforme se desenvolvía el siglo XVIII comenzó a
atraer la atención de ambos núcleos de poder administrativo. Valga la salvedad, sin embargo, que
nunca desplazó y ni siquiera equilibró, el interés limeño por la región sur. A pesar de ello, esa
atención se centraría en productos propios de la gran región: la cascarilla obtenida por la parte de
Loja principalmente aunque también por Jaen, el tabaco y sobre todo el cacao en la región de
Guayaquil, y el algodón en Piura. Productos cuyos momentos culminantes en importancia
económica demorarían un siglo en darse -como en el caso del cacao y del algodón- pero que sin
embargo, tuvieron una sostenida demanda comercial con un cierto auge en el último tercio del
XVIII y en la vuelta de este siglo22. Ellos fueron también motivo de pugna entre una capital que se
negaba a perder su preeminencia virreinal y una capital audiencial que, independizada de su
dominio, buscaba un mejor control del espacio que le correspondía -principalmente el de la pujante
costa, Guayaquil, que tradicionalmente la había desafiado por su facilidad de comunicación directa
con la capital virreinal.

Piura no escapaba a las implicaciones que a todo nivel encerraba un panorama como el descrito; por
el contrario, la envolvían y le hacían sentir los efectos de los cambios. La creación del virreinato
de Nueva Granada unido al fin de la Armada del sur y a la presencia de un mayor comercio por
Cartagena significó una modificación en la direccionalidad del tráfico comercial. Mientras que
antes el tráfico había sido sur-norte, a partir de Lima y con Paita como el punto clave de los
circuitos de comercio, ahora la ruta venía de norte hacia el sur. Algunos años después de 1740,
Piura comienza a recibir "mercaderes tratantes"; mercaderes que, provenientes de Quito,
negociaban productos europeos adquiridos en el puerto neogranadino. Comerciantes cuya presencia

22
Cuando escribí este texto no había mucho sobre la cascarilla; ahora están los trabajos de Miguel Jaramillo y de
Ruth Moya; no obstante, una interesante introducción con el Martine Petitjean e Ives Saint-Geours (1988), "La
economía de la cascarilla en el Corregimiento de Loja" (en Cultura, Revista del Banco Central del Ecuador, Quito,
No.15). Con respecto al cacao hay bastante bibliografía para el siglo XIX pero quizás el único para el virreinato es el de
Carlos Contreras (1990), El sector exportador de una economía colonial: la costa del Ecuador: 1760-1830 (Quito,
Flacso; Abya- Yala). El tabaco cuenta con un estudio poco difundido de Rivera Serna y uno de Cristine Hünefeldt
(1986),
"Etapa final del monopolio en el virreinato del Perú: el tabaco de Chachapoyas" (en Nils Jacobsen; Puhle, ed..- The
Economies of Mexico and Perú during the Late Colonial Period 1760-1810 (Berlín: Colloquium Verlag). El algodón
del sur cuenta con un trabajo pionero de Pablo Macera (1966), "Algodón y comercio exterior peruano" (en: Pablo
Macera.- Trabajos de Historia.- Lima: INC, t.3.- ps.275-296) más el piurano es huérfano de estudios netamente
históricos.
fue fácilmente asimilada primero porque la gente de la zona estaba acostumbrada al continuo
tráfago de forasteros y luego porque ahora era esos comerciantes los que tenían los efectos de
Castilla que se necesitaban. Sin embargo, ese cambio en la direccionalidad supuso un freno al
desarrollo de la actividad mercantil. Las vinculaciones establecidas hacia el sur, para con Lima,
debieron anquilosarse por falta de transacciones comerciales y sobre todo debieron de ser recreadas
hacia el norte. Cosa no tan sencilla si consideramos la definición y la redefinición a las que
debieron enfrentarse los núcleos de poder; el uno, Bogotá, recién elevado de categoría y con las
nuevas responsabilidades que ello le significaba; y el otro, Lima, sufriendo los recortes territoriales
y la disminución de sus entradas fiscales. Hacia la década de los '50 y los '60, se comienzan a dejar
sentir los efectos; encontramos a los piuranos volcados hacia la agricultura y principalmente la
ganadería cual fuera la tónica en los primeros años de la conformación regional.

Los grandes comerciantes locales se difuminan en el período señalado y reaparecen posteriormente


cuando la demanda por productos de la gran región, cascarilla inicialmente luego cacao y algodón,
impulsan a los grandes mercaderes limeños a invertir sus capitales en la zona. Productos cuyo
intercambio determinan que para el último tercio del siglo XVIII, se revitalize el comercio regional
a partir del núcleo capitalino. En ello confluyó la escasez de numerario que propiciaba las
transacciones encadenadas, la complementaridad económica Piura-Loja-Cuenca fundada en el
algodón de la primera 23 y el reglamento del libre comercio cuyo boom inicial procuró de la
suficiente mercancía de intercambio pero que al mediano plazo resultó en la quiebra de muchos
grandes mercaderes piuranos. Esta revitalización propició el auge de la ruta terrestre; nuevamente
desde Lima se enviaban los productos europeos hacia el norte mientras que desde esta zona
llegaban efectos de la tierra. Para esta época se revirtió la dirección del comercio a su sentido
original, es decir de sur a norte.

El comercio marítimo siempre presente, activó la vida de la región pero de una manera focalizada.
Paita, el núcleo de la actividad mercantil en el siglo anterior, se supeditó a la vida comercial de
Piura. Era el puerto de salida para los productos de la sierra, azúcar de Celica y Catacocha,
cascarilla de Loja, harina de Ayabaca, etc. Atraía posibles pasajeros y sobre todo, mercaderes y
arrieros del mismo puerto y de otros puntos de la costa (Colán, Sechura) y contaba con un gran
movimiento de mercancías y bastimentos para el avío de los barcos. Fuertemente vinculado a la
Armada del Sur, su predominio en el ámbito comercial se perdió con el fin del sistema de flotas.
Por el contrario, la ruta terrestre que tenía incluso partes de transporte marítimo (de cabotaje con
pequeños navíos y balsas), dio vida a todos aquellos pueblos por los que pasaba; el tráfago continuo
de personas y las interrelaciones humanas que generaba el constante intercambio mercantil, no sólo
significaron el beneficio económico de los tratantes sino de toda la cadena de gente a ellos
vinculada.

La Corona trató de monopolizar los beneficios de algunos de esos productos que vitalizaron la gran
región surquiteña-norlimeña. El contrabando de mercancía europea fue siempre un problema para
las autoridades españolas pero el de esos productos estancados se convirtió en un verdadero dolor
de cabeza. Tal actividad encontraba las condiciones ad-hoc para desarrollarse en esta región; zona

23
Palomeque (1983), sostuvo la complementaridad del eje Piura-Loja-Cuenca: el algodón de la primera era enviado
y procesado en la última; las mulas lojanas fueron vitales para el traslado de la materia prima así como del producto
acabado.
periférica a la administración central -y por tanto un cierto relajamiento con respecto al concepto de
autoridad-, conjugaba un amplio litoral con multitud de caletas idóneas para el atraque de pequeñas
balsas o navíos de corto calado con un territorio con amplias extensiones de despoblado por la costa
y una suave cordillera por la sierra. Cascarilla que se encontraba en los fardos de ropa o mazos de
tabaco que iban escondidos en las petacas y zurrones eran motivo de numerosos informes oficiales
en los que se solicitaban pautas para actuar contra la ilegalidad. Sin ningún medio para poder
medir el volumen envuelto tan sólo queda fiarse de los documentos que registran tales quejas y en
los que quedan manifiestos muchas veces los intereses establecidos entre las regiones separadas por
un límite virreinal.

Visto desde Piura, la presencia de esta línea no significó un cambio substancial en el desarrollo de
las actividades económicas, sobre todo el comercio, ni tampoco una notoria alteración de las
vinculaciones tradicionalmente establecidas entre las sociedades de la macroregión. Sin embargo,
supuso una nueva percepción de una mayor diferenciación regional entre piuranos, lambayecanos,
lojanos, cuencanos, guayaquileños, etc., enmarcada por la pertenencia a uno u otro virreinato: en la
documentación de la época dejan de señalarse simplemente como vecinos de tal o cual lugar para
pasar a identificarse como del comercio de una ciudad en particular.

De este modo, esta línea limítrofe habría sido, para la gente de la región, un ensayo o una asunción
progresiva de lo que luego sería algo definitivo, la ruptura de la gran región -con la subsecuente
diferenciación regional y de países- debida a la desarticulación económica de los espacios de
frontera que implicó la conformación de dos estados nacionales.

Región limítrofe de dos repúblicas.


A fines del siglo XVIII y principios del XIX, el desgaste del sistema colonial español, el
alejamiento metropolitano ante la necesidad de resolver sus problemas internos y la acción
corrosiva de las ideas liberales en el interior de esos territorios, cristalizaron en movimientos
independentistas. Justamente de Venezuela y de Río de la Plata, las zonas periféricas con mayor
despegue económico (sobre todo a fines del siglo XVIII gracias a la expansión de la economía de
exportación), de los núcleos más dinámicos de la actividad mercantil, surgieron las dos corrientes
que librarían al espacio colonial de tal condición. Con proyectos diferentes más de forma que de
fondo, San Martín y Bolívar defendían el libre comercio y ambos buscaron implantarlos por
decreto. Las reacciones para con ello fueron diversas; la élite limeña se opuso perjudicando la causa
independentista sanmartiniana primero y generando un nacionalismo antibolivariano después.

En el norte, la fiebre independentista sacudió por igual al espacio de la gran región; nada como
implantar (o legitimar) el libre comercio en una área que se sustentaba en tal actividad y que se
había visto limitada por las restricciones coloniales. Tanto Lambayeque como sobre todo
Guayaquil, los dos centros más activos de comercio de la macroregión surquiteña-norlimeña
optarían abiertamente por la independencia.

Desde antes de la presencia concreta del ejército libertador, en la macroregión se encontraba un


ambiente propicio, favorable hacia su causa. En la colonia girar en una actividad como la comercial
suponía para el mercader, tener montado toda una red de comunicaciones que lo mantuviera
informado de lo que sucedía en su área de trabajo. Conocer el estado de los diferentes mercados a
los que llegaban sus productos o tener noticias sobre la presencia de algún deudor en un lugar
determinado era de importancia clave, vital para sus negocios. Pero junto con estas noticias, le
llegaba muchas otras y ciertamente aquellas referidas a lo que sucedía en el resto del territorio
colonial. Traficando por mar con Panamá y Chile y por tierra, contactando con mercaderes
neogranadinos, es indudable que los mercaderes piuranos -y norteños- conocían los sucesos,
seguían los acontecimientos y quizás hasta manejaban los argumentos esgrimidos por uno y otro
bando. En Lambayeque, por ejemplo, había una élite pro-independencia movilizada desde 181824 y
Guayaquil, optando esta vez decididamente por la causa separatista, será la que encabeze las
proclamas independentistas. Llegará incluso a plantearse la disyuntiva de establecerse como
república independiente o unirse al Perú; su floreciente economía se lo permitía. Sus dudas, sin
embargo, fueron bruscamente resueltas con su forzada incorporación a la Gran Colombia25.

Es probable que una situación como la reseñada haya sido común al conjunto del norte aunque con
diferentes grados de aceptación y actividad y que a manera de plataforma haya facilitado el accionar
posterior del ejército libertador en el área. En todo caso y en el lapso de unos pocos meses de
diferencia, las ciudades y los pueblos de las diferentes regiones optaron por la independencia26.
Piura flanqueada por esas dos regiones decididamente separatista así no hubiera estado convencida
de abrazar la causa independentista, no hubiera tenido otra opción. La lógica mercantil que
articulara la macroregión había entretejido los intereses de las diferentes partes de modo tal, a ese
momento, que aislarse de ella significaba bloquearse económicamente a sí misma. Sin embargo, a
pesar que colectivamente se podían inclinar a desarrollar una política de comercio liberal, en otros
aspectos -como en la reorganización del gobierno- tendían más bien a desarrollar una política de
moderada a conservadora. Sellada la independencia, después de la experiencia bolivariana, junto
con el conjunto de la élite norteña, Piura debió inclinarse hacia el protecciónismo.

El fin del orden colonial implicó la conformación de repúblicas sobre las antiguas demarcaciones
administrativas, audiencias principalmente. Las de Lima y Quito pasaron a formar parte -en el
primer caso- y a ser -en el segundo- repúblicas independientes; la línea que las dividía pasó a limitar
dos países soberanos. Los nuevos estados se enfrentaron a una total desorganización inicial y la
sucesión de caudillos en el poder no permitía contar con la suficiente estabilidad como para resolver
los graves problemas internos que los acosaban. A ello se unió el afloramiento de los intereses
regionales que buscaban sus propias definiciones nacionales y que supuso un enfrentamiento con
los afanes centralistas de los núcleos de poder tradicionales. En el norte del Perú, la república
concluyó el proceso de traslación progresiva de la importancia de la sierra a la costa que se había
venido perfilando a lo largo de la etapa colonial27. Piura con su creciente producción algodonera,
confirmaría tal proceso en su territorio.
Para la gran región, la separación republicana supuso enfatizar la desorganización de relaciones y
24
Personaje clave de la independencia lambayecana y norteña es Juan Manuel Iturregui quien hacia 1818,
fundara una logia masónica derivada de la Lautaro e incluso, consiguiera armamento para la causa. Ver Byrnes 1974.
25
Guayaquil fue república independientes entre 1820 y 1822. Ver Cubitt 1984:218.
26
Las fechas de independencia de las ciudades son: Guayaquil (9 de octubre de 1820), Cuenca (3 de noviembre de
1820), Loja (18 de noviembre de 1820), Lambayeque (27 de diciembre de 1820), Trujillo (29 de diciembre de 1820),
Piura (6 de enero de 1821), Tumbes (7 de enero de l821), Cajamarca (enero de 1821). Maynas y Jaen fueron las
ciudades que se independizaron más tarde, en Mayo de 1821. Ver Vargas Ugarte (1981: t.6).
27
Lo dicho es visible incluso en el lento abandono del Capacñam, circuito vial inca, en favor de la ruta costera lo
cual significó para Piura, el relajamiento del eje transversal hacia Loja y Cuenca (Deler 1990).
vínculos anquilosado por la falta de giro comercial. Los últimos años coloniales habían golpeado
fuertemente a las actividades económicas; en Piura, por ejemplo, a una etapa de lluvias fortísimas le
había sucedido una de sequía extrema. Situación disturbadora de por sí para la vida regional a la
que se le había sumado el proceso independentista. Por otro lado y también a fines del período
virreinal, Guayaquil había comenzado a emerger como un puerto con el suficiente movimiento
económico como para competir con el Callao28, lo que había implicado un lento reacomodo de los
circuitos de la gran región -Piura incluída- hacia ese punto. Tal vez, de no haber mediado la
independencia se habría producido un nuevo cambio en la direccionalidad del tráfico comercial,
esta vez en gran escala y hacia Guayaquil. La gran región se encontró así en medio de un proceso de
reestructuración de circuitos cortado abruptamente con la independencia y con la sujeción de su
espacio a dos dinámicas nacionales diferentes. Envuelta entonces, en un proceso anterior, el
establecimiento de una línea limítrofe implicó una desestructuración relativamente rápida de la
lógica económica que cohesionara este gran espacio; sin un núcleo proveedor de productos
manufacturados para el intercambio por productos locales, no se podía completar el ciclo de la
transacción.

Para la parte serrana de la macroregión, Cuenca, Loja y Cajamarca, tal desestructuración supuso la
ruptura del eje transversal que las vinculaba a la costa piurana y les significó la pérdida del acceso a
su puerto de salida natural, Paita. Situación negativa incluso para las dos primeras regiones que
con muchos esfuerzos, mantenían contacto y comunicación con el puerto de Guayaquil. Empero esa
pérdida implicó el aislamiento de la sierra la cual, al no poder redefinir sus circuitos comerciales,
debió encerrarse en sí mismas y producir para el autoconsumo, es decir, rearcaizar su economía.
No obstante, este encierro generarìa las tendencias que definirían su peculiar desarrollo
decimonónico, sobre todo para el caso de Cuenca y en menor medida, Loja29.

Por su parte, para la costa, sobre todo para Piura, la desestructuración de la gran región y de los
circuitos en ella establecidos significó un período de estancamiento regional, principalmente en la
primera mitad del siglo XIX. Si bien debió cubrir cuotas de aprovisionamiento para el ejército, su
territorio no llegó a ser teatro de operaciones militares que lo dejaran exausto aunque si se convirtió
en el lugar de paso y avío de caudillos derrotados del propio y del vecino país; rol poco afortunado
que compartió con otras zonas de este gran espacio, principalmente Guayaquil y Cuenca 30 . El
estancamiento de Piura significó hacer de la agricultura el eje de su actividad económica y si logró
tener cierta vitalidad fue porque contaba con un producto como el algodón cuya demanda se
incrementaban lenta pero constantemente en el mercado internacional. Por ello, es dable pensar que
la élite piurana debió buscar recrear -como lo hacía el resto de la élite norteña- los anticuados

28
Palomeque (l979) demuestra como lentamente y a partir de 1810, el puerto de Guayaquil comienza a despegar y a
competir con el del Callao.
29
Con respecto a la rearcaización, concuerdan Palomeque (1990) para Cuenca, Farroux (1987) para Loja y Molinari
(1988) para Cajamarca -aunque este es un pequeño trabajo que toca el punto muy ligeramente. Las tendencias propias
de Cuenca y Loja también se aprecian en los dos primeros trabajos.
30
Hacia mediados del siglo XIX, el camino de los fugados políticos ecuatorianos era la ruta por Cuenca hacia el
Perú. Roberto Ascasubi, por ejemplo, cuyos "principios políticos y sus sentimientos, le han deparado esta peregrinación
pues la administración actual de nuestro patrio suelo, le mira como su enemigo y no ha parado hasta echarle fuera de la
tierra que le vio nacer".(Carta de Manuel Matheu a Francisco Moreira, Quito 3 de julio de 1844. Archivo General de la
Nación, Colección Moreira Dl.54-1516). Los últimos en refugiarse en el país vecino para reorganizar sus fuerzas serían
Flores y Vivanco.
patrones provinciales del Perú orientados al comercio en el Pacífico y sus ventajas comparativas
(Gootenberg 1988:418).

Desarticulada entonces la gran región, Piura se desvinculó de su espacio; ello no significó, sin
embargo, la separación de las regiones y sociedades circundantes. Cortada la presencia de los
grandes mercaderes limeños en la ruta de la sierra, se mantuvo el circuito en manos de medianos y
pequeños comerciantes aunque ello implicaba la reducción obligada de su extensión (Palomeque
1983). Por la costa, se mantuvo la tónica del pequeño contacto comercial. Piura debería esperar a la
segunda mitad del XIX para que se vitalizase nuevamente su comercio; esta vez el agente sería el
algodón. Mientras tanto los habitantes de aquellas zonas de la región inmediatamente limítrofes,
Ayabaca con Loja y Tumbes con Machala y en menor medida Guayaquil, no perdieron la
comunidad de intereses económicos; como siempre, trigo, harina, raspaduras y aguardiente
siguieron vendiéndose en ese espacio, fluyendo de uno a otro lado de la línea de frontera. Para el
resto de lo que fuera la gran región, la vinculación supuso comerciar con "ecuatorianos" -a quienes
en los primeros años de la república aún se les seguía enviando algodón- y aunque siguieron
manteniendo una conciencia de su pasada comunidad de intereses, con el tiempo se fue debilitando
y recortando cada vez más el ámbito de tal percepción hasta encontrar tan sólo vestigios en las
ciudades cercanas de Piura y Cuenca31.

Algunas ideas finales


Durante el virreinato, Piura se encontró ubicada en el límite de dos audiencias y formando parte de
una gran región que englobaba parte de ambas. Este espacio surquiteño-norlimeño, se cohesionó
fuertemente merced a la producción agropecuaria y al mediano comercio y estableciendo estrechos
lazos económicos, sociales y hasta culturales. Por ello, lo que implicara una línea de frontera en
diferentes momentos para una región específica como Piura y a partir de ella para el conjunto de ese
gran espacio, permite reflexionar sobre la incidencia local de las modificaciones de la política
metropolitana e incluso, del panorama internacional. Piura se encontró inscrita en una gran región
primero dependiente de un sólo virreinato y luego de dos, que a su vez respondían a una lógica
metropolitana que se encontraban enmarcada por la situación europea.

Aunque como se resalta, las líneas son meras pautas referenciales sirven de marco para establecer
las diferentes dinámicas económicas de la región de Piura y los reacomodos de la sociedad ante los
cambios que la envolvían, sin que probablemente fuera consciente de ello. Por ejemplo, el período
entre la resignificación de una línea límite audiencial a una virreinal (1739) y la ejecución efectiva
de las reformas borbónicas (década de 1780), fue lo suficientemente largo como para permitir el
reajuste de la dinámica regional. Mientras que en otras partes del espacio virreinal dichas reformas
generaron una serie de respuestas violentas, en Piura -y en general en el norte- las medidas fueron
asimiladas y neutralizadas (quizás por ello el fuerte contrabando). Cuando la presión estatal colonial
resultó excesiva, optaron por apoyar las ideas libertarias.

La independencia trajo consigo la instauración del sistema republicano. Las demarcaciones fueron o
31
Tal afirmación tal vez se matizara si se estudiara la industria de sombreros de paja toquilla desarrollada casi a
fines del siglo XIX en Cuenca y Manabí así como en Catacaos. Al menos estos últimos debían abastecerse de materia
prima procedente del Ecuador. Una somera revisión del tema en Reaño y Vásquez (1988).- El grupo Romero: del
algodón a la banca (Lima: Ciup;Cipca, cap.2).
formaron parte de jóvenes Estados, autónomos, soberanos, cuyos núcleos de poder tradicionales
buscaron colocar bajo su dominio las diferentes partes del teritorio recibido. Ello supuso la
separación definitiva de la gran región surquiteña-norlimeña entre las repúblicas del Perú y
Ecuador; los propios procesos nacionales fueron cortando y acortando, las vinculaciones y el
espacio por tanto tiempo establecidos. Proceso que por otro lado, supuso la ruptura de una "pax"
generalizada. Durante el virreinato, los problemas de jurisdicción se resolvían con batallas y guerras
de papeles e influencias; con la república, éstas fueron de verdad. A partir de 1830, sea con los
desplantes del vencedor o con el temor soterrado de ser el vencido, el fantasma de la guerra -que se
materializa de vez en cuando hasta ahora- acompaña a la gente de la región.

Pensar en los distintos significados que una línea ha tenido históricamente entre entidades jurídicas
diferentes es pensar en la respuesta, en el comportamiento de la gente de la región frente a ella. En
el caso de Piura, de carácter eminentemente mercantil, surcada por multitud de circuitos y redes
comerciales, con personas de todos los estratos sociales, dedicadas a esa actividad económica, las
sutiles diferencias que supuso una línea limítrofe entre dos audiencias y luego entre dos virreinatos
le implicaron vivir proceso de adecuación y redefinición económica progresiva que encajaba con
los términos de su actividad predominante, el comercio. Una situación que sentó las bases de la real
y definitoria separación con el establecimiento de un límite republicano, cuyo peso en el conjunto
regional iba aumentando de la mano con los procesos de conformación nacional. Para los piuranos
y tumbesinos es, en esta época, siglo XIX- XX, cuando tienen que enfrentar problemas inéditos
-como enfrentamiento bélicos, cierre de fronteras, normativas aduaneras, entre otros- que afectan el
rol de zona de contacto y de intercambio comercial no sólo de espacios límitrofes de dos países sino
sobre todo de partes de una gran región que significó la vigorosidad económica de sus diversas
regiones32.

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32
En una pequeña publicación y con motivo de la regionalización, señale la limitación del desarrollo económico de
la entonces Región Grau, hoy nuevamente Piura y Tumbes, por cuanto no podían reconstituir el eje Piura- Loja- Cuenca.
A diferencia de la posible (y luego real) vitalidad de la Región Nor-oriental del Marañón (RENOM) que intuitivamente
reconstruía el eje Chiclayo- Cajamarca- Jaén. Ver Susana Aldana (1992), "Espacio Regional e Historia en el Norte" (En:
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