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Sapa inca (del quechua: Sapan Inka)1 o simplemente Inca (del quechua: inqa o inka,

‘inca’) fue el soberano del Imperio incaico, cuyo dominio se extendió inicialmente
al curacazgo del Cuzco y luego al Tahuantinsuyo, entidad política que existió en el
occidente de América del Sur desde el siglo xiii hasta el siglo xvi. También era
usado el término Cápac inca (del quechua clásico: Khapaq Inka, ‘el poderoso Inca23
’).

El primer sinchi cusqueño en utilizar el título de sapa Inca fue Inca Roca,
fundador de la dinastía Hanan Cuzco. El último inca en gobernar de manera
independiente fue Atahualpa. Tras la conquista española se siguió nombrando incas
titulares durante un breve tiempo. Y posteriormente, el título fue empleado por los
jefes de la resistencia contra los españoles, como Manco Inca o Túpac Amaru I,
quienes son conocidos como Incas de Vilcabamba.

El centro del imperio, y residencia de los incas, se encontraba en Cuzco. Los


miembros de la sociedad incaica consideraban que sus gobernantes eran descendientes
y sucesores de Manco Cápac, el fundador mitológico y héroe cultural que (según el
punto de vista incaico) introdujo la vida civilizada en los Andes, y en quien
apoyaba su legitimidad el régimen político incaico.4 De acuerdo con los cronistas
de Indias y los testimonios de algunos conquistadores españoles como Francisco
Pizarro, el poder del Inca era absoluto; por ello era poseedor no solo de las
tierras del Tahuantinsuyo, sino de todo aquello que se encontraba dentro de sus
límites, incluyendo las vidas de sus súbditos. Tras aproximadamente un siglo de
existencia, el Tahuantinsuyo inició su desaparición con la llegada de los europeos.

Cuadro cusqueño del siglo xvii con los linajes incas mentados por las crónicas
coloniales y su relación con las reinas reales del Cuzco, que esconden tras de sí
una compleja representación de la organización social incaica.
Sociedad incaica

Detalle de una galería de retratos de los emperadores del Perú donde los reyes
españoles (lado derecho) figuran como sucesores de los soberanos incas (lado
izquierdo). Lámina publicada en 1744 en la obra "Relación de Viaje a la América
Meridional" en la que Jorge Juan y Antonio de Ulloa fueron sus autores.
En el Cuzco en 1589, el último sobreviviente de los conquistadores españoles del
Perú, Mancio Serra de Leguisamo, escribió en el preámbulo de su testamento lo
siguiente:

Encontramos estos reinos en tal buen orden, y decían que los incas los gobernaban
en tal sabia manera que entre ellos no había un ladrón, ni un vicioso, ni tampoco
un adúltero, ni tampoco se admitía entre ellos a una mala mujer, ni había personas
inmorales. Los hombres tienen ocupaciones útiles y honestas. Las tierras, bosques,
minas, pastos, casas y todas las clases de productos eran regularizadas y
distribuidas de tal manera que cada uno conocía su propiedad sin que otra persona
la tomara o la ocupara, ni había demandas respecto a ello... el motivo que me
obliga a hacer estas declaraciones es la liberación de mi conciencia, ya que me
encuentro a mí mismo culpable. Porque hemos destruido con nuestro malvado ejemplo,
las personas que tenían tal gobierno que era disfrutado por sus nativos. Eran tan
libres del encarcelamiento o de los crímenes o los excesos, hombres y mujeres por
igual, que el indio que tenía 100,000 pesos de valor en oro la dejaba abierta
meramente dejando un pequeño palo contra la puerta, como señal de que su amo estaba
fuera. Con eso, de acuerdo a sus costumbres, ninguno podía entrar o llevarse algo
que estuviera allí. Cuando vieron que pusimos cerraduras y llaves en nuestras
puertas, supusieron que era por miedo a ellos, que tal vez no nos matarían, pero no
porque creyeran que alguno pudiera robar la propiedad del otro. Así que cuando
descubrieron que teníamos ladrones entre nosotros, y hombres que buscaban hacer que
sus hijas cometieran pecados, nos despreciaron.5

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