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MARIOLOGÍA FRANCISCANA

Fr. Antonio Rodríguez OFMCap


Cuautitlán Izcalli
BIBLIOGRAFÍA

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de Asís», en Santuario (115) 1997, 5-7.
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en Selecciones de Franciscanismo (18/52) 1989, 13-22.
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Francisco», en Selecciones de Franciscanismo (22/64) 1993, 92-108.
LÓPEZ, S., «El tema mariano en los escritos de Francisco de
Asís», en Selecciones de Franciscanismo (16/47) 1987, 171-186.
MANNS, F., Beata Colei che ha creduto. Maria, una donna ebrea, Marana Tha,
Terra Santa, Milano 2009.
STEINER, M., «San Francisco y la Virgen María», en Selecciones de
Franciscanismo, (10/28) 1981, 53-65.

2
ÍNDICE

Mariología Franciscana.................................................................................1
Bibliografía....................................................................................................2
Índice.............................................................................................................3
Premisa..........................................................................................................5
¿La Mariología Franciscana?.....................................................................5
1. Fuentes de la Mariología Franciscana.......................................................7
1.1 La Sagrada Escritura........................................................................7
1.2 La liturgia.........................................................................................8
1.3 La teología.......................................................................................9
2. Testimonios de la Mariología Franciscana.............................................11
2.1 Escritos de Francisco y Clara............................................................11
2.1.1 Escritos de Francisco...................................................................11
Exhortatio ad laudem Dei / Exhortación a la alabanza de Dios............11
Regla no Bulada....................................................................................12
Admonición I,16-18..............................................................................12
Salutatio beatae Mariae Virginis / Saludo a la bienaventurada Virgen
María.....................................................................................................13
La antífona del oficio de la Pasión........................................................13
Carta a los Fieles (Segunda redacción).................................................13
Carta a toda la Orden............................................................................13
Audite Poverelle / Canto de exhortación para las Damas Pobres de San
Damián..................................................................................................13

3
Exposición del Padre nuestro................................................................14
2.2 Escritos de Clara............................................................................14
Bendición..............................................................................................14
Carta III a Santa Inés de Praga..............................................................14
Testamento............................................................................................14
2.3 Hagiografías...................................................................................14
1 Celano................................................................................................14
2.4 Constituciones................................................................................15
3. Temáticas...............................................................................................16
3.1 La predestinación..............................................................................16
3.1.1 Inmaculada..................................................................................16
3.1.2 Madre..........................................................................................17
3.1.3 Pobrecilla....................................................................................18
3.1.4 La consagrada.............................................................................19
3.1.5 La fiel..........................................................................................20
3.2 La misión...........................................................................................21
3.2.1 Madre del redentor y de la Iglesia...............................................21
3.2.2 Protectora....................................................................................23
3.2.3 Señora y Reina............................................................................25
4. Devociones Marianas..........................................................................26
4.3.1 El Ave Maria......................................................................26
4.3.2 El Angelus Domini.............................................................27
4.3.3 La corona franciscana........................................................27
4.3.4 Otras formas de piedad..........................................................29

4
PREMISA

Escribir [y enseñar] teológicamente sobre María es a la vez un deber y un reto por la


importancia del tema y su complejidad. En María se realiza la misteriosa y
paradójica unión de lo humano y lo divino, que suscita asombro y, sin embargo,
sigue siendo perennemente desconcertante para el pensamiento y la reflexión
creyente. “Es difícil conciliar [escribió Hans Urs von Balthasar] la íntima cercanía
(entre la madre y el Hijo) y la infinita distancia (entre la criatura y el Creador), entre
María y Cristo. La historia del mariólogo es la historia de una oscilación entre la
alabanza y el olvido de María. De ahí el vaivén histórico de las estaciones
mariológicas: a una ola de atributos, títulos, honores exaltantes le sigue casi
necesariamente una contra-ola igualadora que también puede encallar en un olvido
teológicamente indigno. Escribir [y enseñar] teológicamente sobre María es, por
tanto, un acto de fe y de valor.1

¿La Mariología Franciscana?


La mariología franciscana parte de la dimensión litúrgica existencial del
Poverello2, que ama venerar, experimentar y señalar, en la estela de los
Padres de la Iglesia, María como tipo y modelo de la Iglesia, tabernáculo de
la augusta presencia de la Trinidad, Esposa del Espíritu, Virgen y Madre
pobre del Rey de Reyes, que se hizo pobre por amor (Dimensión Kenotica).
Así la mariología franciscana se funda sobre “Principio escotista de la
predestinación absoluta de Cristo, por el que Escoto prefería, si no podía
evitarse, caer en el exceso de alabanza antes que en el minimalismo. Por lo
que al hablar de María “será bueno atribuir a María todo lo más elevado si

1
VALENTINI, A., Teologia mariana, EDB, Bologna 2019, p. 11.
2
Pietro Messa observa con razón que la “devoción de Francisco de Asís a la Virgen
María es bien conocida y atestiguada sobre todo por las oraciones que escribió en su
honor”. Incluso a nivel institucional se manifestó esta devoción; de hecho, además de
las fiestas en honor de la Santísima Virgen ya prescritas por la liturgia, los diversos
capítulos generales dieron nuevas prescripciones litúrgicas también a este respecto"
(MESSA, P., L’Officium mortuorum e L’Officium beatæ Mariæ Virginis nel Breviariuum
sancti Francisci, in Franciscana 4 [2002], 132).

5
no repugna a la autoridad de la Iglesia o de la Escritura” 3. Si, por tanto, al
hablar de María el discurso no es contrario al pensamiento de la Iglesia o a
la enseñanza de la Escritura podemos atribuirle todo lo más excelente... Por
tanto, la norma de la investigación mariológica en general, como la
franciscana en particular, tiene como principio la fidelidad al dato bíblico y
a la tradición eclesial. La exageración está limitada por esta fidelidad, hasta
el punto de producir no una “mariología de los privilegios”, sino una
“mariología de la verdad” [...], en la que, reconociendo y partiendo de las
verdades de la fe de la Iglesia... se descubre la “superdignidad de María,
que sólo comparte con Dios Padre”4.
Y es que María, fragmento de hombre en el Todo de Dios, es un
verdadero icono del saludable y gratificante Misterio, que el Humilde-
Exaltado desplegó en todo el esplendor de su inédito e inimaginable Amor
por nosotros5. La persona, el acontecimiento y el destino de kenosis y de
gloria de Santa María de Nazaret (ejemplares y conformes a los de Jesús de
Nazaret, verdadero Dios y verdadero hombre), nos dicen que ella es el
testigo humano del Amor de Dios Uno y Trino 6, la persona que en el
Espíritu ha recorrido todo el itinerario de la mente y del corazón trazado
por Dios, por lo que es considerada con razón por la Iglesia como Sedes
Sapientiæ (sede de Sabiduria) y Testis (Testimonio) siempre presente y
ejemplar del Reino. María, mujer humilde y pobre, beneficiaria, testigo,
itinerario e icono materno de la Trinidad, hace que el hombre y la mujer de
la posmodernidad reconozcan la decisividad de Cristo en la historia y en la
vida del creyente.

3
ESCOTO, Ordinatio III, d. 13 q. 4.
4
CECCHIN, S., Maria Signora Santa e Immacolata nel pensiero francescano, Pontificia
Academia Mariana, Roma 2001, 11-12.
5
FORTE, B., Maria, la donna icona del Mistero. Saggio di mariologia simbolico-
narrativa, Paoline, Cinisello Balsamo 1989, 13-18; 261-263.
6
Cfr. PERRELLA, S., Santa Maria di Nazaret dono e segno della Trinità Santa, in
Ephemerides Mariologicae 68 (2018), 37-75.

6
1. FUENTES DE LA MARIOLOGÍA FRANCISCANA

1.1 La Sagrada Escritura


I. María en los Evangelios
El lector de los Evangelios se queda sorprendido al encontrar tan poco
sobre María; no obstante, esta poca información resulta de vital
importancia para conocer el papel de esta mujer en la historia de salvación
que Dios ha dispuesto para la humanidad.
Testimonios:
 Genealogía de Jesucristo (Mt 1,23): «Jacob fue padre de José, el esposo
de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo»
 El anuncio a María (Lc 1, 26-38): Dios envió al arcángel Gabriel a
Nazaret, pueblo de Galilea. Se apareció a María, una joven que estaba
desposada con José, descendiente de David. El ángel saludó a la Mujer:
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Tras el saludo, dijo a
la Virgen que iba a quedar encinta. Es el momento en el que la Virgen
conoce que va a dar a luz al Hijo de Dios.
 Nacimiento de Cristo (Lc 2,8-14): Poco antes de nacer Jesús que la
Virgen María y San José acudieron hasta Belén para empadronarse. De
este modo, obedecieron el edicto promulgado por el emperador.
 Encuentro en el Templo de Jerusalén (Lc 2,33): Cuando se cumplieron
40 días del nacimiento de Jesús, San José y Santa María le llevaron a
Jerusalén, para consagrarle en el templo.
 Jesús discute con los doctores de la Ley (Lc 2,43): San José y la Virgen,
regresando a Nazaret, se dieron cuenta de que Jesús no estaba con ellos.
Por ello, regresaron a Jerusalén para buscarle. Cuando le encontraron, la
Virgen María le preguntó ¿Hijo, por qué nos has hecho esto?
 Las Bodas de Canaán (Jn 2,1-2): Jesús y la Virgen María fueron a Caná,
invitados a unas bodas. Comenzaba a escasear el vino, algo considerado
como vergonzoso en esa época. Por ello, en cuanto María se enteró,
como buena madre, le pidió a su Hijo que ayudara a los anfitriones.
Jesús le respondió “Mujer ¿Por qué me estás diciendo esto a mí” ?, pues

7
aún no era el tiempo en que se iba a revelar. Pero obró un gran milagro,
convirtiendo el agua en vino.
 La madre y los hermanos buscan a Jesús (Mc 3, 31-35): un día le dijeron
a Jesús que su madre y sus hermanos, estaban esperándole. Él dijo que,
quien cumple la voluntad de Dios, es su hermano, su hermana y su
madre.
 María acompaña a Jesús en la cruz (Jn 19, 26-27): Ya en la cruz, Jesús
le dijo a su Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo, hijo, ahí tienes a tu
madre. Desde aquella hora, afirma el apóstol, el discípulo la recibió en
su casa…Así cuando Jesucristo ya estaba muerto, le bajaron de la cruz y
se lo entregaron a su Madre (Jn 19, 38).

II. María en los hechos de los apóstoles


La vida de la Virgen María no terminó con los Evangelios. Según los
Hechos de los Apóstoles, los discípulos de Jesús perseveraban unánimes en
la oración y junto a ellos María, la madre de Jesús: «Todos ellos
perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas
mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos» (Hch 1, 12-14).

III. María en Gálatas


El testimonio más antiguo de la persona de María lo encontramos
indirectamente en Gálatas 4,4 cuando Pablo habla del modo en el cual el
Hijo de Dios ha venido al mundo: «Cuando se cumplió la plenitud de los
tiempos, Dios mando a su hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley,
para rescatar aquellos que estaban bajo la Ley».
En esta declaración, sin embargo, Pablo no se preocupa tanto acerca de
la persona de María, sino de Jesús y su destino y la pobreza común a todos
los hombres. La Madre de Jesús pertenece al marco histórico que vincula al
maestro con la historia de la humanidad en su pobreza.

IV. María en el Apocalipsis


De María también se habla en el Apocalipsis (Ap 12, 1 y siguientes), como
una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de 12
estrellas sobre su cabeza, como protectora de los cristianos y ayudando al
triunfo de Cristo.

1.2 La liturgia
María es una presencia viva en el culto litúrgico de la Iglesia, en el
calendario franciscano y en las liturgias de los distintos santuarios. Y así lo
podemos ver en las principales fiestas que celebran el misterio de María:
1 Enero María Madre de Dios

8
14 Enero María Madre del Divino Pastor
2 Febrero Presentación de Jesús y Purificación de Nuestra Señora
11 Febrero Nuestra Señora de Lourdes
25 Marzo La Anunciación
13 Mayo Nuestra Señora de Fátima.
31 Mayo Visitación de Nuestra Señora
27 Junio Perpetuo Socorro
Sábado de la 3ª semana de Pentecostés Inmaculado Corazón de María
16 Julio Nuestra Señora del Carmen
15 Agosto Asunción de Nuestra Señora
22 Agosto María Reina
8 Septiembre Nacimiento de la Santísima Virgen María
15 Septiembre Nuestra Señora de los Dolores
7 Octubre Nuestra Señora del Rosario
21 Noviembre Presentación de la Santísima Virgen María
27 Noviembre Medalla Milagrosa
8 Diciembre Inmaculada Concepción
12 Diciembre Nuestra Señora de Guadalupe

1.3 La teología
La mariología en general y la franciscana en particular se inscribe en los
diversos tratados clásicos de la teología:
1. La creación y la humanidad, hombre y mujer
(Adán/Eva-Jesús/María);
2. El tema del pecado original vinculado al desarrollo de la teología de
la Inmaculada Concepción;
3. El motivo de la Encarnación en la distinción entre salvación y/o
redención;
4. El papel de María en la concepción virginal de Cristo como
“Theotokos-Madre de Dios”;
5. La acción del Espíritu Santo que “habita en la Virgen”, la moldea,
con vistas a la propia concepción de Cristo;
6. El tema de la gracia y la libertad con cuestiones relativas a la
cooperación de María en la obra de la salvación y la redención;
7. La antropología en la que se revela cómo la mujer María es la
máxima expresión de la libertad humana en la cooperación del
hombre con Dios, la mujer que vivió plenamente el santo Evangelio
y se convirtió en el modelo de su máxima realización histórica y la
mujer que se realizó plenamente en el plano humano;
8. La ecología en la que María surge junto a Cristo como la nueva
humanidad, viviendo en perfecta armonía interior capaz de

9
relacionarse con los demás y con todas las criaturas, realizando una
fraternidad cósmica para realizar la casa común, de la que la propia
virgen es imagen
9. La escatología con respecto al dogma de la asunción y el futuro
glorioso de la humanidad;
10.La presencia y el papel de María en la evangelización franciscana
(catequesis, liturgia, santuarios, predicación, devociones,
coronación...);
11.La figura de María en el diálogo ecuménico e interreligioso;
12.Los aspectos de la tradición franciscana vinculados a la legalidad, a
la justicia social, a la economía solidaria (con sus monasterios de
piedad), que expresan la dimensión mariana del cuidado de los
demás (Bodas de Caná) con vistas al bienestar integral de la persona
humana y de la casa común;
13.La figura de María en los grandes autores franciscanos.

10
2. TESTIMONIOS DE LA MARIOLOGÍA FRANCISCANA

2.1 Escritos de Francisco y Clara

2.1.1 Escritos de Francisco


Exhortatio ad laudem Dei / Exhortación a la alabanza de Dios

Entre el 1213 y el 1215 San Francisco intenta ir a Marruecos a través de


España, en este recorrido conoce un eremitorio, el de Portaría o romita de
Cesi (Terni). Lugar que pertenecía a los benedictinos. El santo pide esta
capillita a los religiosos y manda a restaurarla, pintando en ella; ángeles,
niños, animales y plantas que inviten a la alabanza. Es quizá en la re-
consagración de esta iglesia que compone este saludo angélico (K. Esser).
1
Temed al Señor y dadle honor.
2
Digno es el Señor de recibir alabanza y honor.
3
Todos los que  teméis al Señor, alabadlo.
4
DIOS TE SALVE, MARÍA, LLENA ERES DE GRACIA, EL SEÑOR ES CONTIGO. (LC 1,28)
5
Alabadlo, cielo y tierra.
6
Alabad todos los ríos al Señor.
7
Bendecid, hijos de Dios, al Señor.
8
ÉSTE ES EL DÍA QUE HIZO EL SEÑOR, EXULTEMOS Y ALEGRÉMONOS EN ÉL . ¡ALELUYA,
ALELUYA, ALELUYA! ¡REY DE ISRAEL! (SAL 117,24)
9
Todo espíritu alabe al Señor.
10
Alabad al Señor, porque es bueno; todos los que leéis esto, bendecid al Señor.
11
Todas las criaturas, bendecid al Señor.
12
Todas las aves del cielo, alabad al Señor.
13
Todos los niños, alabad al Señor.
14
Jóvenes y vírgenes, alabad al Señor.
15
Digno es el cordero, que ha sido sacrificado, de recibir alabanza, gloria y honor.
16
Bendita sea la santa Trinidad e indivisa Unidad.
17
SAN MIGUEL ARCÁNGEL, DEFIÉNDENOS EN EL COMBATE.

Se trata de una parte del saludo del ángel de Lucas 1,28. El cual era una
antífona del IV domingo de Adviento, del ofertorio en la fiesta de la

11
Anunciación y de las misas votivas de la virgen. En el S.XI se difunde
como oración personal, así los obispos indicaron a los sacerdotes de
enseñarla al pueblo junto con el Credo y el Padre nuestro.
Además de este saludo utiliza también el salmo 117,24 que ya había
utilizado en el oficio de la pasión y al ángel Miguel que recuerda a María
como reina de los ángeles.

Regla no Bulada
4
Y no se avergüencen, sino más bien recuerden que nuestro Señor Jesucristo, el Hijo
de Dios vivo (Jn 11,27) omnipotente, puso su faz como roca durísima (Is 50,7), y no
se avergonzó. 5Y fue pobre y huésped y vivió de limosna él y la bienaventurada
Virgen y sus discípulos (RnB IX, 4-5).

Aquí María aparece como ejemplo de pobreza junto al hijo. El cual


constituye para francisco el común denominador de la iglesia de Jesús. A
su vez nos muestra que la familia de Jesús está constituida por su madre y
sus discípulos.

 3Y te damos gracias porque, así como por tu Hijo nos creaste, así, por tu santo
amor con el que nos amaste (cf. Jn 17,26), hiciste que él, verdadero Dios y hombre,
naciera de la gloriosa siempre Virgen la beatísima santa María, y quisiste que
nosotros, cautivos, fuéramos redimidos por su cruz y sangre y muerte (RnB XXIII,3).

El en credo franciscano del capítulo XXIII María aparece como


colaboradora del proyecto de redención de Dios.
6
Y a la gloriosa madre, la beatísima María siempre Virgen, a los bienaventurados
Miguel, Gabriel y Rafael, y a todos los coros de los bienaventurados serafines,
querubines, tronos, dominaciones, principados, potestades (cf. Col 1,15), virtudes,
ángeles, arcángeles, a los bienaventurados Juan Bautista, Juan Evangelista, Pedro,
Pablo, y a los bienaventurados patriarcas, profetas, Inocentes, apóstoles, evangelistas,
discípulos, mártires, confesores, vírgenes, a los bienaventurados Elías y Enoc, y a
todos los santos que fueron y que serán y que son, humildemente les suplicamos por
tu amor que te den gracias por estas cosas como te place, a ti, sumo y verdadero
Dios, eterno y vivo, con tu Hijo carísimo, nuestro Señor Jesucristo, y el Espíritu
Santo Paráclito, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya (Ap 19,3-4).

Y en la invocación final de la regla no bulada contempla a María como


primicia en la gloria celeste, acompañada de todos los santos y los ángeles.
Admonición I,16-18

Ved que diariamente se humilla (cf. Fil 2,8), como cuando desde el trono real (Sab
16

18,15) vino al útero de la Virgen; 17diariamente viene a nosotros él mismo

12
apareciendo humilde; 18diariamente desciende del seno del Padre (cf. Jn 1,18) sobre
el altar en las manos del sacerdote.

En las admoniciones escritas hacia el 1221 Francisco presenta el misterio


eucarístico como una extensión de la Encarnación, al cual María está
profundamente ligada.

Salutatio beatae Mariae Virginis / Saludo a la bienaventurada Virgen


María
1
Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, que eres virgen hecha
iglesia 2y elegida por el santísimo Padre del cielo, a la cual consagró Él con su
santísimo amado Hijo y el Espíritu Santo Paráclito, 3en la cual estuvo y está toda la
plenitud de la gracia y todo bien. 4Salve, palacio suyo; salve, tabernáculo suyo; salve,
casa suya. 5Salve, vestidura suya; salve, esclava suya; salve, Madre suya 6y todas
vosotras, santas virtudes, que sois infundidas por la gracia e iluminación del Espíritu
Santo en los corazones de los fieles, para que de infieles hagáis fieles a Dios.

Compuesta en el 1221

La antífona del oficio de la Pasión


1
Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo ninguna semejante a ti entre las
mujeres, 2hija y esclava del altísimo y sumo Rey, el Padre celestial, Madre de nuestro
santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: 3ruega por nosotros con san
Miguel arcángel y con todas las virtudes de los cielos y con todos los santos ante tu
santísimo amado Hijo, Señor y maestro. Gloria al Padre. Como era.

Carta a los Fieles (Segunda redacción)


4
El altísimo Padre anunció desde el cielo, por medio de su santo ángel Gabriel, esta
Palabra del Padre, tan digna, tan santa y gloriosa, en el seno de la santa y gloriosa
Virgen María, de cuyo seno recibió la verdadera carne de nuestra humanidad y
fragilidad. 5Él, siendo rico (2 Cor 8,9), quiso sobre todas las cosas elegir, con la
beatísima Virgen, su Madre, la pobreza en el mundo. 

Carta a toda la Orden


38
Además, yo confieso todos mis pecados al Señor Dios, Padre e Hijo y Espíritu
Santo, a la bienaventurada María, perpetua virgen, y a todos los santos del cielo y de
la tierra, a fray H., ministro de nuestra religión, como a venerable señor mío, y a los
sacerdotes de nuestra Orden y a todos los otros hermanos míos benditos.

13
Audite Poverelle / Canto de exhortación para las Damas Pobres de San
Damián

4
Porque muy cara venderéis esta fatiga, porque cada una será reina en el cielo
coronada con la Virgen María.

Exposición del Padre nuestro

7
Perdona nuestras ofensas: por tu misericordia inefable, por la virtud de la pasión de
tu amado Hijo y por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus
elegidos.

2.2 Escritos de Clara


Bendición
7
Ruego a nuestro Señor Jesucristo, por su misericordia y por la intercesión de su
santísima Madre santa María, y del bienaventurado Miguel arcángel y de todos los
santos ángeles de Dios, de nuestro bienaventurado padre Francisco y de todos los
santos y santas…

Carta III a Santa Inés de Praga


36
Mas en todo el tiempo de Pascua, como dice el escrito del bienaventurado
Francisco, y en las fiestas de santa María y de los santos Apóstoles, no estamos
tampoco obligadas a ayunar, a no ser que estas fiestas caigan en viernes…

Testamento
7
Por eso doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo (Ef 3,14), para
que, teniendo a nuestro favor los méritos de la gloriosa Virgen santa María, su
Madre, y de nuestro bienaventurado padre Francisco y de todos los santos, 78el
mismo Señor que dio el buen principio, dé el incremento (cf. 1 Cor 3,6-7), y dé
también la perseverancia final. Amén.

2.3 Hagiografías

1 Celano

Proclamación de Santidad del hermano Francisco 1Cel 126

14
El bienaventurado papa levanta la voz, eleva los brazos al cielo y proclama: «Para
alabanza y gloria de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y de la gloriosa
Virgen María, y de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, y para honor de la
gloriosa Iglesia Romana, con el consejo de nuestros hermanos y de los otros
prelados, venerando en la tierra a quien Dios ha glorificado en el cielo, establecemos
que el beatísimo padre Francisco sea inscrito en el catálogo de los santos y que su
fiesta se celebre el día de su muerte».

2.4 Constituciones

Formula de profesión
Así pues, me entrego de todo corazón a esta Fraternidad, para que, mediante la
acción del Espíritu Santo, el ejemplo de María Inmaculada, la intercesión de nuestro
Padre San Francisco y de todos los Santos, y con vuestra ayuda fraterna, pueda
tender a la perfecta caridad en el servicio de Dios, de la Iglesia y de los hombres.

Número 1/5
En todas las circunstancias de la vida sigamos el Evangelio como suprema ley,
leamos y meditemos con asiduidad sus palabras de salvación y, a imitación de la
bienaventurada Virgen María, llevémoslo en el corazón.

Número 52/6
También en las fiestas de la virgen María y en las memorias de los santos, la Iglesia
proclama la Pascua de su Señor. Honremos, pues, de forma particular, sobre todo con
el culto litúrgico, la oración del Angelus y el rezo del rosario, a la Virgen María
Madre de Dios y Virgen concebida sin pecado, hija y esclava del Padre, madre del
Hijo y esposa del Espíritu Santo, hecha Iglesia, en expresión de san Francisco, y
propaguemos su devoción en el pueblo. Ella es, en efecto, nuestra madre y abogada,
patrona de nuestra Orden, partícipe de la pobreza y pasión de su Hijo y, como enseña
la experiencia, camino para alcanzar el espíritu de Cristo pobre y crucificado.

Número 170/2
Cultivemos una intensa relación con la Bienaventurada Virgen, santa María, Tota
Pulchra desde su concepción inmaculada, ejemplo sublime de perfecta consagración
a Dios y de amor por la belleza divina, la única que puede saciar totalmente el
corazón del hombre.

Número 181/3
Encomendamos esta gran tarea a la intercesión de la bienaventurada Virgen María,
Madre del Buen Pastor, la cual engendró a Cristo, luz y salvación de todas las gentes
y presidió orando, la mañana de Pentecostés, los comienzos de la evangelización,
bajo la acción del Espíritu Santo.

15
3. TEMÁTICAS

3.1 La predestinación
María fue predestinada por amor desde la eternidad a ser la madre del
Verbo Encarnado (concebida y creada con vistas a Él y para Él). Los
escritores franciscanos tratan la predestinación de María a partir de la
historia de la salvación que revela el plan de Dios sobre la creación y la
predestinación divina del Verbo, centro y causa de todo el universo.
La bondad suprema de Dios es la causa de la creación, porque es lo
propio de una bondad suprema el extenderse. Esta acción no es otra cosa
que salir de uno mismo, ad extra, hacia el otro, hacia aquel a quien se
quiere amar. Dios crea el universo para poder comunicar su amor. En esta
acción, Dios, que es sabiduría infinita, actúa de manera muy ordenada7.

3.1.1 Inmaculada
En la concepción medieval, puesto que María estaba predestinada a ser
la Madre de Dios, fue dotada de tantos y tales dones de gracia que ninguna
criatura podría igualarla. Ella, por lo tanto, era la criatura más hermosa que
Dios pudo concebir, resplandeciente de santidad, virtud y libre de toda
mancha de pecado.
En ella no podía haber ni el más mínimo indicio de culpa original. Con
el tiempo, esta convicción se convirtió en el punto central de la mariología
franciscana.
Esta opinión, que entró por primera vez en la liturgia de la Iglesia
oriental y fue aceptada sin mucha dificultad por la piedad popular, encontró
muchos obstáculos para ser admitida por la razón teológica. Los primeros
escolásticos veían la exención de María del pecado original como una
amenaza para la fe en Cristo, el único y más perfecto redentor universal.
La intervención de Juan Duns Escoto fue decisiva para “liberar a María
de la esclavitud de Satanás” a la que la habían atado los teólogos de la
época, e introdujo el concepto de la Inmaculada Concepción como la forma
7
SCOTO, Reportara Parisiensia, III, d. 7, q. 4.

16
más elevada de redención realizada por Cristo. Porque si Él es
verdaderamente el Redentor, el perfecto Glorificador y Santificador, en su
acción omnipotente, tenía que preservar al menos a una persona de la
contracción del pecado original. Y, la persona que más lo merecía, por su
papel en la historia de la salvación, no era otra que su madre.
La preservación del pecado original, por lo tanto, es requerida por la
dignidad de la que iba a ser la Madre de Dios.

3.1.2 Madre
En los escritos de Francisco y de Clara no hay indicio alguno de
«mariolatría» o de devoción sensiblera. En ellos aparece una
contemplación equilibrada y profunda de María, esa mujer que ocupa un
lugar único en la historia de la salvación. Francisco expresa lo esencial de
su piedad mariana en dos textos admirables por su concisión y densidad
espiritual.
El primero es una antífona que él recitaba al principio y al final de cada
una de las Horas de su Oficio de la Pasión:
«Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo entre las mujeres
ninguna semejante a ti, hija y esclava del altísimo Rey sumo y Padre
celestial, madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu
Santo: ruega por nosotros, junto con el arcángel san Miguel y todas las
virtudes del cielo y con todos los santos, ante tu santísimo Hijo amado,
Señor y maestro.»
La oración de Francisco asocia inmediatamente a la Virgen María a la
obra de la salvación realizada por Dios trino. Nunca la contempla sola;
siempre la ve en relación con las tres divinas personas. Es la hija elegida
del Padre creador, el gran logro de su creación. Dios quiso a María para
darle la carne a su Hijo. María es la esclava del plan de amor del Padre. Es,
título bastante raro, la esposa del Espíritu Santo, llena de gracia y
totalmente disponible a su acción creadora. Y es, sobre todo, la madre del
santísimo Señor Jesucristo, el Hijo amado del Padre. Si Clara se siente
hondamente conmovida porque «un Señor tan grande y de tal calidad»
quiso encarnarse «en el seno de la Virgen» (cf. Carta I, 3b), Francisco, por
su parte, rebosa de gratitud a la mujer que hizo posible este abajamiento de
Dios y en cuyo seno «recibió la carne verdadera de nuestra humanidad y
fragilidad» (2CtaF 4; cf. CtaO 21; 1 R 23,3).
En María, Dios plantó su tienda entre nosotros. María es el tabernáculo
de la Nueva Alianza (cf. Carta III, 3). María no es un mito ni un ídolo, sino
nuestra humanidad que recibe a Cristo en nombre de todos y antes que
todos. Ella da nuestra humanidad a Dios y Dios a nuestra humanidad.
¡María es la humanización, la inculturación carnal de Dios! ¡No le da una

17
naturaleza humana ficticia o aparente! Como todo hijo, Cristo recibe de
María sus rasgos, sus gestos, sus actitudes, su entonación... María hace de
Cristo un hombre. «Naturaliza» a Dios en la condición humana y, al mismo
tiempo, diviniza nuestra naturaleza. María es, de hecho, el modelo perfecto
de la Iglesia y de todo cristiano, cuya misión consiste en «humanizar» a
Dios y en «divinizar» al hombre.
Así, pues, Francisco y Clara contemplan en María ese realismo
permanente del misterio de la encarnación. En efecto, si lo separamos de su
madre, Jesús corre peligro de perder su humanidad y convertirse en el mito
de un rey glorioso sin consistencia ni raíces históricas, o en la mera
ideología de un reformador genial sin ascendencia divina. Sin María, dejan
de unirse en Cristo Dios y la humanidad. En María, todo está en relación
con Cristo y depende de Cristo. Es imposible comprender la misión de la
Madre sin contemplar la del Hijo.
Por todas estas razones, Francisco «rodeaba de amor indecible a la
Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad.
Le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía
afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana» (2 Cel
198).
En el Saludo a la bienaventurada Virgen María, La alabanza de
Francisco, como su contemplación, se centra en la función materna de
María. ¡Ella es el palacio, el tabernáculo, la casa, la vestidura de Dios!
Francisco no se cansa de saludar cortésmente a esta santa Señora que tuvo
la gracia inaudita de acoger en su seno al Dios tres veces santo, a Aquel
que es todo Bien.
La Virgen María, pura, disponible, simplificada y unificada por el amor, es
la morada de «Aquel que es todo Bien», de «Aquel a quien los cielos no
pueden contener». A los ojos asombrados de Francisco y de Clara, María
realiza lo que ellos pretendieron, buscaron y anhelaron durante toda su vida:
ser ese corazón puro convertido en pura casa de adoración donde el Espíritu
ora en espíritu y en verdad. Contemplan en esta mujer a la Virgen en el
sentido profundo del término: la criatura virgen de todo repliegue sobre sí
misma, de cualquier pecado de apropiación de los dones de Dios. Su deseo es
puro impulso, puro retorno al Creador. Ella es la tierra virgen fecundada por la
semilla de la Palabra de Dios, a la que, excepcionalmente, le dio carne,
consistencia humana.

3.1.3 Pobrecilla
El misterio de la encarnación es el misterio de la humildad y de la
pobreza. Francisco apenas puede su mirada de este misterio (cf. 1 Cel 84-
85). Siendo así que cuando piensa en María, la asocia siempre a su amor

18
por Cristo pobre: «Siendo Él sobremanera rico, quiso, junto con la
bienaventurada Virgen, su Madre, escoger en el mundo la pobreza» (2CtaF
5). Siguiendo pues a san Pablo, Francisco señala expresamente que esta es
una opción deliberada, una expresión de amor. Pues una pobreza sólo
soportada sería signo del pecado del mundo, que excluye a los pobres del
reparto de los bienes.
Tomás de Celano, biógrafo de Francisco llama a María: paupercula
Virgo, «la Virgen pobrecilla», la «poverella» (2 Cel 200), expresión que
posiblemente se remonta al mismo Francisco. Y que tiene su explicación en
la contemplación intensa del misterio de Navidad: «No recordaba sin
lágrimas la penuria que rodeó aquel día a la Virgen pobrecilla». La pobreza
caracteriza la vida de María a lo largo de toda su trayectoria: «Nuestro
Señor Jesucristo, el Hijo de Dios vivo omnipotente..., fue pobre y huésped
y vivió de limosna tanto Él como la Virgen bienaventurada y sus
discípulos...» (1 R 4-5). Este pensamiento conmueve a Francisco: «Una vez
que se sentó a comer le dijo un hermano que la Santísima Virgen era tan
pobrecilla, que a la hora de comer no tenía nada que dar a su Hijo. Oyendo
esto el varón de Dios suspiró con gran angustia, y, apartándose de la mesa,
comió pan sobre la desnuda tierra» (TC 15; cf. 2 Cel 200). En una palabra:
«Frecuentemente evocaba -no sin lágrimas- la pobreza de Cristo Jesús y de
su Madre» (LM 7,1). Y por eso saca la conclusión de que «la pobreza es la
reina de las virtudes, pues con tal prestancia había resplandecido en el Rey
de los reyes y en la Reina, su Madre» (cf. 2 Cel 200).
María asociada así con su la pobreza de su Hijo nos revela en el mundo
una presencia viva y real: «Cuando ves a un pobre, ves un espejo del Señor
y de su Madre pobre» (2 Cel 85; cf. LM 8,5). Celano comenta: «El alma de
Francisco desfallecía a la vista de los pobres...; en todos los pobres veía al
Hijo de la Señora pobre llevando desnudo en el corazón a quien ella llevaba
desnudo en los brazos» (2 Cel 83).
En resumen, no es extraño que el proyecto de Francisco quiera seguir la
vida y la pobreza de nuestro altísimo Señor Jesucristo y de su santísima
Madre (cf. UltVol 1-2).

3.1.4 La consagrada
Con palabras sencillas y tradicionales, Francisco expone la síntesis de lo
que la fe puede afirmar de María, en base a la Escritura:
 María es Madre de Dios y Virgen, punto de partida de cualquier
reflexión sobre María (SalVM 1; OfP Ant 1-2);
 derivado de esta maternidad divina María es Reina (SalVM 1), pues es
«hija y esclava del altísimo Rey sumo y Padre celestial» (OfP Ant);
María es «Domina», Señora (SalVM 1). Si el primero de estos títulos es

19
tradicional, el segundo refleja un aspecto original de Francisco: como el
caballero honra a su Dama y vive para ella, Francisco «ofrecía a María
los afectos de su corazón» (cf. 2 Cel 198);
 Maria es «elegida por el santísimo Padre del cielo» (SalVM 2); su
misión corresponde a su elección por Dios desde toda la eternidad;
La certeza de que esta elección ha desembocado en su consagración por
toda la Trinidad: «consagrada por Él con su santísimo Hijo amado y el
Espíritu Santo Paráclito» (SalVM 2). La Antífona aclara la relación de
María con cada una de las tres divinas personas. María es «hija y esclava
del altísimo Rey sumo y Padre celestial, madre de nuestro santísimo Señor
Jesucristo, esposa del Espíritu Santo» (OfP Ant 2). En Francisco no se
habla de purificación y de santificación de María, sino únicamente de su
consagración; pues afirma que María tuvo desde siempre la plenitud de la
gracia y todo bien (SalVM) y que no ha nacido entre las mujeres ninguna
semejante a ella (OfP Ant).

3.1.5 La fiel
El Padre santo y justo..., que quiso que su Hijo naciera de la gloriosa
siempre Virgen beatísima santa María (1 R 23,3), no se sirvió de ella como
si fuese sólo un mero instrumento útil para sus fines salvadores. «El
santísimo Padre del cielo la eligió y la consagró con su santísimo Hijo
amado y el Espíritu Santo Paráclito» (SalVM 2), pero también habló con
ella: «Esta Palabra del Padre, tan digna, tan santa y gloriosa, la anunció el
altísimo Padre desde el cielo, por medio de su santo ángel Gabriel, en el
seno de la santa y gloriosa Virgen María, de cuyo seno recibió la verdadera
carne de nuestra humanidad y fragilidad» (2CtaF 4). Y María respondió,
nos dice el evangelio de Lucas 1,38. Hubo por tanto un diálogo entre el
Padre y la Virgen, revelador del respeto de Dios frente a la libertad de
María y de la respuesta consciente y responsable de ella a Dios.
Los escritos de Francisco no son demasiado explícitos en señalar el
asentimiento y consentimiento de María al anuncio del Padre. Ciertamente
lo apuntan al llamarla esclava e hija del Padre, madre del Hijo y esposa del
Espíritu Santo (OfP Ant), teniendo en cuenta, sobre todo, los lugares
paralelos de 2CtaF 48-53 y FVCl, en los que la respuesta del hombre a la
acción de Dios se indica con toda claridad; también al presentar a María
vinculada y comprometida en la vida y destino de pobreza de su Hijo, con
lo que extiende y alarga expresamente su consentimiento más allá del
momento de la anunciación. Toda la vida de María es comunión con la
persona y la vida de la Palabra del Padre que recibió en su seno la
verdadera carne de nuestra humanidad y fragilidad. Pero, además, pocas
cosas ha acentuado Francisco tanto en la vida del Evangelio de sus

20
hermanos como la respuesta en adoración, alabanza, fe-esperanza-caridad y
en operación, a la comunicación salvadora de Dios Trino en Jesucristo, que
tiene en los temas fundamentales de la vida del Evangelio su expresión
mayor: el seguimiento, la observancia del Evangelio y el deseo del Espíritu
del Señor y su santa operación, coreada por otros muchos textos de sus
escritos como, por ejemplo, la segunda Carta a los fieles, vv. 14-62, y el
capítulo 23 de la primera Regla.

3.2 La misión
3.2.1 Madre del redentor y de la Iglesia
¿Cómo percibía y admiraba Francisco, ya más concretamente, la
maternidad divina de María? «Por haber hecho hermano nuestro al Señor
de la majestad», decía Tomás de Celano (2 Cel 198). Escribe Francisco:
«Este Verbo del Padre, tan digno, tan santo y glorioso, anunciándolo el
santo ángel Gabriel, fue enviado por el mismo altísimo Padre desde el cielo
al seno de la santa y gloriosa Virgen María, y en él recibió la carne
verdadera de nuestra humanidad y fragilidad» (2CtaF 4; cf. OfP 15,3).
Francisco engloba así a María en su contemplación de la humanidad de la
encarnación. Para comprender cómo Francisco pone sus ojos en el misterio
de la encarnación, es preciso remontarse a la experiencia de dulzura vivida
en el momento de su conversión8. Experiencia del Altísimo, del Señor de la
majestad que se abaja hasta el extremo de hacerse en Jesús nuestro
Hermano; del Omnipotente, que viene a compartir en Jesús nuestra
fragilidad; del Santísimo, que desciende a ocupar un puesto entre los
pecadores; del infinitamente digno, que se humilla en su Hijo hasta el
extremo de con dividir nuestra abyección. Es la revelación, en Jesús, del
ágape divino. Dios manifiesta hasta dónde llega su amor. Había creado al
hombre a su imagen y semejanza. El hombre, con su ingratitud, se había
apartado de él. Dios muestra entonces que su amor a su criatura es santo, es
decir, completamente otro, infinitamente más fiel que el que brota del
corazón del hombre: «Al igual que nos creaste por tu Hijo, así, por el santo
amor con que nos amaste, quisiste que Él, verdadero Dios y hombre,
naciera de la gloriosa siempre Virgen beatísima Santa María...» (1 R 23,3).
María está en el centro de este misterio de humildad y de amor: de ella
ha tomado el Hijo de Dios nuestra carne, nuestra debilidad y fragilidad; por
medio de ella se ha hecho Hermano nuestro, ese Hermano a quien
contempla Francisco extasiándose: «¡Oh, cuán santo y amado es tener un

8
TC 7. Francisco no aclara el contenido de esta experiencia mística. Se puede
deducir por los efectos que produjo en él: mayor acercamiento a los pobres, beso al
leproso, etc. Cf. TC 8-11.

21
tal hermano y un tal hijo, agradable, humilde, pacífico, dulce, amable y más
que todas las cosas deseables!» (1CtaF 13; cf. 2CtaF 56). Se comprende
que englobe a María en su amor sin medida a su Señor.
«Por haber nosotros alcanzado misericordia mediante ella» (LM 9,3):
por medio de ella ha venido a nosotros, pecadores, el que nos trae la
misericordia, la ternura del Padre.
En el Saludo a la Virgen aparece una invocación poco común, que debió
de antojárseles inverosímil a los copistas de los antiguos manuscritos, y se
tomaron la libertad de modificarla. Pero la crítica textual la ha restablecido
en su forma original: Ave Domina..., quae es virgo Ecclesia facta, esto
es: Virgen hecha Iglesia9.
Semejante concepto teológico no era extraño a la tradición patrística,
tradición que ha recogido el concilio Vaticano II para afirmar: «La Madre
de Dios, como ya enseñaba san Ambrosio, es tipo de la Iglesia, por lo que
hace a la fe, a la caridad y a la perfecta unión con Cristo... En tanto que la
Iglesia ha alcanzado ya en la beatísima Virgen la perfección, con la cual
ella es sin mancha, los fieles se esfuerzan todavía por crecer en la santidad
luchando contra el pecado; por esto elevan sus ojos a María, que refulge
como modelo de virtud ante toda la comunidad de los elegidos...» (LG 63 y
65).
Así se comprende por qué Francisco asocia al Saludo a la Virgen el de
«todas las santas virtudes que, por gracia e iluminación del Espíritu Santo,
son infundidas en los corazones de los fieles»; María, en efecto, es cifra y
modelo de toda virtud. Santa Clara escribe a santa Inés de Praga, en un
contexto muy semejante al de la carta de san Francisco a los fieles sobre la
morada de la Trinidad en nosotros:
«A la manera que la gloriosa Virgen de las vírgenes llevó a Cristo
materialmente en su seno, así también tú, siguiendo sus huellas,
especialmente las de su humildad y pobreza, puedes llevarlo siempre
espiritualmente en tu cuerpo casto y virginal...» (3CtaCl 24-25).
Clara proponía a la Virgen María como modelo de entrega a Dios y de
fidelidad a Cristo, pero las hermanas y los demás vieron en ella una
perfecta imitadora de la misma santa Virgen. Dei Matris vestigium -
impronta de la Madre de Dios- la designan el autor de la Leyenda y el
antiguo oficio litúrgico; con el tiempo, lo mismo que Francisco fue
llamado alter Christus, Clara será celebrada como altera Maria.

 SalVM 1. Hay quienes transcriben ecclesia, con minúscula, en el sentido de la


9

iglesia material o templo, sentido que encajaría en la serie de figuras que luego siguen -
«tabernáculo suyo, casa suya»-, pero precisamente porque no forma parte de esa
enumeración, sino de los conceptos teológicos iniciales, es más seguro el sentido de
Iglesia universal. 

22
3.2.2 Protectora
San Buenaventura cuenta que, en los primeros años después de su
conversión, Francisco vivía a gusto en la Porciúncula, la iglesita de la
Virgen Madre de Dios, y le pedía en sus fervorosas oraciones que fuera
para él una «abogada» llena de misericordia (LM 3,1). Poniendo en ella
toda su confianza, «la constituyó abogada suya y de todos sus hermanos»
(LM 9,3). Tomás de Celano refiere lo mismo al hablar de los últimos años
del santo: «Pero lo que más alegra es que la constituyó abogada de la orden
y puso bajo sus alas, para que los nutriese y protegiese hasta el fin, los hijos
que estaba a punto de abandonar» (2 Cel 198).
En el lenguaje medieval la palabra «advocata» tenía el sentido de
protectora. El protector representaba en el tribunal secular al monasterio a
él confiado. Debía protegerlo y, en caso de necesidad, defenderlo de las
violencias y usurpaciones exteriores. Sin embargo, con el tiempo hubo
abusos e inconvenientes. Por eso los Cistercienses renunciaron
sistemáticamente, no siempre con fortuna, a dichos protectores. Y eligieron
a la Virgen como protectora de su orden. Es verdad que este título, aplicado
a María10, aparecía en la antífona que comienza «Salve, Regina
misericordiae» y que es anterior a este hecho. No obstante, parece que
tiene su importancia recordar que los Cistercienses en su capítulo general
de 1218 determinaron cantar diariamente esta antífona. San Francisco la
conocía y la tenía en alta estima, como nos demuestra el relato de Celano al
que todavía hemos de referirnos (3 Cel 106).
Para Francisco y para los hermanos menores, que habían renunciado a
toda propiedad terrena, este término podía tener desde luego sólo una
significación espiritual. María debía representar a los hermanos menores
ante el Señor; debía cuidar de los mismos y protegerlos en todas las
circunstancias difíciles y problemas de su vida11. Debía intervenir en su
favor, cuando ellos no pudieran valerse. Francisco se dirige a la «gloriosa
madre y beatísima Virgen María» para pedirle que junto con todos los
ángeles y santos le ayuden a él y a todos los hermanos menores a dar

10
Para el hombre del siglo XII la «abogada nuestra» era una «poderosa protectora».
Con ella se estableció una relación estrictamente vinculante: la reina prometía
protección y gracia a cambio de que el hombre se empeñara en servirla sobre la tierra.
En Francisco no se aprecia rastro alguno de esta relación. La relación jurídica queda
transformada en relación de amor y de confianza. Por otra parte, Celano nota
expresamente que los hermanos menores no buscaban «la protección de nadie» (1 Cel
40).
11
Francisco nunca llama a María «patrona» de la orden. El patrono principal es el
mismo Señor, como claramente aparece en el relato de 2 Cel 158. Para él, María es la
«abogada». Esto se ve también a través de otros muchos testimonios sobre la vida de
san Francisco.

23
gracias al sumo Dios verdadero, eterno y vivo, como a Él le agrada (1 R
23,6), por el beneficio de la redención y salvación; que ella, en la cumbre
de toda la Iglesia triunfante, presente en lugar nuestro este agradecimiento
a la eterna Trinidad. Después que, a Dios, trino y único Señor, y antes que a
todos los santos confiesa él «a la bienaventurada María, perpetua virgen»
todos sus pecados, particularmente las faltas cometidas contra la vida según
el evangelio tal como lo exige la regla, y en lo referente a la alabanza de
Dios por no haber dicho el oficio, según manda la regla, por negligencia, o
por enfermedad, o por ser ignorante e indocto. Por estas faltas contra Dios,
lleno de confianza se dirige a su «abogada», para que interceda ella en su
favor.
Esta petición aparece también en la Paráfrasis del Padrenuestro, que,
aunque con seguridad no es obra de san Francisco, sin embargo, la ha
rezado el santo muy a placer y con mucha frecuencia: «Y perdónanos
nuestras deudas: por tu inefable misericordia, por la virtud de la pasión de
tu amado Hijo y, por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen y de
todos tus elegidos» (ParPN 7). Suplica insistentemente a ella, la criatura
elegida y colmada de gracia con preferencia a toda otra, que interceda en su
favor ante el «santísimo Hijo amado, Señor y maestro» (OfP Ant 2). La
única vez que Francisco alude a Cristo como a «Señor y maestro» en el
Oficio de la pasión, que recitaba a diario (OfP introducción), es en la
antífona de dicho oficio; ciertamente la razón es que, en la oración que
hace mediante este oficio, no busca él sino la imitación de Cristo, cuya fiel
realización pide por intercesión de María, ya que la identificación que se
dio entre María y Cristo era para Francisco la meta última de su vida
evangélica.
Cuando los hermanos piden a Francisco que les enseñe a orar, él les
responde: «Al estar todos envueltos en pecados, no puede vuestra oración
elevarse al cielo por méritos vuestros. Tendrá ella que apoyarse en el
patrocinio de los santos. Ante todo, sea la bienaventurada Virgen la
mediadora ante Cristo, y sea Cristo el mediador ante el Padre». Sin duda ha
quedado aquí formulado lo que Francisco intentó expresar en aquel
lenguaje rudo que era con frecuencia el suyo.
Este segundo aspecto de la piedad práctica de Francisco revela también
que en toda su piedad hay una ordenación verdadera y viva: María, la
«abogada», es para él la que maternalmente conduce a Cristo, el Dios-
hombre, y Cristo es para él el mediador único en todas las cosas ante el
Padre.

24
3.2.3 Señora y Reina
Desde sus inicios, la Orden Franciscana reconoció a María como su
Señora y Reina.
Francisco de Asís la llama “Santa Señora” y “Santísima Reina”. Antonio
de Padua afirma que: cuando María pronunció las palabras de humildad:
“He aquí la esclava del Señor”, fue elegida Reina del Cielo.
Buenaventura subraya el don universal de la Virgen, “Señora y Reina de
todos”, y no sólo de los hombres, sino de toda la creación y de los ángeles
Su señorío sobre todas las criaturas le viene de su dignidad de Madre de
Dios, de su unión con su Hijo en la misión de “reparar el género humano” y
de la necesidad de su intercesión como la de la reina Ester. Bernardino de
Siena da el título de Reina, Señora y Emperatriz respecto a la que debe ser
preferida a todas las demás damas y reinas. Él no basa la nobleza de la
Virgen en su divina maternidad, sino en su belleza y perfección, sobre su
descendencia de David, hasta el punto de que habría sido reina, aunque no
se hubiera convertido en la Madre de Dios. Bernardino subraya entonces el
culto de servidumbre que las criaturas están obligadas a atribuir a su
soberano: “María domina el reino de los cielos porque los ángeles son sus
ministros y servidores; domina el purgatorio porque libera a las almas de
sus castigos visitando y rescatando, especialmente a sus devotos; domina el
infierno porque ordena y condena el poder de los demonios - Finalmente,
María domina sobre mundo de tres maneras: Sobre los pecadores,
convirtiéndolos; sobre los fieles, infundiéndoles la luz de la gracia
gratificante; sobre sus devotos, dándoles la luz de la sabiduría divina y el
rocío de las gracias celestiales”.
Después de Bernardino, la convicción de la realeza y el señorío de la
Virgen Madre, poderosa intercesora, mediadora universal y abogada
segura, será una constante siempre presente en los autores franciscanos.
No obstante Francisco, que tenía por delante casi un siglo de fervor
mariano en el que los nombres de Madre de misericordia y Madre nuestra
se repetían con frecuencia, creemos que tampoco se puede afirmar que
prevalezca en él una visión de María como Reina y Señora, ya que sólo una
vez recibe María en los escritos dichos nombres. Por ello, teniendo en
cuenta la imagen de la Virgen que intercede por nosotros, imagen dos veces
presente en sus escritos, el paralelismo entre la Antífona del Oficio de la
Pasión y 2CtaF 48-53 junto con FVCl 1, y que, según el Saludo a la
Virgen, nos hace participar en sus virtudes (SalVM 6), nos inclinamos a
pensar que la actitud maternal de María hacia nosotros no está ausente de
los escritos de Francisco.

25
4. Devociones Marianas
El estudio no debe apagar el espíritu de oración y devoción de los
hermanos, escribe Francisco12, porque ambos deben vivir íntimamente
unidos en el corazón y en la mente del cristiano. Los franciscanos,
impulsados por la fuerza del corazón, han profundizado a lo largo de los
siglos en el misterio de la Santa Señora, Inmaculada y Asunta en la gloria
del cielo.
El fundamento de su búsqueda se basaba en la contemplación de Dios
hecho hombre en aquella pobre niña que se convirtió en la “Virgen hecha
Iglesia”.
En el seno de María se celebró la gran liturgia que señalaba la plenitud
de los tiempos y el comienzo de la nueva creación: “la bendita Virgen es
tan honrada, como es justo, porque lo llevo en su santísimo seno”13

IV.3.1El Ave Maria


Según el testimonio de Enrique D'Avranches, Francisco de Asís había
enseñado a sus hermanos el rezo del Ave María de esta forma: “O pia
mater, ave, Maria, charismate plena / Sit Dominus tecum, mulieribus in
benedicta/ Tu, ventrisque tui fructus benedictus”.
Este saludo angélico se convirtió en la tradición franciscana en la oración
que representa la manifestación más espontánea del culto a la Virgen, como
escribe también Buenaventura: “en el saludo del Ángel se nos da la forma
de saludar a la Virgen, por lo que decimos con el Ángel: Ave gratia plena”.
El Ave María, por tanto, se convirtió en la oración mariana que los
franciscanos difundieron en cada una de sus misiones. El texto de la
oración constaba inicialmente sólo de la primera parte, la estrictamente
bíblica hasta el nombre de Jesús14. La segunda parte, “Santa María...”,
aparece por primera vez en un libro de oraciones de la primera mitad del
siglo XV, que perteneció al beato Antonio de Stroncone, y que se conserva
en el convento de San Damián de Asís.
La oración, tan completa, fue difundida por los predicadores,
especialmente por Bernardino de Siena y Juan de Capistrano hasta su
entrada oficial en 1568 en el Breviario Romano del Papa Pío V.

Cfr. Carta a San Antonio, 2.


12

Carta a toda la Orden, 21.


13

14
El Ave María era una antífona utilizada algunas veces al año en la liturgia: Ave
María, gratia plena, Dominus tecum, benedicta tu in mulieribis et benedictus fructus
ventris tui. El nombre de Jesús fue añadido por el Papa Urbano IV en 1263.

26
IV.3.2El Angelus Domini
Parece que el uso del Ave María engendró el Angelus Domini, del que la
Orden Franciscana fue una de las promotoras y difusoras desde el Siglo
XIII.
Francisco había recomendado que al anochecer se hiciera una señal para
honrar al Señor, siguiendo el ejemplo del almuédano islámico (Muezzin)
que incitaba a los fieles a la oración. Por eso, al anochecer, los frailes se
encontraban al toque de la campana con los fieles para la oración, ¡y como
lo atestigua! biógrafo del Beato Benito de Arezzo (1192-1282) , siempre y
con gran devoción recitaba o cantaba la antífona “Angelus Domini locutus
est Mariae dicens ... y los fieles respondían: Ave, piena di grazia”. Esta
práctica, al igual que la celebración de Santa María en sábado, que se cree
que se remonta al propio Francisco de Asís, entró oficialmente en uso en la
Orden con el Capítulo de Pisa de 1263 y fue reconfirmada en el Capítulo de
Asís de 1269135.

IV.3.3La corona franciscana


Cuando se hizo costumbre en la Iglesia recitar las oraciones un
determinado número de veces, surgió la necesidad de un instrumento que
ayudara a contar. Así surgieron los Paternostrari o numeralia, que eran
coronas que comúnmente solían contar la oración del Pater noster que los
monjes y más tarde también los frailes rezaban en lugar del Oficio15.
Tomas de Foligno (1319-1377) cuenta una visión en la que vio a Clara y
sus monjas sosteniendo en sus manos filas de Patenoster de oro, plata y
perlas preciosas- Así también Margarita de Cortona (+1297) cuenta haber
dado estos signacula. Una corona similar, de 30 cuentas, fue encontrada a
los pies del cuerpo de San Francisco cuando fue exhumado en 1818.
El rosario mariano se desarrolló tras el uso de estas coronas y no fue
hasta alrededor del siglo XV, con el predicador dominico Alain de la Roche
(+1475), cuando comenzó a tener una forma estable, por lo que es fácil
encontrar diferentes formas de rosarios marianos en siglos anteriores,
incluso los utilizados en los círculos franciscanos.
El primero en tratar una corona a la Virgen en la Orden Franciscana
parece haber sido San Buenaventura, a quien se le atribuye la obra Corona
Beatae Mariae Virginis. En ella se contemplan los cinco gozos de María:
encamación, natividad, resurrección, ascensión y asunción. La oración final
explica la naturaleza de la corona realizada en honor a las cinco llagas de
Cristo y las cinco letras con las que se compone el nombre de María.
Cherubin de Spoleto (+1484) enseña la recitación de una corona en su
Regla de Vida Espiritual. De esta corona, de 63 Avemarías, sólo se dice
15
Cf. Regula bulada, III, 4.

27
que se hace en honor a los 63 privilegios realizados por Dios en la Virgen y
no se habla de meditaciones entre las decenas. Será Mariano da Firenze
(1470-1523) quien, en 1503, escribiendo la obra Corona Virginis Mariae.
Tractatus ac Meditationes en el 1503, describe y enseña a recitar la
"Corona de las 12 estrellas". Explica que la corona de 12 estrellas vista por
el apóstol Juan a la cabeza de la mujer del Apocalipsis puede significar los
años de María, explica el significado místico de las 12 estrellas y medita
sobre los 12 misterios contemplados en la Corona. Los 12 padrenuestros
significan las 12 estrellas de las que se compone la corona de la Virgen,
mientras que las 5 avemarías rezadas 12 veces hasta 60, que con la adición
de otras tres avemarías forman los años de nuestra Señora. El elemento
principal de a corona es pues la meditación de los misterios que expresan
los 12 gozos de la Virgen (Anunciación, Visitación, Navidad, Adoración de
los Magos, la Presentación, el Regreso de Egipto, el Hallazgo de Jesús en
el Templo, el Milagro de Caná, la Resurrección de Cristo, la Ascensión,
Pentecostés, y la Asunción de María).
Junto a la corona de las 12 estrellas estaba la “corona de las 7 alegrías”,
que consistía en la contemplación de las 7 alegrías de la Virgen
acompañadas cada una de ellas por una decena de avemarías con la adición
final de dos avemarías más para llegar a las 72 según otra forma de contar
los años de María.
Juan de Capistrano recomendó en 1452 que los novicios del monasterio
de Núremberg recitaran cada día la corona de los siete correos a la Virgen,
con siete meditaciones y genuflexión al nombre de Jesús en cada avemaría.
Los siete misterios son la Anunciación, el nacimiento de Cristo, la
Presentación en el Templo, la salida de Cristo de su madre antes de la
Pasión, el dolor de María bajo la cruz, la deposición de Cristo en el
sepulcro y la Resurrección de Cristo con la aparición a su madre.
La novedad de Capistrano es que la genuflexión que antes se hacía en el
saludo para adorar el nombre de Jesús, centro de toda oración.
A principios del siglo XVI, Gilbert Nicolas, conocido por el nombre de
Gabriel del Ave María (+1532), Vicario General de la Observancia,
escribió el Tractatulus de tribus Coronis Virginis Mariae et de tribus
Ordinibus donde trata de varias coronas, entre ellas la de los 72 Ave María
según los años de la Virgen. Esta corona fue confiada a la Orden de la
Anunciación que Nicolás había fundado con Juana de Valois (+1505). Esta
corona pronto se extendió por toda Francia, e incluso los franciscanos
comenzaron a adoptarla en lugar de las 63 Avemarías.
La elección de la devoción de los gozos o alegrías de María, no obstante,
la profunda atención que la tradición franciscana ha tenido siempre hacia la
pasión de Cristo y la compasión de la Virgen Madre parece fundarse, por

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una parte, en la característica contemplación franciscana del misterio de la
Encarnación, y por otra, en una difundida literatura que reclama ya en
Francisco de Asís una especial atención hacia los gozos de la Virgen.
Un anónimo franciscano del siglo XVI, el Tratado de los siete gozos,
trata en siete partes los siete gozos de la Virgen, sus siete dolores y dedica
una parte a la Inmaculada Concepción. En el tratado encontramos cómo se
consideraban diferentes misterios en cada alegría: en la primera se
contempla la redención decretada por toda la eternidad, la elección de
María Inmaculada y la Anunciación. En el segundo, la Visitacion, el
nacimiento del Bautista y de Cristo. En el tercero la Adoración de los
Magos, la circuncisión y la presentación en el templo. En el cuarto, tras el
recuerdo de la pasión, contemplamos la resurrección y la aparición de
Cristo resucitado a su madre y discípulos. En el quinto la ascensión al cielo.
En el sexto el descenso del Espíritu Santo en María y los Apóstoles. En la
séptima la resurrección y la asunción de la Virgen al cielo.
Las siete alegrías de María se convirtieron en el motivo de
contemplación diaria de todo el acontecimiento salvífico, que como
complementaria a la oración litúrgica, llevó a los fieles a una conformidad
siempre renovada con la vida de Cristo y de la Virgen, según el ideal
franciscano.
La corona de las siete alegrías fue así hecha propia por la Orden
Franciscana y tomó el nombre de corona franciscana que se lleva en el
cordón de cada religioso y religiosa como instrumento válido de
contemplación y como recuerdo de su vocación radical al seguimiento de
Cristo y de María.
Las formas de contemplación de los misterios tuvieron diversas
variantes: entre los recoletos, en lugar de enunciar el misterio antes de la
decena, solían añadirlo en el Ave María después de la oración de Jesús:
¡una anticipación del Rosario renovado de hoy!
Si la corona franciscana se hizo habitual entre los conventuales y los
frailes menores observantes, los capuchinos, que habían adoptado primero
la “corona del Señor”, propia de los camaldulenses posteriormente
prefirieron la corona.

4.3.4 Otras formas de piedad


Entre las diversas formas de prácticas piadosas marianas estaba la
"Coronilla de la Inmaculada Concepción", ideada por el capuchino
Buenaventura de Ferrara en 1845, que incluía la invocación "Bendita sea la
santa e inmaculada concepción de la Santísima Virgen María, Madre de
Dios", seguida de un Padre Nuestro, 4 Ave y 1 Gloria tres veces.

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En el ámbito litúrgico, el capuchino Gerolamo Paolucci da Forli (1552-
1620), a quien el pueblo llamaba el "apóstol de Nuestra Señora", introdujo
el rito de la coronación solemne de las estatuas e imágenes de la Virgen, en
honor a la Reina del Cielo, y que la Iglesia hizo suyo.
El capuchino Isidoro de Sevilla (1662-1750), miembro de la provincia
española de la Bética, gran predicador y convencido defensor de la
Asunción de María, fue el primer gran propagador de la devoción a la
Virgen bajo el título de “Madre del Divino Pastor” o “Divina Pastora” de la
que también fundó la Cofradía y escribió algunas obras1. Se dice que, por
una inspiración divina, ocurrida el 15 de agosto de 1703, tuvo la idea de
asociar el culto de la Asunción al de la Divina Pastora como máxima
expresión de la mediación mariana.
Se pidió a los miembros de la cofradía que llevaran la corona franciscana
de las siete miradas en su cuello como signo de su "esclavitud mariana" y
que la recitaran todos los días. La fiesta principal de la cofradía era la
Asunción.
Otro gran apóstol de la devoción a la "Divina Pastora" fue Joaquín de
Berga (+1799), que desarrolló una mariología concreta, de confianza y
amor hacia la Madre del Dios que se hizo niño humilde, donde relación con
la Virgen se establece en la meditación diaria de los misterios de su vida,
que ofrece a la reflexión de sus lectores con el fin de suscitar en ellos un
sentido infantil de confianza y abandono en la Madre misericordiosa.
En la segunda mitad del siglo XVIII, la figura del beato Diego José de
Cádiz (1743-1801), célebre predicador, hizo brillar en toda España la
devoción a la Trinidad y a María. Por su ferviente apostolado, fue llamado
“un nuevo Pablo”, dedicado a la renovación de la moral y atento a los
cambios de los tiempos.
Siguiendo a Isidoro de Sevilla, Cádiz se había sumado a la devoción de
la Divina Pastora a la Asunción, y había escrito al Papa Pío VI para que le
concediera el Oficio y la Misa a celebrar el primer domingo después de la
Octava de la Asunción. La misa fue aprobada para España en 1795.

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