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Status quaestionis de la relación ciencia y fe en nuestros días

P. Rafael Pascual, L.C.


El tema propuesto es el estado de la cuestión de la relación ciencia y fe en nuestros días. Lo
voy hacer desde una perspectiva que puede ser complementaria o quizás diversa a las que
han presentado o presentarán sucesivamente. No pretende ser otra cosa. Vamos a hacer en
primer lugar un recorrido histórico reciente.
Hace algunos años se publicaron unos artículos en dos revistas de divulgación científica
que son bastante conocidas a nivel internacional: la revista Nature (1998) y la revista
Scientific American (1999). Los autores son J. Larson y L. Witham y los títulos eran más o
menos semejantes. El artículo de Nature dice que los científicos líderes todavía rechazan a
Dios1, en cambio el artículo de Scientific American tenía un título más neutral: los
científicos y la religión en América2 (por América entienden Estados Unidos). En ambos se
presentan los resultados de las estadísticas según diversas perspectivas. En el artículo de
Scientific American se pone en evidencia el contraste que existe entre la opinión pública y
la opinión de los científicos en cuanto a la creencia en Dios y en la vida después de esta
vida. Por otra parte Nature la estadística se refiere más concretamente a la Asociación de
los Científicos de Norteamérica, en la cual se evidencia que un porcentaje muy bajo se
declara creyente en Dios, un cierto porcentaje notable se declara agnóstico y la mayor parte,
supuestamente, se declara atea. Obviamente hay que estar atentos a cómo se hace la
encuesta porque eso condiciona mucho los resultados. Si uno lee el artículo se da cuenta
que hay algunas preguntas confusas o que la idea de Dios a la que se refieren es muy
específica, prácticamente la idea de Dios de la religión cristiana.
¿Cuáles serían las razones que aducen estos científicos entrevistados para negar la
existencia de Dios o ponerla en duda? En primer lugar sería la autonomía de la ciencia que
exigiría que los científicos no tuvieran “prejuicios” que pudieran condicionar su
pensamiento. Un famoso divulgador científico inglés, Richard Dawkins, que enseña en
Oxford, afirma en el artículo: “Tú puedes ser ciertamente un científico y tener creencias
religiosas. Pero yo pienso que no puedes ser un verdadero científico en el pleno sentido de
la palabra, ya que tienes tales extrañas categorías de conocimiento”. Así, un creyente sería
entonces un científico de “segunda clase”. El científico puro tendría que ser agnóstico o
ateo. Otro de los autores parece decir que en el fondo los creyentes son aquellos que quizás
no han recibido una formación tan cualificada como aquella recibida por los científicos, de
modo que cuanto más inteligente sea una persona y más esté preparada, más tendería a ser
atea o agnóstica, dado que la religión se consideraría como algo ya superado.
Luego encontramos aquellos que responden empleando las clásicas objeciones contra la
existencia de Dios que son sobre todo el problema del mal y la autosuficiencia del mundo.
"Yo no puedo creer que exista un Dios con todo el mal que hay en este mundo”.
Recordemos que estamos hablando de artículos de 1998-1999, y por tanto antes del famoso
atentado de las torres gemelas en el 2001. La segunda objeción a la existencia de Dios es
esa aparente o supuesta autosuficiencia de la naturaleza. Podríamos decir que según esta

1
J. Larson - L. Witham, Leading scientist Still Reject God (“Nature”, vol. 394. July 23, 1998, p.
313).
2
J. Larson - L. Witham, Scientists and Religion in America (“Scientific American”, September
1999, pp. 78-83).
idea la ciencia ya es capaz de explicar cosas que antes se dejaban a la religión. Mientras que
la ciencia no alcanzaba a responderlas, entonces se ofrecía una respuesta salida de la
fantasía, de la religión; una vez que ya está la ciencia parece que la religión se torna
superflua. Así, algunos responden simplemente no poder aceptar toda esta especie de
creencia sobrenatural. Como decía Laplace: “yo no tengo necesidad de esta hipótesis” [la
hipótesis de Dios].
Yo sostengo que esto no es nada nuevo porque es lo mismo que encontramos en el siglo
XIII cuando Tomás de Aquino, al inicio de la Summa Theologiae, se enfrentaba a la
cuestión de la existencia de Dios. Se pregunta si Dios existe y, como suele hacer, responde
presentando cuáles son las objeciones (“parece que Dios no existe…”) y las dos objeciones
que presenta son precisamente las mismas: la objeción del mal (si Dios es la bondad infinita
entonces no podría darse el mal y sin embargo es evidente que existe el mal en el mundo;
por tanto parece que Dios no existe), y la objeción de esa aparente autonomía de la
naturaleza: parece que la naturaleza se basta a sí misma para explicar sus propios
fenómenos de modo que no hace falta recurrir a una causa trascendente. De alguna manera
son las mismas objeciones de siempre. Santo Tomás responde con las famosas cinco vías
(que ahora por cuestión de tiempo no voy a desarrollar): a partir del movimiento, de la
causalidad, de lo posible y lo necesario, de los grados de perfección y del orden del
universo.
A las dos objeciones con las cuales comenzó el artículo Tomás de Aquino responde en
síntesis diciendo que Dios permite el mal para dar lugar a un bien mayor y eso lo hace
tomando como argumento el pensamiento de San Agustín, quien sobre el problema del mal
hizo ciertamente unas reflexiones muy profundas y ricas. En cuanto a la aparente
autonomía de la naturaleza para explicarse a sí misma presenta a Dios como causa primera.
La naturaleza es autónoma en su propio orden, pero no ES de modo absoluto. Es necesario
hacer la distinción entre las causas primeras y las causas segundas. ¿Por qué decimos que la
naturaleza no se basta últimamente a sí misma? Porque los fenómenos naturales son
mudables, contingentes, y por eso no pueden bastarse a sí mismos, es decir, no son
autosuficientes, de modo que necesitan un fundamento que los sostenga y esa es la causa
primera.
Ha habido estudios sucesivos a los ya mencionados que parecen dar un resultado distinto
del que presentaban esas entrevistas de finales del siglo XX. Un libro reciente del año 2010
de la socióloga Elaine Howard Ecklund3 muestra que en realidad los científicos son menos
agnósticos y menos ateos de lo que parecería ser con base en las anteriores encuestas. Yo
les recomendaría leer este libro para ver y redimensionar los datos que presentaban aquellas
entrevistas.
También más o menos al inicio del siglo XXI ha habido muchas publicaciones sobre el
tema ciencia y fe. Vemos este número de la conocida revista Time4 (2006) en el cual se
presenta la ciencia y Dios en clave de debate, Dios versus la ciencia, y se presenta el
pensamiento de un campeón del ateísmo que sería Richard Dawkins y un campeón del
teísmo que sería Francis Collins, genetista reconocido a nivel internacional y quien ha sido
el director del Proyecto Genoma humano (desde el año 1993 ha estado trabajando en este

3
E. H. Ecklund, Science vs. Religion. What Scientist Really Think, Oxford University Press, 2010.
4
Cfr. Revista “Time”, November 12, 2006.
proyecto) y en el cual han participado 2400 científicos de todo el mundo. Se trata de una
persona sumamente competente y él no tiene ninguna dificultad en declararse creyente
cristiano. Richard Dawkins es conocido por su posición atea, hace campaña de ateísmo y
sus publicaciones van en la línea de la promoción del mismo.
Otro autor que se encuentra entre la posición agnóstica y atea es Stephen Hawking.
Seguramente todos hemos oído hablar de él. Su rostro nos resulta familiar. Conocemos la
enfermedad que lo tiene atado a su silla de ruedas. Sin embargo, sigue muy activo en su
pensamiento, en sus escritos. Recientemente ha escrito junto con otro autor, Leonard
Mlodinow, el libro “El Gran diseño”5, que está teniendo una gran difusión. Ha sido
traducido a la mayor parte de las lenguas modernas más difundidas. Lo que sostiene en el
libro es que de nuevo la ciencia excluye la necesidad de Dios. Es interesante el subtítulo
que quiso poner en el libro, al menos en la edición inglesa, “nuevas respuestas a las
preguntas supremas de la vida”: parece que esas preguntas supremas de la vida - la
pregunta por la existencia, el sentido de la vida, etc. - ya no las tenemos que dejar a la
religión ni tampoco a la filosofía. Ahora la ciencia es la que tendría la respuesta. Esa es la
pretensión de Stephen Hawking.
Tenemos que ir un poco atrás en el tiempo. En el famoso libro de 1988, Historia del
tiempo. Del Big Bang a los agujeros negros, que fue todo un best seller, ya Hawking
lanzaba esta pregunta “¿es necesaria la hipótesis de Dios para explicar el universo o no?”.
Veamos cómo concluye el libro con un punto interrogativo, con una pregunta, y en parte
presenta la tesis de fondo del libro:
En tanto en cuanto el universo tuviera un principio, podríamos suponer que tuvo un
creador. Pero si el universo es realmente autocontenido, si no tiene ninguna frontera
o borde, no tendría ni principio ni final: simplemente sería. ¿Qué lugar queda,
entonces, para un creador?
Y parece decir lo mismo que había dicho Laplace: “no tengo ya necesidad de esta
hipótesis”. De alguna manera Dios es superfluo para la ciencia dado que ésta ya puede
explicar por qué existe el universo. Esa sería la tesis de Hawking, pero habría que revisar si
realmente logra demostrarla.
Pocos años después, en 1993, Hawking publicaba Agujeros negros y pequeños universos y
otros ensayos, un libro donde recoge varias de sus conferencias. Allí hace algunas
afirmaciones que nos permiten entender cuál es el problema: “A muchos científicos no les
agradó la idea de que el universo hubiera tenido un principio, un momento de creación”.
Cuando se hizo la propuesta del Big Bang, al inicio hubo una cierta resistencia por parte de
los mismos científicos. Aunque la teoría se presentaba como teoría científica y se ofrecían
argumentos de carácter científico, algunos se sintieron incómodos porque aquello de un
inicio del universo les sonaba como a creación, a Dios, a religión. Vemos cómo esto se
refleja claramente en ese texto de Stephen Hawking que acabo de citar. Se sienten
incómodos con esta teoría, con esta posición. Aquí se juega todo, si hay o no hay un inicio,
ahí está la cuestión de qué tipo de universo y qué relación hay con la necesidad de una
creación o no. En ese mismo libro se dice: “En el universo primitivo está la respuesta a la
pregunta fundamental sobre el origen de todo lo que vemos hoy, incluida la vida”. Es decir,

5
Stephen Hawking y Leonard Mlodinow, The Grand Design, Bantam Books. Versión en español:
El gran diseño, Editorial Crítica.
una pregunta crucial que se explicita en su último libro El gran diseño (2010), donde
pretende dar respuesta a esa pregunta que se había formulado en Historia del tiempo ¿qué
necesidad tenemos todavía de Dios para explicar un universo que se autocontiene?
Al inicio de El gran diseño Hawking se plantea lo que pretende lograr con el libro:
Para comprender el universo a nivel más profundo, necesitamos saber no tan sólo
cómo se comporta el universo, sino también por qué. ¿Por qué hay algo en lugar de
no haber nada? ¿Por qué existimos? ¿Por qué este conjunto particular de leyes y
no otro? Esta es la cuestión última de la vida, el universo y el Todo. Intentaremos
responderla en este libro.
Ese es el objetivo, la pretensión de Hawking en el libro. ¿Cuál es la respuesta que ofrece?
En síntesis, podríamos decir que ha dado diversas formulaciones, pero en lo que nos
interesa respecto a la cuestión de Dios, afirma lo siguiente:
Algunos dirían que la respuesta a estas preguntas es que un Dios decidió crear el
universo de esa manera. Es razonable preguntar quién o qué creo el universo, pero si
la respuesta es Dios la cuestión queda meramente desviada a qué o quién creó a
Dios. [A mí como filósofo se me paran los pelos, al leer esta frase, pero bueno,
vamos a continuar]. En esa perspectiva, se acepta que exista algún ente que no
necesita creador y dicho ente es llamado Dios. Esto se conoce como argumento de
la primera causa en favor de la existencia de Dios [esto es pues una referencia
implícita a lo que habíamos dicho de las pruebas de la existencia de Dios que nos
ofrecen los clásicos y sobre todo Santo Tomás]. Sin embargo, pretendemos que es
posible responder a esas preguntas puramente dentro del reino de la ciencia, y sin
necesidad de invocar a ninguna divinidad.
Eso es lo que pretende él. Ahora la pregunta es ¿lo logra? El problema de partida que yo
veo con la propuesta de Hawking es que también desde la primera página hace una
afirmación que a mí, como filósofo, me deja un poco inquieto; dice:
Tradicionalmente, ésas son cuestiones para la filosofía, pero la filosofía ha muerto
[aquí Hawking nos ha fundido porque ha declarado la muerte de la filosofía]. La
filosofía no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia,
en particular de la física. Los científicos se han convertido en portadores de la
antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda de conocimiento.
Para Hawking los científicos han tomado el relevo en estas cuestiones fundamentales.
Ahora es la ciencia la que tiene la palabra. Y como filósofo no me siento muy entusiasmado
con esta respuesta, y podría intentar dar una respuesta semejante suponiendo que fuera un
filósofo que conociera la ciencia: afirmar que la filosofía ha resistido al paso de los siglos y
sigue “viva y coleando”, como se dice en España. La ciencia tiene que cambiar cada día
(dice Hawking). ¿Qué confianza podemos tener en la ciencia cuando cada vez están
cambiando las teorías? Eso sería un argumento que retorcería el argumento de Hawking. Es
un argumento simplista, como lo es el de Hawking.
Lógicamente los filósofos se han sentido incómodos. Citamos ahora a Humberto Eco, no
precisamente un filósofo creyente, quien, de frente a estas afirmaciones de Hawking, siente
la necesidad de decir algo. Escribe un artículo en el periódico italiano “L’Espresso”, que
fue traducido al español por el periódico “El Clarín”6. El título ya es bastante simpático, la
filosofía cayó en manos de la gente de Star Trek -con ello eso se refiere al coeditor del libro
de Hawking, Modlidov que ha sido novelista de ciencia ficción-. En el artículo, Humberto
Eco afirma que “las respuestas fundamentales que ofrece este libro (de Hawking) son
típicamente filosóficas” - para nada la muerte de la filosofía: Hawking está improvisándose
filósofo - “y si esas respuestas filosóficas no existieran, incluso un físico no sabría decir qué
es lo que sabe o por qué”. La misma ciencia supone y necesita una filosofía de la ciencia; si
no tuviera una filosofía de la ciencia no podría ni siquiera existir la ciencia, lo que significa
que no ha muerto para nada y si muere, mueren las dos juntas; así más o menos es la
respuesta de Humberto Eco, con la que concuerdo.
Hay otro filósofo laico, italiano, Norberto Bobbio, muy conocido, que escribe un artículo
que es casi una especie de “testamento espiritual”. Se titula Religión y religiosidad y se
hace estas preguntas, preguntas que en el fondo coinciden con las preguntas de Stephen
Hawking, pero Bobbio responde de una manera muy distinta y dice:
¿Qué es el cosmos? ¿Qué sabemos del cosmos? ¿Cómo y por qué el paso de la nada
al ser? Son preguntas tradicionales, pero no tengo las respuestas: ¿por qué el ser y
no más bien la nada? Nunca he ocultado que no tengo una respuesta, y no sé quién
sepa darla a esta última pregunta, excepto por fe. Según Severino el ser es infinito,
el ser que es. Pero no es así como podemos entender qué era antes. Es imposible. Y
frente a las preguntas a las que es imposible dar una respuesta – porque de esto
tengo certeza: no puedo dar una respuesta, aunque pertenezca a una humanidad que
ha hecho enormes progresos – me siento como un pequeño grano de arena en este
universo. Y negar que la pregunta tiene sentido, como podría hacer cierta filosofía
analítica, me parece un juego de palabras”7.
Otro científico, Lawrence M. Krauss, físico teórico norteamericano, quien acaba de escribir
un libro, Un universo de la nada (A Universe From Nothing), best seller en EEUU, que
tiene un prefacio de Richard Dawkins. Nos podemos imaginar por dónde va. De nuevo
tenemos un científico que se improvisa filósofo. En inglés tiene un subtítulo a modo de
pregunta “¿por qué existe algo en vez de nada?”, es decir, lo mismo que acabamos de ver
con Hawking y particularmente con Bobbio, y de nuevo pretende ofrecer una respuesta a
partir de la ciencia.
Bueno, ¿cuál es en el fondo el mensaje de Krauss? En síntesis que somos mucho más
insignificantes de lo que pensamos. Incluso es bastante provocativo en algunas de sus
conferencias. Por ejemplo, dice de manera explícita esta afirmación que realmente es
fuerte: “olvida a Jesús, las estrellas han muerto para que tú puedas nacer”. Así, no debemos
la vida a Jesucristo sino a la muerte de las estrellas por la cuestión de la núcleosíntesis.
Puede que la vida temporal sí, pero no creo que las estrellas pueden ofrecer la vida eterna.
Una coincidencia significativa que encuentro en Krauss es que él también se declara contra
la filosofía y no sólo contra la religión. Krauss concuerda con Hawking al afirmar que la
filosofía no ha progresado en 2000 años y sostener que la diferencia fundamental es que la

6
http://www.clarin.com/opinion/filosofia-manos-gente-Star-Trek_0_481151981.html
7
N. Bobbio, ¿Por qué no soy creyente? http://www.scielo.org.co/pdf/rei/v6n10/v6n10a13.pdf
http://www.scielo.org.co/pdf/rei/v6n10/v6n10a13.pdf, “Revista de economía institucional”. Vol. 6
No. 10 primer semestre 2004.
ciencia progresa mientras que la filosofía no. Hemos dicho que este argumento se puede
retorcer. Podríamos decir que las verdades filosóficas son mucho más estables porque
duran 2000 años mientras que las verdades científicas duran unos días, unas semanas y tal
vez unos meses. Así, es mucho más fiable la filosofía que la ciencia. Obviamente yo lo digo
como filósofo y los científicos me podrían argüir.
Dice también Krauss: “el hecho que la nada, es decir, el espacio vacío, sea inestable, es
sorprendente, es asombroso”. Aquí hay algo de confusión. Yo le respondería a Krauss que
es asombroso afirmar lo que acaba de decir: la nada y el espacio vacío no son la misma
cosa, sobre todo cuando hablamos de la nada absoluta, la nada de la cual provendría el
universo. El vacío cuántico al que alude Krauss no es la nada. En realidad se trata de dos
cosas distintas, de modo que haría falta un poco más de finura conceptual filosófica.
En consecuencia, la posición de Krauss respecto a la existencia de Dios es que Dios sería
redundante, saldría sobrando, porque la ciencia sería capaz de explicar por qué existe el
universo. Aquí respondería yo como filósofo que Dios sería redundante si fuera una causa
más dentro las causas del mundo… pero no lo es, se trata de una causa trascendente, de la
cual depende el mundo y depende la existencia misma de las cosas. Si existe algo es porque
Dios lo crea. Él es la causa del ser y no sólo del cambio, del devenir, mientras que nosotros
y las causas naturales son causas del devenir y no del ser. Si el mundo evoluciona es porque
existe, si no existiera no evolucionaría. Esto obviamente habría que profundizarlo y ahora
no tenemos el tiempo de hacerlo.
Entonces aquí respondería de modo semejante también a la tesis de Hawking que dice que
simplemente el mundo sería y que por lo tanto no haría falta recurrir a Dios. No es verdad.
El mundo no es autosuficiente, el mundo no se explica, no se basta a sí mismo para explicar
su existencia. ¿Por qué? Porque el mundo se encuentra en devenir. La ciencia no puede sino
reconocerlo, es el gran descubrimiento de la ciencia. El devenir de las cosas, no sólo de las
cosas de este mundo sino del universo en su conjunto, un universo que se transforma, que
tiene una historia, un devenir, un cambio. Eso demuestra que el mundo es contingente, es
decir, que no se basta a sí mismo y eso exige - esto es una argumentación exquisitamente
filosófica -, una causa necesaria y trascendente, es decir, que está más allá, que está afuera
(en sentido metafísico y no en sentido local, fuera, por encima del mundo), que explique la
existencia del mundo, porque el mundo no basta para explicar su existencia. Esta causa es
precisamente Dios.
Bien, si es causa y es causa primera y lo es en sentido absoluto, no tiene sentido
preguntarse quién ha causado a Dios (a mí me sorprende que no se den cuenta de esto
científicos y filósofos, como Hawking y Bertrand Russell, que se lo preguntan como si
fuera la gran cosa). Es una contradicción hacerse tal pregunta. Es absurdo preguntarse cuál
es la causa de la primera causa. Si es la causa primera no hay otra antes. Sería una
contradicción lógica, una pregunta sin sentido. Por lo tanto, a pesar de Hawking, con todo
respeto, el mundo sigue teniendo necesidad de un creador, y eso lo comparten algunos
cosmólogos contemporáneos. George Ellis, un famoso e importante cosmólogo, en una
entrevista que ha sido publicada recientemente en español en la que se confronta con el
libro de Stephen Hawking, afirma lo siguiente:
Algunos científicos carecen de la humildad que deberían tener. Por ejemplo los
recientes libros de [Lawrence], Krauss, Hawking y Mlodinow (The Grand Design),
que defienden que el universo se creó a sí mismo, están profundamente
equivocados. He escrito extensamente sobre los límites de la ciencia. Hay muchas
limitaciones a lo que podemos saber gracias a las ciencias8.
No pidamos a las ciencias lo que las ciencias no nos pueden dar: las preguntas sobre el
sentido, sobre las causas, sobre el origen… pues la ciencia llegará hasta cierto punto que no
llega a la última respuesta.
Por otra parte encontramos también otros científicos que hablan de Dios y que reconocen la
necesidad de admitir su existencia. Incluso hay algunos que durante gran parte de su vida se
habían declarado ateos o agnósticos, y al final han reconocido la necesidad de la existencia
de Dios. Tal es el caso de otro cosmólogo, Allan Sandage, quien durante muchos años se
declaró agnóstico y al final ha llegado a la convicción de que la ciencia no lo puede
explicar todo, de que hay preguntas fundamentales que sólo la religión es capaz de
responder. Así lo declaró en el año 1998 en un congreso que tuvo lugar en California sobre
la ciencia y la búsqueda espiritual.
Otro caso reciente es el de un filósofo, también de Oxford (como Richard Dawkins), que
era uno de los grandes “campeones” del ateísmo. Al final de su vida ha tenido que admitir
la necesidad de la existencia de Dios. En la portada de su último libro reza como subtítulo
la siguiente frase “cómo el más notable ateo del mundo ha cambiado su mente”9. En una
entrevista explica un poco cómo se dio esta conversión intelectual, cómo ha llegado a esta
conclusión: “La ciencia destaca tres dimensiones de la naturaleza que apuntan a Dios”. De
modo que la misma ciencia nos conduce de alguna manera a Dios. Esto lo dice un filósofo
que durante toda su vida se ha declarado ateo.
La primera es el hecho de que la naturaleza obedece a leyes. La segunda, la
existencia de la vida, organizada de manera inteligente y dotada de propósito, que se
originó a partir de la materia. La tercera es la misma existencia de la naturaleza10.
Es fundamental para la ciencia reconocer el hecho de que existen leyes en la naturaleza. Sin
tales leyes, la ciencia sería imposible. Por otra parte, sigue en pie la pregunta sobre el inicio
de la vida en la Tierra. Al parecer, al menos hasta ahora las teorías que existen sobre el
origen de la vida no bastan para explicar este hecho. Finalmente, en la tercera cuestión,
sobre la mera existencia de la naturaleza, se nos plantea de nuevo la pregunta fundamental
que ya hemos visto en Hawking y Krauss: ¿por qué existe el mundo, el universo?
Estas son las tres preguntas que a partir de la ciencia han conducido a Flew hacia Dios.
Obviamente para llegar a esto hace falta una reflexión filosófica; no basta con las
indicaciones de la ciencia. Nos dice el mismo Flew en una entrevista que le hicieron sobre
el libro:

8
Entrevista a George Ellis, 11 de septiembre de 2012; http://dignitad.blogspot.ch/2012/09/george-
ellis-la-particula-de-dios-no.html.
9
There is a God: How the World´s Most notorious Atheist Changed His Mind. Versión en español
publicada por la editorial Trotta.
10
Cfr. http://www.aceprensa.com/articulos/2009/apr/16/del-adn-dios-la-conversion-intelectual-de-
antony-flew/.
Fue una deducción filosófica extraída de la evidencia. Los científicos como tales no
pueden hacer esta clase de inferencias filosóficas. Tienen que hablar como como
filósofos cuando estudian las implicaciones filosóficas de la evidencia empírica11.
En un artículo que salió en 2009 se hace esta reflexión:
Flew señala que es sobre todo un filósofo que aplica el razonamiento filosófico a los
hallazgos científicos. Como Einstein, [Flew] lamenta que muchos científicos (como
Dawkins) resulten malos filósofos. Al tiempo, subraya que sus puntos de vista se
sustentan en la razón, no en la fe. Sin embargo ahora se muestra más abierto a los
argumentos en favor de Dios de las religiones reveladas12.
En la misma entrevista que antes citábamos explica con más detalle cómo llegó a
convertirse:
Había dos factores en especial que fueron decisivos. Uno fue mi creciente empatía
con la idea de Einstein y de otros científicos notables de que tenía que haber una
Inteligencia detrás de la complejidad integrada del universo físico. El segundo era
mi propia idea de que la complejidad integrada de la vida misma –que es mucho
más compleja que el universo físico- sólo puede ser explicada en términos de una
fuente inteligente. Creo que el origen de la vida y de la reproducción no pueden ser
explicados desde una perspectiva biológica, a pesar de los numerosos esfuerzos para
hacerlo13.

BIBLIOGRAFÍA
Bobbio, N. ¿Por qué no soy creyente? Revista de economía institucional. Vol. 6 No. 10
primer semestre 2004. Citado en: http://www.scielo.org.co/pdf/rei/v6n10/v6n10a13.pdf
Eco, U. La filosofía cayó en las manos de la gente de “Star Trek”, El Clarín. Citado en
http://www.clarin.com/opinion/filosofia-manos-gente-Star-Trek_0_481151981.html
Flew, A. Dios existe. Cómo cambió de opinión el ateo más famoso del mundo. Editorial
Trotta, 2012.
Hawking, S. y Mlodinow, L. El Gran diseño, Ed. Planeta, 2010.
Hawking, S. Historia del tiempo. Del Big Bang a los agujeros negros, ed. Crítica, 1988.
Ecklund, E.H. Science vs. Religion. What Scientist Really Think. Oxford University Press,
2010.
Krauss, L. M. Un universo de la nada. Ed. Pasado y presente, 2013.
Larson, E. J. - Witham, L. Leading scientists still rejects God. “Nature” 394, 313 (23 July
1998) | doi:10.1038/28478.

11
Cfr. http://www.protestantedigital.com/ES/Magacin/articulo/2734/La-conversion-de-flew-el-
amigo-ateo-de-cs-lewis.
12
Cfr. http://www.aceprensa.com/articulos/2009/apr/16/del-adn-dios-la-conversion-intelectual-de-
antony-flew/.
13
Cfr. http://www.protestantedigital.com/ES/Magacin/articulo/2734/La-conversion-de-flew-el-
amigo-ateo-de-cs-lewis.
Larson, E. J. - Witham, L. Scientists and Religion in America. Scientific American,
September 1999, pp. 78-83.
Tomás de Aquino. Summa Theologiae.
Whitehead, A. N. Process and Reality. An Essay in Cosmology. Macmillan 1929.

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