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CHARLOTTE BUNCH. “Toward a Re-Vision of Human Rights”.

En:
May, L. y Delston, J. 2016. Applied Ethics. A multicultural Approach.
Pp. 57-66. New York: Routledge.

Charlotte Buch es Directora Fundadora del Centro para Asuntos Globales y


Liderazgo de las Mujeres en la Universidad Rutgers. Es autora de Política
apasionada: La teoría feminista en acción (1987). Es editora de 7 libros,
incluyendo Clase y feminismo (1974) y Aprendiendo nuestro camino:
Ensayos en la educación feminista (1983).
Bunch critica la concepción occidental de los DDHH porque dejan los
derechos de las mujeres muy fuera del panorama. Muchos derechos de las
mujeres son socioeconómicos -esto es, centrados en la comida, alojamiento
y trabajo. Además, la opresión política y las formas sistemáticas de
violencia en contra de las mujeres no son tomadas tan seriamente como los
derechos a la libre expresión y a la prensa –derechos que son solo
marginalmente importantes para muchas mujeres, especialmente las del
mundo en desarrollo. Bunch concluye con algunas pautas prácticas para
transformar las concepciones de DDHH, de manera que se asegure que los
DDHH de las mujeres sean contados como DDHH.
CHARLOTTE BUNCH. “Toward a Re-Vision of Human Rights”.
Human Rights Quaterly, Vol. 12. No. 4 (1990) 486-498. 1990
The John Hopkins University Press, Reprinted with permission of The John
Hopkins University Press

Números significativos de la población mundial están rutinariamente


sujetos a tortura, inanición, mutilación y aún asesinato simplemente porque
son mujeres. Crímenes tales como éstos en contra de cualquier otro grupo
que no sean mujeres sería reconocido como una emergencia civil y política,
así como una gran violación de la humanidad de las víctimas. Con todo, a
pesar de un claro registro de muertes y abuso demostrable, los derechos de
las mujeres no son generalmente clasificados como DDHH. Esto es
problemático, tanto teóricamente como prácticamente, porque tiene graves
consecuencias para la forma en que la sociedad ve y trata los asuntos
fundamentales de las vidas de las mujeres. Este artículo cuestiona porqué
los derechos de las mujeres y los DDHH se ven como diferentes, ve las
implicaciones políticas de este cisma y discute diferentes aproximaciones
para cambiarlo.
Los DDHH de las mujeres son violados en una variedad de formas. Por
supuesto, las mujeres algunas veces sufren abusos tales como represión
política que son similares a los abusos sufridos por los hombres. En estas
situaciones, las víctimas mujeres frecuentemente son invisibles, porque la
imagen dominante del actor político en nuestro mundo es la del hombre.
Sin embargo, muchas violaciones de los DDHH de las mujeres son
distintivamente conectados con el ser mujer –esto es, las mujeres son
discriminadas y abusadas sobre las bases de género. Las mujeres también
experimentan abuso sexual en situaciones donde sus otros DDHH están
siendo violados, como prisioneros políticos o miembros de grupos étnicos
perseguidos, por ejemplo. En este artículo, yo trataré de aquellos abusos en
los cuales el género es un factor primario o relacionado, ya que el abuso
relacionado con el género ha sido ampliamente postergado y ofrece el más
grande desafío al campo de los DDHH hoy en día.
El concepto de DDHH es una de las pocas visiones morales a las que se
han adscrito internacionalmente las naciones. Aunque no hay un acuerdo
universal acerca de su campo toca cuerdas profundas de respuesta entre
muchos. La promoción de los DDHH es un objetivo ampliamente aceptado
y, por lo tanto, proporciona un marco útil para buscar reparar el abuso de
género. Más aún, es uno de los pocos conceptos que habla sobre la
necesidad de activismo transnacional y preocupación por las vidas de la
gente en forma universal. La Declaración Universal de los DDHH
adoptada en 1948, simboliza la visión del mundo y define los DDHH
ampliamente. Aunque no se dice mucho acerca de las mujeres, el Artículo
2 da derecho a todos “los derechos y libertades establecidas en esta
declaración, sin distinción de ninguna clase, tales como raza, color, sexo,
lenguaje, religión, política u otras opiniones, origen nacional o social,
propiedad, nacimiento u otro status”. Eleanor Rooselvelt y las mujeres
latinoamericanas que lucharon por la inclusión de sexo en la Declaración y
por su aprobación claramente tenían la intención de que se dirigiera al
problema de la subordinación de la mujer.
Desde 1948 la comunidad mundial ha continuado debatiendo varias
interpretaciones de los DDHH en respuesta de los desarrollos globales.
Poco de esta discusión, sin embargo, se ha dirigido a cuestiones de género
y solamente recientemente se han hecho desafíos significativos a la visión
de los DDHH que excluyen muchas de las experiencias de las mujeres. El
concepto de DDHH, como todas las visiones vibrantes no es estática ni de
propiedad de ningún grupo; más bien, su significado se expande a medida
que la gente reconceptúa sus necesidades y esperanzas en relación con
ellos. Las experiencias específicas de las mujeres deben ser adicionadas a
las aproximaciones tradicionales de los DDHH para hacer a las mujeres
más visibles y para transformar el concepto y práctica de los DDHH en
nuestra cultura, de manera que dé una mejor cuenta de las vidas de las
mujeres.
En la parte siguiente de este artículo, exploraré tanto la importancia como
la dificultad de conectar los derechos de las mujeres con los DDHH y luego
delinearé 4 aproximaciones básicas que se han usado en el esfuerzo por
hacer esta conexión.

Más allá de la retórica: implicaciones políticas


Pocos gobiernos exhiben más que un compromiso simbólico con la
igualdad de las mujeres como un derecho humano básico en la política
doméstica o foránea. Ningún gobierno determina sus políticas hacia otros
países sobre las bases de su tratamiento de las mujeres, aún cuando alguna
ayuda y decisiones de comercio se dice que están basadas en el registro de
los DDHH del país. Entre las organizaciones no gubernamentales, las
mujeres raramente son una prioridad, y los programas del Día de los
DDHH el 10 de diciembre raras veces incluyen discusiones de asuntos
como la violencia en contra de la mujer o los derechos reproductivos.
Cuando se sugiere que los gobiernos y las organizaciones de DDHH
deberían responder a los derechos de las mujeres como preocupaciones que
merecen tal atención, se ofrecen varias excusas de porque no se puede
hacer. Las respuestas tienden a seguir una o más de estas líneas: (1) la
discriminación sexual es demasiado trivial, o no muy importante, o vendrá
después que asuntos de sobrevivencia mayores que requieren una atención
más seria; 2) el abuso a las mujeres, mientras es lamentable, es un asunto
cultural, privado o individual y no un asunto político que requiera atención
del estado; 3) Aunque son apropiados para otras acciones, los derechos de
las mujeres no son derechos humanos per se; o (4) cuando el abuso de las
mujeres es reconocido, es considerado inevitable o tan pervasivo que
cualquier consideración de ello es fútil o abrumará otras cuestiones de
DDH. Es importante desafiar estas respuestas.
La definición estrecha de DDHH, reconocidos por muchos en el Occidente
como solamente un asunto de las libertades políticas y civiles de un estado,
impide la consideración de los derechos de las mujeres. En los EEUU el
concepto se ha limitado aún más porque algunos lo han usado como un
arma en la guerra fría casi exclusivamente para desafiar los abusos de los
DDHH perpetrados en los países comunistas. Aún entonces, muchos
abusos que afectaron a las mujeres, tales como el embarazo forzado en
Rumanía, fueron ignorados.
Algunos aspectos importantes de los derechos de las mujeres se adecúan
dentro del marco de las libertades civiles, pero mucho del abuso en contra
de las mujeres es parte de una red socio-económica más grande, que las
hace vulnerables a abusos que no pueden ser delineados como
exclusivamente políticos o solamente causados por los estados. La
inclusión de la “segunda generación” o DDHH socioeconómicos a la
comida, vivienda y trabajo -los cuales son claramente delineados como
parte de la Declaración Universal de DDHH- es vital para atender las
preocupaciones de las mujeres plenamente. Más aun, la asunción de que
los estados no son responsables para la mayoría de los derechos de las
mujeres ignora el hecho de que tales abusos, aunque cometidos quizás por
ciudadanos privados, son frecuentemente condonados o hasta sancionados
por los estados. Volveré a las cuestiones de la responsabilidad del estado
después de responder a otros ejemplos de resistencia a los derechos de las
mujeres como DDHH.
El mito más insidioso acerca de los derechos de las mujeres es que ellos
son triviales o secundarios a las preocupaciones de vida y muerte. Nada
podría estar más alejado de la verdad: el sexismo mata. Hay una
documentación creciente de las muchas maneras en las cuales ser mujer es
amenazante para la vida. Los siguientes son unos pocos ejemplos:
 Antes del nacimiento: la amniocentesis es usada para la selección de
sexo conduciendo al aborto de más fetos femeninos en promedios
tan altos como 99% en Bombay, India; en China e India, las dos
naciones más pobladas, nacen más varones que mujeres aún cuando
la ratio natural de nacimiento produciría más mujeres.
 Durante la infancia: la Organización Mundial de la Salud reporta
que en muchos países, las niñas son menos alimentadas,
amamantadas por más cortos períodos de tiempo, llevadas a los
doctores menos frecuentemente y mueren o son física y mentalmente
mutiladas en promedios más altos que los niños.
 En la adultez: la negación de los derechos de las mujeres a controlar
sus cuerpos en la reproducción amenaza las vidas de las mujeres,
especialmente donde esto está combinado con la pobreza y pobres
servicios de salud. En América Latina, las complicaciones del
aborto ilegal son una causa principal de muerte para mujeres entre
los 15 y los 39 años.
La discriminación mata a las mujeres diariamente. Cuando se combina con
raza, clase y otras formas de opresión, constituye una negación mortal al
derecho de las mujeres a la vida y a la libertad en una larga escala en todo
el mundo. La más pervasiva violación de hembras es la violencia contra la
mujer en todas sus manifestaciones, desde golpes a la esposa, incesto y
violación, muertes por dote, mutilación genital y esclavitud sexual. Estos
abusos se dan en todos los países y se encuentran en el hogar y el lugar de
trabajo, en las calles, en los campus y en las prisiones y campos de
refugiados. Atraviesan las clases, razas, edades y líneas nacionales; y al
mismo tiempo, las formas de esta violencia frecuentemente refuerzan otras
opresiones tales como el racismo, “cuerpos-capaces” (“able-bodyism”) e
imperialismo: Caso al respecto: para alimentar a sus familiar las mujeres
pobres en los burdeles alrededor de las bases militares estadounidenses en
lugares como las Filipinas soportan la carga del imperialismo sexual, racial
y nacional en la repetida y frecuentemente brutal violación de sus cuerpos.
Hasta una revisión corta de la estadística revela que la extensión de la
violencia en contra de las mujeres globalmente es asombrosa:
 En los EEUU, las golpizas son causa principal de heridas a las
mujeres adultas y se comete una violación cada 6 minutos.
 En Perú, el 70% de todos los crímenes reportados a la policía
envuelven a mujeres que han sido golpeadas por sus parejas; y en
Lima (una ciudad de 7 millones de personas) se reportaron 168,970
violaciones sólo en 1987.
 En India, 8 de 10 esposas son víctimas de violencia, ya sea golpizas
domésticas, abuso relacionado con la dote, o, entre las menos
afortunadas, asesinato.
 En Francia el 95% de las víctimas de violencia son mujeres; 51% en
manos de un esposo o amante. Estadísticas similares de lugares tan
diversos como Bangladesh, Canadá, Kenya y Tailanda demuestran
que más del 50% de los homicidios a mujeres fueron cometidos por
miembros de la familia.
Donde se registró, la golpiza doméstica figura en un rango de 40 a 80% de
mujeres golpeadas, generalmente en forma repetida, indicando que es el
hogar el sitio más peligroso para las mujeres y frecuentemente el lugar de
crueldad y tortura. Como lo demostró el asesinato de Carol Stuart en
Boston, las actitudes sexistas y racistas en los EEUU con frecuencia
encubren la real amenaza a la mujer; una mujer es asesinada en
Massachusetts por un esposo o un amante cada 22 días.
Tales números no reflejan la total extensión del problema de la violencia en
contra de las mujeres, mucho de la cual permanece escondida. Con todo,
más que recibir un reconocimiento como un conflicto mundial importante,
esta violencia es aceptada como normal o hasta desechada como un asunto
individual o cultural. Georgina Ashworth nota que:
La más grande restricción de libertad, dignidad y movimiento y al mismo
tiempo, violación directa de la persona es la amenaza y realización de la
violencia.. Sin embargo, la violencia en contra del sexo femenino que excede
grandemente a la lista de las víctimas de Amnistía Internacional, es tolerada
públicamente; en verdad algunos actos de violación no son crímenes según la
ley, otros son legitimados por la costumbre o la opinión de la corte y en la
mayoría de casos las mismas víctimas son culpadas.
La violencia en contra de las mujeres es la piedra de toque que ilustra el
concepto limitado de DDHH y arroja luz a la naturaleza política del abuso a
las mujeres. Como Lory Heise afirma: “Esta no es una violencia al azar…
El factor de riesgo es ser mujer”. Las víctimas son escogidas debido a su
género. El mensaje es de dominación: permanece en tu lugar o ten miedo.
Contrario al argumento de que es solamente personal o cultural, es
profundamente político. Resulta de las relaciones estructurales de poder,
dominación y privilegio entre hombres y mujeres en sociedad. La
violencia en contra de las mujeres es central para mantener aquellas
relaciones políticas en el hogar, en el trabajo y en todas las esferas públicas.
La falla en ver la opresión de las mujeres como política también tiene como
resultado la exclusión de la discriminación y violencia sexual en contra de
las mujeres de la agenda de los DDHH. La subordinación femenina va tan
profunda que es vista como inevitable o natural, más que vista como una
realidad construida políticamente y mantenida por los intereses, ideología e
instituciones patriarcales. Pero yo no creo que la violación masculina de
mujeres es inevitable o natural. Tal creencia requiere una visión de los
hombres estrecha y pesimista. Si la violencia y la dominación son
entendidas como una realidad políticamente construida, es posible imaginar
deconstruir ese sistema y construir interacciones más justas entre los sexos.
El territorio físico de esta lucha política sobre lo que constituyen los
derechos humanos de las mujeres está constituido por los cuerpos de las
mujeres. La importancia del control sobre las mujeres puede ser vista en la
intensidad de resistencia a leyes y cambios sociales que ponen el control de
los cuerpos de las mujeres en las manos de las mujeres: derechos
reproductivos, libertad de sexualidad ya sea heterosexual o lesbiana, leyes
que criminalizan la violación en el matrimonio, etc. La negación de los
derechos reproductivos y la homofobia son también medios políticos de
mantener control sobre las mujeres y perpetuar los roles de sexo y, por lo
tanto, tiene implicaciones en los DDHH. El abuso físico de las mujeres es
un recordatorio de esta dominación territorial y algunas veces es
acompañado por otras formas de abuso de los DDHH, tales como la
esclavitud (prostitución forzada), terrorismo sexual (violación), prisión
(confinamiento al hogar) y tortura (golpizas sistemáticas). Algunos casos
son extremos, tales como las mujeres en Tailandia que murieron en un
incendio de un burdel porque estaban encadenadas a sus camas. La
mayoría de situaciones son más ordinarias como negar a las mujeres
educación o trabajos decentes, lo cual las deja como presas para
matrimonios abusivos, trabajo explotador y prostitución.
Esto hace surgir nuevamente la cuestión de la responsabilidad del estado
para proteger los DDHH de las mujeres. Las feministas han mostrado
cómo la distinción entre el abuso privado y público es una dicotomía
frecuentemente usada para justificar la subordinación femenina en el hogar.
Los gobiernos regulan muchas materias en la familia y en las esferas
individuales. Por ejemplo, los activistas de los DDHH presionan a los
estados para evitar la esclavitud o la discriminación y segregación racial
aún cuando éstas sean conducidas por fuerzas no-gubernamentales en
privado o proclamadas como tradiciones culturales como lo han sido tanto
en el sur de los EEUU y en el sur de África. Las preguntas reales son: (1)
¿Quién decide qué son los DDHH legítimos?; y (2) ¿Cuándo debería el
estado involucrarse y para qué propósitos? Riane Eisler arguye que:
el asunto es qué tipos de actos privados son y no son protegidos por el derecho a
la privacidad y/o el principio de autonomía de la familia. Aún más
específicamente, el asunto de si las violaciones de los DDHH dentro de la
familia como la mutilación genital, golpes a las mujeres y otras formas de
violencia diseñadas para mantener el control patriarcal deberían estar dentro de
la competencia de la teoría y acción de los DDHH… El problema subyacente
para la teoría de los DDHH, como para la mayoría de otros campos de teoría, es
que el criterio que ha sido desarrollado para definir y medir los DDHH ha estado
basado en el hombre como la norma.
La comunidad de DDHH debe moverse más allá de las normas definidas-
por-hombres para responder a la violación brutal y sistemática de las
mujeres globalmente. Esto no significa que todos los grupos de DDHH
deben alterar el focus de su trabajo. Sin embargo, ello requiere examinar
los sesgos patriarcales y reconocimiento de los derechos de las mujeres
como DDHH. Los gobiernos deben buscar finalizar la guerra -construida
políticamente y culturalmente- contra las mujeres más que continuar
perpetuándola. Cada estado tiene la responsabilidad de intervenir en el
abuso de los derechos de las mujeres dentro de sus bordes y finalizar su
colusión con las fuerzas que perpetran tales violaciones en otros países.

Hacia la acción: Aproximaciones prácticas


La clasificación de los DDHH es más que sólo un problema semántico
porque tiene consecuencias en la política práctica. Los DDHH son aún
considerados más importantes que los derechos de las mujeres. La
distinción perpetúa la idea de que los derechos de las mujeres son de un
orden menor que los “derechos de los hombres”, y, como Eisler lo describe
“sirve para justificar prácticas que no dan a las mujeres un status completo
e igual”. En las Naciones Unidas, la comisión de los DDHH tiene más
poder para escuchar e investigar casos que la Comisión sobre el status de
las mujeres, más personal y presupuesto, y mejores mecanismos para
implementar sus hallazgos. Entonces, ello hace una diferencia en lo que
puede ser hecho si un caso se considera una violación de los derechos de
las mujeres y no de los DDHH.
La determinación del status de refugiado ilustra como la definición de los
DDHH afecta las vidas de las personas. La Asociación de Refugiados
Holandesa, en sus esfuerzos pioneros de convencer a otras naciones a
reconocer la persecución sexual y la violencia en contra de las mujeres
como justificaciones para garantizar el status de refugiados, encontró que
algunos gobiernos europeos tomarían la persecución sexual en cuenta como
un aspecto de otras formas de represión política, pero ninguno lo
convertiría en motivo de status de refugiado per se. Las implicaciones de
tal distinción son claras cuando se examina una situación como la de las
mujeres de Bangladesh quienes, habiendo sido violadas durante la guerra
Pakistán/Blangadesh, subsecuentemente afrontaron la muerte a manos de
sus parientes hombres para preservar el “honor familiar”. Los poderes
occidentales profesaron indignación, pero no ofrecieron asilo a estas
víctimas de abuso de los DDHH.
He observado 4 aproximaciones básicas para unir los derechos de las
mujeres a los DDHH. Estas aproximaciones se presentan separadamente
aquí para identificar cada una más claramente. En la práctica, estas
aproximaciones frecuentemente se solapan, y aunque cada una hace surgir
cuestiones acerca de los otros, yo los veo como complementarios. Estas
aproximaciones pueden ser aplicadas a muchos asuntos, pero yo las
ilustraré primariamente en términos de cómo ellas enfrentan la violencia
contra las mujeres para mostrar las implicaciones de sus diferencias sobre
un asunto concreto.
1. Los derechos de las mujeres como derechos civiles y políticos.
La aproximación primaria es tomar en consideración las necesidades
específicas de las mujeres como parte de la ya reconocida “primera
generación]” de las libertades políticas y civiles. Esto envuelve tanto
hacer surgir la visibilidad de las mujeres quienes sufren violaciones
de los DDHH generales, así como llamar la atención a los abusos
que sufren las mujeres porque son mujeres. Así, los asuntos de
violencia en contra de las mujeres surgieron cuando ellos se conectan
a otras formas de violación, tales como la tortura sexual de las
prisioneras políticas en América del Sur. Grupos como Fuerza de
Trabajo de Mujeres de Amnistía Internacional han tomado esta
aproximación al presionar para que Amnistía lanzara una campaña a
favor de las mujeres prisioneras políticas, las cuales se dirigirían al
abuso sexual y a las violaciones de las mujeres en custodia, la falta
del cuidado maternal en la detención y el resultante abuso de los
DDHH de sus hijos.
Los problemas de documentación de las mujeres refugiadas y el
desarrollo de políticas responsivas son otras ilustraciones de esta
aproximación.
Las mujeres y los niños constituyen más del 80% de quienes están en
los campos de refugio, sin embargo, pocas políticas para refugiados
están específicamente hechas para cubrir las necesidades de estas
poblaciones vulnerables que enfrentan considerable abuso sexual.
Por ejemplo, en un campo donde los hombres tenían asignadas las
raciones de la comunidad, algunos daban comida a las mujeres y a
sus hijos a cambio de sexo. La revelación de este abuso condujo a
nuevas políticas que asignaban directamente la comida a las mujeres.
La aproximación de los derechos políticos y civiles es un punto
inicial útil para muchos grupos humanos; considerando las
experiencias de las mujeres, estos grupos pueden expandir sus
esfuerzos a áreas donde ellas ya están trabajando. Esta aproximación
también hace surgir contradicciones que revelan los límites de una
visión estrecha de los derechos civiles. Una contradicción es definir
la violación como una infracción a los DDHH solamente cuando
ocurre bajo custodia del estado, pero no cuando pasa en las calles o
en el hogar. Otra contradicción es decir que ocurre una violación al
derecho de libertad de expresión cuando alguien está encarcelado por
defender los derechos de los gays, pero no cuando alguien es
encarcelado o hasta torturado o muerto por homosexualidad. Así,
aunque es útil esta aproximación, que está adicionando a las
mujeres e incluyéndolas en la categoría de los ya existentes DDHH
de primera generación, no es suficiente.

2. Los derechos de las mujeres como derechos socioeconómicos


La segunda aproximación incluye la situación particular de las
mujeres con respecto a la “segunda generación de DDHH , tales
como los derechos a comida, vivienda, cuidado de la salud y empleo.
Esta es una aproximación favorecida por aquellos que ven los
DDHH dominados por la tradición y la ley internacional occidental,
como demasiado individualistas e identifican la opresión de las
mujeres como primariamente económica.
Esta tendencia tiene sus orígenes en los socialistas y activistas de
trabajo que han argüido largamente que los DDHH políticos carecen
de significado para muchos, si es que no poseen, también, derechos
económicos. Se enfocan en la primacía de la necesidad de terminar
con la subordinación económica de las mujeres como la llave para
otros asuntos incluyendo la vulnerabilidad de la mujer a la violencia.
Este focus particular ha conducido a trabajar en asuntos como el
derecho de las mujeres para organizarse como trabajadoras y
oponerse a la violencia en el trabajo, especialmente en situaciones
como las zonas de libre comercio que han etiquetado a las mujeres
como labor barata, no organizada. Otro focus de esta aproximación
ha sido esclarecedora de la feminización de la pobreza, que podría
denominarse “el creciente empobrecimiento de mujeres”. La
pobreza no ha llegado a ser estrictamente femenina, pero las mujeres
ahora abarcan un porcentaje mayor de pobres.
Ver los derechos de las mujeres en el contexto del desarrollo
socioeconómico es otro ejemplo de esta aproximación. Las personas
del Tercer Mundo han pedido que el desarrollo socioeconómico sea
considerado como un asunto de DDEHH. Dentro de esta demanda,
algunos han buscado integrar los derechos de las mujeres dentro del
desarrollo y han examinado necesidades específicas de las mujeres
en relación con áreas como la propiedad de tierra o acceso a crédito.
Entre aquellas mujeres trabajadoras en desarrollo, hay un creciente
interés en la violencia contra las mujeres tanto como un asunto de
salud como de desarrollo. Si la violencia se ve como generadora de
consecuencias negativas para la productividad social, podría
conseguir una mayor atención. Este tipo de medida económica
estrecha, sin embargo, no debería determinar si tal violencia es vista
como una inquietud de los DDHH. La violencia como un asunto de
desarrollo está unida a la necesidad de comprender el desarrollo no
solo como un asunto económico sino, también, como una cuestión de
empoderamiento y crecimiento humano.
Una de las limitaciones de esta segunda aproximación ha sido su
tendencia a reducir las necesidades de las mujeres a la esfera
económica, lo cual implica que los derechos de las mujeres se
seguirán automáticamente del desarrollo del Tercer Mundo, lo cual
puede envolver al socialismo. No se ha probado que éste sea el caso.
Muchos que trabajan esta aproximación no más están tratando de
añadir mujeres dentro de los modelos de desarrollo socialistas u
occidentales; más bien, buscan un proceso de desarrollo
transformador que una los derechos políticos y económicos de las
mujeres con el empoderamiento cultural.
3. Los derechos de las mujeres y la ley. La creación de nuevos
mecanismos legales para contrarrestar la discriminación sexual
caracteriza a la tercera aproximación de los derechos de las mujeres
como DDHH. Estos esfuerzos buscan hacer que las instituciones
políticas y legales existentes trabajen para las mujeres y expandan la
responsabilidad del estado por la violación de los DDHH de las
mujeres. Leyes locales y nacionales que se dirigen a la
discriminación sexual y a la violencia en contra de las mujeres son
ejemplos de esta aproximación. Estas medidas permiten a las
mujeres luchar por sus derechos dentro del sistema legal. La primera
ilustración internacional es la Convención sobre la eliminación de
toda forma de discriminación en contra de las mujeres.
La Convención ha sido descrita como “esencialmente una carta de
derechos internacional para las mujeres y un marco para la
participación en el proceso de desarrollo…[el cual] explica
detalladamente los principios y estándares aceptados
internacionalmente para lograr la igualdad entre mujeres y hombres”.
Adoptada por la Asamblea General de las NU en 1979, la
Convención ha sido ratificada o tenido acceso a ella por 104 países
en Enero de 1990. En teoría, estos países están obligados a seguir
políticas de acuerdo con ello y a reportar su cumplimiento al Comité
sobre la Eliminación de la Discriminación en Contra de las Mujeres.
(CEDAW) pasó una resolución en su 8va. sesión en Viena en 1989,
expresando preocupación porque ese asunto estuviera en su agenda e
instruyendo a los estados para que la incluyan en sus reportes
periódicos de información sobre las estadísticas, legislación y
servicios de apoyo en esta área. El Secretariado de la
Commonwealth en su manual sobre el proceso de informes para la
Convención también interpreta el tema de violencia en contra de las
mujeres como “claramente fundamental al espíritu de la
Convención”, especialmente en el Art. 5 pide la modificación de los
modelos culturales y sociales, roles de sexo y estereotipos que están
basados en la idea de la inferioridad o la superioridad de cualquier
sexo.
La Convención esboza una clara agenda de DDHH para las mujeres
la cual, si es aceptada por los gobiernos marcaría un enorme paso
adelante. También lleva las limitaciones de todos los documentos
internacionales en que hay poco poder para demandar su
implementación. Dentro de las Naciones Unidas, generalmente no
es vista como una convención con fuerza, como se ilustra por la
dificultad que la CEDAW ha tenido en conseguir que los países
reporten el cumplimiento de sus disposiciones. Más aún, todavía es
tratada por los gobiernos y la mayoría de organizaciones no
gubernamentales como un documento que se refiere a los derechos
de las mujeres (léase secundarios), no como derechos humanos. Sin
embargo, es una declaración útil de principios respaldado por las
Naciones Unidas, alrededor de la cual las mujeres pueden
organizarse para lograr el cambio legal y político en sus regiones.

4. Transformación feminista de los DDHH. Transformar el concepto


de los DDHH desde una perspectiva feminista, de manera que se
tome más en cuenta las vidas de las mujeres, es la 4ta.
Aproximación. Esta aproximación se refiere a los derechos de las
mujeres y a los DDHH, viendo primero las violaciones a las vidas de
las mujeres y luego preguntando cómo el concepto de los DDHH
puede cambiar para ser más responsivo a las mujeres. Por ejemplo,
la coalición de mujeres GABRIELA en las Filipinas simplemente
estableció que “los derechos de las mujeres son DDHH” al lanzar
una campaña el año pasado. Como Ninotchka Rosca lo explicó los
miembros de la coalición vieron que “los DDHH no son reducibles a
una cuestión de ley y debido proceso… En el caso de las mujeres los
DDHH son afectados por las tradiciones de la sociedad entera
respecto a qué es o no correcto para las mujeres”. Similarmente, un
panel en el Congreso Internacional de Observación de Acción por los
Derechos de las Mujeres en 1990 afirmó que la “violencia en contra
de las mujeres es un asunto de DDHH. Mientras el trabajo en las 3
anteriores aproximaciones frecuentemente es hecho desde una
perspectiva feminista, esta última visión es la más distintivamente
feminista con una posición centrada en la mujer y su rechazo a
esperar el permiso de alguna autoridad para determinar qué es o no
es un asunto de DDHH.
La aproximación transformativa puede ser dirigida hacia cualquier
asunto, pero quienes trabajan en esta aproximación han tendido a
enfocarse en abusos que surgen específicamente del género, tales
como la esclavitud sexual femenina, la violencia en contra de las
mujeres y “crímenes de familia” como matrimonio forzado,
heterosexualidad compulsiva y mutilación femenina. Estos son
también los asuntos más frecuentemente rechazados como cuestiones
no realmente de DDHH. Ésta es, por lo tanto, el área más
acaloradamente desafiada y requiere que se rompan las barredas
entre público y privado, responsabilidades del estado y no
gubernamentales.
Aquellos que trabajan por transformar la visión de los DDHH desde
esta perspectiva pueden aprovechar el trabajo de otros que han
expandido la comprensión de los DDHH previamente. Por ejemplo,
hace dos décadas no había el concepto de “desapariciones” como una
infracción de los DDHH. Sin embargo, las mujeres de la Plaza de
Mayo en la Argentina no esperaron una declaración oficial sino que
se levantaron demandado la responsabilidad del estado por estos
crímenes. Al hacerlo así, ayudaron a crear un contexto para expandir
el concepto de responsabilidad por muertes a manos de paramilitares
o los escuadrones de la muerte del ala-derecha, los cuales si bien no
eran manejados por el estado, fueron autorizados por éste para que
ocurrieran estas muertes. Otro ejemplo, es el concepto en desarrollo
de las violaciones a los derechos civiles que incluyen “crímenes de
odio”, violencia que es racialmente motivada o dirigida en contra de
homosexuales, judíos u otros grupos minoritarios. Muchos aceptan
que los estados tienen una obligación de trabajar para prevenir tales
abusos de los derechos y algunos buscan conseguir que la violencia
en contra de las mujeres sea vista como un crimen de odio.
Las aplicaciones prácticas de transformar el concepto de los DDHH
desde la perspectiva feminista necesitan ser más exploradas. El
peligro en perseguir solamente esta aproximación es la tendencia a
llegar a quedar aislados y entrar en competencia con otros grupos de
DDHH porque ellos han sido tan reluctantes a enfrentar la violencia
de género y la discriminación. Con todo, la mayoría de mujeres
experimentan abuso sobre la base de sexo, raza, clase, nación, edad,
preferencia sexual y política como interrelacionados y hay poco
beneficio en separarlas como reclamos competitivos. La comunidad
de DDHH no necesita abandonar otros asuntos sino debería
incorporar las perspectivas de género dentro de ellos y ver cómo
éstos expanden los términos de su trabajo. Al reconocer que asuntos
como violencia contra las mujeres deben ser preocupaciones de
DDHH, los académicos y activistas de DDHH no tienen que
tomarlos como sus tareas primarias. Sin embargo, tienen que parar
la vigilancia y protección de sus prerrogativas para determinar qué ha
de ser considerado como un asunto “legítimo” de los DDHH.
Como se mencionó antes, estas 4 aproximaciones se traslapan y
muchas estrategias de cambio envuelven a más de una. Todas estas
aproximaciones contienen aspectos de lo que es necesario lograr en
los derechos de las mujeres. En tiempos donde las maneras dualistas
de pensar y visiones de sistemas económicos en competencia están
en cuestión, la tarea creativa es buscar formas de conectar estas
aproximaciones y ver como podemos ir más allá de las visiones
exclusivas de lo que la gente necesita en sus vidas. En palabras de
uno de los primeros grupos feministas, necesitamos pan y rosas,
también. La mujeres necesitan alimentos y libertad y la posibilidad
de vivir vidas dignas libres de la dominación y la violencia. En esta
lucha, el reconocimiento de los derechos de las mujeres como
DDHH puede jugar un rol importante.
.

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