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Zeus, el gran usurpador

El líder de los dioses del Olimpo creció para cumplir una profecía:
arrebatar el trono a su padre.

El líder de los dioses del Olimpo creció para cumplir una profecía: arrebatar el trono a
su padre. Zeus y Hera en el monte Ida. Obra de James Barry, siglo XVIII.
 Zeus
JAVIER MONCAYO
17/03/2017 18:02 Actualizado a 12/09/2019 13:56

Como las demás mitologías, la griega pivotaba en torno al mito de la


creación, la historia del origen de todas las cosas. De algún modo había
que explicar los misterios de la vida, dar orden al universo y definir cuál
era el papel del individuo y de los pueblos que lo habitaban. Un trabajo
nada fácil que solo un narrador inteligente y concienzudo podía elaborar.
Alguien como Hesíodo. Su Teogonía es la compilación más
estructurada de la maraña de mitos con que los griegos daban sentido
al mundo y a sí mismos. Hasta entonces, y por desgracia también después,
la humanidad había avanzado a golpe de guerras, por lo que el tema
recurrente de la obra es el conflicto como paso de una generación
divina a otra. El fenómeno de la usurpación violenta del poder también
refleja los cambios radicales que, para los griegos, tuvo que experimentar
la naturaleza hasta alcanzar el orden y la estabilidad.

Según Hesíodo, en el principio era el Caos, no como lo entendemos


ahora, sino un abismo oscuro. Después aparecieron Gea, la Tierra, y
Eros, el amor sexual, que encarna el principio responsable de todos los
actos de procreación que poblaron el cosmos. ¿De dónde venían? Hoy
sabemos muchas cosas, pero seguimos sin poder concebir la nada, así que
no cabe ponernos quisquillosos. Hesíodo simplemente dice que fueron los
primeros, y que la Tierra surgió para dar un hogar a los dioses. De las
tres deidades primigenias se originó todo lo que existe. En primer lugar,
por patenogénesis (la reproducción en la que interviene un solo género),
Caos dio luz a Érebo, la oscuridad del inframundo, y a la Noche. Mientras
dormía, Gea parió a Urano, el cielo, y a Ponto, el mar. Después la
Creación siguió su curso mediante la copulación. El Cielo, que había
nacido tan grande como su madre Gea, pudo cubrirla y, loco de amor por
ella, la regó de lluvia. Así nació el resto del mundo físico, de las montañas
a las superficies de agua, la flora y la fauna. Por su parte, de la unión de la
Noche y Érebo surgieron el Día y el Éter.

Liberados todos del yugo de Urano, los

titanes auparon a Cronos como nuevo rey y

liberaron a sus hermanos del encierro.


Gea y Urano engendraron a muchos más hijos. Entre ellos la siguiente
generación de divinidades, seis titanes y seis titanesas, pero
también monstruosos gigantes y cíclopes cuya estatura y fuerza harían
temblar de miedo a toda la familia. Siempre se dice de Urano que fue
un despiadado parricida, pero ¿qué hacer cuando eres el dios supremo y
un oráculo te advierte de que uno de tus hijos te destronará? Si el poder es
el poder para los mortales, tanto más para los dioses. Como la amenaza
más evidente eran los gigantes y cíclopes, Urano los mandó de por vida
a las profundidades del Tártaro, el submundo. En cuanto a los titanes,
los volvió a meter por donde habían salido, el útero de su esposa. Dolida
por la atrocidad de su marido, Gea pidió a sus hijos que la vengaran.
Cronos, el más joven, se ofreció voluntario y, con la hoz que le dio su
madre, castró al odioso Urano. Liberados todos del yugo de su padre, los
titanes auparon a Cronos como nuevo rey y liberaron a sus hermanos
del encierro.

La historia se repite

Pero Cronos tomó las mismas medidas que su padre, si no le superó en


crueldad. Los cíclopes y gigantes se resistían a su autoridad, así que
los volvió a encarcelar en el Tártaro. Y como Gea y Urano le auguraron
que también uno de su prole le depondría, decidió engullir uno tras otro,
nada más nacer, a los hijos que tuvo, siguiendo la tradición familiar de
matrimonios incestuosos, con su hermana Rea. Hera, Deméter, Hestia,
Hades y Poseidón acabaron en el estómago de su padre, un horror del
que Rea, que ya no podía más, quiso salvar a su sexto hijo, Zeus. Le dio
a luz en Creta (cuna de la civilización minoica) y, tras dejar al bebé al
cuidado de Gea, engañó a su marido dándole una piedra envuelta en
pañales que Cronos se zampó impertérrito. Tres ninfas se encargaron de
criar a Zeus, que alcanzó la mayoría de edad con una fuerza y agilidad
invencibles. Estaba ya listo para hacer cumplir la profecía.

Delegar sí, pero no mucho

Con la ayuda de Rea y la océanide Metis, Zeus se hizo pasar por copero


y dio de beber al rey una pócima mezclada con el alimento de los
dioses, el néctar. Cronos vomitó a los hijos, que salieron enteros y
decidieron que el héroe los liderara para derrocar al pérfido padre y sus
aliados, los titanes.

El reparto Zeus hizo del gobierno del

universo y de la tierra con sus hermanos

varones ha de interpretarse como una

extensión de su propio poder.


La guerra duraba ya diez años cuando Zeus, haciendo caso al oráculo de
su abuela Gea, liberó a los cíclopes, que lucharon a su lado. Además,
agradecidos, regalaron a Zeus un rayo, a Hades un casco que lo hacía
invisible y a Poseidón un tridente. Estas armas tan poderosas inclinaron la
balanza a favor de los olímpicos. Zeus fulminó con su rayo a Cronos, pero
aún tendría que vencer a otro enemigo, los gigantes, para convertirse en el
amo del universo desde la nueva atalaya de los dioses, el Olimpo.
El reparto que hizo del gobierno del universo y de la tierra con sus
hermanos varones ha de interpretarse no como una cesión, sino como
una extensión de su propio poder, pues él era la máxima autoridad. El
control del mundo alcanzaba, lógicamente, a los mortales, en cuyos
asuntos intervenía activamente como juez supremo. Hesíodo lo definió
“de sabio consejo, padre de los dioses y de los hombres”. Era el soberano
y, como tal, ostentaba el mayor número de títulos, epítetos y poderes que
los griegos atribuyeron a sus dioses. Y, más que ningún otro, era el dios
nacional, adorado en toda la geografía helénica. Muchos de sus templos y
santuarios estaban situados en las cumbres. El más importante era el de
Olimpia, escenario de los juegos cuatrienales celebrados en su honor
y auténtico centro religioso de Grecia.

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