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Valores Del Cid
Valores Del Cid
Al margen del interés literario, el “Poema de Mío Cid” tiene un alto valor
representativo como símbolo del espíritu castellano. El enaltecimiento del Campeador
frente a las arbitrariedades del poder real -objeto primordial del Poema- responde al
sentir político de la Castilla medieval, coincidente con la primitiva tradición germana,
y opuesto al espíritu del derecho romano conservado por el reino de León. La
exclamación del juglar “¡Dios, qué buen vassallo, si ovviesse buen señore!” refleja,
bien a las claras, las simpatías que inspira el héroe, atropellado injustamente, pero que
sabe adoptar una postura digna, sin dejar de ser fiel al rey. El concepto democrático
entre las relaciones señor-vasallo, el individualismo y la defensa del honor son
elementos básicos del Poema, que habrán de perdurar a través de toda la literatura
española. En último término, los móviles que dirigen su actuación -lucha contra el
infiel y afán de engrandecimiento personal y familiar (el Poema termina con los
matrimonios de las hijas del Cid con los Infantes de Navarra y Aragón, con lo que el
Cid entronca con la nobleza) ofrecen esa inconfundible unión de realismo práctico y
noble idealismo que caracteriza el espíritu nacional.
Momentos “poco edificantes” de la obra.
• Episodio de los judíos y las arcas: Delito de receptación (los judios trafican
con una mercancía aparentemente robada por el Cid al rey, pues así se lo hace
creer el ingenioso Martín Antolínez, para obtener dinero necesario para la
salida al destierro del Cid con los hombres que le acompañan
voluntariamente); y delito de soborno -hoy hablaríamos de corrupción-, pues
Raquel y Vidas le dan a Martín Antolínez, a petición de éste, el 5% de
comisión por mediar en el negocio). Este episodio secundario es ficticio, pero
no empaña el valor histórico del Poema.