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Un muro violento, corrosivo y poderoso se levanta entre el espacio urbano de la

ciudad de Tijuana, en México, y el espacio también urbano, densamente poblado, del


condado de la ciudad de San Diego, en Estados Unidos. Es el signo más visible de
identidad, espacialización de la violencia, pues es un muro por el que sangra toda la
América Latina. Es quizás el único lugar en el mundo actual donde existe una barrera de tal
naturaleza para marcar visiblemente los límites y donde se destaca, por tanto, un
hormigueante y cotidiano flujo humano que, legal, o ilegalmente, se enfrenta de diferente
manera a las dificultades y peligros que conlleva cruzar la frontera hacia el país más
poderoso del mundo. Es un espacio urbano con un gran dinamismo económico, político y
social que se extiende con menor intensidad a los otros centros de población que existen a
lo largo de unos tres mil kilómetros de frontera y entre los cuales destaca por su
importancia la franja que separa a las ciudades de Tijuana y San Diego. Ante tales hechos
resulta casi natural que el escritor tijuanense Luis Humberto Crosthwaite haya escrito y
publicado recientemente su libro de relatos Instrucciones para cruzar la frontera (2002)1.

Éste no es un manual de respiración artificial, en sentido estricto, aunque quizás lo


pudiera ser en sus repercusiones semánticas, pues, por suerte, también es un poderoso
signo de escritura que evoca y advierte ; que convoca y aconseja ; que recomienda e
instruye, por supuesto ; incluso que establece un prontuario muy preciso (casi
ordenamiento sacramental para el residente en la frontera mexicana) y que alecciona sobre
qué hacer en situaciones normales y cotidianas para enfrentarse con estoicismo al
necesario cruce de la frontera, cuando se habita en este espacio urbano, megalopolis, al
que atraviesa precisamente ese imponente muro que separa y divide al imperio (el único,
por el momento, que sin contrapesos domina al mundo mediante sofisticada tecnología de
guerra, coma lo demostró en Irak) y el resto del continente latinoamericano, entrañable,
largo y ancho continente sometido a diversas políticas imperiales a lo largo de su historia.

Separa y divide, además, a dos países : Estados Unidos de Norteamérica (como si


todo el Norte les perteneciera únicamente a los habitantes de ese país) y los Estados
Unidos Mexicanos, nombre oficial del país en el cual es más que evidente el parecido en el
nombre atribuido, sin duda, a un error histórico. Por fortuna el uso lo ha remontado a la
semántica cultural de sus raíces para llamado simplemente con el bonito nombre de
México, como lo reconoce y designa el resto del mundo. Pero, por si esto fuera poco, divide
y separa a California de la Baja California. Dos Estados históricamente unidos en un solo
territorio hasta hace un poco más de ciento cincuenta años. Destino manifiesto y nueva
marca de sometimiento, los cuales en lenguaje de la propia topografía se encargan de
acentuar las diferencias : arriba a la Alta California le compete dictar y vigilar el estricto
cumplimiento de las reglas de acceso e incluso reforzar acciones como la de privar de
licencia de manejo vehicular a miles de residentes ilegales, medida aprobada ya por el
polémico Gobernador, el también extranjero Schwarzenegger ; abajo a la Baja California no
le queda otro camino que padecer las consecuencias de agresivas aduanas y patrullas
fronterizas en las cuales recae la comprometedora misión de detener a millones de
migrantes pobres de todo México y del continente, que con peligro de perder la vida y de
padecer las más vergonzantes extorsiones, llegan todos los días a este Estado con la
esperanza de conquistar el sueño americano para encontrarse con un desierto devorador o
con la inevitable realidad de ciudades amuralladas. El muro de la ignominia, como sería
más propio llamarlo, separa y divide, pues, drásticamente, los espacios urbanos de las
ciudades de Tijuana y San Diego, como lo hace a lo largo de tres mil kilómetros con otras
ciudades fronterizas. Bien puede ser este muro signo y símbolo de un problema más
complejo y profundo : la existencia de una sociedad moderna global, injusta y desigual,
metáfora y signo a la vez de una humanidad famélica y sangrante. A lo largo de la historia
se han visto numerosas formas efectivas o inútiles, visibles o encubiertas de cerrar las
fronteras e impedir que la gente salga de o entre a determinados territorios. El caso más
famoso de la época reciente fue el del Muro de Berlín (1961-1968), que separaba a la
Alemania oriental de la occidental, del cual se habló y se escribió hasta el hartazgo. Pero
había entonces, y todavía hay, muchos otros « muros », construidos o por construir, como
el que se está levantando entre Israel y Palestina. No cabe ninguna duda, sin embargo, de
que por el momento el más significativo es éste que los estadounidenses han construido en
su frontera con México, verdadera y literal « cortina de hierro » contra los latinoamericanos
y después del fatídico 11 de septiembre, contra todo lo que pudiera tener el más ligero olor
como para atentar contra su seguridad. No está hecha esa cortina como la de Europa
oriental, para que los de adentro no salgan, sino para que los de afuera no entren. Más que
al muro de Berlín se parece al limes, las impresionantes defensas construidas por el
Imperio romano contra el acoso de los « bárbaros », las que, como se sabe, a la larga
terminaron en un gran fracaso. Pero ¿qué pasará con este moderno muro kitch que separa
y divide tan radicalmente a las ciudades de Tijuana y San Diego, y que imprime entre ellas,
cual amargo y doloroso hierro, la indeleble marca de una identidad ignominiosa, repito,
signada por la espacialización de la violencia ? ¿Por qué los residentes de San Diego viven
encerrados en sus lujosas mansiones, bajo el terror psicológico y supuestas amenazas de
invasión ? Si bien es cierto que esos estados de ánimo siempre han existido en las
relaciones con los sandieguinos, se han agudizado después de la caída de las torres
gemelas. ¿Cómo explicar y entender, entonces, la existencia de ésa, a veces, doble
muralla entre el espacio urbano de estas dos ciudades hermanas ? ¿ Cómo situarse en la
historia para descubrir las claves de su significado más profundo ? Y por lo que compete a
esta comunicación más directamente ¿de qué manera la obra narrativa de Luis Humberto
Crosthwaite constituye un valioso instrumento que desenmascara y muestra el misterio en
su más reciente libro Instrucciones para cruzar la frontera ? Ése es el itinerario al cual me
voy a ceñir en el desarrollo de mi exposición. Mi enfoque refleja el punto de vista, también,
de quien padece y disfruta este espacio urbano de Tijuana como ciudad de frontera.
Tijuana no es una ciudad bonita, se diría más bien que es una ciudad fea. Su única belleza
le viene de su gente hospitalaria, la cual ha llegado de los distintos rincones del país con
sus tradiciones y costumbres y le ha dado una identidad peculiar al grado de que en ella
puede distinguirse un mosaico cultural en el que destaca de manera sobresaliente la
presencia de grupos indígenas, sobre todo de la región de Oaxaca. También su belleza
está asociada a su benigno clima mediterráneo y al inmenso y limpio azul de su cielo que la
funde con las aguas nada tranquilas del Océano Pacífico. Contrasta también con la belleza
de la ciudad de San Diego, la cual con la complicidad de la ciudad de Ensenada, a unos
cien kilómetros hacia el Sur, la privaron del encanto de tener por lo menos una pequeña
bahía, pero no de lucir una playa, que aunque también dividida, es lugar de esparcimiento
de alegres y relajados bañistas en el verano. Es la playa tierna, dulce, amorosa, de
encuentros y desencuentros que, de manera recurrente, aparece en la narrativa de Luis
Humberto Croshtwaite desde su primer libro publicado, Marcela y el Rey al fin juntos
(l988)2. Por alguna razón el escritor lo comienza, precisamente, con el relato

2« Marcela y el rey al fin juntos en el paseo costero ». Pero no sólo eso, y no es


producto de la casualidad, que en el relato con el cual concluye Instrucciones para.cruzar la
frontera : « Zapatistas en la playa », varios hechos y situaciones complejas, relacionados
con el significado simbólico de este lugar, confluyan en la narración a manera de punta de
vista denso, focalización que condensa, con la ironía que caracteriza su escritura, las
paradojas de este espacio urbano en especial. Más adelante me detendré en el análisis
particular de este texto. Adelanto por el momento, sólo como botón de muestra, el
segmento punzante con el cual se inicia y que corrobora, con una eficaz visión en lograda
síntesis desde el punto de vista del narrador, lo que hasta este punto he venido
exponiendo :
 3 Luis HUMBERTO CROSTHWAITE, Instrucciones, cit., p. 127.

La playa se ubica donde se unen dos países y el océano más grande del mundo.
Un muro de metal, divisorio, acaba o comienza su peregrinación cien metros mar adentro.
A partir de ahí, el muro se extiende hacia el oriente, donde termina por convertirse en un
gran río : comunión del hombre con la naturaleza. Muro y río tajan el continente en dos
partes.3

3Ofrezco, además, la descripción sensible que el talentoso escritor español Javier


Cercas hace de esta playa :

 4 Javier CERCAS, « Bienvenue a Tijuana, ville frontière. Cette plage où saigne


l’Amérique latine », i (...)

L’endroit est horrible : une plage interminable, au bord de l’Océan Pacifique,


coupée en deux par un mur de métal dévoré par la rouille, le salpêtre et les intempéries, un
mur qui n’en finit pas de tomber en morceaux et d’être retapé pour perpétuer l’infamie. Nous
sommes à l’extrême nord-ouest de l’Amérique latine, à l’extrême nord-ouest du Mexique, à
la frontière des Etats-Unis, sur la plage de Tijuana, qui touche la ville de San Diego. Il s’agit
d’un point précis sur la carte, mais aussi d’un symbole lourd de sens : côté mexicain du
mur, la plage grouille de familles nombreuses, de couples et de bandes d’enfants qui
prennent le soleil sur le sable ou perturbent l’eau calme de l’océan : côté gringo, la plage,
est complètement déserte, à l’exception de la présence minuscule d’un couple de mouettes
égarées et de celle, abominable, de deux voitures de la migra, la police anti immigration des
Etats-Unis, qui, immobiles comme des tigres au repos, veillent à ce que personne ne viole
cette frontière de fer4.

 5 Luis HUMBERTO CROSTHWATTE, La luna siempre será un amor difícil,


ediciones Corunda, México, 1994.

4En efecto, durante los últimos cuarenta años, Tijuana se ha convertido en el


enclave estratégico más importante en la frontera para impulsar el proyecto de economía
neoliberal globalizada. El rostro urbano de esta ciudad ha cambiado por la acelerada
presencia de la industria maquiladora, la cual no sólo se concentra en grandes parques
industriales sino en el corazón mismo de los centros de población. No es extraño encontrar
grandes fábricas incrustadas en la accidentada topografía de las colonias más populares.
Son fábricas que operan, resulta obvio decirlo, con capital trasnacional. A uno de estos
grandes espacios de la industria maquiladora llega Florinda o Xochitl, el personaje
femenino de La luna siempre será un amor difícil (1994)5, novela en la cual Luis Humberto
Crosthwaite parodia la esperanza, soledad y contradicciones existenciales de la moderna
población migrante, bajo el revestimiento y la complicidad que toma de las crónicas de
conquista. El florecimiento de la industria maquiladora, reclutando las otras Florindas de
todo México, ha hecho de Tijuana la ciudad con el menor índice de desempleo. Frente al
auge de este espacio fronterizo en bonanza, imagen de nuevo paraíso del oeste
californiano, y el hecho doloroso de los muchos millones de mexicanos que viven en
pobreza extrema, el flujo migratorio se ha acentuado durante las últimas tres décadas. A
Tijuana llegan diariamente miles de ellos en busca de mejores oportunidades de vida. Su
propósito no siempre es arraigarse en esta ciudad, sino que les sirva de refugio temporal
mientras cruzan a Estados Unidos. En su éxodo los detiene a veces más tiempo el muro de
metal, celosamente vigilado por intolerantes y agresivas patrullas fronterizas que hacen de
éste un espacio infranqueable. Para aquéllos que con todo el estoicismo del mundo, esto
es, los que viven en Tijuana, pero trabajan en el condado de San Diego o más allá, y se
enfrentan diariamente a la necesidad del cruce de la frontera, el narrador de
« Recomendaciones », primer texto de Instrucciones para cruzar la frontera, proporciona
información muy valiosa : la paciencia es un requisito indispensable ; es necesario saber,
además, que existen dos tipos de vigilantes, los llamados « Aduana » y los llamados
« Migra ». Estos últimos son los más peligrosos y absurdos :

 6 Luis HUMBERTO CROSTHWAITE, Instrucciones, op. cit., p. 11.

En caso de enfrentarte a un Migra, pídele a Dios que no pertenezca a lo que en el


país vecino se reconoce como, y de preferencia que no tenga ascendencia
latinoamericana : se dice que son los peores porque saben que alguien los vigila para que
cumplan cabalmente con su deber.6

 7 Luis HUMBERTO CROSTHWAITE, Mujeres en traje de bano caminan solitarias


por las playas de su llanto. (...)

 8 Luis HUMBERTO CROSTHWAITE, NO quiero escribir no quiero. Ediciones del H.


Ayuntamiento de Toluca, M (...)

 9 Luis HUMBERTO CROSTHWAITE, El Gran Preténder. NONACULTA/Fondo


Editorial Tierra Adentro, México, 199 (...)

 10 Luis HUMBERTO CROSTHWAITE, Estrella de la calle sexta, Tusquets Editores,


México, 2000.

5Pero ¿cuáles son los otros tópicos, recurrencias temáticas y recursos de estilo
que constituyen el universo narrativo de Luis Humberto Crosthwaite ? Es verdad : « Todos
sus libros forman una radiografía moral apasionante de la vida de esta frontera por la cual
sangra cada día la América Latina ». Así, desde la publicación de Marcela y el rey al fin
juntos, el narrador recurso literario que media entre el autor y el lector establece,
en podestat prolepsis, el que será el mundo narrativo del escritor, dominado por las
imágenes de otros sitios urbanos y la imprescindible presencia de iconos y figuras
musicales míticas, del rocanrol o del folklore popular que acompañan siempre a los
personajes de sus cuentos y novelas, bajo la mirada cómplice de un sensible y asiduo
lector de poesía. Con un epígrafe de Francisco Morales, poeta nacido también en Baja
California, el escritor hará su aparición en el mundo de la literatura : « Ya no soy el requinto
más tristón/ del universo » y junto a éste, un epígrafe de una canción de John Lennon :
« todo el mundo pasó buenos momentos/ todo el mundo tuvo un sueño erótico/ todo el
mundo se dejó crecer el pelo/ todo el mundo vio brillar el sol ». Confirmo esta apreciación,
además, en los epígrafes de su libro más reciente : « Que las palabras pasen como
ægopodes/ por encima de las fronteras y las aduanas/ y aterricen en todos los campos » ; y
« Quiero recordarle al gringo,/ yo no crucé la frontera,/ la frontera me cruzó », tomados
respectivamente de los versos del gran poeta Vicente Huidobro y de una canción agarrona
de Enrique Valencia, integrante del popular conjunto musical de Los Tigres del
Norte. Quizás este gusto por la poesía y la música de los Beatles aparezcan con más
claridad en el hilarante relato « Mujeres en traje de baño caminan solitarias por las playas
de su llanto »7, sugerente título, casi almodovariano, con el que nombró los textos incluidos
hace tiempo en una plaquette. Y ya que estamos en esta digresión sobre los gustos y
obsesiones de este escritor mencionaré los títulos de sus otros libros. Al último de los
mencionados siguieron No quiero escribir no quiero8, libro con el cual ganó el premio
nacional de cuento del Centro Toluqueño de Escritores, y El gran pretender9, un texto
fundamental para entender la vida de cholos y pachuchos, seres de los cuales se ocupaba
ya Octavio Paz en el Laberinto de la soledad, pero que Luis Humberto Crosthwaite recrea
con una prosa dinámica y sugerente en la cual el lenguaje se constituye como elemento
fundamental, rasgo de identidad de los jóvenes del barrio, de sus esperanzas y
desesperanzas, ilusiones y desilusiones. Cómo olvidar el fonético nombre de El Saico,
personaje que da vida a la narración en esta novela corta, la cual fue incluida en una
edición más reciente, junto con otros dos magistrales cuentos « Sabaditos en la noche » y
« Todos los barcos », en Estrella de la calle sexta10. Myriam Vidriales en « Narrador del
futuro anunciado » expresa un interesante juicio a propósito de su contenido :

 11 Myriam VIDRIALES, « Narrador del futuro anunciado », en Punto


G (Guadalajara, México), octobre de 2 (...)

Este trabajo permite adentrarse en la visión particular que el escritor tiene de


Tijuana la ciudad-laboratorio. En entrevista telefónica desde la frontera más transitada del
mundo, Crosthwaite habló del futuro y de la oleada de influencia hacia donde, dice, se
dirigen todas las ciudades.11

6Por su pertinencia para esta exposición extraigo, con sus respectivas respuestas,
dos de las preguntas que se le formularon en esta entrevista :

7¿Por qué decidió hacer del lenguaje el eje de las narraciones ?

La reflexión del lenguaje con la que estoy trabajando cada vez, es lo que más
disfruto, digamos que es un proceso evolutivo al que tardé mucho en llegar. Tuve que leer
mucho, escribir otro tanto, para llegar a la conclusión de que el lenguaje debería ser
partícipe de la historia, y que de alguna manera debería reflejar los estados de ánimo de
los personajes y lo que esta sucediendo...

8La forma en que hablan los personajes ¿1a definiría como el habla de la frontera ?

Esta forma de narrar es una especie de invención mía Sí, hay gente que habla así,
pero no podríamos decir que es el habla exclusiva de la frontera. Tijuana es una ciudad
múltiple, con múltiples voces, y siendo una ciudad que está recibiendo constantemente
visitantes, que se va alimentando de migrantes, realmente necesitas estar mucho tiempo
ahí para que la cultura norteamericana influya en tu lengua o tu cultura, y la mayoría de la
gente no se queda ahí. Yo lo que hago es crecer, hacer más grande ese aspecto que a mí
me resulta tan interesante de la ciudad, una especie de mestizaje. También se dice que
Tijuana, por estar en la frontera, está en constante búsqueda de identidad... [...] Todos los
días se está gestando una identidad fronteriza, que es algo totalmente nuevo y que se
viene desarrollando sólo en ciudades con estas características. Quizás en México no sean
tantas, pero en el mundo cada vez es un fenómeno mayor. Un viajero frecuente a Tijuana
es Manu Chao, a quien le encanta la ciudad y no sólo compone canciones sobre ella, sino
que en sus entrevistas suele compararla con Gibraltar, eso a mí me llama la atención. El
fenómeno que sucede en Tijuana, aunque parece ser único para México, no lo es en el
mundo. De alguna manera me parece que en Latinoamérica, Tijuana viene siendo una
especie de microcosmos que refleja lo que va a suceder en general con las ciudades...

9Este tipo de expresiones, sin duda confirman las reveladoras ideas y los
conmovedores juins de Javier Cercas, producto de un recorrido por la ciudad de Tijuana,
acompañado precisamente por Luis Humberto Crosthwaite :

Je pense que Tijuana est une plage aussi triste qu’une blessure par laquelle
saignerait toute l’Amérique latine, qu’elle est un miroir où personne n’ose se regarder parce
que c’est un miroir monstrueux, un impossible miroir de sang avec lequel nous ne sommes
pas unis par l’amour mais par l’épouvante, et que ce doit être pour cela que nous l’aimons
tant. Je pense aux milliers de désespérés qui ont réussi à franchir ce mur de cauchemar, à
ceux qui ont pas réussi et sont enterrés au milieu de nulle part et à ceux qui essaieront de
le traverser et y arriveront peut-être, ou peut-être pas, je pense que Tijuana est une
chanson d’amour et de mort. Je pense aussi que qui ne connaît pas Tijuana ne connaît pas
le monde, parce que, dans cet amas de baraques abandonnées des dieux, au milieu d’un
paysage désolant de collines désertiques, se trouvent á la fois l’enfer et le paradis, ce qui
en fait un bon endroit pour vivre et un bon endroit pour mourir.

 12 Javier CERCAS, art. cit.

10Luis Humberto Crosthwaite, además de la mencionada novela La luna siempre


será un amor difícil, título tomado de los versos de un poema de Javier Araiza, otro poeta
local : (« la luna siempre será un amor difícil/ un hechizo/ un retrato antiguo/ que de pronto
toca la mano »12), ha escrito otra : Idos de la mente. La increíble y (a veces) triste historia
de Ramón y Cornelio. En la primera, a través de una inteligente parodia del lenguaje,
situaciones y textos sensiblemente leídos de las crónicas de conquista, el escritor equipa a
los personajes imaginarios de Florinda y Balboa con los atributos del amor necesario para
emprender en autobús un viaje, desde el centro del país a la supuesta « Frontera Norte de
la Nueva España ». Entre viñetas e ilustraciones a la usanza de los libros antiguos, se
enmarca el relato novelesco :

Aquí comienza la historia del esforzado y virtuoso Conquistador Balboa y de su


bienamada Florinda, otrora llamada Xochitl, quienes recorrieron la Nueba spana del mar
Océano y saliéronse della hasta el terrible Imperio Nortense en busca de los tan preciados
e conocidos dólares.

11En la segunda, a través de epígrafes que ha tomado de las canciones que el


Pueblo mexicain en su mayoría conoce y canta y que orientan los segmentos de su
escritura fragmentaria, el escritor construye una nivelo en la cual da vida a dos personajes
fudamentales que rememoran y remiten de inmediato a los nombres de dos de los
compositores y cantantes más conocidos de la música norteña : Ramón Ayala y Cornelio
Reyna. El título se lo debe precisamente a una canción de este último  : « Los dos estamos
idos de la mente, /andamos como locos,/ por el mundo perdidos ». Ellos, pues, dan la
clave, como se lee en la inusual belleza de la contraportada :

Ramón y Cornelio, los amos de la música del norte, y de sus aventuras, amores y
desventuras en el sinuoso camino de la fama. Entrelazando los rasgos de la mitología
popular con los de la mitología clásica, Crosthwaite logra una novela que puede leerse en
varios sentidos : como anecdotario rocanrolero en clave ; como homeland a Tijuana y a los
fundadores de la tradición musical morteña ; y, sobre todo, como metáfora de la
contradictoria felicidad que brinda la experiencia artística en los seres humanos.

12Ahora bien, hablando específicamente de los once cuestas que constituyen la


materia narrativa, diversa y rica de Instrucciones para cruzar la frontera, coincido con la
idea de que en este libro se recoge « un conjunto de relatos, duros, irónicos, desbordantes
de sentimiento y despotismes de sentimentalité ».

13Éstos (los relatos) tienen como marco los ya mencionados de


« Recomendaciones », al inicio, y « Zapatistas en la playa » al concluir el libro. Al parecer
su autor con toda intención ha querido destacarlos en su escritura, incluso en el uso de los
caracteres tipográficos y del espacio al enunciarlos en el índice. Como si con esa voluntad
escrituraria estuviera marcando los límites de los extremos del país mismo y los conflictos
no resueltos de un México profundo. Si bien los extremos del territorio nacional
simbólicamente se tocan con la presencia enigmática y real de los indígenas zapatistas al
colocar una bandera del EZLN precisamente en este lugar, sobre este parodójico muro de
la discordia y el encono, al mismo tiempo que dan también ahí representados conflictos
añejos que atañen a los dos países, al continente y al universo mismo, pues es este
scénario narrativo el espacio urbano que se ha escogido para aludir a una boda binacional
que ahí se realizó impidiendo la comunión de los esposos quenes apenas pudieron tocar
sus manos a través de los resquicios del muro metálico ; es también el lugar donde
« amaneció muerta una ballena, en la playa, junto al muro metálico », una ballena que
escogió morir en las aguas contaminadas de México ; y es también el lugar en el cual se
encontró a un hombre muerto. Con un lenguaje cadencioso, que armoniza el ritmo.de cada
palabra y cada frase, el narrador reitera este hecho :

Enotra ocasión amaneció muerto un hombre en la playa, junto al muro metálico. No


era su intención morir, pero lo alcanzaron unos remolinos submarinos cuando intentaba
cruzar hacia la tierra de las oportunidades. El hombre no tenía documentos, ni cargaba una
cartera que lo identificara o guardara las fotografías de su familia. No obstante, nadie
sospechó que fuera un desobediente bafouillis. norteamericano ; lo delataba el color de su
piel.

14Así, mediante una prosa directa, seca y dura por lo que enuncia, precisamente
sin concesiones ni sentimentalismos, enumerando estos hechos, trágicos en sí mismos, el
escritor conclue :

Era muy extranio ver zapatistas en este lugar : sus pasamontafias, sus paliacates
rojos. Sus pies descabellos sobre la arena. Se pararon, sin saberlo, en el mismo lugar
donde había sido la boda, había muerto la ballena, se habia ahogado un hombre.

15Para concluir esta revisión mencionaré, a mi vez, los títulos de los otros relatos,
aludiendo apenas a alguno de sus rasgos más directamente característicos, siguiendo el
orden mismo en el que aparecen en el libro : « La fila», relato denso que remite de
inmediato a « La autopista del sur» de Cortázar. Sólo que en este escenario no hay
autopista sino que los transeúntes se encuentran casi varados, luchando entre ellos por
avanzar para cruzar la frontera. Contado en primera persona, la solución narrativa es muy
hermosa, pues el personaje de la narración, libre de ataduras, en el momento de ser
interrogado por el vista aduanal, con la imaginación propicia un encuentro amoroso en la
playa y el retorno a casa. En « El largo camino a la ciudadanía», no hay variación temática
sino más bien una agudización de la soledad del personaje quien soñó e idealizó tanto el
conseguir la ciudadanía estadounidense que al final se enfrenta a su propia realidad
rutinaria y contradictoria. Al autor de estos textos le atrae coquetear con el misterio y con su
propio oficio de escritor. Así sucede en « El hombre muerto pide disculpas», cuento en el
cual con el hábil manejo de un doble discurso se perfila una frontera que tiende a ser
invisible, pero que da cabal cutnplimiento al epígrafe que se ha tomado de Borges : « Nadie
sabía nada del muerto, salvo ». El tratamiento es diferente en « Muerte y esperanza en la
frontera norte” pues a partir dei uso del reportaje, la noticia y la crónica periodística se hace
un recuento puntual de las vicisitudes y peligros de quienes se arriesgan a cruzar la
frontera, poniéndose en manos de un “coyote” aun con el riesgo de perder la vida,
muriendo de frío en el desierto. En una vuelta de tuerca se da un viraje temático en tres
direcciones, para mostrar también rasgos de identidad de la franja urbana de Tijuana/San
Diego : el contrabando en « Historia mínima » ; una historia de secuestro y asesinato en
« Todos los ángeles extraviados» ; y la desmitificación de la virgen de Guadalupe y sus
apariciones a un moderne Juan Diego quien se enfrenta directamente de nuevo a un
obispo por defenderla, en « Y le digo que no, y me di ce que sí». A éstos les siguen dos
más : « La silla vacía» es sin duda un relato intenso e interesante en el cual a través de la
técnica del drama, mediante un dialogo muy vivo y dinamico se confrontan dos personajes
nombrados apenas mediante el triple sonido de la primera y la ultima letra del alfabeto :
AAA y ZZZ. Frente a ellos, coma objeto de discusión y debate : FNT ¿Frontera Norte
Tijuana o cualquier frontera, en cualquier tiempo y cualquier espacio ? En « Diez minutos
de futuro», finalmente, la sombra de una madre biológica ausente se convierte en obsesión
y rondadora presencia. Ello lleva al personaje narrador a confrontar a su madre de crianza
mientras hacen la larga fila para cruzar la frontera » y a que en la narración aparezcan una
gran cantidad de reflexiones no sólo sobre lo que ella, la frontera, significa sino sobre lo
que debería significar este espacio urbano partido por un muro que se interpone como
rasgo de identidad más visible entre los dos país y por lógica entre las dos ciudades, a
pesar del mar y más allá del mar mismo :

En el viejo volkswagen, por la avenida Internacional, sigo hacia el oeste la periferia


que marca la línea divisoria entre los dos países. Las fronteras deberían detenerse frente al
mar, quitarse el sombrero, respetar los confines que marca la naturaleza. Sin embargo,
esta línea permanece ahí, se atreve a rebasar las olas y entrar al océano con esa
pedantería propia de las fronteras.

16¿Resignación y derrotismo ? No. La resignificación más bien de estas dos


importantes ciudades, tras la búsqueda de su propia identidad, que en el casa de Tijuana
se construye cada día, coma parte de la esencia del ser de frontera.

Se alude a los distintos "rituales" que se deben superar para ser un cidadano
estadounidense e las consecuencias e implicaciones de este processo.
“Categorizando” a la migración: Una reflexión sobre Instrucciones para cruzar la
frontera de Luis Humberto Crosthwaite

Héctor A. Reyes Zaga

Dickinson College

Si bien la Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma en su artículo 13 el


derecho de las personas a circular y escoger su residencia libremente, debemos reconocer
que sólo un grupo privilegiado goza enteramente de este derecho universal. Ciertamente, la
Organización Internacional para las Migraciones estima que más de 250 millones de
personas viven actualmente fuera de sus países de origen. Sin embargo, mientras el siglo
XXI avanza, el derecho a trasladarse se está haciendo cada vez más restringido,
particularmente para aquellos que han sido desplazados porque están huyendo de la
destrucción de sus economías o ecosistemas locales.

En términos generales toda migración puede ser categorizada de acuerdo a la escala


geográfica, grado de libertad, temporalidad, origen y destino, causas y edad. Así pues,
dentro de las diversas categorías migratorias, encontramos a refugiados, migrantes
indocumentados, transmigrantes, migrantes económicos, etcétera. Todas estas categorías
contienen demarcaciones rígidas cargadas de valorizaciones positivas o negativas:
documentado-indocumentado, inmigrante-emigrado, ya sea por razones políticas o
económicas. Además, suponen que todas las personas dentro de ellas son iguales y que
las categorías mismas son distintas. Al hablar de la migración debemos, entonces,
reconocer que existe una cuestión política que afecta la visión, el trato y el entendimiento
que tenemos de los inmigrantes. De esta forma, mientras algunas personas pueden
inmigrar libremente, la gran mayoría no puede hacerlo. Para los más vulnerables, el mundo
está divido por fronteras rígidas y categorizaciones que definen la identidad de una persona
y qué posibilidades puede tener. Así, debido al modo que llamamos, definimos y
categorizamos a los migrantes, se oculta y se hace invisible su verdadera experiencia de
vida.

Estas “experiencias de vida” que ni las autoridades, ni la comunidad internacional


consideran al momento de su accionar frente a la migración, son, precisamente, las
vivencias que muchos escritores a lo largo del mundo plasman año con año en novelas,
cuentos y crónicas. Uno de estos escritores de origen mexicano que ha dedicado buena
parte de su producción literaria a la temática de la migración es Luis Humberto Crosthwaite.

El quehacer literario de este tijuanense con sangre irlandesa se sitúa dentro de una rica
tradición hispánica y latinoamericana que busca textualizar la experiencia personal y
colectiva de su época valiéndose de un acervo cultural y social. De acuerdo a Sergio
Gómez Montero el “eje estilístico de los relatos de Crosthwaite es el lenguaje, cuya
manufactura parte del hiperrealismo –frases cortas y contundentes – y que construye
atmosferas que escapan a la inmediatez, a la frialdad de lo objetivo” (1993: 33). Héctor
Perea agrega que además de la concisión narrativa su escritura es esencialmente
humorístico-lúdica, que igual se solaza con la trama como con los personajes y el lenguaje
(1992: 13). Sin embargo, en nuestra opinión, lo trascendental de su obra no radica
únicamente en su particular forma de escribir, sino en su propuesta de mantener una
simbiosis equilibrada entre lo artístico y lo social. De ahí que encontremos en su obra una
reflexión sobre los inmigrantes, entendidos estos no como simples dígitos dentro de las
estadísticas mundiales, sino como actores sociales de estrategias de supervivencia y
víctimas de las contradicciones y las injusticias de las políticas migratorias vigentes
alrededor del mundo.

Uno de sus libros que más llama la atención, precisamente por esta esta simbiosis entre lo
artístico y lo social, al buscar desenmascarar lo injusto del actual sistema de categorización
de la migración es Instrucciones para cruzar la frontera (2002). Se trata de una colección
de once cuentos breves, donde el elemento simbólico más sobresaliente es la ironía,
gracias a la que el autor logra poner distancia entre lo que es y lo que debería ser el
proceso migratorio México-Estados Unidos y la propia frontera que divide a estas naciones.
En cada uno de los relatos del libro existe también una frontera que se debe transgredir y
alguien que desea hacerlo. Hay trasgresiones mentales, lingüísticas, culturales, pero sobre
todo geográficas, en las que se muestra de forma irónica el sistema de categorías jurídicas
impuesto por la comunidad internacional para controlar las migraciones internacionales.

La primera categoría a la que Crosthwaite se refiere en su libro de relatos es –como lo


apunta el propio autor– con la que tiene mayor familiaridad: “lo dice quien confiesa haber
cruzado la frontera unas mil seiscientas treinta y dos veces durante su vida, por trabajo, por
ansiedad o por fastidio” (2002: 9). Se trata de esos seres que transitan por el limbo
administrativo de dos naciones, de ésos que trabajan a un lado de la muga y duermen al
otro.

La transmigración fronteriza, como la han denominado autores como Beatriz Acuña (1980)
y Tito Alegría (1989) corresponde a un fenómeno propio del espacio fronterizo que tiene
que ver con la vida cotidiana de sus residentes y que, en mucho, responde a las
condiciones asimétricas de poder económico, social y político, así como a las diferencias
culturales que existen entre México y los Estados Unidos. Los movimientos de población
transmigratorios adoptan varias formas, la más conocida corresponde a los movimientos de
los “commuters”, que son trabajadores que viven en un lado de la frontera pero trabajan en
el otro lado. En el relato “La fila”, Crosthwaite exhibe la vida de estos residentes
transfronterizos, sujetos para los que la frontera no tiene sentido, pues se trata de una línea
artificial impuesta arbitrariamente.
El cuento está inspirado en las largas hileras que a diario se forman en la garita de Tijuana-
San Ysidro para poder cruzar al otro lado. Horas y horas de espera en una fila interminable
en la que el estrés se apodera frecuentemente de conductores y transeúntes que buscan
simplemente hacer uso de un derecho tan esencial como el de la libre circulación: “Estoy
haciendo fila, haciendo fila, estoy haciendo fila para salir del país. Es algo natural, cosa de
todos los días. […]. Me gustaría que avanzara, pero esta hilera de carros no tiene prisa”
(2002: 15).

El narrador-protagonista muestra casi fotográficamente la escena de cada uno de los


personajes que lo acompañan en esta hilera de automóviles: “A mi izquierda, una familia en
una vagoneta nissan; a mi derecha, un gringo de lentes oscuros en un mitsubishi deportivo.
Por el retrovisor veo una muchacha en un volkswagen. Adelante, un toyota. Vamos a salir
del país y es algo natural” (2002: 15). Se trata de personas, en espacios individuales, que
comparten al menos en esta travesía su intención de cruzar esa barrera física que se
levanta violentamente entre los Estados Unidos y el resto del continente. La acción del
relato es escasa, sin embargo; la zozobra que vive la gente al cruzar la garita, debido a las
largas colas y a la intimidación que sienten por las preguntas de los agentes, está evocado
en este cuento de forma magistral:

—Where are you going? –me pregunta. […]


—What are you bringing from Mexico? […] Can you hear me? (2002: 20-21).

Nerviosismo, angustia, temor: “Mis manos que se convierten en agua. Puedo ver cómo se
derriten, se desvanecen las líneas, se caen las uñas. Entonces comprendo que sin líneas
en la mano no tengo destino, no tengo vida ni muerte, nada de qué asirme, sólo esta fila,
este anhelo de llegar a la puerta, de cruzar, dejar esta nación, entrar a la otra” (Crosthwaite,
2002: 19), pero sobre todo impotencia es el sentimiento que estos individuos comparten al
saber que su voluntad no es suficiente para ejercer un derecho universalmente reconocido
como el de moverse libremente por el mundo.

La gran paradoja del fenómeno migratorio se encuentra en que históricamente los


derechos se construyeron por un lado junto a las teorías contractualistas y por otro a la par
de la estructura del Estado-soberano, como límites frente a este último. En este sentido, si
bien podemos decir que en la actualidad existe un reconocimiento a la “libre circulación,” el
problema radica en que el mundo se ha organizado políticamente en forma de Estados
soberanos. Por ello, desde un primer momento, la situación jurídica de la inmigración ya
estaba destinada a cuestionar el sistema de derechos y deberes de las sociedades de
acogida, pues la misma se convierte en una situación incongruente, inconsistente y
contradictoria (Nair, 1999: 167). En este sentido, la migración pasa a ser un reto para la
democracia y para todo el pensamiento liberal que basado en el universalismo y la
universalidad, luego reduce en su interior la vigencia y reconocimiento de esos derechos.
“El largo camino a la ciudadanía” presenta otra categorización más dentro del universo
migratorio de Crosthwaite. En este caso, no se trata de viajeros temporales, como los
“commuters tijuanenses”, sino de un mexicano que emigra a los Estados Unidos mediante
la obtención de una tarjeta de residencia permanente, y que, con el paso del tiempo logra
obtener la ciudadanía estadounidense. En el caso particular, la historia cuenta el relato de
un inmigrante que idealiza tanto la ciudadanía estadounidense que al final –una vez
obtenida– se enfrenta a una realidad rutinaria y contradictoria, y sobre todo, de profunda
soledad.

El cuento se encuentra divido en veinte párrafos. Los diez primeros son enumerados de
forma ascendente (1, 2, 3, etcétera), con el décimo como el clímax de la historia, para
posteriormente descender hasta el “1” que representa el fin del relato.

“Desde niño”, apunta el narrador omnisciente en el primer numeral, “adora todo lo relativo a
Estados Unidos, considera que es el mejor lugar del universo” (2002: 25). Claramente nos
encontramos ante la imagen clásica de muchos mexicanos que sueñan con una vida mejor.
Las condiciones favorables para el trabajo no se están generando hoy, y no se ha
conseguido hacerlo en México desde hace mucho tiempo. La economía no crece de
manera suficiente para emplear a todos los que llegan al mercado de trabajo, y a los que
deben agregarse aquellos que pierden su empleo y buscan uno nuevo. Este factor unido a
la exigua calidad del empleo ofertado y la enorme brecha salarial provoca que miles de
personas vayan a buscar trabajo al otro lado de la frontera.

En el relato de Crosthwaite es precisamente este posible bienestar económico lo que


impulsa al protagonista a emigrar a tierras estadounidenses:

4. Quiere ser “emigrado” porque sabe que es un paso para llegar a la ciudadanía. Habría sido más
fácil si sus papas hubieran decidido emigrar. ¿Qué es eso de trabajar en Estados Unidos sin buscar la
legalización? Ellos no tuvieron la visión ni la ambición. Se resigna. Termina por conformarse con su
mexicanidad. Se dice: ser mexicano no es malo, pero ser U.S. citizen es mejor. […] En Estados Unidos
la vida está resuelta (2002: 25-26).

La estrategia del autor aquí va encaminada a mostrar dos problemáticas. Por un lado, la ya
citada carencia de oportunidades en México. Y por otro, la construcción quimérica del
sueño americano alimentado muchas veces por la propia sociedad estadounidense. El
capitalismo global ha fomentado en las poblaciones en vías de desarrollo imágenes
exageradas de la vida estadounidense, prácticamente imposibles de alcanzar en sus
naciones, ocasionando inconscientemente desplazamientos humanos a ese país para
lograr alcanzar esa “vida perfecta.”

En el caso que nos ocupa, no se trata de un desplazamiento por la vía clandestina, sino de
una migración avalada por la propia nación receptora. El protagonista parece comprender
que sólo por la “vía legal” será posible lograr su anhelado sueño de desarrollo económico.
En el numeral noveno, después de casarse con una estadounidense, el protagonista recibe
finalmente su residencia permanente, pero se da cuenta de que como minoría no tiene las
mismas ventajas: “Comprende que no podrá ocupar el mismo puesto que le ofrecía su
profesión en su tierra natal. Ahora tiene que ser auxiliar, personaje secundario” (2002: 27).
Lo anterior, se trata de un reclamo real, operado por Crosthwaite, contra lo que se ha
convertido en una regla no escrita en los Estados Unidos: la desigualdad laboral. En efecto,
pese a que la Constitución estadounidense (Enmienda 14) y algunos instrumentos
internacionales firmados por ese gobierno, como la Declaración Universal de Derechos
Humanos, estipulan la igualdad de trato, es un hecho que las minorías étnicas se ven
prácticamente imposibilitadas de conseguir los trabajos mejor remunerados, incluso cuando
poseen las mismas habilidades que la sociedad blanca. Crosthwaite propone, de esta
forma, una reflexión sobre las verdades de la migración y la vida de las minorías en los
Estados Unidos.

Pero no es la figura del transmigrante ni la del residente legal lo que resalta


en Instrucciones para cruzar la frontera; su centro de atención parece enfocarse más bien
en la vida de los inmigrantes ilegales. El relato “Muerte y esperanza en la frontera norte” es
un claro ejemplo en el que Crosthwaite emite un recuento puntual de los peligros a los que
se exponen quienes intentan cruzar la frontera de forma irregular, ya sea con la ayuda de
un coyote o de forma individual.

La trama del relato es bastante parca. Se trata simplemente de presentar las tragedias que
sufren innumerables inmigrantes al tratar de cruzar la frontera de forma clandestina. No
existen personajes, pues es la masa migratoria el centro sobre el que gira la historia. Sin
embargo, lo interesante de este relato radica en la propia estructura narrativa, la cual se
encuentra segmentada bajo tres perspectivas: la de los migrantes a través del narrador, la
del gobierno estadounidense a través su prensa y la de la sociedad mexicana a través de
los periódicos nacionales.

La primera parte de la historia nos cuenta el itinerario migratorio en sus distintos momentos:
salida, travesía, y llegada. Se trata de una especie de “trance fantasmagórico” que viven los
inmigrantes en su marcha hacia la muerte. No hay nombres ni apellidos, pero sabemos que
se está hablando de los miles de migrantes que viajan diariamente con la esperanza de
cruzar la frontera: “Recorrieron el país en autobús […]. Les habían dicho que allí había
gente que cobraba por hacer el servicio de ayudarlos a cruzar la frontera; alguien dijo
‘coyotes’, otros, ‘polleros’”. (2002: 45).

La historia refleja no solo el hecho de que en México la migración funciona a través de


redes sociales y conexiones familiares que facilitan la experiencia migratoria, sino también
da cuenta del fenómeno del tráfico de “indocumentados”; actividad delictiva que
irónicamente se ha beneficiado de la imposición de políticas estadounidenses más
agresivas, al convertirse estos servicios en una necesidad para intentar burlar la vigilancia
fronteriza. El problema es que en este “juego perverso” entre autoridades y delincuentes,
los más perjudicados vienen a ser los propios inmigrantes que frecuentemente son víctimas
de violencia, robo o simplemente del abandono, como Crosthwaite lo estampa en su relato:
“El Coyote los condujo hacia donde sería más fácil la pasada. Por ahí no había vigilantes.
[…]. Nadie había mencionado el frio. […] Nadie mencionó las bajas temperaturas. El
Coyote decidió regresar, conocía bien esas tierras extrajeras” (2002: 46).

Posteriormente, en lo que se podría considerar la segunda parte del relato, se entabla un


“diálogo periodístico” entre la prensa estadounidense y la mexicana sobre los
acontecimientos previamente presentados por el narrador. El ámbito temporal de este
“dialogo” son nueve días en los que cada país presenta su versión de los hechos, culpando
al otro gobierno de la tragedia sucedida. El mérito del autor en la utilización de esta
estrategia basada en el uso paralelo de notas periodísticas, estriba en la posibilidad de
hacer un mapa de las diversas luchas y posturas políticas de ambos gobiernos frente a la
migración.

El resto de la historia continúa en este tono, enfocando su atención, en específico, en la


llamada Estrategia Fronteriza del Suroeste, la cual no es otra cosa más que una serie de
políticas migratorias que obligan a los migrantes a buscar nuevas rutas de cruce por zonas
inhóspitas y potencialmente peligrosas:

ABRIL 6. MARTES. Primera plana, prensa mexicana: Asociaciones de Derechos Humanos acusan al
operativo Guardián/Gatekeeper por la muerte de los migrantes.

ABRIL9. VIERNES. Sección local, prensa norteamericana: El servicio de inmigración está satisfecho
por los resultados de Gatekeeper (2002: 48).

Así, sin buscar exculpar a México de sus propias responsabilidades, Crosthwaite dirige su
mirada perspicaz a las políticas migratorias estadounidenses y sus consecuencias
mortales. Se trata de una crítica contra lo que a todas luces es una violación al más
elemental derecho humano: el de la vida. En materia internacional desde hace tiempo se
reconoce que la conducta atribuible a los Estados puede consistir en acciones u omisiones.
Dicha hipótesis es verificable en el caso de los Estados Unidos al examinar sus políticas de
control fronterizo. Por ejemplo, al referirnos a la “Operación Gatekeeper”, claramente existe
un accionar voluntario del Estado –la implementación de la operación– que produce en el
mundo exterior una reacción palpable –la muerte de inmigrantes–. Asimismo, es visible una
inactividad o abstención voluntaria al no hacer todo lo razonable para minimizar la posible
pérdida de vidas.

El final del cuento nos transporta de nueva cuenta al punto de vista del inmigrante,
reproduciendo de forma idéntica el primer párrafo del relato. De esta forma, Crosthwaite no
sólo desarrolla la bien conocida teoría de la circularidad migratoria, que demuestra que la
migración es un proceso continuo y circular, sino al mismo tiempo busca mostrarnos que el
proceso migratorio continuará sin importar las consecuencias y las políticas
estadounidenses. Pues, a fin de cuentas, lo que está en juego es también la sobrevivencia
del inmigrante y su familia.
Como se ha podido observar, los cuentos a los que nos hemos referido ponen en tela de
juicio las políticas de categorización de las personas que migran impuestas por la
comunidad internacional. De hecho, ponen en evidencia los límites de un lenguaje que aún
no es capaz o no quiere ser capaz de explicar –y reconocer– un fenómeno tan real como el
de la migración. Los inmigrantes no deberían ser entendidos bajo construcciones
conceptuales cargadas de valorizaciones negativas o positivas, sino simplemente como lo
que son, seres humanos en fuga, en búsqueda de una mejor vida. El discurso crítico y
mordaz de Crosthwaite también cuestiona las políticas de contención migratoria que los
Estados Unidos han desarrollado en los últimos años, en especial, el sistema de control
fronterizo que ha exponenciado la violación de los derechos humanos de los migrantes. Lo
importante es que en su discurso no se aprecian tintes nacionalistas, no existe, pues, en su
narrativa, el imaginario mítico impuesto por el centro hegemónico que ha buscado culpar de
todos los pesares a los Estados Unidos. Se trata simplemente de mostrar la dimensión
global del éxodo mexicano.

Referencias

 Acuña G. Beatriz. “Transmigración legal en la frontera México-Estados Unidos”,


en Revista Mexicana de Sociología, núm. 4 (1980): 277-322.
 Alegría, Tito. “La ciudad y los procesos transfronterizos entre México y Estados
Unidos”, en Frontera Norte, vol. 1, núm. 2 (1989): 53-90.
 Constitución de los Estados Unidos de
América. https://www.usconstitution.net/const_sp.html
 Crosthwaite, Luis Humberto. Instrucciones para cruzar la frontera. México: Joaquín
Mortiz, 2002.
 Declaración Universal de Derechos Humanos. http://www.un.org/es/universal-
declaration-human-rights/
 Gómez Montero, Sergio. “Ruptura y sujeción en los relatos de Crosthwaite”,
en Inventario (1993): 31-33.
 Nair, Sami. El desplazamiento en el mundo. Inmigración y temáticas de identidad.
Madrid: IMSERSO, 1999.
 Perea, Héctor. De surcos, como trazos, como letras. Antología del cuento finisecular.

México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1992.

 http://www.iifilologicas.unam.mx/senderosFilologicos/index.php/senderosPhilologicos/frontera_1

Senderos Filológicos, año 1, núm. 2 (julio-diciembre de 2019)


“El largo camino a la ciudadanía” narra la historia de un mexicano cuyo único sueño es ser
estadounidense. Desdeña su nacimiento mexicano y lo que percibe como inferioridad
racial. Anhela la ciudadanía norteamericana como reafirmación de su industria, inteligencia
y cultura. Cuando por fin logra establecerse en Estados Unidos, sus hijos no aprenden el
español y se ve obligado a aceptar un salario mínimo para mantener a su familia. Pero su
integración a la cultura norteamericana es solamente parcial. A pesar de que luce ser
hombre convertido a la vida norteamericana, sus raíces mexicanas se dejan vislumbrar en
los recovecos solitarios de su hogar. “Cuando está sólo, el citizen pone sus viejos discos de
Pedro Infante. Las canciones le recuerdan a su padre” (Instrucciones 29). La cultura que
tanto había intentado dejar en el olvido emerge sin remedio. La música que subvierte el
nuevo orden establecido, que actúa como resistencia, ya no es el rock and roll
norteamericano sino las melancólicas canciones mexicanas.

“El largo camino a la ciudadanía” describe en diecinueve pasos cómo algunas personas,
desde que son pequeñas, anhelan conseguir la nacionalidad estadounidense y, una vez
que la tienen, los recuerdos de la patria perdida los rebasan.

en “El largo camino a la ciudadanía”, también es evidente la referencia subjetiva al


personaje que anhela la ciudadanía estadounidense, salvo que, en este caso, el discurso
como tal alude a la contradicción entre el querer ser y el deber ser, gracias a la distancia
irónica que separa al protagonista del “sueño americano” y de la melancolía del lugar
perdido.

“El largo camino a la ciudadanía”, texto escrito en diecinueve puntos con un orden
cronológico ascendente (del uno al diez) y descendente (del nueve al uno), que ilustra, por
un lado, la curva de la vida de un migrante, anónimo como todos los que cruzan la frontera,
que desde niño desea convertirse en U.S. citizen, y hace todo lo necesario para lograr su
objetivo; por el otro, representa el espacio diegético referido gracias al modelo lógico de
descripción al que recurre el narrador omnisciente para enfatizar dos espacios principales:
la tierra prometida y el paraíso perdido. En este texto no existe tácitamente el infierno como
en los otros porque ese momento de la vida quedó reducido a cenizas, ahora sólo existen,
en la mente del personaje, el pasado y el presente, ni siquiera el futuro, porque sus
aspiraciones se acaban una vez que obtiene la residencia estadounidense: 1. Desde niño
adora todo lo relativo a Estados Unidos de América, considera que es el mejor lugar del
universo. No se puede decir que sis padres le hayan inculcado este amor al país vecino,
más bien es una circunstancia que se apoderó de él sin una explicación clara, una situación
normal y cotidiana. La escritura del texto es tan llana, clara y precisa que no deja espacio
para conmover al lector, incluso el hecho de enumerar la acción y hacer corte al finalizar
cada punto, sin que aparentemente exista secuencia, o cohesión en el relato, hace
evidente la perseverancia y la sangre fría que deben tener los migrantes para conseguir
sus objetivos. La misma rigidez en cómo está escrito el texto en los primeros diez números
revela la insensibilidad del personaje, quien está consciente que el camino para conseguir
la ciudadanía es largo y tiene un alto costo económico, social y familiar, pero nada le
impide adquirir su sueño, pues ha crecido con evocadoras imágenes de la cultura
Norteamérica que han penetrado “en sus entrañas como una luz que llega al cielo”.68 Y, a
diferencia de sus papás, él sí tiene la visión y la ambición de procurarse una mejor calidad
de vida como “U.S. citizen”, por lo que busca los medios necesarios para conseguir la
green card, incluso “cortejar a algunas gringas, en busca de matrimonio por conveniencia”.
Finalmente, “termina casándose con una amiga de la secundaria”, que, a pesar de ser
emigrada, decidió vivir en México. Situación que le facilita obtener la residencia americana:
10. El matrimonio acelera los trámites. Mientras llegan sus papeles, la pareja tiene que
cruzar la frontera por separado. No está bien visto por los oficiales de aduana que una
muchacha emigrada viaje en el mismo auto con su marido que sólo tiene pasaporte. —
¿Dónde vives? —En México. —¿Y tu esposa? —En los Ángeles. —¿Están casados y no
viven juntos? Prefiere dejar que su esposa cruce en el carro y él caminando. Después se
reúnen en San Ysidro, junto al Jack in the Box. Ahí varios hombres esperan a sus esposas.
Es un pequeño inconveniente. (27) En el punto nueve descendente, la curva de la historia
llega a su máximo. La euforia y el anhelo por lograr su objetivo se disuelve y empieza el
desencanto, pues a pesar de que el protagonista obtiene la green card, antes de lo que se
imaginaba, empieza a buscar trabajo. “Sabe que en Estados Unidos recibirá un sueldo
mayor del que ganaba en México”, aunque “no podrá ocupar el mismo puesto que le
ofrecía su profesión en su tierra natal”. El emigrante se convierte en un “personaje
secundario”, no sólo en el ámbito laboral, también social, pues no es el único que ha
llegado a Estados Unidos en busca del “sueño americano” a engrandecer la lista de
trabajadores que proveen de mano de obra barata a ciertas industrias estadounidenses, así
como a ensanchar las diferencias entre una comunidad y otra: 7. Cuando al fin consigue un
trabajo en una oficina, descubre que existe el mismo número de mexicanos, filipinos y
coreanos. Es un asunto de estadística. A los patrones les hacía falta un “hispano”. (28) El
desencanto no llega al extremo del declive en la curva de la vida, simplemente se estabiliza
en un punto donde el protagonista conforma una familia y lleva una vida tranquila. La
ciudadanía no tarda en llegar. Los esposos, ahora mexicano-americanos, compran la casa
“que pagarán a lo largo de su vida” con jardín para hacer carne asada en compañía de “los
parientes que anhelan ser como él”. Esperan su primer hijo, quien “no tendrá que sufrir las
mismas pesadumbres, será americano desde su nacimiento”; mientras tanto, el emigrante
recuerda con melancolía la tierra, el idioma y la cultura que dejó atrás. Aquélla que sus
hijos desconocerán: 2. Los visitantes sonríen cuando escuchan que los niños no
pronuncian bien el español. 1. Cuando está solo, el citizen pone sus viejos discos de Pedro
Infante. Las canciones que le recuerdan a su padre. (29) El narrador es benévolo con el
protagonista en “El largo camino a la ciudadanía”, pues evita enfrentarlo consigo mismo
mediante una retórica puntual, en algunos casos superficial, que no abunda en los
conflictos reales a los que se enfrentan muchos de los ilegales que intentan radicar en el
otro lado. Si bien es cierto que desde el título Crosthwaite alude al vía crucis al que se
enfrentan los migrantes para lograr la U.S. citizen, la narración sugiere la experiencia de
vida de cualquier persona que ha logrado alcanzar su sueño sin necesidad de volver atrás,
salvo en los momentos de mayor satisfacción. Con esta historia, Crosthwaite da un giro de
360 grados a los textos de la frontera pues, en lugar de ilustrar las adustas experiencias de
los inmigrantes, enaltece el arrojo de aquéllos que se saben realizados. En este texto
también está presente la figuración irónica en lo que no se dice y no se escribe, pues al no
entrar en detalles se disimula una postura y se establece la distancia irónica de quien se
esconde tras las palabras que, en este caso, es el escritor. En este caso, el narrador
intenta ocultarse por completo, pues simula que un externo enumera los pasos de un
migrante para marcar cierta distancia, quizá sentimental, pero hace evidente su postura
ideológica mediante la precisión con la que enumera cada uno de los pasos en un afán de
objetivar al máximo la situación.69
68 Esta situación de desear vivir en Estados Unidos se debe básicamente a dos
situaciones: una mediática, pues estamos tan inmersos en la vorágine de las
telecomunicaciones que los programas televisivos, la industria cinematográfica
hollywoodense, Internet y los demás medios masivos de comunicación, consolidan una
labor extenuante de mercadotecnia a favor de la cultura estadounidense. El otro factor
consiste en que los niños que hacen consciencia del abandono del padre cuando éste
decide irse de mojado al otro lado, así como del dinero y los regalos que les envía o les
trae cuando está de visita, provoca que ellos sigan sus pasos, por lo que desde pequeños
sólo tienen en mente cruzar al otro lado.

69 La disimulación y el distanciamiento se consolidan cuando “el responsable de una ironía


verbal debe impersonarse en la figura de alguien aparentemente mucho más ingenuo que
él; por el contrario, quien dispone de modo adecuado todos los elementos que promueven
una ironía de situación está disimulando, no sus comentarios reales, sino su misma
presencia como instancia interesada en el texto” (Ballart, 2004: 318).

Más adelante, en “El largo camino a la ciudadanía”, el escritor muestra la influencia


que causa en algunos fronterizos el vivir tan cerca a los Estados 153 Unidos: “Desde niño
adora todo lo relativo a Estados Unidos de América, considera que es el mejor lugar del
universo…, una situación normal y cotidiana” (25). Este comentario muestra el efecto que
tiene en los fronterizos la cercanía a Estados Unidos y su pueblo. En este paradigma,
Estados Unidos representa un país que ofrece soluciones a la problemática económica y
vivencial del fronterizo. De hecho, es la retórica misma del estadounidense y el
consumerismo que producen este efecto, el mismo que es internalizado por los fronterizos
a través del turismo, los medios comunicativos, como el cine y la televisión, y el contacto
con familiares y vecinos del otro país. Los medios de comunicación masiva producen una
ventana a la realidad idealizada de la vida en Estados Unidos. A su vez, ésta tiene un
efecto preponderante en la mayoría de los fronterizos. Además, una imagen de la realidad
norteamericana excesivamente idealizada, en oposición a una imagen más realista de la
cotidianidad fronteriza, se produce en los niños con demasiada frecuencia. En este relato,
se describe el proceso de cruzar esta frontera permanentemente, pero ahora como un
nuevo ciudadano norteamericano. El individuo experimenta el júbilo de lograr este objetivo
y la nostalgia propiciada por la separación del lugar de origen. El relato se enfoca en este
sentimiento de nostalgia por la pérdida de las tradiciones, costumbres y lazos de la cultura
de origen. Desde esta nueva posición, se idealiza la sociedad perdida al compararla con la
nueva cultura. En este sentido, se yuxtapone un proceso frente a otro a través del pasar del
tiempo para reconocer la pérdida de lo propio.

Más adelante, en “El largo camino a la ciudadanía”, el escritor muestra la influencia


que causa en algunos fronterizos el vivir tan cerca a los Estados 153 Unidos: “Desde niño
adora todo lo relativo a Estados Unidos de América, considera que es el mejor lugar del
universo…, una situación normal y cotidiana” (25). Este comentario muestra el efecto que
tiene en los fronterizos la cercanía a Estados Unidos y su pueblo. En este paradigma,
Estados Unidos representa un país que ofrece soluciones a la problemática económica y
vivencial del fronterizo. De hecho, es la retórica misma del estadounidense y el
consumerismo que producen este efecto, el mismo que es internalizado por los fronterizos
a través del turismo, los medios comunicativos, como el cine y la televisión, y el contacto
con familiares y vecinos del otro país. Los medios de comunicación masiva producen una
ventana a la realidad idealizada de la vida en Estados Unidos. A su vez, ésta tiene un
efecto preponderante en la mayoría de los fronterizos. Además, una imagen de la realidad
norteamericana excesivamente idealizada, en oposición a una imagen más realista de la
cotidianidad fronteriza, se produce en los niños con demasiada frecuencia. En este relato,
se describe el proceso de cruzar esta frontera permanentemente, pero ahora como un
nuevo ciudadano norteamericano. El individuo experimenta el júbilo de lograr este objetivo
y la nostalgia propiciada por la separación del lugar de origen. El relato se enfoca en este
sentimiento de nostalgia por la pérdida de las tradiciones, costumbres y lazos de la cultura
de origen. Desde esta nueva posición, se idealiza la sociedad perdida al compararla con la
nueva cultura. En este sentido, se yuxtapone un proceso frente a otro a través del pasar del
tiempo para reconocer la pérdida de lo propio.

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