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a

TALLER Y DEPOSITO DE PIANOS


SE FEXDEN SE HACEN

PIANOS y iTEBIJlíS NEGOCIAGJONES


PARA

LOS MISMOS.

. XV
SITUADO EN EL PASAGE?
Se vendmi pianos de los mejores fabricantes, co­ e, XlU OTROS ^
mo son: de Pleyel, Boisselots fils, de Marsella, y %
, otros no menos acreditados fabricantes. Se compran 1> OR
cam bian y alquilan, si se quiere con derecho á la pro­
piedad, por cuyo sistema y con poco desembolso,
cualquier persona puede hacerse de un magnífico ins­
trumento. Se venden materiales para compositores
como son: marfiles fieltros, agarraderas, muelles, can­
delabros, rondanas, cerraduras, &c., &c. Las compo­ 31
siciones se garantizan por dos años. No se cobra nada
SI el trabajo no satisface.
• (t^^teyel j cola á 36 onzas; los pia­
ninos á 30,2o, 20,18, y hasta á 15, según clase, sacados . :b ay
de caja y con certificado de la fábrica.
be hacen toda clase de negocios referentes á pia­ 12
nos: el que tenga piano de uso y necesitando dinero, '
no quiera desprenderse de él, se le facilita, dejándole :
el piano por un módico alquiler.
TALLER Y DEPOSITO DE PIANOS
i SSO
SITUADO EN EL PASA GE.

Biblioteca^
ALMACEN DE TALABARTERIA

IDIB JOSE S^EJL.


Importador de efectos de talabartería, peletería y artículos del ramo en
general.
Mercancías siempre nuevas y frescas: se reciben por todos los vapores y
se detallan á los precios más equitativos.
En herramientas del ramo hallarán en esta casa los Sres talabarteros, el
surtido más completo, así como en cueros de todas clases, búfalos, vaquetas,
badanas, saleas, marroquíes, lonas de hilo y algodón, hules, pieles de cerdo,
non-nato &c. &c.
Artículos para viaje, para militares y de caza y toda clase de monturas
del país y extranjeras.
Invito á las personas de gusto á que honren el establecimiento con su
visita, para que se persuadan de esta verdad.
Cuenta la casa con uno de los pocos talleres que hay en Cuba montados
al nivel de Europa, para hacer cualquier trabajo con prontitud, solidez y
elegancia; teniendo siempre los mejores operarios para dar cumplimiento
pronto y bien á cualquier encardo ó contrata, ya sea para el ejército, ya para
particulares.
Llamo muy particularmente la atención de los Sres. hacendados, hacia
los.arreos que vendq_para toda clase de arados desde el N? I con un solo
nudo al N? 4 con tres.
Para el tiro de ferro-carril portátil hay magníficos, arreos de tiro á la
catalana, el mejor, más sólido y más propio para este trabajo. Para los
carretones de bagazo y abono, arreos criollos y americanos, ámbos muy lijeros,
fuertes y de poco dinero; y para tiros largos y pesados tengo el especiqj arreq
á la catalana, <^ue es el mejor que se recibe.
i Ojo ! Se advierte á los Sres. hacendados, no se dejen engañar con'lás^
colleras catalanas hecha.') en el país con la paja podrida que (raen coh'^el \
tasajo. La única casa que las recibe de Barcelona es '' j'.

CALLE DE TENIENTE-REY NUMERO 26, ESQUINA A CUBA,

Direcciol] Telegráfica; José Salas,—Apartado de Correos; N9 599,


Nota . — Cualquier persona que desee precios ó esplicaciones, será
atendida inmediatamente, ya por telégrafo si le precisa, ya por el correo.

'lioteca Nacional de España


Ml QUEJIDO AMIGO Y COMP/DRE
pL pOCTOi\_ p, jJuAN yiLAI\0.

G^erido jIuan:

Todo el que vive de recuerdos, que es la ocupacio7i de los


tristes, busca siempre un alma sensible y afectuosa con quien
compaiditlos y que á la vez sea capaz de co}nprenderlos y de
apreciarlos.
Los recuerdos son como las viejas monedas que retiradas de
la círculacioi, cuando pierden su valorpara el comercio, adquieren
el de estimación, mil veces mayor, que le dan los anticuarios, para
formar sus colecciones.
Los que e?t estas páginas consigno no son tan remotos, puesto
que los conserva la actual generacioti.
Todo lo que aquí refiero, tú lo has conocido; de todo ello has
disfrutado y con nadie mejor que contigo, puedo hablar de estas
cosas, pritnero; porque, por ser de tu tierra sé lo que ellas te
gustan, y segundo; porque me place el que á la vez de que contigo,
departo, el público comprenda que dirigiéndome á tí, que eres tan
.amigo de la verdad, 7io puede haber en mi relato embuste m
exageración.
Los cuadros que presento están tomados del natural. Tú lo
sabes.
Acepta el de El Quitrín, que '7ne complazco en dedicarte,
como U7i testÍ77W7iio de la sincera a77iistady del cariño que siei/iprc
te ha p7-ofesado
Tu afectísÍ77io co77ipadre
ILDEFONSO.
Habana, Setie77ibre i8 de 1880.

Biblioteca Nacional de España


-- - . .,- ..

. -t ^

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El Quitrín lleva siempre en su testero
Tres señoras en traje tan ligero
Cual las flores que adornan su tocado,
Tues no cabe en quitrín francés sombrero;
Va expuesta de las tres la mas graciosa,
La que llaman la rosa

■Que es punto de aquel triángulo hechicero.

^OI^lLLA

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: J| Sifter-^Ntí ss^Sí- -" .•..' .—'. »...#•:

... . -' '^1?^ -'^%-. ■


■" V-
'T r

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DEL QUITRIN EN GENERAL.

El Quitrín se fue.
Los pocos ejemplares que nos quedan de este cómodo
vehículo se irán también y es necesario, antes que el últi­
mo desaparezca, trazar, siquiera sea á grandes rasgos, la
historia del carruage indígeno,, del quitrín cubano, tan ridi­
culizado por todos los que le ven por primera vez; tan so­
licitado luego por los mismos que le han criticado; tan
indispensable para los que viven en un clima tropical y ^ue
tienen la necesidad de atravesar grandes distancias a la
hora en que los rayos de'un sol de fuego caen perpendi­
culares sobre nuestras cabezas y aún á cualquiera otra
hora, en un pais en que el calor y el sudor, que es su con­
secuencia, nos obligan á mudar de camisa dos y tres veces
al dia.

S. A. CONNER.

CSr^lori^ l^oto&irék,G.Gct,

O’REILLY 62.

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8
¡Oh! El Quitrín!....
“ Regdlaine un quitrín, dame dinero” hacia esclamar el
desventurado poeta Plácido á la ambiciosa coqueta que en
la posesión de un quitrín, que demandaba primero que el
dinero mismo, veía el colmo de sus aspiraciones y la su­
prema dicha que ambiciona ta cubana para la que espre-
samente se construyó el quitrín.
Muchos cubanos hay ya que no saben lo que es un
quitrín, es decir, que nunca han entrado en él.
¡Desdichados!
¿Qué mucho, en consecuencia, que desconozcan sus
ventajas; que crean exageradas nuestras apreciaciones; que
consideren este artículo como un verdadero anacronismo y
que presuman además que, incurriendo en la manía de to­
dos los viejos, se nos figure que solo lo de nuestro tiempo
es bueno y que para nada sirve lo del día? Piensan ellos
que mejor que un Quitrín es una Duquesa, una Victoria, ó
un Milord. Del Cupé no hablamos; porque solo por el
imperio que la moda ejerce, sobreponiéndose á la razón,
hubiera podido ponerse en uso en un país tropiccd un ca-
rruage de dimafrió, soturno y sofocante.
Pero ¡qué mucho! ¿No ha importado también la mo­
da el juego de lapdota, llamado para mas significar su pro­
cedencia exótica, el Base hall, que por fortuna todos sus
adeptos saben pronunciar Beis bol? ¿Y no nos ha impor­
tado también la moda los Patines?
Pues ¿quién duda que así como tenemos ya los velo­
cípedos (velocipede) habrémos de tener en breve trineos

Restaurant y Café “LA UNION.”


Calle de Cuba, número 55 esquina á Amargura.-HABANA.
HABITACIONES CON MUEBLES 0 SIN ELLOS.
Montado con todos los adelantos modernos conocidos hasta la fecha.—
Se admiten pensionistas y se sirven comidas á domicilio, con servicio ó sin él,
con limpieza y modicidad de precios.—Constantemente tenemos un surtido
general de efectOS freSCOS del Norte, en carnes, mariscos y frutas,
así como vinos de todas clases.
Jacinto Fernandez y Cí

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para salvar la distancia qne hay. de la Habana al Cerro y
las Puentes, yendo por el fríjido lago de la Calzada del
Monte y de la Ciénacia y por los rios, casi siempre helados,
de la Calle de la Reyna y Calzada de Rela^scoain ó de la
Infanta?
Todavía me prometo ver nn dia por nuestras calles
de la Habana en el mes de Agosto y á punto de las 12, un
dandy, (ya no se dice figurín, sino en todo caso degante)
envuelto en un largo redingot, ó bien con un gaban de cas­
tor, bufanda, cuello de piel de nutria y guantes de doble
forro y á nuestras bellas habaneras, no ya con la blanca
bata de rizados encages, ni con el túnico de oían batista o
de delgada muselina; sino con un vestido de ^awo de damas
ó de merino, abrochado hasta el pescuezo, con solapas
ribeteadas y trijDles hileras de dorados botones, puño y
cuello de armiño, guantes, sombrilla y sombrero, no de fina
y fresca paja de Italia, adornado de cintas y de flores, sino
dé terciopelo con frutas de cera (no hay temor de que se
derritan) y pájaros disecados, dejando caer sobre los hom­
bros, no el delicado y vaporoso marabougld, sino larga y
sedosa pluma de cisne que ondea sobre la frente y casi
cubre el rostro.
En las manos, en vez de abanico, llevarán manguitos,
y los pies, en lugar del zapato de raso de corte bajo, irán
cubiertos con la calorosa polaina ó el ardoroso botín de
tacón alto y doble suela d la americana, con cuyo uso, an­
dando el tiempo, los delicados pies de la cubana, famosos
ántes por su pequeñez, por su flgura y por su delicadeza.

PIANOS. NEMESIO PEREZ. UNAS.

66 COMPOSTELA 68.-ESQUINA A TENIENTE-REY


IMPORTADOR.
GRAN DEPOSITO DE MUEBLES NACIONALES Y EXTRANJEROS.
Bastidor CUBA, (privilegiado.)
ALFOMBRAS HABANA. MARMOLEÉ

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habrán crecido, y ostentarán, en vez de sn proverbial finura
y de su cutis suave y delicado, un endurecido y áspero cal­
cañar (¡horror!) y sus correspondientes callos y bien pro­
nunciados juanetes, ni más ni menos que si fuesen los de
un hombre ele trabajo.
Un trage de esa naturaleza y un calzado, como el que
describimos, son propios para las señoras de aquellos paí­
ses en que el diina les permite andar mucho á pié; pero no
para las de Cuba, en donde no es posible usar otros trages
que los que propiamente se llaman tropicales, y que tanto
embellecieron y recomendaron siempre á las seductoras y
poéticas cubanas.
Hablábamos del quitrín.
El quitrín es la representación genuina del carácter,
de la índole, de las aspiraciones, de las necesidades y de
los goces cubanos.
En el arte heráldica, ó ciejicia del blasón se significan por
medio de diversos objetos, que dicha ciencia esplica, no
solamente los gloriosos hechos de armas de los caballeros
que por ellos se hicieron notables, noscibles, (nobles) ó co­
nocidos, sino que también las Naciones, las Ciudades y las
Villas son alegóricamente representadas.
Así sabemos que un león representa á España, un
águila á Erancia, un leopardo á Inglaterra y luego multi­
tud de otras fieras y de aves ó de objetos y figuras de ín­
dole diversa, representan otras muchas naciones, ciudades
ó villas, siendo curioso el estudio de las perrogativas y de
las mercedes que á este propósito han hecho los soberanos

ELEGANTE SALON
DE

EN

“xii:. pAssACpE.

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11
para que tal 6 cual Ciudad ó Villa, pueda ostentar en su es­
cudo un ganso, un pato, un carnero, una culebra, la cabeza de
un moro, el brazo de un gigante j, multitud de otros objetos
con que se procura significar la heroicidad, la grandeza ú
otras virtudes de los pueblos á que aquellos hacen alusión
y referencia.
El escudo de armas de la Habana, como bien sabéis,
consta de tres castillos de piata y una llave de oiío en campo
azul, y aunque un antiguo amigo mió pretendia que el es­
cudo de la Isla debiera ser una caja de azúcar en campo
de cafia, yo le hubiera sustituido por un quitein cmi tres
caballos que por una gtiardaraya de palmas reales se dirige á
la casa de vivienda de un Ingenio, conduciendo dentro al dueño
de la finca.
Pero como ya el quitrin pasó y el trio ha desaparecido,
y la casa de vivienda tiene otra forma y ya no hay
amos de finca, quedando solo las guardarayas de palmas
realeos; el escudo sería hoy incomprensible para los que,
por desgracia suya, no alcanzaron los tiempos dd quitrin.
Tocio tiene en el mundo su razón de sér.
El clima y las condiciones de localidad, son las que
aconsejan y determinan las costumbres de los pueblos que,
buscando lo que mas les conviene, dan vida á las especia­
lidades que los distinguen y caracterizan.
Por esta causa, cúbrese de pieles' el Japones, anda
casi desnudo el A fricano; corren los Husos en trineos, y
caminan en zancos los habitantes de las Landos; por igual
motivo, donde hay poco terreno se fabrican las casas de tres

SEDERIA “LA ESPERANZA.”


DE
i5ox)iaic3--crEZ, Lorzz -z- c o1=-a.íí-x^.
Obispo 47, esquina á Cuba.-Habana.

En este establecimiento se hallará constantemente un surtido de todos ios


objetos que se relacionan con los ramos especiales que comprende la sedería
y la PERFUMERÍA.
TODO BUENO Y BARATO.

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y cuatro pisos y sin patio, y donde el terreno sobra las
casas tienen cinco y seis patios, como en Mérida de Yuca-
tan. En las regiones azotadas por los huracanes, las casas
se censtruyen gachas y con un solo piso é iguales precau­
ciones se toman donde son frecuentes los temblores de
tierra. Por último, mientras en los países frios se duerme
entre colchones y se cubren las personas con gruesos co­
bertores, en los cálidos se usa la hamaca de tejido de cuer­
das, que dá paso al aire y que, meciéndose, hace sentir
fresco agradable á quien en ella duerme, sin necesidad de
almohadas y de sábanas que aumentan el calor.
No hay por qué criticar los usos y las costumbres de
los pueblos, porque todas tienen justificado origen y solo
cuando se vive en ellos se conocen y se comprenden las
conveniencias y las necesidades de lo que criticamos, sin
conocer, creyéndonos tal vez mas ilustrados y entendidos
que los naturales.
Las necesidades del pais dieron vida al quitrin, que
jamas podrá ser reemplazado por carruage alguno que
reúna las circunstancias y las condiciones que recomenda­
ban á aquel vehículo, desechado ya por la veleidad, la in­
gratitud, el imperio de la moda y quien sabe por cuantos
mas injustificados motivos, para darnos en su lugar los
coches de mmEes que hacen brincar sobre el asiento á quien
los ocupa, produciendo el efecto del trampolín al hacer
rebotar como una pelota á los que van dentro del
carruage.
¡Ay,de la cintura! ¡ay de ios riñones! ¡ay del hígado!

LA LEGALIDAD.
DE
OTOSE: TT OOJMEE».
CALLE DE LA MURALLA NUMERO 103.-HABANA.
GRAN DEPOSITO DE MAQUINAS DE COSER.
ISlCOS Y EXCllSIVOS AGESTES E IMPORTADORES de las de Sew Home ó Nuevas del Hogar y de
las iumejotables Antomátieas de Willroi k Gibbs, conocidas por la “Silenciosa,” y de los modelos de papel para
cortar vestidos, de la Compañía “Domestic.”—Se componen máquinas de coser, dejándolas como nuevas.
MARINAS DE COSER, DE MANO, DE RIZAR Y IN SURTIDO DE TODO 10 REFERENTE AL GIRO.

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¡ay de las pobres señoras! que kan abandonado el quitrín
y que pasean en coche!
El quitrín, como hemos dicho, es el carruaje indígena;
el carruage único y especial del país, construido en él, con
todas las reglas y condiciones que le recomendaban y que
le hadan indispensable, justificando su necesidad en aten­
ción al clima y á su objeto.
Construíase el qtdtrin atendiendo, ante todo, á la sua­
vidad de su movimiento para que en un largo viage, como
eran los que en él se hacían al campo, porque entonces no
existia el ferro-cárril, no molestase á los viageros y parti­
cularmente á las SEÑORAS, que no conocían otra manera de
viajar.
Montábase á este efecto la caja sobre sopandas de cue­
ro, en lugar de hacerlo sobre muelles, que siempre son
mas duros; que están espuestos á romperse y que jamás
pueden comunicar á un carruage el movimiento lateral que
producen las sopandas y el de vaivén que atenúa las sacu­
didas que ocasionan los baches, y que los muelles, por su
propia elasticidad, hacen mas violentos.
Las barras, además de ser largas para equilibrar el peso,
tenían que ser fiiertes y flexibles, siendo mejores las que mas
cimbraban, y por esto se hadan de majagua, porque esta
madera reúne a la vez entreambas cualidades.
Las ruedas se hadan desmesuradamente grandes; por­
que además del mayor impulso que comunicaban al ca­
rruage, como con este se hadan los viajes al campo, todo

TINTORERIA PARISIENSE.
VILLEGAS NUM. 75, ENTRE OBRARIA Y LAMPARILLA.

HABANA.
LIMPIEZA Y RENOVACION DE TODA CLASE DE ROPA.
La-s levitas, pantalones y chalecos de lana, se limpian, tiñen, ribetean y
forran por usadas que estén.—Especialidad en teñir de colores los vestidos de
seda de señoras. Para el efecto cuenta con máquinas y operarios inteligentes.

, Biblioteca Nacional de España


14
el que conozca la tierra pegajosa y aterronada de nuestros
caminos reales, y el estado en que se hallaban en aquella
época, comprenderá que de no ser así, el quitrín tenia que
volcar á cada instante.
El flidie, en lugar de ser de charol, se hacia de baque­
tón porque éste no se calienta tanto al sol, como aquel.
Los estribos eran de resorte para que no opusiesen re­
sistencia al choque de los troncos de árboles y de las pie­
dras grandes del camino, y se hacian también de cuero,
llamados de vaivén. .
El eje era de madera dura y la parte sobre la cual
jiraban las ruedas, se forraba de cañamazo y se untaba de
sebo de Flandes, no solo para que girasen mejor, sino para
que no hiciesen ruido; las ruedas por la parte interior de
las masas, tenian una pieza de hierro llamada jíMcu, para
evitar la destrucción por el frote, y además se le ponían
unas rodajas de cuero que, se llamaban zapatas.
Sujetábanse las ruedas con el sotrozo, que era un ¡rer-
no de acero que se colocaba por la ranura de la bocina y
que á su vez se sujetaba con una tira de cuero al rededor
de la mazorca.
Faltando este requisito solia saltar el sotrozo y caer
seguidamente la rueda, que muchas veces por la velocidad
de la carrera vieron pasar por delante de sí los que iban
en el carruage antes de caer al suelo.
Los quitrines para el uso diario se forraban de ma­
rroquí de diversos colores y los que se destinaban para
paseo se forraban de gró de seda, siendo los colores mas

JOSE MARIA BONELLY,


CIRUJ4NO DENTISTA,
Establecido antiguamente en la calle de Dragones,
8 CONCORDIA 8,
ESQUINA A LA CALLE DEL AGUILA.

HABANA.

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15
generalmente en uso el blanco perla, el azul ó el punzo.
A los costados del quitrín unas veces y delante de la
sobre concha las mas, se colocaban los faroles de elegante
hechura con vidrios blancos ó de colores, en los que se
ponían velas que por medio de un resorte espiral, iban
subiendo á medida que se gastaban.
El tapacete arrancaba de la sobre concha á la que estaba
asegurado por ojales y clavillos, y se prendía al frente en
un botou o en tres muy unidos para que á la vez que qui­
tase el resplandor permitiese al aire entrar libremente por
uno y otro lado.
Por la parte de atrás, además de la banqueta, que
sustituyó á la tabla en que iba de pió d page, tenia el qui­
trín un postigo que servia para dar paso al aire y que se
bajaba en tiempo de lluvia ó si se hacia molesto el viento.
Los cojines se armaban sobre resortes de acero y se
cubrían de lona y forraban como el quitrín, de mari'oqui ó
de gró.
Cuando tenían que ir en el quitrín tres personas, se­
ñoritas regularmente, se agregaba una banquetita con un
pió de hierro que descansaba en el pesebrón y que se suje­
taba con dos grampas debajo de los cojines.
El pesebrón se cubría con una pequeña alfombra de
vivos colores y para descansar y afianzar los piós tenia la
pielera.
Los quitrines, además de las dos agarraderas que lle­
vaban á un lado y otro por la parte exterior y de las inte­
riores de que pendían ricas borlas ó argollas de marfil.

Se graba. Se cincela.
FRAICISCO ISIDRO RUIZ,
DIAMANTISTA, JOYERO Y ESMALTADOR.
sozm .
Se ofrece al público en todo lo concerniente á dichos ran\os, como
^ambien en toda clase de obras y composiciones de prendas y relojes.
Se dora. Se platea.

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16
tenían también un par de bolsas ó carteras para colocar
en ellas lo que fuese necesario.
Aunque generalmente un sólo caballo tiraba del quitrín
y sobre el cual además montaba el calesero, la moda fue
introduciendo el uso de las parejas, j entonces colocábase
dentro de barras un caballo para el tiro y otro fuera para
el calesero (como en el carruaje á la Dumont) que por esto
se llamaba de la mcmta.
El de dentro de barras indispensablemente tenia que
ser de trote y el de la monta de paso, llevándose siempre á
ifalope corta, ó ála galucha porque así era como tenia que
seguir al de entre barras, para comodidad del calesero.
Criticaban muchos el que 'icn calmllo y por lo regular
de poca alzada, como son casi todos los del país, sirviese
á la vez para la monta y para el tiro y llamaban esto una
barbaridad.
No digo yo que el trabajo no fuese mucho para una
sola bestia; pero conociéndose las condiciones de fuerza y
de resistencia que acompañan al caballo criollo y con es­
pecialidad al de tierra adentro, veríase que realmente no
era tanta la fatiga, supuesto que ni el carruaje pesaba lo
que parecía, por la misma extension de las barras y que
escogiéndose para caleseros negros delgados y ligeros, el
Caballo desempeñaba sin esfuerzo su tarea conservándose
siempre gordo y demostrando con su ligero andar, sus
relinchos y su deseo de ser el primero en la carrera, que
aquel peso era insignificante comparado con su resistencia
y con sus fuerzas.

OK/kGr xr.A. c e: .
Dentista de Cámara de S. M. el Rey Alfonso XII,
CON KL USO DE
X>S LA REAL casa.
EN LAS
MUESTRAS, FACTURAS, RECIBOS Y ETIQUETAS DE SU ESTABLECI­
MIENTO EN LA HABANA.
CALLE DE AGUIAR NUM. IlO.

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17
He conocido más de un caballo que diariamente se
'ponían en carruages ocupados por dos gruesas señoras que
por añadidura, llevaban una niña en medio, y los caleseros
que montaban esos caballos eran de buena estatura y ja­
más, en cerca de ocho años, vi que tuviesen la más mínima
dolencia, ni que dejasen de hacer el trabajo con la misma
buena disposición estando siempre gordos, alegres y reto­
zones.
¿Podríais imaginaros el peso que en otros países se ha­
ce soportar á las bestias y el que en nuestra misma Habana
soportan hoy las infelices muías de los carretones del co­
mercio, cuyo peso, por lo corto de las barras, casi todo
gravita sobre el lomo del animal?
Y respecto á los coches de alquiler, además de las mu­
chas horas que so hace trabajar á los caballos y del castigo
del látigo que incesantemente cruge sobre sus lomos de
una manera bestial ¿ creeis que se fatigan menos que con el
quitrm, tirando de los pesados arrastrapanzas, que además
del mucho herrage y de lo pequeño délas ruedas que poco
ayudan, llevan tres personas dentro, un baúl en el pescante
y sobre este aparato un descomunal cochero?
¿Cuando se vio un caballo tirando del liyero quitrín,
con la fatiga que lo hacen los que á duras penas logran
poner en movimiento la pesada máquina de un coche de
alquiler y sus anexos?
Pero dejemos á un lado esta cuestión y prosigamos la
descripción minuciosa que del quitrín hámos querido ha­
cer; porque persuadidos estamos de que dentro de pocos

FABRICA DE SOMBREROS
EFECTOS DE FANTASIA'
DE

OELiSTIN® ALfAiEI.
107 OBISPO 107.

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18
años, todos los particulares referentes á este carruage, con
el que aun estamos familiarizados, liabran desaparecido y
acaso solo en las pájinas de este libro se encontrará su his­
toria y las circunstanciadas noticias de todo lo que con él se
relaciona.
A las estremidades de las barras tenía el quitrín dos
argoyas por las cuales pasábanlos ganchosáelos cargadores
que seliallan debajo délos faldones cortos del aZ6ardo7t y que
se cambiaban á la silla déla'monta cuando en lugar de la pa­
reja se ponía el quitrín con un solo caballo.
Para ir al campo se ponían tres caballos.
Llamábase el trio.
Al caballo de la derecha se decía la pluma por que iba
á la ligera, es decir, que ni llevaba ginete, ni cargaba el ca­
rruage; simplemente ayudaba al tiro, completando la armo­
nía del tren.
Trabajaba con largas tiraderas sujetas al hcdancin que
se afianzaba á uno de los barrotes del juego, y era espedrto
y diestro, sirviendo propiamente de gida á los otros.
El pintar y filetear los juegos de los quitrines, asi como
el barnizar, pulir y brillar las cajas constituía una especia­
lidad en el arte de la pintura.
El forrarlos, bien de marroquí ó de gró, pertenecía á
los vestidores. Entre estos los ha habido muy hábiles pues
materialmente parecía que no habían puesto las manos
en aquellos delicados forros de gró perla llenos de pri­
morosas labores y de adornos en las vestiduras llamadas
de plumilla.

ESCOCESA.

AQUIAR 85, SSQUIM A LAMPARILLA.


Hay constantemente un completo y variado surtido de calzado para Señoras,
Caballeros y Niños; americano, español y francés.
Especialidad en artículos de viaje y hules de piso.
OOOJESS JÍV..

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19
Los arreos, bajo cuya denominación se comprendian
las diversas piezas de que se componian las guarniciones
{)ara el trio, constaban de la silla para el calesero con anchas
aldas y levantado frente, descendiente legítima de la silla
haqmra y de la montura para torear que se usa en México y
en España su progenitora. El frente, en forma de semicírculo,
como de una cuarta de alto, guarnecíase con un filete de
plata y en su centro se colocaba un escudo, un aguila ó un
corazón de plata también, sobre el que se fijaba una argu­
ya á pretesto de amarrar las riendas; pero que realmente
no era sino el motivo para hacer un ruido, en cuyo com­
pasado son se deleitaba el calesero, cuyo orgullo consistía
en la mayor cantidad de plata que llevaba el arreo y de
que hacía ostentación, como si fuera su legítimo dueño,
provocando la envidia de sus compañeros.
Detrás llevaba la silla un maletin de puro adorno, con
hevillas, pasadores y puntillas de plata y cuyos estreñios
remataban en dos cubos de aquel metal.
Sujetábase el maletin á las grampas que con tal objeto
se colocaban en la sillas, y multitud de claiúllos de plata
embellecían este apéndice.
, El caballo del centro llevaba el alhardon, que era una
silla más pequeña que la de la monta y cuyos faldones re­
matando en punta, se ataban por debajo de la barriga del
caballo, por cuya razón no necesitaba sinoha.
Este albardon de que pendían los cargadores en que
se enganchaban las argollas de las barras, en vez del frente
alto de la silla de monta, llevaba un pequeño horren sobre

ALMACEN DE TALABARTERIA POR MAYOR Y MENOR.


Surtido completo de todo lo concerniente al ramo, vestiduras en general.
—Ameses y monturas de todos estilos.

DE
64, TBNIEKTE-BEY 64, EBYBE COMPOSTELA T BABABA.
HABANA.

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20
el cual se colocaba una pieza de plata llamada el cascos
que unas veces tenía la forma de una concha y sobre la
cual un gancho hácia arriba servia para sujetar realmente .
las riendas.
Al caballo de la pluma se ponia una silla mas peque­
ña aun que el albardon (jue se llamaba sillín y que como en
aquel se colocaban los ojos por donde pasaban los cordones.
Las tres sillas llevaban sus correspondientes pecheras
para el tiro: la de la monta llevaba los manguillos que
eran unas especies de largos pasadores de cuero por don­
de cruzaban y se sostenían las tiraderas; el albardon lle­
vaba sejador 6 retranca y todas sus gruperas y almohadillas.
Las cabezadas se componían de viseras para adorno
de la frente de los caballos; de anteojeras, para evitar que
los caballos mirasen á otra parte que alfrente y para que
no se espantasen.
■ El caballo de la monta llevaba bocado y cerreta ó ca­
bezón, el de entre barras y el de la pluma cerreta sola; uno
y otros eran de plata.
Los estribos, llamados de camjjana, eran en forma de ar­
co; la cama ó asiento redondo y guarnecido con un suncho
de plata, de cuyo metal-eran los escudos ó chapas con que
se adornaban sus costados y el tornillo sobre el cual giraban.
Las coi-rem ó acciones, llevaban pasadores de plata.
Los cordones que gobernaban el caballo de entre ba­
rras y que se pasaban al de la pluma cuando se ponía el
trio, eran de estambres de colores y se ataban á la cabeza
del tornillo de los resortes del fuelle por el lado derecho.

ALMACEN DE PELETERIA
EL ÍLLIVIACEN.
DE MARISO Y COMP?
AGÜÍAR 104, ESQUINA A LAMPARILLA.
Calzado de todas clases, artículos, de viage en genera], hules para pisos de
lodos anchos.—Especialidad en calzado americano.

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21
Complemento de los arreos eran las botas para el
calesero que tuvieron en un tiempo una campana desco­
munal y que reducidas luego á más convenientes propor­
ciones se tejían por medio de correillas y se sujetaban a las
piernas con unas correas con bevillas grandes de plata y
pasadores.
Las espuelas grandes, anchas y con estrellas de agudas
puntas se sujetaban, además de sus propias correas, con la
primera de la parte baja de la bota al comenzar á abro­
charla.
Estas espuelas y los pasadores eran de plata y algu­
nas llevaban además adornos de oro.
Dichas quedan todas las piezas de que se componían
los arreos y para que nada quede por mencionar recorda­
remos el cordon conque se ataba la dola de los caballos,
pendiente de una correa con hebilla, pasadores y puntilla
•de plata, y á que se amarraba aquel y los sudaderos de co-
tin, rellenos de guajaca, con contrafuertes de becerro, que
salvaban el lomo de los caballos de las mataduras que so­
lía producir el roce de la silla, á pesar de lo bien que se
sabían acondicionar los bastos.
Los talabarteros que hacían estos arreos, incluso las
botas; los que separadamente hacían las cuartcLs; los suda­
deros y los jaquimones; los plateros que hacían todo el he-
village y adornos para el quitrín y los arreos, así como los
bocados, los cabezones, los estribos y las conchas de plata
para los machetes, han visto desaparecer todas aquellas
industrias, al desaparecer el quitrín y han tenido que

DIAJnOaO.
-;Qué Sgnrin! Chico ¿dóoJe has comprado ese sombrero tan elegante?
-En la sombrerería LA PRINCESA, calle de la Muralla n? 47, entre Habana y Compostela.
-Y quién es el dueño.
-Aquel Pepe Alvarez que se esfuerza en romplacer al público.
-¡.An si, ya caigo!
-Con que estoy muy figurín, no es verdad!
-Ya lo creo: como que me voy á mandar hacer uno en seguida.
MURALLA 47.--HABANA.

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22
buscar en otras nuevas la subsistencia, que no lets ganancias,
que ellas les proporcionaban.
El quitrín se fue!
—Pero tras él se han marchado también artes, indus­
trias y oficios que de él nacían y que constituían los usos
y costumbres de otros tiempos que ya no volverán.
Con el quitrín las onzas de oro.
Para los coches del día los Billetes del Banco.
Esto es gráfico!
A pesar de ser el quitrín un carruage eminentemente
cubano llamábase especialmente quitrín á la criolla uno de
forma más recogida, que no llevaba forro de gró sino do ma-
rroquin; sin flecos al frente, cuyo juego era generalmente
color de mate, si bien otros le preferían oscuro, en el que do­
minaban la sencillez y la elegancia empleándose en él deta­
lles que constituían su especialidad, tales como la cartera
con hevillas que se fingía en su concha; siendo lo escen-
eialmente característico el platinage, que en lugar de ser
blanco como en todos, había de ser matizado, es decir, pin­
tado á trechos de negro.
Los faroles eran pequeños y se colocaban al costado.
Esta clase de quitrín era para el uso especial de los
jovenes solteros quienes muchas veces preferían que fuese
volante, es decir, la variedad que salo difería del quitrín en
que no se bajaba el fuelle y que en lugar de los resortes
para ello indispensables, tenían un cristal á cada lado á
través de los cuales y después que las veían por el frente,
lanzaban sus amorosas miradas á las bellas de quienes se

DR. CIRILO A. YARINI.


CIRUJANO DENTISTA
V MIEMBRO PINDADOR DE lA SOCIEDAD ODONTOLOfilCA DE LA HABANA.
COMPOSTELA N.O 64,
ENTRE TENIENTE-REY Y AMARGURA.

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23
sentían ó mostraban apasionados y cuyas calles frecuen­
taban. Esta era la razón por que el calesero del quitrín
rt la criolla no podía llevar el caballo sino al trote corto,
prefiriéndose por esta razón para estos carruages, los ca­
ballos tierra adentro cuyo andar natural es éste y sirviéndo
la argolla que golpeaba al frente de la silla, para avisar á
las bellas que se acercaba el galan.
José María Escobar, Juan María Meló, Alejandro Al­
calá, Eernando Homero, Agustín Ibarra y otros varios
eran, entre los habaneros de aquel tiempo, los que mejor
gusto tenían para esta clase de carruages, de que aun exis­
te muestra en el que usa mi ilustrado amigo elDr. D. Nico­
lás J. Gutierrez, Hector de nuestra Universidad literaria.
Para los quitrines no á la crioUa pero elegantísimos y
del mejor gusto Ambrosio Romero fué en la Habana único.
Que de aquellos queridos amigos los que viven acep­
ten este recuerdo como un testimonio de mi acendrado
afecto y de la época féliz que ya pasó.
A los que fallecieron, bien sabe Dios, que les he con­
sagrado ántes de ahora más de un suspiro!

“CAMISERIA ESPECIAL”
DE AEGÜM02A Y COMP,^
CALLE DE LA HABANA NUM. 92, ENTRE OBISPO Y OBRAPIA-
FABRICA DE CAMISAS, CAMISETAS, CALZONCILLOS Y TODA CLASE
DE ROPA BLANCA, PARA CABALLEROS Y NIÑOS.
NOVEDADES EN PAÑUELOS, MEDIAS Y CORBATAS,

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24

EL CALESERO PARTICULAR.

De María Francisca Gangá, la lavandera, y de Juan


Mandinga el cocinero, nació José Criolh.
Sacáronle de pila Ña Tomasa, mulata cincuentona que
enseñó á rezar á María Francisca, cuando la trajeron hozal
del barracón y Martin, antiguo carretero del ingenio, que
habia venido al pueblo á curarse de una llaga que se le for­
mó en un pié de resultas de haberse caido de la carreta
una noche de agua bajando por la loma de Bdismélis.
Quedó Cristiano José y Ña Tomasa, cumpliendo con
las obligaciones del parentesco espiritual que habia con­
traido con María Francisca, regaló á su comadre para el
ahijado, un ciuxrtUUto de plata, un colmillo de perro, engasta-
tado en oro, una cuenta de azabache y una pulsera de coral,
todo para ponérselo en la muñeca cd negrito y librarlo del
mal de ojo.

LIBRERIA NACIOME T EXTRANJERA


IDE -VTIDE^.
LA MODA ELEGANTE.—Periódico de seioras.
lA ILUSTRACION ESPASOLA I AMERICANA.—Periódico de ciencias, artes y literatura.
Se reciben órdenes y comisiones en todo lo concerniente al ramo, para España, Londres, Francia y New-Yort
SO.

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25
Creció José criollo al par de los'niños de la casa quienes
con él compartían siempre sus dulces y golosinas, siendo
el heredero natural de la ropa y de los zapatos viejos de
sus amitos y ya jugaba 'con ellos á los mates, al trompo y á
los papalotes, en cuyos juegos era diestrísimo, pues los ha­
bla practicado mucho con los demás negritos en la calle;
cuando la señora, advirtiendo que ya José criollo tenia 10
años, dispuso que le hicieran una librea y le comprasen un
sombrero de felpa con galón, para que le llevase la alforn-
hra y la silla a la Iglesia; pues ya estaba propio para
page.
Satisfactoriamente desempeñó José criollo su oficio du­
rante cuatro años y digo satisfactoriamente, porque sabía
colocar la alfombra en el mejor lugar frente al altar en que
se decía la misa y oía aquella con devoción signándose y
santiguándose en los debidos casos; colocándose respetuosa­
mente detrás de la señora; ponieñdo su sombrero en una
esquina de la alfombra y enrollando aquella conveniente­
mente concluida la misa. José habla crecido mucho; la
librea ya le estaba chica, pues las mangas casi le queda­
ban por el codo y era preciso que aprendiese á calesero
para reemplazar á Dimiisio, que ya estaba viejo y achacoso-
José demostraba mucha afición al oficio, pues ayuda­
ba á lavar el carruaje, á empujarlo por detrás para que pu­
diese entrar en el zaguan con facilidad pues la subida des­
de la calle, á causa de la altura del sardinel, era penosa,
por lo que se hablan hecho unas cuñas, que José era quien
cuidaba de poner y quitar; ayudaba además á enganchar

MUEBLERIA DE BEDOYA.
OBISPO NUMERO 88.
Sigue realizando su gran surtido de muebles finos, y los juegos
de sala legítimos de Thonet, inclusos los catres de nueva inven­
ción para Colegios, y también las nuevas camas de movimiento
especial, quo fortalece el estómago y el cerebro del niño.
OBisi=o líp-CTaycEieo ss.

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26
las barras del quitrín y limpiaba los arreos y aun las bo­
tas de Dionisio, rabiando por ponérselas.
Mando la señora á buscar á Ñó Bernardo, calesero ju­
bilado y maestro libre, que se dedicaba á la enseñanza de
su oficio, en que fue sumamente Lábil y de cuya larga prác­
tica daban cuenta sus piernas, en forma de arco, á fuerza
de haber estado siempre á caballo.
Tres onzas de oro costaba la enseñanza.
Duraba aquella tres meses, y cumplido este plazo, el
que había salido pac/e, entraba por las puertas calesero, en
posesión plena del oficio, con todas sus artesy sus mañas,
como si dejáramos, con todas sus virtudes; pero también
con todos los vicios de que Labia tenido un ^jrofesor en
cada compañero.
La manera de proceder á aquella enseñanza que cons­
tituía una industria que. ya desapareció y que á la vez
ofrecía un cuadro el más característico de las costumbres
de una época que también pasó, merece que le consagre­
mos unas cuantas lineas.
El cuadro era el siguiente;
En un juego viejo de un quitrín que Ñó Bernardo se
Labia proporcionado y sobre cuyas barras hizo colocar
unas tablas, estableció su cátedra.
Seis ú ocho aprendices iban sentados con él sobre
aquellas tablas.
Detrás seguían á caballo otros tantos, ejercitándose en
montar y en manejar las riendas.
El que iba montado en el caballo que tiraba del jue-

DR. EN MEDICINA Y CIRUJIA DENTAL,


Y VOCAL DHL

JIRADO DE EXAMEN DE DIRIJANOS DENTISTAS DE ESTA INÍVERSIDAD.


ZULDETA ESQUINA AL PASAJE.

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27
go y que ademáá de las riendas cortas que manejaba obe­
decía á las sogas que gobernaba Ñó Bernardo servia de
monitor.
Los demás aprendices oian y velan.
Vestía Ñó Bernardo pantalón v camisa de listado de
liilo de cuadros azules; sombrero áe empleita, con alas gi­
gantescas, que servían de quitasol, y en la mano llevaba
el cuero. Asi se llamaba con toda la brevedad que le daba
la significación gráfica de su uso, un garrote de naranjo
con pajuela y mecha de lengua de vaca: como en términos lo­
cales y del oficio se llamaba al tejido ó trenza de cuero de
que se componía la parte cantante del instrumento de sacar
candela.
Era el tal el que hacía segundo en el dúo que por las
calles entonaba Ñó Bernardo, dirigiéndose al aprendiz, ya
para que pegase los codos al cuerpo; ya para que voltease
las puntas de los pies para fuera; ya para que no llevase
la cabeza embutida en el pescuezo; ya para que tomase
bien la vuelta en las esquinas; ya para que no tropezase
con ningún otro carruage; ya en fin, para indicarle, todas y
cada una de las reglas del arte de que José no era posible
se olvidase nunca; porque tras la voz preventiva de ¡negrito!
y la ejecutiva de que se trataba, venia el latigazo, que
partía por la cintura al infeliz que sentaba sobre la silla,
no tenia otro medio de defensa, ni otro consuelo que echam
se para atrás.
Porque hay que advertir, que en los tiempos del cuero,
quien con más rigor le aplicaba era la gente de color; por

Betún líquido para arneses, techos de coches. Quitrines,


botas, pieles, &c.
Aceite para máquinas de coser.
Aceite para cilindros, &c.
A.. TT COMF?
AGUIAR 67.-HABANA.

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28
aquello de que no hay peor cuña que la dd mismo pedo j era
mejor tener por amo al demonio que á uno de su misma
clase.
Debo hacer constar sin embargo, que en Cuba nunca
un negro tuvo á otro por su esclavo; pero el sueño dorado
de toda negra carahedi, vendedora de carne, era juntar para
comprar otra que le llevase el tablero, y ¡ay de esas infeli­
ces! Algunas quedan todavía que pueden responder por
nosotros.
Sigamos con Ñó Bernardo.
Sentado en la parte delantera del juego, guiando los
cordones del caballo que montaba el negrito, con los seis
ó siete más que le acompañaban y seguido de los cuatro
ó seis ginetes que iban practicando; después de recorrer
aquella caravana todas las calzadas, entraba por las mas
estrechas calles de la Habana para que los negritos se
acostumbrasen á dirigir por ellas el quitrin, sin montar la
rueda por el sardinel y salir de los más estrechos lances,
sin tropezar, ni estropear á nadie.
Una vez que todo esto sabia hacer el calesero, prime­
ro con un caballo y después con dos, Ñó Bernardo venia á
entregarlo ya maestro y á percibir sus tres onzas y un eseni-
dito que como gaveta y por lo mucho que se habla intere­
re sado en la enseñanza del negrito arrancaba además
cí la Oliña.
Hecho José un perfecto calesero, se le mandaban ha­
cer las botas, y la librea; se le compraba su sombrero de
felpa con galón para los dias de fiesta; uno de jipijapa para

EL EEOEET^,
Tienda de ropas. Sastrería, Camisería
Y ALMACEN DE

Galiano 75^ esquina á San Miguel.


HABANA.

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29
el diario; su capote de barraban para el tiempo de aguas,
y de frió y héteme, ya á José en el ejercicio de sus funcio­
nes, que procuraremos detallar.
El calesero además de saber montar en silla y en pdo
y de guiar el carruage, sin tropezar, ni aun en el más en­
redado laberinto de quitrines, coches, carretas y carreto- ,
nes, que era el espectáculo diario de las calles de la Haba­
na; tenía también que saber forrar el eje y dar sebo á las
ruedas; limpiar los arreos, así en su parte de cuero como
de plata; lavar el quitrín y dar lustre al fuelle; colocar los
sotrozos y otros actos indispensables, como recoger el ta-
pacete, tuzar los caballos, trenzarles la cola, &c; para lo
cual tenia que estar provisto de los avíos necesarios tales
como esponja, sebo, grasa y gamuza para el quitrín, humo
de pez, naranjas agrias y escobillas para limpiar los arreos,
cascarilla ó blanco de España, para la plata, una tina pe­
queña y un gato para levantar las ruedas.
El calesero tenia también que saber tocar el tiple y
bailar el zapateo, y sobre todo chiflar. ¿Cómo podia con­
cebirse un calesero sin estas habilidades, cuando eran ellas
las que le recomendaban con las negritas de la casa?
El chiflar era tan propio del calesero que llegó á cons­
tituir un refrán. “Chifla como un calesero,” se decía de to­
do el que tenía esa costumbre.
El calesero, además de chiflar todas las danzas y can­
ciones conocidas y de moda, lo que hacía de un modo
particular, ó sea formando wi doble chiflido, chiflaba tam­
bién para llamar á sus amigos y á las negritas de la ve-

CAFE Y CONFITERIA^
'JUA.
fiE V. ALONSO Y HERMANO.
Se hacen helados, ramilletes y se sirve á domicilio cuantos encargos con­
cernientes al ramo se dignen confiarles con prontitud, esmero y equidad.
HAY UN SALON RESERVADO PARA LUNCH.
CALLE DEL OBISPO NUMERO-42, ESQUINA A VILLEGAS.

Biblioteca Nacionai de España


30
ciudad, para cada una de las cuales tenía su chjflido par­
ticular, así como el que le servía para llamar a los que
iban ya á gran distancia y que producía colocándose en la
boca el dedo índice y el meñique, para producir un silbi­
do penetrante, que era capaz de dejar sordo á cualquiera.
Digamos ahora como vestia el calesero de casa par­
ticular.
Unas pantuflas amarillas con punteras de charol, he­
chas por él mismo; porqpe José criollo además de calesero
era zapatero; este calzado daba principio á su trage de
casa, que se componia de un pantalón de listado de hilo
de cuadritos punzo, ceñido á la cintura y caderas, y de cam­
pana. El pantalón se sujetaba á la cintura con una hebi­
lla grande de plata, figurando un águila de dos cabezas,
con piedras verdes y coloradas.
El pantalón recogido hasta media pierna para que por
por debajo saliese el blanco calzoncillo con dientes decarahali.
Camisa de crea de hilo, con tres botones de oro, suje­
tos por uno cadenilla y en el hojal del cuello, además, una
cintita negra, á guisa de corbata.
Entreabierta la camisa dejaba ver un pañito de pe­
cho, bordado con randas, obra de la costurera de la casa
á quien un dia José criollo pegó con la punta de la cuarta,
como dicióndole yo soy tu amo, ó con más propia y ade­
cuada espresion, como si hubiera dicho: tú eres mia; servi­
dumbre a que la costurera pareció someterse sin esfuer­
zo, supuesto que desde el dia que le pegó aquel cuartazo,
■se resignó á obedecerle sin contradicion.
66

S o JVC B -fcíJí Zt zt Z jGL.


DE JOSE GARCIA.
CALLE 1)E LA MURALLA F 48, FRENTE A LA SEDERIA DE “MESTRE."
SURTIDO GENERAL DE SOMBREROS DE TODAS CLASES.
.8E UVAS, TISES Y REFORMA!! TODA CIASE DE SOMBREROS DEJ.A.YD010S COMO NUEVOS,
^ i=‘E2,Eiaios 3sa:oi5icos.

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31
En la oreja izquierda llevaba una argollita de oro en
forma de media luna, de que pendía un corazón sujeto por
una cadenita y en uno de los dedos de las manos lle­
vaba varias sortijas con piedras de colores, señal de sus
conquistas; testimonios de sus simpatías con las negritas
de la vecindad y causa de continuas riñas entre él y la
costurera, que no se conformaba con la volubilidad de José.
Un pañuelo de seda colocado en la cintura y cuyas
puntas salían en forma de bandera por debajo de la hebi­
lla; otro al cuello amarrado por las puntas y un sombrero
fino de yarey, á cuyas alas daba una forma particular,
completaban el traje del calesero miéntras que se ’ocupaba
en sus faena doméstica.
El trage para montar era el siguiente:
Zapatos de becerro con chapa ó hebillas de oro.
Bota de campana alta con adornos de plata, sujetas á
la pantorrilla con hebillas y pasadores de aquel metal.
Espuelas de lo mismo, con grandes estrellas.
La librea de la casa en forma de chaqueta redonda,
con franja ó galoneada.
Chaleco. Un pañuelo de seda en cada uno de los bol­
sillos de la chaqueta, colocados de maneja que colgase
sus puntas.
Pantalón de dril blanco, por dentro de la bota.
Sombrero de jipijapa con cinta negra, cuyas puntas
caian por detrás. Corbata negra.
En la mano una cuarta delgada con puño y abrasado­
ras de plata.

DE, m: FEÁHCISCO HttETO,


MEDICO CIRUJANO.
Especialidad en enfermedades de las Señoras.—Consultas:
de lo á 11 por la mañana, y de 3 á 5 de la tarde.

"7'4:'3-»

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32
Para el tiempo de lluvia capote de barragan atado á
la cintura, ó chaquetón.
Para ir al campo, en lugar de la librea, chaqueta de
dril crudo con vivos de paño^, sombrero de jipijapa de alas
tendidas y á la cintura el machete de concha de plata para
defender á su amo.
En el cajón del qidtrin llevaba siempre el calesero, so­
gas para amarrar el caballo, y presintas de cuero, clavos
y puntillas por si se rompía alguna barra.
También llevaba el melancólico tiple en que to­
caba el Mipateo y el punto cubano y á cuyo son bailaban los
demás caleseros reunidos en una misma cuadra, mientras
sus amos permanecían de visita.
Las espuelas prestaban vida al compás; la cuarta ha­
cía de batuta; nunca faltaba uno que golpeaiido en la caja
del tiple, contribuyese á aumentar la viveza del tango y
las entusiastas voces de los caleseeros y el íntimo goce que
á sus almas llevaban aquellos cantos y aquel baile, nos
hacían presumir que eran felices, en medio de su propia
desgracia.
Pero todo pasó, y habiendo desaparecido el guitrin
desapareció también el calesero; á quien ha sustituido el
cochero, raza cruzada, verdadero ingerto que no constituye
tipo y que" carece de gracia y originalidad.
Dijimos que el calesero al tiempo de su aprendizaje
adquiría toda clase de conocimientos de las artes y ma­
ñas propias del oficio. Vaya una prueba en el siguiente
detalle.

DEPOSITO DE HIELO
de Pedro Pí.
Calle de Compostela entre Muralla y Sol. •
Vino tinto frió al natural. Cocos frios. Mantequilla del Nor­
te en paños, helada. El muy sin rival Lager Beer, y un gran
surtido de escabeches y leche tria superior.
La, ^v^artiaaica.
Nota,—Se sirven helados á domicilioy contando con un buen servicio.

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33
Era obligación del calesero llevar á bañar los caballos
por la mañana temprano y á la vez botar la basura ó el es­
tiércol, para lo que tenía un serón.
Una mañana que, contra mi costumbre, en lugar de
entrar en mi despacho me quedé sentado en el comedor,
donde por cierto no pensaba mi calesero que me hallaría,
salía aquel á bañar los caballos, llevando uno de diestro
y atado á la cola de éste el otro, que llevaba el serón con
la basura.
Parecióme ser escesivo el peso que llevaba el animal
y sorprendíame además que tanto pesase la basura y ma­
quinalmente me acerqué al caballo para examinar la carga.
El calesero, -vivo como él solo, trató de interponerse
entre el caballo y yo, diciéndome:
¡Cuidado, niño, que se vá su inercé á manchar.
Pero cuando esto decía, ya me había yo apoderado de
uno de los picos del serón y probado levantarlo para to­
marle el peso. Aquel era escesivo para ser solo basura,
y picada mi curiosidad, díjele al calesero que volviese á
eutrar los caballos al patio, á lo que trataba de resistirse,
objetando primero que los caballos no podían dar la vuel­
ta allí y que la basura iba á derramarse y á apestar el
comedor y después, que ya se le hacía tarde y que el he­
rrador le había dicho que le llevára temprano los
caballos para poder herrarlos y sacar la jaba al de la
monta. -
Insistí, sin embargo, y el calesero hecho un mar de con­
fusiones no sabía ya que objeción hacer para evadir la

J. A. SUAREZ Y COMP?
FOTOeMFOS DE CAMARA DE S. M. EL REY AlFOM IH.
O’REILLY 64, ESQÜINA A COMPOSTELA.

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34
entrada de los caballos, temeroso del reconocimiento que
sospechaba iba yo á practicar, cuando me dijo: ¡Ah, mi
amo, se me olvidaba decir á su merced, que el calesero del
niño Perico me dijo que su merced le mandara una hanega
de maíz porque ya se le acabó el que trajeron del Ingenio
y que cuando le vuelvan á traer se la repondní á su mer­
ced, y ahí le llevo yo la anega, per eso le parecía á su
merced que el serón pesaba tanto. ¡Mire V. que caso!
Bien, le dije yo, pero ¿quién te dio la llave de la caja
del maíz?
¿Que quién me dio la llave? Ah! ¿Que quién me
dio la llave dice su merced? Muy cierto! Mire V. que
caso!.........
(El calesero con todas estas reticencias iba ganando
tiempo para discurrir las respuestas.)
’ La llave! La llave! No me la dio nadie.
Cómo nadie! dije yo.
Nadie.... jorque la caja estaba abierta.
Llamé entonces al portero, que era el encargado de la
caja del maíz, y resultó de la averiguación hecha que el
calesero tenía una llave falsa para abrir el candado y que
con ella sacaba por la madrugada el maíz de que llenaba
el serón y que cubría después con el estiércol, llevándose­
lo á vender á un bodeguero, su amigo, que vivia cercado los
baños, y que sin escrúpulo aceptaba aquella mercancía
que el calesero le vendía á precio tal, que él solo era bas­
tante para manifestar su procedencia, caso de que el bode­
guero la hubiese ignorado.

LA FASHIONABLE.
GRAH TALLER DE MODAS PARA SEÑORAS.
SK RECIBE.^ DE PIEIS TODi CIASE DE ARTICELOS DE FASTASIA; SE COAFECCIOM
TODA CLASE DE TRAJES PARA SEÑORAS T KIÑOS.
92, OBISPO 92. ENTRE VILLEGAS Y. BERNAZA.

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35
Esta era una de las muchas artes y mañas del calesero',
que en mas de una ocasión despojó el mismo los arreos de
su plata y que lleTÓ su osadía á veces hasta cortar la correa
de los estribos j presentarlas al amo muy compunjido di­
ciendo: que mientras entró un momento en la bodega á.
tomar.... agua, algún sinvergüenza le había hecho aquella
maldad para que lo castigaran!
De esta clase de episodios ¡la mar! y el bodeguero ca­
si siempre cómplice irresponsable.

“ s ^ 2sr s - ”
LIBRERIA Y PAPELERIA DE JOSE YALDEPARES*
SI, SI,
Gran existencia de obras de ciencias, artes, religion, literatura, novelas, &. &.
Papel, libros en blanco, efectos de escritorio y fantasía, varillas para cua­
dros, cromos y estampas dS todas clases y tamaños.
Siendo esta casa una de las primeras y mas antigua de las editoras de libros
’ de educación, se halla constantemente un surtido general de textos para la
primera y segunda enseñanzas, así como universitarios.

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36

EL CALESERO DE ALQUILER.

Era el mismo género; pero una especie distinta de la


del calesero particular.
Le estoy viendo con su volante en la Plaza del Vapor,
en la Plazuela del Monserrate, en la del Cristo, en la calle
de San Rafael, en la Calzada de Galiano, por cada una de
las bocas-calles en que, de ocho á diez, sabía él que venían
los viages.
Porque para el calesero de alquiler no había hombres,
ni mugeres, ni blancos, ni negros, ni amos, ni dependien­
tes; lo que había eran viages; así denominaba él a todo el
que podía tomar su volante y pagarle la peseta, (se entien­
de sencilla; pero en plata) que costaba un viage.
Un trage verdaderamente estrafalario, por lo roto y
descompuesto, era lo que le caracterizaba.
Aboyada bomba de fiieltro con galón viejo, librea de

JOSÉ
Fotografías chicas, Imperiales y de la nueva clase Esmalte Glacé.
En la misma casa se continúa haciendo los magníficos retratos de
Ferrotipo en 6 minutos.
(1878.) LUIS J.-. CALVET. (1878.)
Grabados y anuncios en vidrio.—El primero establecido en la Habana*
67, REINA 67, ESQUINA A SAN NICOLAS.

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37
paño, con restos de una franja en que se descubrían
escudos que la inteligencia de un Rey de armas nos hubie­
ra demostrado pertenecer á los ilustres Condes de Bahwa,
Peñalver, Ferrumdina, Villanueva, Gasa Bayona j otros de
los que en la pasada época llevaban el pendón de la noble­
za habanera, cuya librea j)or esa circunstancia, revelaba
los tratos y contratos en que con los caleseros de casa
grande, andaba siempre el de alquiler.
Unas botas deslustradas, con las campanas caídas, á
guisa de orejas de cerdo; la camisa abierta, sin boton; las
mangas de la librea rotas hasta el codo y convertidas en
mangas de^angel; por calzado la característica chancleta
y en la mano el mocho 6 sea la cuarta pendiente del dedo
grueso y del meñique para dejar libre el pulsar que levan­
taba en alto exclamando: ¡EyH! como quién dice: Aquí
estoy! cada vez que descubría un vicuje.
La volante ó quitrín de alquiler, aunque la primera
voz era la j^enérica para sigüificar todo vehículo, al-
quilable; tenia una especial construcción, cuya primera
circunstancia era ser muy reducida para que no pudiese
tener efecto en ella lo que los caleseros llamaban misa can­
tada, es decir, que lo ocuparan tres personas á la vez, pues
aún dos ya eran demasiado.
Juegos y forros colorados hacían desde luego conoci­
dos los alquilones, cuya procedencia á nadie se le ocurrió
nunca disimular; porque la volante de alquiler no era pa­
ra paseo, sino simplemente para no ir á pié ó para cual­
quiera diligencia que demandase necesariamente la volante.

M. RUIZ Y COMP^
-RES.
IMPRENTA, PAPELERIA Y EFECTOS DE ESCRITORIO.
FABRICANTES DE SELLOS DE GOMA.
TilIJETllS pmil ÜISITIIS, DE TDDiS CUSES I DE BIDTIZD DE ÜLTLMIl MDDS
xa. 08ISP0 xa. ix/xba.x«-/x.

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38
Yo no me propongo, parodiando á Mesonero Romanos,
quien hizo la historia del Vodie Simon, hacer la de la volante
de alquiler, á la que muchos de los episodios que el Gtirioso
parlante cuenta, hablando del coche, son de perfecta apli­
cación.
La volante asistía á matrimonios, á bautismos, á ad­
ministraciones y á entierros.
Ella llevaba en su interior á gentes tristes y á gentes
alegres. Al que iba á cobrar el premio de la lotería y al
que llevaban preso á la cárcel.
Ella, con el fuelle echado y contra lo prevenido por el
dueño del tren (hoy establo) que tampoco estaba por la
misa cantada, paseaba por todas las calles de intra y ex­
tramuros (hoy no hay muralla-s, más que las que natural­
mente separan, y son las mas poderosas, á los ricos de los
pobres, al que tiene del que carece) paseaba, digo, por la
población á tres alegres marinos que después de largo
viage querían primero conocer la ciudad y luego ir á to­
das partes en que pudieran divertirse, y el calesero que
sabía bien donde podían lograrlo, hacía su agosto con es­
ta clase de viages para él de los mas productivos.
Pero la misma volante con el tapáoste caído, conducía
también al Hospital á un desgraciado enfermo que en él
iba á morir sin volver á ver su familia. De repente nos
pasaba por delante la volante llevando dentro dos nifias que
iban comiendo pina, ó chupando mamoncillos, cuyos hue­
sos ó semillas arrojaban con gran algazára á los tran­
seúntes.

LOS Sres, Á17AEE2 7 HIISE,


Son los únicos agentes é importadores de las afamadas máquinas de
coser de la COMPAÑIA DE SINGER. Téngase cuidado con las falsifi­
cadas ó imitadas.
CÁLLE DEL OBISPO NUMERO 123, HABANA.
ALVAREZ V Rxzsrszs.

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39
Pero apenas las había dejado el calesero en su casa
de la calle de la Lamparilla, Villegas ú otra de las mas cén­
tricas, cuando la voz de ¡Calesero! ¿alquilas?Jy el ¡Sí, señor!
de ordenanza; hacía que un hombre entrase en la volante
diciendo: ¡Al Cristo! ¡Pica!
¡T era para llevar los Santos Oleos á un mori­
bundo!
En la volante se iba á los toros, ó atravesado en el
pesebrón el ataúd, llevaban á enterrar al pobre que á ve­
ces no tenía más acompañamiento que el del muñidor.
En la volante llevaba la modista el trage de boda, pa­
ra la hija de un grande.
En la misma llevaba el sastre los lutos para unos hi­
jos que habían perdido á su padre, ó bien para el desven­
turado padre que acababa de perder á su hijo.
En la volante de alquiler se dirigía furtivamente y
disfrazado al muelle, quien intentaba tomar un barpo cual­
quiera para escapar á la acción de la justicia por tal ó cual
delito que había cometido y que acaso le alejaba de su fa­
milia para siempre; cuando, como viage de retorno, ocupa­
ba la volante quien después de larga ausencia las ala del
viento encontraba pocas para estrechar á su corazón los
mas queridos seres de su alma. Alguna vez condujo dos
caballeros jóvenes y bien puestos, a quienes seguian otros
dos en otra volante.
En el pesebrón los primeros claros del dia dejaban
ver una caja misteriosa en la que iba la muerte para algu­
no. Eran pistolas; se trataba de un duelo.

Se realizan como cinco rail tomos de obras de todas clases. Pídase el


gran catálogo de títulos y precios, que se dará grátis.
% 10.000
en billetes se desean emplear en la compra de libros sueltos y bibliotecas, por
costosas que sean. Al que tenga métodos de música se le compran.
En la CALLE DE O’REILLY N? 30, cerca de SAN IGNACIO, Libre-
ría LA UNIVERSIDAD.

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40
A los pocos momentos de haber llegado á la falda del
Príncipe, de Atar&í ó la Chorrera, la volante regresaba con
el capacete-caldo, para entregar en manos de una madre
infeliz ó de un padre desdichado el cadáver de su hijo único!
Muchas veces á paso ligero condujo al seductor infa­
me que arrancando del seno de una familia honrada- una
joven virtuosa seducida por sus falaces promesas, la aban­
donó mas tarde, entregándola á la execración de la socie­
dad j al desprecio de los suyos. Otras entre el ludibrio
de la vergüenza y las manifestaciones del miedo, trajo al
mismo seductor conducido por un padre, á quien por cier­
to no faltaban fuerzas para esgrimir una espadaj ni le
temblaba el pulso para depositar una bala en el corazón
de un perverso, para de allí llevarlo con su hija á recibir
la- bendición nupcial en la iglesia y terminada la ceremo­
nia, para darle la orden de no volver á poner los pies en
una casa donde ninguna falta hacía.
¡Oh! Si una volante pudiese contar todas las escenas
que ella ha presenciado; todas las conversaciones que ha
oido; todos los planes que se han fraguado en su interior!
interesantes por demás serían las historias que ella nos
refiriese.
El calesero de alquiler ha sido siempre cómplice ino­
cente de todas esas aventuras ó historias.
Pero la mayor parte de las veces, ¿que pudo él saber
acerca de los personages que conducía, de los planes que
aquellos fraguaban; de los proyectos ya generosos, ya cri­
minales á que se daba vida en el seno de su volante?

jswrcicx«cis»Ei>j[.a.,
librería National y Eitranjera y Agencia del CORREO DE DITRABAR, de lA MODA ELEGANTE P.tRI-
81ENSE, y de LA ILUSTRAICON CATALANA, de LA lll'MANERA de New-Torl.

MIGUEL ALORDA.-LIBRERO Y COMISIONISTA.


O’REILLY 96, ENTRE VILLEGAS Y BERNAZA.

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41
Para el calesero de alquiler todos sonviages.
He hablado anteriormente de la resistencia del caba­
llo criollo. Pero no es posible, tratando de la volante de
alquiler, prescindir de consagrar unas cuantas líneas mas
á aquellos infelices jamelgos de cuya condición se abusaba
de una manera infame.
El calesero de alquiler que por su cuenta sacaba del
tren una volante por la que, con el uso de un caballo por
la mañana y otra parte abonaba tres pesos diarios en plata;
enganchaba á.las siete de la mañana, ora en que venían del
baño los caballos y no volvía á mudar hasta las dos de la
tarde.
Al llegar al tren le destegía la cola al caballo, le daba
un fuerte tirón del rabotara que no se pasmase, le quita­
ba la silla y los cuatro o cinco sudaderos que por razón
de las mataduras le ponía con diversos sacabocados para
no lastimarle y sobre aquel lomo asaz mal ferido, de una
botija que detrás de la jjuerta había, con un hisopo sacaba
un líquido que en ella se iba depositando y que pasaba
sin piedad por sobre las mataduras para que no les caye­
se bicho.
El infeliz caballo no pensaba ni en comer, ni en beber;
entregábase á descansar y acaso á las diez ó las once de la
noche empezaba á probar el pienso.
El caballo que trabajaba hoy por la mañana no se vol­
vía á poner hasta mañana por la tarde; pero ciertamente
no era el trabajo lo que mas rendía al animal sino el con­
tinuado castigo que recibía; pues era costumbre del cale-

HUEYO MAPA DE LA ISLA'DE CUBA*


roía
JUSTA SUPERIOR DE lA'STRUCCIOS PUBLICA Y RECOMESDADO POR El GOBIERYO «ESERAl.
DÉ I M. POR I yí METROS.
PUBLICADO POR “LA NUEVA PRINCIPAL.”
Este mapa es el primero que presenta la Isla seguí la nuera Jirisíon que se ha prarticaJo, tanto en
lo político, como en lo judicial, municipal, ailministratiro, económico, eclesiástico; con tos nos, lagunas, montes,
ferro-carriles, faros, departamento marítimo, audiencias, &c., &c. Comprende también España y Baleares,
Canarias, Filipinas, Puerto-Rico y Sapa-Hundi. di, MURAllA 44, BABA.YA.

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42
sero ele alquiler, llevar las riendas suspendidas muy alto
con la mano izquierda é ir con la derecha distribuyendo
cuartazos á un lado y otro al pobre animal, que volunta­
riamente iba al trote; pero al que el calesero seguía el
compás con la cuarta.
Era muy frecuente ver caer al suelo los caballos; pero
esto no dependía ni de flojera, ni de debilidad; sino que lo
muy extenso de las barras de la volante les hacía perder
el equilibrio fácilmente, y la prueba era que del mismo
modo caian los de las volantes particulares. Y tampoco se
atribuya al peso que cargaba por razón de ir montado el
calesero.
Con la misma frecuencia caen hoy los que tiran de los
coches, porque resbalan en los adoquines, y en la cuestión
del castigo no salen mejor librados los caballos de coche
que los que tiraban de los volantes, pues aunque parece
que el Idiiffo es mas ligero que la cuarta, en mas de una
ocasión hemos visto al cochero volver la fusta y asentar á
todo lo largo del lomo cada golpe al animal, que hemos
deseado que como á la burra de Balaan, Dios le concediese
por un solo momento la palabra á la bestia para que pu­
diese decirle al cochero dos palabritas al oido, que yo no
creo sea necesario decir en voz alta para c^ue todos sepan
que palabritas serían las que la .bestia diría al cochero.
“Sociedad protectora de los animales (no hay alusión) y
que falta que haces en él país!”

ACEITE CE HICAOO CE GAGAEAC.-ECSEATC CE HIECHC SCLCCLE PCiO.


He aquí dos medicamentos preciosos que bien administrados son el ver­
dadero antídoto de esas numerosas enfermedades eongénitas que, de descui­
darlas al iniciarse en los primeros dias de nuestra vida, son el origen de
enfermedades erónicas que agostan la juventud.
Alternando con el Aceite de Hígado de Bacalao el Fosfato de hierro
soluble puro, el apetito se desarrolla, la sangre y los tejidos se reconstituyen
y en una palabra la constitución raquítica se transforma en vigorosa y
robusta.

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43

EPISODIOS.

Para terminar este cuadro vamios á referir algunos


episodios relativos al qidtrin, no solo porque ellos servirán
para dar á conocer las costumbres de la época á que veni­
mos refiriéndonos, sino porpue contribuirían á poner de
manifiesto la influencia que el quitrín tenía en la vida ha­
banera y su participacien en todos los actos mas intere­
santes y solemnes de aquella.
Como un testimonio de los sentimientos religiosos de
los habaneros de aquel tiempo, diremos, que todo el que
compraba un quitrin nuevo disponía que se llevase á la
iglesia á disposición del Sr. Cura para que si tenía que sa­
lir el Viático fuese el Santísimo quien le estrenase, con lo
que el quitrin quedaba bendito y se evitaba que le suce­
diese alguna desgracia. Pero he aquí que una noche acon­
teció lo que precisamente se trataba de evitar y fué que

Las enfermedades del pecho, escrófulas, anemia, infarto de las glándulas


y la debilidad general, desaparecen como por encanto, bajo la influencia de
esos dos medicamentos, complemento el uno del otro.
Para estos casos tómese el Aceite de hígado de bacalao que recibe directa­
mente de Noruega D. José Sarrá. Droguista de la calle del Teniente-Rey
núm. 41, asi como su Fosfato de hierro soluble puro, medicamentos ambos que
por sus bondades compiten con los primeros del mundo, reuniendo además la
ventaja de que su precio está al alcance de todas las fortunas.

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44
tirando de un precioso lujosísimo quitrín un caballo dema­
siado fogoso, apenas el negrito que tocaba la campanilla
empezó á hacer sonar aquella cuando estando ya dentro
del carruaje el Cura y el monaguillo que le acompañaba,
espantóse el caballo y partió desbocado, causando algunas
averías á los transeúntes y á otros carruages con que tro­
pezó, habiéndose deshecho contra una esquina donde vi­
no á parar, y en donde corrieron gran peligro de ser estro­
peados el Sr. Cura y el monaguillo, los cuales se lanzaron
del quitrín, no sin haber recibido algunas contusiones.

***
En otra ocasión, e^a el 24 de Octubre del año de....
dia de San Rafael, cuando una estimable señora do nuestra
buena sociedad, que tenía un chorro de graciosos nie te ci­
lios, habiéndoles encargado aquellos que les tragese las
indispensables tortillas con que se festeja el Santo, des­
pués de oir misa se dirigió en su quitrín, del que tiraba
una famosa y arrogante muía giuxchinanga, á la calle de Es­
cobar, al solar en donde vivía la famosa María de la 0., la
mas acreditada vendedora de tortillas de aquellos tiempos
que, por el renombre que sus tortillas habían alcanzado,
veía visitado su solar por todas las personas mas distingui­
das de la Habana que iban allí á comerlas y á llevar para
sus casas un plato que el dia del Santo y subsecuente de
la octava, era de rigor en toda mesa.
El cordon de quitrines cojía materialmente de una es-

MACi'ESIA EFERVESCE.\'TE AXTIDIIIOSA PURGASTE, PERFECCIOSADA


x’osa TosÉ —
Las dispepsias. Indigestiones, Vértigos, Mareos, Flatuosidades, Pereza in­
testinal, yaquecas, Estreñimientos, Afecciones del hígado ¿e. ár., son enferme­
dades que, sin comprometer la vida, la menoscaban, haciéndonos arrastrar una
penosa existencia. ¿V cómo combatir estos males? El mas seguro é inocente
remedio es la MAGNESIA DE SARRÁ que reúne á sus excelentes bondades
la de estar compuesta de sustancias completamente puras y escogidas, prepara­
da con el mayór cuidado y esmero; de sabor agradable; de buen aspecto é
inalterable, produce mucha efervescencia y sus efectos son siempre seguros.

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45
quina á la otra de la cuadra en que vivía María de la 0,
no sé si de apellido Soquendo; pero que indudablemente
llevaba manillas de oro.
La Señora á quien hacemos referencia ordenó al ca­
lesero que se aqxase y dándole un doblon de á cuatro pesos
(oro, se entiende, que entonces no habiayxipef^ y una ser­
villeta que llevaba preparada al efecto, le hizo entrar en el
solar á comprar las tortillas, habiéndose quedado ella sola
dentro del quitrín.
Un travieso negrito que acababa de comprar en la
bodega un paquete de cohetes colorados se le ocurrió pren­
derlos todos juntos delante de la muía. Al estrépito de
aquellos se espantó el animal y partió como una exhala­
ción, yendo dentro del carruage la señora que, arrodillada
en el pesebrón, y con los brazos en cruz, pedia misericor­
dia á todo pecho.
La muía se dirigió por la calle de la Salud hácia el
Campo de Marte y entrando por la Puerta de Tierra tomó
la calle dd Sol y se detuvo sin mas novedad á la puerta de
su casa.
El portero y los demás criados al ver llegar la muía
á escape y sin calesero, se sorprendieron, habiendo llega­
do al colmo su sorpresa al oir de boca de la señora el su­
ceso, el cual fué desde entónees el tema obligado de todas
sus conversaciones, así como la promesa que hizo á la Vir-
qen del Carmen (pues nada quiso con San Rafael) por ha­
berla libertado de aquel peligro.
Como á la media hora de haber llegado el carruage á

Reúne en su mas alto grado todas las propiedades de las otras magnesias
y es además muy depurativa si se usa con frecuencia en las enfermedades pro­
cedentes de la impureza de la sangre.
Como á la vez que purgante es refrescante, puede usarse en todas las es­
taciones, sin necesidad de atemperarse, puesto que ella es atemperante por
excelencia.
La tienen de venta todas las Farmacias de esta Isla y las de Puerto-Rico.
Su depósito: BOTICA Y DROGUERIA LA REUNION.

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46
la casa, llegó el calesero jadeante, y bañado en sudor, pues
había venicío corriendo desde en casa de María de la O., y
siguiendo la dirección que le dijeron había tomado el ca-
rruage, con las botas y las espuelas calzadas, la cuarta
bajo del brazo y la servilleta con los cuatro pesos de tor­
tillas que le había encargado la Señora, á quien se prome­
tía pedir los dos reales sobrantes del doblon; pero cuya
solicitud creyó innecesaria en virtud de qué el susto debía
haber hecho perder la memoria á la Señora; por lo'que no
se acordaría de la peseta y se la aplicó, sin más cumpli­
miento, diciendo: “¡Bángama Dió! Poquitico fatá pa que
Señora murí agüoi. Mida ese sabe mimitico como gente.

Pero indudablemente el más gracioso de cuantos epi­


sodios, demuestran lo necesario que era el quitrín en Cu­
ba, si no para contrarrestar las inconveniencias del clima,
para ser tenidos por gente decente los que no podían pre­
sentar otro título de nobleza que el tenerr quitrín, fue el
que presenciamos el dia en que por primera vez iba á salir
en carruage una familia vecina mia, que se había hecho
rica en el campo y que quería, como era natural, pues le
sobraban ya elementos para ello, dejar la vida rústica del
Ingenio por la alegre de la Habana, á donde había venido
á establecerse.
Digamos algunas palabras primero á cerca de la suso-

CARTILLA PEDAGOJICA
POR

BON ILDEFONSO ESTRADA Y ZENEA.


Contiene explicaciones sobre todos los métodos de enseñanza conocidos, in­
cluso el objetivo y sobre las cualidades y condiciones que deben adornar al
Profesor. De venta á medio peso el ejemplar en la
Imprenta “LA INDUSTRIAL,”
AGUIAR 72, ESQUINA A SAN JUAN DE DIOS.

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47
dicha familia y, como fuá que, do carrefem, pasó Z>. Liborio
á ser hombre de quitrín.
D. Liborio, hijo de un sitiero de Banes, se acomodó
primero de Boyero y después fue carretero en un ingenio
de la jurisdicción del Mariel.
Al cabo de algún tiempo de haber estado en la finca
desempeñando aquella plaza, entró de Mayoral por haber­
se marchado el que había y en cuya salida no sabemos si
influyeron ó nó, algunos chismecillos del expresado Don
Liborio.
Siendo ya Mayoral, le entró la ambición de gobernar
sólo la finca y le hizo proposición al amo de que, supri­
miera el Administrador, y él se comprometía á aumentarle
la zafra en 200 cajas, esto, unido á la economía del sueldo
que disfrutaba el administrador, no podía menos que in­
fluir en el ánimo del dueño y el administrador fue despe­
dido, queOnndo Don Liborio de Mayoral Encargado, es
decir, de verciadero administrador de la finca.
Don Liborio efectivamente aumentó la 200 cajas; pero
el amo no sabía á que atribuir la mortandad de la dota­
ción, pues en un solo año habían muerto sobre 20 negros.
Don Liborio siguió haciendo cada vez mas azúcar, pe­
ro cada vez morían mas negros y viendo al tercer año que
ya con los pocos negros que le quedaban no solo no podía
hacer las 200 cajas más, sino que iba á hacer 200 cajas
menos, dijo que se retiraba. Y era que D. Liborio con sus
ahorros había comprado un Ingenio y era natural quisiese
administrar su propia finca. *

yVlANUEL SAS,

CIRUJANO-DENTISTA.
C!.A.XjXjE DDE VIXjXiECS-^S lírTJACEITO 64,
ENTRE OBRARIA Y LAMPARILLA.

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48
Siguió trabajando el buen Don Lihorio en su ingenio
con todo el interés posible, procurando atender á la negra­
da, hasta donde su educación y sus hábitos mayorálescos se
lo permitían.
Y se casó con una muchacha de Bahía-Honda que le
salió de primera, por lo inteligente en las crías, trabajado­
ra.y comicJiosd como ella sola.
Y si de una parte Don Liborio trabajaba, de la otra
Juana (este era el nombre de la de Bahía-Honda) le ayu­
daba de lo lindo y en poco tiempo juntaron un muy decen­
te capital, de donde determinaron venir á vivir al pueblo.
Y vinieron.
Y compraron una magnífica casa para vivir.
Y otras varias casas más compraron.
Y Don Lihorio se metió á usurero.
Y de todo gozaban.
Pero no tenían quitrín,
Y Juana dijo á Don Lihorio que era preciso tener
quitrín.
Y Don Lihorio dijo que sí.
Y se compró el quitrín.
Pero faltaban los caballos.
Y el page.
Pero de todo esto había en el ingenio.
Y todo se trajo de allá.
Dijo Don Liborio que viniera para el pueblo Ruperto,
el negro carretero. ,
Y vino.

COSMOPOLITA.
CASA DE HUESPEDES.
■VIKTTJDES ZTTTlvLEiaO 4.-ia:jA.S.A.Isr.A..
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y frescas habitacionas, bien amuebladas é independientes, de alto y bajo.
Comidas á la francesa y al uso del pais.
PRECIOS MODICOS.

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49
T que viniese Meregiklo, criollo, el narigonero.
Y vino también.
Y que le mandasen el caballo sehoruno que le había
comprado al Mayordomo de La Herradura,
X se lo mandaron.
Y había ya quitrín, caballo, calesero y page.
Pero Ruperto, aunque carretero, no entendía nada de
quitrín. Y jamás se había puesto botas. Ni podía calzarse
los zapatos, porque tenía los pies hechos una miseria por
las niguas, x ileregüdo jamás había estado en el pueblo,
ni se había puesto nunca ni chaqueta, ni zapatos. Y tam­
bién tenía muchas niguas.
Pero Doña Juana, que ya se daba unas manos de cas­
carilla de Padre y Miij) Señor mió, y que se pintaba con
cartilla y llevaba corse, se había propuesto arreglarlo todo.
Y mandó hacer las botas para Ruperto.
Y las libreas para éste y para Meregildo.
Y les compró zapatos á los dos.
Y llegó el domingo, dia en que Doña Juana deseaba
estrenar el quitrín, yendo en él á misa á la Catedral, ya
que no lo había podido mandar á la Iglesia, por la torpeza
de Ruperto, para que lo estrenára Si Santísimo.
El sábado por la noche dió Doña Juana á Ruperto
unos pantalones de dril blanco de Don lAhorio, que era
escesivamente grueso, cuyas posaderas eran descomunales
y que además, le gustaba la ropa holgada.
¡Imagínense ustedes como serían los pantalones de
Don LAhorio!

j^AR^ACIA Y pROGUEI^ÍA DE jJoSÉ pAI\RÁ.

TENIENTE-REY 41.-HABANA.
Cuanto concierne al arte de curar, ya en drogas, especialidades nacionales
ó extranjeras, ó útiles, lo posee este acreditado establecimiento, lo más recien­
te y á precios sumamente módicos.
La antigüedad de esta casa y su numerosa clientela son su mas sólida
garantía.

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50
Y compró Doña Juana unos calzones en un baratillo
para 3Ieregildo.
Y también compró un pañuelo de sarga negro de que
formó dos medios pañuelos para corbatas de MeregiMo y
¡Ruperto. Y á éste dió ademas un chaleco de Don Liborio.
Y el calesero y el paje tenían bombas galoneadas.
Pero las cabezas de Ruperto y de Meregildo, parecían
dos esponjas, á causa de sus pasas, rojas por el sol y en las
que jamás había entrado un peine.
Y los sombreros no se sugetaban en ninguna de aque­
llas dos cabezas.
Y ellos no querían sugetar los pies á que estuviesen
dentro de los zapatos; porque no podían soportar aquella
tortura.
A' las cuatro de la mañana, siguiendo sus guajirescas
costumbres, se levantó todo el mundo en la casa, D‘ Juana
in camte.
Y pidió una taza de cafó puro, y llevó otra al cuarto
á Doti lÁborio que había empezado á vestirse.
Y dijo á Ruperto que le fuera iejiendo la cola al caba­
llo y que sacára la 'vólaAte. (Doña Juana no decía nunca
quitrín, y una vez que lo intentó dijo quetrin.}
Y se puso Ruperto ios pantalones de Don Liborio y
empezó á sudar tejiéndose las botas, para lo cual primero
se alzó los pantalones hasta por encima de las rodillas.
Y al fin se tejió las botas,. dejando sueltas algunas
presillas y trastornadas otras.
Pero se las puso.

LIBICOS BAHATQS.

GALIANO NUMERO 120.


Depósito de libros de todas clases á precios muy baratos. También se
cambian y se compran libros y bibliotecas, desde uno hasta DIEZ MIL PESOS,
garantizando que se pagan bien las obras de mérito.
O-^XjIJLIsrO 120.

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51
Mas no podía realmente dar un paso con ellas, ni con
los zapatos.
X vino caminando como el que tiene trabas, es decir,
abriendo las piernas. T llegó al comedor dónde estaba
Doña Juana, que le había llamado para ponerle la corbata,
operación que había hecho ya con Meregildo, el cual esta­
ba sentado, en mangas de camisa, en el quicio de la puerta
y con la bomba puesta.
Al ver Doña Juana caminar á Ruperto, que con
los pantalones de Don Inborio, parecía una pandorga, un
zuavo, ¡quién sabe qué parecía! se incomodó y le dijo;
'—¡Negro de los demonios! ¿Qué es lo que tienes?
¿Por qué caminas de ese modo?
—¡Ay, Biflora, nigua no deja caminá á mí!
Zapato tá latimando pié mío!
—¡Ah, gran demonio! dijo Doña Juana. Aver si te en­
derezas ahorita mismo, ó hago yo que el amo te enderezo.
¡Habráse visto el diablo del negro con la facha que
anda! Arrímate aquí, sinvergüenza, para ponerte la cor­
bata! Y Doña Juana le puso la corbata á Ruperto, formán­
dole con aquella un lazo descomunal én el pescuezo. :
Camina, dijo Doña Juana, iota pá/uerá la vólarite y
saca tu el;caballo, J/eregiWo, . ...
Y así se hizo. ' *'
Pero ni Ruperto sabía enganchar el quitrín, ni el ca­
ballo era para el caso, pues nunca había sido de carruage.
El calesero de la casa inmediata enseñó aquella ope­
ración á Ruperto, apesar de la resistencia del caballo, que

Ventas al
“LA PRIMERA.’ Contado.

CÍLZÍDS DEL PfiINCIPE ÍIFOIISO, (BÍJO BE LI BISA DE LA SBA. AAABBBESA BE IILLALBA.)


DE PASCUAL NARVAEZ Y COMPAÑIA.
Calzado superior de todas clases.
Surtido general de abanicos, nacionales y extranjeros.
Nota.—Se descuenta el 8 por too en los abanicos al por mayor.
Gran rebaja ISABAXtA. dq Precios.

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52
no estaba conforme con nn aprisionamiento que no
conocía.
Pero al fin ya enganchado el quitrín, entró Ruperto á
ponerse la librea y Meregildo armado ya caballero con la
suya, esperaba en el zaguan á la Señora, teniendo la al­
fombra y la silla de Doña Juana bajo del brazo.
Salió de su aposento Don lAhorio, con su levita de
paño, bomba, leontina, caña de indias con puño de oro,
zapatos nuevos de charol y pañuelo de oían batista en la
mano, empapado en agua de colonia.
Doña Juana salió de veinticinco alfileres, peinada con
cuatro crespitos á cada lado; con túnico de tafetán negro,
en la mano un mantón de punto y ridiculo de terciopelo
negro con cadena y boquilla de plata. Unas argollas de
brillantes; un alfiler de pedio, de oro, y en sus dedos flacos,
negros, huesosos y arrugados, varias sortijas de gran va­
lor y de pésimo gusto, completaban la toilette de D* Juana.
Ruperto había estado tranquilizando el caballo, di-
ciéndole á cada movimiento míe hacía, del mismo modo que
á los bueyes de la carreta; ¡Ojooooül Cuando Don Lihorio
le dijo que montara. Trató Ruperto de hacerlo por él mis­
mo lado en que estaba, esto es, por la derecha; estiró el pie
y lo puso en el estribo, sin ocuparse de. las riendas, y
echando mano á entrambos picos de la silla, trájese para
sí aquella, quedándose él parado en el suelo y la silla en
la barriga del caballo.
Meregildor que ya se había sentado en la tablilla de­
trás del quitrín, descendió de ella al oir las risotadas de

EL PROGRESO.
X)X] Ij.a.v.a.x)o.
CALLE DE LA MALOJA NUMERO 70.
Los diez años de abierta que cuenta ésta casa, és la mejor garantía de la
protección que le dispensa el público, en vista de la bondad y esmero con que
desempeña los trabajos que se le confian, por delicados y difíciles que sean;
debiéndose notar la puntualidad con que lleva á cabo toda clase de lavado y
lo módicó de sus precios con los cuales nadie puede competir.

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53
los transeúntes y caleseros de la vecindad, para ver lo que
le había pasado á Ruperto y penetrado del caso, se echó
á reir también, no obstante la angustia y el tormento en
que los zapatos lo tenían.
Ayudaron los caleseros vecinos á colocarla silla en su
lugar y ayudaron también á Ruperto á que montára, ha­
biendo tenido casi materialmente que cargarlo pues él no
se daba maña para doblar las piernas, creyendo que de
hacerlo se le romperían las botas.
Quedó %)or fin Ruperto á caballo; entraron en el qui­
trín Doña Juana y Don lAhorio y volvió á sentarse detrás
Meregildo, quien se subió por las ruedas como lo hacía en
las carretas del Ingenio, llenando de lodo la librea.
T dijo Doña Juana; ¡Arrea, Ruperto!
T Ruperto descargó un cuartazo sobre el caballo, el
cual, al sentirse castigado y sujeto al mismo tiempo por
las barras y por el peso del quitrín, empezó á reparar y á
dar coces contra los barrotes.
Ruperto, á cada bote le gritaba / OJooooo! como á los
bueyes; pero el caballo, dando un salto de carnero y trope­
zando con las mismas bai-ras, vino al suelo cojiendo deba­
jo á Ruperto, que absolutamente se podía valer, por el
entoi^ecimiento en que le tenían las botas.
Levantaron por fin los otros caleseros á Ruperto;
apeáronse del quitrín Doña Juana y Don Lihorio, la pri­
mera echando pestes contra Ruperto, y DonLiborio contra
el caballo y contra el Mayordomo do La Hefrradura que se
lo vendió, aunque no para carruage.

piAI^IO de' las j3EÑOI\AS,

PERIODICO CONSAGRADO A LOS INTERESES DE LAS FAMILIAS.


DIRECTOR: D. ILDEFONSO ESTRADA Y ZÉNEA.
EDITORES: RODRIGUEZ, PULIDO Y COMPAÑIA.
Se publica todas las tardes esceptos los Domingos y dias festivos.—
de suscricio7t $ j al mes en Billetes^ y tres pesos por trimestres a7tticipados con
Opción á la rifa de una máquina de coser.—Administración, Aguiar 72.

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64
También volvió á apearse Meregildo, y uno de los ca­
leseros le dijo á la Señora, que si quería que sacase el ca­
ballo porque si nó se quedaría resabiado.
Doña Juana dijo que si, y el calesero de un brinco se
puso sobre la silla, descargando en seguida tal lluvia de
mochazos sobre la cabeza del pobre animal que aquel vol­
vió á caer al suelo medio aturdido, rompiéndose las
rodillas.
Al fin los seis ú ocho caleseros que ya se habían reu­
nido le levantaron y sacándole del diestro, empezó el caba­
llo á caminar y una vez perdido el miedo siguió al trote,
éntre los chifiidos de los caleseros y los cuartazos del que
le montaba y que le hizo emprender la carrera con gran
detrimento del quitrín, cuyos cojines cayeron al fango,
rompiendo un farol, acabándose de partir el barrote que el
caballo había rajado con sus coCfes y abollando una de las
bocinas que tropezó con la esquina.
Al cabo de media hora, vmvió el negro con el quitrín,
llegando el caballo empapado en sudor, sangrando de las
rodillas, con un cuartazo sobre un ojo y todo hecho una
miseria.
Doña Juana aunque lamentó el estado en que venía
él caballo, no queriendo dejar de ir á misa y habiéndole
asegurado el calesero que ya el caballo no haría nada, hizo
entrar de nuevo á Don lÁhorio que en aquel intermedio
había pedido otra taza de café y que acababa de sacar un
puro du la vejiga.
Entró Don Liborio y tras él Doña Juana y volvió á su-

HUBYO MAPA DE LA ISLA DE CUBA.


JUSTA SUPERIOR DE ISSTRUCCIOS PUBLIOA ¥ RECOMENDADO POR EL GOBIERNO GENERAL
De i m. por metros.
PUBLICADO POR “LA NUEVA PRINCIPAL.”
Este mapa es el primero que presenta la Isla según la nueva Jivision que se La praeticaRo, tanto en
lopoRtico, como en lo judicial, municipal, administrativo, económico, eclesiástico; con los nos, lagunas, montes,
ferro-carriles, faros, departamento marítimo, aadieicias, Ac., Ac. Comprendo también España j Baleares,
Canarias, Filipinas, Puerto-Rico j Mapa-lundi. Al, MURALLA AA, HABANA.

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55
bir MerexjiMo, á quien Doña Juana previno que se pu­
siera de pié, que era Como tenían que ir los pages y no
sentados.
Montó Ruperto, no sin gran dificultad por las botas;
jiero el caballo, asustado ya por el castigo, apénas sintió
el peso de Ruperto, partió, dando tan fuerte sacudida al
quitrín, qué Meregikh, que aún no había tenido lugar
de tomar Iris agaiTaderns, vino al suelo rompiéndose la ca­
beza al caer y abollando además la bomba.
A los gritos que dió Doña Juana, al sentir caer á
Meregildo, se detuvo Ruperto, el cual no sabía de que
manera dar vuelta al quitrín para volver á la casa; por lo
que echó pié á tierra y tomo las riendas como hacía con
las guias de la carreta en el Ingenio.
Doña Juana á, quien todos aquellos incidentes tenían
hecha una furia, examinó la escalabradura de Meregildo
y enjugándole la sangre y poniéndole una telaraña, le
dijo que aquello no era nada y que volviese á subir; porque
ella no se quedaba sin sm misa.
Don Lihorio no había vuelto á apearse del quitrín y
estaba fumando su tabaco.
Montó Ruperto; Doña Juana encargó á Meregildo
que se agarrára bien y púsose de nuevo en marcha el
carruage. < . . .
A las tres ó cuatro cuadras, de repente Ruperto detu­
vo el caballo y se apeó gritando: Miamol Mi jogal Mi jo-
ga! Miamo!
Don Liborio creyó que la corbata le estaría muy apre-

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66
tada y que ésta sería la causa do la angustia que experi­
mentaba Ruperto, y volviéndose á su espósale dijo: “Hija,
quítale la corbata a ese negro, que se ahoga.”
—No, Miamo, dijo entonces Ruperto, crohata no. ¡Sia-
pato! ¡Siapato!
Los zapatos y no la corbata, eran los que ahogaban al
desdichado Ruperto!
¡Vámonnos para casa! dijo hecha un basilisco Doña
Juana; vámonos, sinvergüenza, que mañana volverás para
el Ingenio y allí verás si de veras hago yo que el Mayoral
te quite el resuello.
T la caravana regreso para la casa. Al dia siguiente
Ruperto y Merégildo volvieron para el Ingenio y Doña
Juana y Don Liborio, que á todo trance querían temr qui­
trín, comenzaron á experimentar las calamidades y los in­
convenientes de los caleseros de alquiler.

***
Indudablemente entre todos los episodios que se
refieren al Quitrín, no hay uno que más gráficamente pin­
te el carácter, las costumbres, el bienestar y la riqueza de
la época á que venimos remitiéndonos como el que vamos
á referir.
Así como en el dia el cupé es el carruaje que han adop­
tado los médicos para hacer sus visitas, entonces el Quitrín
ó la volanta era el complemento del título literario de un

GALERIA LITERARIA.
LIBARIA, PAPELEI[1A Y EHCUADEI[HAC10N,
'AGUIAR NUMERO 84.
Surtido de libro» en general, papelería, efectos de escritorio, cromos y
objetos de fantasía.
GALERIA LITERARIA, Aguiar núm. 84.

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57
facultativo, porque bien podia un joven hacer sus estudios
con el mayor lucimiento, obteniendo la nota de Sobresa­
liente en todos sus actos de eximen; bien podia graduarse
y tomar después la investidura de Doctor, demostrando
los profundos conocimientos adquiridos en la Ciencia de
Hipócrates y de Galeno; bien podia disfrutar de las sim­
patías más ardientes, ya por ser hijo de una estimable y
conocida familia, ya por los méritos y condiciones parti­
culares de su fina educación, de su amable trato y aun de
su elegante figura; bien podia la fortuna haberle favoreci­
do desde sus primeros pasos en la difícil senda de una
profesión en que, además del talento, de los conocimien­
tos y de lo que se llama ojo médico, se necesita acaso más
que en ninguna otra carrera, el tener suerte; todas estas
cualidades y circunstancias; todos esos favorables antece­
dentes, que indudablemente parecen influir y que real­
mente influye en todas partes en el destino de los que á
dicha carrera se dedican, en Cuba eran completamente
nulos, incapaces á ciencia cierta de levantar la reputación
del más aprovechado Doctor, como sus recursos no le hubie­
sen permitido comprar siquiera fuese un modesto Quitrín,
un regular caballo y contar con los servicios de un calese­
ro, aunque fuese alquilado.
¿Quien hubiera llamado nunca en la Habana, á un
médico de á pié, como no fuese para asistirá un criado o en
la perentoria urgencia de necesitar de los auxilios de un
facultativo, nó habiendo por allí cerca otro de los que te­
nían Quitrín?

MANUAL DE ENSEÑANZA OBGETIY/.


Y GUIA DE LAS CAJAS ENCICLOPEDICAS.
POR DON ILDEFONSO ESTRADA Y ZENEA.
Esta obra, con cuyo auxilio aún el ménos conocedor de este interesante
sistema de educación puede dedicarse con éxito á su enseñanza, y que contiene
las doctrinas de los mas célebres Profesores de enseñanza objetiva, se halla de
venta en esta Imprenta, Aguiar 72, á j! 2 Billetes el ejemplar.

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68
Se vé que el Quitrín era el complemento del. título
académico y que de nada servia este sin aquel.
Poder ^e la costumbre! Pero era lo cierto que la po­
sesión del Quitrín era quien expedia el Regio exequatur, el
Cúmplase lo que S. M. manda de las Peales órdenes, y por
último la verdadera confirmación que permitía entrar en el
Í;remio de la ciencia al que habla recibido el bautismo de
a profesión.
Pues bien; en aquella época, además, si bien la clase me­
dia y las familias ménos acomodadas ó desconocidas, cuan­
do llamaban al facultativo, cuidaban de que algunos de
los criados, ó el portero ó cualquier otro individuo de la
casa lo esperase en la puerta y ántes de que se marcha­
se, colocase en sus manos un jjeso fue.rte, que era lo que en
aquellos tiempos se pagaba por la visita; la gente rica pro­
cedía de otro modo con el médico, ó más bien era el mé­
dico quien de otro modo procedía con la gente rica, pues
rehusaba recibir el importe de la visita, encargando al
criado que dijese á los Señores que no tenían que pagarle na­
da y que contasen con él cada vez y aun cada hora que lo
necesitasen.
Esta conducta, como era consiguiente, despertaba la
gratitud de la familia, y si alguna difícil operación ó acer­
tada cura, realzaba los méritos del Doctor, entonces el re­
galo de un precioso necesaire con piezas de plata cifradas
y 30 ó 40 onzas de oro que se deslizaban en cualquiera de los
cajetines del Jiecesafj’e, venían á justificar al Galeno el a precio
y la estimación que habla logrado conquistar en la familia.

“LA. AZTJCEÍ^A.”
Xa (3 ££ Xt X Hr C3 Xt, X SI *JL'' I* IR. X wflL ,
CALZADA DEL MONTE N.°113.
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un completo y variadísimo surtido de todo lo concerniente á los ramos que se
dedica. Siendo los precios sumamente módicos y arreglados á la situación que
atraviesa el país.

éiblioteca Nacional de España


59
El bastón de carey con puño de oro; el magnífico reloj
de repetición con música; el par de botones de briUcüües para
la camisa, amen de los indispensables estuches de azúcar
blanco en terrón, que los hacendados encargaban á sus
Mayordomos remitiesen á casa del Doctor como regalo de
Pascua, sin contar con los infinitos ramilletes que de todas
partes le enviaban el día de su santo, ni de los pares de pa­
vos reales ó guanajos con que la víspera de noche-buena vela
llenar el patio de su casa. Todo esto justificaba la abun­
dancia de la época; la importancia que los médicos tenian;
las consideraciones que se les guardaban y sobretodo, que
el número no era tan abundante y que los que entonces
habla, sabían también por su parte poner los medios ne­
cesarios para obtener aquella estimación.
Los Gutierrez, los Govantes, los Gonzalez del Vedle, los
Marin, los Humarves, los Pdmz, loa Cort^, y tantos y tan­
tos otros que no recordamos, eran del número, y á ellos
debió la ciencia en la Habana el impulso y desarrollo que
supieron comunicarle.
Pero aún á mús altas demostraciones llegaron los tes­
timonios de estimación y de gratitud que venimos rela­
tando, y el siguiente hecho dará una idea de lo que era
entonces la Habana y la clase de personas que había en
ella.
Un día de San José, en la morada de uno de los más
afamados módicos de esta ciudad, se hallaba reunida una
escojida y numerosa concurrencia compuesta de parientes,
de amigos y de clientes del Doctor.

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Creemos muy oportuno recomendar & nuestros lectores el establecimiento
de pianos de D. Anselmo Lopez, situado en la calle de la Amargura n? 84,
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planos por dias y meses, y sé toma mucho empeño en dejar complacidos á sus
favorecedores. Precios' müy módicos.

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60
Una música de cnerdas dejaba oir en el zaguan las
más deliciosas danzas cubanas. Sobre una magnífica mesa
se ostentaban en el comedor, dulces, flores, botellas de
cerveza y de Champagne; ramilletes de todas formas y
tamaños se sucedían; los giimwjos con lazos en las patas
venían á aumentar la algarabía de los que ya alborotaban
en el patio de la casa; los criados con libreas trayendo
tarjetas en pequeñas bandejas de plata, venían á aumentar
el número harto crecido ya, de las que habla en un primo­
roso CQsto de concha, colocado en la mesa de la sala.
Todo eran felicitaciones, abrazos, frases de cariño, ex­
presiones de gratitud, y jamones y pasteles y canastos de
Champagne y cuanto de la manera más expresiva podia
significar los afectos que se querían demostrar.
Era el gran día del Doctor. Era el día de su santo, y to­
dos querían contribuir á que lo pasase felizmente.
En medio de los acordes de la música; del destapar
de las botellas; de los plácemes y cordiales felicitaciones
y de los abrazos que hadan feliz aquel dia la existencia
del Doctor, en cuyo semblante se reflejaba el vivo gozo
que producen esas afecciones íntimas y esos momentos dé
júbilo y de expansion, que solo se disfrutan una vez en la
vida y que después y para siempre nos roban las penas y
los desengaños; en aquellos momentos, decimos, se detu­
vo á la puerta de la casa del Doctor un Quitrín flamante
con una magnífica pareja de alazanes que conducía un mu­
lato joven de arrogante figura, cuya edad sería poco más 6
menos como de unos veinte años; vestido con todo lujo y

Refrigerador Central
GRAN SALON DE LUNCH Y LAGER BEER.
SAN RAFAEL NUMERO 2.
Esta casa recibe constantemente por todos los vapores de los E.-U, un variado
surtido de frutas del Norte y conservas alimenticias de todas clases, como
también la rica mantequilla de Philadelfia en paños y libras, helados en cajitas,
caramelos de chocolate, de café con leche, vainilla, &. &. Nuestra Lager Beer
se conoce con la marca de “Lager Beer de Viena” que es la mejor del mundo.

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61
ostentando nuevas, así las botas, como el sombrero; así
las espuelas, como la librea, cuyo calesero so desmontó y
entrando respetuosamente en la casa con el sombrero en
la mano, se dirijió al Doctor diciéudole: «Muy buenos dias,
mi amo. El caballero N.........me manda á decr á su Mer­
ced que desea que pase su dia con toda felicidad y que
aquí le manda esto!"
Y al mismo tiempo le entregaba una esquela que ser­
vía do resguardo á un papel mayor, y en la cual decía:
“Querido Doctor: no pudieudo olvidar jamás que á
Vd. debo la vida de mi hija única y habiendo oido decir á
Vd., no ha muchos dias, que iba á comprar un quitrín
nuevo, me he complacido en anticiparme á su deseo, re­
mitiéndole el que está á su puerta con esa pareja de ala­
zanes, y como el mulato, portador de la presente, conoce
bien los caballos y con él trabajan perfectamente, he que­
rido que también pase él á ser de la 'propiedad de Vd., jus­
tificando el título de dominio, la copia legalizada de la
escritura que le entregará.
Mezquina es la ofrenda para quien tanto debe á Vdq
pero no me es dado de momento disponer de más digno
medio para expresarle mi gratitud.
Sírvase Vd. aceptar ese pequeño obsequio y cuente
siempre con el afecto y la amistad de su reconocido amigo.”
N. N.
¡Pequeño obsequio!
La escritura rezaba que el mulato Romucddo, de vein-

LA RETORICA Y LA POETICA.
CU/DROS SIf(0PTIC0S, POlj^DOf^ ILDEFONSO ESTIBADA Y ZEf^EA;
Bceomendsdos por el Gobierao, previo el informe de la
JUNTA SUPERIOR DE INSTRUCCION PUBLICA,
PARA EL ESTUDIO DE ESTAS ASIGNATURAS EN LA 2^ ENSEÑANZA.
De venta en La Nueva Principal, Muralla 44, y en La Propaganda Li­
teraria, O’Reilly 54, á $ 3 Billetes el par y $ 2 cada uno.

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62
tidos años de edad, zapatero y calesero; sano y sin tachas,
había costado mil doscientos pesos, libres de derechos para
el vendedor.
Valía pues el mulato............................. $ 1.200
Derechos, alcabala, escritura.................. 200
El quitrín (40 onzas oro).......................... 680
Arreos de plata.......................................... 800
Botas, librea, espuelas, sombrero, cuarta, & 250
Los caballos.............................................. 450
Total.................... $ 3.500
Tres mil quinientos pesos oro, importaba el pequeño
obsequio que el Sr. N. hacia á su médico.
¡Oh Témpora! / Oh Mores! ¡Oh tiempo de los moros, que
decía aquel.
Hoy, siendo todos mas cristianos, sienten menos amor
al prógimo y conviniendo en que no hay quien tenga tres
rnitpesos hay,que convenir en que tampoco habrá quien se
los regale á Su médico.
Y convendremos también en que los ramilletes y el
Gharápagne' escasean tanlbien el dia' de su sahto en casa de
los itíédicós.
Ya no van músicas á felicitarles; porque ..hoy la visita
de un médico queda pagada con cinco pesos en papel y ya
no hay cajas de azúcar, ni quitrines ¿regalos?. ¡Cuando! y
solo alguno que otro guanajo con su lazo al pescuezo y en

FARMACIA “LA LUZ.”


.ENTRE AGUACATE Y VILLEGAS.
PATESTERIA ALOPÁTICA Y HOMEOPÁTICA.
Esta oficina de farmacia posée un departamento homeopático escrapulo-
samente asistido por ej muy conocido práctico homeópata D. José CatalA.
Consultas médico-quirtrgicas, de una á dos, gratis para los pobres.

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63
las patas, viene con su trogoieo tí justificar que aún queda
algo de gratitud ¿que quieren ustedes que los médicos den
de gratificación'y obsequio á los músicos?
Ellos lo adivinan y por eso ya no felicitan á niguno.
¡Todo pasó con el quitrín! Otros tiempos, otras cos­
tumbres!
Pero tenemos que decir parodiando á t/or</e Manrique.
“Avive el seso y despierte
Recordando,
Como pasó aquella vida....
Y cuan diversas costumbres
Van quedando!
Como se acabó el quitrin,
Que era mi amor,
Y como ya no le tiene.
Regalado, ni aún en sueños.
Ningún Doctor!"

***
, . ^ Vaya por fin el último y mas interesante de los episo-
dio1j.de lapara poner término á esta
narración, justificando que en el quitrin nacía, vivía y mo­
ría el cubano y que aquel le servía tí'la vez de cuna y de
sepulcro.
Que le servía de cuna pruébalo el hecho de que vi­
niendo del campo cierta ocasión una respetable y estima-

Dr. P. CALVO.
CIUUJANO-DEigiSTA DEL COLEGIO DE PENNSYLVyiNIA.
3>T-Cr3v[. 5^,

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64
da Señora de nuestra buena sociedad, la cual se encontra­
ba en estado interesante, y que quería salir de su cuidado
en la Habana, para que su hijo no naciese güa.tieo, sino
habanero neto; se sintió acometida en el camino por los do­
lores del parto, y antes de que tuviera ocasión de llegar
siquiera a la primer taberna, que se encontraba como á
media legua de distancia de aquel punto, diciendo y ha­
ciendo, y sin tener tiempo para otra cosa que para decir
•pára! al calesero que traía el trío á todo galope, dio á luz
un niño que halló su cuna en el jxsebron del quitrín, de don­
de le tomó en brazos la amiga que acompañaba á la señora
á quien nos referimos y que por no querer que el niño na­
ciese guajiro, hizo que viniese al mundo en medio del
camino real.
Que también era el quitrín sepidcro lo demostrará el
siguiente lance que constituye una de las cáusas célebres
que registra el foro de la Habana.
Don José María Go/rro, opulento hacendado, tenía su
finca distante unas cuatro leguas de esta capital.
Como todos los hacendados, aproximándose la época
de la molienda, fue al Ingenio para ver en que estado se
encontraba él campo; que tal estaba la boyada, como seguía
la dotación y si algo extraordinario hacía falta para romper
la molienda.
Llegado que hubo al Ingenio, advirtió al momento
que la mayor parte de los cañaverales se encontraban en­
yerbados; que los bueyes estaban flacos; que en la enfer­
mería había multitud de negros cuya enfermedad principal

LA DOMINICA.”
Este antiquísimo establecimiento, decano de los de su clase, ofrece á sus
favorecedores y ál público en general, un magnifico servicio para convites y
todos ios ramos á que se dedica con tan general aceptación.

El Director, J. PAYRET..

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65
consistía en llagas mal cuidadas, vió otras muchas cosas
que desde luego revelaban que el Mayoral había descuida­
do por completo su obligación, lo que no era estraño, sa­
biendo que el/«a/o de groítos y el del prohibido del monte,
con añadidura del incesante tomar caféj del vicio de fumar,
encendiendo un veguero en otro, eran la ocupación y los
placeres de nuestros hombres de campo en la época remo­
ta á que nos referimos, siendo las décimas cantadas ál
compás del tipie y con que requebraban de amores á las
muchachas, y el zapateo que con ellas bailaban cada vez
que había guateque, lo que alternaba con Sus referidos
gustos, escepcion hecha del amor y del cuidado áei su potro
que absorvía de preferencia su atención en toda época y
á todas horas, ya fuese de dia, ya de noche, puesto que
nada recreaba tanto á nuestro guajiro como el sentarse en
un taburete en medio del batey una noche de luna, á oir co­
mer á su caballo que entré resoplidos de gusto y dé satis­
facción, ponía fin á la pila de yerba ó cogollo que tenía
delante.
Nuestro guajiro, si no conocía el cantarcillo, es indu­
dable que con toda la verdad y exactitud de la frase po­
día decir:
“Mi muger y mi caballo
Se me murieron á un tiempo;
Mi muger. Dios la perdone....
¡Mi caballo es lo que siento!”
Pero divagamos mucho y nos alejamos demasiado de
nuestro asunto.

QUINCALLERIA, PERFUMERIA Y BARBERIA,


DE D. ANTONIO DE LA CERDA.
CALLE DE NEPTUNO NUMERO 121.
Este elegante y bien surtidc# establecimiento, tan frecuentado por las señoras
y señoritas partidarias de lo Bueno, Bonito y Barato, ofrece la más comple­
ta, variada remesa de efectos relativos á los ramos de su giro. Además, tiene
un surtido no ménos extenso de objetos para W damas y adecuados á la estación.

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66
Decíamos que Don José Mm'ía Garro llegó al Ingenio
y que penetrado del abandono del Mayoral, dirijiose á
este increpándolo con palabras duras delante de la gente j
de algunas de las negras, en presencia de las cuales el Ma­
yoral no era posible que consintiese en verse ultrajado sin
tomar satisfacción de momento ó jurando vengarse, si quien
le ofendía era persona que por su carácter y elevada posi­
ción, podía hacerle un flaco servicio; pero que no por eso
escapaba de uno ú otro modo, á las consecuencias de una
venganza rastrera, engendrada por las inspiraciones del
amor propio ofendido.
Eeoonvino el Sr. Garro ásperamente al Mayoral; éste
procuró disculparse como pudo; pero como no habia nada
que alegar en contra de las observaciones que se les ha-
; cían, y no tuvo otro remedio que reconocer su falta y ca­
llar, así lo hizo; pero como hemos dicho, jurando que si la
lengua había tenido que callar, ya haría que hablasen las
manos....
T con efecto.
Disimuló el Mayoral su enojo; dispuso cumplimentar
todo lo dispuesto por el amo, dando órden á los negros de
iroceder á chapiar la yerba de los cañaverales, á techar
f as bagazeras, a que se hicieran canastas, á que se curaran
las llagas de los enfermos, &c., &c., y viendo el Sr. Garro
que todo seguía bien en el Ingenio, se volvió para la
Habana.
Tres meses habían transcurrido, desde que el Sr.
Garro dejó la finca, cuando una mañana mandó decir el

“LA FILOSOFIA "


NÜEYA BABILONIA, ATALAYA DEL DIOS DE LAS AGUAS,
CAMPEA A UNA CUADRA DE LA CALZADA DE GAUANO.
73, MPTUHO 73, SSQÜIM A S. HICOLAS*
Con BU gran mesa revuelta de géneros de á real. Su ^n galería, de cor­
batas, medias y pañuelos á real. Su famosa piríunide de popí ines, i peseta. Su

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67
Mayoral al Boyero que sacára la gente para el eainpo; por­
que él se encontraba un poco indispuesto.
A las nueve, cuando volvió del campo, salió el Mayo­
ral de su casa envuelto en un chaquetón; con un pañuelo
amarrado en la cabeza y recostándose en un taburete en
la casa de calderas dijo á uno de los crioUitos que fuese á
la casa y le dijese á la negra Mosa que le mandase una taza
de café, y en seguida se puso á contar en voz alta al Bo­
yero que toda la noche había estado con calentura, y que
á la sazón le dolían mucho loa huesos y la cabeza; y que
en anuida se iba á acostar.
Trájole la negra Eosa la taza de café; dió al boyero
sus órdenes sobre lo que había que hacer y se fué á
acostar.
Como á las seis de la tarde, así que ya había vuelto la
f;ente del campo, con diferentes pretestos fué llamando á
os negros mas ladinos, y á uno le dijo que le trajese unas
hojas de naranja para darse un baño de piés; á ¡otro que
le trajese unas hojas de sálvia, para ponerse en la cabeza;
al otro que montase en d arrenquín y fuese á decir al mé­
dico que lo viniese á ver por la mañana temprano; y dis­
puso que tuviesen cuidado con los caballos y que el suyo,
(que era un magnífico potro) se lo trajesen y lo amarrasen
en el platanal, para que no se lo fuesen á robar.
Idamó á la nefma Eosa y se dió un baño de piés, y los
negros supieron todos que el Mayoral estaba enfermo.
Y todos se fueron a recoger. Era tiempo muerto y por
consiguiente no había trabajo alguno que hacer en la

constante surtido de géneros para viajar por mar y tierra, y ultiIiIAMENTe:


sus corséts, i seis reales. Camisetas, á tres reales. Cortes de pantalón de casi­
mir, á peso. Toballas á dos pesos la docena. Salluelas, á catorce reales. Cor­
tinas de punto bordado, á éuátro pesos par; y sü constante vender barato.

'EmA FILOSOEriai.
73, NEPTUNO 73, ESQUINA A SAN NICOLAS.
HA-BA-asTA..

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68
noche, y á las siete ya todo el mundo dormía en el
Ingenio.
El Mayoral, que habla despedido 6 los negros y filo­
sa encargándoles que no le llamasen para nada, apenas
considero que todos estaban dormidos, vistióse á la ligera,
se ciñó el machete á la cintura y saltando por una ventana
al platanal, donde tenía el caballo, ecMle la albarda, montó
en él de un brinco y fuese poco á poco en dirección de la
talanquera. Una vez fuera de la finca, metióle las espuelas
al potro, y en menos de una hora, salvó la distancia que
había de la finca d la ciudad.
Llegó á la Habana como á las ocho; dejó el caballo
en la posada y se fue á situar á la esquina de la casa del
Sr. Garro, quien todas las noches á aquella hora, después
que se hubieron retirado las visitas, salía en su quitrín á
dar una vuelta por las calles.
No se hizo esperar jpucho tiempo el Sr. Garro y así
que hubo parado el quitrín, sentóse el Mayoral en la tabli­
lla que todos tenían cubriendo el eje y que servía á la vez
para sentarse el page. Y como algunas veces unos por
no ir á pió, otros por llegar mas pronto y muchos por
que los mismos dueños por ^versas causas solían llevar
un criado sentado en ella, á nadie llamó la atención ver á
un hombre detrás del quitrín, cuyo hombre, por ir
envuelto en un chaquetón y llevar bien calado el som­
brero, no se podía decir si era negro ó blanco, aunque to­
dos sospechaban que era un negro.
Costumbre era entóneos en los que iban en quitrín

IMPpTA DEL “AVISADOR COMEpL.”


EOMIGCEZ, PULIDO Y COMPAÑIA.-PEOPIETARIOS.
Calle de S. IGNACIO N? 27, entre AMARGURA Y LAMPARILLA.
APARTADO 406.—HABANA.
Contando este antiguo establecimiento con un completo y variado surtido
de tipos y maquinaria se ejecutan toda clase de trabajos tipográficos.

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69
dar un golpe con la caña en el pesebrón cuando querían
que el calesero doblase á la derecha; dos, si debía tomar á
la izquierda, y tres, cuando tenía que parar.
Iba así dirigiendo su derrotero el Sr. Garro, cuando
al entrar en una calle no solamente poco alumbrada, sino
en la cual no se veía ánima viviente, sacó cuidadosamente
su machete el Mayoral, y con ímpetu violento metiéndolo
or el postiguillo del quitrín, se lo introdujo por la espal-
S a al Sr. Garro, quien, dando un ¡ay! sordo, de que no
pudo apercibirse el calesero, sin duda por el propio ruido
del carruage y de las pisadas del caballo, quedó instantá­
neamente muerto.
Apeóse del carruage el Mayoral; envainó el machete y
dirigiéndose á la posada en donde había dejado el caballo,
tomó éste, monto y atravesando las calles de la Habana
paso á paso y después el camino como una exhalación, es­
taba á las nueve de vuelta en el ingenio.
Se desmontó muy quedo; quitó la albarda al caballo,
limpió á aquel perfectamente el sudor del lomo; colgó de
nuevo el machete en la pared y se metió en la cama, vol­
viéndose á poner el pañuelo con las hojas de sálvia en la
cabeza para que nadie pudiese sospechar que se había le­
vantado, y no sabemos si durmió o nó aquella noóhe; pero
sí que en ella tomó venganza de las palabras que d amo
le dirigió delante de la jente tres meses antes.
Entre tanto veamos lo que sucedía en la Habana y
entérese de ello el lector, para que se penetre de lo que
es la justicia humana y q\ juzgar por las. aparienoias.

ENGANAR CON LA VERDAD.


COMEDIA EN TRES ACTOS, Y EN VERSO
ORIJINAL DE

MIGMJEL TJLLQA.
Se vende en esta Imprenta á un peso el ejemplar.

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70
Apenas se apeó el Mayoral de detrás del quitrín y que
éste salió de la calle oscura en que acababa de ser muerto
el Sr. Garro, cuando un infeliz ne^o que iba á un manda­
do, llevando una, jaba, montó detras.
El calesero, que había andado ya tres cuadras sin que
se le indicase que tomára á la derecha, ni á la izquiéda,
viendo que sé dirigía á punto por donde su amo no actístum-
braba ir, creyó que tal vez no había oido la señal, volvió
la cabeza y preguntó á su amo si seguía, y notando, no so­
lamente que aquel no le contestaba, sino que traía lá ca­
beza sobre el pecho y el cuerpo inclinado, se apeó del
caballo, para ver lo que le pasaba.
Y como al mismo tiempo que el calesero se apeaba y
que fijando la vista en su amo vió que estaba bañado en
sangre, el negro que venía áentado detrás del quitrín se
apeaba también y echaba á correr, creyendo el calesero
que .era éste el que había herido á su amo, le corrió detrás
y á ios descompasados gritos de ¡ataja! ¡ataja! que daba
siguiéndolo, y con el auxilio de dos ó tres hombres que al
oir d ¡ataja! salieron de una bodega armados de sendas
trancas, pudo detener al que huía.
“Ete picaro mimo matá á ini suamo!” dijo el negro
calesero agarrando con fuerza al prófugo que trataba de
desasirse, diciendo: “No siño, yo no matá ninguno; yo señ-
tá atrá quitrín pa yegá prisa, prisa, na panadería.’^
“¿Ooñ que tú no matá ninguno, simbregiienza?” Entón­
eos dirigiéndose á los presentes, dijo: “Su mecé: jáse favó,
camina conmigo. Su mecé verá miamo mimo tá mueto,

EL POTRO ANDALUZ.
DE ALBERTO GARCIA Y COMPAÑIA.
TENIENTE-REY 44 Y 46, ESQUINA A HABANA.
BCAB-A-IsrA.
Surtido de arreos, sillas mejicanas y galápagos, vestiduras, baúles y
maletas Scc., &c,

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71
dentro la quitrín.” Esto decía el calesero, dirigiéndose á
los que salieron de la bodega á detener al que corria y
agregando: “Cuando yo me piá de na caballo, poque miamo
no tocá con la baton, y yo miré que nelle tiene sazigre, ese
simbregüenza mimo se piá detrá la quitrín y arrancacorré.”
“Camina picaro, que aguora tulo vá pagá. Jorca mimo
ta perándo á V.”
El infeliz negro protestaba una y mil veces de no ha­
ber matado á nadie, pues ni siquiera sabía de que muerto
se trataba.
Pero que quieras, que nó, fuertemente agarrado por
el calesero, que temía se le escapase la presa, y seguido
jpr los hombres de la bodega y por algunos más que á
f as voces del calesero se fueron juntado, dirigiéndose to­
dos al punto en que había quedado el quitrín y acercándo­
se á él, vieron entre un lago de sangre y ya cadáver al
Sr. Garro.
Entonces pidiendo una soga en la bodega, ataron codo
■con codo al inocente negro convertido á la fuerza, y por la
desgracia en criminal y de cuyo crimen ya nadie dudó des­
de el momento en que trayendo una luz de la bodega y
avisada la justicia, vieron todos la ancha herida que el Sr.
Garro tenía en la espalda.
Y ¿quién otro podía habéreela dado sino el negro que
venía sentado detrás del quitrín y que al ver eme el cale­
sero se apeaba del caballo y se dirigía á el, arrancó á
cojrrer?
¿Quién otro, sino éste había de ser, por más de que no

La Industrial.
IMPRENTA EN GENERAL,
IDE socB.io-'O'Ezi,' T’trxiiDO ir oo^vcp.
AGUIAR 72, ESQUINA A SAN JUAN DE DIOS.
Se hacen toda clase de trabajos tipográficos, con prontitud y esmero. Se
hacen papeletas de entierro á todas horas del día y de la noche.

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72
se le hubiese encontrado cuchillo, y tuviese sus manos
limpias hasta de la más pequeña gota de sangre?
¿ Quién otro hatería de ser?.........
¡Oh justicia humana! Di si no eres tú capaz de hacer
que se odie á la humanidad entera, cuando vemos que unas
veces por malicia, y otras por ignorancia, haces que sufra
la inocencia mientras que
“los perversos viven y se ríen,
de todo miedo y sobresalto agenos.”
El inocente negro fue reducido á prisión, y juzgado y
sentenciado á muerte, se le ahorcó, por más que incesante­
mente protestaba de su inocencia y que mientras pudo
formular una frase fue su única exclamación “Yo soy no­
cente/ Yo soy nocente!"
Nosotros no sabemos si la justicia, cumpliendo con su
deber y no encontrando otra prueba para condenar al ne­
gro que el haber estado sentado detrás del quitrín y correr,
cuando el calesero hubo de agarrarlo; no sabemos, deci­
mos, si trató de investigar si el Sr. Garro tenía algún mal
queriente entre los osarios de su Ingenio; pero en este ca­
so, ¿no estaba toda la dotación allí para responder y ase­
gurar que el Mayoral aquella noche precisamente había
estado enfermo y que se había dado un baño de pies y
mandado buscar al médico?
El perverso había tomado todas sus precauciones pa­
ra en el caso de una investigación.

LA PROSPERIDAD.
ALMACEN 1)1 CllTIDOS, TALLE DE CAIUDO Y COEEEAJE EN GENERAL,
PARA EL EJERCITO Y PARTICULARES.
D J-AinVCE TiP o o- TT E -R JL .
BERNAZA 58, entre Teniente-Rey y Muralla.

Nota.—Se reciben ftrdenes por el correo.

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73
Y ¿cual podía ser la defensa del inocente negro?
—Decir que aunque se sentó detrás del quitrín fue
solo para ir á la panadería. Pero ¿era esto bastante?
Ya lo hemos dicho: el negi'o fue condenado á muerte
j no faltaría quizás quien se alegrara de que matasen al
asesino de Garro. Pero muerto el negro ¿quién se volvió á
ocupar de aquel infeliz? .......

***

Transcurrieron veinte años.


Gravemente enfermo en un sitio, un hombre de cin­
cuenta años; pero cuya apariencia era como de tener se­
senta, flaco, consumido, con la barba y el cabello comple­
tamente canos; al comprender que se hallaba en los últimos
momentos de su vida, hizo venir al Cura para que le con-
fesára y después de haber estado largo rato á solas con él,
pidió que entrasen todas las personas que con motivo de
su enfermedad habían venido á visitarle y entre las cuales,
además del Cura y del Capitán, se encontraba un Escriba­
no á quien había mandado buscar para dictarle sus últimas
disposiciones, dirigiéndose á todos, dijo: “Señores, conozco
que ha llegado mi última hora y queriendo comparecer
ante Dios con el alma purificada por el arrepentimiento y
descargado del pecado por la confesión, declaro: que con

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74
ese machete que está colgado en la pared maté al Sr. D.
José Maria Garro.”
“Mi ignorancia me llevó á cometer ese crimen, de que
me arepiento y pido á ustedes que me perdonen y que
rueguen á Dios por mi alma.”
El criminal hizo la confesión de su delito y aunque el
que se arrepiente despierta siempre la compasión, la ima-
finacion de todos se fijó en el inocente negro, á quien se
abía hecho perecer imputadole un crimen que no había
cometido y del que vino á tener conocimiento cuando, co­
mo los demás, vió dentro del quitrín el cadáver ensangren­
tado del Sr. Garro.
¡Justicia humana! ¡Con qué facilidad condenas y cas­
tigas; cuando en el intrincado dédalo de las pasiones, para
perseguir el crimen y descubrir la verdad, no tienes otra
guía que la de tu ignorancia y la de las pasiones mismas
que, a pesar de que te justicia, influyen también en
tus actos y deliberaciones!
Desde el acontecimiento del Sr. Garro quedó prohibi­
do sentarse detrás de los quitrines, pero como esto era
siempre cómodo, á pesar de la prohibición, nunca faltaba
quien quisiese aprovecharse del vehículo, hasta que las
voces de ¡atrás vá unol con que los muchachos advertían
la infracción de la ley, hacían que los dueños obligasen
inmediatamente á bajarse á aquellos en quienes todos
creian descubrir criminales intentos, por más que solo fue­
sen piüuelos, blancos ó de color, que gustaban disfrutar de

BOTICA BE EE.
Galiano cuarenta y uno Nada de bombo, señbres
Como bien claro se vé, Allí , todo e$ realidad, ..
Está sin erfor alguno Y se venden en verdad
Lá Botica de la Fó. Las medicinas mejores.
Todo aquel que delicado Todo el que pasa y la vé.
Quiera gozar de salud, Recobra potencia y vida,
Que acuda con prontitud Porque está muy bien surtida
Que de allí saldrá curado. La Botica de la Fó.

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75
aquella inocente diversion, sin sospechar siquiera lo caro
que suele costar á veces lo que creemos mas inocente!
Para evitar que nadie se sentase detrás del quitrín,
dispusieron algunos señores llenar la tablilla de clavos con
las puntas hacia arriba convirtiéndola en un verdadero
erizo; pero esto produjo lances desagradables, pues ocasio­
nó graves heridas á mas de un pobre niño, que por la tra­
vesura propia de la edad, al brincar sobre la tabla, clavóse
los brazos y el pecho con aquellas púas, por lo que se
abandonó la idea.
Las voces de ¡atrás vd uno! con que siempre era ad­
vertido por los muchachos el quitrín que llevaba este
apéndice, fueron bastantes para concluir con la costumbre.
Cuando paseando en nuestro quitrín á nosotros se nos
dirigía este aviso, decíamos in pecíore y ¿quién no lleva
siempre uno detrás, que si no pretende hacernos daño, por
lo ñaenos nos explota del modo que puede, viviendo de nues­
tro trabajo y de nuestro sudor, sin darse la pena de mos­
trarse siquiera agradecido del bien que le proporcionamos,
como tampoco agradece que se le conduzca el que se
sienta detrás de nuestro quitrín?
Al dar á luz este libro como trata del Quitrín, no fal­
tará quién diga ¡Atrás vá uno! para advertirnos de que hay
en la tablilla quien pretende llamar la atención sobre los
defectos de la obra, que no son pocos.
Si esto sucede, carísimo lector, habremos de decirle
como los que iban en quitrín á los que se sentaban detrás,
cualesquiera que fuesen sus inteciones: ¡Apéate, bribón!

DR. CIRILO A. YARINI.


CIRUJANO-DENTISTA

Y MIEMBRO FUNDADOR DE LA SOCIEDAD ODONTOLOGICA DE LA HABANA.


HA TRASLADADO SU DOMICILIO A CAMPANARIO ESQUINA A NEPTUMO.

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76
Y esto de h'ibon se les decía porque muchos de los que
se subían en la tablilla tenían por costumbre cortar las
agarraderas del quitrín que teman hebillas, pasadores j
puntillas de plata, y; díganme ustedes si puede haber bri­
bonada mayor que la de intentar cortarle á uno sus
agarraderas!

DICCIONARIO DE LOS NlNOS. POR

ILDEFONSO ESTRADA Y ZENEA.


Contiene pensamientos, máximas, anécdotas, lociones de moral y de ur­
banidad, con explicación de todas las jifvenciones y descubrimientos.
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