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“Guía Básica
para el Don
de Profecía”
“The Beginner’s Guide to the Gift of Prophecy.
Regal Books, 2001

Jack Deere

Charisma House, 1999


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Contenido

Prefacio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . iii

Capítulo 1 Nadie me dijo nunca. . . . . . . . . . . . . . . . . . 1

Capítulo 2 Descubriendo tu don. . . . . . . . . . . . . . . . . 10

Capítulo 3 Aprendiendo once formas como Dios revela. . . . . 20

Capítulo 4 Cuatro pruebas para discernir la voz de Dios. . . . 33

Capítulo 5 Entendiendo el significado de lo que Dios dice. . . . 43

Capítulo 6 Evitando las locuras proféticas. . . . . . . . . . . . . 57

Capítulo 7 Impartiendo mensajes proféticos. . . . . . . . . . . . 65

Capítulo 8 Decepciones, demonios, y falsos profetas. . . . . . . 75

Capítulo 9 Creciendo en tu don profético. . . . . . . . . . . . . 83

Epílogo Disfrutando la sinfonía. . . . . . . . . . . . . . . . . 91

Poder espiritual como obtenerlo y transferirlo. . . . . 92

Bibliografía sobre el bautismo en el Espíritu Santo. . 134


iii

Jack Deere, “The Beginner’s Guide to the Gift of Prophecy”, Regal Books, 2001
“Guía Básica para el Don de Profecía”, Charisma House

Prefacio:

Este libro es una guía práctica al ministerio profético contemporáneo, no un


estudio teórico. Una gran parte de este libro es una narración de mi propia
experiencia profética, y de mi propio encuentro con los profetas. He incluido historias
positivas y negativas. Solo una persona tuvo un ministerio perfecto e incluso Él
aprendió obediencia a través del sufrimiento. Ningún ministerio profético es
perfecto, y nadie adquirió habilidades proféticas sin serios errores graves en el
camino.
He intentado apoyar todas las experiencias y directrices ofrecidas en este
libro con declaraciones bíblicas claras. En los pocos lugares en donde no pude
encontrar apoyo bíblico sin ambigüedades para algo común en el ministerio
profético contemporáneo, he tratado de indicarlo.
Espero que nadie se ofenda por el tono masculino del libro. He usado la
palabra “profeta” casi exclusivamente por dos razones. Primero, la mayoría de los
ejemplos bíblicos tratan con profetas en lugar de profetisas. Segundo, escribiendo
“profeta o profetisa” a lo largo del libro sería incómodo y cansado. Espero que el
lector pueda discernir de las historias en el libro, la alta estima en la que tengo a las
mujeres profetas.
Finalmente, este libro solo narra la parte personal del ministerio profético, lo
básico para ayudarlo a que tú empieces. Dios mediante, espero continuar este libro
con otro sobre cómo y porque el ministerio profético debe ser integrado en el
ministerio completo de la iglesia conforme avanzamos por el camino en estos
últimos días.
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Capítulo Uno: Nadie me dijo nunca. (Traducido por TLA, RND)


¿Me trajo Dios aquí, o el diablo me trajo aquí, a este cuarto, a enfrentar a
alguien que nunca había conocido, que supo todos mis secretos dolorosos? Mi
fachada de indiferencia estaba siendo asaltada secreto por secreto. ¿O estaba mi
corazón siendo sanado secreto por secreto? ¿Era esto tortura o cirugía? ¿Qué bien
podría salir de leer en voz alta las páginas en un libro de dolor que yo había cerrado
para siempre? Sin embargo fui yo el que le había dado permiso al profeta para
empezar, y ahora no podía pararlo.
Nadie me dijo nunca que los profetas eran así. Hasta ese día, yo nunca había
encontrado un profeta fuera de las páginas de la Biblia. Yo no creía que los profetas
existieran fuera de las páginas de la Biblia. Debido a que nosotros ya tenemos la
Biblia, yo no podía ver porque necesitábamos profetas. Además, si los dejamos que
anden sueltos fuera de la Biblia, ¿Quién podría predecir el caos que ellos pudieran
causar? Para mí, los profetas fueron solamente un substituto temporal para la cosa
verdadera, la Biblia.
Entonces algo sucedió que vino cambiar mi punto de vista. Pero esa es otra
historia, que narro en otro libro, “Sorprendido por el Poder del Espíritu Santo”. Solo
déjeme decirle que encontré más razones para creer en la existencia de profetas que
creer que Dios los había puesto a un lado. ¿Pero qué fue lo que creí? Yo todavía tenía
una creencia mayormente teórica. Entonces escuché decir a un amigo que había
profetas, profetas reales, en Kansas City. Él iba a encontrarse con ellos. ¿Me gustaría
ir con él?
Le llamé a mi consejero espiritual para decirle que iba ir a conocer a esos
profetas. En el otro extremo de la línea me imaginé su cara fruncida cuando dijo “Jack,
no dejes que te engañen. Dios te dio una mente. Recuerda usarla”. Yo no conocía a
nadie con más experiencia en el ministerio sobrenatural del Espíritu Santo que mi
consejero. No conocía a nadie con un espíritu más bondadoso. Y él estaba escéptico.
Su advertencia transformó mi entusiasmo por conocer a esos profetas en un escudo
de determinación para no ser engañado.
Pero mi escudo no me protegería. Desde el momento que decidí asistir a esa
reunión yo estaba condenado. No porque yo estaba a punto de enfrentar un ataque
violento de controversia. No porque iba a pasar innumerables horas defendiendo un
ministerio difamado por muchos líderes de la iglesia. Y tampoco siquiera porque iba a
pasar más horas vendando las heridas de los abusos proféticos. Estaba condenado
porque nunca volvería a ser feliz en una iglesia o ministerio a menos que estuvieran
infundidos por el poder de la profecía. La mente que Dios me había dado no era rival
para el corazón profético.
Así que, en una brillante tarde de septiembre, con mi corazón protegido
bíblicamente y mi mente escéptica, conocí a Mike Bickle, el pastor de esos profetas y
de la iglesia, que entonces se llamaba Kansas City Fellowship. Mike no era muy alto,
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sin embargo su constitución física era de la uno de esos medio campistas de futbol
americano que están cansados de que les digan que son muy pequeños para jugar
futbol, y se meten en un gimnasio a hacer levantamiento de pesas, y cuando
reaparecen derriban a más de mil jugadores más grandes, hasta llegar a ganar el
trofeo Heisman (que se otorga al mejor jugador de futbol americano universitario). Su
voz profunda resonaba con autoridad. Por encima de todo, irradiaba gozo. En su
presencia, yo también me sentí gozoso. No podía imaginarme que él tuviera un día
triste. Antes de que lo supiera, yo estaba desarmado y encantado. Yo quise el gozo
de Mike, y su pasión por Dios.
Pero el gozo no duró más allá de la siguiente mañana. Cuando desperté,
recordé que había venido a conocer profetas, no pastores. Antes del desayuno,
cambié mi gozo por una actitud de superioridad, determinado a no ser engañado.
Terminé el último trago de café, pasé una servilleta por mi boca, y estaba listo para
encontrar a esos así llamados profetas.
Esa mañana, cuando mi esposa Leesa y yo llegamos a la iglesia, fuimos
conducidos a un cuartito de aspecto descuidado, con alfombra verde y sillas de
plástico color naranja arregladas en un círculo. Cinco amigos habían venido con
nosotros. Ellos querían encontrarse con Dios. Yo quería evaluar hombres. Mike y
cuatro caras nuevas estaban esperándonos. El primero de esas nuevas caras me
encontró en la puerta.
Medía 1.80 metros de estatura, de constitución atlética, vestido como si hubiera
salido de un catálogo de Eddi Bauer. Su cara, sin embargo, era el tipo de cara que
esperarías ver en alguien con una túnica de pelo de camello y sandalias. Tenía el pelo
un poco largo y gris, barba gris, y unos ojos profundos perturbantes. Los ojos lo hacían
parecer alguien de otro mundo.
A primera vista pensé que sus ojos eran malos.
Entonces, ya no pude decidirme.
Entonces él habló.
“Oh, yo no pensé verte aquí esta mañana”.
Bastante engreído, pensé yo. Ya no me gustó él. “¿Qué quieres decir? Yo no
te conozco”, dije yo.
“Bueno tu sabes. Fue hace ocho noches. Tuve un sueño. Desperté a las tres
de la mañana. Pensé que era importante así que lo escribí. Tú estabas en mi sueño.
¿Te gustaría que te dijera lo que el Señor me mostró acerca de ti?
“Si”, fue lo que dije. Lo que pensé fue “Has la prueba. Haz tu mejor intento. Yo
no voy a ser engañado. Yo he sido advertido acerca de ustedes los profetas.” Debo
mencionar que yo estaba en una tradición de cristianismo completamente diferente
que esta persona, y él en realidad no me conocía.
Nos sentamos en un círculo. Yo sabía acerca de la “lectura en frío”, que es una
habilidad usada por los jugadores de cartas, los que leen la palma de la mano, y
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probablemente los falsos profetas también. Mediante una observación cuidadosa de


tu ropa, tus expresiones y tus gestos, la gente entrenada puede “leerte” sin haberte
conocido. Por ejemplo, un adivino puede notar pelo de una mascota en tu ropa y
decirte “Mi espíritu guía me dice que amas a los animales”. Un jugador de cartas puede
notar, que justo antes de que un hombre fanfarroneé, en una mano de póker, siempre
suspira. Los jugadores les dicen a estos signos, “señas” porque les dicen algo acerca
de ti. Los lectores en frío son muy hábiles para lograr que admitas detalles de tu vida
de una manera que parezca que esos detalles les han sido revelados
sobrenaturalmente. En esta mañana, yo supe que sin importar que tanta habilidad
tenía esta persona en el arte del engaño, no le daría ningunas pistas que pudiera leer,
ningunos “señales” que le ayudaran a ganar su juego. Endurecí mi cara como una
piedra. Nos miramos directamente a los ojos. Mis ojos no revelaron nada. Entonces él
habló, y reveló todo.
“Tú repites una oración”, dijo en un suave acento sureño, “pero es más que una
oración. Es uno de los sueños más grandes de tu corazón”. Entonces me repitió la
oración que yo había orado esa misma mañana en el hotel. Era una oración que yo
oraba casi todas las mañanas. Y él tenía razón. Era el sueño de mi corazón.
“Dios me dijo que te dijera que este sueño viene de Él, y que vas a obtener lo
que estás pidiendo”.
Yo podría decirte cual era la oración y todavía es, pero decírtela ahora sería,
cuando menos inmodesta, y peor, tal vez presuntuosa. En ese tiempo, era la cosa
más grande que yo podría pensar en pedir. Y aquí, como Daniel, estaba éste profeta
diciéndome cual es mi sueño y diciéndome que se iba a realizar..
Mi rostro de granito no se agrieto, si siquiera un poco. Mis ojos permanecieron
serenos, sin mostrar ni un destello de alegría. Él no estaba recibiendo ningunas pistas
de mí. Pero por dentro, mi corazón estallaba de gozo. Yo no había llorado desde que
tenía 12 años. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no llorar en ese
momento. Hasta entonces, nunca había entendido la expresión “lágrimas de gozo”.
¿Por qué alguien, especialmente un hombre, querría llorar cuando estaba feliz? Tal
vez yo nunca había sido lo suficientemente feliz como para entenderlo, hasta ahora.
¿Cómo podría yo ser tan especial para Dios, para que Él pusiera tal sueño en mi
corazón y después me dijera que Él haría que se cumpliera?
Siguiente asunto.
“Tuviste un padre que dejó caer toda la carga sobre ti”, dijo él. ¡No!, Mi padre
no. Ese tema estaba fuera de los límites. La gente decente nunca lo tocaba. ¿Cómo
pudo él saber acerca de mi padre? Mi resistencia interior se estaba derrumbando.
¿Cómo podía él hablar tan calmadamente acerca del dolor que definió mi vida?
¿Cómo podía yo aguantar un momento más? Si expresaba lo que estaba sintiendo,
destruiría la imagen que me había costado tanto tiempo y esfuerzo construir. Esos
temores me mantuvieron mirando al profeta con una mirada impasible.
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Mi padre había dejado caer la carga sobre mí, sobre todos nosotros. Una
mañana nos despertamos como una familia normal de seis personas, de la clase
media, listos para un día normal. Yo fui con mis dos hermanos menores y mi hermana
bebita a jugar a la casa de nuestra abuela. Mamá fue a trabajar a la oficina de seguros.
Mi padre se quedó en la casa. Para media mañana las líneas para la última batalla de
mi padre se habían formado en su alma. Nunca lo vimos venir. En algún momento de
esa tarde, en la sala de esa pequeña casa de tres cuartos, mi padre se puso una
pistola en la cabeza y terminó la terrible guerra que había dentro de él. Esa noche mi
madre fue a la cama sola, una viuda de treinta y cuatro años, con una educación de
incompleta de preparatoria, y cuatro niños pequeños para educar. Nunca volveríamos
a ser una familia normal otra vez.
Yo era el mayor de los niños. Acababa de cumplir 12 años. Aparte de algunos
amigos que nos trajeron las acostumbradas comidas, no hubo nadie más para
ayudarnos a entender o a sanar.
Mi padre había sido mi héroe, mi imagen de lo que significaba ser un hombre.
Él era fuerte y era inteligente. No podía imaginarme la vida sin él. Probablemente esa
fue la razón por la que nunca lo lloré. Para estar en duelo tienes que enfrentar la
realidad de tu pérdida, y eso era demasiado espantoso para mí. Nadie estaba ahí para
decirme que no puedes sanar a menos que pases por un periodo de duelo. Dios
estuvo ahí, pero nunca se me ocurrió orar a Él. Él no podría devolverme a mi padre,
así que, ¿De qué me serviría pedírselo? El dolor y la confusión se depositaron en el
fondo de mi corazón como si fueran agua estancada. Nunca he perturbado esas aguas
turbia otra vez. Las esquivé con una promesa de ser fuerte, y de nunca volver a
necesitar a nadie.
Ese depósito de dolor, escondido detrás de mi promesa, hizo lo que todo dolor
sin sanidad eventualmente hace, se convirtió en amargura. Mucho después de que
había dejado de sentir el dolor, la amargura, la cual no podía percibir, alimentó todo
tipo de comportamiento alocado y vergonzoso.
A los 17 años el Señor me encontró antes de que me matara mí mismo,
tratando de ganar la admiración de mis amigos, haciendo un montón de imprudencias.
De la noche a la mañana me convertí en un seguidor de Jesucristo. De la noche a la
mañana, dejé mi conducta desenfrenada y mis malas compañías. Pero no dejé mi
depósito de amargura. Todavía ignorante de su presencia, ni siquiera supe cómo
hablar acerca de ello con Jesucristo.
Nadie me dijo nunca acerca de la amargura. O acerca de la ira nacida de la
amargura y como estaba detrás de mi anterior rebelión e inmoralidad. Nadie me dijo
nunca que aun después de que te haces cristiano, la amargura no se va
automáticamente. Nadie me dijo nunca que la amargura escondida en tu corazón te
puede volver escéptico de la bondad en otros, incluso escéptico de la bondad de Dios
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hacia ti. Nadie me dijo nunca que la amargura te puede hacer temeroso de amar
demasiado por temor de volver a ser engañado de nuevo.
Nadie me dijo nunca que si dejas sola a la amargura, se integrará a si misma
tan perfectamente en tu personalidad que ni siquiera vas a saber que está ahí y que
vas a terminar tratando con los síntomas de tu ira y tu dureza, pero nunca con su
causa. La gente me había dicho que los pecados de tu juventud regresan a
perseguirte, pero nadie me dijo nunca que la amargura de tu juventud puede
perseguirte toda la vida hasta la tumba.
Para cuando ya tenía treinta y ocho años, ya que nadie me había dicho nada
de esto, Jesucristo decidió que ya era hora de decírmelo. Él empezó hablándome
acerca de la muerte de mi padre, el tiempo cuando el ácido espiritual empezó a llenar
la alberca de mi corazón de 12 años. Y él me envió a este sabihondo profeta de los
ojos extraños, en este cuartito descuidado para iniciar la conversación. En ese
momento, yo no tenía idea de lo que el Señor estaba haciendo. Ni siquiera estaba
seguro de que fuera el Señor. Todo lo que supe es que podía sentir: el profeta
asaltándome con mis propios secretos, trayendo a la luz un suceso infortunado que
nunca podría remediarse. Yo quería que la conversación terminara. Pero la suave voz
sureña continuó.
“El Señor te va a compensar la pérdida de tu padre. Te va enviar nuevos
padres. No vas a aprender solamente de un hombre. Vas a tener el padre que
necesitas para cada nueva etapa de tu vida”.
Recordar la muerte de mi padre me causó dolor, pero la promesa de nuevos
padres me desconcertó. ¿Cómo podría alguien, incluso Dios, compensar la pérdida
del padre de un niño de 12 años? Yo no necesitaba nuevos padres. Yo tenía 38 años.
Yo mismo era un padre. Y yo estaba totalmente feliz con el consejero espiritual que
tenía ahora. No podía imaginarme que llegaría a necesitar alguien más. Pero no dije
nada de esto es voz alta. Solo respondí a sus palabras con una mirada inmutable.
Siguiente tema.
“Cuando eras joven, el Señor te dio habilidad atlética, pero Él permitió que te
frustraras en el uso de ella. Esto sucedió para que pusieras todo tu esfuerzo en cultivar
tu intelecto. Tú has hecho eso, pero no te ha traído lo que esperabas, y tu corazón
está desilusionado”
No podía haber dado un resumen más preciso de mis últimos 38 años.
Nací con habilidad atlética. Era fuerte y rápido. En la Liga Pequeña de Béisbol
podía jugar cualquier posición en el campo, y siempre fui uno de los cuatro mejores
bateadores. Crecí jugando futbol americano sin los protectores. Entonces, cuando iba
a empezar la secundaria, el tiempo en que podría jugar deportes organizados para la
escuela, perdí a mi padre. Todo cambió.
Ya no había quien me llevara a los entrenamientos ni fuera a recogerme. Mi
madre trabajaba hasta tarde en las noches, vendiendo seguros y cobrando las primas
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de éstos, para mantener a sus cuatro hijos pequeños alimentados y vestidos y bajo
un solo techo. Los deportes no estaban en su lista de necesidades. Yo aprendí como
hacer las comidas de la noche, y me perdí los siguientes tres años de prácticas
deportivas.
Los deportes eran la cosa más importante de la vida para mí, no solo porque
los disfrutaba más que cualquier otra cosa, sino porque si eras un joven en Texas en
los inicios de los 1960s, era la forma de demostrar que eras alguien. Si eras un buen
atleta, no tenías que ser simpático, ni inteligente, ni atrevido. Ya la tenías hecha.
Cuando empecé la preparatoria, pude practicar deportes de nuevo. En mi
segundo año me la pasé jugando futbol y béisbol. A pesar de que me había perdido
tres años de juegos, me dije a mi mismo que no importaba, me pondría al corriente,
yo ganaría. Pero nunca lo logré. Una lesión en el tobillo me sacó de los juegos. Mi
lesión no me sacó de las borracheras y las parrandas. Me di por vencido en el
atletismo.
Y me fui por un estilo de vida de borracho imprudente. Ahí fue cuando el Señor
me salvó, literalmente. Era el inicio de mi tercer año. Empecé a leer entonces, leyendo
la Biblia, a C.S. Lewis, y todo. Y nunca paré de hacerlo. Me di cuenta de que podía
sacar muy buenas calificaciones cuando me lo proponía. También me di cuenta de
que era una ventaja ser percibido como inteligente. Y entre más edad tenías, las
ventajas aumentaban.
Para cuando entré al seminario, descubrí que no solo tenía habilidad para
pensar teológicamente, sino que también tenía facilidad con los idiomas. Los idiomas
griego, hebreo, y otros idiomas, eran fáciles de aprender para mí, e incluso divertidos.
En el seminario nadie sabía quién había practicado deportes en la preparatoria o la
universidad, o si lo sabían no les importaba. Todo el mundo sabía, sin embargo, cuales
estudiantes sacaban buenas calificaciones.
La frase favorita repetida por los maestros era que las calificaciones de los
alumnos no reflejaban su espiritualidad. No estoy seguro de que alguien lo creyera.
Yo no lo creía. Yo sé de hecho que a través de todo mi entrenamiento académico, yo
siempre he sido tratado diferente de quienes tenían calificaciones más bajas. Se
abrían puertas para mí, que estaban cerradas para otros. Después del primer año de
mi programa de doctorado, finalmente entré al equipo. Dos de nuestros profesores de
Antiguo Testamento estaban teniendo permisos de ausencia por dos años. Yo fui
elegido para sustituirlos.
“Profesor Deere”.
Eso estaba mejor que batear un jonrón.
Yo era un profesor. Y no solo cualquier profesor, como un profesor de química
o de inglés; era un profesor de la materia más importante de todas, de teología, el
estudio de Dios. Y no solo de cualquier rama de los estudios teológicos; era profesor
de tal vez la disciplina más difícil de todas, exégesis del Antiguo Testamento y
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Lenguajes Semíticos. Como resultado, toda la gente, desde mis compañeros


profesores, mis amigos, y los miembros de la iglesia, me trataran con un nuevo nivel
de respeto.
Nadie me dijo nunca que era peligroso ser un profesor de teología,
particularmente uno joven. Y nadie me dijo nunca que si tratas de encontrar tu
identidad en ser inteligente, especialmente teológicamente inteligente, vas a terminar
desilusionado. Nadie, esto es, hasta ahora.
Este profeta era sorprendente. Él estaba en lo correcto. Yo estaba
desilusionado. Yo lo supe, pero lo escondía. De todo el mundo.
Gozo, dolor, confusión, sorpresa. ¿Había alguna emoción que no hubiera
experimentado? Sin embargo, yo no permitiría que la pared se derrumbara. Durante
años, yo había practicado controlar mis emociones, monitoreándolas
cuidadosamente. Continúe mirando indiferente al profeta muy bien vestidito. Todo lo
que él podía leer en mi cara era “Tal vez si, tal vez no”.
El acento sureño, ahora casi tranquilizador, empezó de nuevo sobre el mismo
tema. “Toda esa frustración fue necesaria para prepararte para el llamado que Dios
tiene para tu vida”.
Así que, existía un propósito detrás de todo eso. Era la misericordia de Dios
invitándome a viajar por un nuevo camino. Había un llamado en mi vida, pero todavía
no había entrado en ese llamado. Todo hasta ahora fue solo preparación. Dios no me
dejaría triunfar en el campo deportivo, ni tampoco me dejaría morir borracho en un
accidente automovilístico. Me dejó triunfar en lo académico, pero no me dejaría
permanecer intoxicado con ese éxito. Él envió mi desilusión para advertirme del peligro
de construir mi identidad sobre fundamentos tan endebles como el atletismo o lo
académico.
Yo sentí alivio respecto a mi fracaso atlético. Ya nunca volvería a perseguirme.
Nunca se supuso que sobresaliera en deportes, porque Dios tenía algo más excelente
para mí. La fe y la esperanza danzaron juntas gozosamente en mi corazón.
Exteriormente, sin embargo, aplaqué la danza, todavía estoico, todavía mirando
fijamente.
Siguiente tema.
“Tú estás en un conflicto ahora mismo, y piensas que hay solo tres personas
de tu lado. El Señor me indica que te diga que hay cinco personas más de tu lado”.
Yo estaba en un conflicto, y yo pensé que solo tres personas estaban de mi
lado. Además de mí, la única persona en el cuarto que sabía acerca de esto era Leesa.
No había ninguna forma en que el profeta supiera del conflicto. Sin embargo, él lo
supo. ¿Cómo supo él esto? ¿Cómo supo todas esas cosas?
Yo estaba asombrado. Él era un verdadero profeta. Y Dios era un Dios real.
Por supuesto que Él lo es; todos sabemos eso. Pero algunas veces Él parece tan
distante y tan alejado de nuestros problemas. Algunas veces parece que todo lo que
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tenemos para conducirnos a la batalla es un libro de texto sobre la guerra, cuando lo


que realmente necesitamos es un capitán sabio y valiente. Yo escuché las palabras
de mi Capitán en esas palabras proféticas. Él me estaba diciendo que no me
preocupara, que Él me guiaría a través de los campos de minas explosivas de este
conflicto.
Para ahora, yo debería haber bajado mi guardia. En lugar de eso, continué
conteniendo las lágrimas y aparentando que no estaba impresionado por la
omnisciencia amorosa del Señor.
Siguiente tema.
El futuro. El profeta dejó el tema de mi pasado y se pasó a mi futuro. Esas
predicciones, yo creo, se suponía que era para que las considerara, no para
publicarlas. Puesto que esas palabras eran exclusivamente acerca del futuro, ellas,
por supuesto, no podían ser verificadas. Pero debido a que él había tenido cuatro
asuntos claves de mi pasado correctos y les había dado una interpretación
significativa, yo creí sus predicciones.
Yo debí haber caído sobre mis rodillas como el salmista, clamando a las
naciones que dieran gloria a Dios, pero no pude hacerlo. Mi apariencia de indiferencia
permanecía intacta. Tal vez era terquedad. Tal vez era orgullo. O tal vez era alguna
enfermedad mía que hacía imposible una manifestación pública de emoción. Pero tal
vez yo solo estaba asegurándome de la profecía, no dándole al profeta ninguna pista
en los últimos momentos. De esa forma, cuando todo se terminara, yo sabría que todo
fue de Dios, y que yo no había influido en nada de ello.
Ahora el profeta había terminado conmigo.
Ya no había ninguna razón para mantener la apariencia. Ya había terminado.
El profeta me había dicho los secretos de mi corazón. La oración secreta de mi
ministerio. El sufrimiento secreto de mi niñez. La frustración secreta de mi
adolescencia. El desaliento secreto de mi vida adulta. El conflicto secreto de mi vida
presente. Con cada secreto vino una promesa que me dio libertad del pasado y
esperanza para el futuro. El profeta era real. Yo quería gritar de alegría al Señor, pero
no sabía cómo hacerlo. En lugar de eso, yo simplemente dije “Gracias”.
“Para servirte”, contestó él. Nadie más dijo ninguna palabra. El cuarto había
estado tan silencioso mientras él estaba revelando mis secretos, que yo había
olvidado que había alguien más en el cuarto.
Ahora la atención pasó a mi esposa. Él fue igual de preciso y significativo con
ella. Leesa no puso ningún escudo protector. Ella no necesitaba ninguno. Tomó solo
unos pocos minutos antes de que las lágrimas corrieran por sus mejillas y los sollozos
revelaran la transparente honestidad por la cual ella vivía. La suave voz sureña
continuó calmadamente a través de sus lágrimas, sanando y prometiendo. Pero esa
es la historia que le corresponde a Leesa platicar, no a mí.
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Cuando estábamos saliendo del salón, Mike Bickle me preguntó “¿Fue algo de
eso acertado o significativo para ti?”
“Todo ello estaba exactamente correcto. No podía haber estado más correcto”,
le dije.
“Debes estar bromeando. Yo estuve observando tu cara todo el tiempo. ¡Yo
estaba seguro que tu pensabas que eran puras tonterías!”
“Yo había sido advertido”
“Oh, ahora entiendo”
Yo salí de ese cuarto gris hacia un día de otoño lleno de colores. Estaba
extasiado con el descubrimiento de que los profetas eran reales. Estaba enamorado
con el ministerio profético. Estaba listo para anunciar sus virtudes a cualquiera que
quisiera escuchar.
Yo hice un descubrimiento más profundo esa mañana, uno que no podía
expresar entonces. Yo había trabajado muy duro para vencer el dolor de mi pasado,
para llegar a ser alguien especial. Otros pensaron que yo era especial, pero yo me
sentía desalentado. Entonces, a través de las palabras del profeta, el amor sanador
de Dios vino a mí, reinterpretando mi pasado, presente y futuro. Dios le dijo al profeta
todo acerca de mi dolor, porque Dios quiso que yo conociera que Él siempre había
estado ahí. Siempre. Cuidando al niño pequeño que perdió a su padre, cuidando al
atleta frustrado, cuidando al borracho rebelde, y cuidando al académico desilusionado.
¿Por qué? Porque yo era especial para Él.
Ese fue mi descubrimiento. Yo había predicado esa verdad a otros, muchas
veces, pero puedes predicar una verdad sin sentir esa verdad para ti. Ahora yo sabía
que siempre había sido especial para Él, y sentir esto me hizo amarlo aún más. A
través del profeta Dios estaba quitándome la carga de tratar de ser especial, y me
estaba diciendo que yo nunca necesité ver más allá de su amor para encontrar mi
significado. El romance divino se había infiltrado de nuevo en mi vida, y su tarjeta de
presentación era una felicidad que yo sentía pero no podía explicar en ese momento.
Estaba aturdido por algunas de las palabras del profeta. ¿Qué quiso decir con
que Dios iba a darme nuevos padres? ¿Cómo podrían cumplirse las otras promesas?
¿Tendría que hacer yo algo especial? No lo supe entonces, pero ahora sé que el
misterio, la maravilla, y el asombro, habían felizmente regresado a mi vida a través de
ese encuentro profético.
Junto con ese feliz regreso llegó una sospecha sobrecogedora, la sospecha de
que había cruzado algún umbral y de que mi vida nunca sería tan predecible y cómoda
como antes. Después de una larga y pródiga ausencia, la aventura había finalmente
regresado a mi vida.
Por sobre todo, me preguntaba, ¿Cómo pudo este profeta ser capaz de decirme
todo acerca de mi pasado y mi futuro? La respuesta a esa pregunta es de lo que se
trata este libro. Alguien finalmente me explicó. Y ahora yo quiero compartirlo contigo.
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Capítulo Dos: Descubriendo tu don. (Traducido por TLA, RND)


Mi padre me dijo que había un Dios y que era omnipotente, omnipresente y
omnisciente. Buena teología. Mi padre me dijo que Dios nos creó porque Él se
sentía solo. Mala teología. Mi padre me dijo que yo podía ir al cielo si mis buenas
obras sobrepasaban mis malas obras al final de mi vida. Una teología sin esperanza.
Esta combinación representa todo mi conocimiento de teología durante los primeros
17 años de mi vida. Yo había sido creado por un Dios solitario cuyo poder no podía
igualar y cuyos estándares no podía satisfacer.
Así que no servía de mucho tratar de portarse bien..
A los 17 años, yo era un muchacho sin padre destinado a una muerte
prematura, cuando escuché que Jesucristo murió en la cruz por mis pecados. Yo
había visto una película acerca de la crucifixión de Jesucristo, pero lo único que
saqué de eso fue que la muerte de Jesucristo fue una tragedia cruel. No recuerdo
haber escuchado la palabra “Cristo”. Y si lo hice, no tuve idea de lo que significaba.
A las 2:00 de la mañana, el 18 de diciembre de 1965, unas pocas semanas antes
de mi cumpleaños 17, un amigo me explicó que Jesucristo era el Hijo de Dios y mi
Salvador. De hecho, Él era mi único Salvador, el único camino por el que yo, o
cualquier otro, podría ir al cielo. Si yo confiaba en que Él me perdonaba y me daba
una vida nueva, Jesús vendría a mi vida y nunca me dejaría.
¿Y si tropiezo?
Tú lo harás, pero Él no.
¿Y si me alejo de Él?
Algunas veces lo harás, pero Él nunca lo hará.
¿De verdad?
Él te levantará y te traerá de regreso.
¿De verdad?
Él nunca te dejará ni te abandonará. Eso es lo que dice la Biblia.
Gracias.
Buenas noches.
Pero yo no me fui a dormir. Por primera vez en mi vida, pude pensar acerca
de la bondad de Dios y de mi maldad, con esperanza. Como pude me dirigí a Él con
una oración silenciosa. Fue la primera vez que recuerdo haber orado. No recuerdo
las palabras, y yo creo que no eran importantes. Pero la oración fue importante. Fue
mi rendición. Fue mi confianza de que Jesús no me dejaría ni me abandonaría, sin
importar lo que yo hiciera. Me quedé dormido creyendo que de alguna manera Él
cambiaría las cosas malas de mi vida por cosas buenas.

Como se imparten los dones.


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Esa noche, Jesús me dio el regalo de la vida eterna. El Espíritu Santo


también me dio un regalo esa noche, pero no me dijo que era. Yo estaba usando el
regalo antes de que siquiera supiera lo que era, antes de que supiera que el Espíritu
Santo imparte dones a todos los hijos de Dios. Ese don fue el don de la enseñanza.
La enseñanza no fue el único don que me daría el Espíritu Santo, me tomaría
20 años descubrir otros dones que Él me había dado. Uno de las ironías fue que yo
usaba mi don de enseñanza para decirle a la iglesia que esos dones ya no se
impartían, mientras que yacían durmiendo en mi espíritu o en mi corazón, o donde
quiera que residan los dones cuando no los usas.
Aquí está lo que he descubierto acerca de cómo imparte los dones el Espíritu
Santo.

Se imparten soberanamente.
Una señora llamada Lynette me platicó un sueño que la llenó de terror. Vio
un hoyo enorme de unos diez metros de profundidad lleno hasta arriba de serpientes
venenosas. Unos niños pequeños estaban jugando arriba de las serpientes.
Entonces ella oyó una voz que dijo en el sueño “Pon a los bebés lejos de la
generación de víboras”
Lynette quiso saber que significó el sueño. Ella nunca había escuchado la
frase “generación de víboras” hasta que tuvo ese sueño. Yo le expliqué a ella que
esa fue la descripción que hizo Jesucristo de los líderes religiosos que se oponían
a él (Mt 12:34; 23:33). Esos líderes tenían un veneno religioso que hinchaba tanto
el corazón de sus víctimas que no podían absorber la vida de Dios. En su sueño
ellos representaban al liderazgo de algunas iglesias del día de hoy. Los bebés eran
los nuevos convertidos, o aquellos que venían a la iglesia por primera vez. En lugar
de ser alimentados con la leche de la Palabra de Dios, eran envenenados por los
líderes de la iglesia.
Ella me dijo que con frecuencia tenía sueños intensos como ese. Habían
empezado recientemente y sin ninguna advertencia previa. Ella no había estado
orando para tener sueños. Ni tampoco había orado para tener impresiones acerca
de la gente, que ahora estaba empezando a suceder. Las impresiones no se
basaban en su conocimiento de la gente; parecía que venían de ninguna parte.
Algunas veces parecían más como una voz interior que como una impresión. Ella
quería saber que le estaba pasando. Ella no había buscado nada de esto. De hecho,
era miembro de una iglesia que se oponía decididamente a los dones del Espíritu.
Yo tenía algunas buenas noticias y algunas malas noticias para Lynette. Las
buenas noticias eran que ella había sido llamada al ministerio profético. Las malas
noticias eran que ella había sido llamada al ministerio profético. Esto significaba que
un día ella se iba a regocijar con la revelación, y el siguiente, tanto ella como sus
amigos se iban a cuestionar su cordura. Y todos los días la generación de víboras
la estaría vigilando.
12

Algunas veces los dones proféticos empiezan de esta forma. El Señor no se


preocupa por anunciarse. Él simplemente abre la llave de las experiencias
proféticas, interrumpiendo el aburrimiento de una vida religiosa totalmente
predecible. Él derrama misterio y aventura de nuevo en nuestras vidas para que
vivamos en el reino donde todas las cosas son hechas nuevas (2 Cor 5:17).
El pasaje que describe esta impartición soberana es 1 Corintios 12:11 “pero
todo esto (los dones espirituales) lo hace uno y el mismo Espíritu, que reparte a
cada uno en particular, según su voluntad.” El Espíritu Santo ha impartido dones
soberanamente, a cada creyente en el Cuerpo de Cristo, para que podamos
servirnos mejor unos a los otros y al hacerlo le demos gloria a Dios “Ponga cada
uno al servicio de los demás el don que haya recibido, y sea un buen administrador
de la gracia de Dios en sus diferentes manifestaciones” (1 P 4:10). A menudo esos
dones llegan en el tiempo de la conversión. Esto ha llevado a que algunos concluyan
que en ese tiempo recibimos todos los dones espirituales que podemos recibir, y
que nosotros no tenemos ninguna influencia sobre las decisiones del Espíritu. De
acuerdo a este punto de vista, si quisieras tener el don de profecía, pero no lo
recibiste cuando te convertiste, tú ya nunca podrías recibirlo. Pero la Escritura y la
experiencia dicen de otra forma.

Se imparten por apóstoles.


El apóstol Pablo le dijo a Timoteo “Por eso te aconsejo que avives el fuego
del don de Dios, que por la imposición de mis manos está en ti.” (2 Ti 1:6). La palabra
traducida “don” en este pasaje se refiere a los dones espirituales. Pablo les escribió
a los cristianos en Roma “Porque deseo verlos para impartirles algún don espiritual,
a fin de que sean fortalecidos” (Ro 1:11). Pablo sabía que él tenía la autoridad para
impartir dones espirituales que no habían sido impartidos en el tiempo de la
conversión.
Yo no quiero discutir acerca de si tenemos apóstoles el día de hoy, pero todos
pueden reconocer que tenemos líderes que tienen más autoridad que otros. Ellos
pueden desempeñar funciones apostólicas. Cuando son dirigidos por el Señor para
imponer las manos en alguien y orar para que reciba dones, las personas pueden
recibir dones espirituales, o sus dones pueden aumentar en intensidad.
John Wimber, quien por muchos años pastoreó la Comunidad Cristiana
Vineyard de Anaheim, California, y quien fue el líder del Movimiento Vineyard, tenía
autoridad para impartir dones espirituales. Hace algunos años John me pasó
delante de la iglesia un domingo en la tarde, impuso sus manos sobre mí, y oró para
que los dones de sanidad y de palabra de conocimiento en mí, aumentaran a un
nuevo nivel. Al día siguiente yo salí en un viaje misionero a otro país.
En una de las reuniones de ese viaje misionero, después de que había
terminado mi mensaje, vi a un hombre que parecía tener unos sesenta años. Yo
“supe” que él temía enfermarse de Alzheimer. Yo no sé cómo supe de este miedo.
13

Yo no tuve una visión, ni escuché una voz interior, pero al momento que lo vi supe
que el temor del Alzheimer lo atormentaba. Este tipo de experiencias le pasaban
con frecuencia a Wimber, pero nunca me habían sucedido a mí.
“Señor, ¿tiene usted miedo de enfermarse de Alzheimer?” le pregunté.
“Bien, yo supongo que todos tenemos miedo de hacernos viejos”. Contestó.
“¿Pero usted piensa que está destinado a sufrir Alzheimer?”
“Si. Si lo pienso.” Admitió finalmente. Le avergonzó admitirlo en público. Él
no le había dicho a nadie acerca de su tormento secreto. Pero Dios lo supo y acabó
con el tormento ese día, a través de una palabra y una oración proféticas.
Este tipo de experiencia me ocurrió frecuentemente en ese viaje. La
impartición que había recibido de Wimber me concedió un nuevo nivel en los dones
de sanidad y de revelación.

Se Imparten por Profetas.


Timoteo recibió otro don espiritual algún tiempo después de su conversión.
Pablo le dijo “No descuides el don que hay en ti, y que recibiste mediante profecía,
cuando se te impusieron las manos del presbiterio.” (1 Ti 4:14). Algunos de los
ancianos pueden haber sido profetas, o pueden haberle impuesto las manos a
Timoteo en respuesta a una palabra de uno de los profetas de la congregación. Yo
he visto dones proféticos impartidos o activados de esta forma muchas veces. Lo
he visto suceder con la imposición de las manos y algunas veces a través de una
simple palabra pronunciada por un profeta sobre un creyente.
Leesa tuvo un encuentro profético como este. Cuando yo era un profesor de
teología y un incrédulo completo en todas las experiencias sobrenaturales
contemporáneas, ella tuvo un sueño acerca de una pareja de nuestra iglesia que
pronto iban a casarse. En el sueño el matrimonio parecía haber sido planeado en el
infierno. El esposo se volvería abusivo, cruel e infiel. “¿Qué se hace con ese
sueño?” me preguntó Leesa.
“Me suena muy extraño. ¿Te sentías mal del estómago cuando te fuiste a
dormir?” Los dos estábamos seguros que el sueño no venía de Dios. Yo estaba
seguro de que Dios ya no hablaba así. Leesa pensó que el sueño no era verdadero
porque todos creíamos que el novio era una gran persona. Nunca se nos ocurrió
que el sueño había sido dado para evitarnos ser engañados por las apariencias. Así
que olvidamos el sueño y fuimos a la boda. Después observamos que el matrimonio
se desintegró, igual que en el sueño. Pero nosotros habíamos olvidado el sueño.
Años más tarde, después de que habíamos empezado a creer en los dones
del Espíritu, estuvimos en una reunión informal con algunos maestros y profetas.
Uno de los profetas muy dotados, John Paul Jackson, le profetizó a Leesa que ella
tendría sueños proféticos. Los sueños empezaron esa noche y han continuado
desde entonces. En el caso de Leesa, yo pienso que ella había recibido el don
profético mucho antes de que John Paul lo declarara sobre ella. El sueño acerca del
14

matrimonio desdichado, años antes, fue confirmación de esto. La profecía no le


impartió el don. Simplemente se lo activó.

Oración personal para recibir los dones.


Algunos sienten que es inútil orar para recibir dones ya que el Espíritu Santo
imparte los dones “a cada uno según su voluntad”. Pero esto es un malentendido
de la soberanía de Dios y también es un malentendido de las Escrituras. Dios es
soberano. Él hace todo conforme a su voluntad (Ef 1:11). Pero esto no significa que
nuestras acciones no tengan efecto en Dios. Nosotros podemos entristecer a Dios
(Ef 4:30), y podemos deleitar a Dios (Sal 147:11). Jesucristo enseñó que nuestras
oraciones pueden influenciar la actividad de Dios en esta vida. Él dijo “Si ustedes
creen, todo lo que pidan en oración lo recibirán.” (Mt 21:22). Santiago puso este
principio en forma negativa “Pero no obtienen lo que desean, porque no se lo piden
a Dios” (Stg 4:2). A final de cuentas, la reconciliación entre la soberanía de Dios y
las oraciones humanas efectivas es un misterio. La Escritura enseña las dos cosas.
Así que ora por los dones que tú quieras, porque tus oraciones pueden influir en el
deseo del Espíritu Santo de impartirte los dones.
El mismo apóstol que escribió que el Espíritu Santo “distribuye los dones
conforme a su voluntad” también animó a sus lectores para que oraran pidiendo
dones para ellos. Si alguien habla en lenguas, debe orar para recibir la interpretación
(1 Co 14:13), que también es un don espiritual (1 Co 12:10). Dios está contestando
oraciones pidiendo dones espirituales el día de hoy. Si tú quieres el don de profecía,
ora para recibirlo. La siguiente sección te ayudará a conocer si tú has recibido un
don profético.

Reconociendo a los profetas.

Tres actividades de revelación marcan el ministerio de los profetas, si bien la


intensidad de esas habilidades variará de profeta a profeta.
Primero, los profetas pueden predecir el futuro con precisión. Ambos José y
Agabo supieron que pronto habría hambre en todo el mundo (José en Gn 41:25-32;
Agabo en Hch 11:27-28).
Segundo, los profetas pueden revelarnos las prioridades actuales del Señor
para nuestras vidas. Por ejemplo, ellos pueden saber cuándo debemos o no ayunar
(Joel 1:14; 2:12,15; Mr 2:18-20). Ellos pueden llamarnos al arrepentimiento o a un
nuevo ministerio. Ellos nos ayudan a cada uno de nosotros a encontrar las varias
formas en las cuales podemos complacer al Señor en el momento actual (Ef 5:10).
Tercero, los profetas pueden arrojar luz sobre los misterios de nuestras vidas
o darle sentido a nuestro dolor. Por ejemplo Isaías supo una de las razones por las
que la gente recta muere antes de su tiempo. Dios les evita los problemas que
vienen (Is 57:1). Algunas veces los profetas pueden decirnos porque nuestras
15

prácticas religiosas, como el ayuno, no son efectivas (Is 58:3-6; Jer 14:12; Zac 7:4-
7). O como mencioné en el primer capítulo, un profeta me ayudó a entender los
propósitos detrás de la frustración atlética de mi juventud y el desencanto con el
éxito académico al inicio de mi carrera.
En resumen, los profetas nos dicen las cosas que no podemos ver. Lo hacen
por revelación de Dios, no mediante el estudio de tendencias contemporáneas,
filosofía o psicología. Lo hacen para edificarnos, animarnos y consolarnos (1 Co
14:3) de modo que podamos ver y maravillarnos de la belleza, el esplendor, el
poder, la bondad, y la sabiduría de Jesucristo. Viendo más de Él, nos enamoramos
más de Él. Por eso es que Dios nos ha dado profetas.

Reconociendo su don.

Cualquier cristiano puede profetizar ocasionalmente sin ser profeta, así como
uno puede conducir alguien a Cristo sin ser evangelista. Un profeta es alguien que
profetiza consistentemente y precisamente. La experiencia ocasional de un don nos
puede conducir, falsamente, a concluir que es nuestro don principal, pero si
tratamos de ministrar habitualmente con el don equivocado, el fracaso y la
frustración son inevitables.
Esto no es algo malo. Para algunos de nosotros es necesario aprender
cuales no son nuestros dones, antes de que descubramos cuales si son. Dios usará
también la frustración y el fracaso para purificar nuestros motivos para el ministerio.
Una de las formas de reconocer nuestros dones es que no tenemos que
esforzarnos mucho para que se manifiesten. Los profetas no tienen que esforzarse
por la revelación. Simplemente la revelación llega sin ser invitada, y si esperan en
el Señor, aumentará. Lo mismo es cierto para los evangelistas, maestros,
administradores y sanadores. Nosotros si necesitamos esforzarnos para adquirir el
carácter de Jesucristo, pero nuestros dones, por definición, son dados.
Existen otras pistas para descubrir nuestro don, pero veamos primero un
error común que comete la gente cuando trata de descubrir sus dones proféticos.

Una pista falsa.


“Yo he sido llamado como profeta”, me dijo el joven.
“¿Y cómo lo sabes?” le pregunté.
“Porque siempre estoy viendo lo que está mal con la gente, las iglesias y el
ministerio”.
“Me imagino que tu don te ha traído una cantidad muy grande de gozo”.
“No, claro que no, todo lo contrario. La gente que he ministrado realmente no
entiende la función del profeta. Ellos se ofenden con la Palabra del Señor. ¿Qué
cree que esté mal?”.
16

Este joven puede haber tenido un llamado profético, pero él no ha entendido


cual es el propósito del ministerio profético. Estaba pagando por su malentendido
con una vida sin gozo llena de contiendas. Estar siempre viendo lo malo de la gente
no es un don, es una obsesión. Con frecuencia es señal de un desorden de
personalidad, rígida, enojada, controladora, que ocasiona dolor a todos los
involucrados.
En otra iglesia, una pareja enojada me dijo “No entendemos. Repetidamente
les hemos dicho a los líderes lo que está mal con su ministerio, pero nunca nos
escuchan. Tu vienes aquí por dos días, y les dices las mismas cosas, y ¡ellos te
escuchan a ti!” Esta pareja, inconscientes de su amargura y de su falta de autoridad
de Dios, habían modelado su ministerio profético como los profetas del Antiguo
Testamento, que expresaban la santa ira de Dios hacia los líderes corruptos y a un
pueblo rebelde.
Dios todavía tiene ira con los líderes rebeldes (solo lea Mateo 23). Pero
cuando Él quiere revelar su ira a través de un mensajero humano, normalmente
confiere autoridad divina sobre un siervo maduro y humilde, no a un profeta
principiante.
Andar buscando fallas y enojarse, no son señales de llamamiento profético,
sino de un corazón lastimado que ha rechazado la misericordia sanadora de Dios.
El profeta del Nuevo Testamento ha sido llamado principalmente para edificar
no para destruir. El enojo regularmente derriba a la gente desanimándola o
encendiéndola con venganza. La ira santa puede amedrentar a los líderes para que
se arrepientan, pero la mayoría de la gente a la que ministran los profetas del Nuevo
Testamento son creyentes inmaduros, no gente rebelde o líderes corruptos. El
verdadero don de profecía no consiste solamente en ver lo que tiene de malo la
gente, sino en ver como edificarlos.
No se requiere ningún don para hacer sentirse culpable a alguien. Pero
impartir gracia y misericordia requiere un don profético muy bien desarrollado. El
don llena de gozo y de fe divinas, tanto a los que escuchan como al profeta.
Después de mi primer encuentro con un profeta salí del cuarto deslumbrado
por la omnisciencia, sabiduría, misericordia, bondad y amor de Dios. Estaba lleno
de gozo. Mi fe se fue por las nubes. Mi pasión por el Señor aumentó. Y yo quería
dar a conocer el ministerio profético a todos mis amigos.
¿Qué tan diferente hubiera sido la experiencia si hubiera enfrentado a una
persona enojada que hubiera querido reprenderme por mis pecados? Con
seguridad yo tenía pecados que pudieran reprenderse, pero Dios sabía que
reprendiéndome no conduciría al arrepentimiento. En lugar de eso, me fascinó con
Su sabiduría y me deslumbró con Su amor. ¡El encuentro de revelación hizo el
pecado muy poco interesante!
Aquí hay algunas maneras de saber si Dios te está llamando a este tipo de
ministerio.
17

Los deseos de nuestro corazón.


Una de las formas más comunes en que Dios nos guía es a través de
nuestros deseos. Algunos cristianos creen exactamente lo contrario. Creen que la
voluntad de Dios involucra ir a donde no quieres ir, hacer lo que no quieres hacer, y
ser lo que no quieres ser. En resumen ser desdichado. Una guapa joven me dijo
una vez que tenía que Dios la hiciera casarse a un hombre feo o a un ministro. Sin
ofender a nadie, dijo. Yo podía ver que ella se estaba debatiendo sobre cual
alternativa sería peor, y también me preguntaba a qué se refería con lo de “Sin
intención de ofenderlo”, si a mi profesión o a mi aspecto. ¿O tal vez temía que Dios
la haría casarse con un ministro feo? Cualquier cosa que fuera lo que quería decir,
estaba confundida al creer que la voluntad de Dios para ella siempre tendría cierto
grado de castigo. Tal vez la culpa la condujo a sentir así. O tal vez alguien le enseñó
que todos los deseos son malos y que nunca se debe confiar en ellos.
La Biblia tiene una visión más positiva de nuestros deseos. Contiene la
promesa “Deléitate asimismo en el Señor, Y él te concederá las peticiones de tu
corazón.” (Sal 37:4). Si el Señor es nuestra fuente principal de gozo, entonces
podemos confiar en que los deseos de nuestro corazón nos van a guiar.
¿Deseas un don de profecía? ¿Te estas deleitando en el Señor? Si así es,
esto es una señal de que Él te está guiando al ministerio profético. No tengas miedo
de seguir tus deseos. Si Su yugo es realmente fácil y su carga es realmente ligera
¿Por qué te llamaría a servirle con un don que te desagradara?

El consejo de otros.

Cuando ya me convencí de que la Biblia enseña que el don de profecía es


para el día de hoy, me abrí tímidamente a ese don. Pero cuando Dios vino a mí a
través de la profecía con su amor sanador, yo quise tener el don de profecía. En
ese tiempo, puesto que yo no tenía mucha fe en mis deseos, necesité el consejo de
algunos de mis amigos de confianza, para adquirir la seguridad de procurar el don
de profecía para mi propio ministerio. Proverbios afirma que Dios usará nuestros
amigos para dirigirnos “Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo;
Mas en la multitud de consejeros se afirman.” (Pr 15:22).
También recibí varias palabras proféticas, no solicitadas pero convincentes,
de gente que no me conocía, indicando que yo debería procurar los ministerios de
sanidad y de profecía.
Pregúntale a aquellos que te conocen realmente, que piensan acerca de tus
dones. Y no tengas miedo de pedirles a personas con el don de profecía que oren
por ti.

Haciendo la Prueba.
18

Si frecuentemente tienes experiencias proféticas, eso indica que tienes el


don de profecía. Al principio, esto algunas veces puede ser un poco amedrentador.
Puedes llegar a conocer cosas de otros sin ser avisado. Puedes escuchar una
pequeña voz suave, o caer en un trance, o como Ezequiel, ser transportado a otro
lugar en una visión. Esas experiencias pueden ocasionar que pienses que te estas
volviendo loco. Por supuesto, siempre existe esa posibilidad, pero más
probablemente se trata del Señor impartiéndote un don profético.
Otra forma de saber si tienes el don de profecía es por la precisión de tus
palabras cuando ministras proféticamente, y por si edifican a otros o no lo hacen.
Al final, no hay escapatoria de simplemente tratar de experimentar el don que
deseas. El mejor lugar para probar el ministerio profético no es el domingo en la
mañana en el servicio de adoración de tu iglesia local, especialmente si tu iglesia
no es muy entusiasta acerca de los profetas. Una mejor forma de explorar tu don
profético es con unos pocos amigos que piensen como tú, o en un grupo pequeño
que esté comprometido a entrenar a las personas con los dones espirituales.
Antes de continuar, se necesita conocer dos precauciones. Primero, el grupo
necesita tener un líder. Los grupos sin líder por lo regular no van a ningún lado.
Segundo, el grupo debe estar bajo la autoridad de tu iglesia y tener la bendición de
los líderes de tu iglesia. No puedo enfatizar esto demasiado. ¿Cómo podemos
esperar que Dios bendiga nuestro grupo pequeño si no estamos honrando la
estructura de autoridad de Su iglesia? El líder debe informar a los líderes o al pastor
acerca de la naturaleza, el tiempo y el lugar de las reuniones. Las reuniones deben
estar abiertas a cualquiera de la iglesia que quiera asistir. Algunas iglesias
desalientan los grupos pequeños porque pueden ser usados mal fomentando una
mentalidad elitista “Nosotros somos más espirituales que el resto de la iglesia”, y
porque pueden promover actitudes críticas e incluso rebelión contra la autoridad de
la iglesia. El grupo que tiene un líder guiado por el Espíritu de Dios, en sumisión a
la autoridad de los líderes de la iglesia, puede evitar todo eso.

Modelo sugerido:
Cuando yo dirijo un grupo pequeño como este, pasamos de 15 a 20 minutos
de adoración a Dios. Después usualmente enseño unos 20 minutos sobre un tema
relacionado con equipar para el ministerio. Después le pedimos al Señor que nos
guie para ministrarnos unos a otros. Alguien puede tener una visión o una impresión.
Un texto relevante de la Escritura puede venir a la mente que nos lleva a orar por
una persona específica. A menudo somos guiados a orar por sanidad, por dirección,
liberación de los dones, o algunos otros asuntos prácticos relacionados con el
ministerio. Podemos tener un tiempo para compartir testimonios antes de terminar
la reunión orando por personas señaladas por palabras proféticas. Algunas veces
las cosas más excitantes suceden después de que termina la reunión. (Una de las
19

cosas que más nos gustan de esas reuniones es que realmente nunca sabes que
va a pasar. La bondad y la misericordia del Señor continuamente me sorprenden).
Debido a Su bondad y misericordia, no tenemos que preocuparnos acerca
de descubrir nuestros dones. El Dador ha prometido que aquellos que lo busquen
lo encontrarán. Nuestra búsqueda es en realidad una respuesta a Su búsqueda y
Su anhelo por nosotros.
Ya sea que tengamos 8 años de edad u 80, ya sea que tengamos un
encuentro en un grupo pequeño, o en un encuentro con un profeta, o en una visita
luminosa y aterradora en nuestra recámara, Dios nos está buscando. Él quiere
hacer profetas de algunos de nosotros, pero finalmente Él quiere hacer amigos de
todos nosotros, amigos que estemos fascinados por el misterio y la aventura de Su
santo amor.
20

Capítulo Tres: Aprendiendo once formas como Dios revela.

La sanidad empezó con un secreto susurrado.


Ella tenía poco más de 20 años, con un cabello largo dorado, y ojos tristes.
Estaba nerviosa. Ninguno de nosotros la conocía. Era la primera vez que visitaba
nuestra iglesia. Estaba parada, entre una multitud de otros que habían pasado al
frente para recibir oración, yo oré para que Dios la sanara de un malestar físico
crónico. No pasó nada. Volví a orar otra vez. Todavía no pasó nada. Pareció que no
iba a recibir nada. Hasta que un hombre llamado Carl susurró su secreto.
Carl era un cristiano nuevo a quién yo estaba entrenando para orar por los
enfermos. Estaba parado al lado mío observando mis infructíferas oraciones.
Entonces él me susurró “Pregúntale si ella siente que Dios no la va a sanar por el
aborto que tuvo cuando tenía 18 años.”
Yo pensé ¡No existe ninguna posibilidad de que yo le pregunte a una
completa extraña, una pregunta tan personal y dolorosa!
Entonces pensé acerca de Carl. Él había sido cristiano por solo seis meses,
pero había estado demostrando un don profético notable.
Entonces pensé acerca de la triste mujer joven. ¿Qué tenía que perder ella
si Carl estaba equivocado? ¿Qué podía ganar ella si Carl estaba en lo cierto? Sólo
había una forma de saberlo.
“Perdóname si esto se sale de los límites o si es demasiado invasivo”, le dije
a la mujer, “¿Pero tu estas sintiendo que Dios no te va a sanar por el aborto que
tuviste cuando tenías 18 años?”
Su sorpresa me dio la respuesta antes de que pudiera hablar.
La sorpresa dio lugar a los sollozos.
Ahí estaba ese depósito de dolor otra vez.
No era como el mío, un depósito de amargura y de ira por algo malo que se
me había hecho a mí. Su dolor no sanado venía de algo malo que ella había hecho.
Algo que ella pensó que nunca podría enderezarse. Algo con lo cual ella pensó que
tendría que vivir hasta el día de su muerte. Ellos le habían dicho que solo era una
elección, que era su derecho. Pero después de que escogió, ella supo que era algo
más que una elección. Nadie le dijo nunca acerca de la fuerza del amor de una
madre, o lo que le pasa a una madre cuando ella le dice no a ese amor.
Ahora su corazón flotaba en un depósito de condenación. Ella bebía de ese
depósito cada día de su vida. Ella mantenía bien guardado su secreto de sus
amigos. Pero el secreto estaba siempre ahí, detrás de cada risa, echando a perder
toda alegría, susurrándole que ella nunca podría ser perdonada, que nunca sería
feliz. Y cada vez que ella veía a una madre joven cargando a su bebito…
Debido a que ella no podía obligarse a sí misma a contarle su secreto a nadie,
nadie le dijo nunca que Dios deseaba perdonarla y dejarla libre. Nadie le dijo nunca
que Dios pensaba acerca de ella todos los días, anhelando cortejarla con su amor.
21

Nadie le dijo nunca. El secreto se quedó en el camino. El secreto mantuvo cerrada


la compuerta del depósito.
Dios había decidido que ya era hora de romper esa compuerta, así que le dio
su secreto a un cristiano nuevo a un profeta bebé.
“¿Cómo lo supo? ¿Cómo lo supo? sollozó ella, con su cabeza todavía
agachada, y con sus ojos todavía cerrados.
“Dios nos lo dijo”
Cuando ella abrió sus ojos, buscó nuestras expresiones. Ella sabía que
nosotros éramos representantes de Dios, y que ahora sabíamos su secreto. Ella
esperó ver condenación. En lugar de eso ella vio dos hombres embelesados con el
amor de Dios que todo lo conoce. Ahora era su turno de embelesarse con ese
mismo esplendor.
Cuando ella escuchó que Dios la anhelaba a ella, que Él estaba listo para
perdonarla ahí mismo, que Él estaba listo para hacerla reír nuevamente, y que Jesús
había muerto por ella para hacer todo esto posible, la compuerta se rompió y la
condenación salió fluyendo fuera de ella.
Ella salió de la iglesia llena de esperanza y feliz, amada y perdonada.
Y todo esto pasó a través de una revelación.

El Significado de la Revelación.

Revelación es cuando Dios nos hace saber lo que no sabíamos o no podíamos


haberlo sabido por nuestros medios naturales.
¿Cómo supo Carl acerca del aborto? En el ojo de su mente, él vio a una mujer
con un vestido largo parada en el hombro derecho de la joven y susurrándole en el
oído que ella no podría ser sanada debido a su aborto a la edad de 18 años. Si, ya
sé que suena muy extraño. Y no, no tengo un texto bíblico para eso.
Ni siquiera tengo una interpretación exacta de lo que Carl vio. ¿Fue una
visión en la cual la pequeña dama del vestido largo representaba la consciencia de
la joven mujer? ¿Vio él una realidad espiritual, un acusador maligno asignado para
atormentarla? ¿Quién sabe? Dios supo, pero Él no se preocupó en decirnos nada
más acerca de la visión. La revelación es a menudo como eso: contestando una
pregunta crítica que tú ni siquiera sabías preguntar, y en la contestación generando
nuevas preguntas que quedan sin respuesta. Todos nosotros que queremos seguir
a Dios, especialmente los profetas, tenemos que acostumbrarnos a caminar en
reinos inexplicables.
Por alguna razón, Dios ha escogido variar la claridad, la intensidad, y el
medio de Su revelación. Esto puede hacer la revelación difícil de entender. También
puede afectar nuestra certeza acerca de si es o no es Dios el que está hablando.
Considere los siguientes ejemplos.
22

Cuando un profeta bíblico dijo “Dios me habló”, él usualmente quería decir


que el mensaje de Dios no estaba mezclado con la opinión o interpretación del
profeta. Él estaba seguro de que estaba hablando las palabras de Dios y nada más.
Si el profeta dijo, “La mano del Señor está sobre mí”, él quería decir que el mensaje
de Dios le estaba llegando con un poder mayor que el normal (Ez 3:22). Y si él dijo
“El Señor me habló con su mano fuerte sobre mí”, él quería decir que el mensaje se
había impreso profundo dentro de su alma con un poder convincente (Is 8:11). Pero
no toda la revelación llega con esta fuerza.
Algunas veces los apóstoles no tuvieron la certeza de “Dios dijo”. En lugar de
eso, se contentaron con decir “Nos ha parecido bien al Espíritu Santi y a nosotros…”
(Hch 15:28). En otras ocasiones ellos tuvieron aún menos claridad y certeza. La
sanidad instantánea de un hombre cojo en Listra se basó en algo tan endeble como
una impresión (Hch 14:9-10).
El profeta que siempre tiene cuidado de indicar el nivel de certeza de su
mensaje no solo es sabio sino maduro.
Los autores de la Biblia no siempre explicaron las palabras que usaron
cuando escribieron acerca de sus experiencias proféticas. Esto complica el estudio
de la revelación. Por ejemplo, Pablo nunca nos explica la diferencia entre una
“palabra de conocimiento”, una “revelación”, y una “profecía”. La frase “palabra de
conocimiento” es usada una sola vez y en un contexto que no nos permite definirla
con certeza.
Esto significa que nosotros vamos a aprender acerca de la revelación
poniendo mayor atención a ejemplos concretos de cómo le habló Dios a los profetas
en lugar de tratar de definir términos de revelación. ¿Así que cómo le habló Dios a
los profetas?

Los Medios de la Revelación.

La forma principal como Dios le habla a todos los creyentes es a través de la


Palabra de Dios escrita, o sea la Biblia. La Biblia tiene más autoridad que la
revelación personal del día de hoy porque su autoridad se extiende a toda la gente
en todas partes y en todos los tiempos. (Discutí extensamente las razones de esta
autoridad única de la Biblia en “Sorprendido por la Voz de Dios”, páginas 278-280
en Inglés y 325-327 en Español). Los profetas están obligados a estudiar y meditar
sobre las Escrituras tanto como lo están los maestros y otros creyentes. Sin
embargo, además de la Biblia, los profetas escuchan regularmente la voz de Dios
por otros medios.

Apariciones del Señor.


Nosotros leemos que nadie puede ver a Dios y vivir (Ex 33:20), y sin embargo
Él se apareció a sus amigos e incluso a un enemigo ocasional (Gn 20:3). Algunas
23

veces Él se apareció en un sueño o una visión. Otras veces Él se apareció en forma


física (Gn 18:1). Algunas veces Él vino como el ángel del Señor (Ex 3:2). Otras
veces Él vino envuelto en su gloria (Ex 16:10; 33:18-34:8). Él se apareció para
ayudar en momentos de crisis, en puntos críticos de la historia de Su pueblo, en
momentos de rebelión para advertir o para juzgar, y algunas veces simplemente
para compartir Sus planes o para prometer una bendición. Si nadie puede ver a
Dios, ¿a quién estaban viendo cuando Él se apareció?
Debe haber sido el Hijo de Dios (Jn 1:14-18).
Una de las cosas sorprendentes acerca de esas apariciones es que no fueron
realmente necesarias. Si el propósito del Padre fue simplemente proveernos con
alguna información, Él pudo haber enviado ángeles en lugar de Su Hijo. Pero Dios
quiso enviar lo mejor. Y el Hijo quiso venir.
Cuando tú estás enamorado, tú deseas estar con quién amas. No estás
contento con simplemente enviar mensajeros y escribir cartas a tu amada. Quieres
ir tú mismo. Quieres encantar a esa bella persona. Quieres hacer que brillen los ojos
de tu amada. Observa detrás de esas apariciones a Su pueblo, y verás el corazón
de Dios ardiendo de pasión. De hecho, la energía que impulsa todas las formas de
revelación es el incomparable, radiante, y santo amor de Dios por nosotros.
Dios nos ama y quiere estar con nosotros. Este es el misterio más grande
que conozco. Y entre más pienso en este misterio, más grande crece.
Un último punto. En el pasado Dios se apareció en su gloria a un pueblo
quejumbroso y desagradecido (Ex 16:9-10), ¿Por qué no se aparecería el día de
hoy a un pueblo que lo está buscando a Él con todo su corazón?

Ángeles.
Los ángeles son espíritus ministradores enviados para servir a los que
heredan la salvación (He 1:14). Los ángeles hacen muchas cosas para nosotros.
Nos protegen cuando caminamos a través del fuego, nos liberan de la mano del
enemigo y nos traen mensajes del cielo. Cuando dejamos esta vida, nos escoltan al
cielo (Lc 16:22). Los ángeles pueden aparecer en su gloria o en forma humana como
huéspedes en nuestra casa sin revelar su verdadera identidad (He 13:2). O ellos
pueden realizar su servicio para nosotros, sin darnos ninguna pista de su presencia.
Sin embargo los profetas a menudo los ven cuando otros no pueden verlos (2 R
6:15-17).
Recientemente, una profeta conforme al corazón de Dios, que yo he conocido
por varios años me contó la siguiente historia, la cual yo creo. Estando acostada en
su cama, enferma, en la tarde, desanimada por lo que percibía como una falta de
progreso espiritual, está mujer clamó a Dios para que la cambiara. Aun cuando sus
ojos estaban cerrados, y aun cuando ella nunca escuchó que se abriera la puerta
de su recámara, ella supo que alguien había entrado al cuarto. Alguien se estaba
acercando a la cama. Ella tenía miedo de abrir sus ojos. Ahora alguien estaba
24

flotando sobre ella. Entonces ella sintió las manos más suaves y amables sobre su
cara, primero verticalmente sobre sus mejillas y sus ojos, después se quitaron, y
una mano se puso horizontalmente sobre su frente. Esto se repitió tres veces.
Ella abrió los ojos.
Parada al lado de su cama estaba una mujer mayor. Usaba un vestido azul
real, y su pelo estaba cubierto con una banda azul real.
“Gracias” dijo la profetisa.
“Si estas interesada en cambiar, ahora es el tiempo,” dijo la mujer, quién
entonces volteó su cabeza para mirar a través de la ventana al lado de la cama.
“Ahora tengo que irme”, dijo y flotó hacia arriba a través del techo.
Esto no fue una visión. Fue una visitación. La profetisa estaba bien despierta
durante toda la experiencia, que duró como un minuto, y ella sintió efectos físicos y
espirituales inmediatos después de este encuentro.
La mañana siguiente, la profetisa se levantó de su cama al amanecer llena
de energía. El dolor de cabeza, la garganta irritada y el cansancio que la habían
estado molestando durante una semana se había ido. Ella se sintió muy especial
para Dios. Él había enviado un ángel para tocarla. Ahora ella tenía confianza de que
podría cambiar y de que cambiaría.
Yo creo que el mensaje del ángel no fue solo para la profetisa sino para todos
nosotros que queremos cambiar. Ahora es el tiempo para cambiar, para prepararnos
para un derramamiento del Espíritu Santo. En la Biblia, los encuentros con ángeles
aumentan justo antes de los puntos críticos en la historia del pueblo de Dios. Y tal
vez, solo tal vez, un punto crítico en tu historia está justo a la vuelta de la esquina,
a través del toque de un ángel o a través de la voz audible de Dios.

Una voz audible.


Dios habló con una voz audible a individuos, a multitudes, e incluso a una
nación entera. Moisés escuchaba regularmente la voz audible de Dios, pero fuera
de su experiencia, la voz audible es la forma más rara en que habla Dios en la Biblia
(Nu 12:6-8). En la Escritura, la voz audible viene en momentos de crisis (Gn 22:11-
12) o en grandes puntos críticos, como la entrega de la Ley en el monte Sinaí, el
bautismo y la transfiguración de Jesús la semana antes de Su cruz, y en la
conversión del apóstol Pablo.
A todos nosotros nos gustaría tener la claridad de una voz audible para
guiarnos. Pero existe un precio para esa claridad. Como regla general, entre más
clara es la revelación, más difícil será cumplir la revelación (Vea “Sorprendido por
la Voz de Dios, páginas 131-133 en Inglés y 150-153 en Español). La claridad y el
poder de la revelación original, tienen el propósito de evitar, que cedamos a las
dudas debilitadoras, en medio de la prueba que regularmente sigue después de la
revelación.
25

Dios todavía habla en una voz audible. Nada en la Escritura enseña que una
vez que se completó la Biblia, Dios dejaría de hablar audiblemente. Líderes
evangélicos nacionales de nuestro tiempo, reportan haber escuchado la voz audible
del Señor, y su integridad está fuera de toda duda.
Tú puedes pensar que Dios habla con una voz audible a líderes importantes
de la iglesia. Pero ese no es el caso. Aunque yo nunca he escuchado la voz audible,
conozco gente confiable que la ha escuchado, y algunos de ellos no son líderes de
la iglesia.

Una voz audible solo a tus oídos.

Tú puedes escuchar la voz con tus oídos cuando nadie más puede, aun
cuando alguien pueda estar al lado tuyo cuando la voz habla. Samuel escuchó tan
fuerte ser llamado por su nombre que pensó que era Elí en el otro cuarto.se levantó
y fue a ver a Eli, pero Eli negó haberlo llamado. Esto sucedió otras dos veces antes
de que Eli se diera cuenta de que el Señor le estaba hablando audiblemente al
pequeño Samuel, pero no a él. Eli le dijo a Samuel lo que debía decir la próxima vez
que la voz lo llamara “Habla Señor porque tu siervo escucha”. Samuel hizo como se
le dijo, y el Señor le dio su primera profecía (1 S 3:1-14).

La voz interna audible.

Ésta es igual de clara que la voz audible, solo que tú no la escuchas con tus
oídos, sino en tu mente. En la Escritura, la frase “La palabra del Señor vino a mi
diciendo” probablemente se refiere a la voz interna audible. Cuando algunos de los
ancianos se sentaron delante de Ezequiel “la palabra del Señor vino” a Ezequiel,
dándole un mensaje para los ancianos (Ez 14:1). No parece que Ezequiel estaba
escuchando una voz audible.
Yo he experimentado esta forma de la voz varias veces, pero es la forma
menos común en que Dios me habla. Y siempre involucra algo que es muy
importante para mí.

Fragmentos de oraciones.

Maher-Shalal-Hash-Baz. ¿Qué significan esas palabras extrañas? Isaías


tampoco lo supo. A él solo se le dijo que las escribiera en un pergamino (Is 8:1).
Esas son cuatro palabras hebreas unidas en un fragmento de una oración no
gramatical. Las palabras fueron tan claras como una voz audible, pero no su
significado. Contenían un misterio. Algunas veces Dios puede hablar solo una
palabra. Y aunque la palabra sea clara, su interpretación puede no serlo. ¿Por qué
Dios daría una clara revelación y entonces escondería su interpretación?
26

Lo hace para su propia gloria. Nuestra gloria es buscar su significado (Pr


25:2).
Las verdades más bellas y profundas son simples y claras en la superficie.
Tristemente, ahí es donde la mayoría de nosotros nos quedamos, en la superficie.
Pero cuando salimos del reino de la aceptación superficial de una verdad particular
y rendimos nuestro corazón a la contemplación prolongada de esa verdad, iniciamos
un viaje a interminables reinos de misterio.
Considere por un momento la simple verdad de que Dios nos ama. Todos
nosotros lo creemos, pero muchos de nosotros lo dejamos atrás después de unos
pocos meses de nuestra conversión. ¿Qué nos pasaría a ti y a mí si nos metemos
debajo de la superficie de esta verdad fundamental? ¿Qué tal si solo hacemos una
simple pregunta “¿Por qué Dios nos amaría?” y rehusáramos abandonar la
búsqueda hasta que obtuviéramos la respuesta?
Para contestar esa pregunta, tendríamos que pensar acerca de Dios. Pero
para pensar con precisión acerca de Él, tendríamos que venir delante de Su
presencia. Una vez ahí, empezaríamos a verlo: Su belleza, Su esplendor y Su
santidad. El misterio de Su amor solamente aumentaría con cada nueva revelación
de Su Ser. ¿Por qué alguien como Dios ama gente como nosotros? Al aumentar el
misterio, así aumentaría nuestra fascinación con la belleza de Su santidad. Entre
más viéramos, más lo amaríamos. Entre más amáramos a Dios por Él mismo, mayor
gloria le daríamos. Y entre más grande nuestra gloria, porque al amarlo a Él,
llegamos a parecernos más a Él y a reflejar más de Su gloria.
Toda revelación a nosotros de parte de una Persona infinita no puede ser
más que una revelación parcial del Aquel que nos está atrayendo a Él hacia reinos
de misteriosa belleza. Esa sola palabra de Dios que desafía un entendimiento
inmediato puede haber sido enviada para traer romance, misterio y gloria de regreso
a nuestra relación con Él.

Un conocimiento.

Hay algunas veces cuando una revelación de Dios no nos llega en la forma
de una voz o un mensaje hablado. Puede ser algo que tú simplemente sabes. Y
puede ser que no haya ninguna razón lógica para la forma cómo la conociste.
Cuando Jesús estaba hablando con la mujer en el pozo, Él supo que ella había
tenido cinco maridos y que no estaba casada con el hombre con el que estaba
viviendo (Jn 4:18). En otras ocasiones, la Biblia simplemente dice que Jesús supo
los pensamientos o planes de alguien (Mt 22:18; Mr 2:8; Jn 6:15).
Después de un servicio de la iglesia, frecuentemente espero en el frente del
auditorio con un equipo de ministerio para orar por la gente. A menudo conozco
secretos acerca de los que pasan por oración. Por ejemplo, al final de un servicio,
el pastor invitó a cualquiera que tuviera un dolor crónico que pasara para la oración.
27

Una señora que nunca había conocido caminó hacia mí. A pesar de que no la
conocía, supe que ella no bebía. También supe que ella estaba segura que
terminaría siendo una alcohólica. Ella había pasado al frente para obtener alivio de
un dolor crónico, no de miedos crónicos, pero su temor estaba en la agenda de Dios
para este día. Cuando le pregunté, ella admitió que a pesar de que no tomaba,
estaba segura de que estaba destinada para el alcoholismo. Satanás a menudo
atormenta a la gente con ese tipo de temores. Ese día, la prisión de sus temores
fue abierta y la señora fue liberada.
Esta no es solo una experiencia muy normal para mí, sino también para
muchos otros. Nosotros creemos que Jesucristo es el Conocedor de corazones que
revela los secretos de nuestros corazones para liberarnos de auto engaños, y de
engaños de satanás.

Impresiones.

Las impresiones difieren de los conocimientos internos en que tienen menos


certeza. Son un sentimiento de que debemos hacer algo, o de que algo es cierto.
Dios usa impresiones o sentimientos para guiarnos. Nehemías dijo “Entonces puso
Dios en mi corazón que reuniese a los nobles…” (Neh 7:5).
Desde una perspectiva bíblica, el corazón es el centro de las emociones y de
los afectos. Nehemías siguió un sentimiento en su corazón, no una voz audible o
una palabra profética. Él supuso que este sentimiento vino del Señor. Cuando Pablo
estaba enseñando en Listra, él “vio” que el cojo en la audiencia tenía fe para ser
sanado (Hch 14:9). Tú no puedes ver físicamente la fe de alguien. Pablo tuvo una
percepción, intuición, impresión o sentimiento de que esto era cierto de ese hombre.
Y cuando Pablo actuó en base a ese sentimiento, el hombre fue sanado.

Sueños, visiones, trances.

Dios usa sueños para hablarnos en nuestro sueñ, cuando nuestras defensas
están bajas y somos más receptivos. Las visiones son similares a los sueños, pero
normalmente ocurren mientras estamos despiertos. Algunas veces la Biblia no hace
ninguna distinción entre sueños y visiones usando ambos términos para describir la
misma experiencia (Dn 7:1-2). Un trance es una visión en la que perdemos el uso
de nuestros sentidos físicos. Ambos Pedro y Pablo cayeron en trances (Hch 10:10;
22:17). A pesar de que el Antiguo Testamento no usa la palabra “trance”, parece
que Balaam, Saulo, y Daniel los experimentaron (Un 24:4; 1 S 19:23-24; Dn 10:9).
Los trances no son comunes en la Biblia, pero los sueños y las visiones si lo son:
“Él nos habla de muchas maneras, pero nosotros nunca entendemos.
Nos habla en sueños, en visiones nocturnas, cuando el sueño nos vence y
nos dormimos; entonces nos habla al oído, y nos indica lo que debemos
28

hacer, para que nos apartemos del mal y dejemos de lado la soberbia; para
que nos libremos de la tumba o de sufrir una muerte violenta.” (Job 33:14-
18).
Esto se aplica al Nuevo Testamento también, en donde los sueños y visiones
ocurren con frecuencia. El último libro del Nuevo Testamento, por ejemplo, es una
visión profética extensa.
De acuerdo a la Biblia, se supone que los sueños y visiones son una parte
normal de la vida de la iglesia, y aunque Dios le habla a mucha gente en sueños y
visiones, Él lo hace con más frecuencia a sus profetas (Nm 12:6). Debemos esperar
un aumento apreciable en el uso de Dios de esas experiencias de revelación:
“»Dios ha dicho: En los últimos días derramaré de mi Espíritu
sobre toda la humanidad. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán; sus
jóvenes tendrán visiones y sus ancianos tendrán sueños. En esos días
derramaré de mi Espíritu sobre mis siervos y mis siervas, y también
profetizarán.” (Hch 2:17-18)
Algunos sueños y visiones proféticas pueden ser simples y fáciles de
entender. Otros son complejos y llenos de simbolismo. Dios puede usar una visión
para llevar a un profeta a algún lado, como cuando Isaías fue tomado al cielo para
recibir su comisión (Is 6:1). De igual forma Juan fue tomado al cielo y se le mostraron
los últimos días (Apocalipsis)
Esas experiencias son tan reales que el profeta puede no saber si él está en
su cuerpo o en una visión. Cuando Pablo fue llevado al tercer cielo, no pudo saber
si su viaje fue físico o espiritual (2 Co 12:3). Ezequiel fue “levantado en el Espíritu”
y transportado a lugares donde pudo ver pecados secretos (Ez 8:3). Yo conozco
varios profetas del día de hoy que han tenido experiencias similares, y algunos que
las tienen regularmente.
¿Por qué Dios le habla a Su pueblo, especialmente a Sus profetas, en
lenguaje de visiones? ¿Por qué no se sienta con ellos cómodamente con una taza
de café y les pone el mensaje en sus mentes?
Porque nosotros somos algo más que solo una mente. También somos
espíritu y carne. Y tenemos emociones que afectan poderosamente nuestro
comportamiento. Algunas veces una imagen vale lo mismo que mil palabas. Cuando
nosotros podamos ignorar una advertencia desgastada, un sueño gráfico puede
sacudirnos de un estado complaciente. O una visión de un gozo futuro puede
ocasionar que soportemos una dificultad presente, mucho después de que
hubiéramos olvidado una promesa prosaica.
También vivimos en un mundo que está lleno de misterio y de otros seres
espirituales muy diferentes de nosotros. Y aun cuando fuimos creados a imagen de
Dios, teniendo cierta semejanza con Él, Él es infinitamente más diferente que
semejante a nosotros (Is 55:8-9). Existen reinos de verdades y experiencias que
29

trascienden el entendimiento humano. Las visitaciones misteriosas y las visiones de


Dios nos permiten experimentar esos reinos.

El mundo natural.

Dios nos habla a través de su creación al menos de tres formas diferentes.


Primero: el diseño y la belleza de la creación revela la existencia de un Creador que
es a la vez bello y poderoso (Ro 1:19-10).
Segundo: el mundo natural abunda con analogías del mundo espiritual, las cuales
ilustran principios espirituales para nosotros. Por ejemplo, una persona floja puede
aprender bastante observando las costumbres de las humildes hormigas (Pr 6:6-
11).
Tercero: Dios puede iluminar los eventos naturales para comunicar sus planes o
expresar sus caminos. Por ejemplo Dios usó una invasión de langostas para darle
a Joel un mensaje para la nación (Joel 2:25-27). Dios usó fuego, aire y un terremoto
para hacer entender a Eliseo (1 R 19:11-12). Jesucristo usó historias de la vida
diaria para revelar verdades de Dios. Dios iluminará cualquier cosa en el mundo
natural para hablarnos, si tenemos los ojos entrenados para ver, nuestros oídos
para oír y nuestros corazones para recibir.

Vellones.

Dios algunas veces habla a través de vellones (Jue 6:36-40). Para confirmar
la voluntad de Dios, Gedeón extendió su vellón de lana en el suelo y le pidió a Dios
primero que lo mojara y luego que lo secara. Yo pienso que puede ser apropiado
extender un vellón metafórico cuando tenemos que hacer una decisión,
especialmente cuando hemos llegado a un callejón sin salida. Hemos orado, y
esperado, pero aún no tenemos certeza. En esos casos, podemos pedir a Dios una
señal definida de Su dirección.
Tengo tres advertencias sobre este método de probar la voluntad de Dios.
Primero: asegúrese que el vellón es sobrenatural y que no puede ser
manipulado por nadie relacionado con la decisión.
Segundo: Use los vellones escasamente como un último recurso. El uso
excesivo de vellones indica un concepto de Dios que lo hace más como el genio de
la lámpara de Aladino, que como un Dios soberano todopoderoso. Si caemos en
ese concepto de Él, nos llevará a una pérdida de intimidad con Él.
Tercero: Recuerde que los vellones son una forma inferior y menos personal
de revelación. Cuando usamos un vellón, estamos confesando o que Dios no nos
ha hablado, o que no pudimos escucharlo con nuestros corazones, o que lo que nos
dijo no nos ha dado confianza para actuar.
30

Manifestaciones físicas en nuestros cuerpos.

Una mujer enferma tocó el borde del manto de Jesús, pero Jesús no sintió el
toque. En lugar de eso, Él sintió que poder sanador estaba saliendo de su cuerpo y
entrando en el de la señora. El sintió la sensación, así que se detuvo para buscar a
la señora porque Él quería que ella supiera que fue su fe en Él, no el poder de su
manto, lo que la había sanado (Lc 8:45-46).
El día de hoy no es raro que Dios hable a los profetas a través de señales
corporales. Un profeta que conozco siente un escalofrío físico en su cuerpo cuando
está en la presencia de una víctima de SIDA. Algunas veces cuando estoy hablando
a un grupo, siento un dolor que no es mío. Eso me ayuda a identificar gente que el
Señor quiere sanar. Tan pronto como le pido a la gente con ese dolor que pase al
frente para ser sanada, el dolor que yo siento desparece.
Las manifestaciones físicas siempre han sido un tema controversial en la
iglesia. Están sujetas al abuso y la falsificación. Gente que las tiene puede sentirse
superior a los otros. Gente que no las experimenta puede pensar que los que si las
experimentan son inestables. Pero esas no son buenas razones para rechazar las
señales. Cualquier cosa buena puede ser abusada o falsificada.
Recuerde, somos más que nuestras mentes. Nuestros cuerpos
constantemente nos están diciendo cosas: cuando descansar, cuando comer,
cuando ver a un médico, y muchas más. Regularmente usamos nuestros cuerpos
en lugar de palabras para comunicar amor, disgusto, apatía y muchas otras cosas
unos a otros. Si ese es el caso, ¿Por qué pensaríamos que es tan extraño si Dios
usa nuestros cuerpos para comunicarse con nosotros?
Si sientes señales físicas en tu cuerpo, aprende lo que significan. No abuses
de ellas, y no hagas gran cosa de ellas.

Los Cinco Sentidos Espirituales.

Los creyentes bíblicos no tienen dificultad en creer que los profetas bíblicos
podían ver cosas con sus ojos espirituales y escuchar cosas con sus oídos
espirituales. Las visiones no se ven con los ojos naturales, y la voz interna audible
no se escucha con nuestros oídos naturales. Pero ¿Qué hay de los sentidos del
gusto, tacto y olfato? Tienen ellos correspondencia espiritual también? Aun cuando
no hay mucha evidencia bíblica para el gusto, tacto y olfato espirituales, hay tres
líneas de evidencia argumentando que Dios habla a través de esos sentidos
también.
Primero, por analogía deberíamos esperar que Él lo hiciera. Si Él nos habla
por la vista y el oído espirituales, deberíamos esperar que Él transformara los otros
tres sentidos también, a menos que exista una razón convincente de porque no
debería hacerlo.
31

Segundo, los profetas principiantes así como los profetas maduros están
recibiendo mensajes el día de hoy a través de los sentidos espirituales del gusto, el
tacto y el olfato. Una señora que conozco frecuentemente “huele” las víctimas de
incesto. Cuando una víctima de abuso camina cerca de ella en la iglesia, o en una
fiesta, ella a menudo huele algo como azufre. Ella entonces ora por un tiempo
apropiado para ministrar a la persona lastimada.
Tercero, el diablo puede usar todos los cinco sentidos, también. Yo he estado
en presencia del toque, olor y sabor demoniacos cuando hemos estado echando
fuera demonios de la gente. El diablo no es un creador, sino un copiador y
falsificador de las obras y los métodos de Dios. La copia de lo que es falso supone
la existencia de lo que es real. (Más tarde discutiremos como protegernos a nosotros
mismos de la revelación falsa.)

Una palabra de precaución.

La experiencia de la profecía es una de las experiencias más sobrenaturales


de la Biblia. Y continúa siéndolo el día de hoy. Hay dos errores comunes que
cometen quienes buscan este ministerio sobrenatural.
El Primer Error consiste en pensar que si tan solo nos visitara un ángel, o si
solo pudiéramos escuchar la voz audible de Dios, o si solo fuéramos llevados al
cielo, todos nuestros problemas se resolverían y siempre tendríamos fe para
obedecer a Dios. Pero este no es el caso.
Una nación entera observó como Dios envió 10 plagas sobre sus opresores.
Esa misma nación caminó a través de un mar que Dios había abierto para ellos.
Ellos lo vieron bajar sobre una montaña en toda su gloria y lo escucharon hablarles
en una voz audible. Y sin embargo, esa misma gente adoró un becerro de oro y se
deleitaron en orgías sexuales.
Hubo incluso grandes profetas que experimentaron el poder milagroso de
Dios pero que después tuvieron fallas significativas en sus vidas. Moisés partió el
Mar Rojo y habló con Dios cara a cara, sin embargo al final de su vida desobedeció
a Dios y murió fuera de la Tierra Prometida. Elías bajó fuego del cielo y el siguiente
minuto estaba corriendo por su vida escondiéndose de Jezabel. No hay ninguna
experiencia espiritual que pueda eliminar nuestra necesidad de caminar por fe cada
uno de los días.
El Segundo Error consiste en enamorarse más de la experiencia sobrenatural
que del Señor mismo. Este error es especialmente común cuando se presenta por
primera vez el ministerio profético. Si la revelación y el poder se hacen más
importantes que nuestra amistad con Jesucristo, nos convertiremos en pobres
administradores del don que se nos ha confiado, eventualmente engañándonos a
nosotros mismos y a aquellos que nos siguen.
32

Debido a que es el santo amor del Padre lo que está detrás de toda
revelación, enviándola, protegiéndola e interpretándola, nosotros debemos
sumergirnos en ese amor. Porque Dios confiará sus secretos y los secretos de otros
a aquellos que lo aman a Él y a todo lo que Él ha creado.
33

Capítulo Cuatro: Cuatro Pruebas para Discernir la Voz de Dios.

“Te vas a morir antes de tiempo.” Eso es lo que la voz le dijo a ella, y se lo
había estado diciendo durante un largo tiempo. Yo también “escuché” esa voz
cuando miré a la sección de la audiencia en la cual ella estaba sentada. ¿Pero de
quién era esa voz? ¿Era Dios tratando de prepararla para una muerte prematura?
¿Era la culpa surgiendo de la oscuridad de sus pecados secretos? ¿Era su madre
hablándole desde la tumba sobre una muerte prematura? ¿O era la voz de las
mismas tinieblas: sin poder para tomar la vida, pero experta en profanar la vida? La
voz tenía poder sobre ella porque ella creyó que le estaba diciendo la verdad. Yo
creí que la voz estaba mintiendo.
Apunté a esa sección y dije “Alguien sentado por allá cree que va a morir
prematuramente, pero no es cierto. ¿Podría por favor levantar su mano? Queremos
orar por usted”. Resultó que ella no era la única persona en la audiencia, esa noche,
que había estado escuchando esa voz. Para algunos era solo un pensamiento
ocasional. Para otros era un pensamiento persistente. Para otros era incluso una
certeza. Yo supe que no era Dios advirtiéndolos de una muerte temprana, y yo supe
que el poder que esta voz tenía sobre ellos se suponía que iba a terminar esa noche.
¿Pero cómo lo supe? ¿Cómo sabes cuándo es Dios hablando en tu espíritu o es
una voz completamente diferente la que está hablando en tu espíritu?

Las Cuatro Pruebas.

Dios no es el único que nos habla. Nuestros propios pensamientos y


emociones nos hablan. La presión que sentimos de otros también nos habla. El
diablo también nos habla (Ap 12:10). ¡Todas esas voces! ¿Cómo podemos discernir
cuando es realmente Dios el que nos habla? Aquí tenemos cuatro pruebas que nos
ayudan. Pero tú vas a necesitar más que esas cuatro pruebas.

Primero. La Biblia.
El mundo se va a terminar todo el mundo sabe eso. Pero cuando va a suceder
es materia de no poco debate teológico y científico. Alguien, usando cálculos
matemáticos basados en la Biblia, predijo que el rapto ocurriría en septiembre de
1988. Él consiguió un número significativo de seguidores a pesar de que Jesucristo
dijo “Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el
cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.” (Mt 24:36).
La proximidad del año 2000 también llevó a algunos a predecir una fecha
exacta para la segunda venida. Un maestro bien conocido usó los valores numéricos
de las letras hebreas en combinación con el hecho de que muchos programas viejos
de computadoras usaban 9999 como un comando de salida, para sugerir que el
34

rapto ocurriría el 9 de septiembre de 1999 (9-9-99). En su artículo, él incluso citó


Mateo 24:36, recordando a sus lectores que nadie realmente supo la fecha del rapto.
Sin embargo, su artículo estaba claramente especulando que llegaba el 9 de
septiembre de 1999.
Especular sobre el tiempo de ocurrencia de un evento que ha sido declarado
desconocido por un Ser Omnisciente nunca ha sido un uso muy productivo del
tiempo. Pero poniendo buena atención a lo que la Biblia tiene que decir, mucha
gente ha sido salvada de más que solo perder el tiempo.
Cuando el apóstol Pablo llegó a Berea predicando a Cristo en la sinagoga
judía, por ejemplo, los bereanos “… todos los días examinaban las Escrituras para
ver si era cierto lo que se les anunciaba.” (Hch 17:11). Su disposición de escudriñar
las Escrituras salvo sus vidas, para siempre. Nosotros debemos seguir el ejemplo
de los nobles bereanos. La Biblia es la primera prueba a través de la cual debe
pasar nuestra experiencia subjetiva. Si mi impresión contradice la Biblia, entonces
la desecho.
Tú pensarías que los creyentes bíblicos nunca aceptarían como verdadero
algo que contraiga a la Biblia, pero ellos lo hacen todo el tiempo. Por ejemplo,
jóvenes cristianos se casan con incrédulos todo el tiempo, convencidos de que Dios
les ha dado su bendición, aun cuando la Biblia dice que no lo hagan (2 Co 6:14). Si
queremos algo en forma urgente, siempre podemos encontrar una razón por la cual
somos una excepción a la regla.
Sin embargo, Jesús dijo “la Escritura no puede ser quebrantada” (Juan
10:35). Hasta donde yo sé, no hay ningún ejemplo claro de que Dios haya
quebrantado Su palabra. Él no nos dice que hagamos lo que la Biblia prohíbe. La
orden de Dios de sacrificar a Isaac se usa algunas veces como una excepción a
este principio, pero un cuidadoso estudio muestra que no lo es (Vea “Sorprendido
por la Voz de Dios”, página 374, nota 1 en Inglés, y página 437, Capítulo 21, nota 1
en Español). A pesar de que la voz de Dios pueda contradecir una de nuestras
interpretaciones de la Escritura, nunca contradecirá a la Biblia, no importa lo que
diga nuestro corazón.

Segundo. Su Carácter.

Aquí está el resto de la historia de la señora que les platiqué al inicio de este
capítulo. Durante 12 años ella despertó todos los días pensando que ella iba a morir
ese día. Nunca se le ocurrió a ella que la voz que le decía esto era la voz de un
mentiroso consumado.
Me la encontré a ella en una conferencia en otro país. Mientras yo estaba
hablando, tuve la impresión de que ciertos individuos en la audiencia sintieron que
iban a morir prematuramente. Ella fue una de las señoras que pasó al frente para
recibir oración.
35

Ella tenía pelo rojo y tenía entre 30 y 40 años. Ella se veía como si debiera
estar disfrutando de la vida, pero en cambio solo estaba soportando la vida.
“¿Usted cree que va a morir prematuramente?” le pregunté a ella.
“Sí. Eso es lo que yo creo que Dios me está diciendo a mí”
“¿Usted piensa que sus hijos también van a morir prematuramente?”
“Sí” dijo ella cuando empezó a sollozar.
“Ese no es Dios hablándole a usted”, le dije.
“¿Cómo lo sabe?”
“¿Cómo la hace sentirse esa voz?”
“Sin esperanza”
“Por eso no puede ser Dios. Sus palabras traen esperanza, no
desesperación. ¿Durante cuánto tiempo le ha estado diciendo la voz que usted y
sus hijos van a morir pronto?”
“Doce años.”
“Esa es otra razón por la que sabemos que la voz está mintiendo. Doce años
no es pronto.”
Yo creo que esta señora fue liberada esa noche de esa voz atormentadora.
La voz amenazando una muerte prematura es una trampa común. Los cristianos
caen en ella todo el tiempo porque no hemos aprendido a reconocer el carácter de
la voz de Dios. No es que Él nunca le dice a la gente que están cercanos a la muerte;
Él le dijo al apóstol Pablo que el tiempo de su partida había llegado “Yo estoy ya a
punto de ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano.” (2 Ti 4:6). Pero las
palabras produjeron gozo y paz en él, no desesperación y terror. Dios reserva sus
palabras aterradoras para aquellos que se rebelan contra Él. Él habla palabras de
aliento a sus hijos débiles e inmaduros que puedan estar tropezando, pero que
están tropezando hacia Él.
Si leemos la Biblia con la iluminación del Espíritu Santo, aprenderemos a
reconocer el carácter de la voz de Dios. En la Escritura vemos que cuando Jesús
habla a Sus seguidores, Él no los condena, los regaña o se queja de ellos. Su voz
es tranquila, calmada y con autoridad. Aun sus advertencias y reprensiones traen
esperanza.
Si es realmente la sabiduría del Señor lo que está llegando a nosotros, debe
traer paz si nosotros escuchamos realmente (Stg 3:17; Fil 4:6-7; Jn 16:33). La voz
del diablo hace justo lo opuesto, nos acusa y nos condena, con el fin de robar
nuestra fe y esperanza (Ap 12:10). Las voces tienen diferentes caracteres. Aprenda
el carácter de cada voz que le habla a usted antes de que se la atribuya a Dios.

Tercero. Su Fruto.
¿Qué clase de fruto produce la voz interior cuando tú la sigues? Jesús dijo
que podemos distinguir la diferencia entre los profetas falsos y los verdaderos, por
el fruto de sus ministerios (Mt 7:15-23). De esta misma forma, si estamos siguiendo
36

la voz del Señor, veremos el fruto del Espíritu en nuestras propias vidas, aun si la
gente rechaza nuestro ministerio.
Pon atención a los resultados de las diferentes voces que tú sigues. Guarda
registros de ellas. ¿Qué sucede cuando sigues la voz del odio, la voz que dice, Dios
juzgará a tu oponente? ¿Qué sucede cuando sigues la voz de la codicia, la voz que
dice tienes que obtenerlo ahora? ¿Qué pasa cuando sigues la voz del temor, la voz
que dice no puedes hacerlo?
Si estamos siguiendo la voz de Dios, podemos esperar experimentar el fruto
del Espíritu, especialmente la paz (Fil 4:9).

Cuarto. Su Diferencia.

Hay dos versículos en la Biblia que no han sido creídos por los creyentes de
la Biblia en todas las épocas. Aquellos que fallan en creer esos versículos también
pueden fallar en escuchar mucho de lo que Dios les está diciendo. Me estoy
refiriendo a Isaías 55:8-9 “Porque mis pensamientos no son los pensamientos de
ustedes, ni son sus caminos mis caminos, ha dicho el Señor. Así como los cielos
son más altos que la tierra, así también mis caminos y mis pensamientos son más
altos que los caminos y pensamientos de ustedes.”
La mayoría de nosotros los cristianos diríamos que estamos de acuerdo con
esto, pero la manera en que estamos de acuerdo es esta “Es cierto, Señor, ellos no
piensan como nosotros, ¿verdad?”. La verdad es que lo creemos para alguien más.
Tendemos a pensar que es la otra persona la que no entiende los caminos del
Señor.
Si los pensamientos y actos de Dios difieren enormemente de los nuestros,
dos hechos indiscutibles siguen. Primero, las cosas más importantes en la vida solo
pueden entenderse por revelación de Dios. El intelecto humano, no importa que tan
brillante sea, no puede penetrar los caminos de Dios. Segundo, cuando la revelación
de Dios llega, puede parecernos equivocada al principio.
Cuando Jesús les dijo a sus discípulos que Él debía ser crucificado y
resucitado al tercer día, Pedro dijo “¡Nunca, Señor!” Pedro estaba diciendo que este
era un mal plan. Era lo opuesto de lo que debía pasar. No importaba cuantas veces
Jesús les dijera a sus discípulos acerca de la cruz, ellos no podían entenderlo o
aceptarlo. Si sus mejores amigos no podían entender Su cruz, ¿Qué nos queda al
resto del mundo?
Los griegos y los romanos pensaron que el mensaje de la cruz era absurdo.
La crucifixión estaba reservada para los peores criminales; era ilegal crucificar a una
ciudadano romano sin importar el crimen cometido. No había ningún ejemplo en la
mitología griega, ni en la romana, de un dios crucificado. Un Dios crucificado era
una contradicción de términos. ¿Qué Dios podría someterse nunca a tal
humillación? Los judíos no podían aceptar el mensaje de la cruz, porque alguien
37

colgado en una cruz estaba maldecido de acuerdo a Deuteronomio 21:22-23. Ellos


pensaron que era imposible para Dios traer una maldición sobre sí. La cruz de Jesús
contradijo la sabiduría y la experiencia humana, e incluso el entendimiento de los
académicos de la Biblia. Después de 2000 años la cruz todavía es un misterio que
solo es entendido parcialmente.
Como el misterio de la cruz lo demuestra, es normal para Dios venir a
nosotros en una forma que hace difícil reconocerlo a Él, y en cierta forma hace fácil
rechazarlo. ¿Cómo podría ser de otra forma cuando nos estamos relacionando a
nuestro Creador, quién es infinitamente superior a nosotros en todos los aspectos?
Nuestra incapacidad de reconocer a Dios y Sus caminos es una de las
razones por las que Dios nos envía Sus profetas. Y si nosotros queremos ser
profetas, debemos poner mucha atención a los pensamientos que vienen a nosotros
de ninguna parte con un mensaje que contradice nuestras formas normales de
pensar o actuar.
Esas cuatro pruebas, la Escritura, su carácter, su fruto y su contendido, nos
ayudan a reconocer la voz de Dios. Pero nunca pueden ser usadas como una lista
mecánica de verificación. Ni pueden ser un substituto para la experiencia. A través
de la experiencia, podemos crecer en nuestra habilidad de escuchar a Dios. “Pero
la comida sólida es para los maduros, quienes por el uso constante se han
entrenado para distinguir entre el bien y el mal” (He 5:14).
Escuché una excelente explicación de un jugador de golf recientemente.
Después me quedó estupefacto cuando lo observé hacer una demostración con un
palo de golf. Para explicar era muy bueno, pero como jugador era muy malo.
Tuve una experiencia similar leyendo un libro sobre la oración. Admiré las
ilustraciones y algunos de sus razonamientos acerca de la oración, pero unos tres
capítulos adelante, supe que el autor tenía muy poca experiencia orando. Él estaba
tratando de ofrecer una explicación intelectual sobre la oración sin una historia
personal convincente. Conocer acerca de la voz de Dios, no es lo mismo que
conocer la voz de Dios.
¿Y qué pasa contigo? ¿Estás constantemente pidiéndole su opinión a Dios?
Es a través del “uso constante” como crecemos en discernimiento, en nuestra
habilidad de escuchar su voz. Nadie da un gran golpe con un palo de golf sin mucha
práctica. Lo mismo es cierto para aquellos quienes quieren escuchar la voz de Dios.
Todos hemos visto gente que ha practicado mucho de algo y todavía no son
muy buenos en eso. Algunas veces significa que ellos simplemente no tienen talento
para lo que están practicando, ya sea música, un deporte o una habilidad técnica.
Pero de acuerdo a Jesucristo, todos los cristianos tienen la habilidad de escuchar
su voz (Juan 10:27).
Algunas veces si practicamos de la forma equivocada podemos retroceder.
Todo golfista principiante ha escuchado a su instructor decir “La práctica no los hace
perfectos. La práctica es permanente.” Practicar mientras se descuidan las cosas
38

fundamentales puede de hecho hacer las fallas permanentes. Cuando se trata de


escuchar la voz de Dios, la clave no está en las cuatro pruebas, si siquiera en mucha
práctica, sino en nuestro corazón. Descuidar el papel de nuestro corazón es una
forma segura de ser engañado. La clave para escuchar a Dios no está en nuestra
inteligencia sino en nuestra humildad.

El Corazón Humilde.

Dios repetidamente nos dice cuanto valora Él la humildad. “Miraré a aquel


que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Is 66:2). Existe
realmente gente a la que Dios mismo estima. Este es un hecho sorprendente por sí
mismo, pero a quién Él estima es aún más sorprendente. Él no estima al rico, el
bello o el inteligente; Él estima al humilde. David nos dice esto: “Tú, Señor, estás en
las alturas, pero te dignas atender a los humildes; en cambio, te mantienes alejado
de los orgullosos.” (Sal 138:6). Pedro nos dice esto: “Revístanse todos de humildad
en su trato mutuo, porque «Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los
humildes». Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte
a su debido tiempo.” (1 P 5:5-6).
La Escritura declara que el humilde escucha y entiende la voz de Dios. Entre
todos los profetas del Antiguo Testamento, nadie escuchó la voz de Dios como
Moisés, porque él era “más humilde que cualquier persona en la faz de la tierra” (Nu
12:3-8). De hecho, la humildad es una de las principales cualidades de carácter de
todos los grandes profetas. La humildad es el camino a la amistad con Dios. Es muy
simple: Dios trata con el orgulloso desde lejos, pero con el humilde trata
personalmente y en forma cercana. Yo nunca he escuchado a un pastor o a un
teólogo discutir esto. Tampoco nunca he escuchado un sermón o una conferencia
teológica sobre la humildad. He escuchado cantidad de sermones sobre la fidelidad,
el servicio, la pureza, el juicio, la gracia, la misericordia, la obediencia, la oración, la
meditación y dones espirituales, pero no puedo recordar nunca haber escuchado
que se hablara de la humildad.
Jonathan Edwards dijo que el pecado más difícil de detectar y el que yace en
la base de la mayoría de nuestros otros pecados es el orgullo. Si eso es cierto, me
pregunto si lo contrario podría decirse sobre la humildad: es la virtud más difícil de
adquirir. La humildad es la virtud a la que más se opone nuestra carne, porque es
la tierra donde crecen muchas otras virtudes. Una cosa es cierta: todos los que son
famosos por amar a Dios a través de la historia bíblica también son
excepcionalmente humildes.

¿Qué es Humildad?
39

Los diccionarios a menudo empiezan diciéndonos lo que no es humildad: no


orgulloso, no arrogante, no altivo, no asertivo, y no pretensioso. ¿Pero qué es? La
Biblia no nos da una definición simple de humildad, pero ofrece cinco descripciones
de gente humilde.
Primero, las personas humildes son pequeñas en sus propios ojos. Esto es
lo que el profeta Samuel le dijo al Rey Saúl (1 S 15:17). ¿”Pequeño en tus propios
ojos” significa tomar una visión negativa de nosotros mismos, creyendo que no
tenemos valor y somos insignificantes? Para nada. Considere a Juan el Bautista,
quién supo que era especial. Su concepción fue anunciada antes de tiempo por el
ángel Gabriel, uno de los únicos dos ángeles nombrados en la Escritura (Lc 1:11-
20). Su nacimiento fue celebrado por una de las más poderosas palabras proféticas
en la Biblia (Lc 1:67-79). Él supo que se la había dado el mayor privilegio de todos
los profetas. Él supo que él era la “voz” de Isaías 40:3, el precursor del Mesías. Juan
supo que era especial, sin embargo él todavía humilde en sus propios ojos.
La humildad no es la negación de nuestros atributos; humildad es creer en
nuestros corazones que nuestras mejores cualidades no son suficientes para
merecer la atención de Dios, ni siquiera para ganar la más baja posición de servicio
para Él. Juan supo que era grande, pero en comparación con el Mesías, él dijo que
no era digno de realizar el más bajo acto de servicio: desatar las sandalias del
Mesías (Jn 1:27). Humildad es vernos a nosotros mismos no en comparación de
unos con otros, pero en la luz de la grandeza de Dios.
Segundo, la gente humilde conoce que no es su fuerza física, ni su
inteligencia, ni su suerte, sino el Señor quien determina el resultado (Pr 21:31;
16:9,23). Cuando los discípulos de Juan el Bautista vinieron a él quejándose de que
más gente estaba yendo con Jesús que con Juan, el profeta contestó “Nadie puede
recibir nada, si no le es dado del cielo” (Jn 3:27). Salomón lo dijo así “Si el Señor no
edifica la casa, de nada sirve que los edificadores se esfuercen” (Sal 127:1).
Jesucristo enfatizó esto a Sus discípulos la noche antes de su crucifixión. Él dijo
“separados de mí ustedes nada pueden hacer” (Jn 15:5).
Tercero, la gente humilde pone su confianza en la misericordia de Dios, en
lugar de sus habilidades o carácter (Ro 9:15-16). Jesucristo ilustró esto en la historia
del orgulloso fariseo presumiendo su justicia y del pecador clamando por
misericordia (Lc 18:9-14). Otra forma de establecer este principio es que la gente
humilde pone su confianza en la habilidad del Espíritu Santo para hablar, no es su
habilidad para escuchar. O la gente humilde pone su confianza en la habilidad de
Jesucristo para dirigir, no en su habilidad para seguir. Al final de su vida, Pablo lo
dijo así “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino
celestial” (2 Ti 4:18).
40

Cuarto, la gente humilde está dispuesta a asociarse y servir a gente de más


baja posición (Ro 12:10; Ga 5:13; Fil 2:3-4), igual que Jesús (Fil 2:5-11) y nuestro
Padre hacen (Is 57:15; 66:2).
Quinto, la gente humilde ha aprendido a abrazar su debilidad. El apóstol
Pablo nos dice que el poder de Cristo descansa sobre gente que abraza su debilidad
“pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la
debilidad.» Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades,
para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. Por eso me regocijo en
debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo;
porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” (2 Co 12:9-10). Una debilidad en
este sentido no es un pecado, ni es la inmadurez normal que dejamos atrás cuando
crecemos más cercanos a Cristo. Debilidad es la falta fuerza o habilidad para hacer
algo que consideramos deseable o necesario. Puede ser una discapacidad física
como un impedimento para el habla, o un rasgo de personalidad que no nos gusta
como la timidez.
El apóstol Pablo no nos dijo cuál fue su debilidad, solo que era una espina
en la carne, del diablo que lo atormentaba “una espina me fue clavada en el cuerpo,
es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara.” (2 Co 12:7). Tal vez
si él hubiera nombrado su debilidad específica, tendríamos la tendencia de glorificar
su debilidad y minimizar la nuestra. Muchos de nosotros estamos afligidos por
nuestras debilidades viéndolas como desventajas permanentes.
Pero la gente humilde ve sus debilidades como oportunidades para que el
poder de Cristo descanse sobre ellos.
Si la humildad es tan esencial para escuchar la voz de Dios, ¿cómo podemos
obtenerla? No leyendo acerca de ella.

Convirtiéndose en Humilde.

“Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer” (He 5:8).


Esta es quizá una de las afirmaciones más inesperadas acerca de Jesucristo en
todo el Nuevo Testamento. Es difícil pensar de una Persona perfecta “aprendiendo”
cualquier cosa, especialmente obediencia. ¿Quién realmente entiende cómo la
humanidad y la deidad de Jesucristo funcionaban en Su persona? Sin embargo, de
alguna forma el dolor era necesario para Él y Él se benefició del dolor. Si Jesucristo
necesitó dolor, ¿Cuánto más lo necesitamos nosotros?
Si escuchas a algunos predicadores el día de hoy, puedes sacar la idea de
que el dolor nunca es la voluntad de Dios para nuestras vidas. De acuerdo a
algunos, sufrimos debido a nuestra falta de fe. Algunas veces eso es verdad, pero
no fue cierto de Job y ciertamente no fue verdad del sufrimiento de Jesucristo. Dios
usa el dolor para entrenarnos. Ya sea que Él lo cause, que Él lo permita, que lo
causemos nosotros, o que nuestro enemigo lo causa, es irrelevante en cierto
41

sentido. Dios podría prevenir todo nuestro dolor si Él escogiera hacerlo, pero en
lugar de eso Él escoge usar nuestro dolor, dándonos la oportunidad de llegar a ser
humildes. El dolor no produce humildad automáticamente; en algunas personas el
dolor produce amargura. Pero nadie llega a ser humilde si el dolor no hace su
trabajo. A menudo ese dolor toma la forma de experiencias en el desierto.
La humildad casi siempre se adquiere en el desierto. Moisés, David, Juan el
Bautista y Jesucristo, todos tuvieron un tiempo de entrenamiento en el desierto. De
la misma forma, todo el que es usado grandemente por el Señor, es llevado al
“desierto” para obtener humildad. Dios incluso envió una nación entera por 40 años
al desierto, para hacerlos humildes, para traerlos a una posición de dependencia
infantil y de agradecimiento (Dt 8:1).
El desierto es necesario porque ningún ser humano tiene el carácter para
soportar éxito continuo. Jesucristo tuvo el carácter, pero Su Padre no lo hizo la
excepción de la regla. Necesitamos fracaso, dolor, y resequedad para quebrar el
poder de nuestro orgullo. En esta vida, no existe cura para nuestro orgullo. Se nos
ofrece un respiro diario basado en la calidad de nuestro andar diario con Jesucristo.
El desierto es uno de esos lugares en donde descubrimos nuestra absoluta
necesidad de ese caminar.
El ministerio profético algunas veces es espectacular. Los profetas pueden
deslumbrar una audiencia, incluso a una nación entera. Debido a eso, es fácil para
los profetas inflarse de orgullo. El desierto es la cura tanto para el orgullo personal
como el profético. Entre mayor sea el don profético, mayor y más severo será el
tiempo en el desierto. Vea el desierto con buenos ojos. Significa que el don de la
humildad está siendo impartido, y que la promoción o la restauración vienen en
camino.
Jesús dijo que nadie en la tierra fue mayor que Juan el Bautista (Mt 11:11).
¿Por qué? Porque nadie abrazó la humildad como Juan. No fue solo que Juan
empezó en humildad, pequeño a sus propios ojos cuando miró a Jesucristo; el
abrazó la humildad incluso cuando significó que su ministerio disminuiría en la
presencia de Jesucristo. Él dijo de Jesucristo “Es necesario que él crezca, y que yo
decrezca.” (Jn 3:30). Él supo, en la cúspide de su popularidad, que la llegada de
Jesucristo significaba el fin del ministerio del precursor. Otros se habrían sentido
ofendidos con la pérdida de su ministerio, pero a Juan le pareció correcto. ¿En
donde aprendió a responder con tanta humildad? En el desierto.
El desierto representa ese tiempo en nuestras vidas cuando parecemos
improductivos y Dios parece muy lejano. Y si eso no fuera suficiente, una prueba
mayor o una tentación se nos arroja en el desierto. El dolor del desierto es donde
aprendemos que aparte de Cristo nada podemos hacer.
Una segunda cosa que ayuda a crecer en humildad es estar con gente
humilde. Es una ley de la naturaleza humana que llegamos a ser como nuestros
amigos (Pr 13:20), y esto puede ser un problema, especialmente para los hombres.
42

El hombre cristiano promedio dirá que su esposa es su mejor amigo. En la mayoría


de los casos su esposa es su único amigo. Si le preguntas a ese mismo hombre
quién es su mejor amigo hombre, él usualmente te platicará de alguien de su
escuela preparatoria o de la universidad, alguien que ya no vive en su ciudad, y
alguien con quien raramente platica. Hemos llegado a estar cada vez más aislados
en la cultura moderna, y somos más pobres debido a eso.
Dios nos hizo para conectarnos con Él y con otros al nivel más profundo. Uno
de los retos más grandes que enfrenta la iglesia el día de hoy es crear un ambiente
favorable a que se formen amistades profundas, en lugar de simplemente enfocarse
en construir un ministerio. Cuando el interés primario es construir en lugar de
conectar, terminamos usando a la gente, evaluándolos de acuerdo a su habilidad
de ayudarnos a edificar nuestro ministerio. Pero antes de que Jesucristo llamara a
los apóstoles para edificar un ministerio, Él los llamó “para estar con Él” (Mr 3:13-
15). Los ministerios más poderosos se construyen sobre una conexión profunda con
Dios y con Su pueblo. Aquí está porqué.
Todos nosotros necesitamos de una a tres personas del mismo sexo que
sean tan cercanas a nosotros que conozcan todos nuestros secretos. ¿Porqué?
Porque si no puedes hablar acerca de algo, ese algo te posee. Cuando comparto
un secreto oscuro con un amigo cercano, el 50 por ciento del poder de esa oscuridad
se rompe inmediatamente. Santiago dijo que si queremos ser sanados, es necesario
que confesemos nuestros pecados unos a otros (Stg 5:16). Tu solo puedes hacer
esto consistentemente con los amigos más cercanos, personas que nunca usarían
tus secretos para traicionarte. Las verdaderas amistades profundas se forman sin
segundas intenciones. Los mejores amigos son mejores amigos por una razón:
disfrutan unos con otros. Y esto nos trae de regreso a nuestro último propósito en
la vida, amar a Dios y amarnos unos a otros (Mt22:37-40).
Ciertamente amar incluye servir y edificar, pero podemos edificar y servir sin
amar. Podemos incluso sacrificar nuestras vidas sin amar (1 Co 13:3). Pero nadie
puede disfrutar de Dios sin amarlo a Él (contraste a Martha y María, Lc 10:38-42).
Yo creo que la mejor medida de nuestro amor por Dios es el nivel de nuestra
capacidad para disfrutar de Él. Entre más estemos realmente “con” Dios, más
disfrutaremos de Él. Pero hay un problema: es mucho más fácil “hacer algo para”
Dios que “estar con” Dios. El miedo y la inseguridad nos conducen a llenar nuestras
vidas con hacer cosas, que nos queda muy poco tiempo para estar con Dios o con
los mejores amigos. Y sin embargo son esas amistades las que nos dan un gozo
real, nos permiten sentirnos significativos y nos transforman. Cada persona humilde
en la historia bíblica está profundamente conectada con otras personas humildes y
creciendo en su habilidad de disfrutar de Dios.
La humildad es producida por el dolor, por estar con Jesús, por estar con
personas humildes, y es un proceso que dura toda la vida (Fil 3:12-14).
43

Capítulo Cinco: Entendiendo el significado de lo que Dios dice.

Presión sanguínea.

De ninguna parte esas palabras entraron en mi mente. La mujer a la cual estaba


mirando parecía perfectamente sana. Estaba sentada en la tercera fila a mi izquierda.
Yo estaba parado en la plataforma, mirando a la multitud, orando por revelación. Y
entonces vino, aunque nada sugería que la mujer tuviera problemas de presión
sanguínea y yo no había estado hablando o pensando acerca de enfermedades.
He crecido acostumbrado a experiencias como esa, experiencias que algunos
llaman “palabras de conocimiento.” Sin embargo, no estaba acostumbrado a lo que
iba a seguir, ni estaba preparado para la lección que el Señor iba a darme, una lección
acerca de cómo debemos escuchar cuando Él habla, y más importante, una lección
acerca de mi corazón.
Miré a la mujer por un momento más largo esto iba a ser impresionante, Estaba
seguro.
“¿Tiene usted alta presión sanguínea?” le pregunté a la señora.
“No”, contestó ella. Yo no podía creerlo. Estaba seguro que el Señor me había
indicado que si tenía. Tal vez había sido un poco apresurado al llamarla. Tal vez era
alguien en su familia.
“¿Alguien en su familia tiene alta presión sanguínea?”
“No.” Segunda falla. Tal vez la revelación no era para esta señora, sino para
alguien sentado cerca de ella, y yo le había dado tiempo al Señor para indicarme quien
era realmente.
“¿Alguien sentado alrededor de esta señora tiene alta presión sanguínea?” Le
pregunté a esa sección de la audiencia.
Tercera falla. Supongo que podría haber continuado, “Bien, ¿alguien conoce a
alguien en cualquier parte del mundo que posiblemente tenga alta presión sanguínea,
o la tuvo alguna vez? Eso me habría sacado del equipo. Si yo acepté la tercera falla,
tal vez me dejarían batear más tarde. La iglesia en la que estaba hablando Trinity
Fellowship, de Amarillo, Texas, era una de mis iglesias favoritas. Yo quería
permanecer en ese equipo. Así que, avergonzado y confundido, admití mi error y
continué la reunión.
Después de la reunión, la señora que no tenía alta presión sanguínea se acercó
y me dijo “Sabes que, mi esposo tiene baja presión sanguínea. Es tan mala que
algunas veces él se desmaya. ¿Piensas que eso es lo que estabas viendo?”. Yo había
cometido un error de principiante en el ministerio profético.
La misericordia del Señor es tan grande que el venció mi error, de modo que
no se perdió nada. Realmente, se ganó más con mi error que lo que se hubiera ganado
con mi éxito. Antes de que explique el error, permíteme explicar la misericordia.
Primero, el Señor todavía nos permitió identificar quién tenía el problema de la presión
44

sanguínea de modo que pudimos orar por él. Segundo, el Señor me mostró porque
hice el error de modo que pudiera aprender de él. Tercero, puesto que estoy
escribiendo acerca de él ahora, tú y otros se pueden beneficiar de mi fracaso. Cuarto,
había algo que yo necesitaba perder. La vergüenza que sufrí fue un pequeño precio a
pagar por esa pérdida, la cual compartiré con ustedes mas tarde.
La cosa maravillosa que yo saqué de esta pequeña falla fue que cuando
estamos dispuestos a arriesgarnos y parecer tontos para el Señor, Su misericordia
redime aun nuestros errores y nos hace mejores.
¿Qué me llevó a cometer ese error? Realmente, hubo dos errores. Nadie vio el
primero, ni siquiera yo, porque ocurrió en una parte escondida de mi corazón. El primer
error produjo el que la audiencia vio, una falla simple en mis métodos, que era mucho
más fácil de corregir que el error que había hecho en mi corazón.

Revelación, Interpretación y Aplicación.

El error en mi método fue este: Fallé en distinguir entre revelación (lo que se
dice), interpretación (lo que significa) y aplicación (que hacemos con ello). Esos tres
factores están involucrados cada vez que Dios nos habla.
La revelación es el mensaje de Dios. El mensaje puede venir a través de la
Biblia, un sueño, una impresión, o de otras formas. Si la revelación es de Dios,
entonces debe ser verdadera, porque Dios no puede mentir (He 6:18). Sin embargo,
podemos tener una revelación verdadera y darle una interpretación equivocada.
Todavía podemos tener una revelación verdadera, una interpretación correcta y una
aplicación equivocada. Tenemos que estar correctos en las tres etapas si el mensaje
del Señor va a ser de beneficio para alguien.
Yo escuché las palabras “presión sanguínea” en mi mente cuando miré a la
mujer. La revelación era verdadera, pero mi interpretación era falsa. Yo
inmediatamente salté a la conclusión de que la revelación debía significar alta presión
sanguínea. Después de todo, alta presión sanguínea es mucho más común que baja
presión sanguínea. La otra suposición que yo hice fue que la revelación se refería a
la mujer que estaba viendo cuando la palabra vino a mi mente. Llamándola a ella
públicamente (la aplicación), aseguró mi vergüenza.
Aquí está lo que debería haber hecho: debería haber preguntado al Señor que
significaba la palabra acerca de la presión sanguínea y como se aplicaba a esta
señora. Suponga que yo hubiera hecho eso, pero el Señor no me hubiera contestado.
Entones yo podría haberle pedido a la señora que me ayudara con la interpretación.
Podría haber dicho “Cuando estaba viéndola las palabras “presión sanguínea” vinieron
a mi mente. ¿Significan algo para usted esas palabras?” Si hubiera hecho esto, ella
hubiera dicho “Oh Dios, ciertamente significan algo. ¡Mi esposo tiene baja presión
sanguínea, e incluso de desmaya por eso!”
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Aun gente profética con experiencia puede aplicar mal la revelación. El profeta
Agabo escuchó decir al Espíritu Santo que cuando Pablo fuera a Jerusalén sería
puesto en prisión. Los compañeros de Pablo, incluyendo a Lucas y tal vez a Agabo,
le insistieron que no fuera. Pero Pablo fue de todas maneras (Hch 21:10-14). La
revelación era verdadera. Pero Pablo y sus compañeros llegaron a dos aplicaciones
contradictorias de la revelación. Una de ellas tenía que estar equivocada.
Una práctica útil consiste en distinguir entre la revelación, la interpretación y la
aplicación.

Escríbelo.

Otra práctica útil consiste en seguir el ejemplo de Daniel. Él escribió sus


visiones y sueños inmediatamente después de haberlas tenido (Dn 7:1). No podemos
interpretar lo que no podemos recordar. Podemos tener el sueño más vívido y pensar
que nunca lo olvidaremos, pero si no lo escribimos, dentro de 5 a 10 minutos después
de despertar, lo más probable es que olvidemos el sueño después de una hora. Las
visiones y las impresiones también se pueden perder muy rápidamente, así como las
percepciones que se ganan de meditar en la Escritura. Yo he desarrollado el hábito
de escribir todo. Esto me ha ayudado a acomodar la tendencia del Señor de hablarme
en tiempos inconvenientes”. Yo creo que el Señor a menudo nos habla en tiempos
inconvenientes para probar nuestro deseo de escucharlo a Él.
Durante gran parte de mi vida cristiana no aprecié la espontaneidad del Señor.
Yo supuse que Él me hablaría solamente a través de la Biblia, y que sería cuando yo
estuviera estudiando la Biblia. Me pareció razonable que Dios se acomodara a mi
modo preferido de comunicación divina y a mi agenda. Después de todo yo estaba
muy ocupado sirviéndolo a Él. Yo tomé notas durante mi estudio bíblico, y Dios me
habló. Aprendí cosas acerca de Dios, del diablo y de los demonios, de mí mismo y de
otros. Pero también me perdí gran parte de lo que Dios me estaba diciendo durante
esos días, porque yo había restringido mi escucha a una sola forma de comunicación
del Señor, y principalmente a un solo tiempo del día.
A pesar de que Dios me estaba hablando en varios tiempos y de varias formas,
yo ignoré esas formas porque yo pensé que no eran confiables. Pensé que me
distraerían de la Biblia y que incluso disminuirían mi amor por Él. Yo esperé que Dios
me hablara solamente cuando estaba sentado detrás de un cómodo escritorio con una
Biblia abierta, otros pocos libros, un cuaderno de notas, y una taza de café caliente a
la mano. No era una forma muy personal y no era muy parecida a la forma como le
hablaba a la gente en la Biblia, pero era conveniente. Y se adaptaba mi personalidad
académica.
Cuando finalmente admití que la forma en que Dios le hablaba a la gente en la
Biblia era también la misma forma en que le habla a la gente el día de hoy, empecé a
escuchar Su voz más frecuentemente y más personalmente. Ahora tengo una relación
46

más íntima con Él. Debido a la intimidad de nuestra relación, yo le hablo a Él con
frecuencia durante el día, y Él a mí. Lo que he descubierto es que Él no es tan
predecible como yo me imaginaba. Y ese descubrimiento ha hecho la vida con Él
mucho más interesante.
Siempre llevo papel, pluma y algunas veces una pequeña grabadora a
dondequiera que vaya, y también los tengo cerca de mi cama. Si despierto a las 3:00
AM al final de un sueño vívido, lo escribo. Si me llega una percepción mientras voy
manejando, puedo usar la grabadora para capturarla. Dios a menudo nos habla
durante nuestras mundanas actividades diarias. Cuando Él lo hace necesitamos
deteneros y escribirlo. Este hábito nos va a ayudar a meditar en lo que Él nos dice.
Algunas veces Él nos va a mostrar algo que no sucederá durante meses o incluso
años.
Tomen a María, por ejemplo. Cuando los pastores vinieron a decirle lo que los
ángeles habían dicho acerca de su bebé, ella “pero María guardaba todo esto en su
corazón, y meditaba acerca de ello.” (Lc 2:19). Cuando su niño de 12 años se alejó de
la caravana para pasar otros tres días en el templo, ella no entendió su enigmática
excusa, pero ella “guardaba todo esto en su corazón” Lc 2:51). Años más tarde,
cuando ella necesitó el tesoro para pasar por su dolor más grande, lo tenía escondido
con seguridad en su corazón, precisamente para ese día.
Si no escribimos la revelación, podemos perder la bendición que era para
nosotros y para otros. Podía incluso costarnos dinero, como me pasó a mí una vez.
Estaba en medio de una actividad sin importancia cuando de la nada me llegó
una impresión a la mente con respecto a unas acciones que tenía. La impresión era
que las acciones iban a aumentar su valor al triple, y cuando pasara, debería
venderlas. Yo estaba seguro que veía de Dios. No lo escribí, pero le platiqué a mi
esposa. Las acciones empezaron a subir hasta que su valor se triplicó. Yo no las
vendí. Y además, nadie piensa que sus acciones que están aumentando de valor van
a dejar de hacerlo. No vendí las acciones y poco tiempo después su valor regresó al
que tenía cuando recibí la impresión. Mi esposa me recordó de la impresión después
de que el valor de las acciones cayó. Ella también me recordó de practicar lo que
predico. Escríbelo.

El papel del corazón.

Escribir tus revelaciones así como distinguir entre revelación, interpretación y


aplicación son prácticas útiles. Sin embargo, todavía no llegan al corazón de la
interpretación. Por ejemplo, en la historia al principio de este capítulo, puedes haberte
preguntado porque Dios no dijo “baja presión sanguínea” para empezar. Si el pudo
sugerir “presión sanguínea” a mi mente, ¿Qué tan difícil hubiera sido agregar la
palabra “baja”? Aún si yo no le hubiera dado una interpretación equivocada, esa
47

pregunta todavía necesitaría una respuesta. En esa respuesta está la clave para
interpretar toda revelación.
Yo pienso que Dios omitió la palabra “baja” porque me estaba enseñando
humildad. Primero, Él me estaba enseñando que pidiera una interpretación, para que
aprendiera el hábito de humilde dependencia de Él para todo. Segundo, Él me dejó
sufrir un poco de vergüenza sana. Permíteme explicarte porque la vergüenza era
sana.
Cuando las palabras “presión sanguínea” vinieron a mi mente, yo experimenté
una oleada de alegría. Retrospectivamente, yo sé que parte de esa alegría fue la
delicia que siempre siento en la presencia de expresiones concretas de la
omnisciencia del Señor. Pero otra parte de la alegría vino de anticipar lo impresionada
que iba a estar la audiencia con mi conocimiento de la revelación. Había caído en una
trampa común.
“El conocimiento envanece” (1 Co 8:1). Nadie es inmune del orgullo del
conocimiento, ni el maestro con su habilidad de la minucia académica, ni el profeta
que ve los secretos de los corazones de otros. El conocimiento de cualquier forma
hace difícil para nosotros escapar de estar impresionados con nosotros mismos y de
escapar de la alegría de impresionar a otros. Esto no le impresiona al Único que sabe
todas las cosas. Él en cambio espera que nosotros usemos el conocimiento que Él
nos da, de una forma diferente: para impresionar a la gente con Su Hijo. Para
ayudarnos a morir al placer de la auto-exaltación, Él ocasionalmente reemplaza el
placer con la vergüenza.
En mi caso, la vergüenza me hizo voltear al Señor para una explicación del
error. Eventualmente lo reconocí por lo que era: un recordatorio amable de no
impresionarle conmigo mismo cuando el Espíritu Santo me muestra los secretos de
Sus hijos. La vergüenza que el Señor diseñó no fue una señal de Su irritación, sino de
Su amor y de Su compromiso de desarrollar humildad en mí.
Más tarde vamos a regresar a la cualidad refinadora de la vergüenza, pero
ahora déjenme notar que no la van a encontrar a la vergüenza discutida en la literatura
que trata de la ciencia bíblica de la interpretación. Hay una razón importante para esa
omisión.
La mayoría de los libros que he leído sobre interpretación bíblica te llevan a
creer que la clave para entender está en tu mente. Los mejores intérpretes conocen
los lenguajes originales y los antecedentes históricos de la Biblia. Ellos entienden la
estructura literaria, la teología sistemática, y muchas otras cosas. En resumen, esos
académicos son la élite intelectual. Por supuesto, nadie admite encontrarse en esa
posición, pero ellos lo demuestran por lo que no dicen así como por su énfasis en la
mente como la clave para entender la revelación de Dios.
Por favor no me malentiendan: no estoy denigrando los estudios académicos,
pueden ser una gran bendición. Cada vez que uso una concordancia, un gran
48

comentario bíblico, o una monografía teológica pensada cuidadosamente, me estoy


beneficiando de la erudición de alguien. Lo que estoy objetando es el orgullo
intelectual que se encuentra con frecuencia en la erudición bíblica, el orgullo que hace
a la mente el elemento clave en nuestro esfuerzo de acercarnos a Dios. Con
demasiada frecuencia quienes hemos pasado un tiempo considerable en el medio
académico nos olvidamos del propósito de todo el estudio teológico: ver a Dios en Su
gloria, acercarse a Él, y a disfrutarlo a Él por siempre. La mente si tiene un papel que
jugar en este propósito, pero no juega el papel principal.
De acuerdo a la Biblia, en lo que se refiere a la responsabilidad humana, la
clave para interpretar todas las formas de revelación de Dios se encuentra en el
corazón, no en la mente. Los líderes religiosos del tiempo de Jesús estudiaban la
Biblia más que nadie, pero debido a la condición de sus corazones, ellos nunca
escucharon la voz de Dios en ningún tiempo (Jn 5:37). Cuando Dios le habló a Jesús
con una voz audible, alguna gente parados cerca de Él solo escucharon un trueno,
aun cuando la voz había venido para su beneficio (Jn 12:27-30). Como ellos, si
nuestros corazones no son rectos, no seremos capaces de reconocer a Dios aun
cuando Él nos habla en una voz audible.
Los fariseos pueden haber sido inteligentes, pero también eran arrogantes. El
orgullo hizo imposible que ellos escucharan la voz de Dios a través de la Biblia, a
través de los milagros de Jesús, o alguna otra forma en que Dios estaba hablando. En
cambio, Jesús era humilde de corazón (Mt 11:29) y nunca dejó de escuchar la voz de
Dios. La humildad, no la inteligencia, ha sido siempre la cualidad del corazón que
mueve a que Dios nos hable y que nos capacita para escucharlo claramente. Es al
humilde, no al inteligente, al que Dios guía y enseña. “El Señor muestra su camino a
los humildes, y los encamina en la justicia.” (Sal. 25:9). “En aquella misma hora Jesús
se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los
niños. Sí, Padre, porque así te agradó.” (Lc 10:21)
Cuando se trata de entender la voz de Dios, resaltan tres expresiones de
humildad. El corazón humilde quiere (1) obedecer, (2) tener amistad con Dios, y (3)
orar.

Obedecer.
Los líderes religiosos no creyeron que Jesús estaba hablando las palabras de
Dios, así que Él les dio una forma de discernir el origen del mensaje “El que quiera
hacer la voluntad de Dios, sabrá si la enseñanza es de Dios, o si yo hablo por mi propia
cuenta.” (Jn 7:17)
La gente humilde quiere obedecer a Dios aun cuando la obediencia es
dolorosa. Nuestra disposición de hacer cualquier cosa que Él nos diga, lo anima a Él
a hablarnos y a capacitarnos para reconocer y entender Su voz. ¿Por qué razón iba a
querer Dios hablarnos si Él sabe que no tenemos intención de obedecerle?
49

Tener amistad con Dios.


Los corazones humildes nunca están satisfechos con solo la obediencia, ellos
quieren una amistad íntima con Dios. Y ellos quieren esa amistad más de lo quieren
un ministerio. El más impenetrable misterio es que esto es lo que Dios anhela.
El Señor anhela tener amigos con los que pueda compartir Sus secretos.
Abraham se acercó tanto a Dios que Dios no quiso hacer nada sin revelárselo primero
a Él (Ge 18:17). Esta cercanía es la meta del ministerio profético, no la entrega de
palabras proféticas. Las palabras proféticas poderosas son el sub producto de ser
amigos cercanos de la más poderosa Palabra de todas.
¿Qué piensas que preferiría Jesús: siervos o amigos? ¿Cuáles preferirías tú?
¿Quién te trae más alegría: la persona que te espera, o aquella con la que compartes
tu corazón? Jesús les dijo a Sus discípulos “Ya no los llamaré siervos, porque el siervo
no sabe lo que hace su señor; yo los he llamado amigos, porque todas las cosas que
oí de mi Padre, se las he dado a conocer a ustedes.” (Jn 15:15). Dios quiere amigos
con lo que Él tener intimidad. ¿Qué es lo que tú quieres?
Las buenas amistades no ocurren solas. Se cultivan durante un periodo de
tiempo, y algunas veces son dolorosas. Toman tiempo porque la confianza crece
lentamente. Son dolorosas porque los amigos cercanos se hacen vulnerables unos a
otros, y nadie puede lastimarnos como un amigo cercano. El dolor de la intimidad
asusta a algunos de nosotros y nos conformamos con solo como siervos, pero las
personas humildes soportan el dolor y toman el tiempo que requieren todas las
grandes amistades.
El ministerio me desvía todo el tiempo. Alguien ha dicho que el impedimento
más grande para amar a Dios es servir a Dios. Yo lo creo. Yo tengo que preguntarme
frecuentemente ¿Qué es lo realmente quiero, un gran servicio o una gran amistad?
Cuando estoy realmente desviado, se me olvida hacerme esa pregunta. Pero
entonces Dios me pregunta. Él parece determinado a hacer de mí un buen amigo, a
pesar de mi disposición de conformarme con menos. Y yo estoy seguro que Él siente
lo mismo por ti.

Y Orar.

La gente humilde ora. Orar es una de las cosas más prácticas que podemos
hacer tanto para recibir revelación como para entenderla. Dios le dijo a Jeremías
“Clama a mí, y yo te responderé; te daré a conocer cosas grandes y maravillosas que
tú no conoces.” (Jer 33:3). ¿Cuánta revelación perdemos simplemente porque no le
pedimos a Dios que nos diga las “cosas grandes y maravillosas”? ¿Cuánta revelación
no somos capaces de entender porque no le pedimos a Dios que nos revele su
significado?
50

Cuando Daniel estaba meditando en la profecía de Jeremías que la cautividad


de Israel duraría 70 años, el oró. Dios le envió un ángel para darle a Daniel “sabiduría
y entendimiento.” (Dn 9:22). La oración es el instrumento que nos permite investigar
las profundidades de la Escritura, así como el significado de las visiones y los sueños.
Los profetas tienen dones especiales para interpretar revelación que ocurre
fuera de la Biblia. Algunos de los profetas del día de hoy tienen dones similares a los
de José y de Daniel, quienes fueron extraordinariamente eficientes interpretando no
solo sus propios sueños, sino los sueños de otros. Algunos profetas están tan dotados
para la interpretación que les parece fácil, pero si examinamos las vidas de aquellos
en la Biblia que eran intérpretes expertos de revelación, encontramos que ellos
siempre estaban dedicados a la oración.
Considere de nuevo a Daniel. En el tercer año del Rey Ciro, Daniel tuvo una
visión tan desconcertante y horrible que él se entristeció, ayunó y oró por la visión
durante tres semanas. Al final de las tres semanas, un ángel vino a Daniel y le dijo
“No tengas miedo, Daniel, porque tus palabras fueron oídas desde el primer día en
que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios.
Precisamente por causa de tus palabras he venido… Ahora he venido para hacerte
saber lo que va a sucederle a tu pueblo en los últimos días.” (Dn 10:12-14).
Esta experiencia hace a Daniel un modelo para todos los que queremos
entender el lenguaje del Espíritu Santo. Todos los elementos que desbloquean el
significado de la revelación, (humildad expresada en oración, amistad con Dios, y
disposición de obedecer a Dios), pueden encontrarse en este capítulo de Daniel. Se
le da al profeta una visión que no puede entender. En lugar de rendirse, él “dispuso
su mente para adquirir entendimiento”. Entonces oró y ayunó hasta que llegó la
interpretación. Cuando oramos y ayunamos, estamos confesando nuestra debilidad y
expresando nuestra dependencia de Dios. Por esto el ángel dijo que Daniel se había
humillado delante de Dios. Él tenía una amistad con Dios, porque él era “altamente
estimado por Dios” (10:19). Y él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que se
requiriera para obedecer y entender la visión.
Seguir el ejemplo de Daniel es la mejor forma que yo conozco de adquirir
entendimiento en los misterios divinos. No garantiza, sin embargo, que el Señor
automáticamente nos mostrará el significado de la Escritura o de otras formas de
revelación. Las amistades del Señor no están limitadas por reglas mecánicas.
Conocemos tan poco del Señor y de sus caminos. Algunas cosas Él va a dejar
cubiertas de misterio, sin importar nuestros esfuerzos para entenderlas. No te
desanimes por esto. Una vida sin misterio es una vida aburrida. Aun cuando los
misterios nos pongan ansiosos algunas veces, Dios promete calmar nuestras
ansiedades con Su paz (Fil 4:6-7). Recuerda esto la próxima vez que el Señor te hable
con un símbolo perturbador.
51

El propósito del lenguaje simbólico.

“Jesús les dijo: «De cierto, de cierto les digo: Si no comen la carne del Hijo del
Hombre, y beben su sangre, no tienen vida en ustedes.” (Jn 6:53). ¿Por qué usaría un
simbolismo tan extraño? La multitud de discípulos que lo seguían no lo apreciaron y
dejaron de seguirlo. Causó que se quejaran “Al escucharlo, muchos de sus discípulos
exclamaron: «Esta enseñanza es muy difícil; ¿quién puede aceptarla?»” (Jn 6:60). Y
eso causó que muchos dejaran de seguirlo.
¿Pero para empezar, porque lo estaban siguiendo? Jesús dijo que lo estaban
siguiendo por la comida “ustedes no me buscan por haber visto señales, sino porque
comieron el pan y quedaron satisfechos” (Jn 6:26). Y esa es la gran tentación de la
gente religiosa, usar a Dios en lugar de amarlo a Él, seguirlo a Él por lo que Él puede
hacer por nosotros, en lugar de por quién es Él. Los paganos iban tras los ídolos por
la misma razón. Jesús estaba feliz de proveer comida para Sus seguidores, pero Él
quería que ellos supieran que Él era más que un proveedor de comestibles.
Jesús transformó su deseo de comida física en una de sus metáforas más
impactantes. Él le estaba diciendo a la multitud que lo estaban siguiendo por muy
poca cosa. Él no era solo el sustento de la vida física, sino la fuente de vida eterna.
La metáfora tenía el propósito de impactarlos, para que buscaran más allá de la
superficie del milagro de los panes y los peces.
Jesús les advirtió que sus palabras no eran literales “El espíritu es el que da
vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que yo les he hablado son espíritu
y son vida.” (Jn 6:63). Si solo se hubieran quedado un tiempo más largo con Jesús,
habrían aprendido que Él acostumbraba decir cosas muy duras para frustrar los
motivos impuros de cualquiera que tratara de estar cerca de él. Pero ellos no pudieron
soportar la frustración. Dejaron el Pan del Cielo para buscar una comida más terrenal.
Cuando Jesús trató de decirle a Sus seguidores que Él era la comida real, “el
pan que descendió del cielo”, los líderes judíos al margen de la multitud, que lo
escucharon, se ofendieron. El liderazgo judío había caído en la otra gran tentación de
la gente religiosa: servir a Dios solamente a través del intelecto humano, la disciplina,
y las tradiciones. Esto le ofendió tanto al Señor, que Él ofendió su entendimiento. Él
usó un dicho duro para ocultar la clave de la vida a los líderes judíos.
El Señor esconde su sabiduría en el Espíritu Santo, de modo que los
intelectuales y orgullosos religiosos, no puedan encontrarla con sus talentos naturales.
Los que están comprometidos a vivir por el poder de sus propios intelectos, no pueden
vivir con esa ofensa a sus mentes.
Los 12 discípulos estaban igual de despistados, pero no estaban ofendidos.
Ellos creyeron que Jesús tenía un propósito al usar ese lenguaje impactante, y se
quedaron cerca de Él para aprender lo que realmente Él quiso decir.
Para resumir, entonces, el lenguaje simbólico esconde la verdad de los
orgullosos, revela las verdades más profundas a los humildes, y nos desconcierta
52

totalmente cuando somos tentados a usar a Dios en lugar de amarlo. También hace
algo más, impacta nuestras emociones. Esto es especialmente cierto de los sueños y
las visiones, las cuales a menudo son simbólicas en lugar de literales. Las
advertencias prosaicas pueden ser ignoradas fácilmente, pero los símbolos de los
sueños y as visiones pueden asustar y sacar de nuestro letargo (Job 33:15-18). Yo sé
que nosotros los predicadores siempre estamos diciéndole a todos que no vivan por
sus sentimientos, pero nuestras exhortaciones nunca van a cambiar el hecho de que
nuestros sentimientos influyen en gran manera sobre nosotros. Debido a que lo hace,
Dios usa imágenes y símbolos para intensificar nuestros sentimientos.
No todas las advertencias de Dios nos asustan. Algunas veces nos muestran
nuestro futuro, un futuro brillante que estamos en peligro de perder. Ese fue el caso
de un joven de nuestra iglesia que estaba coqueteando con la inmoralidad sexual. De
hecho estaba coqueteando con él en la forma de varias mujeres inmorales que lo
estaban persiguiendo. Yo no fui el único líder de advertirlo de ello. Pero las
advertencias no llegaron su corazón. Ahora era el turno de Dios de proveer un
enfoque más directo. Un sueño.
El sueño mostró al joven casado y en la sala de partos con su bella esposa. Un
bello hijo había nacido y se le colocó en los brazos. Su familia se reunió alrededor de
él. Él fue abrumado con amor y explotaba de alegría. Cuando despertó, la escena
persistió y también lo hizo la alegría, y él entendió.
Dios le había mostrado el futuro, su futuro. Un matrimonio hecho en el cielo lo
estaba esperando. Ahora la importancia de sus acciones presentes pesó fuertemente
sobre él. Él entendió que las mujeres que lo estaban persiguiendo podrían robar lo
que había visto, y se apartó de ellas.
Este sueño, aunque era profético, no fue en realidad simbólico, y era por tanto
fácil de interpretar. ¿Pero qué pasa con los símbolos difíciles de los sueños y visiones?
¿Cómo los interpretamos?

Interpretando los símbolos.

Cuando Jesús desconcertó a todos con Su invitación a beber Su sangre y


comer Su carne, los 12 discípulos reaccionaron en forma diferente que la multitud. En
lugar de alejarse del Señor, se quedaron cerca de Él, hablaron con Él, y esperaron
que Él les revelara Su significado. El día de hoy, nosotros hacemos esas mismas
cosas a través de la oración. Porque en la oración nos acercamos a Jesús, hablamos
con Él y esperamos en Él.
Voy ahora a ofrecer algunas sugerencias prácticas para interpretar símbolos,
pero ninguna de ellas llega cerca de la importancia de la oración. Conversar con el
que nos dio los símbolos, es la mejor forma de descubrir su significado.
A pesar de que es posible discernir algunos significados simbólicos bastante
consistentes en la Escritura así como el la experiencia contemporánea, no existe un
53

manual de símbolos que pueda darnos interpretaciones explícitas de los elementos


que no son literales en nuestros sueños y visiones. Esto es porque los símbolos
pueden tener diferentes significados en diferentes contextos. En una circunstancia, un
bebé puede representar un nuevo ministerio lleno de potencial. En otra circunstancia,
el bebé puede representar debilidad e inmadurez. Debemos de poner mucha atención
al contexto.
Aun cuando no tenemos un manual que nos de entendimiento automático,
como quiera es valioso buscar en las Escrituras y en la experiencia contemporánea,
las cuales pueden sugerir posibles significados para el uso simbólico de personas,
lugares, cosas o eventos.
Muchas cosas tienen significados tanto literales como simbólicos en las
Escrituras. Por ejemplo, el color púrpura a menudo representa realeza, mientras que
azul representa el cielo o la revelación. Muchas plantas y animales tienen funciones
simbólicas. Las zorras pueden representar astucia o pequeñas influencias
destructivas, como en los pequeños problemas que destruyen un matrimonio al pasar
el tiempo si son ignorados (Cnt 2:14). Las víboras pueden representar veneno
religioso o chisme. Las partes del cuerpo pueden tener funciones simbólicas. Por
ejemplo, la mano derecha representa poder. Para citar solo unos pocos ejemplos más,
el vino puede representar la alegría. El viento puede representar al Espíritu Santo (Jn
3:8) o puede simbolizar juicio (1 R 19:11). El oro, la plata, o las joyas representan algo
valioso y raro.
Casi cualquier cosa puede tener un significado no literal. ¿Cómo descubrimos
esas posibilidades? Empiece usando una concordancia, de preferencia una
electrónica. Los programas computacionales son mucho más rápidos que usar un
libro. Puedo teclear una palabra que estoy buscando, e inmediatamente todos sus
significados aparecen en la pantalla. Puedo desplazarme hacia arriba y hacia abajo,
leyendo el contexto en el que aparece la palabra. La concordancia usualmente revela
posibles significados simbólicos, pero con frecuencia mientras que estoy buscando,
uno de los significados parece saltar hacia afuera de la pantalla, encajando
perfectamente en el contexto de mi sueño o visión.
Algunas veces los símbolos pueden tomarse de nuestra experiencia
contemporánea en lugar de la Biblia. Cuando eso sucede, busque las asociaciones
más comunes del símbolo; esto es, la cosa o cosas en las cuales piensa por lo regular
en relación con ese símbolo. Por ejemplo, en tu sueño estás en un avión que se
estrella por un error del piloto. No necesitas ningún conocimiento científico de aviación
para entender este sueño. ¿Con que relacionas por lo regulas a los aviones?
transportación, velocidad y gran altitud son las primeras cosas que vienen a mi mente.
El avión puede representar un ministerio que te está llevando a alturas espirituales,
muy rápido, pero debido a la inexperiencia de los líderes, el ministerio se dirige un
54

desastre grande. El sueño puede ser una advertencia para orar por los líderes del
ministerio.
Nuestros pensamientos y sentimientos acerca del símbolo son importantes
también, porque Dios escoge símbolos particulares debido a su potencial de
comunicarse con nosotros. Si vivimos en lugar remoto en donde nadie tiene ningún
conocimiento de aviones, no es probable que Él los use cómo símbolos para transmitir
Su verdad.
Otro consejo práctico para entender sueños y visiones es poner atención a
cualquier detalle que sobresale. Ese detalle es usualmente una pista importante para
el significado de la revelación. Pero no trates de sacar un significado de cada detalle
como un símbolo. El contexto del sueño o la visión determinará cuales detalles son
relevantes.
A lo largo de los años, conforme atesoras los sueños y visiones que te da el
Señor, puedes encontrar que has adquirido tu propio vocabulario especializado de
sueños.
Ninguna de las guías anteriores para interpretar símbolos debe verse como que
minimiza o contradice la necesidad de la oración. Cuando queremos entender una
comunicación de Dios, tanto de un texto de la Escritura o de un sueño, debemos orar,
consultar a otros que tienen sabiduría en esta área, y hacer uso de los recursos
académicos a nuestra disposición. Pero queremos estar seguros de que nuestra
máxima confianza está puesta en la bondad del Señor que hace Sus revelaciones
claras, en lugar de nuestras capacidades intelectuales para descifrarlos.
He empleado mucho espacio con los significados simbólicos porque el error
más común en la interpretación de sueños y visiones es tomar literalmente algo que
tenía intención de ser tomado simbólicamente. Por ejemplo, los ataques al corazón en
los sueños y visiones a menudo representan ataques espirituales al corazón, en lugar
de ser advertencias acerca de un paro cardíaco físico. Las sillas de ruedas con
frecuencia representan parálisis espiritual. Un líder que tú conoces aparece en un
programa nacional famoso de televisión en tu sueño; esto puede significar que el
ministerio que él representa va a ser expuesto a nivel nacional, no que el líder vaya
realmente a salir en televisión. No hay reglas rígidas para distinguir lo literal de lo
simbólico, o para descifrar símbolos automáticamente. El discernimiento se adquiere
en oración a lo largo del tiempo y con la práctica.
Otro consejo: la mayor parte del tiempo, los eventos negativos en los sueños y
visiones, son advertencias, no eventos declarados (Job 33:13-18). El sueño puede
advertirnos lo que va a pasar si no nos arrepentimos de una cierta actitud o
comportamiento. O tal vez no estemos haciendo nada mal. Tal vez el diablo ha
planeado un ataque especial contra nosotros, y el sueño negativo es un estímulo para
orar que esa calamidad no suceda. Esta es la forma en que yo trato todos los sueños
negativos, a menos que el Señor me indique otra cosa.
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Sueños tormentosos.

“Ella estaba siendo disparada repetidamente con una ametralladora. Ella sentía
como cada bala se metía dentro de su carne, pero ella no podía caerse. La fuerza de
los disparos mantenía su cuerpo de pie. Y ella no se podía morir, así que las balas
solo continuaban desgarrando su cuerpo.”
Este fue uno de los sueños que despertó a Leesa poco después de que empezó
a tener sueños proféticos. Toda la gente con dones proféticos que yo conozco está
sujeta a sueños tormentosos, que solo parecen ser revelaciones. Ellos dicen una
historia real y coherente, pero es una mala historia, usualmente es la cosa que el
profeta más teme. Si una profetisa está sintiendo que está perdiendo su belleza, puede
tener un sueño acerca de su esposo siendo atraído hacia otra mujer. El sueño será
tan real que ella experimentará la desesperación del abandono. Ella puede incluso
despertar a su esposo muy enojada. Algunas veces el diablo es la fuente de esos
sueños. Él es un maestro engañador e imitará las formas en que Dios habla (Vea el
capítulo 8 para más sobre esto.
¿Cómo podemos saber la diferencia entre un verdadero sueño de advertencia
y un sueño tormentoso?
Primero: debemos ver si existe alguna conexión entre el sueño y los que estábamos
haciendo justo antes de irnos a dormir.
Segundo: ¿Refleja el sueño algo por lo que frecuentemente te preocupas o le temes?
El miedo y las preocupaciones son puertos de entrada para el engaño demoniaco.
Tercero: ¿El sueño nos quita la esperanza, haciéndonos sentir que ni la oración ni el
arrepentimiento nos van a ayudar? La desesperación y la condenación son señales
de la revelación del enemigo. Si consistentemente le pedimos al Señor que nos
muestre la diferencia entre Sus sueños y los de nuestra carne o del enemigo,
aprenderemos a discernir cual es la fuente.
Cuando Leesa empezó a tener sueños proféticos, casi cada tercera noche tuvo
un sueño atormentador. Aguantamos esto durante seis semanas antes de que
recapacitáramos. Oramos todas las noches antes de acostarnos, pidiéndole a Dios
que mantuviera al diablo apartado de invadir sus sueños. La invasión se detuvo.
Ocasionalmente ella es visitada por un sueño atormentador, pero eso es parte del
precio de ser profético.
Los profetas no viven en un mundo ordenado. Se mueven en reinos donde hay
ángeles y demonios, en donde lo falso se entremezcla con lo real. La confusión y la
ambigüedad son sus frecuentes compañeras.
Una visión fugaz o un sueño apenas recordado pueden tener la clave para el
rescate de alguien. De todos los dones, ninguno de ellos parece descansar sobre
experiencias tan endebles como la profecía. Ningún ministerio es tan difícil de
aprender. Es mucho más arte que ciencia. También puede ser el más valioso de todos
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los dones. Es el único don espiritual que el apóstol Pablo señala y le urge a toda la
iglesia que lo busque (1 Co 14:1,39).
Sé paciente contigo mismo conforme aprendes a entender el lenguaje profético
del Espíritu Santo. La persistencia humilde es más importante que la inteligencia,
cuando se trata de descubrir lo que solo Dios puede revelar. Entendimiento es el
premio para aquellos “quienes debido a la práctica tienen sus sentidos entrenados
para discernir entre el bien y el mal” (He 5:14).
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Capítulo Seis: Evitando las Locuras Proféticas.

No todos los locos están en los hospitales siquiátricos, algunos andan sueltos
imitando a los profetas. Y a menudo se salen con la suya porque algunos profetas
reales parecen estar en el límite de la cordura.
No solo estoy hablando de los profetas genuinos de hoy. sino también de los
bíblicos. Si Jeremías estuviera ministrando hoy, algunos miembros de la iglesia le
recomendarían Prozac y una consejería prolongada. Los profetas bíblicos
frecuentemente no solo parecían descontentos y enojados, sino que también hicieron
cosas extrañas. Jeremías compró un cinturón de lino caro, lo enterró y lo desenterró
después, afirmando que el cinturón arruinado era un mensaje a la nación. Oseas se
casó con una prostituta, no una de esas prostitutas tiernas con un corazón de oro
como en las películas, sino una prostituta descarada que tuvo bebés con otros
hombres. El profeta más culto de la Biblia, Isaías, anduvo desnudo durante tres años.
¿Qué clase de terapia les recomendaríamos que tomaran si quisieran ser miembros
de nuestra iglesia?
Ese comportamiento extraño de los profetas bíblicos, no nos preocupa el día
de hoy porque no son miembros de nuestra iglesia. Ellos están allá lejos en las páginas
de nuestras biblias. Y nos ayuda mucho el hecho de que la Biblia es el libro menos
leído en nuestras iglesias. Esto significa que muchos de nosotros no estamos
conscientes de las cosas extrañas que están en la Biblia.
Pero no es solamente nuestra ignorancia bíblica y su ausencia contemporánea,
lo que nos mantiene cómodos con los actos excéntricos de los profetas. Existe
también una razón teológica por la cual no nos causa problema sus conductas
absurdas. Lo que a final de cuentas acredita a los profetas de la Biblia es que Dios
estaba detrás de sus conductas extrañas.
Dios es quién les dijo a Jeremías, Oses, Isaías y compañía que hicieran esas
cosas peculiares. El hecho de que Dios le dijo a Isaías que anduviera desnudo, o le
dijo a Abraham que matara a su hijo, nos hace aceptar sin problema lo que hicieron.
Pero no deberíamos aceptar que Dios lo hiciera. La única forma de aceptarlo es
suponer que Dios ya no habla excepto en las páginas de la Biblia, o que Él ya ha
dejado esas formas extrañas. Pero tú probablemente no estarías leyendo este libro si
creyeras eso. Es mucho más probable que tú creas que Dios todavía habla el día de
hoy, y que Él puede incluso pedirte que hagas algo extraño. Esto puede muy bien ser
cierto. Pero si tú no eres humilde, sabio y cuidadoso, esas creencias pueden muy bien
meterte en problemas que Dios no tenía planeados para ti.

Megalomanía Profética.

Cuando empecé a interesarme en el ministerio profético, conocí a un joven que


pensó que era profeta. Le llamaré Robert. Iba caminando por la banqueta después de
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una lluvia, y vio un gusano muerto en su camino. Él pensó que Dios le estaba hablando
acerca del gusano. Así que lo levantó, pensando que si oraba por él Dios lo traería de
regreso a la vida. El gusano no respondió. Impávido por su fracaso de revivir al
gusano, tuvo un nuevo pensamiento: Dios lo estaba dirigiendo a poner el gusano en
un sobre y dárselo a uno de los líderes de un movimiento cristiano prominente. Robert
no tuvo ninguna idea de porqué Dios quería que hiciera eso. Él no tenía autoridad ni
posición dentro de ese movimiento, pero él se sintió como un hombre en una misión
de Dios.
Cuando caminó dentro de las oficinas del ministerio, para entregar al gusano
muerto, no recibió una bienvenida muy calurosa. Él interpretó que esto significaba que
los subordinados que servían al líder estaban celosos de él y temerosos de que él
llegara a estar más cerca del líder que ellos. Si los subordinados estaban temerosos,
su temor mostró no tener ninguna base cuando el líder abrió el sobre. El líder hizo lo
correcto por el gusanito muerto y por el “profeta”. Le dio sepultura inmediata al gusano
en el cesto de basura. Entonces le dio las gracias a Robert y los despidió.
Robert estaba seguro de que su fracaso con el gusano se debió a los corazones
corruptos de los subordinados que habían permitido que un espíritu diabólico entrara
a las oficinas del ministerio. Él no podía aceptar que su extraño acto tuviera algo que
ver con su rechazo, (Después de todo, el regalo no solicitado de una gusano muerto
no estaba siquiera cerca del exhibicionismo de un profeta desnudo).
Le he dado seguimiento a la carrera de este joven por un poco de tiempo, y los
mismos patrones se repitieron. En lugar de aprender de los fracasos de su extraño
comportamiento, Roberto desarrolló una teología para justificarlo. Dios le “dijo” en
algún momento de su carrera que su ministerio sería rechazado. Armado con los
extraños incidentes de la Biblia y una promesa divina de rechazo, él siempre sería
capaz de justificar sus conductas antisociales y culpar a alguien más de sus fracasos
en el ministerio. Yo sé de al menos una ocasión cuando él alejó a una iglesia completa
de los dones del Espíritu, ayudándolos a despreciar el don de profecía en particular.
Esto es trágico, porque Robert no es un profeta. Él es una piedra de tropiezo
disfrazada de profeta. Varios líderes trataron de ayudarlo a ver esto, pero no fueron
capaces de convencerlo.
En el libro de Proverbios, el tonto es descrito como un megalómano que no
admite corrección (Pr 27:22). Si somos lo suficientemente tontos, siempre seremos
capaces de encontrar algo en la Biblia para justificar el comportamiento equivocado o
extraño o corrupción en nuestros corazones.
Afortunadamente, solo he encontrado en el ministerio profético, una o dos
personas tan extrañas como Robert. Sin embrago, su ejemplo es una advertencia.
Antes de que usemos a los profetas de la Biblia para justificar alguna acción no
ortodoxa de nuestra parte, debemos recordar que ellos tenían los más altos niveles
de discernimiento y carácter. Cuando Dios le ordenó a Abraham que sacrificara a
59

Isaac, o a Oseas que se casara con Gomer, el asunto no era si ellos estaban
discerniendo correctamente la voz de Dios. Ellos escucharon Su voz claramente. El
asunto era obediencia. Nosotros también debemos esperar escuchar así de claro la
voz de Dios antes de hacer algo extraño, especialmente cuando podríamos lastimar a
alguien.
Sin embargo, algunas veces el Señor hace cosas que parecen no ortodoxas o
extrañas. Pero existe una forma correcta y una forma equivocada de responder a esos
actos.

Glorificando lo Extraño.

El Señor transportó profetas en el Espíritu a otros lugares para mostrarles


algunas cosas, y algunas veces el Espíritu levantaba personas físicamente en un lugar
y los dejaba caer en otro lado (1 R 18:12; Hch 8:39). El día de hoy esto suena como
los viajes astrales de la Nueva Era, pero la Escritura nos enseña que Dios de hecho
hace cosas extrañas. Por ejemplo, Él hizo que una burra hablara (Num 22:21-30), y
Él debe haberle hacho algo extraño a los pañuelos del apóstol Pablo, porque cuando
la gente los ponía sobre los enfermos o los poseídos de demonios, las enfermedades
eran sanadas y los demonios eran echados fuera (Hch 19:11-12). Esas cosas pasaron
realmente, y Dios las hizo todas ellas.
¿Por qué? Algunas veces Él lo hizo para ofender las mentes de los religiosos
sabelotodo, algunas veces para frustrar la carne o los soberbios, y tal vez por otras
cien razones por las cuales Dios nunca se ha molestado de compartir con nosotros.
El punto es que del principio al final de la Biblia, Dios hizo cosas extrañas. Sería tonto
pensar que una vez que la Biblia estuvo terminada, Dios cambió sus formas para
acomodarse a nuestro buen gusto. Él todavía está haciendo cosas extrañas.
Lo cual presenta una pregunta: ¿Cómo debemos responder cuando
encontramos alguno de los actos extraños de Dios el día de hoy? Debemos glorificarlo
a Él por la experiencia. Desafortunadamente algunos en la iglesia glorifican la
experiencia. Yo estaba en una reunión en donde Dios había estado revelando Su
presencia con algunas manifestaciones físicas poco comunes. Cinco personas
estaban dando testimonios al inicio de la reunión. Los primeros cuatro contaron sobre
encuentros con Dios que cambiaban las vidas en estas series de reuniones, e
incluyeron detalles humorísticos de fenómenos físicos que habían experimentado. El
quinto, una señorita, contó cómo había sido cambiada su vida, pero agregó que ella
no había experimentado ninguna manifestación física.
El entrevistador le dijo a la multitud de varios miles de personas, “Vean, eso
muestra que no tienes que caerte o sacudirte para experimentar el poder de Dios”.
Entonces, como un grupo, oraron en el escenario por la señorita, él agregó “Pero Dios
te va a tomar ahora”. La multitud estalló de risa y aplauso, esperando que ella se
cayera o temblara. Pero no lo hizo.
60

El entrevistador no quiso decir eso, pero su última declaración le dijo a la


multitud que si tú no te has estremecido o caído, no has recibido en realidad el poder
de Dios. Él estaba glorificando las manifestaciones de la presencia de Dios, en lugar
de glorificar a Dios. Cuando hacemos, esto somos como los niños pequeños en la
mañana de Navidad, cuando abren sus regalos, pero se ponen a jugar con el papel
brillante de la envoltura. Cuando Dios da manifestaciones físicas, son solo el papel de
envoltura de su presencia, la cual es el regalo real. Es su presencia lo que es
importante, no como se manifiesta su presencia.
El entrevistador no supo que estaba glorificando la experiencia en lugar de a
Dios. Nosotros tampoco. Poniendo nuestra atención en las manifestaciones y los
métodos siempre nos conduce a la decepción, porque nuestros ojos han dejado al
Único que es la Verdad. Por eso es tan importante la humildad. Las personas humildes
son menos fácilmente engañadas, y aun cuando son engañadas, ellas son más
rápidamente corregidas.

Reproduciendo lo Extraño.

Tratar de reproducir lo extraño es igual de dañino que glorificar lo extraño. A


menudo una ocurrencia extraña es un evento único soberano, como los pañuelos que
habían tocado el cuerpo de Pablo. La Biblia nos habla de una sola vez que ocurrió
este fenómeno. Esto sucedió en la ciudad de la magia, Efeso, en donde la gente usaba
toda clase de encantamientos para manipular a los espíritus y a las fuerzas de la
naturaleza. Los cristianos, algunos buenos, otros malos, tratan de reproducir esto el
día de hoy bendiciendo ropas y dándolas (o vendiéndolas) a los enfermos.
Yo no estoy diciendo que Dios no ha sanado enfermos el día de hoy usando
este método (o incluso algunos más extraños). Pero esos que andan pasando ropas
oradas, no están obteniendo los mismos resultados que tuvo Pablo. Algunos están
copiando la cosa equivocada. Ellos debían disponer sus corazones para copiar el
carácter del apóstol Pablo, no sus pañuelos. Cuando llegamos al punto de que
hacemos todas las cosas por el evangelio (1 Co 9:23) y sufrimos por Cristo como lo
hizo Pablo (2 Co 11:16-22), entonces, quien sabe: tal vez Dios dote nuestras ropas
con un poco de poder. Pero es mucho más fácil pasar nuestras ropas oradas que
adquirir el carácter de Pablo.
Una pista más del apóstol: Pablo habló mucho más acerca del Señor que de
sus extrañas experiencias con el Señor. Él nunca mencionó el episodio de los
pañuelos; su amigo Lucas fue el que platicó esa historia. Y el propósito de Lucas al
platicarlo, no fue presentar un nuevo método de sanidad, sino demostrar el poder
superior del Señor Jesucristo sobre todos los malos espíritus de los efesios y su
magia.-a pesar de las anteriores precauciones, Dios todavía hace cosas extrañas. Aun
pero, Él puede hacer algo a la vez extraño y nuevo. Peor aún, Él puede pedirnos a
nosotros que hagamos algo extraño y nuevo. ¿Qué hacemos entonces?
61

Culpa Falsa.

Durante un tiempo de preguntas y respuestas, en un seminario, una señora me


presentó el siguiente problema. Ella había estado orando para que una señora ciega
recobrara la vista. No pasó nada. Entonces ella pensó de la ocasión cuando Jesús
escupió en la tierra para hacer lodo y ponerlo en los ojos del hombre ciego (Jn 9:6).
Ella pensó que si ella hacía lo mismo, la señora ciega sanaría. Sin embargo, ellas
estaban paradas en un piso con alfombra y no había tierra por ahí cerca. Pero el
obstáculo más grande era su temor de hacer algo tan inaceptable socialmente, ¡poner
su saliva con tierra en los ojos de alguien! Sin embargo, Jesucristo lo hizo. Ella se
sintió culpable por haber tenido miedo. Y entre más culpable se sentía, más sentía
que Dios la estaba guiando a hacerlo. ¿Pero si era Él? ¿Era su indecisión debida al
temor de verse como una tonta o a la indecisión acerca de la guía? Al final, ella no
escupió y la señora ciega no sanó. Ahora ella se sentía atormentada con la culpa de
no haber aplicado el lodo. Este infeliz encuentro ocurrió en una conferencia en un país
extranjero, haciendo impráctico que ella regresara y orara de nuevo por la persona
ciega usando el método del lodo.
Ella me preguntó “¿Qué debería haber hecho? ¿El impulso de hacer lodo con
mi saliva era del Señor o de mi misma?”
Yo le dije que creía que el impulso no era del Señor. Por cuatro razones.
Primero, es natural que nosotros pensemos en pasajes bíblicos que
corresponden con nuestras oraciones por la gente. Cuando yo oro por personas
ciegas, la terapia del lodo y la saliva de Juan 9:6 casi siempre viene a mi mente.
Cuando oro por personas sordas, con frecuencia me pregunto si debo poner mis
dedos en sus oídos (Mr 7:32). Esos pensamientos probablemente vienen de nuestra
familiaridad con las Escrituras, no de una dirección específica de Dios.
Segundo, cuando estamos orando sin éxito por un milagro, es natural que
busquemos una razón para nuestro fracaso. Podemos pensar que no estamos
siguiendo la Biblia literalmente, o que no tenemos suficiente fe, o que hay pecado en
nuestra vida.
Tercero, la señora no tuvo certeza o paz acerca de hacer algo tan
desagradable. Ella estaba más preocupada acerca de ministrar con la guía del Señor,
que en estar obedeciendo a Dios; ella hubiera estado feliz de obedecer si ella
realmente hubiera sabido que era Dios quien la estaba dirigiendo. Recuerda que
cuando Dios les ordenaba a los profetas de la Biblia hacer algo raro, Él lo hizo con tal
claridad que ellos no se preguntaron si la orden venía de Dios o de sus emociones.
Cuarto, esta señora era relativamente nueva escuchando la voz de Dios y ella
estaba contemplando hacer un acto profético más allá de su nivel de fe (Ro 12:6).
62

Esos fueron los cuatro factores que me persuadieron que concluyera que sus
emociones la habían estado guiando a aplicar el lodo, y no Dios. Y debido a que no
había una transgresión clara, ella no necesitaba sentirse culpable.
¿Qué debía haber hecho ella? Debía haberle pedido a Dios que le diera una
señal de que el impulso venía de Él y no de sus emociones. O ella podía haber incluido
a la señora ciega en la decisión diciendo “Tal vez pienses que estoy loca, no te culpo,
pero yo siento hacer como le hizo Jesús, hacer lodo con mi saliva y ponértela en los
ojos, que piensas tú? La señora ciega podría haber dicho “¡Claro que no!”, O ella
podría haber dicho “Bueno, no tengo nada que perder. Mis ojos ya no me sirven para
nada. Hagamos la prueba”. De esta manera ella estaría tratando a la señora ciega
como una persona y no como un experimento.

¿Quién Profetiza el Domingo en la Mañana?

¿Has ido alguna vez a la iglesia un domingo y has escuchado al liderazgo decir
“A quién le gustaría dar el sermón esta mañana? ¿Por qué no has escuchado esto?
Porque todo el mundo sabe el gran desorden que esto traería a la iglesia. Sin
embargo, así es exactamente la forma como algunas iglesias practican la profecía.
Ellas tienen una pausa en el programa de dos a cinco minutos, después del servicio
de adoración cuando cualquiera puede “profetizar”.
En un servicio dominical en la noche, en una iglesia de unas 2000 personas,
durante la pausa programada yo escuché un hombre decir que ¡el evangelio era un
cuento de hadas! El pastor se paró y dijo “Nuestro evangelio o es un cuento de hadas”.
Todos aplaudieron. Más tarde, se me dijo que ese hombre tuvo un pase de fin de
semana de una institución mental. No se hizo ningún daño real, pero nadie fue
edificado o animado por sus palabras. Y ese es el problema con permitir a cualquiera
que profetice a la iglesia entera el domingo en la mañana, no es nada útil para toda la
iglesia. La mayoría de la gente que habla no está realmente profetizando, ni tiene la
autoridad para dirigirse a toda la iglesia. Yo he observado iglesias que tratan de hacer
el ministerio profético de esta forma por años y nunca he visto que edifique un
ministerio profético en la iglesia. Este método enseña a la gente a ignorar, o peor, a
despreciar el ministerio profético. ¿Por qué?
Nosotros no dejamos que cualquiera dé el sermón del domingo en la mañana.
Nuestras expectativas para el sermón son demasiado altas como para dejar a
cualquiera que dé un mensaje a la iglesia entera. El que nos enseña el domingo en la
mañana debe tener un cierto nivel de carácter y un cierto nivel de habilidad de
enseñanza. ¿Por qué no ponemos los mismos estándares para quienes profetizan a
toda la iglesia el domingo en la mañana? Levantemos la barra en lugar de bajarla.
Pablo sugiere cuando parece limitar el número de profetas a dos o tres quienes
pueden hablar en las reuniones (1 Co 14:29). El domingo en la mañana es el tiempo
63

para la expresión de nuestros dones más maduros. No es el tiempo cuando la gente


aprende como enseñar o profetizar.
Alguien puede objetar que dejar solo a los profetas maduros dirigirse a toda la
iglesia sea reprimir el Espíritu o apagar el fuego del Espíritu (1 Ts 5:19). Pero justo lo
opuesto es la verdad. Estamos tratando de asegurar que lo que se dice realmente
viene del Espíritu. Yo no estoy diciendo que Dios nunca daría una palabra a toda la
iglesia través de un profeta sin experiencia. Solo estoy diciendo que Él no hace eso
normalmente. Cualquiera que piensa que tiene una revelación para toda la iglesia
siempre es libre de pedir permiso a los líderes para hablar. Si el líder principal piensa
que es apropiado, él puede permitir que la persona hable, o uno de los que dirigen el
servicio puede dar la palabra.
Restringir el ministerio profético del domingo en la mañana a los profetas más
maduros no significa que solo tendremos unos pocos profetas en la iglesia.
Los comentarios de Pablo en 1 Corintios 14 nos llevan a creer que el don de
profecía debe estar ampliamente distribuido en la iglesia. Él nos dice que busquemos
los dones espirituales, especialmente profetizar (1 Co 14:1). Además, la iglesia nació
en el fuego profético, y Pedro dice que las experiencias proféticas deben ser normales
en la iglesia (Hch 2:17-18). Santiago nos lleva a creer que el don de enseñanza será
mucho más raro que el don de profecía cuando dice “Hermanos míos, no se convierta
la mayoría de ustedes en maestros…” (Stg 3:1). En mi iglesia, yo encuentro que esta
es exactamente la situación. Tenemos mucho más profetas que maestros.
¿Cómo aprende la gente a profetizar si solo unos pocos pueden dirigirse a todo
el cuerpo el domingo en la mañana? Aprenden en los grupos pequeños en los
hogares, en clases de entrenamiento, seminarios, conferencias, grupos pequeños de
hombres, o grupos de mujeres. Después de ser entrenados, la gente puede servir en
nuestros equipos de ministerio. Después de cada servicio, siempre tenemos un
mínimo de nueve o diez equipos, de tres personas cada equipo, quienes profetizan y
oran por sanidad.
Algunas de las palabras proféticas más maravillosas de las que yo conozco,
han sido impartidas los domingos en la mañana, de una manera informal. Yo fui tocado
por esta. Dos señoras de otra ciudad decidieron visitar nuestro servicio del domingo
en la mañana. El sábado, el esposo de una de las señoras le dijo que ya no la amaba
y que quería un divorcio. Ella dijo que fue el peor día de su vida. Ella como quiera vino
a nuestro servicio el día siguiente. Una de nuestras mujeres jóvenes la vio a través del
cuarto y empezó a escuchar a Dios hablándole acerca de la señora. Ella se acercó y
se presentó a la señora y le dijo algo como esto: “Yo pienso que Dios ha estado
hablándome acerca de usted. Él quiere que usted sepa que Él realmente la ama. Él
va a caminar con usted a través de la oscuridad. Él dijo que no es su culpa, y que Él
va a arreglar esto para usted”. Yo recibí un correo dos días después de una de las
señoras. La señora que había recibido la palabra dijo que fue una de las cosas más
64

alentadoras que le habían pasado a ella. Ella dijo que ni siquiera supo el nombre de
la joven que había profetizado sobre ella, pero que no importaba, porque ella supo
que fue Jesucristo quien había hablado. Así que en nuestra iglesia tenemos tres
expresiones de ministerio profético el domingo en la mañana. Dos o tres profetas se
dirigirán a toda la iglesia desde la tarima. Tenemos de seis a ocho personas que
pueden hacer esto bien, pero solo dos o tres lo hacen durante el servicio. En el
siguiente nivel, tenemos equipos de ministerio que oran por la gente al final de cada
servicio. Finalmente, varios de nuestra gente darán palabras proféticas uno a uno in
formalmente. Este procedimiento elimina algunos de las fallas que el ministerio
profético sin estructura permite, y también nos ayuda a ser más responsables por lo
que decimos.

Diez Reglas para el Éxito Profético.

Si obedecemos las diez reglas siguientes podremos evitar problemas


innecesarios.
Regla Uno: enfatiza lo simple y sencillo, no lo extraño y absurdo. Has esto en
tu estudio bíblico y en tu ministerio profético.
Regla Dos: no hagas nada extraño sin una clara guía de Dios.
Regla Tres: no hagas nada profético que sea embarazoso o perjudicial a otra
persona sin su permiso. Si tu objeción es “Elías y Eliseo no tenían que pedir permiso
antes de hacer cosas dañinas”, recuerda: Ellos estaban profetizando en contra de los
enemigos de Dios. Tú estás ministrando a Sus hijos. Esa es una gran diferencia.
También recuerda que tú no eres Elías ni Eliseo. Cuando llegues a su nivel de
compromiso y de habilidad, entonces puedes tener un poco más de latitud.
Regla Cuatro: repite después de mí “Yo no soy una excepción a las reglas. Yo
soy un principiante en la escuela de los profetas”.
Reglas Cinco a la Diez: igual que la Regla Cuatro.
Esfuérzate por ser tan normal y tan poco religioso como sea posible, si quieres
que tu mensaje sea recibido. Ese fue el consejo del apóstol Pablo (1 Co 14:23-25).
Has las cosas decentemente y con orden, porque Dios es un Dios de paz (1 Co
14:33,40). Si Él quiere violar la paz, está bien. Pero nosotros debemos trabajar para
mantenerla.
El próximo capítulo ofrece directrices no solo para guardar la paz, sino también
para obtener el máximo beneficio de nuestras palabras proféticas.
65

Capítulo Siete: Impartiendo Mensajes Proféticos.

La palabra “sueños” apareció en mi mente cuando miré a una señora en la


tercera fila. Así fue, solo la palabra “sueños”. Sentí que se suponía que yo debía hablar
a la señora, pero la palabra era demasiado general. Necesitaba mejorarla. Enfrente
de todos, le pregunté si ella había estado orando para tener sueños. Enfrente de todos,
ella dijo que no.
Unos cinco minutos después, ella levantó la mano. Ella nos dijo a todos que
había leído uno de mis libros unas dos semanas antes, y había empezado a tener
sueños vívidos. Ella no tenía a nadie con quien hablar acerca de lo que le estaba
pasando. Ella le pidió a Dios que permitiera encontrarnos, para que ella pudiera
preguntarme acerca del significado de sus sueños. Ella no tenía idea que yo venía a
su ciudad. Ella supo acerca de la reunión, justo a tiempo para llegar a la reunión ese
día.
Esta fue una cita divina, y el Señor me había dado el tema para nuestra reunión:
sueños. Yo casi lo eché a perder tratando de mejorar una palabra general. Yo debía
de haberle dicho simplemente “Cuando la vi, la palabra “sueños” vino a mi mente.
¿Significa eso algo para usted? Entonces ella podría haber platicado su historia.
¡Cuanto más poderoso podría haber sido!

Reconociendo el Poder de una Palabra General

Yo fallé en apreciar el poder de una palabra general que me había sido dada y
pensé como podría mejorarla haciéndola más específica. Yo estaba en realidad
agregándole a la revelación que había recibido. Algunas veces hacemos esto porque
pensamos que la gente valora más las palabras específicas que las generales, y por
supuesto, nosotros queremos que ellos valoren lo que decimos. Algunas veces somos
tentados a agregar unos pocos detalles específicos para que nosotros parezcamos
más poderosos. Pero no lo hagas. Si la palabra general es del Señor, tendrá poder.
Agregarle algo solo la diluirá o la arruinará.
“Lepra”. La palabra brotó en mi mente dela nada. ¿Pero que podría significar?
Yo estaba sentado en una mesa de conferencia con 20 cristianos. La mayoría eran
líderes de la iglesia, y algunos eran líderes de los campos de los negocios,
entretenimiento y medios de comunicación. Habíamos decidido terminar la reunión
orando unos por otros, cuando la palabra “lepra” captó mi atención. Le pregunté al
Señor que significaba y a quién se aplicaba, pero no recibí respuesta.
Yo estaba seguro que la palabra era del Señor. Había dos hombres de Israel
sentados en esa reunión, y mi mejor suposición era que se aplicaba a uno de ellos de
alguna forma. Pensé preguntarles, pero sentí un poco de duda en hacerlo. Después
de 10 minutos, le pregunté al grupo “¿La palabra “lepra” significa algo para alguno?”
Nadie dijo nada durante un minuto. Entonces un banquero que también era un
66

inversionista habló. Él dijo que recientemente había invertido en una colonia de


leprosos en la India. Aun cuando era inversión que daría utilidades, era compasión lo
que lo movía a hacer la inversión que daba un negocio a una colonia de más de 700
leprosos. Tres de nosotros oramos por el hombre de negocios por su inversión y
algunas otras cosas en su vida. Más tarde esa noche cené con él, y me contó toda la
experiencia era extremadamente poderosa para él. La simple palabra “lepra” y la
oración siguiente confirmaron una dirección que él estaba tomando en su negocio y le
permitió saber que el Señor estaba complacido con él.
Las palabras del Señor son poderosas, aun cuando sean generales, y aun
cuando tengamos que preguntar a quién se aplican.

Cumpliendo la Regla de Oro.

El mayor de los profeta dijo una vez “Bendice a quienes te maldicen” (Lc 6:28).
Los pocos que realmente hacen eso, son a los que se les confían los más grandes
secretos de Dios porque Dio sabe que ellos no van a usar esos secretos para
vengarse, sino como herramientas de amor y misericordia para reorganizar vidas
dañadas.
Si alguien vio un pecado en tu vida, ¿Qué te gustaría que hiciera? ¿Quisieras
que esa persona la dijera el domingo en la mañana delante de toda la iglesia? ¿Te
gustaría que esa persona les dijera a tus amigos lo que habían visto de ti? Eso lo haría
verse como un profeta poderoso a algunos, ¿Pero qué haría eso para ti?
Aquellos que quieren verse como grandes profetas siempre terminan
innecesariamente lastimando a otros. Los profetas reales no solo ven nuestros
secretos, también están llenos de misericordia. Ellos saben que Dios primero usa la
bondad, para llevarnos al arrepentimiento, y ellos siguen Su ejemplo (Ro 2:4). Los
profetas verdaderamente grandes tratan a la gente como les gustaría ser tratados a
ellos (Lc 6:31). Cuando ellos tienen una advertencia o una bendición para alguien,
ellos consideran como darla, de modo que logre el máximo beneficio para todos. Y
ellos no solo consideran la forma en la cual deben entregar el mensaje, sino también
el tiempo apropiado de su entrega también.

Esperando el Tiempo Correcto.

Podemos tener una revelación verdadera, con la interpretación correcta, y


entonces impartir el mensaje sin que se logre ningún beneficio, porque lo dimos en el
momento equivocado. Un profeta sabio conoce que “Manzana de oro con adornos de
plata es la palabra dicha oportunamente.” (Pr 25:11), una obra de arte que trae gozo
al que la dice y bienestar al que recibe, “El hombre es feliz cuando sabe responder; ¡y
qué buena es una respuesta oportuna!” (Pr 15:23).
67

Nunca imparta una palabra profética a alguien, sin primero pedir y recibir
permiso del Señor. A menudo me preguntan “¿Cómo sabemos si tenemos el permiso
del Señor para dar la palabra?” La respuesta es, Él nos lo dirá si le preguntamos. ¿Por
qué nos daría Dios una revelación sin darnos instrucciones de cómo usarla? Si
tenemos la capacidad para recibir la revelación, también tenemos la capacidad para
escuchar que hacer con ella.
También necesitamos que el Señor nos muestre como aplicar la revelación,
tanto cómo necesitamos que nos dé la revelación y su interpretación. Las personas
son diferentes, y por lo tanto la misma verdad puede necesitarse ser aplicada en forma
diferente si va a ser de beneficio al que escucha. Una aplicación que innecesariamente
provocaría a una persona, podría ser correcta para otra. El Espíritu Santo debe
iluminar cada paso del proceso si es que vamos a ser alguna vez de bendición para
alguien.
Algunas veces el Señor no le da al profeta una interpretación o aplicación de
una revelación, pero aun así Él quiere que se imparta la revelación. En este caso, el
Señor puede estar probando los corazones de los oyentes para ver si valoran su
palabra lo suficiente para buscarlo para su significado y aplicación. Tenemos que ser
cuidadosos de no decir más de lo que Dios dijo. Si agregamos alguna cosa, debemos
distinguir entre la revelación y nuestras propias opiniones respecto a su significado y
aplicación. Nuestra opinión puede ser valiosa, pero si descuidadamente dejamos que
quienes nos oyen crean que eso es lo que Dios dijo, probablemente será engañoso.

Siendo Amable.
La bondad del Señor es el estándar para todo el ministerio profético. Cuando
damos palabras de Él a la gente, debemos hacerlos sentirse a gusto. Sonríales.
Llámelos por su nombre. Siempre imparta las palabras proféticas con sensibilidad y
humildad. Queremos que la gente sienta la amabilidad y el amor de Dios a través de
nosotros.
Los mensajes acusatorios, críticos, autosuficientes, enojados, muy raras veces
hacen algún bien a alguien. Yo sé que los profetas del Antiguo Testamento
frecuentemente hablaron palabras enojadas de Dios. Esas palabras fueron habladas
a gente rebelde, entregadas a la idolatría o a la hipocresía religiosa. Jesucristo reservó
sus palabras de enojo para los líderes religiosos hipócritas autosuficientes (Mt 23). Si
Dios tuviera un mensaje de enojo para la iglesia de hoy, yo esperaría que viniera como
siempre lo ha hecho, a través de un profeta humilde, quebrantado, que ama a la iglesia
y se identifica con su pecado, y que se mueve al nivel más alto de revelación (Dn 9:4-
19). Sin embargo, la mayoría de las palabras “proféticas” de enojo, que escucho el día
de hoy, fluyen de un caudal de enojo no sanado del corazón del profeta.
Imparta todos los mensajes, especialmente los negativos, con gentileza y tacto.
No solo le diga a un esposo que su orgullo, egoísmo, insensibilidad y ceguera
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arruinarán su matrimonio. No va a recibir eso. Él pensará que solo lo estas atacando,


poniéndote del lado de su esposa. En lugar de eso, di algo como “Yo sé que tu esposa
está enojada y deprimida. Pero puedo ver que el diablo está usando esa infelicidad
para ponerte una trampa a ti. Él va a tratar de hacerte pensar que tú no tienes nada
que ver con su infelicidad, que todos los problemas serios en tu matrimonio son
realmente culpa de ella. Si caes en esta trampa, terminarás siendo miserable toda la
vida o divorciado. Yo creo que el Señor me ha mostrado como puedes escapar de
esta trampa, si te interesa escucharlo”. Un mensaje expresado de esta forma tiene
oportunidad de ser escuchado y de salvar un matrimonio.
Todos los profetas harían bien en pedirle al Espíritu Santo que escribiera los
siguientes proverbios en su corazón:
• “La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor.” (Pr
15:1)
• “Con larga paciencia se aplaca el príncipe, Y la lengua blanda quebranta los
huesos.” (Pr 25:15)
Si enmarcamos nuestros mensajes con tacto, evitando ataques frontales sobre
el carácter de una persona, es más probable que nuestras palabras lleguen al corazón
de quienes nos escuchan.

Intercediendo.
En el centro del cielo hay cientos de millones de ángeles. En medio de los
ángeles hay 24 tronos con 24 ancianos sentados en ellas. En medio de los tronos hay
cuatro seres vivientes volando alrededor de un trono rodeado por un arco iris
esmeralda. En el centro de ese trono, en el mero centro del cielo, está sentado el
Señor Jesucristo. Todo ese séquito celestial está mirando la belleza de esa gloriosa
persona y le canta alabanzas incesantemente (Ap 4-5). ¿Qué está haciendo Él?
Él no permite que el esplendor de la adoración angélica lo distraiga de Su
actividad principal. Hora tras hora, Él está orando por ti y por mí y por todos los que Él
está guiando hacia su Padre (He 7:25). El mayor Profeta es también el Mayor
sacerdote, y a pesar de que él es todopoderoso y omnisciente, él está todavía orando.
Siguiendo el Espíritu de Jesús, los grandes profetas siempre han sido grandes
intercesores. Si realmente queremos que nuestra palabras proféticas acerquen a
nuestros oyentes a Dios, entonces debemos orar por ellos después de que les
entregamos el mensaje.
La intercesión es un trabajo pesado. De hecho es más fácil hacer cualquier
cosa en lugar de orar. Y puede ser que nuestras oraciones, no nuestro mensaje, sea
lo que el Señor use para ayudar a esa persona. No es nuestra labor hacer que la
persona acepte la palabra, ni es nuestra labor hacer que la palabra se cumpla.
Después de que Isaías entregó uno de los mensajes de juicio más difíciles, él dijo “Yo
esperaré al Señor, que escondió su rostro de la casa de Jacob. En él confiaré.” (Is
69

8:17). Sigamos el ejemplo de Isaías, esperemos en el Señor, y pongamos nuestra


confianza en Él, para no caer en el Síndrome del Profeta Rechazado.

Reteniendo Palabras.
Daniel no solo fue profeta, fue un profeta sabio (Ez 28:3). Cuando recibió una
de sus visiones más espectaculares y problemáticas, la guardó para sí mismo (Dn
7:28). Él no necesitó probar que era un profeta espectacular compartiendo su visión,
ni siquiera con su círculo íntimo. Él no se enojó cuando Dios le dio una visión y
entonces rehusó permitirle que la compartiera. Él supo que la recompensa era la
misma por compartir o por retener la revelación, en tanto cualquiera de las dos se
hiciera en obediencia al Señor.
La disciplina de permanecer callado cuando Dios está callado, o cuando Él ha
retenido el permiso de hablar, es una señal de madurez profética. Dios no revela sus
secretos a charlatanes sino a quienes le temen a Él “El Señor es amigo de quienes le
temen, y confirma su pacto con ellos.” (Sal 25:14). En el cielo un profeta puede ser
conocido más por lo que no dice, que por lo que si dice. Nadie llega al nivel más alto
del ministerio profético, sin dominar la habilidad de la restricción profética. Esos son
los profetas que pueden ser confiados con revelación que no está madura para
compartirse, sino que debe ser “sellada” para uso posterior (Is 8:16; 29:11; Dn 8:26:
12:4,9). Esos son los profetas a quienes Dios puede mostrarles grandes secretos, y
confiar en que nunca van a repetir lo que oyeron o vieron a nadie. (2 Co 12:4; Ap 10:4).
Esos son los amigos de confianza de Dios, quienes tienen el interés de Dios en su
corazón, y no el de ellos.
¿Por qué le mostraría Dios algo a un profeta y no le daría el permiso de
compartirlo? Tal vez Dios está llamando al profeta a interceder en lugar de profetizar.
De hecho, a menos que Dios diga otra cosa, toda revelación es también un llamado a
la intercesión. Tal vez todavía no sea el tiempo correcto para el mensaje. Algunas
veces el Señor da un mensaje en etapas, y el profeta que habla un mensaje parcial
como si fuera el mensaje total, puede llevar a alguien por mal camino.
También es posible que veamos con precisión lo que alguien está planeando
hacer, pero no lo que Dios quiere realmente que haga esa persona. Si hablamos sin
el permiso de Dios, podemos confirmar los planes del hombre en lugar de los planes
de Dios. En ese caso llegaríamos a ser parte del engaño en lugar de ser parte de la
liberación.

Diciendo “Así dice el Señor”.


¿Deberías de iniciar tu mensaje diciendo “Así dice el Señor”? Los profetas del
Antiguo Testamento lo hacían con frecuencia. El equivalente del Nuevo Testamento
es “El Espíritu Santo dice” (Hch 21:11). Cuando los profetas usaron esta frase, ellos
70

pretendían hablar las palabras precisas de Dios, no sus interpretaciones o


aplicaciones de la revelación que habían recibido. “Así dice el Señor” no permitía
ninguna discusión. Significó “Esto es exactamente lo que Dios dijo. El asunto está
resuelto”. Los profetas que usaron esta frase usualmente no estaban hablando
palabras de profecía personal. Se les había dado autoridad celestial para hablar las
palabras de Dios sobre las naciones. Ellos tenían un carácter probado y una
trayectoria intachable. La mayoría fueron perseguidos, y algunos fueron mártires. En
mi opinión nosotros deberíamos ser rápidos para copiar su pasión por Dios y lentos
para usar su vocabulario.
Cuando le decimos “Así dice el Señor” a alguien, no le damos a esa persona
ninguna oportunidad de estar en desacuerdo. La persona se puede sentir controlada
o manipulada, porque es intuitivamente obvio, aunque ellos no puedan expresarlo,
que nosotros no tenemos la misma autoridad que los profetas que hablaron a las
naciones. No estoy diciendo que siempre está equivocado usar la frase “Así dice el
Señor”, solo que la mayoría de nosotros que la usamos no tenemos la autoridad para
usarla. Incluso los profetas que yo conozco que tienen la mayor autoridad, muy
raramente usan esa frase.
Por otro lado, conozco buenos profetas que están en desacuerdo conmigo en
este asunto. Ellos usan la frase constantemente cuando profetizan. Y yo no voy a dejar
que su estilo de profetizar cause que pierda la bendición de su amistad o su ministerio.

Profecías Grandiosas.

Una tendencia que he notado entre algunos profetas dotados es que


consistentemente adornan sus palabras proféticas con términos grandiosos. En un
servicio reciente de una iglesia, escuché a una profetisa muy experimentada decirle a
una señora que Dios la usaría a ella “para cambiar naciones.” Tal vez eso fue cierto,
pero yo me sentí incómodo por ello. Por supuesto, cualquiera de nosotros que ora
regularmente por las naciones puede jugar una parte en cambiarlas. Pero yo no pienso
que esta fue la forma en que la señora de la iglesia recibió la palabra. “Cambiar a las
naciones” trae a la mente al apóstol Pablo, no a un fiel guerrero de oración en sus
rodillas.
Una dieta consistente de profecías grandiosas produce enfermedad en la
iglesia por varias razones. Primero, simplemente nunca ha habido mucha gente de la
estatura de Pablo en la iglesia. Después de un tiempo, cuando veamos que todas esas
palabras caen a la tierra, empezaremos a ignorarlas palabras proféticas, o peor aún,
a despreciarlas. Segundo, una palabra inflada puede tener el efecto de inflar a la
persona que la recibe. Yo he visto pasar esto más de una vez (vea la historia al
principio del capítulo 8). Tercero, cuando le decimos a la gente que ellos van a hacer
algo increíble, o que tienen un carácter increíble, podemos estarlos guiando a creer
71

que su importancia radica en su desempeño, o en su personalidad o carácter. Esto es


lo que el diablo quiere que creamos, y es lo que hace su ministerio acusador tan
exitoso (Ap 12:10). La razón real por la que somos importantes es porque una Persona
Infinita Poderosa nos ama. De acuerdo con Pablo, nuestra estabilidad viene de
experimentar Su infinito amor (Ef 3:14-21). Recuerda que “el testimonio de Jesús es
el espíritu de la profecía” (Ap 19:10). Por lo tanto, queremos que todas nuestras
palabras proféticas dirijan a la gente hacia Su grandeza, no a nuestra grandeza.

Autoridad Profética.

Las palabras proféticas están siempre sujetas a la autoridad de la Escritura. En


el Antiguo Testamento, aun si una palabra profética se cumplía y era confirmada con
señales milagrosas, no debería de seguirse si contradecía la enseñanza de la
Escritura (Dt 13:1-5). Durante el tiempo de Isaías la gente consultaba médiums y
espiritistas. Isaías estableció el patrón para distinguir al profeta verdadero del falso:
“¡A la Ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha
amanecido!” (Is 8:20).
Pablo enfrentó el mismo problema en Corinto, en donde algunos afirmaban que
habían sido dirigidos a ignorar su enseñanza debido a su propia inspiración profética.
Él escribió, “Si alguno se cree profeta o espiritual, reconozca que lo que escribo son
mandamientos del Señor” (1 Co 14:37). La autoridad de la Escritura es universal, para
todas las gentes y para todos los tiempos. La revelación profética personal, en
camnbio, es solamente para la gente a quién se le imparte y solo para ese tiempo en
particular.
¿Cuánta autoridad se le debe asignar a las palabras proféticas personales?
¿Debemos esperar que alguien tome una decisión basado en una palabra profética
que le hemos dado? Jeremías ciertamente esperó que la gente basara su decisión en
su palabra profética. Cuando la gente le preguntó si debían permanecer en Judá o
huir a Egipto, él dijo que el Señor solo los protegería si permanecían en Judá (Jer 42).
La gente no escuchó, y la mayoría de ellos murieron bajo juicio en Egipto. Pero
estaríamos equivocados si usáramos a Jeremías, o a cualquiera de los profetas del
Antiguo Testamento, como nuestro modelo normal para la autoridad para las palabras
proféticas personales del día de hoy.
Aquí está porqué: Los ejemplos del Antiguo Testamento de ministerio profético
no incluyen muchos casos de profetas dando palabras “personales”. Casi todos los
ejemplos tratan con profetas dando palabras colectivas. Incluso las palabras
personales del profeta para el rey, eran en realidad palabras colectivas, porque su
propósito era ayudar a rey a guiar a la nación. Y sería un error usar ejemplos colectivos
como un modelo para palabras personales. En un mundo corporativo, los profetas
representaban la voz de Dios a una nación que de hecho lo reconocía a Él como su
único gobernante. En el ejemplo anterior, Jeremías no está hablando a un individuo
72

para darle alguna guía sobre donde debe vivir, él le está hablando al remanente de
una nación rebelde, diciéndoles la única forma en que Dios permitiría que
sobrevivieran.
Dios usó a los profetas para decir cosas que ni el rey ni la nación querían creer.
Con el fin de ayudarle a la gente a creer, Dios estableció la autoridad de los profetas
de maneras inolvidables. Él bajó en una nube para hablar con Moisés enfrente de todo
el pueblo (Ex 19:9). Él causó que las aguas del Jordán se detuvieran para que el
pueblo pudiera seguir a Josué a la Tierra Prometida (Jos 3:7-17). Dios le dio precisión
extraordinaria a Samuel para que ninguna de sus palabras cayera a tierra (1 S 3:19).
Dios confirmó las palabras de Elías deteniendo la lluvia por tres años y medio, y
concediéndole poder para pedir que cayera fuego del cielo (1 R 17:1; 18:36-38).
Visitaciones celestiales, señales de la naturaleza, gran precisión, milagros, y otras
experiencias sobrenaturales, eran las tarjetas de presentación de los profetas del
Antiguo Testamento.
Cuando Jesucristo vino, le dio su autoridad a los apóstoles, no a los profetas.
La estructura de autoridad de la iglesia difiere de la estructura de la nación de Israel.
Los apóstoles, no los profetas, tienen autoridad extendida en el Cuerpo de Cristo. Los
apóstoles del Nuevo Testamento dieron palabras colectivas para toda la iglesia. Dios
reveló a cada apóstol donde estaba su esfera de autoridad, y la iglesia reconoció esa
autoridad. Pedro tuvo autoridad entre los judíos. La esfera de Pablo era entre los
gentiles. Los profetas del Nuevo Testamento difieren de los del Antiguo Testamento
por tener un ministerio mucho mayor en impartir palabras personales en lugar de
impartir palabras colectivas. Los profetas en la iglesia hablan a individuos para
animarlos, confortarlos y edificarlos (Hch 15:32; 1ª Co 14:3). También pueden impartir
palabras colectivas (Hch 11:27-30), pero el Nuevo Testamento enfatiza su ministerio
a individuos.
En el nivel local, los ancianos de las iglesias individuales tienen la autoridad,
no los profetas. La mayoría de los profetas del Nuevo Testamento no son ancianos o
líderes. Pablo escribió que son “los ancianos quienes dirigen los asuntos de la iglesia”
(1ª Ti 5:17). Y aquí está un punto crítico: “toda la autoridad en el Nuevo Testamento
se da para dirigir los asuntos de la iglesia, no las vidas personales individuales”.
Cuando los líderes de una iglesia, o de un movimiento cristiano, empiezan a ejercer
autoridad sobre las vidas personales de sus seguidores, están en el camino que
conduce a un culto fanático. Ni los profetas ni los pastores deben estar haciendo
nuestras decisiones personales por nosotros.
Jesucristo nos ha dado una relación una relación más íntima con el Padre de
la que los santos del Antiguo Testamento eran capaces de experimentar. La
experiencia normal para nosotros es escuchar su voz (Jn 10:4). Tenemos el Espíritu
Santo que nos guía (Ro 8:14). Él espera que nosotros escuchemos al Espíritu para
nuestras decisiones personales. Esto no significa que los profetas no puedan ayudar.
73

Ellos pueden apoyar, confirmar, o clarificar lo que pensamos que el Señor nos está
diciendo. Ellos pueden ocasionar que oremos acerca de direcciones de las que no
habíamos pensado. Pero nunca deben ocasionar que olvidemos nuestro privilegio de
escuchar la voz de Dios por nosotros mismos. Nunca debemos actuar únicamente con
la luz de algún otro. Dios nos va a hacer responsables de nuestras decisiones a cada
uno de nosotros. Él nunca va a permitir que excusemos nuestras malas decisiones
diciendo “¡Fue ese profeta que tú me diste!”.
Esto no significa que los profetas del Nuevo Testamento no hablen palabras
poderosas y autoritativas. De hecho, al final de esta era habrá un avivamiento
profético. Los dos profetas más poderosos todavía no han venido, y su autoridad se
establecerá como a los profetas del Antiguo Testamento (Ap 11:3-12). Incluso ahora,
existen indicios de que Dios está preparando a la iglesia para recibir un nivel más alto
de ministerio profético.

Respetando la Autoridad Pastoral.


Recientemente conocí a un joven, en una conferencia, que era amable, sincero,
y dotado proféticamente. El sintió que su iglesia había caído en un bache y que el
Señor le había indicado que se saliera de la iglesia. Él le dijo al pastor que debería
cerrar la iglesia por un mes para que todos pudieran realmente aprender cómo hacer
la iglesia. Él no pudo entender por qué el pastor lo rechazó a él y a su palabra.
No tengo ninguna duda de que el joven vio algunos patrones equivocados de
ministerio en su iglesia, pero su error de no respetar la autoridad de su pastor socavó
la eficiencia de cualquier mensaje que él haya escuchado del Señor. ¿Cuál fue su
error al no respetar la autoridad pastoral?
Primero, él dio una corrección grande sin ningún tacto. Él no consideró el
impacto de su mensaje sobre el pastor. Él no se dio cuenta que le estaba diciendo a
su pastor que todo su ministerio anterior en la iglesia tenía graves irregularidades.
Esta no fue una forma apropiada de acercarse a alguien a quien se le había dado no
solo la autoridad de dirigir los asuntos de la iglesia (1 Ti 5:17), sino también autoridad
para velar por el alma del joven (He 13:17).
Segundo, él dio un mensaje que no tenía la autoridad para dar. Los mensajes
que involucran una redirección radical de un ministerio, por lo general se les confían
a profetas que tienen una historia sobrenatural probada y autoridad celestial
reconocida. Ese joven no tenía ninguna de las dos cosas. El profeta principiante era
un hombre de negocios exitoso, que nunca había recibido ningún entrenamiento
ministerial ni profético. Yo le pregunté cómo le gustaría que alguien sin ninguna
experiencia en los negocios le dijera que cerrara su negocio por un mes de modo que
él aprendiera realmente como hacer negocios. Él captó su error, pero lo hizo
demasiado tarde. El daño ya había sido hecho.
74

Y sin embargo él es un buen hombre, con un don real, capaz de recibir


corrección. Me encantaría tenerlo en mi iglesia para entrenarlo y ponerlo a trabajar. Él
solamente necesita un mejor entendimiento de la autoridad de Dios.
El propósito de la autoridad de Dios, es diferente del propósito de la autoridad
terrenal: se da para guiar a la gente a una intimidad más profunda con Jesucristo, no
para controlar a otros. A diferencia de la autoridad terrenal, se da de diferente forma.
La autoridad de Dios elude a quienes la buscan, abandona a quienes abusan de ella,
y descansa en aquellos que descansan en la Palabra.
75

Capítulo Ocho: Engaños, Demonios, y Falsos Profetas.


Estábamos hechizados. ¿Cómo podía esta persona conocer los secretos de
nuestros corazones sin nunca habernos conocido? Éramos 12 sentados en un círculo.
La mayoría éramos pastores. Solo uno era profeta. Él profetizó sobre tres de nosotros
en sucesión, con perfecta precisión acerca de nuestro pasado y presente, y entonces
nos dijo acerca de nuestro futuro. Nosotros le creímos. Pasó al cuarto de nosotros, él
dijo que en los últimos días la iglesia creyente en Norteamérica se dividiría en 12 tribus
y que esas 12 tribus tendrían gran poder. Mirando de frente al pastor, él dijo “Y tú vas
a ser el líder de una de esas 12 tribus”.
Yo debía haber sabido inmediatamente que esto estaba equivocado. No porque
el pastor solo tenía unas 40 personas en su iglesia. No porque él no se movía en
ninguno de los dones sobrenaturales del Espíritu Santo. Y no porque carecía de las
habilidades relacionales para conducir grandes números. Sino porque cuando él
escuchó la profecía él se echó una sonrisa de bienvenida. Si él hubiera tenido el
corazón para tal llamado, él hubiera temblado.
La profecía tuvo efectos destructivos inmediatos en la vida del pastor, el menor
de ellos fue que lo hizo pensar más alto de sí mismo de lo que debía. Después de
todo, ¿no había dicho el Señor que él reinaría sobre una tribu en los últimos días?
Un año después, en el inevitable descenso hacia el desastre, el pastor le
preguntó al profeta porque las cosas estaban yendo mal. Para su crédito, el profeta le
dijo al pastor que se había equivocado en su profecía. Bueno, algo así. Lo que
realmente dijo fue “Estoy quitando las profecías que di sobre movimientos el año
pasado”.
¿Por qué creería un pastor una profecía equivocada acerca de si mismo? Como
yo conocía a este pastor, me formé mi propia opinión de porque la creyó: enterrada
en su alma estaba un engaño que organizó sus valores y prácticas, actuando como
un filtro para interpretar gran parte de su experiencia. El engaño era que él encontraría
significado en esta vida solamente llegando a ser un gran líder en la iglesia, o más
precisamente, siendo reconocido como un gran líder por la iglesia. La profecía había
concordado con su engaño y se había cambiado a una casa ya amueblada para eso.
¿Cómo pudo un profeta tan dotado equivocarse tan gravemente? ¿Su error
significaba que era un falso profeta? Antes de que podamos contestar esas preguntas,
necesitamos considerar el contexto más amplio del ministerio falso.

El Ministerio Falso.
El diablo no puede crear. Solo Dios puede crear. Por lo tanto, en su pelea contra
Dios, una de las estrategias principales del diablo, consiste en engañar a la gente
falsificando lo que Dios hace. ¿El Señor le habla a su gente y los guía? También lo
hace el diablo. ¿El Señor le da sabiduría a su pueblo? El diablo tiene su propia
76

sabiduría, la cual intenta impartir a la iglesia (Stg 3:15). ¿Nos habla el Espíritu Santo
acerca de nuestro pecado y nos da convicción (Jn 16:8)? También el diablo lo hace.
Pero en lugar de darnos convicción, que podría conducir a esperanza, nos acusa y
condena, que conduce a desesperación (Ap 12:10).
El diablo tiene falsos cristos y falsos apóstoles a los cuales da poder para hacer
señales, prodigios y maravillas (Mt 24:24; 2 Co 11:13-15; 2 Ts 2:9; Ap 16:14). Él tiene
falsos profetas a quienes les puede impartir “un espíritu mentiroso” para engañar a un
rey (1 R 22:21) o a través del cual pueda impartir un “espíritu de adivinación” para
predecir el futuro con un buen grado de precisión (Hch 16:16). Él puede proveer una
unción falsa (1 Jn 2:27) que proporciona falsos maestros y falsos ancianos, con falsa
humildad, falso conocimiento, y falsas doctrinas (Hch 20:29-31; Col 2:18,23; 1 Ti 6:3-
5; 2 P 2:1-3,20).
Esos maestros y ancianos “apostatarán de la fe y escucharán a espíritus
engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Ti 4:1). De esta forma el diablo puede
introducir doctrinas de demonios en la iglesia. El diablo también envía falsos hermanos
a la iglesia para robar el pan de los hijos y traicionar a sus líderes (2 Co 11:26). El
diablo intentará falsificar todo lo que Dios hace, incluso los dones que Dios ha dado a
su iglesia.
¿Por qué satanás quiere substituir el ministerio falso por el ministerio real del
Espíritu Santo?
Primero, él sabe que hay mucha gente religiosa que nunca seguiría al diablo a
sabiendas. Por lo tanto, él produce un atractivo ministerio falso para alejar de la verdad
a los religiosos. Los que son llevados al ministerio falso todavía creen que están
sirviendo a Dios. De hecho, ellos creen que los verdaderos adoradores son los que
están engañados.
Segundo, si el diablo puede infiltrar la iglesia con falsos ministros y doctrinas,
puede causar división que debilita el poder y la pureza de la iglesia.
Tercero, dándoles poder a los ministros falsos con dones falsos, el diablo ha
hecho que la iglesia tenga miedo de los dones sobrenaturales reales y de aquellos
que los usan. Él ha sido tan exitoso con esta estrategia, que una parte de la iglesia
tiene más confianza en la habilidad de satanás para engañar, que en la habilidad de
Jesucristo para guiarlos.

Falsos Profetas.
Los falsos profetas tienen poder. Pueden predecir el futuro y realizar señales y
maravillas (Jer 23:10; Is 44:25; Mt 7:21-23; 24:24). Buscan socavar a los profetas
verdaderos, y cuando se abre una puerta, los persiguen (Jer 23:1-17; 1 Jn 4:6). Los
falsos profetas le dicen a la gente que vienen cosas maravillosas, cuando los profetas
verdaderos han decretado juicio (Jer 23). Ellos viven en inmoralidad y la promueven
entre el pueblo de Dios (Jer 23:14; Ap 2:14, 20.23). Ellos niegan verdades
77

fundamentales de la fe (2 P 2:1-3). Pero su elemento básico, la característica que


define a los falsos profetas, es que ellos usan su poder para conducir a la gente lejos
del Dios verdadero hacia falsos dioses (Dt 13:1-5; Jer 23:13; Hch 13:6-8).
Un falso profeta no es un profeta que hace un error en una predicción.
Deuteronomio 18:15-22 se usa por algunos para enseñar que si un profeta hacía un
error, era considerado falso profeta y apedreado. Pero el texto de Deuteronomio no
se trata de profetas en general. En el versículo 15 Moisés predice “El Señor tu Dios
levantará de entre tus hermanos un profeta como yo.” La clave para entender la
profecía es la frase “como yo”. Moisés fue único entre todos los profetas (Nm 12:6-8;
Dt 34:10-12). Como mediador del Antiguo Pacto, Moisés estuvo entre el pueblo y Dios,
como un representante de ambos. Cuando le dijo a los Israelitas que Dios les daría
“un profeta como yo”, se estaba refiriendo al Mesías, y así es exactamente como el
Nuevo Testamento entendió esta profecía (Hch 3:17-26; 7:37). El falso profeta de
Deuteronomio 18:20 tenía que morir, no porque hubiera hecho algún error, sino
porque presumía ser cómo Moisés, y sin embargo conducir al pueblo a otros dioses.
Además no hay ningún otro texto en el Antiguo Testamento apoyando la idea
de que un profeta fuera ejecutado por un error, y ningún ejemplo de que el pueblo
haya aplicado Deuteronomio 18:15-22 de esta forma. Por el contrario, cuando Natán
hizo un error, hablándole a David en el nombre del Señor, diciéndole que siguiera
adelante con su plan de construir el templo, Dios simplemente corrigió a Natán. Nadie
le llamó falso profeta, ni trató de apedrearlo (2 S 7:1-17).
Jesucristo dijo que reconocemos a un falso profeta por los frutos de su
ministerio, no por su poder, o sus milagros, o su precisión (Mt 7:15-23). Y si los
profetas del Nuevo Testamento no podían hacer errores, ¿Por qué Pablo ordenó a la
iglesia que juzgaran las palabras proféticas (1 Co 14:29)?
Dos teólogos contemporáneos, a los cuales admiro, mantienen un debate. Uno
de ellos usa la Biblia para demostrar que los dones sobrenaturales del Espíritu Santo
ya cesaron. El otro usa la Biblia para demostrar que siguen todavía vigentes. Ambos
declaran sus puntos de vista públicamente en el nombre del Señor. Puesto que están
enseñando doctrinas contrarias, uno de ellos debe estar enseñando falsa doctrina,
pero nadie que yo conozca consideraría llamar falso maestro a ninguno de los dos.
Todos los maestros, pastores, y evangelistas hacen errores. Incluso el apóstol Pedro,
hizo un error tan grande, que estaba conduciendo a los creyentes de Antioquía a la
hipocresía, y Pablo tuvo que reprenderlo públicamente (Ga 2:11-21). ¿Por qué no
podemos tenerles la misma misericordia a los profetas? ¿Por qué el ministerio
profético debe ser el único al que no se le permite ni un solo error, y los profetas sean
los únicos a los que no se les permita crecer en la gracia?

Categorías de Profetas del Nuevo Testamento.


78

La tendencia común es pensar de todo el ministerio profético como falso o


verdadero. Este es un error que hacemos al hacer a uno de los profetas estelares de
la Biblia, como Isaías o Eliseo, el modelo para todo el ministerio profético del día de
hoy. Los profetas estelares no representan el ministerio profético promedio. El
promedio se encuentra en las escuelas de los profetas anónimos del Viejo
Testamento, y en el don de profecía que se ofrece a los creyentes ordinarios en el
Nuevo Testamento. ¿Y si hiciéramos al apóstol Pablo el modelo de toda enseñanza,
y rehusáramos aceptar a nadie como maestro en la iglesia el día de hoy, a menos que
pudiera ponerse a la altura de Pablo? Si fuéramos a poner ese estándar,
concluiríamos que no hay maestros en la iglesia el día de hoy.
No estoy diciendo que no debemos tener metas altas. La vida y el ministerio de
Jesucristo debe ser nuestra meta, así como las vidas y ministerios de Sus más
grandes siervos. Pero si tomamos a los más grandes en cualquier categoría de
ministerio y decimos que este es nuestro estándar por el cual juzgamos si un ministerio
es verdadero o falso, tendremos que concluir que la mayoría de los ministerios son
falsos.
Dos de mis metas son amar a Jesucristo como el apóstol Juan y enseñar como
el apóstol Pablo. Estoy muy lejos de alcanzar esas metas. Es muy probable que nunca
siquiera me acerque a ellas. Eso no significa que el amor que tengo por Jesucristo no
es real, o que mi don de enseñanza es falso.
Cuando evaluemos a los profetas del Nuevo Testamento, debemos estar
pensando en términos del Nuevo Testamento. Por ejemplo, Pablo describió a algunos
cristianos como “espirituales”, y otros como “carnales”, o “mundanos” (1 Co 3:3). Los
creyentes espirituales son aquellos que tan consistentemente han caminado con
Cristo que sus vidas reflejan el fruto del Espíritu (Ga 5:22-23). El creyente carnal, en
cambio, ha tenido suficiente tiempo para llegar a ser espiritual pero ha permanecido
inmaduro porque ha rehusado corrección. Él es más bueno acusando que
arrepintiéndose. También hay creyentes que son inmaduros simplemente porque son
nuevos cristianos que no han tenido tiempo para madurar.
¿Por qué no pensamos de los profetas con esas mismas categorías? Está el
profeta espiritual que es maduro en su don y en su carácter. Está el profeta inmaduro,
pero creciendo, cuyo carácter y don están mejorando. Y está el profeta carnal, quien
puede estar muy dotado, pero cuyas deficiencias de carácter están produciendo más
contienda que fruto del Espíritu. En términos de dones, el profeta inmaduro y el profeta
carnal pueden verse parecidos, es solamente por el don espiritual de discernimiento,
o por evaluación de sus ministerios en un periodo de tiempo, que podemos distinguir
entre ellos.
Finalmente, está el falso profeta que tiene un don sobrenatural, pero no es
nacido de nuevo, y que usa sus dones para conducir a la gente lejos del Señor.
Jesucristo nos advirtió que al final de ésta era “muchos falsos profetas aparecerán y
79

engañaran a mucha gente” (Mt 24:11) y que tendrán un poder extraordinario


sobrenatural (Mt 24:24). ¿Es posible que el Movimiento de la Nueva Era sea el inicio
del cumplimiento de esta advertencia de Jesucristo? Hasta ahora, yo no he
encontrado muchos falsos profetas dentro de la iglesia. Yo encuentro que los profetas
carnales son un problema mucho mayor que los falsos profetas, pero conforme el
ministerio profético llega a establecer mejor, debemos esperar ver más falsedades
proféticas. Esto será una señal de que el final de esta era se está acercando.

Reconociendo a los Falsos Profetas.


¿Cómo reconocemos lo que es falso? Judas 4-19 es tal vez el pasaje que
describe mejor a los falsos ministros. Al inicio de la lista de Judas está que ellos
“niegan a Jesucristo” (versículo 4). Los motivos de su ministerio se pueden encontrar
en “el camino de Caín”, que es enojo y rechazo; o en “el error de Balam”, que es
codicia e inmoralidad, o en “la rebelión de Coré”, que son celos de los líderes ungidos
de Dios (versículo 11). Los ministerios de los falsos profetas están caracterizados por
inmoralidad, rechazo de la autoridad, egoísmo, manipulación, quejas, criticando,
adulando, jactancia, y la decepción de todos los que confiaron en ellos. Ellos no son
nacidos de nuevo, porque ellos “no tienen el Espíritu” (versículo 19). La descripción
de Judas les queda no solo a los falsos profetas, sino también a los falsos apóstoles,
maestros y ancianos.
A fin de identificar a lo falso con certeza, busque por dos cosas que aparecen
combinadas. Primero, el ministerio falso niega la Palabra de Dios. La negación no se
va a referir a un asunto debatible de interpretación, sino a una doctrina fundamental
de la Biblia. Segundo, puesto que el diablo no puede producir el fruto del Espíritu, el
ministro falso carecerá de vida y de fruto espiritual. Tú pensarías que de esta falta de
fruto y de vida sería fácil identificar a los falsos profetas. Pero no lo es.
Los falsos ministros son engañosos acerca de lo que creen. Ellos también son
atractivos en su engaño. Lo que lo hace aún más difícil, es que tienen un grado de
poder que parece acreditarlos. Con esa combinación ellos construyen una base de
apoyo antes de que revelen su verdadero carácter y creencias. Jesucristo nos advirtió
que su poder de engaño sería tan grande en los últimos días, que ellos podrían
“engañar incluso a los elegidos, si eso fuera posible” (Mt 24:24). La mejor manera de
detectar la unción falsa es con el discernimiento que viene de la unción verdadera. Se
nos ha dado el Espíritu Santo “para que entendamos lo que Dios nos ha dado” (1 Co
2:13) y rechacemos los dones falsos del diablo. En particular, el Señor le ha dado a
algunos en el Cuerpo de Cristo el don de “discernimiento de espíritus” (1 Co 12:10).
Ellos pueden distinguir la diferencia entre el trabajo del Espíritu Santo, de los espíritus
de demonios, y de los simples espíritus humanos.
A la luz de esta discusión, tenemos que concluir que el profeta al inicio de este
capítulo, que dio la profecía equivocada, no era un falso profeta. Él no negó doctrinas
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fundamentales y no estaba conduciendo a la gente lejos del Señor hacia otros dioses
o la inmoralidad. Sin embargo, ¿Cómo pudo él estar sorprendentemente preciso con
tres personas seguidas y fallar terriblemente con la cuarta?

Puertas Abiertas para Engaños Demoníacos.


¿Puede un espíritu malo engañar a un profeta verdadero? Sin meternos en la
discusión de si un cristiano puede estar endemoniado o no, déjenme hacer una lista
de algunas formas en las que cualquier creyente puede estar influenciado por
demonios. La Biblia enseña que un pecado voluntario prolongado en una de las áreas
siguientes le dará al diablo un lugar de influencia en nuestras vidas:
1) Ira y falta de perdón (Ef 4:26-27; 2 Co 2:9-11)
2) Lujuria, inmoralidad sexual, o perversión (1 Co 5:5)
3) Odio y violencia (Lc 9:54-56; Jn 8:44)
4) Envidia, celos, y ambición egoísta (Stg 3:13-18; 1 S 18:8-11)
5) Prácticas de ocultismo (Lv 19:31; Dt 18:9-13; Hch 16:17-18)
6) Idolatría o avaricia (1 Co 10:20; Ap 9:20; 1 Ti 6:9; Col 3:5)
7) Blasfemia (1 Ti 1:20)
Cuando un profeta tiene alguno de esos dentro de su corazón, los poderes de
los demonios tienen oportunidad de distorsionar sus percepciones de revelación
genuinas o incluso darle una revelación falsa.
¿Fue el profeta engañado por un demonio cuando le dio al pastor la profecía
equivocada? Yo no lo creo. Hay otras fuentes de engaño además de los espíritus
malos, y yo creo que ahí está la respuesta.

Contaminación Profética de Nosotros Mismos.


No necesitamos un diablo para ser engañados. Nuestros propios corazones
pueden hacerlo “Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio.” (Jer
17:9). Nosotros somos propensos a mentirnos a nosotros mismos. Y recuerda,
cuando estamos tratando de escuchar a Dios, siempre estamos tratando con tres
niveles: revelación, interpretación, y aplicación. Podemos confundir nuestros propios
pensamientos con revelación de Dios, o podemos tener una revelación verdadera y
darle una interpretación o aplicación equivocada.
¿Qué es lo que contamina este proceso? El Señor promete darnos los deseos
de nuestro corazón si nosotros nos deleitemos en Él (Sal 37:4). Cuando nos
deleitamos en algo más que Él, nuestros deseos nos llevan por mal camino. Pablo
expresó este principio en Romanos 8:5 “Los que viven conforme a la naturaleza
pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven
conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu.” El estado normal de los
cristianos en crecimiento es fijar sus mentes en Dios, deleitándose en Él. Pero cuando
81

se produce una recaída, nuestros deseos se vuelven nuestros enemigos. Nos


engañan (Ef 4:22), nos corrompen (2 P 1:4) y “entran hasta ahogar la palabra, de
modo que ésta no llega a dar fruto” (Mr 4:19). Un deseo equivocado puede contaminar
el proceso de discernir la voz de Dios.
Uno de los deseos más mortíferos es el deseo de prominencia. Este deseo
puede hacer imposible escuchar la voz de Dios (Jn 5:37,44). Las actitudes
pecaminosas como el miedo y el espíritu de crítica también oscurecen la revelación.
Por ejemplo, cuando juzgo a mi hermano, mi visión puede hacerse tan borrosa a tal
grado que ya no veo le enormidad de mi propio pecado (Mt 7:3-5). Si un profeta tiene
un sueño o visión negativa acerca de un creyente con el que está enojado, debe
desecharla junto con la otra basura espiritual que está contaminando su don de
revelación (Stg 1:20)
Algunas veces un profeta pasa por una temporada en la que está poniendo
más esfuerzo en cultivar su don que en cultivar una amistad íntima con el Señor. En
lugar de estar buscando una relación, está perfeccionando un ministerio. Por
supuesto, esto también les pasa a los pastores, maestros y evangelistas. Los
resultados son predecibles: No solo perdemos el gozo y la paz en nuestras vidas
personales, sino que, irónicamente, también perdemos poder en nuestro ministerio.
En el caso del profeta, esto significa una pérdida de revelación o contaminación de la
revelación.
Nadie está exento de influencias culturales. Esta es otra fuente de
contaminación. Algunas veces las creencias culturales subconscientes afectan lo que
un profeta piensa que Dios pueda estar diciendo. O puede estar impresionado por la
última teoría teológica flotando en el ambiente, que trata de acomodar lo que está
oyendo del Espíritu Santo con la nueva teoría.
Y siempre está, siempre, la presión de la gente. Es tan difícil para algunos
profetas resistir la tentación de agradar a la gente, especialmente cuando un profeta
considera a la persona delante de él como importante o influyente. Yo he visto profetas
maduros dejar caer todo y correr hacia los poderosos, suponiendo que una invitación
de los poderosos es lo mismo que una invitación del Todo-Poderoso, solamente para
regresar decepcionados. Los grandes profetas de la Biblia no se impresionaron con
los reyes que gobernaban la tierra, sino con el Rey que gobierna el cielo y la tierra.
El profeta que fue muy preciso conmigo pero tan equivocado con el otro pastor
había caído, yo creo, en la trampa de agradar al poderoso. No que haya pensado que
el pastor sentado al lado mío fuera tan poderoso, sino que pensó que el pastor estaba
bien conectado con alguien que sí lo era. Si él impresionaba al pastor, tal vez el pastor
podría usar su influencia para mejorar las conexiones del profeta. Tal vez esta no sea
la causa del error. Pero debe haber habido alguna causa, y después de pensar en ello
por un largo tiempo, esta es la explicación que tiene más sentido para mí.
82

El apóstol Pablo lo resumió de esta forma “Si todavía buscara yo agradar a la


gente, no sería siervo de Cristo” (Ga 1:10). Pablo supo que una de las formas más
rápidas de caer en el engaño, era tratar de agradar más a los hombres que agradar a
Dios.
¿Cómo pueden los profetas evitar el engaño? De la misma forma que todos los
creyentes: tratando de agradar a Dios, en lugar de agradar a los hombres,
deleitándose en Dios por sobre todas las cosas, y amándolo a Él más que a todo lo
demás, especialmente más que a nuestros ministerios.
83

Capítulo Nueve: Creciendo en tu Don Profético.


Estaba parado en el estrado enfrente de mil personas, a punto de ser humillado.
Nunca pude verlo venir. En cambio, yo vi una gloriosa revelación que liberaría a
alguien de años de dolor. La revelación resultó ser de Dios, pero también la
humillación.
Una iglesia denominacional me había invitado a hablar dos noches seguidas,
la primera noche sobre escuchar a Dios, y la siguiente sobre sanidad. Era un poco
estresante para la iglesia, porque que yo no era miembro de esa denominación, y
porque escuchar a Dios y sanidad, eran tópicos controversiales dentro de la
denominación.
Yo llevé un profeta experimentado conmigo. El mensaje sobre como escuchar
a Dios estuvo bien. Entonces llegó el tiempo de demostración. (Tú no puedes nada
más hablar de que Dios habla, sin darle a Él una oportunidad de que hable, y a la
gente una oportunidad de escucharlo). Todos inclinamos nuestras cabezas y
esperamos silenciosamente. Yo recibí una fuerte impresión y decidí empezar yo.
Apunté a la parte posterior del auditorio y dije “Hay alguien en la parte de atrás, a mi
derecha, que tiene dolores de migraña. De hecho estás teniendo uno ahora mismo. Si
tu pasas al frente, yo creo que el Señor te va a sanar”.
Mi mente pulsó con confianza. Ya estaba muy tranquilo porque estaba seguro
que esto era del Señor y de que Él iba a sanar a la persona. Los segundos pasaron y
nadie se movió. Yo repetí la palabra. Todavía nadie se movió. Conforme mi confianza
se evaporaba, gotas de sudor se formaban en mi frente. La gente me estaba dando
esas miradas de lástima que decían “Oh el pobre maestro. Lo estaba haciendo tan
bien hasta que trató de ser un profeta”.
En alguna parte entre mis gotas de sudor, y las miradas de lástima, mi mente
se cerró. Fui reducido a un mudo, parado en el estrado al lado de un profeta verdadero.
Mi amigo profeta, Phil Elston, tuvo misericordia de mí. Él apuntó a cinco hombres en
la segunda fila y dijo “¿Saben lo que ustedes cinco hombres tienen en común?
Ustedes son todos pastores. Y son de una denominación que no aprobaría que
estuvieran en una reunión como ésta”.
Era verdad. Phil pasó a entregar un mensaje profético a esos cinco hombres
que nunca había visto. La audiencia estaba asombrada. Se olvidaron de mi fracaso
cuando escucharon a Phil decirles los secretos de sus corazones.
Después de la reunión, yo estaba parado en el frente, orando por la gente. Un
joven de unos veinte años se me acercó y dijo “¡Esa fue la cosa más sorprendente
que jamás he visto!”
“¿Cuál cosa?” le pregunté.
“Tú apuntaste directo a mí en donde yo estaba sentado en la última fila y dijiste
“Alguien allá atrás tiene migrañas y está teniendo una ahora” ¡Estabas apuntando
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directo a mí! Yo he tenido migrañas durante varios años, y estaba teniendo una justo
entonces. ¿Cómo pudiste haberlo sabido?”
“Espera un minuto. Tú me viste apuntándote directo a ti ¿y no pasaste al frente
cuando lo pedí? ¿Por qué no?
“No sé. Yo nunca he estado en una reunión como ésta, con toda ésta gente,
Yo creo que estaba demasiado asustado”.
“¿Qué le pasó a tu migraña?” le pregunté.
“Esa es la otra cosa sorprendente. Tan pronto como empecé a acercarme a ti,
se fue. Nunca se van así como si nada. ¡Yo creo que estoy sábado!

Aceptando la Disciplina del Señor.


Yo estaba correcto acerca de las migrañas, pero a toda la gente le pareció que
yo había fracasado. Yo iba a continuar la noche siguiente, así que podría explicar la
aparente falla, si quisiera hacerlo ¿Debería hacerlo? ¿Cuáles serían mis motivos para
explicarla? ¿Para traer gloria a Dios, o a mí? ¿Para redimir Su reputación o la mía?
¿Y si Dios hubiera sido el que hubiera dirigido mi aparente falla? ¿Y si era una
prueba de mi corazón para revelar mis motivos de servirlo a Él? ¿Y si Dios estaba
disciplinando a un hijo que Él amaba (He 12:6)? Si rehusaba aceptar la disciplina, yo
tendría que volver a tomar la misma prueba otra vez. No hay nada como una
humillación pública para purificar tus motivos para el ministerio. Yo lo sé porque he
estado experimentando la humillación desde que empecé a buscar el ministerio
profético.
Ningún profeta, ni siquiera el más ungido, deja de necesitar un poco de
humillación de vez en cuando. Pablo supo que algunas veces Dios dejaría incluso a
los apóstoles parecer como si hubieran fallado la prueba, cuando, de hecho, la habían
pasado (2 Co 13:7).
Otra disciplina que todos los profetas tienen que soportar es el “día de las
pequeñas cosas” (Zac 4:10). A todo profeta le gustaría ser capaz de decirle a la gente
los más íntimos secretos de sus corazones, pero la mayoría empieza con palabas
generales. Nadie empieza como un profeta a las naciones. Esto no significa que Dios
nunca usa a un principiante, pero es importante recordad que una palabra general que
realmente es de Dios y es impartida en el tiempo correcto, tiene más poder que la más
profunda percepción humana. No menosprecies tus inicios humildes. Busca al Señor
más que a tu ministerio, y tu futuro será próspero (Job 8:5-7).

Orando, Practicando, y Arriesgándose.


¿Estas satisfecho con el nivel de don profético de tu ministerio? Si no, recuerda
lo que dijo Santiago “Tú no tienes, porque no se lo pides a Dios” (Stg 4:2). Ora todos
los días para que Dios te entrene en el uso de tu don profético. Pídele que aumente
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la precisión de tu don. Pídele cosas específicas con respecto a tu ministerio profético,


de modo que tengas una forma de medir si estás creciendo en profecía. Ora pidiendo
oportunidades para usar tu don profético.
Siempre recuerda orar más por la purificación de tu carácter que por
perfeccionar tu don. Se necesita algo más que un gran don para brindar un gran
servicio a Dios, se requiere un gran corazón. Recuerda a Sansón. Él no tuvo el
corazón para mantener su extraordinaria fuerza física. Al final él perdió su fuerza y su
corazón a una tentadora. De la misma forma yo he visto caer profetas a la tentadora
porque no tuvieron el carácter para sostener sus dones. Dios nos da dones, pero Él
requiere que desarrollemos la fuerza de carácter con el fin de usar esos dones para
servirlo a Él y no a nosotros.
Pídele al Señor que te envíe mentores para ayudarte con tu don y con tu
carácter. Él me ha contestado esta oración enviándome varios mentores en diferentes
etapas de mi desarrollo, y no puedo exagerar el papel tan importante que ellos han
tenido en mi crecimiento. Pídele al Señor que te haga un mentor de otros (2 Ti 2:2),
porque al enseñar y entrenar a otros, tú también creces.
Tú no puedes crecer en ninguna cosa a menos que practiques. Los profetas
maduros son aquellos “que debido a su práctica tienen sus sentidos entrenados para
discernir el bien y el mal” (He 5:14). El único buen atleta que vas a encontrar es uno
malo que rehusó rendirse. Así que, como ese atleta, mantente practicando hasta que
adquieras la habilidad que necesitas.
Un profeta amigo mío, Steve Thompson, le pide al Señor que le hable acerca
de extraños, mientras está haciendo fila en el banco o en el supermercado. Si él piensa
que el Señor le ha hablado acerca de la cajera del banco, lo prueba inmediatamente.
Él hace una pregunta inofensiva y amigable “¿Tienes una hermana que se llama Dana,
verdad?”
“No, ¿porque pregunta?”
“Oh, debo haberla confundido con alguien más”. Ningún problema. Nadie más
que Steve supo que se equivocó.
Pero con Steve es más probable que ella diga “Sí, ‘¿Cómo lo supo?” Ahora hay
un problema porque la sesión de práctica ya se terminó, y Steve tiene que suponer
que el Señor realmente quiere decirle algo a la señorita. El riesgo empieza para los
dos.
Ninguna palabra profética puede juzgarse hasta que se habla. Pero somos tan
perfeccionistas. Cuando éramos niños pequeños los adultos nos decían “Cualquier
cosa que valga la pena, vale la pena hacerla bien”. Ellos tenían razón, pero deberían
habernos dicho que nunca lo haríamos bien sin primero hacerlo mal.
ORAMOS, para recibir el don, y eso requiere fe.
PRACTICAMOS, para crecer en el don, y eso requiere disciplina.
NOS ARRIESGAMOS, a bendecir a alguien, y eso requiere valor.
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O podemos ir a la segura. Pero entonces nunca sabremos si podemos usar el


don cuando realmente se necesitaba.
Ora, practica, y arriésgate, y encuentra una comunidad profética en la cual
puedas hacer todas esas cosas.

La Comunidad Profética.
De acuerdo al Antiguo Testamento había escuelas para profetas. Proverbios
13:20 explica por qué. “Quien se junta con sabios, sabio se vuelve; quien se junta con
necios, acaba mal.” Si vamos a ser como la gente que escogemos para tener
compañerismo, se concluye que debemos seleccionar a nuestros amigos sabiamente.
Esto fue lo que hicieron los profetas del Antiguo Testamento, porque “El hierro se afila
con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre.” (Pr 27:17). Estando alrededor de
otros profetas nos estimula a hacer preguntas, causa que reflexionemos sobre nuestra
propia experiencia, no permite beneficiarnos de la experiencia de aquellos que son
más maduros, nos da fe para crecer en nuestro don, y nos motiva a investigar las
Escrituras con más diligencia.
La mejor comunidad profética no fueron las escuelas de profetas del Antiguo
Testamento, sino la iglesia de Antioquía del Nuevo Testamento, que tenía profetas y
maestros ministrando juntos (Hechos 13:1-3). Los maestros y los profetas pueden
beneficiarse de las fortalezas de cada uno, y fortalecer sus debilidades unos a otros.
La dificultad consiste en encontrar una iglesia como la iglesia de Antioquía. El día de
hoy no hay muchas iglesias, escuelas, o conferencias proféticas, pero hay algunas
que son excelentes. Definitivamente vale la pena buscarlas diligentemente para
descubrirlas, porque el ambiente profético correcto nos ayuda a mantenernos
enfocados en Jesucristo, y amarnos unos a otros, y nos protege de engaños. La
comunidad profética correcta también nos ayuda a aprender de nuestros inevitables
fracasos.

Aprendiendo de los Fracasos.


Se dice que nada tiene tanto éxito como el éxito, pero la gente sabia conoce
que nada enseña tanto como el fracaso. En cada fracaso hay una nueva lección que
aprender.
La mejor manera de no aprender de los fracasos es echarles la culpa a otros.
Tal vez fue su incompetencia o falta de carácter, ¿Y por qué no nuestra incompetencia
y nuestra falta de carácter? Tal vez la falla la tenemos nosotros y no los otros.
Personalmente, yo estoy aprendiendo más de mis propias fallas en estos días, y de
las fallas de aquellos cercanos a mí, que de todo el éxito combinado. Déjenme darles
un ejemplo.
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Durante mi tiempo devocional, recibí una nueva (esto es, nueva para mí)
percepción acerca de porque los matrimonios se enfrían. Vi claramente las diferentes
etapas de un amor moribundo. También pensé que vi una solución para volver a
encender la pasión marital. Estaba impaciente por el domingo para poder predicar
sobre esas nuevas percepciones. Pensé que la audiencia devoraría esas verdades
con agradecimiento.
No sucedió. Cuando terminé, mi audiencia se veía deprimida. Había querido
inspirar esperanza y transformación, pero en lugar de eso había ocasionado culpa y
depresión, ¿Por qué?
La solución fácil hubiera sido culpar a la insensibilidad de la gente. Pero yo
conocía esa gente, no eran insensibles. O podría haber culpado la época del año. Era
enero. Todo el mundo sufre depresión post-navideña en enero. En lugar de culpar a
la audiencia, simplemente le pregunté al Señor porque la gente se deprimió después
de escuchar lo que pensé que era un mensaje de Su parte. Casi inmediatamente recibí
la respuesta.
Llegó en frases completas y fue algo como esto, “Empleaste todo tu tiempo y
elocuencia describiendo la muerte del amor. Dejaste solo unas pocas palabras al final
para su resurrección. Si hubieras invertido el proceso, la gente hubiera encontrado
esperanza en lugar de desánimo.” Eso fue completamente lógico. Una descripción
precisa de la muerte no salvará a nadie que se esté muriendo. Una diagnosis no cura
ninguna cosa. Yo empleé la mayor parte del tiempo en la diagnosis en lugar de la
cura. Ese fracaso resultó ser una de mis mayores bendiciones, al enseñarme a usar
las percepciones reveladas a su máximo potencial.
Aquí tenemos algunos textos que me han ayudado a enfocar mi atención en
mí, en lugar de otros, cuando he experimentado fracasos. Esto me ha evitado culpar
a otros, lo cual a su vez me ha ayudado a no amargarme.
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce
mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en
el camino eterno.” (Sal 139:23-24)
“La sabiduría del prudente es discernir sus caminos” (Pr 14:8)
“… el hombre prudente se fija por dónde va.” (Pr 14:15)
“Guardé en mi corazón lo observado, y de lo visto saqué una
lección” (Pr 24:32)
Yo he convertido esos versículos en oraciones y trato de orarlos al inicio da
cada día. Yo le doy mucha importancia a esto, porque entre más viejo me hago, más
me doy cuenta de lo ciego que estoy a las causas reales de mis fracasos. He
encontrado que cuando abro mi corazón a la luz del Señor, Él me concede
revelaciones misericordiosas que pueden cambiar un revés en un paso hacia
adelante.
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En tu próximo tropezón de revelaciones proféticas, sacúdete el polvo con el


pensamiento de que todos los grandes líderes espirituales, con excepción de uno, han
hecho grandes errores. Cada fracaso les ayudó a crecer un poco menos confiados en
sí mismos, y un poco más confiados en Dios. ¿Cuál fue tu último fracaso, y cómo te
está ayudando a mejorar?

Regocijándose en el Rechazo.
Es el peligro ocupacional de los profetas enfrentar el rechazo. Y entre mayor
es el don, mayor es el rechazo. No es la gente la que primero rechaza al profeta; son
los líderes religiosos. Jesucristo, el más grande de todos los profetas, fue “rechazado
por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley” (Mr 8:31).
Él también advirtió a sus seguidores que esperaran rechazo “Bienaventurados serán
ustedes cuando, por causa del Hijo del Hombre, la gente los odie, los segregue, los
vitupere, y menosprecie su nombre como algo malo. Cuando llegue ese día, alégrense
y llénense de gozo, porque grande será el galardón que recibirán en los cielos. ¡Eso
mismo hicieron con los profetas los antepasados de esta gente” (Lc 6:22-23).
¿Por qué rechazan los líderes religiosos el ministerio de un profeta verdadero?
Porqué el profeta representa una amenaza para ellos. Dios envía profetas para
desafiar tradiciones erróneas y para declarar nuevas prioridades para Su gente. Los
líderes de tradiciones calcificadas se preocupan más de proteger sus posiciones que
de escuchar la voz de Dios. Por supuesto, ellos o piensan de sí mismos de esa
manera. Ellos piensan que están defendiendo la ortodoxia en contra de los retos de
una persona ajena radical. Los puedes reconocer por su grito de batalla “¡Eso no es
presbiteriano!”, o “¡Eso no es bautista!”, o “¡Eso no es metodista!”. Ellos actúan como
si Dios realmente fuera un miembro de su denominación y no soñarían de violar su
ortodoxia hasta que Él lo hubiera consultado con ellos.
Si el profeta funciona a un nivel bajo de unción, el liderazgo fácilmente podrá
destituirlo. Pero si el Espíritu descansa poderosamente sobre él, ellos cambiarán el
rechazo por persecución. Los líderes lo acusarán de no ser bíblico, de causar
divisiones, incluso de ser demoniaco. Ningún siervo de Dios ha tenido una gran unción
sin tener que soportar ese tipo de acusaciones.
El lugar de la mayor unción es también el lugar de la mayor controversia. Piense
de la controversia que giró alrededor de Jesucristo, después alrededor de los
apóstoles, y desde entonces, alrededor de todo movimiento mayor de Dios en la
historia. Característicamente en tales movimientos de Dios, los líderes de la ortodoxia
reinante, han sobrevivido por tanto tiempo, debido a sus habilidades políticas, que ni
siquiera reconocen la unción profética que están persiguiendo.
Esta persecución es predecible. Jesucristo les dijo a sus discípulos que los
enemigos “falsamente digan toda clase de mal contra ustedes por mi causa” (Mt 5:11).
Tristemente, yo he visto esta profecía cumplida con demasiada frecuencia. Yo he
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escuchado a líderes que creen en la Biblia, divulgar terribles mentiras y rumores


acerca de profetas ungidos, porque sintieron que algunos de sus miembros pudieran
irse con los profetas.
Si nosotros somos perseguidos de esta forma se supone que debemos
regocijarnos, ¿Por qué?
Primero, puede ser una señal de que el Espíritu descanse sobre nosotros con
poder (Mt 5:11-12).
Segundo, el rechazo y la persecución pueden ser grandes herramientas de
enseñanza. Purifican nuestros motivos en el ministerio y nos proporcionan
oportunidades para crecer en amor (Mt 5:43-48). Yo observé a mi amigo Mike Bickle
soportar los ataques más despiadados durante meses. Yo estaba asombrado por el
odio de sus perseguidores, y por la gracia con la que Mike soportó el odio, nunca
regresando mal por mal. Durante este tiempo, yo nunca vi ningún enojo corroyendo el
corazón de Mike. Pero el Señor lo hizo. Le dijo a Mike “La medida de tu enojo hacia
esos hombres es la medida de tu ambición desapercibida”. Sin la persecución, Mike
nunca se habría dado de su ambición, y lo destructiva que podría haber sido si no
hubiera tratado con ella decididamente. Como luego resultó, el hombre que dirigía la
persecución estaba viviendo una doble vida, y fue expuesto, pero no fue hasta que él
se las había arreglado para voltear varios líderes sin discernimiento en contra de Mike.
Tercero, la persecución puede fortalecer ministerios ahuyentando a las
personas que quieren agradar a la gente. Esa es gente cuya meta más alta es
complacer a los que están alrededor de ellos, y por lo tanto, no pueden ser siervos de
Cristo (Ga 1:10). Ellos son obsesivamente cuidadosos y están constantemente
preocupados de ofender a alguien. En lugar de soportar la confrontación, ellos
comprometen la autoridad de los mandamientos de Dios. Ellos debilitan un ministerio
difundiendo miedo y desperdiciando tiempo iniciando discusiones innecesarias con
respecto a la dirección del ministerio. Ellos son usualmente los primeros en irse
cuando se inicia la persecución.

Probado por la Alabanza.


La alabanza es una prueba más rara pero más difícil que la persecución. El
liderazgo normalmente no alabará a un profeta, pero la gente a menudo lo hace.
Acudieron a Juan el Bautista y a Jesucristo, alabando a ambos. Debido a su fortaleza
de carácter, la alabanza de la gente no tuvo ningún afecto en ellos. Con nosotros, sin
embargo, la alabanza frecuentemente seduce. Mientras que el rechazo puede
ocasionar que nos preguntemos a nosotros mismos, la alabanza puede causar que
nos sintamos invulnerables. Escucha lo que el más sabio de los hombres dijo acerca
de la alabanza: “La plata se pone a prueba en el crisol, el oro se pone a prueba en el
horno, y el hombre se pone a prueba con las alabanzas.” (Pr 27:21). Entre más grande
sea el don profético, más grande será la prueba que va a llegar de la alabanza.
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Cuando la persecución no puede tumbarnos, y la alabanza no puede inflarnos,


habremos viajado una buena parte del camino hacia la madurez del ministerio
profético. ¿Pero cómo puede alguien llegar tan lejos?

Enfoque Profético.
Los profetas tienen un Consolador para ayudarlos a mantenerse enfocados.
Tres veces Jesucristo se refirió a él como “el Espíritu de la Verdad”. El primer contexto
en el cual aparece el Espíritu de verdad, Juan 14:15-21, se refiere a amar y a obedecer
a Jesús. El segundo pasaje es Juan 15:26-27, que trata del testimonio del Espíritu a
Jesucristo. Y el último es Juan 16:12-16, en donde se dice que el Espíritu trae gloria
a Dios. El Consejero es llamado el Espíritu de verdad porque siempre apunta a la
Verdad, Jesucristo, y porque él revela las verdades más grandes a los seguidores de
Jesucristo. Esas son las verdades que promueven el amor de Jesús, el testimonio de
Jesús, y la gloria de Jesús. El nivel más alto de ministerio profético consiste en ser
capaz de discernir consistentemente lo que promueve esas tres cosas.
Esto significa que el enfoque final de los profetas nunca deben ser sus
ministerios, ni siquiera las necesidades de la gente. Si los profetas quieren la guía del
Espíritu Santo, deben enfocarse en Jesucristo, porque ahí es donde Espíritu Santo
está enfocado. Al compartir el enfoque del Espíritu Santo, nosotros llegamos a ver el
increíble y glorioso esplendor que radia de Jesucristo. La persecución, la alabanza, y
mil otras distracciones, pierden su poder sobre nosotros en la presencia de Su radiante
belleza. Todo llega a enfocarse bien cuando nos enfocamos en Él.
Escuché la historia de un hombre que se quejó de que la voz de Dios era muy
difícil de entender. Él dijo “Dios, ¿Por qué no hablas más alto?” Dios contestó “Por qué
no te acercas un poco más?”
Simple de decir, difícil de hacer, y esa es una de las razones por las que Dios
nos envía sus profetas, para llamarnos a que nos acerquemos a la gloriosa Persona
que se sienta a la mano derecha del Padre, supremamente paciente al gobernar el
mundo por el poder de Su Palabra, y anhela estar más cercano de ti y de mí.
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Postdata: Disfrutando la Sinfonía.


Hace varios años, cuando entré en ese cuarto sucio, con la alfombra verde, y
las sillas de plástico naranjas, no tenía idea de que la Palabra de Dios me estaba
esperando. No tenía idea de cuánto dentro de mi necesitaba ser sanado, y que solo
Él podía sanarlo. No tenía idea del viaje que Él tenía planeado para mí. No tenía idea
de cuánto necesitaba su misericordia, hasta que entré al pesebre de su misericordia.
El propósito más alto de Dios para el mundo nació en un establo y puesto en
un pesebre. Ha sido mi experiencia que sus propósitos más altos para ti y para mí,
todavía nacen en pesebres, los lugares en donde menos esperamos encontrarlo a Él.
El que vive en la inalcanzable luz de gloria ama encontrarnos en los más humildes
lugares. Esos lugares se convierten en revelaciones de Su humildad y Su misericordia
por la cual Él nos sana y a la cual Él nos llama.
Hasta esa bella mañana de otoño, mi conocimiento de los pesebres y la
humildad estaba limitado principalmente limitado a lo que había leído en los
comentarios teológicos. Y ciertamente ese encuentro profético no me hizo una
persona profundamente humilde, ni me dio un conocimiento profundo de los pesebres
de Dios del día de hoy. Pero me dio un poco de sabor por esas cosas, y ocasionó que
buscara el ministerio profético a partir de ese día.
A lo largo de los años, yo he sido grandemente recompensado por mi
búsqueda. Los profetas me han ayudado con decisiones en mi ministerio y en mi vida
personal. Como resultado, mi vida personal ha sido más satisfactoria y mi ministerio
más fructífero. Pero esas no son las recompensas más grandes para mí.
Lo que he encontrado más maravilloso en los profetas, esos agentes de Dios
con ojos de otro mundo, es que son transportadores de su misericordia. Sus ojos ven
lo que no ven los nuestros, y Su misericordia sana lo que no pueden hacer nuestros
mejores esfuerzos. Mi amargura se ha ido en su mayoría, y con ella mucha de la
dureza que me perseguía por tanto tiempo. Por la luz de palabras proféticas, ahora
puedo entender como los eventos que una vez vi como desastres no mitigados,
encajaban en la sinfonía que es mi vida. Por supuesto, es una sinfonía sin terminar,
pero las trompetas proféticas la están haciendo mucho más rica y abundante.
Yo no conozco el siguiente movimiento de mi propia pequeña sinfonía, pero
eso está bien conmigo. Yo estoy en paz sabiendo que Su misericordia la estará
dirigiendo. El misterio hace la música aún más disfrutable.
Yo creo, sin embargo, tener un poco de percepción acerca de la más grande
sinfonía de la cual todos los creyentes son una parte. Las trompetas proféticas se
están haciendo más fuertes, anunciando un nuevo movimiento más poderoso que
cualquier cosa que tú o yo hayamos escuchado. El nuevo movimiento no se escuchará
hasta que las trompetas estén bien integradas con el resto de los instrumentos. Pero
esa es otra historia, una que espero contarles pronto.

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