Está en la página 1de 1

así parecíamos mariposas de noche viviendo en el cielo, el cielo de nubes

bajas y penillo. A qué sueles jugar?, me preguntó de repente, apretándome


la mano. Levanté los hombros, ehhhh a lo que sea, a los muñecos. Cogió
una piña de pino del suelo y la movió como si fuera una persona y dijo
vosotros los canarios sois muy majos, jajá, y sacó los dientes. Yo sonreí
medio forzada pensando que la niña era un poco estúpida. Le solté la mano
y me puse a rascar el corcho de un pino. Tú sabes que en este monte viven
unas brujas que se trasforman en perros de caza negros? Mentira, jajá!, dijo.
Es verdad, lo sabe todo el mundo del barrio, a veces dejan cagadas en los
patios de las casas. De verdad?, me dijo ya asustada. Sí, y yo puedo hablar
con ellas. Y cómo? Me dejan cartas en los corchos de pino. En serio? Sí, y
si no haces lo que te dicen te van a buscar a tu cuarto por la noche. Y qué te
hacen? Te llevan pal monte. En serio?? Sí, y justo en este pino hay una cosa
escrita. Y qué dice esa carta? Dice muérdeme el pepe o te mato. Qué es el
pepe? El pepe es el pepe. Me bajé los pantalones. Me dejé las bragas
puestas. Las bragas eran moradas con un lacito blanco y tenían un gatito
dibujado que decía miau miau en inglés. Con los dientes de ratón, con los
dientes de ratonito esclavizado la niña peninsular me mordió el pepe. Me lo
mordió rápido, como quien no quiere la cosa. Y yo la vi desde arriba. Y al
verla volví a pensar en Isora, en que de verdad no había otra niña como ella.
Y me acordé de sus ojos cuando lloraba, aguados, verdes como una rana en
medio de un estanque. Y cuando la niña se levantó del penillo ya todo era
brumasera y allá, en lo alto de los pinos, allá allá sobre nuestras cabezas,
alcancé a ver la puntita del vulcán.

También podría gustarte