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Una niña le pregunta a la narradora a qué juegan y le muestra una piña como si fuera una persona. La narradora piensa que la niña es un poco tonta. La niña le cuenta que en el monte viven brujas que se transforman en perros negros y dejan excrementos en los patios. La narradora le dice que puede hablar con las brujas a través de cartas en los corchos de pino y que si no obedece las instrucciones la llevarán al monte. Dice haber encontrado una carta que
Descripción original:
Título original
Panza De Burro _Andrea Abreu López (P. 103) MUERDEME EL PEPE
Una niña le pregunta a la narradora a qué juegan y le muestra una piña como si fuera una persona. La narradora piensa que la niña es un poco tonta. La niña le cuenta que en el monte viven brujas que se transforman en perros negros y dejan excrementos en los patios. La narradora le dice que puede hablar con las brujas a través de cartas en los corchos de pino y que si no obedece las instrucciones la llevarán al monte. Dice haber encontrado una carta que
Una niña le pregunta a la narradora a qué juegan y le muestra una piña como si fuera una persona. La narradora piensa que la niña es un poco tonta. La niña le cuenta que en el monte viven brujas que se transforman en perros negros y dejan excrementos en los patios. La narradora le dice que puede hablar con las brujas a través de cartas en los corchos de pino y que si no obedece las instrucciones la llevarán al monte. Dice haber encontrado una carta que
así parecíamos mariposas de noche viviendo en el cielo, el cielo de nubes
bajas y penillo. A qué sueles jugar?, me preguntó de repente, apretándome
la mano. Levanté los hombros, ehhhh a lo que sea, a los muñecos. Cogió una piña de pino del suelo y la movió como si fuera una persona y dijo vosotros los canarios sois muy majos, jajá, y sacó los dientes. Yo sonreí medio forzada pensando que la niña era un poco estúpida. Le solté la mano y me puse a rascar el corcho de un pino. Tú sabes que en este monte viven unas brujas que se trasforman en perros de caza negros? Mentira, jajá!, dijo. Es verdad, lo sabe todo el mundo del barrio, a veces dejan cagadas en los patios de las casas. De verdad?, me dijo ya asustada. Sí, y yo puedo hablar con ellas. Y cómo? Me dejan cartas en los corchos de pino. En serio? Sí, y si no haces lo que te dicen te van a buscar a tu cuarto por la noche. Y qué te hacen? Te llevan pal monte. En serio?? Sí, y justo en este pino hay una cosa escrita. Y qué dice esa carta? Dice muérdeme el pepe o te mato. Qué es el pepe? El pepe es el pepe. Me bajé los pantalones. Me dejé las bragas puestas. Las bragas eran moradas con un lacito blanco y tenían un gatito dibujado que decía miau miau en inglés. Con los dientes de ratón, con los dientes de ratonito esclavizado la niña peninsular me mordió el pepe. Me lo mordió rápido, como quien no quiere la cosa. Y yo la vi desde arriba. Y al verla volví a pensar en Isora, en que de verdad no había otra niña como ella. Y me acordé de sus ojos cuando lloraba, aguados, verdes como una rana en medio de un estanque. Y cuando la niña se levantó del penillo ya todo era brumasera y allá, en lo alto de los pinos, allá allá sobre nuestras cabezas, alcancé a ver la puntita del vulcán.