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“El Desafío de los Estados en el Proceso de Globalización”

Introducción:

El llamado fenómeno de la globalización produjo una afectación directa al protagonismo de los actores
estatales dentro de las relaciones internacionales. El tradicional concepto de estado pareciera estar
cada vez más en discusión pese a que el sistema westfaliano, evolucionado desde el año 1648,
mantuvo una clara concepción estatocéntrica. Sin embargo, la globalización ha permitido la cada vez
más perceptible pérdida de las tradicionales fronteras estatales en todas las dimensiones del quehacer
humano. En tiempos recientes, a partir de la crisis financiera mundial de 2008, se aceleró aún más el
declive de la autoridad de los estados frente a otros sujetos de las relaciones internacionales que han
asumido una dimensión preponderante a la luz de los avances tecnológicos, los movimientos
migratorios, la expansión de los mercados y el cambio climático. El objetivo del presente ensayo es
establecer cuál es el nuevo rol que adoptan los estados frente al desafío de la globalización y sus
relaciones de poder frente a otros actores.

Cuerpo:

Robert Cox señala que durante mucho tiempo las relaciones internacionales estuvieron sustentadas en
el sistema interestatal, donde el estado era la unidad básica formada por una entidad fija con un territorio
y una población definidos. Este sistema estaba caracterizado por actores plenamente establecidos
(estados) con poderes (recursos) absolutamente mensurables (naturales, financieros, militares, etc.).
Esa organización estatal fue producto de un proceso en permanente evolución basado en la interacción
de los grupos humanos identificados a sí mismo como tales y su relación con otros grupos. Prueba de
ello fueron las diferentes civilizaciones surgidas en distantes continentes congregadas a partir de la
obligación de satisfacer sus necesidades básicas y la innovación tecnológica. A este plano material, se
sumó la religión para representar el componente espiritual que permitió amalgamar voluntades en pos de
superar los desafíos del medio. Las diferentes formas de ordenamiento de estos grupos fueron el
resultado de las luchas internas y los choques con otras civilizaciones. Este proceso dinámico, derivó
finalmente en la organización de estados que actualmente conocemos.

Las relaciones de poder entre actores dentro de este sistema plantea la tendencia hacia tres
configuraciones de carácter diferente: imperio, sistema estatal multilateral y la sociedad civil. Estas
llamadas configuraciones de poder también están en crisis y, por lo tanto, tienen actualmente el objetivo
generar legitimidad en el sistema internacional.

En este sentido podemos decir que el mundo bipolar de la guerra fría estaba centrado en la relación
directamente proporcional de los recursos militares y las ideas políticas. La caída de la Unión Soviética
tuvo como resultado la generación de un nuevo orden mundial a partir de la unipolaridad
estadounidense. Este nuevo tipo de imperio, fue más allá de la tradicional coerción económica y el
dominio militar (poder duro), manifestó una nueva forma de penetrar las fronteras de los estados. La
necesidad de emulación de los patrones culturales y sociales norteamericanos (poder blando) parecieron
vislumbrar la intención de una sola sociedad mundial “norteamericanizada”. Sin embargo, la aparición de
estados revisionistas como China y Rusia puso en duda la hegemonía estadounidense. La retirada de
Afganistán e Irak, así como la distancia de la guerra civil siria, cuestionó su preponderancia militar y
capacidad de manejo de crisis humanitarias. La multipolaridad surgió cada vez más como una alternativa
válida y socavó la legitimación del imperio.

Por otro lado, convive también con el sistema estatal multilateral que tiene como institución
paradigmática la Organización de la Naciones Unidas. Las relaciones entre los miembros están
sustentadas en la condición de igualdad a partir de la soberanía intrínseca que conlleva la autoridad
inherente sobre su territorio y población. En este sistema, la no injerencia dentro de los asuntos internos
de los estados sigue representando el mejor mecanismo para evitar la influencia de los estados
dominantes. Pese a ello, el multilateralismo perdió legitimidad a partir de la intervención unilateral de
coaliciones por fuera de las resoluciones del Consejo de Seguridad o cuando consintió el atropello de los
derechos humanos amparado en la lucha contra el terrorismo internacional.

La ultima configuración esta representada por la sociedad y los movimientos civiles. Estos llamados
“movimientos populares” surgieron por la natural resistencia ideológica a la penetración del imperio y por
el descreimiento en la clase política que representa a las instituciones de los estados. El advenimiento
de la tecnología y el acceso a la información fueron los elementos catalizadores que les permitieron
organizarse y movilizarse. Sin embargo, pese a ser movimientos genuinos en su nacimiento,
demostraron ser fácilmente permeables a la manipulación política, del crimen organizado y los
movimientos religiosos extremistas. Estas circunstancias han puesto en tela de juicio su legitimidad.

Tras hacer el repaso de las características de las configuraciones de poder, cualquiera de los tres
sistemas parecieran resultar insuficientes para resolver las necesidades de los actores dentro del
proceso de globalización. No debemos olvidar que la desregulación de los mercados a nivel
internacional ha generado un aumento en la desigualdad y disminución de la seguridad social. Los
movimientos migratorios se han intensificado a un nivel sin precedentes y el multiculturalismo ha crecido
exponencialmente a través de la conexión global. Por lo tanto, el mundo resulta ser cada vez más
complejo para la convivencia de los actores de las relaciones internacionales. Resulta necesario
entonces reconfigurar las relaciones de poder entre los mismos y, por lo tanto, surge como interesante el
concepto de poder desarrollado por Michael Barnett y Raymond Duvall en su artículo “Power in global
governance”.

Estos autores afirman que el tradicional concepto de poder resulta limitado para ser aplicado a la
realidad de la gobernanza global. Surge la necesidad entonces de cambiar el paradigma de poder no
solo representado por la acumulación recursos mensurables sino también por el acceso a otro tipo de
recursos no materiales. Aparecen así las relaciones de poder como un instrumento valido para influir
sobre otro. En otras palabras, analizar el poder como relaciones sociales entre los actores que
componen el sistema. El análisis del poder en la política internacional, entonces, debe incluir una
consideración de cómo, por qué y cuándo algunos actores tienen “poder sobre” otros. En este contexto,
el “cómo” está representado por las estructuras y los procesos que permiten a los actores alcanzar sus
fines. Justamente estos fines nombrados configuran el “por qué”, personificado en los intereses que
persiguen y los ideales aspiran alcanzar. Finalmente, el “cuándo” asume una importancia mayúscula al
representar las circunstancias bajo las cuales un actor (o grupo de ellos) puede establecer las reglas de
juego y los temas de agenda para interactuar con otros actores.

Estas llamadas relaciones sociales de poder tienen diferentes formas de expresión. Las mismas surgen
de la interrelación de dos procesos. El primero en función de si dichas relaciones se cumple directaente
entre los actores (Ej. Negociaciones del Tratado del Rio de la Plata entre Argentina y Uruguay) o se
efectúa a través de instituciones (ej. Organización Mundial Del Comercio). La segunda está marcada
por la posibilidad de que tales relaciones sean directas (o inmediatas) o indirectas (o difusas). Resultan
directas debido a su proximidad física, histórica o social-cultural entre los actores (ej. Alianza Anglo-
Norteamericana). La relación indirecta implica la influencia o cambio de conducta de un actor (o grupo
de actores) usando herramientas institucionales en las que, muchas veces, no forman parte. Ejemplo de
ello es la obligación de negociar petróleo en dólares para transacciones internacionales, norma
impuesta en el Tratado de Breton Woods que no fue firmada por la mayoría de los países y ha perdido
vigencia legal. Aun así, esta regla implícita se sigue cumpliendo.

La intersección mostrada en la siguiente figura, genera los tipos de poder imperante entre los actores:

Relaciones Especificas
Directa Difusa
Interacción a través
Poder de Actores Obligatorio Institucional
funciona a Específicos
través de: Relaciones Sociales
Estructural Productivo
de Constitución

El Poder Obligatorio surge de la relación directa entre actores específicos. La mayoría de las veces se
traduce en el control directo de un actor sobre otro. Ejemplo de ello fue la acción coactiva de Rusia
sobre Armenia y Azerbaiyán que obligó a estos últimos a resolver su conflicto bélico en 2020, aun
contraviniendo sus propios intereses.

El Poder Institucional se genera a partir del control de un actor sobre otro usando un instrumento
institucional. Ejemplo de ello fue durante la Conferencia de Madrid en 1995 donde se trató la creación
de la futura “Zona Euro”. En dicho acuerdo, Alemania, la economía más fuerte de la Unión Europea,
impuso el valor de la futura moneda en un cambio equivalente al marco alemán. De esta manera,
aseguró el futuro respaldo para su economía en detrimento de países exportadores de productos menos
elaborados como España o Italia.

El Poder Estructural surge de la capacidad de un actor para influir, al menos parcialmente, en la


percepción de otros actores dentro de cualquier sistema. Durante la crisis del euro en 2009, diversas
recetas se presentaban como posibles soluciones. EEUU propia alentaba el consumo interno. Por otro
lado, Francia proponía el aumento de la recaudación para financiar el tipo de cambio. Sin embargo,
Alemania defendió el modelo de aumento de producción y disminución de costos. Esta política
económica fue adoptada por toda la UE (incluso Francia) aun cuando no existía norma explicita que
obligara a los estados miembros. De esta manera, Alemania demostró la capacidad de dominar el
mundo de las ideas y de imponer una interpretación de la realidad en la agenda de crisis.
Finalmente, el Poder Productivo se interpreta como la capacidad de generar ideas en relación a normas,
costumbres e identidades sociales y políticas. En este ámbito se mueven las ONG´s cuyo ejemplo
paradigmático puede ser Greenpeace. Esta organización ha sido capaz de imponer el tema de la
protección del medio ambiente y el cambio climático logrando que actores estatales y organizaciones
supranacionales actúen en contra de sus propios intereses. Su herramienta ha sido el constante
trabajado enfocado en la imposición de nuevas ideas y el cambio de paradigmas.

Las descriptas relaciones de poder, vistas desde el punto de vista de la interacción social, parecieran
adecuarse más a la realidad imperante de globalización a partir de la innovación tecnológica por encima
del tradicional concepto realista de poder. En palabras de Henry Kissinger en su obra Orden Mundial, “la
ciencia y la tecnología son los conceptos que guían nuestra época, que han producido un progreso en el
bienestar humano sin precedentes en la historia…. Pero ¿Qué le ocurre al orden internacional cuando
la tecnología ha tornado una parte tan importante de la vida cotidiana que define su propio universo
como si fuera el único relevante?”. Esta interacción global sin precedentes a partir de la comunicación
instantánea menoscaba las permanentes regulaciones de los estados a fin de asegurar el bienestar y
control sobre la vida de los individuos y la economía. Las divisas, la tecnología, las mercancías, los
procesos migratorios, la información y, recientemente, las enfermedades como el COVID 19 cruzan las
fronteras impuestas, como si éstas no existieran. Esta tan perceptible pérdida de los límites establecidos
por los estados es la naturaleza misma de la globalización. Aún más, en palabras de Tilly, “Cada vez que
un conjunto característico de prácticas y relaciones sociales pasa de la dimensión regional a la
transcontinental, nos encontramos ante el proceso de la globalización”. Sin embargo, ese autor también
plantea que cuando esas prácticas y relaciones sociales existentes se fragmentan, se produce una
reacción inversa llamada “desglobalización”. Entonces, si asistimos a un proceso donde la humanidad en
su conjunto se está globalizando… ¿Seremos testigo de la desaparición de los estados como actores
relevantes de las relaciones internacionales? ¿Cómo podrán estos revertir el proceso y mantener su
preponderancia?.

Para responder la pregunta, podemos decir que si bien el concepto de “globalización” es innovador y
absolutamente contemporáneo, es rescatable el concepto de Tilly que describe anteriores procesos de
globalización materializados en dos elementos primordiales descriptos anteriormente en este trabajo: el
encuentro de civilizaciones y la innovación tecnológica. Estos diversos procesos globales se vieron
acentuados tras el final de la Segunda Guerra Mundial cuando los estados parecieron perder la
capacidad de contener los enormes flujos de capitales, personas y conocimiento generados por un
reacomodamiento de la economía mundial. En forma paralela aparecieron organizaciones
supranancionlaes como la ONU, OTAN y Pacto de Varsovia producto del nuevo orden político. En forma
incipiente comenzaron a surgir también las llamadas organizaciones no gubernamentales como Médicos
Sin Fronteras. Desde entonces (y ahora más que nunca) los estados se han visto obligados a convivir
con otros actores. Su autoridad se ha visto paulatinamente disminuida a partir de la necesidad de
compartir el poder con otras instituciones y asociaciones, órganos locales y regionales y ONG´s. Algunas
de naturaleza intrínsecamente benigna y otras con diferente concepción en su génesis como el crimen
organizado trasnacional y el terrorismo internacional. Sin embargo, en forma paralela a medida que el
proceso globalizador se acentúa, también aumenta la asimetría entre los actores con mayor poder
estructural y los más débiles que no lo tienen. Para Tilly, “la integración global aumenta al tiempo que se
incrementan también las desigualdades entre categorías”. ¿Es este un proceso irreversible?.
Paradójicamente los únicos con capacidad de revertirlo son los estados mismos. Las organizaciones
internacionales han demostrado la incapacidad de solucionar los asuntos globales de desigualdad a
partir de la influencia de intereses y terminaron convirtiéndose en un fin en sí mismo. Las ONG´s solo
han podido atacar parcialmente los problemas debido a su natural límite de recursos. Si los actores
estatales son capaces de garantizar la seguridad y bienestar de sus habitantes, tal como su naturaleza
lo exige, seguirán manteniendo la preponderancia dentro de las relaciones de poder en el orden
internacional.

Conclusiones:

El fenómeno de la globalización afectó en gran medida la concepción misma de los Estados. Estas
circunstancias han promovido y generado procesos de interacción global sin precedentes. Por lo tanto,
la razón de estado ya no pareciera ser una premisa básica y fundamental del funcionamiento del sistema
internacional. Sin embargo, las recientes crisis financieras y sanitarias mundiales (catalizadas por el
proceso globalizador) fueron en su mayoría contenidas por los actores estales. Por lo tanto, la
concepción actual de los individuos pareciera sobreestimar el concepto de la globalización y subestimar
las capacidades de los estados.

En primer término solemos decir que el acceso irrestricto a la información a través de las redes sociales
e internet se ha convertido en el nuevo motor mundial para la innovación tecnológica, el intercambio en
todos los ámbitos y la llave para coexistencia pacífica de la humanidad. Sin embargo, desde los
comienzos de la civilización ha existido el conflicto entre las sociedades y dentro de ellas. A los largo de
los diferentes choques de civilizaciones, los conflictos han surgido muchas veces por el desconocimiento
entre diferentes sociedades, pero también existió entre pueblos afines o con conociendo profundo entre
ellos. Por lo tanto, los conflictos no se han limitado a la falta de información o la falta de pericia para
compartirla. El conflicto es una condición misma de la naturaleza humana y pese al fenómeno global de
la información, seguirá existiendo.

Por otro lado, las circunstancia del proceso globalizador ha impactado de manera significativa el
funcionamiento político y económico del estados. Estos actores se han visto obligador a convivir con
nuevos actores no estatales que, en ocasiones, poseen capacidad política y económica superior a la del
propio estado nacional. En estas relaciones de poder, el poder estructural es cada vez más marcado
producto de la desigualdad que se aceleró también a partir de la globalización. Me refiero a
desigualdades entre los estados desarrollados y menos desarrollados, asimetrías entre los estados y
bloques económicos internacionales y marcadas diferencias entre los miembros de las sociedades.
Sobre este último punto, los estados, como actores tradicionales de las relaciones internacionales,
juegan un papel fundamental. Las inmensas regulaciones estatales que garantizan el bienestar y el
control sobre la vida de los individuos y la economía parecen ser más necesarios que nunca para
estrechar los márgenes de desigualdad internos.

Por último, resulta necesario la interacción permanente entre diferentes actores del orden internacional.
Esta no es una tarea fácil ya que se trata de “entes” de diferente naturaleza jurídica y organización. Debe
surgir un sistema que permita la regulación del abrumador flujo de divisas, información, individuos, etc. a
través de las fronteras transnacionales sin socavar la autoridad de los estados. Bajo estas
circunstancias, en palabras de Michael Barnett y Raymond Duvall la llamada “gobernanza global se
presenta como la alternativa para que los estados y los pueblos puedan cooperar en asuntos
económicos, ambientales, de seguridad y políticos, resolver sus disputas de manera no violenta y
promover sus intereses y valores comunes”. Sin embargo, cualquier sistema de configuración de poder
entre los actores presenta el problema de la legitimidad que se traduce en un consenso generalizado
que permita persuadir a dichos actores en pos de alcanzar el progreso y bienestar de los individuos.
Este proceso representa el verdadero desafío.

BIBLIOGRAFÍA:

- Cox, R. (2007) The International in Evolution, Millenium – Journal of International Studies, 35

- Tilly, C.; Wood, L. (2008) Los Movimientos Sociales, 1768-2008. Desde sus orígenes a Facebook,
Crítica

- Barnett M., Duvall, R. (2005) Power in global governance, en Barnett, M.; Duvall, R. (Eds.) Power in
global governance, Cambridge University Press

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