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Comunicar para transformar,

Transformar para comunicar

Tecnologías de la Información,
organizaciones sociales y comunicación
desde una perspectiva de cambio social.

Rompeolas

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Comunicar para transformar,
Transformar para comunicar

Tecnologías de la Información,
organizaciones sociales y comunicación
desde una perspectiva de cambio social.

Víctor Manuel Marí Sáez

Editorial p opular

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© Editorial Popular, Madrid, 2011
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Índice
Sociedad de la Información | 7
Introducción | 7
Las tecnoutopías conservadoras | 9

La dimensión geopolítica de la comunicación: Sociedad de la Información y globalización


capitalista | 13
Aproximación a la globalización | 13
Tres niveles de la globalización: económico, político y cultural | 17
Los desequilibrios comunicativos a escala mundial | 19
Brecha Digital y Brecha Estructural: los prerrequisitos para la implantación de la Sociedad
de la Información | 25

Rasgos característicos de la Sociedad de la Información | 29


Veinte rasgos de la Sociedad de la Información | 33
Interactividad. | 43
Interacción | 49
Redes, Web 2.0 y balance crítico de la interactividad | 53

Imaginarios sociales y mitos de internet y de las TIC | 61


Visión convencional y visión constructivista de las tecnologías de la información | 62
Determinismo tecnológico y enfoque social de las tecnologías | 66
La visión de la tecnología en la Teoría Crítica. | 68
Marx, pensador de la técnica | 73
Enfoque social de las tecnologías | 76
Hacia una definición de NTIC desde una perspectiva sociocrítica | 81
TIC, Internet e imaginarios sociales | 84
Aproximación al concepto de imaginario social | 86
Imaginario social y tecnologías de la información y de la comunicación | 89
Los mitos de las nuevas tecnologías y de Internet | 93
El mito de la democracia directa y de la participación política en Internet | 101

Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales | 109


Asociacionismo y Tercer Sector | 109
El nacimiento del Tercer Sector | 110
Una mirada relacional al Tercer Sector | 111
Definiciones del Tercer Sector | 113
Evolución del asociacionismo en España | 115
Una clasificación posible de las asociaciones españolas | 120
La mercantilización del Tercer Sector | 123

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El campo de las ONG | 129
Pluralidad de definiciones sobre las ONG | 129
Nacimiento, auge y declive del fenómeno de las ONG | 132
El boom de las ONG y su papel sociopolítico | 136

Nuevos movimientos sociales | 142


Enfoques teóricos en torno a los nuevos movimientos sociales | 142
Nuevos movimientos sociales en la Era de la Información | 144

Tercer sector, movimientos sociales y comunicación | 147


Movimientos sociales y comunicación | 147
Organizaciones sociales y TIC | 149

El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social | 153


El polémico concepto de desarrollo | 153

Modelos de desarrollo y modelos de Comunicación para el Desarrollo | 156


Etapa de la modernización | 157
Etapa de la dependencia | 162
Enfoque de la multiplicidad | 171
Desarrollo participativo y comunicación participativa en los noventa | 174

Comunicación participativa, desarrollo y medios comunitarios | 182


El legado de Paulo Freire en la Comunicación para el Desarrollo | 182
Los medios comunitarios como impulsores de la comunicación participativa para el
Desarrollo | 186
Conceptualización y desarrollo de los medios comunitarios en el proceso de globalización
capitalista | 193
Capital social y capital informacional en la apropiación tecnológica llevada a cabo por
los movimientos sociales | 198
El concepto de capital social | 198
Capital social, TIC y capital informacional | 200
Apropiación tecnológica y capital informacional | 203

Bibliografía | 211

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Sociedad de la Información
Introducción
Armand Mattelart, en sus trabajos sobre la Sociedad de la
Información (S.I.) insiste en la importancia de reconstruir una
genealogía del campo comunicológico, con el fin de proble-
matizar expresiones que el uso diario y la ideología dominan-
te tienden a diluir en sus aristas más conflictivas. Hace falta
restablecer su sentido, ya que combatir el empobrecimiento
de los términos que designan el futuro del planeta equivale a
luchar contra la falta de memoria (Mattelart, 2002:185). Suce-
de, como ya apuntara Marx, que los conceptos dominantes en
una época son, a su vez, los conceptos de los que dominan. En
el contexto del capitalismo global, parece que términos como
informar y comunicar, desde la lógica hegemónica, son sólo in-
transitivos. Expresiones que, en el pensamiento neoliberal, se
presentan como una especie de “gran cadena del Ser”, una
concatenación que no es de argumentaciones sino de autori-
dades, que van del matemático al banquero, del banquero al
filósofo-periodista, y del ensayista al periodista. Todos ellos
sostienen colectivamente un discurso fatalista que consis-
te en transformar ciertas tendencias económicas en destino
(Bourdieu,1999:76-77).
Se hace necesario, por tanto, situar los debates en torno a
la S.I. en un escenario geopolítico, si se quiere evitar la asimila-
ción acrítica de unos conceptos que con frecuencia se presentan
sospechosamente asépticos. Esto supone entender que Socie-
dad de la Información es una expresión que se viene empleando
frecuentemente para garantizar el reacomodo geoeconómico
del planeta en torno a los valores de la democracia de merca-

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do y de un mundo unipolar1. Sólo de esta manera, a partir de


la ubicación de estas expresiones aparentemente intransitivas
– globalizar, comunicar, informar – en un marco ideológico deter-
minado, se puede iniciar la tarea crítica.
La búsqueda de los orígenes del término Sociedad de la In-
formación, tal y como lo conocemos en la actualidad, nos lleva
hasta mediados del siglo XX. Sin embargo, es necesario hacer
referencia a una tendencia que, siglos atrás, impregnó a la
cultura occidental y que la llevó a rendir una especie de culto
al número. En los siglos XVII y XVIII “se entroniza a la matemáti-
ca como modelo de razonamiento y acción útil. El pensamiento de lo
cifrable y lo mensurable se convierte en el prototipo de todo discurso
verdadero” (Mattelart, 2002:17). En la racionalidad instrumen-
tal, tal y como se va configurando en la incipiente Moderni-
dad europea, hay que situar los orígenes más remotos de la
S.I. Sin embargo, por una cuestión de concisión y necesaria
acotación, nos vamos a centrar en su evolución a partir de los
años sesenta del siglo XX.
La obra de Daniel Bell permite situar temporalmente la
construcción contemporánea de la S.I. y su reubicación geopo-
lítica en las transformaciones que vive la convulsa sociedad
occidental. No deja de ser una nada inocente coincidencia el
hecho de que en dos de sus obras más significativas2 haga
referencia, en un intento de legitimación del sistema capita-
lista, a los dos procesos que configuran el contexto sociopolí-
tico actual: el desplazamiento de las ideologías ante la fuerza
irresistible de la economía de mercado y el desplazamiento
de un capitalismo centrado en la producción industrial hacia
otro que pivota en torno a la información y la producción de

1 “Las diversas perspectivas desde las que ha sido abordada la Sociedad de la Información
ha hecho que haya sido bautizada con diversos términos: Sociedad Postindustrial (Bell
y Touraine), Sociedad Tecnotrónica (Brzezinsky), Sociedad de Consumo (Jones y Bau-
drillard), Sociedad Informatizada (Nora y Minc), Sociedad Interconectada (James
Martin), Estado Telemático (Gubern), Tercera Ola (Toffler), Aldea Global (McLuhan)
y, últimamente, Sociedad Digital (Merecier, Bustamante, Negroponte, Terceiro) y
también Sociedad Cibernética, para describir la nueva sociedad resultante de la fusión
de la informática y las telecomunicaciones, base de todo el desarrollo tecnológico de la
década de los noventa, y del futuro que viviremos en el siglo XXI. Sin embargo, sea
cual sea el nombre dado a la sociedad, siempre encontraremos dos factores comunes y
primordiales: la información como elemento aglutinador y la innovación tecnológica,
como instrumento para aproximarse a ella” (JOYANES, L.: “Introducción a la socie-
dad tecnológica”, en Sociedad y Utopía, nº 9, marzo de 1997, página 84).
2 The End of Ideology. On the Exhaustion of Political Ideas in the Fifties (1960) y
The Coming of Post- Industrial Society (1973)

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Sociedad de la Información

servicios. En las ideas de Daniel Bell se encuentran los cimien-


tos del pensamiento único que Ignacio Ramonet critica desde
mediados de los noventa. Asistimos, por tanto, a un intento
de desmaterialización y sublimación de los procesos sociales
que van estableciendo los elementos constitutivos del sistema
social del último tercio del siglo XX.

Las tecnoutopías conservadoras


En la historia moderna de las tecnologías de la infor-
mación es posible observar la preeminencia de un discurso
tecnoutópico, que acompaña a cada innovación tecnológica,
como condición para el desarrollo e implantación de las for-
mas elementales de innovación y desarrollo productivo. Pare-
ce que la anhelada sociedad igualitaria va a llegar de la mano
de los nuevos dispositivos. Con el tiempo, y con el ejercicio de
la crítica, se descubre que las Cajas de Pandora abiertas con
tanta ilusión se vuelven a cerrar sin que se hayan concretado
los sueños y proyectos deseados. Por este motivo las tecnouto-
pías invocadas merecen el calificativo de conservadoras.
Siguiendo la clasificación de Enrique Bustamante (1998)
se pueden observar, al menos, dos grandes etapas en las que
dividir la eclosión de los textos, discursos y políticas en torno
a la Sociedad de la Información que tienen lugar en el mundo
occidental desde el último tercio del siglo XX. Una primera,
centrada en la década de los sesenta y primeros ochenta, en la
que podemos encontrar una serie de rasgos característicos:

1. En primer lugar, el pensamiento sobre la S.I. va pasan-


do de los economistas, los sociólogos y los politólogos
a los futurólogos, de los profesores e investigadores
a los divulgadores (Bustamante, 1998:38). Autores
como Daniel Bell y Alain Touraine3, desde diferentes
perspectivas, empiezan a hablar de una nueva socie-
dad emergente, la sociedad post-industrial. Desde
su punto de vista, se ha llegado a un agotamiento en
el modo de desarrollo industrial, cobrando mayor
importancia un nuevo modelo social centrado en el

3 La societé post-industrielle (1969).

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trabajo sobre la información y el conocimiento como


fuente de productividad.
2. La década de los setenta supone, ciertamente, un
periodo de crisis a escala mundial. Además de la co-
nocida crisis del petróleo (1973), se produce en estos
años la ruptura de las tres décadas gloriosas de pax
social (1945-1975), término con el que se denomina
el periodo de auge del Estado del Bienestar. Para los
países de la periferia del sistema-mundo, esta década
permite constatar los límites del modelo de desarrollo
que Occidente había exportado y que no había hecho
sino agrandar la brecha existente entre el Primer y el
Tercer Mundo. En el plano cultural, las revueltas del
68, con diversos epicentros (México, Berkeley, París,
Praga) suponen una ruptura, además, en el plano de
las cosmovisiones, de los referentes culturales, de los
estilos de vida y de las subjetividades. En este contex-
to, la nueva sociedad tecnologizada tiene, en muchos
autores, una impronta de solución a la crisis multidi-
mensional del sistema. Se llega, en algunos casos, a
un determinismo tecnológico, que sitúa en el centro
de los análisis y de las soluciones a las tecnologías de
la información y de la comunicación, y a una disolu-
ción o desplazamiento de los factores de carácter eco-
nómico, social o político.
3. En este periodo, los Estados-nación siguen jugando
un papel importante en el proceso de cambio y en el
diseño y aplicación de políticas en el campo de las
tecnologías. Quizá una de las máximas expresiones
es el informe Nora-Minc4, que otorga un papel cen-
tral al Estado y a las administraciones públicas en el
proceso de cambio. Por el contrario, en los análisis de
Zbigniew Brzezinski5 el estado se ve desplazado, en
la nueva sociedad tecnotrónica, como principal uni-
dad organizativa, cediendo el puesto a las grandes
multinacionales. Este autor, consejero del presidente
Carter e ideólogo de la Comisión Trilateral, plantea el

4 NORA, S. y MINC, A. (1978): L’informatisation de la societé. [La informatización


de la sociedad. FCE. México,1980]
5 BRZEZINSKI, Z. (1970): Between two ages. America’s role in the technotronic era
(1970) [La era tecnotrónica. Paidós. Barcelona, 1979].

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Sociedad de la Información

nacimiento de una época configurada en lo cultural,


lo psicológico, lo social y lo económico por la tecno-
logía y la electrónica. El desarrollo de la tecnología
moderna y la evolución del sistema internacional han
llevado a un cambio caracterizado por la interdepen-
dencia que se establece en la dimensiones productivas
y financieras entre los principales centros del poder
mundial.
4. Las políticas de comunicación impulsadas por la
Unión Europea en los inicios de la década de los
ochenta intentan devolver a los poderes públicos el
espacio perdido frente al mercado. En este horizonte
hay que situar la publicación, en el año 1984, del “Li-
bro Verde de la Televisión sin Fronteras”, cuyo obje-
tivo es el de crear, en el espacio europeo, un mercado
de difusión audiovisual a través del satélite y el cable.
Con estas iniciativas se pretende, como indica Francis-
co Sierra, profundizar los lazos de cooperación entre
los distintos países europeos y promover su identidad
cultural, en un contexto en el que “las disparidades
territoriales en el interior de la Unión Europea y la
escasa capacidad financiera de empresas nacionales
de radiodifusión exigían la intervención activa de las
autoridades de Bruselas en la promoción de la distri-
bución y la producción comunitaria de programas au-
diovisuales (Sierra, 2002:42). En estos años se pone en
marcha, además, el programa FAST (Forecasting and
Assessment in Science and Technology) con el objeti-
vo de proporcionar información a largo plazo sobre
los problemas tecnológicos y escenarios que podrían
plantearse. El equipo redactor del informe, bajo la di-
rección de Ricardo Petrella, reconoce la importancia
de que la innovación tecnológica se enmarque en un
proceso más amplio de innovación social.
5. Los noventa vienen marcados por las tecnoutopías, o la
invocación a la apertura de la caja de Pandora de las
bondades tecnológicas que prometen conducir, como
por arte de magia, hacia un mundo utópico de mayor
igualdad, justicia y progreso social. Este periodo su-
pone el triunfo, a nivel gubernamental, de las políticas
neoliberales en el sector audiovisual y telemático. Los

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Estados ceden cada vez más terreno a las fuerzas del


mercado, ante la promesa de que el laissez-faire traerá
beneficios y crecimiento para todos. En esta línea se
inscriben dos trabajos fundamentales para entender
el giro operado en los noventa: el Mundo Digital de
Nicholas Negroponte y Caminando al Futuro6 de Bill
Gates. El primero de estos autores – trabajador de la
RAND Corporation y del IBM Cambridge Scientific
Center antes de fundar, en 1979, el Media Lab del
MIT – afirma que el fenómeno digital es igualitario;
ser digital es positivo, ya que puede achatar las orga-
nizaciones, globalizar la sociedad y descentralizar el
control. Se erige en defensor de un matrimonio entre
el libre mercado y la tecnología digital, del que sólo
relata en sus crónicas la cara más amable, silencian-
do todos aquellos aspectos que suponen pérdida de
libertades, de pluralidad y de poder para la ciuda-
danía. Negroponte y Gates plantean, en opinión de
Mattelart, una forma de pensamiento maniqueo que
contrasta el Estado con la sociedad civil, las políticas
públicas con la autorregulación mercantil, la rigidez
con la flexibilidad, la centralización con la descen-
tralización, el sistema con la vida cotidiana, la uni-
formidad con la diversidad. El primer término de la
antinomia sirve de contraste y señala el camino que
conduce a la redención ciberespacial, simbolizada por
el segundo (Mattelart, 2002c:173).

6 GATES, B. (1995): The Road Ahead. Penguin Books. New York.

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Sociedad de la Información

La dimensión geopolítica de la comunicación:


Sociedad de la Información y globalización capitalista

El final del apartado anterior sugería un eje transversal


desde el cual analizar los asuntos relativos a la información y
a la comunicación. Y este no es otro que la necesaria referencia
al sistema social. Pareciera que, desde el paradigma dominan-
te, se pretende presentar la Sociedad de la Información como
una esfera ajena a las tensiones e intereses económicos, como
un espacio rodeado de un halo de objetividad y neutralidad.
Por el contrario, desde un punto de vista crítico, la S.I.
adquiere todo su relieve cuando se la contempla dentro de
un contexto sociopolítico. Hace falta, como sugiere Mattelart
(1993), pensar la comunicación a partir de lo internacional,
esto es, descubrir que la comunicación-mundo es parte inte-
grante del sistema-mundo (Wallerstein, 1979)7. En una línea
similar apunta John B. Thompson (1998)8, para quien el de-
sarrollo de los medios de comunicación se mezcló de manera
compleja con un determinado número de procesos de desa-
rrollo paralelos que, tomados conjuntamente, constituyeron
lo que hemos dado en llamar Modernidad (Thompson,1998:15).
El análisis de la comunicación se vincula a los procesos so-
ciales y tiene en cuenta sus interdependencias y conexiones.
Por este motivo, creemos que es pertinente una referencia a
las características de la globalización capitalista con el fin de,
posteriormente, situar en este nuevo contexto los procesos
tecnocomunicativos.

Aproximación a la globalización
La palabra globalización se ha convertido en un concepto
de moda. Que este término ha pasado a impregnar el debate
político cotidiano, y ha adquirido una inusitada presencia en
los círculos académicos lo refleja bien a las claras un hecho:
7 WALLERSTEIN, I. (1979): El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista
y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI. México. Siglo XXI.
8 THOMPSON, J.B. (1998): Los media y la modernidad. Una teoría de los medios de
comunicación. Barcelona. Paidós.

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el número de entradas correspondientes a esta palabra en la


Biblioteca del Congreso de Estados Unidos creció desde 34
en 1994 hasta nada menos que 693 en 19999. Como todos los
tópicos y lugares comunes, el término globalización quiere ex-
plicarlo todo. Es precisamente en estos conceptos, que se han
impuesto en el discurso dominante y mediático, en lo que hay
que fijarse, para desenmascarar los mensajes que pretenden
imponerse bajo el disfraz de lo obvio y lo natural. El lenguaje
puede querer encubrir una realidad que necesita ser descu-
bierta y analizada.
Son muchos y muy diversos los actores sociales y las dis-
ciplinas que se han aproximado a la globalización. Haciendo
una reconstrucción histórica, encontramos que las primeras
referencias el término están vinculadas al sistema capitalis-
ta. Éste es el verdadero objeto de la globalización. A su vez,
podemos hablar de globalización en dos sentidos; en sentido
amplio, es la tendencia expansiva que ha tenido el capitalis-
mo desde sus orígenes, que le ha llevado a salir de las fronte-
ras europeas en busca de materias primas y nuevos mercados.
Como señala Paul Sweezy (1997), la globalización, más que
una condición o un fenómeno, es un proceso, que ha estado
funcionando desde que el capitalismo cobró vida, haciendo
de él un sistema expansivo interna y externamente10. En este
sentido, la globalización, en términos económicos, se podría
definir como “la culminación del proceso histórico de expan-
sión del capitalismo y el efecto de sus propias leyes econó-
micas: la centralización (compras, fusiones y adquisiciones) y
concentración de capital (crecimiento por ventas y expulsión
de competidores) a escala mundial (Arriola,2003:2).
En sentido estricto, globalización hace referencia a una eta-
pa determinada del capitalismo; la que comienza en la década
de los ochenta del siglo XX, en la confluencia de tres hechos
históricos especialmente significativos: el triunfo de los go-
biernos neoliberales en las principales potencias del Norte
(empezando por Reagan en los Estados Unidos y Thatcher
en Gran Bretaña), la crisis de la deuda externa en el Tercer
Mundo (1982) y la caída del Muro de Berlín (1989).Es en la
9 TAIBO, C. (2002): Cien preguntas sobre el nuevo desorden. Una mirada lúcida
sobre la globalización y sus consecuencias. Suma de Letras. Madrid, página
25.
10 SWEEZY, P .: “More (or less) on globalization”, en Monthly Review, vol. 49
(1997), nº 4.

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Sociedad de la Información

década de los ochenta cuando se realizan las primeras for-


mulaciones teóricas que utilizan el término. Según la OCDE
(Organización de Cooperación y Desarrollo Económico), la
expresión globalización en su sentido actual fue utilizada por
primera vez en 1983 por Theodore Levitt en su artículo The
Globalization of Markets, para caracterizar los amplios cambios
acontecidos en la economía internacional: la rápida difusión
a lo largo y ancho del planeta de la producción, consumo, in-
versión y comercio de bienes, servicios, capital y tecnología.
El Informe sobre Desarrollo Humano (PNUD) elaborado por
Naciones Unidas, correspondiente al año 1999, se dedicó mo-
nográficamente a la globalización. Una de las varias definicio-
nes que en él se pueden encontrar propone que:

“La globalización aumenta las oportunidades


del progreso humano sin precedentes para algunos,
pero reduce esas oportunidades para otros, así como
la seguridad humana. Está integrando la economía,
la cultura y estructura de gobierno, pero está frag-
mentando las sociedades. Impulsada por la fuerza
de los mercados comerciales, la globalización en esta
era procura fomentar la eficiencia económica, ge-
nerar crecimiento y producir ganancias. Pero yerra
en cuanto a las metas de la equidad, la erradicación
de la pobreza y el realce de la seguridad humana”
(PNUD,1999:44).

La globalización se presenta, en este documento, como


un proceso:

− Que genera ganadores y perdedores.


− Totalizante, en la medida en que integra la economía,
la política y la cultura. Jeremy Rifkin (2000), en esta
misma línea, apunta hacia la colonización de todas las
dimensiones de la vida humana, hasta de la propia
vida, en su sentido más biológico, por parte de la ló-
gica mercantilista.
− Que fomenta la eficiencia económica y, a la vez, las
desigualdades.

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Por otra parte, el sociólogo Ulrich Beck (1998)11 ha sido


quien ha establecido las diferencias entre globalización, globali-
dad y globalismo, tres conceptos con una misma raíz pero con
significados y matices distintos. Globalización subraya el ele-
mento de proceso que tiene lo transnacional, entendido como
un itinerario que sigue no sólo lo económico, sino también lo
social, lo político y lo cultural:

“Globalización significa los procesos en virtud


de los cuales los estados nacionales soberanos se
entremezclan e imbrican mediante actores transna-
cionales y sus respectivas probabilidades de poder,
orientaciones, identidades y entramados varios”
(Beck,1998:29).

De este modo se quiere destacar la intensificación de los


espacios, sucesos, problemas y conflictos transnacionales que
se producen en la realidad social. Según este autor, el proce-
so de globalización establece una relación dialéctica entre lo
global y lo local. En segundo lugar, el término globalidad viene
a constatar el hecho de que vivimos en una sociedad mundial
de la que no podemos escapar. La tesis de los espacios cerra-
dos es ficticia. Por ejemplo, el subcomandante Marcos, en el
levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN) pudo mantener un frente de resistencia y de apoyo
tanto en el interior como en el exterior de México gracias a que
era consciente de la globalidad de nuestro mundo. En tercer
lugar, Beck propone el concepto de globalismo para referirse a
la ideología neoliberal, al envoltorio ideológico que rodea al
proyecto capitalista:

“El globalismo reduce la nueva complejidad de


la globalidad y de la globalización a un aspecto – el
económico – el cual además sólo se concibe lineal-
mente, como una ampliación constante de los con-
dicionamientos impuestos por el mercado mundial.
Todos los demás aspectos sólo se consideran de
modo subordinado a la globalización económica. De
este modo, la sociedad mundial se reduce y falsea en
11 BECK. U. (1998): ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas
a la globalización. Barcelona. Paidós.

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términos de sociedad mundial de mercado. El atrac-


tivo y el peligro del globalismo consisten en el afán
de simplicidad a fin de adaptarse a un mundo que se
ha convertido en opaco” (Beck,1998:164).

El globalismo sería la manera en que el neoliberalismo


político y económico interpreta el proceso de globalización.
Ignacio Ramonet, en este mismo sentido, hablará de globali-
tarismo como la suma de globalización y totalitarismo, y del
pensamiento único como la traducción ideológica de los inte-
reses del capitalismo transnacional.

Tres niveles de la globalización:


económico, político y cultural
En el último tercio del siglo XX hemos asistido al naci-
miento y desarrollo de la sociedad informacional y global (Cas-
tells), en la que se ha producido una transformación en tres
grandes niveles: en las relaciones de producción (economía),
en las relaciones de poder (política) y en las relaciones de ex-
periencia (cultura). En todos ellos las telecomunicaciones jue-
gan un papel fundamental, ya que se trata de un sector que
está estrechamente conectado a la esfera económica, política
y cultural.
En el terreno económico, el nuevo modo de orientar la
producción busca, como actividad prioritaria, el acceso a la
información y su posterior procesamiento, ya que ésta es la
actividad que mayor nivel de beneficios económicos genera.
Es una economía global porque funciona como una unidad
en tiempo real a escala planetaria (Castells, 1997:120), tal y
como demuestran paradigmáticamente los mercados finan-
cieros. En la nueva etapa del sistema capitalista, se puede
comprar y vender casi en cualquier rincón del mundo. Ya no
existen límites ideológicos (después de la caída del Muro de
Berlín) ni límites legales significativamente importantes por
parte de los Estados-nación. En este proceso las tecnologías
de la información y de la comunicación son la infraestructura
que permite los intercambios en tiempo real.

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El sistema político, en este nuevo contexto, introduce


profundas transformaciones respecto a la anterior etapa. Las
instituciones políticas representativas de la sociedad indus-
trial no han salido bien paradas con el advenimiento de la
globalización; los partidos políticos y el Estado-nación entran
en una crisis que les lleva a reducir progresivamente su ca-
pacidad de poder y de gestión real. Ambos quedan atrapados
entre dos lógicas expansivas: la propia del neoliberalismo y la
correspondiente al discurso mediático ( que en realidad viene
a ser una concreción de la primera). La lógica neoliberal tien-
de a reducir el espacio político a la más mínima expresión: al
estado gestor y policial y al partido burocratizado y tecnifi-
cado.
La segunda lógica, la mediática, obliga a los partidos po-
líticos a adaptarse a las nuevas reglas del discurso: el sound-
bite es el espacio argumental cotidiano del que disponen los
representantes políticos para captar la atención y el voto de
los ciudadanos-telespectadores. Por otra parte, asistimos
al surgimiento y consolidación de nuevos actores políticos,
agrupados en un movimiento de movimientos que nace mediá-
ticamente12 en las protestas de Seattle (EE.UU., 1999) y que va
madurando en los sucesivos Foros Mundiales, regionales y
locales que desde entonces se vienen convocando a lo largo y
ancho del mundo.
Y, en tercer lugar, las telecomunicaciones juegan un papel
central en el nuevo contexto cultural. Para Alberto da Silva
(2004), una de las características más destacadas de la globa-
lización cultural es el hecho de que va a la par y contribuye
al establecimiento y funcionamiento de la economía de mer-
cado a escala planetaria. Para él, la cultura mediática “está re-
lacionada con una determinada visión del mundo, con unos
valores y comportamientos, con la absorción de patrones de
gusto y consumo, con la asimilación de “imágenes de felici-
12 Como ya apuntara Roland Barthes (1980) en Mitologías, los medios de co-
municación tienden a convertir la historia en mito, olvidando los procesos
sociales y las intervenciones humanas en el devenir del mundo. En su ten-
dencia a espectacularizar la realidad y a “evaporar” la historia, los medios de
comunicación plantearon las movilizaciones de Seattle como el nacimiento
del movimiento antiglobalización. Sin embargo, como demuestran los hechos
y otras lecturas críticas del fenómeno, en Seattle emerge un movimiento que
venía articulándose desde finales de la década de los ochenta, y que es el he-
redero y continuador de la movilización de mayo del 68 y de la larga tradición
del movimiento obrero.

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Sociedad de la Información

dad” y promesas de realización para el ser humano, produci-


das y distribuidas en el capitalismo avanzado a través de los
conglomerados empresariales de la comunicación y del entre-
tenimiento y, principalmente, a través de la publicidad” (Da
Silva Moreira, 2004:203).
Los diversos medios de comunicación son portadores y
constructores de la cultura postmoderna, pero hay uno que
destaca sobre todos ellos: la televisión. Aunque Internet va
progresivamente imponiendo sus códigos narrativos, y se va
configurando como un medio que gana en protagonismo
social, la televisión es a día de hoy el medio de comunicación
más popular y más consumido a escala mundial. Este discur-
so, el televisivo, acapara, según González Requena (1998), de
un modo paradigmático los principales rasgos de la postmo-
dernidad:

“Exige a cada uno de sus segmentos una plena


legibilidad y accesibilidad, y por ello se ve condena-
do a la obviedad, a la banalidad y a la redundancia.
Construye un universo vacío de contenido informati-
vo, articulado sobre la repetición de fragmentos equi-
valentes, informativamente obvios y escópicamente
excitantes, que ofrecen a su destinatario un vÍnculo
imaginario ininterrumpido” (González Requena,
1988:147).

Los desequilibrios comunicativos a escala mundial


Desde diversos puntos de vista se viene observado que el
proceso de globalización capitalista está sirviendo para pro-
fundizar en las desigualdades sociales. Tal y como señalaba el
Informe sobre el Desarrollo Humano de 1999, estas desigual-
dades habían ido aumentando conforme avanzaba el proceso
de globalización a lo largo del siglo XX. En un análisis de las
tendencias a largo plazo de la distribución del ingreso mun-
dial entre países se observa que la distancia entre el país más
rico y el más pobre era de 11 a 1 en 1913, de 35 a 1 en 1950, de
44 a 1 en 1973, de 72 a 1 en 1992 y de 74 a 1 en 1997.
El PNUD del año anterior revelaba algunos datos igual-
mente llamativos, relativos a las diferencias de renta entre

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

ricos y pobres: las 225 personas más ricas del mundo dispo-
nían de unos ingresos equivalentes a los de 2.600 millones de
personas del Sur; las 15 personas más ricas del mundo tienen
activos financieros con un valor superior al del PIB (Producto
Interior Bruto) de toda el África Subsahariana, donde habitan
550 millones de seres humanos. La cúpula directiva del grupo
Walt Disney ganaba, en 1993, 203 millones de dólares, lo que
supone 325.000 veces el salario de un obrero haitiano que tra-
baja para ese mismo grupo.
El proceso de globalización capitalista tiene la capacidad
de fragmentar las realidades que toca, reordenando, de este
modo, las diferencias y las desigualdades, pero sin llegar a su-
primirlas (García Canclini,1999:45). La exclusión y la pobreza
no son el resultado de la escasez, sino el fruto de un conjun-
to de prioridades impuestas por los ricos al resto del mundo.
Para unos cuantos poderosos, el planeta se abrió de par en par,
mientras que para millones de personas el mundo no tiene lu-
gar, y vagan errantes de un lado a otro.
El capitalismo informacional (Castells), a la vez que genera
oportunidades de desarrollo, crea unos “agujeros negros de
pobreza” en los que se ven sumidas regiones enteras del pla-
neta. De este modo, el mapa mundial está muy alejado de las
representaciones especulares que crean los medios. Nuestro
mundo no es un lugar de abundancia con pequeñas islas de
pobreza, guerras y catástrofes naturales. Al contrario, vivi-
mos en un mundo de pobreza y desigualdad en el que existen
pequeñas islas de riqueza y bienestar.
El desequilibrio económico se extiende al espacio de los
medios de comunicación y de las telecomunicaciones. En la
globalización, la información y la comunicación – y en un sen-
tido más amplio, la cultura – es considerada como una mercan-
cía más, sometida a la lógica del mercado y del intercambio en
busca de la rentabilidad económica. Así, “una parte de la cul-
tura, al impulso de la mercantilización creciente, de la desre-
gulación y la concentración global y la aceleración tecnológica
de la información, se estaría transformando en comunicación-
mundo, como una vía sustancial de la modernidad-mundo
(Bustamante, 2004:46).Es más, no sólo el producto comunica-
ción, sino el propio espacio de circulación, está cada vez más
condicionado por las prácticas, discursos e ideologías afines al
mercado capitalista. Para George Yúdice (2002), estas formas

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Sociedad de la Información

culturales mercantilizadas se combinan y entran en conflicto


con las formas locales, de tal modo que se rompe la coherencia
de los discursos nacionales tradicionales.
De este modo, podemos decir, con Edward Herman y
Robert McChesney (1997), que los medios globales son “los
nuevos misioneros del capitalismo corporativo”. Son los
mensajeros de sus proyectos, la vanguardia que va coloni-
zando nuevos territorios y súbditos, presentan la cara amable
de su proyecto colonizador. Según datos de la UNESCO de
la década de los noventa, 273 de los 300 principales medios
de comunicación del mundo pertenecen a la triada formada
por los Estados Unidos (144), la Unión Europea (80) y Japón
(49), en un proceso de concentración que ha ido aumentan-
do a medida que avanzaba la globalización. En la actualidad,
unas pocas empresas (News Corps, Viacom, AOL Time War-
ner, General Electric, Microsoft, Bertelsmann, United Global
Com., Disney, Telefónica, RTL Group, France Telecom) con-
forman grupos mediáticos a escala planetaria.
Una consecuencia inmediata de esta hiperconcentración
multimedia es la uniformidad de los contenidos difundidos y
de la visión del mundo que éstos proyectan. Estos grupos me-
diáticos informan y entretienen a audiencias mundiales desde
la visión del mundo del varón – blanco – de clase media. Como
regla general, ni los países del Sur, ni los sectores populares,
ni las poblaciones indígenas, son quienes hablan de su reali-
dad desde sus referentes socioculturales cuando acceden a los
medios de comunicación masivos. Asistimos, por tanto, a una
situación paradójica: en un contexto mundial en constantes
cambios, en el que se proclama que no son válidos los grandes
relatos (Lyotard) que en otros tiempos servían para dar sen-
tido a la Historia, las representaciones que se ofrecen en los
medios son cada vez más homogéneas y simplificadas.
Para Herman y McChesney (1997:147- 150) los efectos
negativos de la globalización de los medios se pueden sinteti-
zar, fundamentalmente, en cuatro:

1. La imposición de un modelo comercial de medios,


que mediante la publicidad refuerza la tendencia
al consumo como finalidad primaria de la vida, y el
individualismo y la libertad individual para escoger
como la condición social fundamental.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

2. La eliminación de lo público por parte del entreteni-


miento. Tienden a desaparecer de las horas de mayor
audiencia las noticias difíciles de ser presentadas en
profundidad, los análisis de los asuntos públicos, los
debates y los documentales.
3. El predominio de las fuerzas políticas conservadoras,
estrechamente vinculadas a los anunciantes y a la co-
munidad corporativa.
4. La erosión de las culturas locales por parte de los me-
dios globales.

Este conjunto de efectos negativos de los medios ejer-


ce una especie de revolución silenciosa y conservadora, con
una fuerte incidencia sobre la capacidad de movilización de
la ciudadanía, los poderes públicos y la cultura. En un trabajo
posterior en el tiempo, McChesney (1999)13 establece una regla
proporcional inversa entre el crecimiento de los media y la de-
bilidad de la democracia: a medida que aumenta el tamaño y
el poder de los grupos globales de comunicación, disminuye
la vitalidad de la democracia y la capacidad de decisión de la
ciudadanía. El hecho de que, en la actualidad, un grupo redu-
cido de empresas de comunicación domine a escala mundial el
mercado de las telecomunicaciones, tiene como consecuencia
inmediata la reducción de la pluralidad ideológica y la dismi-
nución de la capacidad de participación de la ciudadanía en la
gestión de lo público.
¿Acaso Internet está permitiendo romper esta tendencia
a la concentración y a la mercantilización de la información y
de la comunicación? ¿La Red va a permitir recuperar el espí-
ritu McBride? Desde su popularización, Internet ha vuelto a
despertar las utopías tecnológicas, como sucediera anterior-
mente con la extensión del ferrocarril, el telégrafo, la radio o
la televisión. Se proclama la llegada inminente de un mundo
igualitario si se abren todas las fronteras y restricciones que
puedan limitar la extensión mundial de la Red. La música de
fondo que resuena bajo estas proclamas no es otra que la teo-
ría mercantilista del libre flujo de información; esto es, la versión
comunicativa del capitalismo libre de fricciones que se prego-

13 McCHESNEY, R. (1999): Rich Media, Poor Democracy: Communication Poli-


tics in Dubous Times. Illinois.University of Illinois Press.

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Sociedad de la Información

na desde el paradigma neoliberal. Como lúcidamente señala


Mattelart (2000),

“La tecnoutopía de una Modernidad carente de


proyecto ha barrido el sueño emancipador de un
proyecto de Modernidad basado en el deseo de aca-
bar con las desigualdades y las injusticias. El pensa-
miento gerencial, por otra parte, incita abiertamente
a creer que este ideal está superado. El espacio que
debiera ocupar un verdadero proyecto social lo usur-
pa el determinismo tecnomercantil, que instituye a la
comunicación sin fin como heredera del progreso sin
fin”. (Mattelart, 2000:14).

Probablemente, estas lógicas que orientan el desarrollo


mundial de Internet sean una de las causas principales de la
polarización y concentración de los usuarios de la Red en las
regiones del planeta con mayor capacidad de consumo.

Internet en el Mundo 2007

Fuente: Internet World Map 2007, http://www.ipligence.com/worldmap/

Se calcula que, en la actualidad, algo más del 18% de la


población mundial tiene acceso a Internet, aunque con unas
diferencias abismales en cuanto a la distribución de este por-

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

centaje en las diversas regiones del planeta. La tasa de pe-


netración en Norteamérica (70,2% de la población) contrasta
con la relativa a África (4,7%), la región que ocupa el último
lugar. Para Castells, el uso de Internet se está difundiendo rá-
pidamente, pero esta difusión sigue un modelo espacial que
fragmenta su geografía de acuerdo a la riqueza, la tecnología
y el poder (Castells, 2001:239)14.

Estadísticas mundiales de Internet


Regiones Población Población Usuarios Población % Uso Crecimiento
(2007) Mundial % Mundial (2000-2007)
% (Penetración)
África 933,448,292 14,20% 43,995,700 4,70% 3,50% 874,60%
Asia 3,712,527,624 56,50% 459,476,825 12,40% 36,90% 302,00%
Europa 809,624,686 12,30% 337,878,613 41,70% 27,20% 221,50%
Oriente Medio 193,452,727 2,90% 33,510,500 17,30% 2,70% 920,00%
Norteamérica 334,538,018 5,10% 234,788,864 70,20% 18,90% 117,00%
Latinoamérica/ 556,606,627 8,50% 115,759,709 20,80% 9,30% 540,00%
Caribe
Oceanía/ 34,468,443 0,50% 19,039,390 55,20% 1,50% 149,00%
Australia
TOTAL MUNDIAL 6,574,666,417 100,00% 1,244,449,601 18,90% 100,00% 244,70%

Fuente: www.exitoexportador.com a partir de datos de Niel-


sen/Netratings, ITU y de Internet World Stats.

Se podría analizar otro grado de exclusión de amplios


sectores de la población mundial, en relación con el precio de
la conexión. Según estudios elaborados por la ONU, el coste
medio del acceso a Internet es de un 278% del salario medio
en Nepal y del 614 % en Madagascar; en el extremo opuesto,
esta cifra desciende hasta el 1,2 % en el caso de los Estados
Unidos. En amplias regiones del planeta, el acceso está limita-
do por el escaso desarrollo de otras redes y subsistemas fun-
damentales para que la gente se pueda conectar. Entre ellos,
el más básico es el acceso con unos mínimos de calidad a la
energía eléctrica y la existencia de una red telefónica con su-
ficiente capacidad. En amplias regiones del planeta no existe
aún una red eléctrica continua y fiable.

14 Para profundizar en las cuestiones relativas a la geografía de Internet, con-


sultar el capítulo 8 del libro de Manuel Castells La Galaxia Internet, páginas
235-274.

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Sociedad de la Información

Brecha Digital y Brecha Estructural: los prerrequisitos


para la implantación de la Sociedad de la Información
En el marco del actual discurso tecnocrático del capitalis-
mo global, parece que la propuesta sistémica para la erradica-
ción de la desigualdad social pasa por aplicar la receta mágica
de “más Internet y más ordenadores”. Las tecnologías de la
información y de la comunicación son utilizadas como corti-
nas de humo que distraen la atención del recorte presupues-
tario en cuestiones sociales (educación, sanidad, desempleo,
infraestructuras) fundamentales para que se superen los ac-
tuales niveles de desequilibrio y desigualdad social. Es cierto
que el acceso a las TIC no puede ser un nuevo factor de exclu-
sión, y que los sectores desfavorecidos de la sociedad deber
ser prioritarios en la aplicación de las políticas tecnológicas.
Pero el esfuerzo tecnológico tiene que ir acompañado de otro
esfuerzo social, económico y político más amplio.
En los últimos tiempos se viene utilizando el término
Brecha Digital (Digital Divide) para referirse a este problema.
Para la OCDE, la Brecha Digital es el salto que se observa en
cuanto al acceso a las TIC y al uso de Internet, una diferen-
cia que guarda relación con aspectos individuales, familiares,
geográficos y comerciales15. Los sectores de la población que
han partido de las posiciones más desfavorables en cuanto al
acceso de las TIC han sido: los que tienen rentas económi-
cas inferiores, menor grado de alfabetización y educación, los
mayores de 50 años, los afroamericanos, las zonas rurales y
las personas con algún tipo de discapacidad, por mencionar
algunas de las más importantes.
Una vez expuestos los estrechos vínculos existentes entre
la Brecha Estructural y la Brecha Digital, entre desequilibrios
económicos y diferencias de acceso a las TIC, pasamos a tratar
otro aspecto relacionado con este tema: los requisitos previos
que ha sido necesario conjugar para que en determinados lu-
gares del planeta cristalice la Sociedad de la Información. Di-
cho de otra manera, podríamos plantearnos cuáles han sido
los factores que han permitido a Silicon Valley erigirse como
el epicentro del desarrollo tecnológico a finales del siglo XX.
Para ello, quizá nos sirva una primera mirada histórica, hacia
15 OECD (2001): Understanding the Digital Divide. París. OECD Publications.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

el nacimiento de la Revolución Industrial y de los factores que


hicieron posible que determinadas ciudades del continente
europeo fuesen el epicentro del sistema-mundo.
El historiador Melvin Kranzberg (1981) ha investigado
el nacimiento de la Revolución Industrial, centrándose en el
análisis de los factores que hicieron posible que Gran Bretaña
se impusiera a la vecina y competidora Francia. En su investi-
gación comparativa observa un total de once factores funda-
mentales: acceso a capital para el desarrollo industrial, mano
de obra para la industria, mercados para los artículos, acceso
a materias primas, red de transporte, conocimiento científi-
co, tradición industrial, tejido empresarial, características de
la agricultura, políticas gubernamentales y actitudes sociales
frente a la industrialización. Los rasgos seleccionados por
Kranzberg se pueden agrupar en cuatro grandes apartados:

1. En el aspecto económico, los indicadores relativos a


los factores de producción: capital, trabajo, materias
primas y transporte.
2. En el terreno político, el papel de las autoridades de
un país.
3. En el papel desempeñado por el conocimiento cientí-
fico.
4. En aspectos socioculturales, vinculados a las cosmo-
visiones predominantes, valores, criterios éticos o re-
ligiosos.

En cada uno de los once rasgos enumerados anteriormen-


te Gran Bretaña consigue obtener una ventaja frente a su ad-
versario francés. Sin embargo, el triunfo final no es resultado
de la suma aislada de cada uno de los aspectos reseñados; se
trata más bien de una dinámica de relación mutua que esta-
blece unas conexiones entre la tecnología y la sociedad capaz
de generar un proceso transformador y un salto cualitativo.
A su vez, se puede observar cómo determinadas opcio-
nes políticas orientan unos u otros desarrollos tecnológicos. El
caso de las redes de transporte inglesa y francesa es un claro
ejemplo. Las necesidades y las expectativas fueron, en cada
caso, diferentes. Para Francia, las necesidades que se priori-
zaron fueron las militares; la monarquía francesa quería do-
minar el continente, y para ello pensó en unas carreteras que

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Sociedad de la Información

partían ,de forma radial, desde París y Versalles. Por el con-


trario, Gran Bretaña puso el acento en el aspecto comercial a
la hora de construir su red de transportes; su objetivo era unir
los puntos de producción con los de distribución.

Requisitos para la Revolución Industrial en Inglaterra


CAPITAL PARA EL  DESARROLLO  Aumentó el capital debido a las mejoras en la agricultura y a la
INDUSTRIAL expansión comercial. Se dispuso  una acumulación importante de
capital inicial para la inversión industrial.
 MANO DE OBRA PARA LA INDUSTRIA Movilidad y adaptabilidad de la mano de obra inglesa a la
industria, con un  buen nivel de conocimientos técnicos. 
MERCADOS PARA LOS PRODUCTOS  Se buscaron los mercados masivos para los productos
MANUFACTURADOS industriales.
MATERIAS PRIMAS ACCESIBLES Hierro y carbón abundantes y fácilmente accesibles.
 TRANSPORTE  Fácil por las dimensiones de la isla, y estratégicamente valiosas,
al conectar los centros de producción con los de distribución.
 CONOCIMIENTO CIENTÍFICO Los inventores ingleses dispusieron de oportunidades
provechosas para convertir sus ideas en hechos.
 TRADICION INDUSTRIAL La ausencia de tradición industrial en el caso inglés hace que los
primeros empresarios se aventuren a realizar innovaciones en la
maquinaria.
 EMPRESARIOS El sistema de valores de la sociedad inglesa permitía el ascenso
social de los comerciantes.
AGRICULTURA  La producción agrícola inglesa aumentó gracias a la
incorporación de medidas como el uso de abonos  nitrogenados y
el cercado de los campos.
 POLÍTICAS El gobierno inglés potenció una política favorable para el
desarrollo de la industria.
 ACTITUDES SOCIALES, La ética protestante (Weber) favoreció  la legitimación social y el
COSMOVISIONES crecimiento del capitalismo.

Fuente: elaboración propia a partir de KRANZBERG, M. (1981): Historia de la

El contexto sociopolítico en el que cristalizó la Revolu-


ción Industrial difiere sustancialmente del que ha sido la cuna
de la Revolución Informacional. Sin embargo, tiene sentido
seguir hablando – de acuerdo con Kranzberg – de prerrequi-
sitos, en la medida en que situamos el desarrollo tecnológico
en una visión social y política, alejada de cualquier determi-
nismo tecnológico. Manuel Castells (1989, 2000) ha analizado
cuáles han sido los elementos que hicieron de Silicon Valley
(San Francisco, EE.UU.) la cuna de la Sociedad Informacional
en los años setenta. En esta localidad se produce la conver-
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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

gencia de cinco factores: un nuevo conocimiento tecnológico,


un gran mercado de expertos ingenieros y científicos de las
principales universidades de la zona (Standford, Berkeley),
financiamiento y mercado asegurado por parte del Departa-
mento de Defensa de los Estados Unidos y, finalmente, el lide-
razgo institucional de la Universidad de Standford.
A partir de estas investigaciones, el autor de La Era de la
Información elabora unas claves que permiten generalizar y
aventurar unas condiciones de posibilidad para el surgimien-
to de la nueva sociedad. Para ello, se requiere la concentración
espacial de:

1. Centros de investigación.
2. Instituciones de educación superior.
3. Empresas de tecnología avanzada.
4. Red auxiliar de proveedores de bienes y servicios.
5. Redes empresariales de capitales de riesgo para fi-
nanciar las primeras inversiones.

La novedad, en este caso, consiste en la capacidad de


generar sinergias entre el conocimiento, la información, la
producción industrial y las aplicaciones comerciales. En este
sistema de fuerzas hay dos elementos que destacan: la capa-
cidad de innovación y el capital de riesgo, fundamental para
aplicar y difundir el saber. La confluencia de estas fuerzas mo-
trices se concretará en grandes áreas metropolitanas de todo
el planeta. Las ciudades son los medios de innovación tecno-
lógica y empresarial más importantes, pero es necesario que
sean ciudades dinámicas en las que se den cita los elementos
reseñados anteriormente.

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Sociedad de la Información

Rasgos característicos
de la Sociedad de la Información
Después de haber realizado una lectura a nivel macro
de las dimensiones socioeconómica, política y cultural de la
Sociedad de la Información, y tras establecer sus conexiones
con el proceso de globalización capitalista, pasamos a conti-
nuación a abordar algunos de los rasgos característicos de
la Sociedad de la Información y de las tecnologías de la in-
formación y de la comunicación. Entre un escalón y otro se
encontrarían aquellas transformaciones en aquellas dimen-
siones fundamentales ayer y hoy para definir la vida humana
y social: el espacio y el tiempo.
Los referentes espacio-temporales que han inaugurado el
nuevo ciclo social y tecnológico suponen una intensificación
y radicalización de las dinámicas inauguradas por la Moder-
nidad a las que Giddens (1993) hace referencia con el término
de desanclaje. Asistimos a un progresivo distanciamiento del
tiempo y del espacio, al desanclaje y reordenamiento de los
sistemas sociales:

“El dinamismo de la modernidad deriva de la se-


paración del tiempo y el espacio y de su recombina-
ción de tal manera que permita una precisa regionali-
zación de la vida social; del desanclaje de los sistemas
sociales (un fenómeno que conecta estrechamente
con los factores involucrados en la separación del
tiempo y del espacio; y del reflexivo ordenamiento y
reordenamiento de las relaciones sociales, a la luz de
las continuas incorporaciones del conocimiento que
afectan las acciones de los individuos y los grupos”
(Giddens, 1999:28).

Las relaciones sociales sufrieron un proceso de desarrai-


go respecto a la experiencia espacial y temporal inmediata y a
las interacciones personales que predominaban en el periodo
anterior. Como veremos más adelante, los sistemas interacti-
vos y participativos de las herramientas de comunicación que

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

caracterizan a la denominada Web 2.0 no son sino una evolu-


ción altamente desarrollada de este cambio en los referentes
espacio-temporales que introduce la Modernidad.
Junto al proceso de desterritorialización y reterritorialización,
se produce, en el plano temporal, una ruptura respecto a los
referentes temporales anteriores. David Harvey (1990), en su
trabajo referencial16, apunta hacia una progresiva compresión
del espacio y del tiempo como el principal y más importante
cambio cultural introducido por la postmodernidad. La ve-
locidad creciente de los animales o utensilios utilizados para
viajar son provechados por Harvey para ilustrar los cambios
producidos en el sentido y la experiencia del tiempo. Hasta
la aparición del tren, el caballo era el principal referente, la
unidad de medida en la velocidad. Al tren le sustituye, en el
siglo XX, el avión, como vehículo que sirve como metáfora del
cambio espacio-temporal. La superación de la barrera del so-
nido será el siguiente referente al que se alude. Y, en nuestros
días, sin duda es Internet, y su sensación de temporalidad casi
instantánea, el viaje a la velocidad de la luz, el referente que
marca la disolución de las barreras no sólo temporales, sino
también espaciales.
Estos cambios guardan una estrecha relación con el pro-
ceso de urbanización y con las grandes transformaciones lle-
vadas a cabo en el seno del sistema capitalista. Los cambios
en los sistemas de producción – el taylorismo, el fordismo y el
postfordismo o toyotismo – llevan aparejados unos cambios
que convierten progresivamente el tiempo y el espacio en uni-
dades mercantilizables. Los espacios son espacios del capital17,
y el tiempo medido desde los referentes de los ciclos natura-
les y las festividades pasa a ser regulado por el tiempo-me-
dida-mercancía (Jesús Martín Barbero, 1987, Edward Palmer
Thompson,1990).
En la formulación propuesta por Castells en La Era de la
Información (1997), el espacio de los lugares va dando paso al
espacio de los flujos, y el tiempo cronológico es sustituido por
el tiempo atemporal, una nueva experiencia potenciada por las
nuevas tecnologías que lleva a “comprimir el tiempo en unos
16 HARVEY, D. (1990): The condition of postmodernity: an enquiry into the ori-
gins of cultural change. Cambridge. Blackwell.
17 Como, no por casualidad, titula Harvey uno de sus libros más recientes.
(HARVEY, D. (2007): Espacios del capital. Hacia una geografía crítica. Madrid.
Akal.

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Sociedad de la Información

pocos instantes aleatorios, con lo cual la sociedad pierde el


sentido de la secuencia y la historia se deshistoriza” (Castells,
1998b:384). Para otro de los gurús mediáticos, Ignacio Ramo-
net (1999), este nuevo contexto social está caracterizado por el
triunfo de los sistemas PPII: permanentes, planetarios, inme-
diatos e inmateriales. Las actividades que se someten a estas
cuatro lógicas son las que triunfan en la sociedad emergente.
Hasta el momento, este privilegio le ha correspondido a los
flujos de capitales y a los flujos de información y de entre-
tenimiento promovidos por los grandes grupos multimedia
del planeta. Se cumple, como apunta Paul Virilio (1997), el
sueño del capitalismo de romper los límites del espacio y del
tiempo para que el planeta funcione como un único espacio
(capitalista) en tiempo real para el intercambio de mercancías.
Los rasgos característicos de los dioses (el don de la ubicui-
dad y de la intemporalidad) pasan ahora a caracterizar a las
actividades fetichizadas por el sistema social dominante.
El nuevo espacio y el nuevo tiempo han sido definidos por
Javier Echeverría (1999) como el tercer entorno (E3). El entorno
es, para este autor, aquello que está alrededor de nuestro cuer-
po o de nuestra vista, las diversas implementaciones que se
han creado para expandir nuestro espacio inmediato. Las tec-
nologías de la información posibilitan la construcción de un ter-
cer entorno, estructuralmente distinto al primer entorno (E1, el
medio ambiente natural, nuestro propio cuerpo) y al segundo
entorno (E2, un entorno cultural y social, el entorno urbano).
Echeverría (1999, 58-145) enumera diez propiedades que carac-
terizan al tercer entorno:

1. Informacional.
Todo aquello que es reducible a bits de información
puede llegar a formar parte de E3.
2. Representacional.Casi todas las acciones y experien-
cias que se llevan a cabo en E3 lo hacen mediante re-
presentaciones tecnológicamente construidas.
3. Artificial.
La mayor parte de los componentes esenciales del tercer
entorno han sido elaborados en laboratorios, son artifi-
ciales: chips, transistores, cables, satélites, etc.
4. Multicrónico.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

El tercer entorno admite acciones pautadas en base


a muy diversos lapsos temporales. La simultaneidad
deja de ser precisa en E3, las acciones que se desarro-
llan en el tercer entorno no tienen que estar estructu-
ralmente sometidas a la simultaneidad o sincronici-
dad de los actores en el mismo espacio y en el mismo
tiempo, sino que se pueden romper estos condiciona-
mientos.
5. Que favorece la compresión.
Lo importante en este entorno no es representar la
distancia ni la extensión que ocupan los objetos en el
espacio, sino las conexiones y los circuitos que enla-
zan unos nodos con otros. Como lo importante no es
representar las distancias, el espacio sufre una com-
presión.
6. De flujos electrónicos.
Se puede actuar sin que los cuerpos se desplacen fí-
sicamente, a base de suscitar flujos electrónicos que
modifiquen las representaciones de E3.
7. De circulación rápida.
Puesto que los flujos en E3 son electrónicos, en este
entorno se tiende a funcionar a la velocidad de la
luz.
8. Asentado en el aire.
Los cimientos del tercer entorno están en el aire, no en
la tierra. Es un espacio dominado por los Señores del
aire, un espacio feudal que ha sido colonizado en pri-
mer lugar por las grandes empresas transnacionales
de teleservicios.
9. Inestable.
Es un espacio más inestable y de mayor riesgo, ya que
depende, para su correcto funcionamiento, de la bue-
na marcha de varios sistemas tecnológicos complejos:
las redes telefónicas, la red eléctrica, el hardware y
software, entre otros.
10. Global.
E3 tiende a ser global por su propia constitución. Su-
pera los límites locales, regionales y nacionales.

Los elementos característicos del tercer entorno configu-


ran una sociedad dominada, tal y como sugiere el filósofo, en

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Sociedad de la Información

una recreación de los señores feudales, pero esta vez en lugar


de dominar la tierra tienen como pretensión convertirse en
los Señores del Aire, espacio por el que fluyen las ondas, las
señales y las actividades predominantes en este periodo his-
tórico. Suponen una reencarnación de los amos ausentes a los
que alude Bauman en Modernidad Líquida, unos poderes que
ponen en marcha mecanismos de control que no están asocia-
dos necesariamente a su presencia física. En el tercer entorno,
el panóptico tradicional es sustituido por los mecanismos de
control sofisticados del panóptico electrónico.
Las propiedades enumeradas por Javier Echeverria nos
sirven para dar pie a una amplia y más reciente clasificación
de las propiedades de la Sociedad de la Información propues-
ta por el comunicólogo mexicano Raúl Trejo.

Veinte rasgos de la Sociedad de la Información


En su libro Viviendo en el Aleph. La Sociedad de la Informa-
ción y sus laberintos (2006), Trejo Delarbe aprovecha la metáfo-
ra del Aleph18 propuesta por Jorge Luis Borges para señalar
una serie de características de la Sociedad de la Información.
Internet puede ser considerada como una extensión del espa-
cio imaginado por el escritor argentino. El autor de La alfombra
mágica (1996) aporta en esta ocasión una serie de indicadores
que permitan mapear el confuso y extenso espacio de la So-
ciedad de la Información. Los veinte rasgos a los que remite
Trejo Delarbe a lo largo del libro son los siguientes:

1. Desigualdad, que es parte de la economía de merca-


do, y que tiene su correlación en el desequilibrio en el
acceso a los recursos informáticos.
2. Exuberancia de datos y de contenidos en la World
Wide Web.
3. Irradiación de contenidos y formatos con un alto ín-
dice de propagación de la información.
4. Omnipresencia de la Sociedad de la Información,
que ofrece multitud de accesos para entrar en ella,
18 (el Aleph es) “el lugar en donde están, sin confundirse, todos los lugares del
orbe, vistos desde todos los ángulos [...]Sí, todos los lugares de la tierra están
en el Aleph, ahí estarán todas las luminarias, todas las lámparas, todos los ve-
neros de luz”. (BORGES, J.L., El Aleph (1949), citado en TREJO, R. página 13).

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

convirtiéndose “en un contexto ineludible de las rela-


ciones sociales, tanto entre los individuos como entre
las naciones” (Trejo, 2006:101).
5. Ubicuidad a la hora de alcanzar sitios geográfica-
mente distantes.
6. Velocidad, que modifica las formas de socialización
y apropiación cultural, pero que también conduce a
un consumo superficial de información en la manera
habitual en la que los internautas suelen detenerse a
navegar por las páginas web.
7. Inmaterialidad de los nuevos medios, que están
apuntalados en la digitalización, dejando los forma-
tos analógicos anteriores. En los últimos años del si-
glo XX y los primeros del siglo XXI la inmaterialidad
“ fue una de las coartadas de la economía [la nueva
economía] que no era tan nueva y que, después de
todo, acabó ciñéndose a las toscas reglas del merca-
do” (Trejo, 2006:125).
8. Intemporalidad, o modificación de los parámetros
cronológicos convencionales.
9. Innovación, resultado del desarrollo tecnológico,
pero también de afanes mercantiles que constante-
mente proponen actualizaciones y formatos distintos
para conectarnos a la Sociedad de la Información.
10. Volatilidad, relacionada con la inestabilidad de la in-
formación disponible en la Red, que puede perderse
irremediablemente ante algún problema técnico.
11. Multilateralidad, entendida como la variedad y con-
centración de los contenidos en las sedes de las gran-
des empresas mediáticas.
12. Libertad de hacer circular contenidos de todo tipo,
aunque la vigilancia de los movimientos no está exen-
ta de la SI.
13. Interactividad, como posibilidad de los internautas
no sólo de consumir, sino de aportar información.
14. Convergencia de artefactos y formatos distintos que ha
dado lugar al desarrollo de medios multifuncionales.
15. Heterogeneidad de inquietudes, contenidos y temas
que circulan en la Sociedad de la Información.
16. Multilinealidad desde la que ha sido concebida la ar-
quitectura de Internet.

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Sociedad de la Información

17. Enmascaramiento que se produce en el juego de iden-


tidades en espacios como los chat o videojuegos.
18. Colaboración, que se traduce igual en acciones soli-
darias que en proyectos intelectuales.
19. Ciudadanía, concepto que tiene tres implicaciones: 1)
el reconocimiento de la pertenencia a territorios sin-
gulares en el universo informático; 2) la visión cosmo-
polita que adquieren los usuarios y 3) las implicacio-
nes que la Sociedad de la Información pudiera tener
en la consolidación del espacio público.
20. Conocimiento, que requiere de la existencia de infor-
mación, pero que no es una consecuencia mecánica
de la acumulación de información.

En una mirada comparada a las taxonomías de Javier


Echeverría y Raúl Trejo, en una primera impresión es posi-
ble identificar un sustrato común, que se traduce incluso en
la repetición de términos o conceptos (inestabilidad, sincro-
nía, entre otros). Por otro lado, en la clasificación del profesor
mexicano escuchamos el eco de una pluralidad de discipli-
nas, matices y problemáticas que han ido surgiendo con el
avance de la Sociedad de la Información y que encuentran un
mayor acomodo en sus términos. Son nodos – por continuar
con la metáfora de la Red – a partir de los cuales explorar un
campo en progresiva complejidad y diversificación.
La mirada de Trejo Delarbe es, a su vez, un paso más en
la aproximación que vamos haciendo a la Sociedad de la In-
formación desde las miradas más globales y genéricas a las
más matizadas. Por utilizar un símil cinematográfico, vamos
ejecutando una especie de zoom in que nos aproxima, poco a
poco, a los rasgos más relacionados con las dimensiones co-
municativas de los dispositivos comunicativos digitales.
En este acercamiento, el siguiente paso nos hace entrar
de lleno en las características de los nuevos medios digitales.
Para Martin Lister (2003), estas propiedades son, fundamen-
talmente, cinco: digitality, interactivity, hipertextuality, dispersal
y virtuality. Pasemos a ver uno a uno cada elemento de los
enumerados.
Por digitality (digitalidad) Lister hace referencia al proce-
so de conversión de los imputs en números, en contraste con
lo analógico, un medio en el que los imputs se transforman en

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

otra forma de carácter físico. En segundo lugar, interactivity


(interactividad) remite al aumento de posibilidades que ofre-
cen los nuevos medios para intervenir y manipular en ellos.
Este concepto es altamente polisémico, con variedad de mati-
ces, que este autor reúne en dos grandes grupos. Por un lado,
hace referencia a la dimensión ideológica de la interactividad.
En este sentido, se trata de un valor añadido que ofrecen los
medios digitales, y que permite establecer las conexiones entre
esta cualidad de los medios digitales y el discurso neoliberal:

“Neo-liberal societies aim to commodify all kinds


of experience and offer more finely tuned degrees of
choice to the consumer. People are seen as being able
to make individualised lifestyle choices from a nev-
er-ending array of possibilities offered by the market.
This ideological context then feeds into the way we
think about the idea of interactivity in digital me-
dia. It is seen as a method for maximising consumer
choice in relation to media texts” (Lister, 2003:20).

La promesa que el medio hace al usuario de los medios


digitales para escoger y personalizar entre un catálogo inago-
table de elecciones implica la traducción, al plano tecnológico
y comunicativo, de la promesa que el consumo postfordista
realiza en el plano económico. Este mito de las elecciones
inagotables sirve al mercado como un método no sólo para
maximizar las elecciones del consumidor, sino más bien, y
sobre todo, para conseguir que éste consuma algo que consi-
dera único e intransferible, personalizado, tuneado. El tuning
tan de moda en la actualidad permite un mayor grado de sin-
tonización entre la oferta de compra y el consumidor final, el
target. Es éste último, el público objetivo, el que ayuda al ven-
dedor, mediante su participación activa ( la interactividad) a
ajustarse a la propuesta. Es él quien se sintoniza respecto al
vendedor: cuando cree que está escogiendo libremente entre
un catálogo indefinido de posibilidad, en la práctica está ayu-
dando a ser escogido.
Continuando con la clasificación de Lister, la tercera
propiedad de los nuevos medios es la hipertextuality (hiper-
textualidad). Define el hipertexto como el trabajo realizado

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Sociedad de la Información

desde unidades discretas de materiales, en el que cada una


de ellas nos conduce hacia otras unidades. El trabajo es una
red de conexiones en las que el usuario explora usando las
herramientas de navegación ofrecidas por el interface. Una de
las novedades del hipertexto es que cada parte del texto está
equidistante respecto al lector.
Encontramos, en los planteamientos de Lister, correspon-
dencias con las reflexiones de George Landow (1995) respecto
al hipertexto. Éste ha transformado el orden de acceso a la
información, que ya no se estructura desde los intereses del
autor/emisor, sino que es el lector quien pasa a convertirse en
el centro organizador:

...”El hipertexto proporciona un sistema que pue-


de centrarse una y otra vez y cuyo centro de atención
provisional depende del lector, que se convierte así
en un verdadero lector activo, en un sentido nuevo
de la palabra. Una de las características fundamenta-
les del hipertexto es que está compuesto de cuerpos
de texto conectados, aunque sin eje primario de orga-
nización” (Landow, 1995:24).

El hipertexto se puede ver como una concreción más del


retorno del sujeto que ha supuesto la postmodernidad. Son
los intereses del sujeto, sus motivaciones, sus búsquedas, tra-
ducidas a un clic del ratón del ordenador, las que van sir-
viendo de guías para la lectura de los hipertextos. El nuevo
lector postmoderno elabora un nuevo texto a partir de los
fragmentos extraídos de un número indeterminado y varia-
ble de obras. Esta capacidad de romper con el orden lineal
impuesto por el autor de la obra no es un elemento que apa-
rezca con los nuevos soportes electrónicos. Escritores como
Julio Cortázar, con su novela Rayuela (1963), rompen con la
estructura cerrada del libro e inauguran unos estilos de narrar
que anticipan seminalmente los rasgos del hipertexto, aunque
el soporte libro no permita su plenitud.
El hipertexto se presenta ante nosotros como un modo
de conocimiento que potencialmente es capaz de re-ligar de
un modo nuevo, teniendo en cuenta la incertidumbre, la im-
previsibilidad, la interdependencia, las discontinuidades, la

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

no linealidad, los desequilibrios, los comportamientos caóti-


cos, las bifurcaciones. Estas características – que sintetizan
algunos de los elementos centrales del pensamiento complejo
teorizado por Edgar Morin- son, a su vez, características de la
experiencia que pueden llegar a tener los usuarios navegado-
res que recurren al hipertexto. A partir de fragmentos sueltos,
superficialmente inconexos, se pueden llegar a tejer redes de
conocimiento que recompongan el caos de las informaciones
adquiridas en el proceso de navegar.
Los hipertextos suponen, por tanto, una transformación
en el modo en el que el lector se relaciona con el texto. Siguien-
do a Gianfranco Bettetini y Fausto Colombo (1995), podemos
ver que los nuevos medios introducen una triple transforma-
ción estructural:

1. El paso de la lectura a la navegación.


En los nuevos medios como Internet, así como en los
nuevos soportes y lenguajes digitales se comprue-
ba que se ha producido un cambio profundo en los
procesos de comprensión y de relación con los textos.
Más que un espacio que leer, ahora nos encontramos
con un espacio que recorrer, un territorio en el que se
organiza y se explora un entorno, visitado más que
comprendido, recorrido más que aprendido.
2. El paso de la transmisión a la interacción.
Los nuevos mensajes ofrecen la posibilidad de orga-
nizar los mensajes con el objetivo de favorecer la inte-
racción entre el emisor y el receptor.
3. El paso de la percepción a la inclusión.
Bettetini plantea esta última transformación a partir
de la comparación de los nuevos medios con el pre-
cedente de la televisión. La imagen electrónica, la te-
levisión espectacular, en directo, tiende a borrar los
límites entre imagen y realidad. Sin embargo, en el
caso de la televisión, esta pretendida confusión entre
los dos términos enunciados (imagen y realidad) tie-
ne un límite que a veces nos pasa desapercibido, pero
que está ahí: el marco de la televisión, el encuadre,
que establece un dentro y un fuera, un espacio in y un
espacio off, un espacio de la representación y un es-
pacio de lo real. Este marco que permite la diferencia-

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Sociedad de la Información

ción es, precisamente, el elemento que desaparece con


los nuevos medios. Si la percepción de la representa-
ción televisiva establece una distancia entre sujeto y
objeto, los nuevos medios introducen al observador
en el objeto.

A pesar del horizonte de posibilidades que se abren con la


hipertextualidad, es importante no confundir el discurso so-
bre esta características con sus usos potenciales y con sus usos
reales. Más allá de las promesas, nos encontramos a menudo
con que el hecho de navegar por múltiples textos conectados
hipertextualmente no supone necesariamente la ruptura del
orden lineal ni la tan proclamada libertad del usuario.
Antonio García Gutiérrez (2002) plantea, por ejemplo,
que el hipertexto puede llegar a convertirse “en el amable
aval de la mercantilización del conocimiento en la red digital,
generando una falacia sobre el acceso democrático, organi-
zado y garantizado a los conocimientos que nos interesan”19.
La hipertextualidad puede llegar a potenciar un consumo de
textos de desigual calidad, un consumo de información que
no siempre se traduce en conocimiento, ni en la adopción de
posiciones críticas por parte del lector/usuario.
En otras líneas argumentales críticas que ayudan a des-
velar algunos límites o contradicciones del hipertexto, David
Casacuberta (2003) critica la posibilidad de que el relato hiper-
textual anticipe varios finales posibles al lector. Desde su pers-
pectiva, la hipertextualidad ofrece interesantes aportaciones,
pero no tiene que suponer la renuncia a que ciertos relatos y
narradores sorprendan al lector/espectador, le hagan dejarse
llevar por la historia, creen para él personajes y situaciones.
En tono de humor, plantea esta autor: ¿Dónde está la magia
de Casablanca si al final, a golpe de clic, podemos decidir si
Bogart se queda en Rick´s o se va con Ingrid Bergmann?20.
Retomando los cinco elementos propuestos por Lister,
pasamos al siguiente de su lista. Con el término dispersal (dis-
persión) identifica una cualidad que distingue los nuevos me-
dios de los medios de comunicación de masas tradicionales.

19 GARCÍA GUTIÉRREZ, A. (2002): La memoria subrogada. Granada. Universi-


dad de Granada.
20 CASACUBERTA, D. (2003): Creación colectiva. En Internet, el creador es el
público. Barcelona. Gedisa, página 47.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

Asistimos ahora a un sistema disperso, tanto en el plano de la


producción como en el de la distribución, como consecuencia
del carácter altamente descentralizado e individualizado de
los nuevos medios.
Finalmente, el quinto elemento de su taxonomía, es uno
de lo términos más utilizados para describir las cualidades
de nuevos medios como Internet: virtuality (virtualidad).
El discurso en torno a lo virtual aparece en relación con di-
versos aspectos de las TIC: con el mundo que ofrece Internet
(presentado como un mundo virtual), con la producción de
imágenes electrónicas en 3D, en la convergencia de los me-
dios tradicionales con los nuevos medios digitales, etc. Para
Lister, a lo largo de estos usos mayoritarios del término vir-
tualidad, descubre que se trata de un rasgo característico
de la cultura postmoderna, en la medida en que muchos
aspectos de la experiencia cotidiana están tecnológicamente
simulados. Encontramos en este posicionamiento los ecos
de Baudrillard y del “simulacro” que oculta a la propia rea-
lidad.
La propuesta de nuestro autor se podría completar con
los trabajos de Pierre Lévy (1999) y sus reflexiones en torno
a lo virtual. En su obra ¿Qué es lo virtual? lo presenta ca-
racterizado por la desterritorialización, por la heterogénesis y
por lo que él denomina efecto Moebius. Sobre la primera pro-
piedad – la desterritorialización – ya hemos hecho una breve
referencia en páginas anteriores. En cuanto a la heterogénesis,
noción tomada de Félix Guattari (1996)21, remite a la capaci-
dad de crear y la apertura frente a lo diferente, la capacidad
de recibir y de integrar lo otro diferente. En tercer lugar, el
efecto Moebius alude al paso del interior al exterior y del
exterior al interior, como una propiedad de la virtualidad co-
nectada al protagonismo que la subjetividad ha cobrado en el
contexto de la postmodernidad.
9.Interfaz, interactividad, interacción
De los cinco elementos enumerados por Lister (digitality,
interactivity, hipertextuality, dispersal y virtuality) vamos a
detenernos con un poco más de profundidad en la interac-
tividad. Así,los canales de comunicación articulados en las
páginas web de estas entidades entre emisor/productor de
la web y usuario/ciudadano pueden ser analizados desde la
21 GUATTARI, F. (1996): Caosmosis. Buenos Aires. Manantial.

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Sociedad de la Información

perspectiva de sus posibilidades interactivas. Un alto grado


de interactividad indicará, por un lado, un aprovechamiento
del potencial de comunicación horizontal de Internet. Pero,
además, la interactividad es un elemento en el que se pro-
yecta una cosmovisión del usuario/ciudadano en la que se
valora positivamente su capacidad de participación horizon-
tal en la gestión política de los asuntos de su ciudad. De este
modo, en la interactividad encontramos una doble perspec-
tiva, comunicativa y política, que nos permite analizar tanto
el aprovechamiento del potencial de comunicación en red de
Internet como las visiones de la participación ciudadana de
las organizaciones que impulsan una determinada página de
Internet.
Antes de entrar a exponer el desarrollo del concepto in-
teractividad queremos situarlo analíticamente entre otros
dos términos relacionados: interfaz e interacción. El primero
nos sirve como conexión histórica de un término de gran ac-
tualidad (como es el de interactividad) en relación con otros
trabajos teóricos elaborados dentro de las teorías de la co-
municación. El segundo término – interacción - nos ayuda a
retomar desde una perspectiva social y humanista un término
como interactividad, al que con frecuencia se relega en una
dimensión estrictamente tecnológica.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, in-
terfaz es la conexión física y funcional de dos aparatos o siste-
mas independientes. Aplicado al campo de la informática, se
denomina interfaz a los dispositivos que permiten la comu-
nicación entre un programa informático con otro programa o
elemento externo, como puede ser la persona que interactúa
con él. Para Carlos Scolari (2003), la interfaz

...“ya no se considera una especie de membrana


que separa dos espacios o porciones de materia, sino
un dispositivo que garantiza la comunicación – en-
tendida ésta como “intercambio de datos” - entre
dos sistemas informáticos diferentes (por ejemplo,
un ordenador y un aparato periférico como la im-
presora) o entre un sistema informático y una red de
comunicación. A través de la interfaz, la computado-
ra envía una serie de informaciones – una página de
texto o una imagen – a un dispositivo externo – la
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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

impresora – el cual responde transmitiendo otros da-


tos” (Scolari,2003:40).

La interfaz se puede ver, desde la perspectiva de McLu-


han, como una prótesis o extensión del aparato sensorial y
corporal humano. Desde su punto de vista, los medios de
comunicación abren la posibilidad de interfazar (to interfa-
ce) diversos entornos. En otro orden de cosas, la mirada de
Gregory Bateson hacia el concepto de interfaz permite dar
una mayor dosis de complejidad y de hibridación a estas re-
laciones establecidas entre diversos sistemas. Para el autor de
Pasos hacia una ecología de la mente (1972)22, el interfaz se
puede entender como la interacción entre sistemas no ente-
ramente cerrados, como un espacio de transcodificación. El
interfaz, entendido como “un espacio entre dos”, rompe con
la visión de sistemas cerrados y autónomos que proyecta la
definición del Diccionario de la Real Academia Española,
para abrirnos a un espacio de las mutuas influencias y de las
hibridaciones.

Como sugiere Gonzalo Abril, retomando la visión


batesoniana de interfaz, “una hermenéutica de las
puertas es hoy más reveladora que una epistemología
de los límites. Y más que una ética de las identidades,
una poética de las metamorfosis” (Abril, 2003:189). El
interfaz es un entre que tiene la capacidad de separar
y de unir a la vez, un instrumento con propiedades
disyuntivas y copulativas, “una relación basada en
la alteridad complementaria, en una diferencia que se
intenta eludir, limar, evitar, pero que inevitablemente
vuelve. La interface hombre-máquina crea no sólo un
espacio entre, sino que reconstruye, altera, estas dos
identidades”23.

22 BATESON, G. (1972): Pasos hacia una ecología de la mente. Buenos Aires.


Carlos Lohlé.
23 BAGGLIOLINI, L. : “Sobre las redes, el viaje y las identidades múltiples”, en
Anuario del Departamento de Ciencias de la Comunicación (Rosario, Argen-
tina), volumen 4 (1999), página 195.

42

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Sociedad de la Información

Interactividad.
El concepto de interfaz nos da pie para abordar la pro-
piedad central de los nuevos medios digitales que queremos
pasar a analizar a continuación, la interactividad. Un concep-
to complejo y polisémico, que ha sido abordado desde di-
ferentes perspectivas (Holt-Bonneau,198624;Kerckhove,199925;
Jensen,199826;Gutiérrez Martin, 2003; Rafaeli, 198827; Rost,
200628, Scolari, 2003). Para Derrick de Kerckhove, el discípulo
de McLuhan, la interactividad es, junto a la hipertextualidad
y la conectividad, una de las características básicas de las tec-
nologías de la información y de la comunicación. En palabras
de Sheizaf Rafaeli (1988:111), uno de los teóricos referencia-
les en esta materia, la interactividad está relacionada con el
grado de reacción o respuesta producidos en un intercambio
comunicativo, “expresa la medida en que una tercera (o pos-
terior) transmisión o mensaje en una serie dada de intercam-
bios comunicativos está relacionada con intercambios previos
referidos a anteriores transmisiones.
Jens Jensen (1998) aborda una primera clasificación de la
interactividad a partir de una triple mirada: sociológica, co-
municativa e informática. Desde la primera perspectiva, la
interactividad hace referencia a la relación entre dos o más
personas que, en una situación determinada, adaptan mutua-
mente su comportamiento y sus acciones. Desde la perspec-
tiva comunicativa, las acepciones del término son múltiples.
En la tradición de los Estudios Culturales, en concreto en los
análisis del comportamiento de las audiencias, la interactivi-
dad se ha concebido como el proceso activo de relación que
las audiencias establecen con los mensajes de los media.
En la tradición funcionalista del estudio de los medios,
uno de los máximos exponentes de la Mass Communication
Research, Paul Lazarsfeld, sitúa la interactividad en relación
24 HOLTZ-BONNEAU, F. (1986): La imagen y el ordenador. Madrid. Fundesco.
25 KERCKHOVE, D. (1999): Inteligencias en conexión. Barcelona. Gedisa.
26 JENSEN, J. (1998): “Interactivity. Tracking a new concept in media and com-
munication studies”, Nordicom Review, vol.19, nº 1, pp. 185-204.
27 RAFAELI, S. (1988): “interactivity: from new media to communication”, en
HAWKINS, R., WIEMANN, J. Y PINGREE, S. (eds.): Advancing communica-
tion science: merging mass and interpersonal process. California. Sage, pp.
110-134.
28 ROST, A. (2003): La interactividad en el periódico digital. Universidad Autó-
noma de Barcelona. Tesis Doctoral.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

con el modelo de flujo en dos etapas (two-steps flow); el mo-


delo unidireccional de Laswell se complejiza un poco a partir
de la introducción del papel que en el proceso comunicativo
juegan los líderes de opinión. Desde esta perspectiva, el men-
saje llega desde el medio hasta los líderes y luego éstos, en un
segundo paso, mediante diversos canales de comunicación
interpersonal, establecen mecanismos de interactividad.
En términos generales, desde la perspectiva comunicati-
va, la interacción o interactividad29 se utiliza para referirse a
las acciones de la audiencia o receptores en relación con el
contenido de los medios. Con la llegada de los nuevos me-
dios, sin embargo, se abre la posibilidad de emitir mensajes
desde la posición del receptor, con lo que se rompe la undi-
reccionalidad de los mass media. Finalmente, en tercer lu-
gar, Jensen introduce una tercera perspectiva, la informática.
En este caso, la relación persona-máquina (HCI en inglés,
human-computer interaction) es la corriente predominante
desde la que se estudia la interactividad. En este sentido, el
término hace referencia al proceso que tiene lugar cuando la
persona maneja un ordenador. En contraste con la perspectiva
sociológica, en el enfoque informático es posible que exis-
ta interactividad sin que haya comunicación. La relación de
la persona-máquina mediante los interface puede asegurar
la interactividad, pero no implica necesariamente que haya
existido un proceso comunicativo. Como síntesis de estos tres
enfoques, Jensen (1998:190) plantea:

������������������������������������������������
“In summary, it can be said that while “interac-
tion” in the sociological sense refers to a reciprocal
relationship between two or more people, and in the
informatic sense refers to the relationship between
people and machines���������������������������
(but not communication be-
tween people mediated by machines), in communi-
cation studies it refers, among other things, to the re-
lationship between the text and the reader, but also to
reciprocal human actions and communication associ-
ated with the use of media as well as (para-social)
interaction via a medium. Obviously, as far as the
concept of interaction is concerned, there is already
considerable confusion”.
29 En este texto Jensen utilizan los dos términos indistintamente.

44

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Sociedad de la Información

Una síntesis en la que, a pesar de la confusión que este au-


tor asocia al término, ayuda a esclarecer algo la polisemia y el
cruce interdisciplinar de definiciones. Jensen - en un paso más
de clarificación del concepto de interactividad - recurre a la
tipología de los modelos de comunicación elaborada por Jan
Bordewijk y Ben Van Kaam (1986)30 para afirmar que los estu-
diosos de la comunicación se han centrado más en el análisis
de dos modelos ( el modelo de transmisión y el modelo de con-
versación), descuidando otros dos en los que hay un potencial
mayor de interactividad (el modelo de consulta y el modelo
de registro). El modelo de transmisión es el característico de
los mass media, mientas que el de conversación prima en las
comunicaciones interpersonales. ¿En qué consisten los dos mo-
delos con mayor capacidad de interactividad?. Para Jensen, el
modelo de consulta es el usuario el que controla la información
que le llega del medio, mediante la petición de servicios bajo
demanda, por ejemplo. En el modelo de registro, finalmente,
es el usuario quien produce la información que se introduce en
el medio, como sucede en el caso actual de los blogs.
Finalmente, Jensen plantea, de un modo clarificador y
didáctico, una mirada gráfica a la interactividad a partir de
cuatro ejes surgidos de los cuatro modelos de comunicación:
transmisional interactivity, consultational interactivity, con-
versational interactivity y registrational interactivity.

El cubo de la interactividad

Fuente: Jensen (1998). Selective interactivity Conversational interactivity

30 BORDEWINJK, J. Y VAN KAAM, B. (1986): Towards a New Clasification of


Teleinformation Services”, Inter Media, vol. 14, nº 1.

45

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

La transmisional interactivity es la capacidad potencial


del medio para dejar escoger al usuario entre un flujo conti-
nuo de información en un sólo sentido. La consultational inte-
ractivity es la capacidad potencial del medio par dejar elegir
al usuario, entre una selección de información, en los dos sen-
tidos de la comunicación. La conversational interactivity es la
capacidad potencial del medio para dejar al usuario producir
un mensaje con su propia información, en los dos sentidos
de la comunicación. Finalmente, la registrational interactivity
es la capacidad potencial para registrar información, adap-
tándose o respondiendo a sus necesidades o acciones, ya sea
mediante la elección del método por el propio usuario o a
través de los diseños predeterminados por el sistema. Como
conclusión, Jensen (1998:201) propone una definición de la in-
teractividad en la que ésta se concibe

“As a measure of a media’s potential ability to


let the user exert an influence on the content and/or
form of the mediated communication”.

Desde este punto de vista, se replantea la unidirecciona-


lidad y el control implícito o explícito en los modelos de co-
municación concebidos desde los esquemas del conductismo
y del funcionalismo, para dar mayor capacidad de decisión
y de participación al usuario o receptor. En esta línea pode-
mos profundizar aún más los planteamientos enunciados a
partir del desarrollo que el profesor Alfonso Gutiérrez Martin
(1996,1997)31 realiza sobre los niveles de participación e inte-
ractividad que pueden ofrecer los nuevos medios digitales.
Para él, se pueden establecer cinco niveles de interactividad:

1. Nivel “A”: modelo de comunicación unidireccional,


en el que la iniciativa parte del emisor.
2. Nivel “B”: el usuario participa un poco más que en el
proceso anterior, aunque siempre se trata de una res-
puesta a las instrucciones del programa informático.

31 GUTIÉRREZ MARTÍN, A. (1996): “Educación multimedia: una propuesta


desmitificadora”, en APARICI, R. (coord.): La revolución de los medios au-
diovisuales. Madrid. Ediciones de la Torre.; GUTIÉRREZ MARTÍN, A. (1997):
Educación multimedia y nuevas tecnologías. Madrid. Ediciones de la Torre.

46

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Sociedad de la Información

3. Nivel “C”: el equipo informático, la página web, es


capaz de recoger y de tener en cuenta las respuestas y
elecciones del usuario.
4. Nivel “D”: el usuario se mueve con mayor libertad
por la información proporcionada por el sistema.
5. Modelo “E”: el usuario, además de las posibilidades
que ofrece el nivel anterior, utiliza el mismo medio
para convertirse él mismo en emisor.

La propuesta de Gutiérrez Martín nos ofrece una esca-


la en la que ubicar los niveles reales de interactividad de un
medio digital, más allá del discurso autopromocional que el
propio medio realice sobre su voluntad de ser sumamente
interactivo. No estamos al mismo nivel cuando interactuamos
con un cajero automático (nivel “A”) que en el momento en el
que insertamos una noticia en un portal de Internet que utili-
za la tecnología wiki, y que está concebido para que el usuario
tenga el mismo grado de libertad en la producción de noticias
que el colectivo impulsor de la web (nivel “E”).
En un desarrollo posterior de sus investigaciones en torno
a las producciones multimedia, la alfabetización digital y el
lenguaje de los medios digitales, Gutiérrez Martin (2003:167)
ofrece tres aspectos básicos desde los que analizar la interac-
tividad:

1. La facilidad en la navegación.
2. La cantidad y la calidad de las opciones del usuario.
3. La capacidad del programa para dar una respuesta
adaptada a cada usuario.

El primer aspecto está estrechamente relacionado con la


estructura de navegación de un medio digital (página web,
producción multimedia), una dimensión en el que profun-
dizaremos cuando diseñemos la metodología de análisis de
los sitios web de las organizaciones analizadas. El segundo
aspecto – la cantidad y la calidad de las opciones del usuario
- está relacionado con el tipo de intervenciones que se pide al
usuario en su relación interactiva,

“Si se le pide que elija rápido, que compita con


la máquina u otros usuarios, que consulte informa-
47

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

ción, que coopere con otros compañeros que usan el


mismo programa, que reflexione, que trate de conse-
guir como sea el máximo resultado (desde matar mar-
cianos a acertar preguntas de geografía), que incor-
pore información,o que diseñe su propia aplicación
(contenidos y sistema de navegación)” (Gutiérrez,
2003:168).

Y, finalmente, el tercer aspecto que nos propone para ana-


lizar la interactividad es si el medio digital, además de pe-
dir información al usuario, tiene en cuenta las respuestas de
éste.
Como síntesis de gran parte de las cuestiones abordadas
en este epígrafe recogemos las principales conclusiones a las
que llega Alejandro Rost (2006:193-194) en su referencial tra-
bajo de tesis doctoral sobre el concepto de interactividad32:

− Las múltiples facetas del concepto de interactividad,


que oscilan entre quienes la consideran como una ca-
racterística del medio, hasta quienes creen que es una
propiedad del proceso comunicativo.
− La interactividad se puede abordar considerando la
relación de los individuos con la máquina (interacti-
vidad selectiva) o, por otro lado, teniendo en cuenta la
relación que se produce entre individuos (interactivi-
dad comunicativa).
− Se coincide en asociar la interactividad con la capa-
cidad de establecer flujos bidireccionales en los men-
sajes, y con un intercambio de roles entre emisores y
receptores.
− Las nuevas tecnologías de la información y de la co-
municación juegan un papel clave en el impulso de
las reflexiones en torno a la interactividad.
− En todas las definiciones analizadas la interactividad
aparece como una característica positiva. El concepto
se asocia con la participación de los usuarios en los
procesos comunicativos y en el discurso público, así
como en las teorías de la democracia.
32 Creemos oportuno reseñar las valiosas aportaciones de Alejandro Rost en su
tesis doctoral, especialmente en el capítulo 2.2. El concepto de interactividad,
páginas 167-195.

48

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Sociedad de la Información

Una síntesis que el investigador argentino cierra con la


siguiente definición:

“La interactividad es la capacidad gradual y va-


riable que tiene un medio de comunicación para dar-
le a los usuarios/lectores un mayor poder tanto en
la selección de contenidos (interactividad selectiva)
como en las posibilidades de expresión y comunica-
ción (interactividad comunicativa)” (Rost,2006:195).

Interacción
Pasamos, en tercer lugar, a abordar el concepto de inte-
racción, el tercero de la triada (interfaz, interactividad, in-
teracción) sobre la que venimos reflexionando en las últimas
páginas. Nuestro objetivo, al introducir este concepto, consis-
te únicamente en contextualizar el término más novedoso y
actual de interactividad. Somos conscientes de que cualquier
pretensión de abordar con un mínimo rigor el estudio de la
interacción desborda los límites del presente trabajo. Sin em-
bargo, creemos que son pertinentes estas mínimas referencias
debido a la permutación que con cierta frecuencia se realiza
entre estos dos términos (interacción e interactividad) sin la
debida delimitación.
Como decíamos, los debates en torno al término interac-
ción son tan amplios que implican a disciplinas como la física,
la sociología, la psicología social, la comunicación o la infor-
mática, por hacer referencia solamente a algunas de ellas. Des-
de el papel de la acción y de la interacción social estudiados
por Emile Durkheim (1973)33 hasta los trabajos de Max Weber
(1977)34 o de Erving Goffman (1972)35, quien analiza la vida
social desde las claves de la dramatización y ritualización
de las relaciones, tanto a un nivel institucional o macrosocial
como en el plano microsocial de las percepciones, impresio-
nes e interacciones. La interacción puede entenderse como la
acción recíproca entre dos o más agentes, en un proceso abier-
33 DURKHEIM, E. (1973): De la división del trabajo social. Buenos Aires. Schapire.
34 WEBER, M. (1977): Economía y Sociedad. México. Fondo de Cultura Econó-
mica.
35 GOFFMAN, E. (1972): La presentación de la persona en la vida cotidiana. Bue-
nos Aires. Amorrortu.

49

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

to en el que es posible que se produzcan modificaciones entre


las partes implicadas. En su sentido tradicional, implica una
co-presencia de las partes implicadas, una simultaneidad en
el espacio y en el tiempo para que pueda llevarse a cabo esta
interacción.
Para acotar esta multidimensionalidad, polisemia y mul-
tidisciplinariedad que confluyen en torno a la interacción,
pasamos a centrarnos en el campo comunicológico. Desde
la perspectiva de la teoría de la comunicación, autores como
Jesús Galindo (2003)36 plantean que la interacción es una de
las dimensiones más importantes para conocer los fenóme-
nos comunicativos. Entre las tradiciones que han abordado
su estudio se encuentran, en primer lugar, los investigadores
de la escuela de Palo Alto, a quienes no por casualidad recu-
rrimos también al hacer la breve reseña del término interfaz
(Bateson). Para ellos, la comunicación debe estudiarse como
un proceso permanente, alejado de perspectivas y enfoques
estáticos y exclusivamente unidireccionales. Plantearon la ne-
cesidad de estudiar las comunicaciones desde los procesos de
relación e interacción social37, estableciendo conexiones entre
la esfera comunicativa y el ámbito sociocultural.
Junto a la Escuela de Palo Alto, el concepto de interacción
ha sido abordado sistemáticamente por el Interaccionismo
Simbólico impulsado por George Mead (1934)38 y Herbert
Blumer (1938)39. Para éste, las relaciones sociales que son ca-
paces de establecer los sujetos se construyen interactivamente
por los participantes. En el análisis de la interacción simbó-
lica entre el actor y el mundo, se parte de una concepción de
los elementos como procesos dinámicos.
En un salto en el tiempo que nos lleva hasta un periodo
más próximo a la actualidad, pasamos a centrarnos en el tra-
bajo de J.B. Thompson (1998), Los media y la Modernidad. En-
36 Investigador mexicano embarcado, junto a otros investigadores, en el ambi-
cioso proyecto de la construcción de otra Comunicología Posible como fruto
de una revisión histórica del modo en el que se ha construido este campo del
conocimiento. Ver, entre otros, GALINDO, J., KARAM, T. y RIZO, M. (2005):
Cien Libros hacia una Comunicología posible. México. Universidad Autóno-
ma de México.
37 WATZLAWICK, P. et al. (1971): Teoría de la Comunicación Humana. Buenos
Aires. Herder. Barcelona
38 MEAD, G. (1934): Mind, Self and Society. Chicago. University of Chicago
Press.
39 BLUMER, H. (1982) : El interaccionismo simbólico:perspectiva y método. Bar-
celona. Hora.

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Sociedad de la Información

contramos en su obra una nueva propuesta de síntesis dentro


de la teoría de la comunicación, en la que los nuevos medios
introducen, a su vez, nuevos modos posibles de relación:

“Podremos comprender el impacto social del


desarrollo de nuevas redes de comunicación y de
flujo de información sólo si dejamos a un lado la
idea intuitivamente plausible de que los medios de
comunicación sirven para transmitir información y
contenido simbólico a individuos cuyas relaciones
con los otros se mantienen fundamentalmente in-
móviles. Debemos ver, en vez de ello, que el uso de
los medios de comunicación implica la creación de
nuevas formas de acción e interacción en la sociedad,
nuevos tipos de relaciones sociales y nuevas mane-
ras de relacionarse con los otros y con uno mismo”
(Thompson,1998:17).

La ambigüedad del verbo “implica” utilizado por


Thompson en la cita anterior nos obliga a una matización,
para tomar distancia de un posible determinismo tecnológico
al que de ningún modo nos queremos vincular. Los cambios
en los medios de comunicación – tanto en los nuevos como
en los tradicionales – deben ser comprendidos de forma dia-
léctica y dinámica respecto a lo social, lo político y lo cultu-
ral. Además, los cambios en los dispositivos tecnológicos y
las novedades de lenguajes hay que comprenderlos siempre
como posibilidades de establecer nuevas relaciones; en un te-
rreno potencial, alejado del mecanicismo simplista que infie-
re transformaciones socioculturales y comunicativas con la
mera utilización de dispositivos tecnocomunicativos.
Por otra parte, Thompson alude a la ruptura de las di-
mensiones espacio-temporales en las que tradicionalmente se
venían produciendo las interacciones humanas. Éstas se han
separado del espacio físico, deja de ser un requisito impres-
cindible el hecho de compartir el mismo espacio y el mismo
tiempo para que se produzcan:

“Con el desarrollo de los medios de comunica-


ción, la interacción social se ha separado del espa-

51

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

cio físico, lo que supone que los individuos pueden


relacionarse unos con otros incluso sin compartir
una ubicación espacio-temporal común. La utiliza-
ción de los medios de comunicación, entonces, da
lugar a nuevas formas de interacción que se extien-
den en el espacio ( y quizá también en el tiempo) y
que muestran un amplio conjunto de características
que los diferencian de la interacción cara a cara”
(Thompson,1998:116).

La ruptura de la sincronía espacial y temporal de las co-


municaciones es una característica de los medios digitales,
como hemos podido analizar en páginas anteriores. Los in-
tercambios por correo electrónico, la participación en foros y
tablones, los comentarios a las noticias de los periódicos onli-
ne, son ejemplos de estas nuevas modalidades informativas y
comunicativas.
Posteriormente Thompson, siguiendo a Wilhelm Dilthey40
y a otros autores de la traducción hermenéutica y fenomeno-
lógica, utiliza el término “experiencia vivida” para referirse a
la experiencia tal y como se produce en las vidas cotidianas.
Para él, se trata de una experiencia “inmediata, continua y, en
cierta medida, pre-reflexiva, en el sentido de que por lo gene-
ral precede a cualquier acto explícito de reflexión...tal y como
la concibo es una experiencia situacional, en el sentido de que
la adquirimos en los contextos habituales de nuestras vidas
cotidianas”41. A este tipo de experiencia el autor de Los media y
la Modernidad contrapone la “experiencia mediática”, adqui-
rida a través de la interacción o, más bien, como dice él, des-
de la casi-interacción mediática. Se caracteriza esta última por
el alejamiento espacial de los contextos habituales de la vida
cotidiana, por ser unos acontecimientos caracterizados por la
improbabilidad de que afecten directamente a la vida de los
individuos, y por la capacidad de los individuos para despla-
zarse con relativa facilidad a esferas de experiencias nuevas
alejadas de sus contextos espacio-temporales más cercanos.
Parece que, desde su perspectiva, únicamente es posible
acceder a experiencias auténticas (experiencias vividas) desde las
40 DILTHEY, W. (1956): Introducción a las Ciencias del Espíritu. Madrid. Revista
de Occidente.
41 Thompson, op. Cit. Página 293.

52

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Sociedad de la Información

interacciones cara-a-cara, y que toda interacción tecnológica


está condenada a ser un simulacro (Baudrillard) o, siguiendo a
Goffman, una dramatización ritualizada. Nos parece interesan-
te esta última aportación de Thompson, pero no precisamente
por esta división y clasificación de las experiencias en función
del eje de la espacialidad y temporalidad real o virtual.
Creemos, más bien, que en las interacciones contempo-
ráneas, ya sean en el espacio de los lugares o en el espacio
de los flujos, se ha producido una metamorfosis. Los trabajos
de Sennett (2000) y de Bauman (2000) han reconstruido estos
cambios. Para el primero, el cambio en las pautas de produc-
ción y relación propias del capitalismo flexible han conducido
a la corrosión del carácter, a negar el largo plazo como condi-
ción para el establecimiento de interacciones que conduzcan
a vínculos duraderos sobre los que construir los proyectos
personales. Para el sociólogo de origen polaco, las múltiples
derivas líquidas42 que han seguido a la actual Modernidad
apuntan hacia la disolución de unos elementos estables (só-
lidos) sobre los que en épocas anteriores se construyeron los
cimientos de la vida personal y social.
La proliferación de comunidades y de relaciones “perche-
ro”, que se cogen y se sueltan con la misma facilidad con la
que uno se pone o se quita una prenda de vestir, hace que se
diluya el compromiso y los vínculos duraderos de las interac-
ciones propias de épocas anteriores. En este sentido, creemos
que las relaciones perchero se producen en los espacios reales,
ya sea laborales o sociales, y también en los espacios virtua-
les. Del mismo modo, las experiencias vividas dejan de ser un
patrimonio de las interacciones cara-a-cara, para producirse
también a través de los nuevos medios digitales (videoconfe-
rencias, mensajería instantánea, correo, etc.), tal y como anti-
cipase en sus pioneras investigaciones Sherry Turkle.

Redes, Web 2.0 y balance crítico de la interactividad


En este apartado, dedicado a exponer los rasgos de la So-
ciedad de la Información, hemos estado trabajando en torno
a unas características que tienen como eje común el hecho de
42 A Modernidad Líquida le han seguido en el tiempo la publicación de otros
títulos que continúan con el calificativo líquido: Amor Líquido (2005), Vida
Líquida (2006), Miedo Líquido (2007), Tiempos Líquidos (2007).

53

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

formar parte de una nueva lógica emergente: la lógica de la


red. Como indica Manuel Castells en La Era de la Información
(1997:505), las redes constituyen la nueva morfología social
de nuestras sociedades; la difusión de su lógica de enlace mo-
difica de forma sustancial la operación y los resultados de los
procesos de producción, la experiencia, el poder y la cultura.
Aunque la forma de organización en red ha existido en otros
tiempos y espacios, el nuevo paradigma de las tecnologías de
la información proporciona la base material para que su ex-
pansión cale en toda la estructura social.
La lógica de la conexión en red permanece como trasfon-
do de las reflexiones que hemos desarrollado en las últimas
páginas. Además de la propuesta de Castells, nos parece su-
gerente remitir a otras reflexiones sobre la red, más conecta-
das con el paradigma de la complejidad, como la de Michel
Serres; para él, la Red rompe definitivamente con la linealidad
de los conceptos tradicionales, desde el momento en que la
complejidad deja de ser un obstáculo para el conocimiento
o un juicio descriptivo, para convertirse en el mejor auxiliar
del saber y de la existencia (Serres,1996:9)43. De un modo más
poético, en Atlas (1995:122), propone la siguiente definición
de Red:

“Mientras que los antiguos caminos y métodos


llevaban de un lugar a otro, ambos definidos, las nue-
vas vías que siguen nuestras prácticas, nacidas aquí
y allá, qué importa, se propagan por todas partes, en
ramilletes y haces, o afluyen a todas partes, en haces
y ramilletes: mil mensajeros brotan y confluyen, por
estos diversos caminos, en los que redes de redes, cir-
cuitos miniaturizados y satélites gigantes, conectan
los lugares, intersectados como una rotonda”.

Sugerente texto en clave poética y metafórica en la que


están implícitos rasgos de la red como la no-linealidad, la in-
terconexión en nodos o la hipertextualidad, entre otros. Frente
al dominio secular del pensamiento lineal, cartesiano, vincu-
lado con el poder y el orden, surgen lecturas no lineales de la
Historia y de las relaciones sociales. Por un lado, la provoca-
dora obra de Manuel de Landa, A Thousand Years of Nonli-
43 SERRES, M. (1996): La Comunicación. Hermes I. Buenos Aires. Almagesto.

54

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Sociedad de la Información

near History (1997)44, en la que el propio título es una mirada


irónica a la historia pensada como una sucesión lineal de
etapas. Para este artista y filósofo mexicano, la Historia no es
una disciplina que se desarrolla en línea recta, sino que se des-
envuelve de modo múltiple, dinámico y complejo, con varias
líneas o direcciones que corren paralelas entre sí. Un ensayo
que conecta con los planteamientos de Deleuze y Guattari en
torno a lo rizomático.
Dentro de esta mirada a la red, queremos cerrar con las
sugerentes reflexiones de Jesús Ibáñez (en Abril, 2003:196-97)
sobre el trasfondo de las palabras que comienzan con la raíz
“reg” o “teg”. Con el primer radical se construyen términos
que denotan la circulación en línea recta, los movimientos re-
gidos por la razón masculina y falocrática: rey, regir, régimen,
regular, regia, dirigir, corregir, rector. Pero – apunta Gonzalo
Abril – antes de poder regular la circulación por la red ha ha-
bido que construirla. Con las variaciones del radical “teg” se
construyen términos como tegumento, techo, tela, texto, todo
lo que protege. Desde esta perspectiva, el paso de la lógica
lineal a la lógica de la red se nos revela como una transición
paradigmática cargada de profundas transformaciones que
afectan no sólo a las telecomunicaciones o a los modos de
organizar la producción45, sino que implican cambios en los
modos de pensar la realidad y de relacionarse con ella.
La referencia sucinta al concepto de red nos da pie para
cerrar el epígrafe con un balance crítico hacia el término inte-
ractividad, en torno al cual nos hemos centrado por el interés
que tiene para nuestro trabajo sobre los usos y apropiaciones
ciudadanas de las TIC. En los inicios del siglo XXI esta cua-
lidad interactiva de la Red ha dado lugar a la proliferación
de algunas terminologías que apuntan hacia la evolución de
Internet, desde una fase de transmisión de datos, hacia otro
periodo más interactivo. Una de las expresiones puestas en
circulación que mayor acogida popular han tenido ha sido la
de Web 2.0. Este concepto nace de un intercambio de ideas,
en el año 2004, entre dos empresas (O’Really Media y Media-
Live) dedicadas a la producción de eventos, publicaciones y

44 DE LANDA, M. (1997): A Thousand Years of Nonlinear History. Cambridge.


MIT Press.
45 JAMESON, F. (1984): El postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo
avanzado. Barcelona. Paidós.

55

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

conocimientos sobre las TIC. A raíz de estos eventos, surge el


primer texto referencial, What is Web 2.0. Design Patterns and
Business Models for the Next Generation of Software (Tim
O’Really, 2005)46. En este trabajo se comparan los rasgos de la
Web 1.0, centrados en la transmisión de contenidos estáticos,
con los propios de la Web 2.0, que favorecen la participación
de los usuarios.

Web 1.0 y Web 2.0 en O’Really


Web 1.0 Web 2.0
Doble click Google Adsense
Ofoto Flickr
Akamai BitTorrent
Mp3.com Napster
Britannica Online Wikipedia
Personal websites Blogging
Evite Upcoming.org and EVDB
Domain name speculation Search engine optimization
Page views Cost per click
Screen scraping Web services
Publishing Participation
Content management systems Wikis
Directories (taxonomy) Tagging (“folksonomy”)
Stickiness Syndication

Fuente: O’Really (2005).

En la columna correspondiente a las novedades intro-


ducidas por la Web 2.0 observamos que figuran algunas he-
rramientas y sitios más conocidas dentro de las redes sociales
(Flickr) en la línea del Youtube o Facebook actuales, los lu-
gares para la sindicación de contenidos (RSS, Really Simple
Syndication) diseñados para que la información pueda ser
compartida por otros programas y sitios web diferentes a los
que la han publicado en la Red, los blogs y los lugares para
compartir música o archivos de vídeo, entre otros.
Para José Luis de Vicente, quizá una de la más profunda
transformaciones de la Web 2.0 reside

46 Disponible en castellano en http://sociedaddelainformacion.telefonica.es/


jsp/articulos/detalle.jsp?elem=2146 (Consultado: abril de 2008)

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Sociedad de la Información

... “en la reinvención de la manera en que la infor-


mación circula por la red, democratizando y ponien-
do a disposición de todos los usuarios la capacidad de
programar el comportamiento de diferentes flujos de
datos que interactúan entre sí de maneras hasta hace
poco inimaginables. En la nueva web se está constru-
yendo toda una arquitectura de canalizaciones de in-
formación que permite conducir cualquier dato espe-
cífico (una fotografía por satélite, un archivo de sonido,
el pronóstico del tiempo en cualquier ciudad del mun-
do para mañana) desde un servidor hasta cualquier
tipo de interfaz que el usuario determine; una web en
html, un widget o un programa para la interpretación
de música en tiempo real sobre el escenario”47.

Ciertamente, la Web 2.0 supone una de las máximas vías


de desarrollo del potencial de Internet existentes en la actua-
lidad. En ella se concretan los rasgos específicos y novedo-
sos que introducen los nuevos medios digitales. Junto a las
bondades enunciadas, se hace necesario un ejercicio de crítica
hacia este desarrollo. Y la mirada crítica debe comenzar por el
propio título del texto fundador de O’Really; los patrones de
diseño (design patterns), es decir, las características del nuevo
lenguaje digital en la Red, están estrechamente unidos a los
modelos de negocio pensados para la Generation Next. Desde
el principio las transformaciones del medio están en la órbita
de la esfera mercantil, que encuentra en la Web 2.0 un modo
más eficaz de comerciar.
En esta línea argumental, Carlos Scolari y Hugo Pardo
(2006) plantean una serie de limitaciones y contradicciones
al concepto “Web 2.0”. Esta denominación, que apunta a las
futuras apariciones de versiones mejoradas de un software
(3.0, 4.0 y así continuamente), no puede aplicarse al universo
tecnocomunicacional, ya que éste no puede ser comprendido
plenamente si se analiza como una serie lineal de tecnologías
que van apareciendo como oleadas:

“Esta metáfora – las nuevas tecnologías como


“marejada” que nos “invade” y “nos sumerge” sin
47 DE VICENTE, J.L. : “Inteligencia colectiva en la Web 2.0”, en ZEMOS98: Crea-
ción e inteligencia colectiva. Sevilla. UNIA.

57

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

que podamos escaparnos, es más funcional al discur-


so empresarial que a las necesidades reales de con-
sumo...Como alternativa al modelo lineal de las olas
se puede pensar la relación entre sociedad, cultura y
tecnología desde una perspectiva biológica. En este
caso, se estaría en presencia de un ecosistema don-
de la aparición de nuevas especies – en este caso las
tecnologías participativas que promueven la colabo-
ración del usuario – modifica el entorno al entrar en
relación con las entidades que ya lo habitaban. En
otras palabras, las nuevas tecnologías participativas
no desplazan a las anteriores ni se suceden lineal-
mente en una cuenta regresiva hacia el paraíso digi-
tal, sino que transforman el ecosistema al interactuar
entre ellas y dar lugar a nuevas configuraciones”48.

La lógica mercantil sumerge a las sucesivas generaciones


(1.0, 2.0) en unos ciclos de obsolescencia de la mercancía cada
vez más intensos, que fuerzan a un consumo intensivo de nue-
vos desarrollos, concebidos como diferentes y discontinuos
respecto a los anteriores. Frente a esta mirada, Scolari y Pardo
sugieren una mirada transversal e histórica del universo tec-
nocomunicacional, en el que se establezcan las continuidades
y discontinuidades entre unas herramientas y otras.
Por otra parte, las posibilidades de participación asocia-
das a la interactividad que ofrecen los nuevos medios digita-
les pueden ser analizadas en el contexto más amplio de las
transformaciones introducidas en la actual fase del Capitalis-
mo Cognitivo49. En este nuevo contexto, el viejo consumidor

48 SCOLARI, C. y PARDO, H. : Web 2.0. Caos conceptual y nuevos mitos en


el discurso cibercultural. Comunicación presentada en el IX Congreso IBER-
COM (Sevilla-Cádiz, noviembre 2006).
49 “Capitalismo Cognitivo quiere ser la inversión política y epistemológica de
las etiquetas sociológicas al uso, una suerte de cortafríos de una práctica teó-
rica largo tiempo gelificada. Como concepto político señala menos la ineluc-
table transformación de un modelo técnico, como la puesta a trabajar - en este
sentido que indica la coacción y el sometimiento a una relación salarial de una
nueva constelación expansiva de saberes y conocimientos. Este capitalismo
cognitivo es así hermano gemelo de uncapitalismo relacional y de un capita-
lismo de los afectos que pone sobre la nueva cadena productiva el indetermi-
nado conjunto de mediaciones sociales, que lleva inaugurando y ampliando
ciclos de negocio directo desde hace al menos treinta años: desde el cuidado
de ancianos a la atención telefónica, desde la vieja industria cultural a la nue-
va industria del diseño. (MOULIER, Y., CORSANI, A., LAZZARATO, M. et

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Sociedad de la Información

del capitalismo fordista es sustituido por el prosumidor, un


consumidor que asume un papel proactivo, es el que facilita
mediante su actividad información valiosa para que los pro-
ductores refuercen las lógicas mercantiles. El ejemplo apun-
tado por Dyer-Whiteford (2006:54)50 en torno al trabajo de
los prosumidores en el campo del diseño de videojuegos nos
sirve para nuestra reflexión crítica en torno a los procesos de
interactividad:

“Estas redes (de prosumidores) incorporan, de


muchas maneras, la actividad productiva no re-
munerada de los consumidores en el desarrollo del
juego. Estos procesos de movilización de los “prosu-
midores” digitales comprenden la recuperación de
información sobre los gustos y las preferencias de los
jugadores por procedimientos de vigilancia en red y
de líneas abiertas, la creación de centros de experi-
mentación de ocio interactivos, y la utilización, por
medio de una simple llamada, de una fuerza de tra-
bajo de reserva, la de los amantes de los juegos digi-
tales”.

Según este autor, la interactividad – comprendida en el


marco de los prosumidores – implica una actividad produc-
tiva no remunerada, que facilita datos fundamentales a los
productores sobre los gustos, preferencias y formas de consu-
mo de sus targets. Se llega así, como indica Lovink (2002) a un
escabroso matrimonio entre la interactividad y los intereses
de la economía de mercado.
En un sentido más amplio, asistimos a una serie de con-
tradicciones entre la participación asociada a la interactividad
y al Web 2.0, por un lado, y los nuevos códigos sociocultu-
rales de interacción y participación. El contexto social actual
parece que fomenta el lenguaje de los vínculos, el valor de las
relaciones y de las interacciones, cara a cara y mediadas tec-
nológicamente. Pero, por otro lado, en esta misma sociedad,
al. (2004): Capitalismo cognitivo. Propiedad intelectual y creación colectiva.
Madrid. Traficantes de Sueños).
50 DYER-WHITEFORD, N.: Sobre la contestación al capitalismo cognitivo.
Composición de clase en la industria de los videojuegos y de los juegos de
ordenador, en MOULIER, Y. et. al. (2004): Capitalismo cognitivo. Propiedad
intelectual y creación colectiva. Madrid. Traficantes de Sueños, pp. 49-62.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

se cortan otros vínculos que permiten el desarrollo personal


y colectivo.
Finalmente, en el plano tecnológico, habría que pregun-
tarse si la interactividad conduce a mayores niveles de demo-
cracia. Para Michel Sénecal (1995), existen dos concepciones
posibles de la interactividad. Una, en la que los usuarios de
la comunicación permanecen cautivos dentro de un universo
comercial prefabricado. Y otra, al servicio de un proyecto de
reapropiación crítica de los medios, basada en la reciprocidad
y en altos grados de participación de los usuarios en el pro-
ceso de comunicación. Además, habría que plantearse la par-
ticipación de la ciudadanía no sólo en los medios digitales y
en el ciberespacio. En nuestros días, es fundamental retomar
la cuestión de la participación de la ciudadanía en los asuntos
generales, en lo público. Parecería una contradicción plantear
una participación activa en el ciberespacio y un desinterés o
desafección por la participación en la sociedad.
En síntesis, creemos que la interactividad es una de las
características distintivas de los medios digitales, que abre la
puerta a un potencial de participación, horizontalidad y cons-
trucción en Red por parte de emisores y receptores. Pero, por
otro lado, tal y como está siendo aplicada por parte de las
grandes corporaciones, desde su lógica mercantil, es un so-
fisticado mecanismo de retroalimentación de datos por parte
de unos prosumidores a los que nunca habría que confundir
con los emirecs de Cloutier (1975), con sujetos con las mis-
mas capacidades y posibilidades de construir mensajes que
los emisores.

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Sociedad de la Información

Imaginarios sociales
y mitos de internet y de las TIC

Para Javier Bustamante, director del Centro Instituto Ibe-


roamericano de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CICTES),
existe una doble naturaleza de la tecnología que no debemos
perder de vista. Por un lado, las tecnologías de la información
son instrumentos de construcción de la realidad. Y, por otro
lado, las tecnologías son creadoras de imágenes y modelos del
hombre y de la sociedad (Bustamante, 1993:13).

En primer lugar, haremos una breve retrospectiva hacia


la historia de las tecnologías, para ver que, junto al predo-
minio de una visión convencional de las tecnologías, se ha
ido construyendo otro enfoque, de carácter constructivista
y social, que ofrece una mirada más compleja y global de los
procesos de desarrollo tecnológico. En segundo lugar, pro-
fundizaremos en la capacidad de las tecnologías para crear
visiones e imágenes del hombre y de la sociedad. En las inter-
conexiones entre lo tecnológico y lo imaginario descubrimos
una veta interesante desde la que analizar y sistematizar los
procesos de uso y apropiación tecnológica. Como plantea Da-
niel H. Cabrera (2006), las nuevas tecnologías de la informa-
ción y de la comunicación tienen un componente imaginario
tan constitutivo de sus aparatos como cualquiera de sus par-
tes físicas. Estos dispositivos no funcionarían sin chips, pero
tampoco sin las promesas y creencias que se promueven en
su nombre.

Finalmente, expondremos algunos de los mitos más difun-


didos en torno a las tecnologías de la información en general y
de Internet en particular, con el propósito de problematizar y
neutralizar los imaginarios puestos en marcha por los impulso-
res de los procesos de tecnologización de la sociedad.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

Visión convencional y visión constructivista de las


tecnologías de la información
Según Roberto Méndez y Álvar Álvarez (1999)51, la visión
convencional de la tecnología establece el siguiente proceso
lineal. En primer lugar, la ciencia pura pone al investigador en
condiciones de adquirir un conocimiento. Este saber científico
se traduce, a continuación, en un saber aplicado, es decir, en
tecnologías. Finalmente, estos inventos inciden en la sociedad,
provocando una serie de cambios como fruto de su utiliza-
ción. “Ciencia”, “Tecnología” y “Sociedad” siguen, para esta
corriente, el mismo orden lineal utilizado en su enunciación.
La visión convencional del proceso de innovación tec-
nológica ofrece una imagen de este itinerario excesivamente
rígida. Es una foto fija en la que se invisibilizan los ensayos
y errores que se llevan a cabo hasta que una tecnología toma
cuerpo y es asimilada por la sociedad. Tampoco tienen cabi-
da las necesidades sociales, las búsquedas y los deseos que
animan a los sujetos sociales a investigar por determinados
caminos y no por otros. No aparecen, finalmente, los intere-
ses de los actores sociales, económicos y políticos que lideran
y financian los principales organismos mundiales públicos y
privados dedicados a la investigación tecnológica.
Esta mirada, descontextualizada e ingenua, se olvida de
que junto a los productos tecnológicos están los procesos que
han hecho posible su diseño. Proceso y productos van unidos,
tejiendo una sucesión de ensayos y errores, de búsquedas conti-
nuas y de un diálogo permanente entre las innovaciones tecno-
lógicas logradas en una época y las necesidades y aspiraciones
socioculturales de ese mismo periodo. En este proceso, no exis-
ten únicamente los aciertos. Por el contrario, no se puede expli-
car la historia de las tecnologías sin tomar en consideración a los
personajes históricos que, de una u otra manera, aportaron algo
para que los inventos tecnológicos tomaran cuerpo. Los nombra-
dos y los no nombrados, los recordados y los olvidados. Porque
una historia que deja de lado lo que de social y de proceso hay en
la conformación del conocimiento tecnológico será siempre una
mera crónica periodística de lo acontecido (Cabo, 1996:66).

51 MÉNDEZ, R. y ÁLVAREZ, A. (1999): Educando en valores a través de “Ciencia,


Tecnología y Sociedad”. Bilbao. Desclée de Brouwer.

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Sociedad de la Información

Estos dos modos de concebir las tecnologías, que hasta el


momento hemos denominado como convencional y construc-
tivista, representan dos corrientes que, con distintas termino-
logías, han estado presentes en la Filosofía de la Tecnología.
Uno de sus máximos exponentes, Carl Mitcham (1989) de-
nomina a estas dos grandes tradiciones con los nombres de
filosofía de la técnica ingenieril y filosofía de la técnica de las
humanidades. La tradición ingenieril analiza la tecnología
como algo dado, y trata de responder a los aspectos conside-
rados como negativos mediante correctivos éticos y políticos.
Este enfoque pretende analizar la naturaleza de la tecnología
en sí misma ( sus conceptos, sus procedimientos metodoló-
gicos, sus estructuras cognoscitivas) y explicar el mundo en
términos predominantemente tecnológicos. Se busca el aná-
lisis de la tecnología “desde dentro”, a partir de un enfoque
de base positivista, que acepta lo humano y lo social como
algo dado, considerando una perturbación la introducción de
argumentos “humanistas” como hace el segundo enfoque. En
este caso, el término Filosofía de la Tecnología se toma como
un genitivo subjetivo, indicando cuál es el sujeto o agente; se
trataría de un intento de los tecnólogos o ingenieros por ela-
borar una reflexión sobre el hecho tecnológico52.
La segunda corriente – la filosofía de la técnica de las hu-
manidades - comprende más elementos que los simplemente
materiales. Incluye cuestiones relacionadas con la cultura y
con la historia. En este caso, la Filosofía de la tecnología se
toma como un genitivo objetivo, indicando el objeto sobre el
que se trata. Consiste, pues, en un esfuerzo de los filósofos
por tomar seriamente a la tecnología como un tema de re-
flexión sistemática. Para autores como Mitcham o José Anto-
nio López Cerezo (1998)53, Lewis Mumford es el autor que da
comienzo, cronológicamente, a la tradición humanística, en
una corriente que será continuada posteriormente por autores
como José Ortega y Gasset, Martin Heidegger, Jacques Ellul
y el propio Mitcham, entre otros. Para el autor de Técnica y
Civilización existen dos tipos de tecnologías: la politécnica y
la monotécnica. La primera es
52 MITCHAM, C. (1994): Thinking through technology. The Path between Engi-
neering and Philosophy. Chicago. University of Chicago Press.
53 LOPEZ CEREZO, J.A. : “Introducción a la Filosofía de la Tecnología”, en Theo-
rema (Revista Internacional de Filosofía), vol. XVII, nº 3 (1998). Disponible en
http://www.oei.es/salactsi/teorema00.htm

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

“...La forma primordial de acción. Al principio, la


técnica estuvo ampliamente orientada a la vida, no
centrada en el trabajo o en el poder. Este es el tipo
de tecnología que está en armonía con las poliformas
necesidades y aspiraciones de la vida y funciona de
manera democrática” (Mumford, 1969:8)54.

Por otro lado, la monotécnica

“...o técnica autoritaria se basa en la inteligencia


científica y en la producción cuantificada, se dirige
principalmente hacia la expansión económica, la ple-
nitud material y la superioridad militar” (Mumford,
1969:135).

Parece que, a partir de la clasificación de Mumford, hay


ciertas reminiscencias de su romanticismo original a la hora
de referirse a la politécnica. A pesar de este sesgo idealizador,
sí es cierto que la tecnología estaba integrada en la vida coti-
diana, formaba parte de un ecosistema más humanizador. Se
trata de la técnica y de las tecnologías que estaban integradas
en las sociedades rurales y artesanales previas a la industria-
lización.
Alvin Gouldner (1978) alude a este proceso de un modo
muy visual, al sugerir que “ la ciencia sacó a la tecnología del
sucio cobertizo del artesano para llevarla a los claustros de la univer-
sidad y a sus laboratorios, con lo cual la definió doblemente como un
organismo social neutral preocupado por el beneficio del conjunto
de la sociedad”55. Está haciendo referencia al proceso de legiti-
mación de la tecnología gracias al interés que ha despertado
por parte de la Ciencia. Se construye un discurso positivis-
ta neutral en torno al conocimiento tecnológico para que sea
asumido más fácilmente por el conjunto de la sociedad. Junto
a la universidad y los laboratorios, el mercado será otro de los
espacios interesados por apropiarse del conocimiento científi-
co producido en épocas anteriores bajo lógicas politécnicas.

54 MUMFORD, L. (1969): El mito de la máquina. Volumen I. Emecé. Buenos Ai-


res.
55 GOULDNER, A.W. (1979): La dialéctica de la ideología y la tecnología. Alian-
za. Madrid, página 312.

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Sociedad de la Información

El caso de la máquina de vapor es uno de los más para-


digmáticos. Los antiguos griegos descubrieron que la energía
del vapor podía aprovecharse para producir movimiento; en
el siglo I, Herón de Alejandría construyó un aparato llamado
aeolipile que aprovechaba la fuerza del vapor para hacer girar
unas bolas. Sin embargo, su desarrollo y apropiación desde la
lógica instrumental no llegará hasta el siglo XVII. La patente
no quedará registrada hasta el año 1769 por parte de James
Watt, quien en años posteriores lo aplicará a la fabricación in-
dustrial. El conocimiento técnico sale del cobertizo de los sa-
beres aplicados,de los conocimientos técnicos, considerados
como de segunda categoría, para ser aprovechados por una
ciencia puesta al servicio de la producción.
David Noble (1999) busca en las motivaciones que lle-
van al rescate de la técnica por parte del pensamiento cientí-
fico construido en el seno de la Modernidad. En La religión de
la tecnología intenta demostrar cómo las grandes aventuras
tecnológicas contemporáneas han sido llevadas adelante por
científicos que se creían depositarios de una misión divina.
La tecnología, desde esta perspectiva, se concibe como una
religión de sustitución, en la que la racionalidad tecnológi-
ca humana se presenta mediante un discurso que toma ele-
mentos del repertorio religioso. En este itinerario, Noble se
remonta hasta Bacon como uno de los predecesores de este
enfoque, para quien el proyecto occidental de la tecnología
moderna fue elaborada en relación con la expectativa milena-
rista del dominio del hombre sobre la naturaleza. Para Bacon,
el desarrollo sostenido de las artes útiles era el mejor medio
para el avance milenarista56. Sus seguidores, los puritanos ba-
conianos, abonaron el terreno ideológico para la revolución
científica del siglo XVII. Su visión utilitarista y su mentalidad
milenarista proporcionó el perfil idóneo para la evolución de
la ciencia moderna. En una etapa posterior Noble destaca el
papel de Saint-Simon, representante del socialismo utópico:

“Como reformistas sociales, él y sus discípulos se


convirtieron en “los evangelistas del ingeniero” y en
“los apóstoles de la religión de la industria” sobre la
base de la redención del trabajo a través de la cien-
cia” (Noble, 1999:107).
56 NOBLE, D. Op. Cit. Página 67.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

Armand Mattelart continua con esta línea argumental en


Historia de la utopía planetaria (2000). En el capítulo cuatro
(El espíritu positivo al asalto del globo) retoma la idea sant-
simoniana de exaltar al régimen industrial naciente como
el máximo grado de organización de la especie humana, así
como su renuncia a las “ideas negativas” propias de la Ilus-
tración en su batalla con el orden feudal. Por el contrario, en
esta nueva etapa positivista que se inaugura

“La tarea primordial será la de construir un saber


orgánico útil constituido a partir de hechos observa-
bles, que sea aplicable a esta necesaria reforma de las
sociedades. Porque sólo un sistema en el que gocen
de preeminencia los trabajos científicos, unidos al
auge de la industria como zócalo del nuevo orden,
garantizará la reorganización del vínculo social”
(Mattelart, 2000:127).

Pero será August Comte, discípulo de Saint-Simon, quien


desarrollará esta idea del ingeniero como miembro de la van-
guardia del pensamiento positivista. Desde esta perspectiva,
el conocimiento científico-técnico tiene como finalidad lograr
una “unidad perfeccionadora” con el Gran Ser, que conducirá
a la última regeneración de la humanidad: la reconstrucción
de toda nuestra naturaleza, la devolución al estado normal
(Comte, en Noble, página 108).
Frente a esta visión convencional e ingenieril de las tec-
nologías, creemos que una mirada social del fenómeno tecno-
lógico puede ser más fructífera para impulsar procesos de
cambio social. Pasamos, a continuación, a sintetizar alguno
de los postulados más destacables del enfoque social de las
tecnologías tal y como se ha ido construyendo en el campo de
la CTS (Ciencia, Tecnología y Sociedad).

Determinismo tecnológico
y enfoque social de las tecnologías
En el itinerario que estamos realizando en torno a los
diversos posicionamientos en el estudio de las tecnologías,

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Sociedad de la Información

entramos a realizar una crítica a la postura conocida como


determinismo tecnológico. En una primera aproximación, po-
demos decir que este enfoque considera a la tecnología como
un factor autónomo y exógeno de desarrollo que determina
las relaciones y la organización social. Los postulados implí-
citos en el determinismo tecnológico sugieren que la tecnolo-
gía es un factor independiente del desarrollo social, que corre
al margen de la sociedad en la que tiene lugar. Además, se
plantea que el desarrollo tecnológico genera automáticamen-
te desarrollo social.
Encontramos esta perspectiva de análisis de las tecnolo-
gías en los gurús que profetizan el advenimiento de la Socie-
dad de la Información en las décadas de los 70, 80 y 90 del
siglo XX (Bell, Tofler, Gates, Negroponte, Gore, entre otros).
También hay una presencia significativa de este enfoque de
las tecnologías en los modelos de desarrollo convencionales
como el de Rostow.
En nuestros días, al hilo de la popularización de Internet
y de la omnipresencia de las tecnologías de la información en
la vida social emerge un neodeterminismo tecnológico, que
tiende a situar a la tecnología como un factor previo, inde-
pendiente y exterior a lo histórico, lo social y lo político. Las
innovaciones tecnológicas se presentan como las responsables
últimas y, a veces, las únicas, de los cambios sociales. El dis-
curso de la Brecha Digital eclipsa y desplaza del debate social
la reflexión en torno a otras brechas o abismos (económicos,
políticos y culturales) que dividen a la población mundial.
El determinismo tecnológico puede derivar, desde su
lógica de autoexclusión y autonomía respecto a lo social, en
una especie de tecnocracia. El discurso tecnocrático plantea
formalmente una negación de la “contaminadora” influencia
de los aspectos históricos, políticos y sociales en la gestión y
administración de la sociedad. Sin embargo, este discurso for-
mal, en realidad, oculta la presencia activa y determinante de
las élites políticas en el gobierno de la sociedad. La vieja idea
weberiana y sansimoniana de la sustitución del control de las
personas por la administración sobre las cosas emerge con
fuerza en nuestro mundo digital. Las derivas del enfoque tec-
nocrático fueron lucidamente criticadas por Gouldner hace
varias décadas, al plantear que

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

“La subordinación estructural real de la racio-


nalidad técnica al poder gerencial y a los intereses
económicos queda oscurecida por la ideología de la
nueva tecnología. La fantasía cargada de deseos de
los tecnólogos, de hallarse libres del control de inte-
reses puramente políticos, económicos, militares o
bancarios es una ideología tecnológica, un proyecto
erróneamente definido como una condición ya alcan-
zada” (Gouldner, 1978:316).

La resistencia que manifiesta la realidad histórica a dejar-


se encasillar dentro de este enfoque lleva a su crisis continua,
a pesar de que se presente, como plantea Gouldner, como una
condición ya alcanzada, más allá de los esfuerzos “cibernéti-
cos” (en su sentido etimológico original, Kybernetes= timo-
nel, gobierno de la nave) por sustituir la pseudoparticipación
del feed-back por la verdadera participación de los ciudada-
nos en la vida social, lo histórico y lo social vuelven a emerger
con fuerza desde la exclusión a la que son sometidos – exclu-
sión sublimadora o represora - como elementos ineludibles a
la hora de establecer relaciones estables entre el gobierno, los
dispositivos tecnológicos y la sociedad.

La visión de la tecnología en la Teoría Crítica.


En nuestra últimas argumentaciones y autores citados se
puede intuir el eco de las reflexiones de los autores de la Teo-
ría Crítica. Pasamos, por ello, aunque sea brevemente, a pre-
sentar algunas de las ideas más importantes y actualizables de
su visión de las tecnologías en la vida social. En primer lugar,
encontramos la crítica a la dislocación y dominio de la técnica
sobre la naturaleza y el ser humano en la obra fundamental de
la Escuela de Frankfurt, Dialéctica de la Ilustración57. Como
sugiere Juan José Sánchez, en esta obra no se niega el papel
fundamental de la razón, la ciencia ni la técnica, sino que se
previene de sus tendencias al dominio:

57 HORKHEIMER, M. y ADORNO, Th. (1994): Dialéctica de la Ilustración. Frag-


mentos filosóficos. Madrid. Trotta.

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Sociedad de la Información

“Lo que hace Horkheimer en su Crítica a la Razón


Instrumental no es negar la razón, ni negar la ciencia
y la técnica, sino, como ya hiciera con Adorno en la
Dialéctica, “recordar la naturaleza” - es decir, la ten-
dencia al dominio – que hay en ellas y las pervierte,
para liberarlas de ellas y lograr así una racionalidad
que siendo instrumento sea a la vez “más que instru-
mento”, una “racionalidad completa”, que sea “ins-
trumento de reconciliación”, que lleve a la historia “a
su destino humano”58.

Se trata, por lo tanto, de una crítica a la estructura social


en las que se ubican la razón instrumental y la técnica, dentro
del sistema capitalista. No es tanto el progreso como el pro-
greso idolatrado lo que conduce a lo opuesto del progreso,
que es el ocaso del individuo:

“El ocaso del individuo no debe ser retrotraído


a la técnica o al móvil de la autoconservación como
tal; no se trata de la producción per se, sino de las for-
mas en que ésta tiene lugar; las relaciones recíprocas
entre los seres humanos en el marco específico del
industrialismo. El esfuerzo humano, la investigación
y la invención son una respuesta al desafío de la ne-
cesidad. Este entramado se convierte en absurdo tan
sólo cuando los hombres convierten el esfuerzo, la
investigación y la invención en ídolos” (Horkheimer
y Adorno, 1994:162).

El desarrollo tecnológico producido en el seno de la so-


ciedad capitalista va asociado a un tipo de racionalidad que
ha recibido el nombre de instrumental. Con el desarrollo del
mundo artesanal y del sistema de mercado se proyectó un
nuevo sentido del ser orientado por el deseo de lucro, de acu-
mulación y de poder. En este nuevo estado de cosas, la ciencia
y la técnica son la respuesta exigida por el progreso de la pro-
ducción, del mercado y del consumo. Y aquí es donde entra en
juego la mirada instrumental hacia la realidad: a causa de la
producción, la razón que va a desarrollarse al máximo, hasta

58 SÁNCHEZ, J.J. , Op. Cit. Página 31.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

la hipertrofia, será la razón analítico-instrumental: el proyecto


científico-técnico constituirá la gran empresa de la sistemática
dominación del mundo en función del proceso productivo.
El desarrollo exagerado de la razón instrumental despla-
za a las otras dimensiones de la racionalidad a los márgenes
de la sociedad capitalista. La razón instrumental, la práctico
moral y la estético-expresiva formaban un todo, pero con el
tiempo se vuelven autónomas, y la mirada instrumental se
erige como la vencedora. A partir de este momento, se llega a
medir lo racional por los parámetros científico-técnicos de la
racionalidad instrumental. Una de las consecuencias de este
proceso es que dimensiones como la política, la educación, la
moralidad, la estética o la religión caigan fuera de la raciona-
lidad dominante (Mardones, 1995:76).
Como respuesta a este dominio surge la crítica a la razón
instrumental, con el intento de reflexionar sobre el creciente
dominio ejercitado por esta dimensión de la razón sobre las
demás así como la extensión de la lógica que rige en el siste-
ma económico al resto de esferas de la vida personal y social.
François Brune (1998) afirma que la técnica abstrae el espíri-
tu de las gentes en el cómo para ocultar la temible cuestión
del por qué; la mirada instrumental hacia la realidad dirige la
atención hacia los modos de producir más y mejor en el me-
nor tiempo posible, pero pasa por alto la necesaria argumen-
tación del fondo: ¿por qué orientar las energías y los medios
de una sociedad en una determinada dirección y no en otra?
En este sentido, Horkheimer planteaba, en una conferencia
pronunciada en 1969, la inevitable cuestión del hacia dónde
orientar la ciencia y el progreso tecnológico:

“La ciencia humana no sabe por qué ella ordena


precisamente en esa dirección los hechos y se concen-
tra en determinados objetos y no en otros...La ciencia
carece de autorreflexión para conocer los motivos so-
ciales que la impulsan a la Luna, y no hacia el bien de
la Humanidad. Para ser verdadera, la ciencia debería
conducirse críticamente para consigo misma y para
con la sociedad que ella produce. Aunque no quiere
decir que las cosas que hoy figuran en primer térmi-
no no sean necesarias, pero al menos se debería ser
consciente de estos motivos y de estas relaciones”.
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Sociedad de la Información

Desde la Teoría Crítica se propone una reflexividad de


segundo orden que permita hacer preguntas a la pregunta
de la que surgen las investigaciones, para así romper con el
aparente consenso propio del enfoque positivista. Además
de los planteamientos iniciales de Adorno y Horkheimer en
torno a la razón instrumental y al desarrollo tecnológico, que-
remos detenernos brevemente en el trabajo en este campo de
otro de los miembros fundadores de la Teoría Crítica: Herbert
Marcuse. Con su obra El hombre unidimensional, publicada
originalmente en 1964, pasó a ser una de las “tres M” reivindi-
cadas por las revueltas estudiantiles californianas y europeas
de finales de los sesenta (Marx, Mao, Marcuse). Esta obra va
dirigida a desenmascarar las nuevas formas de la dominación
política; bajo la apariencia de racionalidad de un mundo cada
vez más conformado por la tecnología y por la ciencia, se ma-
nifiesta la irracionalidad de un modelo de organización de la
sociedad que, en lugar de liberar al individuo, lo sojuzga59.
Pasamos, a continuación, a enunciar algunas de las ideas
más importantes que desarrolla Marcuse en torno al papel de
la tecnología en las sociedades capitalistas avanzadas:

− La tecnología instituye formas de control social.


Aparentemente más agradables e inocentes, en el fon-
do más efectivas.
− La no neutralidad de la tecnología.
La tecnología como tal no puede ser separada del
empleo que se hace de ella, debido a que la sociedad
tecnológica es un sistema de dominación que opera
ya en el concepto y la construcción de las técnicas60.
Planteará Marcuse que la tecnología es un proyecto
social, en el que se refleja lo que una sociedad, y los
intereses en ella dominantes, tienen el propósito de
hacer con las personas y con las cosas.
− La dominación se perpetúa como tecnología.
Las lógicas dominadoras no sólo se transmiten a tra-
vés de tecnologías sino como tecnologías. La falta de
libertad del ser humano no aparece ni como irracional

59 MATTELART, A. y M. (1997): Historia de las Teorías de la Comunicación. Pai-


dós. Barcelona, página 56.
60 MARCUSE, H. Op. Cit. Página 26.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

ni como política, sino como una sumisión al entrama-


do técnico.
− La advertencia contra todo tipo de fetichismo tecno-
lógico.
La fetichización, entendido como doble proceso de
desvinculación de la mercancía del proceso producti-
vo y como su envoltorio en los ropajes de la divinidi-
dad, como falso dios (fetiche).

Para Marcuse, la tecnología puede ser un instrumento efi-


caz de cambio histórico, sin que por ello tenga que someter a
la naturaleza al dominio y a la explotación. El autor de Eros
y Civilización confía no sólo en la orientación positiva y li-
beradora de las energías humanas, sino que apuesta también
por integrarlas en una perspectiva ecológica, anticipando de
este modo la crítica que por parte del movimiento ecologista
se empezará a articular desde el trabajo fundacional de Ernst
Schumacher61 a principios de los setenta hasta la crítica actual
del ecologismo al modelo de desarrollo y civilizatorio occi-
dental.
Jurgen Habermas , en Ciencia y Tecnología como ideolo-
gía62, aprovecha el 70º aniversario de Marcuse para hacer una
reflexión sobre su obra. En este texto, Habermas introduce
la distinción entre razón instrumental y razón comunicativa,
lo que le permite hacer una crítica más diferenciada de las
sociedades del capitalismo tardío; pero el precio que hay que
pagar en esta evolución habermasiana es una pérdida en la
crítica materialista, ideológica y negativa respecto a los plan-
teamiento de los autores de la primera generación de la Teoría
Crítica.
Retoma en esta obra el postulado de Marcuse, es decir,
la crítica al progresivo avance de las técnicas para el domi-
nio y control del ser humano y de la vida social. Para él, “la
ciencia y la técnica mismas, bajo la forma de una conciencia
positivista imperante, asumen el papel de una ideología que
sustituye a las ideologías burguesas destruidas” (Habermas,
1984:102). Propone, como salida, una Crítica de la Razón Téc-
nica, que permita limitarla y reordenarla hacia las prioridades
establecidas por la razón emancipativa. En una época en la
61 SCHUMACHER, E. (1978): Lo pequeño es hermoso. Barcelona. Blume.
62 HABERMAS, J. (1984): Ciencia y Tecnología como ideología.Madrid.Tecnos.

72

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Sociedad de la Información

que los problemas humanos son definidos en clave técnica, la


política se convierte – como espacio en el que ejercer la acción
comunicativa – en la esfera de la eliminación técnica de las
disfunciones sociales y de los riesgos del sistema.
Cerramos, con Habermas, el apartado correspondiente a
la visión de la tecnología dentro de algunos de los autores
más representativos de la Teoría Crítica, para dar paso direc-
tamente a algunas ideas centrales de Marx en torno a la tec-
nología.

Marx, pensador de la técnica


Con este título, el griego Kostas Axelos lee su tesis doc-
toral en la Universidad de la Sorbona en el año 196163, en la
que realiza un análisis del pensamiento marxista en torno a la
técnica, incorporando los análisis previos del filósofo Herá-
clito y de Heidegger64. Utilizamos este título como punto de
partida a una referencia que no pretendemos que derive en
una exposición sistemática del pensamiento de Marx en torno
al desarrollo tecnológico. Sí nos parece pertinente realizar una
mínima alusión a su obra en este sentido, ya que guarda una
clara relación con el apartado anterior – el pensamiento de
los autores de la Teoría Crítica – y con el posterior, que nos
permitirá exponer los planteamientos del enfoque social de
las tecnologías.
El pensamiento de Marx en torno a la técnica se ha ca-
racterizado por la generalizada reproducción de algunas citas
sacadas de contexto a partir de las que se le ha ubicado en
el paradigma del determinismo tecnológico. La cita más re-
currente es la que le lleva a comparar el papel del arado en el
feudalismo con la máquina de vapor en el capitalismo. Este
63 AXELOS, K. (1969): Marx, pensador de la técnica. Barcelona. Fontanella.
64 En una entrevista reciente, comentaba: “Technology is neither a god nor a
devil. We can neither unconditionallysay yes to it, nor deny it completely. It is
at the same time alienating and an opening, itis everywhere in work: in tech-
no-science, techno-politics, techno-culture – in all politicalregimes. Friendship
towards technology – neither wanting to dominate it, nor submittingto it – is
a present and future task. Contemporary people and societies – apart fromIs-
lamic fundamentalism, which displays a backward-looking tendency – are
marked by anomnipresent technology, as much in the real as in the imaginary.
Technology irresistiblyadvances. We always have to think, still more deeply,
and search for a style of living whichexhausts itself in neither conformism nor
unreflective revolt”.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

texto, extraído de Miseria de la filosofía65, se suele utilizar


para justificar una visión marxista de las tecnologías que las
considera una variable independiente y decisiva para la ge-
neración de cambios socioeconómicos.
Sin embargo, como plantea Nathan Rosenberg (1993)66,
contemplar a Marx como un determinista tecnológico equiva-
le a ignorar su análisis dialéctico de la naturaleza del cambio
histórico:

“La esencia de esta opinión es que la lucha de cla-


ses, la fuerza básica que mueve la historia es, por sí
misma, el producto de contradicciones fundamenta-
les entre las fuerzas productivas y las relaciones de
producción. En cualquier momento de la historia,
surgen nuevas fuerzas productivas, no de una forma
exógena o por algún misterioso Deus ex machina sino,
más bien, como el resultado dialéctico de un proceso
histórico más extenso, en el cual, tanto las primitivas
fuerzas como las relaciones de producción juegan pa-
peles importantes. Tal como Marx puntualizó: “Debe
tenerse presente que las nuevas fuerzas de produc-
ción y las relaciones de producción no se desarrollan
a partir de nada, no caen del cielo, ni tampoco del
útero de una idea autoafirmativa; sino que proceden
de dentro y en antítesis con el desarrollo existente de
la producción y con las relaciones tradicionales here-
dadas de la propiedad”67 (Rosenberg, 1993:51).

La segunda parte de la cita es fundamental, en la medi-


da en que se sostiene una mirada a la ciencia y a la tecnolo-
gía a partir de su concepción como fuerzas históricas y como
relaciones sociales. De este modo, la dimensión social de las
tecnologías parte de su consideración como “productos de
relaciones históricas, que tienen su validez plena solamente
dentro de estas relaciones”68. Por lo tanto, en una clave mar-
xista, el análisis de la tecnología debe realizarse concibiéndola
como el producto de un proceso de trabajo en la Historia. Por-
65 MARX, M. (2004): Miseria de la filosofía. Madrid. Edaf. (original de 1847).
66 ROSENBERG, N. (1993): Dentro de la caja negra: tecnología y economía. Bar-
celona. Hogar del Libro.
67 Cita de MARX,K., Grundrisse, página 278, incluida en Rosemberg.
68 MARX, K., Grundrisse, página 105.

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Sociedad de la Información

que, siguiendo a Axelos (1969:74), podemos ver que el pensa-


miento de Marx es doblemente histórico: quiere comprender
todo fenómeno en su historia ( y en la Historia) y se fija muy
particularmente en el presente histórico, en la actual situación
histórica.
Desde otra perspectiva, dentro del mismo enfoque mar-
xista, las tecnologías se pueden concebir como formas de vida.
En la primera parte de La ideología alemana69, Marx y Engels
explican la relación de los seres humanos con las condiciones
materiales de producción:

“El modo como los hombres producen sus me-


dios de vida depende, ante todo, de la naturaleza
misma de los medios de vida con que se encuentran
y que se trata de reproducir. Este modo de produc-
ción no debe considerarse solamente en cuanto es la
reproducción de la existencia física de los individuos.
Es ya, más bien, un determinado modo de la activi-
dad de estos individuos, un determinado modo de
manifestar su vida, un determinado modo de vida
de los mismos. Tal y como los individuos manifiestan
su vida, así son” (Marx y Engels, 1973:19).

Las tecnologías existentes en un periodo concreto de la


historia permiten a los seres humanos articular sus formas de
vida, no sólo como reproducción del modelo dominante, sino
también como posibilidad de cambio histórico. En este senti-
do, Langdom Winner (1987:30) plantea que los individuos, al
emplear herramientas y técnicas, realizan posibilidades para
la existencia humana que permanecían inaccesibles en las
formas de producción más primitivas. En esta misma línea,
uno de los discípulos españoles de Winner, Javier Bustamante
(1993:39), afirma que Marx enlazó los conceptos de cambio so-
cial y de innovación tecnológica en un mismo proceso. Frente
a un desarrollo tecnológico dominante, desvinculado de un
proyecto de emancipación social, se hace necesario retomar el
impulso originario de la Modernidad, en el que el progreso y
el desarrollo estaban orientados a la reducción de la injusticia
social.
69 MARX, K. y ENGELS, F. (1973): La ideología alemana. Buenos Aires. Edicio-
nes Pueblos Unidos.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

Enfoque social de las tecnologías


Este breve paréntesis, que nos ha llevado a recordar
brevemente los postulados básicos de la reflexión sobre las
tecnologías en el seno de la Teoría Crítica y del pensamiento
marxista, nos sirve como pórtico para abordar, en estos mo-
mentos, las características fundamentales del enfoque social
de las tecnologías. Un posicionamiento que en ningún mo-
mento es homogéneo, sino que incluye una diversidad de co-
rrientes y autores que, como elemento en común, comparten
el rechazo al determinismo tecnológico. La tecnología no de-
termina la acción humana o la acción social.
Desde otra perspectiva, se puede considerar que la ac-
ción humana tiene la capacidad de configurar y moldear a las
tecnologías. En este sentido, Manuel Castells (2001) habla de
la aparición de unas tecnologías flexibles que tienen la capa-
cidad de modificarse con su uso. Es el ejemplo de los mensa-
jes SMS de los teléfonos móviles, una posibilidad tecnológica
que en el momento de su diseño no se pensaba que iba a tener
la proyección que ha demostrado en nuestros días, evolución
que ha sido fruto del uso que la población ha hecho de esta
posibilidad tecnológica de comunicación.
Los diversos enfoques sociales de las tecnologías inclu-
yen corrientes como la Social Shaping of Technology (SST),
Actor Network Theory o la Sociotechnical System Theory. En
la primera de ellas (SST), un elemento central son las elec-
ciones inherentes al diseño de los dispositivos tecnológicos y
a la orientación de los programas de innovación tecnológica.
Estas opciones hacen que el desarrollo tecnológico tome unos
rumbos (y no otros), con las correspondientes implicaciones
y consecuencias para el conjunto de la sociedad y para los
diversos grupos sociales que la componen. En segundo lugar,
la corriente denominada Actor Networks, a la hora de buscar
explicaciones sobre el desarrollo y mantenimiento de las tec-
nologías, sugiere que estas redes tecnológicas y de poder de-
penden de la construcción de redes de actores. Proponen que
no se establezcan distinciones entre los actores humanos y los
dispositivos no humanos, sino que se hable de entidades he-
terogéneas (heterogeneous entities) que componen la red. En
tercer lugar, el subgrupo de la Sociotechnical System Theory,

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Sociedad de la Información

a través de uno de sus máximos representantes, Thomas Hug-


hes, plantea la siguiente mirada a los sistemas tecnológicos:

“Technological systems contain messy, complex,


problem-solving components. They are both socially
constructed and society shaping. Among the compo-
nents in technological systems are physical artifacts...
technological systems also included organizations,
such as manufacturing firms, utility companies, and
investment banks, and they incorporate components
usually labeled scientific, such as books, articles and
university teaching and research programs. Legis-
lative artifacts, such as regulatory laws, can also be
part of technological systems. Because they are so-
cially constructed and adapted in order to function in
systems. Natural resources, such as coal mines, also
qualify as system artifacts” (HUGHES, 1987:51)70.

A partir de esta definición, podemos ir desgranando al-


gunas de las dimensiones configuradoras de los sistemas tec-
nológicos. Se hace referencia al nivel organizativo como un
aspecto fundamental para el estudio social de las tecnologías.
Méndez y Álvarez (1999:56) hablan, en este sentido, de tec-
nologías organizativas, en referencia a aquellas que establecen
reglas de acción para los agentes humanos secuenciando sus
gestos, sus movimientos, su fuerza y sus habilidades. Su ca-
racterística más notable es que no son identificables con nin-
gún objeto (son intangibles) y, sin embargo, comportan unas
modificaciones sofisticadas.
Por otra parte, en la definición de tecnología propuesta
desde el enfoque de la Sociotechnical System Theory también se
hace referencia a la construcción científica que se lleva a cabo
en programas de investigación a través de universidades, y
en la producción de textos científicos. Bruno Latour (1993)71
habla, en este mismo sentido, de un análisis de la ciencia des-
de una triple mirada, que incluye las dimensiones natural,
política y textual. La primera dimensión – la natural – impli-

70 HUGHES, Th.: “The evolution of large Technological Systems”, in BIJKER et


al (Op. Cit).
71 LATOUR, B. (1993): We Have Never Been Modern. Cambridge. Harvard Uni-
versity Press.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

ca la integración racional de las fuerzas materiales, incluidas


las tecnologías; la dimensión política comprende las estrate-
gias de los actores sociales y de los poderes implicados en la
construcción del hecho científico. Y, finalmente, la dimensión
textual incluye las estrategias retóricas que se ponen en juego
para explicar la ciencia. Estas tres miradas están interrelacio-
nadas en la práctica; desde su punto de vista, no es posible
distinguir el mundo natural de la ciencia de la política ni de la
retórica. Para Javier Bustamante (1993:17) leer las tecnologías
de la información en general, y los ordenadores en particular,
como textos debe llevar a leer en ellos

...”Cómo su estructura y su función no sólo des-


velan las características esenciales de nuestra forma
de trabajar, de vivir el ocio y de relacionarnos con
el entorno, sino que también ocultan su historia, el
proceso de investigación y desarrollo que ha llevado
a su diseño, producción y puesta en uso, la biografía
y los intereses de aquellos que lo concibieron y fabri-
caron”.

Por lo tanto, la mirada textual a las tecnologías lleva a


analizarlas en su proceso de construcción, para hacer con ellas
un análisis del discurso que nos lleve a ver los intereses que
conducen a las selecciones y a las omisiones que permiten di-
señar un determinado tipo de tecnología entre los muchos
posibles. En esta misma línea, el planteamiento de Latour y
Woolgar en su conocida obra La vida en el laboratorio (1995)
retoman la cuestión del proceso de construcción del conoci-
miento científico y de la importancia que en este proceso jue-
gan los textos científicos socialmente construidos.
Finalmente, en la definición de Hughes se incluye el pa-
pel de la dimensión jurídica en los sistemas tecnológicos. Un
aspecto que en nuestros días ha pasado a ocupar una posición
central, por el protagonismo que ha cobrado el proceso de co-
mercialización del conocimiento, en general, y del software
informático, en particular. Frente a la lógica mercantil de las
patentes del conocimiento, el movimiento por el software li-
bre apuesta por la conceptualización del conocimiento y de los
saberes de la Humanidad en el marco de los Bienes Públicos

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Sociedad de la Información

Mundiales. Autores como Lawrence Lessing (200172,200573)


impulsan la reflexión del conocimiento científico-técnico en
una línea que permita una nueva conceptualización de los de-
rechos de autor y del software alternativas a las dominantes.
La perspectiva de estudio del sistema tecnocientífico de
Woolgar y Latour tiene bastantes puntos de intersección con
la mirada cultural de Stanley Aronowitz y Michael Menser
(1998). Para ellos, en el análisis de lo tecnológico hay que te-
ner en cuenta tres distinciones:

“La primera es ontológica: lo que es la tecnología.


En este aspecto de la investigación, ofrecemos una
teoría de la complejidad que postula que la tecnolo-
gía, la ciencia y la cultura se mezclan en un continuo
de modo que todos los objetos son, en grados varia-
bles, el resultado de las tres. La segunda es pragmática:
lo que hacen las tecnologías; y la tercera es fenomeno-
lógica: cómo afectan las tecnologías a nuestra expe-
riencia en aspectos que no se limiten a las cuestiones
de la función”. (Aronowitz y Menser, 1998:31).

En su mirada compleja al fenómeno tecnológico, plantean


una articulación entre lo que son las tecnologías, lo que per-
miten hacer y, en tercer lugar, la experiencia de sus usuarios.
Una experiencia en la que, durante el proceso de apropiación,
influyen los imaginarios que socialmente se han construido en
torno a los beneficios que puede reportar el uso de las TIC.
Imaginario tecnológico y praxis tecnológica no tienen por qué
coincidir plenamente. De hecho, entre los imaginarios y dis-
cursos sociales construidos en torno a las tecnologías y sus po-
sibilidades reales se produce una brecha más o menos amplia.
No queremos cerrar este apartado de la mirada social a
las tecnologías sin referirnos a uno de los autores más influ-
yentes: Ladgdon Winner. Autor, entre otros textos, de Tecno-
logía autónoma (1979)74 y La ballena y el reactor (1987), su
visión social y política de las tecnologías conecta con nuestra
perspectiva investigadora. Principalmente, porque contem-
72 LESSING, L. (2001): El código y otras leyes del ciberespacio. Madrid. Taurus.
73 LESSING, L. (2005): Por una cultura libre. Cómo los grandes grupos de comu-
nicación utilizan la tecnología y la ley para clausurar la cultura y controlar la
creatividad. Madrid. Traficantes de Sueños.
74 WINNER, L. (1979): Tecnología autónoma. Barcelona. Gustavo Gili.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

pla la necesidad de estudiar integrada y simultáneamente los


sistemas técnicos con la teoría política. Se podría decir que la
doble mirada de Winner hacia la teoría política y hacia la in-
novación tecnológica entroncan con la lógica o hermenéutica
diatópica de la que habla Boaventura de Sousa Santos (2000)75;
para éste, la hermenéutica diatópica supone la conciencia de
limitación por parte de cada uno de los lugares (topoi), para
buscar en el otro espacio teórico aquellos paradigmas más
abiertos, no hegemónicos y transgresores. En nuestro caso,
esta hermenéutica consistiría en articular una síntesis entre
los enfoques teóricos de la tecnología y de la teoría política
que estén más orientados hacia el cambio y la emancipación
social. Winner plantea esta mirada de un modo muy conciso:

“Mi convicción de que deberíamos prestar ma-


yor atención a los objetos técnicos en sí mismos no
significa que podamos ignorar los contextos en los
cuales se sitúan dichos objetos. Es muy posible que
un barco en el mar requiera, como insistían Platón y
Engels, un solo capitán y una tripulación obediente.
Pero un barco fuera de servicio, anclado en el puerto,
solo necesita un vigilante. Entender qué tecnologías
y qué contextos son importantes para nosotros, y por
qué, es una tarea que debe abarcar tanto el estudio
de sistemas técnicos específicos y su historia, como
una minuciosa comprensión de los conceptos y con-
troversias de la teoría política. En nuestro tiempo las
personas están dispuestas a realizar cambios drásti-
cos en su forma de vida para dar cabida a la inno-
vación tecnológica mientras que se resisten a cam-
bios similares que se justifican en el terreno político”
(Winner, 1987:56).

Nuestro autor ha reconstruido un puente roto o inexis-


tente en otros enfoques del fenómeno tecnológico, en los que
la reflexión sobre la Tecnología se realiza al margen de los
procesos sociales, políticos y culturales. Por otra parte, la obra
de Winner representa una mirada política a la tecnología que
va más allá del discurso dominante, centrado en el análisis
75 SOUSA SANTOS, B. (2000): La globalización del derecho. Los nuevos caminos
de la regulación y la emancipación. Colombia. ILSA.

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Sociedad de la Información

de los usos. Muchas personas proponen una mirada neutral


a las tecnologías, para establecer que es posteriormente, en el
terreno de los usos, cuando se pueden orientar estos disposi-
tivos hacia un lugar u otro. Vienen a decir que las tecnologías
no son ni buenas ni malas, que todo depende del uso que se
hace de ellas.
Tomando distancia del discurso de los usos, Winner
(1985) plantea que los artefactos tecnológicos tienen ya políti-
ca en su diseño, en su arquitectura. Para él, las TIC “encarnan
ciertas formas de poder y de autoridad, ya que son sistemas
ideados por seres humanos, que son compatibles con ciertos
tipos de relaciones sociales”76. La ambivalencia del uso de las
tecnologías no hay que confundirlo con su neutralidad, de-
bido a que en la propia configuración y diseño del sistema
tecnológico intervienen un conjunto de intereses, agentes so-
ciales e instituciones que participan desde un conocimiento
situado (Haraway) - sociocultural y políticamente hablando
– que necesariamente hay que tener en cuenta.

Hacia una definición de NTIC


desde una perspectiva sociocrítica
El recorrido que estamos realizando en este capítulo - en
torno a la comprensión de la tecnología desde una perspecti-
va social - nos lleva en estos momentos a proponer una defi-
nición de Tecnologías de la Información y de la Comunicación
(TIC) que esté en consonancia con el enfoque elegido. En tér-
minos generales, las definiciones al uso en torno al vocablo
“TIC” suelen moverse en un plano descriptivo, en el que se
resaltan las cualidades técnicas de estos dispositivos. Este es
el enfoque adoptado, por ejemplo, en el informe del PNUD
del año 2001:

“Las tecnologías de la información y de la comu-


nicación entrañan innovaciones en microelectrónica,
computación (software y hardware), telecomunica-

76 WINNER, L. : ¿Tienen política los artefactos?, en http://www.oei.es/salact-


si/winner.htm (consultado en junio de 2008) [publicado originalmente en
WINNER, L. : “Do Artifacts Have Politics?”, en MACKENZIE, D. et al. (1983):
The Social Shaping of Technology. Philadelpia. Open University Press.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

ciones y óptica electrónica (microprocesadores, semi-


conductores, fibra óptica). Esas innovaciones hacen
posible procesar y almacenar enormes cantidades
de información, así como distribuir con celeridad la
información a través de las redes de comunicación”
(PNUD, 2001:32).

Otro debate, en las aproximaciones a este concepto, se si-


túa en el plano temporal, en un doble sentido. Por un lado, en
la fecha escogida para hablar del surgimiento de las TIC; y, en
un segundo nivel, el momento histórico en el que se empieza
a hablar de “nuevas” tecnologías de la información y de la
comunicación. De este modo, en un sentido amplio, se puede
hablar de TIC desde la invención del ábaco, instrumento de
cálculo que data del año 3000 antes de Cristo. Más próximo en
el tiempo, se puede situar el origen de las TIC, en el contexto
europeo, en la primera mitad del siglo XIX, con la invención
de la calculadora de Charles Babagge, el código morse y el
telégrafo.
Si queremos aproximarnos al nacimiento de las TIC en
un sentido más estricto, habría que hacer referencia al proce-
so de convergencia tecnológica que tiene lugar en el último
tercio del siglo XX, en el marco de la naciente Sociedad de la
Información y del proceso de globalización capitalista. Este
proceso de convergencia y desarrollo tecnológico se concreta
en la popularización, a finales del siglo XX, de unos dispositi-
vos tecnológicos entre los que figura Internet como el princi-
pal, aunque no como el exclusivo.
El calificativo de “nuevas” aplicado a las TIC parece ir
dirigido a establecer una clasificación en orden a un criterio
temporal. Aunque, en este sentido, no hay consenso para
establecer la fecha de transición entre las nuevas y las vie-
jas tecnologías.Desde una perspectiva crítica, algunos auto-
res (Hamelink,1991; Cabrera, 2006) encuentran en el término
nuevas una función claramente comercial y publicitaria, que
ayuda a la expansión del mercado tecnológico y que favorece
el rápido reemplazo de los productos antiguos por los nuevos.
Hecha esta aclaración, la incorporación del término nuevas
vendría justificada, únicamente, como calificativo aplicable a
las herramientas tecnológicas propias de la actual era digital.

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Sociedad de la Información

Desde un punto de vista más conceptual y menos des-


criptivo, se puede establecer una distinción entre la techné
y la tecnología. La primera remite a unas operaciones que,
básicamente, son instrumentales, mientras que la tecnología
incorpora a estas actividades de la techné un logos, es decir,
una cosmovisión y un sentido. Para Gonzalo Abril (1998), las
tecnologías presuponen una dimensión cognitiva, al incorpo-
rar un marco de conocimientos que condiciona el desarrollo
y aplicación de los usos técnicos. Este marco presupone, ade-
más, unas determinadas actitudes cognitivas y unos cauces
de distribución social del conocimiento. Por este motivo, es
importante superar el discurso de la neutralidad de las TIC
tal y como hemos ido viendo en este capítulo, para conectar
las reflexiones sobre ellas en el paradigma sociocrítico pro-
puesto por los autores de la Teoría Crítica, por los enfoques
sociales ubicados dentro de los estudios de CTS, y por las
aportaciones específicas de autores como Mumford, Ellul, Bi-
jker y Winner, entre otros.
Una última aproximación a las TIC tiene que ver con el
papel que les otorgan los distintos actores sociales que apues-
tan, desde finales del siglo XX, por dos proyectos diferentes y
divergentes de sociedad. Por un lado se encuentran los gru-
pos y sectores beneficiados con el proceso de globalización
capitalista; desde este enfoque, los procesos informativos, co-
municativos y tecnológicos quedan sometidos a la lógica de la
mercancía. Por otro lado se encuentran quienes proponen una
globalización denominada como alternativa o de rostro hu-
mano. En el seno de estas redes de solidaridad y movimientos
altermundialistas se están llevando a cabo unas prácticas co-
municativas y tecnológicas que se pueden considerar alterna-
tivas respecto al modelo dominante.
Uno de los frentes en los que estos movimientos visua-
lizan sus posiciones en torno a las TIC, la información y el
conocimiento es en la apuesta estratégica que realizan por el
software libre y el copyleft. Unas reivindicaciones que habría
que situar en el contexto más amplio de la lucha por el acceso
libre al conocimiento. Frente a la visión hegemónica, que tien-
de a comercializar y a privatizar el conocimiento de la Hu-
manidad (semillas, patentes, software, medicamentos) estos
movimientos defienden una visión del conocimiento como
“bienes públicos mundiales”. Tal y como ha propuesto Phili-

83

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

ppe Quéau, director del área de la Sociedad de la Información


de la UNESCO, la expresión “bien público mundial”:

“Proporciona una base teórica para una actuación


colectiva de la comunidad internacional atendiendo
al interés superior de la humanidad y en beneficio
de todos; puede servir de base a la creación de una
voluntad general mundial, y cabe utilizarlo para
contrarrestar la relativa pérdida de influencia de las
autoridades públicas frente al triunfo del mercado”
(QUÉAU, 2002:195).

Desde este punto de vista, las reflexiones sobre la comu-


nicación y las tecnologías vuelven a conectarse con la esfera
sociopolítica. La propuesta de otras concepciones y otros usos
alternativos de las TIC forman parte de un proyecto más am-
plio de resistencia y transformación al modelo dominante de
globalización.

TIC, Internet e imaginarios sociales


Como afirmara Michel de Certeau, las narraciones mar-
chan por delante de las prácticas sociales para abrirles cami-
no. En este sentido, para nosotros ocupa un lugar importante
la exploración de los imaginarios que alimentan estas prácti-
cas y teorizaciones que realizan los diversos actores sociales
involucrados en los procesos de apropiación tecnológica.
Las tecnologías tienen un impacto decisivo en nuestros
valores culturales, en nuestras cosmovisiones y en la imagen
que tenemos de nosotros mismos. Por ello no podemos per-
manecer ajenos a esta dimensión del análisis. Para Eduardo
Vizer (2004)77las tecnologías son una construcción social, una
manifestación de la cultura, a pesar de que una visión sim-
plista tiende a contraponer estos dos campos. En este mismo
sentido, Patrice Flichy (2003), en su estudio del imaginario de
Internet – fundamentado principalmente en la producción
teórica de Paul Ricoeur en torno a las relaciones entre ideo-
logía y utopía – plantea que éste juega un papel fundamen-
77 VIZER, E. : “Cultura tecnológica. Metáforas y realidades”, en Razón y Palabra,
nº 40, agosto- septiembre 2004. (Consultado en junio de 2008) En línea: http://
www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/anteriores/n40/evizer.html

84

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Sociedad de la Información

tal, no sólo en el periodo de elaboración de las técnicas, sino


también en el periodo de difusión, cuando los usuarios, y de
forma más general, toda una sociedad, tiene que construir su
relación con este nuevo instrumento.
Para Flichy, el estudio del imaginario de las tecnologías
permite constatar que éste tiene dos funciones principales:
“construir la identidad de un grupo social o de una sociedad y su-
ministrar recursos que puedan ser reinvertidos directamente en la
preparación y en la ejecución de los proyectos” (Flichy, 2003:269).
El trabajo sobre el imaginario permite construir un modelo de
referencia con el que se puedan identificar los miembros de
una sociedad. Por otro lado, esta dimensión cultural y simbó-
lica dirigida a la construcción de imaginarios susceptibles de
ser imitados, permite orientar unas prácticas que podrían ser
“excesivamente” heterogéneas o incluso “desviadas” desde la
lógica de dominio y control del sistema social.
Este mismo autor78 desarrolla más extensamente los ar-
gumentos apuntados en trabajos anteriores:

1. El estudio del imaginario técnico no es un elemento


accesorio en los estudios sobre la tecnología, sino que
se trata de una aproximación esencial, en la medida
en que la acción técnica no puede existir sin tomar
una forma simbólica, sin representársela.
2. Durante mucho tiempo se ha tenido una visión lineal
de las relaciones entre el imaginario y la acción téc-
nica. Una cierta hagiografía histórica se limitaba a
buscar en las intenciones de los padres fundadores el
origen de la técnica. Sin embargo, la sociología cons-
tructivista y el interaccionismo conciben el imagina-
rio de un modo diferente: no se trata de buscar en la
producción científica el origen de una innovación,
sino de ver que este discurso constituye uno de los
recursos más importantes que movilizan los diferen-
tes actores implicados en el proceso técnico.
3. El imaginario es una forma de construir una identi-
dad colectiva, de romper con los modelos existentes,

78 FLICHY, P.: “La place de l’imaginaire dans l’action technique: le cas


d’Internet”, en Réseaux, nº 109 (2001), pp. 51-73. En línea: http://latts.cnrs.
fr/site/art_fiche.php?IdArticle=141&IdObjet=2&Format=article (Consulta-
do: junio de 2008)

85

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

de legitimar la nueva técnica y de movilizar a los di-


ferentes actores.
4. El estudio del imaginario técnico obliga a romper la
vieja dicotomía entre la sociologie des concepteurs (
sociología de los diseñadores/creadores de la tecno-
logía) y la sociologie des utilisateurs (sociología de los
usuarios), para aprehender de una manera conjunta
el proceso técnico.
En una misma sociedad hay diversos imaginarios que
entran en conflicto por ver cuál adquiere las posiciones hege-
mónicas. Desde el núcleo del sistema social (multinacionales,
empresas de software y de hardware, medios de comunica-
ción, líderes de opinión, etc.) se proponen unos imaginarios
con los que identificarse, que permitan orientar las prácticas
de los ciudadanos informatizados. Por otro lado, desde po-
siciones alternativas o, si se prefiere continuar con la termi-
nología gramsciana, contrahegemónicas, hay una propuesta de
otros imaginarios en torno a las tecnologías, Internet, y las
prácticas informáticas que puede adoptar la ciudadanía.
Pero antes de entrar a una exposición de estas dos postu-
ras, pasamos brevemente a proponer una aproximación bási-
ca al concepto de imaginario social a partir de algunos de los
autores fundamentales en la construcción de este término.

Aproximación al concepto de imaginario social


Nos interesa ofrecer una mínima aproximación teórica al
concepto de imaginario social, de modo que nos permita pos-
teriormente pasar a una aplicación que sí guarda más interés
con nuestro objeto de conocimiento: los imaginarios sociales
construidos en torno a las TIC y a Internet, así como los mitos
que se movilizan para orientar las prácticas tecnológicas de
los distintos actores sociales.
Por este motivo, vamos a partir del trabajo que en torno a
los imaginarios sociales han venido realizando en los últimos
años, en el contexto español, dos investigadores de especial
relevancia en esta línea de investigación: Juan Luis Pintos79 y
79 Juan Luis Pintos es Profesor Titular de Sociología en la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la Universidad de Santiago de Compostela. Realiza un
trabajo de investigación para establecer las líneas básicas de una Teoría de los
Imaginarios Sociales dentro del Grupo Compostela de Estudios sobre Imagi-

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Sociedad de la Información

Josetxo Beriain80. El término imaginarios sociales se ha popu-


larizado en los últimos tiempos, trayendo como consecuencia
una cierta generalización y pérdida de los perfiles teóricos
desde los que se llevó a cabo su construcción. De tal modo
que, en esta versión divulgativa, el término se suele utilizar
como sinónimo de expresiones del tipo “lo que la gente se
imagina”, “los deseos ocultos de la gente” o “las fantasías y
las ficciones de la gente”. Ha pasado a formar parte del mis-
mo carácter de comodín teórico que rodea a términos próxi-
mos como los de representaciones sociales o ideología.
Daniel Cabrera (2006) señala que en el siglo XX surge el
uso extendido de la sustantivación del término imaginario
como testimonio de una renovación de la reflexión en torno
al tema de la imaginación, la creación y la comprensión del
ser humano. Los ámbitos del conocimiento y autores que in-
fluyen en este giro son, fundamentalmente, el psicoanálisis
(Freud, Jung y Lacan), el arte (el surrealismo), la filosofía y la
antropología (Sartre, Merleau-Ponty, Bachelard, Durand)81.
Aunque el autor contemporáneo que ha convertido al
imaginario social en una de las piedras angulares de su re-
flexión teórica ha sido Cornelius Castoriadis. La institución
imaginaria de la sociedad (1975)82 es un jalón imprescindible en
este reconocimiento del papel central del imaginario social en
la comprensión de las sociedades modernas. Para Castoriadis,
lo imaginario puede tener una doble vertiente: puede verse
alimentado por el horizonte dominador del desarrollo capi-
talista o, por el contrario, puede alimentarse desde una pers-
pectiva autónoma, con el fin de liberar nuevos significados.
El imaginario social o radical hace referencia, en el horizonte

narios Sociales (GCEIS). Fruto de este trabajo de investigación, ha publicado


diversos libros y artículos espacializados sobre el imaginario social, entre los
que destacamos: Los imaginarios Sociales. La nueva construcción de la reali-
dad social. Madrid. Salterrae, 1995; “Más allá de la ideología. La construcción
de la plausibilidad a través de los imaginarios sociales”, en SANTOS, M.A.
(ed.): Educación en perspectiva. Santiago. Universidad de Santiago de Com-
postela, 2000.
80 Josetxo Beriain es Profesor Titular de Sociología en la Universidad Públi-
ca de Navarra. En relación con estas temáticas ha publicado los siguientes
textos: Representaciones colectivas y proyecto de modernidad. Barcelona.
Anthropos,1990; Imaginario social, politeísmo y modernidades múltiples, Re-
vista Anthropos, nº 198 (2003), pp. 54-78.
81 CABRERA, D., Op. Cit. Página 25.
82 CASTORIADIS, C. (1989): La institución imaginaria de la sociedad. Barcelona.
Tusquets. (edición original de 1975).

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

de este autor, a la capacidad que una sociedad tiene de crear


nuevas significaciones y nuevos sentidos, dentro de los cua-
les se puede pensar a sí misma. El surgimiento de las nuevas
significaciones imaginarias sociales se dan en una institución
(sociedad) en la que se producen tensiones dinámicas entre
lo instituyente – lo imaginario radical – y lo instituido (las insti-
tuciones existentes). En palabras de Castoriadis:

“La sociedad es esencialmente un magma de sig-


nificaciones imaginarias sociales que dan sentido a la
vida colectiva e individual. Por consiguiente, la so-
cialización no es más que la entrada – y el funciona-
miento - en ese magma instituido de significaciones
sociales” (Castoriadis,1989:246).

En esta misma línea, y a partir de la imagen del magma


– como concepto teórico con fuertes resonancias en la obra
de Castoriadis - Beriain plantea que la sociedad, en tanto
institución, es lo que es en la medida en que materializa un
magma de significaciones imaginarias sociales, en referencia
al cual tanto los individuos como los objetos pueden ser apre-
hendidos o pueden simplemente existir83.
En un plano más descriptivo, Juan Luis Pintos (2005)
plantea que los imaginarios sociales son:

1. Esquemas socialmente construidos.


Poseen un elevado grado de abstracción, ayudando
a la priorización y a la jerarquización de nuestras per-
cepciones a través del código relevancia/opacidad
socialmente diferenciado.
2. Que nos permiten percibir, explicar e intervenir.
Ofrecen referencias de percepción (espaciales, tem-
porales, geográficas, históricas, culturales, religiosas),
de explicación (marcos lógicos, emocionales, senti-
mentales, biográficos) y de intervención (estrategias,
programas, políticas, tácticas, aprendizajes).

83 BERIAIN. J. : El imaginario social moderno: politeísmo y modernidades múl-


tiples, en Revista Anthropos, nº 198 (2003), pp. 54-78. Disponible en: http://
www.unavarra.es/puresoc/pdfs/c_lecciones/0-Beriain-imaginario.pdf
(Consultado en junio de 2008).

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Sociedad de la Información

3. Lo que en cada sistema social diferenciado se tenga


por realidad.
En función de las diferenciaciones que en cada socie-
dad se establezcan.

Estos rasgos característicos del imaginario social nos se-


rán de especial utilidad cuando los apliquemos en relación a
las tecnologías de la información y de la comunicación, en
la medida en que nos van a permitir analizar: los esquemas
socialmente construidos sobre los usos deseables de las TIC,
las explicaciones y las estrategias de intervención socialmente
dominantes, y finalmente las definiciones y construcciones de
la realidad que se realiza desde el espacio de representación
tecnológica (foros, chats, webs, etc.).

Imaginario social y tecnologías de la información


y de la comunicación
La referencia al concepto de imaginario social nos interesa
en la medida en que entra en relación con el ámbito tecnoló-
gico. En esta interrelación entre lo imaginario y lo tecnológi-
co, Daniel Cabrera (2006) ofrece un doble eje de lectura que
nos resulta de especial interés para nuestro trabajo. Este autor
habla de la interpretación de las nuevas tecnologías desde lo
imaginario y de la interpretación de las nuevas tecnologías
como imaginario social. A partir del primer enfoque

“El marco para la comprensión de las nuevas


tecnologías es el imaginario social moderno y con-
temporáneo en el que las ideas de técnica, progreso e
ideología constituyen tres conceptos centrales e indi-
solublemente unidos. La crisis de la idea de progre-
so no significa pérdida de la fe implícita en ella, sino
su renovación a través de la formación del nuevo
imaginario – hacia el fin de la Segunda Guerra Mun-
dial -: el imaginario tecnocomunicacional” (Cabrera:
2006:18).

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

En el periodo señalado por Cabrera y por otros autores


(Moragas, 198284; Rodrigo Alsina, 198985;Mattelart,199786; Sie-
rra, 199987), la crisis de la matriz simbólica contemporánea se
convierte en el contexto para estudiar la constitución de un
nuevo imaginario contemporáneo referido a las tecnologías
de la comunicación, debido a que éstas son el centro de la ac-
ción política y económica. Desde el enfoque de las TIC como
imaginario social asistimos a una sustitución del proyecto de
la Modernidad, centrado en la aplicación de la razón para la
superación de las desigualdades sociales, por otro proyecto
tecnocrático construido desde una lógica mercantilista, en el
que el espacio tecnológico promete el desarrollo que se niega
en el espacio social:

“Desde esta perspectiva, las llamadas “nuevas


tecnologías” pueden ser pensadas como el rostro
de un nuevo optimismo que revitaliza la esperanza
en el progreso y la confianza en el crecimiento de la
sociedad contemporánea. Las tecnologías son el es-
pacio para el optimismo temporal proveniente de la
sociedad de mercado, donde las necesidades indivi-
duales y sociales se encuentran en el consumo. Este
aparece como el lugar donde es posible obtener una
“experiencia de futuro” que alimenta las esperan-
zas y los sueños de los individuos y la sociedad. El
anunciado “fin de la historia” con el “triunfo” de un
modelo social y político refuerzan este optimismo”
(Cabrera,2006:134).

Desde el espacio mercantil - entendido también como el


espacio tecnológico mercantilizado - se construyen unos ima-
ginarios sociales de lo que es deseable, de las creencias y ac-
ciones que se está dispuesto a legitimar por parte del sistema
social dominante. No obstante, en la sociedad existen imagi-
narios sociales en conflicto, no hay una única propuesta en
84 DE MORAGAS, M. (1982): Teorías de la Comunicación. Barcelona. Gustavo
Gili.
85 RODRIGO ALSINA, M. (1989): Los modelos de la comunicación. Madrid. Tec-
nos.
86 MATTELART, A. y M. (1997): Historia de las Teorías de la Comunicación. Pai-
dós. Barcelona.
87 SIERRA, F. (1999): Elementos de Teoría de la Información.Sevilla. MAD.

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Sociedad de la Información

juego. Aunque en una clara desigualdad de fuerzas y recur-


sos, existe una lucha por la hegemonía, por ver cuál de los
diversos imaginarios sociales en juego se impone como el más
convincente para la ciudadanía.
Estas tensiones también se manifiestan en el plano tec-
nocomunicativo. Como plantea Flichy, el hecho de lo imagi-
nario ocupe un puesto fundamental en la acción técnica de los
creadores y de los usuarios no implica que esté unificado. Por
el contrario, para este autor hay un imaginario diverso y lleno
de contradicciones: “los universitarios y los hackers no tenían
exactamente la misma representación de la informática y, si
cada uno de ellos ha construido un sistema específico, dichos
sistemas eran completamente diferentes del sistema de comu-
nicación centralizada y jeraquizada que IBM se imaginaba en
la misma época” (2003:269). En esta misma línea, Manuel Cas-
tells (2001) hace referencia a una insólita encrucijada de la que
nace Internet: el cruce entre la gran ciencia, la investigación
militar y la cultura de la libertad. En esta última incluye, entre
otros, al movimiento por el software libre y a las culturas al-
ternativas vinculadas a los movimientos sociales88.
Este mismo conflicto entre dos visiones de Internet en liti-
gio es el que expresara Eric Raymond en La Catedral y el Bazar
(1997)89, un texto clásico que remite a dos metáforas diferentes
para ilustrar dos modelos también diferentes de construir la
Red. Por un lado está el modelo de la catedral, caracterizado
por su jerarquía, centralidad y división fordista del trabajo, en
el que el conocimiento tecnológico “debía ser cuidadosamente
elaborado por genios o pequeñas bandas de magos trabajan-
do encerrados a piedra y lodo, sin liberar versiones beta an-
tes de tiempo”. Por otra parte, está el imaginario tecnológico
construido en torno a la metáfora del bazar, elaborado a partir
de unas estructuras descentralizadas, a partir de la participa-
ción activa de un enjambre de usuarios capaces de integrar
las múltiples aportaciones. En esta segunda lógica – desde la
que ha sido posible construir sistemas operativos basados en
software libre, o proyectos de conocimiento compartido como
la Wikipedia – el método de trabajo “se asemeja más a un bu-
88 Esta idea la desarrolla Manuel Castells en profundidad en el capítulo 1 de su
libro La Galaxia Internet (Barcelona. Plaza & Janés, 2001), titulado Lecciones
de la Historia de Internet, pp. 23-49.
89 Disponible en castellano en: http://biblioweb.sindominio.net/telematica/
catedral.html (Consultado en Junio de 2008).

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

llicioso bazar de Babel, colmado de individuos con propósitos


y enfoques dispares, de donde surgiría un sistema estable y
coherente únicamente”.
Volviendo a la doble clasificación de Cabrera, las nuevas
tecnologías se pueden analizar desde lo imaginario y también
como imaginario. Esta segunda acepción implica:

Definir las nuevas tecnologías teniendo como


nota característica la heterogeneidad no sólo externa
– referida a aparatos, instituciones y discursos – sino,
sobre todo, radical-institución creativa de infinitas
posibilidades de determinación. El análisis de las
nuevas tecnologías tiene dos niveles: las significa-
ciones imaginarias sociales y las matrices imagina-
rias. Las primeras son el modo de manifestación de
la “realidad” de las neotecnologías y las segundas,
las condiciones de posibilidad de esas significaciones
(Cabrera, 2006:18).

Cabrera habla, por un lado, de una heterogeneidad ex-


terna de las nuevas tecnologías manifestada, a su vez, en una
heterogeneidad de aparatos técnicos, de instituciones que los
fabrican y de discursos sociales construidos en torno a ellas.
Por otro lado, se hace referencia a otro tipo de heterogenei-
dad, que denomina radical-instituida, que hay que entender
en relación a la sociedad instituyente de la que es parte. Las
nuevas tecnologías, y los imaginarios asociados a ellas, son
un tipo de condensación y concreción de los muchos posibles
que se pueden dar en la realidad. Son posibles otras signi-
ficaciones imaginarias, nuevas conexiones de sentido, que
abran un espacio de posibilidad para la autonomía creativa y
el cambio social. Finalmente, Cabrera hace alusión a las ma-
trices imaginarias de las nuevas tecnologías. En éstas incluye
la matriz mágica y la matriz profético-apocalíptica, que desa-
rrollaremos en detalle cuando entremos a exponer los mitos
vinculados a las TIC en general y a Internet en particular.
En continuidad con estos planteamientos, Flichy (1995)90
retoma el concepto de frame para hablar del marco de re-
ferencia sociotécnico (cadre de reference socio-technique).
Desde este punto de vista, los actores sociales implicados en
90 FLICHY, P. (1995): L’innovation technique. La Découverte. París.

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Sociedad de la Información

una operación técnica movilizan un “marco” que les permi-


ta comprender los fenómenos a los que asisten y organizar
sus propias acciones. Este espacio común de funcionamiento
define la unión de los saberes y del saber hacer implicados
en la acción técnica. El marco de referencia sociotécnica per-
mite, además, estructurar las interacciones que un individuo
es capaz de establecer con los artefactos técnicos y con otras
personas, y organizar las interpretaciones que el individuo se
construye para sí mismo.
Por lo tanto, el trabajo de construcción de los imaginarios
sociales dominantes en torno a las nuevas tecnologías realiza
una operación de anclaje respecto a los múltiples imaginarios
y usos posibles que se podrían poner en marcha en la realidad.
El análisis de los imaginarios sociales y de los marcos de refe-
rencia dominantes nos debería servir en un doble sentido:

− Para identificar a los actores sociales, económicos y


políticos que han potenciado tales imaginarios, y los
proyectos sociopolíticos a los que están vinculados.
− Para identificar otros imaginarios sociales que, a pe-
sar de su carácter minoritario, sirven para anticipar
otras alternativas de sociedad.

Los mitos de las nuevas tecnologías y de Internet


Nuestra reflexión sobre los imaginarios sociales llega a
un último nivel de concreción en este nuevo apartado, en el
que vamos a describir y analizar una serie de mitos construi-
dos en torno a las supuestas bondades que aportan las TIC y,
dentro de ellas, Internet.
Vincent Mosco (2005) propone una doble vía para el aná-
lisis del ciberespacio: la mirada a su dimensión material, por
un lado, y la mirada a su dimensión mítica, por otro. Este au-
tor plantea que la mayoría de los trabajos que se publican
sobre informática, Internet o el ciberespacio se centran en un
único ojo, en la mira material: en las tecnologías, en las norma-
tivas establecidas por los gobiernos o en el papel del mercado.
Como respuesta a esta limitación, plantea una integración de
las miradas material y mítica:

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

“Seeing vivilantly with both eyes means recog-


nizing that computer communication makes up and
is made up by technological and political practices
as well as by mythic and cultural ones. To be more
precise, we can say that cyberspace is mutually cons-
tituted out of culture and political economy, out of
the interconnected realities of myth and social insti-
tution....Moreover, we must comprehend the culture
of cyberspace if we are to deepen what we know
about its more material qualities. In essence, culture,
particularly myth, is our starting or entry point, the
main discourse in the book’s analysis, but political
economy is always present as subtext, related to cul-
ture in mutual constitution” (Mosco, 2005:10).

Compartimos la necesaria integración de las dimensiones


política y cultural de las telecomunicaciones, por el peligro
reduccionista que supone la deriva de los análisis exclusiva-
mente hacia uno de estos dos polos. Existe el riesgo de propo-
ner lecturas excesivamente culturalistas, en las que se exalte
ilusoriamente el potencial de apropiación de las TIC por parte
de unos usuarios que, por muchas alternativas de uso que
se propongan, deben incorporar también en sus estrategias la
alteración de las relaciones asimétricas de poder que tienen
respecto a los agentes económicos y políticos que gobiernan el
desarrollo tecnológico. En el sentido opuesto existe el peligro
reduccionista de contemplar exclusivamente una Economía
Política de las telecomunicaciones que no incorpore la dimen-
sión antropológica y cultural. El dominio de un sistema tec-
nocomunicativo no sería posible sin la puesta en marcha de
unas estrategias de carácter cultural que moldeen los deseos,
las cosmovisiones y los valores que orientan las prácticas de
los usuarios.
Hace falta, por lo tanto, investigar los usos ciudadanos
de Internet desde una doble perspectiva. Por un lado, la
dimensión material de la Sociedad de la Información, en la
que incluiremos cuestiones como el análisis de las infraes-
tructuras y las condiciones de acceso de la población a In-
ternet. Junto a esta dimensión – encuadrada en los estudios
de la Economía Política de la Comunicación – planteamos
una mirada cultural a Internet, que nos permita explorar
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Sociedad de la Información

el imaginario que acompaña a esta tecnología, el modo en


el que se hace presente y operativa en los diversos agentes
sociales.
George Lakoff y Mark Johnson (1985) en su texto clási-
co Las metáforas en la vida cotidiana sugieren que la ma-
yor parte de nuestro sistema conceptual ordinario es de
naturaleza metafórica; para estos autores, las categorías de
nuestro pensamiento cotidiano son metafóricas, y nuestros
razonamientos cotidianos ponen en juego implicaciones e
inferencias metafóricas, por lo que se hace necesario, en el
análisis, apelar a una racionalidad de carácter imaginativo.
Las metáforas tienen una profunda influencia en nuestras
acciones, porque reflejan el modo en que pensamos. Se pue-
den llegar a asimilar tan rápidamente que pueden escapar
a la comprensión y análisis racional de sus implicaciones.
Pero, aunque parezca paradójico, la dimensión racional del
pensamiento científico no consigue desvelarnos toda la rea-
lidad. Es entonces cuando la mirada metafórica nos invita
a utilizar imágenes que capten otros niveles de la realidad;
la metáfora nos permite imaginar otros futuros posibles a
partir de lo que está ya de un modo incipiente en la realidad:
la metáfora capta una connotación insospechada, lo esencial,
el aura.
Theodore Roszak (1988) se refiere a esta dimensión mí-
tica de las tecnologías de la información como el folklore
de los ordenadores; hay “una serie de imágenes de poder
y bienestar, unas fantasías que han crecido alrededor de la
máquina” que han sido construidos y difundidos por parte
de las empresas de telecomunicaciones, medios de comuni-
cación y gobiernos, y que necesitan ser deconstruidas y ana-
lizadas críticamente.
Por lo tanto, los mitos forman parte del envoltorio pu-
blicitario que rodea a las TIC. Son los encargados de relatar
acontecimientos que afectan a todos los órdenes de la vida
humana, tanto personal como social. Como ya apuntara Ro-
land Barthes (1980), los mitos son mecanismos mediante los
cuales las representaciones ideológicas llegan a ser acepta-
das como de sentido común. Los mitos, al naturalizar la rea-
lidad, la vacían de su componente histórico y político para
hacer creer que las cosas “siempre han sido así”, para que no
se note en los productos humanos la huella de su factura.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

Robert Escarpit (197791) previene ante las TIC, debido a


que se presentan como “constructoras de mundos”, cuando
en realidad son sólo instrumentos al servicio de una estra-
tegia política o económica. Detrás de esta estrategia de miti-
ficación podemos identificar, como sugiere Roberto Aparici,
los rasgos de un proyecto político de corte neoliberal, en el
que las tecnologías de la información y de la comunicación se
insertan a partir del modelo empresarial que impone el mar-
keting informático92.
Podríamos preguntarnos, con Mosco, para qué sirven los
mitos sobre el ciberespacio. Porque, siendo importante la pre-
gunta en torno a la verdad o falsedad de las propuestas de los
mitos, este enfoque es insuficiente. Los mitos, para Alasdair
McIntyre (1970)93 están vivos o muertos, es decir, tienen una
influencia en la capacidad de movilizar el imaginario y las
acciones de las personas a las que se dirigen o, por el contra-
rio, carecen de esta capacidad. En esta línea, Mosco afirma
que los mitos sobre el ciberespacio, como elementos vivos
y dinámicos, sirven para sacar a las tecnologías del mundo
de la banalidad y hacerlas entrar en el mundo de lo sublime.
Las TIC son unos instrumentos rodeados de un envoltorio
mítico cuya función central es sacar a estas herramientas del
terreno cotidiano, pragmático y mundano de las tareas ruti-
narias. Prometen más desarrollo, un mundo feliz, la ruptura
de las barreras temporales y espaciales, un teletrabajo desde
el hogar liberado de todos los elementos negativos del trabajo
presencial, un sinfín de relaciones afectivas altamente grati-
ficantes, etc. Sin embargo, el poder real de las tecnologías no
aparece en su periodo mítico, sino en el banal, cuando dejan
de ser aclamadas y se insertan con sus potencialidades reales
en los procesos sociales94.
En términos generales, el discurso mítico más extendido
sobre las nuevas tecnologías se caracteriza por su determi-
nismo práctico. En un estudio elaborado por Juan Menor y
Alejandro Perales (1990) sobre el discurso de las nuevas tec-

91 ESCARPIT, R. (1977): Teoría General de la Información y de la Comunicación.


Barcelona.Icaria.
92 APARICI, R. : Los mitos de las nuevas tecnologías. En www.uned.es/ntedu
(Consultado en junio de 2008).
93 McINTYRE, A. (1970): Sociological Theory and Philosophical analysis. New
York. McMillan.
94 MOSCO, V. Op. Cit. Página 19.

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Sociedad de la Información

nologías en la prensa escrita se concluía que éste era, princi-


palmente:

1. Mecanicista: “Mientras un buen número de atribucio-


nes sociales de las nuevas tecnologías aparecen legi-
timadas por atribuciones técnicas, casi nunca pone la
prensa de forma destacada de qué manera la organi-
zación y las relaciones sociales pueden determinar o
justificar un modo de desarrollo tecnológico”.
2. Objetivista: “La mayoría de los contenidos que con-
forman el relato son informaciones que no parecen
provenir de ninguna fuente explícita, o al menos
manifiesta...Además, en el caso de aquellos conteni-
dos que sí cuentan con actores de la enunciación, la
presencia mayoritaria es la de los expertos científico-
técnicos y de las empresas.
3. Descontextualizado: “El desarrollo tecnológico se
presenta en la prensa no tanto como un proceso cuan-
to como una sucesión de instantes sin antecedentes ni
consecuentes”.
4. Axiomático: “Con una serie de informaciones sobre
las nuevas tecnologías que sólo en contadas ocasio-
nes se ven motivadas o argumentadas en el texto de
la información. La buena nueva tecnológica es, en la
prensa, cuestión de fe, ya que se difunde mediante
un discurso tautológico en el que, si las nuevas tec-
nologías son el progreso, entonces el progreso son las
nuevas tecnologías. Y viceversa”.
5. Reduccionista: “Con una selección sesgada de la in-
formación sobre las nuevas tecnologías, y ello en un
triple nivel: a) se prima la afirmatividad sobre la ne-
gatividad, de modo que se privilegia lo que las nue-
vas tecnologías “son o hacen” frente a lo que “no son
o no hacen”: se escamotean, por tanto, las informa-
ciones relativas a las limitaciones o carencias del de-
sarrollo tecnológico; b) se prima la asertividad sobre
la problematización, de modo que se privilegia lo que
las nuevas tecnologías “son o hacen” frente a lo que
“podrían ser o hacer”: se deja, por tanto, poco lugar a
la existencia de un discurso abierto que, por un lado,
evidencie las incertidumbres inherentes al desarro-

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

llo tecnológico y, por otro, permita plantear posibles


alternativas; c) se prima la descripción sobre la pro-
yección, de modo que se privilegia lo que las nuevas
tecnologías “son o hacen” frente a lo que “deben o
pueden ser o hacer”: el discurso tecnológico, por tan-
to, cierra, más que abre, las expectativas de los ciuda-
danos sobre las nuevas tecnologías”.

Los rasgos característicos del discurso mítico sobre las


nuevas tecnologías que apuntan estos dos autores siguen vi-
gentes a día de hoy. El elemento común que aglutina a las cin-
co características descritas es la difuminación que consigue
el mito de la historia y de la política: desaparece el contexto
sociopolítico y económico en el que se construye el desarrollo
tecnológico, así como la acción de los agentes sociales que li-
deran este proceso. La descontextualización y el reduccionis-
mo siguen siendo, hoy en día, dos elementos definitorios del
discurso dominante sobre las TIC.
Bernardo Díaz-Nosty (1996:63-64)95 establece cinco predi-
cados míticos que se atribuyen frecuentemente a las nuevas
tecnologías:

1. Abundancia de información, de canales, de gratifica-


ciones, que se asocian a un mayor nivel de conoci-
miento y de comprensión de la realidad.
2. Transparencia de la sociedad y sus instituciones, de
los medios de comunicación, a la hora de presentar y
de re-presentar la realidad.
3. Ubicuidad, o la posibilidad de la omnipresencia de
los flujos informativos.
4. Instantaneidad real, que supuestamente favorece la
conexión en directo entre dos puntos del planeta.
5. Interactividad, como la posibilidad de que emisor y
receptor intercambien plenamente sus roles.

Del mismo modo que en la clasificación anterior, en este


caso también encontramos que los predicados míticos del pro-
fesor Díaz-Nosty siguen teniendo validez en nuestros días. El

95 DÍAZ-NOSTY, B. (1996): “El mito tecnológico y la sociedad democrática


avanzada”, en AA.VV. : La Sociedad de la Información. Amenazas y oportu-
nidades. Madrid. Editorial Complutense, pp. 47-70.

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Sociedad de la Información

mito de la abundancia de información que se pueden encontrar


en el ciberespacio encubre el control que siguen ejerciendo las
agencias, y las limitaciones para hacer circular los discursos que
tienen los sectores menos poderosos de la sociedad. A este mito
se ha referido Winner (1987) con el nombre de mitoinformación:

“La casi religiosa convicción de que una adopción


generalizada de ordenadores y de sistemas de comu-
nicaciones, junto con el fácil acceso a la información
electrónica producirán, automáticamente, un mundo
mejor para la vida del hombre. Se trata de una clase
peculiar de entusiasmo que caracteriza las modas so-
ciales de las últimas décadas del siglo veinte. Muchas
personas que se han vuelto cínicas o desalentadas por
otros aspectos de la vida social están completamente
dominados por las supuestas cualidades redentoras
de los ordenadores y las telecomunicaciones” (Win-
ner, 1987:125).

En segundo lugar, el mito de la transparencia – la ventana


abierta al mundo del sistema operativo Windows –pretende
ocultar el proceso de construcción de la realidad. La ubicuidad
y la instantaneidad son dos mitos recurrentes en la historia
de las tecnologías. Proclaman el fin de los límites temporales
y espaciales, convergiendo de este modo con el proyecto ca-
pitalista de instaurar un único sistema-mundo (Wallerstein,
Baudrel) sin límites ni barreras para la libre circulación de los
capitales y de las mercancías. Finalmente, se hace referencia al
mito de la interactividad, al que ya hemos prestado atención
en páginas anteriores.
Una vez vistos algunos mitos aplicables al conjunto de las
TIC, pasamos a centrarnos en aquellos que remiten específica-
mente a Internet. Cuando la Red de Redes comenzaba su fase
de popularización, el mexicano Raúl Trejo (1996) aludía a los
referentes míticos utilizados para hablar de ella. Planteaba
que en las denominaciones más extendidas había “una mez-
cla de terminología presuntuosa, tecnicismos vanguardistas y
deslumbramiento contemporáneo”96.
96 TREJO, R. (1996): La nueva alfombra mágica. Usos y mitos de Internet, la Red
de Redes. Madrid. Fundesco. Disponible en: http://www.etcetera.com.mx/
LIBRO/alfombra.htm (Consultado: junio de 2008).

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

A pesar de que ha transcurrido más de una década desde


estas afirmaciones, en nuestros días continua existiendo un
desequilibrio identificado por Trejo Delarbe: en el campo de
los textos sobre Internet predominan más aquellos que están
centrados en dar explicaciones de carácter tecnológico que los
textos orientados a vincular Internet con otro universo refe-
rencial como pueden ser las nuevas formas de conocimiento,
las nuevas estructuras culturales o con los nuevos espacios y
estilos de diversión. Basta con pasearse por las estanterías de-
dicadas a estos temas en las librerías para comprobar el neto
desequilibrio del primer tipo de textos frente al segundo.
Por otra parte, Marc Stefik (2002)97 agrupa en cuatro los
principales mitos, arquetipos y metáforas que caracterizan
la actual visión tecnológica de Internet. Un imaginario que,
además, ejerce una decisiva influencia en la forma que tomará
Internet en un futuro próximo. Para él, estas metáforas centra-
les en torno a Internet son:

1. La metáfora de la biblioteca digital.


Despierta y activa el arquetipo del cuidador del conoci-
miento. Los numerosos referentes a Internet como la
nueva biblioteca de Alejandría, donde se reúnen los
saberes del pasado y del presente necesarios para las
generaciones futuras está vinculado a esta metáfora.
Pero, lejos de miradas inocentes o idílicas hacia es-
tos lugares de almacenamiento y de clasificación del
conocimiento, habría que plantear, siguiendo a Gar-
cía Gutiérrez (2007)98, la necesidad de problematizar
y hacer emerger las contradicciones de los actuales
sistemas de clasificación de los saberes. Identificar
la “violencia de la clasificación” para proponer un
pluralismo lógico que desclasifique los saberes orga-
nizados según los códigos impuestos por las lógicas
dominantes.
2. La metáfora del correo electrónico.

97 STEFIK, M. (2002): Soñar con Internet. Arquetipos, mitos y metáforas. Dispo-


nible en: http://www.enlaces.udec.cl/documentos/biblioteca_pedagogica/
InternetDreams.pdf Consultado: junio de 2008). (Traducción del original In-
ternet Dreams: Archetypes, Miths and Metaphores. Cambridge.MIT Press.
98 GARCÍA GUTIÉRREZ, A. (2007): Desclasificados. Pluralismo lógico y violen-
cia de la clasificación. Barcelona. Anthropos.

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Está vinculada con la necesidad del ser humano de


intercambiar pensamientos, de relacionarse con otras
personas, de ser un trabajador de la red (networker).
3. La metáfora del mercado electrónico.
Relacionada, de un modo un tanto idealista por Stefik,
con profesiones tan ancestrales como las de guerrero,
cazador, mercader o navegante. Sin duda, esta metá-
fora es la que identifica uno de los imaginarios más
potentes y decisivos sobre Internet: su capacidad para
convertirse en el principal lugar para el intercambio
de mercancías y para el flujo de los capitales financie-
ros de carácter especulativo.
4. La metáfora de los mundos digitales.
Despierta en el ser humano el arquetipo que incita a
buscar nuevas experiencias. Relacionado con la di-
mensión aventurera y exploradora del ser humano.
Esta metáfora ha sido definida por Flichy (2003)99
como parte del imaginario americano de Internet, carac-
terizado por construirse en torno a temas recurrentes
como la frontera, la comunidad y la iniciativa indi-
vidual. Unos elementos que están presentes tanto en
los relatos sobre los orígenes de los Estados Unidos
(repetidos reiteradamente en los western) como en
los nuevos discursos sobre el ciberespacio.

El mito de la democracia directa y de la participación


política en Internet
Junto a estos mitos específicos aplicables a Internet, que-
remos incorporar otro que guarda una estrecha relación con
nuestra investigación: el mito de la democracia directa y de
la participación política en Internet. La democracia, como ha
señalado David Held, parece haber sido reconocida casi uni-
versalmente como la mejor forma de gobierno justo en el mo-
mento en que su eficacia como forma de organización política
se ve cuestionada por las dinámicas inherentes al proceso de
globalización capitalista. Asistimos en la actualidad a regíme-
nes democráticos de baja intensidad en los que se ha debilita-

99 FLICHY, P. (2003), Op. Cit. Página 270.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

do el pulso democrático tanto en las instituciones como en la


ciudadanía.
Algunas de las causas más importantes que influyen en la
pérdida de legitimidad y de popularidad de la democracia son:

1. El propio proceso de globalización capitalista, que re-


duce el espacio de gestión de los poderes públicos y
democráticos para cederlo a las fuerzas del mercado.
2. La burocratización y tecnificación de la participación
en los regímenes democráticos contemporáneos, y
más específicamente en los partidos políticos.
3. La transformación que se ha producido en los modos
y lugares en que se representa la política. Los medios
de comunicación son, ahora, los nuevos parlamentos
electrónicos que imponen su lenguaje y sus códigos
de acceso a los actores sociales que quieren partici-
par en las cuestiones públicas. Los grandes grupos
multimedia hacen que el espacio público se trans-
forme en un espacio mediático (Bagdikian,1992100;
Bourdieu,1999101; Sampedro,2005102). En esta línea,
Robert McChesney (1999) plantea que, a medida que
aumenta el tamaño y el poder de los grupos globales
de comunicación, disminuye la vitalidad de la demo-
cracia y la capacidad de decisión de la ciudadanía. El
hecho de que, en la actualidad, un grupo reducido
de empresas de comunicación domine a escala mun-
dial el mercado de las telecomunicaciones tiene como
consecuencia inmediata la reducción de la pluralidad
ideológica y la disminución de la capacidad de parti-
cipación de la ciudadanía en la gestión de lo público.
4. Las mutaciones llevadas a cabo en el espíritu del ca-
pitalismo (Weber).Para Adela Cortina, el modelo de
persona que hizo posible el nacimiento de los siste-
mas democráticos entendía que los seres humanos
son, fundamentalmente, seres políticos, que se reali-
zan en plenitud cuando participan en la vida política
de su sociedad. José Antonio Zamora sugiere que el
100 BAGDIKIAN, B. (1992): The Media Monopoly. Boston. Beacon Press.
101 BOURDIEU, P. (1999): Contrafuegos. Reflexiones para servir a la resisten-
cia contra la invasión neoliberal. Barcelona. Anagrama.
102 SAMPEDRO, V. (ed.) (2005): 13-M: multitudes on line. Madrid. Los Libros
de la Catarata.

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espíritu de lucha que inspiró la conquista de las liber-


tades políticas en los albores de la Modernidad ha sido
progresivamente socavado y neutralizado por el in-
dividualismo posesivo con el que estaba emparejado
en el modelo liberal capitalista (Zamora, 2001:11). La
categoría de consumidor se impone a la de ciudada-
no, haciendo que, en el nuevo sistema social, las élites
económicas y políticas sitúen en el centro de su punto
de mira al individuo con capacidad de consumo.

En este contexto de crisis, en el que se ven envueltos ac-


tualmente los sistemas democráticos, emerge el mito de la de-
mocracia directa a través de Internet. Este relato mitológico
plantea que el nuevo dispositivo tecnológico va a servir para
hacer realidad unas formas de participación democrática que
no son posibles en el espacio de los lugares. Para algunos tec-
noutópicos como Naisbitt (1982103), con la llegada de las TIC
la democracia representativa ha cumplido su tiempo, debido a
su obsolescencia. En la misma perspectiva se sitúa el japonés
Yoneji Masuda, que llegó a plantear la necesidad de implantar
la “computopía”, esto es, una sociedad libre gracias a la im-
plantación generalizada de las computadoras, “una sociedad
sin clases, libre de un poder dominante, y cuyo núcleo social
serán las comunidades voluntarias” (Masuda,1984:172)104.
Estos autores se podrían encuadrar, junto a Tofler, Ne-
groponte o Gates, en el grupo que Winner califica como ci-
berlibertarios, cuyo elemento común radica en el hecho de
compartir “una colección de ideas que enlaza el estático entu-
siasmo por las formas de vida mediadas por la electrónica con
ideas libertarias radicales, de extrema derecha, respecto de las
propias definiciones de la libertad, la vida social, la económi-
ca y la política en los años venideros”. Este grupo se vincula
con la emergencia, en la década de los ochenta, del neolibera-
lismo, una ideología que reduce la libertad al ámbito privado
y al mercado. Nada que ver con los movimientos libertarios,
que vinculan la libertad individual con el auge del bien co-
mún, de lo público, de lo colectivo.

103 NAISBITT, J. (1982): Megatrends. Ten new directions transforming our li-
ves. New York. Warner Books.
104 MASUDA, Y. (1984): La Sociedad de la Información como sociedad pos-
industrial. Madrid. Fundesco.

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Los principales rasgos del enfoque ciberlibertario son,


para Winner:

1. Su determinismo tecnológico.
2. Una alta dosis de adaptación, para atender a los re-
querimientos de las nuevas tecnologías, sin dejar
tiempo suficiente a la reflexión.
3. El entusiasmo por la autorrealización personal en el
ciberespacio, que perciben como una liberación fren-
te a las limitaciones que imponen las estructuras so-
ciales, políticas y económicas.
4. Sus defensores no consideran que el matrimonio en-
tre el libre mercado y la tecnología digital producirá
un mundo de despiadada competencia.
5. La confianza en que la democracia florecerá en la me-
dida en que la gente use las computadoras para deba-
tir, participar en las elecciones y votar en línea105.

Además de las contradicciones apuntadas por Winner,


queremos señalar alguna más que difuminan la idea mítica
de la llegada de la democracia directa gracias a Internet. En
primer lugar, resulta difícil hablar de una extensión mundial
del sistema democrático vía Internet cuando la Red apenas
llega al 20% de la población mundial. Del mismo modo que
la democracia ateniense limitó la participación a los varones
(discriminando a las mujeres y a los esclavos), la democra-
cia digital directa dejaría fuera a 4/5 partes de la población
mundial.
En segundo lugar, Internet promete un alto grado de par-
ticipación que, tecnológicamente no es viable. En algunas ex-
periencias municipales en las que se retransmite los plenos on
line por Internet, la participación está limitada a unos pocos,
mientras la mayoría asiste pasivamente como espectadora. Y,
en tercer lugar, se presupone, como apunta Joaquín Martín
Cubas (2001)106, el interés de los internautas por las cuestiones
relacionadas con la política, cuando los estudios empíricos
sobre Internet demuestran que los navegantes están más in-

105 WINNER, L.: “Los mitos ciberlibertarios y sus prospectos para la comu-
nidad” , en Contexto Educativo (2000), nº4. Disponible en:http://contexto-
educativo.com.ar/2000/2/nota-1.htm Consultado: junio de 2008)
106 MARTÍN CUBAS, J. (2001): Democracia e Internet. Valencia. UNED.

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teresados por los temas vinculados con el ocio y el entreteni-


miento que por los temas políticos.
El trabajo de Enrique Pérez Luño (2004) ¿Ciberciudada-
ní@ o ciudadaní@.com? propone dos posibles vías de desa-
rrollo de la teledemocracia, entendida como la aplicación de
las TIC en el ámbito de la participación política de los ciuda-
danos:

− En primer lugar se encuentra lo que él denomina la


“versión débil” de la teledemocracia. Su objetivo es el
de reforzar los cauces de la representación parlamen-
taria. En esta versión, la teledemocracia no implica la
sustitución o alternativa al sistema de participación
política basado en la democracia indirecta, articulada
a través de los partidos políticos107.
− En segundo lugar, Pérez Luño propone una “versión
fuerte” de la teledemocracia, entendida como una al-
ternativa a la democracia parlamentaria. En esta ver-
sión, la mediación de los partidos políticos es susti-
tuida por la participación directa e inmediata de los
ciudadanos en los asuntos políticos108.

El nuevo escenario de posibilidades que las nuevas tec-


nologías ofrecen para el avance de la democracia directa no
esconden, para este autor, las ambigüedades de las nuevas
herramientas tecnológicas:

“Las nuevas tecnologías, sobre todo Internet, al pro-


yectarse al ámbito jurídico-político en forma de tele-
democracia, suscitan un dilema básico e ineludible,
de cuya alternativa depende el porvenir de la ciuda-
danía; en su polo positivo, pueden afirmar un nuevo
tipo de ciudadanía, una ciberciudadanía, que impli-
que un nuevo modo más auténtico, profundo e ins-
talado en los parámetros tecnológicos del presente,
para una participación política con vocación plane-
taria; pero, como contrapunto, se vislumbra un polo
negativo de estos procesos, que pueden incubar una
indeseable ciudadanía.com, cuyo titular quede de-
107 PEREZ LUÑO, Op. Cit. Página 61.
108 PEREZ LUÑO, Op. Cit. Página 67.

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gradado a mero sujeto pasivo de la manipulación de


poderes públicos y privados” (Pérez Luño, 2004:99).

Una precisa matización que muestra las dos derivas que


puede tomar la teledemocracia: la revitalización y actualiza-
ción de la participación ciudadana en los asuntos públicos o
la supeditación de la participación política a las técnicas del
marketing político, regidas por la lógica del consumo y del
mercado. Las imágenes de futuro que presentan a Internet
como el espacio de la democracia directa y de la república
electrónica (Maldonado, 1998), tienen una base real de nuevas
posibilidades para la profundización y revitalización de los
regímenes democráticos. Pero, por otra parte, estos discur-
sos ciberlibertarios - entendidos desde la clave propuesta por
Winner – refuerzan la lógica del mercado capitalista de una
progresiva y continua jibarización de lo público y lo político,
frente al progresivo aumento de lo privado y del mercado.
En síntesis, los mitos sobre Internet, como apunta Mosco
(2006:13), redundan en el “discurso de los fines”, desde una
triple perspectiva: el final de la historia, el final de la geogra-
fía y el final de la política. En línea con los planteamientos
esbozados por Daniel Bell y por Francis Fukuyama, los mitos
de Internet refuerzan, desde una perspectiva neoliberal, la ne-
gación del poder en el nuevo escenario tecnologizado, como
una estrategia dirigida a reforzar el orden social dominante.
Para superar los intentos persuasivos de este discurso mítico,
el autor de Digital Sublime apunta la necesidad de mantener
una doble mirada hacia Internet: la mirada desde la Economía
Política y la mirada desde la perspectiva cultural:

“From a political economic perspective, powerful


forces play important roles in compelling belief and
action. These forces include visionaries promising
an electronic utopia, the mass media looking for a
good story, policians wanting to be identified with
the next new thing, and businesses, public relations
firms, and advertisers eager to market the latest pro-
mise to transform life as we know it. These are, no
doubt, important forces in compelling belief and ac-
tion. However, as a cultural perspective maintains,

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Sociedad de la Información

active affirmation does not just come from external


pressure. These is something powefully compelling
about the culture of today’s communication techno-
logy, including the digital sublime, but this magnetic
power extends back in time to earlier examples of the
electrical sublime and further back to the technologi-
cal and the natural sublime. Consequently, we need
to understand political economy pressures within
the cultural context of meaninful myths that lift us
out of the day-to-day and designate us a special, per-
haps even a chosen, people” (Mosco, 2006: 181).

Mediante la articulación, en el análisis crítico, de los ele-


mentos procedentes del análisis de Internet desde una pers-
pectiva sociopolítica (el papel de los grandes corporaciones
multimedia, de los políticos y del discurso gerencial proce-
dente del mundo de los negocios) junto a los elementos de
carácter cultural, podremos ubicar las TIC fuera del discurso
de lo sublime para ver su potencial real en el escenario de lo
banal, cuando estas tecnologías han pasado a formar parte
de la vida y de las rutinas cotidianas de las personas y de las
organizaciones sociales.
Como señalan Iñaki Arzoz y Andoni Alonso (2002)109,
hace falta superar la tentación de contemplar a Internet como
la actualización de la Ciudad de Dios – imagen tomada de San
Agustín – una ciudad opuesta a la ciudad de los hombres, en
la que mora la verdad. Las tecnologías de la información, con
su envoltorio mítico, tienen los rasgos de una nueva religión,
la religión digital, cuyo propósito

Es la producción de una realidad paralela o ilu-


soria como trasunto del cielo a través de diferentes
tecnologías y cibertecnologías, que van desde la tele-
visión a la biotecnología y, especialmente, de la infor-
mática y de Internet (Alonso y Arzoz, 2002:100).

Una religión que, para estos autores, tiene sus apóstoles


misioneros (Negroponte), un Pontífice (Bill Gates), las comu-
nidades (dedicadas al juego de rol o muds) y, como no, los
109 ALONSO, A. y ARZOZ, I. (2002): La nueva Ciudad de Dios. Un juego ciber-
cultural sobre el tecno-hermetismo. Madrid. Siruela.

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herejes (seguidores de Linux), creadores de un software co-


munitario construido fuera de la lógica dominante110. Frente
al riesgo de idealizar o sublimar las bondades de las tecnolo-
gías, el reto está en investigar los procesos históricos – esto es,
su materialidad – de utilización y apropiación social por parte
de la ciudadanía, las fuerzas sociales que inciden en su desa-
rrollo y los imaginarios que orientan sus evoluciones futuras.

110 ALONSO Y ARZOZ, Op. Cit, páginas 100-112.

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Asociacionismo, ONG
y Movimientos Sociales
Asociacionismo y Tercer Sector
El nombre de Theodore Levitt aparece estrechamente
unido al origen del concepto de Tercer Sector. En un libro que
data de 19731, el profesor de Harvard reivindica la posibilidad
de que las organizaciones de voluntariado impulsen proyec-
tos que ni la iniciativa privada ni los gobiernos hacen, o al
menos no lo realizan de modo conveniente. Una década más
tarde, el propio Levitt será el autor de un artículo2 pione-
ro en la utilización del término globalización aplicado a los
mercados mundiales. Podemos preguntarnos, entonces, si no
será algo más que una mera coincidencia el hecho de que en
el discurso de Levitt aparezcan unidas las reflexiones a favor
de una globalización de los mercados con el auge de un nue-
va modalidad de intervención social impulsada por el Tercer
Sector. Esto es, si la aparición de nuevas formas de organizar
la acción social está relacionada con la nueva fase del sistema
capitalista que se inaugura con la globalización.
Para nuestro análisis, esta vinculación puede ofrecernos
una interesante pista de investigación – que vamos a expo-
ner en el presente capítulo – para reconstruir la genealogía
de este término. No es casual que, en plena crisis de lo que
se ha venido en denominar el Estado del Bienestar, el creci-
miento del Tercer Sector coincida en el tiempo con la progre-
siva reducción de las políticas sociales de los gobiernos donde
1 LEVITT, T. (1973): The Third Sector. News tactics for a responsive society. Ma-
con Press. New York.
2 LEVITT, T. (1983): “The Globalization of the Markets”, en Harvard Business
Review, pp. 49-64.

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el Estado del Bienestar estaba mínimamente consolidado. El


auge del Tercer Sector coincide, asimismo, con la crisis de las
organizaciones políticas clásicas – partidos y sindicatos de
clase – y con la emergencia de los nuevos movimientos socia-
les. Probablemente, sólo desde una mirada holística hacia las
relaciones existentes entre el Tercer Sector, los movimientos
sociales, la globalización y el Estado del Bienestar, podremos
profundizar en el nuevo rol que desempeñan las organizacio-
nes ciudadanas en el nuevo contexto social.

El nacimiento del Tercer Sector


El nombre de Marc Nerfin aparece estrechamente unido a
los orígenes del Tercer Sector. Los ecos suscitados por el tercer
estado de la Revolución Francesa – el lugar ocupado por los
sectores populares – inspiran a este autor, en la década de los
setenta, para la formulación de otro desarrollo humano que
parta de las necesidades reales de la población y que otorgue
la voz a los ciudadanos en la gestión de las cuestiones públi-
cas3. Nerfin actuó como asesor de Maurice Strong en la Cum-
bre de Estocolmo sobre el Medio Ambiente Humano (1972),
en una conferencia que se caracterizó por ser la primera vez
que se articulaba la participación activa del Tercer Sistema.
En la terminología de Nerfin, el Primer Sistema es el príncipe
(los gobiernos), el Segundo Sistema es el mercader (el sector
privado, las empresas) y el Tercer Sistema es el ciudadano (la
gente, la ciudadanía activa)4.
Para Antonio Gutiérrez Resa (1997), el Tercer Sector (TS)
es un término que empieza a utilizarse en Norteamérica en
la década de los setenta, y que más tarde se irá extendiendo
por otros países. Uno de sus divulgadores será Amitai Etzio-
ni, consejero del presidente de los EE.UU. Carter a finales de
los setenta y experto en proyectos tecnológicos comunitarios.
En una línea similar, Gregorio Rodríguez Cabrero (1996) es-
tablece el año 1975 como el momento histórico en el que, en
el contexto estadounidense, se puede hablar de un antes y un
después en el reconocimiento del papel social de las Entida-
3 Nerfin, M. (1977) (ed.): Another Development. Approaches and Strategies.
Fundación Dag Hammerskjold. Uppsala.
4 NERFIN, M. (1988): Ni príncipe ni mercader, ciudadano. Socialismo y Partici-
pación. Lima.

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

des No Lucrativas (ENL). En esa fecha se publica el informe


de la Comisión Filer, en el que se les reconoce a estar organi-
zaciones su independencia respecto al sector público y priva-
do, así como su relevancia económica. Como consecuencia de
este informe nace una organización privada – Independent
Sector - para promover y representar los intereses del Tercer
Sector, y se produce la apertura del campo académico a estas
temáticas5.
Otros teóricos plantean un doble origen del Tercer Sector.
Junto al ya señalado, se sitúa el nacimiento del TS como un fe-
nómeno que surge estrechamente conectado a la crisis del Es-
tado del Bienestar que se empieza a percibir desde mediados
de los setenta en el contexto europeo. Para Demetrio Casado
(2003)6, el término se introduce en España en la década de los
ochenta, a través de la obra del italiano Ugo Ascoli7. Para Ca-
sado, el TS tiene un sentido económico y dialéctico, esto es, de
afirmación de un agente colectivo de producción alternativo
al mercantil y al estatal.

Una mirada relacional al Tercer Sector


Aunque no son plenamente equivalentes algunas de las
terminologías utilizadas – Tercer Sistema, Tercer Sector, ONL
(Organizaciones No Lucrativas), Organizaciones Non Profit -
todas ellas remiten a unas prácticas y a unas entidades situa-
das entre el Mercado y el Estado. Joaquín García Roca (1996)
propone la superación de una visión fragmentada de los tres
actores – los nerfinianos Príncipe, Mercader y Ciudadano - y
de los tres territorios, para caminar hacia una visión relacional
del Tercer Sector. Para ello, lo analiza desde tres conceptos: el
ambiente, la fisonomía y los flujos:

− El ambiente, en el plano socioeconómico, se traduce en


un progresivo aumento del fenómeno de la exclusión
social. En el plano político, hay un nuevo panorama
5 Rodríguez Cabrero, G. (2003) (coord.): Las entidades voluntarias de acción
social en España. Informe General. Fundación Foessa, Madrid, página 18.
6 CASADO, D. : Delimitación del sector voluntario de objeto social en España”,
en RODRÍGUEZ CABRERO, G. (coord.) (2003): Las entidades voluntarias de
acción social en España. Informe general. Fundación Foessa. Madrid.
7 ASCOLI, U. : Estado del Bienestar y acción voluntaria, en REIS, nº 38 (1987),
pp. 119-162.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

marcado por la reducción del espacio del Estado so-


cial y por la emergencia de nuevos actores sociales. Y,
en el ambiente cultural, germina un nuevo modo de
producción de lo personal, en el que el TS aporta, en
la acción social, un plus de encuentro interpersonal y
de comunicación que no tienen los otros actores.
− En el esquema de García Roca, el segundo elemento a
observar es la fisonomía. Para él, “cada escenario que
compone la geografía social está sostenido por una
lógica, diferente e irreductible, y sustentado por có-
digos que configuran su fisonomía propia, una racio-
nalidad distinta, que imprime reglas y valores dife-
renciados y lleva a operar desde matrices diferentes”
(García Roca, 1996:24). El TS se rige, en su fisonomía
interna, por la lógica del don, caracterizada por la ac-
tivación de las relaciones personales y por el fenó-
meno de la gratuidad. Se estructura como alianza, se
sostiene sobre estrategias cooperativas y tiene su base
moral sobre los sentimientos de solidaridad y ayuda
mutua8. Es una lógica que se ejerce para distribuir
ciertos bienes sociales, caracterizados por la proximi-
dad, la comunicación y la personalización9. Por otra
parte, en el caso del Mercado, la lógica que rige su
funcionamiento es la lógica del intercambio, estructu-
rada sobre la negociación contractual y regulada por
acuerdos o convenios. En estos espacios mercantiles,
la persona es comprador o vendedor, en unas organi-
zaciones orientadas al lucro10. Finalmente, en el Esta-
do, la lógica que rige es la lógica del derecho. A partir
de ella se crean los espacios administrados, que se
estructuran como función reguladora y distribuido-
ra. De este modo, “el Estado representa, en la política
social, las garantías jurídicas frente a los riesgos, la
garantía de un mínimo universalizable, la redistribu-
ción por la vía fiscal y, en general, la legislación sobre
los derechos sociales” (García Roca, 1994:107).

8 GARCÍA ROCA, J. (1996), página 24.


9 GARCÍA ROCA, J. (1994): Solidaridad y voluntariado. Santander. Sal Terrae.
página 106.
10 GARCÍA ROCA, J. (1996) página 25.

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

− Finalmente, el tercer concepto para el análisis del Ter-


cer Sector es el de flujo. A partir de una concepción
relacional del TS, el objetivo de las organizaciones so-
lidarias no pasa tanto por construir fortalezas de pu-
rismo, aisladas de los otros escenarios y actores, para
evitar la contaminación. Desde esta mirada relacional
se propone una interrelación de la que surgen varios
modelos de flujos: de contraposición, de coloniza-
ción y de sinergia. En la lógica de la contraposición
se propugna que cada uno de los espacios crezca a
costa del otro, que cristalice en territorios antagóni-
cos, desarrolle lógicas opuestas y genere enconadas
competencias11. En segundo lugar, la lógica de la co-
lonización es la relación que se basa en el poder que
cada escenario social tiene de dominar a los otros a
través del imaginario social. Aunque este autor plan-
tea la posibilidad teórica de que cualquiera de los tres
(Mercado, Estado, Tercer Sector) colonice a los demás,
en el ámbito macrosocial se constata hoy un predomi-
nio de la colonización por parte del mercado hacia
los otros dos espacios. Una colonización que, como
veremos, tiene una clara manifestación en el plano de
la comunicación. En tercer lugar, la lógica de la siner-
gia permite el establecimiento de unos flujos basados
en la construcción de unas políticas sociales que reco-
nozcan e impulsen los tres vectores, de modo que se
llegue a un enriquecimiento mutuo12.

Definiciones del Tercer Sector


Una vez visto el concepto de Tercer Sector desde una
concepción relacional, pasamos a analizar algunas de las nu-
merosas definiciones que se han elaborado sobre él. Para Gu-
tiérrez Resa (1997) el TS está formado por

Organizaciones formales no estatales que deci-


den por sí mismas, no pertenecen al mercado, cuen-
tan mayoritariamente con voluntarios, actúan en

11 GARCÍA ROCA, J. (1996), Op. Cit. Página 29.


12 GARCÍA ROCA, J. (1996), Op. Cit. página 32.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

beneficio de los demás sin que haya compensación


formal y disponen de medios económicos donados
por otros (cuotas, donaciones, subvenciones) además
de los ingresos que puedan generar con sus servicios
(Gutiérrez Resa, 1997:224).

Por otra parte, Rodríguez Cabrero (1996) remite, en su


definición, al trabajo de construcción teórica sobre las ENL
(Entidades No Lucrativas) o Tercer Sector elaborado por la
Universidad John Hopkins, en un estudio internacional sobre
el estado de la cuestión en diferentes países13. Su definición de
Sector No Lucrativo contiene cinco rasgos básicos:

1. Organización formal.
Se requiere una organización donde haya unos objeti-
vos generales, en la que los recursos estén destinados
a conseguir dichos objetivos. La mayor parte adoptan
una fórmula jurídica específica para regular dichas
organizaciones (por ejemplo, la forma de asociación
o fundación).
2. Privada.
Esto implica que, jurídicamente, no estén relaciona-
das con la Administración Pública y, por tanto, no
pueden estar regidas por el derecho administrativo.
Se excluye a aquellas entidades cuyos presupuestos
son aprobados por el Gobierno.
3. No pueden distribuir los beneficios.
Las ENL sí pueden generar beneficios, pero no los
pueden distribuir entre sus patronos, directivos y
personal. El objetivo principal de estas entidades no
es el de obtener beneficios, sino el de generar la máxi-
ma utilidad social de sus recursos.
4. Están gobernadas autónomamente.
Las ENL tienen que disponer de sus propios órganos
de gobierno, y no estar controladas por entidades ex-
teriores.
5. Altruista.

13 SALAMON, L.M. y ANHEIR, H.K. (1992): “Towards an understanding of the


international nonprofit sector”. The John Hopkins Comparative Nonprofit
Sector Proyect.

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

La organización debe tener algún grado de partici-


pación voluntaria, bien porque la entidad canaliza el
trabajo del voluntario, porque la gestión de la vida de
la organización se hace de forma voluntaria, o porque
el objetivo de su existencia está marcado por el interés
general.

Las definiciones a las que nos hemos remitido requieren


de una mayor concreción y de una revisión diacrónica, para
poder analizar las evoluciones que ha ido teniendo el TS en
relación con las necesidades del sistema capitalista, con la re-
ducción del Estado del Bienestar y con la maduración y desa-
rrollo de sus potencialidades.

Evolución del asociacionismo en España


Tras la necesaria contextualización del Tercer Sector que
hemos ido llevando a cabo en las páginas precedentes, pasa-
mos a continuación a reconstruir diacrónicamente una clasifi-
cación sobre el movimiento asociativo en España. Nos interesa
centrar la atención en el asociacionismo, en la medida en que
se trata de la fórmula organizativa voluntaria más extendida
en nuestro país.

Años 60
Con el fin de acotar temporalmente el análisis, vamos a
partir de la situación existente a finales de esta década. En
el plano legal, el asociacionismo queda reconocido mediante
la Ley de 1964, aunque con los evidentes tintes paternalistas
y autoritarios que se puede suponer a una legislación sobre
participación ciudadana elaborada en el marco de un régimen
dictatorial. La realidad marchaba muy por delante de la ley;
en aquélla época existía un rico y diverso entramado de or-
ganizaciones antifranquistas y clandestinas de diversa índole
– partidos, sindicatos, editoriales, centros culturales – de los
que participará el incipiente movimiento asociativo. La dé-
cada del desarrollismo permite observar algunos elementos
estructurales que permiten tal nacimiento:

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

− El desarrollo urbano generado por el crecimiento


económico y los movimientos migratorios intrape-
ninsulares que se generan en el país. La transición de
una España rural a otra incipientemente urbana es un
elemento decisivo a tener en cuenta a la hora de testi-
ficar el nacimiento de un movimiento asociativo que
responde a las limitaciones (falta de infraestructuras
básicas como viviendas, dotación de equipamientos
urbanos, recursos culturales) y a las potencialidades
(emergencia de actores colectivos y de sujetos políti-
cos) de tal proceso.
− En segundo lugar, siguiendo a Tomás Rodríguez Vi-
llasante (1991:8-9), podemos observar una triple crisis
ideológico/cultural durante este periodo:

a) Una crisis relacionada con la Iglesia Católica en


torno al Concilio Vaticano II, los curas obreros y
la Teología de la Liberación. Se evidencia, en esta
década, un proceso incipiente de renovación de
la Iglesia Católica, que tendrá sus implicaciones
políticas, sociales y culturales. El aggiornamiento y
la mirada esperanzada al mundo del Concilio Va-
ticano II, la relación entre cristianismo y mundo
obrero potenciada práctica y teóricamente por un
amplio y diverso entramado de organizaciones,
y la irrenunciable opción por los pobres del cris-
tianismo, formulada por la Teología de la Libe-
ración en la Conferencia de Medellín (1968) son
elementos dinamizadores de una presencia acti-
va de los cristianos en las mediaciones políticas
y asociativas laicas de la época, sin los que no es
posible reconstruir una historia del movimiento
asociativo en España que sea fiel a la realidad.
b) La crisis del marxismo. Sobre la crisis del mar-
xismo, plantea Rodríguez Villasante que repercu-
tirá en la formación de numerosos grupos radi-
cales en los barrios, que pretenden encontrar una
línea correcta para el proceso revolucionario des-
de sus condiciones concretas. La crisis de Hun-
gría (1956), la revolución cultural China y la prima-

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

vera de Praga marcan distintas etapas del proceso


de crisis y renovación de un marxismo que está
activamente presente en los movimientos barria-
les y vecinales españoles de la época14.
c) La crisis cultural de mayo del 68 en París. Las
revueltas de mayo del 68 tendrán una influencia
menor en el contexto español, aunque servirán
como referente para la demanda de algunas cues-
tiones fundamentales del movimiento asociativo:
la crítica antiautoritaria y antipatriarcal, la poli-
tización de la vida cotidiana, el cuestionamiento
del proletariado como único sujeto revoluciona-
rio, la importancia de lo cultural, la importancia
de la subjetividad y el deseo en las prácticas so-
ciales, la renovación de las estructuras organiza-
tivas y de los repertorios de acción, etc.

Años 70
En esta década se produce lo que Rodríguez Cabrero ca-
lifica como la fase emergente del sector voluntario en Espa-
ña. Para Pablo Navajo, se trata de una década marcada por la
evolución llevada a cabo por el movimiento ciudadano, que
le llevó de la promoción de luchas defensivas a reivindicacio-
nes relacionadas con la calidad de vida15. El tardofranquismo
viene marcado por unos crecientes niveles de participación
social por parte de la ciudadanía en una diversidad de espa-
cios sociales, entre los que se encuentran los barrios. En ellos
comienzan a surgir, desde principios de los setenta, organis-
mos clandestinos de coordinación denominados “Comisiones
Juveniles”, “Comisiones Obreras de Barrio” o “Plataformas
de Barrio” (Rodríquez Villasante, 1991) desde los que se im-
pulsan numerosas iniciativas.
La muerte de Franco (1975), la constitución de los prime-
ros ayuntamientos democráticos y el inicio de la transición a

14 Organizaciones como la ORT (Organización Revolucionaria de Trabajadores),


BR (Bandera Roja), FLP (Frente de Liberación Popular), LCR (Liga Comunista
Revolucionaria), MC (Movimiento Comunista), además del PCE (Partido Co-
munista de España), son algunos ejemplos ilustrativos de esta presencia.
15 NAVAJO, P. : “Evolución del asociacionismo en España”, en www.iniciativaso-
cial.net (Consultado en septiembre de 2008).

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

la democracia son acontecimientos y procesos sociales que su-


pondrán la consolidación – y cooptación – de un movimiento
ciudadano y vecinal que desempeñó un papel fundamental
en este periodo histórico. En el año 1977, se producirá una
legalización masiva de muchas de las asociaciones que estu-
vieron activas en la época. Se pasó de 3.769 asociaciones regis-
tradas en 1976 a 6.810 en 1977, y a 7.990 en 197816.

Años 80
En esta década comienza la fase de consolidación del
sector voluntario. Los nuevos ritmos del sector social exigen
consolidar los objetivos reivindicativos bajo formas estables
de organización como son las asociaciones, que con escasos
medios económicos y humanos afrontan el reto de la estabili-
dad y la permanencia (Rodríguez Cabrero,2003:362).
La constitución de las primeras corporaciones munici-
pales supusieron un momento de crisis para el movimiento
ciudadano y asociativo (Castells, 198617;IOE, 198518; Urrutia,
198619 y Rodríguez Villasante,1991) por lo que tuvo de trasva-
se de líderes vecinales hacia la administración y de pérdida de
objetivos revolucionarios. Algunos de los rasgos que caracte-
rizan este primer periodo de desarticulación y crisis del mo-
vimiento asociativo en la década de los 80 han sido apuntados
por Tomás Alberich: abandono de las asociaciones por parte
de los “cuadros” que se van a la Administración, trabajo por
objetivos políticos inmediatos, falta de reconocimiento públi-
co y de interés hacia el asociacionismo, desconfianza radical
ante todo el poder público, etc20.
La salida a la crisis lleva a un periodo de consolidación
del movimiento asociativo español. Son los años del trabajo
concreto en muchos barrios, a partir del cual surgen múltiples
iniciativas de base. Desde el punto de vista de la elaboración
teórica, se realiza un análisis interno de los movimientos po-
pulares (sociología de lo micro, antropología, redes sociales,
16 DEL CAMPO, S. (dir.) (1994): Tendencias sociales en España (1960-1990).Fun-
dación BBVA. Madrid.
17 CASTELLS, M. (1986): La ciudad y las masas. Madrid. Alianza.
18 Colectivo IOE (1985): Participación ciudadana y urbanismo. Madrid. IOÉ.
19 URRUTIA, V. (1986): El movimiento vecinal en el Área Metropolitana de Bil-
bao. Bilbao. Instituto Vasco de Administración Pública.
20 ALBERICH, T. : La crisis de los movimientos sociales y el asociacionismo de
los años noventa, en Documentación Social, nº 90 (1993), pp. 101-114.

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

socioanálisis, etc.) en línea con las tendencias seguidas en


otros países (Rodríguez Villasante, 1991).

Años 90

Son los años de la expansión del sector asociativo. En


este periodo se produce un nuevo crecimiento significativo
de las asociaciones en el contexto español. Según datos de la
Fundación Encuentro (1996) se pasa de 113.065 asociaciones
registradas en 1990 a 206.363 en 1995. Para Rodríguez Cabrero
(2003) son los años de la consolidación de un modelo mixto
en la producción del bienestar, en el que las entidades socia-
les ganan peso como prestadoras de servicios públicos. Es la
época de la proliferación de las subvenciones y de la firma
de conciertos de colaboración. Se hacen patentes las contra-
dicciones que el discurso gerencialista introduce en el campo
asociativo. Se consolidan las tendencias marcadas ya desde
finales de la década anterior:

“Las entidades se abren camino entre una pérdi-


da real de participación colectiva (debilitamiento de
la base social asociativa), las presiones competitivas
del mercado, sobre todo en términos ideológicos, y
las exigencias formales y organizativas por parte del
Estado en el proceso de descentralización del Bienes-
tar. La resultante es que se produce un desplazamien-
to desde la movilización hacia la profesionalización
organizativa de las entidades. El encuentro entre el
espacio no lucrativo y el espacio de mercado, sobre
el fondo real de la dependencia financiera de los re-
cursos públicos de la gran mayoría de las entidades,
conlleva la búsqueda de status social y económico a
través de la adopción de diferentes formas de profe-
sionalización, en muchos casos sin referente social”
(Rodríguez Cabrero y Ortí,1996:132).

Se trata, por lo tanto, de una eclosión asociativa, que es


fruto más de factores exógenos a la sociedad civil (crisis del
Estado del Bienestar y necesidades del mercado) que de fac-
tores endógenos (movilizaciones sociales, madurez del teji-

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

do asociativo, procesos contestatarios ciudadanos, etc.). Este


recorrido histórico llega, para Rodríguez Cabrero (2003) a la
actual fase de institucionalización. Crece la privatización del
Estado del Bienestar y la competencia de la empresa privada,
lo que fuerza al sector voluntario a buscar su “valor añadido”.
Se consolida la dimensión institucional, como interlocutor de
las administraciones.

Una clasificación posible de las asociaciones españolas


Además del criterio relativo al ámbito de actuación, las
asociaciones voluntarias son susceptibles de ordenarse en
función de un listado tan amplio, diverso – y cuestionable -
de variables que recuerda a aquella clasificación imaginaria
de la enciclopedia china de Jorge Luis Borges, en la que se
proponía una división de los animales en: a) pertenecientes
al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones,
e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta
clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k)
dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcéte-
ra, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen
moscas21.
Aquí destacamos dos clasificaciones que permiten ma-
pear una realidad construida en torno a las variables que
hemos ido exponiendo en el capítulo. La primera de ellas, ela-
borada por Turner (1999)22:

1. Modelo de caridad. Sostenidas por iglesias bajo un


esquema de patronazgo.
2. Modelo de Estado de Bienestar. Reguladas por los
procedimientos y reglas del propio Estado.
3. Modelo activista. Sustentado en valores comunitarios
de cooperación solidaria y en un discurso progresis-
ta.
4. Modelo de mercado filantrópico. Sujeto a los valores
de la competencia por la búsqueda de fondos.

21 BORGES, J.L. (1960): El idioma analítico de John Wilkins, en su obra Otras


Inquisiciones. Emecé. Buenos Aires, pp. 123-132.
22 Citado en VIZER, E. (2002): Metodología de intervención en la práctica comu-
nitaria: investigación-acción, capital y cultivo social, en www.comminit.com
(consultado en septiembre de 2008).

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

Esta clasificación admite combinaciones y síntesis entre


los distintos grupos (por ejemplo, es posible que en la práctica
se den asociaciones sostenidas por iglesias que impulsen va-
lores comunitarios de cooperación solidaria). Los cuatro gru-
pos recuerdan, de algún modo, la evolución diacrónica que se
ha ido produciendo desde el siglo XX hasta nuestros días, en
aquellos modelos que se han ido convirtiendo en los paradig-
máticos en cada etapa histórica. Si en los años cincuenta pri-
maba el modelo de caridad, y bajo el influjo sesentayochista
el modelo activista era el emergente, en nuestros días nos en-
contramos con la activa influencia del modelo mercantilista-
gerencialista.
Otra clasificación, impulsada por uno de los equipos
de investigación que han marcado las pautas en el contexto
español23, propone una división en los siguientes tipos de
asociacionismo: reivindicativo, comunitario, asistencial, orga-
nizativo y burocrático.
El primer tipo de asociacionismo, el reivindicativo, “re-
presenta la máxima idealización del pasado y la máxima
denegación del presente institucionalizado de las asocia-
ciones” (Rodríguez Cabrero y Ortí, 1996:146). Se produce
en él una evaporación de las condiciones históricas en las
que surge y evoluciona el movimiento asociativo. Muestra
recelos a una coordinación con el Estado, del que quieren
tomar distancia para mantener un importante grado de au-
tonomía.
En el extremo opuesto, el asociacionismo burocrático
representa los niveles más bajos de participación y de mo-
vilización. Su visión del asociacionismo se traduce en una
ampliación de los criterios de rentabilidad, en la gestión del
voluntariado como una mercancía, y en la búsqueda de con-
ciertos y contratos con el Estado.

23 Nos referimos a los trabajos coordinados por Gregorio Rodríguez Cabrero a


los que estamos haciendo cumplida y obligada referencia en este trabajo.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

Estratificación de modelos asociativos


1 Movimiento social de presión y crítica.
Campo de lo
Asociacionismo Denegación del Estado.
reivindicativo
reivindicativo Idealización de la sociedad civil

Movimiento asociativo autónomo y


2
complementario con el Estado. Campo de lo
Asociacionismo
Funciones de reivindicación y gestión de simbólico
comunitario
servicios.

Movimiento asociativo autónomo y


3
complementario con el Estado. Campo de la
Asociacionismo
Funciones de reivindicación y gestión de representación
asistencial
servicios.

Movimiento asociativo autónomo y


4
complementario con el Estado. Campo de la
Asociacionismo
Función de gestión de servicios abierta a la organización
organizativo
función de promoción.

Asociacionismo orientado al mercado.


5
Empresas de servicios. Campo de la
Asociacionismo
Función de privatización y rentabilidad eficiencia.
burocrático
económica

Reelaboración a partir de Rodríguez Cabrero, G. y Ortí, A. (1996): “Institu-


cionalización del sector asociativo en España: estratificación motivacional
e ideológica y diferenciación y complementariedad entre sector público y
entidades sociales”, en RODRIGUEZ CABRERO, G. (coord.) : Las entidades
voluntarias en España. Ministerio de Asuntos Sociales.Madrid, página 164.

El segundo lugar de la escala lo ocupa el asociacionismo


comunitario, en el que participan unos gestores semiprofesio-
nales junto a un nutrido grupo de voluntarios. En este mode-
lo, aunque se presten servicios, se pone más el acento en los
aspectos reivindicativos (hacia fuera de la organización) y en
los participativos (hacia dentro de ella).
A este modelo le sigue el asociacionismo asistencial, en el
que los profesionales coordinan la representación de los vo-
luntarios. Este es un modelo intermedio entre el anterior (en
el que tenía más peso la reivindicación que la prestación de
servicios) y el siguiente, en el que se invierte este equilibrio
entre ambos factores. En cuarto lugar, en el asociacionismo
organizativo, la estructura motivacional se orienta al predo-

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

minio de los profesionales o gestores. Los cuatro principios


que regulan su actividad son (Rodríguez Cabrero y Ortí,
1996:151):

− El principio de realismo, según el cual la reestructu-


ración del Estado del Bienestar lleva a que las asocia-
ciones presten servicios.
− El principio de eficacia.
− El principio de especialización, que conduce a unas
asociaciones hacia la reivindicación y a otras hacia la
prestación de servicios.
− El principio de la división funcional de tareas entre
los cuadros directivos y los afectados.

Al igual que en la taxonomía anterior, releemos el paso


del primer modelo al último como una involución que guar-
da relación con el proceso llevado a cabo históricamente por
el asociacionismo español, desde el tardofranquismo hasta
el capitalismo informacional y global de principios del siglo
XXI. También se puede releer esta clasificación como el proce-
so llevado a cabo en muchas asociaciones, fundadas a partir
de una movilización social de protesta, y que con el tiempo se
han convertido en el lugar de trabajo asalariado de un grupo
de voluntarios que reconvierten el espacio asociativo en una
empresa social camuflada exterior y jurídicamente, pero aná-
loga en su función, estructura y método de gestión respecto a
la empresa privada.

La mercantilización del Tercer Sector


Detrás de la filosofía de la mercantilización se pueden
detectar los síntomas de disolución de la comunidad apun-
tados por Bauman en Modernidad Líquida (2001) y en sus
obras posteriores. En continuidad con las tesis de Marx y En-
gels, Bauman plantea que el capitalismo moderno ha fundido
todos los sólidos, aquello que parecía inmutable, los vínculos
que unían al individuo con las estructuras sociales. Se han
sometido a disolución las estructuras de comunicación y de
coordinación entre las políticas de la vida individuales y las
acciones políticas colectivas. Por eso, ahora, la fluidez y la

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

liquidez son metáforas oportunas con las que referirse a la


debilidad o ausencia de los lazos sociales. Uno de los prime-
ros sólidos en derretirse han sido las comunidades, en sentido
colectivo.
Podemos preguntarnos por las repercusiones que estas
mutaciones tienen sobre el Tercer Sector. Parece, en una pri-
mera impresión, que este ambiente que venimos de esbozar
guarda una estrecha relación con las nuevas formas en que
las personas perciben sus problemas sociales y sus posibles
respuestas. Se produce lo que Ulrich Beck define como “la in-
dividualización de los problemas sociales”. Se rompe el com-
promiso social que la colectividad tiene con los sujetos, y se
interiorizan los problemas sociales en clave de culpa perso-
nal – “si estoy desempleado es por mi culpa” -. Asimismo, se
pierden del horizonte personal el nivel político de las trans-
formaciones sociales, la necesidad de buscar respuestas colec-
tivas a problemas colectivos. Bajo este prisma, “los problemas
se sufren y se solucionan en solitario, y son igualmente inade-
cuados para acumularse en una comunidad de intereses que
busca soluciones colectivas a problemas individuales” (Bau-
man, 2003: 102).
Esta individualización se traslada también al campo de
la intervención social, a través de las organizaciones sociovo-
luntarias del Tercer Sector. Varios autores han insistido en los
últimos tiempos en este aspecto característico de la acción al-
truista contemporánea. Para Angel Zurdo (2003), la tendencia
a la individualización se manifiesta, en el plano organizativo –
al estructurar las acciones cada vez más en torno a individuos
y no alrededor de proyectos colectivos- en la instrumentaliza-
ción del voluntario como fuerza de trabajo que cubre puestos
individuales y, en definitiva, en el carácter de simulacro que
tiene lo grupal, debido a la ausencia estructural de la acción
colectiva (Zurdo,2003:219).
Habría una dimensión más de la mercantilización de las
relaciones sociales y de las entidades solidarias, entendida
esta vez como la subsunción de la acción voluntaria por la
lógica mercantil. El carácter económico que desde el principio
ha tenido el término “Tercer Sector” da una vuelta de tuerca
más en el discurso neoliberal, para hacer que las organizacio-
nes voluntarias funcionen como prestadoras de servicios. Uno
de los autores de mayor relevancia que desde un principio ha

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

vinculado el Tercer Sector con su vertiente económica – como


nuevo yacimiento de empleo - ha sido Jeremy Rifkin. En su
conocida obra El fin del trabajo (1996)24 analiza las transforma-
ciones ocurridas en el seno del capitalismo global (modos de
gestión postfordistas, introducción de las nuevas tecnologías)
que para él son la causa del aumento del desempleo. Uno de
los lugares en los que reubicar a los antiguos trabajadores y a
los nuevos desempleados será el Tercer Sector.
En los análisis del que fuera asesor personal de Clinton
no se ponen en cuestión los fundamentos del capitalismo
neoliberal. Más bien, se entiende el Tercer Sector como una
corrección parcial, que no trastoca los fundamentos del siste-
ma económico. Antonio Antón (1999)25, al analizar los plan-
teamientos de Rifkin, descubre que éste, en el fondo, asume
los principios de la racionalidad económica y de la competiti-
vidad como motor de desarrollo y legitima la actual división
del trabajo y el proceso de desmantelamiento del Estado del
Bienestar. Rifkin presenta al Tercer Sector como la solución
mágica para la absorción de los puestos de trabajo que so-
bran, o no se generan, en el sector público, con la ventaja de
que en el TS se paga menos por más trabajo; además, plantea
un retorno idealizante a un modelo de solidaridad espontá-
neo, anterior en el tiempo y mejor -desde su perspectiva- al
que desempeña el Estado.
Otra tendencia de gran influencia en el TS, que también lo
arrastra hacia la lógica de prestación de servicios, es el discur-
so del management. Bajo este prisma, el TS tiene que mejorar
su gestión, hacerla profesional, aprender del modo en que se
gestionan las organizaciones y las actividades en el mercado.
Desde este enfoque, no se entra a analizar la cuota de gestión
que el capitalismo global cede al sector voluntario. Las teorías
de los grandes gurús de la gestión, como Peter Druker, ate-
rrizan en el Tercer Sector. Hay, al menos, tres elementos de su
concepción de la gestión que, desde nuestra perspectiva, son
susceptibles de crítica:

24 RIFKIN, J. (1996): El fin del trabajo. México. Paidós.


25 ANTÓN, A.: Ante la crisis del trabajo, en Cuadernos de Materiales, nº 9
(1999). Disponible en http://www.uam.es/personal_pdi/economicas/aan-
ton/publicacion/articulos/trabajocrisis-ucm.htm (Consultado en septiembre
de 2008).

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

− Por un lado, el matrimonio que propone entre inte-


lectuales y expertos en gestión, una relación en la que
los primeros se reconvierten en función de las necesi-
dades y cosmovisiones de los segundos. Se busca un
intelectual y un conocimiento que sean funcionales a
las necesidades del mercado, abandonando, de este
modo, cualquier intento de ejercer la función crítica;
para Drucker, el intelectual tiene que ser lo que Bor-
dieu calificaba como intelectuales negativos, aquellos
que están al servicio del poder político, económico y
mediático.
− Un segundo eje de su pensamiento pasa por el ata-
que sistemático hacia el papel que el Estado ejerce en
la sociedad. Druker propone la libertad individual y
la actitud rebelde contra la regulación y la interven-
ción estatal, y propone una apertura acrítica hacia los
planteamientos del mercado.
− En tercer lugar, y en conexión con los discursos de los
utopistas conservadores, Drucker vaticina el adve-
nimiento de una sociedad en la que el conocimiento
sustituye a otros factores de producción que eran en
otras épocas la piedra angular del sistema económi-
co. En clara continuidad con los postulados de Daniel
Bell, la nueva sociedad es para él postindustrial, post-
capitalista y postideológica. Anuncia la llegada de un
nuevo mundo en el que lo único que parece cambiar
es la orientación capitalista de la economía y del con-
junto de la vida social. Se produce un cambio, pero no
para sustituir al sistema hegemónico, sino más bien
para radicalizar La Gran Transformación (1944)26 que
estudió Karl Polanyi a mediados del siglo pasado.

No es difícil encontrar rastros de este discurso de la ges-


tión profesional en el Tercer Sector. Rafael Prieto Lacaci (1998,
2002) apunta en sus análisis la asimilación de los esquemas de
funcionamiento de muchas organizaciones sociales a los de
cualquier empresa de servicios. Aunque se trate de organiza-
ciones sin ánimo de lucro – al menos teóricamente – sus lógi-
cas de funcionamiento están, en muchas ocasiones, cercanas a
26 POLANYI, Karl (1944): La gran transformación. Crítica del liberalismo econó-
mico. Madrid. La Piqueta.

126

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

las de cualquier empresa. Como apunta García Roca (2001) en


referencia al TS, lo que estaba llamado a ser un movimiento
social se ha convertido en una empresa de servicios, de modo
que

[En las asociaciones] ...”se juntan para ser eficaces


y para lograr objetivos, pero no comparten historias
ni sentidos; son lazos meramente contractuales: todas
sus conexiones son meras “amistades mercantiles” de
carácter funcional. No proporcionan vía alguna para
formular las convicciones que les mantienen juntos
como personas y les unen en una comunidad. No
interesa la comunidad de sentido, sino únicamente
la competitividad. Lo cual explica la gran movilidad
dentro del voluntariado: cambian constantemente,
se unen y desunen, se forman grupos y se abando-
nan...” (García Roca, 2001:75-76).

El Tercer Sector, devorado por la lógica mercantil propia


de las empresas de servicios, prescinde de aquellos aspectos
que no cotizan en el mercado, al no ser fácilmente sometibles
el criterio de la rentabilidad a corto plazo y de la eficiencia:
compartir historias y sentidos, construir comunidad y teji-
do social, son tareas lentas y costosas que, además, tienen el
riesgo de convertirse en granos de arena que provoquen con-
tradicciones en el engranaje mercantil de las asociaciones, al
cuestionar las lógicas economicistas y gestionistas a las que se
ven sometidas estas organizaciones.
La sutileza y sofisticación del discurso gerencialista se
manifiesta también en el significado ambiguo que se le da a
términos como participación y compromiso, dos conceptos
esenciales en el voluntariado y en la acción social. Como se-
ñala Gabriel Kaplún (2001), la orientación de estos términos
en el discurso de la gestión están en función de los objetivos
de la organización. No se trata de una participación ni de un
compromiso para definir conjuntamente hacia dónde se ca-
mina y a través de qué mediaciones. Plantea Kaplún que, en
la empresa toyotista, los motivos de la transformación en los
modos de gestión tienen una raíz tecnoeconómica, y no ética
( al menos en el sentido de una ética solidaria). Se cambia res-

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

pecto al modelo fordista para producir más y mejor, no para


resolver las contradicciones ideológicas y éticas de los mode-
los de gestión, que siguen concentrando el poder y la capaci-
dad de decisión en unos pocos.
Las organizaciones del TS pueden ver cómo otros definen
sus objetivos, estrategias, proyectos y actividades: las admi-
nistraciones, los gobiernos, el mercado. Por lo tanto, desde
un punto de vista crítico, es necesario cuestionar la capaci-
dad transformadora de cualquier tipo de participación social
porque, en determinados casos, el hecho de incorporar una
participación en abstracto puede suponer una legitimación de
dinámicas generadoras de exclusión y mantenedoras de las
desigualdades existentes.
El discurso del management introduce cambios semán-
ticos – ya no hay líderes ni directivos, sino facilitadores y
gestores de procesos – con un sentido perverso, ya que en lo
fundamental no se cambia la naturaleza del sistema de pro-
ducción ni la estructura de poder. Como irónicamente señala
Sennett, el trabajo en equipo sale del territorio de la trage-
dia para representar las relaciones como una farsa (Sennett,
2000:112).
El trabajo en equipo dentro del sistema fordista plantea-
ba abiertamente los conflictos en el espacio de producción;
ahora, en el toyotismo, estos conflictos quedan reprimidos o
sublimados bajo las máscaras que impone el nuevo discurso
de la gestión. En las entidades del Tercer Sector se corre tam-
bién el peligro de que la participación y el trabajo en equipo
sean también una máscara que, más allá de la apariencia, no
implica una verdadera corresponsabilidad y autogestión en
la construcción de nuevas formas de organización que sean
transformadoras.

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

El campo de las ONG

Pluralidad de definiciones sobre las ONG

Dentro del Tercer Sector hay un tipo de organización so-


cial que, por su crecimiento y repercusión mediática, merece
una atención especial. Se trata de las ONG (Organizaciones
No Gubernamentales), entidades que en su definición y dis-
curso manifiestan un deseo de toma de distancia respecto al
Estado y el Mercado que no siempre se concreta en sus prác-
ticas sociales.

Para muchas personas, las ONG son un tipo de organi-


zación social vinculada al campo de la cooperación al desa-
rrollo (Gutiérrez Resa,1997:232). Llama la atención que, tal y
como apunta Carlos Gómez Gil (2004)27, las propias ONG son
quienes menos interés han demostrado por una clarificación
conceptual, bajo el supuesto de que el propio nombre lo ex-
plicaba todo. Una definición que no está homogeneizada en
el mundo; mientras que en algunas regiones de América La-
tina y el Caribe son las “Organizaciones para el Desarrollo”,
para las ex-colonias francesas de los territorios de ultramar
son las “Associations Privées de Solidarité Internationale”, en
el Africa Subsahariana son las “Organizaciones Voluntarias
para el Desarrollo” y en los EEUU el término más común es
el de “Private Voluntary Organizations”. En contraposición
con este desinterés conceptual de las propias organizaciones,
las agencias multilaterales (Naciones Unidas, Banco Mundial,
OCDE, etc.) sí han realizado un esfuerzo por acotar el término
y, con él, el ámbito de actuación de las ONG.

27 GÓMEZ GIL, C. (2004): Las ONG en la globalización. Estrategias, cambios y


transformaciones de las ONG en la sociedad global. Icaria. Barcelona, página
153.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

Las definiciones de “ONG” en las instituciones multilaterales


Institución Definición que realiza de las ONG
Naciones Toda organización internacional cuya constitución no sea consecuencia de un
Unidas tratado intergubernamental.
Una organización no gubernamental es cualquier grupo de ciudadanos voluntarios
sin ánimo de lucro que surge en el ámbito local, nacional o internacional, de
naturaleza altruista y dirigida por personas con un interés común. Las ONG llevan
a cabo una variedad de servicios humanitarios, dan a conocer las preocupaciones
ciudadanas al gobierno, supervisan las políticas y apoyan la participación política
a nivel de comunidad. Proporcionan análisis y conocimientos técnicos, sirven
como mecanismos de alerta temprana y ayudan a supervisar e implementar
acuerdos internacionales. Algunas están organizadas en torno a temas concretos
como los derechos humanos, el medio ambiente o la salud.
Organizaciones privadas que persiguen actividades para aliviar el sufrimiento,
Banco promover los intereses de los pobres, proteger el medio ambiente, brindar
Mundial servicios sociales básicos o realizar actividades de desarrollo de la comunidad.
Cualquier agrupación o institución que es independiente del gobierno y que tiene
una finalidad humanitaria o cooperativa y no comercial.
Asociaciones, fundaciones y otras instituciones privadas que cumplen las
Consejo de siguientes condiciones: a) tener un fin no lucrativo de utilidad internacional, b)
Europa haber sido creadas por un acto derivado del Derecho interno de una de las partes,
c) ejercer una actividad efectiva como mínima en dos estados, y d) tener una sede
estatutaria en el territorio de una de las partes y tener su sede real en el territorio
de esta misma parte o de otra de las partes.
Organización fundada y gobernada por un grupo de ciudadanos privados con un
OCDE declarado propósito filantrópico, y sostenida por contribuciones individuales
privadas.
Las ONG han sido creadas para obtener beneficios personales; aunque puedan
Comisión tener asalariados y realizar actividades remuneradas, no distribuyen beneficios
Europea a sus miembros, son voluntarias, teniendo un grado de existencia formal o
institucional, siendo independientes, en especial respecto a los gobiernos y
autoridades públicas en general, y a organizaciones políticas o comerciales,
tomando parte activa en la vida pública, en cuestiones de interés general de la
población, no defendiendo los intereses comerciales o profesionales de sus
miembros.
Grupos de personas o de colectividades, libremente creados por la iniciativa
Instituto de privada, que ejercen, sin ánimo de lucro, una actividad internacional de interés
Derecho general, al margen de toda preocupación de orden exclusivamente nacional.
Internacional

Fuente: Gómez Gil, C. (2004): Las ONG en la globalización, página 159.

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

Encontramos matices de cierta importancia entre las di-


versas acepciones. Para las Naciones Unidas, se conciben las
ONG como “voceros” de los gobiernos, ya que “dan a cono-
cer las preocupaciones ciudadanas” y alertan de los fallos. El
Banco Mundial, desde una clara perspectiva asistencialista,
cree que su papel es el de “aliviar los sufrimientos”. Por otra
parte, el Consejo de Europa apuesta por una definición de
corte jurídico, y la Comisión Europea construye la suya en
torno a la posible remuneración de salarios y a la necesaria
ausencia de beneficios. La OCDE se orienta hacia un discurso
más filantrópico, mientras que el Instituto de Derecho Inter-
nacional recoge una definición con un aire más académico,
donde se destaca la iniciativa privada, su vocación de interés
general y la ausencia de lucro.
A pesar del esfuerzo clarificador de las agencias interna-
cionales, compartimos con Javier Erro la idea de que todas
ellas son especialmente vagas y generales, reforzando la idea
de falta de rigor en la definición (Erro, 2002:18). Demetrio Ca-
sado (2003) cree que el término ONG sirve para definir a las
entidades privadas de heteroayuda, aunque también se ex-
tiende a veces a las de autoayuda, unidas ambas por la idea
de la solidaridad o por objetivos sociales transversales, como
es la lucha contra la exclusión social.
Quizá por esta indefinición y vaguedad llama más la
atención el hecho de que hayan sido las ONGD (Organiza-
ciones No Gubernamentales de Desarrollo) las que, en el con-
texto español, y desde su Coordinadora, hayan incluido una
autodefinición en su Código de Conducta. En el apartado 1.1
(“Concepto y características de las ONGD”) plantean que es-
tas entidades forman parte del Tercer Sector y que, a su vez,
participan, sin agotarlo, del movimiento asociativo volunta-
rio de la sociedad civil. Enumeran diez rasgos que sirven para
construir su definición de ONGD:

1. Se trata de una organización estable que dispone de


un grado mínimo de estructura. Deben poseer perso-
nalidad jurídica y capacidad legal de acuerdo con la
normativa vigente.
2. No poseen ánimo de lucro.
3. Trabajan activamente en el campo de la Cooperación
para el Desarrollo y la solidaridad internacional.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

4. Tienen una voluntad de cambio o de transformación


social.
5. Poseen respaldo y presencia social. Deben gozar de
un comprobado apoyo en la sociedad, así como de
una presencia activa en medio de ella.
6. Son independientes. Las ONG deben tener autonomía
institucional y decisoria respecto de cualquier instan-
cia gubernamental, intergubernamental o cualquier
otra ajena a la institución.
7. Debe poseer recursos, tanto humanos como económi-
cos, que provienen de la solidaridad, de donaciones
privadas, de trabajo voluntario o semejantes.
8. Tiene que actuar con mecanismos transparentes y
participativos de elección o nombramiento de sus
cargos, promoviendo la igualdad de oportunidades
entre hombres y mujeres.
9. Debe ser transparente en su política, en sus prácticas
y en sus presupuestos.
10. Están basadas y articuladas en torno a los fines de la
solidaridad internacional y de la cooperación.

Encontramos una serie de rasgos que, posteriormente


en la práctica se difuminan. Pero, de cualquier modo, queda
patente la voluntad de clarificar el marco y los rasgos fun-
damentales mediante los que las propias ONGD quieren ser
identificadas.

Nacimiento, auge y declive del fenómeno de las ONG


El modelo organizativo y jurídico de las ONG experi-
menta un crecimiento exponencial a finales de la década del
pasado siglo XX. Sin embargo, es posible encontrar algunos
antecedentes en el siglo XIX. Gómez Gil (2004:82-86) esta-
blece cuatro grandes etapas históricas en la evolución de las
ONG:

1. El periodo de los “antecedentes históricos”. Se situa-


ría a principios del siglo XIX, con el nacimiento de
la Anti Slavery International (1789) como la primera
ONG de carácter humanitario de la historia. En esta

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

época hay un protagonismo de organizaciones de la


Iglesia en la acción social, la mayoría de ellas desde
una perspectiva exclusivamente asistencial. Un ejem-
plo es Cáritas, creada en Alemania en el año 1897.
A este periodo también corresponde la creación de
Cruz Roja, fundada por Jean Henry Dunant en 1859.
2. El periodo de la “exploración del fenómeno”. Tiene
lugar a lo largo del siglo XIX. Influye decisivamen-
te en este periodo transformaciones sociales como la
Revolución Industrial, que demanda una respuesta
ante las situaciones de desigualdad generadas por los
nuevos modos de producción.
3. La etapa de “consolidación”. Comprendida entre fi-
nes del siglo XIX hasta la década de los setenta del
siglo XX. En este periodo, la creación de las ONG
está relacionada con los conflictos bélicos mundiales
y con la invención del Tercer Mundo (Escobar, 1998)
como un espacio de intervención de la sociedad civil
en las antiguas colonias de las metrópolis del Norte.
Surge en estos años el Servicio Civil Internacional
(SCI) (1920) – como respuesta a las necesidades crea-
das por la Primera Guerra Mundial – el Oxford Com-
mitte for Famine Relief (Oxfam) (1942), creado para
aliviar las penurias de la población griega durante el
bloqueo nazi, o el Cooperative for American Relief
Everywhere (CARE) para enviar ayuda humanitaria
a los europeos que sobrevivieron a la Segunda Guerra
Mundial28. En esta época se crea la sección española
de Cáritas (1942) y algunos años más tarde la Asocia-
ción Española contra el Cáncer (1953) y Manos Uni-
das (1960), todas ellas influidas por el modelo de in-
tervención social que estaba dispuesto a permitir y a
potenciar el régimen franquista, en colaboración con
los sectores más dóciles de la jerarquía eclesiástica29.

28 GÓMEZ GIL, C. (2004), Op. Cit. página 96.


29 No hay que olvidar que, en estos mismos años, se crea la HOAC (Herman-
dad Obrera de Acción Católica), movimiento cristiano enraizado en el mundo
obrero, que junto a la JOC (Juventud Obrera Cristiana), presente en España
desde los años 30, y a otros movimientos del ámbito cristiano y no cristiano
contribuirán decisivamente a la creación de los primeros sindicatos y parti-
dos (clandestinos) de izquierdas.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

4. La etapa de “expansión”. Iría desde los años setenta


hasta nuestros días. Como veremos más adelante, es
el periodo del máximo auge y expansión del fenóme-
no de las ONG, un crecimiento relacionado con el ac-
tivo papel que juegan los medios de comunicación en
la difusión de las acciones de estas entidades.

Si nos atenemos al caso específico de las ONGD (Orga-


nizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo) su naci-
miento está muy unido a la segunda mitad del siglo XX, a la
invención del desarrollo y a la mirada que lanzan los países
autodenominados desarrollados hacia aquellos que son con-
siderados como subdesarrollados. María Luz Ortega (1994)
observa tres grandes generaciones y modelos en las que se
puede dividir la historia de las ONGD:

Generaciones de ONGD
1ª Generación 2ª Generación
3ª Generación
Modelo Modelo
Modelo Cambio
Asistencial Autosuficiencia
Proyectos
Proyectos sociales,
que buscan
Emergencia, centrados en
Tipo de el desarrollo
humanitaria y agentes con
acción auto-sostenido,
puntual. problemas
autónomo y
específicos.
sistemático.
Proporcionar
servicios Acompañamiento Fortalecimiento de
Papel de la específicos, en los procesos. la sociedad civil
ONGD de carácter Búsqueda de la como sujeto del
profesional y autosuficiencia. cambio social.
asistencial.

Participación Protagonistas de Rectores de los


Receptores de la
de los las acciones de proyectos, artífices
ayuda
beneficiarios desarrollo de su desarrollo.

Lo sustituyen,
Lo confrontan o
Relación con Lo sustituyen en confrontan y
apoyan, según la
el Estado sus obligaciones apoyan en
coyuntura política.
ocasiones.

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

Centrada tanto en
Centrada en las Centrada en
Educación las consecuencias
consecuencias el análisis de
para el como en el análisis
del las causas del
Desarrollo de las causas del
subdesarrollo. subdesarrollo.
subdesarrollo.

Fuente : tomado de Pérez de Armiño, K. (dir.) (2001) : Diccionario


de acción humanitaria y cooperación al desarrollo. Hegoa/Icaria. Bar-
celona, página 405, y elaborado a partir de ORTEGA, M. L. (1994) :
Las ONGD y la crisis del desarrollo. Un análisis de la cooperación con
Centroamérica. Madrid. IEPALA.

1. El modelo asistencial (en la década de los cincuen-


ta), caracterizado por realizar una ayuda puntual, de
emergencia, centrada en las consecuencias del subde-
sarrollo.
2. El modelo de autosuficiencia (en la década de los se-
senta), desde el que se empieza a considerar la partici-
pación y el protagonismo de los sujetos receptores de
la ayuda, con la que se pretende alcanzar su autosufi-
ciencia.
3. El modelo de cambio (finales de los setenta y década
de los ochenta), momento en el que las ONG apues-
tan por el fortalecimiento de la sociedad civil y por
dar una respuesta a las causas del subdesarrollo.

Las primeras generaciones de ONG de esta clasificación


se mantienen en el tiempo y en la realidad cuando surgen las
siguientes, de tal modo que hoy es posible encontrarse con or-
ganizaciones que responden al primer modelo, el asistencial,
más o menos remozado, con un look moderno y ciertas dosis
de mercadotecnia que maquillan, sin eliminar, sus rasgos pa-
ternalistas.
Hasta el momento hemos contemplado el análisis del fe-
nómeno de las ONG en sentido amplio, remontándonos has-
ta su prehistoria; después de este flash-back vamos a pasar a
realizar un zoom de acercamiento a sus fases de expansión
para estudiar, en el caso español, cuáles fueron las subetapas
en las que se puede dividir el auge experimentado en la dé-
cada de los ochenta.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

El boom de las ONG y su papel sociopolítico


Según los análisis de Ortega (1994), en el periodo del
boom de las ONG en España (1985-1988) se crean más or-
ganizaciones (28) que en los dos periodos anteriores y en el
posterior. ¿Asistimos a un fenómeno exclusivamente espa-
ñol, o esta tendencia se manifiesta igualmente en el plano
internacional?Según los datos de la Union of International
Associations (UIA), parece más bien lo segundo. Entre el año
1984 y el 1985 se crearon tantas ONG como en los 75 años
precedentes. Según estos datos, parece que, a nivel mundial,
se adelanta un año la eclosión del fenómeno de expansión de
las ONG, pero hay una coincidencia que puede llevarnos a
plantear la hipótesis de unas causas comunes en el boom de
este tipo de organizaciones solidarias.

Etapas en el crecimiento de las ONG en España


Etapas Años ONGD creadas

Dictadura (1947-1975) 8

Transición (1976-1984) 15

“Boom” (1985-1988) 28

Estabilización (1989-1997) 20

Ortega, M. L. (1994) : Las ONGD y la crisis del desarrollo. Un análisis


de la cooperación con Centroamérica. Madrid. IEPALA, página 42

La cuestión de las fechas resulta fundamental de cara a


una interpretación global del papel de las ONG en el mundo.
Sobre esta materia existen dos posicionamientos principales.
Por un lado, la de aquellos que plantean que las ONG son un
efecto de la globalización capitalista, expresión de un nuevo
modo de participación social en un mundo más allá de la his-
toria y de las ideologías. Por otro lado, estaría la posición de

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

aquellos que ven a las ONG como sujetos de la globalización


capitalista, esto es, como una propuesta de participación so-
cial – impulsada por las principales agencias multilaterales
mundiales – que erosiona el débil papel de los Estados, y que
recicla a los cuadros dirigentes de los movimientos sociales
más beligerantes y críticos de la década de los setenta, mi-
nando las posibilidades de someter a una crítica estructural el
propio proceso de globalización capitalista.
El hecho de que el boom de las ONG se sitúe histórica-
mente en 1984 y no en 1990 (después de la caída del muro de
Berlín y dentro del Nuevo Orden Mundial) es un dato fun-
damental que avala la segunda tesis planteada; en esta línea,
Carlos Gómez Gil se plantea como hipótesis de su trabajo la
tarea de

“Determinar hasta qué punto las ONG son una


respuesta al proceso de globalización, como habi-
tualmente se afirma, o si por el contrario, se han con-
vertido en un elemento más de la mundialización y
la extensión de una sociedad neoliberal, siendo uti-
lizadas para facilitar la implantación y el avance de
este proceso por sus instituciones responsables, tanto
en la esfera estatal y regional como en el ámbito in-
ternacional y multilateral.

Se trata de determinar en qué medida las ONG


son elementos de respuesta a las profundas transfor-
maciones que en los estados se están generando, o
si por el contrario, son una expresión más del poder
económico globalizado, con perfiles, rasgos y res-
puestas específicas pero encaminadas, en suma, a
facilitar la evolución de este proceso” (Gómez Gil,
2004:26).

Quizá uno de los autores más conocidos en esta misma


posición teórica sea James Petras, quien ha firmado una serie
de artículos, de proyección internacional, sobre las funciones
de las ONG en un contexto neoliberal. En El postmarxismo
rampante (1996) avala la tesis de que las principales institucio-
nes neoliberales del planeta estaban interesadas en las ONG,

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

unas organizaciones de ideología anti-estatista destinadas a


mediar en los países del Sur con el fin de evitar unas movili-
zaciones populares de un tinte más político y crítico:

“Al crecer la oposición al neoliberalismo a prin-


cipios de los ochenta, los gobiernos europeos, es-
tadounidenses y el Banco Mundial aumentaron el
financiamiento de las ONG. Existe una relación di-
recta entre el desarrollo de los movimientos que de-
safiaban el modelo neoliberal y el esfuerzo por sub-
vertirlos mediante la creación de formas alternas de
acción social por medio de las ONG. El punto básico
de convergencia entre las ONG y el Banco Mundial
era su oposición común al estatismo. En su super-
ficie, las ONG criticaban al Estado desde una pers-
pectiva izquierdista, defendiendo a la sociedad civil,
mientras que la derecha lo hacía en nombre de los
mercados”30.

De este modo, Petras plantea que la estrategia neoliberal


incluye un antiestatismo por abajo (ONG), que difunden en-
tre las bases de la población un sentimiento de rechazo hacia
las políticas estatales públicas – acusadas de ser burocráticas,
ineficaces, derrochadoras, etc. - y un antiestatismo por arriba,
impulsado desde el FMI, el BM y otras instituciones multi-
laterales, que obligan a una contención del gasto público y a
una reducción de la política social estatal como contrapresta-
ción a las ayudas financieras recibidas.
Compartimos los posicionamientos centrales de estos au-
tores, pero con matices. Creemos que es muy diverso el campo
de las ONG como para englobar al conjunto de ellas en un aná-
lisis de este tipo, que supone una “enmienda a la totalidad”,
es decir, una imposibilidad de identificar a algunas ONG que
ejerzan la crítica teórica y práctica contra el capitalismo glo-
bal. Las ONG, al igual que las asociaciones y los movimientos
sociales son, utilizando un símil geológico, cristalizaciones
de unos movimientos de solidaridad y de resistencia más o

30 PETRAS, J. (1996): El postmarxismo rampante. Una crítica a los intelectuales y


a las ONGs, en la revista Excelsior (México), noviembre. Disponible en línea:
http://www.uned.es/ntedu/espanol/master/primero/modulos/tecnolo-
gia-y-sociedad/posmarxr.htm (Consultado en septiembre de 2008)

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

menos difusos, intensos, continuos y complejos. Como tales


cristalizaciones, es importante mirar y analizar más allá de
las formas jurídicas y organizativas que adopten, ya que éstas
pueden ser las puntas de unos icebergs con un gran potencial
transformador. Por ese motivo, el hecho de adoptar la fórmu-
la de ONG no es el único elemento que influye a la hora de
discriminar entre unas organizaciones mantenedoras o cues-
tionadoras de un determinado sistema social.
Continuamos con el análisis del papel de las ONG en el
proceso de crisis y de transformación que el capitalismo lleva
a cabo en el último tercio del siglo XX. Estas organizaciones
sociales son las abanderadas de un nuevo modelo de inter-
vención social, caracterizado por la eficiencia en la gestión. Se
presentan en sociedad como una superación de los partidos
y sindicatos, al liberarse del discurso político y del lenguaje
del conflicto social que caracterizaba a estas organizaciones
sociopolíticas clásicas. Las ONG emergen como las abande-
radas de una nueva racionalidad instrumental, aplicada en
este caso al campo de la solidaridad. Para ello, se rodean de
un discurso de la neutralidad política, de lo apolítico, para
naturalizar y universalizar la gestión técnica de los problemas
sociales. “La intervención técnica no tiene ideologías”, será el
corolario de su posicionamiento ideológico.
Otra manifestación de este tecnicismo solidario es lo que
Teresa Burgui (2004) califica como el mito del apoliticismo; para
ella, la idea del apoliticismo

“Sirve de coartada para legitimar la defensa de


de un modelo técnico de solidaridad y de ONGD,
creado por y para el modelo de sociedad dominan-
te, que rehuye todo cambio estructural significativo”
(Burgui,2004:261).

De este modo, son precisamente aquellas organizaciones


que abanderan el discurso del apoliticismo y se refugian en
el discurso de lo técnico las que mayor dependencia parecen
mantener respecto del aparato político, económico y adminis-
trativo. La hipertrofia de la racionalidad instrumental, que ya
detectasen los investigadores de la Teoría Crítica, reaparece
a finales del siglo XX en el campo de la solidaridad. Anun-

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

cian una nueva oleada modernizadora para los países del Sur,
pero esta vez liderada no por conquistadores ni por misione-
ros, sino por los gestores de unas ONG que, al envolverse en
los ropajes del tecnicismo, renuncian al reconocimiento de la
dimensión política inherente a todo acto social.
El auge de las ONG también guarda relación con otros as-
pectos de carácter sociocultural. La pérdida del protagonismo
de los partidos y sindicatos de clase, y el aumento de la parti-
cipación en las ONG, guardan relación con lo que Guilles Li-
povetsky (1994)31 ha denominado el crepúsculo del deber. Para
él, “la emoción hiperrealista del público catódico ha sucedido
al idealismo de la obligación categórica”; se pone de relieve la
transición que se ha producido, desde un tipo de compromiso
por cambiar la realidad que funcionaba desde las claves del
deber ser, desde la obligación, a un modelo de voluntariado
que resalta la capacidad de emocionarse a partir de las imá-
genes electrónicas de la miseria. Las claves socioculturales del
nuevo activismo social llevan a comprometerse con aquellas
realidades que le conmueven, pero es incapaz de poner en
marcha estrategias de análisis y acciones que vayan a la raíz
de los problemas.
Es una versión postmoderna del compromiso social, en
la que el pienso luego existo de Descartes es sustituido por el
siento luego existo, consumo luego existo y me conecto luego existo.
Utilizando un símil cinematográfico, podríamos decir que el
compromiso oenegeísta postmoderno supone una exaltación
del primer plano (del sufrimiento emocional del individuo)
frente al plano general del compromiso político de la era an-
terior, que contiene una dosis mayor de análisis del contexto
social. El eros electrónico (Gubern, 2000) ve cómo su deseo
queda atrapado en la pantalla del televisor, para posterior-
mente traducirse en mercancía y en rentabilidad económica32.
Del mismo modo, el eros electrónico solidario puede verse
atrapado en los sentimientos de compasión que le mueven a
comprometerse hasta quedar cegado por la alta temperatura
emocional de la acción solidaria.

31 LIPOVETSKY, G. (1994): El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nue-


vos tiempos democráticos. Barcelona. Anagrama.
32 GONZÁLEZ REQUENA, J. (1989): El discurso televisivo, espectáculo de la
postmodernidad. Madrid. Cátedra.

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

Sin embargo, en este punto, también es necesario hacer


una puntualización, para no caer en la infravaloración de toda
emoción vinculada al compromiso social, dimensión en la que
las ONG son la cabeza visible. Es cierto que existe una versión
hegemónica del giro postmoderno hacia los sentimientos, el
individuo y lo microsocial – lo que Lyotard califica como los
pequeños relatos - que, aliada con las estrategias de seducción
del deseo impulsadas por las grandes corporaciones multi-
media, termina por instrumentalizar la dimensión afectiva y
sensitiva del ser humano. Pero no por ello se puede negar la
existencia de un giro cultural, ya avanzado por profetas del
movimientos contracultural del 68 como Herbert Marcuse. En
Eros y Civilización (1976)33 visualiza el enfrentamiento cultural
de su época como una lucha de dos polos opuestos: El Eros,
entendido como el deseo, la eterna búsqueda de expansión,
y el Logos, la fuerza de la razón encargada de ordenar, de so-
meter a disciplina y de dar forma. Marcuse relee la historia de
la Modernidad como la tensión dominadora de un Logos que
tiende a reprimir al Eros.
Con estas reflexiones finales cerramos el apartado dedi-
cado a las ONG y al Tercer Sector, para dar paso al análisis de
otro tipo de organizaciones sociales – los denominados movi-
mientos sociales – y de sus modos de comunicar y de apropiar-
se de las tecnologías de la información y de la comunicación.

33 MARCUSE, H. (1976): Eros y Civilización. Civilización. Barcelona. Seix Ba-


rral.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

Nuevos movimientos sociales

Enfoques teóricos en torno


a los nuevos movimientos sociales
Siguiendo a Alberto Melucci, podemos decir que los mo-
vimientos sociales son mediums, medios que nos hablan a tra-
vés de la acción. La acción se convierte en lugar y en tiempo
para la construcción de la identidad y del proyecto político de
los actores sociales. La acción es el mejor medio de comuni-
cación del que dispone un movimiento social para transmitir
su proyecto al conjunto de la sociedad. Las definiciones sobre
movimiento social son numerosas y diversas. Para poner un
poco de orden en la abundancia de enfoques, los autores que
han estudiado el campo se suelen encuadrar en dos corrientes
principales: el enfoque de la movilización de recursos (TMR)
(Jenkins, 198334; Tilly, 197835; Tarrow, 198836) y el enfoque de
la identidad (Touraine, 197837,198438; Melucci, 198539,198940,
Cohen, 198541).
Jesús Casquette (1999), en un esfuerzo de síntesis, sostie-
ne que la TMR se basa en la idea de que la formación y su-
pervivencia de los movimientos sociales depende de cambios
en los recursos disponibles, en las pautas organizativas y en
las oportunidades para la acción colectiva. Por otro lado, el
enfoque europeo de los nuevos movimientos sociales remite
a la emergencia de las nuevas formas de acción colectiva y a
profundos cambios estructurales en las sociedades capitalis-
tas avanzadas.

34 JENKINS, J.C. (1983): “Resource Mobilization Theory and the study of Social
Movements”, en Annual Review of Sociology, nº 9, páginas 527-553.
35 TILLY, C. (1978): From Mobilization to Revolution. New York. McGraw-Hill.
36 TARROW, S. (1988): Power in Movement. Cambridge. Cambridge University
Press.
37 TOURAINE, A. (1978): La voix et le regard. París. Seuil.
38 TOURAINE, A. (1984): Le retour de l’acteur. París.Fayard.
39 MELUCCI, A. (1985): “The Symbolic Challenge of Contemporary Move-
ments”, en Social Research vol. 52, nº4, páginas 789-816.
40 MELUCCI, A. (1989): Nomads of Present. Social Movements and Individual
Needs in Contemporary Society. Philadelphia. Temple University Press.
41 COHEN, J. (1985): “Strategy or identity: New theoretical paradigms and con-
temporary social movements”, en Social Research, vol. 52, nº4, pp. 663-716.

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

En una línea similar apunta Benjamín Tejerina (1998), que


establece una sucesión diacrónica de las tres formas dominan-
tes de clasificar a los movimientos sociales. En primer lugar
estarían las investigaciones realizadas durante la segunda mi-
tad de la década de los setenta y mediados de los ochenta, que
utilizan como enfoque central el de recursos para la movilización.
En segundo lugar, en esta misma década empiezan a multipli-
carse investigaciones que toman como categoría fundamental
el concepto de identidad colectiva, inspiradas principalmente
en los trabajos de Touraine y Melucci. En tercer lugar, se ela-
boran investigaciones desde el enfoque del proceso político,
que utilizan como categoría fundamental la estructura de opor-
tunidad política (EOP).
Según Doug McAdam (1998), la EOP se caracteriza por
cuatro rasgos fundamentales:

1. La apertura o cierre relativos del sistema político ins-


titucionalizado.
2. La estabilidad o inestabilidad del grupo de alinea-
mientos de élite que subyacen a la política.
3. La presencia o ausencia de élites aliadas.
4. La capacidad y propensión del Estado a la represión.
Tarrow (1997) dirá que el concepto de EOP ayuda a com-
prender por qué los movimientos sociales adquieren, en oca-
siones, una sorprendente capacidad de presión contra las
élites y luego la pierden rápidamente. Para él, este concepto
también sirve para comprender los motivos por los cuales las
movilizaciones se extienden entre la población.
Por otro lado, en el enfoque de la identidad colectiva iden-
tifica a los autores de la denominada “escuela europea”. Así,
para Touraine, un movimiento social es la conducta colectiva
organizada de un actor en la lucha contra su adversario de
clase, en la lucha por la dirección social de la historicidad42,
42 Touraine utiliza el término historicidad para referirse al modelo cultural que
domina la sociedad. Mediante este término, Touraine quiere expresar la idea
de que los individuos son los sujetos de su propia historia, y que éstos no se
limitan a ajustarse a las leyes y funciones de los sistemas sociales. La histo-
ricidad implica que el desarrollo de las sociedades no sigue unas leyes de
evolución prefijadas, sino que implica acción humana, con las dosis consi-
guientes de conflicto. En consecuencia, el cambio de un tipo social a otro no
se corresponde con una secuencia necesaria en un proceso evolutivo hacia
niveles superiores de racionalidad y de organización humana. Más bien, se
trata de una transformación que conlleva luchas de las que emerge una nueva

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

en el seno de una colectividad concreta. Su definición de movi-


miento social gira en torno a tres principios: identidad, oposi-
ción y totalidad; en una adaptación personal de las teorías del
sociólogo francés, Manuel Castells dice que la identidad hace
referencia a la autodefinición del movimiento, de lo que es, en
nombre de quien habla. El adversario hace referencia al princi-
pal enemigo del movimiento social. El objetivo social- reformu-
lación personal de Castells del término totalidad- se refiere a
la visión del movimiento sobre el tipo de organización social
que desearía obtener en el horizonte histórico de su acción
colectiva43.

Nuevos movimientos sociales


en la Era de la Información
Se ha afirmado que los movimientos sociales son hijos de
la Modernidad; sin que ésto suponga la negación de formas
de acción colectiva anteriores, lo cierto es que los movimien-
tos sociales, tal y como los entendemos en la actualidad, na-
cen en estrecha relación respecto a los procesos sociales que
se vinculan con este periodo histórico: la industrialización, la
construcción del Estado-nación, la autonomía y protagonis-
mo de lo humano, la preeminencia de la razón, etc.
En continuidad con esta línea argumental, podemos afir-
mar que los nuevos movimientos sociales (NMS) surgen y se
consolidan en la transición llevada a cabo en Occidente desde
las sociedades industriales hacia otros modelos sociales que,
en función de los autores, son denominadas como sociedades
postindustriales, complejas o de la información. Aunque cada uno
de éstos términos aporta unos determinados matices, proba-
blemente un factor común a todas ellas sea la importancia que
juega en esta sociedad la gestión de la información como un
sociedad, contorneada por los actores sociales exitosos. Esta nueva sociedad
no está presidida por la necesariedad histórica, es decir, no está condenada
a alcanzar niveles superiores de racionalidad; simplemente es la alternativa
triunfante. La fuerza motriz del desarrollo histórico no es, pues, una ley de
evolución, sino la acción de actores históricos, lo cual a su vez depende del
poder del que dispone cada uno de ellos”. (en CASQUETTE, J. (1998): Política,
cultura y movimientos sociales.Bilbao. Bakeaz.

43 CASTELLS, M. (1997): La Era de la Información. Volumen II, Op. Cit. pp. 93-
94.

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

escenario en el que se manifiestan los conflictos sociales. En la


nueva sociedad informacional y global (Castells) o Capitalismo
Cognitivo la información se convierte en una fuente de pro-
ductividad y de poder.
Para Melucci, los movimientos sociales desencadenan
una batalla con las fuerzas hegemónicas por el control y el
cambio de los códigos desde los que interpretar y dar sentido
a la realidad. Hay una batalla por la in-formación (en el sen-
tido de dar forma) de la realidad. En un periodo histórico en
el que el poder del pensamiento único es una manifestación
del dominio de las fuerzas del mercado sobre el espacio de la
comunicación, los movimientos sociales y sus redes de comu-
nicación libran una batalla con estas fuerzas por in-formar la
realidad desde unos códigos alternativos.
La relación de los movimientos sociales con la informa-
ción y con las TIC va, por lo tanto, más allá de una relación
meramente instrumental. Este ha sido, por desgracia, uno de
los enfoques dominantes de la información y de la comu-
nicación entre los movimientos sociales. Sin embargo, desde
nuestro punto de vista, creemos que es más productivo y su-
gerente vincular los procesos comunicativos construidos des-
de los movimientos sociales con la producción cultural.
Cuando una de estas organizaciones asume tareas infor-
mativas y comunicativas está haciendo algo mucho más com-
plejo y profundo que la simple transmisión de mensajes: está
realizando una tarea cultural. ¿De qué modo?

− Mediante la propuesta de nuevos marcos desde los


que comprender y dar sentido a la realidad.
− Con la sugerencia de nuevos modos de relación y de
interacción (entre unos sujetos y otros, entre el sujeto
y la realidad y entre el sujeto y sí mismo).
− Creando el caldo de cultivo que, desde una instancia
pre-política, sirva de cimiento para nuevos proyectos
emancipadores.

Si retomamos la terminología de Martín Barbero (1987),


los movimientos sociales dejaron de contemplar la comunica-
ción como un acto de transmisión unidireccional de informa-
ción, y pasó a ser una cuestión de cultura, un acto reapropiado
desde las mediaciones utilizadas por los sectores populares

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

y por los movimientos sociales. Desde este mismo enfoque,


Imanol Zubero (2004) afirma que una de las principales apor-
taciones de los NMS a la tarea de la transformación de la rea-
lidad es, fundamentalmente, de índole cultural:

“No es una aportación que se derive de ninguna


incapacidad o limitación de tales movimientos, no se
trata de hacer de la necesidad virtud, con argumen-
tos tales como: “ya que no podemos incidir en las
estructuras políticas y económicas, concentrémonos
en elaborar discursos en los que denunciemos esas
estructuras”. Nada de eso. Sencillamente, no existe
posibilidad alguna de poner en marcha una práctica
emancipatoria significativa si no es sobre la base de
una tarea previa de transformación cultural. Tarea
que exige dos cosas: la primera, aprender a mirar de
una forma nueva la realidad social, ser capaces de
analizar dicha realidad con claves nuevas, diferentes
de las claves dominantes; la segunda, establecer, a
partir de esas nuevas claves, un auténtico combate
cultural, una confrontación de legitimaciones” (Zu-
bero, 2004:63)44.

La comunicación, entendida en un plano cultural, remite


a la construcción de nuevas visiones de la realidad y al esta-
blecimiento de un combate cultural. Pero también apunta a la
dimensión relacional de la comunicación, a su capacidad para
establecer vínculos, de construir sentido. Los movimientos so-
ciales, dirá Melucci (1994), tienen la misión de constituirse en
retos simbólicos45. En este sentido, los NMS tienen un carácter
eminentemente comunicativo, al ofrecer al resto de la socie-
dad otros códigos simbólicos que subvierten la lógica de los
dominantes. Los movimientos sociales tienen, en resumen, la
capacidad de convertirse en signos, de traducir sus acciones
en retos simbólicos a los códigos dominantes.

44 ZUBERO, I.: Conocer para hacer: la tarea cultural de los movimientos sociales,
en MARÍ, V.M. (coord.) (2004): La Red es de todos. Cuando los movimientos
sociales se apropian de la red. Madrid. Editorial Popular.
45 MELUCCI, A. (1994): ¿Qué hay de nuevo en los nuevos movimientos socia-
les?, en LARAÑA, E. y GUSFIELD, J. (eds.): Los nuevos movimientos sociales.
De la ideología a la identidad. Madrid. CIS, página 145.

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

Tercer sector, movimientos sociales


y comunicación

Movimientos sociales y comunicación


El famoso debate electoral televisado entre Nixon y Ken-
nedy (1960) inaugura el protagonismo e influencia de la tele-
visión en el espacio político, por encima de otros medios de
comunicación; a partir de este momento, la pantalla televisiva
se va a convertir en un nuevo parlamento electrónico al que
habrá que tener muy en cuenta en el panorama político na-
cional e internacional.
En este contexto habría que situar las conexiones entre los
movimientos sociales y la comunicación. Su relación con los
media va a ser conflictiva y ambigua. Por un lado, los NMS
van a ser conscientes de la importancia que tiene su aparición
televisiva para la incidencia política de sus propuestas. Por
otro lado, son conscientes de que esta aparición mediática tie-
ne un alto precio a pagar: el sometimiento de sus mensajes a
unos códigos de entrada en el sistema de medios que dificul-
tan la representación de sus demandas, especialmente de los
aspectos más conflictivos y antisistémicos.
En palabras de William Gamson (1992)46, los medios no
ubican los temas de los movimientos sociales en un marco de
injusticia. Más bien, lo que hace es aplicar unos filtros median-
te los que se ecualizan y eliminan los elementos más discor-
dantes de sus mensajes47. Los medios fuerzan a concentrar en
el mínimo espacio mediático la mayor capacidad de impacto.
Es la ley del conocido sound-byte (mordisco de sonido), apli-
cado generalmente al tiempo de presencia televisiva del líder
político pero que, por extensión, podemos aplicar a todos los
46 GAMSON, W. (1992): Talking Politics. Cambridge University Press. Cam-
bridge.
47 A estos filtros habría que añadir los definidos por Herman y Chomsky en su
célebre Los guardianes de la libertad (Grijalbo, Barcelona, 1990): 1) concen-
tración de la propiedad y orientación de los beneficios de las empresas de
medios; 2) los medios de comunicación están al servicio de la publicidad; 3)
dependencia de las fuentes gubernamentales y de otros agentes de poder; 4)
contramedidas y correctivos diversos para disciplinar a los medios; y 5) anti-
comunismo.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

actores sociales que aspiran a aparecer en la pequeña panta-


lla. Esta ley conduce irremediablemente a una espectaculari-
zación de la realidad, que se manifiesta en diferentes niveles:

− La búsqueda de frases ingeniosas, que provocan un


impacto en la audiencia, pero que no consiguen anali-
zar detalladamente la realidad.
− La inclusión de imágenes de eventos espectaculares,
pero que no necesariamente son las más representati-
vas de lo ocurrido.
− La personificación de las acciones en líderes, en detri-
mento del protagonismo colectivo.
− La explotación de los conflictos emocionales como
matriz de los relatos televisivos, aunque este esque-
ma de representación no sea el más apropiado para
abordar los acontecimientos.

En esta línea, Todd Gitlin (1980)48 ha analizado la influen-


cia que pueden ejercer los medios en los movimientos contes-
tatarios; para él, pueden llegar a estimular corrientes dentro
del movimiento y someter a los líderes a las reglas del star-
system, de modo que los mensajes transgresores de los NMS
sean asimilados dentro de las visiones hegemónicas del mun-
do representadas en los medios.
Entre los movimientos sociales y los medios existe, ade-
más, un conflicto de agendas; no hay, solamente, una dife-
rencia en el modo de representar la realidad. Los temas
prioritarios de la agenda son diferentes. Como señalan Víctor
Sampedro, Ariel Jerez y José López Rey (2002)49, las agendas y
los discursos de los medios convencionales están casi siempre
ligados a los proyectos políticos y económicos dominantes en
nuestra sociedad. Para los movimientos sociales, la agenda
viene marcada por los temas vinculados a la construcción de
un proyecto alternativo de sociedad en el terreno político,
económico y cultural.

48 GITLIN, T. (1980): The Whole World is Watching. Mass Media in the Making
& Unmaking of the New Left. Berkeley. University of California Press.
49 SAMPEDRO, V.; JEREZ, A. y LÓPEZ REY, J. (2002): “ONG, medios de comuni-
cación y visibilidad pública. La ciudadanía ante la mediatización de los men-
sajes sociales”, en REVILLA, M. (ed.): Las ONG y la política. Madrid. Istmo.

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

Organizaciones sociales y TIC


En nuestros días, la aproximación de las organizaciones
sociales (Tercer Sector y movimientos sociales) a la comu-
nicación se realiza de un modo prioritario a través de la in-
corporación de las TIC. En otros tiempos, la actitud de estas
entidades hacia los instrumentos tecnocomunicativos estaba
cercana a posiciones tecnofóbicas: planteaban una enmienda
a la totalidad al proyecto de tecnologización de la sociedad, al
entender que las tecnologías sólo podían comprenderse como
dispositivos al servicio de la lógica dominadora del sistema
social.
Así, por ejemplo, cuando en los inicios de la Revolución
Industrial los trabajadores de las fábricas eran sometidos a
las nuevas formas de organización social del trabajo se desen-
cadenaron, en algunos lugares, revueltas colectivas que cul-
paban a las máquinas de su explotación laboral, haciendo lo
posible por destruirlas. El caso más significativo fue el prota-
gonizado por los ludditas50. Hoy en día, este posicionamien-
to frente a la sociedad tecnologizada va siendo cada vez más
residual: queda reducido a los posicionamientos moralistas
de algunas organizaciones y a los rechazos de las TIC de
algunos sectores de la militancia clásica. La mayoría de las
organizaciones sociales percibe las potencialidades para la
comunicación, la construcción de redes y el cambio social de
estas herramientas, aunque muchas veces esta percepción no
vaya acompañada de una reflexión sistemática en torno a la
comunicación, ni de una planificación de los procesos comu-
nicativos y tecnológicos.
Probablemente, el posicionamiento actualmente domi-
nante hacia las TIC no sea tanto el tecnofóbico como el tec-
nofílio. No estamos en una época de rechazo visceral ni de
enmienda a la totalidad a las TIC, sino más bien en un periodo
de exceso de optimismo respecto a lo que las TIC pueden real-

50 Este movimiento toma su nombre de Ned Ludd, aprendiz de tejedor, quien


en 1779 destruyó a golpes de martillo los telares de su maestro. Inauguraba,
de este modo, un movimiento de corto recorrido, que ante el rápido avance
del maquinismo y de la mecanización del proceso de trabajo industrial, pensó
que el enemigo de los obreros eran las máquinas, en lugar de identificar las
causas de fondo: el sistema capitalista y la lógica de mercantilización de la
producción industrial y de la vida social en la que se insertaba dicha mecani-
zación.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

mente hacer. Se espera que las tecnologías de la información y


de la comunicación resuelvan problemas cuyo epicentro está
en el plano organizativo, cultural o económico, y no en el tec-
nocomunicativo:

− Las TIC tienen un potencial para el trabajo en red,


pero este potencial es desaprovechado si la estructu-
ra organizativa de una entidad es de tipo jerárquico
(problema organizativo).
− Las TIC son unas herramientas utilizadas intensiva-
mente por los sectores más jóvenes y dinámicos de la
sociedad, pero no podemos olvidarnos de que esta co-
nexión entre tecnologías y perfiles de población tiene
que ver también con la activación de ciertos códigos
de comunicación y de relación, que no son inherentes
a los dispositivos tecnológicos. Estos códigos no se
activan automáticamente con la simple utilización de
las herramientas, hay que pensarlos (problema cultu-
ral).
− Las TIC crean y, a su vez, pueden permitir superar
la Brecha Digital, pero no basta con aplicar políticas
de extensión de las tecnologías para terminar con las
desigualdades sociales. Hace falta incluir los proyec-
tos para reducir la Brecha Digital en el contexto más
amplio de las políticas sociales por la reducción de la
desigualdad social (problema económico).

Existen, también, organizaciones sociales que están apro-


vechando las posibilidades reales de las TIC. Se esfuerzan por
superar los cantos de sirenas de los discursos míticos sobre las
tecnologías. Entienden que la comunicación atraviesa lo orga-
nizativo, lo económico, lo político y lo cultural, y que por lo
tanto hace falta iniciar procesos de planificación de la comu-
nicación que estén conectados con los proyectos estratégicos
globales y con la cultura organizativa de las entidades.
Con la popularización de Internet en la sociedad y entre
las organizaciones sociales asistimos a la constitución de una
nueva esfera pública que viene a complementar a la esfera
pública convencional de los medios de comunicación masi-
vos. Víctor Sampedro (2005:121) las denomina esfera pública
central – dominada por los medios convencionales – y esferas

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Asociacionismo, ONG y Movimientos Sociales

públicas periféricas, en las que intervienen Internet y otros


medios de comunicación (radios y televisiones locales, prin-
cipalmente) gestionados por los propios movimientos socia-
les.
Ante acontecimientos sociales de especial interés ( la
Guerra de Irak en 2003, la manipulación informativa del
13-M en 2004) las esferas públicas periféricas cobran mayor
protagonismo como fuente de información a la que recurre la
ciudadanía para romper el cerco informativo de los medios
convencionales. Desde estas redes de información alternativa
se pueden llegar a dinamizar procesos de movilización social
en los que confluyen movimientos sociales, organizaciones
sociales y ciudadanía activa que utilizan Internet, los mensa-
jes SMS y la cobertura de medios convencionales.
En este contexto social y tecnológico, los NMS son capa-
ces de crear una onda expansiva informativa en las esferas
públicas periféricas que, en algunos casos, consiguen alcan-
zar a la esfera pública central, con el consiguiente impacto en
amplios sectores de la ciudadanía que están fuera del alcance
de las círculos vinculados a los proyectos de información
alternativa.
En torno a estas cuestiones vamos a reflexionar en las
próximas páginas. Para contextualizar los enfoques comu-
nicativos de las organizaciones sociales, y sus procesos de
apropiación de las TIC, vamos a enmarcarlos en el enfoque
teórico de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio
Social. Esta tarea nos lleva, en primer lugar, a una primera
aproximación al concepto de desarrollo.

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El enfoque de la
Comunicación para el
Desarrollo y el Cambio Social
El polémico concepto de desarrollo
Como plantea Alfonso Dubios (2007), el concepto de
desarrollo no tiene una definición única y cerrada, sino que
ha sido objeto continuo de debate, con aproximaciones dife-
rentes y, en muchos casos, divergentes. Por ello, en el estu-
dio del desarrollo es importante seguir los vestigios de su
construcción conceptual, realizar una genealogía del término,
para analizar las formas en que los diversas etapas del siste-
ma-mundo capitalista han ido cristalizando en las sucesivas
capas que se pueden encontrar en él. Compartimos las dos
consideraciones propuestas por Dubois (2007:74) en el estu-
dio del concepto de desarrollo:

− Se trata de un concepto histórico, y por ello hay que


tener en cuenta la evolución en sus definiciones, en
función del pensamiento y de los valores dominantes
en cada época.
− El término funciona también como una categoría de
futuro. Cuando se establecen las prioridades del de-
sarrollo, en última instancia se está afirmando cuál es
la visión de lo que se quiere como futuro.

Parafraseando a Marcuse en su definición de la tecnolo-


gía, podemos decir que en el concepto de desarrollo se pro-
yecta lo que una sociedad pretende hacer con las personas y

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

con las cosas, en continuidad con la segunda consideración


recientemente apuntada. De nuevo, encontramos un papel ac-
tivo y performativo de los imaginarios construidos en torno
al desarrollo, que influye en los modos en los que se orientan
las prácticas sociales. Respecto a la primera acepción, la histo-
ricidad que se ha ido proyectando sobre el concepto ha hecho
que se recurra a adjetivos calificativos que acompañan al sus-
tantivo desarrollo con el fin de anclar su amplísima polisemia.
De este modo, se ha ido hablando de desarrollo endógeno,
desarrollo sostenible, desarrollo humano, desarrollo integral,
codesarrollo, etc. como intentos de delimitación conceptual.
Autores como Javier Erro (2002:46) apuntan incluso hacia la
emergencia de un enfoque posdesarrollista, que sucede a los
modelos precedentes (enfoque desarrollista, enfoque alterna-
tivo de desarrollo humano y enfoque humanista) arremetien-
do contra el propio concepto de desarrollo.
Algunos investigadores (Arturo Escobar, 1998; Carlos
Berzosa y José Luis Sampedro, 1996, Enrique Palazuelos,1990;
Alfonso Dubois, 2001, Amartya Sen, 1998), han elaborado en
tiempos recientes una genealogía crítica de la construcción
conceptual del término desarrollo desde los intereses occi-
dentales, con especial atención en el periodo histórico inme-
diatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Para Escobar, las raíces históricas del desarrollo se en-
cuentran en los reacomodos políticos de este periodo; las
nociones de subdesarrollo y Tercer Mundo aparecen en este
momento como parte de un proceso mediante el cual Occi-
dente busca redefinirse a sí mismo y en relación con el resto
del mundo, en especial respecto a las nuevas potencias del
Este. Concretamente, el punto de partida lo sitúan algunos
autores en el discurso pronunciado por Harry S. Truman, el
20 de enero de 1949:

“Más de la mitad de la población del mundo vive


en condiciones cercanas a la miseria [...] .Su pobreza
constituye un obstáculo y una amenaza tanto para
ellos como para las áreas más prósperas. Por primera
vez en la historia, la humanidad posee el conocimien-
to y la capacidad para aliviar el sufrimiento de esas
gentes [...]. Lo que tenemos en mente es un programa
de desarrollo basado en los conceptos de trato justo y
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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

democrático [...] producir más es la clave para la paz


y la prosperidad. Y la clave para producir más es una
aplicación mayor y más vigorosa del conocimiento
técnico y científico moderno” (Truman, 1964, en Es-
cobar, 1998:19).

La invención del desarrollo que se lleva a cabo en el marco


de la Doctrina Truman conecta con el proyecto expansionista
de los Estados Unidos y, por extensión, del mundo occidental,
en el intento adicional de frenar el avance de las potencias del
Bloque del Este. En segundo lugar, la aplicación inicial y prio-
ritaria del desarrollo al ámbito económico es otro de los fac-
tores que está ya, inicialmente, en esta primera formulación.
Y, en tercer lugar, la racionalidad instrumental del proyecto
otorga un papel salvífico a la transferencia de la tecnología
hacia el Tercer Mundo como un modo aséptico mediante el
cual los ingenieros sociales diseñan el futuro de las naciones
subdesarrolladas. Tenemos, por tanto, algunos de los rasgos
distintivos que caracterizaran al enfoque modernizador del
desarrollo que tendremos ocasión de analizar en el siguiente
apartado1.

1 Aunque la mayoría de los autores sitúan en este periodo postbélico el naci-


miento del concepto de desarrollo, Armand Matellart (1993:175) encuentra
un precedente en el año 1918. El presidente de los EE.UU., W. Wilson, elabora
un discurso con catorce puntos para alcanzar la paz mundial. En su interven-
ción hace referencia a la incapacidad de ciertos pueblos para administrarse
por sí mismos. Por ello, “el mejor método para realizar este principio (de bien-
estar) será el de confiar la tutela de estos pueblos a las naciones desarrolladas”.
(MATTELART, A. (1993): La comunicación-mundo. Historia de las ideas y de
las estrategias. Madrid. Fundesco.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

Modelos de desarrollo y modelos de


Comunicación para el Desarrollo
Es posible establecer vínculos entre las diversas etapas
y visiones del desarrollo que se han ido sucediendo en los
últimos sesenta años y las concepciones de la comunicación
inherentes a cada una de ellas. Servaes (20032) establece tres
grandes periodos en los que dividir la historia moderna del
desarrollo:

1. Enfoque de la modernización (desde 1945 hasta


1965).
2. Enfoque de la dependencia (desde 1965 hasta princi-
pios de los 80).
3. Enfoque de la multiplicidad (desde los años 80 hasta
la actualidad).

Esta clasificación se puede complementar y reubicar his-


tóricamente con la periodización que establece Sierra Caba-
llero (2004:94-953163) en el modelo dominante del sistema
mundial de información:

1. La etapa diplomática (1945-1973), marcada por la con-


cepción de los medios de comunicación como sopor-
tes estratégicos de la política exterior estadounidense
y como componentes de la doctrina de seguridad na-
cional en la defensa de los intereses y el modo de vida
americanos.
2. La crisis del sistema mundial de dependencia, tam-
bién denominada etapa del giro tercermundista
(1973-1980), en la que los países del Sur cuestionarán
el orden mundial de la comunicación y sus desequili-
brios en relación a las necesidades de desarrollo social
de los países menos favorecidos.
2 SERVAES, J. (ed.) (2003): Approaches to Development Studies on Communi-
cation for Development. Paris. Unesco.
3 SIERRA CABALLERO, F.: Sociedad de la Información y movimientos socia-
les. Alternativas democráticas al modelo de desarrollo social dominante, en
MARÍ, V.M. (2004) (coord.): La red es de todos. Cuando los movimientos so-
ciales se apropian de la Red. Madrid. Editorial Popular.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

3. La reestructuración de la hegemonía estadounidense


(1980-1991), liderada por el movimiento conservador
iniciado en Inglaterra y Estados Unidos por Margaret
Thatcher y Ronald Reagan, que imponen la doctrina
del libre flujo de la información.
4. La era del Nuevo Orden Mundial de la Globaliza-
ción capitalista (desde 1991 hasta la actualidad), en la
que se impulsa la Nueva Infraestructura de la Infor-
mación impulsada por Al Gore y asumida por el G7
como marco doctrinario de construcción de una red
mundial de telecomunicaciones.

Pasamos, a continuación, a exponer los principales rasgos


de cada una de las etapas del desarrollo, con especial atención
al papel que juegan en cada una de ellas la comunicación y las
tecnologías de la información.

Etapa de la modernización
El paradigma de la modernización da por supuesto que
el origen de la pobreza reside en el aislamiento de los países
tercermundistas respecto a los valores y el bienestar social ca-
racterísticos de las sociedades avanzadas. Se basa en la trans-
ferencia de la tecnología y de la cultura sociopolítica desde
las sociedades desarrolladas hacia las sociedades tradicionales.
Jan Servaes y Patchanee Malikhao (2005) consideran que esta
visión del desarrollo es de carácter economicista; se concibe el
desarrollo como un proceso unidireccional y evolutivo, donde
el subdesarrollo es observable y medible, en términos cuanti-
tativos, en referencia a los desequilibrios entre las sociedades
pobres/tradicionales y las ricas/modernas.
Esta visión economicista del desarrollo, como un proce-
so de modernización que va atravesando por sucesivas fases,
tiene uno de sus pilares teóricos en Walt Whitman Rostow,
especialmente en su obra Las etapas del crecimiento económico
(1961)4. Las cinco etapas que propone este autor son:

4 ROSTOW, R.R. (1961): Las etapas del crecimiento económico. México. Fondo
de Cultura Económica. (La versión original, The Stages of Economic Growth,
a Non- Communist Manifiesto, London, Cambridge University Press).

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

1. La sociedad tradicional. Caracterizada por construir-


se en torno a una economía de subsistencia, con poca
actividad comercial y financiera, y articulada en torno
a métodos de producción tradicionales.
2. Precondiciones para el despegue. Entre otras, la es-
pecialización del trabajo y generación de excedentes,
aumento del comercio, y una incipiente infraestructu-
ra de transportes.
3. El proceso de despegue (take-off). Aumentan los ni-
veles de industrialización, que generan un desplaza-
miento de trabajadores procedentes del sector prima-
rio. Se fortalecen las instituciones políticas y sociales
que promueven la industrialización.
4. El camino hacia la madurez. La innovación tecnológi-
ca permite una mayor diversificación de la economía,
de los bienes y servicios disponibles.
5. Una sociedad con altos índices de consumo masivo.
Proliferan industrias duraderas de bienes de consumo
con un crecimiento importante del sector servicios.

Manuela Mesa (1990), siguiendo a Enrique Palazuelos


(19875), sitúa las teorías de la modernización dentro del en-
foque convencional de desarrollo. Desde esta perspectiva, se
identifica desarrollo con crecimiento, y se establecen analogías
respecto a algo orgánico, inmanente, direccional, acumulativo
e irreversible. A su vez, el crecimiento económico se asocia al
progreso de las sociedades. La aplicación de las innovaciones
científico-técnicas a las actividades productivas conducirá a la
modernización de las instituciones sociales y de las formas de
vida de la población. Esta autora (Mesa, 1990:22) enumera los
rasgos característicos del enfoque modernizador:

− Es un enfoque principalmente descriptivo, que estu-


dia las manifestaciones del desarrollo y del subdesa-
rrollo: riqueza, industrialización, bienestar, hambre,
alta natalidad.
− Se explica el subdesarrollo a partir de indicadores
fundamentalmente cuantitativos: PNB (Producto Na-
cional Bruto), renta per cápita, cantidad de calorías
5 PALAZUELOS, E. (1987) (coord.): Las economías capitalistas durante el pe-
riodo de expansión 1945-1970.Madrid. Akal.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

por persona, mortalidad infantil, consumo de ener-


gía, grado de industrialización, etc.
− El sistema económico “normal” es el desarrollado y
con crecimiento permanente.
− El desarrollo se escalona en diferentes etapas y el sub-
desarrollo se concibe como una etapa de la evolu-
ción de la Humanidad de la que se sale cuando se dan
unas condiciones históricas especiales que facilitan el
despegue económico.
− El desarrollo está relacionado con unas actitudes, mo-
tivaciones y valores a adoptar por parte de la pobla-
ción para desarrollar la iniciativa y el logro personal,
en concordancia con la ética protestante de Weber.
− El desarrollo implica grandes avances tecnológicos,
cambios permanentes y rápidas sustituciones de unos
productos por otros.
− La historia occidental es el eje central por el que trans-
curren los aconteceres del mundo.
− El modelo de desarrollo a alcanzar es el que tiene lu-
gar en los países desarrollados.

Desde el enfoque modernizador, las tecnologías de la


información son un medio para la difusión de innovaciones.
Ayudan a que los mensajes diseñados desde los países del
Norte sean diseminados entre un público al que se le persuade
para que adopte determinadas estrategias de desarrollo, prin-
cipalmente en el campo de la agricultura y de la educación
para la salud. Como indica Manuel Chaparro (2002:57), el li-
bro de Everett Rogers The Difussion of Innovations (1962) junto
a los escritos de Schramm6 se habían convertido en la nueva
Biblia de las políticas de desarrollo, que concebían como la in-
troducción de nuevas ideas en sistemas sociales tradicionales
para producir una mejora en los niveles de vida.
Rogers estudia las actitudes de la población ante la recep-
ción de la innovación en las sociedades. Él cree que el grado
de novedad que tiene una idea para un individuo determina
su reacción ante ella. La difusión de innovaciones es el proce-
so mediante el cual una idea es comunicada a través de cier-

6 Con el auspicio de la UNESCO, Wilbur Schramm publicará en 1964 el libro


Mass Media and National Development (Standford. Stanford University
Press).

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

tos canales, durante un tiempo específico, entre los miembros


de un determinado sistema social. Establece, en función de
la permeabilidad al cambio, las siguientes tipologías de per-
sonas: los innovadores, los fácilmente adaptables, la mayoría fácil
y difícil de adaptarse y, finalmente, los refractarios. Cuando se
ubica el proceso y estos perfiles en el tiempo, se observa que
su representación gráfica es una curva en forma de S.
En un primer momento la adopción de la innovación es
lenta y minoritaria (2,5%), pero a medida que este grupo apro-
vecha los canales de comunicación para moldear las creencias
del conjunto de la población y generar actitudes positivas ha-
cia el cambio, se consigue aumentar el número de personas
favorables y el ritmo de penetración del proceso de innova-
ción en el tejido social. El papel de los líderes de opinión es
decisivo, como no podría ser de otra forma en unos autores
– Rogers, y más aún Schramm- que desarrollan sus teorías
en continuidad con los postulados funcionalistas de la Mass
Communication Research.
Servaes y Malikhao (2005) descubren en el modelo de Ro-
gers una complementariedad entre el papel de los medios
de comunicación masivos y el de las comunicaciones inter-
personales. Los primeros son fundamentales para extender y
difundir las posibilidades de los nuevos instrumentos entre
la población; pero la segunda fase , más decisiva, en la que
se toma la decisión de adoptar o no la innovación, juega un
papel más importante la comunicación interpersonal.

Curva de la adopción de innovaciones según Rogers

Fuente: www.valuebasedmanagement.net

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

Las críticas hacia este modelo y sus principales autores


(Lerner, Pool, Schramm, Rogers) no tardarían en llegar. Luis
Ramiro Beltrán (2003) ve en todos ellos una excesiva fe en
las excelencias de los medios masivos de comunicación como
agentes de cambio social: “concebían su oficio como una prác-
tica de ingeniería social, dotada de poderes casi mágicos para
persuadir a las masas atrasadas para que se modernizaran”7.
En esta misma línea, Sierra Caballero destaca la visión tecno-
crática del enfoque modernizador del desarrollo:

“Desde una concepción tecnocrática del desarro-


llo, el enfoque modernizador fundamenta su acción
pública en la iniciativa y el control del proceso a ma-
nos de la élite de técnicos y expertos profesionales,
polarizando aún más si cabe las diferencias econó-
micas y el rezago de la estructura social inequitativa
en los países subdesarrollados, para favorecer una
organización mucho más corporativista de la comu-
nidad tal y como se constata en las experiencias en
las que se ha venido aplicando este modelo. En regio-
nes como Latinoamérica, los intereses de la élite en
modo alguno terminaron por beneficiar al conjunto
de la población. Antes bien, la teoría de la difusión de
innovaciones contribuyó, con su modelo, a fortalecer
el esquema lineal y neocolonialista de los procesos
internacionales de información y educomunicación
transfronteriza, acentuando aún más las diferencias
y desencuentros culturales entre países” (Sierra Ca-
ballero, 2003:54).

Cees Hamelink (1983) cuestiona el modelo de transferen-


cia e innovación tecnológica del enfoque difusionista, por los
siguientes motivos:
1. La recepción de la tecnología extranjera requiere de
una estructura social que pueda acomodarla.
2. La tecnología transferida es, a menudo, inapropiada,
puesto que en su mayor parte se trata de una tecno-

7 RAMIRO BELTRÁN, L.: Comunicación para el Desarrollo en América Latina.


Una evolución sucinta al cabo de cuarenta años”, en APARICI, R. y MARÍ,
V.M. (coords.) (2003): Cultura popular, industrias culturales y ciberespacio.
Madrid. UNED, página 133.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

logía que incrementa el consumo privado sin resolver


los problemas sociales más urgentes.
3. La importación de tecnología extranjera impide el de-
sarrollo de los recursos y el saber-hacer locales.
4. La transferencia de tecnología es, además, una tecno-
logía de productos acabados, y no del conocimiento
que las integra.
5. Junto a la tecnología, se transfiere la idea de la ausen-
cia de valores asociados a ella.

En síntesis, podemos decir que la experiencia histórica


vivida en la región latinoamericana y en otros países del Sur
tras la importación del modelo difusionista fracasó, en la me-
dida en que no sirvió para disminuir las desigualdades. Se
trata de un enfoque claramente exógeno, que proyecta el mo-
delo de desarrollo gestado en el Norte sobre unos contextos
sociales e históricos diferentes. El manifiesto no comunista de
Rostow fracasa, principalmente debido a que el desarrollo no
es un tren que invariablemente pase siempre por las mismas
estaciones o etapas. No sirve el mismo modelo de desarrollo
para todos los contextos y circunstancias.

Etapa de la dependencia
Serán los países del llamado Tercer Mundo, la periferia
del sistema-mundo dominante, quienes identifiquen las con-
tradicciones de unos procesos de modernización que constru-
yen desarrollo en el centro a costa de exportar subdesarrollo a
la periferia. Como poética y certeramente ha escrito Eduardo
Galeano, “el subdesarrollo no es la infancia del desarrollo, no
es una etapa del desarrollo. El subdesarrollo de muchos paí-
ses es la consecuencia histórica del desarrollo de unos pocos”.
La teoría de la dependencia desencubre el engaño del subde-
sarrollo como etapa (según las tesis de Rostow) cuestionan-
do las bases del modelo modernizador. Esta nueva propuesta
teórica, construida por el joven Fernando Henrique Cardoso
y Enzo Faletto (19698168), André Gunder Frank (19679169),
8 CARDOSO, L.H. y FALETTO, E. (1969): Dependencia y Desarrollo en Améri-
ca Latina. México. Siglo XXI.
9 GUNDER FRANK, A. (1967): Capitalism and underdevelopment in Latin Ame-
rica: historical studies of Chile and Brazil. New York. Monthly Review Press.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

Paul Baran (195710170) y Theotonio dos Santos (196811171), en-


tre otros, pondrá las bases del modelo estructural de análisis
para el estudio del subdesarrollo desde la periferia.
La nueva mirada estructuralista a las relaciones econó-
micas internacionales entre el centro y la periferia se articula
desde Latinoamérica como respuesta al funcionalismo esta-
dounidense, característico del enfoque modernizador. Como
apunta Sierra Caballero (2002:145):

“La filosofía liberal de la modernización, que ins-


pirara la planificación educativa y la aplicación de los
medios en el desarrollo y formación de los pueblos
latinoamericanos, se abandonará entonces por nue-
vas formulaciones teóricas alternativas, rechazando
el etnocentrismo occidental por la fijación en los as-
pectos estructurales e históricos, que clarificaban el
horizonte de dominio de los países centrales sobre el
subcontinente”.

La teoría de la dependencia, de base estructuralista, tiene


los siguientes rasgos característicos:

− Se hace un análisis en términos de totalidad. El sub-


desarrollo es un fenómeno global en el que se interre-
laciona lo económico, lo social y lo político.
− Se valora, principalmente, la articulación entre los
países centrales y periféricos, a través de las relacio-
nes económicas y políticas. Esto significa abordar
cuestiones como el intercambio desigual, la deuda
externa, la dependencia tecnológica, financiera, cuya
manifestación más actual es la deuda externa.
− El subdesarrollo se define en relación con el sistema
económico internacional, en el que a los países del Sur
se les ha asignado el papel de proveedores de las ma-
terias primas que los países del Norte necesitan.
− La diferencia entre desarrollo y subdesarrollo no es
de grado – mayor o menor renta- sino una diferencia

10 BARAN, P. (1957): The Political Economy of Growth. [La economía política


del crecimiento. México. Fondo de Cultura Económica,1959).
11 DOS SANTOS, T. (1968): El nuevo carácter de la dependencia. Santiago.
CESO.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

cualitativa de estructura. Una estructura que se con-


figuró en el periodo colonial y que se caracteriza por
la dependencia externa a nivel comercial, financiero y
tecnológico, entre otros niveles.
− Se considera el colonialismo como un factor impor-
tante en la configuración del subdesarrollo, y el im-
perialismo cultural, entendido como la imposición de
modelos culturales externos, ajenos a las necesidades
de la población12.

La década de los setenta marca el fracaso de las políticas


de desarrollo impulsadas hasta la fecha, así como la confron-
tación entre dos modelos de Comunicación para el Desarro-
llo contrapuestos (el enfoque modernizador y el enfoque de
la dependencia), con la presencia de Latinoamérica en el
centro de ambas confrontaciones. En opinión de Chaparro,
el modelo de comunicación que se había establecido no era
democrático;fueron los investigadores latinoamericanos los
primeros en cuestionarlo y en influir de manera decisiva en
el cambio, que tendría en la persona de Luis Ramiro Beltrán
a uno de sus principales catalizadores (Chaparro, 2002:58).
Desde la crítica inicial del venezolano Antonio Pascuali
(1963), a los trabajos de inspiración freiriana de Juan Díaz Bor-
denave, Joao Bosco Pinto y Francisco Gutiérrez, se articula en
los setenta un pensamiento comunicativo crítico latinoameri-
cano, que tiene los siguientes rasgos:

1. El cambio general de la estructura social constituye el


prerrequisito básico para lograr un desarrollo autén-
ticamente humano y democrático.
2. Los adelantos tecnológicos en los campos de la agri-
cultura y en otros sectores productivos no sólo no
conducen necesariamente hacia la obtención de este
desarrollo, sino que incluso pueden impedirlo, al for-
talecer aún más a las élites conservadoras dominan-
tes.
3. La comunicación no sólo es incapaz por naturaleza de
generar desarrollo nacional, sino que a menudo actúa
en su contra, en favor de las minorías gobernantes.

12 MESA, M. (1990): Tercer Mundo y racismo en los libros de texto, página 23.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

4. La propia comunicación está tan sometida a los arre-


glos organizativos predominantes en la sociedad,
que difícilmente se puede esperar de ella que actúe
independientemente como un contribuyente primor-
dial a una profunda y amplia transformación social
(Beltrán,1985:79-80).

A mediados de la década de los setenta, este proceso social


y académico de reformulación del paradigma comunicativo
llevado a cabo en Latinoamérica se concreta en lo que Sierra
Caballero denomina el giro tercermundista de la UNESCO. Los
nuevos estados independizados de África y Asia, los movi-
mientos populares y socialistas en Cuba, China y Chile y otros
países facilitan horizontes para la autodeterminación política,
económica y cultural. Estas naciones comparten la idea de ser
independientes respecto a las grandes potencias, y se organi-
zan para formar el grupo de los Países No Alineados (PNA),
una coalición que define el desarrollo como lucha política
(Servaes, 200213).
Este grupo propondrá, de forma paralela, la articulación
de un Nuevo Orden Económico Internacional y la constitu-
ción de un Nuevo Orden Mundial de la Información y de la
Comunicación, conocido como NOMIC. Es importante desta-
car que la reflexión en materia de comunicación es una parte
del proyecto más amplio de transformación social. Desde este
enfoque se recupera la visión global y contextualizada de los
procesos comunicativos que había diluido el funcionalismo
de la MCR (Mass Communication Research) concretado en la
fragmentación y aislamiento de los elementos del proceso co-
municativo llevados a cabo desde el paradigma de Lasswell.
Las reuniones de la UNESCO en Costa Rica y el Simposio so-
bre los Medios de Información de Túnez (1976) serán funda-
mentales para la consolidación de la alternativa comunicativa
propugnada por los PNA. Estas etapas servirán para situar las
estrategias de comunicación al servicio del desarrollo desde
una política nacionalista orientada a la emancipación social14.
En los setenta comienza a emerger otra concepción del
desarrollo vinculada a los trabajos catalizados por la Fun-

13 SERVAES, J. (ed.) (2002): Approaches to Development Communication. Paris.


UNESCO.
14 Sierra Caballero (2002), Op. Cit. página 149.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

dación Dag Hammnarskjold, una entidad creada en 1962 en


memoria del que fuera Secretario General de la ONU entre
1953-1961. Hammarskjold, Premio Nobel de la Paz a título
póstumo (1961), da su nombre a una fundación que se compro-
mete a impulsar encuentros y debates para promover nuevas
vías en temas de desarrollo y democracia. En 1975, impulsa
la creación de un grupo, con presencia del economista latino-
americano Juan Somavía, para la elaboración de otro modelo
de desarrollo. No será el único representante de la región en
participar en esos debates; uno de los teóricos fundadores del
enfoque de la dependencia, el brasileño Fernando Henrique
Cardoso, estará presente en los encuentros organizados por
la Fundación Hammarskjold en 1975 en la búsqueda de nue-
vos enfoques teóricos sobre el desarrollo.
El texto que recoge este trabajo, titulado Otro Desarrollo
(197715) - coordinado por el “padre” del Tercer Sector, Marc
Nerfin – junto al libro ¿Qué hacer? (197516), serán dos obras
referenciales editadas por la fundación sueca que reflejan
muy bien los debates y las metamorfosis que se estaban pro-
duciendo en este periodo histórico. En la primera parte de
¿Qué hacer? se propone un nuevo marco conceptual desde
el que analizar el desarrollo. Éste se concibe como un pro-
ceso ecológico, cultural, social, económico, institucional y
político, que sólo puede ser comprendido desde una mirada
interrelacional e integrada. Los tres elementos centrales en
torno a los cuales se estructura el nuevo desarrollo son los
siguientes:

1. El desarrollo tiene como objetivo la satisfacción de las


necesidades, empezando por la erradicación de la po-
breza.
2. El desarrollo es endógeno.
3. El desarrollo tiene en cuenta la armonía con el medio
ambiente17.

Se llega a la conclusión de que la apuesta por otro mode-


lo de desarrollo requiere de transformaciones estructurales.

15 NERFIN, M. (1977)(ed.): Another Development: Approaches and Strategies.


Uppsala. Fundación Dag Hammarskjold.
16 What now?, Dag Hammarskjold Report. Uppsala, 1975.
17 Op. Cit. página 28.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

Para ello, las acciones inmediatas no sólo son necesarias, sino


que es posible llevarlas a cabo.
El espíritu del otro desarrollo fraguado en el laboratorio
social de la Fundación Hammarskjold encontrará continui-
dad, con posterioridad, en la obra del investigador chileno
Manfred Max-Neef. Convocado por la entidad sueca para
continuar con los debates teóricos, la sistematización de ex-
periencias alternativas de desarrollo y el impulso de nuevas
prácticas, Max-Neef reelabora las propuestas del ecologista
Schumacher – el autor de Lo pequeño es hermoso (Small is beau-
tiful)- para formular unas nuevas tesis que articuló en torno a
los conceptos de “economía descalza” - que pone el acento en
lo pequeño y en el compromiso apasionado- y de “economía
a escala humana”18.
Concibe el desarrollo como “la liberación de las posibi-
lidades creativas de todos los integrantes de una sociedad”,
una propuesta alejada de la visión economicista dominante.
Su modelo se compone de una matriz básica en la que se
identifican nueve necesidades fundamentales: subsistencia,
protección, afecto, comprensión, participación, ocio, creación,
identidad y libertad. Hay una décima necesidad, de trascen-
dencia, que en el momento de la formulación de su teoría no
se considera aún universal, pero deja abierta la puerta a que
llegue a serlo tanto como las otras.
La culminación de los procesos de cambio en la búsque-
da de nuevos modelos de desarrollo y de superación de los
desequilibrios estructurales Norte-Sur será, en el plano co-
municativo, la elaboración del Informe McBride. Este trabajo
toma su nombre de Sean McBride, fundador de Amnistía In-
ternacional y Premio Nobel de la Paz en 1974. En el año 1978,
durante la XX Conferencia General de la UNESCO celebrada
en París, se presentaron los primeros resultados de los tra-
bajos de una comisión que había recibido el encargo de este
organismo de Naciones Unidas para estudiar los principales
problemas del campo de la comunicación; dos años más tar-
de, en la Conferencia General de la UNESCO de Belgrado, se
aceptó por consenso el informe final de la comisión.
Algunos de los ejes del informe McBride que han hecho
de él un referente ineludible en la formulación de nuevas pro-
18 MAX-NEEF, M. (1993): Desarrollo a escala humana. Conceptos, aplicaciones y
reflexiones. Barcelona. Icaria.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

puestas alternativas de comunicación para el desarrollo son


los siguientes:

− La denuncia del carácter progresivamente capitalis-


ta de la comunicación, su progresiva concentración y
control en pocas manos.
− La importancia de dar pasos significativos en la de-
mocratización de las comunicaciones. Esto implica:
1) concebir a la persona como un elemento activo, y
no un simple objeto de la comunicación;2) aumentar
constantemente la variedad de los mensajes intercam-
biados y 3) aumentar el grado y la calidad de la repre-
sentación social en la comunicación.
− Una construcción menos paternalista de las imágenes
del Tercer Mundo.
− El establecimiento de unas políticas de comunicación
que relacionen las estrategias de desarrollo con los
procesos comunicativos.
− La referencia al papel decisivo que juegan los medios
comunitarios.

El informe McBride supuso un hito en la UNESCO, al de-


nunciar el sometimiento de la información y de la comunica-
ción a la lógica del mercado, apostando por la proliferación de
múltiples voces que nombrasen el mundo desde sus propios
referentes. Como apunta Fernando Quirós (2002), este infor-
me señalaba que, hasta la fecha, se había ignorado un hecho
fundamental a la hora de difundir masivamente la tecnología:
la particularidad de las estructuras propias de cada país, y la
vinculación de éste con el sistema internacional19.
Entre las múltiples referencias presentes en el informe
McBride a los nuevos modelos alternativos de desarrollo y
de comunicación democrática, nos parece digno de mención
el siguiente fragmento:

“El desarrollo debe proceder del crecimiento


humano, de la confianza del pueblo en sus propias
fuerzas y de la justicia social. Si se aceptan tales con-
19 QUIRÓS, F.: Recuperando el espíritu McBride, prólogo al libro de SIERRA, F.
(2002):Comunicación, educación y desarrollo. Apuntes para una historia de la
Comunicación Educativa. Sevilla. Comunicación Social Ediciones.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

sideraciones, el proceso de desarrollo llegará a ser


progresivamente endógeno y autodependiente, al
supeditar los imperativos del capital y de la tecnolo-
gía a los intereses del pueblo, y al facilitar la mayor
participación posible de los ciudadanos en la adop-
ción de las decisiones.

Este modelo de desarrollo precisa una percepción


diferente de la función de la comunicación. Las pre-
guntas deben venir de abajo, lo cual sugiere la nece-
sidad de interesarse más por unos medios de comu-
nicación modestos, controlados en el plano local. La
comunicación horizontal, que permite el diálogo y la
relación directa, tendrá la prioridad sobre la comu-
nicación vertical y descendente, manteniéndose, sin
embargo, unos vínculos estrechos entre una y otra”.

En esta cita es posible descubrir los ecos del nuevo mode-


lo de desarrollo a escala humana y del enfoque de la depen-
dencia, en su apuesta por dinámicas endógenas que eviten
la proyección de intereses de las potenciales centrales sobre
los territorios periféricos. En el plano comunicativo, la doble
alusión a los modelos democráticos y al papel fundamental
de los medios comunitarios son huellas del discurso comuni-
cacional latinoamericano en el documento.
Una de las aportaciones más concretas y de amplio alcance
del informe será, como indica Sierra Caballero (2002:158), “la
formulación de políticas nacionales de comunicación ligadas
a la totalidad de los objetivos de desarrollo social, cultural y
económico”. Se caerá en la cuenta de las múltiples implicacio-
nes culturales y educativas que tienen la información y la co-
municación para el desarrollo social. Estas políticas nacionales
de comunicación deberán abordar cuestiones como la promo-
ción de comunicaciones democráticas, el establecimiento de
mecanismos de acceso a los medios por parte de la población
local, mayores grados de integración entre la comunicación
y el desarrollo, la orientación educativa de los medios y el
acceso abierto a la información científico-técnica.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

A la hora de hacer un balance del informe McBride, Cha-


parro (2002) cree que sus postulados fueron tan elogiados
como criticados:

“El bloque occidental interpretó las advertencias


sobre la monopolización del mercado mediático, de
las redes y las tecnologías como un ataque contra la
libertad de empresa y el modelo de mercado capita-
lista. En el bloque socialista no gustaron las críticas
hacia los monopolios informativos y los censores pú-
blicos utilizados por los estados (Chaparro, 2002:65).

En fechas más recientes, con motivo del 25º aniversario


de la publicación del Informe McBride, se editaron diver-
sos trabajos en los que se hacia un balance de los resultados
conquistados. En el documento elaborado por el Consejo del
Audiovisual de Cataluña20, Miquel de Moragas y otros auto-
res sintetizan en uno de los capítulos iniciales las críticas y
valoraciones de este trabajo. Por un lado, figuran las críticas
conservadoras de aquellos países (Estados Unidos y el Rei-
no Unido) contrarios a la política de la UNESCO de apoyo
al NOMIC, así como la opinión de asociaciones profesionales
y de las empresas del sector de las telecomunicaciones, que
veían criticada su posición de dominio del mercado. En cuan-
to a las críticas académicas recibidas por el informe, estos au-
tores ofrecen una síntesis de las valoraciones desde diversos
puntos de vista:

− Desde posiciones de izquierda, Cees Hamelink cree


que el informe descontextualizaba la comunicación
de la realidad social, económica y cultural.
− Nordenstreng, más contundente, recuerda que mu-
chas de las 82 recomendaciones del informe no se lle-
garon a aplicar nunca.
− Autores como Calabrese o Mattelart destacan el ol-
vido de las relaciones entre cultura y políticas de co-
municación, así como la ausencia de la perspectiva de
género o la falta de referencia a la sociedad civil.
20 AA.VV. (2005): XXV aniversario del Informe McBride. Comunicación interna-
cional y políticas de comunicación, en Quaderns del CAC, nº 21, enero-abril
de 2005.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

Por otro lado, Moragas et. al. (2005) también destacan las
valoraciones positivas del informe que mantienen vigentes,
hasta nuestros días, algunos de sus presupuestos centrales.
Mastrini y Padovani señalan que las ideas contenidas en las
cinco áreas clave del informe sirven hoy para legitimar la no-
ción de derecho a la comunicación. Mientras que Ramón Za-
llo constata la vigencia de al menos tres tesis del NOMIC: la
importancia asignada a la información y su distribución en
las sociedades modernas, el flujo desigual de contenidos au-
diovisuales, y la necesidad de garantizar la diversidad cultu-
ral21.
Servaes (2002), al hacer balance del enfoque de la de-
pendencia, destaca su aproximación global al fenómeno del
desarrollo, el énfasis que ejerce en los factores externos y en
las contradicciones regionales, así como la polarización entre
desarrollo y subdesarrollo. Entre sus debilidades, siguiendo a
McAnany (198022), se considera que la teoría de la dependen-
cia se caracteriza por realizar un buen diagnóstico del pro-
blema, pero un pobre tratamiento. Las revisiones críticas del
modelo de la dependencia darán origen al nuevo enfoque de
la multiplicidad, al que dedicamos el siguiente apartado.

Enfoque de la multiplicidad
El nuevo concepto de desarrollo pone el énfasis en la
identidad cultural y en la multidimensionalidad. El emergen-
te contexto mundial está afectado por múltiples crisis (econó-
micas, financieras, sociales, políticas, morales, ecológicas), tal
y como Beck ha definido en su sociedad de riesgo. Desde el
nuevo marco teórico, el centro y la periferia deben estudiarse
por separado y en sus mutuas relaciones, en múltiples planos
(global, nacional y local). En síntesis, el desarrollo debe con-
ducir a un cambio estructural, y para ello tienen que ponerse
en marcha transformaciones a varios niveles (Servaes y Ma-
likhao, 2005:93).
En la década de los ochenta proliferan nuevos adjetivos
que acompañan al desarrollo, en un intento de compensar los
21 MORAGAS, M. et. al.: El informe McBride 25 años después. Contexto y con-
tenido de un debate inacabado, Op. Cit, páginas 8-10.
22 McANANY, E. (1980) (ed.): Communication in the rural third world: the role
of information in development. New York. Praeger.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

límites y ambigüedades que el término lleva adheridos desde


su nacimiento. Se comienza a hablar de desarrollo sostenible
a partir del informe titulado Nuestro futuro común (1989),
que sirvió de base para la Conferencia de Desarrollo y Medio
Ambiente (Río de Janeiro, 1992). Para Karlos Pérez de Armiño
(2001), el desarrollo sostenible plantea no sólo la necesidad de
ser solidarios entre las diferentes poblaciones para hacer un
uso de los recursos naturales que permita a todos alcanzar ni-
veles satisfactorios de bienestar, sino que esa solidaridad debe
entenderse también con las generaciones venideras, para que
no quede hipotecada la vida en el planeta en el futuro.
En este mismo periodo se acuña el término de desarrollo
humano por parte del Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD). Sitúa el fundamento del desarrollo en el
proceso por el que se expanden o amplían las capacidades de
las personas para que éstas puedan elegir su modo de vida.
Se cuestiona una visión excesivamente economicista y reduc-
cionista del concepto, para destacar la importancia del capital
humano. Una definición en la que se encuentran resonancias
de los trabajos de Amartya Sen (2000), para quien el desarro-
llo es un proceso que debe conducir a expandir las libertades
de las personas.
No hay que perder de vista, sin embargo, que la importan-
cia dada en el tercer enfoque de Servaes a la cuestión cultural
puede derivar en posiciones escapistas frente a la dimensión
política y estructural de la comunicación. Este retorno a la cul-
tura fortalecido en los ochenta, como señalan Erik Neveu y
Armand Mattelart (2004:12123), equivale a una búsqueda de
refugio frente a la politización de décadas anteriores. Por ello,
es importante complementar las etapas propuestas por Ser-
vaes con la periodización de Sierra Caballero, más atenta a
los cambios sistémicos y políticos en el terreno comunicativo.
Para éste último, entre 1980 y 1991 se inicia el periodo de “la
reestructuración de la hegemonía estadounidense”, marcada
por el giro neoliberal inaugurado con la llegada al poder de
Ronald Reagan – en los Estados Unidos – y de Margaret That-
cher en Inglaterra.
Como apunta Moragas (2005), la etapa PostMcBride se
caracterizará por el olvido del NOMIC. El nuevo inquilino de
23 NEVEU, E. y MATTELART, A. (2004): Introducción a los Estudios Culturales.
Barcelona. Paidós.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

la Casa Blanca no tardará en adoptar decisiones contrarias al


giro tomado en la UNESCO en materia de comunicación en la
década de los setenta: en 1983, los Estados Unidos anuncian
su retirada de la UNESCO, que será secundada por el Reino
Unido poco después. Los motivos que se esgrimieron para
justificar el abandono se centraron en el supuesto ataque del
organismo de Naciones Unidas a la libertad de prensa.
El proceso de reestructuración continúa con un nuevo
punto de inflexión marcado por el relevo del máximo man-
datario de la UNESCO. En 1987 Amadou-Mahtar M’Bow da
paso en la Dirección General a Federico Mayor Zaragoza,
que accede al máximo puesto con el apoyo de las principa-
les potencias occidentales. En este nuevo periodo se recupera
el principio liberal-capitalista del libre flujo de información
(Quirós, 2002). Las consecuencias de este giro fueron

“La marginación del NOMIC en los programas de


la UNESCO y el apoyo renovado al concepto del libre
flujo de la información, asociado el libre comercio de
la industria transnacional de la cultura, representan-
do el tercer plan a plazo medio el eclipse definitivo
del movimiento por un nuevo orden internacional de
la comunicación, justo cuando los temas que dieron
origen al Informe McBride exigen una respuesta más
perentoria que nunca” (Sierra Caballero, 2002:161).

La involución que se vive en los ochenta encuentra conti-


nuidad en el periodo del Nuevo Orden Mundial de la Globa-
lización capitalista (desde 1991 hasta la actualidad), marcado
por el proyecto de las Autopistas de la Información impulsa-
do por la administración Clinton.
Las nuevas directrices en materia de desarrollo están
marcadas por el giro expansionista de los EEUU en los ini-
cios de los noventa, manifestado de un modo especial en la
Guerra del Golfo y en el Consenso de Washington. Las políti-
cas neoliberales suponen la aplicación de un recetario de me-
didas ( reducción del gasto público, liberalización de las tasas
de interés y del comercio internacional, privatización, desre-
gulación, reformas impositivas, etc.) que tendrán su traduc-
ción, en el campo de las telecomunicaciones, en los procesos

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

de privatización, desregulación y concentración multimedia


que se intensifican progresivamente desde este periodo hasta
nuestros días.

Desarrollo participativo y comunicación participativa


en los noventa
En la década de los noventa se continúa con la necesidad
de adjetivar el término desarrollo, con el fin de superar las
limitaciones y errores de periodos anteriores. La nueva for-
mulación de desarrollo humano impulsada desde el PNUD
incluye, adicionalmente, el carácter participativo que debe te-
ner este proceso. Así, en la formulación de Hamelink (200024),
el desarrollo humano se caracteriza por:

1. La equidad en el acceso a los recursos.


2. La sostenibilidad de los recursos y las instituciones.
3. La adquisición y difusión del saber para la responsa-
bilización del ser humano.
4. La participación.

Como sugiere Juan Carlos Miguel de Bustos (2007), el


cuarto elemento constitutivo de este nuevo paradigma es la
participación, entendida como un fin en sí misma, a la vez
que como un medio para alcanzar otros objetivos. Desde el
punto de vista de la investigación en comunicación, se reali-
zan en estos años balances sobre los paradigmas más utiliza-
dos en los trabajos académicos sobre Comunicación para el
Desarrollo.
Uno de las revisiones teóricas más amplias y sistemáticas
es la de Jo Ellen Fair (198925183). En este trabajo (su tesis doc-
toral) analiza 224 estudios de Comunicación y Desarrollo pu-
blicados entre 1958 y 1986. Este es un periodo de entusiasmo
y optimismo ante el potencial de la comunicación para impul-
sar políticas de desarrollo, marcado por el influjo de las tesis
24 HAMELINK, C.: “Le development humain”, en UNESCO (2000): Raport
mondial sur la culture. París. UNESCO.
25 FAIR, J.E.: “29 years of theory and research on media and development: the
dominant paradigm impact”, en Gazette (1989), nº 44, pp. 129-150. (Citado
en SERVAES, J. (2002): Approaches to Development Communication. París.
UNESCO.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

difusionistas y modernizadoras de Lerner. Se confía en que,


mediante la introducción de los medios de comunicación en
las sociedades subdesarrolladas, se generen transformaciones
individuales y sociales que permitan pasar de unas socieda-
des tradicionales a otras sociedades modernas.
En un trabajo posterior, realizado junto a Hemant Shah
(199826184), incorpora, en su revisión histórica, el periodo
comprendido entre 1987 y 1996. En esta segunda época des-
aparece el enfoque de Lerner como paradigma dominante. El
marco teórico usado con más frecuencia es el de desarrollo
participativo, y se encuentra una diversidad teórica mayor en
los paradigmas utilizados.
Otra investigación en la que se lleva a cabo una revisión
de los modelos de comunicación para el desarrollo implícitos
en el marco teórico y en los proyectos implementados en la
práctica es la realizada por Nancy Morris (200327185,2005).
Esta autora analiza 23 artículos y trabajos de campo basados
en el modelo de difusión, y otros 13 realizados desde el en-
foque de la participación. Tomando este trabajo como punto
de partida, de Bustos (2007) elabora una tabla comparativa
entre las estrategias llevadas a cabo desde cada uno de estos
modelos. Frente a la visión exógena y elitista de la comunica-
ción para el desarrollo presente en el modelo difusionista, se
comprueba que el modelo participativo supone una radical
transformación en aspectos como la concepción de la comuni-
cación, los fines del desarrollo, los instrumentos utilizados o
el papel de los profesionales, por mencionar solamente algu-
nos de los indicadores analizados en la tabla.

26 FAIR, J.E. y SHAN, H.:”Continuities and Discontinuities in Communication


and Development Research since 1958”, en Journal of International Commu-
nication, nº 4, pp. 1-23.
27 MORRIS, N.:”A Comparative Analysis on the Difussion and Participatory
Models in Development Communication”, en Communication Theory, nº 13
(2003), pp. 225-248 (citado en Miguel de Bustos, 2007). Un desarrollo más ela-
borado de sus tesis se encuentra en MORRIS, N.: The diffusion and partici-
patory models: a comparative analysis, en HELMER, O. y TUFTE, TH. (ed.)
(2005): Media & Glocal Change. Rethinking Communication for Develop-
ment. Suecia. Nordicom.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

Comparación de estrategias
Modelo de difusión y modelo de participación
Juan Carlos Miguel de Bustos (2007)
Difusión Participación
Horizontalidad
Definición de la Transferencia vertical
Información como intercambio y
comunicación De arriba a abajo
diálogo
Participación a nivel local
Utilización de la Diseminación por medio de los Comunicación interpersonal
información mass media Utilización de los medios de
comunicación
Problema Falta de información Desigualdades
Objetivo determinado y/o
emancipación
Cambio comportamental con
Fin del desarrollo Equidad
relación a un objetivo determinado
Democratización
Aumentar la capacidad organizativa
Cambio en conocimiento y
Información/intercambio
Medios actitudes
El proceso es esencial.
El objetivo es fundamental
Cambio social
Modernización
Marco Movilización social
Difusión de innovaciones
Participación
Rogers
Freire
Autores Lerner
Servaes
Schramm
Asambleas y encuentros
Medios de comunicación
Medios de comunicación
Instrumentos Marketing social
Marketing social
Entretenimiento educativo
Entretenimiento educativo
Holística
Aproximación no holística Se estudian las necesidades,
Ámbito de
Sólo se estudian las cuestiones de los objetivos, los medios para
actuación
comunicación conseguirlos y también los aspectos
de comunicación
Se implementa el plan de
Los profesionales conjuntamente
Papel de los comunicación por profesionales,
con la comunidad diseñan la
profesionales sin contar con las personas
implementación del plan.
destinatarias del mismo
Los resultados del diagnóstico
son elaborados desde el exterior
Los resultados del diagnóstico son
Comunicación del y comunicados a los organismos
presentados por la comunidad y por lo
diagnóstico con los que tienen relación.
tanto conocidos por ella.
No siempre se transmiten a la
comunidad receptora.

Síntesis de J.C. Miguel de Bustos (2007) a par-


tir de Van der Stichele (1998) y Norris (2003).

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

Un tercer trabajo de síntesis y de sistematización de los


modelos de Comunicación para el Desarrollo presentes en in-
vestigaciones históricas y recientes es el elaborado por Carlos
del Valle (2007). En este caso, la revisión teórica se centra en
los principales autores que han realizado su investigación en
el campo de la comunicación participativa elaborada específi-
camente desde América Latina.
Para ello, se ha recurrido a la revisión de un corpus teórico
compuesto por los trabajos de catorce autores fundamentales
del campo: Rosa María Alfaro, Sally Burch, Manuel Calvelo,
Antoni Castells, Andrés Geerts, Alfonso Gumucio Dagron,
Gabriel Kaplún, Claudia Magallanes, Jesús Martín Barbero,
Armand Mattelart, José Ignacio Porras, José Manuel Ramos y
Clemencia Rodríguez.
Hay que señalar que, de las tres revisiones teóricas cita-
das en este epígrafe, ésta es la que tiene más afinidades con
nuestro trabajo, por el marco teórico escogido y por la selec-
ción de autores realizada. Del Valle entiende la comunicación
participativa como una reflexión enmarcada en el contexto del
desarrollo, que involucra dos problemáticas que desbordan el
horizonte específico de lo comunicacional:

− La problemática del poder, pues al proponer la de-


mocracia participativa reubica el poder y la toma de
decisiones.
− Un problema de la identificación, pues para el ejerci-
cio de la participación de las comunidades hace falta
recuperar las capacidades autoorganizativas y las di-
námicas culturales.

En este contexto, hablar de comunicación participativa


supone pasar:

− De la lógica vertical a la horizontal.


− De los productos a los procesos.
− De las propuestas a corto plazo a las propuestas a
largo plazo.
− De las dinámicas individuales a las colectivas.
− De las condiciones de las entidades que financian a
las necesidades de las comunidades.
− Del acceso a la participación

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

− De la instrucción difusional a la educación comunica-


cional. (Del Valle, 2007:19).

El investigador chileno sintetiza su investigación en un


mapa conceptual en el que es posible observar las relaciones
multidimensionales que guarda la comunicación participati-
va con las necesarias transformaciones en las estructuras de
poder, con los discursos y prácticas de las organizaciones so-
ciales, con los procesos inherentes a las democracias partici-
pativas y con las movilizaciones sociales, por citar algunas de
las más importantes.

Relaciones multidimensionales de la Comunicación Participativa

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

Retomamos el hilo argumental sobre el que estábamos


reflexionando, vinculado a las reformulaciones que se produ-
cen en el campo de la Comunicación para el Desarrollo en los
noventa. Es un periodo de encrucijadas, en el que las aproxi-
maciones teórico-prácticas que habían tenido lugar en las
décadas anteriores son sometidas a revisión. Como apuntan
Oscar Hemer y Thomas Tufte (2005), en un periodo en el que
las tecnologías están evolucionando, las sociedades sufren in-
tensos procesos de transformación y la globalización afecta a
múltiples niveles, la Comunicación para el Desarrollo se ve
envuelta en estos mismo procesos, como herramienta y como
subdisciplina de la comunicación centrada en los procesos de
cambio social.
Por parte de grandes instituciones privadas y públicas se
impulsan debates para mapear los nuevos cambios en este
campo. Desde 1997 la Fundación Rockefeller ha convocado
una serie de encuentros y seminarios entre expertos de todo
el mundo para articular espacios de diálogo desde los que re-
visar los cambios que se han producido en la Comunicación
para el Desarrollo. En la reunión que tuvo lugar en 1997 en
Bellagio (Italia), el grupo de expertos allí convocado estimó
la pertinencia de sustituir el concepto de desarrollo por el
de cambio social, debido a las implicaciones ideológicas del
término y a las revisiones paralelas a las que también estaba
siendo sometido en otros campos de las ciencias sociales.
Un gesto que conecta con las tesis postdesarrollistas a las
que hace referencia Javier Erro (2002:46), desde las que “se
arremete contra el concepto mismo de desarrollo” y se prefie-
re hablar de “desarrollos”, en plural. Desde esta posición se
pone en juego una crítica importante y necesaria a a la acep-
ción dominante del término; pero, como señala Jan Nederveen
Pieterse (200028), el postdesarrollismo carece de propuestas al-
ternativas desde una perspectiva política. Esta ausencia hace
que ese rechazo genere cierto inmovilismo y que se repliegue
en una etnografía de las resistencias incapaz de formular una
estrategia de emancipación.
Otros encuentros impulsados desde los noventa, en una
línea similar, han tenido lugar en el marco de las International
on Comunication for Development Roundtables, organizadas
28 PIETERSE, J.N.: “After Post-Development”, en Third World Quaterly (2000),
vol.21, nº2, pp. 175-191.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

periódicamente desde 1988 por el área de Comunicación de la


UNESCO, con la participación de organismos como Unicef, la
FAO y la citada Fundación Rockefeller.
Después de haber hecho mención al impulso del enfoque
participativo a partir de la década de los noventa ofrecemos,
una definición de Comunicación para el Desarrollo en la que
se recogen tanto las reivindicaciones más clásicas como las
nuevas aportaciones del enfoque crítico de esta perspectiva
comunicativa orientada al cambio social. Para Sierra Caballe-
ro (2006:27)

“La Comunicación para el Desarrollo es la inves-


tigación aplicada que tiene por fin el estudio, análisis
y planeación de las políticas y modelos de comunica-
ción para el cambio social, mediante la integración de
los sistemas de información y comunicación públi-
cos, así como los recursos tecnológicos y las culturas
populares, en la acción y gestión comunitaria local,
socializando los recursos de expresión e identifica-
ción grupales y colectivos entre las redes sociales”.

Desde esta perspectiva, el conocimiento teórico-metodo-


lógico y la evaluación práctica de este campo científico com-
prende:

1. Las políticas de comunicación y su impacto en los


procesos de integración y desarrollo sociocultural.
2. Las formas de vertebración solidaria y equilibrada de
la cultura local a través de los medios y mediaciones
informativas.
3. La participación y democracia cultural en la construc-
ción de la ciudadanía.
4. La planificación de redes sociales y de comunicación
participativa para el desarrollo endógeno.
5. La comunicación alternativa y la organización de me-
dios comunitarios para la movilización y apropiación
colectiva del hábitat social.
6. La comunicación y educación popular.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

7. La apropiación de las tecnologías y medios conven-


cionales de comunicación por los movimientos socia-
les.
8. La planificación estratégica de la comunicación para
el cambio social.

En esta conceptualización de la Comunicación para el


Desarrollo quedan superados el enfoque modernizador y el
enfoque cultural, para ubicar las prácticas tecnocomunicati-
vas en un horizonte de transformación local y global, que in-
cluye a las redes críticas formadas por las administraciones y
el Tercer Sector. Una comunicación estrechamente vinculada
al ejercicio de la ciudadanía y a la reformulación de nuevos
modelos de democracia acordes con las transformaciones so-
ciopolíticas y tecnológicas.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

Comunicación participativa,
desarrollo y medios comunitarios

El legado de Paulo Freire en la Comunicación para el


Desarrollo
Para Robert Huesca (2007), el concepto de Comunicación
Participativa para el Desarrollo es “la noción más útil y potente
que ha surgido desde los desafíos al paradigma dominante
de la modernización, con la capacidad de generar un diver-
so cuerpo de investigadores que plantean nuevos desafíos y
nuevos problemas” dentro de este campo de conocimiento.
Aunque la incorporación de la “participación” al bino-
mio “Comunicación y Desarrollo” se impulsa definitivamen-
te a finales de los ochenta y en los noventa, es posible rastrear
un hilo conductor que se hace presente desde mucho antes.
Sin duda, uno de los referentes en esta concepción es Paulo
Freire, con su enfoque liberador de la educación, que rápida-
mente tuvo su traslación al campo comunicativo.
Paulo Freire inicia en 1961 en Brasil su primera experien-
cia de educación en grupo, en el marco de la Campaña Na-
cional de Alfabetización de Brasil, un bagaje práctico desde el
que irá elaborando, en años posteriores, su modelo teórico.
En su primer libro (La educación como práctica de libertad, 1969)
expone la concepción antropológica que sustenta su pensa-
miento y su acción educativa: su idea del hombre como ser
inacabado, que no está sólo en el mundo como un objeto más,
sino que se integra en un contexto para actuar en él, trans-
formándolo y transformándose. Cómo lúcidamente recuerda
José Luis Corzo, “educar” es, desde una perspectiva freiriana,
un verbo transitivo que se conjuga en la primera persona del
plural: nos educamos en diálogo, de la persona con el grupo y
del grupo con la realidad.
En esta línea, Sierra Caballero (2000:228) plantea que la
teoría freiriana del conocimiento se fundamenta en la meto-
dología dialéctica como el camino adecuado para iniciar el

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

proceso educativo desde la práctica real de los movimientos


ciudadanos:

“Este partir de la práctica hace posible que se al-


cancen nuevos niveles de comprensión, es decir, hace
viable llegar a procesos de abstracción de la misma
realidad, que en cierta medida nos permitan com-
prenderla para intervenir en ella...La cultura es con-
cebida como cultura-transformación, como búsque-
da utópica. Búsqueda incierta y dudosa, que exige
del sujeto educando la aceptación del conocimiento
como contradicción permanente”.

La dinámica de “partir de la práctica” está vinculada


a a un término con amplias resonancias en la obra de Freire
como es el de praxis. Para el educomunicador brasileño, la
praxis es la reflexión y la acción de los hombres sobre el mun-
do para transformarlo. “Una teoría sin experiencia está vacía,
y una experiencia sin teoría es ciega”, dirá Freire, por lo que
la praxis supone la integración de estos dos momentos de la
acción educativa y comunicativa transformadora. Otro térmi-
no asociado al imaginario freiriano es el de concienciación o
concientización (conscientizaçao), que Enrique Dussel (1998)
ha reformulado como

“La toma de conciencia argumentativa de las con-


diciones políticas de posibilidad de una acción orga-
nizativa popular que toca las instituciones y su re-
producción, en su esencia misma y con un propósito
de cambio estructural”.

La concienciación es, en la obra de Freire, la etapa más


evolucionada de la conciencia del ser humano, a la que se
llega pasando por la conciencia semiintransitiva (en la que el
sujeto no posee la suficiente distancia respecto a la realidad
como para objetivarla) y por la conciencia ingenua transitiva (en
la que se rompe el silencio frente al mundo, pero su lectura
está marcada por las categorías poco problematizadoras de
los otros). En el acto de concienciación se llega a una tercera
etapa denominada conciencia transitiva crítica, donde emergen

183

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

con claridad las contradicciones de la estructura social que


está siendo construida por los sectores dominantes y que, por
lo tanto, como estructura histórica y política, debe ser desna-
turalizada y desmitificada, abriéndose las puertas para ex-
plorar los inéditos viables, las condiciones de posibilidad que
permiten la transformación de la realidad.
Como señala Luis Ramiro Beltrán (2003), entre estos pio-
neros en la construcción de modelos de comunicación hori-
zontales y participativos que adaptan inicialmente las tesis
de Paulo Freire al campo comunicativo están Frank Gera-
ce (197329), Juan Díaz Bordenave (196930), Joao Bosco Pinto
(197231), Francisco Gutiérrez (197332) y Fernando Reyes Matta
(197733), entre otros. El propio Beltrán figura entre este grupo
de impulsores iniciales de las tesis de Freire para “decir adiós
al modelo de Laswell”34 e inaugurar unas nuevas construccio-
nes teóricas más horizontales y participativas.
Y, finalmente, queremos hacer referencia a Mario Kaplún
(199835193), que aplicó los tres modelos educativos de Paulo
Freire al campo de la comunicación, para formular los rasgos
característicos del modelo bancario (que ponen el énfasis en la
transmisión de la información), del modelo falsamente demo-
crático o manipulador (centrado en la aplicación de estrategias
persuasivas y de mercadotecnia al campo comunicativo) y del
modelo dialógico (que pone el énfasis en el proceso).

29 GERACE, Frank (1973): La Comunicación Horizontal. Lima. Librería Stu-


dium.
30 DÍAZ BORDENAVE, Juan: La comunicación y el desarrollo rural, en Comuni-
caçao e Problemas, nº 4 (1).
31 PINTO, J.B. (1972): Subdesarrollo, medios de educación de masa y educación.
Bogotá. Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas de la OEA.
32 GUTIÉRREZ, F. (1973): El lenguaje total: una pedagogía de los medios de co-
municación. Buenos Aires. Humanitas.
33 REYES MATTA, F. (1977): “From right to praxis: a model of communications
with active social participation”. Documento de trabajo preparado para el
Seminar on International Communications and Third World Participation: A
Conceptual and Practical Framework, Amsterdam.
34 BELTRÁN, L.R.: A farewell to Aristotle: horizontal communication, en Com-
munication, vol. 5, nº1 (1980), pp.5-41.
35 KAPLÚN, M. (1998): Una pedagogía de la comunicación. Madrid. Ediciones
de la Torre. (el libro es una reedición ligeramente actualizada del texto del
mismo autor El comunicador popular. Buenos Aires. Humanitas).

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

Características del modelo dialógico


Indicadores/Modelo Énfasis en el proceso
CONCEPCIÓN Liberadora-transformadora
PEDAGOGÍA Endógena
LUGAR DEL EDUCANDO Sujeto
EJE Sujeto-grupo
RELACIÓN Autogestionaria
OBJETIVO EVALUADO Pensar-transformar
FUNCIÓN EDUCATIVA Reflexión-acción
TIPO DE COMUNICACIÓN Comunicación (diálogo)
MOTIVACIÓN Social
FUNCIÓN DEL DOCENTE Facilitador-animador
GRADO DE PARTICIPACIÓN Máxima
FORMACIÓN DE LA CRITICIDAD Altamente estimulada
CREATIVIDAD Altamente estimulada
PAPEL DEL ERROR Camino, búsqueda
MANEJO DEL CONFLICTO Asumido
RECURSOS DE APOYO Generadores
VALOR Solidaridad, cooperación
FUNCIÓN POLÍTICA Liberación

Fuente: KAPLÚN, M. (1998): Una pedagogía de la comuni-


cación. Madrid. Ediciones de la Torre, página 56.

Enfatizar el proceso, para Kaplún, supone ver la comu-


nicación

“Como un proceso permanente, en que el sujeto


va descubriendo, elaborando, reinventando, haciendo
suyo el conocimiento. Un proceso de acción-reflexión-
acción que él hace desde su realidad, desde su expe-
riencia, desde su práctica social, junto con los demás.
Y en el que hay también quien está ahí – el “educador/
educando” o “comunicador/comunicando” - pero ya
no como el que enseña y dirige, sino para acompa-
ñar al otro, para estimular ese proceso de análisis y
reflexión, para facilitárselo; para aprender junto a él y
de él; para construir juntos” (Kaplún, 1998:50).

Este nuevo modelo de comunicación se caracteriza por


poner en juego una praxis dialógica (Robert Huesca, 2007)

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

desde la que es posible impulsar proyectos humanizadores


que “nombran el mundo” a partir de encuentros dialógicos.
Para Sierra (2000), el modelo dialógico de Kaplún es reformu-
lado bajo la etiqueta de modelo sociopráxico, donde

“La educación es un proceso permanente de co-


municación y acción pedagógica, en la que las tec-
nologías son espacios y medios para la reflexión y la
intervención transformadora de la realidad social. Se
trata de una educación dialógica, de una comunica-
ción educativa transformadora, abierta a la reflexión,
la movilización y la creación de redes sociales de
interconexión en comunidad, que participa de una
visión más amplia de la educación como praxis polí-
tica” (Sierra Caballero, 2000:62).

Desde este punto de vista, se mantienen las tesis centra-


les de Freire y Kaplún, aunque adaptadas al nuevo contexto
tecnológico y sociocultural de la Sociedad de la Información
y del predominio del lenguaje de los vínculos y de las redes
sociales que emerge a finales de los noventa. En definitiva,
la conexión o relectura freiriana de la Comunicación para el
Desarrollo36 se mueve entre la contradicción de ser uno de sus
pilares y, a su vez, de no ser lo suficientemente reconocida
y asumida. A pesar de que el trabajo de Freire ha sido una
de las contribuciones mayores al campo de la teoría y de la
práctica de la comunicación alternativa, aún no se tienen en
cuenta lo suficiente sus aportaciones en los procesos de cam-
bio social vinculados, entre otras cuestiones, a la participa-
ción ciudadana, el acceso a los medios, el gobierno local o la
acción cultural.

Los medios comunitarios como impulsores de


la comunicación participativa para el Desarrollo
En el apartado anterior aludíamos al concepto freiriano
de praxis para referirnos a la correcta integración y síntesis
de los momentos práctico y teórico para la producción de un
36 RICHARDS, M.; THOMAS, P. y NAIN, Z. (ed.) (2001): Communication and
Development. The Freirean Connection. New Jersey. Hampton Press.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

conocimiento transformador de la realidad. Pues bien, po-


dría aplicarse este mismo movimiento (práctico y teórico) a
la construcción de la Comunicación Participativa para el De-
sarrollo: surge, en los primeros momentos, como una prácti-
ca de comunicación que posteriormente será sistematizada y
teorizada.
Entre las experiencias pioneras en este campo se pueden
situar, en la década de los cuarenta del pasado siglo XX, las
iniciativas radiofónicas que surgen paralelamente en Colom-
bia y Bolivia. La colombiana Radio Sutatenza (1947) tendrá
el honor de ser la primera radio comunitaria37. Creada por
el sacerdote católico José Joaquín Salcedo, surgirá como una
iniciativa de educación popular. Por otra parte, en Bolivia,
en el año 1949, se crean las radios mineras, impulsadas por
la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia
(FSTMB), una experiencia que, en los años setenta, será estu-
diada como modelo de comunicación democrática y partici-
pativa. Para Gumucio (2001), el caso de las radios mineras de
Bolivia es paradigmático, en la medida en que la comunica-
ción alternativa que proponen reside en la apropiación de las
herramientas comunicativas para el beneficio de los sectores
marginados de la sociedad.
El concepto de medios comunitarios va más allá del sen-
tido instrumental y tecnológico del término. No es sólo una
cuestión de instrumentos. La apropiación implica recuperar
el protagonismo de la ciudadanía en el proceso comunicativo,
incluyendo la elaboración de contenidos y la gestión del pro-
pio medio de comunicación. En una revisión reciente de esta
experiencia pionera de las radios mineras bolivianas, Karina
Herrera (2006) sintetiza sus rasgos fundamentales:

− Su anticipación utópica/práctica respecto al momen-


to de la sistematización teórica.
− Su adopción espontánea y natural del modelo partici-
pativo.
− Su determinación contrahegemónica.
− Su capacidad de incidencia política y social desde la
comunicación.
− Su capacidad autogestionaria y autónoma.

37 GUMUCIO. A.(2001): Haciendo olas. Historias de comunicación participativa


para el cambio social. New Yorf. Fundación Rockefeller, página 13.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

− Su apertura a la comunicación popular y alternativa.


− Su fortalecimiento de las demandas de expresión de
los sectores populares locales.
− Su propuesta democratizadora del uso de la palabra.
− Su contribución a la construcción ciudadana desde la
comunicación.
− Su efecto de imitación en otros sectores populares (fá-
bricas, campesinos)38.

Por lo que respecta al ámbito europeo, en un informe


elaborado más recientemente por Peter Lewis (200839) para
el Consejo de Europa, se defiende el papel de estos medios
comunitarios como promotores de la cohesión social, espe-
cialmente en el contexto de la intensificación de los procesos
migratorios propios del capitalismo global. Su autor alude en
el marco teórico del informe a la clasificación de los medios
elaborada por Denis McQuail (1991).
El autor de Introducción a la teoría de la comunicación de
masas identifica una perspectiva dual en la relación entre los
medios de comunicación y el orden social:los medios pueden
cumplir una función centrípeta, contribuyendo a la integra-
ción y al control, o centrífuga, alentando el desorden social o
la diversidad. Estas dos tendencias pueden analizarse, a su
vez, desde un punto de vista optimista o pesimista, según la
posición del observador o del sistema en el poder. Los me-
dios pueden servir como instrumentos de cohesión social y
como instrumentos para la construcción de identidades, o
para provocar rupturas sociales y reforzar comportamientos
individuales40.

38 HERRERA, K. (2006): ¿Del grito pionero...al silencio? Las radios sindicales


mineras en la Bolivia de hoy. La Paz. Fundación Friedrich Ebert.
39 LEWIS, P. (2008): Promoting social cohesion. The role of community media.
Estrasburgo. Consejo de Europa.
40 McQUAIL, D. (1991): Introducción a la Teoría de la Comunicación de Masas.
Barcelona. Paidós.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

Cuatro imágenes, positivas y negativas, de la integración social


(Mc Quail)

En algunos contextos sociales y temporales, los medios


comunitarios pueden servir para impulsar proyectos contra-
hegemónicos y rupturistas, mientras que en otros pueden ser
instrumentos que catalizen la cohesión social. Lo que parece
generar un alto grado de consenso entre los investigadores es
la lógica específica y diferenciadora de estos medios. Frente a
la lógica de la mercantilización (propia de los medios comercia-
les) y de la intervención estatal (propia de los medios público-
gubernamentales), los medios comunitarios se caracterizan,
para Michel Sénecal (1986), por funcionar desde la lógica de
la apropiación social:

“Esta lógica, articulada sobre el cambio social, la


encarnan los movimientos sociales y culturales de

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

oposición y protesta. Dichas minorías no luchan sola-


mente porque se respete el derecho de la información
y la comunicación, sino por todos los otros derechos
fundamentales y democráticos (salud, trabajo, vi-
vienda, situación de la mujer, luchas urbanas, ecolo-
gistas, antinucleares, pacifistas, homosexuales, etc.)...
No persiguen tanto el acceder a los medios informa-
tivos y hacer oír su voz en el concierto de las voces
del poder y de las gentes acreditadas para hablar por
los demás, como el realizar innovaciones a nivel de
los modos de comunicación, o hasta en ocasiones,
sencillamente, el crear, a través de la fabricación de
un diario o la confección de un videograma, una red
de lazos” (Sénecal, 1986:62).

Podemos releer, en el esquema de análisis de Sénecal, una


relación analógica respecto a los tres sectores de Nerfin. El
Tercer Sector “comunicativo” se caracteriza, específicamente,
por impulsar propuestas regidas por la lógica de la apropia-
ción social. Esto implica conectar el trabajo comunicativo con
los procesos sociales que conducen a ganar más espacio y más
calidad democrática. Una lógica que pone el énfasis en los
procesos (Kaplún) y en los vínculos y redes construidos, más
que en la calidad intrínseca de los productos comunicativos.
En el capítulo final de su libro, dedicado a las conclusiones,
Sénecal pone el dedo en la llaga en unos riesgos y limitacio-
nes que han ido apareciendo en el seno de los medios comu-
nitarios: el deslumbramiento que suscitan los instrumentos
tecnológicos, y la marginación a la que se ve sometido el pro-
yecto comunicativo y político de democratización de la co-
municación.

“Ya es hora de que la alternativa en las comuni-


caciones deje de definirse únicamente a partir de los
instrumentos empleados, tal y como se consagra en
las expresiones “medios alternativos” en oposición
a medios de masas. Más allá de los instrumentos o
recursos, esta definición debería corresponder más
bien a un proyecto de mayor alcance. Un proyecto
de democratización de la palabra pública, de adqui-

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

sición del derecho a producir nuestra propia infor-


mación, de una práctica alternativa de los medios de
comunicación” (Sénecal, 1986:150).

Por desgracia, la historia de los medios comunitarios no


asegura la plena correspondencia entre la etiqueta de “me-
dios alternativos” y el impulso de procesos de democratiza-
ción de la comunicación. En más ocasiones de las deseadas se
ha llevado a cabo en estos medios el mismo monopolio de la
palabra y el ejercicio de comunicaciones “bancarias”. En esta
línea, Rafael Roncagliolo (199941, en Chaparro, 2002), lúcida y
críticamente, prefiere hablar de medios alterativos en lugar de
alternativos, porque sus objetivos fundamentales son los de
alterar el orden social y preocuparse por la alteridad, por el
otro. Lo central, por tanto, es el grado de incidencia social que
tiene un medio comunitario entre la ciudadanía, su capacidad
de democratizar las comunicaciones y de revitalizar la parti-
cipación social, especialmente a través de una mediaciones
comunicativas que sirven, a su vez, de mediación social para
la integración de sectores y colectivos excluidos socialmente.
De un modo más explícito, Nicolas Jankowski (2002:7)
enumera los rasgos específicos que sirven para caracterizar a
un medio comunitario:

1. Sus objetivos, que consisten en ofrecer información


relevante para responder a las necesidades de los
miembros de la comunidad, para empoderar a los
sectores más débiles.
2. Su propiedad y control, a menudo compartida por ve-
cinos, gobierno local y organizaciones de base.
3. Sus contenidos, producidos y orientados hacia lo lo-
cal.
4. Su modo de producción, ejecutada por voluntarios
no profesionales.
5. Sus audiencias, predominantemente locales, reduci-
das y circunscritas a una zona geográfica específica,
excepto en el caso de las redes electrónicas de medios

41 RONCAGLIOLO, R: Las redes de cooperación y la radio comunitaria”, en


CHAPARRO, M. (ed.): La democratización de los medios. Sevilla. Diputación
de Sevilla/EMA-RTV.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

comunitarios, con un grado mayor de dispersión y


amplitud.
6. Su financiación, que suele incluir algún apoyo de
subvenciones públicas y de publicidad, aunque se
trata de medios regidos por un modelo no comercial.

Como podemos observar a partir de esta enumeración,


no basta con cambiar el tipo de contenidos para encontrarnos
frente a un medio comunitario alternativo. Los cambios de-
ben llegar, también, a la estructura de la propiedad del medio,
que deberá ser autogestionada por los propios movimientos
sociales. Del mismo modo que las fuentes de financiación y
los procesos de producción deben mostrar rasgos distintivos
frente al modelo de medio de comunicación comercial y de
titularidad gubernamental.
Peter Lewis (199342) da un paso más a la hora de perfilar
los elementos que hace alternativo a un medio comunitario,
porque se preguntará “¿respecto a qué?” se define como alter-
nativo. La respuesta general es que los medios comunitarios
proponen un modelo alternativo frente a los media dominan-
tes. Por lo tanto, su alternatividad deberá manifestarse en:

1. El motivo de su puesta en marcha, alejado de los fines


comerciales y próximo a unos objetivos humanitarios,
culturales o educativos.
2. La estructura organizativa, que deber ser diferente en
sus modos de funcionar.
3. Las prácticas profesionales, que permiten involucrar-
se a voluntarios y a ciudadanos de a pie, y que in-
tentan regirse por otros criterios para seleccionar los
temas y su tratamiento.
4. La relación con su audiencia es diferente a la que pro-
ponen los medios comerciales y gubernamentales.
Los objetivos de estos medios son definidos por las
propias audiencias. Por otro lado, la composición de
esta audiencia, su perfil sociodemográfico, también es
diferente: gente joven, mujeres, población rural, etc.
5. La metodología de investigación que se utiliza para
su estudio.
42 LEWIS, P. (1993): Alternative Media: Linking Global and Local. París.
UNESCO, página 12.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

Después de este itinerario que nos ha ido llevando a per-


filar los rasgos característicos de los medios comunitarios, tal
y como se han ido sistematizando y teorizando desde las ex-
periencias pioneras, pasamos a explorar las nuevas formas en
las que ejercen su actividad, en el nuevo contexto sociopolíti-
co y comunicativo de finales del cambio de siglo.

Conceptualización y desarrollo de los medios comuni-


tarios en el proceso de globalización capitalista
Desde los orígenes pioneros de Radio Sutatenza y de las
radios mineras bolivianas, los medios comunitarios han ejer-
cicio su tarea de democratizar la comunicación y radicalizar
los procesos democráticos en los contextos en los que se mue-
ven. En algunos casos, bajo regímenes dictatoriales (Brasil en
los sesenta, Chile y Argentina en los setenta) y en otras ocasio-
nes en procesos políticos revolucionarios (Nicaragua).
Aunque el surgimiento y proliferación de los medios co-
munitarios tiene diversos “epicentros” mundiales, sin duda
uno de los pioneros, más prolífico históricamente y más es-
tructurado en la actualidad es el que viene de América Latina
y el Caribe. Después de cuatro décadas de experimentación
y análisis, en 1997 se constituye el G-8 para tratar de articular
bajo una estrategia común las diversas iniciativas regionales.
Para Manuel Chaparro (2002:108), el G-8 se constituye como
una alternativa frente a los modelos monopolizadores de las
cadenas comerciales, con el reto de generar una verdadera de-
mocratización del espectro radioeléctrico:

“Evidentemente, el grupo no guarda relación al-


guna con las cumbres de los países más ricos, sino
con las ocho redes de comunicación latinoamericanas
y caribeñas empeñadas en el uso de los medios de
comunicación para promover el desarrollo, la educa-
ción, el asentamiento de la democracia, la regulación
legal de las emisoras comunitarias, el fortalecimiento
de los proyectos de género y la capacitación en nue-
vas tecnologías”.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

Curiosamente, el G-8 de los medios de comunicación


comunitarios está constituido por nueve organizaciones o
redes básicas: AMARC (Asociación Mundial de Radios Co-
munitarias de América Latina y el Caribe), ALER (Asocia-
ción Latinoamericana de Educación Radiofónica), CIESPAL
(Centro Internacional de Estudios Superiores de Periodismo
en América Latina), FELAFACS (Federación Latinoamerica-
na de Facultades de Comunicación Social), FIP (Federación
Internacional de Periodistas), WACC (World Association for
Christian Communication, Asociación Mundial para la Co-
municación Cristiana), Videazimut (Coalición Internacional
Audiovisual para el Desarrollo y la Democracia), SCC (Ser-
vicio Conjunto de Comunicación) y PROA (Asociación La-
tinoamericana de Comunicación Grupal). Algunas de estas
redes siguen comprometidas con el proyecto original que las
inspiró, mientras que otras han adquirido una dimensión más
institucional y menos crítica, o han desaparecido ante los nue-
vos retos sociales y comunicativos del siglo XXI.
Como hemos indicado en otro lugar de nuestro trabajo,
a mediados de la década se inicia un nuevo ciclo de movi-
lizaciones por parte de los movimientos sociales mundiales,
que cristalizará en las movilizaciones de Seattle (noviembre
de 1999) en oposición al proyecto mercantilizador de la OMC
(Organización Mundial del Comercio) que tenía lugar en esa
ciudad estadounidense.
La convergencia que se produce en este periodo históri-
co entre los movimientos de resistencia al capitalismo global
– también denominados movimientos altermundialistas, en
una clave más proactiva que reactiva – y el nuevo contexto
tecnológico de comunicación digital (popularización de In-
ternet e integración de móviles, ordenadores portátiles y cá-
maras de vídeo digitales ligeras) hace que sea necesaria una
redefinición de las prácticas y de las teorizaciones en torno a
los medios comunitarios (Cebrián Herreros y García Matilla,
2002).
En los últimos años proliferan terminologías que intentan
perfilar los cambios que estamos indicando. Clemencia Ro-
dríguez (2001) habla de citizen media como un concepto que
implica la adopción de los nuevos medios interactivos, para
oponerse a los códigos sociales dominantes y legitimar e ins-
titucionalizar otro tipo de identidades y relaciones sociales,

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

en un proceso de empoderamiento de las comunidades. A


partir del concepto de mediascape formulado por Appadurai
(1990), Rodríguez se refiere al potencial de los movimientos
sociales para cuestionar y cambiar los códigos dominantes
que pretenden imponerse desde los flujos informativos en los
que se mueve la cultura global, unos “paisajes mediáticos”
dominantes con voluntad de imponer sus imaginarios socia-
les sobre el resto del mundo.
Con otros matices, Chris Atton (2002) propone el concep-
to de alternative media para hacer referencia a las nuevas
formas de comunicación electrónica, en las que destaca el
potencial transformador de estos medios como prácticas de
comunicación reflexiva en el seno de redes sociales y tecnoló-
gicas. En tercer lugar, John Downing (2001) habla de radical
media como aquellos medios de comunicación que no tienen
alianzas con el poder establecido (comercial, religioso o gu-
bernamental) ni con el mantenimiento del estatus quo, sino
que proponen alternativas al orden social dominante. Funcio-
nan en una esfera pública alternativa en coordinación con los
movimientos sociales.
En un listado que podría continuar con otras acepciones,
esta efervescencia conceptual es un indicador de las nuevas
prácticas que han emergido con la popularización de Internet
y de los medios digitales, vinculadas al movimiento altermun-
dialista. En este contexto, el recorrido tradicional de los me-
dios comunitarios se ve forzado a una necesaria adaptación a
los cambios sociales, políticos, tecnológicos y organizativos.
Las definiciones de Rodríguez, Atton y Downing tienen una
base común, pero quizá es la de este último autor la que más
resalta la conexión que hay entre los medios alternativos en la
Era de la Información y su clara vinculación con los proyectos
alternativos de sociedad de los movimientos globales.
En un intento de recoger esta conexión entre comunica-
ción alternativa y construcción de una sociedad alternativa,
creemos que el trabajo de los medios comunitarios en la ac-
tualidad debería situarse en la órbita del activismo mediático.
Este activismo toma cuerpo, en un sentido estricto, desde el
momento en que se populariza el acceso de los movimientos
sociales a tecnologías de la información y de la comunicación
como Internet. Aunque, en un sentido amplio, la dimensión
activista de la comunicación está presente desde los mismos

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

orígenes “prácticos” de los medios comunitarios (las radios


mineras como espacio comunicativo de los sindicatos, por
ejemplo) y también desde los enfoques teóricos de base frei-
riana, en los que es imposible separar el trabajo comunicativo
del objetivo político de la transformación social.
Este visión de la comunicación parte de la idea de que
el activismo en el ciberespacio es tan importante como el ac-
tivismo en el espacio de los lugares. La acción política en los
dos espacios debe ser necesariamente complementaria, para
evitar dos reduccionismos peligrosos. Por un lado, la tecnofo-
bia, que rechaza, con una enmienda a la totalidad, las posibi-
lidades de acción política transformadora en el ciberespacio;
y, por otro lado, el segundo reduccionismo a evitar es el del
tecnocentrismo o mediacentrismo (McQuail, 2000), que colo-
ca en el centro del proyecto comunicativo y del cambio social
el acceso y control de los instrumentos comunicativos, en la
lógica del determinismo tecnológico y social.
El activismo mediático puede denominarse para algu-
nos autores, dando una vuelta de tuerca más, hackactivismo,
contracción de las palabras hacker43 y activismo. El sentido
43 Responder a la pregunta de ¿qué es un hacker? resulta un tanto complejo,
por la cantidad de definiciones que proliferan sobre el término. Hay un con-
senso amplio en torno a las respuestas que ofrecen Eric Steven Raymond
(¿Cómo convertirse en un hacker: http://biblioweb.sindominio.net/tele-
matica/hacker-como.html ) y Pekka Himannen (La ética del hacker. Barce-
lona, Destino,2001). El primero destaca las acepciones del término dentro del
Jargon File, el archivo de la jerga de Internet, donde se subraya que: 1) la
motivación principal del un hacker deber proceder de la emoción profunda
que le produce resolver problemas, desarrollar sus capacidades y ejercitar su
inteligencia; 2) nadie es un hacker hasta que los demás le reconocen como tal.
Es más, la posición social dentro de la comunidad hacker viene dada por el
reconocimiento ajeno de las propias contribuciones; y 3) un hacker debe creer
en la libertad y en la ayuda mutua voluntaria. Para los hackers no tiene senti-
do desaprovechar recursos intelectuales cuando hay problemas por resolver.
Por otra parte Himannen, además de insistir en alguno de los aspectos ya
señalados, incorpora nuevos matices. En primer lugar, la acción del hacker
tiene mucho que ver con el entusiasmo y el gozo. De hecho, plantea que se
puede ser hacker en otras actividades además de la informática, siempre que
se cumplan los atributos señalados. En segundo lugar, la pasión caracteriza
su trabajo, aunque éste sea duro y requiera esfuerzo. En tercer lugar – y quizá
aquí residan las aportaciones más originales de Himannen – elabora una ética
del hacker que viene a romper con la ética protestante del espíritu del capi-
talismo a la que Max Weber aludiese en su referencial obra. La nueva ética
se basa en el valor de la creatividad, y consiste en combinar la pasión con la
libertad. El dinero deja de ser un valor en sí mismo y el beneficio se cifra en
metas como el valor social y el libre acceso, la transparencia y la franqueza.
Un tercer punto de vista complementario es el que ofrece Richard Stallman ,
pionero en la construcción del sistema GNU Linux.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

original del término está alejado de la versión estereotipada


difundida por los medios, en la que se relaciona a los hackers
con informáticos destructores e invasores de la privacidad.
Para rastrear la genealogía del término habría que remontar-
se a los inicios de Internet. Generalmente se suele hablar de
dos orígenes de la Red: el militar y el universitario. Además,
es necesario incorporar, como señala Castells (2001) el papel
decisivo que jugó en el diseño de la Red el movimiento de
la contracultura estadounidense en la configuración de la
red, dadas las conexiones que tenía la nueva herramienta tec-
nológica respecto a las aspiraciones de este movimiento por
construir una cultura basada en la libertad y en estructuras
horizontales, descentralizadas y autogestionadas.
En la actualidad, la comunidad hacker ha crecido en ta-
maño y en las diversas procedencias de sus miembros. En el
contexto español y europeo el relevo lo ha tomado con fuer-
za y creatividad el movimiento okupa, especialmente activo
en los diversos HackLabs, hackmeetings y sitios webs que les
mantiene conectados y visibles. La lógica de okupar con fines
sociales los espacios sometidos a la lógica del capital se tras-
lada al ciberespacio. Frente a la mercantilización de las redes
y de las ondas proponen un uso social de las nuevas tecnolo-
gías de la información y de la comunicación (Ramón Adell y
Miguel Martínez, 2004).
En el amplio espectro del activismo mediático y del ci-
beractivismo44 confluyen dos grandes corrientes y tradiciones
comunicativas, con puntos en común y aportaciones especí-
ficas:

− Aquellas organizaciones sociales que proceden del


entorno de los MediaLabs y HackLabs, vinculados a
la corriente autónoma y libertaria del movimiento de
resistencia global.
− Aquellas organizaciones sociales e iniciativas que se
pueden encuadrar en el movimiento de medios co-
munitarios, de la Educación para los Medios y la Co-
municación para el Desarrollo y el Cambio Social.

44 SAMPEDRO, V. et. al. (2006): Ciberactivismo. Sobre usos políticos y sociales


de la Red. Barcelona. Editorial Virus.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

Los diversos Foros Sociales Mundiales (Porto Alegre,


Bombay) y regionales, junto a los procesos de movilización
social más significativos de los últimos tiempos en el contexto
español (contra la Guerra de Irak y la manipulación infor-
mativa del 13-M, el movimiento V de Vivienda, los movili-
zaciones estudiantes contra el proceso de Bolonia, etc.) han
permitido establecer algunos puentes entre estas dos tradicio-
nes de activismo mediático.

Capital social y capital informacional


en la apropiación tecnológica
llevada a cabo por los movimientos sociales
Hasta el momento hemos hecho referencia a una serie de
transformaciones que han tenido lugar en la década de los no-
venta y que afectan decisivamente a nuestro objeto de estudio:
el afianzamiento del enfoque de la comunicación participativa
para el desarrollo, el inicio de un nuevo ciclo de movilización
en el seno de los movimientos sociales y la popularización
de Internet y su incorporación por parte de las organizacio-
nes sociales, por reseñar algunas de las más importantes. En
este epígrafe vamos a analizar el surgimiento de otro aspecto
central para nuestro trabajo, que tiene lugar en estos años: la
popularización del concepto de capital social y su conexión
con la apropiación de las TIC. Aunque los orígenes del tér-
mino se remontan algunas décadas atrás, será a partir de los
trabajos de Robert Putnam cuando se popularice el término y
se incorpore al campo de las ciencias sociales.

El concepto de capital social


Fabien Granjon y Benoit Lelong (2006) publicaron en el
año 2006 un trabajo de investigación en la revista Reseaux en
el que realizaban un estado del arte del concepto de capital
social. El punto de partida de su reflexión es la constatación
de que el capital social es un concepto “camaleónico”, que
se aplica a una serie de realidades sociales muy diferentes:
vínculos familiares, organizaciones sociales, relaciones entre

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

la sociedad civil y el Estado, marco político e institucional,


normas sociales, etc. En segundo lugar, estos autores rompen
con la tendencia a asociar el nacimiento de este concepto
con Robert Putnam (1995, 2000), al remitir a los trabajos pio-
neros de otros investigadores como Pierre Bordieu o James
Coleman.
Marlen Huysman y Volker Wulf (2004) conectan las re-
flexiones sobre capital social con dos tradiciones filosóficas
divergentes: la tradición marxista y la tradición comunitaris-
ta. La primera está representada, principalmente, por Pie-
rre Bordieu. Para el sociólogo francés, el concepto de capital
social está estrechamente unido a otro término con amplias
resonancias en su producción científica como es el concepto
de campo. El capital social se apoya en una concepción del
espacio social entendido como un espacio multidimensional,
como una unión abierta de campos relativamente autónomos,
es decir, más o menos abiertos y subordinados, en su funcio-
namiento y en sus transformaciones, al campo de la produc-
ción económica. En Le capital social (1980), Bourdieu remite a
tres formas básicas de concebir el término “capital”: el capital
económico, el capital cultural y el capital social. Los dos úl-
timos tipos de capital son convertibles a capital económico,
el primario y más determinante. En esta primera forma de
concebir el capital social, éste no se puede desconectar de la
posición de los actores ni del acceso que éstos tienen a los
recursos.
La segunda tradición a la que remiten Huysman y Wulf
es la comunitarista, representada principalmente por autores
como Amitai Etzioni (1993)y, sobre todo, por Robert Putnam.
La comunidad es vista como una unión que promueve el
desarrollo armónico de las organizaciones y de la sociedad,
como un catalizador normativo y organizacional que sirve
para revitalizar la democracia. El capital social, entendido
como la confianza y las normas de reciprocidad que sur-
gen de las conexiones entre los individuos y las redes socia-
les, permiten construir comunidades y generar sentimientos
identitarios. Estos lazos, además de tener valor en sí mismos,
sirven, entre otras cuestiones, para generar beneficios y creci-
miento económico.
La rapidez con la que el concepto de capital social, es-
pecialmente en la versión de Putnam, se ha introducido en

199

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

la reflexión académica, no ha ido lo suficientemente acompa-


ñada de la necesaria problematización del término. Así, Ste-
phen Smith y Jessica Kulynich (2002) siembran dudas sobre
los beneficios de pensar lo social desde el concepto de capital,
esto es, a abrir las puertas de la reflexión teórica del campo
social para que entren determinados conceptos del pensa-
miento económico capitalista. Las consecuencias de asumir
acríticamente este concepto llevan a aceptar como naturales e
inevitables las relaciones sociales, políticas y económicas que
caracterizan al capitalismo, y a minimizar las referencias a los
contextos históricos en los que se desenvuelven estas relacio-
nes.
En una línea similar, Viçens Navarro (2002) critica la omi-
sión del contexto social en los usos habituales del concepto
(en la tradición comunitarista de Putnam), así como la susti-
tución de términos como clase, raza y género por el de capital
social. Para Navarro, la primera observación que se deduce
de la lectura de los trabajos de Putnam es la ausencia del con-
cepto de poder y del análisis del contexto que configuran las
políticas públicas. Ha adoptado el lenguaje de la economía
clásica como consecuencia del triunfo del capitalismo, lo que
cierra el debate sobre el tipo de sistema económico y social
deseado, sustituyéndolo por otro debate que se centra única-
mente en la gestión de lo existente.
Finalmente, un tercer análisis crítico del capital social de
Putnam, elaborado por John Harris (1997), considera que la
existencia de redes sociales y de normas que favorezcan el in-
tercambio económico no garantiza que éstas beneficien igual-
mente a la democracia. Lo bueno para los mercados no tiene
por qué ser también bueno para la democracia. Además, en
función del concepto de capital social del que se parta, es po-
sible que los proyectos orientados a incrementar este capital
terminen aumentando las desigualdades sociales en lugar de
reducirlas.

Capital social, TIC y capital informacional


En la literatura académica sobre la relación entre capital
social y uso de las TIC asistimos a una especie de actualiza-
ción de los viejos debates de Umberto Eco entre los apocalíp-

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

ticos y los integrados. El uso intensivo de las TIC, ¿une más a


los sujetos sociales o, por el contrario, les separa más? ¿Ayuda
a la participación social o aísla a las personas en burbujas de
cristal? ¿Sirven las TIC para el cambio social o ayudan a man-
tener las desigualdades existentes?
Para Atton (2002), el uso intensivo de Internet por par-
te de los movimientos sociales puede conducir al boom o al
doom. Puede llevar a la materialización de las utopías tecno-
lógicas de un mundo igualitario o, por el contrario, en Internet
se pueden reproducir los desequilibrios de poder que existen
ya en la realidad social. Para Frissen (2003), las TIC pueden
aumentar el compromiso cívico o, por el contrario, pueden
conducirnos hacia procesos de balcanización de la sociedad.
En otro lugar (Marí, 2005), hemos planteado la posibilidad
de que Internet sirva para enredarse (para la construcción de
redes para el cambio social) o para liarse ( para aumentar la
fragmentación social y la dispersión respecto a las estrategias
de cambio social).
Anabel Quan-Haase y Barry Wellman (2004) se pregun-
tan si el uso de Internet incrementa, disminuye o complemen-
ta el capital social existente. Sus trabajos empíricos indican
que el uso de Internet complementa el capital en red, exten-
diendo los niveles existentes en el cara a cara o en el contacto
telefónico. Los usuarios intensivos de Internet no lo utilizan
como sustituto de las relaciones cara a cara. Además, llegan
a la conclusión de que Internet se usa, especialmente, para
mantener los vínculos con los amigos, especialmente entre
aquellos que están social y geográficamente dispersos. Las
personas que más utilizan Internet y que realizan más activi-
dades políticas online son, a su vez, quienes más están com-
prometidos en organizaciones y actividades políticas offline.
A similares conclusiones llegan Granjon y Lelong (2006), para
quienes el papel de las TIC, en relación con el capital social,
pasa principalmente por concebirlas como un estrato socio-
técnico complementario que permite mantener las relaciones
sociales ya existentes en los diversos espacios sociales.
Si se analiza el uso de Internet por parte de los movimien-
tos sociales, una primera constatación es que se ha producido
una apropiación temprana y rápida de esta herramienta de
comunicación. A diferencia de otras tecnologías – como es el
caso de la radio o de la televisión – que tardaron tiempo en ser

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

incorporadas a las prácticas comunicativas de estas entidades,


Internet ha estado presente desde muy pronto entre los mo-
vimientos sociales. Surge la cuestión de si Internet constituye
una esfera pública virtual sustitutiva de los cauces tradicio-
nales de participación cívica y política en la sociedad. Si nos
atenemos al contexto europeo y español, podemos constatar
que las nuevas generaciones de jóvenes demuestran un dis-
tanciamiento respecto a la participación sociopolítica clásica.
Asistimos, en los últimos tiempos, a unos procesos de
cambio en cuanto a las formas de participación social de las
generaciones de jóvenes. Para Pippa Norris (2002) se produ-
ce, sin embargo, una reinvención de la participación social y
política. El impulso democrático de las sociedades avanzadas
vuelve a alzar el vuelo y, como el Ave Fénix, pone en cuestión
los análisis que anunciaban el declive y colapso de la parti-
cipación social. Para este autor, el compromiso cívico actual
complementa al compromiso “clásico”, a varios niveles:

− Surgen nuevos actores sociales en el actual contexto


sociopolítico.
− Se ponen en juego nuevos repertorios de herramien-
tas para la acción política.
− Los sectores de la población (targets) que participan
en estas movilizaciones también son novedosos.

En línea con las tendencias indicadas a escala europea,


los análisis realizados en el contexto español confirman la
tendencia de los jóvenes a sumarse a acciones esporádicas y
discontinuas, más que a la vinculación estable a asociaciones,
ONG o movimientos sociales. En el Informe de la Juventud
España 2004 (INJUVE) se señala que

“Los jóvenes en nuestro país se comprometen


muy poco en las diferentes formas de participación
activa en la vida social. Normalmente prefieren las
manifestaciones sociales más informales y menos
duraderas. No tienden a crear vínculos en organiza-
ciones sociales y asociaciones, prefieren las actuacio-
nes esporádicas en la vida social”.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

Las manifestaciones contra la Guerra de Irak (2003), con-


tra los atentados del 11 de marzo y contra la manipulación
informativa (2004) o el movimiento “V de Vivienda” son
ejemplos de este giro hacia nuevas formas de participación y
movilización social.

Apropiación tecnológica y capital informacional


A la hora de referirnos al uso de Internet por parte de las
organizaciones solidarias preferimos hablar de apropiación,
por ser esta la lógica específica en la que mejor se expresan las
relaciones de los movimientos sociales con las TIC (Sénecal,
1986) y por las sugerentes resonancias que tiene este térmi-
no en la investigación comunicativa. Para Michel de Certeau
(1990) el proceso de apropiación tecnológica y comunicativa
está estrechamente vinculado a la vida cotidiana de los secto-
res populares, a sus “guerrillas de comunicación”, en las que
ponen en juego tácticas de resistencia y subversión; para él,
en la apropiación hay un acto popular de transformación del
sentido y de la experiencia. Por otra parte, para Martín Bar-
bero (1987) el proceso de comunicación y de massmediación
tiene que ser releído desde el lugar de la recepción, como una
vía para que la comunicación salga del paradigma de la trans-
misión y pueda ser comprendida desde una clave cultural.
La palabra apropiación apunta a la capacidad de hacer
propio y de incorporar aquello que no se tiene (la tecnolo-
gía) a partir de lo que ya se sabe y se tiene (cosmovisiones,
imaginarios, lógicas de funcionamiento y organización). Los
movimientos sociales se apropian de la Red a partir de sus ob-
jetivos de resistencia y transformación del proceso de globali-
zación capitalista. Su proyecto alternativo de sociedad marca,
de alguna manera, los usos que hacen de las herramientas co-
municativas. Además, los movimientos sociales se apropian
de la Red desde unas estructuras organizativas que buscan la
horizontalidad y la participación de sus miembros. Se puede
decir que, en los movimientos sociales, la lógica de la red an-
tecede a la red tecnológica de Internet. Aquellos que se habían
dotado de organizaciones flexibles, horizontales e interconec-

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

tadas unas con otras, son las que mejor se están aprovechando
de los nuevos medios45.
Como señala Carlos del Valle (2006) lo fundamental no
es la tecnología en sí misma, sino la forma en que es utiliza-
da como modo de producción de los sujetos y de las subjeti-
vidades. Si se tiene en cuenta la capacidad transformadora
de quienes están al otro lado de la Brecha Digital, o si estos
sectores reproducen las lógicas de control y de reproducción
social. Por lo tanto, para hablar de los diversos niveles de
complejidad en la apropiación social de las TIC, creemos que
es más pertinente utilizar el concepto de capital informacio-
nal (Cees Hamelink, 1999, 2000), que comprende:

“La capacidad financiera para pagar la utiliza-


ción de redes electrónicas y servicios de información,
la habilidad técnica para manejar las infraestructuras
de estas redes, la capacidad intelectual para filtrar
y evaluar la información, como también la motiva-
ción activa para buscar información y la habilidad
para aplicar la información a situaciones sociales”
(Hamelink,2000:91).

A partir del concepto de capital informacional se pueden


establecer distintos niveles en el proceso de apropiación so-
cial de las TIC:

1. En primer lugar estaría el acceso a las herramientas,


es decir, la dotación de las infraestructuras necesarias
(energía eléctrica, líneas telefónicas, ordenadores,
software). En este sentido, no podemos obviar que,
para millones de personas del planeta, aún no es una
realidad cotidiana el acceso a la electricidad o a unas
líneas telefónicas con la suficiente calidad y estabili-
dad.

45 Un aprovechamiento de la Red por parte de los movimientos sociales que no


escapa a la vigilancia de organismos como la Rand Corporation, que exploran
los nuevos modos de organizaciones de los movimientos sociales en Chiapas
(México, 1994) o Seattle (EEUU,1999) con el fin de contrarrestarlos y aniqui-
larlos (Ver ARQUILLA, J. y RONFELDT, D. (2002): Redes y guerra en red. El
futuro del terrorismo, el crimen organizado y el activismo político. Madrid.
Alianza).

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

2. Un segundo nivel de apropiación implica la forma-


ción necesaria para manejar los equipos y los pro-
gramas informáticos. Sería el nivel instrumental de
la formación tecnológica, que asegura el manejo de
los dispositivos tecnológicos. Muchos programas de
alfabetización digital impulsados a nivel institucional
finalizan en este nivel, claramente insuficiente. Como
sugiere Alfonso Gutiérrez (2003), el ordenador es la
parte visible de un proceso de formación en el que di-
mensiones fundamentales de la alfabetización digital
suelen ser obviadas, invisibilizadas. Las nuevas tecno-
logías van acompañadas de unas visiones del mundo
y de unos modelos de comunicación, de aprendizaje
y de relación, que necesitan ser explicitados y debati-
dos, con el fin de verificar su validez para el cambio
social que impulsan los movimientos sociales.

3. Hace falta, por tanto, dar el salto a un tercer nivel de


apropiación de las TIC, que permita:

- Situar el acceso a las TIC en un marco de re-


flexión más amplio. La comunicación y el acceso
tecnológico debe relacionarse con los procesos de
cambio social, verdadero eje vertebrador de las
políticas de comunicación de los movimientos so-
ciales. Por utilizar el lema del movimiento alter-
mundialista, la búsqueda de “otra comunicación
posible” debe hacerse en el marco de los procesos
globales de cambio, en las dinámicas que condu-
cen a la construcción de “otro mundo posible”.
En este mismo sentido, Granjon y Lelong (2006)
señalan que las diferentes maneras mediante las
que los agentes sociales se apropian de las tecno-
logías digitales y las integran en su cotidianidad
se encuadran en lógicas sociales colectivas.
- Descubrir las posibilidades que ofrecen las tec-
nologías de la información para el trabajo en red.
La reflexión en materia de comunicación tiene que
ir unida a la reflexión sobre los modelos organi-
zativos de los movimientos sociales. Se produce
un mayor aprovechamiento de las TIC cuando las

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

organizaciones sociales cuentan con modelos de


organización en red: horizontales, participativos
y flexibles. Uno de los miembros fundadores de
los centros Indymedia en el contexto español, Jeff
Juris (2004), refuerza la idea de que las tecnolo-
gías de la información pueden servir para repre-
sentar físicamente mundos utópicos alternativos,
basados en principios de la red como la coordina-
ción descentralizada, la participación de base, la
toma de decisiones por consenso y el intercambio
de información, ideas y recursos abiertos y libres.
Estas conexiones en red se pueden llevar a cabo,
según Geert Lovink (2002), al interior de un mo-
vimiento social (como mecanismos de comunica-
ción interna) y al exterior del movimiento, entre
él y otros grupos sociales. En cualquier caso, am-
bas formas remitirían a las mejores posibilidades
que ofrece Internet para los activistas.
- Finalmente, articular mecanismos para el pro-
cesamiento y aprovechamiento de la información
que fluye por la Red, de tal modo que se puedan
aplicar a las situaciones reales y concretas de
cambio social en las que se trabaja.

En este último nivel del capital informacional se sitúan


las prácticas más innovadoras de los movimientos sociales en
relación con los usos y procesos de apropiación de las TIC.
Contemplar la apropiación tecnológica desde esta fase per-
mite superar el simple nivel de intercambio de información
para entrar en una dimensión en la que se produce la cons-
trucción colectiva del conocimiento mediante las tecnologías
digitales. Frissen (2003) hace referencia a estos dos modelos
contrapuestos de apropiación bajo el nombre de enfoque ins-
trumental y enfoque orgánico. El primero de ellos implica el
uso de Internet como herramienta, en función del trabajo de
la organización. Este uso no tiene un especial impacto en la
entidad, ni consigue transformar su modo de funcionar. Por
el contrario, el enfoque orgánico lleva a utilizar Internet como
una plataforma desde la que iniciar nuevas actividades y nue-
vas relaciones. En este caso sí se produce una transformación

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

significativa en los modos de organización y de funciona-


miento, que pasan a regirse por la lógica de la red.
La Red puede ser utilizada desde unas lógicas afines a
los movimientos sociales orientados al cambio social, para la
puesta en marcha de procesos de fortalecimiento organizati-
vo, de reflexión y de construcción colectiva de conocimiento,
elementos que necesariamente conducen a la generación de
praxis transformadoras. Como apunta Sierra Caballero (2006),
la apropiación tecnológica de las TIC por parte de los movi-
mientos sociales tiene el reto de pasar por cuestiones como
la inteligencia colectiva y la cultura del aprendizaje activo,
por la definición de nuevas estrategias de autoobservación y
construcción social que permitan la implementación de soli-
daridades creativas.
La apropiación social de las TIC desde las claves que
aporta el concepto de capital informacional permite resituar
la experiencia acumulada por los medios comunitarios en el
nuevo contexto de la Sociedad Global de la Información. Esta
es la vía que abre la línea de investigación que se encuadra bajo
el término de Informática Comunitaria. Para Michael Gurns-
tein (2000), uno de los impulsores de este enfoque, el objetivo
final de la Informática Comunitaria (Community Informatics)
es el de superar la Brecha Digital, y permitir a los sectores ex-
cluidos de la sociedad la puesta en marcha de procesos que
conduzcan al desarrollo económico, a la justicia social y el em-
poderamiento político a través del uso de Internet.
Retomando este enfoque, José Sánchez Lugo (200746)
apunta que, en la Informática Comunitaria, convergen las
teorías, experiencias, prácticas y concepciones generadas por
los educadores populares, los teóricos críticos y los activistas
comunitarios quienes, a través de su práctica comprometida,
luchan por abrir un espacio democrático desde el cual abor-
dar la integración tecnológica en las comunidades:

“La concepción socio-técnica que implica la prác-


tica de la Informática Comunitaria (IC) orienta la par-
ticipación activa de los sectores populares. Las estra-
46 SÁNCHEZ LUGO, J.: Informática Comunitaria y Sociedad del Conocimien-
to en Puerto Rico: promoviendo la voz de la sociedad civil. Disponible en:
http://www.ccnr.net/prato2007/archive/lugo.pdf Consulta: noviembre de
2008.

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Comunicar para Transformar, Transformar para Comunicar

tegias socio-técnicas permiten elaborar proyectos e


iniciativas para habilitar individuos y comunidades
en el proceso de apropiarse de las tecnologías de la
información, para que éstas sirvan para su desarrollo
y bienestar. Entendemos la IC como un acercamiento
estructurado para apoyar el desarrollo y la autoges-
tión de las comunidades a través de la integración de
las TIC” (Sánchez Lugo, 2007:4).

La puesta en marcha de la lógica de la apropiación so-


cial, y la comprensión de las tecnologías a partir de catego-
rías como la de capital informacional, más coherentes con los
objetivos y estilos de los movimientos sociales, permite el
impulso de la línea de la Informática Comunitaria. Para Sierra
Caballero (2008), este enfoque prioriza tres líneas principales
de actuación:

1. El acceso a las redes y a los sistemas de comunicacio-


nes.
Las comunidades deben identificar opciones y recur-
sos para generar, desde su propia especificidad, for-
mas creativas de apropiación de las nuevas tecnolo-
gías, produciendo la información y el conocimiento
necesarios para autodeterminar el proceso de desa-
rrollo.
2. La formación de competencias comunicativas.
El acceso requiere además la adquisición de una serie
de competencias y acciones de capacitación para ga-
rantizar un uso inteligente y productivo de los nue-
vos recursos culturales puestos en juego.
3. La cooperación para el desarrollo local.
Finalmente, la perspectiva ecológica de la Informática
Comunitaria plantea un proceso de intervención que
promueva el lenguaje de los vínculos, facilitando la
cooperación intermodal y polivalente entre diferentes
actores, agentes e instituciones del ámbito local con
mediación de las nuevas tecnologías a fin de contri-
buir positivamente al desarrollo local47.
47 SIERRA CABALLERO (2008): Memoria del proyecto de I+D Nuevas tecnolo-
gías de la información y participación ciudadana. Formas de mediación local
y desarrollo comunitario de la ciudadanía digital.

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El enfoque de la Comunicación para el Desarrollo y el Cambio Social

El énfasis que pone la Informática Comunitaria en el em-


poderamiento requiere, sin embargo, de una matización que
permita orientar las estrategias de acceso y apropiación tec-
nológica en un marco de más amplio alcance, que contem-
plen el largo plazo y que tengan más en cuenta la dimensión
macro política de la Comunicación para el Desarrollo. Como
sugiere Robert White (2004), el empoderamiento puede ser
la respuesta si se contempla la resolución inmediata de una
situación, pero hace falta ver cómo funciona esta estrategia
en un periodo más largo de tiempo. Si el empoderamiento
se puede contextualizar en el marco teórico de los derechos
humanos y de la cultura del diálogo.
Por otro lado, las nuevas aportaciones de la Informáti-
ca Comunitaria multiplicarán su potencial innovador si se
tiene en cuenta todo el aprendizaje acumulado en los perio-
dos anteriores de los medios comunitarios (radios comuni-
tarios y televisiones comunitarias, principalmente). En esta
línea, Alfonso Gumucio (2004) propone como una condición
esencial de la incorporación de las TIC en las estrategias de
desarrollo la cuestión de la convergencia con otros medios
comunitarios. Para él, las tecnologías basadas en Internet
tendrán que aprender de la experiencia de cincuenta años de
la radio comunitaria, si pretenden llegar a ser la herramienta
para el cambio social que se espera48. Es necesario, por tanto,
una convergencia entre los diversos medios comunicativos y
tecnológicos que impulsan el desarrollo local (radios, tele-
visiones, telecentros, etc), así como la convergencia entre las
diversas iniciativas y proyectos de desarrollo y participación
social que se impulsan en un territorio determinado.

48 GUMUCIO, A.: “Las cinco condiciones esenciales para las TICs en el desarro-
llo”, en GIRARD, B. (ed.) (2004): Secreto a voces. Radio, NTICs e interactivi-
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