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Departamento de Lenguaje

4th Senior
ACTIVIDAD 2: ACERCA DEL CONFLICTO NARRATIVO

NOMBRE CURSO FECHA

Instrucciones: Al leer, subraya los nombres y las ideas que sean importantes para el desarrollo de la
acción. Luego responderás las preguntas que continúan.

La billetera
Joaquim Maria Machado de Assis (brasileño. 1839-1908)

…De repente, Honorio miró el suelo y vio una billetera. Agacharse, tomarla y guardarla fue
una sola cosa. Nadie lo vio, salvo un hombre que estaba en la entrada de una tienda, y que, sin
conocerlo, le dice riendo:
- Oiga, si no da con ella, la perdía de una vez.
- Es verdad, asintió Honorio avergonzado.
Para estimar lo oportuno de esta billetera, es necesario saber que Honorio tiene que pagar
mañana una deuda, cuatrocientos y tantos mil reales, y la billetera venía bien llena. La deuda no
parece grande para un hombre de la posición de Honorio, que es abogado; pero todas las cantidades
son grandes o pequeñas según las circunstancias, y las de él no podían ser peores. Gastos familiares
excesivos, al principio por ayudar a parientes, después por complacer a la mujer, que vivía sintiendo
soledad; baile aquí, comida allá, sombreros, sombrillas, y tantas otras cosas, que no había más
remedio que ir descontando el futuro. Se endeudó. Comenzó por las cuentas en las tiendas y
almacenes, pasó a los préstamos, doscientos a uno, trescientos a otro, quinientos a otro, y todo
aumentando, y los bailes se daban, y las comidas se comían, un torbellino, una vorágine.

¿Ahora vas bien? Le decía últimamente Gustavo C., abogado y amigo de la casa.
- Ahí estoy, mentía Honorio.

La verdad es que iba mal. Pocas causas, de pequeña monta, curadores despreocupados; por
desgracia perdiera últimamente un proceso, en que fundara grandes expectativas. No solo recibió
poco, mas hasta parece que tiró algo sobre su reputación jurídica; ya lo injuriaban en los diarios.
Doña Amelia no sabía nada; él no le contaba nada a su mujer, ni los buenos ni los malos
negocios. No contaba nada a nadie. Se mostraba tan alegre como si nadara en un mar de
prosperidad. Cuando Gustavo, que iba todas las noches a su casa, contaba uno o dos chistes, él
contaba tres o cuatro; y después iba a escuchar fragmentos de música alemana que doña Amelia
tocaba muy bien en el piano, y que Gustavo escuchaba con indecible placer, o jugaban cartas, o
simplemente hablaban de política.
Un día la mujer lo encontró besando a su hija, niña de cuatro años, y le vio los ojos llorosos,
quedó espantada y le preguntó qué pasaba.
- Nada, nada.
Entiéndase que era el miedo al futuro y el horror a la miseria. Pero las esperanzas volvían con
facilidad. La idea de que días mejores habían de venir le daba consuelo para la lucha. Tenía treinta y
cuatro años; era el principio de su carrera: todos los principios son difíciles. Toca trabajar, esperar,
gastar, pedir fiado o prestado para pagar mal y tarde.
La deuda urgente de hoy son unos malditos cuatrocientos mil reales de carros.
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Nunca demoró tanto una cuenta, ni ella creció tanto, como ahora; y, en rigor, el acreedor no le puso
un cuchillo al pecho; pero le dijo hoy una palabra ácida con un mal gesto, y Honorio quiere pagarle
hoy mismo. Eran las cinco de la tarde. Se había acordado de ir donde un prestamista, pero volvió sin
osar pedir nada. Al enfilar por la Rua da Asamblea es que vio la billetera en el suelo, la tomó, la
guardó, y fue andando.
Durante los primeros minutos, Honorio no pensó nada, caminó y caminó y caminó, hasta el
Largo da Carioca. En el Largo paró unos instantes. Enfiló después por la Rua da Carioca, pero volvió
luego, y entró en la Rua Uruguaiana. Sin saber cómo, se encontró, de ahí, en el Largo de S. Francisco
de Paula, y todavía, sin saber cómo, entró en un café.
Pidió algo y se apoyó en la pared, mirando hacia fuera. Tenía miedo de abrir la billetera;
podía no encontrar nada, apenas papeles sin valor para él.
Al mismo tiempo, y esta era la causa principal de sus reflexiones, la conciencia le preguntaba
si podía usar el dinero que hallaba. No le preguntaba con el aire de quien no sabe, sino con una
expresión irónica y de censura. ¿Podía echar mano al dinero e ir a pagar con éste la deuda? Ahí el
punto. La conciencia acabó por decirle que no podía, que debía llevar la billetera a la policía, o
avisarle, pero tan deprisa acababa de decirle esto, que venían los apuros de la ocasión y lo
arrastraban y lo invitaban a ir a pagarla ya.
Le decían sus apuros que si él la hubiese perdido, nadie iría a entregársela, pensamiento que
le dio ánimo.
Todo esto, antes de abrir la billetera. La sacó del bolso, finalmente, pero con miedo y casi a
escondidas; la abrió y quedó impresionado: Tenía dinero, mucho dinero; no contó, pero vio dos notas
de doscientos mil reales, algunas de cincuenta y veinte, calculó unos setecientos mil reales o más,
por lo menos, seiscientos. Era el pago de la deuda, eran algunos gastos urgentes menos. Honorio
tuvo la tentación de cerrar los ojos, correr a la cochera, pagar, y después de pagada la deuda, adiós;
reconciliarse consigo. Cerró la billetera con miedo de perderla, volvió a guardarla.
Pero a poco de eso, la sacó otra vez y la abrió, con ganas de contar el dinero. ¿Contar para
qué? ¿Era de él? Al final cedió, y contó: eran setecientos treinta mil reales.
Honorio tuvo un escalofrío. Nadie vio, nadie supo; podía ser un golpe de suerte, su buena
suerte, un ángel. Tuvo pena de no creer en los ángeles… ¿pero por qué no había de creer en ellos? Y
entonces volvía al dinero, lo miraba, lo pasaba por las manos; depuse resolvía lo contrario, no usar lo
encontrado, devolverlo. ¿Devolverlo a quién? Trató de ver en la billetera si había alguna indicación.
“Si hubiera un nombre, una indicación cualquiera, no puedo utilizar el dinero”. Pensó.
Escudriño en los bolsillos de la billetera. Encontró cartas que no abrió, notas dobladas que no
leyó, y por fin, una tarjeta de visita; leyó el nombre; era de Gustavo. ¿Pero entonces la billetera?... La
examinó por fuera, y le pareció efectivamente del amigo. Volvió al interior; encontró otras dos
tarjetas, tres, cinco más. No cabía duda, era de él.
El descubrimiento lo entristeció. No podía quedarse con el dinero, sin realizar un acto ilícito,
y, en aquel caso, doloroso para su corazón, porque iba en perjuicio de su amigo. Todo el castillo
levantado se desmoronó como si fuese de cartas. Tomó la última gota de café, sin reparar en que
estaba frío. Salió y solo entonces notó que era casi de noche.
Caminó a casa. Parecía que la necesidad le daba todavía un par de empujones, pero resistió.
"Paciencia, se dijo; veré mañana lo que puedo hacer."
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Llegando a casa, encontró a Gustavo un poco preocupado, y la propia Amelia lo parecía también.
Entró riendo y le preguntó a su amigo si le faltaba algo.
- Nada.
- ¿Nada?
- ¿Por qué?
- Busca en tu bolsillo, ¿no te falta nada?
- Me falta la billetera- dijo Gustavo, sin buscar en los bolsillos. - ¿Sabes si alguien la encontró?
- La encontré yo.- dijo entregándosela.
Gustavo la agarró rápidamente, y miro desconfiado a su amigo. Ese mirar fue para Honorio
como un puñal; después de tanto luchar con la necesidad, era un triste premio. Sonrió amargamente;
y, como el otro le preguntara dónde la halló, le dio las explicaciones del caso.
- Pero ¿la reconociste?
- No, encontré tus tarjetas de visita.
Honorio dio unas vueltas, y fue a cambiarse para cenar. Entonces Gustavo sacó nuevamente
la billetera, la abrió, fue a uno de los bolsillos, sacó un par de notitas de las que Honorio no quiso
abrir ni leer, y se las entregó a Amelia que, ansiosa y trémula, rompió en mil pedazos: era una carta
de amor.

En base a la lectura anterior, responde las siguientes preguntas:


1. Menciona y caracteriza brevemente a los personajes de la historia en relación a su actuar.

2. ¿Cuál es el espacio físico y social en el que se da la acción?

3. ¿Qué sentimiento predominante embarga al protagonista? Razón


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4. ¿Cuál es el tema del relato? Sé conciso.

5. Menciona las acciones o situaciones que llevan al conflicto (al menos 3)

6. ¿Cuál es el conflicto?¿Qué tipo de conflicto es?

7. ¿Qué situación gatilla el desenlace?

8. ¿Qué ocurre en el desenlace? ¿Se presenta de manera explícita o implícita?

9. En relación a este ¿Honorio se hubiera quedado con el dinero si hubiera leído las
notitas? ¿por qué?
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10. Relata un nuevo final desde el siguiente fragmento: “…Todo el castillo levantado se
desmoronó como si fuese de cartas. Tomó la última gota de café, sin reparar en que
estaba frío. Salió y solo entonces notó que era casi de noche”. Cuida tu redacción y
ortografía.

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