Está en la página 1de 4

UNIVERIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE HIDALGO

Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades

ALGUNAS REFLEXIONES ACERCA DEL


PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO
Alumna: Daniela Zuñiga Santillan
Profesor: Jorge Alberto Martínez Sánchez
Conviene hablar del procedimiento administrativo como el conjunto de vías seguidas por la
Administración activa para dictar sus decisiones, en tanto que éstas afecten derechos o intereses
de los particulares, jurídicamente protegidos. Es importante entender que no se trata de la secuela
de actos procesales promovidos y llevados a cabo ante Tribunales Administrativos, para conseguir
la anulación de un acto ilegal de la Administración, pues este tipo de proceso pertenece al judicial,
ya que en general se respetan sus principios y formas de interpretación y valorización. Los caminos
jurídicos que tiene la Administración para actuar, no fue de primer orden en otros tiempos, durante
mucho tiempo se concibió como una facultad discrecional de los gobiernos no sujeta a
regulaciones legales estrictas. Cuando la Administración empieza a sujetarse al derecho, lo natural
es que haya regulación del Derecho Administrativo material, pero que el camino a seguir se deje
a la libre elección y juicio de los agentes del Estado.

La gestión administrativa, continuamente creciente debe ser, más señalada en el campo económico,
la acción por la cual el Estado puede desarrollar las tareas económicas se da a través de la
Administración. No obstante, seria peligroso aceptar sin limitaciones esta mayor órbita del
Ejecutivo; tememos el crecimiento desmesurado de la Administración, así como su ingerencia total
en la vida de los particulares. En este sentido, un profesor de la Universidad de Chicago afirma
que "no es importante para la masa de la comunidad conocer e identificar cada jefe individual en
el dominio de la ciencia o de la administración, pero si lo es identificar el procedimiento científico,
administrativo, como una institución bajo los auspicios y control populares”.

Actualmente, hallamos dos formas, en cuanto a manera de presentarse, del intervencionismo de


Estado: La primera es aquella en la que aparecen los actos del Estado que podríamos llamar
"intervenciones" y la segunda es la planificación económica. Se puede entender como
intervenciones a los actos aislados, eventuales, que no obedecen a un sistema determinado ni
siguen una línea de conducta previamente fijada, y que lleva a cabo la Administración Pública
para crear nuevas posibilidades de riqueza, fomentar las existentes o corregir situaciones
económicas que considera injustas, indebidas o perjudiciales. La planificación, por el contrario,
trata de abarcar de una manera coactiva, todas las ramas de las actividades utilitarias, coordinando
cada uno de los actos gubernamentales, bajo la dirección de un organismo ejecutivo central, para
alcanzar un resultado previsto y esperado; en pocas palabras, busca el aprovechamiento de los
elementos económicos con que cuenta un país.

Se debe examaminar con gran cuidado la teoría del acto administrativo, sus consecuencias,
alcance, nulidades que puedan afectarlo, formas de combatirlo cuando es contrario a derecho, pero
no se concede gran importancia o no se ve con suficiente detenimiento, a los diversos actos de la
Administración que lo preceden o al modo como se llegó a dictar o emitir. Cuando la
Administración actúa, juegan, también normalmente, dos intereses de diferente magnitud, el
individual del o los particulares afectados por la actividad gubernamental, y el social, atento a la
realización de las atribuciones de los órganos del Estado. Actualmente podemos advertir dos
corrientes extremas en el estudio y aplicación práctica del procedimiento administrativo: una, de
tipo estatista, que sostiene que el Estado debe emitir actos administrativos sin que el particular sea
afectado, no digamos oído, sino ni siquiera notificado de antemano de la probable decisión que
adoptará la Administración, bastando con que se le haga saber una vez dictada. Pero hay otra
segunda corriente, también radical en distinto sentido, que es la de aquellos que piensan que todo
acto del Estado que pueda afectar un derecho real y presente, de los particulares, debe llevarse a
cabo sólo que en su conclusión se hayan seguido procedimientos semejantes a los judiciales.
Adoptar cualquiera de estas dos teorías, conduce a soluciones erróneas, es preferible aceptar que
conviene la existencia de un procedimiento administrativo para la emisión de determinados actos,
pero que muchos otros deberán quedar a la discrecionalidad del Poder Ejecuivo; “en nuestro
sistema legal, el procedimiento administrativo que concluye con la privación de un derecho, no
requiere estar construído con las mismas formas del procedimiento judicial, para satisfacer las
exigencias constitucionales, sino que puede usar todos los medios razonables que sean suficientes
para dar opor tunidad de audiencia y defensa al afectado por una resolución administrativa”

En nuestro país hay una serie de dificultades, no solamente de carácter jurídico, para establecer
un Código de Procedimientos Administrativos, o para fundar una serie de actos procesales
obligatorios en la emisión de los actos del Poder Ejecutivo; una, es la falta de una organización
de personal adecuada, un servicio civil competente, es indispensable, partir de una organización
de personal administrativo bien construida para poder garantizar mejor los intereses de los
administrados. Lo ideal, sería determinar desde el trámite más simple, cómo deben marchar los
asuntos turnados; indicar con claridad y precisión, quién debe conocer de ellos en primer término;
si es necesaria la consulta de otros órganos, el plazo en que debe evacuarse; si se requiere el
dictámen de un perito en cualquiera profesión o arte, el tiempo en que ha de rendirlo; y fijar el
plazo en que tiene que estar preparada la resolución para ser sometida al examen del jefe del
departamento interior, para que una vez aprobada por él y con su rúbrica, viniera la emisión del
verdadero acto jurídico administrativo final, manifestada en la firma del director competente o
del subsecretario o secretario en su caso.

En nuestro país se hallan cuatro supremos fines de la actuación del Poder Ejecutivo: el de la
defensa nacional, los culturales, los económicos y las relaciones exteriores. Al lado de ellos
encontramos, siempre también, la no bien definida administración de policía que se limita a la
conservación del orden interior en lo que no es acción de los tribunales judiciales. Llamar policía
a una parte del contenido de la actividad administrativa, no supone olvidar que cuando obra en los
otros cuatro sectores lo hace de dos modos diferentes: prestando servicios, colaborando con los
ciudadanos, o bien, vigilando y dictando órdenes más o menos autoritarias.
Existen fundamentalmente dos corrientes en México en cuanto a la garantia o garantías
consignadas en el artículo 14 constitucional, que debe respetar la autoridad administrativa al dictar
sus resoluciones siempre que éstas priven al particular de sus propiedades, posesiones o derechos.
La primera, sostiene que no se consagra más garantia que la de legalidad, pues se obliga a las
autoridades a "respetar la ley establecida, pero no se exige la fijación, en tales leyes, de un
procedimiento administrativo” y la otra tendencia, establece la garantía de audiencia en el
procedimiento ad ministrativo. No obstante, la jurisprudencia hecha por la Corte mexicana, se
inclina por considerar obligatorio para las autoridades dependientes del Poder Ejecutivo el respeto
de la garantía de defensa en sus actuaciones.
Finalmente, hay otro hecho ilustrativo y sugerente en la materia: las más modernas leyes
administrativas, elaboradas por técnicos competentes, consignan el derecho de los particulares para
ser avisados de todos aquellos actos de la Administración que puedan lesionarlos en sus intereses
o derechos, y, además, contienen precedimientos en los que se determina de modo cierto cómo
han de ser oídos en defensa, señalándose también los recursos para atacar las decisiones definitivas.

También podría gustarte