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LIBRO II KRISHNA LA INDIA Y LA INICIACIÓN BRAHMÁNICA El que crea sin cesar los mundos, es

triple. El es Brahma, el Padre; él es Maya, la Madre; él es Vishnú, el Hijo Esencia, Substancia y


Vida. Cada uno contiene a los otros dos, y los tres son uno en lo Inefable. Doctrina brahmánica.
Upanishads. Tú llevas en ti mismo un amigo sublime que no conoces. Porque Dios reside en el
interior de todo hombre, pero pocos saben encontrarle. El hombre que hace sacrificio de sus
deseos y de sus obras al Ser de donde proceden los principios de toda cosa y por quien el
Universo ha sido formado, obtiene por tal sacrificio la perfección. Porque quien encuentra en sí
mismo su felicidad, su gozo, y en sí mismo también su luz, es uno con Dios, y sábelo: el alma
que ha encontrado a Dios se libra del renacimiento y de la muerte, de la vejez y del dolor, y
bebe el agua de la inmortalidad. Baghavad Gita Edouard Schure – Los Grandes Iniciados 55 I LA
INDIA HEROICA - LOS HIJOS DEL SOL Y LOS HIJOS DE LA LUNA De la conquista de la India por los
Arios salió una de las más brillantes civilizaciones que ha conocido la tierra. El Ganges y sus
afluentes vieron nacer grandes imperios e inmensas capitales, como Ayodhya, Hastinapura e
Indrapechta. Las narraciones épicas del Mahabharata y las cosmogonías populares de los
Puranas, que encierran las más viejas tradiciones de la India, hablan con admiración de la
opulencia real, de la grandeza heroica y del espíritu caballeresco de esos tiempos remotos.
Nadie más orgulloso, pero tampoco más noble, que uno de esos reyes arios de la India, en pie
sobre un carro de guerra, ejerciendo su mando sobre ejércitos de elefantes, de caballos y de
soldados. Un sacerdote védico consagra así a su rey ante la multitud reunida: “Te he traído
ante nosotros. Todo el pueblo te espera. El cielo es firme; la tierra es firme; esas montañas son
firmes; que el rey de las familias sea firme también”. En un código de leyes posterior, el
Manava-Dharma-Sastra, se lee: “Esos amos del mundo que, ardientes para deshacerse unos a
otros, despliegan su vigor en la batalla sin jamás volver la cara, suben, después de su muerte,
directamente al cielo”. De hecho, se llaman descendientes de los dioses, se creen sus rivales y
se preparan a serlo. La obediencia filial, el valor militar con un sentimiento de protección
generosa hacia todos, he ahí el ideal del hombre. En cuanto a la mujer, la epopeya india,
humilde sierva de los brahmanes, no nos la muestra más que bajo los rasgos de la esposa fiel.
Ni la Grecia ni los pueblos del Norte han imaginado en sus poemas esposas tan delicadas, tan
nobles, tan exaltadas como la apasionada Sita o la tierna Damayanti. Lo que la epopeya india
no nos dice es el misterio profundo de las mezclas de razas y la lenta incubación de las ideas
religiosas que trajeron los cambios profundos en la organización social de la India védica. Los
Arios, conquistadores de raza pura, se encontraban en presencia de razas muy mezcladas y
muy inferiores, en que el tipo amarillo y rojo se cruzaban, sobre un fondo negro, en matices
múltiples. La civilización india nos aparece así como una formidable montaña, llevando en su
base una raza melaniana, mestizos a sus lados y los arios puros en el vértice. La separación de
castas no era rigurosa en Edouard Schure – Los Grandes Iniciados 56 la época primitiva, y
grandes mezclas tuvieron lugar entre aquellos pueblos. La pureza de la raza conquistadora se
alteró de más en más con los siglos; pero hasta nuestros días se nota el predominio del tipo
ario en las clases elevadas y del tipo melaniano en las clases inferiores. De los bajos fondos
turbios de la sociedad india se elevó siempre, como los miasmas de la maleza mezclados de
olor de las fieras, un vapor ardiente de pasiones, una mezcla de languidez y de ferocidad. La
sangre negra excesiva ha dado a la India su color especial. Ella ha afinado y afeminado a la raza.
Lo maravilloso es que, a pesar de estas mezclas, las ideas dominantes de la raza blanca hayan
podido mantenerse en el vértice de a

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