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Capítulo IX - La investigación penal preparatoria. Por Alberto J.

Silvestrini
El procedimiento no es más que lógica práctica para descubrir, ordenar, juzgar los hechos que dan lugar a las causas; y es tal no por analogía

o por elegancia de un nombre filosófico, sino porque sus preceptos, del primer ar­tícu­lo hasta el último, no son otra cosa que preceptos de

lógica.
Nicolini, Nicola, Questioni di diritto, vol. II, Napoli, 1888, pág. 630(2).

Sumario: 1. Disposiciones generales. 2. Actos iniciales. 3. Situación del impu­tado. 4. Criterios especiales
de archivo. 5. Sobreseimiento. 6. Excepciones. 7. Cierre de la IPP: supuestos, impugnación.

1. Disposiciones generales

Como todo código moderno, ese procedimiento, en lo que a su estructura estrictamente se refiere, en la provincia
de Buenos Aires no difiere demasiado de su precedente directo ni de sus contemporáneos y antepasados de éstos,
toda vez que, marginando el Código de Napoleón, y más allá de los posicionamientos dogmáticos, las denominaciones
y los enrolamientos sistemáticos, pueden identificarse sin dificultades dos etapas principales que están presentes en el
ritual de los delitos de acción pública, esto es lo que hoy se llama "investigación penal preparatoria" y "juicio". Dejando
también a un lado, por ahora, el denominado período intermedio, es innegable que estos dos grandes espacios
estuvieron y están reservados para sendos momentos muy especiales del sistema de enjuiciamiento penal en todo
estado de derecho, en el que tanto interesa revestir de solidez el envío de un sujeto a juicio como el aseguramiento
(3)
eficaz del ejercicio de su derecho de defensa .

(4)
Esta etapa sustituyó, con sustanciales diferencias, a la que Jofré llamó "sumario" , también denominada "período
de instrucción". Se le dice "preparatoria", en el "sentido de aquello que 'apresta o dispone'. Efectivamente, en rigor la
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voz 'investigación' se refiere al momento acentuadamente práctico de la fase que en su conjunto consideramos..." .

Esa preparación, el aprestarse o disponerse, en aquella lógica práctica de la cita con la que iniciamos este
capítulo, apunta a la probabilidad de lo que vendrá; a la posibilidad de encarar el ejercicio de la acción penal contra una
o más personas determinadas, fase que habrá de encararse cuando se hayan obtenido las metas propias de la
investigación penal preparatoria.

El ejercicio de la acción, en su genérica acepción, siempre estará precedido de una provisión de datos que le den
sustento. Así entonces, desde el abogado que prepara en su estudio jurídico una demanda civil o una querella criminal
por delito de acción privada, hasta el agente fiscal para formular la requisitoria de citación a juicio penal, necesitarán de
una etapa "preparatoria" que le brinde los elementos necesarios y suficientes como para obtener "la protección de una
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pretensión jurídica" propuesta en cada uno de los casos.

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Bueno es advertir, como lo hacen Roberto Falcone y Marcelo Madina que no debe confundirse "investigación
penal preparatoria" con "procedimiento preparatorio", toda vez que éste encierra a aquélla y a los actos que, como lo
son los irreproducibles y los anticipos de prueba no pueden esperar el debate oral y se llevan a cabo antes del
momento mismo en que deba decidirse si los autos pasan o no a aquella segunda fase (arts. 274, 276 y ss. del
(8)
CPPBA) .

1.1. Finalidad

El art. 266 del CPPBA establece que la investigación penal preparatoria tendrá por finalidad:

"1. Comprobar, mediante las diligencias conducentes al descubrimiento de la verdad, si existe un hecho
delictuoso".

"2. Establecer las circunstancias que lo califiquen, agraven, atenúen, justifiquen o incidan en su penalidad".

"3. Individualizar a los autores y partícipes del hecho investigado".

"4. Verificar la edad, educación, costumbres, condiciones de vida, medios de subsistencia y antecedentes del
impu­tado; el estado y desarrollo de su facultades mentales, las condiciones en que actuó, los motivos que han podido
determinarlo a delinquir y las demás circunstancias que revelen su mayor o menor peligrosidad".

"5. Comprobar a los efectos penales, la extensión del daño causado por el delito".

Similar norma contiene en su art. 193 el CPPN, al establecer la finalidad de la etapa que denomina "instrucción", y
remontándonos en el tiempo, encontraremos puntos coincidentes en el viejo ordenamiento procesal que para la
jurisdicción nacional estableció el llamado Código Obarrio de 1888 (conf. art. 178).
(9)
Con el mismo orden de metas que sigue nuestro Código, enseña Clariá Olmedo que con relación al hecho
denunciado y sus diversas circunstancias, deberán practicarse todas las diligencias dirigidas al descubrimiento de la
verdad, y aun cuando esa tarea invade todo el proceso, es decir que también se desarrolla en el período de juicio, su
orientación es diversa; se "establecerán las circunstancias atenuantes y agravantes, las calificantes o de privilegio, las
que puedan justificar o exculpar la conducta, o influir de cualquier manera en la punibilidad, sea para excluirla, limitarla
o ampliarla. Se trata de obtener el revestimiento jurídico penal del obrar impu­tado, en sus diversas modalidades
legalmente relevantes. El resultado de esta tarea es meramente provisional, modificable con el cambio de las
circunstancias y orientadora del momento crítico de la instrucción"; se procederá a la "individualización de los posibles
partícipes con respecto al hecho incriminado, en los diversos grados contemplados por la ley de fondo"; se determinará
la personalidad de aquellos "introducidos al proceso como impu­tados". Con tal propósito "se verificará su edad,
educación, costumbres, condiciones de vida, medios de subsistencia y otros antecedentes genéricos y específicos.
Además se establecerán las situaciones concretas referidas al estado y desarrollo de sus faculta­des mentales, las
condiciones en que se actuó, los motivos que pudieron determinarlo a delinquir, y las demás circunstancias que revelen
elementos orientadores de una mayor o menor peligrosidad. Se trata de establecer en concreto las condiciones más
aptas para el tratamiento procesal del impu­tado, y proporcionar elementos útiles para determinar las condiciones de
impu­tabilidad o inimpu­tabilidad, y obtener los elementos subjetivos que influirán en la graduación de la posible pena"; y
con relación al daño causado agrega que se tiende a establecer su extensión y a la salvaguarda de los intereses de
quienes aparezcan como damnificados por el hecho incriminado.

(10)
Interesante para la época además (hace más de cincuenta años), Clariá Olmedo aclaraba en la nota 154 que
"se advierte cómo el instructor debe preocuparse en igual medida por la adquisición de las pruebas tanto de cargo
como de descargo", que hoy guarda igual relevancia y que se encasilla en la objetividad que se requiere del encargado
(11)
de la investigación (arts. 73 y 86 de la ley 14.442) .

Una diferencia profunda que separa al sistema actual de sus precedentes, es el valor otorgado a las pruebas
recolectadas durante este primer período del proceso. No podrán ser utilizadas, salvo reconocidas excepciones, para
fundamentar una condena (arg. art. 366 del CPPBA).

En ese sentido se ha resuelto que "Las pruebas producidas durante la investigación penal preparatoria carecen de
valor para fundar una sentencia, porque les falta el requisito de la discusión y control de las partes. Dichas pruebas (no
incorporadas al debate) no hacen fe, ni producen efecto legal alguno para sentenciar con sustento en ellas, pues sólo
constituyen indicaciones de cierto valor para legitimar el procedimiento y para realizar algunas medidas precaucionales,
pero no sirven de prueba para el objeto final de la causa", y además, que "El juicio es el momento donde se produce la
prueba, mientras que en la investigación penal preparatoria los elementos probatorios que se colecten no pueden ser
considerados como prueba, salvo los casos excepcionales donde no se puede esperar al juicio para producirla y por
(12)
ello, se anticipa su producción" .

De manera pues, que aun siendo como es el ritual servidor de las exigencias del CPen. (conf. las precedentes
opiniones de Cafferata Nores y Clariá Olmedo), en el caso de alcanzarse durante la investigación todas y cada una de
las finalidades a las que apunta el art. 266, sólo se habrá obtenido el grado de probabilidad suficiente como para
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justificar el tránsito hacia el futuro juicio. Para Vélez Mariconde , "La investigación preliminar resulta así el medio de
verificar y descartar denuncias falsas o temerarias, incluso porque le da al impu­tado oportunidad para explicar los
hechos que se le atribuyen, para disipar sospechas infundadas, para combatir presuntos indicios de culpabilidad, para
ofrecer pruebas de descargo; y como el juez (aquí el fiscal) no se circunscribe a un examen unilateral, que podría
ocultar la verdad de los hechos, sino que realiza un análisis exhaustivo, la instrucción constituye un filtro que suministra
una verdadera garantía de justicia".

Aquí, consecuente con lo que se viene diciendo sobre el punto, nuestro sistema procesal pone en claro la
actividad que espera del MPF, cuando considera falta grave el ocultamiento de prueba favorable a la defensa (conf.
(14)
arts. 338 del CPPBA y 73 de la ley 14.442 ).

Nótese el enlace lógico que media entre aquellas finalidades y el enfoque final que resulta del art. 337 del Código
en su correlación con el art. 157 y al mismo tiempo, con las negaciones que surgen de las hipótesis de sobreseimiento
previstas por el art. 323. Esto es que acerca de los puntos cardinales de la investigación, al momento de discutirse ante
el órgano jurisdiccional interviniente (art. 336) el pase a la etapa de juicio, la decisión que se adopte en favor de tal
tránsito debe ajustarse (art. 337) a lo dispuesto por el art. 157, en cuanto tiene que ver, no con la prisión preventiva
sobre la que legisla esta norma, sino en cuanto se encuentren verificados los extremos establecidos por sus incisos
primero a tercero.

De todos modos, cabe enfatizar acerca de que si ése es el valor de lo que en esa fase se obtiene, deberá tenerse
muy presente que la investigación no es ni puede ser el juicio ni nada que se le aproxime, con lo que deben evitarse los
viejos vicios que acarreaban la prolongación en el tiempo de los llamados sumarios, donde la posición asumida por las
partes, a veces recurrente, llevaba a una discusión que se tornaba interminable, pese a que, diferencias aquí al
margen, la observación o disconformidad con las pruebas, evitaba su utilización contraria (arts. 267 y 277 del CPP,
según ley 3589 y sus modificatorias). Cabe aquí un especial reconocimiento al Código de Jofré: introdujo el juicio oral
por opción para la causas graves, dividió en esos casos la intervención de los órganos jurisdiccionales en las dos
grandes etapas del proceso y permitió, como se dijo recién, descartar piezas del sumario, método que posibilitaba
(15)
desechar a la llamada "confesión extrajudicial", vía que, lamentablemente, fue escasamente utilizada .

En definitiva, "tal como está concebida y legislada en el Código, la verdadera finalidad de esta etapa, que, como
señalamos antes, atañe a su diferenciada especificidad, es la de recopilar elementos tendientes a la formación del
(16)
convencimiento del MPF para poder acusar o no sobre la base de su opinio delicti . Habrá también que trasladar
ese eventual convencimiento al juez de Garantías —o en su caso la Cámara—, que será quien en definitiva y en el
supuesto de oposición, abra las puertas del juicio, pretensión que, con la reforma introducida por la ley 13.943 (art. 1º),
al art. 79, inc. 4º del CPPBA más la incorporación del art. 334 bis, en defecto de aquél, podrá sostener el particular
damnificado.

1.2. Encargado

Dice la nota de elevación del proyecto que dio origen a la ley 11.922 que "Como plataforma jurídico-cultural del
Proyecto se ha tomado en cuenta: a) la adopción franca del sistema acusatorio, en sintonía con la línea
político-institucional democrática que marcan las recientes reformas procesales de países de notoria influencia en
nuestra cultura jurídica, tales Italia, España, Portugal y Francia; haciéndose notar que estas reformas de una manera u
otra se han acercado a los sistemas anglosajones, con claros perfiles de proceso de partes; b) la línea de códigos que
instauraron la oralidad en la Argentina, a partir de 1939, teniendo a la vista muy especialmente reformulaciones
actuales de algunos de ellos, como las experimentadas en los códigos de Tucumán, Córdoba y Entre Ríos; c) las
tendencias o directivas que en materia procesal han sido institucionalizadas a través de las recientes reformas
constitucionales de 1994 que receptan normas y principios contenidos en tratados internacionales y rescatan el
protagonismo del Ministerio Público Fiscal". De tal modo "El proyecto... pone a cargo del Ministerio Público Fiscal la
tarea de llevar adelante la instrucción en la etapa de sumario o investigación penal preparatoria, reemplazando el
anterior sistema por uno más francamente acusatorio". Siguiendo esa línea argumental, el procedimiento actual ha
dejado de lado el método inquisitivo que lo precedió —que en el caso de esta provincia, se veía agravado en cuanto el
(17)
mismo juez instructor era el encargado de dictar sentencia—, dando paso, lo reiteramos, al sistema acusatorio ,y
(18)
poniendo a cargo de la investigación al MPF, tal como lo dispone del art. 267 del CPPBA , con el complemento de
las disposiciones que le son concordantes como los arts. 56, 56 bis, 59, 296 del mismo cuerpo legal y 73 a 86 de la ley
(19)
de organización respectiva que hoy lleva el número 14.442 , sin olvidar la posible intervención de la policía
conforme a lo que disponen el tercer párrafo del citado art. 267, con más los arts. 268, 293, 294 y concs. del Código.

A lo dicho debemos agregar que la ley 14.424, publicada en el BO del 8 de enero de 2013, vino a crear, dando
cumplimiento a lo establecido por el art. 166 de la Constitución de esta provincia, la "Policía Judicial" con la
denominación de "Cuerpo de Investigadores Judiciales". Si bien este órgano se encuentra en vías de formación, no
podemos dejar de mencionarlo, toda vez que en el futuro habrá de funcionar como auxiliar directo del Ministerio Público
Fiscal, habiendo la ley establecido sus funciones y atribuciones, estructura y demás reglas de su actividad, resultando
destacable que fijó su competencia (art. 4º) en: "a) todos aquellos casos en los que, debido a la estructura organizativa
de los autores que involucra, a las características propias de la comisión del hecho o la complejidad requerida para la
investigación, los agentes fiscales dispongan su intervención"; "b) la investigación de homicidios dolosos o cometidos
en ocasión de otro delito doloso" y "c) la investigación de ilícitos cometidos por funcionarios públicos y miembros de las
fuerzas de seguridad y penitenciarias con motivo o en ocasión de sus funciones".

Acotamos aquí, que en principio y de conformidad con el nuevo texto del art. 58 del ritual (ley 13.943) el fiscal
encargado de la investigación será también el que deba tomar intervención en el juicio respectivo, salvo disposición en
contrario del fiscal general, regla que ha venido a modificar la opción que antes autorizaba la letra de dicho ar­tícu­lo.

(20)
Señala Bertolino que el significado último de la supresión del juez instructor queda plasmado, a nuestro ver, en
este párrafo de la exposición de motivos del Código tipo, fácilmente adaptable al Código bajo comentario: "No es
susceptible de ser pensado que una misma persona se transforme en un investigador eficiente y, al mismo tiempo, en
un guardián celoso de la seguridad individual; el buen inquisidor mata al buen juez o, por el contrario, el buen juez
destierra al inquisidor. Esto es, precisamente, lo que ha sucedido al colocar la instrucción en manos de jueces
inquisidores. El buen propósito de garantizar más al perseguido, colocando la investigación preparatoria en manos de
un juez, sucumbió necesariamente ante la idea simple de que nadie es buen guardián de sus propios actos, esto es,
quien está comprometido con la eficiencia de una investigación no puede ser, al mismo tiempo, quien controla el límite
de sus poderes".
Sobre el mismo asunto remitimos a lo expresado más arriba, al ocuparnos de las garantías del proceso.

Sin embargo, entendemos que el fiscal no ejerce con absoluta libertad el manejo de la investigación, sino que está
sometido al control jurisdiccional, ejercido por la justicia de Garantías (juez de Garantías, y en caso de recurso, la
Cámara respectiva). Conf. arts. 15, 21, 23, 23 bis, 146, 147, 149, 151, 152, 157 y ss., 197 y ss., 201 y ss., 219 y ss.,
226 y ss., 268, 274, 283, 284 bis y ss., 296, 299 y ss., 303 y ss., 308, 320, 321 y ss., 328 y ss., 336, 337, 395 y ss., 403
(21)
bis y 404 .

Concretando, aun asumiendo el riesgo de abundar o de incurrir en repeticiones, en lo que en este capítulo interesa
enfatizamos al señalar que el fiscal debe:

(22)
a) Dirigir, practicar y hacer practicar la investigación penal preparatoria , actuando con la colaboración de la
policía en función judicial, solicitando las medidas que considere necesarias ante los jueces o ante cualquier otra
autoridad (arts. 56, 59, inc. 1º y 267 y 268 del CPPBA y 29, inc. 2º de la ley 14.442).

b) Recibir en forma directa las denuncias o actuaciones prevencionales que llegaren para su conocimiento,
referidas o relacionadas a delitos tipificados por la legislación sobre estupefacientes. Su intervención en la
investigación se concretará sin perjuicio de la competencia jurisdiccional en razón de la materia que deba ser decidida
ulteriormente (art. 29, inc. 10 de la ley 14.442).

c) Recibir las denuncias que ante su Fiscalía se formulen por delitos perseguibles de oficio, con comunicación
inmediata al juez de Garantías en turno y de considerarla procedente, disponer las medidas conducentes promoviendo
la investigación penal preparatoria (arts. 285 y 291 del CPPBA).

d) Actuar con conocimiento, control y convalidación del juez de Garantías únicamente en los actos que lo
requieren según las disposiciones establecidas por el CPPBA (art. 59, inc. 1º, segundo párrafo, ídem).

e) Oír a quien afirmara su condición de víctima o de damnificada por el hecho, así como a todas las personas que
pudieren aportar elementos para el eficiente ejercicio de la acción penal (art. 59, inc. 2º del CPPBA).

f) Vigilar la estricta observancia del orden legal en materia de competencia, en el cumplimiento de las reglas de
procedimiento y en materia de leyes que regulan la restricción de la libertad personal (arts. 59, inc. 4º del CPPBA y 29,
inc. 7º de la ley 14.442).

g) Contestar las vistas o traslados que se le corrieren según las disposiciones legales (art. 59, inc. 5º del CPPBA).

h) Requerir de los jueces el activo despacho de los procedimientos penales en lo que intervinieren, deduciendo los
reclamos pertinentes (arts. 59, inc. 6º del CPPBA y 29, inc. 5º de la ley 14.442).

i) Requerir la observancia y controlar el estricto cumplimiento por el órgano interviniente de la obligación de cursar
al Registro Nacional de Reincidencia las comunicaciones a que refiere el art. 2º de la ley nacional 22.117 y sus
modificatorias, y al Registro Único de Antecedentes Penales de la Provincia de Buenos Aires. El incumplimiento por
parte de uno u otro de los mencionados, se reputa falta grave (arts. 59, inc. 7º, 269, 270 y 271 del CPPBA).

j) Recibir declaración al impu­tado en las condiciones establecidas por los arts. 308 y ss. del CPPBA.

k) Intervenir de inmediato, o en su caso, a la mayor brevedad posible, cuando la policía le comunique los delitos de
acción pública llegados a su conocimiento (art. 295 del CPPBA).

l) Garantizar al impu­tado y su defensa en todo momento el control de los actos que se consideren definitivos e
irrepetibles (art. 276 del CPPBA), debiendo disponer la previa notificación a las partes de la realización de tales actos
(art. 277, ídem).

m) Investigar todos y cada uno de los hechos y circunstancias pertinentes y útiles a que se hubiere referido el
impu­tado en su declaración (art. 317 del CPPBA).

n) En los supuestos de flagrancia, actuar de conformidad con lo señalado por el art. 284 ter y concs. del CPPBA
(Título I bis del Libro II, ídem).

1.3. Características

Como lo venimos anticipando, esta etapa del proceso es:

a) meramente preparatoria, esto es que la recolección de elementos de valoración, sólo tiene el valor de la
probabilidad, si es que lo que habrá de buscarse es el pase a la etapa del juicio, pues es indudable que los propios
fracasos de la investigación o la verificación de los supuestos que trae el art. 323 del CPPBA, habrán de frustrar las
posibilidades de un debate futuro. Es, como consecuencia de lo que se acaba de decir;

b) progresiva, toda vez que la obtención de todos y cada uno de los elementos que nutren una requisitoria de
citación a juicio, irán tomando cuerpo a partir de las primeras noticias que se tengan de un hecho presuntamente
delictivo, y paralelamente las sospechas acerca de quienes hubieran intervenido en él, y mostrarse, como en el llenado
(23)
de sendos tubos de ensayo hasta cubrir las exigencias del art. 334 de aquel Código;

c) reparadora, ya que busca poner fin al estado antijurídico producido por el delito;

d) cautelar, toda vez que procura evitar la desaparición de las pruebas que se llevarán al juicio y de la persona del
impu­tado, pa­ra evitar que éste no se encuentre en condiciones de concurrir al de­bate;

e) restringidamente pública, pues si bien la publicidad de los actos es característica propia de la forma republicana
de gobierno, deviene necesario el resguardo del resultado de la investigación, de las pruebas y de las personas (ver
punto 1.6);

f) contradictoria, pero también con algunas limitaciones, ya que si bien permite al impu­tado el ejercicio de su
defensa material y técnica, aspecto sobre el que hemos de volver, circunstancias tales como que el agente fiscal es
(24)
quien ha de recibirle declaración, la reserva de un legajo fiscal como autoriza el art. 75 de la ley 14.442 o de la
identidad de un testigo y la denegatoria de prueba (art. 273), son asuntos que, a no dudarlo, ponen límites a aquella
facultad defensista.

1.4. Formas

(25)
Para Roberto Falcone , "El legislador bonaerense ha quedado a mitad de camino, pues por un lado afirma que
todos los actos de investigación que no sean aquellos titulados definitivos e irreproducibles, bajo formas especiales de
realización y documentación, no guardan formalidades específicas (art. 275 del CPP) y, por otro, señala que estas
diligencias se rigen por la Ley del Ministerio Público (art. 284, ídem). Ambigüedad que ocasiona un gran desconcierto
(26)
porque —y aquí se refiere a lo ya dicho sobre el art. 75 de dicha ley— parece muy difícil de compatibilizar con los
principios rectores del modelo". Y aunque ello nos parece contradictorio más que ambiguo, es cierto, porque si bien se
ha pretendido apuntar —y se sigue sosteniendo— a la desformalización de la investigación penal preparatoria, en
verdad y hasta el presente, este propósito no se ha alcanzado y, como señala Bertolino, "el sistema codificado, en la
etapa de investigación preparatoria, no ha eliminado sin más las formas procesales. Para el proceso penal —y quizás
en mayor medida que para otros campos— las formas siguen siendo garantías de libertad, según imperecederamente
(27) (28)
lo mostrara Montesquieu" . Y agrega a continuación , en nota al art. 284: "En términos muy generales —y sólo a
modo de orientación—, podemos señalar que el presente Código, durante la investigación penal preparatoria, estipula,
para los actos que tendrán o podrán tener validez en el debate, una formalización clásica, la cual se puede detectar por
la corriente exigencia de actas (doctrina arts. 117, 274 y 336, principalmente). En cambio, para aquellos actos dirigidos
específicamente al objeto y fines de la etapa, es decir, preparar la acusación, establece que bastarán una formalización
mínima, que en principio no irá más allá de la mera registración de la diligencia (doctrina arts. 275 y el presente)".

Cierto exceso en las formas, empero, no hace más que demorar el trámite del proceso, conspirando contra los
principios de celeridad y economía procesal, provocando de tal modo su extensión en el tiempo, toda vez que se
(29)
termina actuando de modo distinto al que quiere la mencionada ley 14.442 , en su ar­tícu­lo 74.

Como dijimos alguna vez es necesario vencer la resistencia que aún se observa en muchos de quienes han sido
denominados "operadores del sistema", que todavía se mantienen apegados a una formalización excesiva en el trámite
(30)
de la investigación penal preparatoria .

1.5. Duración

Otra de las buenas pretensiones legislativas al sancionarse la ley 11.922 fue obtener una mayor rapidez en el
trámite de los procesos, sea en cualquiera de sus etapas (conf. nota de elevación ya citada), y así, se estableció para
la investigación penal preparatoria un plazo de duración de cuatro meses a contar de la detención o declaración del
impu­tado prevista por el art. 308 del Código (art. 282, ídem), admitiéndose como prórroga, a decidir por el propio fiscal
con conocimiento del juez de Garantías, el de dos meses y, que para casos excepcionales podrá extenderse hasta seis
(31)
meses, de donde se sigue que el codificador ha querido cumplir la aspiración del tiempo razonable en la duración
de los procesos, tal como se consagra en el art. 2º, consecuente con lo establecido por el art. 15 de la Constitución
(32)
provincial y los tratados internacionales —art. 75, inc. 22 de la Constitución Nacional —.

Literalmente entonces, la ley quiere que esta etapa del proceso ten­ga un máximo de duración de diez meses. Tal
es nuestra interpretación, pues no establece dos prórrogas, sino una que va de dos meses de mí­nimo a seis meses de
máximo, el que sumado al normal de cuatro meses, lleva al resultado apuntado. Descartamos así el plazo mayor de
(33)
doce meses que emerge de otras interpretaciones .

El Código prevé además, la sustitución del agente fiscal interviniente ante el supuesto que la investigación penal
preparatoria no hubiere concluido vencidos aquellos plazos. Este reemplazo será solicitado por el juez de Garantías, en
(34)
su condición de "custodio" del debido proceso , al fiscal general, quien deberá designar un nuevo fiscal, al que
corresponderá concluir la etapa de cita en un plazo de dos meses. Asimismo, el vencimiento del plazo deberá ser
comunicado a la Procuración General, de conformidad con lo que establece el art. 283 del CPP (versión ley 13.943). El
(35)
art. 28 de la ley 14.442 , al enumerar las obligaciones del fiscal de Cámaras, en su inc. 9º establece: "Controlar el
cumplimiento de los plazos para la conclusión de las causas judiciales, requerir pronto despacho y deducir recurso de
queja por retardo de justicia ante los jueces o Tribunales de cualquier fuero siempre que sean de igual grado o inferior,
por sí o por intermedio de los demás miembros del Ministerio Público. Reemplazar a solicitud del Juez de Garantías, al
Agente Fiscal que se hubiese excedido en el plazo de tramitación de la etapa penal preparatoria" (ver además art. 142
del CPPBA).

Si bien siguiendo los rótulos impuestos por el Código, el plazo de duración de la IPP debe considerarse como
"prorrogable" conforme a la excepción prevista por el art. 140, el término total adquiere la calidad de "fatal", al menos
para el fiscal interviniente por lo antes dicho, e igualmente cuando el impu­tado se encuentra privado de su libertad (art.
141). No dejamos empero de atender a una suerte de flexibilidad que emerge del tercer párrafo del art. 141, y los
descuentos a los que alude la última parte de esa norma, mientras que en la actualidad, los vencimientos en cuestión
parecen llevar a lo previsto por el art. 323, inc. 6º, todos, obviamente del CPPBA, como alternativa a la imposibilidad de
formular seriamente una requisitoria de citación a juicio.

En otro orden, aun cuando la disposición fija el arranque del pla­zo de duración de la IPP, advertimos que no se ha
previsto remedio alguno ante situaciones que pueden presentarse —y en verdad se presentan—, en las que el fiscal no
cuenta con término para agotar la investigación y una persona corre el riesgo de quedar atrapada por la misma sine
die, con fuerte afectación de sus derechos. Un ejemplo resulta del supuesto en que dicho sujeto es notificado del
contenido del art. 60 del CPPBA, pero no es convocado a prestar declaración en los términos del art. 308 del mismo
Código. ¿Cuál es el plazo de duración? O mejor, ¿dónde está el límite de tolerancia? Suponer que está en el art. 62 del
CPen., excede la imaginación del menos avisado. Ni qué decir si se trata de un caso que pone al impu­tado en la mira
de la opinión pública.

Otro supuesto resulta de lo establecido por el art. 231 bis del ritual. De acuerdo con la letra de su primer párrafo,
alguien, impu­tado del delito de usurpación, podría ser despojado del inmueble que ocupa sin ser escuchado y sin que
medie plazo para hacerlo, y menos aún para terminar con la investigación del presunto hecho delictivo que se le
achaca.

Suprimiendo una u otra hipótesis, igualmente una investigación, en la que no existe detenido ni se ha convocado a
persona alguna a declarar como impu­tado, pese a haber sido "indicada de cualquier forma como partícipe de un hecho
delictuoso", podría extenderse hasta alcanzar los tiempos de la extinción de la acción penal por prescripción, salvo, en
todos los casos en que aquélla se decida por una presentación espontánea (art. 162 del CPPBA), lo que de todos
modos, no habrá de significar necesariamente que comiencen a contarse los plazos de duración.

1.6. Publicidad y secreto

(36)
La regla para todo el trámite del enjuiciamiento penal es la publicidad , propia de un Estado de derecho
(37) (38)
republicano , tal como lo consagra el art. 280 del CPPBA . Sin embargo, esta misma norma establece un período
de excepción que no podrá superar las setenta y dos horas (cuarenta y ocho, más veinticuatro de prórroga), durante el
(39)
que podrá mantenerse en secreto la investigación, lo que queda limitado a las causas criminales y los casos en que
la publicidad ponga en peligro el descubrimiento de la verdad, entorpezca diligencias o quite eficacia a los actos
(40)
realizados o a realizarse .

De conformidad con su texto será decretado por el juez de Garantías, debiéndose entender además, aunque no lo
dice, que lo será a pedido del MPF, para quien la medida no tendrá efecto, como ciertamente aparece obvio, ni sobre
los actos irreproducibles, consecuencia de otra obviedad.
La publicidad a la que aludimos, empero, no tiene la dimensión que se puede llegar a alcanzar en la fase del
(41)
juicio , toda vez que de acuerdo con la reglamentación, sólo los interesados o quienes acrediten un interés legítimo
(42)
tienen la posibilidad de acceder libremente a la investigación penal preparatoria .

Es que es innegable que las limitaciones que se impongan deben tener como mira exclusiva evitar que una
publicidad irrestricta ponga en peligro el resultado de una investigación, así como y en especial, el resguardo de las
(43)
personas —sean impu­tados, testigos o peritos— como de las pruebas obtenidas y a obtener .

Lo que resulta más difícil de justificar, desde los intereses propios de la defensa y las garantías que la protegen, es
(44)
la facultad que el art. 75 de la ley del MP (14.442) otorga al fiscal, en cuanto a la formación de un legajo reservado ,
ya que aun sin perder de vista el antes mencionado deber de éste de hacer saber a su oponente las pruebas que le
son favorables, el ocultamiento del contenido del legajo hasta la oportunidad del art. 338 del CPPBA constituye, como
otras situaciones (p. ej., la declaración del impu­tado de la que nos habremos de ocupar; y el manejo de organismos
públicos para producir la prueba propia), supuestos en los que se advierte una desigualdad entre las partes, ajena a los
(45)
principios que inspiraron el sistema .

2. Actos iniciales

Es posible que la simple lectura de las normas acerca de los actos iniciales de la IPP, el Libro II (arts. 285 y ss.) de
nuestro ordenamiento procesal, lleve a la conclusión de que el único modo en que puede disponerse una investigación
penal es mediante la denuncia de un delito perseguible de oficio, realizada por persona hábil para denunciar
—incluidos los matices propios de los ilícitos en que la acción depende de instancia privada— ante el juez, el MPF o la
policía. Así parecen limitarlo el citado art. 285 y sus concordantes, esto es los arts. 268, 286, 290, 291 y 292.

Por supuesto que la denuncia de un delito de acción pública habrá de poner en inmediato movimiento —o al
menos así debe ser— los mecanismos que el Estado ha colocado a disposición de la sociedad, para el cumplimiento
de uno de sus fines esenciales, como lo es administrar justicia.

Pero la denuncia es en sí misma un estímulo provocador de aquella reacción, mas no el único. El juego armónico
de las disposiciones legales que rigen la cuestión torna obligatorio, en el régimen procesal de la provincia de Buenos
Aires, tanto para el agente fiscal en turno como para la policía, actuar de oficio en la persecución del delito, cualquier
que sea el modo en que llega a su conocimiento la posible perpetración de un injusto de acción pública —con los
reparos, insistimos, propios de los que dependen de instancia privada—. A no otra conclusión llevan la propia letra de
los tres primeros párrafos del ya mencionado art. 268 cuando refiere que la IPP podrá ser iniciada por denuncia, "por el
Ministerio Público Fiscal o por la policía", mencionando en los párrafos siguientes a las hipótesis de iniciación por "el
Ministerio Público Fiscal" o "por iniciativa de la policía", lo que muestra a las claras que la denuncia es uno de los
modos, y la iniciativa —esto es la llamada actuación de oficio— es la otra.

Esto es así, porque aun cuando la ley trae ciertas reglas para la denuncia y límite de edad para efectuarla, lo cierto
es que median plurales posibilidades de que la noticia del delito llegue al funcionario que tiene obligación de actuar
—agente fiscal en turno y policía— sin formalidad alguna. Vaya como ejemplo inmediato el supuesto del art. 287 del
CPPBA en cuanto establece los casos de denuncia obligatoria, y se trate (inc. 1º) del propio agente fiscal de turno el
que en el ejercicio de sus funciones toma conocimiento de un delito perseguible de oficio: ¿qué debe hacer? Iniciar la
persecución, esto es, de oficio llevar a cabo los actos iniciales de una IPP.

Además, frente a la hipótesis de la presentación de un niño que por su edad resulta inhábil para denunciar, por
ejemplo, de diez años, que entra corriendo a la Fiscalía de turno y grita que a su padre lo acaban de herir en la
esquina, cuál es la actitud que debe asumir su titular. No otra que acudir personalmente o designar en forma inmediata
al funcionario —judicial o policial— que deba hacerlo, para verificar si son ciertos los dichos del niño, y de ser así,
promover las actuaciones pertinentes (art. 274 del CPen.). Ello, por supuesto, sin dejar de prestar el inmediato auxilio a
la víctima, de ser necesario.

Párrafo especial merece la llamada denuncia anónima. Aun cuando en principio aparece aborrecible, cobarde y
quizás falsa, lo cierto y más allá de la denominación que quiera dársele (delación, o mero anoticiamiento), ocasiona en
el órgano encargado de la investigación una grave conmoción pues queda ante la terrible disyuntiva de admitirla o no, y
la gravedad de las consecuencias que puede acarrear hacer oídos sordos a un posible hecho criminal de serias
connotaciones, cuyos efectos, quizás puedan interrumpirse o al menos sus autores ser individualizados y sometidos a
proceso. No puede existir el rechazo como regla, sino que quien la recibe, si es quien tiene a su cargo la investigación,
(46)
debe analizar la posible veracidad de dicho aporte y, en su caso, practicar las diligencias necesarias como para
(47)
determinar la existencia o no de una posible ilicitud .
Nuestro Código y el nacional, no se ocupan de este asunto, pero se ha aceptado que "si bien la denuncia anónima
no podría servir por sí misma como base para la iniciación de un proceso penal, sin embargo puede erigirse como el
(48)
instrumento que permita la investigación por parte de la autoridad competente, si así lo considera pertinente" .

Por otra parte, el art. 34 bis de la ley nacional 23.737, establece que "Las personas que denuncien cualquier delito
previsto en esta ley o en el ar­tícu­lo 866 del Código Aduanero, se mantendrán en el anonimato".

Y si bien su CPP tampoco prevé este tipo de noticia, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en la página de la
Subsecretaría de Justicia, admite la denuncia anónima de delitos, ocurriendo otro tanto con la "Anses", respecto de
ilicitudes cometidas en trámites jubilatorios.

2.1. Denuncia

Aparece encabezando en el Código los actos iniciales de la IPP. El art. 285 establece que toda persona que se
considere lesionada por un delito perseguible de oficio o sin serlo, haya tomado conocimiento de él, podrá denunciarlo
ante el juez, el Ministerio Público Fiscal o la policía. Dejando a un lado por ahora la instancia privada, digamos que esa
misma norma considera hábil para denunciar al menor impu­table, esto es mayor de dieciséis años. Y por qué lo hace
así, por la responsabilidad que asume quien denuncia, ante la posible falsedad de sus dichos (art. 288, segundo
párrafo, del CPPBA).

El Código señala como órganos naturales para recibir denuncias a los fines de la iniciación de la investigación al
juez, el fiscal y la policía. Este listado de opciones deviene incorrecto. Ello es así porque en el régimen procesal
provincial el juez de Garantías actúa como control del fiscal y no como promotor de investigación alguna; es posible
que las normas que a esto se refieren deban admitir como fuente al CPPN ley 23.984, y que en estos puntos, difiere de
aquel sistema, siendo el juez de Instrucción el que tiene a su cargo la investigación (art. 26 de dicho cuerpo normativo),
lo que quedará modificado a partir de la entrada en vigencia del nuevo Código (ley 27.063). Además,
sintomáticamente, los arts. 285 y 290 no mencionan al juez de Garantías —cuya mención específica es clara y
concreta a lo largo del Código, consecuente con lo establecido por el art. 23—, sino solamente al juez, el que, aun
cuando pueda entenderse que es aquél, bien podría ser otro o ni siquiera el de turno, pues ninguna disposición de
investigación puede ordenar, más que remitir la denuncia al fiscal, como haría cualquier funcionario público en el
ejercicio de sus funciones.

Volviendo a los delitos en que la acción penal dependa de instancia privada, del juego armónico del mentado art.
285 con el art. 7º del mismo Código, resulta que sólo podrá denunciar quien tenga derecho a instar (art. 72 del CPen.),
(49)
debiéndose requerir de la víctima o de su representante legal que manifiesten si instarán o no la acción .

Si bien puede decirse que la denuncia no debe quedar atada a formas sacramentales, la ley procesal (art. 285,
cit.), establece dos modos para su presentación; a) por escrito, caso en que deberá ser firmada ante el funcionario que
la reciba; o b) verbalmente, supuesto en que deberá ser actuada, siguiendo las prescripciones de los arts. 117 y ss. En
ambas hipótesis, el funcionario deberá verificar y hacer constar la identidad del denunciante, pudiendo quedar
reservada tal identidad, cuando el presentante así lo requiera y existan motivos fundados que así lo justifiquen. En este
mismo orden, el art. 83, inc. 6º, consagra el derecho a la protección de su seguridad que corresponde a la víctima,
familiares y testigos que depongan en su interés. En cuanto a la reserva de identidad habrá que tener en cuenta lo
establecido por el art. 233 bis (introducido por la ley 14.257 —BO del 16/5/2011—), en función del tercer párrafo del art.
286, ya que el testigo podría voluntariamente abstenerse de declarar en la audiencia de debate, perdiendo la acusación
toda posibilidad de que sus dichos sean valorados para fundar una sentencia condenatoria.

Siguiendo las exigencias de aquella norma, la denuncia además deberá contener una relación del hecho con sus
circunstancias de tiempo, modo y lugar, la mención de quienes hubieran intervenido en el hecho, los damnificados,
testigos y todos los elementos que puedan servir para conducir a su comprobación y calificación legal.

La ley además de la facultad para denunciar, define dos extremos claramente opuestos entre sí, al establecer
quiénes están obligados a denunciar (art. 287) y aquellos a los que expresamente les prohíbe denunciar (art. 288).
Entre los primeros menciona, como antes lo señalamos, a los funcionarios o empleados públicos que tomen
conocimiento de la perpetración de un delito perseguible de oficio, en ocasión del ejercicio de sus funciones, quedando
(50)
entonces excluidas las circunstancias en que se enteran de ello como simples particulares . Los segundos son los
profesionales del arte de curar (médico, parteras, farmacéuticos, etc.), en cuanto a delitos contra la vida y la integridad
física cuando presten su asistencia, con excepción de aquellos a los que conozcan bajo el amparo del secreto
profesional, el que se presume, salvo manifestación en contrario. Y, finalmente, los obligados expresamente por el
Código Penal (p. ej., arts. 144, cuarto, incs. 2º y 3º, y 277, inc. 1º d]).

Por su parte, el art. 288 prohíbe denunciar al cónyuge, ascendiente o hermano, a menos que el delito aparezca
ejecutado en perjuicio del propio denunciante o de un pariente suyo de grado igual o más próximo al que lo vincula al
denunciado. Por ejemplo, un padre no puede denunciar a su hijo por el delito que haya cometido en contra de un
vecino, pero sí puede hacerlo si lo hizo contra otro de sus hijos.

Y bien, qué debe hacer el agente fiscal ante la presentación de una denuncia. La respuesta aparece en el juego
armónico de los arts. 290, 291, 292 y 296 del ordenamiento adjetivo: 1. Intervenir inmediatamente; 2. Comunicarla sin
dilaciones al juez de Garantías en turno; 3. Analizar su procedencia; 4. Expedirse sobre su competencia; 5. Disponer
las diligencias de investigación conducentes, de acuerdo con lo preceptuado por el art. 266 del mismo Código, y
(51)
requerir de aquel magistrado las medidas de coerción que correspondieren . Aun cuando no aparece expresamente
legislado para el fiscal, entendemos que además debe notificar al defensor oficial en turno, incluso cuando no hubiera
impu­tado identificado, toda vez que deviene necesario que conozca de los actos irrepetibles y, asimismo, si el art. 296
impone tal notificación a la policía, carece de sustento lógico que no ocurra otro tanto cuando el inicio de las
actuaciones se produce en la Fiscalía.

Estos actos del fiscal, va casi sin decir, tendrán lugar tanto cuando su intervención derive de la denuncia formulada
ante un juez —supuesto que ya hemos comentado— o ante la policía, con las atribuciones propias que la ley otorga a
esta institución.

2.2. Desestimación

El análisis de la procedencia puede llevar al fiscal a la conclusión de que el hecho denunciado no constituye delito,
o de serlo, no se puede proceder. Ante tales supuestos, deberá desestimar la denuncia (art. 290). El primero de los
casos se habrá de dar cuando el funcionario actuante advierta que la acción que llega a su conocimiento no encaja en
ningún tipo penal; el segundo, nos traslada a las hipótesis ya comentadas de los delitos dependientes de instancia
privada, en los que el ejercicio de la acción está sujeto a las exigencias establecidas por los arts. 7º, 153, última parte y
285, párrafos 2º y 3º del CPPBA, y por supuesto, a la exclusión de aquellos reservados a la acción privada.

2.3. Archivo

Es posible que las diligencias ordenadas y cumplidas en procura de la averiguación del hecho y de su autor, no
resulten suficientes como para establecer, con el carácter provisorio que es propio de esta fase del proceso, la
existencia material del ilícito, o en caso de serlo, no alcance para individualizar a su autor (o partícipes). En cualquiera
de estas hipótesis (por supuesto que la primera excluye a la segunda), el fiscal procederá al archivo de las
actuaciones, comunicando lo decidido al juez de Garantías y notificando tal resolución a la víctima (art. 268, última
parte). El archivo no significará otra cosa que la provisoria paralización de las actuaciones y su guarda, hasta tanto
aparezcan elementos útiles que permitan su reanudación.

2.4. Impugnación

Tanto la desestimación de la denuncia como el archivo dispuestos por el agente fiscal podrán ser impugnados por
la víctima, de acuerdo con lo establecido respectivamente por los arts. 290, último párrafo, y 268, también último
párrafo del CPPBA. Así lo establece el art. 83 al ocuparse de los derechos y facultades de quien aparece como víctima
de un delito, cuando la autoriza a procurar la revisión ante el fis­cal de Cámaras departamental de cualquiera de
aquellas decisiones. Va de suyo entonces, que el encargado de tal revisión será el superior del fiscal interviniente, y
más allá de los cuestionamientos acerca de si esta vía puede o no entenderse como una apelación, recurso reservado
(52)
para las decisiones jurisdiccionales , lo cierto e incuestionable es que se trata de un medio de impugnación que
queda necesariamente sometido al régimen general establecido por los arts. 421 y ss. del CPPBA, y al no establecerse
un plazo propio para su interposición, será el también general de los arts. 138 y ss. del mismo Código (tres días).

2.5. Actos de la policía

Es razonable entender que por sus propias condiciones operati­vas, la policía es habitualmente la que toma
conocimiento en primer término de la perpetración de un delito de acción pública. Su distribución geográfica,
actividades y patrullajes de prevención, atención pública ininterrumpida, posibilidad de requerimiento telefónico
mediante un número especial, etc., son algunas de las circunstancias que posibilitan tal inmediación. Agregando a ello
su facultad para el uso de la fuerza que surge de su propia naturaleza institucional, resul­ta ser la entidad idónea tanto
para actuar por delegación —que debería ser excepcional— del MPF (art. 56 del CPPBA), por iniciativa propia en
casos de urgencia (art. 293) y en razón de denuncia (arts. 292 y 293). La ley 13.482 reglamenta con amplitud todo lo
concerniente a la organización, facultades y obligaciones de la policía. Empero, el propio Código establece una
pormenorizada normativa de actuación que, en su enlace con el art. 266 (fines), conlleva a un preestablecido protocolo
de instrucción, con más las comunicaciones de rigor (además arts. 267, 268, 294, 296 y 297 del CPPBA y arts. 9º, 11,
15, 16, 17, 18, 19 y concs. de la citada ley 13.482).
(53)
Podemos entonces sostener que, con en el estricto marco de la investigación, la policía debe y puede hacer lo
siguiente:

a) Lo que debe hacer

1. Actuar en forma subordinada y cumplir las órdenes que le imparta el agente fiscal interviniente.

2. Recibir denuncias.

3. Investigar delitos de acción pública, sea por delegación, por iniciativa propia en casos de urgencia o por
denuncia.

4. Impedir que los hechos cometidos sean llevados a consecuencias delictivas ulteriores.

5. Individualizar a los culpables.

6. Reunir pruebas para dar base a la acusación o determinar el sobreseimiento.

7. Atenerse, en los casos de delitos de acción pública dependiente de instancia privada, a lo establecido por los
arts. 7º, 285 y 153, último párrafo, del Código.

8. Cuidar que los rastros materiales que hubiere dejado el delito sean conservados y que el estado de las cosas no
se modifique hasta que llegue al lugar el MPF.

9. Hacer constar el estado de las personas, de las cosas y de los lugares, mediante inspecciones, planos,
fotografías, exámenes técnicos y demás operaciones que aconseje la policía científica, en los supuestos en que
hubiere peligro de que cualquier demora comprometa la investigación.

10. Ordenar, de ser indispensable, la clausura del local en que se suponga, por vehementes indicios, que se ha
cometido un delito grave, o proceder conforme al art. 149, con inmediato aviso al juez de Garantías competente, al
MPF y al defensor oficial.

11. Interrogar a los testigos, a quienes se les tomará juramento.

12. Aprehender a los presuntos culpables en los casos y formas autorizados por el Código y disponer su
incomunicación cuando concurren los requisitos del art. 152, por un término máximo de doce horas, improrrogables
salvo orden judicial.

13. Informar al presunto impu­tado y a la víctima sobre los derechos constitucionales que los asisten y que el
Código reglamenta.

14. Comunicar en forma inmediata al juez de Garantías y agente fiscal competentes y al defensor oficial en turno
todos los delitos de acción pública que llegaren a su conocimiento.

15. Labrar actuaciones de prevención, para los casos en que no se produzca la intervención inmediata del agente
fiscal o de la policía judicial, en las que se harán constar el lugar, hora, día, mes y año en que fueron iniciadas; nombre,
profesión, estado y domicilio de cada una de las personas que en ellas intervienen; las declaraciones recibidas, los
informes que se hubieren producido y el resultado de todas las diligencias practicadas.

16. Cesar su intervención en dichas actuaciones cuando comience a intervenir el MPF o la policía judicial,
pudiendo continuar como sus auxiliares si así se dispusiese.

17. Remitir las actuaciones al agente fiscal, en los plazos establecidos por el art. 297, último párrafo.

b) Lo que puede hacer

1. Disponer, en caso necesario, que ninguna de las personas que se hallaren en el lugar del hecho o sus
adyacencias, se aparten del sitio mientras se lleven a cabo las diligencias que correspondan, de lo que deberá dar
cuenta inmediatamente al MPF.

2. Disponer los allanamientos del art. 222 y las requisas urgentes, con arreglo al art. 225, con inmediato aviso al
juez o tribunal competente y al MPF.

A diferencia de lo que señalábamos en la primera edición de esta obra, en la actualidad, y vigente como se
encuentra la ley 14.632 (publicada en el BO del 10 de noviembre de 2014), la policía no puede interrogar al impu­tado al
momento de su aprehensión ni requerirle indicaciones o informaciones útiles para la investigación, como autorizaba el
art. 294, inc. 8º del CPPBA (según leyes 12.405 y 13.943).
Y lo que no puede hacer: es abrir la correspondencia que secuestre, la que remitirá intacta a la autoridad judicial
interviniente. En casos urgentes, podrá ocurrir a la autoridad judicial más inmediata, la que autorizará la apertura, de
estimarlo necesario. No está de más enfatizar que, más allá de las discutibles facultades que resultan del art. 294, inc.
8º, ha quedado definitivamente desechada toda posibilidad de recibirle declaración al impu­tado, bajo cualquier tipo de
forma.

La ley procesal prevé asimismo sanciones para los funcionarios policiales que violen disposiciones legales o
reglamentarias, omitan o retarden la ejecución de un acto propio de sus funciones o lo cumplan negligentemente, que
serán impuestas por el órgano judicial interviniente, sin perjuicio de las que aplique la autoridad de quien dependan
(art. 298 del CPPBA).

Finalmente, otras facultades que el ordenamiento procesal confiere a la policía y que aparecen en los párrafos 2º y
3º del inc. 5º del art. 294, el que en su versión actual, establece textualmente: "Cuando se trate de un operativo público
de control motivado en políticas tendientes a la prevención de los delitos, podrán proceder a la revisión de los efectos
que porten las personas en sus ropas o que lleven en su poder de otra manera o tengan en los vehículos en que se
movilicen, procediendo al secuestro en los casos sumamente graves o urgentes o cuando peligre el orden público, de
todo aquello que constituya elemento del delito o instrumento de un delito o sea producto de él, con la observancia de
lo establecido en el título VII capítulo IV de este código bastando inmediata comunicación al Ministerio Público Fiscal y
al Juez de Garantías". "En cualquier circunstancia podrá requisar el transporte de cargas y/o el transporte público de
pasajeros cumpliendo lo dispuesto en el párrafo primero in fine del presente inciso".

Estas facultades no están enmarcadas en el ámbito de una IPP. Lejos de ello, bien podrían haberse incluido en la
ley 13.482 (que reemplazó a la 12.155) ya que no se trata de actuaciones que resulten de una investigación (actuando
por delegación, iniciativa propia o denuncia), sino de facultades de prevención, impropias de la actividad instructora
que aquí se comenta.

3. Situación del impu­tado

La fórmula utilizada por el CPPBA en su art. 60, para definir la calidad de impu­tado, aparece en cierto modo
abundante o superflua en su contenido, toda vez que comienza diciendo que "Se considerará impu­tado a toda persona
que en cualquier acto o procedimiento se lo indique o detenga como autor o partícipe de la comisión de un delito" para
de seguido agregar: "Los derechos que este Código acuerda al impu­tado podrá hacerlos valer cualquier persona que
sea detenida o indicada de cualquier forma como partícipe de un hecho delictuoso desde el primer momento de la
persecución penal en su contra", de manera que lo que se viene a añadir en esta segunda parte, no es otra cosa que
similar a la primera, pues siempre el impu­tado termina siendo el detenido o indicado como autor o partícipe de un
delito, con lo que queremos significar que con cualquiera de las dos —no las dos juntas— se podría alcanzar el
concepto, criterio que coincide con la redac­ción que trae, con mayor claridad, el art. 72 del CPPN (ley 23.984): "Los
derechos que este Código acuerda al impu­tado podrá hacerlos valer, hasta la terminación del proceso, cualquier
(54)
persona que sea detenida o indicada de cualquier forma como partícipe de un hecho delictuoso" . El art. 63 del aún
no vigente CPPN (ley 27.063) dice: "Se denomina imputado a la persona a la que se le atribuye la autoría o
participación de un delito de acuerdo con las normas de este Código".

No hace falta, lo aclaramos, que la impu­tación parta de un acto o pronunciamiento judicial, bastará que de
cualquier modo, la persona que pasará a la calidad de impu­tado sea indicada en la apuntada condición delictiva, como
puede ser la misma denuncia.

Tan suficiente será la mera indicación de mentas, que la persona destinataria de ésta será calificada como
impu­tada, más allá de que medien sospechas o no contra ella, tal lo que sucede, como hemos de ver, con quien es
llamado a prestar declaración informativa, caso que llevó al legislador a insertar una norma como la del 5º párrafo del
art. 308 del CPPBA, cuya redacción deviene escasamente feliz.

Desde el mismo momento de la detención, o en caso de estar en libertad, desde la primera diligencia practicada
con el impu­tado, éste tendrá derecho a ser informado sin demora y en un idioma que comprenda, en forma detallada,
de la naturaleza y causas de los cargos que se le atribuyen; comunicarse libremente con un letrado de su elección o a
ser asistido por el defensor oficial; a comunicarse con el cónsul de su país, en caso de ser extranjero; que no está
obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable; y los derechos que le asisten con relación al responsable
civil del hecho por el que se lo impu­ta —si lo hubiera— y también respecto del asegurador, en caso de existir contrato,
como asimismo los derechos que le asisten de requerir al asegurador que asuma su defensa penal (art. 60 del
CPPBA).

3.1. Derechos y deberes

En lo que atañe a toda la tramitación del proceso, ya que en este punto resulta innecesario limitarlas a sus
distintas fases, y más allá de los actos que son propios de cada una de ellas, en el pleno y libre ejercicio del derecho
de defensa, suficientemente resguardado por las garantías constitucionales (arts. 18 y 75, inc. 22 de la CN y 11 y 15 de
la Const. prov.), y las normas procesales que habrán de mencionarse expresamente, resulta que el impu­tado tiene
derecho a:

a) defenderse por sí —en la medida en que ello no lo perjudique—, por defensor o defensores de su confianza, o a
contar con la asistencia de un defensor oficial (arts. 1º, 89 y ss. y 272 del CPPBA);

b) declarar, cuando a esos efectos se lo convoque, o a hacerlo cuantas veces quiera, en la medida de lo pertinente
(arts. 308 y 317 del CPPBA);

c) presentarse espontáneamente o dejar constancia de ello, antes de ser convocado en toda actuación
prevencional o proceso que se hubiere iniciado o esté por iniciarse en su contra (art. 162 del CPPBA);

d) negarse a declarar, siendo ilícito cualquier método que se utilice para motivarlo a prestar declaración (art. 310
del CPPBA);

e) ser juzgado en un tiempo razonable y sin dilaciones indebidas (art. 2º del CPPBA);

f) ser asesorado por su defensor acerca de la conveniencia o no de declarar, o ser advertido sobre el significado
inculpatorio de sus manifestaciones, aun encontrándose incomunicado o antes de cualquier acto que requiera su
intervención (arts. 152 y 308, párr. 3º del CPPBA);

g) ser acompañado por su defensor durante el acto de su declaración (art. 309, párrs. 1º y 2º del CPPBA);

h) recibir asistencia consular, en el caso de ser nacional extranjero (art. 308, penúltimo párr. del CPPBA);

i) ser informado detalladamente acerca del hecho que se le reprocha y las pruebas existentes en su contra (art.
312 del CPPBA);

j) ser informado, en el supuesto de encontrarse detenido, sobre las disposiciones legales sobre excarcelación y su
trámite (art. 314 del CPPBA);

k) requerir, motivadamente, la presencia del juez de Garantías durante el acto de su declaración (art. 308, párr. 2º
del CPPBA);

l) que el agente fiscal investigue todos y cada uno de los hechos y circunstancias pertinentes y útiles a que se
hubiere referido en su declaración, resultando para el fiscal obligatoria la evacuación de las citas (art. 318 del CPPBA);

m) carearse, sin que se lo pueda obligar a ello (art. 263 del CPP BA);

n) elegir el lugar a ocupar en una fila de reconocimiento (art. 259 del CPPBA);

ñ) proponer diligencias durante la investigación (art. 273 del CPPBA);

o) participar en las diligencias de adelantos probatorios (art. 274 del CPPBA) y a la realización de todo acto que
pueda considerarse definitivo e irrepetible (art. 276 del CPPBA);

p) oponer excepciones (art. 328 del CPPBA);

q) ofrecer pruebas para el juicio;

r) asistir a la audiencia de debate o a ausentarse de la misma (art. 345 del CPPBA);

s) efectuar durante el juicio todas las declaraciones que considere oportunas y que hagan a su defensa y hablar
con su defensor (art. 358 del CPPBA) y a declarar al cierre del debate (art. 368, 6º párr. del CPPBA);

t) recurrir en los casos establecidos por la ley (p. ej., arts. 421 y 424 del CPPBA);

u) permanecer en libertad durante el proceso con las salvedades que establece la ley (art. 144 del CPPBA);

v) obtener su eximición de prisión o excarcelación en los casos en que corresponda (arts. 169, 185 y concs. del
CPPBA);

(55)
w) interrogar a los testigos de cargo y a obtener que sean también interrogados los de descargo .

En cuanto a deberes, es obligación del impu­tado comparecer cada vez que sea citado y en especial, estar a
derecho durante el juicio, más allá del derecho que le asiste a estar presente o no (art. 345 del CPPBA).

3.2. Declaración del impu­tado. Naturaleza


El sistema procesal vigente a partir del 28 de septiembre de 1998 fue dejando de lado la terminología anterior, en
la que a la declaración del impu­tado se la denominaba "declaración indagatoria", de modo tal de borrar "todo vestigio
(56)
inquisitivo en la regulación del proceso" . Tal acto ha pasado a ser, conforme a la doctrina moderna, el primer acto
(57)y (58)
de defensa material . Esto, sin dejar de recordar que en el texto originario de la ley 11.922 se advertían rastros
de esa denominación, e incluso, en muchos pronunciamientos judiciales se ha seguido la costumbre de llamar a ese
(59)
acto como lo era originariamente, arrastre que puede hallarse hasta en decisorios de nuestra casación .

Ninguna, absolutamente ninguna señal debe recibir el impu­tado al momento de prestar declaración que pueda
inducirlo y menos aún obligarlo a declarar contra sí mismo, o siquiera a declarar. El acto debe ser absolutamente libre,
y sólo debe contar con el asesoramiento previo de su defensor. En nuestro sistema, no cabe siquiera una indicación
como alentarlo a confesar o a decir la verdad, como en este último sentido aparece en el art. 98 del CPP de Chile ("El
juez, o en su caso, el presidente del Tribunal, se limitará a exhortarlo a que diga la verdad y a que responda con
claridad y precisión las preguntas que se le formularen"), exhortación que también podemos encontrar en el art. 387 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal española, al punto que, de verificarse una irregularidad de ese tenor, acabaría con la
validez del acto. Debe en ese sentido tenerse muy presente que, en algunas investigaciones, la búsqueda de la
verdad, sin contar con elemento incriminatorio alguno, ni nada que sindique a alguien como posible sospechoso, suele
ocurrir que se reciba declaración como testigo a quien, con el correr de la instrucción, se lo termine señalando como
impu­tado y deba convocárselo en tal carácter, situación que obliga a relevarlo del juramento prestado, acto que debe
ser previo a la declaración y lo suficientemente claro como para que el sujeto entienda que ha quedado liberado del
compromiso de decir verdad adquirido anteriormente, debiéndose tener presente las estipulaciones de los arts. 100 y
258 del CPPBA, insistentemente referidas al juramento de los testigos. Aquí también, de no hacerse, la omisión traerá
(60)
aparejada la nulidad de la declaración del impu­tado .

El art. 310 es suficientemente claro en cuanto prohíbe requerir juramento o promesa de decir verdad al impu­tado,
ejercer contra él coacción o amenaza, ni medio alguno para obligarlo, inducirlo o determinarlo a declarar contra su
voluntad, o hacerle cargo o reconvenciones tendientes a obtener su confesión, asuntos de los que nos hemos ocupado
en el capítulo dedicado a las garantías.

Párrafo especial merece lo referido al encargado de recibir esta de­claración, que no es otro que el propio agente
fiscal que lleva adelante la investigación, de conformidad con lo establecido por los arts. 308 y ss. del CPPBA, aspecto
que cuanto menos, nos merece ciertos reparos. No nos parece, en tal sentido, que en el caso se respete el principio de
igualdad de armas, que resulta ser característica de este ritual, cuando quien aparece impu­tado de un delito, deba
declarar ante su propio oponente en el proceso, que es el que ha considerado que existen méritos para así convocarlo,
quien además habrá de dirigir el acto, lo interroga­rá (art. 313 del CPPBA) y será además, quien accederá o no a las
preguntas de la defensa, en decisión que deviene inimpugnable (art. 309, último párrafo, del CPPBA). Lejos, muy lejos
estamos de coincidir con el criterio del legislador, ya que, no sólo habrá que tener en cuenta que el derecho a ser oído
(61)
que consagran los pactos (art. 75, inc. 22 de la CN), lo es por un órgano jurisdiccional y no por el propio acusador ,
sino que y además, el fiscal no es el sujeto imparcial ante el que se habrá de ejercer por primera vez en forma directa
(62)
el derecho de defensa . No se nos escapa que la casación provincial se ha pronunciado a favor de la
(63)
constitucionalidad de este asunto , pero no nos convencen sus fundamentos, y menos aún, cuando sostiene que la
cuestión se resuelve con la presencia del juez a requerimiento del impu­tado o si éste lo prefiere, difiriendo su
(64)
parlamento para el momento del juicio . Cierto es que el art. 308, en su segundo párrafo, posibilita que el que habrá
de declarar solicite la presencia del juez para hacerlo ante él, pero también dice que debe hacerlo motivadamente. Y
cuál puede ser que no sea la ausencia de imparcialidad del fiscal, motivo más que suficiente como para obtener su
apartamiento de la causa (arts. 47, inc. 13 y 54 del CPPBA). Además, la presencia del juez no habrá de modificar la
mecánica de la declaración, que siempre estará a cargo del fiscal, pues la ley lo único que autoriza es la presencia de
aquél, pero no desplaza el manejo del acto. Aquel fundamento referido a la postergación que puede decidir el impu­tado
para el momento del juicio, se aleja de la habitual posición que asume quien es sometido a proceso, pues a aquella
altura de la causa, no necesariamente habrán de estar él ni su defensa, planificando la actitud a asumir en una
(65)
audiencia de debate, a la que es muy posible que no quieran llegar .

(66)
Bertolino , al referirse al inc. 6º del art. 23 del CPPBA, en cuanto dispone que el juez de Garantías conocerá:
"En el acto de la declaración del impu­tado ante el Fiscal, cuando aquél así lo solicitare, controlando su legalidad y
regularidad", dice que la ley de implementación 12.059 "aclaró con suficiencia cualquier incertidumbre en la
interpretación de este inciso con relación al art. 308 del Código: la declaración siempre la tomará el fiscal, si bien ante
la presencia del juez de garantías. Este último sólo se limitará, en su actividad procesal, a controlar: a) la legalidad del
acto, es decir, la utilización según la ley de las normas aplicables y b) su regularidad, esto es, la corrección de las
conductas observadas por los intervinientes durante el desarrollo de la declaración. Aplicando este inciso, ha dicho la
jurisprudencia —a nuestro juicio, facilitando con ello el funcionamiento del precepto—, que los controles de legalidad y
regularidad mentados... deben ser relacionados con la voz 'motivadamente', incluida en el segundo párrafo del art.
308".

Los controles, empero, de así lograrse, no modificarán, insistimos, la ventajosa calidad que en el proceso tiene el
(67)
fiscal frente a su impu­tado .

3.3. Procedencia

Para que sea procedente la declaración del impu­tado, el art. 308 del CPP establece dos requisitos: a) que medie
cierto grado probatorio acerca de la perpetración de un delito, sea mediante elementos suficientes o indicios
vehementes; y b) motivo bastante para sospechar que una persona ha participado en su comisión. Volvemos aquí a
aquel ejemplo de los dos tubos de ensayo, y se advierte que ambos, siguiendo el carácter progresivo de la instrucción,
muestran que han comenzado a llenarse. Uno, que partió de la noticia de un posible hecho delictivo, y ahora contiene
suficientes elementos o indicios como para tener por cierta, en principio, su existencia, y el otro, en el que se ha
(68)
reunido las sospechas que autorizan a suponer que una persona pueda ser autor de tal ilicitud .

3.4. Reglas especiales

La declaración del impu­tado está sometida por el ritual, a reglas especiales y si bien hemos hecho referencia a
alguna de ellas, la repetición no será vana, en la medida de su agrupamiento como tales. En ese orden, señalamos que

— Ningún interrogatorio del impu­tado podrá ser tomado en consideración cuando su abogado defensor no haya
podido asesorarle sobre si le conviene o no declarar, o advertirle sobre el significado de sus manifestaciones. La ley no
dice aquí que el acto será nulo al faltar dicho asesoramiento (art. 308, párr. 3º del CPP), pero en el punto coincidimos
(69)
con el criterio seguido por el Trib. Casación Penal Bs. As. , toda vez que la decisión de declarar o no, debe
imperativamente estar precedida por la entrevista —o su posibilidad cierta— con el defensor, a los fines de recibir el
(70)
asesoramiento adecuado sobre este particular .

— En el supuesto en que el impu­tado se encuentre aprehendido, el acto deberá cumplirse inmediatamente o a


más tardar dentro de las veinticuatro horas desde el momento en que se produjo la restricción de la libertad, plazo que
podrá prorrogarse por otro igual cuando el fiscal no hubiese podido recibirle declaración o cuando lo solicitare aquél
para proponer defensor.

— La declaración deberá producirse en la sede de la Fiscalía o en las oficinas judiciales designadas al efecto,
salvo que las circunstancias requieran el traslado del fiscal a otro sitio para recibirla. Aquí lo que se persigue es excluir
todo ámbito que pueda influir negativamente en el ánimo del impu­tado, producirle temor o de algún modo, pueda
intimidarlo, salvo situaciones de excepción que deberán ser objetivamente valoradas y que puedan tener que ver con
algún tipo de riesgo, pudiendo tratarse por ejemplo, de la propia salud de aquél, quien aun en condiciones de declarar,
podría estar alojado en un establecimiento sanitario.

— En el caso de nacionales extranjeros, la omisión —salvo expresa manifestación contraria del propio
interesado— de ser notificado de su derecho a recibir, en forma inmediata y sin dilación alguna, asistencia consular,
está sancionada con nulidad. Esta regla (art. 308, penúltimo párrafo del CPP) fue incorporada por la ley 13.943 y viene
a cumplir con el art. 36, inc. 1 B de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares (ley nacional 17.081).

— A la declaración debe asistir el defensor, no obstante cuando se trate de la defensa oficial, podrá ser asistido
por un funcionario letrado de la defensa, en caso de imposibilidad fundada del titular. Este texto fue incorporado
también por la ley 13.943 al art. 309, en el que se cambió la expresión "podrá" por "deberá" y se agregó la posibilidad
de sustitución del defensor impuesto por un funcionario letrado de la misma defensoría, con lo que se busca hacer
posible el acompañamiento defensista en el acto de la declaración. Lo que no queda en claro, es si la ausencia del
defensor de confianza puede acarrear la nulidad del acto. La forma imperativa que se ha dado ahora a la redacción de
la norma, parece estar indicando que esa presencia es insoslayable; sin embargo, otra cosa es la que emerge del texto
(71)
de los fundamentos que acompañaron al proyecto que dio origen a la reforma introducida por la ley 13.943 , y si
bien el Tribunal de Casación ha dicho que esa ausencia no acarrea nulidad, tal temperamento fue aplicado antes de la
aludida modificación (ver supra nota 63).

— El impu­tado debe ser notificado del derecho referido precedentemente y también de la insoslayable entrevista
previa con su defensor.

— Deberá hacérsele saber, también bajo sanción de nulidad, su derecho a abstenerse de declarar y que tal
negativa no implica presunción de culpabilidad, y en ese momento, el defensor, si bien no puede hacer otras
indicaciones, podrá aconsejarlo de viva voz, que se niegue a declarar.
— Deberá procederse a un interrogatorio de identificación en el que se harán constar todos los datos requeridos
por el art. 311 del CPPBA, y luego de ello deberá informársele detalladamente cuál es el he­cho que se le atribuye y
(72)
cuáles las pruebas que existen en su contra .

— En el caso de declarar, se lo invitará a manifestar cuanto crea conveniente en su descargo, procurándose hacer
constar sus mismas palabras, o aclaración de los hechos y a indicar las pruebas que estime oportunas.

— El fiscal podrá formular luego de ello preguntas, en forma clara y precisa, y no deben ser capciosas o
sugestivas. Con esto se quiere evitar que el contenido de las preguntas pueda ser de alguna manera engañosa o
artificiosa, o sea sugerente de la contestación.

— El impu­tado podrá dictar sus respuestas y los defensores podrán al final sugerir preguntas, cuya procedencia
será resuelta por el fiscal, quien en caso afirmativo las formulará, y de rechazarlas, su decisión será inimpugnable.

— El defensor puede además pedir que se corrija el acta en cuanto no consigne fielmente lo expresado por el
impu­tado, y éste a su vez, puede pedir que se incluya o enmiende algo de lo que dijo.

— Antes de concluir el acto, haya o no declarado el impu­tado, el fiscal le hará saber las disposiciones legales
sobre excarcelación y su trámite.

— Una vez concluida, el acta debe ser leída en alta voz por el secretario, bajo sanción de nulidad, dejándose
debida constancia, pudiéndolo también hacer el impu­tado y su defensor.

— Los asistentes deberán rubricar el acta y al impu­tado le asiste el derecho a hacerlo en todas las hojas que la
integran, o a negarse a ello, debiéndose consignar el motivo de ello, si lo expresa.

— Habiendo varios impu­tados en la misma causa, cada uno declarará en forma separada del otro, evitándose que
se comuniquen entre sí, hasta que todos hayan declarado.

3.5. Declaración informativa

La ley 13.078 incorporó, al texto del CPPBA, una disposición que se agregó como quinto párrafo del art. 308 y
que, en definitiva no resultó una novedad en el procedimiento provincial, pues, con escasas diferencias, se trató de una
reedición de la que en el Código anterior había agregado la ley 10.358, en 1986, como segunda parte del art. 126, esto
es la llamada declaración informativa.

No fue ni es una creación del sistema adjetivo provincial, pues reconoce su antecedente en un instituto de
características similares que el dec.-ley 13.911/1962 añadió como segunda parte al art. 236 del entonces CPPN, luego
reformado por la ley 22.283.

Textualmente, el aludido párrafo quinto establece que "Aun cuando no existiere el estado de sospecha a que se
refiere el párrafo anterior, el Fiscal podrá citar al impu­tado al solo efecto de prestar declaración informativa. En tal caso
el impu­tado y el letrado asistente tendrán todas las garantías, derechos y deberes correspondientes al impu­tado y su
defensor".

Dejando de lado las incomprensibles redundancias de la norma, es de aclarar que, volviendo una vez más a los
tubos de ensayo a los que hemos aludido a fin de graficar la situación, en uno, los elementos suficientes o indicios
vehementes de la perpetración del ilícito, deben estar, tal como es la exigencia legal. Pero el otro está vacío de
sospechas. Sólo, y así lo trae la expresión, puede existir alguna impu­tación, sin ningún aditamento de probabilidad que
torna imposible la declaración conforme a la primera parte del art. 308.

(73)
Si bien nos parece acertada la opinión coincidente de Bertolino, y Falcone y Madina en cuanto la declaración
informativa implica un retroceso difícil de justificar en un Código como el vigente, toda vez que "se desnaturaliza tanto
el acto en sí del art. 308 como el conjunto del sistema, ya que se hace entrar por la ventana al instituto de
(74)
procesamiento, no contemplado, en rigor, en el ordenamiento reformulado" , no puede olvidarse que hasta la
reforma mencionada de la ley 10.358, existía cierto hábito en la instrucción de las causas penales en esta provincia, de
recibirle declaración testimonial a quien, a pesar de no existir el estado de sospecha, no estaba lejos de ella, y
terminaba declarando bajo juramento en serio o grave compromiso de sus garantías constitucionales.
3.6. Rebeldía

Al referirnos a los deberes del impu­tado, dijimos que su obligación era comparecer a las citaciones judiciales. Pues
bien, cuando estando en libertad no lo hiciere, salvo grave y legítimo impedimento; o se fugare del establecimiento o
lugar de detención, o se ausentare sin autorización del órgano competente del lugar asignado para su residencia, será
declarado rebelde (art. 300 del CPPBA).
Una vez transcurrido el término de la citación o comprobada la fuga o la ausencia, el órgano judicial (juez de
Garantías u órgano del juicio, según la etapa), declarará por auto la rebeldía y librará orden de comparendo o
detención, revocando asimismo, de habérsele otorgado, el beneficio de la excarcelación —o en su caso la eximición de
prisión— (arts. 304 y 306 del CPPBA).

La declaración de rebeldía no suspende el curso de la investigación penal preparatoria, pero sí la del juicio,
continuando, de existir, para los demás impu­tados presentes, debiéndose reservar las actuaciones y efectos,
instrumentos o piezas de convicción que fuera indispensable conservar. En nuestro país la garantía de inviolabilidad de
(75)
la defensa en juicio resulta asegurada siempre y cuando el impu­tado esté presente en las etapas del proceso , con
lo que su contumacia impide su continuación; pero en lo que atañe a la instrucción, las medidas investigativas no se
interrumpen, como tampoco los anticipos probatorios y los actos irrepetibles, más allá de que no podrá darse por
concluida sin la presencia de aquél (art. 305 del CPPBA), criterio que podemos encontrar diferente en los sistemas
procesales en la materia de países europeos, como Italia, España o Francia.

La acción civil podrá tramitarse en la sede pertinente (art. 305, cit.).

Una vez que el impu­tado comparezca, sea voluntariamente o por su captura, la causa continuará según su estado.
Es posible además, que al presentarse justifique su no concurrencia debido a un grave y legítimo impedimento,
circunstancia que, de ser así, dará motivo a la revocación de la declaración de rebeldía y a lo dispuesto en materia de
excarcelación o eximición de prisión (art. 306 del CPPBA).

Resulta llamativo empero, que el art. 60 del CPPBA, no imponga al impu­tado en libertad la obligación de
comparecer ante el llamado del órgano judicial interviniente, circunstancia que, si se analiza a la luz de los derechos y
garantías de los que es informado, obra en su contra, ya que la omisión puede llevarlo a desentenderse del proceso,
con las consecuencias a las que nos hemos referido.

En otro orden, no queda claro cuál es la relación entre el impu­tado declarado rebelde y su causa. Nos
preguntamos concretamente si son o no atendibles sus presentaciones manteniendo aquella calidad. El Código de
Jofré (art. 171) impedía oír a la persona contra quien estuviere pendiente una orden de detención o de prisión, salvo los
casos de eximición de prisión o de prescripción, precepto que se mantuvo con la modificación introducida por la ley
10.358 (BO del 20/3/1986), y que trasladó tal texto al segundo párrafo del art. 179.

Es de entender que, al no sobrevivir aquella prohi­bición, la actitud a asumir debe ser más amplia, en especial si se
tiene en cuenta que la no interrupción de las medidas de investigación lleva a suponer que bien puede procurar
introducir elementos probatorios que le permitan colocarse o reinsertarse a derecho, sin que deba hacerse efectiva la
orden de detención pendiente.

En el supuesto que un prófugo pretenda a través de su defensa, acreditar, por ejemplo, que no estaba en el país,
al momento en que se produjo el hecho investigado, habría que atender a su pedido, ocurriendo otro tanto si lo que
pide es su eximición de prisión o plantea la extinción de la acción penal por prescripción (arts. 185 y 405, incs. 3º y 5º
del CPPBA). Deberá ser el juez de Garantías quien con amplitud de criterio, considere en qué casos las
presentaciones son procedentes, con lo que va casi sin decir que lo que expresamos no pretende alcanzar las
características de una regla, sino más bien de una excepción mesuradamente administrada, aplicable a la etapa
(76)
investigativa .

Y a propósito de todo esto, nos quedan aún más reparos en cuanto a la situación de quien sea porque se ha
marginado voluntariamente del proceso o porque ignora su formación —nos referimos a los supuestos en que no se ha
alcanzado la situación prevista por el art. 60 del CPPBA—, respecto de los actos de investigación que a la postre
puedan resultarle perjudiciales. Más concretamente nos referimos a las posibilidades descriptas por los arts. 274
(anticipo extraordinario de prueba) y 276, segunda parte (actos definitivos e irreproducibles).

Cierta es la diferenciación que al principio hicimos siguiendo la opinión de los Dres. Falcone y Madina, pero lo que
ahora importa, es determinar si es posible el control de aquellos actos en favor de las personas que se encuentran en
la situación de cita. Nuestro análisis nos lleva a la conclusión de que ello debe hacerse cuanto menos notificando de la
realización de tales diligencias al defensor oficial que corresponda.

Llegamos a esta conclusión, partiendo del texto de ambas disposiciones en cuanto se refieren a garantizar la
posibilidad de asistencia del impu­tado y su defensor que, en la hipótesis de mentas quedaría limitada a éste, y en su
enlace con lo dispuesto por el art. 296 que, aunque dirigido a los funcionarios de policía, debe entenderse como regla
general para la iniciación de una investigación penal preparatoria (conf. además los arts. 276, primera parte, 277, 278,
279, 290, 291 y 292).
4. Criterios especiales de archivo
4.1. Con las reformas regidas por las leyes 13.183 y 13.943, el legislador introdujo en nuestro sistema procesal lo
que llamó "Criterios especiales de archivo" y desarrolló en el art. 56 bis, cuyo texto se enlaza con el art. 56, también
reformado por la primera de aquéllas.

(77)
De lo que se trata es de la aplicación del principio de oportunidad, al que Cafferata Nores define como "la
atribución que tienen los órganos encargados de la persecución penal, fundada en razones diversas de política criminal
y procesal, de no iniciar la acción, o de suspender provisionalmente la acción iniciada, o de limitarla en su extensión
objetiva y subjetiva, o de hacerla cesar definitivamente antes de la sentencia, aun cuando concurran las condiciones
ordinarias para 'perseguir y castigar'".

Si bien consideramos que los criterios de oportunidad no son otra cosa que razones de disponibilidad de la
(78)
acción , el asunto no merece ser aquí motivo de cuestionamientos, habida cuenta de que los fines perseguidos
(descongestión del saturado sistema judicial, evitar las desigualdades de la persecución en contra de los más débiles,
reparación a la víctima, resocialización del autor, pérdida de interés en castigar, etc.) justifican estas excepciones a la
(79)
genérica obligación del Estado de perseguir y castigar todo delito .

4.2. En su texto originario, el Código sólo tenía previsto el "archivo" para casos en que no existiera "prueba
(80)
suficiente sobre la existencia del hecho" o "la autoría de él" (art. 268, párr. 3º), esto es sin "impu­tado determinado" .
La vía escogida por las leyes 13.183 y 13.943 incorpora el archivo para casos con "impu­tado determinado",
acercándose así, a lo que el viejo sistema llamaba sobreseimiento provisional, en especial cuando se advierte la
posibilidad de conversión en sobreseimiento establecida por el art. 323, inc. 7º del Código.

4.3. Tanto el principio de oportunidad como el específico tema de los criterios especiales de archivo, han sido
tratados con amplitud en el capítulo II de esta obra, al que remitimos.

4.4. Mediación penal. A fines de diciembre de 2005, fue sancionada la ley 13.433, promulgada y publicada en el
BO en enero de 2006, que, casi por fuera del cuerpo adjetivo, introdujo lo que denominó "Régimen de resolución
alternativa de conflictos penales", continuando de esta manera la provincia de Buenos Aires ejerciendo la facultad de
establecer criterios de oportunidad en la persecución penal, y al mismo tiempo, reafirmando su potestad para hacerlo,
en cuanto se sostiene que se trata de una materia "evidentemente procesal y por ende no delegada a la Nación" (de
sus fundamentos).

En esta edición, se ha incorporado a la obra un capítulo especial sobre este tema, llevado a cabo por el Dr. Camilo
Petitti, al que enviamos.

5. Sobreseimiento

5.1. Concepto

"El proceso penal puede agotarse cognoscitivamente antes de llegar a la sentencia, para desincriminar al
impu­tado. Así ocurre cuando se dicta el sobreseimiento por el órgano jurisdiccional, el que procede en cualquier
momento de la instrucción o investigación penal, o sea como coronamiento de las investigaciones o de las críticas
instructorias, por algunas causales también durante el juicio, y por extinción de la pretensión penal en cualquier estado
y grado de todo el proceso". "Este sobreseimiento es definitivo en su eficacia sustancial, favoreciendo al impu­tado con
el non bis in idem al igual que la sentencia absolutoria; pero no se trata en realidad de una absolución sino de un
(81)
truncamiento del proceso que evita el juicio o su resultado" .

El sobreseimiento pues, viene a ponerle término en forma definitiva e irrevocable al proceso, cualquiera que sea el
momento de su trámite en que se dicte, y con esto estamos adelantando que el Código actual, siguiendo los
lineamientos de las legislaciones procesales modernas ha dejado de lado el criterio del ritual anterior, que, como el
nacional de 1888, establecía también la modalidad del sobreseimiento provisorio. Cierto es empero, que algunos
supuestos de archivo, guardan similitudes con aquellas maneras de decidir.

A propósito de lo que venimos tratando, el art. 321 del Código, dispone que el agente fiscal, el impu­tado y su
defensor, en cualquier estado de la investigación penal preparatoria, podrán solicitar al juez de Garantías que dicte el
sobreseimiento total o parcial, dejando a salvo el caso del art. 323, inc. 1º (extinción de la acción) el que procede en
cualquier estado del proceso.

Cuando se refiere a total o parcial, la ley diferencia los supuestos en que el sobreseimiento es dictado a favor de
todos los impu­tados de una causa y por todos los hechos atribuidos, mientras que su carácter parcial significa que
tanto puede beneficiar a uno de los impu­ta­dos, por alguno de los hechos que se le reprochan, o a varios, pero siempre
(82)
por no todos los injustos que se les enrostran. En sentido coin­cidente Bertolino sigue a Núñez cuando enseña que
el primero es "el dictado con relación a todos los impu­tados en el proceso por todas las impu­taciones hechas" y el
segundo es "el dictado en relación a todos los impu­tados por algunas de las impu­taciones hechas; o en relación a
algunos de los impu­tados, por alguna o todas las impu­taciones hechas".

Corresponde aclarar que la limitación que figura en el art. 321 en cuanto a la oportunidad, que aparece como
acotada a la investigación penal preparatoria, no es tal, sino que la ley ha querido referirse a esa etapa, pero de ningún
modo excluye los otros momentos, que ella misma ha previsto, siempre con la más extensa posibilidad que reconoce a
la extinción de la acción penal. Nótese en este orden, que concluida la primera etapa, al momento en que la defensa
tiene derecho de oponerse a la citación a juicio (art. 336) la petición consecuente es instar el sobreseimiento, y no
queda allí la cuestión, porque el art. 341, trae una nueva oportunidad, ya dentro de los actos preparatorios del juicio, en
que puede el tribunal actuante dictar sobreseimiento y no sólo por causales extintivas de la acción.

5.2. Supuestos

Siguiendo el orden que trae el art. 323 del CPPBA, que bien podríamos calificar como una enumeración lógica y
concatenada de las metas no alcanzadas por la investigación, siempre partiendo de la premisa sobre la vigencia
temporal de la acción, establece los siguientes supuestos de sobreseimiento que la doctrina suele clasificarlos en
objetivos cuando se refieren al hecho, subjetivos en cuanto se relacionan con el sujeto y extintivos, en punto deciden la
extinción de la acción penal:

1) "La acción penal se ha extinguido".

Aquí corresponde remontarnos a las previsiones del art. 59 del CP, pues ésas son las hipótesis a las que se refiere
el ordenamiento adjetivo (muerte del impu­tado, amnistía, prescripción, renuncia del agraviado, respecto de los delitos
de acción privada), con más la del art. 60 del mismo Código, en cuanto se refiere al pago de la multa en los casos de
delitos reprimidos únicamente con esa especie de pena.

2) "El hecho investigado no ha existido".

Significa "aceptar definitivamente que la conceptualización fáctica, en la cual se apoya el elemento objeto de la
impu­tación no se ha demostrado de ninguna manera en la realidad, sea como hecho consumado, tentado o frustrado.
Se elimina la materialidad del objeto procesal, al demostrarse la inexistencia del acontecimiento histórico o cambio en
(83)
el mundo exterior que la alimentaba como una posibilidad" .

3) "El hecho atribuido no encuadra en una figura legal".

Esto es que si bien se ha verificado probadamente la existencia del acontecer fáctico impu­tado, éste no encaja en
ninguno de los supuestos descriptos en el catálogo penal.

4) "El delito no fue cometido por el impu­tado".

En este caso, se ha probado, con los alcances propios de esta etapa del proceso, la existencia del hecho, el que
deviene constitutivo de delito, pero al mismo tiempo se comprueba la no intervención del impu­tado en él.

5) "Media una causa de justificación, inimpu­tabilidad, inculpabilidad o una excusa absolutoria, siempre que no
proceda la aplicación de una medida de seguridad en los términos del ar­tícu­lo 34, inciso 1º del Código Penal".

Aquí, en cambio, existen elementos para sostener que el impu­tado intervino en el injusto, pero median
(84)
circunstancias que lo eximen de responsabilidad o impiden sancionarlo . Nótese que por primera y única vez en
este trabajo, hemos utilizado para destacar una parte de la norma letra cursiva. Ello ha sido así a fin de enfatizar
acerca de la reforma introducida por la ley14.296, en consonancia con la modificación de los arts. 1º y 341 del Código,
asunto al que ya nos hemos referido al ocuparnos de las garantías del debido proceso y al que remitimos a fin de evitar
innecesarias repeticiones.

6) "Habiendo vencido todos los términos de la investigación penal preparatoria y sus prórrogas, no hubiere
suficiente motivo para remitir la causa a juicio y no fuese razonable objetivamente prever la incorporación de nuevos
elementos de cargo".

En este supuesto, la opinión que debe necesariamente prevalecer es la del agente fiscal interviniente, y en su
caso, la del particular damnificado, ya que son esas partes las que están en condiciones —y nadie más— de entender
si están o no en condiciones de incorporar más prueba de la ya colectada, y en caso negativo, admitir el
(85)
sobreseimiento .

7) "En los casos de archivo sujeto a condiciones, una vez cumplidas las mismas, el Juez de Garantías, a pedido
del fiscal, podrá transformar el archivo en sobreseimiento. Si el pedido lo efectuare el impu­tado se deberá correr vista
del mismo al fiscal, y si éste sostuviese ese pedido se procederá conforme lo indicado precedentemente".
"En ambos casos rige lo dispuesto en el art. 326".

Esto es, que si el juez no estuviere de acuerdo con la petición de sobreseimiento formulada por el fiscal, se
elevarán las actuaciones al fiscal general; si éste coincide con su inferior, el sobreseimiento es obligatorio para el juez;
en caso contrario, designará otro fiscal para que formule el requerimiento de elevación a juicio.

"En todos los casos de archivo con impu­tado determinado, también a pedido de parte, podrá procederse de igual
modo cuando hubiera transcurrido desde la fecha de la resolución que lo dispuso, un plazo superior a los tres años si
se tratara de causa criminal y superior a un año cuando lo sea respecto de causa correccional".

Estos supuestos nos traen también reminiscencias del viejo sistema, aquí lo que se establecía en cuanto al
transcurso del tiempo una vez dictado el sobreseimiento provisorio y su transformación en definitivo.

En los dos sistemas adviértase, se alteran los principios que rigen la extinción de la acción penal, según el código
sustantivo (ver el art. 384, según su último texto —originario 381, ley 3589—).

La redacción que traen los transcriptos incs. 2º, 3º y 4º, ha provocado no pocas diferencias en su interpretación,
dado que la fórmula utilizada, conteniendo una negación en cuanto a la existencia del hecho investigado, a su tipicidad
y la intervención del impu­tado, respectivamente, está indicando que, a cierta altura del proceso, se ha llegado a una
conclusión inequívoca, a la que se ha dado en llamar "certeza negativa", de la que se sigue en principio, que ese
(86)
resultado está alejado de toda duda razonable .

Sin embargo, entre las garantías enunciadas por el ar­tícu­lo 1º del CPPBA, está justamente el favor rei, y en ese
sentido, dice en su penúltimo párrafo: "En caso de duda deberá estarse siempre a lo que sea más favorable" al
(87)
impu­tado. Más allá del alcance que pueda darse a esta garantía , la expresión "siempre" está referida a todo
momento del proceso, con lo que ello aporta fundamento a quienes entienden que el beneficio así consagrado no debe
(88)
diferirse para el momento del veredicto, sino que debe también ser aplicado en el supuesto del sobreseimiento . Ya
hemos anticipado nuestra opinión acerca de este tema, al ocuparnos de las garantías, por lo que coincidimos con el
Tribunal de Casación provincial, que se ha pronunciado por la certeza, como verdadero estado de convicción
(89)
plena .

La cuestión de la duda es, a diferencia de lo que entienden algunos autores y también magistrados en sus
pronunciamientos, distinta a la situación a la que se arriba según el supuesto descripto por el inc. 6º del art. 323. Es
que en la primera de las hipótesis —la duda— la cuestión no pasa por una mera insuficiencia probatoria, sino que en
realidad, el juzgador no logra el grado de convicción suficiente (arg. art. 210 del CPPBA) que requiere el
pronunciamiento que debe dictar, mientras en la segunda, de lo que se trata es, justamente, de la mencionada
parvedad probatoria que no da lugar para hesitar, sino para sostener que faltan elementos de juicio que puedan
merituarse como, para en el supuesto aludido, enviar la causa a juicio, al tiempo que no es de prever que pueda
completarse en el futuro.

A propósito de lo que venimos señalando es posible encontrar que en el tratamiento de estas cuestiones en el
veredicto (art. 371 del CPPBA), el juez que aplica el beneficio de la duda cierra su voto afirmando que ésa es su
sincera convicción, lo que nos parece desacertado, ya que consideramos que no puede ser que la duda lleve a la
convicción. En realidad, lo que no hay ni puede haber en estos casos es "convicción sincera sobre la verdad de los
hechos juzgados" como pide la norma aludida.

En cuanto a la forma, el legislador ha establecido (art. 324 del CPPBA) que el sobreseimiento debe dictarse por
(90)
auto fundado , en el que se analizarán las causales en el orden dispuesto por el art. 323, que es impugnable en el
término de cinco días, sin efecto suspensivo, y que puede serlo también por el impu­tado o su defensor, cuando no se
haya seguido aquel orden o se le imponga una medida de seguridad (art. 325).

En el supuesto en que el sobreseimiento es solicitado por el fiscal y el juez no estuviera de acuerdo, se elevarán
las actuaciones al fiscal de Cámaras. Si éste coincide con su inferior, el juez estará obligado a resolver en tal sentido,
de lo contrario, el fiscal será reemplazado por otro que será quien formule el requerimiento de elevación a juicio (art.
326), al igual que ocurre en el caso antes referido del art. 323, inc. 7º.

Párrafo aparte merece lo referido al art. 326 del CPP, norma a la que remite el inc. 7º del art. 323 y que en lo que
interesa, se reedita en la compleja redacción del art. 334 bis, introducido por la ley 13.943.

Establece textualmente: "Si el Juez no estuviere de acuerdo con la petición de sobreseimiento formulada por el
Fiscal, se elevarán las actuaciones al Fiscal de la Cámara de Garantías". "Si éste coincidiera con lo solicitado por el
inferior, el Juez resolverá en tal sentido. En caso contrario, el Agente Fiscal que se designe formulará el requerimiento
de elevación a juicio".
Esto es, que ante el pedido de sobreseimiento formulado por el fiscal, el tercero imparcial, que no es otro que el
juez, estará en condiciones de discrepar y solicitar la opinión del fiscal general, mecanismo que parece impropio de un
sistema que se declama acusatorio. Tanto es así, que lo paradojal es que el inquisitivo régimen anterior, traía una
disposición que era más acorde a aquél, pues el que requería la intervención de su superior era el propio agente fiscal
y la opinión coincidente de ambos era obligatoria para el juez, previéndose incluso la participación en el asunto del
procurador de la Corte (ver arts. 215, 216 y 217, de aquel Código, último texto).

5.3. Efectos

Cuando se dicte sobreseimiento, en caso de existir detenido, se ordenará su libertad (art. 327 del CPP), excepto,
obviamente, que se encuentre impu­tado por otros hechos que lo impidan, y si es total, se archivará el expediente
librándose las comunicaciones del caso. Esto es, que una vez firme el decisorio, la causa quedará, en cuanto a ese
hecho definitivamente cerrada, como opina el recordado Clariá Olmedo.

6. Excepciones

"A toda fuerza, que llamaremos acción, se le opone otra fuerza igual y en sentido contrario, que llamaremos
reacción" (Newton). Aun cuando lo que acabamos de transcribir es un principio de la física, su descripción viene a
ajustarse a lo que en derecho se espera de todo aquel que es objeto de una impu­tación penal o de una demanda civil
—en su interpretación genérica—. Normalmente, toda acción provoca la reacción de quien resulta impu­tado o
demandado, lo que constitucionalmente se llama ejercicio del derecho de defensa, reglamentado por las normas del
procedimiento. En tal sentido, llamamos excepción a toda defensa que el impu­tado —o el demandado— opone a la
acción para impedir su progreso, invocando un hecho impeditivo o extintivo, sean sustanciales —esto es que emanan
del derecho de fondo— o formales —procesales— que se refieren a las circunstancias que impiden la normal
constitución de la relación procesal.

Así habremos de clasificarlas en perentorias y dilatorias, esto es según que sus efectos, de prosperar, aniquilen la
acción o la paralicen, respectivamente.

Si bien el viejo Código (ley 3589 y sus modificatorias) no había soslayado el tema de las excepciones, lejos estuvo
de establecer un régimen adecuado para su oposición y tratamiento, criterio que ha sido modificado por el
ordenamiento ritual vigente, de modo tal, que no sólo encontramos en él una regulación autónoma de estas reacciones
(Título V del Libro II) sino que además, contempla las distintas oportunidades en que pueden oponerse.

Curiosamente, el asunto, en lo que podríamos llamar los momentos principales, aparece enmarcado dentro de un
segmento normativo corto, como es el que separa entre sí a los arts. 328 y 338 del CPPBA. Sin embargo, allí son tres
las oportunidades en que la ley otorga la posibilidad de oponer excepciones: 1) en cualquier momento de la
investigación penal preparatoria (art. 328, párr. 1º); 2) durante la etapa intermedia, más precisamente, en la ocasión de
enfrentarse la defensa con la requisitoria de citación a juicio (art. 336); y 3) una vez iniciada la segunda fase, en los
actos preliminares del juicio (art. 338, párr. 5º, p. 3º). Esto es que, aun con el encierro legislativo mencionado, las
normas de cita disponen acerca de la materia que ahora nos ocupa y con relación a los distintos períodos del proceso
penal. Esto, no significa empero, una limitación, pues debe entenderse que existe una oportunidad posterior, como es
la que prevé el art. 356 y que, como veremos, alguna específica excepción excede aquellos posibles momentos.

6.1. Clases

Las excepciones que las partes pueden interponer, según la enumeración que trae el ya mencionado art. 328 son
las siguientes:

1) falta de jurisdicción o competencia;

2) falta de acción, porque no se pudo promover o no fue legalmen­te promovida o no pudiera ser proseguida o
estuviere extinguida.

A todas, las encuadra como de "previo y especial pronunciamiento", lo que significa que su consideración debe
anteponerse a las decisiones propias del momento en que son introducidas en el proceso, de manera que, durante la
investigación penal preparatoria serán tratadas y resueltas antes de ponerle fin; en la etapa intermedia, estarán delante
de la decisión de envío a juicio; en los actos preliminares, a toda resolución sobre la continuación del trámite, y como
cuestión preliminar, se antepondrán al debate o a la decisión final, según se establezca (arts. 356 y 357 del CPPBA).

El supuesto de falta de jurisdicción constituye, de ser así, la ausencia de las facultades jurisdiccionales que los
Estados nacionales o provinciales atribuyen a los jueces para conocer en los procesos, de manera que, sea porque
estas facultades correspondan a un país extranjero, a la Nación o a otra provincia, el órgano interviniente deberá dejar
de intervenir (art. 331 del CPPBA).
Si, como se dice, la competencia es el límite de la jurisdicción, las reglas que la rigen, sean por la especificidad de
la materia o por el ámbito territorial, llevaran también al juez o tribunal, de prosperar el planteo, a desprenderse de la
causa y enviarla a quien resulte competente (art. 331, cit.).

La falta de acción es la ausencia de la potestad que posibilita la persecución penal, sea que, como dice la
enunciación del art. 328:

a) No se la pudo promover. Porque dependía de un obs­tácu­lo por privilegio constitucional previo no observado (art.
(91)
9º del CPPBA) .

b) No fue legalmente promovida. Cuando depende de instancia privada no se la puede ejercer si las personas
autorizadas por el CPen. no formularen denuncia ante autoridad competente (art. 7º del CPP BA).

c) No pudiera ser proseguida. Por la existencia de cuestiones prejudiciales que deban ser resueltas (arts. 10 y 11
(92)
del CPPBA y 1104 del CCiv.) .

d) O estuviere extinguida (arts. 59 y 64 del CPen.).

Va casi sin decir, que salvo la excepción de falta de acción por extinción, que es perentoria, todas las demás que
hemos mencionado y trae el Código, son dilatorias, pues sólo significan un obs­tácu­lo para el ejercicio de aquélla, pero
no la aniquilan.

Finalmente, y en cuanto a la falta de acción, deben considerarse incluidas las de falta de personería en el
acusador o su representante, referidas especialmente al acusador particular; de "litis pendencia" en cuanto impide la
tramitación simultánea de causas con idénticas pretensiones penales procesales y de cosa juzgada, específicamente
relacionada vinculada con la garantía del non bis in idem y que si bien no aparecen especialmente contempladas en el
art. 323, tienen sustento tanto en los principios aseguradores del debido proceso como en lo establecido, para las dos
últimas, por el art. 405, inc. 1º del CPPBA.

6.2. Trámite

Las excepciones serán interpuestas en las oportunidades antes señaladas; para el caso de concurrir dos o más,
deberán oponerse conjuntamente; serán sustanciadas y resueltas por incidente separado, sin perjuicio de continuarse
la investigación penal preparatoria. Serán deducidas por escrito, debiendo ofrecerse, en su caso y bajo sanción de
inadmisibilidad las pruebas que las sustentan. Del escrito en que se deduzcan se correrá vista al MPF y a los
interesados.

Una vez evacuada la vista, si las excepciones se basaran en hechos que deban ser probados previamente, se
ordenará la recepción de la prueba por un plazo que no podrá superar los quince días, vencido el cual, se designará
audiencia para que las partes hagan sus alegatos oral y brevemente. Tras ello, el juez resolverá, haciéndolo primero
so­bre la falta de jurisdicción o competencia si fue interpuesta y lue­go so­bre las demás.

6.3. Efectos

Ya dijimos que en el supuesto de falta de jurisdicción o falta de competencia, el juez o tribunal interviniente remitirá
las actuaciones al órgano judicial correspondiente y pondrá a su disposición a los detenidos que hubiere.

En el supuesto en que se haga lugar a una excepción perentoria, se sobreseerá y se ordenará la libertad del
impu­tado que estuviere detenido.

Para el caso en que la admitida sea una excepción de carácter dilatorio, se ordenará el archivo del proceso y la
libertad del impu­tado, sin perjuicio de que se declaren las nulidades correspondientes, con excepción de los actos
irreproducibles. Una vez salvado el obs­tácu­lo formal al ejercicio de la acción, se continuará con el trámite de la causa.

7. Cierre de la ipp: supuestos, impugnación


7.1. La que se ha dado en denominar "etapa intermedia" es la que el Código encierra en el título VI de su Libro II,
comprendido entre los arts. 334 y 337. Allí aparecen distintas alternativas vinculadas a la conclusión de la IPP y el
posible pase de las actuaciones a la etapa del juicio. Su nombre legal sufrió diversas modificaciones, tendientes a
ajustarlo al contenido de este estrecho, pero sumamente importante pasaje del ordenamiento ritual. Así originariamente
se lo llamó "citación a juicio" (ley 11.922), para inmediatamente después corregir y denominarlo "elevación a juicio" (ley
(93)
12.059) y finalmente, con la ley 13.260 recibir su actual nombre de "control de la impu­tación" .

7.2. Con la originaria redacción del Código de Procedimiento instaurado por la ley 11.922 parecía que el único
modo de considerar cerrada la primera etapa del proceso era el momento en que, sin solución de continuidad el fiscal,
estimando haber reunido elementos suficientes para el ejercicio de la acción, formulara por escrito su requisitoria de
citación a juicio y así dar comienzo a los requisitos formales que darían paso, de prosperar su pretensión, a la etapa del
juicio.

(94)
Sin embargo no sólo nunca fue así , sino que y además, las reformas posteriores (leyes 13.260 y 13.943)
permiten hoy enunciar con claridad las citadas alternativas y concluir que aquélla es una de estas hipótesis y nada
más.

Veamos entonces, a la luz de los actuales arts. 334 y 334 bis del CPPBA, cuáles son esas alternativas:

a) El fiscal entiende que cuenta con elementos suficientes para el ejercicio de la acción, pero:

1. Durante el curso de la investigación denegó diligencias probatorias propuestas por las partes. De ser así,
(95)
deberá disponer el cierre de esta etapa y notificarlas, las que, dentro de los cinco días podrán requerir al fiscal
(96)
general revisar la razonabilidad de la denegatoria . En caso de discrepar el jefe local del MPF con su inferior, en el
(97)
término de cuarenta y ocho horas dispondrá la producción total o parcial de las diligencias propuestas.

2. De no darse la hipótesis precedente o superada tal incidencia, resulta procedente la aplicación de alguno de los
criterios de oportunidad o abreviación del proceso, por lo que corresponde estar a lo establecido por los arts. 56, 56 bis
y 395 y ss. del CPPBA, temas que son materia de tratamiento en otras partes de esta obra.

3. De resultar negativas las hipótesis recién mencionadas, entonces el fiscal ejercerá la acción penal, formulando
por escrito su requisitoria de citación a juicio.

b) El fiscal considera agotada la investigación, y a su entender se da alguno de los requisitos de los incs. 1º, 2º, 3º,
4º y 5º del art. 323 del CPPBA, por lo que debe solicitar el sobreseimiento.

c) Han vencido todos los términos de la investigación penal preparatoria y sus prórrogas, sin haberse alcanzado
motivo suficiente como para remitir la causa a juicio y no fuese razonable objetivamente prever la incorporación de
nuevos elementos de cargo, también deberá solicitar el sobreseimiento.

d) El fiscal en cualquiera de los casos mencionados como proce­dente solicita el sobreseimiento, pero en la causa
hay particular damnificado debidamente constituido.

Entonces el juez de Garantías debe correr vista al fiscal general para que se expida sobre tal pedido. Si no lo
sostiene se dará vista al agente fiscal que corresponda para que formule la requisitoria de elevación a juicio. Si el fiscal
de Cámaras mantiene el pedido de sobreseimiento, el juez de Garantías, antes de expedirse, correrá traslado al
particular damnificado, por el término de quince días, para que en su caso requiera la elevación a juicio a su costa, con
las formalidades de los arts. 334 y 335, siendo además de aplicación los arts. 530 y 53l, sobre costas. Vencido el plazo
sin requerimiento, el juez de Garantías dictará el sobreseimiento. En caso contrario, declarará el cese de la
in­tervención del Ministerio Público en el proceso y correrá vista a la defensa a los efectos de los arts. 336 y 337.

Como se advierte, con la entrada en vigencia de la ley 13.943, el particular damnificado será quien asuma el
(98)
ejercicio de la acción penal ante el supuesto en que el acuerdo de fiscales pretenda el sobreseimiento , y el juez de
Garantías sólo podrá dictarlo, si no media requerimiento de elevación a juicio de la parte que ahora viene a
(99)
transformarse en única acusadora, asunto que ya mereció nuestra atención y crítica .

(100)
7.3. Finalmente, coincidimos con Bertolino en cuanto apunta que la hipótesis sobre la existencia del particular
damnificado es un supuesto específico que no invalida la vigencia del mecanismo del art. 326, el cual sistemáticamente
(101)
"subsistirá para los casos en los que no se haya constituido" aquél como parte .

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