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“Biro y la sangre de dragón”

Por Eduardo R. Fernández (1).


(8-1-2009)

Ladislao José Biro


1899-1985

Hoy es viernes 29 de septiembre (2) de 1905, y un niño muy delgado y pequeño


cumple 6 años, hace frío y el otoño se despereza en la ciudad de Budapest,
Hungría.

Lázlo transmite su entusiasmo e ingenuidad a través de sus grandes ojos azules,


hoy es su cumpleaños, el sol brilla y todo parece prometedor.

El alguna vez bebé prematuro, nacido con apenas poco más de 1kgr, ahora luce
fuerte y entusiasta, con una gran curiosidad imposible de ocultar.
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Hoy es un día muy especial para él, y está muy lejos de poder imaginar, el gran
impacto e influencia que los acontecimientos de este día tendrán para el resto de
su vida.

Su padre, Matías Biro, un odontólogo, e inventor en sus ratos libres, y su madre,


Juana Ullmann, una ama de casa muy dedicada a su familia, esperan lo mejor para
su pequeño hijo, sin sospechar las zozobras que este día traería para todos.

Muchos años después, ya siendo un inventor maduro, exitoso y reconocido


mundialmente, Biro recordaría en su casa de Belgrano en Buenos Aires, lo
siguiente:

“Parecerá extraño, pero la sangre de dragón influyó decisivamente en mi


destino. (*)

Tenía yo seis, cuando me regalaron para mi cumpleaños una tricota con una
ancha franja roja, “Está teñida con sangre de dragón”, pensé no bien la vi;
“con ella seré invulnerable”. Esa tarde puse a prueba sus poderes: caminaba
por la calle cuando vi venir a un ciclista en sentido contrario. Aguardé a que
estuviera a unos pasos y lo embestí de frente. El choque fue violento; él rodó
por tierra y yo volé a un costado. Al levantarme apenas tenía algunas
magulladuras, ninguna herida importante. “No hay duda posible”, me
persuadí, “soy invulnerable”.

Luego volví a ensayar las propiedades de mi tricota. Mis padres estaban con
visitas en la sala. Yo, en la habitación contigua (un segundo piso a la calle),
me entretenía con un juego que consistía en lo siguiente: con las dos hojas
de la ventana abiertas de par en par, tomaba impulso, saltaba sobre el
alféizar y, ya en el aire, me asía al vuelo de un parante vertical, que dividía
en dos al marco; la fuerza centrífuga me devolvía, como una calesita, al
interior de la habitación, Entusiasmadísimo repetí varias veces la prueba, Al
rato, llamaron a la puerta. Era un agente de policía. Señor, le dijo a mi
padre, ¿me hace el favor de ver qué hace su hijo? Mi padre quedó
petrificado. Desde la acera de enfrente, una multitud contemplaba mis
piruetas.

Cuando mis padres me explicaron el peligro que había corrido, los miré
estupefacto: ¿qué mal podía ocurrirme con la tricota impregnada en sangre
de dragón?

Podrá sonar insensato, pero siempre desde entonces conserve una ciega
confianza en mi destino. Suceda lo que suceda, no me desanimo. Tal vez
porque todavía siento que llevo mi tricota con sangre de dragón”.
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(*) Nota: Este relato sin duda tiene su origen en algún cuento infantil que Biro,
habría escuchado de sus padres, en la escuela, o de algún allegado, y basado
en la mitología nórdica, muy en especial en un relato en donde Sigfrido derrota
al dragón Fafner, se baña en su sangre y se vuelve invulnerable.

Hacia 1914, siendo ya un adolescente, Biro seguía probando los poderes de la


sangre de dragón, y fortaleciendo su confianza en sí mismo, para resolver todo
tipo de problemas, sometiéndose voluntariamente a pruebas que ejercitaran y
fortalecieran esas virtudes. Un ejemplo claro de esto es que por aquella época,
los fines de semana, y durante las vacaciones escolares, acostumbraba a ir a
una estación de ferrocarril y gastar el poco dinero que tenía, comprando un
boleto de ida, al lugar más distante que fuera posible, incluso a veces hasta
países limítrofes.

El juego y la aventura, consistía en probar suerte, enfrentar los desafíos y


encontrar la manera de pasar unos días en el lugar de destino, buscando los
recursos, o algún trabajo transitorio, para poder así pagar su hospedaje, su
comida y el boleto de regreso a su hogar. Biro hizo esto muchísimas veces, y
siempre se las ingeniaba para regresar sano y salvo, con un renovado
entusiasmo.

Luego de una vida muy azarosa y llena de sorpresas, a los 37 años de edad, es
el peor momento de su vida, y es el comienzo del mejor momento de su vida.

Biro está con poco trabajo como periodista independiente, hay una gran
depresión en Hungría, y en pocos años comenzará a ser perseguido debido a su
declarada oposición al nazismo.

Hacia principios de 1939, trabajando como periodista en Yugoslavia, conoce


accidentalmente al presidente argentino Agustín P. Justo, y éste lo invita a
viajar a la Argentina, lo cual sería para Biro el comienzo de nueva vida como
inventor profesional y empresario exitoso.

El contacto con Agustín P. Justo, se debió a que éste lo vio casualmente a Biro
escribiendo una nota, en la recepción del hotel que compartían, con un
primitivo prototipo de bolígrafo, sobre el cual había estado trabajando desde
1938, pero que aún era muy defectuoso, y sólo funcionaba ocasionalmente.

Esta idea de un nuevo instrumento de escritura, basado en una bolilla, le había


surgido a Biro, cuando viendo con frecuencia cómo funcionaban las grandes
rotativas del diario para el cual trabajaba, se preguntaba recurrentemente, cómo
podría hacer un instrumento que se basara en los principios de una máquina
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impresora, pero de forma más simple, reducida y eficiente; este razonamiento


lo llevaría con el correr de los años, y de una enorme cantidad de pruebas,
errores y mejoras continuas, al desarrollo definitivo del revolucionario
bolígrafo.

Como Agustín P. Justo, era ingeniero, además de militar, se sintió motivado


por su curiosidad, ante un elemento de escritura tan singular, lo que dio origen
a una larga conversación con Biro, que con el transcurrir del tiempo haría
posible la llegada de Biro a la Argentina, facilitando la obtención de la visa
correspondiente.

En 1940, arriba a Buenos Aires, y con el apoyo de un grupo inversor (que


también lo había invitado a venir a nuestro país), conformado por argentinos,
húngaros y un inglés, logra mejorar sustancialmente su invento original, sobre
el cual había comenzado trabajar sin buenos resultados, en Hungría hacia
mediados de 1938; de tal modo que por primera vez logra hacerlo funcionar
con todo éxito. Al poco tiempo, crea la “Compañía Sudamericana Biro-
Meyne-Biro”, para la producción industrial de su invento, el primer bolígrafo
del mundo, que sería popularmente conocido como birome, un acróstico de los
nombres: Biro y Meyne. (Juan Jorge Meyne, era un gran amigo húngaro, que
también vino a la Argentina junto con Biro, y que además lo ayudó en los
aspectos comerciales).

Con posterioridad también fue fundador y miembro del Directorio de


Sylvapen, una prestigiosa empresa argentina que se dedicó a la fabricación y
comercialización de bolígrafos tanto a nivel nacional como internacional.

En 1944, Biro logra vender la patente del bolígrafo a la compañía


norteamericana “Eversharp Faber”, en U$D2,000,000.- lo que lo convertiría
en el primer tecno-emprendedor del hemisferio Sur, en alcanzar el éxito a
escala global.

Hacia el final de sus días en la Argentina, había generado más de 300 patentes
a nivel mundial, y entre sus numerosos inventos se encuentran, además del
bolígrafo: el sistema de cierre retráctil para bolígrafos, la tinta para bolígrafos,
la primera boquilla para cigarrillos con carbón activado, la caja de velocidades
automática para automóviles, una cerradura inviolable, el perfumero a bolilla,
el primer lavarropas automático, el principio de sustentación magnética para
trenes, y un sistema para el enriquecimiento del uranio.

Resulta fascinante, y difícil de entender cabalmente, a una personalidad y a


una vida de alguien como Biro, un ser humano entrañable, gentil, inclasificable
y con una gran paz interior, alguien que alguna vez fue un bebé prematuro con
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escasas posibilidades de vida, “enfant terrible”, luchador, mal alumno,


boxeador, pendenciero juvenil, soldado rebelde, participante de la “Revolución
de las Rosas de Otoño” (Budapest, Hungría 1918), vagabundo, pintor,
escultor, autodidacto, testigo y protagonista de dos guerras mundiales,
periodista, agente secreto del gobierno francés, naturalista de entre casa, gran
estudioso de las hormigas y de las abejas, hipnotizador, despachante de aduana,
lector tenaz y masivo, casanova irrenunciable, corredor de automóviles,
fumador empedernido, amante del café, optimista tenaz, abstemio, filósofo
aficionado, agnóstico compasivo, agente de seguros, crítico de arte, efímero
estudiante de medicina, fugitivo de los nazis, empresario, húngaro de
nacimiento y argentino por adopción; pero por sobre todo, y a pesar de todo, un
inventor profesional todo terreno y de tiempo completo.

Hoy es jueves, 24 de octubre de 1985, y Biro acaba de fallecer a los 86 años en


Buenos Aires, el día es cálido, y el atardecer se tiñe de rojo, quizás tan rojo
como la sangre de dragón.

Pensamientos y filosofía de Biro.

1. “Jamás pensé que mis inventos me justifican por sí mismos. Lo que


realmente valoro de los seres humanos (y desde luego en mi), es la
capacidad para amar, de comprender, y de perdonar. Amar todo y en
todas las circunstancias, sintiéndome parte de la naturaleza, con
todo lo bueno y con todo lo malo, lo evidente y lo misterioso, que
aquella encierra. Esa actitud es para mí mucho más preciosa que las
realizaciones materiales”.

2. “La invención del bolígrafo me ha deparado gran fama y fortuna, y


me permitió alcanzar muchos otros logros, pero la capacidad de
amar me ha permitido vivir intensamente sin la necesidad de
lamentarme por lo que no he logrado”.

3. “Mi vida ha estado signada por el azar, el sobresalto, la


incertidumbre, atravesando incluso dos guerras mundiales, y en cuyo
cambiante curso crucé más de veinte veces el Atlántico. La suma de
todos esos hechos, plena de imprevistas aventuras, de contratiempos
y, también, de muchas circunstancias favorables, me ha dejado un
maravilloso sentido de la existencia, un equilibrio que me atrevo a
llamar felicidad”.
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4. “Durante toda mi vida, nada me ha parecido más incierto que la


palabra futuro, pero siempre tuve mis planes para alcanzarlo”.

5. “El desarrollo del bolígrafo es el resultado de haber podido superar


una larga cadena de fracasos. Peros esos reveses nunca me
desmoralizaron, los tomé simplemente como lo que eran: un modo de
conocer más a fondo cada problema, y acercarme un paso más a su
solución”.

6. “Muchos han creído que soy una persona desligada de las


preocupaciones materiales y del mundo de los negocios. Tal opinión
es cierta sólo a medias, Lo que ocurre es que sólo me interesan los
aspectos generales de una negociación; las tratativas prolongadas y
los detalles minuciosos, me aburren mortalmente. A eso se debe,
creo, mi falsa reputación de vivir más allá de los negocios”.

7. “Mi mejor consejo para los jóvenes es que no dejen pasar la vida a
su lado, que sean conscientes del mayor placer que existe: la vida
misma…”

8. “Muchas veces los adultos persistimos en una costumbre con la


esperanza secreta de hallar en ella la novedad, la sorpresa y el
deleite de la primera vez. ¡Cuánto más felices seríamos si
supiéramos gozar de muchas experiencias como si estuviéramos
viéndolas todas por primera vez, como cuando éramos niños”.

9. “Mi especialidad es no especializarme en nada”.

10. “Yo creo que a pesar del avasallador avance de la técnica, que ha
sobrepasado catastróficamente la evolución del propio ser humano,
llegaremos tarde o temprano, a la solución definitiva, la única
posibilidad racional: un gobierno internacional, elegido entre los
hombres más sabios del planeta, científicos, técnicos y filósofos,
sometidos previamente a un riguroso examen psicológico. ¿Utopía?
No lo creo. Los programas espaciales con cooperación
internacional, implican los primeros pasos en esa dirección”

(1) La información general de este artículo, ha sido recolectada a través de largas charlas del autor de la nota,
con Ladislao José Biro, en su hogar y laboratorio de inventos, del barrio de Belgrano, en Buenos Aires,
entre los años 1980 y 1984 (Revista “Todo es Historia” – Nº 282, Diciembre – 1990), y de la
autobiografía de Biro: “Una revolución Silenciosa”. (Rodolfo Alonso Editor / Buenos Aires – 1969).
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(2) Desde 1990, cada 29 de Septiembre, se celebra en la Argentina (por iniciativa de la Escuela Argentina de
Inventores), el Día del Inventor, en homenaje al nacimiento de Ladislao José Biro, como un claro
ejemplo de inventor profesional, comprometido con el desarrollo de la sociedad a través del rol de los
inventores.

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