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Entrevistas

André Gide (AG) – Jean Amrouche (JA)*

(1949)

JA: “Nada más trágico para alguien que creyó morir que una lenta convalecencia.

Después de que el ala de la muerte ha tocado lo que parecía importante no lo es más y

otras cosas lo son que no parecían importantes o que no se sabía ni siquiera que

existían”. Esto es lo que Michel el héroe de El inmoralista expone a los amigos que han

ido a encontrarlo en Algeria después de la muerte de la heroína del libro, Marceline.

AG: Escribí en alguna parte y lo pienso profundamente que las enfermedades son de

una gran instrucción y que cuando la enfermedad es grave y que el enfermo cree, siente

alrededor, cerca de él mismo la muerte, sus pensamientos son profundamente

modificados y hay, como lo digo en esa frase, cosas que antes parecían muy importantes

ya no lo son más y otras, por el contrario…

JA: En lo que concierne a su personaje y al problema mismo de El inmoralista no se

trata simplemente de una modificación de perspectiva, se trata de una subversión total

de una personalidad.

AG: Sí, desde punto de vista que nos ocupa, desde el punto de vista literario, me ha

parecido con respecto a la enfermedad, que la literatura se ocupaba frecuentemente de

cosas que no tenían mucha importancia y que evitaba ocuparse de problemas que tenían

una importancia vital.

JA: Sí, pero la filosofía, sí puede decirse, de El inmoralista, lo que Marceline llamará en

el curso del libro como una doctrina, es una filosofía que está hecha para sorprender e

incluso para escandalizar, pues Michel dice: “me parecía gracias a una sobrecarga más

*
Transcripción y traducción de Germán Vélez. gdvelez@eafit.edu.co
frustrante y difícil descubrir el ser auténtico, pero todavía más útil descubrirlo y

valioso”, en suma de un solo golpe después de haber triunfado de la enfermedad y haber

conquistado una salud completamente nueva, Michel rechaza todo lo que era, todo lo

que le habían enseñado, todo lo que la familia, todo lo que la religión, todo lo que la

sociedad había agregado a su naturaleza auténtica.

AG: Si, usted deja entrever mucho mejor la cuestión y el problema en esas últimas

frases. Creo que habría un grave error en considerar este libro, El inmoralista, como una

apología de esta nueva virtud que descubre Michel, yo creo que es necesario ver en El

inmoralista así como en casi la totalidad de mis libros, un libro crítico. Lo digo y lo

siento con respecto a sus preguntas, no se trata absolutamente de una apología de la

posición asumida por el inmoralista, es la exposición de esa posición y yo traté de

exponerla de la manera más clara posible, pero es al mismo tiempo el descubrimiento de

todos los peligros que puede presentar esta teoría y esta toma de posición ante la vida.

JA: Sí, seguramente. Es evidente que en ningún momento se siente en el libro que usted

incline al lector, aunque fuera muy poco, hacia una simpatía particular por Michel. De

hecho la persona sobre la cual usted concentró tal vez todos los medios de seducción

que la literatura le permitía utilizar en la pintura de un personaje es Marceline.

AG: Es la mujer de Michel, y usted tiene completamente razón, es sacrificada

precisamente por esta teoría brutal y muy superficial de Michel.

JA: Pero es sacrificada por una fatalidad. (AG: Sí). Se trata de uno de sus libros

compuesto de una manera más cerrada, es completamente redondo. Este libro está

compuesto de dos movimientos que se corresponden exactamente: en primer lugar la

enfermedad de Michel y el proceso de su resurrección quien sigue en un viaje, por lo

menos un cierto número de viajes, en los que deja Francia para ir a Algeria, a Biskra,
una larga estadía en Biskra en donde poco a poco él conquista la salud, pero no

solamente la salud.

AG: Es también el contacto con una ética y con una religión completamente diferentes.

JA: Eso sin duda. Y el abandono para él, de él, de su religión cuando le exige a

Marceline que no rece por él y que pretende salvarse solo. (AG: Sí, Sí) Es allí que se

engancha un conflicto que usted retomará más tarde en otras obras, el conflicto entre los

hombres y Dios y donde todo parece demostrar que usted pensaba desde aquella época

que allí donde Dios termina comienza el hombre y que el hombre termina cuando Dios

está presente.

AG: Yo creo que usted muestra, denuncia aquí algo que podría llamar una especie de

hilo conductor a través de toda mi carrera.

JA: Retomando el libro, Michel renace a la salud, pues, en Biskra, después su salud se

desarrolla, una especie de goce en pánico, salvaje, lo habita a medida que remonta hacia

Sicilia, hacia Italia y finalmente su salud y su equilibrio triunfan perfectamente en

Francia, él está salvado, después de lo cual él encuentra de nuevo Menalque, Marceline

se enferma, tiene un aborto y Michel la conduce en una serie de viajes que no son más

que el reinicio de aquel que él ya había hecho, pero mientras que Michel se aliviaba

bajo la acción del Sol de Biskra o de Italia, etcétera, Marceline por el contrario va a

encontrar una muerte atroz en Tugot.

AG: Si hay un pequeño escrito que me gustaría mucho ver que lo mencionara y que para

mi es de gran importancia, es un pequeño escrito que infortunadamente casi nadie

conoce, y que para mí es absolutamente notorio, es el diálogo entre Sila y Eucrates de

Montesquieu, para mi es una incomparable obra maestra, y que no es fácil de

encontrarlo a veces. Figuraba frecuentemente como coda, al final de las


Consideraciones sobre la causa de la grandeza y decadencia de los romanos. (JA: No

lo he leído) Yo pienso que lo leerá con una especie de estupor, la lengua de

Montesquieu alcanza una cima verdaderamente insuperable. Hay pocos escritos que me

hayan instruido tanto desde el punto de vista formal como este. Me acuerdo de una frase

en particular en la que Eucrates después de haber escuchado a Sila exponer teorías que

son bastante vecinas de aquellas de Menalque precisamente, esta exclamación “Il en

coute trop cher” (eso cuesta mucho) cuál es el precio que hay que pagar, el sacrificio de

figuras como Marceline precisamente, es algo estremecedor en el diálogo, este “cuesta

demasiado caro”, lo que se paga por este goce, lo que se paga no vale más que la

felicidad del otro.

JA: Sin duda el libro mismo de El inmoralista termina en esta pregunta implícita, y no

explícita (AG: Absolutamente), es evidente que usted hizo una obra de arte, que usted

planteó un problema y ese problema no ha sido planteado en abstracto, se encuentra,

para emplear una palabra que quizás no conviene del todo, porque proviene del

vocabulario de Maritain, se encuentra en cierto modo en las visceras (envisceré) de los

personajes, pero todo podría conducir a algunos de sus lectores a considerar que

plantear el problema era al mismo tiempo resolverlo ya que no se puede ir contra la

vida, el viviente es Michel, que haya pagado su sobrevivencia por una parte con la

muerte del personaje que él fue durante toda su adolescencia y la primera parte de su

juventud, que la pague igualmente con la muerte de Marceline, es a Marceline a quien

mata y él tiene conciencia de ello, hay un momento de reposo en el libro, es la estancia

Engadina en donde Michel se da cuenta perfectamente que Marceline puede ser salvada

ya que allí en Engadina Marceline va mejor, ellos están allí desde hace dos meses pero

inmediatamente Michel comienza a aburrirse en esa Suiza demasiado honesta, a la que

le falta sabor a sus ojos, y entonces arrastra a Marceline en una carrera frenética hacia el
sur dándose cuenta, por lo menos se da cuenta de manera muy oscura que al hacer esto

él la mata.

AG: Él es absolutamente injusto. Y la pintura misma de los países, de los paisajes me ha

servido en la medida en que ilustra admirablemente en qué estado de ánimo puede

encontrarse Michel.

JA: ¿En qué medida este drama del moralista tenía raíces en su vida propia?

AG: Debe tener raíces profundas, y sería casi indiscreto de mi parte decirlo mucho, pero

cualquier lector que esté un poco al corriente de mi vida podría comprenderlo.

JA: De modo que una vez El inmoralista terminado, usted tendría la impresión de haber

hecho como Michel mismo, un inmenso esfuerzo por decirse, por revelarse en este libro

y que se concibe realmente que usted esperaba mucho de la revelación que este libro

debería aportar por lo menos acerca de usted a sus amigos.

AG: Si, de una parte y de otra parte tal vez es demasiado temprano para decirlo, yo no

habría podido haber escrito este libro si yo no me proyectará ya en contrapartida sobre

el libro que se convertiría después en La puerta estrecha

JA: Sí, sin embargo, de una forma más general no se habría percibido en El inmoralista

el despunte de un nuevo humanismo. En este en esta época Freud era absolutamente

desconocido, las fronteras de la psicología humana eran más o menos las fronteras del

hombre clásico, del hombre del siglo XVII, y se condunfía quizás fácilmente la noción

de naturaleza humana con la noción de norma humana impuesta por las convenciones

sociales, y todo lo contrario usted plantea esta pregunta, por lo menos es Michel quien

plantea esta pregunta: “¿Qué es aquello que el hombre puede todavía? He aquí lo que

me importaba saber: si lo que el hombre había dicho hasta ahora era todo lo que él podía

decir. Me parece que yo estaba dispuesto para una especie completamente desconocida
de encuentro”. Usted se daba cuenta que en este momento en la pintura misma del

personaje de Michel lleva aún más lejos las fronteras de la psicología humana, del

retrato general del hombre que cada personaje particular representa en una obra de arte.

(AG: Eso es inegable) y sus contemporáneos no comprendieron que había así de su

parte este esfuerzo por aclarar aún más la figura humana de una manera general.

AG: Me parece que en efecto el libro no fue comprendido inmediatamente pero lo

importante es que se lo fue comprendiendo de ahí en adelante por ciertas personas por

ciertos lectores que se mostraron profundamente conmovidos por este libro, me acuerdo

de una carta de Martain Chofié, por ejemplo, que había sido trastornada me decía y eso

me era suficiente. El tiraje del libro fue de 300 ejemplares, yo no esperaba para nada el

sentimiento general del público.

JA: Pero no un sentimiento general del público, pero una cierta acogida de la crítica que

signalara por lo menos la importancia de este libro.

AG: Sí, pero eso sería pedirle mucho a la crítica.

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