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Cicerón: hay que preferir la más injusta de las paces a la más justa de las
guerras.
San Agustín nos dice que no hay quien no ame la paz “incluso aquellos
mismo que buscan la guerra no pretenden otra cosa que vencer. Por tanto,
lo que hacen es llegar a una paz cubierta de gloria”.
Moderna: ejércitos permanentes, hay que costearlos, en esto gira buena
parte del proyecto tributario de las nuevas monarquías modernas. Es un
gasto oneroso pero las recompensas son jugosas: la capacidad de imponer
políticas y dominaciones, de vigilar recursos y flujos económicos y, por
último, la posibilidad coercitiva de controlar alzamientos y climas
levantiscos, y todo inmediatamente, sin tener que recurrir a convocar a las
armas a unos vasallos que exigen prebendas. La importancia y la exigencia
también de la naciente artillería.
Dulce bellum inexpertis: la guerra gusta solo a quien no la conoce, de
Erasmo de Rotterdam. Erasmo de Rotterdam relacionó que el ser humano
no había sido creado “de natura” para el enfrentamiento y el combate, por
la simple idea de que su fisionomía no es gran cosa. También subraya que
nadie debe esperar la asistencia de Jesucristo en ninguna guerra, pues él no
enseñó para el conflicto ni los santos martirizados tampoco: ellos se
dejaron matar y no agredieron a otros…
Giovanni Boccaccio y los tres anillos.
Qué supone el Congreso de Viena, según este autor que cita a Talleyrand,
se debía todo “al olvido del derecho internacional, hasta el punto de que se
habían encontrado excusas para cualquier agresión con base territorial”.
IGM: conferencia de Berlín: aclara que los derechos efectivos son los de
conquista y no los de primer descubrimiento.
Discurso de Albert Hall, Londres, lord Salisbury hablando de las naciones
moribundas, que “no tienen derecho a participar del derecho internacional”.
Dominio de naciones inferiores.