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Tarín S. (2006) Viaje por las Mentiras de la Historia Universal. Argentina. Verticales de Bolsillo
Nunca fue mi fuerte, la historia, claro. Aunque ahora, con cierta “autoridad” y
conocimiento, puedo asegurarles que Simón Patiño, el hombre más rico que dio
esta tierra boliviana, rogaba por encontrar en sus minas, mineral de estaño y no
plata. Hoy conozco los legados de la Revolución Nacional pero también sus
sombras; lo mismo que la vida de “El Compadre”, detalles de la Guerra del Chaco,
del mar que perdimos, la Constitución, el Movimiento Obrero y otros episodios y
personajes de la sorprendente y muchas veces trágica historia de Bolivia.
Algunos años antes de esa aventura que iba a comenzar y que nunca la soñé,
llegué a PAT. Sí a la empresa de Periodistas Asociados de Televisión que para
aquel momento ya era una leyenda dentro del periodismo boliviano. Lo hice al
concluir mis estudios de Comunicación en la Cato y gracias a un buen amigo,
comencé mis prácticas guiadas en la Meca del Periodismo, por lo menos en el de
la televisión que, en el caso de PAT, no comulgaba ni proponía damas con
brevísimas faldas ni hombros descubiertos que disimulen por muy poco las
glándulas mamarias. Cruzarme en las oficinas, en los pasillos, en las gradas o en
el comedor con periodistas de la talla de Carlos Mesa, Amalia Pando, Mario
Espinoza, el Gringo, la Momó, la Gabriela, Gloria y otros, era para mí tocar el cielo
con las manos. Se respiraba periodismo en todo lado.
Allí, en las reuniones previas a la salida del trabajo diario para cubrir la
información, Espinoza, Director de Noticias, nos daba algunas pautas y temas del
día a día, recordando a cada momento cosas que parecía habíamos dejado atrás,
en las aulas de la U como aquellos conceptos de periodismo, noticia, géneros y
ética. ¿La verdad? Muy aburrido, pero, qué necesario para hacer periodismo como
la gente.
Carlos Mesa luego profundizaba y muy a menudo nos agobiaba con conceptos del
relato periodístico y la historia. Incluso alguna vez tomé notas de un concepto
vertido por “el Mesa”, así nos referíamos a él por lo bajo, y que luego traté de
recordar: Deben hacer el esfuerzo para buscar referencias históricas en el medio
de la actualidad y usar el género interpretativo del periodismo, para que los
hechos actuales sean comparados con el pasado.
Bah, por ahí no dijo eso. No era tan ceremonioso, pero así recuerdo esa época, la
mejor de mi aprendizaje, aunque no todo era política, economía, huelgas y
marchas o la crónica roja; la reunión diaria también estaba matizada por los
chistes del día, la ironía (Espinoza era un maestro) y cuándo no, el comentario
gracioso del fútbol, cine, la comida y la coyuntura que siempre daba para
distenderse.
Mucho tiempo después, años en realidad, Mario Espinoza me llamó para que lo
ayudara en la producción de un ambicioso proyecto que fue el último de PAT
antes de que se concretara su venta. Carlos Mesa ya había dejado la Presidencia
de la República y la idea era hacer un programa, copia de “Detrás de las
Noticias”, que ya tenía una base muy importante, pero con temas, conceptos y
además, un título nuevo.
El título que debería quedar atrás era precisamente “Detrás de las Noticias” que
fue “la madre que lo parió”, textual de Mario.
-¿No tenías nada original? Pregunté con la insidia que a veces usaba el propio
Espinoza con los políticos.
- ¿No te dije que tenía flojera? Bueno, en todo caso la vulgar copia no quedó allí.
El primer programa se llamó “El Poder de la Televisión”, más o menos en la línea
del que me prestó la embajada. Lo único original y bueno es que convencí a
Carlos Mesa para que presente el programa y comentarlo, después de todo, esa
era su especialidad.
-¿Como el noticioso?
- Casi, pero esta vez Carlos analizando el pasado reciente y el resultado fue muy
bueno. Era divertido ver a Mesa presentando el programa con camisa, corbata y
tirantes que estaban de moda. En ese primer programa usé la voz de Kathia
Rodríguez y la mía e hice el guion del programa que buscaba una relación entre la
televisión y la política pero esta vez en Bolivia. Luego pude maquillarlo y en eso
me ayudó mucho Sergio Calero, un genio para hacer, entre otras cosas, las
características de los programas. El resultado fue muy bueno porque pude mostrar
al gran público escenas que pocos recordaban.
-Archivado por ahí. Nunca fue parte de la colección de Bolivia Siglo XX.
Por lo que pude ver luego, Mario hizo otros programas dentro de ese ciclo. La
Marcha por La Vida, el Gas, el 21060, El Retorno a la Democracia, La Guerrilla de
Teoponte y otros, siempre con la presentación de Carlos Mesa.
Por eso Carlos Mesa asumió no sólo la presentación, sino el relato completo de
los capítulos, pero a partir de complementar todo con el conocimiento de
periodismo de Mario. A partir de esa amalgama, ¿Cómo dudar sobre ese concepto
de que el periodismo es el primer borrador de la historia? aunque el día a día esté
impregnado de mentiras de las noticias de hoy, ni las del ayer, que constituyen la
historia.
Lo demás vino por añadidura. Primero el nombre: Bolivia Siglo XX. Luego los
temas, luego las imágenes, la música, la edición, la logística, el márquetin, la
difusión, el diseño de las tapas, los créditos, las finanzas y luego, luego, luego…
una infinidad de temas a zanjar y que se resolvían en la medida en que se
presentaban. Uno de los “problemas” más divertidos y más controversiales eran
las largas discusiones entre “los jefes”, sobre lo que se iba a comer en este
ejercicio de “cama adentro” que tuvimos durante los meses de esa suerte de
confinamiento. Se imponía generalmente Mario luego de un evidentemente
molesto, “bah, pedí lo que quieras” de Carlos.
Los contenidos de esta historia, han sobrepasado y por mucho a los protagonistas,
porque lograron explicar y mostrar en el video, la historia de un modo tal que
miles de años, centenares de datos, de democracia, dictaduras, comunicación,
cultura y poder quedaron en la retina y el alma conmocionada de todos.
Había que ver las caras de Mario y de Cristian Morales, el operador de edición,
aterrados, mientras Carlos Mesa grababa el guion remontándose a 5 mil años
antes de Cristo, por ejemplo en el programa “Los Hijos del Sol”, a tiempo que yo
recordaba aquella sentencia de no sé quién, que decía, que en televisión, lo que
no tiene registros visuales quedaría irremediablemente ausente del discurso
histórico, y, en consecuencia, fuera de la memoria de la audiencia.
Razonamiento impecable, pero no para el Mesa que aparecía día tras días con
montañas de libros escritos y muy bien ilustrados por sus padres: Don José y doña
Teresa. Eso salvó mucho. Miles de fotos, gráficos y la habilidad para editar de
Cristian hicieron el resto. La mayoría de las imágenes usadas es el resultado de
más de 30 años recopilando y guardando todo, lo que le dio a Plano Medio el
orgullo de tener hoy, uno de los reservorios de imágenes más importantes de
Bolivia, pero en riesgo de perderse por el paso del tiempo.
En el día a día de construir esta historia de Bolivia del Siglo XX, la más grandiosa
que nos tocó vivir, fue la recreación de la Guerra Federal. Menos mal que hubo en
las Fuerzas Armadas gente como el general Fernando Sánchez que nos dio todo.
Como 1500 soldados muchos disfrazados de las huestes de Zárate, el Temible
Willca. Dos escuadrones de caballería, armamento adaptado a la época, fusiles,
una batería de artillería, munición y toda la logística para recrear el final trágico
del siglo 19 y el comienzo del 20. Cinco cámaras, todo lo que teníamos en PAT,
camarógrafos, sonidistas y una gran producción nos permitieron lograr un
resultado más que interesante. La recreación de la batalla del Segundo Crucero
de Copacabana, no fue la búsqueda del soldado Ryan, ni estaba Spielberg, ni su
presupuesto; pero la sensación de estar en Playa Omaha en el Día D, la tuvimos
todos. Incluso, en la anécdota, porque recuerdo a Carlos Mesa aparecer unos
segundos en una escena vestido como el General Pando dando instrucciones
para el combate.
Lo mismo pasó en los dos capítulos de la Guerra del Chaco. Otra vez el general
Sánchez que nos permitió hacer tomas paralelas de su película Milagro en Tarairí,
para recrear la caída de Boquerón, el desastre de Campo Vía, la gran victoria de
Cañada Strongest y el heroísmo de bolivianos y paraguayos enfrentados sin
mayor explicación que el amor a la patria, que no es poco.
Boquerón, el relato de Carlos de la muerte del capitán Ustariz, es uno de los que
más profundamente conmovió: “… cayó en su ley, fusil automático en la mano,
combatiendo, cara a cara, herido en el pecho, cayo de boca sobre su
ametralladora besándola, como se besa una cruz…” Y una lágrima rodó por mis
mejillas cuando recordando al general Marzana, Carlos lo parafrasea y dice sobre
la heroica defensa “…No hice otra cosa que cumplir con mi deber”. La misma
lágrima que se avivó al escuchar “Los Mineros Volveremos” de los Junaro y Luis
Rico en “La Marcha por la Vida”. La otra de miles de bolivianos cuando veían
absortos a la gente desbordada e histérica cerca al cementerio buscando una
explicación a la muerte de “El Compadre” y antes, la bizarra escena del féretro de
Carlos Palenque en la mismísima Tribuna Libre del Pueblo.
Hay en todo caso una colección de anécdotas que las memoricé y las recuerdo
vívidamente y alguna desopilante de verdad: Uno de esos días se había lanzado
el dramático y triste episodio del golpe de Todos Santos. El a veces curioso
ingenio de Mario, lo bautizó como “La Noche del Día de los Muertos”. La entrega
al público fue un domingo y al día siguiente, lunes, sonó el timbre de la
productora….era un adolescente con un ejemplar del dvd en la mano:
-Si
-¿Porqué....está mal?
-No, está muy bien, pero yo pensé que era “La Noche del Día de los Muertos
Vivientes”, algo de zombis y no es nada de eso. Todavía nos estamos riendo a
carcajadas.
Al hacer los programas, algunos diálogos entre “los jefes” tenían veneno puro.
Ese programa tiene su propia historia y es con el que Mesa y Espinoza ganaron el
Premio Rey de España y el Premio Nacional de Periodismo de Televisión y tiene
como referencia el momento dramático de los “narcovínculos” del MIR y que en su
momento fue un terremoto político que afectó duramente a ese partido. Carlos
Mesa tenía un argumento demoledor. Él había sido Presidente de Bolivia y supo
desde ese instante lo duro y muchas veces injusto que era el escrutinio público y
demandó respeto por los presidentes de la democracia y el programa no volvió a
salir. ¿Dónde está hoy el programa? Nadie sabe.
Mucho antes de Bolivia Siglo XX, el 2004, en la etapa de “Detrás de las Noticias”,
cuando Carlos fue a la política, Mario se hizo cargo del programa con otros títulos.
Uno de ellos, el de “Teoponte, la Guerrilla Olvidada” ganó el Premio Nacional de
Periodismo. Paradojas de la vida. El premio lo entregó en una ceremonia especial
de la Asociación de Periodistas, el presidente, en ese momento Carlos Mesa a
Mario Espinoza en ese momento y siempre, periodista.
Hoy, gracias a este dúo, me divierte más la historia que el futuro, quizás porque el
futuro me da más miedo y porque tengo algunas conclusiones de lo que aprendí:
el sistema binario, bifronte o blanquinegro de nuestra historia no dio nunca para
terceros en disputa. Me remito a las pruebas de nuestro comportamiento
esquizoide y que aprendí en estos 24 capítulos de Bolivia Siglo XX. Señoríos
Aimaras y Tiahuanaco. Aimaras y quechuas. Conquistadores y conquistados.
Santa Cruz y Velazco. Liberales y Conservadores, Fernández Alonso y Pando,
constitucionalistas y federalistas, nacionalismo y coloniaje, dictadores y
demócratas, kharas y tharas y que hoy se repite como un quejido lastimero y
eterno sin respuesta por la batalla de una supuesta liberación o una supuesta
dependencia, que se redujo al final al enfrentamiento ya globalizado entre el
silpancho y la whooper.
No hubo lugar otra vez para encontrar elementos fuera de nuestra bipolaridad. O
éramos buenos en todo o nos desgarrábamos el alma hasta el masoquismo.
Hoy, Bolivia Siglo XX nos debe otras historias en la colección, pero sobre todo la
reciente de Evo Morales y su séquito de jenízaros poco ilustrados que nos
contaron la historia alternativa a su manera y su mejor manera fue la de acudir a
penosas lecturas a través del futbol, donde seguro Morales se imaginaba a sí
mismo como un Maradona, cuando en verdad, mal jugador, estaba metiendo goles
con la mano, como el Diego, dando rodillazos a los rivales, o en offside, mientras
su arbitro miraba para otro lado y la historia se escribía lejos de su delirio de
grandeza, aunque también he aprendido que, en este caso, aún no es tiempo de
la historia, pero que, no hay duda, lo condenará.