IGLESIA EN CATALUÑA
Aitana Montaner
¿POR QUÉ SOY CRISTIANO?
A quienes son cristianos
católicos desde su nacimiento,
y en tradiciones familiares
religiosas, les llama la atención
e impacta la mirada de alguien
que es cristiano por convicción
a partir de las lecturas y de
su experiencia. Por eso he
querido compartir este
recorrido iniciático a lo
largo de nueve semanas.
ORIOL JARA
Director, guionista y productor
católico
8 AGOSTO 2021
Porque soy padre
El Evangelio transforma a las
personas. En mi caso, el cambio más
sustantivo lo he vivido en mi relación
familiar. La familia es una institu-
ción residual en el orden de priori-
dades de la cultura del siglo XXI. A
menudo he oído a amigos quejarse
de que los hijos son un obstáculo
para alcanzar determinados pro-
gresos profesionales. Es decir, las
horas que pasan con los niños les im-
piden pasar más horas en el trabajo.
Yo mismo también he sido víctima
de un punto de vista que cambia el
orden de prioridades. La Biblia, sin
embargo, es muy clara en la relevan-
cia que tiene la familia: «La herencia
del Señor son los hijos, los descen-
dientes son la mejor recompensa;
los hijos que habeis tenido cuando
erais jóvenes son como las flechas
en manos de un guerrero. ¡Feliz el
hombre que tiene muchas flechas
como esas!» (Sal 127,3-5). Son tan
importantes que ocupan una parte
crucial del Shemá Israel, la oración
básica judía: «Graba en tu corazón
las palabras de los mandamientos
que hoy te doy. Y enséñaselas con-
tinuamente a tus hijos» (Dt 6,6-7).
Además, las Escrituras también nos
aconsejan cómo tratar a los niños de
manera correcta: «Quien no corrige
a su hijo, no lo quiere; el que lo ama,
lo corrige» (Pr 13,24). Las cartas de
san Pablo son especialmente inspi-
radoras y aportan una equilibrada
CatalunyaCristiana 19
mirada sobre los hijos, llena de amor
y atención por su bienestar: «Y vo-
sotros, padres, no irritéis a vuestros
hijos, sino criadlos con disciplina e
instruidlos en el amor al Señor» (Ef
6,4). En casa siempre tengo presen-
te una corta pero potente cita de
san Pablo: «Padres, no exasperen
a sus hijos, para que no se desani-
men» (Col 3,21). Si estos versículos
nos parecen revolucionarios hoy en
día, imaginemos cómo sonaban en
el mundo judío y griego de los siglos
primero y segundo. En ese momen-
to, los niños disfrutaban del mismo
estatus que los esclavos, es decir,
eran propiedades sin derechos. El
mensaje cristiano cambia la dinámi-
ca social y Jesús convierte a los más
pequeños en un modelo evangélico
perfecto (Mt 19,14 y 11,25), los ama
y los destaca de manera preferente
(Mc 9,35-37, Mt 18,1-5) y advierte que
será castigado aquel que engañe a
un niño o lo lleve por el mal camino
(Mt 18,6). Para evidenciar la impor-
tancia de los niños en el Evangelio,
Jesús les favorece especialmente
con las curaciones milagrosas (Mc
5,39-43, Mt 15,21-28, Lc 7,11-15, Jn
4,46-54). Ser cristiano es ignorar las
estructuras morales que impone la
posmodernidad y escuchar y amar a
los hijos. Admirando humildemente
sus dones y lamentando que perde-
mos muchos de estos a medida que
envejecemos.