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Dutch Sheets escribe: “La vida es una serie de cambios; un proceso de pasar de lo
viejo a lo nuevo; de cronos –un proceso general del tiempo– a kairos –un tiempo
oportuno, estratégico, el “ahora”–. El crecimiento, el cambio, el avivamiento, son
procesos. La vida está conectada. Si no comprendemos esto, tendemos a
despreciar los cronos, que son tiempos de preparación, de siembra, de creer y
perseverar (…) No perdemos el tiempo, lo invertimos. Y si lo hacemos fielmente, el
momento del cambio llegará”.
Eso sucedió en nuestra familia, cuando los diez años de esterilidad terminaron con
el nacimiento de nuestra primera hija. Cuando el tiempo de desolación o desierto
termina, y comienza una nueva temporada de promesa, es uno de los momentos
en que Dios dice: “¡Es ahora!”
Dios siempre tiene momentos en que dice “ahora” en nuestra vida. Daniel sabía
que era tiempo de que esta palabra se cumpliera y la cautividad terminara.
Nosotros, como él, también debemos llegar a un punto en que comprendamos la
secuencia de tiempos de Dios.
Salir de la desolación
“Entonces me puse a orar y a dirigir mis súplicas al Señor mi Dios. Además de orar,
ayuné y me vestí de luto y me senté sobre cenizas” (Daniel 9:3). Cuando Daniel
comprendió que los tiempos estaban cambiando, y que Israel debía salir de la
cautividad, hizo dos cosas: se volvió a Dios y dialogó con Él con oración y súplica, y
comenzó a negarse a sí mismo por medio del ayuno, para que toda desolación
pudiera ser rota. Al hacer estas dos cosas, se reconcilió con Dios y, como
representante de Israel,salió de la temporada de desolación. Esto permitió que
comenzara el proceso para que los israelitas salieran de la cautividad y avanzaran
hacia su futuro.
Por medio de sus promesas para nosotros, Dios rompe la desolación personal,
colectiva y territorial… y el infierno está furioso. Siempre que nos preparemos para
entrar en un nuevo tiempo de cumplimiento profético, Satanás se opondrá y tratará
de mantenernos en la desolación del pasado. Hay un proceso de tres pasos que
debemos seguir para salir de la desolación y entrar en los tiempos de cumplimiento
en nuestra vida.
Lo mismo sucede con nosotros muchas veces. Quizá nuestros abuelos y bisabuelos
tenían increíbles destinos proféticos que nunca se concretaron. Debemos entender
cómo su herencia profética quedó cautiva del enemigo, y comprender cómo las
bendiciones generacionales de Dios no se cumplieron.
He aprendido que el destino profético suele estar relacionado con las generaciones
de nuestras familias. Por tanto, deseo estar seguro de completar de alguna forma lo
que Dios preparó para mi linaje. Debo lograr el éxito donde ha habido fracaso en mi
familia. Debo vencer al enemigo en aquellos aspectos en que otros de mis
antecesores no lo soportaron. Para que se cumplan las profecías en nuestras vidas,
debemos permitir que el Señor reviva el destino profético no cumplido en nuestros
ancestros y darnos una mentalidad de éxito, de cumplimiento y completitud.
Tercer paso: Dios nos llama a profetizar sobre nuestro destino
Por difícil de creer para muchos que así sea, Dios ha elegido utilizarnos como un
eslabón necesario para cumplir su voluntad en la Tierra. Nos llama para que
dialoguemos con Él, escuchemos su voz y recibamos revelación profética para que
la esperanza de nuestro llamado se cumpla. Nos pide que llevemos esa revelación y
la profeticemos en el ámbito terrenal.
Tomado del libro: Cuando Dios dice: “¡Es ahora!” de Editorial Peniel